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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Riagán O'Rourke Miér Mar 16, 2016 12:30 am


“Face your life, its pain, its pleasure, leave no path untaken.”
― Neil Gaiman, The Graveyard Book


Era un hombre de recursos. Tomaba lo que tenía a la mano para ir construyendo sobre la marcha. Nunca sabía el siguiente paso, pero jamás se quedaba sin senda. Riagán había aprendido a vivir su vida de ese modo desde mucho antes que la realidad lo alcanzara. Mucho antes de que la vida le enseñara que no importaba qué hiciera, dijera o se callara, era una suerte de azares injustos. Esa era la lección más arraigada que tenía en su interior y a la se se asía con más fuerza, consciente de sus errores, pero también al tanto de que había potestades externas que nos manejan como títeres.

De ese modo, su accidentada travesía hacia el sur había tenido pasajes raudos, tranquilos, aburridos en los que el dinero de sus estafas le daba para vivir cómodamente. Y otros tantos tramos donde tenía que pasar penurias y aguantarse las ganas de beber una copa de whisky o ginebra. Pero cuando los castillos de Dover se erigieron ante él, supo que todo había valido la pena. Esa era su última parada antes de dejar las islas británicas, para finalmente zarpar rumbo a Francia, su destino final. O temporal, al menos. En la Europa continental no era conocido. Era un nuevo lienzo en blanco al que podía manchar con descaro con sus trucos y juegos.

Pasaría la noche en la ciudad portuaria. En Canterbury, donde estuvo una semana, logró estafar a un par de pobres turistas y tenía dinero suficiente para pagarse una habitación en una posada decente y una comida caliente. Quizá, incluso, comprarse una botella de whisky de mediana calidad.

Cuando se instaló en un motel a unas calles del puerto y la playa, decidió salir un momento. El rumor del mar lo llamaba. Pocas veces antes había visto el océano. No había tenido una infancia donde los viajes vacacionales fueran algo común y no fue hasta que comenzó a trabajar con Fergus que pudo salir más. Sin embargo, esta vez era distinto. Era un final, y un principio. Se plantó contemplativo en el muelle, recargado en una baranda carcomida por el aire salino y de ser de día y con menos neblina, estuvo seguro, podría ver Calais, en Francia.

Apreció la tranquilidad. Las lenguas del viento frío acariciando su rostro de barba roja. El aroma a mar. Todo. Cerró los ojos, pues éstos amenazaron con traicionado y derramar lágrimas. Su vida, esa que sus accionas habían destruido, se quedaba atrás, a sus espaldas. Frente sólo quedaba el futuro, tan incierto como el puerto francés cubierto por las sombras y la neblina.

Pero su momento fue interrumpido. Giró el rostro, molesto. ¿Quién se atrevía? Escuchó sin desearlo en realidad. No le gustaba inmiscuirse en asuntos ajenos si éstos no le iban a traer alguna remuneración. Torció el gesto al detectar dos voces masculinas y una femenina, que sonaba en extremo impertinente para su situación desventajosa. Negó con la cabeza. Lo mejor era regresar y descansar, mañana zarparía temprano. Caminó y se dio cuenta que la escena se llevaba a cabo debajo, sobre la playa de olas agresivas por la posición lunar. Observó las siluetas. Los hombres increpaban a la mujer, cuyo cabello brillaba como plata. Lo lamentó por ella, pero no era su asunto… dio un par de pasos más hasta que no pudo pasar desapercibido.

¡Tú! —El más corpulento de los sujetos lo llamó. Riagán se giró lentamente hacia él y alzó las manos—. ¿Qué haces ahí? ¿Qué se te perdió?

Nada, yo ya me iba —fue la respuesta llana del irlandés. Quiso mantener la vista fija en el hombre, pero su instinto lo traicionó y vio fugazmente a la chica. Sabía que se iba a odiar por lo que estaba a punto de hacer—: y ella viene conmigo.

