AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Cold Heart[Privado]
2 participantes
Página 1 de 1.
Cold Heart[Privado]
“ Tell me how does it feel
When your heart grows cold”
When your heart grows cold”
El caballero elegantemente ataviado caminaba con lenta cadencia por las calles parisinas. Su paso denotaba la seguridad de quién se dirige a un encuentro importante pero sabiéndose lo suficientemente necesario como para no necesitar acelerar el ritmo. Algunos transeúntes le miraban por un segundo antes de continuar con sus asuntos, otros permanecían con la vista puesta sobre su espalda hasta que la distancia les obligaba a cambiar su atención a otro punto. Él, por su parte, no miraba realmente a nadie. Su mente vagaba por antiguos recuerdos de épocas mejores y también peores ¿Cuánta sangre había corrido los últimos meses para que su aspecto volviese a ser aceptable en medio de una calle transitada? Podría hacer un recuento de las victimas pero eso no alteraría a su marchita conciencia así que un simple “incontables” serviría para poder constatar que a veces muchas no son suficientes. Su garganta ardió con renovada fuerza, exigiendo por una satisfacción tan pasajera como sublime, un deseo que tendría que aguardar hasta que la tarea que guiaba sus pies concluyera.
El camino para su resurrección había sido largo y tortuoso. El dolor y las ansias de sangre después de su despertar no eran comparables a nada de lo que había vivido en su larga existencia. La decisión de hacerlo fue difícil, desaparecer de la faz de la tierra no se incluyó nunca dentro de sus planes, pero algunas veces se tenían que doblegar las propias pretensiones por un bien que se considerara mayor. Y ella definitivamente lo era. Ahora sabía que había sobrevivido y eso removía en su interior sentimientos que creía ya perdidos. Vio a Iskra sosteniendo a Adara mientras le canturreaba una tonada desconocida para él, sintió la suavidad de la piel de la bebé contra su mejilla… aún ahora le resultaba inaudita la forma en como lo había perdido todo, así como la incansable lucha a la que se habían sometido con Iskra en pro de salvar un legado del cual solo quedaban él y aquella a la que seguía.
Fue la determinación lo que le llevó a no cejar en su empeño de encontrarla una vez se levantó de la tierra, de retomar su rastro una y otra vez y, por último, encontrarla en esa bulliciosa y floreciente ciudad. Pocos días habían pasado desde su arribo y aún se encontraba ultimando detalles para su instalación. Hubiese querido esperar a que todo estuviese dispuesto pero esa noche, más que ninguna otra, la ansiedad por confortarla le robaba la poca paz que poseía su espíritu. Así que allí estaba, caminando tras sus pasos, acercándose con deliberada lentitud, siguiendo su instinto y sentidos para reconocer los desvíos que tomaba ¿A dónde se dirigía? ¿Le reconocería siquiera? Estaba seguro de ella a él sí lo haría pero ¿Él podría ver en sus ojos a la misma joven que transformó tantos siglos atrás? Conocía de primera mano lo catastrófico que podía ser el devenir del tiempo, así que la pregunta en sí resultaba ciertamente ridícula.
Finalmente las calles por las que se deslizaba desembocaron en una plaza concurrida y colorida, salpicada por unos pocos artistas que desafiaban la oscuridad haciendo el esfuerzo de pintar sus retratos bajo la precaria luz de los faroles. Y allí, en medio de los cuerpos que se movían al compás de sus propias preocupaciones, estaba ella. Su rostro tal como lo recordaba, congelado en el tiempo gracias al poder que corría por entre sus propias venas. Su cuerpo corriendo un destino similar. Sus ojos, sin embargo, denotaban un brillo que no se podría dilucidar con un simple vistazo. El momento había llegado. Apretó el paso hasta que se encontró frente a ella. Le miró en silencio por un par de segundos, deleitándose con la imagen que le persiguió sin tregua mientras cavaba en el duro suelo de su isla natal la que sería su tumba improvisada durante siglos, para luego solo atinar a declarar lo que era evidente –Amelia… Cuanto he esperado por este momento–
El camino para su resurrección había sido largo y tortuoso. El dolor y las ansias de sangre después de su despertar no eran comparables a nada de lo que había vivido en su larga existencia. La decisión de hacerlo fue difícil, desaparecer de la faz de la tierra no se incluyó nunca dentro de sus planes, pero algunas veces se tenían que doblegar las propias pretensiones por un bien que se considerara mayor. Y ella definitivamente lo era. Ahora sabía que había sobrevivido y eso removía en su interior sentimientos que creía ya perdidos. Vio a Iskra sosteniendo a Adara mientras le canturreaba una tonada desconocida para él, sintió la suavidad de la piel de la bebé contra su mejilla… aún ahora le resultaba inaudita la forma en como lo había perdido todo, así como la incansable lucha a la que se habían sometido con Iskra en pro de salvar un legado del cual solo quedaban él y aquella a la que seguía.
