AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
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Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
Recuerdo del primer mensaje :
Los marqueses de Castelgandolfo poseían una bonita villa en París, de tres plantas y con jardines llenos de bancos de piedra y estatuas de mármol que observaban el paso del tiempo sobre sus pedestales de piedra de cantería labrada. Había una gran fuente circular en la entrada, una bodega inmensa y habitaciones para albergar a más de cincuenta huéspedes.
Brianna se había convertido en una de las sirvientas favoritas de la marquesa, porque hablaba cuatro idiomas idiomas, entendía de vinos, de música, de literatura e historia, sabía de estilo y era refinada, callada y diligente. En un par de años había ascendido de simple criada que fregaba suelos a ser la ayuda de cámara de la hija menor de los marqueses. La familia constaba del matrimonio ya entrado en ciertos años, tres hijos varones: el mayor, con treinta y dos años se llamaba Ercole; el segundo, con treinta, Filippo y Gianluca cumplía ese día veintiséis. La pequeña de la casa con tan sólo veinte años, se llamaba Elisabetta y había heredado la belleza espectacular de su madre. Además de la familia directa, la madre del marqués también vivía con ellos, y dos hermanas de la marquesa. Eran una familia grande y ruidosa, dada su procedencia mediterránea y tenían negocios de todo tipo: exportación de sedas, ganaderías, tierras, inmuebles etc.
La fiesta de cumpleaños de Gianluca iba a ser memorable, llevaban días preparándola y estaban invitadas unas doscientas personas. Comenzaría en la mañana, con juegos al aire libre para las damas y una partida de caza para los caballeros. Le seguiría un banquete regado con vinos franceses e italianos, una obra de teatro tras los postres, un concierto a la hora del té y después una fastuosa cena con baile. La mansión de los Castelgandolfo se vestía de lujo y esplendor para tal ocasión.
Elisabetta era consciente de que en esos actos los caballeros tratarían de convenir con su padre un matrimonio. Era la pequeña y aunque los matrimonios de conveniencia eran una práctica habitual, en su caso les había hecho prometer que no la obligarían a casarse. Los marqueses habían accedido a ello siempre y cuando el esposo que ella eligiese tuviera títulos nobiliarios y no estuviese en la más absoluta ruina.
Pescar un marido así no iba a ser fácil, por lo que la joven iba a por todas. Si daba con el adecuado, no iba a dejar que se le escapase de entre las manos. Le pidió a Brianna el vestido rojo.
— madame, el rojo os sienta de maravilla, pero si yo fuese ese futuro pretendiente, me fijaría más en vos con el azul de encaje veneciano. El rojo podéis dejarlo para la noche, para el baile, será la guinda del pastel.
— ¡Ah! Brianna, tienes razón, si me pongo el rojo pensarán que voy a la caza de un marido. Realmente es a lo que voy, pero sí, jugaremos con las reglas del juego. ¿Me recojo el pelo?— La criada sonrió, calmada, serena como siempre.
— Tenéis una melena preciosa, sería una lástima que no la pudieran apreciar, ¿Qué os parece si lo recogemos a medias? que quede bonito, y resalte vuestras belleza y a la vez que luzca.
— ¡Siempre tienes razón Brianna! no sé que haría sin ti.
— gracias madame, voy a prepararlo todo.
Apenas había dormido dos horas porque Elaine estaba enferma y tosía mucho. El doctor había dicho que era algo pulmonar crónico, que la niña había nacido débil de pulmones y el aire de París no ayudaba demasiado. El coste de las medicinas se había pulido los escasos ahorros con los que contaba, así que cuando pasase la fiesta de cumpleaños de Gianluca les pediría a los marqueses si podía hacer más horas. Le dolía en el alma no estar con la niña, pero poder costearle las medicinas, la comida y la pequeña casa en la que vivían, era primordial.
Completó la tarea de vestir y peinar a Elisabetta y se dirigió a los aposentos de la marquesa a esperar órdenes. Aquella mujer irradiaba grandeza por todos lados. Tenía un porte elegante, unas facciones marcadas y con carácter, suavizado por sus maneras y su encanto natural. Digna esposa de un marido que era puro genio, explosivo y socarrón, como la mayoría de los italianos, era la parte de la balanza que los equilibraba para tratar con la rancia nobleza francesa e inglesa. Sabina de Castelgandolfo estaba ya preparada para comenzar a recibir invitados pero antes iba a repasar or última vez las tareas de la servidumbre reuniéndolos a todos en un salón de té. Para ese día habían contratado más sirvientes, y de ellos se encargaría el ama de llaves, Miss Haddington, una estirada inglesa con un carácter de perros, que llevaba a todo el servicio más recto que el mástil de un barco.
Brianna entró sin hacer ruido al saloncete y se colocó pegada a la pared, en segundo plano, esperando el sermón del ama de llaves, que no se hizo esperar. Ésta empezó a ladrar órdenes en esa fría y aparentemente calmada flema inglesa, pero ella podía observar por el brillo de sus ojos y la comisura del labio fruncida, que estaba al acecho de cualquier fallo para hacer caer la ira de cien dioses sobre el desdichado criado que lo cometiese. Cuando Miss Haddington terminó de hablar la marquesa se levantó del escabel.
— Donatella, tu te quedarás conmigo todo el tiempo y Sophie de momento también, así si necesito algo de usted Miss Haddington, se lo haré saber a través de ella. Alberico, no hace falta que te diga donde debes estar tú.— sólo se habían traído dos sirvientes italianos que eran de su plena confianza y llevaban años en su casa, ambos como ayuda de cámara de los marqueses.— Renaud, Philippe y Jean, vosotros no os separaréis de vuestros respectivos patrones (que eran sus tres hijos) y Brianna, tú cuidarás de atender a Elisabetta.— La sirvienta asintió con la cabeza.— procura que no se meta en líos.
Eso ya iba a ser más complicado. La pequeña de la casa era de carácter rebelde, alocado e impulsivo. Era como su padre, con la salvedad de que en una mujer esas características no eran muy deseables. Suspiró cuando la marquesa los mandó de vuelta al trabajo, y fue derecha a cambiarse. Eses día, los ayudantes particulares de los señores vestían algo menos triste que el uniforme de trabajo. Le habían traído un vestido sencillo, verde oscuro, recatado, de cuello cuadrado y apliques de pasamanería dorados. Se recogió el pelo en un moño trenzado y se calzó los guantes, como era su obligación. Rodeando su cintura, caía un cordón del que colgaban las llaves de las estancias a las que tenía acceso, y de paso eso le servía de distintivo para que nadie pensase que era una dama.
El trajín no se hizo esperar y empezaron a llegar invitados en carruajes, a caballo o a pie, llenando los jardines por los cuales ya se paseaban criados con bandejas de canapés y copas de champagne. Los músicos ya sonaban junto a la fuente, donde habían instalado unos toldos blancos para que las damas no se expusiesen al sol. Se quedó de pie tras su señora, observando aquella fiesta y recordando cuando en su casa se celebró el aniversario de sus padres por todo lo alto y el honor del cargo de su padre al ser llamado a la corte. Aquellos tiempos ya no volverían, y en su lugar un regusto amargo había echado raíces. Apretó los dientes y trató de sacarse de encima esos pensamientos. La realidad era la que era, y era de necios perseguir lo imposible.
La mansión de los marqueses.
Los marqueses de Castelgandolfo poseían una bonita villa en París, de tres plantas y con jardines llenos de bancos de piedra y estatuas de mármol que observaban el paso del tiempo sobre sus pedestales de piedra de cantería labrada. Había una gran fuente circular en la entrada, una bodega inmensa y habitaciones para albergar a más de cincuenta huéspedes.
Brianna se había convertido en una de las sirvientas favoritas de la marquesa, porque hablaba cuatro idiomas idiomas, entendía de vinos, de música, de literatura e historia, sabía de estilo y era refinada, callada y diligente. En un par de años había ascendido de simple criada que fregaba suelos a ser la ayuda de cámara de la hija menor de los marqueses. La familia constaba del matrimonio ya entrado en ciertos años, tres hijos varones: el mayor, con treinta y dos años se llamaba Ercole; el segundo, con treinta, Filippo y Gianluca cumplía ese día veintiséis. La pequeña de la casa con tan sólo veinte años, se llamaba Elisabetta y había heredado la belleza espectacular de su madre. Además de la familia directa, la madre del marqués también vivía con ellos, y dos hermanas de la marquesa. Eran una familia grande y ruidosa, dada su procedencia mediterránea y tenían negocios de todo tipo: exportación de sedas, ganaderías, tierras, inmuebles etc.
La fiesta de cumpleaños de Gianluca iba a ser memorable, llevaban días preparándola y estaban invitadas unas doscientas personas. Comenzaría en la mañana, con juegos al aire libre para las damas y una partida de caza para los caballeros. Le seguiría un banquete regado con vinos franceses e italianos, una obra de teatro tras los postres, un concierto a la hora del té y después una fastuosa cena con baile. La mansión de los Castelgandolfo se vestía de lujo y esplendor para tal ocasión.
Elisabetta era consciente de que en esos actos los caballeros tratarían de convenir con su padre un matrimonio. Era la pequeña y aunque los matrimonios de conveniencia eran una práctica habitual, en su caso les había hecho prometer que no la obligarían a casarse. Los marqueses habían accedido a ello siempre y cuando el esposo que ella eligiese tuviera títulos nobiliarios y no estuviese en la más absoluta ruina.
Pescar un marido así no iba a ser fácil, por lo que la joven iba a por todas. Si daba con el adecuado, no iba a dejar que se le escapase de entre las manos. Le pidió a Brianna el vestido rojo.
— madame, el rojo os sienta de maravilla, pero si yo fuese ese futuro pretendiente, me fijaría más en vos con el azul de encaje veneciano. El rojo podéis dejarlo para la noche, para el baile, será la guinda del pastel.
— ¡Ah! Brianna, tienes razón, si me pongo el rojo pensarán que voy a la caza de un marido. Realmente es a lo que voy, pero sí, jugaremos con las reglas del juego. ¿Me recojo el pelo?— La criada sonrió, calmada, serena como siempre.
— Tenéis una melena preciosa, sería una lástima que no la pudieran apreciar, ¿Qué os parece si lo recogemos a medias? que quede bonito, y resalte vuestras belleza y a la vez que luzca.
— ¡Siempre tienes razón Brianna! no sé que haría sin ti.
— gracias madame, voy a prepararlo todo.
Apenas había dormido dos horas porque Elaine estaba enferma y tosía mucho. El doctor había dicho que era algo pulmonar crónico, que la niña había nacido débil de pulmones y el aire de París no ayudaba demasiado. El coste de las medicinas se había pulido los escasos ahorros con los que contaba, así que cuando pasase la fiesta de cumpleaños de Gianluca les pediría a los marqueses si podía hacer más horas. Le dolía en el alma no estar con la niña, pero poder costearle las medicinas, la comida y la pequeña casa en la que vivían, era primordial.
Completó la tarea de vestir y peinar a Elisabetta y se dirigió a los aposentos de la marquesa a esperar órdenes. Aquella mujer irradiaba grandeza por todos lados. Tenía un porte elegante, unas facciones marcadas y con carácter, suavizado por sus maneras y su encanto natural. Digna esposa de un marido que era puro genio, explosivo y socarrón, como la mayoría de los italianos, era la parte de la balanza que los equilibraba para tratar con la rancia nobleza francesa e inglesa. Sabina de Castelgandolfo estaba ya preparada para comenzar a recibir invitados pero antes iba a repasar or última vez las tareas de la servidumbre reuniéndolos a todos en un salón de té. Para ese día habían contratado más sirvientes, y de ellos se encargaría el ama de llaves, Miss Haddington, una estirada inglesa con un carácter de perros, que llevaba a todo el servicio más recto que el mástil de un barco.
Brianna entró sin hacer ruido al saloncete y se colocó pegada a la pared, en segundo plano, esperando el sermón del ama de llaves, que no se hizo esperar. Ésta empezó a ladrar órdenes en esa fría y aparentemente calmada flema inglesa, pero ella podía observar por el brillo de sus ojos y la comisura del labio fruncida, que estaba al acecho de cualquier fallo para hacer caer la ira de cien dioses sobre el desdichado criado que lo cometiese. Cuando Miss Haddington terminó de hablar la marquesa se levantó del escabel.
— Donatella, tu te quedarás conmigo todo el tiempo y Sophie de momento también, así si necesito algo de usted Miss Haddington, se lo haré saber a través de ella. Alberico, no hace falta que te diga donde debes estar tú.— sólo se habían traído dos sirvientes italianos que eran de su plena confianza y llevaban años en su casa, ambos como ayuda de cámara de los marqueses.— Renaud, Philippe y Jean, vosotros no os separaréis de vuestros respectivos patrones (que eran sus tres hijos) y Brianna, tú cuidarás de atender a Elisabetta.— La sirvienta asintió con la cabeza.— procura que no se meta en líos.
Eso ya iba a ser más complicado. La pequeña de la casa era de carácter rebelde, alocado e impulsivo. Era como su padre, con la salvedad de que en una mujer esas características no eran muy deseables. Suspiró cuando la marquesa los mandó de vuelta al trabajo, y fue derecha a cambiarse. Eses día, los ayudantes particulares de los señores vestían algo menos triste que el uniforme de trabajo. Le habían traído un vestido sencillo, verde oscuro, recatado, de cuello cuadrado y apliques de pasamanería dorados. Se recogió el pelo en un moño trenzado y se calzó los guantes, como era su obligación. Rodeando su cintura, caía un cordón del que colgaban las llaves de las estancias a las que tenía acceso, y de paso eso le servía de distintivo para que nadie pensase que era una dama.
El trajín no se hizo esperar y empezaron a llegar invitados en carruajes, a caballo o a pie, llenando los jardines por los cuales ya se paseaban criados con bandejas de canapés y copas de champagne. Los músicos ya sonaban junto a la fuente, donde habían instalado unos toldos blancos para que las damas no se expusiesen al sol. Se quedó de pie tras su señora, observando aquella fiesta y recordando cuando en su casa se celebró el aniversario de sus padres por todo lo alto y el honor del cargo de su padre al ser llamado a la corte. Aquellos tiempos ya no volverían, y en su lugar un regusto amargo había echado raíces. Apretó los dientes y trató de sacarse de encima esos pensamientos. La realidad era la que era, y era de necios perseguir lo imposible.
La mansión de los marqueses.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Fecha de inscripción : 10/04/2016
Localización : al lado del hombre al que ama
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Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
Brianna se llevó un susto de muerte cuando el señor Gianetti la saludó con familiaridad y le preguntó por Elaine. Apenas pudo recuperar la compostura, pero lo hizo porque la inglesa observaba y frunció el ceño al escuchar ese "Como está su hija?".
— Gracias por preguntar señor Gianetti, mi... sobrina está algo mejor, pero ya se sabe que con estas cosas nunca está de más ser precavido.— tragó saliva con cierta angustia al mirar a la inglesa.— La señorita Elisabetta le espera. Por aquí, por favor.
La inglesa la miró con recelo y con cara de pitbull guardián a lo que Brianna se apresuró a agachar la cabeza y seguirlo adentro. Tenía órdenes de no abandonar a su señora ni para ir al aseo.
Elisabetta estaba radiante, llevaba un vestido azul pálido con ricos bordados en tonos pastel que acentuaban su largo pelo castaño, sus impresionantes ojos verdes y su belleza exuberante como la de su madre.
— Efferon!! qué ganas tenía de verte!! te escapaste de la fiesta de Gianluca y no pudimos ponernos al día.— la italiana se levantó de su silloncito en el salón de té para darle la bienvenida y tenderle la mano para que la besara. Había flores frescas en un jarrón, y la luz entraba por el ventanal iluminando la estancia. Brianna cerró la puerta y se quedó apartada de ambos, al fondo, en un segundo plano. Odiaba ser parte de aquel decorado y asistir a los intentos de su señora por agradarle al hombre. No le hacía falta ser tan evidente, ella era bonita, inteligente y de buena familia. Esos juegos estaba fuera de lugar. Pero entendía que Elisabetta tenía un carácter intrépido como su padre y se aburría facilmente de las cosas que no le costaban esfuerzo.
Discretamente sirvió el té y a al italiano el café como a él gustaba, que bien sabía cómo era. Además había encargado a la misma pastelería que hacía los rollos de canela para el café donde fueron, una bandeja de esos rollitos. Luego lo pensó y se maldijo a sí misma. ¿Por qué le ponía las cosas que le gustaban? se trataba de que saliera huyendo de allí ¿no? no podía evitar ser buena anfitriona aunque aquella no fuera su casa, ni ella la dueña. Tres servirlos se retiró de nuevo al lado de la ventana, donde se sentó y agarró un bastidor de bordado en el que había un pañuelo a medio bordar. Fijó los ojos allí y empezó con la labor, más que nada porque no quería parecer una urraca codiciando un tesoro. La inglesa la habia amenazado con que si los dejaba solos la despedía. Pero al menos no podría obligarla a estar allí en plan juez.
