Primeros Pasos [Gael Lutz]

¿Cuadros que hablaban? Seguro que sería interesante conocer que pensaban acerca de el artista que les había pintado, el mundo que habían visto desde que habían sido creados, y los secretos que habían escuchado al estar expuestos en las paredes de las más altas cunas… Pero, por desgracia, no conocía de ningún cuadro que hablase, y el de mi compañera, no era distinto a los demás. ―Seguro que sería interesante que hablasen pero… Mejor mi compañía ¿No crees? ― Reí levemente y le pasé los platos, dando para probar primero la ensalada. Para mí, esta ensalada estaba deliciosa, pero quería conocer la opinión de alguien de fuera de París, que nunca hubiera disfrutado de estos manjares. ¿Qué se comería en su ciudad? Seguro que platos exquisitos. Bebí un sorbo del vaso de agua antes de preguntarle. ―¿Qué coméis en tu ciudad? ― Quizás hubiese alguna receta fácil que pudiera enseñarme.

Sonreí al terminar la ensalada a la vez que lo había hecho ella. Le había gustado, así que estaba más que contento. Pasamos al siguiente plato que había preparado como primero. Estaba caliente, recubierto de salsa de vino y simplemente delicioso. Pinché el tenedor y el cuchillo para poder partir un trozo y poder seguir disfrutando de esta comida. Sus preguntas me hicieron sonreír y tras tragar, procedí a responderlas. ― No es demasiado tiempo si estás haciendo lo que te gusta. Cuando haces lo que te gusta un trabajo deja de ser un trabajo y pasa a ser un hobbie. ― Partí un trozo de pan para poder untarlo en la salsa. ―Tengo mucho tiempo libre la verdad. El jefe de esto me conoce muy bien, tengo… ciertas libertades. ― Libertades que me cogía cuando salía a cazar, podía salir antes o pasarme días e incluso semanas sin venir, Thomas se lo había dejado bien claro en el momento en el que me contrató, además, Thomas aportaba una parte del capital que tenía este restaurante.

― ¿Tú que haces en tu tiempo libre? A parte de meterte en líos en tabernas de dudosa reputación… ― Reí y terminé el plato. Ahora quedaban menos platos y por último el postre. Siempre pedía postre, era un requisito indispensable para hacer de una comida un momento delicioso. La camarera retiró el plato de Ariyne y el mío una vez que ella hubo terminado y nos trajo los siguientes, estos eran de un tamaño un tanto más pequeño que los primeros, pero era normal, ya no teníamos tanta hambre como en el principio, aunque Ariyne parecía un pozo sin fondo. ―Espero que este te guste más que el anterior. ― Guiñé un ojo divertido, bebí del vaso y procedí a comer, a expensas de saber cuál sería su opinión de este plato.

La comida que estábamos degustando estaba realmente deliciosa, no creí en un principio que tenía tanta hambre, pero así era. Íbamos por el segundo plato y aún no me encontraba lleno, eran platos de tamaño pequeños pero con mucha cantidad, estaban bien abastecidos, así que cuando acabásemos de comernos todos, íbamos a salir rodando los dos. ¿Dónde metería ella tanta comida? Su figura era delgada y fina... Quizás hiciese mucho deporte o fuese su constitución. Continué comiendo el pescado, hasta que solo me quedaron pequeñas trazas con unas pocas espinas.

Ariyne comenzó a contarme los platos típicos de su tierra. Tenían nombres desconocidos, cosas que nunca jamás había probado, pero que tenían un nombre que invitaban a su degustación, quería probarlos. Quizás algún día nuestros papeles se intercambiasen y fuese ella la que me cocinase los platos típicos. ―Tiene buena pinta ese plato Ariyne. ¿Sabes cocinarlo? Igual algún día eres tú la que tiene que cocinar para mí.― Me reí y cogí una pieza de pan, untando la miga en la salsa para dejar el plato limpio antes de que trajesen los demás.

Me resultaba curioso los nombres que tenían esos platos, aunque igual que a ella quizás también le hiciese gracia los nombres que tenían los de aquí de París. Alcé una ceja cuando mencionó que el plato principal de este ultimo era la carne de caza. Me resultó algo chocante como lo dijo "carne que cazan otros" ¿Ella cazaba carne? ¿Porque se refería a otros? Bebí del vaso de agua y me lo rellené de nuevo mientras esperaba a que trajesen los siguientes.

Planté mis ojos en los suyos cuando insinuó que era cazador. Dejó una pausa demasiado grande entre el inicio de esa frase y la siguiente. ¿Intentaba ponerme nervioso? ¿Cómo sabía que era cazador? No le había dado motivos para que insinuase esas cosas, así que ella no tenía que ser una humana normal... Era una cambiante o una loba. Mi cuerpo cambió un poco la postura, algo más rígida. Así sabría si ella había visto algo aparte de eso. Bebí otro sorbo de agua y quité la vista de ella en ese único instante. ― No cazo inocentes.― Para mí los animales eran inocentes. Los que no eran inocentes eran los seres sobrenaturales.

Trajeron los siguientes platos y pinché un trozo de merluza con las verduras pochadas. En su combinación todo estaba exquisito. Alcé la vista para prestarle atención. ―Yo tengo caballos. Y me gusta montar por el bosque también.― Helios era un caballo excepcional, estaba muy orgulloso de ese caballo. Sonreí contento de que estuviera disfrutando de la comida, yo también lo estaba haciendo pese a que ahora quizás ella se tratase de una enemiga. Había que tener a los enemigos cerca así que...

