Nuevo comienzo mismo pecado [Josseleine Lowell +18]

por **Dallas Lowell** Miér Mar 09, 2016 8:18 pm

No importa cuanto y por cuanto corras,
existen ocasiones en las que simplemente no se puede huir.

Cambios, regulaciones, asistencias, tratos, pactos, planeamientos, ruegos, dimes y diretes, todo lo que había sido necesario para que la ilegal e inmoral pareja pudiera estar junta en soledad, con la tranquilidad de saberse no vigilados y libres, un sentimiento que difícilmente algún ser diferente a ellos dos podría comprender, ni siquiera los amantes que se encontraban impedidos para armarse por temas maritales, diferencias en la clase social o simplemente por esconder su opción sexual, ni siquiera ellos podría llegar a entender el suplicio que significa amar a un hermano, a un ser con el que no deberías compartir más que simple cariño, estima fraternal y una inmensa fidelidad, en el caso de los Lowell, estos comparten mucho más que eso, desde hace varios años, y el suplicio que ambos vivieron desde que lo asimilaron no puede compararse con nada, incluso hoy, una semana pasada después de su llegada y total establecimiento, aún pueden sentirse los estragos, la intriga, la ligera ansiedad y el temor porque sean vistos juntos en comprometedoras situaciones, pero esos rezagos son solo lastimosas negativas que la costumbre, años en una misma posición donde simplemente resultaban vulnerables a pesar de ser poderosos. Existen realidades mucho más penetrantes que la capacidad de ejercer un conjuro o de concentrar la magia de la naturaleza o de las almas en pena y los demonios dentro de tu cuerpo, de ser tan fácil Dallas tan solo tendría que actuar como un déspota autoritario, vencer a su padre en un duelo que saben todos los magos del aquerrale que obviamente el menor ganaría, y entonces establecería sus propias reglas y obligaría al resto a no mirar o simplemente mirar a otro lado respecto a esta realidad, ¿pero aquello resultaba lo correcto? La respuesta claramente es un no rotundo, aunque quizás a Jossie aquello le pareciera extremadamente atractivo y tentador pues tan solo realzaba más aquel retrato de maldad que inevitablemente existe en el muchacho, seguro que hasta la misma jovencita, que resultaba ser la más alocada e irreverente del dúo, tenía sus reservas respecto a esta posibilidad, diferencia enorme a la que habían tomado y que ahora mismo disfrutan, si bien el hombre es quien había realizado casi todos los méritos para conseguir esto, no podía llenarse de toda la gloria puesto que de ella no desearlo, no se hubieran arriesgado de esta manera, son lo suficientemente maduros y valientes para afrontar sus problemas y su propia realidad, pero sigue siendo un peligro constante.