— He escuchado ciertas cosas por ahi que... hum. Ni se te ocurra casarte con la viuda Lassange ¿me oyes? ya sé que es un buen partido pero es una arpía, de verdad. Además... dentro de poco es la noche de los muertos, y vamos a hacer un baile de máscaras y disfraces aquí. Será como en Venecia, pero sin sus canales. ¿Qué me dices? vendrás?? Oh, claro!! no puedes negarte, tienes que venir, si no... me pondré muy triste.— Elisabetta le hizo una mueca teatral como si estuviera compungida de verdad. Lo cierto es que era todo un torbellino de nergía. Era de fondo noble, no tenía maldad, sólo impaciencia y ganas de experimentar con sus múltiples talentos. Ojalá fuera muy feliz en su vida. ¿Y si su padre no respetaba la promesa que le hizo y la obligaba a casarse con alguien adecuado? No, no lo haría. Aunque bueno, la vida daba giros imprevisibles, bien lo sabía ella.
realmente Brianna apreciaba a Elisabetta y bien mirado, quizás ellos dos hicieran buena pareja. Al menos ella estaría con quien deseaba, aunque después no fuera lo que esperaba.
— Gracias por preguntar señor Gianetti, mi... sobrina está algo mejor, pero ya se sabe que con estas cosas nunca está de más ser precavido.— tragó saliva con cierta angustia al mirar a la inglesa.— La señorita Elisabetta le espera. Por aquí, por favor.
La inglesa la miró con recelo y con cara de pitbull guardián a lo que Brianna se apresuró a agachar la cabeza y seguirlo adentro. Tenía órdenes de no abandonar a su señora ni para ir al aseo.
Elisabetta estaba radiante, llevaba un vestido azul pálido con ricos bordados en tonos pastel que acentuaban su largo pelo castaño, sus impresionantes ojos verdes y su belleza exuberante como la de su madre.
— Efferon!! qué ganas tenía de verte!! te escapaste de la fiesta de Gianluca y no pudimos ponernos al día.— la italiana se levantó de su silloncito en el salón de té para darle la bienvenida y tenderle la mano para que la besara. Había flores frescas en un jarrón, y la luz entraba por el ventanal iluminando la estancia. Brianna cerró la puerta y se quedó apartada de ambos, al fondo, en un segundo plano. Odiaba ser parte de aquel decorado y asistir a los intentos de su señora por agradarle al hombre. No le hacía falta ser tan evidente, ella era bonita, inteligente y de buena familia. Esos juegos estaba fuera de lugar. Pero entendía que Elisabetta tenía un carácter intrépido como su padre y se aburría facilmente de las cosas que no le costaban esfuerzo.
Discretamente sirvió el té y a al italiano el café como a él gustaba, que bien sabía cómo era. Además había encargado a la misma pastelería que hacía los rollos de canela para el café donde fueron, una bandeja de esos rollitos. Luego lo pensó y se maldijo a sí misma. ¿Por qué le ponía las cosas que le gustaban? se trataba de que saliera huyendo de allí ¿no? no podía evitar ser buena anfitriona aunque aquella no fuera su casa, ni ella la dueña. Tres servirlos se retiró de nuevo al lado de la ventana, donde se sentó y agarró un bastidor de bordado en el que había un pañuelo a medio bordar. Fijó los ojos allí y empezó con la labor, más que nada porque no quería parecer una urraca codiciando un tesoro. La inglesa la habia amenazado con que si los dejaba solos la despedía. Pero al menos no podría obligarla a estar allí en plan juez.
— He escuchado ciertas cosas por ahi que... hum. Ni se te ocurra casarte con la viuda Lassange ¿me oyes? ya sé que es un buen partido pero es una arpía, de verdad. Además... dentro de poco es la noche de los muertos, y vamos a hacer un baile de máscaras y disfraces aquí. Será como en Venecia, pero sin sus canales. ¿Qué me dices? vendrás?? Oh, claro!! no puedes negarte, tienes que venir, si no... me pondré muy triste.— Elisabetta le hizo una mueca teatral como si estuviera compungida de verdad. Lo cierto es que era todo un torbellino de nergía. Era de fondo noble, no tenía maldad, sólo impaciencia y ganas de experimentar con sus múltiples talentos. Ojalá fuera muy feliz en su vida. ¿Y si su padre no respetaba la promesa que le hizo y la obligaba a casarse con alguien adecuado? No, no lo haría. Aunque bueno, la vida daba giros imprevisibles, bien lo sabía ella.
realmente Brianna apreciaba a Elisabetta y bien mirado, quizás ellos dos hicieran buena pareja. Al menos ella estaría con quien deseaba, aunque después no fuera lo que esperaba.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
Mal. Algo tuvo que decir mal para comprobar que la reacción de la joven no fuese la esperada. Contrariado, miró a un lado y a otro, carraspeando por lo bajo…intentando no perder su semblante caballeroso. Quizás no tuvo que acercarse con esa familiaridad y per favore ¿había nombrado a su hija? no, era su sobrina. Maldijo interiormente, intentando salir del paso… ¿qué decir en esa situación? Rezó interiormente para que fuese salvado o en este caso… llevado a ejecutar.
Eisabetta le esperaba, con claras intenciones de charlar y de seguro, se uniese a su juego. No pasó desapercibido en el italiano, la forma en la que lo miraba y buscaba cuando estaba presente en alguna de sus fiestas. Ya no eran unos niños pero aún así, aquella joven le seguía pareciendo aquella niña del pasado que jugaban juntos en el extenso jardín rodeado de rosas de colores. Suspiró largamente, mostrando una leve sonrisa cortés y siguiendo a Brianna hasta donde se encontraba la señorita de la casa.
La exclamación de su nombre, le hizo erguirse, pintando en su atractivo rostro una sonrisa de lo más afable… tomando enseguida su mano y besarla cortésmente, sus modales de caballero intachables. Se sentó al lado de Elisabetta, esperando su café y no perder detalle de cada uno de los movimientos de ambas mujeres. Era muy observador, Brianna sirvió el café como él mismo pidió en aquella cafetería. Asentía sin perder la sonrisa , desviando sus esmeraldas de la joven a su amiga de la infancia, agradeció a la sirvienta con un leve movimiento de cabeza y esa sonrisa que advertía no quedarse todo en aquel “encuentro extraño”.
-Esa mujer está de muy buen ver, tiene amantes por doquier y mientras me dé lo que necesito ¿por qué no? Oh vamos, sé que no te gustará ninguna para mí. Aún recuerdo como espantabas a las niñas por regalarme caramelos… -rió contra la taza, dando un largo sorbo y dejar escapar un suspiro -Esa mujer está descartada, corren rumores que … contagia ciertas cosas y ya demasiado tengo como para tener que preocuparme de enfermedades -suspiró, era sincero eso no se lo podía quitar nadie.
En ningún momento, dejó de mirarla, era muy hermosa sí… pero le faltaba esa luz que buscaba. Ella seguramente se terminaría enamorando de él, no deseaba eso y dudaba que encontrase a la mujer perfecta, alguien capaz de darle ese dinero… a cambio de ser ¿un esposo florero¿ no, no buscaba eso en absoluto… ser el cabeza de familia era un cargo muy importante. Demasiado para él… ¿cómo iba a ser el dueño y señor de una casa? Y una que no era de su propiedad.
-¿Fiesta veneciana? En Paris las fiestas venecianas solo se celebran poniéndote un triste antifaz… las mejores son las de allí. Las anhelo, hace mucho, demasiado que no viajo a Venecia, me encantaría ir… ¿por qué no… realizamos un viaje? Todos juntos, como en los viejos tiempos, en Venecia es donde hay que celebrarse dichas fiestas y sé que no podrás negarte a ello ¿no es cierto, Elisabetta? Sería tu acompañante… no puedes decirme que no. Iremos, todos - a todos se refería a todos, Brianna tendría que ir pues ¿qué haría Elisabetta sin ella? quería que conociese más de sí mismo, de su tierra, una especie de disculpa por haber metido la pata hasta el fondo.
Eisabetta le esperaba, con claras intenciones de charlar y de seguro, se uniese a su juego. No pasó desapercibido en el italiano, la forma en la que lo miraba y buscaba cuando estaba presente en alguna de sus fiestas. Ya no eran unos niños pero aún así, aquella joven le seguía pareciendo aquella niña del pasado que jugaban juntos en el extenso jardín rodeado de rosas de colores. Suspiró largamente, mostrando una leve sonrisa cortés y siguiendo a Brianna hasta donde se encontraba la señorita de la casa.
La exclamación de su nombre, le hizo erguirse, pintando en su atractivo rostro una sonrisa de lo más afable… tomando enseguida su mano y besarla cortésmente, sus modales de caballero intachables. Se sentó al lado de Elisabetta, esperando su café y no perder detalle de cada uno de los movimientos de ambas mujeres. Era muy observador, Brianna sirvió el café como él mismo pidió en aquella cafetería. Asentía sin perder la sonrisa , desviando sus esmeraldas de la joven a su amiga de la infancia, agradeció a la sirvienta con un leve movimiento de cabeza y esa sonrisa que advertía no quedarse todo en aquel “encuentro extraño”.
-Esa mujer está de muy buen ver, tiene amantes por doquier y mientras me dé lo que necesito ¿por qué no? Oh vamos, sé que no te gustará ninguna para mí. Aún recuerdo como espantabas a las niñas por regalarme caramelos… -rió contra la taza, dando un largo sorbo y dejar escapar un suspiro -Esa mujer está descartada, corren rumores que … contagia ciertas cosas y ya demasiado tengo como para tener que preocuparme de enfermedades -suspiró, era sincero eso no se lo podía quitar nadie.
En ningún momento, dejó de mirarla, era muy hermosa sí… pero le faltaba esa luz que buscaba. Ella seguramente se terminaría enamorando de él, no deseaba eso y dudaba que encontrase a la mujer perfecta, alguien capaz de darle ese dinero… a cambio de ser ¿un esposo florero¿ no, no buscaba eso en absoluto… ser el cabeza de familia era un cargo muy importante. Demasiado para él… ¿cómo iba a ser el dueño y señor de una casa? Y una que no era de su propiedad.
-¿Fiesta veneciana? En Paris las fiestas venecianas solo se celebran poniéndote un triste antifaz… las mejores son las de allí. Las anhelo, hace mucho, demasiado que no viajo a Venecia, me encantaría ir… ¿por qué no… realizamos un viaje? Todos juntos, como en los viejos tiempos, en Venecia es donde hay que celebrarse dichas fiestas y sé que no podrás negarte a ello ¿no es cierto, Elisabetta? Sería tu acompañante… no puedes decirme que no. Iremos, todos - a todos se refería a todos, Brianna tendría que ir pues ¿qué haría Elisabetta sin ella? quería que conociese más de sí mismo, de su tierra, una especie de disculpa por haber metido la pata hasta el fondo.
Éferon Gianetti- Prostituto Clase Alta
- Mensajes : 289
Fecha de inscripción : 21/01/2016
Localización : La ciudad del amore , París.
Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
A Brianna se la llevaban los demonios. ¿Cómo iba a marcharse a Venecia y dejar a Elaine a su suerte? su madre la ayudaba a cuidarla, pero no estaba en su sano juicio y necesitaban atención y dinero constantemente. ¿Ese hombre estaba loco o qué? por otro lado la idea de ver Venecia le dolió en lo más profundo de su ser. Poder viajar y ver esa ciudad de la que tento había leído, era un sueño. Uno que le estaba prohibido y vetado.
— ¿¿¿ lo dices en serio??? ¡¡a qué estamos esperando!! mi padre siempre me insiste en que viaje a Italia, que conozca las tierras de las que procede nuestra familia, y Gianluca está frito por ir!!! mañana mismo nos pondremos con los preparativos. Para fin de año quiero estar en Venecia, dicen que hay un reloj o algo así que hay que ver...
— La torre del Orologio, contiene un carrillón con una figuras de los reyes magos que sólo se ven una vez al año, pero no es Navidad es en la fiesta de la Ascensión...— no pudo evitar interrumpir, porque lo sabía todo sobre aquella ciudad flotante, había leido innumerables libros sobre ella, aunque no la había visitado jamás.— lo... lo siento señorita Elisabetta, no quería interrumpir.
— No importa Brianna,me encanta que sepas tantas cosas!! así me contarás qué debemos llevar a ese viaje. Iremos de compras mañana, hay que equiparse bien.
— Señorita Elisabetta me temo que yo... no ... no puedo acompañarla. No puedo dejar a mi madre y a mi sobrina aquí, están ambas enfermas y...
— ¡Oh! de eso nada! tú vendrás conmigo. Si quieres mandaré a buscarlas y que se queden aquí al cargo de Donatella, la ayudante de mi madre. Ella nunca viaja, tiene una vieja lesión de espalda y cuando mi madre se desplaza se lleva a Sophie. Estarán muy bien con ella hasta que regresemos. No serán más de 3 o 4 semanas.— en eso tenía razón, porque Donatella era la ama de llaves con más experiencia en la casa y de plena confianza de la marquesa, pero igualmente la oprimía la angustia de saber que si a Elaine le ocurría algo estando ella fuera jamás se lo perdonaría. Esa losa ya la aplastaba y ni siquiera había puesto un pie en el camino.— no te preocupes por tu sobrina, no le faltará de nada, le diré a Donatella que no escatime ni un céntimo en medicinas o cuidados que necesite.
Brianna se mordió el labio inferior. Trataría de razonar con Elisabetta más calmadamente cuando se marchase Efferon, porque aunque la niña pudiera estar en la mansión, bien cuidad y atendida, prefería no separarse de ella. Tendría que encontrar alguna excusa creíble. Mentalmente maldijo al italiano por haberla puesto en semejante aprieto. Por un lado quería ir, pero por otro se sentía culpable por desearlo. Sabía que no estaría tranquila ni un sólo minuto mientras Elaine no estuviera con ella.
— si me disculpan, tengo que... ir a por más agua caliente.— recogió la tetera y se encaminó a la puerta, porque necesitaba estar unos segundos a solas. Sabía que ese momento podía llegar cuando aceptó el trabajo en aquella casa. Y lo había pensado mil veces, pero hasta la fecha no se había producido, y ahora que estaba pasando se sentía débil y confusa. No podía contrariar a su señora, que ya estaba siendo muy generosa con ella teniendo en cuenta que pensaba que era su sobrina. Si le contaba la verdad, se iría a la calle y traicionaría la confianza de Elisabetta al haberle mentido. Pero por otro lado se encontraba entre las espada y la pared y se le partía el alma de irse sin su niña.
Elisabetta por su parte enarcó las cejas y cuando la criada desapareció miró a Efferon.— a veces creo que lleva demasiado peso sobre sus espaldas. Yo también querría a mis sobrinos si los tuviera, pero a fin de cuentas, no es su madre. No veo por qué tanta afectación. En fin. ¿Y qué es lo que haremos en Venecia?.— volvió a sonreirle al italiano, con los ojos brillando de la emoción, estaba como una cría con zapatos nuevos.
— ¿¿¿ lo dices en serio??? ¡¡a qué estamos esperando!! mi padre siempre me insiste en que viaje a Italia, que conozca las tierras de las que procede nuestra familia, y Gianluca está frito por ir!!! mañana mismo nos pondremos con los preparativos. Para fin de año quiero estar en Venecia, dicen que hay un reloj o algo así que hay que ver...
— La torre del Orologio, contiene un carrillón con una figuras de los reyes magos que sólo se ven una vez al año, pero no es Navidad es en la fiesta de la Ascensión...— no pudo evitar interrumpir, porque lo sabía todo sobre aquella ciudad flotante, había leido innumerables libros sobre ella, aunque no la había visitado jamás.— lo... lo siento señorita Elisabetta, no quería interrumpir.
— No importa Brianna,me encanta que sepas tantas cosas!! así me contarás qué debemos llevar a ese viaje. Iremos de compras mañana, hay que equiparse bien.
— Señorita Elisabetta me temo que yo... no ... no puedo acompañarla. No puedo dejar a mi madre y a mi sobrina aquí, están ambas enfermas y...
— ¡Oh! de eso nada! tú vendrás conmigo. Si quieres mandaré a buscarlas y que se queden aquí al cargo de Donatella, la ayudante de mi madre. Ella nunca viaja, tiene una vieja lesión de espalda y cuando mi madre se desplaza se lleva a Sophie. Estarán muy bien con ella hasta que regresemos. No serán más de 3 o 4 semanas.— en eso tenía razón, porque Donatella era la ama de llaves con más experiencia en la casa y de plena confianza de la marquesa, pero igualmente la oprimía la angustia de saber que si a Elaine le ocurría algo estando ella fuera jamás se lo perdonaría. Esa losa ya la aplastaba y ni siquiera había puesto un pie en el camino.— no te preocupes por tu sobrina, no le faltará de nada, le diré a Donatella que no escatime ni un céntimo en medicinas o cuidados que necesite.
