AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Nos hemos visto antes? [Abbey Appleby] ◊◊
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¿Nos hemos visto antes? [Abbey Appleby] ◊◊
Recuerdo del primer mensaje :
No se sentía nervioso, ni ansioso… Más bien fuera de lugar. Habían pasado demasiados años desde que había estado por así decirlo, en un evento “civilizado”. Rodeado por ciertos lujos, por personas de alta clase, buena comida y música; rodeado por comodidades. Y el hecho de que comenzase a convertirse en algo “habitual”, le extrañaba y descolocaba en cierto modo.
Había pasado de la noche a la mañana, a ser prácticamente un superviviente de la calle a estar codeándose con aquella sociedad. Aunque sabía que aquello era solo una ilusión y diversión creado por una amistad con fortuna, ya que cuando la noche finalizará volvería de nuevo a aquella buhardilla del burdel, y seguiría consiguiendo mercancías ilegales a las prostitutas que lo acogían.
Hacía una semana la fortuna le había hecho reencontrarse con Bryan McMahon en aquella biblioteca, lo extraordinario había sido que lo reconociese cuando la última vez que se vieron apena Emhyr tenía quince años para dieciséis y asistía a una fiesta donde iban a celebrar el hecho de que fuese a convertirse en el primer jenízaro más joven desde hacía siglos. McMahon era el hijo de un embajador inglés en Constantinopla, había hecho buenas migas con su padre que se encargaba de las relaciones exteriores por encargo del sultán.
Bien lejano quedaban esos tiempos, y ahora Bryan por lo que le había encargado era embajador en París y deseaba ayudarlo, tras comprobar que aún estaba bien vivo.
En aquella noche a Emhyr lo seguían presentando como miembro del ejercito inglés, que había acompañado como guardaespaldas a Bryan desde las colonias orientales. Un perfil perfecto para descartar sus rasgos y acento extranjero. Vestido del uniforme atraía las risas y miradas de las jóvenes que allí se presentaban para buscar marido.
El brujo aun no entendía aquella clase de eventos, donde se presentaban las jóvenes casaderas en sociedad y las familias parecía de un modo solapado estar vendiéndoles cual mercancía, en su país las cosas se hacían de otro modo, aunque había que afirmar que como Bryan le había comentado esta noche “sería interesante y divertida”.
Última edición por Emhyr Van Emreys el Mar Jun 14, 2016 2:29 pm, editado 1 vez
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: ¿Nos hemos visto antes? [Abbey Appleby] ◊◊
No le dijo nada, más bien más bien sus gestos fueron los que respondieron ante tal voto de confianza. ¿Quién diría que la noche iba terminar de aquel modo? Cuando llego a aquel lugar, venía con un ánimo un tanto disperso, Bryan quería divertirse con él una vez más, y Emhyr necesitaba tenerlo a favor por sí las cosas salía a pedir de boca. Iba a necesitar en un futuro que alguien le diese es acceso a un país el cual una vez llamó hogar.
Quedaba poco para la Luna Llena, había seguido los rumores, había confirmado sus sospecha e información dada… Sabía dónde podía obtener lo que deseaba. Eso era lo que su mente disipaba.
Y ahora estaba allí en aquella situación, que realmente no esperaba, dejando las preocupaciones y malos pensamientos a un lado, viviendo un presente que le había regalo, un gusto nocturno de la persona que menos se hubiese imaginado… ¿Quién diría que estaba a punto de acostarse con la hija de la familia Appleyby? Aquella con fama de tener un carácter difícil. Eso debía de ser un logro para cualquiera.
Una sonrisa, y ella le atrajo bajo aquella vieja manta. Pudo sentir su cuerpo aun frío a causa de la ropa mojada que ya había desaparecido, en contraste con la de él que estaba demasiado caliente.
Labios ajenos que con timidez rozaban los suyos y su piel, para abrirse a la ferocidad y atrevimiento de los besos que pedían más de él. Sus cuerpos se aferraban en desesperación y desenfreno, sus manos acariciaban cada rincón de su cuerpo y ya no sabía en algunos momentos si eran sus labios los que devoraban sus pechos o sus manos la sumían en caricias ardientes.
Quiso perderse tortuosamente en aquel nuevo cuerpo que comenzaba a ser fuego, sintiendo como la respiración se aceleraba a causa de la excitación siguiendo al corazón que fuerte golpeaba en el pecho. Sus manos recorrieron la piel pálida, atreviéndose a deslizarse por rincones osados, buscando que ella misma se humedeciese por su propio deseo y le pidiese llegar más lejos.
Sus suspiros y leves gemidos en su oído le hacían encender más su deseo por ello, pero sentía que debía de ser paciente y detenido.
Una disculpa venía de sus palabras, casi apenas las apreciaba ya estaba perdido en ella, su mente se nublaba. Osadía en sus orbes azules, en sus labios que recorrían cada rincón marcado por un trozo de historia escrita en tinta hasta que… ¿En serio? Una ola de arrepentimiento por haberle regalado el sabor de los narcóticos le invadió, al ver como su nueva amiga, no había sido capaz de soportar sus efectos y se derrumbada sobre su cuerpo.
No supo si reír o llorar, como decía la expresión. Más bien maldijo notablemente en su lengua mater, y luego vino en conformismo “Otra vez será…”.
Emhyr tomó la muñeca de Abbey y la levantó para dejarla caer en peso muerto. Si, acaba de quedarse completamente dormida, inconsciente… ¡Qué más daba! La cosa es que se había acabado la diversión.
Suerte para ella que fuese él cualquier otro hombre se hubiese aprovechado de la situación, porque prácticamente el cuerpo de ella estaba preparado, pero el turco no le iba el concepto de “necrofilia” temporal. A pesar de que fuese un sinvergüenza aun conservaba ciertas nociones de lo que era el honor.
Tomándola por los hombros, la hizo rodar por la cama e intento colocar en una postura que fuese más o menos cómoda. La miró dormir plácidamente, hasta parecía indefensa, muy al contrario que su realidad de tormenta enfurecida. Piel suave y cuidada, se notaba que poco había trabajado, que no se había endurecido por el sol o sido maltratada por la labor.
Entre sus dedos tomó un mechón de cabello rubio, realmente a Emhyr siempre le había gustado las rubias y las pelirrojas, aunque las pelirrojas se ganaban su mayor deseo, le fascinaba aquel color fuego tan raro de encontrar. Era como acostarse con algún tipo de animal mitológica y tantos dichos y leyendas corrían alrededor de personas con aquel color de cabello.
En un atisbo le vino la imagen de Kala dormida a su lado, la echaba de menos. Y esperaba que ella le echase de menos, por un momento el pensamiento de que encontrarse a otra persona, a pesar de que le hubiese pedido que siguiese adelante, lo alentó y sintió celos por esa otra persona creada por su imaginación, como un niño que no quieren que le roben aquello que empieza amar. Luego se sintió estúpido, e inmaduro, ¿desde cuándo pensaba en esas cosas?
Manta echada, pensó por un momento en tumbarse a su lado e intentar dormir, pero no podía para nada, más bien decidió sentarse en el borde del colchón y mirar las llamitas del humero en su danza de luz cambiante. Dejar los pensamientos volar…
Un recuerdo lejano, de una situación similar. Desnudo, frente a una hoguera, mirando como sus ropas se secaban. La diferencia, tenía unos quince años y estaba sentado sobre un harapo que había encontrado en algún lugar, sobre la nieve, se moría de frío, no paraba de temblar, pero se conformaba con los grandes deseos de regresar a su hogar. Todo se había acabado, iba a regresar, había sido unos años horribles luchando contra serbios y otros…, pero regresaban.
Aquella madrugada en un rincón de Europa del Este, habían cruzado en pleno invierno por heladas aguas, había llegado al último asentamiento de los rebeldes y lo habían arrasado todo. Ese era su modus operandi, arrasar y dejar tras su paso, un rastro de fuego, sangre y muerte… Sin piedad, no podían tolerar más insurgencias. No se sentían ganadores, pero había ganado una vez más.
Emhyr regresaría a casa, a diferencia de otros que se quedaban con las tropas francesas enviadas por Napoleón. Regresaba a casa para convertirse en el “jenízaro más joven” de aquella generación. Por fin había conseguido lo que todos esperaban de él, y casi diez años antes de lo previste. Había recelos, había algunos altos mandos que no lo veía con buenos ojos, pero la mayoría apoyaban la iniciativa.
Derivado de aquel recuerdo, vino el vinculado con su recibimiento en palacio, vestía el uniforme y veía como su madre buscaba un regalo para él. En sus brazos portaba a Nithara de apenas unos 5 años, hermana que acaba de conocer, había sido unos desconocidos hasta entonces. La niña le miraba con curiosidad, con aquellos enormes ojos verdes, a diferencia de él, ella había heredado los ojos de su madre, al igual que su hermana mayor, pero esta última ya no estaba para verle convertirse en jenízaro, había muerto apenas unos años a causa de un mal parto.
“Toma, protégete y no nos olvides, déjanos atrás si es necesario…”, aquellas palabras le parecieron extrañas, su madre siempre había creía demasiado en supersticiones, decía que tenía el don de la videncia y que ellos lo habían heredado, Emhyr nunca la creyó, ese día simplemente había tomado aquella extraña cruz de plata, una cruz que en su día perdió… Necesitaba llevarse algo estómago, pero para nunca olvidarla llevaba tatuada en su antebrazo.
“Emhyr, déjanos atrás… Márchate…” Su madre debía de saberlo, que, de una semana a otra, los traicionarían y les obligarían a suicidarse, a su hermana la atraparían con un matrimonio bien convenido y comenzaría para él su pesadilla de marcharse para evitar su ejecución… “Emhyr, no dejen que los lobos te devoren, devóralos tú a ellos…” De repente el aullido de los lobos lo llevaron a aquel bosque helado, en algún rincón de Europa del Este… Ellos los habían matado a todos, hombres, mujeres y niños… No debe de quedar nadie con vida… “Devóralos a ellos somos como lobos, arrasamos todo…”. Las fauces ajenas rasgaban su carne, había dolor, y la luna llena se había vuelto roja como la sangre…. “Te mueres…” Le había parecido escuchar la voz de Kala sentenciando un destino.
Un respingo, el sudor doraba su piel morena… Respiración agitada, y miedo latente en el pecho. Se había quedado dormido, y había sido una pesadilla. Tosió un poco, y miro sus brazos, aun sentía los colmillos hundidos en su piel, dolorosos. A su lado la rubia continuaba tan tranquila en su sueño. Se dejo caer a su lado pesado, intentando calmarse.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: ¿Nos hemos visto antes? [Abbey Appleby] ◊◊
Un amanecer diferente…contigo.
