AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un Reencuentro Poco Conveniente [Fabienne de Borbón]
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Un Reencuentro Poco Conveniente [Fabienne de Borbón]
Ya se hacía tarde, el ocaso amenazaba con consumir el día y dar paso al oscuro firmamento que pronto cubriría París. El sonido de las ruedas sobre los rieles,y la chimenea humeando, dejando escapar ese peculiar silbido de ella, me confirmaba que el tren se me había escabullado antes de tiempo. Me adentré a la estación, casi vacía, solo con gente que esperaba llenar el próximo tren que de seguro era de carga, para luego tener que esperar el segundo tren, de pasajeros, y poder retomar mi trayecto devuelta al hogar.
Suspiré con fuerza mientras sostenía mi chaqueta café entre mis manos, alzándola para acomodarla por mi brazo izquierdo, para luego meter en la manga respectiva mi brazo diestro. Abroché los botones uno a uno, caminando con calma hasta la banca más cercana, mientras los primeros pasajeros llegaban a la estación a la espera del próximo tren. Dejé el ultimo botón de la chaqueta sin desabrochar, al igual que las mangas de ésta, las cuales remangué solo en las puntas, haciendo una mueca, moviendo la mandíbula de un lado a otro mientras las remangaba.
Una vez estuve bien acomodado en mi asiento, saqué de entre mi chaqueta el libro que había traído para leer en el trayecto del tren a la Biblioteca y viceversa. Lo ojeé hasta dar con la pagina en la que había quedado, un libro interesante, que trataba de la historia de amor y desamor de una pareja con claras diferencias socio-económicas. En parte me sentía bastante identificado con el personaje de libro, sobre todo al ver como la mujer de sus sueños se dejaba guiar tanto por las apariencias.
- Las apariencias lo son todo - murmuré en voz alta, recordando a la única mujer que había amado y me había humillado luego de darle a conocer lo que sentía por ella. Que tonto había sido, al confesarle mi amor, a alguien que por su estatus social, jamás se fijaría en mi.
Suspiré con fuerza mientras sostenía mi chaqueta café entre mis manos, alzándola para acomodarla por mi brazo izquierdo, para luego meter en la manga respectiva mi brazo diestro. Abroché los botones uno a uno, caminando con calma hasta la banca más cercana, mientras los primeros pasajeros llegaban a la estación a la espera del próximo tren. Dejé el ultimo botón de la chaqueta sin desabrochar, al igual que las mangas de ésta, las cuales remangué solo en las puntas, haciendo una mueca, moviendo la mandíbula de un lado a otro mientras las remangaba.
Una vez estuve bien acomodado en mi asiento, saqué de entre mi chaqueta el libro que había traído para leer en el trayecto del tren a la Biblioteca y viceversa. Lo ojeé hasta dar con la pagina en la que había quedado, un libro interesante, que trataba de la historia de amor y desamor de una pareja con claras diferencias socio-económicas. En parte me sentía bastante identificado con el personaje de libro, sobre todo al ver como la mujer de sus sueños se dejaba guiar tanto por las apariencias.
- Las apariencias lo son todo - murmuré en voz alta, recordando a la única mujer que había amado y me había humillado luego de darle a conocer lo que sentía por ella. Que tonto había sido, al confesarle mi amor, a alguien que por su estatus social, jamás se fijaría en mi.
Alejandro Moldoveanu- Humano Clase Media
- Mensajes : 76
Fecha de inscripción : 06/10/2010
Edad : 250
Localización : Biblioteca de París, Estación de Ferrocarril
Re: Un Reencuentro Poco Conveniente [Fabienne de Borbón]
Pronto caería la noche y debía regresar a mi hogar. Toda mi familia había hecho un viaje hacia un mes, y yo había alegado que estaba enferma, para evitar el ir con ellos. Hoy regresarían y debía estar en casa antes que ellos, o sabrían que algo me traía entre manos. Y es que ellos no se podían enterar de lo que hacía a sus espaldas, no podían saber que yo prefería pasar mí tiempo en el mundo “real” en vez de estar en la burbuja en la que ellos pretendían mantenerme, mis padres jamás aceptarían que una mujer de mi clase, se mesclara con gente “inferior”, según ellos, a nosotros.