Brianna se mordió el labio inferior. Trataría de razonar con Elisabetta más calmadamente cuando se marchase Efferon, porque aunque la niña pudiera estar en la mansión, bien cuidad y atendida, prefería no separarse de ella. Tendría que encontrar alguna excusa creíble. Mentalmente maldijo al italiano por haberla puesto en semejante aprieto. Por un lado quería ir, pero por otro se sentía culpable por desearlo. Sabía que no estaría tranquila ni un sólo minuto mientras Elaine no estuviera con ella.
— si me disculpan, tengo que... ir a por más agua caliente.— recogió la tetera y se encaminó a la puerta, porque necesitaba estar unos segundos a solas. Sabía que ese momento podía llegar cuando aceptó el trabajo en aquella casa. Y lo había pensado mil veces, pero hasta la fecha no se había producido, y ahora que estaba pasando se sentía débil y confusa. No podía contrariar a su señora, que ya estaba siendo muy generosa con ella teniendo en cuenta que pensaba que era su sobrina. Si le contaba la verdad, se iría a la calle y traicionaría la confianza de Elisabetta al haberle mentido. Pero por otro lado se encontraba entre las espada y la pared y se le partía el alma de irse sin su niña.
Elisabetta por su parte enarcó las cejas y cuando la criada desapareció miró a Efferon.— a veces creo que lleva demasiado peso sobre sus espaldas. Yo también querría a mis sobrinos si los tuviera, pero a fin de cuentas, no es su madre. No veo por qué tanta afectación. En fin. ¿Y qué es lo que haremos en Venecia?.— volvió a sonreirle al italiano, con los ojos brillando de la emoción, estaba como una cría con zapatos nuevos.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
Imposible mantener sus labios cerrados, él era así de espontáneo y pecaba por no pensar las cosas antes de decirlas. Siempre sorprendía y ese momento con la ocurrencia del viaje, no fue menos. A la joven se le veía ilusionada por el simple hecho de ir de viaje y que él le acompañase, seguramente iría Gianluca también y como esperó, no tardó en darle la noticia a Brianna, la cual parecía igual de ilusionada… ¿cómo podía saberlo? mirada fugaz cuando Elisabetta no miraba y fue entonces, en esos breves segundos…donde vislumbró el brillo de emoción e ilusión de aquella curiosa joven.
Sonrió complacido por las palabras de la que era doncella de los Castelgandolfo, en efecto, aquel acto solo se realizaba una vez al año ¿y desde cuándo él no lo presenciaba? Desde hacía mucho, tanto que ya no se acordaba. Tan centrado en su nueva vida, una condenada a estar pagando unas deudas ajenas pero igualmente suyas. Negó con la cabeza, quería quitarse esos pensamientos de la cabeza… no era el momento, si no el de contentar a aquella mujer y pasar un buen rato. ¿Cómo iba a ser un desconsiderado? Un Gianetti, era un caballero allá donde fuese y en esa casa sobre todo, su apellido era más que conocido… ambas familias se conocían desde hacía décadas.
-Entiendo que no quiera dejar sola a su familia, menos si están a su cargo. Eres muy amable de acogerlas bajo tu techo -alzó la taza en señal de agradecimiento, dejando escapar un suspiro cuando Brianna abandonó la sala. Le estaría odiando mentalmente y con razón, le arrastraría a un viaje para dejar allí a la pequeña…se sintió culpable e intentaba buscar una solución… si se suponía que la pequeña no podía quedarse sola e Elisabetta no la conoció nunca… se le estaba ocurriendo algo, algo que quizás no funcionase pero como bien decía él mismo “quien no arriesga no gana”.
-Comprendo. Lo que me lleva a pensar y no he mencionado, un pequeño… bueno, al igual que como la señorita… tengo a alguien a mi cargo y tendría que llevármela. La pequeña está a mi cargo hasta que su familia vuelva a por ella, es como una hermana pequeña para mí. ¿Podría? Yo la cuidaría, ni te enterarías de que viene con nosotros. Promesa Gianetti ¿cuándo te he fallado, Elisabetta? Sabes que nunca… ¿qué me dices? Te lo recompensaré…
Justamente, le preguntó qué harían allí, se le ocurrían tantas cosas que no acabaría ni en esa tarde, ni en la siguiente. Sonrió ampliamente, dejando escapar una risa… ya sentía el vaivén del paseo en góndola, el tránsito de la Piazza di San Marcos… ya se podía ver allí, solo con tan solo imaginarlo… qué necio de él pero al menos esperaba haber ayudado a la señorita en algo… si no, él mismo se responsabilizaría… era importante y sus locuras no tenían que influir a nadie.
-Entonces Elisabetta ¿cuándo nos vamos? Me encargaré del equipaje de la pequeña y mío, en cuanto nos cites… estaremos paseando entre los puentes… ver amaneceres, pasear en góndola por toda Venecia y más que mejor que lo sepas por ti misma… es una sorpresa -Brianna volvió y él carraspeó, sacando el tema de nuevo para que se percatase de lo que pretendía -Entonces la pequeña y yo contamos con el viaje ¿no es así? Tranquila, ella no me quitará el sueño …. -rió por lo bajo, levantándose del asiento…ya era demasiado por hoy -En cuanto me escribas, lo dispondré todo, signorina, hasta entonces solo tienes que imaginar…cómo será la próxima fiesta, una que durará semanas
Sonrió complacido por las palabras de la que era doncella de los Castelgandolfo, en efecto, aquel acto solo se realizaba una vez al año ¿y desde cuándo él no lo presenciaba? Desde hacía mucho, tanto que ya no se acordaba. Tan centrado en su nueva vida, una condenada a estar pagando unas deudas ajenas pero igualmente suyas. Negó con la cabeza, quería quitarse esos pensamientos de la cabeza… no era el momento, si no el de contentar a aquella mujer y pasar un buen rato. ¿Cómo iba a ser un desconsiderado? Un Gianetti, era un caballero allá donde fuese y en esa casa sobre todo, su apellido era más que conocido… ambas familias se conocían desde hacía décadas.
-Entiendo que no quiera dejar sola a su familia, menos si están a su cargo. Eres muy amable de acogerlas bajo tu techo -alzó la taza en señal de agradecimiento, dejando escapar un suspiro cuando Brianna abandonó la sala. Le estaría odiando mentalmente y con razón, le arrastraría a un viaje para dejar allí a la pequeña…se sintió culpable e intentaba buscar una solución… si se suponía que la pequeña no podía quedarse sola e Elisabetta no la conoció nunca… se le estaba ocurriendo algo, algo que quizás no funcionase pero como bien decía él mismo “quien no arriesga no gana”.
-Comprendo. Lo que me lleva a pensar y no he mencionado, un pequeño… bueno, al igual que como la señorita… tengo a alguien a mi cargo y tendría que llevármela. La pequeña está a mi cargo hasta que su familia vuelva a por ella, es como una hermana pequeña para mí. ¿Podría? Yo la cuidaría, ni te enterarías de que viene con nosotros. Promesa Gianetti ¿cuándo te he fallado, Elisabetta? Sabes que nunca… ¿qué me dices? Te lo recompensaré…
Justamente, le preguntó qué harían allí, se le ocurrían tantas cosas que no acabaría ni en esa tarde, ni en la siguiente. Sonrió ampliamente, dejando escapar una risa… ya sentía el vaivén del paseo en góndola, el tránsito de la Piazza di San Marcos… ya se podía ver allí, solo con tan solo imaginarlo… qué necio de él pero al menos esperaba haber ayudado a la señorita en algo… si no, él mismo se responsabilizaría… era importante y sus locuras no tenían que influir a nadie.
-Entonces Elisabetta ¿cuándo nos vamos? Me encargaré del equipaje de la pequeña y mío, en cuanto nos cites… estaremos paseando entre los puentes… ver amaneceres, pasear en góndola por toda Venecia y más que mejor que lo sepas por ti misma… es una sorpresa -Brianna volvió y él carraspeó, sacando el tema de nuevo para que se percatase de lo que pretendía -Entonces la pequeña y yo contamos con el viaje ¿no es así? Tranquila, ella no me quitará el sueño …. -rió por lo bajo, levantándose del asiento…ya era demasiado por hoy -En cuanto me escribas, lo dispondré todo, signorina, hasta entonces solo tienes que imaginar…cómo será la próxima fiesta, una que durará semanas
Éferon Gianetti- Prostituto Clase Alta
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Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
Elisabetta frunció el ceño. Ya conocía a Gianetti desde hacía mucho años y sabía que de pequeña cuando el italiano la convencía de algo, normalmente es que la estaba embaucando, pero se lo tenía que perdonar porque era así de encantador.
— No me tomes por tonta Efferon. No tienes a nadie a tu cargo. Lo que quieres es que Brianna se traiga a su sobrina porque si la deja aquí va a estar angustiada. Me parece un bonito gesto por tu parte pero...¿ por qué tanto interés en que mi criada esté a gusto? ¿no deberías preocuparte más porque su señora lo esté? Aprecio a Brianna, es como una especie de hermana mayor pero es sólo una criada, si mañana decidiera irse a otra casa, la reemplazaría y el mundo seguiría girando.— bebió un sorbo de té y clavó sus felinos ojos en el italiano, con un gesto a mitad camino entre la decepción y los celos.— No me digas que te has encaprichado de ella...deja en paz a mi servicio, no quiero líos, ¿me oyes? Sólo iré a Venecia si me prometes que me llevarás a todas partes. Si me vas a apartar como un mueble, no iré.
Brianna había escuchado la conversación tras la puerta y sólo podía suspirar y pensar que aunque aquello la pusiera en una situación algo delicada, llevarse a Elaine a Venecia sería toda una aventura para la pequeña, y podría pasear algun dia por los canales y ver mundo. Sabía que la niña respondería bien, porque era muy buena y muy inteligente y sabía que debía obedecer a su madre. Entró de nuevo en la sala y se quedó en un discreto segundo plano.
—Brianna, he cambiado de parecer, puedes traerte a tu sobrina, así puedes cuidar de ella en tu tiempo libre, que espero que sea mucho, ya que el señor Gianetti se ha comprometido a llevarme a un montón de fiestas y bailes.— Brianna se levantó y le hizo una reverencia a Elisabetta.
— Muchas gracias señorita. No sabe cuánto se lo agradezco. Le prometo que se portará muy bien y no la molestaremos. Además dicen que hace mejor clima en Venecia que aquí, quizás mejore un poco su estado.— regresó al segundo plano a sentarse y miró a Efferon esbozandole una escueta sonrisa que significaba "gracias".
Cuando el italiano se marchó y se quedaron las mujeres solas, Elisabetta empezó a marearla con el tema del equipaje, si por ella fuera se llevaría cien baules llenos de ropa, pero la voz de la cordura de Brianna fue la que se salió con la suya, apuntando en una lista los vestidos y joyas que iba a necesitar. No veía la hora de llegar a casa y contarle a Elaine que se iban a Venecia. Su equipaje sería mucho más modesto. Dos o tres vestidos y listo. Y así fue. La niña no se lo podía creer, estaba emocionada. Brianna compró a su madre un pasaje para irse a casa de su hermana Agnes, que pasase allí un mes o mes y medio mientras ellas estaban en Venecia. Sería bueno para todas. Para su madre cambiar de aires, y para Elaine salir de París. El día señalado llegaría pronto y se presentarían en la entrada de la mansión Castelgandolfo para subirse al coche de caballos y emprender la marcha, que duraría 4 días cruzando varios paises.
— No me tomes por tonta Efferon. No tienes a nadie a tu cargo. Lo que quieres es que Brianna se traiga a su sobrina porque si la deja aquí va a estar angustiada. Me parece un bonito gesto por tu parte pero...¿ por qué tanto interés en que mi criada esté a gusto? ¿no deberías preocuparte más porque su señora lo esté? Aprecio a Brianna, es como una especie de hermana mayor pero es sólo una criada, si mañana decidiera irse a otra casa, la reemplazaría y el mundo seguiría girando.— bebió un sorbo de té y clavó sus felinos ojos en el italiano, con un gesto a mitad camino entre la decepción y los celos.— No me digas que te has encaprichado de ella...deja en paz a mi servicio, no quiero líos, ¿me oyes? Sólo iré a Venecia si me prometes que me llevarás a todas partes. Si me vas a apartar como un mueble, no iré.
Brianna había escuchado la conversación tras la puerta y sólo podía suspirar y pensar que aunque aquello la pusiera en una situación algo delicada, llevarse a Elaine a Venecia sería toda una aventura para la pequeña, y podría pasear algun dia por los canales y ver mundo. Sabía que la niña respondería bien, porque era muy buena y muy inteligente y sabía que debía obedecer a su madre. Entró de nuevo en la sala y se quedó en un discreto segundo plano.
—Brianna, he cambiado de parecer, puedes traerte a tu sobrina, así puedes cuidar de ella en tu tiempo libre, que espero que sea mucho, ya que el señor Gianetti se ha comprometido a llevarme a un montón de fiestas y bailes.— Brianna se levantó y le hizo una reverencia a Elisabetta.
— Muchas gracias señorita. No sabe cuánto se lo agradezco. Le prometo que se portará muy bien y no la molestaremos. Además dicen que hace mejor clima en Venecia que aquí, quizás mejore un poco su estado.— regresó al segundo plano a sentarse y miró a Efferon esbozandole una escueta sonrisa que significaba "gracias".
Cuando el italiano se marchó y se quedaron las mujeres solas, Elisabetta empezó a marearla con el tema del equipaje, si por ella fuera se llevaría cien baules llenos de ropa, pero la voz de la cordura de Brianna fue la que se salió con la suya, apuntando en una lista los vestidos y joyas que iba a necesitar. No veía la hora de llegar a casa y contarle a Elaine que se iban a Venecia. Su equipaje sería mucho más modesto. Dos o tres vestidos y listo. Y así fue. La niña no se lo podía creer, estaba emocionada. Brianna compró a su madre un pasaje para irse a casa de su hermana Agnes, que pasase allí un mes o mes y medio mientras ellas estaban en Venecia. Sería bueno para todas. Para su madre cambiar de aires, y para Elaine salir de París. El día señalado llegaría pronto y se presentarían en la entrada de la mansión Castelgandolfo para subirse al coche de caballos y emprender la marcha, que duraría 4 días cruzando varios paises.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
El condenado no sabía mentir en ciertos aspectos , fue pillado de infraganti. Quiso arreglarlo todo con una mentira que no se creía ni él mismo ¿cómo pensaba que Elisabetta fuese tan estúpida? Agachó la cabeza junto con una sonrisa, una que sin duda arrancaría más de un suspiro. Mostraba sus perfectos dientes blancos como el nácar, seguido de una risa que hizo eco en la estancia… música para los oídos femeninos, capaz de poder librarse de cualquier castigo.
-Colpevole (culpable), perdona, Elisabetta pero no quisiera que se quedara aquí haciéndote tanta falta en Venecia. Sé que es buena en su trabajo y la verdad es que me sentiría culpable de que primordialmente, estuvieses incómoda por no tenerla cerca. No me lo tomes en cuenta -ahora sí llegaba el momento de actuación, su semblante se volvió serio…mirando fijamente a su amiga de la infancia ¿él encaprichado? Sacudió la cabeza, inclinándose hacia la joven y tomó ambas manos entre las suyas, dedicándole un más que suave masaje con los pulgares en sus palmas…entrelazando sus dedos, sin desviar la mirada de la suya.
-Oh vamos, solo me sentía culpable. Nada más ¿cómo iba a encapricharme de nadie bajo tu mismo techo? Cada día estás más hermosa, radiante ¡deseando estoy de emprender ese viaje contigo! Como buenos amigos que somos… y por supuesto , mis ojos estarán solo puestos en tu persona, te enseñaré lo que desees…te complaceré en todo -un guiño fugaz, un susurro final que podía desde luego… convencer a quien quisiese, un total embaucador.
La pudo por fin convencer y le costó pues le había pillado en la mentira. Para no causar más problemas, se despidió de forma cordial no sin antes asegurarse de que día emprenderían el viaje. Cuatro días, en un carruaje… con cierta mujer que solo quería …eso, dejar de serlo entre sus brazos. Al menos podría viajar a su tierra natal, valdría la pena, sin duda. Rezó mentalmente para que a Brianna no la marease y la señalase como culpable de haber querido mentir por ella… lo dudaba, con el viaje estaría más que emocionada para preocuparse de otras cosas.
- Bueno, Rufus, nos vamos de viaje… también vienes, no te ibas a quedar aquí solo… jamás me lo perdonarías -acarició la cabeza del can, un dálmata adulto macho que lo adoraba y era mutuo. Su equipaje no eran más que trajes y neceser para el aseo, no abultaba demasiado… ya que dudaba tener hueco con las maletas de Elisabetta.