Por primera vez, en años, pudo dormir plácidamente, un sueño profundo y reparador. ¿Desde cuándo no dormía de esa manera? Había pasado tanto tiempo, tanto que no podía estimarlo. Años con sus correspondientes horas, minutos, segundos…noches, largas y eternas en su soledad. Se acostumbró a estar sola, compartir con alguien ese espacio aún seguía haciéndole extraño e insólito. El calor que desprendía su acompañante no podía ser otra cosa más que el impulso que la mecían entre los brazos de Morfeo. El crepitar de las llamas, como la más dulce y melodiosa nana…una que jamás le susurraron, sí una orden y un portazo, el recuerdo del eco de aquel sonido fue el que le devolvió a la realidad.
Incapaz de mover ningún músculo de su cuerpo, esa sensación de entumecimiento como si hubiese estado una eternidad dormida. Tapó sus ojos un instante con la palma de su mano, ya era de día y el solo entraba por las pequeñas ventanas de la estancia. ¿Qué demonios…? recordó fugazmente las orbes oscuras hechizantes en las que quedó absolutamente atrapada, su cuerpo marcado por la tinta de sus tatuajes…su voz calmándola e incitándola al mismo tiempo. acostumbrándose poco a poco a la claridad, se situó en dónde se encontraba o al menos quiso intentarlo. Ronroneó inconscientemente al volver a sentir aquel calor atrayente proveniente de la persona que se encontraba a su lado. Él. Emhyr, dormía plácidamente a su lado, completamente desnudo y no era el único pues al moverse, pudo notar como su piel era acariciada por aquella manta ¿ocurrió? No se acordaba pero su cuerpo si lo reconoció pues volvió a arder de la misma forma que anoche. Maldito y mil veces maldito ¿cómo podía ejercer eso en ella si no había hecho prácticamente nada? alguna extraña…¡la pipa!
Cerró los ojos, intentando buscar esos recuerdos borrosos de una noche, épica. La sensación de alegría, tranquilidad y diversión, era innegable pues sí, se lo había pasado bien. Y de todo, de lo que más segura estaba era que no ocurrió nada entre ellos, lo recordaría…como el sabor de sus labios de fuego que aún perduraban después de esas horas de descanso. Se relamió, sonriendo divertida, aún con los ojos cerrados… unos que se abrieron de golpe al oír como la respiración ajena se aceleraba. De perfil, entreabrió los ojos, observándolo y…el ceño fruncido de la rubia, cambió a unos labios entreabiertos. Siseó para calmarlo, aún sin tocarlo, no podía despertarlo ahora. Reconocería esa reacción entre un millón, la apreció en su mejor amigo…en Milo antes de que aquella tragedia diese lugar. Se asustó, tanto que… no le importó, se acercó más a él aún estando desnuda pues ahora su máxima prioridad era otra mucho mejor que taparse.
Abbey no dudó, acunó su mejilla en la palma de una de sus manos y siseó, buscando en todo momento que ambas miradas volviesen a encontrarse y lo vio. Atrapó su rostro entre ambas manos finalmente, indicándole que se incorporase con ella, sentados en la cama. El mar azul de la joven Appleby, ahora se encontraba en calma, como si los de él fuesen esa barca que nada sin rumbo entre sus aguas y ella, lo meciese suavemente. No hacía falta decir nada, las yemas de sus dedos, atraparon cualquier gota de plata que se deslizaban por el rostro del otomano. Maldita su suerte, se maldijo interiormente por sentir miedo después de tanto tiempo y se culpó, por el simple hecho de que él estuviese cerca… ¿sería la culpable también de esos sueños?
-Emhyr. -susurró y sonó tan suave, mucho más dulce de lo que cualquiera se hubiese imaginado, esos labios que podían corresponder a palabras… confirmaría de que no, no era como ninguna otra. Ya no era una niña, el recuerdo de su niñez murió con aquel chico de aspecto angelical. -¿Qué te han susurrado en sueños? No me gusta lo que leo en tus ojos. Has regresado de aquel lugar en donde creías que no ibas a volver ¿cierto? -se inclinó a él, apoyando su frente en la suya, un claro ejemplo que confiaba en su persona - La misma expresión de tus ojos, la descomposición de cada músculo de tu rostro, tu cuerpo… abandonándote por leves segundos, los suficientes para confundirte con la realidad. No fue un sueño y lo sabes ¿por qué lo sé? La contemplé en alguien cercano, alguien que ya no está pero no pienso dejar que gane esta vez ¿lo has entendido o tengo que lanzarte a las llamas como debí hacer anoche? -sonrió con deje divertido, enarcando una de sus perfiladas cejas.
Aún sin soltarle, sus ojos azules observaron al milímetro cada facción de su rostro. Su piel morena seguía fascinándole , causándole la más pura de las intrigas. Aquel hombre era un interrogante para ella, desde el primer segundo lo fue. Volvía a estar sentada en su regazo por el intento de que volviese con ella y despertase de esa pesadilla. Fue extraño, como si aquel momento lo hubiese vivido antes. Se quedó en silencio, mirándole a los ojos, buscando las palabras exactas pues ya no iba a ser lo mismo. No se comportaría como una niña asustada, afrontaba la situación con toda naturalidad, recorriéndole con la mirada… y rió por lo bajo.
-Estás demasiado cerca, otomano -arremetió con la misma pregunta de anoche, volviendo a esa normalidad, como si el momento de la pipa no hubiese ocurrido -Estarán buscándome por todas partes… -sonrió traviesa, sin perder su mirada en un segundo, la intensidad con la que lo miraba le dejaba claras muchas cosas y una de ellas no la pudo ocultar -Te dije que te apartaras de mí y no lo hiciste -una de sus manos, volvieron al lugar de partida…sus tatuajes, como si en cada traza pudiese deleitarse y descubrir aún más de lo que él le contó -¿Sigues pensando en que quieres abrasarte? No habrá vuelta atrás, tus sueños te lo delataron. Recuerda, decidiste abrasarte y por ello, te sacaré de las mismas garras del infierno.
-
No, no iba a dejar que volviese a ocurrir al igual que...estaba deseando volver a comprobar qué ocurrió anoche entre ambos, por qué su cuerpo era incapaz de perder contacto con el suyo. Sin proponerlo, sin pensar, acababa de hacerle una promesa. Ella sí que no iba a despedirse, volvería a por él... fuese a donde fuese.
-Pudiste haberlo hecho, lo sé y no lo hiciste. -su mano libre, se deslizó por sus mejillas, deleitándose en el tacto de los labios ajenos en la yema de los dedos -¿Por qué, Emhyr? -y de verdad, quiso saberlo,, sus orbes azules eran incapaces de mirar otra cosa que no fuese aquella intensa y desconocida mirada -Podías haber conseguido el mayor logro de tu vida -bromeo presionando el dedo índice en su labio inferior, mordiéndose ella misma el suyo...acortando las distancias hasta dejar un roce,lamiendo el superior del otomano sin dejar de presionar el inferior, volvió a reír como esa niña traviesa que era -Me acuerdo de muchas cosas... así que no mientas
Por primera vez, en años, pudo dormir plácidamente, un sueño profundo y reparador. ¿Desde cuándo no dormía de esa manera? Había pasado tanto tiempo, tanto que no podía estimarlo. Años con sus correspondientes horas, minutos, segundos…noches, largas y eternas en su soledad. Se acostumbró a estar sola, compartir con alguien ese espacio aún seguía haciéndole extraño e insólito. El calor que desprendía su acompañante no podía ser otra cosa más que el impulso que la mecían entre los brazos de Morfeo. El crepitar de las llamas, como la más dulce y melodiosa nana…una que jamás le susurraron, sí una orden y un portazo, el recuerdo del eco de aquel sonido fue el que le devolvió a la realidad.
Incapaz de mover ningún músculo de su cuerpo, esa sensación de entumecimiento como si hubiese estado una eternidad dormida. Tapó sus ojos un instante con la palma de su mano, ya era de día y el solo entraba por las pequeñas ventanas de la estancia. ¿Qué demonios…? recordó fugazmente las orbes oscuras hechizantes en las que quedó absolutamente atrapada, su cuerpo marcado por la tinta de sus tatuajes…su voz calmándola e incitándola al mismo tiempo. acostumbrándose poco a poco a la claridad, se situó en dónde se encontraba o al menos quiso intentarlo. Ronroneó inconscientemente al volver a sentir aquel calor atrayente proveniente de la persona que se encontraba a su lado. Él. Emhyr, dormía plácidamente a su lado, completamente desnudo y no era el único pues al moverse, pudo notar como su piel era acariciada por aquella manta ¿ocurrió? No se acordaba pero su cuerpo si lo reconoció pues volvió a arder de la misma forma que anoche. Maldito y mil veces maldito ¿cómo podía ejercer eso en ella si no había hecho prácticamente nada? alguna extraña…¡la pipa!
Cerró los ojos, intentando buscar esos recuerdos borrosos de una noche, épica. La sensación de alegría, tranquilidad y diversión, era innegable pues sí, se lo había pasado bien. Y de todo, de lo que más segura estaba era que no ocurrió nada entre ellos, lo recordaría…como el sabor de sus labios de fuego que aún perduraban después de esas horas de descanso. Se relamió, sonriendo divertida, aún con los ojos cerrados… unos que se abrieron de golpe al oír como la respiración ajena se aceleraba. De perfil, entreabrió los ojos, observándolo y…el ceño fruncido de la rubia, cambió a unos labios entreabiertos. Siseó para calmarlo, aún sin tocarlo, no podía despertarlo ahora. Reconocería esa reacción entre un millón, la apreció en su mejor amigo…en Milo antes de que aquella tragedia diese lugar. Se asustó, tanto que… no le importó, se acercó más a él aún estando desnuda pues ahora su máxima prioridad era otra mucho mejor que taparse.
Abbey no dudó, acunó su mejilla en la palma de una de sus manos y siseó, buscando en todo momento que ambas miradas volviesen a encontrarse y lo vio. Atrapó su rostro entre ambas manos finalmente, indicándole que se incorporase con ella, sentados en la cama. El mar azul de la joven Appleby, ahora se encontraba en calma, como si los de él fuesen esa barca que nada sin rumbo entre sus aguas y ella, lo meciese suavemente. No hacía falta decir nada, las yemas de sus dedos, atraparon cualquier gota de plata que se deslizaban por el rostro del otomano. Maldita su suerte, se maldijo interiormente por sentir miedo después de tanto tiempo y se culpó, por el simple hecho de que él estuviese cerca… ¿sería la culpable también de esos sueños?
-Emhyr. -susurró y sonó tan suave, mucho más dulce de lo que cualquiera se hubiese imaginado, esos labios que podían corresponder a palabras… confirmaría de que no, no era como ninguna otra. Ya no era una niña, el recuerdo de su niñez murió con aquel chico de aspecto angelical. -¿Qué te han susurrado en sueños? No me gusta lo que leo en tus ojos. Has regresado de aquel lugar en donde creías que no ibas a volver ¿cierto? -se inclinó a él, apoyando su frente en la suya, un claro ejemplo que confiaba en su persona - La misma expresión de tus ojos, la descomposición de cada músculo de tu rostro, tu cuerpo… abandonándote por leves segundos, los suficientes para confundirte con la realidad. No fue un sueño y lo sabes ¿por qué lo sé? La contemplé en alguien cercano, alguien que ya no está pero no pienso dejar que gane esta vez ¿lo has entendido o tengo que lanzarte a las llamas como debí hacer anoche? -sonrió con deje divertido, enarcando una de sus perfiladas cejas.