La sacaría del apuro y luego ambos seguirían sus caminos. Odiaba que dentro de esa enmarañada mente suya aún existiría una consciencia punzante. Escuchó las estridentes carcajadas de los hombres.

Y si no… ¿qué? —Continuó el otro, más delgado, casi enfermizo. Sacó un cuchillo de su cinturón, pero en lugar de amenazar a la joven, apuntó con él, a pesar de que por la distancia que los separaba, resultaba ridículo.

Sino nada —se mantuvo estoico, con las manos todavía en alto—, ustedes son dos, y yo uno… ¿qué puedo hacerles yo, ¿no? Sólo creo que la pobre niña no tiene ni en qué caerse muerta y les va a causar más molestias que otra cosa —señaló con el mentón a la chica de cabello blanco. Riagán había aprendido bien el oficio de mentir y de manipular, sobre todo mentes tan sencillas como las dos que tenía enfrente.

¿Pero quién dice que la queremos asaltar? Nos vamos a divertir de otra manera con ella —el que parecía buey agregó con sorna.

Riagán se encogió de hombros y sopló, de modo que un mechón de cabello rojo que le caía sobre la cara, se elevó ligeramente.

Pero ahora tienen un testigo, yo… tendrían que matarla, y matarme, y esconder los cuerpos. Por el arma que traen, intuyo que no son de los que matan mucho, así que podrían perder mucho tiempo. El amanecer los alcanzaría y serían descubiertos, ¿en verdad vale la pena? —Habló con seguridad y calma. Él bien podía darse media vuelta, salir corriendo y desaparecer entre las calles de Dover. Los dos hombres no eran los más lumbreras.

Se miraron mutuamente y Riagán dirigió su atención a la chica. Le asintió, como para decirle que todo saldría bien. El más corpulento gruñó algo y empujó a la joven. Él y su compañero entonces emprendieron la huida con pasmosa calma por la playa, con pasos torpes por culpa de la arena. Aguardó hasta que estuvieran lejos y entonces bajó por las escaleras que descendían del malecón.

¿Estás bien? —Preguntó a la chica.
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Mensaje por Murphy Dom Mar 20, 2016 11:18 pm

“Fear always springs
from ignorance.”
― Ralph Waldo Emerson











Humillaciones, malos tratos, palabras y actos que eran una constante en su vida, tener la forma humana era mucho mas pesada que la animal, claro que en ambas recibía lo mismo, pero en una eran mas llevaderas, no herían tanto.

El resumen de su vida podía verse justo en la escena que se llevaba a orillas del mar, aunque claro, nunca con un final tan tenebroso como el que le deparaban aquellos hombres ―S-seguro que no deseas hacer esto... - pronunció la cambiante temerosa por su integridad física ―¡Oh! primero me robas, y ahora ¿sabes hasta lo que pienso? - el mas corpulento de los dos se rió de manera estruendosa, murphy siguió caminando de espaldas, trastabillando y hundiéndose en la arena, intentando esquivar al mas delgado que no hacía otra cosa que reír cuando el otro lo hacía.

Recuerdos, o al menos fracciones de estos, tenían a bien aminorar la carga, estos se juntaban con las historias que ella sola inventó para no perder la cordura, tenía que sobrevivir, por ellos, por ella.

―N-no, no lo se, es solo que... que... - Murphy no era una mujer atractiva, al menos no se consideraba como tal, nunca usaba vestidos ya que la ropa de hombre era mucho mas fácil de hurtar, su cabello blanco llegaba hasta la mitad de sus orejas, y quizás el color de este y el contraste con sus ojos amatistas, era lo que mas llamaba la atención. A pesar de todo eso, esta no sería la primera vez que alguien encontraba divertido experimentar con ella.