Había pasado la tarde junto a una amiga que era gitana, y junto a su gente, un día de bailes, música y fiesta en la tribu gitana. Pero todo buen día siempre llegaba a su final, debía irme. Al ver que aún tenía tiempo de sobra para llegar, una hora o dos antes de que mi familia volviera a casa, decidí caminar un poco por las calles de Paris. No sé que fue, quizá mi subconsciente me guió, pero sin darme cuenta, llegué justo fuera la biblioteca, y rápidamente sentí como mi corazón se oprimía, y es que cada vez que pasaba fuera el lugar, sabía lo cerca que estaba del único hombre que me había hecho sentir viva.
Viva, por mucho tiempo, solo para después perderlo, por su bien, y comenzar a sentir como moría día a día al no verlo. Había sido todo muy rápido, un mismo día, me había sentido la mujer más feliz del mundo al escuchar de sus labios decir que me amaba, para segundos después volver a la realidad, y destruir el amor que sentía por mí, con crueles palabras que hicieron que me odiara. Pero debía vivir con eso, lo había hecho por su bien, y no me había importado sufrir, solo para mantenerlo a salvo.
Como dolía saber que solo cruzando esa biblioteca en la que él trabajaba, lo encontraría, podría contarle la verdad, y ahora que era libre, quizá volver a comenzar, pero tenía demasiado presente en mis recuerdos, su mirada en el momento en que me reí de su amor y lo humillé. Una mirada que me había torturado día y noche. Pero no era momento para lamentarse, debía volver a casa, y rápido porque ya me había retrasado.
Debía llegar pronto a la estación, cambiar los trajes viejos que llevaba en ese momento, por las ropas finas que una señorita de mi clase debía usar, y volver a ser esa que no quería. Después de hacer eso, debía tomar el tren, pero seguramente por la hora, ya lo había perdido. Podría fácilmente usar uno de los muchos carruajes que mi familia poseía, pero si quería pasar desapercibida entre la clase baja, un carruaje elegante solo me delataría. Comencé a caminar más rápido de lo normal, para tomar mis ropas que mantenía escondidas en un sector de la estación.
Cuando entré al lugar, estaba bastante lleno, y como siempre hacía, baje el rostro, evitando así que alguien que conocía a los Borbón, me viera. Siempre hacia eso en lugares donde sabía, podía encontrar gente que conociera en persona a mi familia y a mí. Y por eso mismo, jamás me fijaba mucho en quienes me rodeaban, y más en ese momento que iba con prisa. Esta vez fue la excepción, cuando algo en mi interior me hizo levantar la mirada y girar mi rostro hasta las bancas, momento en que sentí como mi cuerpo se paralizaba, al ver a la única persona que ocupaba mis pensamientos, las 24 horas del día, Alejandro.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza, sentía como mis piernas estaban a punto de ceder, y es que verlo había sido un shock tan fuerte. Después de años sin verlo, después de años sin mirarlo a la cara, y ahora solo necesitaba dar un par de pasos, y estaría frente a frente de él. Pero no podía, lo había lastimado y no quería volver a hacerlo. Y tampoco quería escuchar de él una palabra de odio, y no una de amor, como hacía años. Debía alejarme antes de que me viera.
- Te extraño, y lo siento…- susurré, con un claro dolor en mi tono de voz, justo antes de girarme y comenzar a perderme entre la gente, sin notar que en ese preciso momento, el había levantado la vista de su libro, y la había llevado justo hasta donde yo estaba parada.
Había pasado la tarde junto a una amiga que era gitana, y junto a su gente, un día de bailes, música y fiesta en la tribu gitana. Pero todo buen día siempre llegaba a su final, debía irme. Al ver que aún tenía tiempo de sobra para llegar, una hora o dos antes de que mi familia volviera a casa, decidí caminar un poco por las calles de Paris. No sé que fue, quizá mi subconsciente me guió, pero sin darme cuenta, llegué justo fuera la biblioteca, y rápidamente sentí como mi corazón se oprimía, y es que cada vez que pasaba fuera el lugar, sabía lo cerca que estaba del único hombre que me había hecho sentir viva.
Viva, por mucho tiempo, solo para después perderlo, por su bien, y comenzar a sentir como moría día a día al no verlo. Había sido todo muy rápido, un mismo día, me había sentido la mujer más feliz del mundo al escuchar de sus labios decir que me amaba, para segundos después volver a la realidad, y destruir el amor que sentía por mí, con crueles palabras que hicieron que me odiara. Pero debía vivir con eso, lo había hecho por su bien, y no me había importado sufrir, solo para mantenerlo a salvo.