Aún sin soltarle, sus ojos azules observaron al milímetro cada facción de su rostro. Su piel morena seguía fascinándole , causándole la más pura de las intrigas. Aquel hombre era un interrogante para ella, desde el primer segundo lo fue. Volvía a estar sentada en su regazo por el intento de que volviese con ella y despertase de esa pesadilla. Fue extraño, como si aquel momento lo hubiese vivido antes. Se quedó en silencio, mirándole a los ojos, buscando las palabras exactas pues ya no iba a ser lo mismo. No se comportaría como una niña asustada, afrontaba la situación con toda naturalidad, recorriéndole con la mirada… y rió por lo bajo.
-Estás demasiado cerca, otomano -arremetió con la misma pregunta de anoche, volviendo a esa normalidad, como si el momento de la pipa no hubiese ocurrido -Estarán buscándome por todas partes… -sonrió traviesa, sin perder su mirada en un segundo, la intensidad con la que lo miraba le dejaba claras muchas cosas y una de ellas no la pudo ocultar -Te dije que te apartaras de mí y no lo hiciste -una de sus manos, volvieron al lugar de partida…sus tatuajes, como si en cada traza pudiese deleitarse y descubrir aún más de lo que él le contó -¿Sigues pensando en que quieres abrasarte? No habrá vuelta atrás, tus sueños te lo delataron. Recuerda, decidiste abrasarte y por ello, te sacaré de las mismas garras del infierno.
-
No, no iba a dejar que volviese a ocurrir al igual que...estaba deseando volver a comprobar qué ocurrió anoche entre ambos, por qué su cuerpo era incapaz de perder contacto con el suyo. Sin proponerlo, sin pensar, acababa de hacerle una promesa. Ella sí que no iba a despedirse, volvería a por él... fuese a donde fuese.
-Pudiste haberlo hecho, lo sé y no lo hiciste. -su mano libre, se deslizó por sus mejillas, deleitándose en el tacto de los labios ajenos en la yema de los dedos -¿Por qué, Emhyr? -y de verdad, quiso saberlo,, sus orbes azules eran incapaces de mirar otra cosa que no fuese aquella intensa y desconocida mirada -Podías haber conseguido el mayor logro de tu vida -bromeo presionando el dedo índice en su labio inferior, mordiéndose ella misma el suyo...acortando las distancias hasta dejar un roce,lamiendo el superior del otomano sin dejar de presionar el inferior, volvió a reír como esa niña traviesa que era -Me acuerdo de muchas cosas... así que no mientas
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: ¿Nos hemos visto antes? [Abbey Appleby] ◊◊
“Ruinas,
No ves que por dentro estoy en… Ruinas.
Mi cigarro va quemando el tiempo,
Tiempo que se convirtió en cenizas.”
Respiración agitada y corazón latiendo fuerte en las sienes y la garganta. Maldita pesadilla, otra más sumada a los innumerables sueños con mensaje onírico de fondo.
Un pequeño respingo al notar la mano de ella, como bálsamo en su despertar. Ahora era como un animal con las fauces bien sacadas, sus músculos tensos denotaban su postura defensiva, ante todo.
Mudo la miró nervioso, aún estaba calmado su alma de aquella visión que presagiaba miedo, y demasiado dolor.
Por un momento se dejó apaciguar por su voz dulce, ¿dulce? Sus ojos castaños se encontraron con aquel océano, podía leer en sus ojos lo que había visto en otros; él sabía lo que su físico era capaz de causar en la visión de ojos ajenos, aquella fascinación que en las mujeres causaba. Muchas veces lo usaba para su benefició, pero esta vez no era así.
No contesto, más bien la dejó hablar, era como si el gato le hubiese comida la lengua como suelen decir. Extraño, él era hablador y más si estaba ante una belleza como aquella.
De nuevo ella se acercaba, pero sin intención de hacer nada más. Él no hizo nada solo la miro con cierta seriedad. Otra vez el tira y afloja que no acaba, le gustaba. Pero pronto rechazo su contacto, sus labios, su mordisco, su juego….
-Cállate. -Su voz sonó serio, demasiado cortante. Tomó demasiado aire, y lo exhaló. Como si le hubiese faltado el suficiente. -Solo ha sido una pesadilla como otras muchas… No me conoces lo suficiente, ni lo que hay en mi cabeza, para saber lo que me conviene. Me adviertes una y otra vez del peligro que conlleva tu compañía, a lo mejor llevo yo ardiendo demasiado tiempo. -Le miro peligroso, sus ojos brillaban y se estaba acercando demasiado a ella. -Ardiendo en peligrosas llamas y soy yo el que te arrastra conmigo a ellas. ¿o no te has preguntado si es posible que tú advertencia se aplique al contrario? Soy el único aquí usa un apellido falso y finjo ser un soldado indio que sirve a los ingleses, cuando soy otomano ¿qué tiene un turco que ver con británicos? Creo que mi trato más cercano con el ejército británico, ha sido poner las cabezas de sus muertos en picas para llamar al terror humano.
Fue un cambio radical, no de situación exactamente, pero de postura. Sin importarle su estado de desnudez, para él el exhibicionismo era algo natura. Tomó a la rubia fuerte de sus muñecas, la obligó a tumbarse sobre el viejo colchón.
-Ahora estas despierta, y no estas indefensa. Eres consciente de los que nos rodea, ¿y si quisiera hacerlo ahora? Puedes defender, y es más justo que el haberme aprovechado de ti a noche si lo hubiese querido. -Con su propio cuerpo, la inmovilizó tanto muñecas como tobillos. Aquel hombre sabía perfectamente como anular a una persona, era como si hubiese sido entrenado para ello. -Anoche me regalaste muchas licencias, me dejaste recorrer muchos caminos donde pude explorar muchos rincones de tu cuerpo, ojalá me hubiese dejado perderme en cada uno de ellos, aunque lo rogaste… Pero eso de la necrofilia no me va.
Su voz volvía a ser apetecible, su cuerpo desprendía aquel calor que denotaba su deseo y excitación por ella. De nuevo cambio la postura, seguía inmovilizándola como un profesional, pero esta vez dejo una de sus manos libres para hacer lo que quisiera.
- ¿Qué logro y satisfacción hay tomar el cuerpo inconsciente de una NIÑA? NO gracias… -Fue contundente, él respiraba sobre su piel pálida un tanto menos calmo, sobre sus labios sus susurro. -Estas consciente, puedes defenderte, podemos acabar lo de anoche… -Su mano libre recorrió su cuello, dejando tras de sí una caricia provocadora, el vello de punta. -Ayer me moría por qué tus piernas me abrazaran y tus caderas me mecieran con “ese” tipo de danza. -La palma de su mano se permitió la licencia de sentir bajo ellas, la punta de aquellos pechos, luego continuo por su vientre y sobre el sexo ajeno se detuvo en un leve rozo, muy superficial pero el punto justo para provocarla. -Sé cómo abrir una flor sin dañar sus pétalos…
Sus labios rozaron los de ella, otra vez esa caricia que dejaba la miel en los mismos, dejando un acto incompleto.
Agarrándola del pelo, la giro forzándola a estar boca abajo, su cuerpo moreno la cubrió, y encarcelo. Sus labios volvían estar cerca de su oreja.
-También podría forzarte… -Con sus piernas le separó las de ella. -Podría hacerlo, sería la primera vez… -Quería provocarla y a la vez asustarla. -…No sentirías dolor porque sé justo el lugar donde acariciarte para sea tu propio cuerpo quien lo pida, pero tu mente… Violada. -De nuevo sus manos recorrieron su cuerpo lentamente. -Pero para suerte tuya, yo no soy así. Hay cosas que siempre he pensado que son cosas para compartir dos, con gusto.
Le dio un pequeño mordisco en la oreja, y luego la libero de su encierro. Se separó de ella, y le tiro la manta encima. Luego rio para sí. ¿Habría conseguido alterar el interior de aquella rubia atrevida y retadora?
- ¿Sabes lo que pienso? Que después de esta noche te meterán en un convento, y creo que será un alivio para ti, porque creo que estas deseando morir virgen. O a lo mejor allí descubres los placeres carnales con otras mujeres, he escuchado historias que… Bueno puedes imaginártelo.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: ¿Nos hemos visto antes? [Abbey Appleby] ◊◊
Puedo leer y comprender…el lenguaje de tu alma.
“Cállate”
¿Quién se atrevía a usar contra ella esa palabra? nadie. Él , acababa de abrir una veda que hubiese sido mejor ni tan siquiera intentarlo. No le recriminó nada, aún no. Le devolvió la mirada, peligrosa y desafiantes…únicas entre ellos, normal entre los dos. Una media sonrisa se dibujó en los labios de la joven, no se conocían lo suficiente pero esa mirada era inconfundible. ¿Por qué la conocía tan bien? en su propia piel, había experimentado esa serie de sueños que rozaban la realidad, confundiéndole… justo como él se despertó.
Lo más desconcertante estaba a punto de suceder cuando una risa de lo más divertida se le escapó de sus labios de manzana, rojos como la sangre. No se apartó, seguía manteniéndole la mirada en todo momento y la media sonrisa, se amplió ¿pensaba que iba a asustarse por eso? se equivocaba, nació en Inglaterra pero eso no significaba nada para ella ¿qué importaba si era turco o lo que fuese? Allí solo eran dos almas rebeldes que se habían encontrado, jugando entre ambos, conociéndose de una forma que jamás lograron llegar a pensar.
-Todos fingen ahí, todos menos nosotros dos …y lo sabes. ¿Por qué no terminar de arder en esas llamas? Arrastrarme contigo es mucho más divertido que hacerlo sola -se relamió por el hecho de imaginar clavar cabezas en picas, se lo tenían bien merecido ¿creía de verdad iba a juzgarle? En este caso, iba a ser al contrario. La visión del otomano sobre ella era simplemente hechizante, notaba cada parte de su cuerpo amoldarse al suyo como si ambos, lo hubiesen estado esperando durante demasiado tiempo. Abbey, alzó la barbilla orgullosa, mostrando esa sonrisa traviesa, esa mirada cautivadora y retadora ¿quién provocaba a quien? Se inclinó lo justo para rozarle los labios una sola vez, sintiendo cada palabra , sin miedo … desafiándole como lo había estado haciendo desde el primer segundo en el que sus miradas se encontraron y ya nada sería lo mismo.
Rió verdaderamente divertida con lo de “no me va la necrofilia”. Emhyr tenía sus principios, estando en su estado no se aprovechó de la situación y como bien dijo ya estaba despierta. Un gemido, seguido de una risa al sentir aún más la presión de ambos cuerpos. Su cuerpo la traicionaba, reclamando el ajeno como si nada más existiese. Vibró bajo su agarre, su caricia invitándola a arder. Se mordió el labio inferior, arqueando un tanto las caderas al sentir aquel tacto del que apenas le ofreció unas migajas. Su voz tan acariciadora y atrayente, como esos dedos virtuosos que no dejaban ni un centímetro de piel por acariciar. Atrapó su labio inferior con los dientes, tirando un tanto de él , buscándolo como su propio cuerpo buscaba por fin conocer ese placer y locura de la que hablaba. Maldita y bendita locura .