La cambiante siempre lograba salir de los líos en los que se metía, a veces no sin llevarse un buen golpe de la vida, pero había sobrevivido por años ella sola, sin nadie que mostrara si quiera el mas mínimo interés en ayudarle. Quizás por ello, no reparó en el hombre pelirrojo que pasaba por donde estaban. El hombre que representaba mayor peligro para Murph, cambió el semblante al notar que no estaban solos en la playa, ella solo logró alzar la vista y quedarse expectante.

Aguzó el oído y lo miró sorprendida, su expresión era exactamente la misma que la de un gato, hasta podría jurarse que intentó echar las orejas para atrás ¿que iba con él? ¿a donde? realmente el paradero no importaba, solo la cuestión como tal. Dio un paso a la derecha, intentando escabullirse por entre los hombres que la aprisionaban, pero el compinche, ese desgarbado y nada intimidante, le cerró el paso.

Tragó en seco cuando sus sospechas fueron confirmadas por el mayor, un pedazo de pan le traería como resultado una marca mas. Encorvada, temblorosa, miraba de reojo hacia los lados, esos que estaban libres; Murphy nunca se había caracterizado por su retentiva o atención, ni por su prudencia o raciocinio, justo ahora, sopesaba la idea de transformarse en gato y salir corriendo de allí, sin duda alguna los dejaría atrás rapidamente.

Pero algo en el tono de voz de aquel hombre con cabello de un color tan peculiar como el propio, la hizo prestar atención. No fueron las palabras, se confundió tanto a la mitad que perdió el sentido de la conversación, pero la parsimonia y seguridad con la que lo decía, eso le devolvió una calma que no sabía que tenía. Es fácil llamar la atención de un felino, luces brillantes, pedazos de hilos, cualquier cosa con movimiento los hipnotiza, así estaba ahora Murph, aquel hombre logro cautivarla, encandilarla de cierta manera, a tal grado que no fue consciente del momento en el que aquellos rufianes decidieron dejarla en paz.

Giró la cabeza en dirección a los hombres, los miró caminar y alejarse de allí. Se sobresaltó un poco al escucharlo hablarle tan cerca, inclusive dio un ligero salto hacia atrás; lo miró pasmada y en silencio. Reaccionó después de unos segundos moviendo la cabeza para afirmar ―S-si - contestó queda y timidamente ―Gracias, no debis...debió molestarse - los modales nunca fueron su fuerte, no por mal educada, si no por falta de practica.
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Mensaje por Riagán O'Rourke Dom Abr 10, 2016 5:36 am


“He tried to name which of the deadly seven might apply, and when he failed he decided to append an eighth, regret.”
― Charles Frazier, Cold Mountain


En las calles, donde él se había forjado hasta que Fergus lo notó y lo tomó bajo su protección, ahí la gente se tendía la mano. Se ayudaban unos a otros para salir de las situaciones más precarias y desafortunadas. Era la gente de la calle la que más ayudaba. Con el tiempo Riagán fue perdiendo eso, porque parecía a veces que toda nobleza había sido borrada de su interior. Sin embargo, en actos como aquel, en el que recordaba sus años en Dublín, creciendo con sus hermanos, luchando por sobrevivir, uno podía percatarse que no todo en él estaba perdido. Asintió ante las palabras.

No lo menciones —dijo y miró por sobre la cabeza de la chica, coronada por una peculiar cabellera blanca. Dirigió la vista al punto donde los hombres habían desaparecido, sólo para cerciorarse que no tenían intenciones de regresar. Después giró el rostro, en dirección a la ciudad, misma que brillaba tenue con las luces de algunas farolas—. Cuídate —anunció parcamente.

Dio media vuelta y comenzó su camino de regreso. Caminar en el incierto terreno de la playa hizo que avanzara lentamente. Sus pies se hundían cada vez. Sin embargo, fue más una falta de convicción lo que, al final, lo hizo detenerse. Sabía que se iba a arrepentir de lo que estaba a punto de hacer. Simplemente lo sabía y luchó, por Dios que luchó por no cometer la tontería que estaba a punto de realizar. Dio un giro de 180 grados y la vio en el mismo exacto lugar donde la había dejado. La noche comenzaba a refrescar al grado que la piel se erizaba con el viento.