Estar solos en un país desconocido, con gente desconocida, con dedos igual de acusadores, con miradas fijas en ellos pues en el ambiente de las armas resultaban conocidos gracias al apellido de su padre, y ahora la atención estaba puesta en el negocio que se avecina prospero, el negocio que maneja él. La libertad sigue siendo un concepto superficial, un concepto que como bien diría él: Es simplemente inherente a la utopía. Por estas razones siempre el mayor por pocos segundos vive alterado o presionado, porque tiene bien grabada su frase preferida, “Hombre perezoso no monta caballo fino ni goza mujer hermosa” Una forma tan sencilla de indicar que lo único que desea es esforzarse siempre al máximo para disfrutar de los mejores lujos y calidad vida junto a la mujer que ama, su melliza. Por eso mismo estaba aquí, por eso mismo había mentido tanto, realizado grandes esfuerzos y sobre todo, hizo gastar a su padre grandes cantidades de dinero para poder tener todo lo que hoy por hoy están gozando aquí en París, fue realmente difícil conseguir una mansión a las fueras de la ciudad, pero la que tienen los Lowell resultó sin duda adecuada para dos hechiceros, cerca del bosque y alejada a una hora y media del centro de París, realmente favorable pues pocos ojos ven y teniendo en cuenta la cantidad de plantas, tallos y hojas que se encuentran en el bosque, o la misma agua pantanosa que se puede encontrar más en el fondo, como es usual en este tipo de terrenos, son una fuente gratuita más para su hermana que para él, además cubre bastante tiempo ese peligro en el que uno se expone cuando compra ciertos ingredientes fuera de lo común, reducir las sospechas de lo que realmente son ante el mundo humano fue, es y seguirá siendo la primordial labor del hechicero – Jossie, no deberías demorar tanto en la tina – Se quejó el muchacho – Estaré en el balcón, aún no disfrute lo suficiente de esta vista hermosa, tantos tipos diferentes de árboles – Lo último, el detalle de los árboles, lo mencionó para sí mismo, este muchacho resultaba muy parecido a un filósofo antiguo, siempre asombrado por lo cotidiano que le rodea y profundizando sobre lo mismo. Ni contó los minutos, habían cumplido con su rutina de media tarde, pronto anochecería, debían cenar, pero tenían antes tiempo para relajarse un poco, y bien lo hizo él cuando de inmediato al llegar al balcón, se recostó en la gran hamaca, meciéndose suavemente y deleitando su mirada en el horizonte, respirando ese aire puro, lejos de cualquier contaminación, un deleite para el simple hecho de estar vivo, y sobre vivir o morir, se deshizo también de los espíritus de su hermana, no de manera permanente, simplemente les alejó del espacio privado, pues hasta con esos detalles era receloso - ¿Jossie? – Elevó la voz desde fuera, estaba seguro de que le escuchaba desde la habitación contigua al balcón, ¿qué estaría haciendo? ¿Abrigándose? Debía, él había salido tan solo con los pantalones cortos y una fina pieza superior de tela delgada, y sentía algo de frío, el invierno en París, el primer invierno de ambos, prospero para alentar a esos cuerpos en la odisea de entrar en calor.

por **Josseleine Lowell** Miér Mar 30, 2016 6:14 pm

Todo aquel esfuerzo que implicó la mudanza de ellos dos a un nuevo horizonte para ella no significaba demasiado, pues muy ajena a los pesares que se vio sometido su mellizo solo se preocupaba por dejar aquella labor en manos del varón mientras ella disfrutaba de su vida calmada y sin estragos como la niña mimada que resultaba ser. Y por mimada simplemente se hace referencia a que la embobada y encantada mente de Dallas haría hasta lo imposible e indebido por satisfacer así cada uno de sus caprichos.
Le había bastado con pedir libertad y espacio íntimo para que él se pusiese en marcha y lograra el permiso necesario y escapar de Londres aunque técnicamente no estaban más que mudando su sucio pecado a un sitio donde jamás serian vistos por ojos familiares.

Y ciertamente París le sentaba de maravillas, las magníficas casas y mansiones, los vestidos, las fiestas y eventos sociales, rodeada de los deliciosos aromas de aquellos exclusivos perfumes de fragancias únicas junto a la dulce y deliciosa intervención de las panaderías y reposterías repletas sus vitrinas y exhibidores con aquellas recetas regionales que al mundo encantarían por montón. Sin dejar de lado los maravillosos paisajes que tantas pinturas podrían de inspirarle en las tardes momentos antes de iniciar su sagrada hora del té Sin duda la hermosa y bella Francia había sido una muy buena decisión como destino pese a los grandes problemas políticos en los que se había vuelto protagonista años atrás, y aún con esos antiguos rumores que tanto le habían encantado a su sobrenatural oído curioso. Mucho se hablaba entonces del gran rumor sobre Luis tras su prematura, aunque no extraña muerte a los diez años de edad tras permanecer encarcelado en un templo a causa de los crímenes de sus padres y la caída financiera de aquel hermoso país. Se hablaba de un impostor así como de los rumores de que no estaba muerto. ¿Cuántos tontos desesperados entonces años después afirmaron ser él? Pero sin duda el rumor que mas le gustaba era el hecho de aquellos que afirmaban que Luis VII era en realidad un vampiro y que rondaba en la bella Paris entre las sombras de la noche, mientras su disecado corazón reposaba escondido aún en el templo.