“Niña” nadie sabe cuánto odiaba esa palabra. bajo la manta que le lanzó, frunció el ceño, mordiéndose el labio inferior…por el centro, ligeramente. Ese hombre no solo la había enfadado, llevado al límite …algo más consiguió y no fue otra cosa que provocarla, desearle y mostrarle esa Abbey más adulta que sabía lo que quería y en ese instante, no era otra cosa que torturarle de la misma manera…lanzándole una a una sus llamas y que ardiesen ambos en aquel lugar donde ocurrió todo y nada al mismo tiempo.
¿Llorar? No, preferiría actuar. Apartó la manta de una brazada y a gatas, se acercó a él de espaldas, perdiendo la mirada en aquellos dibujos tan desconocidos y conocidos al mismo tiempo, la propia historia y las vivencias de aquel hombre, la acercaba y la alejaba al mismo tiempo…un tira y afloja que no estaba dispuesta a dejar. No era ninguna niña, eso que lo tuviese muy claro. Uno de sus brazos, le rodeó a la altura del pecho, aún de espaldas y la otra, le tomó del mentón para que la mirase… de perfil. Los ojos azules, semejantes a un océano revuelto de un sinfín de dudas, curiosidad y enfado. Sus pechos, aprisionados por la cárcel de la espalda del otomano… y su boca, entreabierta muy cerca de la ajena.
-Cállate -murmuró como él, su boca no solo le ordenaron tal cosa si no que mordió con rabia su labio inferior, tirando de él. Los dedos que sujetaban su barbilla, perfilaron aquella boca venenosa que no había hecho otra cosa más que tentarla, provocarla y enfadarla a tal extremo que allí estaba…buscándole una vez más -He dicho que te calles ¿una niña? -rompió a reír y se apartó, como él había hecho pero al igual que él no se quedó en la cama improvisada. Se levantó, dando un par de pasos para que la viese en todo su esplendor. Piel nívea, cuidada y extremadamente suave. Esos ojos intensos, volvían a recorrerlo sin un ápice de vergüenza.
Carecía de vergüenza pero no de orgullo, uno que dejó de lado cuando los mismos pasos que le apartaron de la cama, volvieron a acercarse a ésta. No le dio tiempo de reaccionar, tampoco él esperaría lo que a la manzana se le pasaba por la cabeza. Lo rodeó, cada pierna a cada lado de su cuerpo, ella de pie y él sentado. Podía apreciarla aún más de cerca , el solo hecho de que él la mirase le erizó la piel y no ocultó el deseo que aún vibraba en ella. se mordió los labios, tomando asiento en su regazo. Siseó para que no se le ocurriese decir nada , por si intentaba liberarse de su cuerpo, lo rodeó con las piernas, acercándose aún más a él.
-¿Sabes lo que pienso? podría forzarte… a que lo hicieras, a acariciar los pétalos ¿te lo has imaginado, Emhyr? Desflorarme... tu boca, por todo mi cuerpo… moviéndome a mi antojo, arrancándote un gemido tras otro… aumentando aún más el deseo que sientes y no para de crecer… -apoyó la frente en la suya, deslizando los labios por su cuello y dejar un delicioso mordisco, otro en su hombro y abrazarlo contra sí de una manera que él no esperaría. Sus uñas le aferraron contra sí, sintiendo la zona más sensible de sus pechos endurecerse y algo más que… él esperase descubriese por sí mismo -¿Me vas a meter en un convento? ¿O vas a dejar de jugar de una maldita vez? nunca, jamás, vuelvas a llamarme niña - sin cerrar los ojos, se lanzó a sus labios, buscando bailar con su lengua, morderle los labios… con ganas de él -Aún no hemos bailado esta noche… -susurró bajito, mirándole a los ojos…bebiendo de su respiración agitada, relamiéndose y saborear la boca de aquel hombre… la del mismísimo pecado.
“Cállate”
¿Quién se atrevía a usar contra ella esa palabra? nadie. Él , acababa de abrir una veda que hubiese sido mejor ni tan siquiera intentarlo. No le recriminó nada, aún no. Le devolvió la mirada, peligrosa y desafiantes…únicas entre ellos, normal entre los dos. Una media sonrisa se dibujó en los labios de la joven, no se conocían lo suficiente pero esa mirada era inconfundible. ¿Por qué la conocía tan bien? en su propia piel, había experimentado esa serie de sueños que rozaban la realidad, confundiéndole… justo como él se despertó.
Lo más desconcertante estaba a punto de suceder cuando una risa de lo más divertida se le escapó de sus labios de manzana, rojos como la sangre. No se apartó, seguía manteniéndole la mirada en todo momento y la media sonrisa, se amplió ¿pensaba que iba a asustarse por eso? se equivocaba, nació en Inglaterra pero eso no significaba nada para ella ¿qué importaba si era turco o lo que fuese? Allí solo eran dos almas rebeldes que se habían encontrado, jugando entre ambos, conociéndose de una forma que jamás lograron llegar a pensar.
-Todos fingen ahí, todos menos nosotros dos …y lo sabes. ¿Por qué no terminar de arder en esas llamas? Arrastrarme contigo es mucho más divertido que hacerlo sola -se relamió por el hecho de imaginar clavar cabezas en picas, se lo tenían bien merecido ¿creía de verdad iba a juzgarle? En este caso, iba a ser al contrario. La visión del otomano sobre ella era simplemente hechizante, notaba cada parte de su cuerpo amoldarse al suyo como si ambos, lo hubiesen estado esperando durante demasiado tiempo. Abbey, alzó la barbilla orgullosa, mostrando esa sonrisa traviesa, esa mirada cautivadora y retadora ¿quién provocaba a quien? Se inclinó lo justo para rozarle los labios una sola vez, sintiendo cada palabra , sin miedo … desafiándole como lo había estado haciendo desde el primer segundo en el que sus miradas se encontraron y ya nada sería lo mismo.
Rió verdaderamente divertida con lo de “no me va la necrofilia”. Emhyr tenía sus principios, estando en su estado no se aprovechó de la situación y como bien dijo ya estaba despierta. Un gemido, seguido de una risa al sentir aún más la presión de ambos cuerpos. Su cuerpo la traicionaba, reclamando el ajeno como si nada más existiese. Vibró bajo su agarre, su caricia invitándola a arder. Se mordió el labio inferior, arqueando un tanto las caderas al sentir aquel tacto del que apenas le ofreció unas migajas. Su voz tan acariciadora y atrayente, como esos dedos virtuosos que no dejaban ni un centímetro de piel por acariciar. Atrapó su labio inferior con los dientes, tirando un tanto de él , buscándolo como su propio cuerpo buscaba por fin conocer ese placer y locura de la que hablaba. Maldita y bendita locura .
“Niña” nadie sabe cuánto odiaba esa palabra. bajo la manta que le lanzó, frunció el ceño, mordiéndose el labio inferior…por el centro, ligeramente. Ese hombre no solo la había enfadado, llevado al límite …algo más consiguió y no fue otra cosa que provocarla, desearle y mostrarle esa Abbey más adulta que sabía lo que quería y en ese instante, no era otra cosa que torturarle de la misma manera…lanzándole una a una sus llamas y que ardiesen ambos en aquel lugar donde ocurrió todo y nada al mismo tiempo.
¿Llorar? No, preferiría actuar. Apartó la manta de una brazada y a gatas, se acercó a él de espaldas, perdiendo la mirada en aquellos dibujos tan desconocidos y conocidos al mismo tiempo, la propia historia y las vivencias de aquel hombre, la acercaba y la alejaba al mismo tiempo…un tira y afloja que no estaba dispuesta a dejar. No era ninguna niña, eso que lo tuviese muy claro. Uno de sus brazos, le rodeó a la altura del pecho, aún de espaldas y la otra, le tomó del mentón para que la mirase… de perfil. Los ojos azules, semejantes a un océano revuelto de un sinfín de dudas, curiosidad y enfado. Sus pechos, aprisionados por la cárcel de la espalda del otomano… y su boca, entreabierta muy cerca de la ajena.
-Cállate -murmuró como él, su boca no solo le ordenaron tal cosa si no que mordió con rabia su labio inferior, tirando de él. Los dedos que sujetaban su barbilla, perfilaron aquella boca venenosa que no había hecho otra cosa más que tentarla, provocarla y enfadarla a tal extremo que allí estaba…buscándole una vez más -He dicho que te calles ¿una niña? -rompió a reír y se apartó, como él había hecho pero al igual que él no se quedó en la cama improvisada. Se levantó, dando un par de pasos para que la viese en todo su esplendor. Piel nívea, cuidada y extremadamente suave. Esos ojos intensos, volvían a recorrerlo sin un ápice de vergüenza.
Carecía de vergüenza pero no de orgullo, uno que dejó de lado cuando los mismos pasos que le apartaron de la cama, volvieron a acercarse a ésta. No le dio tiempo de reaccionar, tampoco él esperaría lo que a la manzana se le pasaba por la cabeza. Lo rodeó, cada pierna a cada lado de su cuerpo, ella de pie y él sentado. Podía apreciarla aún más de cerca , el solo hecho de que él la mirase le erizó la piel y no ocultó el deseo que aún vibraba en ella. se mordió los labios, tomando asiento en su regazo. Siseó para que no se le ocurriese decir nada , por si intentaba liberarse de su cuerpo, lo rodeó con las piernas, acercándose aún más a él.
-¿Sabes lo que pienso? podría forzarte… a que lo hicieras, a acariciar los pétalos ¿te lo has imaginado, Emhyr? Desflorarme... tu boca, por todo mi cuerpo… moviéndome a mi antojo, arrancándote un gemido tras otro… aumentando aún más el deseo que sientes y no para de crecer… -apoyó la frente en la suya, deslizando los labios por su cuello y dejar un delicioso mordisco, otro en su hombro y abrazarlo contra sí de una manera que él no esperaría. Sus uñas le aferraron contra sí, sintiendo la zona más sensible de sus pechos endurecerse y algo más que… él esperase descubriese por sí mismo -¿Me vas a meter en un convento? ¿O vas a dejar de jugar de una maldita vez? nunca, jamás, vuelvas a llamarme niña - sin cerrar los ojos, se lanzó a sus labios, buscando bailar con su lengua, morderle los labios… con ganas de él -Aún no hemos bailado esta noche… -susurró bajito, mirándole a los ojos…bebiendo de su respiración agitada, relamiéndose y saborear la boca de aquel hombre… la del mismísimo pecado.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: ¿Nos hemos visto antes? [Abbey Appleby] ◊◊
Volvía a estar sentado sobre el colchón, con una cierta alteración interna ante aquella previa cercanía, sus palabras y luego concederle un poco más, para luego no darle nada.