¿Tienes a dónde ir? —Elevó la voz, debido a que la distancia se interponía ahora entre ellos. La distancia y las olas que rompían contra la playa, movidas por la luna, como si el mar quisiera alcanzar al satélite sabiendo que no iba a conseguirlo—. ¿Tienes dónde pasar la noche? —Continuó y dio un paso de regreso—. Yo… yo tengo mucho espacio donde me estoy quedando. Puedes dormir ahí, por hoy y mañana regresar a tu casa. De todos modos mañana yo parto a primera hora —a Francia, pero desconfiado como era, no habituaba a dar muchos detalles.

En ese momento creyó que ofrecerle hospitalidad no haría ningún daño. No sabía si la chica estaría asustada o qué, después de lo ocurrido, pero dejarla a la intemperie era arriesgarla demasiado. Quizá Riagán sólo quería expiar culpas y esa noche se sintió especialmente dadivoso.

¿Qué dices? No tengo toda la noche —con la usual cortedad de temperamento, urgió por una respuesta.

Durante su viaje desde Dublín, recibió la ayuda de más de una persona, no iba a negarlo y aunque fuera receloso, no podía pasarse así de hipocresía. La chica, en todo caso, lucía inofensiva; tampoco era que se confiara, él más que nadie sabía de los peligros de dormirse en los laureles personales. Dio un paso más en dirección a la desconocida.

¿Me escuchaste? —Se inclinó ligeramente al frente—. Me llamo Riagán, y mi ofrecimiento es sincero —aunque franco, se volvía a notar la constante reticencia del irlandés por dar demasiados detalles. Era ahí, después de todo, donde habitaba el diablo.
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Mensaje por Murphy Dom Mayo 01, 2016 12:30 am

“When you invite people to share in your miracle,
you create future allies during rough weather.”
― Shannon L. Alder









Murphy, en muchos sentidos, se parecía a aquella peculiar criatura que dormía en su interior, sigilosa, curiosa, solitaria; mas en algunas otras, difería bastante, la presencia elegante de los felinos no era algo que ella pudiese imitar, quizás por la burda -o nula- crianza que tuvo. Ladeó la cabeza, provocando que la melena blanca se moviera también, se fijó en los movimientos del hombre, lo vio alejarse, se obligó a controlarse, a esperar uno, dos, tres pasos y la figura masculina parecía querer salir de escena uno... dos los pasos que ella dio fueron mas inciertos, inseguros, se debatía entre continuar de frente, o ir al lado contrario.

Giró la cabeza, la línea formada entre la arena y el mar se desvanecía a lo lejos ―Lo has hecho antes, es solo otra noche - lo mismo que la anterior, que la pasada, que todas las de su vida. Suspiró derrotada ¿donde quedaba la independencia? ¿el sentido de dominación y superioridad que aquellos animales mostraban? no en ella, no con regularidad. No pudo evitar tomar la misma posición que cuando se transformaba cuando escuchó la voz de aquel hombre peculiar ―¿Yo?... - no tuvo que esforzarse para oírle, sin embargo, fingió duda, una reacción arraigada en ella, mero instinto de supervivencia. Se quedó parada donde estaba, sin estar segura de si en algún punto aquella pregunta iba realmente dirigida a ella, inclusivo miró de reojo solo para cerciorarse que aquella pregunta no era para ningún otra persona.