El día acordado, se encontraba en la entrada de la casa, portaba sus trajes en una funda y una pequeña maleta de mano. El perro a su lado sentado, lo observaba todo como su dueño, esperaba que a Elisabetta no le importase que se llevase a su fiel amigo, seguramente a la pequeña le animaría tenerlo como compañero de viaje y de paso… sería una buena estufa andante.
-Buongiorno. Signorina, deja que le ayude con el equipaje y…¿quién esta hermosa ragazza? – Éferon se acercó con cautela a la pequeña, Rufus detrás -Soy Éferon y este es… Rufus, saluda -el perro alzó la pata delantera derecha seguido de un ladrido , esperaba que ese viaje…fuese todo lo bien que había sido hasta la llegada a la casa esa mañana.
-Colpevole (culpable), perdona, Elisabetta pero no quisiera que se quedara aquí haciéndote tanta falta en Venecia. Sé que es buena en su trabajo y la verdad es que me sentiría culpable de que primordialmente, estuvieses incómoda por no tenerla cerca. No me lo tomes en cuenta -ahora sí llegaba el momento de actuación, su semblante se volvió serio…mirando fijamente a su amiga de la infancia ¿él encaprichado? Sacudió la cabeza, inclinándose hacia la joven y tomó ambas manos entre las suyas, dedicándole un más que suave masaje con los pulgares en sus palmas…entrelazando sus dedos, sin desviar la mirada de la suya.
-Oh vamos, solo me sentía culpable. Nada más ¿cómo iba a encapricharme de nadie bajo tu mismo techo? Cada día estás más hermosa, radiante ¡deseando estoy de emprender ese viaje contigo! Como buenos amigos que somos… y por supuesto , mis ojos estarán solo puestos en tu persona, te enseñaré lo que desees…te complaceré en todo -un guiño fugaz, un susurro final que podía desde luego… convencer a quien quisiese, un total embaucador.
La pudo por fin convencer y le costó pues le había pillado en la mentira. Para no causar más problemas, se despidió de forma cordial no sin antes asegurarse de que día emprenderían el viaje. Cuatro días, en un carruaje… con cierta mujer que solo quería …eso, dejar de serlo entre sus brazos. Al menos podría viajar a su tierra natal, valdría la pena, sin duda. Rezó mentalmente para que a Brianna no la marease y la señalase como culpable de haber querido mentir por ella… lo dudaba, con el viaje estaría más que emocionada para preocuparse de otras cosas.
- Bueno, Rufus, nos vamos de viaje… también vienes, no te ibas a quedar aquí solo… jamás me lo perdonarías -acarició la cabeza del can, un dálmata adulto macho que lo adoraba y era mutuo. Su equipaje no eran más que trajes y neceser para el aseo, no abultaba demasiado… ya que dudaba tener hueco con las maletas de Elisabetta.
El día acordado, se encontraba en la entrada de la casa, portaba sus trajes en una funda y una pequeña maleta de mano. El perro a su lado sentado, lo observaba todo como su dueño, esperaba que a Elisabetta no le importase que se llevase a su fiel amigo, seguramente a la pequeña le animaría tenerlo como compañero de viaje y de paso… sería una buena estufa andante.
-Buongiorno. Signorina, deja que le ayude con el equipaje y…¿quién esta hermosa ragazza? – Éferon se acercó con cautela a la pequeña, Rufus detrás -Soy Éferon y este es… Rufus, saluda -el perro alzó la pata delantera derecha seguido de un ladrido , esperaba que ese viaje…fuese todo lo bien que había sido hasta la llegada a la casa esa mañana.
Éferon Gianetti- Prostituto Clase Alta
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Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
Brianna y Elaine esperaban pacientemente al lado del carruaje, a que Elisabetta apareciese por la puerta. Todos sus bultos estaban ya cargados, y la niña apenas había dormido de la emoción. Llevaba un vestido color marrón con un lazo rosa pálido, su cabello recogido en una trenza y leotardos del mismo color que el lazo. Brianna, como siempre, lleva su uniforme de trabajo pero sin delantal, un vestido gris abotonado y el pelo recogido en un moño. Había dos coches esperando, uno en teoría para Gianluca, Elisabetta y Éfferon, y el otro para Renaud el criado de Gianluca, Brianna y Elaine. Miss Harrington acudiría a Venecia junto al hijo mayor de los Castelgandolfo, que debía ir a Roma a solucionar unos asuntos, y la inglesa estaba de permiso por un asunto familiar, así que podrían disponer de unos días sin la atenta mirada del sabueso.
La niña le sonrió a Éfferon, haciendo que sus ojitos de un color verde profundo se iluminasen.
— Soy Elaine, mi tía me dijo que usted es el señor Gianetti.— Le hizo una reverencia y luego miró al dálmata y a Brianna pidiendole permiso con la mirada para tocarlo, y ésta le asintió. La niña se acercó al perro y le acarició la cabeza, le encantaban los animales, pero ellas no podía tener ninguno, no se lo podían permitir.— Hola Rufus!! que guapo eres!! si me aburro en el viaje, contaré todoas tus manchas, seguro que tienes muchas. Mira... una... dos... tres...— le hizo cosquillas al animal cerca de la axila y éste le dio un lametón.
Brianna estaba muy feliz de poder hacer ese viaje con Elaine, de podersela llevar al trabajo, estar con ella y que se divirtiera un poco.
—Gracias de nuevo, señor Gianetti, le estoy muy agradecida por darnos esta oportunidad, sobre todo a Elaine. No lo olvidaré nunca.— no hacía falta decir, que si podía ayudarlo en algo que estuviese en su mano, lo haría.
Gianluca y Elisabetta salieron al patio, parloteando y riendose, como siempre, ambos hermanos tenían ganas de ir a Venecia, cada cual por sus motivos particulares. Gianluca porque quería divertirse, sabía que en breve su familia le escogería algun matrimonio conveniente y quería hacer acopio de toda la diversión que pudiera antes de encerrarse en la cárcel del matrimonio. Elisabetta porque quería cazar al italiano, y seguirlo a su terreno era una buena oportunidad. Se dividieron en los coches, por un lado los señores y por el otro el servicio. A Brianna no le importaba no estar con su señora, si necesitaba algo, ya pararían y la llamarían. Mientras tanto podría jugar con Elaine, leerle un libro o comentar el paisaje. Renaud era un hombre de unos treinta años, bastante feo, con la nariz grande y bulbosa. Enviudó muy joven y no tenía familia, siempre había trabajado en la casa de los Castelgandolfo, así que su lealtad estaba asegurada. En secreto estaba encaprichado de Brianna, pero la muchacha nunca daba pie a entablar ninguna conversación personal, y ese viaje le daría la oportunidad de conocerla de otro modo.
— Me alegro que hayan podido venir, será una aventura interesante.— comentó Renaud.
— Desde luego, nos encantará ver esa ciudad. Elaine ha estudiado a fondo todo lo que quiere visitar ¿verdad?
— Si!! hay una torre muy alta que la llaman Campanile, y que está en la plaza de San Marcos, y su catedral, tiene los techos de oro.— la niña siguió contándole a Renaud todo lo que quería ver, y que había grabado en su memoria leyendolo en los libros de la vieja biblioteca pública. La charla se hizo amena durante la primera jornada de viaje. El resto de días, fueron intercambiandose en los carruajes hasta llegar a Venecia. Elisabetta no había cejado en ejercer presión sobre Éfferon, preguntándole cuándo sería el primer acontecimiento social, dónde iban a ir, qué iban a visitar...porque quería monopolizarlo para ella todo el tiempo que pudiera. Su hermano le soltó una o dos frescas, diciendole que Efferon no era su criado y que no fuera avasalladora, que habría tiempo para todo.
La niña le sonrió a Éfferon, haciendo que sus ojitos de un color verde profundo se iluminasen.
— Soy Elaine, mi tía me dijo que usted es el señor Gianetti.— Le hizo una reverencia y luego miró al dálmata y a Brianna pidiendole permiso con la mirada para tocarlo, y ésta le asintió. La niña se acercó al perro y le acarició la cabeza, le encantaban los animales, pero ellas no podía tener ninguno, no se lo podían permitir.— Hola Rufus!! que guapo eres!! si me aburro en el viaje, contaré todoas tus manchas, seguro que tienes muchas. Mira... una... dos... tres...— le hizo cosquillas al animal cerca de la axila y éste le dio un lametón.
Brianna estaba muy feliz de poder hacer ese viaje con Elaine, de podersela llevar al trabajo, estar con ella y que se divirtiera un poco.
—Gracias de nuevo, señor Gianetti, le estoy muy agradecida por darnos esta oportunidad, sobre todo a Elaine. No lo olvidaré nunca.— no hacía falta decir, que si podía ayudarlo en algo que estuviese en su mano, lo haría.
Gianluca y Elisabetta salieron al patio, parloteando y riendose, como siempre, ambos hermanos tenían ganas de ir a Venecia, cada cual por sus motivos particulares. Gianluca porque quería divertirse, sabía que en breve su familia le escogería algun matrimonio conveniente y quería hacer acopio de toda la diversión que pudiera antes de encerrarse en la cárcel del matrimonio. Elisabetta porque quería cazar al italiano, y seguirlo a su terreno era una buena oportunidad. Se dividieron en los coches, por un lado los señores y por el otro el servicio. A Brianna no le importaba no estar con su señora, si necesitaba algo, ya pararían y la llamarían. Mientras tanto podría jugar con Elaine, leerle un libro o comentar el paisaje. Renaud era un hombre de unos treinta años, bastante feo, con la nariz grande y bulbosa. Enviudó muy joven y no tenía familia, siempre había trabajado en la casa de los Castelgandolfo, así que su lealtad estaba asegurada. En secreto estaba encaprichado de Brianna, pero la muchacha nunca daba pie a entablar ninguna conversación personal, y ese viaje le daría la oportunidad de conocerla de otro modo.
— Me alegro que hayan podido venir, será una aventura interesante.— comentó Renaud.
— Desde luego, nos encantará ver esa ciudad. Elaine ha estudiado a fondo todo lo que quiere visitar ¿verdad?
— Si!! hay una torre muy alta que la llaman Campanile, y que está en la plaza de San Marcos, y su catedral, tiene los techos de oro.— la niña siguió contándole a Renaud todo lo que quería ver, y que había grabado en su memoria leyendolo en los libros de la vieja biblioteca pública. La charla se hizo amena durante la primera jornada de viaje. El resto de días, fueron intercambiandose en los carruajes hasta llegar a Venecia. Elisabetta no había cejado en ejercer presión sobre Éfferon, preguntándole cuándo sería el primer acontecimiento social, dónde iban a ir, qué iban a visitar...porque quería monopolizarlo para ella todo el tiempo que pudiera. Su hermano le soltó una o dos frescas, diciendole que Efferon no era su criado y que no fuera avasalladora, que habría tiempo para todo.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
Como había oído en alguna ocasión…”los animales se parecen a sus dueños” y en este caso así era. El can, lucía hermoso por su porte y elegancia, saber estar al lado de su dueño. Al igual que el señor Gianetti, el can encandiló a toda persona a su paso, sobre todo a la pequeña la cual la seguía a todas partes, como si siempre hubiesen estado juntos. Y a Éferon, le reconcomió la culpa, la mentira de tener a alguien a su cargo no valió pero sí para Elisabetta que lo vio como un acto de “amabilidad” y con suerte, salió airoso de sus celos enfermizos.
El italiano, carraspeó negando con la cabeza, se sentía muy culpable al darle las gracias… cuando no hizo prácticamente nada. Al menos, esperaba que aquel viaje con tanto invitado, lujo exagerado y vicio, resultase agradable. Apenas iban a emprender el viaje cuando Éferon, mostró una de sus sonrisas sinceras junto con un leve gesto de cabeza… hacia la criada, perdiendo cuidado de que fuese visto por la joven de clase alta.
-El placer es mío y…vaya, parece que va a tener que ser la pequeña que me enseñe los rincones de mi amada ciudad -rió, una risa que se unió a los invitados , a los hermanos los cuales saludó con familiaridad, como no…a Elisabetta, besando el dorso de su mano y sonreírle de esa manera provocadora… ya la tendría contenta para todo el viaje. Observador, se fijó en los carruajes y viajeros/acompañantes. Estaba claro que el servicio tendría otro aparte, el que viajaría en último lugar.
Y con toda la naturalidad del mundo, Éferon se hizo el dormido durante todo el transcurso del viaje, despertándose a ratos, conversando lo mínimo y no perder esa cortesía y caballerosidad de la que le precedía. Días largos de viaje pero valdría la pena, solo con volver a pisar su tierra natal…perderse cuando todos durmiesen, ya se encargaría de entretener a Elisabetta con cualquier cosa aunque lo dudaba, se estaba encaprichando demasiado y no solo él se percató de ello, su propio hermano también.
*---
Apenas acababan de llegar, tras un largo viaje en carruaje y parte en barco. Intentó aguantar la risa, la compostura pues el hecho de que Elisabetta se pasase todo el trayecto de barco en el borde vomitando y dando arcadas no tenía precio. Como buen caballero se guardó aquel incidente gracioso para sí mismo. Se distraía jugando con su perro y la pequeña que parecía más que encantada con ambos.
-Ahora Elaine, en cuanto lleguemos a Venecia, daremos un paseo con Rufus para estirar las piernas ¿qué me dices? Puede venir tu tía, por supuesto, seguramente Elisabetta y los demás estarán tan cansados del viaje que prefieren descansar ¿cierto? -la joven con el mareo, con las nauseas que no desaparecían y demás… accedió totalmente comprensible. El criado y demás, ya se encargaría del equipaje… al italiano echó una mirada de reojo de no muy buenas maneras, se llevaba a la pequeña y acaparaba la atención de todos los allí presentes -¿Vamos Elaine? -sonrió, el can movía la cola esperando a la niña y sí, sus orbes verdes buscaron los de Brianna, la señorita no la necesitaría, al menos en ese breve paseo…-¿Vamos a ver la torre que decías? Estarás deseando conocerla…y muchas más cosas ocultas en Venecia
El italiano, carraspeó negando con la cabeza, se sentía muy culpable al darle las gracias… cuando no hizo prácticamente nada. Al menos, esperaba que aquel viaje con tanto invitado, lujo exagerado y vicio, resultase agradable. Apenas iban a emprender el viaje cuando Éferon, mostró una de sus sonrisas sinceras junto con un leve gesto de cabeza… hacia la criada, perdiendo cuidado de que fuese visto por la joven de clase alta.
-El placer es mío y…vaya, parece que va a tener que ser la pequeña que me enseñe los rincones de mi amada ciudad -rió, una risa que se unió a los invitados , a los hermanos los cuales saludó con familiaridad, como no…a Elisabetta, besando el dorso de su mano y sonreírle de esa manera provocadora… ya la tendría contenta para todo el viaje. Observador, se fijó en los carruajes y viajeros/acompañantes. Estaba claro que el servicio tendría otro aparte, el que viajaría en último lugar.
Y con toda la naturalidad del mundo, Éferon se hizo el dormido durante todo el transcurso del viaje, despertándose a ratos, conversando lo mínimo y no perder esa cortesía y caballerosidad de la que le precedía. Días largos de viaje pero valdría la pena, solo con volver a pisar su tierra natal…perderse cuando todos durmiesen, ya se encargaría de entretener a Elisabetta con cualquier cosa aunque lo dudaba, se estaba encaprichando demasiado y no solo él se percató de ello, su propio hermano también.
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Apenas acababan de llegar, tras un largo viaje en carruaje y parte en barco. Intentó aguantar la risa, la compostura pues el hecho de que Elisabetta se pasase todo el trayecto de barco en el borde vomitando y dando arcadas no tenía precio. Como buen caballero se guardó aquel incidente gracioso para sí mismo. Se distraía jugando con su perro y la pequeña que parecía más que encantada con ambos.
-Ahora Elaine, en cuanto lleguemos a Venecia, daremos un paseo con Rufus para estirar las piernas ¿qué me dices? Puede venir tu tía, por supuesto, seguramente Elisabetta y los demás estarán tan cansados del viaje que prefieren descansar ¿cierto? -la joven con el mareo, con las nauseas que no desaparecían y demás… accedió totalmente comprensible. El criado y demás, ya se encargaría del equipaje… al italiano echó una mirada de reojo de no muy buenas maneras, se llevaba a la pequeña y acaparaba la atención de todos los allí presentes -¿Vamos Elaine? -sonrió, el can movía la cola esperando a la niña y sí, sus orbes verdes buscaron los de Brianna, la señorita no la necesitaría, al menos en ese breve paseo…-¿Vamos a ver la torre que decías? Estarás deseando conocerla…y muchas más cosas ocultas en Venecia
Éferon Gianetti- Prostituto Clase Alta
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Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
Elisabetta era mujer de armas tomar, y si bien se había pasado medio trayecto vomitando y mareada, no le pasó desapercibido que esa niña de ojos verdes estaba monopolizando la atención que ella deseaba. Claro está que no iba a tenerla de todas fromas, porque lo que necesitaba era acostarse y que la luna diese paso al amanecer de un nuevo día. Pero igualmente, y con todo el egoísmo del mundo llamó al orden allí.