Se iba a disponer a levantarse para buscar sus pantalones cuando a su espalda sintió la desnudez nívea contra su propio cuerpo. ¿Qué iba a hacer? Volvió su rostro al de ella, cuando sus dedos lo pidieron, encontrándose con dos zafiros brillantes que le devoraban.
Realmente no se lo esperaba, más bien otro bofetón o tal vez un puñetazo. Había que admitir que asustarla era algo difícil; intentar ver sus mejillas sonrosadas, ver acobardada su actitud al estar iniciándose en un mundo desconocido para ella, era todo lo que creía que podía suceder, pero ¡no!
Sus labios impactaron contra los suyos, invitándole a aquel reto, desafiándole, podía sentir sus dolorosos y placenteros labios rasgar en sus mordidas la piel. Sus manos fueron a buscar su cuerpo dejándose caer en aquella tentativa, pero ella volvió a alejarse levantándose y subiéndose sobre él. Otra vez ese tira y afloja, que le encantaba, pero comenzaba a impacientarle.
Ocasión para contemplarla por voluntad, podía decirse que ganaba más desnuda que decorando su cuerpo con joyas o telas. No era bonita, era belleza, una dríada de sonrisa atrevida y traviesa, que le desafiaba.
Pronto sus piernas abrazaron su cintura atándole a su cuerpo, atrapándole en aquel deseo fatal, haciéndole olvidar si era de mañana o de tarde, expulsando sus miedos.
-Me cuesta imaginarme mis labios recorriendo todo tu cuerpo… Déjame ver… -Susurro, mientras tomándola del mentón la obligaba a detenerse, sus ojos castaños fijos en los de ella recorrieron de nuevo su cuerpo. Su pulgar acarició su boca, mientras el turco se mordía sus propios labios con gesto hambriento.
Su frente se apoyó sobre su frente, podía sentir el latir de su propio corazón enervado en las sienes, pero mera excitación. Su mano curtida, recorrió su piel creando formas calmas. A diferencia de su piel, era pálida, señal que apenas había estado aguantando la luz del sol en largas jornadas de trabajo; su piel contaba menos historias que la suya, lisa, pálida, suave y cuidada, lo que debía de esperarse en una joven de clase alta, menos castigada que la suya.
-Que suave… -Comentó más para sí que, para ella, con satisfacción y admiración. Luego sus ojos volvieron a cruzarse con los de ella, sus labios se curvaron divertidos. -Quiero enseñarte los primeros pasos de baile, “niña” …
Enredado en sus labios furiosos contra los suyos, podía sentir el latir de su corazón acelerado y la respiración jadeante, a causa de que le robaba el aliento con cada roce. Su cuerpo elevarse en temperatura, su roce al chocar contra él que evidentemente deseaba beber de ella hasta quedar completamente saciado. Los juegos se habían terminado ya hacía demasiado tiempo, ya no había vuelta a atrás.
Pronto la volteo sobre sí, para que su cuerpo fuese su asiento, para sentir su espalda contra el torso tatuado. Contraste de tonos de pieles, en una sociedad como aquella no calzaban, pero ante sus ojos tenían demasiado en común que de tal modo que hiciese que se atrajesen con esa química.
-Enséñame que sabes hacer… -Solo dijo a su oído mientras le daba un mordisco en la oreja. -Aun no estas preparada… Paciencia.
El turco tiró de nuevo de aquel cabello dorado obligándola a alzar el rostro. El nervio se hubo detenido unos segundos, Emhyr fue detenido por un momento, mientras sus labios recorrían superficiales el hueco de su rostro y cuello hasta llegar a la clavícula, zona que le excitaba en la mujer, cosquilleo aterciopelado tras de sí, luego vinieron las mordidas placenteras. Su piel le sabia dolorosamente dulce.
Sus manos sostuvieron sus pechos, como frutos maduros, antes contenidos, antes prohibidos atrapados entre dedos acariciantes en sus durezas. Sabía que luego su propia lengua buscaría saborearlos, pero aún no. El recorrido creaba marcas invisibles que probablemente ella nunca olvidaría, en su vientre, en sus caderas, sobre su sexo todo se detuvo.
Caricias de manos expertas que dejaban tras de sí una humedad y excitación placentera en el cuerpo femenino, impulsando a un deseo para ella desconocido. Sabía el punto exacto donde tocar para que cuerpo se perdiese en aquellas llamas, turbando su razón, y humedeciendo sus deseos para que le pidiese que fuese más allá, para cuando estuviese lista fuese ella misma quien buscase fundirse con el cálido cuerpo del moreno.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: ¿Nos hemos visto antes? [Abbey Appleby] ◊◊
Tu silencio abrasador, envuelto en miradas de lujuria.
El susurro y el roce de los dedos del otomano, la calmaron al instante. La tensión formada hacía escasos minutos, se desvaneció cuando sus miradas se encontraron, perdiéndose en una batalla de la que ninguno esperaba salir victorioso. El roce de sus labios con la yema de sus dedos, le impulsó probarlo un tanto, lamiendo sus yemas y dejar un mordisco en ellas. No perdió ni un instante de vista sus ojos hasta que los ajenos la recorrieron como si aquellas orbes oscuras, estuviesen acariciando cada parte de su cuerpo que quedaba expuesta ante él. Ahí fue cuando se siento completamente desnuda y perdida cuando sin proponérselo, la tentaba al verle a él morderse los labios…gritando a pleno pulmón su propio deseo. Ante eso, suspiró imitándolo, recorriéndole con detenimiento por primera vez. hechizaba el brillo de su piel morena, como destellos en la noche que la aclamaban.
Las manos níveas de la joven, abandonaron el agarre del cuello ajeno, dejándolas caer por la curtida espalda…regalándole caricias tímidas, suaves , delineando cada centímetro de piel. Por partida doble, la presión en su frente, el tacto de sus dedos en la piel morena, bebiendo de aquella respiración que la invitaba a arder y sí, era lo mismo por su parte. El ceño fruncido, su sonrisa traviesa acompañados de su risa divertida. volvía a llamarla niña, quizás por última vez. si ocurría, sabía que dejaría de serlo y no solo eso, jamás volvería a ser la misma pues iba a darle, ofrecerle algo que una vez perdido no podría recuperar nunca. La complicidad y la química seguían intactos, los besos conversaban entre ambos labios, devolviéndose el deseo incontrolado y sus manos, alcanzando acariciar todo a su paso como si solo tuviesen… ese instante, no era un juego…esta vez no.
Como si realmente pudiese leer sus pensamientos, dejó caer su cuerpo tras se volteada. La sensación que tuvo disipó sus miedos, su nerviosismo por ser la primera vez y tal vez la única. Conocer ese terreno desconocido con alguien , con él que era capaz de hacerla vibrar tan solo con sentir el roce de sus labios, su tacto. deliciosa tortura de aquellos labios que la habían atrapado, cárcel que terminaría siendo su cuerpo. Qué hermoso contraste de ambas pieles. Susurró su nombre, uno de sus brazos se coló dispuesto a acercarle más hacia sí…poder tomar sus labios mientras él se dedicaba a dibujar su cuerpo con sus varoniles manos. Gimió contra sus labios, mordió con infinito deseo pidiéndole más en silencio.
Ronroneó como un felino, su cuerpo vibró como un cascabel al llegar a la zona prohibida. No hizo falta decirle nada, sus caderas le incitaron a que siguiese, prosiguiese a cumplir lo que en un principio quedaba tan lejano. Entre ellos era más que obvia la atracción y el deseo, dos ingredientes que solo necesitaban para cumplir lo que ambos deseaban que ocurriese. Decidida, tomó sus labios, como si de un manantial se tratase , la sensación de sed y él pudiese saciarlo. Sonrió cuando se separó un segundo a tomar aire, buscando su mirada, su respiración entrecortada tomaba aire de la ajena en igualdad de condiciones. Sus labios seguían sabiendo a salvia y por ello, los dibujó con la lengua, despacio y sin prisa, recogiendo aquel sabor que le extasiaba.
Solo él se hacía una idea de cuánto le gustaba morderle y lo demostró , mordió su barbilla riendo por lo bajo, como una niña traviesa que acababa de empezar su juego. El silencio de la mañana ¿o era tarde, noche? Daba igual, seguía sumergida en su mirada y en su cuerpo. Fuera, los pasos ajenos le alertaron pero no se inmutó, seguía dejando mordiscos en la piel de su cuello, besos y lamidas con su lengua. Podían descubrirlos, podría ser su fin pero no le importaba, no cuando deseaba que ese instante se pausase. Podía oír la voz del señor Milles murmurando, buscándola. Volvió apoyando la frente en la de él, aún envuelta en sus brazos, la situación avivó más la excitación, fue su propia mano quien guió al moreno a terminar en su humedad. Gimió al sentirlo, riendo divertida por la situación.
Lo pasos los rodeaban y ella, evitaba gemir , ronronear demasiado fuerte para que los pillasen. Aún de espaldas, tapó los labios del otomano, volteándose y volver a quedar sentada en su regazo. No se detuvo, su boca era incapaz de mantenerse quieta, sin dejar de mirarle a los ojos, volvió a morder su cuello, creando un camino de mordiscos por su clavícula, su pecho. Los labios, se dedicaron a dibujar la piel tatuada con infinito cuidado. Las caderas de la joven seguían buscando más, enredadas sus piernas y provocar un roce totalmente desconocido de ambos. Tuvo que tragarse ese gemido, esos jadeos silenciosos que él podía apreciar y sentir sobre sus labios ahora liberados. Cara a cara, pidiéndole, rogándole algo que ni en sueños ninguno se imaginaría y su boca… le pidió como una orden, un ruego.
-Olvídate de él. Solo estoy yo. Hazme lo que quieras -sonrió convencida, ambas frentes apoyadas… las primeras palabras de una historia.
El susurro y el roce de los dedos del otomano, la calmaron al instante. La tensión formada hacía escasos minutos, se desvaneció cuando sus miradas se encontraron, perdiéndose en una batalla de la que ninguno esperaba salir victorioso. El roce de sus labios con la yema de sus dedos, le impulsó probarlo un tanto, lamiendo sus yemas y dejar un mordisco en ellas. No perdió ni un instante de vista sus ojos hasta que los ajenos la recorrieron como si aquellas orbes oscuras, estuviesen acariciando cada parte de su cuerpo que quedaba expuesta ante él. Ahí fue cuando se siento completamente desnuda y perdida cuando sin proponérselo, la tentaba al verle a él morderse los labios…gritando a pleno pulmón su propio deseo. Ante eso, suspiró imitándolo, recorriéndole con detenimiento por primera vez. hechizaba el brillo de su piel morena, como destellos en la noche que la aclamaban.