Se contuvo para no agazaparse en ese mismo lugar, solamente cruzó los brazos en un intento de rodearse el torso para reconfortarse, darse seguridad. Murphy no conocía otra cosa que no fuera sufrimiento, desprecio, mentira... guardaba con cariño los recuerdos de la hospitalidad del personal que cuido de ella en el hospital cuando apenas era una niña, e hizo a un lado el momento en que ellos también le dieron la espalda, no los culpaba, cumplían normas, le enseñaron a como sobrevivir sin ayuda. escondió las manos debajo de sus antebrazos, enrollando los dedos en la tela del sueter que era unas dos tallas mas grande de lo que necesitaba.

No fue hasta que escuchó nuevamente la pregunta, que notó la respiración agitada que llevaba ¿hacia cuanto no confiaba? eso la hizo divagar, su mente se quedó en blanco, y la mirada se fijó en un punto entre la rodilla del hombre y la arena debajo de sus pies. Regresó en si con la tercer pregunta, asintió con la cabeza y se decidió, separó los pies de la arena acercándose al pelirrojo que le hablaba ―Mu-Murphy - respondió en lo que recordaba, era una muestra de cortesía.

―No le daré problemas, con un rincón en el que me permita dormir estará bien, para mañana no deberá preocuparse por que me vaya - le aseguró cuando comenzaron a andar, ella desconfiaba en los demás por todo el daño recibido, era cautelosa y temerosa, pero también demasiado curiosa, se valía de otros medios para satisfacer aquella parte tan arraigada en ella.

Después de eso, no volvió a pronunciar palabra, le siguió por la arena hasta llegar a la escalinata que los despedía de la playa, caminó a su lado con uno o dos pasos rezagada ¿que debía hacer? ―Gracias... - volvió a pronunciar en un tono quedo y sincero, no quería incomodarlo.
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Mensaje por Riagán O'Rourke Mar Mayo 17, 2016 11:33 pm


“Maybe she'd always been there. Maybe strangers enter your heart first and then you spent the rest of your life searching for them. ”
― Melina Marchetta, The Piper's Son


Era una peculiar criatura, debía admitirlo. Sus ojos le trasmitían resentimiento, temor, desconfianza, pero también una fiereza que ni él mismo poseía. No sabía de dónde provenía aquello, no conocía absolutamente nada de la joven como para si quiera aventurarse a dar una aproximación, y por Dios que no le interesaba saber. Entre menos supiera, era mejor para él.

Murphy —musitó casi como si se burlara. Lo dijo en un solo, abrupto sonido brusco—. Vaya nombre, como las leyes… —pero esas eran reflexiones personales, no esperaba una respuesta. Ni siquiera dio tiempo de una cuando apretó el paso, estando a pocos metros de la escalinata que los sacaría de la playa y hacia la calle.

La soslayó un segundo. Ropa vieja, que no era de su talla, ese cabello de color tan peculiar, despeinado por el viento, pero apelmazado por días y días bajo el sol. No se necesitaba ser un genio para saber que Murphy no lo pasaba muy bien. Sin decir nada, Riagán torció el gesto y continuó caminando, no sin no reparar en el modo en como ella se abrazaba a sí misma. ¿Frío? ¿Autodefensa? A saber.

No lo menciones —fue la respuesta automática ante el agradecimiento—. En verdad, no vuelvas a hacerlo —giró el rostro para verla al fin y su voz, de gruñón receloso salió a relucir. Lo que continuó del camino al hostal, lo hicieron en silencio. Sólo el rumor del oleaje a unos metros acompañándolos de cerca.

Riagán se detuvo frente al local. Una construcción de tres plantas con ventanas en retícula y cornisas de piedra rosada. Sus muros de ladrillo y molduras de madera daban la sensación perfecta de una casa sin estar realmente ahí. No era lujoso, pero sí limpio, las habitaciones eran amplias y era la última parada en Inglaterra, antes de partir a Francia.

Pasaron el lobby desierto, donde una campana de latón descansaba muda sobre un mostrador. Detrás, había llaves colgando al azar, y donde no las había era porque había inquilinos ocupando esas habitaciones. En silencio y como sombra, Riagán subió las escaleras de la izquierda, flanqueadas por un endeble barandal de metal pintado de negro.