Como dolía saber que solo cruzando esa biblioteca en la que él trabajaba, lo encontraría, podría contarle la verdad, y ahora que era libre, quizá volver a comenzar, pero tenía demasiado presente en mis recuerdos, su mirada en el momento en que me reí de su amor y lo humillé. Una mirada que me había torturado día y noche. Pero no era momento para lamentarse, debía volver a casa, y rápido porque ya me había retrasado.
Debía llegar pronto a la estación, cambiar los trajes viejos que llevaba en ese momento, por las ropas finas que una señorita de mi clase debía usar, y volver a ser esa que no quería. Después de hacer eso, debía tomar el tren, pero seguramente por la hora, ya lo había perdido. Podría fácilmente usar uno de los muchos carruajes que mi familia poseía, pero si quería pasar desapercibida entre la clase baja, un carruaje elegante solo me delataría. Comencé a caminar más rápido de lo normal, para tomar mis ropas que mantenía escondidas en un sector de la estación.
Cuando entré al lugar, estaba bastante lleno, y como siempre hacía, baje el rostro, evitando así que alguien que conocía a los Borbón, me viera. Siempre hacia eso en lugares donde sabía, podía encontrar gente que conociera en persona a mi familia y a mí. Y por eso mismo, jamás me fijaba mucho en quienes me rodeaban, y más en ese momento que iba con prisa. Esta vez fue la excepción, cuando algo en mi interior me hizo levantar la mirada y girar mi rostro hasta las bancas, momento en que sentí como mi cuerpo se paralizaba, al ver a la única persona que ocupaba mis pensamientos, las 24 horas del día, Alejandro.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza, sentía como mis piernas estaban a punto de ceder, y es que verlo había sido un shock tan fuerte. Después de años sin verlo, después de años sin mirarlo a la cara, y ahora solo necesitaba dar un par de pasos, y estaría frente a frente de él. Pero no podía, lo había lastimado y no quería volver a hacerlo. Y tampoco quería escuchar de él una palabra de odio, y no una de amor, como hacía años. Debía alejarme antes de que me viera.
- Te extraño, y lo siento…- susurré, con un claro dolor en mi tono de voz, justo antes de girarme y comenzar a perderme entre la gente, sin notar que en ese preciso momento, el había levantado la vista de su libro, y la había llevado justo hasta donde yo estaba parada.
Invitado- Invitado
Re: Un Reencuentro Poco Conveniente [Fabienne de Borbón]
La gente comenzaba a amontonarse en la estación pero poca atención prestaba a ello, sumergido en mi lectura. Aquel libro, que József, el joven brujo y ladrón, me había obsequiado, era un libro que a pesar de estar en un estado deteriorable y añejo con el paso de los años, era muy interesante. La historia y trama, a pesar de ser antigua y aveces recitada en prosas te sumergía en la lectura de tal manera que parecía contemplar la trama con tus propios ojos.
No sé cuanto llevaba leyendo, pero el tren de carga ya había llegado a la estación y el próximo sería el de pasajeros. Tanto tiempo leyendo en un lugar tan incomodo como las bancas de la estación, comenzaba a afectar mi concentración, además del bullicio provocado por la aglomeración de gente y una leve molestia en mi cuello. Alcé la vista del libro y ladeé en un poco mi rostro, sobando mi cuello con los dedos, meneando mi cabeza de un lado a otro con los ojos cerrados. En el momento en que entreabrí mi ojos ligeramente, me pareció ver una silueta familiar, la cual observé de soslayo con los ojos entrecerrados. ¡¿Pero qué...?! Abrí mis ojos de par en par, los cuales parecían desbordarse de sus cuencas, incluso el dolor del cuello había desaparecido completamente, al ver frente a mi, a solo unos metros, la figura inconfundible de Fabienne, mi antiguo y único amor, perderse entre la gente. Iba vestida de forma muy precaria, disfrazada, sin intensión de exagerar, pero su núbil figura era inconfundible. Me puse de pié al instante dejando caer el libro, alzando la vista para poder verla. Fabienne me venía evitando de hace años, y ya había perdido la esperanza de volver a hablar con ella. Casi tres años sin verla y ahí estaba, caminando entre la gente, cabizbaja, algo oculta, diferente a como la recordaba. Aún así estaba seguro de que era ella, su cabellera, rubia, era inconfundible incluso rodeada de todas las mujeres rubias que habitaban Francia.