— Brianna, te voy a necesitar conmigo, si quieres dejar a tu sobrina con Efferon, me parece bien, pero ahora te necesito aquí.— Esa orden no admitió réplica y la muchacha asintió, agachándose a abotonar el abirgo de Elaine. La miró sonriendo, ocultando la contrariedad que eso le producía, porque ella tembién quería ver la ciudad y ahora le había quedado más que claro, que Elisabetta no la dejaría hacerlo a menos que Efferon la llevase del brazo a ella. Era normal, era italiana, con carácter y fogosa. Sólo protegía lo que creía que era suyo, de la amenaza inexistente que era Brianna.
—Si no es molestia para usted Señor Gianetti, se lo agradezco mucho. Elaine, portate bien, y no te desabroches los botones. Si tienes frío díselo al señor Gianetti y que te traiga de vuelta, no queremos que tus pulmones sufran, ¿de acuerdo? lo que te quede por ver, tendremos tiempo para visitarlo, te lo prometo.— Besó la mejilla de la niña y clavó la mirada en el suelo, dirigiendose después tras su señora.
Elaine asintió y se cogió de la mano de Efferon, con los ojos brillantes de expectación. Cuando los nobles se marcharon en góndola en busca del palazzo Mastelli, que había pertenecido a una familia de comerciantes griegos con los que su padre había hecho negocios, Elaine y Efferon emprendieron el paseo. La niña observaba los edificios y los canales, grabando toda esa información en su cabeza, disfrutando de ver esas calles tranquilas, sin el bullicio pestilente de París.
— ¿naciste aquí? es como haber nacido en un barco pero es una ciudad.— La pequeña dejó el trato cortés en el mismo instante en el que desaparecieron de su vista los adultos y sus apariencias sociales absurdas y mantuvo al principio una charla ligera con el italiano pero ya se sabe que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.— Elisabetta no ha dejado que venga mi tía, porque está celosa. Soy pequeña pero me doy cuenta de las cosas.— Miró con sus grandes y expresivos ojos a Efferon.— Es guapa, y tiene mucho dinero pero no te gusta, porque la estás evitando continuamente. Pero no te preocupes, no diré nada, no quiero que tengas problemas por mi culpa.— Le sonrió cómplice, todavía agarrada a su mano. Era una cría muy inteligente, serena, con gran sensibilidad y observadora.
— Brianna, te voy a necesitar conmigo, si quieres dejar a tu sobrina con Efferon, me parece bien, pero ahora te necesito aquí.— Esa orden no admitió réplica y la muchacha asintió, agachándose a abotonar el abirgo de Elaine. La miró sonriendo, ocultando la contrariedad que eso le producía, porque ella tembién quería ver la ciudad y ahora le había quedado más que claro, que Elisabetta no la dejaría hacerlo a menos que Efferon la llevase del brazo a ella. Era normal, era italiana, con carácter y fogosa. Sólo protegía lo que creía que era suyo, de la amenaza inexistente que era Brianna.
—Si no es molestia para usted Señor Gianetti, se lo agradezco mucho. Elaine, portate bien, y no te desabroches los botones. Si tienes frío díselo al señor Gianetti y que te traiga de vuelta, no queremos que tus pulmones sufran, ¿de acuerdo? lo que te quede por ver, tendremos tiempo para visitarlo, te lo prometo.— Besó la mejilla de la niña y clavó la mirada en el suelo, dirigiendose después tras su señora.
Elaine asintió y se cogió de la mano de Efferon, con los ojos brillantes de expectación. Cuando los nobles se marcharon en góndola en busca del palazzo Mastelli, que había pertenecido a una familia de comerciantes griegos con los que su padre había hecho negocios, Elaine y Efferon emprendieron el paseo. La niña observaba los edificios y los canales, grabando toda esa información en su cabeza, disfrutando de ver esas calles tranquilas, sin el bullicio pestilente de París.
— ¿naciste aquí? es como haber nacido en un barco pero es una ciudad.— La pequeña dejó el trato cortés en el mismo instante en el que desaparecieron de su vista los adultos y sus apariencias sociales absurdas y mantuvo al principio una charla ligera con el italiano pero ya se sabe que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.— Elisabetta no ha dejado que venga mi tía, porque está celosa. Soy pequeña pero me doy cuenta de las cosas.— Miró con sus grandes y expresivos ojos a Efferon.— Es guapa, y tiene mucho dinero pero no te gusta, porque la estás evitando continuamente. Pero no te preocupes, no diré nada, no quiero que tengas problemas por mi culpa.— Le sonrió cómplice, todavía agarrada a su mano. Era una cría muy inteligente, serena, con gran sensibilidad y observadora.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
Liberara a Brianna de Elisabetta iba a ser un imposible. Rufus y su dueño, esperaban pacientes a que la señorita, dispusiese sus deseos …a este paso, no dejaría ni que a la niña le diese el aire. Miró de reojo a la criada, dedicando una leve reverencia como disculpa, lo había intentado una vez más e insistir le llevaría a un enfado soberano por su señorita. No dijo mucho más, solo susurró un “andiamo, ragazza” a Elaine y sonrió a las jóvenes, por igual… así no tendría motivos de enfado.
-No se preocupe, está en buenas manos. Siempre puede traerla Rufus a cuestas, le sorprendería la de veces que ha tenido que tirar de mí… cuando me he liado demás con alguna copa -bromeó el italiano, cediendo el mando a la pequeña de la cuerda de collar del perro.
Hacía un buen día, alguna nube sin amenazar lluvia. A esas horas, ya había buen tránsito de personas caminando, las calles venecianas poco a poco se llenaban de esa luz única que tanto había anhelado. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿meses? Incluso llegaba al año. Sonrió ampliamente sin poder evitarlo, llenándose los pulmones de aquel aire diferente, más húmedo y penetrante. Adoraba Venecia, su Venecia.
-Así es, nací aquí. Un barco inmenso en donde no te cansarías nunca de viajar. Es extraño ¿no crees? Saber que estás durmiendo, en un constante vaivén como el mecer de las olas pero que no lo notas al mismo tiempo. Dormiremos en un sitio que alcanza unas vistas increíbles desde lo más alto y… verás Venecia, al menos el canal…como se extiende hasta perderse en un punto -rió por lo bajo, cuando se trataba de referirse a su ciudad no tenía límite.
Con una sonrisa, caminaba junto a la pequeña a la que todo parecía llamar la atención. Esa misma noche, asistirían al baile de máscaras… a uno auténtico. Como los de Venecia, no se asemejaba ninguno aunque un mismo italiano lo organizase. A medida que se iban adentrando en las estrechas calles y pasaron uno de los incontables puentes que comunicaban calles. Éferon se detuvo frente a un escaparate, en donde solo se encontraban máscaras, de todas clases y colores. Iba a necesitar no solo una, también un disfraz… todos los de seda los había vendido por mucho menos de lo que costó en su día.
-Vaya y eso que he intentado pasar desapercibido. Me has pillado -miró de reojo a la pequeña con complicidad y le guiñó un ojo. Se agachó de cuclillas frente sus acompañantes, la pequeña Elaine seguramente no asistiría a la fiesta pero estaba seguro de que las hermosas máscaras le gustarían y no solo eso, querría tener alguna de recuerdo. Nadie podía regañarle por eso. -Puedes elegir dos, una para ti y otra… para tu tía pero, es un secreto para los dos ¿vale? Vamos enmascarados a la fiesta. Le haremos uno a Rufus improvisado. Con un trozo de tela negra, parecerá que sus ojos son una mancha aún mayor. ¿Quieres ir con el al baile? él está encantado -el can lamió la mano de la pequeña y al italiano se le formó una sonrisa, no tenía mucho dinero pero sí el suficiente… para al menos ir a la fiesta decentemente.
-No se preocupe, está en buenas manos. Siempre puede traerla Rufus a cuestas, le sorprendería la de veces que ha tenido que tirar de mí… cuando me he liado demás con alguna copa -bromeó el italiano, cediendo el mando a la pequeña de la cuerda de collar del perro.
Hacía un buen día, alguna nube sin amenazar lluvia. A esas horas, ya había buen tránsito de personas caminando, las calles venecianas poco a poco se llenaban de esa luz única que tanto había anhelado. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿meses? Incluso llegaba al año. Sonrió ampliamente sin poder evitarlo, llenándose los pulmones de aquel aire diferente, más húmedo y penetrante. Adoraba Venecia, su Venecia.
-Así es, nací aquí. Un barco inmenso en donde no te cansarías nunca de viajar. Es extraño ¿no crees? Saber que estás durmiendo, en un constante vaivén como el mecer de las olas pero que no lo notas al mismo tiempo. Dormiremos en un sitio que alcanza unas vistas increíbles desde lo más alto y… verás Venecia, al menos el canal…como se extiende hasta perderse en un punto -rió por lo bajo, cuando se trataba de referirse a su ciudad no tenía límite.
Con una sonrisa, caminaba junto a la pequeña a la que todo parecía llamar la atención. Esa misma noche, asistirían al baile de máscaras… a uno auténtico. Como los de Venecia, no se asemejaba ninguno aunque un mismo italiano lo organizase. A medida que se iban adentrando en las estrechas calles y pasaron uno de los incontables puentes que comunicaban calles. Éferon se detuvo frente a un escaparate, en donde solo se encontraban máscaras, de todas clases y colores. Iba a necesitar no solo una, también un disfraz… todos los de seda los había vendido por mucho menos de lo que costó en su día.
-Vaya y eso que he intentado pasar desapercibido. Me has pillado -miró de reojo a la pequeña con complicidad y le guiñó un ojo. Se agachó de cuclillas frente sus acompañantes, la pequeña Elaine seguramente no asistiría a la fiesta pero estaba seguro de que las hermosas máscaras le gustarían y no solo eso, querría tener alguna de recuerdo. Nadie podía regañarle por eso. -Puedes elegir dos, una para ti y otra… para tu tía pero, es un secreto para los dos ¿vale? Vamos enmascarados a la fiesta. Le haremos uno a Rufus improvisado. Con un trozo de tela negra, parecerá que sus ojos son una mancha aún mayor. ¿Quieres ir con el al baile? él está encantado -el can lamió la mano de la pequeña y al italiano se le formó una sonrisa, no tenía mucho dinero pero sí el suficiente… para al menos ir a la fiesta decentemente.
Éferon Gianetti- Prostituto Clase Alta
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Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
La niña abrió los ojillos con expresión de asombro.
—¿De verdad habrá un baile de máscaras? me encantaría verlo... pero es... raro. De normal las personas ya llevan sus máscaras y necesitan ponerse una para ser quien son verdaderamente.— Cuánta razón tenía la pequeña, y ella misma era consciente de que llevaba una y que mantenían una farsa elaborada para poder sobrevivir. Sonrió a Eferon.— Creo que a Rufus no le va a gustar llevar el antifaz, pero te ayudaré a hacerlo.— Le señaló una al italiano, un bonito antifaz negro que simulaba a un gato.— Creo que ese te estaría muy bien.— Y en cuanto a los suyos, le gustó uno de colores que imitaba las alas de una mariposa, y otro para Brianna que estaba hecho de filigranas plateadas y burdeos, nada estridente, como ella.
Pasearon un rato más y le enseñó a la niña algunos lugares con historia; Elaine absorbía todo cuanto le contaba para luego escribirlo en su cuaderno, le encantaba inventarse cuentos e historias y aquella ciudad le iba a dar para mucho.
Brianna atendio a Elisabetta, colocó todo su equipaje, eligió la ropa para la noche y la ayudó a tomar un baño. Sólo cuando llegó la hora de la merienda es cuando pudo descansar un rato. Se asomó al canal y se apoyó en un poste. Aquella ciudad tenía una extraña y cautivadora belleza, jamás había visto nada igual. Las luces empezaban a decaer y cuando los vio llegar suspiró aliviada. Sabía que Eferon la cuidaría perfectamente, pero sufría de pensar que pudiera enfermar, ahogarse, arder en fiebres.
Lo que se les venía encima no era poco: Elisabetta se había propuesto seducir al italiano, Gianluca se había propuesto tirarse a todo lo que se moviera ya que estaba invitado a todos los eventos posibles. Y ella tendria que intentar mantener la compostura y convencer a su señora para que no hiciese nada de lo que después tuviera que avergonzarse. Se le iluminó el rostro cuando vio que la pequeña corría hacia ella con una amplia sonrisa en la cara.
— Elaine ¿te lo has pasado bien? por tu cara diría que si. Me alegro mucho. ¿Le has dado las gracias al señor Gianetti? Muchas gracias, de verdad..— la niña también se las dio y pasó adentro porque ya empezaba a hacer frío.— ¿Vendrá usted a recoger a la señorita Elisabetta y el señor Gianluca o prefiere que acudamos allí?..— Cuando el italiano le dio la respuesta asintió. Sus ojos de gato la hipnotizaban, así que bajó la mirada al suelo y se retorció las manos porque no sabía donde ponerlas.— Hasta la noche entonces... y gracias de nuevo.
Brianna se giró y entró otra vez en el palazzo, presta a buscar a Elaine, enseñarle cual sería la habitación que iban a compartir las dos, la casa en general y hacer algo de tiempo hasta la cena, tras la cual tendrían que salir de nuevo rumbo a ese baile.
—¿De verdad habrá un baile de máscaras? me encantaría verlo... pero es... raro. De normal las personas ya llevan sus máscaras y necesitan ponerse una para ser quien son verdaderamente.— Cuánta razón tenía la pequeña, y ella misma era consciente de que llevaba una y que mantenían una farsa elaborada para poder sobrevivir. Sonrió a Eferon.— Creo que a Rufus no le va a gustar llevar el antifaz, pero te ayudaré a hacerlo.— Le señaló una al italiano, un bonito antifaz negro que simulaba a un gato.— Creo que ese te estaría muy bien.— Y en cuanto a los suyos, le gustó uno de colores que imitaba las alas de una mariposa, y otro para Brianna que estaba hecho de filigranas plateadas y burdeos, nada estridente, como ella.
Pasearon un rato más y le enseñó a la niña algunos lugares con historia; Elaine absorbía todo cuanto le contaba para luego escribirlo en su cuaderno, le encantaba inventarse cuentos e historias y aquella ciudad le iba a dar para mucho.
Brianna atendio a Elisabetta, colocó todo su equipaje, eligió la ropa para la noche y la ayudó a tomar un baño. Sólo cuando llegó la hora de la merienda es cuando pudo descansar un rato. Se asomó al canal y se apoyó en un poste. Aquella ciudad tenía una extraña y cautivadora belleza, jamás había visto nada igual. Las luces empezaban a decaer y cuando los vio llegar suspiró aliviada. Sabía que Eferon la cuidaría perfectamente, pero sufría de pensar que pudiera enfermar, ahogarse, arder en fiebres.
Lo que se les venía encima no era poco: Elisabetta se había propuesto seducir al italiano, Gianluca se había propuesto tirarse a todo lo que se moviera ya que estaba invitado a todos los eventos posibles. Y ella tendria que intentar mantener la compostura y convencer a su señora para que no hiciese nada de lo que después tuviera que avergonzarse. Se le iluminó el rostro cuando vio que la pequeña corría hacia ella con una amplia sonrisa en la cara.
— Elaine ¿te lo has pasado bien? por tu cara diría que si. Me alegro mucho. ¿Le has dado las gracias al señor Gianetti? Muchas gracias, de verdad..— la niña también se las dio y pasó adentro porque ya empezaba a hacer frío.— ¿Vendrá usted a recoger a la señorita Elisabetta y el señor Gianluca o prefiere que acudamos allí?..— Cuando el italiano le dio la respuesta asintió. Sus ojos de gato la hipnotizaban, así que bajó la mirada al suelo y se retorció las manos porque no sabía donde ponerlas.— Hasta la noche entonces... y gracias de nuevo.
Brianna se giró y entró otra vez en el palazzo, presta a buscar a Elaine, enseñarle cual sería la habitación que iban a compartir las dos, la casa en general y hacer algo de tiempo hasta la cena, tras la cual tendrían que salir de nuevo rumbo a ese baile.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
Sin duda la pequeña era especial, veía a las personas sin máscaras, como muy pocos tenían ese don. Sonrió, sonrisa que terminó en una risa de lo más divertida. Una pequeña que la vida le había castigado con dicha enfermedad pero que sin embargo, era capaz de ver a las personas con ojos de la inocencia y la verdad. Una niña de lo más peculiar, sin duda. Acostumbrado a cuidar a los hijos de la familia en Italia, se notaba la diferencia de cada uno de ellos a esta pequeña.