Las manos níveas de la joven, abandonaron el agarre del cuello ajeno, dejándolas caer por la curtida espalda…regalándole caricias tímidas, suaves , delineando cada centímetro de piel. Por partida doble, la presión en su frente, el tacto de sus dedos en la piel morena, bebiendo de aquella respiración que la invitaba a arder y sí, era lo mismo por su parte. El ceño fruncido, su sonrisa traviesa acompañados de su risa divertida. volvía a llamarla niña, quizás por última vez. si ocurría, sabía que dejaría de serlo y no solo eso, jamás volvería a ser la misma pues iba a darle, ofrecerle algo que una vez perdido no podría recuperar nunca. La complicidad y la química seguían intactos, los besos conversaban entre ambos labios, devolviéndose el deseo incontrolado y sus manos, alcanzando acariciar todo a su paso como si solo tuviesen… ese instante, no era un juego…esta vez no.
Como si realmente pudiese leer sus pensamientos, dejó caer su cuerpo tras se volteada. La sensación que tuvo disipó sus miedos, su nerviosismo por ser la primera vez y tal vez la única. Conocer ese terreno desconocido con alguien , con él que era capaz de hacerla vibrar tan solo con sentir el roce de sus labios, su tacto. deliciosa tortura de aquellos labios que la habían atrapado, cárcel que terminaría siendo su cuerpo. Qué hermoso contraste de ambas pieles. Susurró su nombre, uno de sus brazos se coló dispuesto a acercarle más hacia sí…poder tomar sus labios mientras él se dedicaba a dibujar su cuerpo con sus varoniles manos. Gimió contra sus labios, mordió con infinito deseo pidiéndole más en silencio.
Ronroneó como un felino, su cuerpo vibró como un cascabel al llegar a la zona prohibida. No hizo falta decirle nada, sus caderas le incitaron a que siguiese, prosiguiese a cumplir lo que en un principio quedaba tan lejano. Entre ellos era más que obvia la atracción y el deseo, dos ingredientes que solo necesitaban para cumplir lo que ambos deseaban que ocurriese. Decidida, tomó sus labios, como si de un manantial se tratase , la sensación de sed y él pudiese saciarlo. Sonrió cuando se separó un segundo a tomar aire, buscando su mirada, su respiración entrecortada tomaba aire de la ajena en igualdad de condiciones. Sus labios seguían sabiendo a salvia y por ello, los dibujó con la lengua, despacio y sin prisa, recogiendo aquel sabor que le extasiaba.
Solo él se hacía una idea de cuánto le gustaba morderle y lo demostró , mordió su barbilla riendo por lo bajo, como una niña traviesa que acababa de empezar su juego. El silencio de la mañana ¿o era tarde, noche? Daba igual, seguía sumergida en su mirada y en su cuerpo. Fuera, los pasos ajenos le alertaron pero no se inmutó, seguía dejando mordiscos en la piel de su cuello, besos y lamidas con su lengua. Podían descubrirlos, podría ser su fin pero no le importaba, no cuando deseaba que ese instante se pausase. Podía oír la voz del señor Milles murmurando, buscándola. Volvió apoyando la frente en la de él, aún envuelta en sus brazos, la situación avivó más la excitación, fue su propia mano quien guió al moreno a terminar en su humedad. Gimió al sentirlo, riendo divertida por la situación.
Lo pasos los rodeaban y ella, evitaba gemir , ronronear demasiado fuerte para que los pillasen. Aún de espaldas, tapó los labios del otomano, volteándose y volver a quedar sentada en su regazo. No se detuvo, su boca era incapaz de mantenerse quieta, sin dejar de mirarle a los ojos, volvió a morder su cuello, creando un camino de mordiscos por su clavícula, su pecho. Los labios, se dedicaron a dibujar la piel tatuada con infinito cuidado. Las caderas de la joven seguían buscando más, enredadas sus piernas y provocar un roce totalmente desconocido de ambos. Tuvo que tragarse ese gemido, esos jadeos silenciosos que él podía apreciar y sentir sobre sus labios ahora liberados. Cara a cara, pidiéndole, rogándole algo que ni en sueños ninguno se imaginaría y su boca… le pidió como una orden, un ruego.
-Olvídate de él. Solo estoy yo. Hazme lo que quieras -sonrió convencida, ambas frentes apoyadas… las primeras palabras de una historia.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/03/2011
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Re: ¿Nos hemos visto antes? [Abbey Appleby] ◊◊
Sus gemidos le excitaban, escucharla le provocaba más y más, señal de estar haciendo un buen trabajo.
Apenas palabras necesarias para saber lo que su cuerpo le pedía, las miradas se agitaban en aquel trance, los suspiros se perdían entre los labios, acallando respiraciones agitadas.
Sus manos la trataban con delicadeza, la preparaban marcando cada uno de los pasos desconocidos para ella. Para sorpresa del turco, el cuerpo de ella cedió bajo sus dedos, se dejó llevar. No hubo tensión, ni lágrimas, ni miedos… De algún modo había conseguido atrapar a la manzanita en aquel mar placentero.
Había intensificado sus caricias se intensificaron en su sexo con la sutilidad adecuada para proporcionarle el placer que su propio cuerpo le pedía.
Si lo hubiese deseado, podría haberla llevada de aquel modo al nirvana, sin acabar con su virtud, pero ella se había convertido en un reto, y él quería saborearla en plenitud.
Atrevida, parecía estar en su salsa, como si fuese una experta en aquel juego, intuitiva en su hacer, era como si ella supiera lo que él quería, y él lo que ella deseaba.
Aferraba a su cuerpo, le robaba el aliento haciéndolo suyo. Su boca sabía a la fresca salvia, sus labios estaban habidos por ella.
Su cuerpo se había volteado, y él se dejaba hacer en sus caricias, le dejo que ella misma descubrieres su propio cuerpo. Otro mordisco, él sonrió divertido. De nuevo otra dolorosa mordida seguida de otra, y otra… “Auch” Se quejó. Era como si ella desease dejar marca en el cuerpo del otomano, dejar algún tipo de cicatriz para decir al mundo, que había estado allí.
Sonidos ajenos, en el exterior. Poco le importaba, más bien lo ignoró. La que se iba a meter en problema era ella si los pillaban, ¿qué iban a hacerle? ¿quién sabía si de aquí a unos días seguía con vida?
Su cuerpo rozaba con el suyo, provocándole en su totalidad, buscándole impaciente y entrando en un camino bastante desconocido, y para él tan bien aprendido.
Una mirada de reto al ver que ella se imponía. “Ah, ¿sí? Sus ojos le dijeron, tomándola de sus caderas la obligó a tumbarse y de nuevo él hizo cárcel sobre ella. Dejo que sus piernas la rodearan, la detuvo por un instante.
-Shhh… -Tras hacer que ella se detuviese un instante, rozar sus labios con sus dedos y mirarle con ojos brillantes, su mano le tapó la boca, callándola. Su nariz acarició su mejilla, y sus labios susurraron cerca de su oído tranquilizadoras y acariciantes palabras en su propio idioma, palabras ronroneantes.
Con cuidado y al sentir su cuerpo preparado, pudo sentir su vientre ígneo al penetrarla, envolverle. Un quejido silencioso sus labios pronunciaron, su rostro se refugió en el perfume que aquellos cabellos dorados desprendían, escondiéndose entre mechones, mientras sus caderas lentas comenzaron a iniciarla en aquella pausada y paciente danza, como un mecer de las olas.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: ¿Nos hemos visto antes? [Abbey Appleby] ◊◊
La complicidad, la química y el deseo… en un encuentro único,
Dos cuerpos perlados por el rocío del amanecer.
Sonrisa cómplice y decidida. Miradas que entre jadeos, se lo decían todo. Hechizados por una magia inexplicable, existente solo en ese momento. El instante en el que iban a encontrarse en un punto exacto, donde se lo darían todo. El sol, iluminaba al otomano, ofreciéndole las más increíbles de las imágenes. La piel morena brillaba, llamándola a gritos como una deliciosa y rica tarta de chocolate. Bien sabía él lo que estaba disfrutando en esa tortura de mordiscos, unos que se intensificaban al probarlo. Si a él le provocaban aquellos mordiscas, a ella más marcar su piel, como si intentase grabar su nombre y no lo olvidase jamás. La piel de aquel hombre, estaba tan deliciosa como sus labios, semejante al café puro, recién molido, intenso y sabroso… adictivo. Emhyr era como ese café ébano que tanto adoraba la manzana, fuerte, imponente y extremadamente reparador.
Supo que estaba preparada cuando el siseo de sus labios le acarició la piel, los dedos acariciaron sus labios como si de una pluma se tratase y solo él podía saber cuánto le odiaba por la tortura que supuso no poder saborear su boca mientras regaba a sus oídos con ese idioma desconocido. Ronroneó, sabía lo que provocaba en él aquel sonido. Su cuerpo, le esperaba impaciente, batallar juntos en aquel baile prohibido del que ella, desconocía. Mordió la palma ajena al notar como algo dentro de ella cambiaba, apenas fue unos segundos… unos míseros que le regalaron algo mucho mejor que aquella sensación amarga de dolor. Jadeó, cerrando los ojos, atrapando con una de sus piernas su cintura, aferrándole aún más contra sí.
Las orbes azules, buscaron las ajenas, sumergida en ese baile infinito, incesante. Las manos níveas de la joven Appleby, tomaron el rostro del moreno, apoyando su frente contra la suya y una vez liberada su boca, arremetió con infinita gana aquellos labios infinitamente deliciosos. Al principio, apenas fue un roce pero su sabor, su calidez y el deseo que sentía por él incrementó a un beso apasionado, buscaba probarle a conciencia, mostrarle que aprendía deprisa y no era como cualquier otra mujer con la que se había encontrado entre las sabanas.
No sería el sitio soñado pero sí el perfecto. Estaban ellos dos, consumiendo aquella complicidad y deseo. Rió contra sus labios, gimiendo , jadeando sobre su boca, delineando cada milímetro de su rostro con sus orbes azules. La atracción era notable en ambos, sus cuerpos respiraban del otro buscando más, perderse en uno y bailar esa danza prohibida de la que apenas dieron comienzo y esperaba que no solo bailasen una pieza.
Susurró su nombre, besando sus mejillas, dejando un roce de sus labios en el camino hasta su oído, dedos enredados en sus cabellos azabaches, tirando de él mientras bajo su cuerpo se retorcía de placer. Necesitaba más, se lo pedía ¿Y qué mejor manera que en su idioma natal? Un mordisco más dulce en su oreja derecha, una súplica que intensificase el baile…ese vaivén le terminase de perder. Sonrió cómplice, buscando una vez más su mirada, atreviéndose a desafiarle cuando jadeante, le obligó a intercambiar posiciones.
Observarle desde aquella posición era terriblemente provocador. Se mordió los labios, deteniendo el baile durante unos segundos, sintiéndose parte de él. Las pequeñas manos, recorrieron su cuello, delineando sus brazos con una infinita caricia de sus yemas. Se tomó su tiempo, a medida que sus caderas comenzaban a moverse despacio, disfrutando de esos primeros movimientos por su parte. Echó hacia atrás la cabeza, dejando que su cabello rubio cayese como una cascada de oro tras su espalda, dedicando en las piernas ajenas una suave caricia , culpables esos mechones. Sentirse observada le animó a moverse con más brío, necesitando sentir su piel…de nuevo cerca. Entre gemidos, se inclinó hacia él, rozándole los labios con los propios, morderlos de pura necesidad. Pidió más sobre su boca, buscando su mirada, esperando conocer más de ese baile.