Fue la determinación lo que le llevó a no cejar en su empeño de encontrarla una vez se levantó de la tierra, de retomar su rastro una y otra vez y, por último, encontrarla en esa bulliciosa y floreciente ciudad. Pocos días habían pasado desde su arribo y aún se encontraba ultimando detalles para su instalación. Hubiese querido esperar a que todo estuviese dispuesto pero esa noche, más que ninguna otra, la ansiedad por confortarla le robaba la poca paz que poseía su espíritu. Así que allí estaba, caminando tras sus pasos, acercándose con deliberada lentitud, siguiendo su instinto y sentidos para reconocer los desvíos que tomaba ¿A dónde se dirigía? ¿Le reconocería siquiera? Estaba seguro de ella a él sí lo haría pero ¿Él podría ver en sus ojos a la misma joven que transformó tantos siglos atrás? Conocía de primera mano lo catastrófico que podía ser el devenir del tiempo, así que la pregunta en sí resultaba ciertamente ridícula.
Finalmente las calles por las que se deslizaba desembocaron en una plaza concurrida y colorida, salpicada por unos pocos artistas que desafiaban la oscuridad haciendo el esfuerzo de pintar sus retratos bajo la precaria luz de los faroles. Y allí, en medio de los cuerpos que se movían al compás de sus propias preocupaciones, estaba ella. Su rostro tal como lo recordaba, congelado en el tiempo gracias al poder que corría por entre sus propias venas. Su cuerpo corriendo un destino similar. Sus ojos, sin embargo, denotaban un brillo que no se podría dilucidar con un simple vistazo. El momento había llegado. Apretó el paso hasta que se encontró frente a ella. Le miró en silencio por un par de segundos, deleitándose con la imagen que le persiguió sin tregua mientras cavaba en el duro suelo de su isla natal la que sería su tumba improvisada durante siglos, para luego solo atinar a declarar lo que era evidente –Amelia… Cuanto he esperado por este momento–
Última edición por Friedrich Karstein el Mar Jun 14, 2016 9:12 pm, editado 1 vez
Friedrich Karstein- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 30/03/2016
Re: Cold Heart[Privado]
"Deja que te confunda. Busco al menos recordar el rostro que me arrebató la muerte"
¿Amor a mí? No, odio. La vida es un mal; pero imponerse sobre ella, es un crimen. La noche es un grito hacia lo desconocido, un gran gesto que refulge mientras alimenta a unos quitándole la vida a otros. Y son esos mismos gestos los que me convierten en un monstruo.
Mis medios de escape parecen no ser suficientes para los demonios que me persiguen y consumen mis esperanzas de encontrar alguna vez compañía. No hay nadie ya a quien no intente destruir, y la marca de mi estirpe no es más que un viejo recuerdo grabado en un par de libros que aún conservo. Ellos desaparecerán conmigo, consumidos por el fuego al igual que yo. He decidido morir pronto.