Por aquí —dijo por decir algo y una vez en la segunda planta, dobló una esquina y ahí fue donde el hostal se puso verdaderamente laberíntico, a pesar de ser relativamente pequeño. No más de cien habitaciones, exagerando.

Se paró frente a una puerta, sacó la llave del bolsillo, que pendía de un trozo de cuero, donde el número de habitación estaba grabado con fuego. Abrió la puerta. Era bastante amplio para un solo hombre, aunque ya dos tal vez se verían más apretados.

No te preocupes, no tendrás que dormir en un rincón. Puedes usar ese sofá —señaló con el mentón un sillón de dos plazas tapizado en verde y con manchas añejas de café; lo correcto hubiese sido que le ofreciera su cama y el pasara la noche en el sofá, pero no estaba dispuesto a pasar su última velada en Inglaterra de manera incómoda, necesitaba descansar para el largo viaje que le deparaba—. Pasa —al fin invitó e hizo lo propio.

Encendió un par de velas y una lámpara de aceite. En ese momento pareció que estaba solo, ignoró por completo a Murphy. De la cama tomó una almohada y una manta, las aventó al sofá.

Ahí tienes. Ese es el baño —apuntó a la única puerta—, ahí hay agua por si te da sed en la noche —una jarra de cristal y dos vasos descansaban sobre una mesilla y refractaban la luz de las velas—. Creo que es todo, buenas noches —secamente, anunció.


Última edición por Riagán O'Rourke el Dom Jul 10, 2016 11:25 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Murphy Jue Jun 16, 2016 9:12 pm

“A bone to the dog is not charity.
Charity is the bone shared with the dog,
when you are just as hungry as the dog.”
― Jack London










Solo ladeó la cabeza cuando hizo mención de su nombre ¿su nombre? solo lo reconocía como tal por que la había acompañado por años, ¿por qué se llamaba así? jamás les preguntó a los doctores el motivo, probablemente no lo hubiera entendido si se lo hubiesen explicado.

La reacción de aquel hombre llamado Riagan únicamente logro hacer que enderezara la cabeza y dejara de encorvar la espalda, tenía tantas maneras tan similares a las respuesta de un animal, de ese animal. Murphy no terminaba de comprender a las personas, quizá se debía al casi nulo contacto que tenía con todo su entorno, por eso mismo aún a esta edad, no sabía cuando agradecer estaba bien visto, y cuando era mas una molestia.

Lo siguió con paso apresurado, él no se molestó en esperarla y ella ni se inmutó por caminar a su altura, iba unos cuantos pasos atrás, sin caminar en linea totalmente recta, caminando con la misma gracia de un felino, dejaría de ser quien mas dominara en ella.

Se detuvo en seco cuando llegaron al hostal, alzó la vista entreabriendo los labios, para ella, aquello era lo mas cercano a un palacio -si, eso sucede cuando tu techo es el cielo y tu cama la tierra- tuvo que correr para alcanzarlo cuando notó que él ya había entrado. No dijo nada, ni siquiera profirió sonido alguno, simplemente siguió caminando detrás de él, sus manos se atrevieron a dibujar el camino que llevaba sobre la pared de las escaleras, la pintura roída se descarapelaba bajo su roce, sus dedos terminaron con puntos de color blanco y verde seco.

Asintió cuando Riagan le indicó el camino, su paso ahora era mas lento. Ella seguía mirando las paredes, las puertas cerradas, los pasillos que se alejaban del camino que ellos tomaban, se distrajo al grado de casi chocar contra su emancipador, se quedó a milímetros de la espalda del pelirrojo, contuvo la respiración atinando a dar una paso hacia atrás antes de que él si quiera lo notara.