-Bueno, llorará de forma lastimera pero luego terminará lamiendo la pintura… y… te lo agradecerá lamiéndote a ti, te pintará a su modo por todas partes. Es muy divertido, más cuando tienes que evitarlo, seguramente el suelo será quien os acoja… ¿no es verdad Rufus? -el perro al oír su nombre, ladró un par de veces, siguiendo a ambos. Éferon, tomó el antifaz negro, colocándose de forma superficial… para vérselo puesto en uno de los espejos que adornaban la pintoresca tienda. Cierto, le daba ese toque misterioso, aún más felino y una sonrisa picara , se le formó en los labios sin querer.
Pagó las tres máscaras, las cuales envolvieron en un papel marrón para que no sufriese ningún daño, al menos que se lo pusiesen en la fiesta. El paseo fue muy ameno, aunque la verdad, le hubiese gustado y preferido que Brianna les acompañase. No era un secreto al menos para él que Italia fuese una de las ciudades favoritas para la mujer. Cuando llegaron, el perro se quedó fuera, en el portal al sol, cuando los rayos acaparaban al can era adicto a tumbarse a dormir durante horas. Las risas del italiano y la pequeña resonaban en el lugar, risa que mantuvo una sonrisa en los labios del joven.
-Nos veremos allí.-carraspeó, tenía algo más que decir -Así le doy el placer supremo de que Gianluca aguante un poco a su hermana… además tengo unos asuntos que atender antes de la fiesta, me viene mejor verlos allí. Ciao signorinas, os veo allí-
Horas después, cuando el sol se perdió en el horizonte. Éferon ya estaba preparado para la fiesta. No eligió nada especial, ni siquiera un disfraz, con el antifaz era más que suficiente. Sus orbes esmeralda resaltaban aún más por su atuendo y la oscura noche. Ya se encontraba en la fiesta pero alejado de la multitud, miraba por una de las ventanas, recreándose en lo hermosa que era su Venecia. Elisabetta no tardó en llegar junto con su hermano, como no, haciéndose notar como de costumbre… ¿la verdad? Se escondió para no ser visto, si la evitaba mejor y con todo el descaro del mundo se excusaría con una sonrisa con un “te busqué desesperadamente durante la noche”.
No era ningún secreto que Éferon fuese lo más sinvergüenza del mundo, alguien que no pensaba y…sí, buscó el antifaz que solo él y ella conocían. Al ver a la mujer de espaldas, su mano la interceptó, ocultándola de la vista de su señorita…al menos por unos minutos. Rió, esos ojos felinos se entrecerraron, observándola intensamente, su índice se deslizó por el filo del antifaz.
-Buenas noches. La he secuestrado y tranquila, está ocupada… mire a todos esos italianos absortos en su belleza y a mí solo me tiene atrapado una, solo tiene…que mirar por la ventana -era increíble lo bonita que se veía Venecia desde allí.
-Bueno, llorará de forma lastimera pero luego terminará lamiendo la pintura… y… te lo agradecerá lamiéndote a ti, te pintará a su modo por todas partes. Es muy divertido, más cuando tienes que evitarlo, seguramente el suelo será quien os acoja… ¿no es verdad Rufus? -el perro al oír su nombre, ladró un par de veces, siguiendo a ambos. Éferon, tomó el antifaz negro, colocándose de forma superficial… para vérselo puesto en uno de los espejos que adornaban la pintoresca tienda. Cierto, le daba ese toque misterioso, aún más felino y una sonrisa picara , se le formó en los labios sin querer.
Pagó las tres máscaras, las cuales envolvieron en un papel marrón para que no sufriese ningún daño, al menos que se lo pusiesen en la fiesta. El paseo fue muy ameno, aunque la verdad, le hubiese gustado y preferido que Brianna les acompañase. No era un secreto al menos para él que Italia fuese una de las ciudades favoritas para la mujer. Cuando llegaron, el perro se quedó fuera, en el portal al sol, cuando los rayos acaparaban al can era adicto a tumbarse a dormir durante horas. Las risas del italiano y la pequeña resonaban en el lugar, risa que mantuvo una sonrisa en los labios del joven.
-Nos veremos allí.-carraspeó, tenía algo más que decir -Así le doy el placer supremo de que Gianluca aguante un poco a su hermana… además tengo unos asuntos que atender antes de la fiesta, me viene mejor verlos allí. Ciao signorinas, os veo allí-
Horas después, cuando el sol se perdió en el horizonte. Éferon ya estaba preparado para la fiesta. No eligió nada especial, ni siquiera un disfraz, con el antifaz era más que suficiente. Sus orbes esmeralda resaltaban aún más por su atuendo y la oscura noche. Ya se encontraba en la fiesta pero alejado de la multitud, miraba por una de las ventanas, recreándose en lo hermosa que era su Venecia. Elisabetta no tardó en llegar junto con su hermano, como no, haciéndose notar como de costumbre… ¿la verdad? Se escondió para no ser visto, si la evitaba mejor y con todo el descaro del mundo se excusaría con una sonrisa con un “te busqué desesperadamente durante la noche”.
No era ningún secreto que Éferon fuese lo más sinvergüenza del mundo, alguien que no pensaba y…sí, buscó el antifaz que solo él y ella conocían. Al ver a la mujer de espaldas, su mano la interceptó, ocultándola de la vista de su señorita…al menos por unos minutos. Rió, esos ojos felinos se entrecerraron, observándola intensamente, su índice se deslizó por el filo del antifaz.
-Buenas noches. La he secuestrado y tranquila, está ocupada… mire a todos esos italianos absortos en su belleza y a mí solo me tiene atrapado una, solo tiene…que mirar por la ventana -era increíble lo bonita que se veía Venecia desde allí.
Éferon Gianetti- Prostituto Clase Alta
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Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
Elisabetta llevaba un esplendoroso vestido dorado y blanco, resplandeciente como el sol, contrastando con su piel tostada que no desentonaba con la del resto de invitadas, dada su procedencia. Se expresaba en perfecto italiano, ya que era el idioma que se hablaba en casa, y sobre su pecho descansaba una magnífica perla negra. Sonreía a diestro y siniestro, complacida de recibir tantas atenciones en el que era su primero acto social en Venecia. Gianluca conversaba con caballeros y damas sobre temas menos banales, como los negocios de la familia Castelgandolfo, o lo estupendo que sería establecerse también en la península itálica y no en Francia.
A Brianna la habían dejado ir, pero debía cumplir el protocolo, y aunque no llevase esos pomposos vestidos, sí debía llevar un atuendo apropiado para ese baile. Su vestido era sencillo y recto, de corte helénico, recogido en el pecho, en color negro y apliques dorados en los hombros y el fajín. No portaba ninguna joya, su cabello estaba recogido en ondas a un lado, acabado en un moño y sus manos desgastadas de trabajar se cubrían con unos guantes cortos de delicado encaje negro. En antifaz que le había llevado Eferon completaba su vestimenta aquella noche. Tenía permiso para curiosear un poco por las salas mientras Elisabetta estaba sentada rodeada de aduladores, y eso hizo. Había asistido a muchos bailes en calidad de anfitriona e invitada, pero de unos años a esta parte sólo era una sirvienta, así que hacía lo posible por no llamar la atención y permanecer en un discreto segundo plano. Evitaba conversar con nadie que no fuera del servicio para evitar confusiones y malos tragos, y esperaba que su sencillo atuendo dejase claro que no estaba a la misma altura social, y que ningun caballero le prestase su interés.
Cuando sintió el tirón del brazo y desapareció atravesando las cortinas estuvo a punto de gritar, pero reconoció la voz del italiano y sus inconfundibles ojos tras la máscara y tras resoplar del susto se recompuso.
— ¡¡Señor Gianetti!! vaya susto me ha dado.¡Ah! así que huyendo de su sagrado deber de caballero... ya veo. Bueno, en cualquier caso me alegro de ver que se divierte.
Cuando éste hizo el comentario sobre Elisabetta, Brianna dirigió una rápida mirada hacia ella.
— Realmente es hermosa, y divertida, quizás sólo le falta algo más de templanza, que es algo que adquirirá con la edad.— Jamás hablaría mal de su señora aunque fuera el mismísimo diablo, porque su subsistencia dependia de ella. Éferon desplazó el dedo por la máscara y susurró aquellas palabras que hicieron que ella contuviese el aliento; "A mí sólo me tiene atrapado una...". Por un segundo, por un miserable segundo sintió que el corazón le daba un vuelco, porque pensó que se refería a ella y luego... le dijo que mirase por la ventana. Oh. Por supuesto. De ninguna de las maneras podría haberse referido a ella. Respiró y perdió los ojos en la laguna.
— Venecia es magnífica...— Su voz trató de sonar entusiasta pero no lo consiguió. Éferon se tomaba muchas molestias para coincidir con ella, y aunque Brianna trataba de negárselo y una y otra vez a sí misma, su caballerosidad, su trato agradable, su chispa gamberra estaban empezando a calar en ella como si fuera una pequeña gotera persistente. No era para ella. No estaban en el mismo mundo, no compartían las mismas expectativas de la vida, así que lo mejor era sacárselo de la cabeza antes de que echase raíces. Pero no podía evitar querer coincidir con él, verlo charlar, conquistar, bailar, ver como se movía como un gato perezoso acostumbrado al medio, era un espectáculo observarlo desde las sombras en las que habitaba la sirvienta. Pero no podía pensar en Éferon ni siquiera como amigo, debía apartarlo de su pensamiento porque ya sabía lo que era desear algo que no se puede tener y no quería pasar por la misma experiencia.
A Brianna la habían dejado ir, pero debía cumplir el protocolo, y aunque no llevase esos pomposos vestidos, sí debía llevar un atuendo apropiado para ese baile. Su vestido era sencillo y recto, de corte helénico, recogido en el pecho, en color negro y apliques dorados en los hombros y el fajín. No portaba ninguna joya, su cabello estaba recogido en ondas a un lado, acabado en un moño y sus manos desgastadas de trabajar se cubrían con unos guantes cortos de delicado encaje negro. En antifaz que le había llevado Eferon completaba su vestimenta aquella noche. Tenía permiso para curiosear un poco por las salas mientras Elisabetta estaba sentada rodeada de aduladores, y eso hizo. Había asistido a muchos bailes en calidad de anfitriona e invitada, pero de unos años a esta parte sólo era una sirvienta, así que hacía lo posible por no llamar la atención y permanecer en un discreto segundo plano. Evitaba conversar con nadie que no fuera del servicio para evitar confusiones y malos tragos, y esperaba que su sencillo atuendo dejase claro que no estaba a la misma altura social, y que ningun caballero le prestase su interés.
Cuando sintió el tirón del brazo y desapareció atravesando las cortinas estuvo a punto de gritar, pero reconoció la voz del italiano y sus inconfundibles ojos tras la máscara y tras resoplar del susto se recompuso.
— ¡¡Señor Gianetti!! vaya susto me ha dado.¡Ah! así que huyendo de su sagrado deber de caballero... ya veo. Bueno, en cualquier caso me alegro de ver que se divierte.
Cuando éste hizo el comentario sobre Elisabetta, Brianna dirigió una rápida mirada hacia ella.
— Realmente es hermosa, y divertida, quizás sólo le falta algo más de templanza, que es algo que adquirirá con la edad.— Jamás hablaría mal de su señora aunque fuera el mismísimo diablo, porque su subsistencia dependia de ella. Éferon desplazó el dedo por la máscara y susurró aquellas palabras que hicieron que ella contuviese el aliento; "A mí sólo me tiene atrapado una...". Por un segundo, por un miserable segundo sintió que el corazón le daba un vuelco, porque pensó que se refería a ella y luego... le dijo que mirase por la ventana. Oh. Por supuesto. De ninguna de las maneras podría haberse referido a ella. Respiró y perdió los ojos en la laguna.
— Venecia es magnífica...— Su voz trató de sonar entusiasta pero no lo consiguió. Éferon se tomaba muchas molestias para coincidir con ella, y aunque Brianna trataba de negárselo y una y otra vez a sí misma, su caballerosidad, su trato agradable, su chispa gamberra estaban empezando a calar en ella como si fuera una pequeña gotera persistente. No era para ella. No estaban en el mismo mundo, no compartían las mismas expectativas de la vida, así que lo mejor era sacárselo de la cabeza antes de que echase raíces. Pero no podía evitar querer coincidir con él, verlo charlar, conquistar, bailar, ver como se movía como un gato perezoso acostumbrado al medio, era un espectáculo observarlo desde las sombras en las que habitaba la sirvienta. Pero no podía pensar en Éferon ni siquiera como amigo, debía apartarlo de su pensamiento porque ya sabía lo que era desear algo que no se puede tener y no quería pasar por la misma experiencia.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
Con el simple hecho de estar en Venecia era más que suficiente pero debía tener cuidado, los conocidos de su padre como se enterasen de que se encontraba en tierras italianas irían a buscarle. En eso no había pensado, acudir a esa fiesta lo ponía en un peligro constante y debía andar con pasos de plomo. Por ello, se encontraba alejado, de Elisabetta sobre todo, pero más de esos hombres que esperaban ansiosos encontrarlo para hacerle pagar la deuda Gianetti, una con la que no tenía que ver y a la vez, encadenado a ello de por vida. Se preguntaba muchas veces, infinidades… ¿qué pasaría si por fin fuese libre de esa carga? Un pensamiento lejano, sería imposible pagarlo todo.
Quién sabe si algún día, apareciese en un charco de sangre y pagar la deuda con su vida. Ahora era mejor no pensar en ello, centrarse en la fiesta. Desde su posición lo observaba todo con sus ojos de gato, pasando desapercibido hasta que en su campo de visión, apareció ella. Su sonrisa picara, aquella que no desapareció seguido de una risa por la sorpresa de la joven, más que sorpresa…susto. No pretendía eso, pidió disculpas con una breve reverencia, mirándole fijamente a los ojos.
-Sí, me divierte pero prefiero estar resguardado, tampoco puedo exponerme demasiado… no porque tenga complejo de collar de diamantes que toda señora desea tener. Mis motivos son otros y lo sabe -se encogió de hombros sin mirar a la joven señorita, su mirada gatuna no se apartaba de ella. Mostró una sonrisa amplia al secundarle lo hermosa que era Venecia. Asintió apoyándose en el borde de la ventana, perdiéndose una vez más en el paisaje, recordar tantos momentos vividos que ya no volverán.
-De niño, me perdía por los grandes pasillos… jugaba con mis primos para terminar tirando de las faldas de mi abuela, mi nana… mi todo. Ya no me queda nada aquí…excepto mi apellido, Gianetti -giró el rostro para perderse en su mirada, claro que, no esperó que tras ella alguien los observaba. Una risa se escapó de sus labios, irónica, quién iba a decirle que se encontraría con uno de ellos esa noche, uno de esos hombres a los que debía tanto dinero.
-Como temía, el señor Gianetti no podía perderse la fiesta de disfraces… como cada año, ¿cuántos lleva sin acudir? No los suficiente para que olvidemos lo que tenemos a medias -Éferon la tomó del brazo con delicadeza, atrayéndola hacia sí, no esperaba que le siguiese pero lo que menos deseaba era que si le conocía, ella tuviese problemas -¿No vamos a hablar de negocios? Me debes dinero, tu padre me dejó a deber tres barcos repletos de mercancía… -
-Pues lo siento pero… creo que la señorita quería pasear bajo la luna, así que en otro momento, no sé de qué me habla y…oh espera… ¿ese…ese…no es? -señaló tras de él a lo que el hombre se giró, aprovechando el despiste para tirar de ella y saliesen corriendo pasillo arriba, rumbo…la calle. Pasos rápidos, respiraciones entrecortadas, la tenía agarrada de la mano, ahora sería él quien no le soltase… no hasta que ambos se pusiesen a salvo.
Quién sabe si algún día, apareciese en un charco de sangre y pagar la deuda con su vida. Ahora era mejor no pensar en ello, centrarse en la fiesta. Desde su posición lo observaba todo con sus ojos de gato, pasando desapercibido hasta que en su campo de visión, apareció ella. Su sonrisa picara, aquella que no desapareció seguido de una risa por la sorpresa de la joven, más que sorpresa…susto. No pretendía eso, pidió disculpas con una breve reverencia, mirándole fijamente a los ojos.
-Sí, me divierte pero prefiero estar resguardado, tampoco puedo exponerme demasiado… no porque tenga complejo de collar de diamantes que toda señora desea tener. Mis motivos son otros y lo sabe -se encogió de hombros sin mirar a la joven señorita, su mirada gatuna no se apartaba de ella. Mostró una sonrisa amplia al secundarle lo hermosa que era Venecia. Asintió apoyándose en el borde de la ventana, perdiéndose una vez más en el paisaje, recordar tantos momentos vividos que ya no volverán.
-De niño, me perdía por los grandes pasillos… jugaba con mis primos para terminar tirando de las faldas de mi abuela, mi nana… mi todo. Ya no me queda nada aquí…excepto mi apellido, Gianetti -giró el rostro para perderse en su mirada, claro que, no esperó que tras ella alguien los observaba. Una risa se escapó de sus labios, irónica, quién iba a decirle que se encontraría con uno de ellos esa noche, uno de esos hombres a los que debía tanto dinero.