Caminar sin dirección exacta consume mi mente en medio de recuerdos que debería enterrar. Pero con gusto, devolvería el tiempo y le suplicaría a él, a quien me creó, que me permitiera morir allí, justo donde yacían los cuerpos destruidos de mis padres a causa de aquellos a quienes desde entonces he odiado, los licántropos. Ese fin, hubiese sido más sano que el destino que yo misma he construido tan mal a través de los años. Friedrich no debió crear esto que soy y, aunque no recuerdo con claridad sus rasgos, le he pedido a su figura en sueños que no lo haga. Pero al abrir los ojos, descubro uno más de mis absurdos, y lo rememoro en cada paso mudo o sonoro que voy dando por las calles de esta malagradecida París.
El paisaje y las personas que pasan por mi lado me tienen sin cuidado, incluso, desconozco cuántos de ellos son también sobrenaturales. Sus vidas me importan menos que la mía, y es lo más coherente que puedo hacer, sobre todo teniendo en cuenta que pretendo evaporarla. Mi consciencia por fin se ha convertido en un sepulcro, y la angustia constante en la que me sumerjo, no acabará hasta que la sufra completamente. Nada puede cambiar mi situación. Mis amores pasados no fueron suficientes, como tampoco lo fueron a su tiempo mi ira y mi locura. Todas, se vertieron en el saco roto de mis emociones, y se filtraron como agua entre los dedos por mi falta de autocontrol. Ya no lo resisto. Mis pensamientos son demasiado fuertes ahora, son una cómoda llena de finales de cuentas, versos a medias, cartas no enviadas y angustias enrollando recuerdos que ya no podré mejorar. Mi alma, si es que la tengo, es ahora como una pirámide, un inmenso sepulcro que contiene más muertos que una fosa común. Yo misma soy un cementerio, uno que la misma luna aborrece, donde largos gusanos, como remordimientos, se encarnizan sin tregua con mis muertos más queridos. Soy peor que las rosas marchitas, un rebujo anticuado de modas anteriores que respiran perfumes de ya ahora frascos vacíos. Mi muerte, entiendo ahora, sería el único bien que podría sembrar.
Amelia. Mi nombre real sonó de los labios de un desconocido frente a mí, tan de repente que no tuve tiempo a meditar sobre su sola presencia. Mis pensamientos fueron interrumpidos como si aquél me confrontara, pero jamás iba a admitir que ese nombre representaba a alguien que ya no podría ser. —Me confunde, ese no es mi nombre— mentí con firmeza, como si me sintiera amenazada ante aquella mirada que por ninguna circunstancia me inspiraba odio. Iba a negarlo todo a menos que me ofreciera la muerte y, aunque su rostro me resultó ligeramente familiar, me negué a la idea de volver a caer en mis alucinaciones y lo evadí. Era suficiente, si iba a enloquecer, no sería públicamente.
Mis medios de escape parecen no ser suficientes para los demonios que me persiguen y consumen mis esperanzas de encontrar alguna vez compañía. No hay nadie ya a quien no intente destruir, y la marca de mi estirpe no es más que un viejo recuerdo grabado en un par de libros que aún conservo. Ellos desaparecerán conmigo, consumidos por el fuego al igual que yo. He decidido morir pronto.
Caminar sin dirección exacta consume mi mente en medio de recuerdos que debería enterrar. Pero con gusto, devolvería el tiempo y le suplicaría a él, a quien me creó, que me permitiera morir allí, justo donde yacían los cuerpos destruidos de mis padres a causa de aquellos a quienes desde entonces he odiado, los licántropos. Ese fin, hubiese sido más sano que el destino que yo misma he construido tan mal a través de los años. Friedrich no debió crear esto que soy y, aunque no recuerdo con claridad sus rasgos, le he pedido a su figura en sueños que no lo haga. Pero al abrir los ojos, descubro uno más de mis absurdos, y lo rememoro en cada paso mudo o sonoro que voy dando por las calles de esta malagradecida París.