Me incliné para coger el viejo libro, en el cual varias hojas se habían rasgado con el impacto, tratando de no apartar la vista de ella. Me dispuse a seguirla con porte, hacía un lugar apartado de la estación. ¿Qué estaría haciendo?. Quizás aún continuaba con su segunda vida, y buscaba un lugar para poder "disfrazarse". Me hice paso entre la gente, apurando el ritmo de mi caminar, hasta estar a solo unos metros de ella - Fabienne... - murmuré, con una voz casi apagada, y profunda, alzando mi mano hasta su hombro para posarla con suavidad sobre éste, para luego apartarla de golpe.
No sé cuanto llevaba leyendo, pero el tren de carga ya había llegado a la estación y el próximo sería el de pasajeros. Tanto tiempo leyendo en un lugar tan incomodo como las bancas de la estación, comenzaba a afectar mi concentración, además del bullicio provocado por la aglomeración de gente y una leve molestia en mi cuello. Alcé la vista del libro y ladeé en un poco mi rostro, sobando mi cuello con los dedos, meneando mi cabeza de un lado a otro con los ojos cerrados. En el momento en que entreabrí mi ojos ligeramente, me pareció ver una silueta familiar, la cual observé de soslayo con los ojos entrecerrados. ¡¿Pero qué...?! Abrí mis ojos de par en par, los cuales parecían desbordarse de sus cuencas, incluso el dolor del cuello había desaparecido completamente, al ver frente a mi, a solo unos metros, la figura inconfundible de Fabienne, mi antiguo y único amor, perderse entre la gente. Iba vestida de forma muy precaria, disfrazada, sin intensión de exagerar, pero su núbil figura era inconfundible. Me puse de pié al instante dejando caer el libro, alzando la vista para poder verla. Fabienne me venía evitando de hace años, y ya había perdido la esperanza de volver a hablar con ella. Casi tres años sin verla y ahí estaba, caminando entre la gente, cabizbaja, algo oculta, diferente a como la recordaba. Aún así estaba seguro de que era ella, su cabellera, rubia, era inconfundible incluso rodeada de todas las mujeres rubias que habitaban Francia.
Me incliné para coger el viejo libro, en el cual varias hojas se habían rasgado con el impacto, tratando de no apartar la vista de ella. Me dispuse a seguirla con porte, hacía un lugar apartado de la estación. ¿Qué estaría haciendo?. Quizás aún continuaba con su segunda vida, y buscaba un lugar para poder "disfrazarse". Me hice paso entre la gente, apurando el ritmo de mi caminar, hasta estar a solo unos metros de ella - Fabienne... - murmuré, con una voz casi apagada, y profunda, alzando mi mano hasta su hombro para posarla con suavidad sobre éste, para luego apartarla de golpe.
Alejandro Moldoveanu- Humano Clase Media
- Mensajes : 76
Fecha de inscripción : 06/10/2010
Edad : 250
Localización : Biblioteca de París, Estación de Ferrocarril
Re: Un Reencuentro Poco Conveniente [Fabienne de Borbón]
Necesitaba perderme rápidamente entre la gente, y así evitar que por accidente, Alejandro me viera, pero también debía cambiar mis ropas, y esperar a que viniera el próximo tren, no podía llegar a casa con las gastadas y raídas telas que llevaba en ese momento. Comencé a caminar rápidamente hacia el lugar donde había dejado mi vestido y joyas, mientras más rápido todo, mejor, en ese momento quería escapar de aquella estación.
No pasaron demasiados minutos, hasta que tuve la sensación de que alguien me seguía, *No puede ser* pensé en el instante, pidiendo que no fuera él quien me seguía, pero en el fondo, deseándolo con fuerza. Me gire de golpe y ahí estaba, venia directo hacia mí, y me quede parada unos segundos, esperando a que se acercara mas, pero entonces recordé que no podía ser, yo lo había perdido hacía mucho tiempo, y así debían seguir las cosas, reencontrarnos solo nos afectaría a los dos, mucho. El me odiaba y verme solo avivaría ese sentimiento, y yo… yo lo amaba y sufría por no estar con él, y si dejaba que me alcanzara, mi sufrimiento crecería, con las palabras de enojo y rabia que seguramente el me expresaría, y que muy probablemente yo me merecía. No, no debíamos reencontrarnos, debía perderme de su vista lo más pronto posible.