-Como temía, el señor Gianetti no podía perderse la fiesta de disfraces… como cada año, ¿cuántos lleva sin acudir? No los suficiente para que olvidemos lo que tenemos a medias -Éferon la tomó del brazo con delicadeza, atrayéndola hacia sí, no esperaba que le siguiese pero lo que menos deseaba era que si le conocía, ella tuviese problemas -¿No vamos a hablar de negocios? Me debes dinero, tu padre me dejó a deber tres barcos repletos de mercancía… -
-Pues lo siento pero… creo que la señorita quería pasear bajo la luna, así que en otro momento, no sé de qué me habla y…oh espera… ¿ese…ese…no es? -señaló tras de él a lo que el hombre se giró, aprovechando el despiste para tirar de ella y saliesen corriendo pasillo arriba, rumbo…la calle. Pasos rápidos, respiraciones entrecortadas, la tenía agarrada de la mano, ahora sería él quien no le soltase… no hasta que ambos se pusiesen a salvo.
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Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
Brianna siguió la escena con una mezcla entre sorpresa, estupefacción es incredulidad. Los acreedores de Eferon lo habían encontrado en ese baile y si no tenía mal entendido, en Venecia era fácil acabar con un puñal entre las costillas y flotando en un canal.
Iba a retirarse discretamente pero la mano de Gianetti se lo impidió, tirando de ella y poniéndola como excusa para salir corriendo de allí. Su primer impulso fue correr, pero en la dirección opuesta, lejos del italiano y de sus líos económicos y de faldas. Era como un polvorín, siempre con la mira en la frente a punto de estallar en cualquier momento. No quería verse envuelta en asuntos de señoritos ricos, porque al final ella tenía mucho más que perder que los otros.
No pudo ir en la dirección que quería porque Gianetti la arrastró por los pasillos hacia fuera, al canal. Su corazón se disparó, latiendo con fuerza. ¿Estaban en peligro real? había una daga preparada en las sombras para ella y el moreno? Tragó saliva y lo siguió hasta el exterior. ¿Y ahora?
La luna se mecía reflejada en las tranquilas aguas del canal, conjurándose con ellos, arrojando luz en aquella oscuridad y bañando las calles para que no caminasen a oscuras.
— Espere...!! ¿dónde vamos?.— susurró mientras seguía caminando. Se escucharon unas risas de alguien que también se iba de la fiesta, una pareja que reían y charlaban en la lengua del Véneto, posiblemente escabulléndose hacia algun rincón oscuro de la ciudad flotante para prodigarse besos y lo que no eran besos, al amparo de la noche y la luna.
En el canal había alguna góndola navegando y un gondolieri cantaba su serenata en alto, haciendo que el marco fuera de incomparable belleza y que esa aura romántica y misteriosa de la ciudad lo cubriese todo. Pero Brianna no se podía fijar en eso precisamente, iban escapando de alguien y en ese mismo instante estaba tensa y nerviosa por mil motivos.
Iba a retirarse discretamente pero la mano de Gianetti se lo impidió, tirando de ella y poniéndola como excusa para salir corriendo de allí. Su primer impulso fue correr, pero en la dirección opuesta, lejos del italiano y de sus líos económicos y de faldas. Era como un polvorín, siempre con la mira en la frente a punto de estallar en cualquier momento. No quería verse envuelta en asuntos de señoritos ricos, porque al final ella tenía mucho más que perder que los otros.
No pudo ir en la dirección que quería porque Gianetti la arrastró por los pasillos hacia fuera, al canal. Su corazón se disparó, latiendo con fuerza. ¿Estaban en peligro real? había una daga preparada en las sombras para ella y el moreno? Tragó saliva y lo siguió hasta el exterior. ¿Y ahora?
La luna se mecía reflejada en las tranquilas aguas del canal, conjurándose con ellos, arrojando luz en aquella oscuridad y bañando las calles para que no caminasen a oscuras.
— Espere...!! ¿dónde vamos?.— susurró mientras seguía caminando. Se escucharon unas risas de alguien que también se iba de la fiesta, una pareja que reían y charlaban en la lengua del Véneto, posiblemente escabulléndose hacia algun rincón oscuro de la ciudad flotante para prodigarse besos y lo que no eran besos, al amparo de la noche y la luna.
En el canal había alguna góndola navegando y un gondolieri cantaba su serenata en alto, haciendo que el marco fuera de incomparable belleza y que esa aura romántica y misteriosa de la ciudad lo cubriese todo. Pero Brianna no se podía fijar en eso precisamente, iban escapando de alguien y en ese mismo instante estaba tensa y nerviosa por mil motivos.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
La fiesta quedó atrás, luces, sonrisas bajo las máscaras, cuerpos que se movían al son de la misma música, contraste de colores de vestuario, brillantes e insinuantes máscaras de todo tipo y color, dudaba que alguna fuese igual. Esa era la magia de Venecia, hermosa e incomparable. Todo iba a pedir de boca, los pasos se iban alejando de aquel lugar en el que el pasado volvió a recordarle que tenía una deuda, no solo con una persona…cientos.
Se sentía como un verdadero delincuente pero un delincuente que jamás perdía la sonrisa y las ganas de luchar y no rendirse, para él la palabra rendirse no existía en su diccionario. No eran los únicos que huían, claro que, seguramente sus motivos eran otros. Un ferviente deseo, un rato a solas, un simple paseo…pero no huir como dos delincuentes. Rió con más ganas al recordar a Elisabetta, no lo iba a ver por ningún sitio, se desesperaría y terminaría vete a saber con quién y al día siguiente, le esperaba una buena…menos mal que su repertorio de excusas no tenía límite.
-¿Qué importa? Estamos en Venecia -no dejó de reír, sus pasos se iban perdiendo a lo largo de la calle, del canal hasta topar con aquella maravilla, las góndolas. Se detuvo, el aire le faltaba y lo contuvo durante unos segundos al oír la voz grave pero melodiosa del gondolero. Aquella escena le recordaba muchos momentos vividos en el lugar, unos que ya no volverían pero no, no tenía porqué lamentarse, crearía momentos nuevos.
Tiró de su muñeca con suavidad, haciéndole un gesto al gondolero para subir a una de las góndolas, creía que a aquel hombre lo habían despistado pero ahora, en vez de él , los perseguían uno de sus hombres de confianza. Rió como un niño travieso, mirando de reojo como poco a poco se iban alejando de la orilla. Uno de sus brazos, rodeó la fina cintura de la joven y se inclinó a su rostro, dos enamorados que iban a disfrutar el paseo, así debían de verse para el mundo.
-Andiamo! Andiamo! -exclamó entre risas, sin dejar de mirar a los ojos a la joven, perdiéndose en ellos un instante -Le diría que lo siento pero no es así -sonrió pícaro, buscando sus labios y fundirse en ellos, un beso que comenzó con un roce, buscando probarla, tomando el inferior, que travieso, mordisqueó y su lengua buscaba la suya despacio, con detenimiento. Un beso tierno a la par que apasionado, su mano se unió a aquel baile, deslizando el pulgar por una de sus suaves mejillas, hasta tomarla del mentón y terminar con un pequeño beso seguido de una sonrisa.
-Y ahora, puede echarme al agua, pegarme un tortazo o… devolvérmelo, cualquiera de las opciones me gustará viniendo de tan hermosa dama. -rió travieso, apartando algún mechón rebelde que caía por su rostro y no , no pudo evitar morderse el labio inferior, con ganas de más… perdiendo sus esmeraldas en aquellos labios que por fin, había podido probar.
Se sentía como un verdadero delincuente pero un delincuente que jamás perdía la sonrisa y las ganas de luchar y no rendirse, para él la palabra rendirse no existía en su diccionario. No eran los únicos que huían, claro que, seguramente sus motivos eran otros. Un ferviente deseo, un rato a solas, un simple paseo…pero no huir como dos delincuentes. Rió con más ganas al recordar a Elisabetta, no lo iba a ver por ningún sitio, se desesperaría y terminaría vete a saber con quién y al día siguiente, le esperaba una buena…menos mal que su repertorio de excusas no tenía límite.
-¿Qué importa? Estamos en Venecia -no dejó de reír, sus pasos se iban perdiendo a lo largo de la calle, del canal hasta topar con aquella maravilla, las góndolas. Se detuvo, el aire le faltaba y lo contuvo durante unos segundos al oír la voz grave pero melodiosa del gondolero. Aquella escena le recordaba muchos momentos vividos en el lugar, unos que ya no volverían pero no, no tenía porqué lamentarse, crearía momentos nuevos.
Tiró de su muñeca con suavidad, haciéndole un gesto al gondolero para subir a una de las góndolas, creía que a aquel hombre lo habían despistado pero ahora, en vez de él , los perseguían uno de sus hombres de confianza. Rió como un niño travieso, mirando de reojo como poco a poco se iban alejando de la orilla. Uno de sus brazos, rodeó la fina cintura de la joven y se inclinó a su rostro, dos enamorados que iban a disfrutar el paseo, así debían de verse para el mundo.
-Andiamo! Andiamo! -exclamó entre risas, sin dejar de mirar a los ojos a la joven, perdiéndose en ellos un instante -Le diría que lo siento pero no es así -sonrió pícaro, buscando sus labios y fundirse en ellos, un beso que comenzó con un roce, buscando probarla, tomando el inferior, que travieso, mordisqueó y su lengua buscaba la suya despacio, con detenimiento. Un beso tierno a la par que apasionado, su mano se unió a aquel baile, deslizando el pulgar por una de sus suaves mejillas, hasta tomarla del mentón y terminar con un pequeño beso seguido de una sonrisa.
-Y ahora, puede echarme al agua, pegarme un tortazo o… devolvérmelo, cualquiera de las opciones me gustará viniendo de tan hermosa dama. -rió travieso, apartando algún mechón rebelde que caía por su rostro y no , no pudo evitar morderse el labio inferior, con ganas de más… perdiendo sus esmeraldas en aquellos labios que por fin, había podido probar.
Éferon Gianetti- Prostituto Clase Alta
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Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
Iban huyendo de los acreedores o de sus perros secuaces y habían acabado subiendose a una góndola. La quietud de las aguas mansas y la incipiente bruma sobre el canal, sumían aquel paseo en un velo que los recogía y los aislaba del mundo exterior. La voz del gondoloreo cantando en la oscuridad tan sólo iluminada por la luna y las pequeñas luces que se escapaban de las ventanas, la tranquilizó sólo en parte. Estaba en una situación delicada y no podía traicionar a su señora de ninguna manera, no podía permitirse perder ese empleo. Estaba feliz por haber podido ir a Venecia y llevarse a Elaine, no podía perder de vista que la generosidad de los Castelgandolfo pedía a cambio lealtad. Estaba sumida en esos pensamientos cuando Eferon pasó la mano por su cintura atrayéndola hacia si y la besó sin más.
El tiempo se detuvo bruscamente para Brianna. Llevaba años sin acercarse a un hombre de ninguna de las maneras. Su vida había sido un calvario desde que su padre perdiera todo, y sólo había conocido la felicidad cuando se enamoró perdidamente del padre de Elaine, amor que fue correspondido pero las diferencias de clase social lo obligaron a elegir, y eligió su título, rompiéndole el corazón en mil pedazos. Esa herida profunda jamás sanaría, y llenaba el vacío de sus días con la sonrisa de su pequeña. Se tensó al sentir sus labios sobre los suyos. No podía decir que no le gustase, que no lo deseara inconscientemente, pero su vida apenas se sostenía más que a golpe de fuerza de voluntad, no podía permitirse abrir esa puerta. No sólo por Elisabetta, por no perder su su trabajo, sino también porque su corazón estaba hecho de añicos de cristal roto, y no soportaría otra caída como la anterior.
Como fuere, igualmente, el beso fue tierno, cálido, le recordó que bajo todas esas circunstancias seguía siendo una mujer bonita, deseable, una que todavía podía merecer amor. Eso todavía podía agradecerlo, pero no era más que una ilusión que tristemente moriría en ese único beso.
Cuando se separó de su rostro y la miró, observó el brillo en sus ojos, ese brillo osado que invitaba a actuar, a no preocuparse por el mañana ni por el qué dirán porque nada importa más que el aquí y el ahora, el momento perfecto. Pero sencillamente ella no podía lanzarse acantilado abajo sin frenos. Giró la cara y se separó de Eferon sentandose al borde de la góndola, tratando de hacer llegar el suficiente aire a sus pulmones para poder hablar. Cerró los ojos un instante, porque poner esa distancia era como dejar que alguien te sacase el puñal que acaban de clavarte. Apenas pudo articular un susurro.
— No juegue conmigo señor Gianetti... no soy de esas. Guarde sus... atenciones para aquellas que sean más convenientes para usted.
Recogió las manos sobre el regazo juntándolas y retorciéndolas, perdiendo su vista en la bonita fachada de Ca D'Oro, al otro lado del canal. Probablemente la luz que se veía en las ventanas era porque albergarían a una familia cenando o a unos amantes prodigándose caricias al calor de las chimeneas y mesas ricamente adornadas. Por un instante casi deseó regresar a su miserable buhardilla de París, que era gris, pobre y fea, pero era lo único que conservaba como un hogar, un lugar seguro donde esconder su debilidad,donde poder esconder que todavía le latía un corazón bajo la piedra de la que se había recubierto, donde poder quitarse toda la armadura que llevaba a cuestas para que el mundo no la aplastara.
Para él no sería más que otra bonita distracción, ya le había dicho varias veces que que buscaba un matrimonio ventajoso que le liberase de las deudas. Y aunque no fuera asi, aunque de verdad no significase sólo una aventura para él, eso no cambiaria las cosas, él seguiría teniendo deudas y posición social, y ella seguiría siendo una sirvienta con una carga familiar enorme. Se sentía como si estuviera matando un bonita mariposa sin razón alguna, pero no podía dejar que echase a volar y complicase su vida aún más.
El tiempo se detuvo bruscamente para Brianna. Llevaba años sin acercarse a un hombre de ninguna de las maneras. Su vida había sido un calvario desde que su padre perdiera todo, y sólo había conocido la felicidad cuando se enamoró perdidamente del padre de Elaine, amor que fue correspondido pero las diferencias de clase social lo obligaron a elegir, y eligió su título, rompiéndole el corazón en mil pedazos. Esa herida profunda jamás sanaría, y llenaba el vacío de sus días con la sonrisa de su pequeña. Se tensó al sentir sus labios sobre los suyos. No podía decir que no le gustase, que no lo deseara inconscientemente, pero su vida apenas se sostenía más que a golpe de fuerza de voluntad, no podía permitirse abrir esa puerta. No sólo por Elisabetta, por no perder su su trabajo, sino también porque su corazón estaba hecho de añicos de cristal roto, y no soportaría otra caída como la anterior.
Como fuere, igualmente, el beso fue tierno, cálido, le recordó que bajo todas esas circunstancias seguía siendo una mujer bonita, deseable, una que todavía podía merecer amor. Eso todavía podía agradecerlo, pero no era más que una ilusión que tristemente moriría en ese único beso.
Cuando se separó de su rostro y la miró, observó el brillo en sus ojos, ese brillo osado que invitaba a actuar, a no preocuparse por el mañana ni por el qué dirán porque nada importa más que el aquí y el ahora, el momento perfecto. Pero sencillamente ella no podía lanzarse acantilado abajo sin frenos. Giró la cara y se separó de Eferon sentandose al borde de la góndola, tratando de hacer llegar el suficiente aire a sus pulmones para poder hablar. Cerró los ojos un instante, porque poner esa distancia era como dejar que alguien te sacase el puñal que acaban de clavarte. Apenas pudo articular un susurro.
— No juegue conmigo señor Gianetti... no soy de esas. Guarde sus... atenciones para aquellas que sean más convenientes para usted.
Recogió las manos sobre el regazo juntándolas y retorciéndolas, perdiendo su vista en la bonita fachada de Ca D'Oro, al otro lado del canal. Probablemente la luz que se veía en las ventanas era porque albergarían a una familia cenando o a unos amantes prodigándose caricias al calor de las chimeneas y mesas ricamente adornadas. Por un instante casi deseó regresar a su miserable buhardilla de París, que era gris, pobre y fea, pero era lo único que conservaba como un hogar, un lugar seguro donde esconder su debilidad,donde poder esconder que todavía le latía un corazón bajo la piedra de la que se había recubierto, donde poder quitarse toda la armadura que llevaba a cuestas para que el mundo no la aplastara.