Buscó a tientas sus manos, enredando sus dedos, haciendo una presión divina, animándole que volviese a llevarle al mismo cielo. ¿Podía sonar más tentador la voz de la manzana diciendo su nombre entre gemidos? Pidiéndole más, rogándole que no se detuviese. Dejó vencer su cuerpo sin soltarle de las manos, acariciando su nariz con la suya, sonriendo contra sus labios, perdida de deseo y en aquel cuerpo del que no quería desatarse…no al menos hasta que la castigase con esa tortura.
Dos cuerpos perlados por el rocío del amanecer.
Sonrisa cómplice y decidida. Miradas que entre jadeos, se lo decían todo. Hechizados por una magia inexplicable, existente solo en ese momento. El instante en el que iban a encontrarse en un punto exacto, donde se lo darían todo. El sol, iluminaba al otomano, ofreciéndole las más increíbles de las imágenes. La piel morena brillaba, llamándola a gritos como una deliciosa y rica tarta de chocolate. Bien sabía él lo que estaba disfrutando en esa tortura de mordiscos, unos que se intensificaban al probarlo. Si a él le provocaban aquellos mordiscas, a ella más marcar su piel, como si intentase grabar su nombre y no lo olvidase jamás. La piel de aquel hombre, estaba tan deliciosa como sus labios, semejante al café puro, recién molido, intenso y sabroso… adictivo. Emhyr era como ese café ébano que tanto adoraba la manzana, fuerte, imponente y extremadamente reparador.
Supo que estaba preparada cuando el siseo de sus labios le acarició la piel, los dedos acariciaron sus labios como si de una pluma se tratase y solo él podía saber cuánto le odiaba por la tortura que supuso no poder saborear su boca mientras regaba a sus oídos con ese idioma desconocido. Ronroneó, sabía lo que provocaba en él aquel sonido. Su cuerpo, le esperaba impaciente, batallar juntos en aquel baile prohibido del que ella, desconocía. Mordió la palma ajena al notar como algo dentro de ella cambiaba, apenas fue unos segundos… unos míseros que le regalaron algo mucho mejor que aquella sensación amarga de dolor. Jadeó, cerrando los ojos, atrapando con una de sus piernas su cintura, aferrándole aún más contra sí.
Las orbes azules, buscaron las ajenas, sumergida en ese baile infinito, incesante. Las manos níveas de la joven Appleby, tomaron el rostro del moreno, apoyando su frente contra la suya y una vez liberada su boca, arremetió con infinita gana aquellos labios infinitamente deliciosos. Al principio, apenas fue un roce pero su sabor, su calidez y el deseo que sentía por él incrementó a un beso apasionado, buscaba probarle a conciencia, mostrarle que aprendía deprisa y no era como cualquier otra mujer con la que se había encontrado entre las sabanas.
No sería el sitio soñado pero sí el perfecto. Estaban ellos dos, consumiendo aquella complicidad y deseo. Rió contra sus labios, gimiendo , jadeando sobre su boca, delineando cada milímetro de su rostro con sus orbes azules. La atracción era notable en ambos, sus cuerpos respiraban del otro buscando más, perderse en uno y bailar esa danza prohibida de la que apenas dieron comienzo y esperaba que no solo bailasen una pieza.
Susurró su nombre, besando sus mejillas, dejando un roce de sus labios en el camino hasta su oído, dedos enredados en sus cabellos azabaches, tirando de él mientras bajo su cuerpo se retorcía de placer. Necesitaba más, se lo pedía ¿Y qué mejor manera que en su idioma natal? Un mordisco más dulce en su oreja derecha, una súplica que intensificase el baile…ese vaivén le terminase de perder. Sonrió cómplice, buscando una vez más su mirada, atreviéndose a desafiarle cuando jadeante, le obligó a intercambiar posiciones.
Observarle desde aquella posición era terriblemente provocador. Se mordió los labios, deteniendo el baile durante unos segundos, sintiéndose parte de él. Las pequeñas manos, recorrieron su cuello, delineando sus brazos con una infinita caricia de sus yemas. Se tomó su tiempo, a medida que sus caderas comenzaban a moverse despacio, disfrutando de esos primeros movimientos por su parte. Echó hacia atrás la cabeza, dejando que su cabello rubio cayese como una cascada de oro tras su espalda, dedicando en las piernas ajenas una suave caricia , culpables esos mechones. Sentirse observada le animó a moverse con más brío, necesitando sentir su piel…de nuevo cerca. Entre gemidos, se inclinó hacia él, rozándole los labios con los propios, morderlos de pura necesidad. Pidió más sobre su boca, buscando su mirada, esperando conocer más de ese baile.
Buscó a tientas sus manos, enredando sus dedos, haciendo una presión divina, animándole que volviese a llevarle al mismo cielo. ¿Podía sonar más tentador la voz de la manzana diciendo su nombre entre gemidos? Pidiéndole más, rogándole que no se detuviese. Dejó vencer su cuerpo sin soltarle de las manos, acariciando su nariz con la suya, sonriendo contra sus labios, perdida de deseo y en aquel cuerpo del que no quería desatarse…no al menos hasta que la castigase con esa tortura.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: ¿Nos hemos visto antes? [Abbey Appleby] ◊◊
El vals fue lento, constante, paciente… Sentía que su respiración se perdía entre suspiros encerrados a causa de sus labios. Sentirla su vientre ardiente, era como perderse en una marea que le llevaba a la deriva a un lugar que no se podía llamar desconocido, pero tal vez para ella lo era.
Un mordisco, tras otro, que dejaba invisibles marcas en su piel desnuda, perlada por el sudor que producía la actividad. Provocadores y agresivos, no sabía ella cuanto le excitaba aquella acción tan simple de la que se había sentido adicto en un pasado, cuando eran colmillos desgarrantes y el férreo de la sangre quienes participaban.
La rubia se aferraba más y más a su cuerpo, era como si hubiese abierto una especie de caja de pandora, o más buen le hubiese liberado de ciertos tapujos, ya que no la sintió como antes, más bien la sintió como si fuese ella misma, como si descubriese una parte secreta que nadie conocía de aquella mujer, basado en el acto físico. Se llevaba con él, algo muy íntimo y tal vez secreto.
Su cuerpo le pedía, aquel tedio inicial, y su corazón desbocado le pedía enfrentarse a todos los retos que sus labios le ponían por delante, que su piel bajo sus manos deseaba. Y pronto ella tomaría el control de la situación cambiando posiciones, y acelerando el ritmo de sus caderas llevándole a un deseado frenesí.
El otomano le sonrió con respiración acelerada, y ojos de fuego. Ver su danza desenfrenada sobre su cuerpo desnudo, era digno de provocación, escuchar el sonido de sus labios, era una melodía que le perdía en aquel éxtasis.
Atrayéndola hacía él, sus labios y lengua se deleitaron por el fruto de sus pechos provocadores, un mordisco, y una mirada que buscaba los ojos como océanos retándola en todo momento, con aquel salvajismo y fiereza que solo sus labios podían llevarle, mientras volvía apagar la voz ajena de nuevo.
Sus manos apretaron sus muslos, su trasera aferrándola más a él, para sentirla como más profundidad en cada una de las embestidas, fuertes llevaron sus movimientos a través de las caderas que tomaba.
La respiración que se ahogaba, pulmones que ansiaban un aire que casi no llegaba. Sentir los dedos hundirse en la piel ajena, dejando marcas en la piel nívea y cuidada.
El calor se hacía asfixiante, lo ahogaba, pero su cuerpo era adicción.
Y luego vino la sensación de estar a punto de estallar, de llegar a un límite, el cual, quiso controlar, en su reto de complacerla por complejo antes de dejarse ir.
Fue un gesto bruto, pero necesario. Volvió a girarla, para tumbarla bajo su cuerpo y aprisionarla contra él para llevar las embestidas con más profundidad y placer, así tomando una de sus piernas para alzarla y aumentar el contacto con el objeto de conseguir hacerla estallar junto a él.
Coloco su frente junto a ella con mirada lujuriosa, y con gesto divertido dijo algo en su idioma, mientras se mordía sus propios labios provocador. Parecía un reto tras otro, un empeño por conseguir que ella llegase, él por su parte no pudo más, un quejido con un suspiro, y se dejo ceder en el maravilloso clímax.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: ¿Nos hemos visto antes? [Abbey Appleby] ◊◊
Culminar el placer contigo, porque no hay droga más dura….
que el roce de tu piel.
Con él, era fácil unirse a un vals frenético en donde ambos se retaban como único objetivo volver al otro, completamente loco. Sus orbes azules, no se cerraron en ningún instante, no podía perderse el espectáculo que suponía la imagen del otomano totalmente entregado y dándoselo todo. La claridad que entraba por la pequeña ventana, le ofrecía la mejor de las imágenes. La piel morena resplandeciente, aquel rostro totalmente desencajado por el placer y la más deliciosa de las melodías que no eran otras que ambas respiraciones intercaladas, besos de fuego que eran devueltos por ambos…una adicción desmedida.
Le contagió la sonrisa traviesa, mordiéndose los labios como si acabase de tentarle a pecar. No le importaba ir al infierno en ese mismo instante, consumirse en las llamas y perderse en la locura que era el cuerpo ajeno. No podía detenerse, quería más, como anoche y esa pipa…salvo que en este caso, el placer era mucho mayor. Lo estaba disfrutando y no era la única, la atracción y el deseo acababan de cantar victoria. Era como si estuviese metido en su cabeza, atacándola desde dentro y demostrarle que sabía cómo y lo que necesitaba, lo mismo por su parte.
Rió entre gemidos, risas cómplices. Volvió a atraparle en la cárcel que era su cuerpo níveo, las manos de la joven, se hundieron en su piel morena, ansiando más …queriendo devorarlo. Maldito embaucador, no comprendía palabra y era como si acabase de hechizarla con esas palabras susurrantes. Palabras que fueron devueltas antes de llegar al climax. No pudo controlar que sus manos se paseasen por su espalda, suplicando entre gemidos que no se detuviese no aún. Como si un huracán la revolucionase por dentro, su cuerpo vibró, totalmente entregado y unido al de su compañero. Sus dedos, decididos, tomaron las nalgas del moreno y atraerle aún más, fundiéndose en uno y disfrutar de aquella maravillosa sensación jamás conocida, llegar a la cumbre del orgasmo.
Imposible describirlo. La respiración entrecortada se vio obligada a detenerse unos segundos en el que buscó su boca como punto final de aquel acto. Lo besó con deseo, acariciando sus labios de forma pausada, sin dejar de mirarle a los ojos…volviendo a retarlo, buscándolo. Sonrió, mordiéndole el labio inferior y tirando un tanto de él. Aún estaban unidos y la sensación placentera. Podía sentir como su piel se erizaba tan solo con el roce de la ajena y como sus labios no paraban quietos dejando pequeños besos en los carnosos labios ajenos, buscando controlarse. Lo primero que salió de sus labios fue su nombre, seguido de una risa.