Dándole una última mirada me gire y comencé a adentrarme a los lugares más concurridos de aquella estación, esperando que el gentío me sirviera como cortina entre Alejandro y yo, pero al parecer no me dio resultados, porque minutos más tarde, cuando al fin creía haberlo perdido, sentí un toque en mi hombro, un fugaz toque, junto con una voz diciendo mi nombre, una que hizo mis piernas flaquear, y mi corazón bombear con fuerza. Me giré, con la vista baja, sabiendo que si cruzaba mi mirada con la suya, volverían los recuerdos de aquel día en que me había empeñado en destrozar ese amor que él me declaraba.
Pero supongo que ni el dolor ni nada, impediría que yo hiciera lo que en ese momento mi cuerpo y mi ser, mandaban, y no tarde muchos segundos en levantar mi rostro y clavar mis ojos en los suyos – Alejandro…- dije su nombre en un tono tan bajo, que no estaba segura de si me había escuchado o no. No sabía cómo reaccionar, que decir, ni cómo actuar, tal vez lo mejor era dar la vuelta y seguir mi camino, pero ya era muy tarde para eso, estábamos parados uno frente al otro, el con odio, rabia, quien sabe, en su mirada, y yo con una clara disculpa, que no sabía si el reconocería o no, aunque no era lo único que mostraban mis ojos, lo miraba con ese amor que aún ahora, después de tres largos e infinitos años, seguía sintiendo por él - no... no te preocupes, seguiré mi camino y no volverás a verme, como prometí hace años - dije, pensando que eso sería lo que el quería, pedirme que me perdiera de su vista, como había hecho durante todos esos años.
No pasaron demasiados minutos, hasta que tuve la sensación de que alguien me seguía, *No puede ser* pensé en el instante, pidiendo que no fuera él quien me seguía, pero en el fondo, deseándolo con fuerza. Me gire de golpe y ahí estaba, venia directo hacia mí, y me quede parada unos segundos, esperando a que se acercara mas, pero entonces recordé que no podía ser, yo lo había perdido hacía mucho tiempo, y así debían seguir las cosas, reencontrarnos solo nos afectaría a los dos, mucho. El me odiaba y verme solo avivaría ese sentimiento, y yo… yo lo amaba y sufría por no estar con él, y si dejaba que me alcanzara, mi sufrimiento crecería, con las palabras de enojo y rabia que seguramente el me expresaría, y que muy probablemente yo me merecía. No, no debíamos reencontrarnos, debía perderme de su vista lo más pronto posible.
Dándole una última mirada me gire y comencé a adentrarme a los lugares más concurridos de aquella estación, esperando que el gentío me sirviera como cortina entre Alejandro y yo, pero al parecer no me dio resultados, porque minutos más tarde, cuando al fin creía haberlo perdido, sentí un toque en mi hombro, un fugaz toque, junto con una voz diciendo mi nombre, una que hizo mis piernas flaquear, y mi corazón bombear con fuerza. Me giré, con la vista baja, sabiendo que si cruzaba mi mirada con la suya, volverían los recuerdos de aquel día en que me había empeñado en destrozar ese amor que él me declaraba.
Pero supongo que ni el dolor ni nada, impediría que yo hiciera lo que en ese momento mi cuerpo y mi ser, mandaban, y no tarde muchos segundos en levantar mi rostro y clavar mis ojos en los suyos – Alejandro…- dije su nombre en un tono tan bajo, que no estaba segura de si me había escuchado o no. No sabía cómo reaccionar, que decir, ni cómo actuar, tal vez lo mejor era dar la vuelta y seguir mi camino, pero ya era muy tarde para eso, estábamos parados uno frente al otro, el con odio, rabia, quien sabe, en su mirada, y yo con una clara disculpa, que no sabía si el reconocería o no, aunque no era lo único que mostraban mis ojos, lo miraba con ese amor que aún ahora, después de tres largos e infinitos años, seguía sintiendo por él - no... no te preocupes, seguiré mi camino y no volverás a verme, como prometí hace años - dije, pensando que eso sería lo que el quería, pedirme que me perdiera de su vista, como había hecho durante todos esos años.
Invitado- Invitado
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