El paisaje y las personas que pasan por mi lado me tienen sin cuidado, incluso, desconozco cuántos de ellos son también sobrenaturales. Sus vidas me importan menos que la mía, y es lo más coherente que puedo hacer, sobre todo teniendo en cuenta que pretendo evaporarla. Mi consciencia por fin se ha convertido en un sepulcro, y la angustia constante en la que me sumerjo, no acabará hasta que la sufra completamente. Nada puede cambiar mi situación. Mis amores pasados no fueron suficientes, como tampoco lo fueron a su tiempo mi ira y mi locura. Todas, se vertieron en el saco roto de mis emociones, y se filtraron como agua entre los dedos por mi falta de autocontrol. Ya no lo resisto. Mis pensamientos son demasiado fuertes ahora, son una cómoda llena de finales de cuentas, versos a medias, cartas no enviadas y angustias enrollando recuerdos que ya no podré mejorar. Mi alma, si es que la tengo, es ahora como una pirámide, un inmenso sepulcro que contiene más muertos que una fosa común. Yo misma soy un cementerio, uno que la misma luna aborrece, donde largos gusanos, como remordimientos, se encarnizan sin tregua con mis muertos más queridos. Soy peor que las rosas marchitas, un rebujo anticuado de modas anteriores que respiran perfumes de ya ahora frascos vacíos. Mi muerte, entiendo ahora, sería el único bien que podría sembrar.
Amelia. Mi nombre real sonó de los labios de un desconocido frente a mí, tan de repente que no tuve tiempo a meditar sobre su sola presencia. Mis pensamientos fueron interrumpidos como si aquél me confrontara, pero jamás iba a admitir que ese nombre representaba a alguien que ya no podría ser. —Me confunde, ese no es mi nombre— mentí con firmeza, como si me sintiera amenazada ante aquella mirada que por ninguna circunstancia me inspiraba odio. Iba a negarlo todo a menos que me ofreciera la muerte y, aunque su rostro me resultó ligeramente familiar, me negué a la idea de volver a caer en mis alucinaciones y lo evadí. Era suficiente, si iba a enloquecer, no sería públicamente.
Lara Karstein- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 322
Fecha de inscripción : 18/10/2012
Edad : 1212
Localización : Milán, Italia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cold Heart[Privado]
El dolor se abrió paso por entre las demás emociones, arrastrándolas a todas en el vórtice de su poder innato y dejándolo, al mismo tiempo, un poco estupefacto ante la revelación de poder sufrir aún. Se creía inmune a tales sentimientos, se había autoconvencido de que ningún ser sería capaz de hacer surgir tales arrebatos. Sus cálculos resultaron erróneos, sus esperanzas fueron desintegradas con la misma velocidad con la que las palabras abandonaron la rellena y sensual boca de su interlocutora. No le reconocía pero eso no era lo peor. Podía identificar un profundo vacío en las pupilas que tanto había deseado volver a observar, uno que ya había visto en el pasado y que solo presagiaba la inevitabilidad de la muerte real precedida, por supuesto, por el impulso de la autodestrucción. Pero algo más se elevaba entre el abismo de oscuridad, un brillo de odio, minúsculo e inexacto, pero no por ello menos devastador. No sabía quién era, o al menos eso pretendía, pero no podía evitar evidenciar un odio virulento ¿Por qué le odiaba? Él le había dado todo y había arriesgado y sacrificado mucho por ella, no había ninguna razón para cargar con aquella aversión.
Entonces obtuvo la respuesta a partir de las memorias de sus propias experiencias: ella vivió el dolor que solo la inmortalidad podía acarrear en soledad ¿Podría aquello ser su culpa? Creía que la protegía, ¿Acaso durante todos esos siglos se convenció de que se sacrificaba por el bienestar de su última heredera cuando en realidad les estaba inmolando a ambos? La idea de haberla sometido a una vida tan tortuosa que diese como resultado la criatura a la que ahora se enfrentaba le resultaba poco menos que insoportable. – Siempre serás Amelia para mí – susurró por lo bajo sabiendo que su expresión demostraba el caos emocional en el que se encontraba. Pensó en su amiga, compañera y esposa, aquella con quién tanto había compartido y cuyos rasgos poseía la vampiresa frente a sí – Nunca debí dejarte sola. Fue la única solución que vi con claridad en ese momento pero ahora sé que fue un error – agachó ligeramente la cabeza por un segundo, como recapacitando en sus acciones aunque en realidad solo deseaba controlarse lo suficiente como para poder continuar.