―Gr... Ajá - se tragó sus palabras de agradecimiento cuando le indicó el lugar que podía usar para dormir, era mucho mas de lo que podía esperar en cualquier otra noche, asintió y dirigió la mirada al baño, eso era algo que añoraba, agua para poder refrescarse, quitarse la tierra que seguramente se acumulaba en su blanca piel. Esperó a que él le diera la espalda para dirigirse al cuarto de baño.

Había una tina de latón con marcas de moho en ella, un tinaco de piedra y revestido con azulejo por dentro pegado a la pared en donde había agua serenada, los ojos se abrieron ante la emoción, cerró la puerta tras de si y se deshizo de sus ropas. No ocupó tanto tiempo como alguien hubiera esperado, si bien se aseó hasta quedar casi inmaculada, no fue un momento para consentirse. El cabello ahora era de un blanco radiante y su piel rosada resaltaba los ojos color ametista. Se puso nuevamente su ropa y salió del cuarto de baño en silencio. La luz de la lámpara de aceite casi se agotaba, dirigió su mirada a la cama y lo vio recostado en ella ¿se habría dormido ya? no planeaba averiguarlo, se quedó unos segundos al pie donde él se encontraba para después dar media vuelta y dirigirse al sofá, mañana averiguaría que hacer.

Cuando el sol salió, la cobija estaba doblada sobre el sofá, encima de esta, la almohada, a un lado... la ropa de Murphy, el gato de pelaje blanco sentado sobre el hombre, mirándolo fijamente subiendo y bajando al compas de la respiración del humano.
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Mensaje por Riagán O'Rourke Lun Jul 11, 2016 11:26 pm


“Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes.”


Se acostó y le dio la espalda. Siendo un hombre dedicado a lo que él hacía, era demasiado consciente de su alrededor y eso a veces jugaba en su contra, como en esa ocasión en la que simplemente no podía ignorarla, aunque lo intentó con tanto ahínco que eso provocó que se concentrara demasiado en esa tarea y resultara peor para sus intentos de dormir. Escuchó el ruido del baño, aunque debía admitirlo, esa mujer sabía ser silenciosa. Alguien dormido no lo habría notado en absoluto. Luego, cuando salió, pudo sentirla en la habitación y casi se gira para decirle que se durmiera de una buena vez, pero no lo hizo. Recordó que al día siguiente partiría de ahí y quizá no volvería a ver a Murphy, si todo salía como lo tenía planeado.

***

Sintió un cálido y confortante peso sobre su pecho. Era tan agradable que ni siquiera quería abrir los ojos. Se mantuvo medio dormido, medio despierto por largo rato hasta que decidió averiguar qué era eso. Un suave pelaje se coló por entre sus dedos y con eso, se sobresaltó. Se despertó por completo y se incorporó en la cama. Entonces pudo ver a este hermoso y extraño gato blanco, cuyos ojos le parecieron demasiado inteligentes.

Pero qué demonios —musitó y buscó con la mirada a su inquilina, que no estaba en su lugar, aunque su ropa sí.

Sin dejar de ver al gato, como si éste fuese una amenaza latente, Riagán se puso de pie y se calzó los mocasines de cuero. Recorrió la habitación, que no era muy grande en todo caso, e incluso se asomó al pasillo, pero no encontró nada. Sólo estaba ese maldito gato en su cama y entonces recordó.

Se abalanzó sobre la cama, sin importarle aquel misterioso animal. De ese modo alcanzó un viejo reloj de bolsillo que descansaba en el buró. Lo abrió y vio la hora. En ese instante dijo todas las maldiciones que se sabía, que, siendo irlandés, eran bastantes.

Joder, es tarde —se apresuró a tomar sus cosas, las aventó sobre la valija con desorden. Se vistió rápido y dijo algo sobre que un baño iba a tener que esperar—. Si estos malditos ingleses hacen honor a su reputación, deben ser muy puntuales —por un momento se encontró hablándole al gato y luego se dio cuenta de lo estúpido que era eso.