-Emhyr-murmuró, acariciando su nariz con la propia y sonreír de lo más complacida, satisfecha, sorprendida -Un baile perfecto… espero que la próxima vez, sea yo quién le invite a bailar y sorprenda con mis pasos…-lo miró fijamente, intensamente, intentando una vez más descubrir lo que pasaba por su cabeza en ese momento, de todas las personas que había conocido hasta ese intante…él era el único imprevisible -Esconderme bajo tu cuerpo es un buen escondite… ¿me lo dejas tomar cuando tenga que esconderme? -rió divertida, no dejando de hacer presión de sus dedos en sus nalgas, moviendo un tanto las caderas, suavemente…
que el roce de tu piel.
Con él, era fácil unirse a un vals frenético en donde ambos se retaban como único objetivo volver al otro, completamente loco. Sus orbes azules, no se cerraron en ningún instante, no podía perderse el espectáculo que suponía la imagen del otomano totalmente entregado y dándoselo todo. La claridad que entraba por la pequeña ventana, le ofrecía la mejor de las imágenes. La piel morena resplandeciente, aquel rostro totalmente desencajado por el placer y la más deliciosa de las melodías que no eran otras que ambas respiraciones intercaladas, besos de fuego que eran devueltos por ambos…una adicción desmedida.
Le contagió la sonrisa traviesa, mordiéndose los labios como si acabase de tentarle a pecar. No le importaba ir al infierno en ese mismo instante, consumirse en las llamas y perderse en la locura que era el cuerpo ajeno. No podía detenerse, quería más, como anoche y esa pipa…salvo que en este caso, el placer era mucho mayor. Lo estaba disfrutando y no era la única, la atracción y el deseo acababan de cantar victoria. Era como si estuviese metido en su cabeza, atacándola desde dentro y demostrarle que sabía cómo y lo que necesitaba, lo mismo por su parte.
Rió entre gemidos, risas cómplices. Volvió a atraparle en la cárcel que era su cuerpo níveo, las manos de la joven, se hundieron en su piel morena, ansiando más …queriendo devorarlo. Maldito embaucador, no comprendía palabra y era como si acabase de hechizarla con esas palabras susurrantes. Palabras que fueron devueltas antes de llegar al climax. No pudo controlar que sus manos se paseasen por su espalda, suplicando entre gemidos que no se detuviese no aún. Como si un huracán la revolucionase por dentro, su cuerpo vibró, totalmente entregado y unido al de su compañero. Sus dedos, decididos, tomaron las nalgas del moreno y atraerle aún más, fundiéndose en uno y disfrutar de aquella maravillosa sensación jamás conocida, llegar a la cumbre del orgasmo.
Imposible describirlo. La respiración entrecortada se vio obligada a detenerse unos segundos en el que buscó su boca como punto final de aquel acto. Lo besó con deseo, acariciando sus labios de forma pausada, sin dejar de mirarle a los ojos…volviendo a retarlo, buscándolo. Sonrió, mordiéndole el labio inferior y tirando un tanto de él. Aún estaban unidos y la sensación placentera. Podía sentir como su piel se erizaba tan solo con el roce de la ajena y como sus labios no paraban quietos dejando pequeños besos en los carnosos labios ajenos, buscando controlarse. Lo primero que salió de sus labios fue su nombre, seguido de una risa.
-Emhyr-murmuró, acariciando su nariz con la propia y sonreír de lo más complacida, satisfecha, sorprendida -Un baile perfecto… espero que la próxima vez, sea yo quién le invite a bailar y sorprenda con mis pasos…-lo miró fijamente, intensamente, intentando una vez más descubrir lo que pasaba por su cabeza en ese momento, de todas las personas que había conocido hasta ese intante…él era el único imprevisible -Esconderme bajo tu cuerpo es un buen escondite… ¿me lo dejas tomar cuando tenga que esconderme? -rió divertida, no dejando de hacer presión de sus dedos en sus nalgas, moviendo un tanto las caderas, suavemente…
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: ¿Nos hemos visto antes? [Abbey Appleby] ◊◊
Su cuerpo derrotado se dejó caer a un lado liberándola de ataduras. Respiración aun agitaba que encontraba la calma, se sentía tranquilo mientras su corazón se relajaba en su pecho.
Todo había terminado, y sus labios le había dedicado un pequeño detalle con su mordida y sonrisa, signo de que había quedado satisfecha. ¿Quién iba a pensar que su despedida del mundo mortal iba a ser así? Por un momento sonrisa, había conseguido su reto de noche, pero no había ocurrido como él esperaba, no había sido el típico polvo de una noche.
Había descubierto en aquella “niña”, una persona muy parecida a él mismo, cuyo carácter chocaban, sin querer y de aquel modo tan peculiar, había conseguido una amiga dentro del género femenino, que tenía bien claro el lugar de ambos y no se había llevado a confusiones.
Su corazón pertenecía a otra, y eso había quedado claro desde muy al principio.
-Lo admito ha salido mejor de lo que esperaba… No me gusta hacerlo con “niñas”. -Y con niñas hacía referencia a la virginidad de su compañera, la verdad siempre prefería mujeres que supieran lo que querían y que también tuviesen experiencia en la anatomía ajena. Se ahorraba muchos disgustos. Volvía a acercarse a ella, y le dio un efímero pero profundo beso. -Esperaré impaciente esa invitación.
Se sentía tan tranquilo y relajado, si fuese por él se quedaba dormido allí mismo, pero el amanecer le acusaba y pronto les descubriría. Así que decidió levantarse y buscar sus pantalones, que realmente era la única prenda que había llegado a la casa del jardinero.
-Bueno hay que admitir, que para ser una “niña”, lo has hecho bastante bien… -Lo dijo sobre todo para enfurecerla, la conocía lo suficiente para saber dónde tocarle. -Cuando te lleven a ese convento, y eso será seguro, ya que la única solución que tiene es o casarte o meterte a monja, te ofrezco mi cuerpo como escondite y protección. Te lo prometo.
Otra promesa, se le había escapado casi sin pensarlo. Ya era la segunda que le hacía a una mujer en tan poco tiempo, se decía a sí mismo que no debía de hacerlas, ya que si no estaba seguro de cumplirlas… ¿Para qué? A saber, si llegaba vivo el mes siguiente.
Se vistió, y le tiró la única prenda que ella había llevado. La ropa estaba seca, el fuego eran ascuas.
-Mandaré a alguien para que te lleve unas hierbas con indicaciones. -Así de directo era, así de sinvergüenza, tenía asegurarse que no iba a dejando hijos por el mundo. No estaba preparado para responder como padre por alguno que otro desliz. -No queramos tener un “accidente”. Te mandaré demás, para que las uses como desees. -Básicamente le invitaba a continuar con la veda que ya había abierto.
Delante de ella, la miró pensativo. No sabía que más decir, llegaba el momento de la despedida, y él no era de ese tipo de situaciones. Acostumbrado a huir sin decir nada, se sintió incómodo con ello.
-Lady manzana, aquí se separan nuestros caminos. -Se acercó a ella, rostro gacho, ojos castaños que la miraron con un ápice de tristeza, sin querer. Aquel momento se sentía volver a su realidad, donde la luna llena le esperaba. Una sonrisa. -Espero que nos volvamos a ver. Encantado de conocerte. -Sus labios acariciaron los ajenos, lentos dedicados, una despedida, un regalo.
Así es como dio terminada su pequeña aventura, y sinceramente Emhyr deseaba volver a verla. Pero… ¿quién sabía?
Todo había terminado, y sus labios le había dedicado un pequeño detalle con su mordida y sonrisa, signo de que había quedado satisfecha. ¿Quién iba a pensar que su despedida del mundo mortal iba a ser así? Por un momento sonrisa, había conseguido su reto de noche, pero no había ocurrido como él esperaba, no había sido el típico polvo de una noche.
Había descubierto en aquella “niña”, una persona muy parecida a él mismo, cuyo carácter chocaban, sin querer y de aquel modo tan peculiar, había conseguido una amiga dentro del género femenino, que tenía bien claro el lugar de ambos y no se había llevado a confusiones.
Su corazón pertenecía a otra, y eso había quedado claro desde muy al principio.
-Lo admito ha salido mejor de lo que esperaba… No me gusta hacerlo con “niñas”. -Y con niñas hacía referencia a la virginidad de su compañera, la verdad siempre prefería mujeres que supieran lo que querían y que también tuviesen experiencia en la anatomía ajena. Se ahorraba muchos disgustos. Volvía a acercarse a ella, y le dio un efímero pero profundo beso. -Esperaré impaciente esa invitación.
Se sentía tan tranquilo y relajado, si fuese por él se quedaba dormido allí mismo, pero el amanecer le acusaba y pronto les descubriría. Así que decidió levantarse y buscar sus pantalones, que realmente era la única prenda que había llegado a la casa del jardinero.
-Bueno hay que admitir, que para ser una “niña”, lo has hecho bastante bien… -Lo dijo sobre todo para enfurecerla, la conocía lo suficiente para saber dónde tocarle. -Cuando te lleven a ese convento, y eso será seguro, ya que la única solución que tiene es o casarte o meterte a monja, te ofrezco mi cuerpo como escondite y protección. Te lo prometo.
Otra promesa, se le había escapado casi sin pensarlo. Ya era la segunda que le hacía a una mujer en tan poco tiempo, se decía a sí mismo que no debía de hacerlas, ya que si no estaba seguro de cumplirlas… ¿Para qué? A saber, si llegaba vivo el mes siguiente.
Se vistió, y le tiró la única prenda que ella había llevado. La ropa estaba seca, el fuego eran ascuas.
-Mandaré a alguien para que te lleve unas hierbas con indicaciones. -Así de directo era, así de sinvergüenza, tenía asegurarse que no iba a dejando hijos por el mundo. No estaba preparado para responder como padre por alguno que otro desliz. -No queramos tener un “accidente”. Te mandaré demás, para que las uses como desees. -Básicamente le invitaba a continuar con la veda que ya había abierto.
Delante de ella, la miró pensativo. No sabía que más decir, llegaba el momento de la despedida, y él no era de ese tipo de situaciones. Acostumbrado a huir sin decir nada, se sintió incómodo con ello.
-Lady manzana, aquí se separan nuestros caminos. -Se acercó a ella, rostro gacho, ojos castaños que la miraron con un ápice de tristeza, sin querer. Aquel momento se sentía volver a su realidad, donde la luna llena le esperaba. Una sonrisa. -Espero que nos volvamos a ver. Encantado de conocerte. -Sus labios acariciaron los ajenos, lentos dedicados, una despedida, un regalo.
Así es como dio terminada su pequeña aventura, y sinceramente Emhyr deseaba volver a verla. Pero… ¿quién sabía?
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