Era en momentos como aquellos en los que recordaba todos esos pequeños detalles, sentada o mejor dicho recostada en la inmensa tina repleta por el agua caliente y jabonosa además de exquisitamente perfumada con la esencia de las rosas. El cuarto perfectamente a oscuras rodeado de incontables velas encendidas que flotaban de uno a otro lado. Podía relajarse y pasar todo el día dentro de aquella cálida agua si no fuese por la molesta voz del exterior que parecía tener mejores planes que dejarla descansar y relajarse a su modo. ¿Y todo para qué? ¿Para informarle que desperdiciaría su tiempo viendo viejos árboles? Había tantas cosas por hacer, tanto potencial para su magia en ese lugar con las ventajas de un nuevo comienzo, pero el muy agraciado prefería contemplar la bella naturaleza como si de ella llegara la respuesta y solución a todos sus males. Males los cuales cada uno de ellos llevaba escrito su nombre.
Perdida e inmersa en la tranquilidad del cuarto de baño giró su rostro en dirección a la enorme puerta doble a metros de distancia al escuchar la insistencia en la voz de su hermano incluso de lejos. Suspiró entonces repasado con la mirada aburrida a su alrededor. Había una criada dentro de aquel cuarto en silencio, parada a un costado con las finas y suaves toallas como si se tratase de una estatua y no una persona, obviamente encantada bajo algún maleficio creado por ella y con el fin de mantener en trance no solo a ella si no a toda la servidumbre, especial para que no fuesen conscientes de nada de lo que dentro de aquella alcoba sucedía. Porque después de todo que dos hermanos compartieran habitación de aquel modo no estaba nada bien. Era tan fácil entonces pensar en que con solo unas cuantas palabras bien usadas podía lograr que cada vez que los vieran interactuar de forma indecorosa tan solo lo olvidaran, actuando como si nada anormal estuviese pasando allí.

-…ah, Constance. ¿No es acaso este hombre un sumamente desesperante en ocasiones?- le mencionó a la mujer de pié aunque la respuesta jamás llegó. –Pobre mujer, olvidé por un instante que en estos momentos eres casi tan dotada de virtudes como una roca- Se levantó entonces, quedando de pié frente a aquella bañera, dejando que su mojado cuerpo escurra las miles de gotas. Su cabello permanecía seco al tenerlo sujeto y fuera del agua durante aquel relajante baño. En ese instante y como si de una muñeca de porcelana se tratase la criada se movió hacia su señora, para envolver su cuerpo con las toallas y ayudarla a salir de aquella tina. Sus planes ese día consistían en pasar una velada entretenida en el centro de la ciudad, según era la invitación, al cumpleaños de una lady cuyo nombre no recordaba muy bien en esos instantes…pero analizando sus posibilidades terminó descartando la idea, luego le escribiría una carta de disculpas argumentando un terrible dolor de cabeza. Por esa misma razón rechazó a Constance cuando se acercó con las prendas elegidas para esa noche, ya no eran necesario el galante vestido ni los finos zapatos. No. Realmente no necesitaba ropa para estar en casa en esos momentos, pero tampoco era prudente pasearse desnuda en la mansión mucho menos con el frío invernal fuera.
Recordando entonces los múltiples regalos que se le había dado el día en que partieron de la vieja Londres llegó hasta su memoria aquella enorme piel de bisón negra y de suave pelaje que uno de sus tíos había traído de uno de esos exóticos viajes al oriente, una pequeña idea se le había encendido en la cabeza.

Minutos después era que surgía desde el cuarto del baño cubierta por la extensa piel la cual no había cortado aún y utilizaba de manta en ocasiones muy frías, arrastrando incluso una especie de cola detrás suyo. Joyería de la más fina pedrería y nobles metales, collares, anillos y brazaletes juntos a los brillantes pendientes cubrían su pálida tez desnuda en los sectores en los que la piel del bisón no llega a tapar. Sus cabellos lacios caían sobre sus hombros y coronaban su cabeza perfectamente peinada y en su rostro el fino rastro de maquillaje se dejaba ver, no tan cargado como era habitual en las damas francesas, si no uno más bien creado para seducir, como el de una cortesana. De un furioso tono rojizo sobre sus labios.
-Dallas-Se quedó de pié en las puertas del enorme balcón, llamándolo desde allí –Deja ya de perder el tiempo con secos árboles. Un hombre con tu espíritu debe de gozar atravesar valles mucho mas interesantes que los que contemplas fuera-

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