Miró un momento la ropa de Murphy, pero no había tiempo para hacer mucho. Tomó al gato por el cuello y lo sacó de la habitación al tiempo que salía también, cerrando tras de sí. Dejó la llave en recepción y corrió al puerto. En más de una ocasión se sintió seguido, pero supuso que era debido al extraño encuentro de la noche anterior, a la repentina desaparición de la chica y a ese maldito gato que, se dijo, debía ser propiedad del hostal.

Cuando llegó, la tripulación inspeccionaba los papeles del último pasajero en la fila. Estaba a tiempo, sólo por un poco. Sonrió, al fin iba a dejar Irlanda e Inglaterra atrás, con todos sus recuerdos amargos y su reputación. Francia era un lienzo en blanco. El almirante tomó su boleto, lo revisó y le dio la bienvenida abordo.
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Mensaje por Murphy Dom Jul 17, 2016 8:16 am

“Once you make a decision,
the universe conspires to make it happen.”
― Ralph Waldo Emerson











¿Por qué estaba haciendo eso? ¿Por qué no simplemente se quedó como humana para, como tal, agachar la cabeza y ver como se iba?

Murphy nunca tuvo algo fijo en su existencia, nunca supo lo que era una mano amiga porque cuando la tuvo, cuando mas la necesito, terminaron dándole la espalda. Esa era la triste historia de su miserable vida, a lo cual, ella no emitía queja alguna, pero la fortaleza humana tiene un punto de quiebre.

Años pasaron en los que se hacía historias sobre tener alguien con quien estar, platicar, o simplemente… compartir la habitación; ella no sabía ser sociable, no sabía iniciar una platica, no sabía si quiera como mirar cuando alguien le hablaba, pero siendo gato, bueno, allí la cosa cambiaba.

De nuevo ¿por qué no se quedó como humana? ¿por qué no se fue antes de que el lo hiciera? Por que no quería ver como se iba, y siendo Murphy estaba claro que no podía seguirlo ¿seguirlo? Riagán había mencionado que partiría a primera mañana, pero ¿a dónde? Fuese a donde fuese, cualquier lugar se le antojaba mejor que Inglaterra, por lo menos podría dejar atrás años de una solitaria historia, pero ¿estaría él de acuerdo? Si iba como el gato blanco de ojos amatistas… por mas que quisiera echarla no pordía.

Las patas del animal comenzaron a amasar con suavidad el pecho sobre el que descansaba, emitiendo un ligero ronroneo en señal de su tranquilidad, cuando Riagán abrió los ojos, el sobresalto del humano fue el mismo que el del gato; éste bajó de la cama de un salto estético y grácil dando a parar a los pies de la misma, dando pequeños brincos en vez de agiles pasos hasta llegar al brazo del sofá, donde se sentó alargando el cuello cual esfinge y enrollando la cola a su alrededor, mirándolo un poco altanera, presunciosa… si, solo así podía darse ese lujo.

Se quedó allí, siguiéndolo con la mirada mientras él iba y venía por la habitación recogiendo sus cosas. Lamía una de sus patas cuando la mano áspera y nada delicada del humano la tomó por el cuello sacándola de la habitación, profirió un ligero maullido y cayó sobre sus cuatro patas cuando este la aventó, corrió despavorida hasta la esquina contraria del pasillo desde lo miró alejarse. Tenía que seguirlo.

Siendo un humano, habría tenido un poco de dificultades para seguirle el paso, y una vez frente al navío… el problema hubiera sido abordar en el, pero siendo un gato, todo lugar tenía un letrero de entrada gratuita mismos que ella hacía valer.

El animal, asustado por el movimiento de personas, por el sonido de las olas rompiendo con suavidad en el casco del barco, despertaron en ella una sensación que se podía interpretar mas como un recuerdo. Buscó un rincón obscuro sobre cubierta y espero, aquello sería algo de lo que se arrepentiría.
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