Resultaba irónico como aquella inmortal podía desequilibrar a un ser ancestral con tan pocas palabras. ¡Ah! si sus enemigos pudiesen verlo ahora se limitarían a esperar a que ella acabase con él… ella, su gran vulnerabilidad. Ese pensamiento logró centrarlo un poco, desplazando el dolor y haciendo surgir su lado dominante. La aferró por los hombros y la retuvo en el lugar observándola detenidamente y permitiéndole, a su vez, que le viese con detenimiento, que sintiese su inmenso poder físico – Amelia, el nombre que poseías antes de convertirte en una criatura de la noche… Amelia, el nombre que conservante durante el limitado lapso entre tu transición y el ataque de nuestros enemigos… Sé quién eras – Se cuidó en la utilización de las palabras pues aunque pensaba que la conocía en realidad, en ese momento, estaba frente a una extraña. Era un pensamiento que le causaba desconsuelo pero resultaba imperativo que asumiese la realidad si es que pretendía que aquel encuentro no terminase con ellos dos en el mismísimo averno – ¿Me reconoces ahora? ¿Eres capaz de decir mi nombre en voz alta? ¿O acaso tu mente se encuentra tan perdida como para no poder identificar el rostro de tu creador? – la incertidumbre y la desesperanza estaban dado paso rápidamente a la ira. Sus manos se cerraban poco a poco con más y más fuerza sobre los hombros de Amelia. Poco le faltaba para empezar a zarandearla con el fin de hacerla entrar en razón y la prudencia de evitar una confrontación en medio de tantos humanos resultaba cada vez menos relevante.
Entonces obtuvo la respuesta a partir de las memorias de sus propias experiencias: ella vivió el dolor que solo la inmortalidad podía acarrear en soledad ¿Podría aquello ser su culpa? Creía que la protegía, ¿Acaso durante todos esos siglos se convenció de que se sacrificaba por el bienestar de su última heredera cuando en realidad les estaba inmolando a ambos? La idea de haberla sometido a una vida tan tortuosa que diese como resultado la criatura a la que ahora se enfrentaba le resultaba poco menos que insoportable. – Siempre serás Amelia para mí – susurró por lo bajo sabiendo que su expresión demostraba el caos emocional en el que se encontraba. Pensó en su amiga, compañera y esposa, aquella con quién tanto había compartido y cuyos rasgos poseía la vampiresa frente a sí – Nunca debí dejarte sola. Fue la única solución que vi con claridad en ese momento pero ahora sé que fue un error – agachó ligeramente la cabeza por un segundo, como recapacitando en sus acciones aunque en realidad solo deseaba controlarse lo suficiente como para poder continuar.
Resultaba irónico como aquella inmortal podía desequilibrar a un ser ancestral con tan pocas palabras. ¡Ah! si sus enemigos pudiesen verlo ahora se limitarían a esperar a que ella acabase con él… ella, su gran vulnerabilidad. Ese pensamiento logró centrarlo un poco, desplazando el dolor y haciendo surgir su lado dominante. La aferró por los hombros y la retuvo en el lugar observándola detenidamente y permitiéndole, a su vez, que le viese con detenimiento, que sintiese su inmenso poder físico – Amelia, el nombre que poseías antes de convertirte en una criatura de la noche… Amelia, el nombre que conservante durante el limitado lapso entre tu transición y el ataque de nuestros enemigos… Sé quién eras – Se cuidó en la utilización de las palabras pues aunque pensaba que la conocía en realidad, en ese momento, estaba frente a una extraña. Era un pensamiento que le causaba desconsuelo pero resultaba imperativo que asumiese la realidad si es que pretendía que aquel encuentro no terminase con ellos dos en el mismísimo averno – ¿Me reconoces ahora? ¿Eres capaz de decir mi nombre en voz alta? ¿O acaso tu mente se encuentra tan perdida como para no poder identificar el rostro de tu creador? – la incertidumbre y la desesperanza estaban dado paso rápidamente a la ira. Sus manos se cerraban poco a poco con más y más fuerza sobre los hombros de Amelia. Poco le faltaba para empezar a zarandearla con el fin de hacerla entrar en razón y la prudencia de evitar una confrontación en medio de tantos humanos resultaba cada vez menos relevante.