Me preguntó de nuevo por algo de mi tiempo libre. Continué comiendo hasta que alcancé con el tenedor un trozo de zanahoria. Me limpié los labios con la servilleta. ―Me gusta montar a caballo, leer, pasear, hacer deporte... No sé ese tipo de cosas.― Continué comiendo, hasta que el plato volvió a quedar vacío.

Mi joven acompañante desde el momento en el que me hizo esa pregunta comprometida sobre mi verdadero oficio, dando pinceladas de que sabía a lo que me dedicaba, se mostraba mucho más cauta, más atenta a mis movimientos, como si temiera que fuera a clavarle un cuchillo o una daga que escondía en mis pantalones o entre mis zapatos. Incluso su interés provocó que un trozo del pescado que estaba llevándose a la boca, se precipitase sobre el plato de nuevo. La situación se había vuelto tensa, podía notarlo, al menos para mí se había vuelto tensa, no me gustaba este tipo de conversaciones y a este paso íbamos a llegar a un camino sin retorno. Me volvió a repetir mis palabras dichas sobre a quienes no cazaba. ―Un inocente es alguien que no tiene culpa de nada, no ha cometido ningún delito por el que deba ser castigado ni juzgado. ― Se terminó el plato con el último tenedor, y otra camarera corrió a retirarlos, ya solo faltaba el postre.

En relación a los caballos le asentí con la cabeza, los caballos eran más nobles que muchos caballeros que conocía, a veces echaba de menos pasar más tiempo con Helios, hacer ejercicio junto y ese tipo de cosas. Se río y yo lo hice, pero solamente un poco, mi actitud con ella había cambiado, se podía decir incluso que me encontraba algo incómodo. Nos trajeron los postres y me relamí al ver esa delicia. ―Apuesto lo que quieras a que no tenéis estos postres o alguno mejor que estos en tu país. ― Pinché un poco con el tenedor y me lo metí en la boca, pero se me atragantó al escuchar que mi secreto estaba a salvo con ella. Tosí y di un sorbo de agua para que el trozo bajase por mi garganta y después la miré, demasiado serio a como había estado antes con ella. ―¿Qué eres Ariyne? Si tu sabes mi secreto estaría bien que yo supiera el tuyo ¿No crees? ― Era un trato justo para ambos, así mi cabeza no rodaría de mi cuello y la suya estaría a salvo.

Suspiré sin dejar de mirarla hasta que volví a centrarme en el postre, cuanto antes acabase… Antes se acabaría esto, pero ahora mismo no estaba seguro de si quería que se marchase. Me sentía en peligro, ella podría conocer al licántropo que acabó con la vida de mi padre, podría ser este encuentro todo un engaño para que me fiase de ella, para conocer secretos míos… Mordí mi labio, sentía que le había contado demasiado de mi vida. Me terminé el postre y esperé a que ella acabase, con los brazos cruzados sobre mi pecho. ―Sí, quizás en otra ocasión te presente a Helios. ― Iba a añadir que quizás lo conociese en luna llena, cuando la persiguiese por el bosque. No podía ser humana si se había percatado de lo que era con una simple pregunta, y vampiresa tampoco, era de día… Me estaba volviendo loco y para colmo, con mi actitud, le estaba dando toda la razón a ella, si no fuese un cazador, no me hubiera puesto tan a la defensiva con que solamente hubiera mencionado que conoce mi secreto.

Estaba comenzando a agobiarme más si eso era ya posible, podía sentir un sudor frío recorrerme la nuca y perderse en mi camisa. Nunca había estado tan seguro de algo, como que la señorita con la que acababa de pasar el día, era una licántropa. Sabía mi nombre, mi aspecto y muchas cosas sobre mí, y sobre todo, donde encontrarme los días que no estaba cazando. Había sido una cagada monumental el no haberme fijado bien antes pero... ¿Cómo lo iba a saber? No le había dado de plata, y al parecer, la cubertería de hoy no había sido plata de verdad.

Ella continuaba comiendo como si nada, seguramente, viendo como mi aura cambiaba alrededor de ella. Me terminé el postre con rapidez, tenía ganas de huir, de correr, algo impensable para un cazador... pero... Necesitaba pensar acerca de esto, contárselo a Jane o a Thomas, preguntar si se habían visto en alguna ocasión parecida. Mordí el labio y la miré.

Dijo que formaba parte de los inocentes... en esta forma. Ahora sí que no había dudas. Inocente en humano, culpable de licántropa. Ella también debía de estar asustada o al menos, saber que conocía su aspecto de humana, ya no iba a poder escapar si hacía algo y descubría que era ella... Que esperaba que no lo hiciera claro, a pesar de todo, el día había sido agradable, algo fuera de la rutina de siempre. Me lanzó una pregunta. Alcé una ceja mientras me movía de mi sitio, y me ponía de pie, sin apartar mis ojos de los suyos. ―Eres una licántropa... Y creo que este día ha terminado Ariyne. Lo habrás notado en mi aura. Es hora de que nos vayamos.― No me importaba que no se hubiese acabado todo el pastel.

Cogí su cuadro y se lo entregué, aunque estaba enfadado, no lo hice con malas formas, se lo di de forma suave. Suspiré y salimos del restaurante, cada en una dirección, sin siquiera decirnos un adiós.