Para él no sería más que otra bonita distracción, ya le había dicho varias veces que que buscaba un matrimonio ventajoso que le liberase de las deudas. Y aunque no fuera asi, aunque de verdad no significase sólo una aventura para él, eso no cambiaria las cosas, él seguiría teniendo deudas y posición social, y ella seguiría siendo una sirvienta con una carga familiar enorme. Se sentía como si estuviera matando un bonita mariposa sin razón alguna, pero no podía dejar que echase a volar y complicase su vida aún más.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
El momento quizás no fue el apropiado, ni las formas pero como era su naturaleza, intentó que fuese especial y delicado. Conociendo a Brianna, no debió ni tan siquiera pensarlo, ejecutarlo pero era tarde. El beso fingiendo ser una pareja pero sin dejar de ser un beso deseado por el italiano, fue correspondido a la par que rechazado. Por unos instantes, se quedó petrificado, con aquella sonrisa galante y amplia pintada en su rostro, pose inclinada hacia ella… que se había alejado unos centímetros de su cuerpo, casi al borde de la góndola.
Aún seguía la voz del gondolero, devolviéndole a la realidad. Apenas habían pasado unos minutos desde que se alejaron de aquel lugar y sin embargo, parecía que habían estado en esa góndola demasiado tiempo…uno frente al otro. La alejó de sus obligaciones,¿ y si Elisabetta la buscaba? La tenía controlada, era su mano derecha. Suspiró largamente, girando el rostro, meditando la situación, saber qué decir pues no se le ocurría nada.
¿si fue un error? No lo sabía, pero él no iba a disculparse, no cuando no lo sentía de esa manera. El paso no tenía final y mejor, quería seguir disfrutando del paseo, de esa noche que se había vuelto más interesante que una fiesta de disfraces en Venecia. ¿Y si la hirió? Suspiró largamente, dejando escapar un largo suspiro que se fue con aquella canción… acordeón que dejó de emitir ese sonido tan veneciano, tan de su hogar.
-Sé lo que piensa, me lo gané a pulso, es mi reputación y no voy a discutirle en eso pero… no. No me arrepiento de haberla besado, quería y ha sido correspondido. No ha tenido opción tampoco pero… la verdad, a veces pienso que mi impulsividad me lleva a pisar terrenos empantanados y me hunden…en una reputación que dudo pueda limpiar algún día -chasqueó la lengua, no quería asustarla pero tarde, lo había hecho, se dio cuenta de que esa joven había sufrido mucho… y nada más y nada menos que por culpa de un hombre.
-La llevaré de vuelta, le diré a Elisabetta que fue mea culpa - se incorporó en el asiento, observando el delicioso paisaje con cierta melancolía, para él era su última vez… y aún quedaban más cosas por vivir… contar, -No creo que vuelva a Venecia, nunca más, mi cabeza tiene precio y si no me caso es para no perjudicar a la dama ¿condenar a una inocente a mis líos y deudas? No… prefiero morir que ser un hipócrita, nunca he llegado a amar a nadie, no sé lo que se siente, ni lo que se debe hacer en esos casos, soy demasiado impulsivo… -
Se quitó la chaqueta, no iba a querer que se la pusiese él por encima así que la dejó entre los dos, una barrera más que él mismo había impuesto , no quería causarle ningún mal.
- Perdone, Brianna… pero quizás ese beso era lo que necesitábamos ambos y no voy a pedirles disculpas porque no lo siento, volvería a hacerlo aunque eso supusiese ser vos quien me cortase la cabeza -rió, marcando sus hoyuelos morenos… pero en esa mirada esmeralda… poco a poco se iba apagando.
Aún seguía la voz del gondolero, devolviéndole a la realidad. Apenas habían pasado unos minutos desde que se alejaron de aquel lugar y sin embargo, parecía que habían estado en esa góndola demasiado tiempo…uno frente al otro. La alejó de sus obligaciones,¿ y si Elisabetta la buscaba? La tenía controlada, era su mano derecha. Suspiró largamente, girando el rostro, meditando la situación, saber qué decir pues no se le ocurría nada.
¿si fue un error? No lo sabía, pero él no iba a disculparse, no cuando no lo sentía de esa manera. El paso no tenía final y mejor, quería seguir disfrutando del paseo, de esa noche que se había vuelto más interesante que una fiesta de disfraces en Venecia. ¿Y si la hirió? Suspiró largamente, dejando escapar un largo suspiro que se fue con aquella canción… acordeón que dejó de emitir ese sonido tan veneciano, tan de su hogar.
-Sé lo que piensa, me lo gané a pulso, es mi reputación y no voy a discutirle en eso pero… no. No me arrepiento de haberla besado, quería y ha sido correspondido. No ha tenido opción tampoco pero… la verdad, a veces pienso que mi impulsividad me lleva a pisar terrenos empantanados y me hunden…en una reputación que dudo pueda limpiar algún día -chasqueó la lengua, no quería asustarla pero tarde, lo había hecho, se dio cuenta de que esa joven había sufrido mucho… y nada más y nada menos que por culpa de un hombre.
-La llevaré de vuelta, le diré a Elisabetta que fue mea culpa - se incorporó en el asiento, observando el delicioso paisaje con cierta melancolía, para él era su última vez… y aún quedaban más cosas por vivir… contar, -No creo que vuelva a Venecia, nunca más, mi cabeza tiene precio y si no me caso es para no perjudicar a la dama ¿condenar a una inocente a mis líos y deudas? No… prefiero morir que ser un hipócrita, nunca he llegado a amar a nadie, no sé lo que se siente, ni lo que se debe hacer en esos casos, soy demasiado impulsivo… -
Se quitó la chaqueta, no iba a querer que se la pusiese él por encima así que la dejó entre los dos, una barrera más que él mismo había impuesto , no quería causarle ningún mal.
- Perdone, Brianna… pero quizás ese beso era lo que necesitábamos ambos y no voy a pedirles disculpas porque no lo siento, volvería a hacerlo aunque eso supusiese ser vos quien me cortase la cabeza -rió, marcando sus hoyuelos morenos… pero en esa mirada esmeralda… poco a poco se iba apagando.
Éferon Gianetti- Prostituto Clase Alta
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Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
¿En qué momento ella había necesitado ese beso? diría que nunca, porque lo único que hacía era confundirla y abrir una puerta que no podía permitirse cruzar.
¿Cuantas veces le decía Elaine que la vida estaba llena de cosas bonitas? todos los días, aunque fuera en un intento de animarla en los momentos oscuros, a pesar de la pobreza y el frío. ¿Por qué no podía ver ese beso como algo bonito que había sucedido y ya está? pues porque hacía mucho tiempo que ella no se creía sus propias mentiras, y ese viaje a Venecia era lo mejor que le había sucedido en años.
— Lo siento mucho por usted... yo también sé lo que es despedirse de tu hogar y no volver jamás. Pero en su caso, aún tiene remedio, sólo trate de pagar las deudas y podrá volver.— en el de ella, nadie iba a devolverle su título y su dinero. La góndola se deslizaba silenciosa por el canal y la luna se reflejaba sobre la superficie del agua.— ¿podemos volver ya? si usted no puede porque le están esperando, deje que me baje aquí mismo y encontraré el camino andando.
Quizás el no se arrepintiese de nada, y era una actitud muy loable, muy guerrera. Pero ella se encontraba entre la espada y la pared y antes de elegir su propio beneficio antepondría el de Elaine y el de su señora, porque a fin de cuentas todo estaba unido. ¿Podría perdonarse alguna vez a sí misma el haber sucumbido al encanto del italiano? eso estaba por ver, porque si realmente miraba hacia dentro, no había nada que desease más en ese momento que alejarse con esa góndola y por una noche, robarle besos a Eferon, como si no hubiera un mañana. Parpadeó un par de veces porque notó como el nudo que tenía en la garganta ascendía hasta los lagrimales. Pero ya era una experta en aguantar el tirón, para que Elaine no la viera llorar en los momentos más desesperados, había aprendido a disimularlo. Respiró hondo y siguió mirando hacia otro lado, incapaz de enfrentar los ojos verdes de gato que tenía Gianetti.
El gondolero los dejó de nuevo en la Fondamente de San Luca, donde desembarcaron y regresaron al palazzo donde se estaba celebrando el baile de máscaras. Se adentró en el edificio sin pararse a mirar si Eferon iba con ella, ahora lo importante era saber si Elisabetta la buscaba. La encontró en un saloncete rodeada de sus nuevas "amistades" riendo y apurando una copa de vino. Se acercó a ella para hacerle saber que estaba allí. La joven no la había echado de menos, tanto mejor. Suspiró con cierto alivio y se sentó en una silla a unos metros de su señora, Brianna todavía guardaba su máscara en un bolsillo, la sacó y la miró repasando con los dedos el perfil de su nariz y sus labios. Quizás había besado al auténtico Eferon, pero eso ya daba igual, porque ambos estaban condenados a llevar máscaras en su vida.
¿Cuantas veces le decía Elaine que la vida estaba llena de cosas bonitas? todos los días, aunque fuera en un intento de animarla en los momentos oscuros, a pesar de la pobreza y el frío. ¿Por qué no podía ver ese beso como algo bonito que había sucedido y ya está? pues porque hacía mucho tiempo que ella no se creía sus propias mentiras, y ese viaje a Venecia era lo mejor que le había sucedido en años.
— Lo siento mucho por usted... yo también sé lo que es despedirse de tu hogar y no volver jamás. Pero en su caso, aún tiene remedio, sólo trate de pagar las deudas y podrá volver.— en el de ella, nadie iba a devolverle su título y su dinero. La góndola se deslizaba silenciosa por el canal y la luna se reflejaba sobre la superficie del agua.— ¿podemos volver ya? si usted no puede porque le están esperando, deje que me baje aquí mismo y encontraré el camino andando.
Quizás el no se arrepintiese de nada, y era una actitud muy loable, muy guerrera. Pero ella se encontraba entre la espada y la pared y antes de elegir su propio beneficio antepondría el de Elaine y el de su señora, porque a fin de cuentas todo estaba unido. ¿Podría perdonarse alguna vez a sí misma el haber sucumbido al encanto del italiano? eso estaba por ver, porque si realmente miraba hacia dentro, no había nada que desease más en ese momento que alejarse con esa góndola y por una noche, robarle besos a Eferon, como si no hubiera un mañana. Parpadeó un par de veces porque notó como el nudo que tenía en la garganta ascendía hasta los lagrimales. Pero ya era una experta en aguantar el tirón, para que Elaine no la viera llorar en los momentos más desesperados, había aprendido a disimularlo. Respiró hondo y siguió mirando hacia otro lado, incapaz de enfrentar los ojos verdes de gato que tenía Gianetti.
El gondolero los dejó de nuevo en la Fondamente de San Luca, donde desembarcaron y regresaron al palazzo donde se estaba celebrando el baile de máscaras. Se adentró en el edificio sin pararse a mirar si Eferon iba con ella, ahora lo importante era saber si Elisabetta la buscaba. La encontró en un saloncete rodeada de sus nuevas "amistades" riendo y apurando una copa de vino. Se acercó a ella para hacerle saber que estaba allí. La joven no la había echado de menos, tanto mejor. Suspiró con cierto alivio y se sentó en una silla a unos metros de su señora, Brianna todavía guardaba su máscara en un bolsillo, la sacó y la miró repasando con los dedos el perfil de su nariz y sus labios. Quizás había besado al auténtico Eferon, pero eso ya daba igual, porque ambos estaban condenados a llevar máscaras en su vida.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Fecha de inscripción : 10/04/2016
Localización : al lado del hombre al que ama
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Re: Soñé una vida.- {Éferon Gianneti}
Se veía muy fácil desde fuera por lo que ante las palabras de la joven, solo mostró una sonrisa cortés. Nunca antes, se había sentido tan haciendo el ridículo como hasta ahora. resopló, revolviéndose el cabello y no añadir nada ¿qué más? si no solo actuó indebidamente, habló de más y ni las acciones ni las palabras tenían vuelta atrás, solo quedaba volver, devolverle a su sitio y él al suyo. Se sentía culpable por haberla abrumado, pero lo peor fue la imagen que tenía de él. Decepción absoluta, creía que ella podía verle de otro modo pero… no era así, para Brianna él sería siempre ese Casanova que se salía con la suya y terminaba acompañado de cualquiera, siempre y cuando fuese femenina y alguien más que apuntar a su “lista”.
-Claro, la esperan en la fiesta. -durante el viaje, no dijo nada, ni se le hizo corto… solo suspiró, levantándose de su asiento para sin perder los modales, ofrecerle su ayuda para bajar de la góndola. Apenas tenía unas monedas, las cuales sirvieron para contentar al gondolero que les había salvado esa noche. Por primera vez, desde se conocieron, no la miró a los ojos, simplemente le dedicó una de sus impecables reverencias y al contrario que ella…tomó un camino diferente, las calles venecianas.
Al día siguiente, de buena mañana, apareció en el salón donde se encontraban los dos hermanos. Estaban desayunando, él acababa de llegar, vestido impoluto dejó en la mesa una pequeña bandeja con dulces, los que siempre había comido de niño. Elisabetta, se quedó absorta mirándole, ese galán acaparaba todas las miradas habidas y por haber y jamás… ninguna se resistía a uno de sus guiños arrebatadores. La joven, miró de reojo la bandeja, había terminado y estaba llena por lo que negó elegantemente con la mano, había sido un regalo de agradecimiento por haberla incluido en el viaje.
-Bongiorno -dedicó una breve reverencia, la reacción de la joven no le sorprendió, es más, la esperaba…las demás personas si se atrevieron a probarlos. Sus ojos verdes, buscaron en especial a alguien, a Elaine. Sonrió a la pequeña, ofreciéndole su mano para que se acercase a la mesa como una más. No estaba invitada, ni bien visto a que compartiesen la misma mesa pero poco le importaba lo que dijesen -Piccolina ¿qué me dices? Los traje especialmente para ti, están aún calientes ¿no quieres uno? Puedes…-se inclinó a su oído para susurrarle algo más para que solo ella se enterase -Llevarle uno a tu tía, así sonríe ¿qué me dices? -rió, dejando que la pequeña escogiese y él mismo , fue a donde el servicio a servirse un café.
Allí se encontraba Brianna, como no con las órdenes de su dueña. Suspiró largamente al verla de un lado para otro, no la miraba a los ojos, solo dedicó una breve reverencia. Las damas murmuraban en la otra habitación por lo bajo… sobre ese “galán” que a todas tenía locas pero que sin embargo esa noche no pasó con ninguna.
- Tranquila, ya me lo sirvo yo. Ya sé cual es mi posición, y la suya… me han quedado muchas cosas claras cuando bajó de la góndola. -su tono no era como siempre, de absoluto reproche y es que más herido no se podía sentir.
-Claro, la esperan en la fiesta. -durante el viaje, no dijo nada, ni se le hizo corto… solo suspiró, levantándose de su asiento para sin perder los modales, ofrecerle su ayuda para bajar de la góndola. Apenas tenía unas monedas, las cuales sirvieron para contentar al gondolero que les había salvado esa noche. Por primera vez, desde se conocieron, no la miró a los ojos, simplemente le dedicó una de sus impecables reverencias y al contrario que ella…tomó un camino diferente, las calles venecianas.
Al día siguiente, de buena mañana, apareció en el salón donde se encontraban los dos hermanos. Estaban desayunando, él acababa de llegar, vestido impoluto dejó en la mesa una pequeña bandeja con dulces, los que siempre había comido de niño. Elisabetta, se quedó absorta mirándole, ese galán acaparaba todas las miradas habidas y por haber y jamás… ninguna se resistía a uno de sus guiños arrebatadores. La joven, miró de reojo la bandeja, había terminado y estaba llena por lo que negó elegantemente con la mano, había sido un regalo de agradecimiento por haberla incluido en el viaje.
-Bongiorno -dedicó una breve reverencia, la reacción de la joven no le sorprendió, es más, la esperaba…las demás personas si se atrevieron a probarlos. Sus ojos verdes, buscaron en especial a alguien, a Elaine. Sonrió a la pequeña, ofreciéndole su mano para que se acercase a la mesa como una más. No estaba invitada, ni bien visto a que compartiesen la misma mesa pero poco le importaba lo que dijesen -Piccolina ¿qué me dices? Los traje especialmente para ti, están aún calientes ¿no quieres uno? Puedes…-se inclinó a su oído para susurrarle algo más para que solo ella se enterase -Llevarle uno a tu tía, así sonríe ¿qué me dices? -rió, dejando que la pequeña escogiese y él mismo , fue a donde el servicio a servirse un café.
Allí se encontraba Brianna, como no con las órdenes de su dueña. Suspiró largamente al verla de un lado para otro, no la miraba a los ojos, solo dedicó una breve reverencia. Las damas murmuraban en la otra habitación por lo bajo… sobre ese “galán” que a todas tenía locas pero que sin embargo esa noche no pasó con ninguna.
- Tranquila, ya me lo sirvo yo. Ya sé cual es mi posición, y la suya… me han quedado muchas cosas claras cuando bajó de la góndola. -su tono no era como siempre, de absoluto reproche y es que más herido no se podía sentir.
Éferon Gianetti- Prostituto Clase Alta
- Mensajes : 289
Fecha de inscripción : 21/01/2016
Localización : La ciudad del amore , París.
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