Friedrich Karstein- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 30/03/2016
Re: Cold Heart[Privado]
Déjame aquí, la desesperanza es un lugar tranquilo
— ¿Y quién eres tú? — inquirí, como si esa pregunta no albergara en sí misma el peor de mis temores. Él llegaba con la primavera, como si el rojo vino de las flores resurgentes no fuera suficiente, y tuviera que avivarlas aún más con sangre; mi sangre. El viento me golpeó el rostro, uniéndose a él en un despertar que yo no quería, ni querré. Los carruajes sonaron a lo lejos, y el traqueteo de las ruedas al ser tiradas de los caballos me resultó confrontante, pero lejano. Y aun así, en medio de animales y gentes, sentí mi mundo detenerse frente a esa figura desconocida que guardaba un legado que me había costado lo suficiente. —Es demasiado tarde para pensar en eso. Eres tan desconocido para mí como el hombre que a tres calles se escucha golpear a su esposa. De ambos sé poco, y de ninguno deseo nada— la analogía era grotesca, pero yo no era suya, ni era Amelia, ni era nada que él pudiese recordar. A cambio, era un remedo de la mujer que fui haces unos diez años, la mujer que disfrutaba recorrer cualquier calle de Atenas como si coleccionara historias en cada paso. Ya no me deleitaba con ningún paisaje, e incluso no encontraba satisfacción en sangre alguna. Me alimentaba por una necesidad idiota, como quien sabe que va a morir pero no renuncia a los medicamentos. Me faltaba coherencia, y mi falta de cohesión me obligaba también a rechazarlo. Friedrich aparecía en el ocaso de mis días, en los postreros minutos a cualquiera de los soles siguientes. Bien podría ser uno, o quizás muchos.
Era todo, estuvo lejos por más de un siglo y algún otro, sería como polvo para sus zapatos. Sacudiría sus recuerdos últimos de mí, como seguramente hizo con los anteriores, justo cuando los quitó como si fuera carga sobre sus hombros. —Sabes quién era, sí, pero desconoces en lo que me he convertido. No pretendas retenerme con tu fuerza, porque no soy una bestia que lame con gratitud las manos ensangrentadas de quien es capaz de desangrarle los lomos. Déjame ir, finge como siempre que no existo. Esto no debe ser nuevo para ti— dije, y mi voz sonó fría, como si el resentimiento que alguna vez le sintiera, se hubiese transformado en un corazón duro y ajeno a todo. Allí, en ese órgano muerto, no yacía más que ausencia, una ausencia inconmensurable que espaciaba mi soledad incluso de su solo tacto. El tiempo entre nosotros había sido demasiado silencio como para pretender que en un segundo podríamos llenarlo de palabras. No necesitaba saber lo que pretendía él allí, porque me bastaba saber que su objetivo no era yo.
No obstante, él necesitaba romper mis muros, obligándome a decir cosas que no quería recordar. Lo que él pretendía, era como una garra que se posaba sobre mi corazón y desgarraba la primer y más grande de mis heridas, el orgullo de la soledad, de esa insensibilidad que es como la túnica de un dios de piedra, en cuyos pliegues se oculta la tormenta. —Friedrich Karstein murió para mí con Amelia, hace mil doscientos años, esos que ahora pretendes desaparecer en un segundo. — Me obligué a decir, con el mentón alto, haciendo gala de un orgullo que yo sabía roto —Dime si vienes a cobrarme esto que me has dado y déjame partir. Habla o destrózame ahora, pero no me hagas gastar más minutos en vano. Ya lo hice, antes que siquiera te pudieses dar cuenta— afirmé, con un nudo en la garganta que sentía asfixiarme por más que no necesitara respirar. Mi alma se llenó con el ruido de su educado y silencioso escándalo, mil verdades y recuerdos se arremolinaron en mi mente a pesar de conocerlo tan poco. Mi respeto antiguo por él había sido pura fantasía, alimentada por cada noche que esperé que apareciera, hasta que comprendí que no lo haría. Creer que se quedaría era inverosímil, como cada ilusión que me permití con quien fuera. Él partiría pronto por más que pudiese ser hábil en las palabras. Se iría como todos, por eso debía dejar que la verdad me quemara los labios y las ideas, hasta que él se hartara, y terminara de cerrar sus dedos sobre mi piel hasta hacer polvo el hueso. Mi creador era mi fantasma, como una vez fue fantasía, y sus manos bien podrían ser ahora la muerte, finalmente, me la debía.
Era todo, estuvo lejos por más de un siglo y algún otro, sería como polvo para sus zapatos. Sacudiría sus recuerdos últimos de mí, como seguramente hizo con los anteriores, justo cuando los quitó como si fuera carga sobre sus hombros. —Sabes quién era, sí, pero desconoces en lo que me he convertido. No pretendas retenerme con tu fuerza, porque no soy una bestia que lame con gratitud las manos ensangrentadas de quien es capaz de desangrarle los lomos. Déjame ir, finge como siempre que no existo. Esto no debe ser nuevo para ti— dije, y mi voz sonó fría, como si el resentimiento que alguna vez le sintiera, se hubiese transformado en un corazón duro y ajeno a todo. Allí, en ese órgano muerto, no yacía más que ausencia, una ausencia inconmensurable que espaciaba mi soledad incluso de su solo tacto. El tiempo entre nosotros había sido demasiado silencio como para pretender que en un segundo podríamos llenarlo de palabras. No necesitaba saber lo que pretendía él allí, porque me bastaba saber que su objetivo no era yo.
No obstante, él necesitaba romper mis muros, obligándome a decir cosas que no quería recordar. Lo que él pretendía, era como una garra que se posaba sobre mi corazón y desgarraba la primer y más grande de mis heridas, el orgullo de la soledad, de esa insensibilidad que es como la túnica de un dios de piedra, en cuyos pliegues se oculta la tormenta. —Friedrich Karstein murió para mí con Amelia, hace mil doscientos años, esos que ahora pretendes desaparecer en un segundo. — Me obligué a decir, con el mentón alto, haciendo gala de un orgullo que yo sabía roto —Dime si vienes a cobrarme esto que me has dado y déjame partir. Habla o destrózame ahora, pero no me hagas gastar más minutos en vano. Ya lo hice, antes que siquiera te pudieses dar cuenta— afirmé, con un nudo en la garganta que sentía asfixiarme por más que no necesitara respirar. Mi alma se llenó con el ruido de su educado y silencioso escándalo, mil verdades y recuerdos se arremolinaron en mi mente a pesar de conocerlo tan poco. Mi respeto antiguo por él había sido pura fantasía, alimentada por cada noche que esperé que apareciera, hasta que comprendí que no lo haría. Creer que se quedaría era inverosímil, como cada ilusión que me permití con quien fuera. Él partiría pronto por más que pudiese ser hábil en las palabras. Se iría como todos, por eso debía dejar que la verdad me quemara los labios y las ideas, hasta que él se hartara, y terminara de cerrar sus dedos sobre mi piel hasta hacer polvo el hueso. Mi creador era mi fantasma, como una vez fue fantasía, y sus manos bien podrían ser ahora la muerte, finalmente, me la debía.
Lara Karstein- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 322
Fecha de inscripción : 18/10/2012
Edad : 1212
Localización : Milán, Italia
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Temas similares
» My Cold Sea — Privado
» To The Heart Of Egypt ~ Privado
» Hunted heart [Privado]
» If i had a heart - Flashback [Privado]
» Between Mind and Heart — Privado
» To The Heart Of Egypt ~ Privado
» Hunted heart [Privado]
» If i had a heart - Flashback [Privado]
» Between Mind and Heart — Privado
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour