Whispers ♠ Privado

por **Nnamdi** Vie Mayo 06, 2016 12:14 pm

Suspiró y tomó entre sus manos uno de los camafeos que guardaba celosamente en la pequeña caja de madera, sus dedos largos acariciaron los bordes dorados de este, cerró los ojos. Si tan solo pudiera recordar aquella encomienda. Solo una pista, un detalle sería suficiente para poder hallar su liberación. Guardó el artilugio dentro de su abrigo oscuro y decidió alejar momentáneamente esos cuestionamientos. La estación nívea mostraba su rosto más clemente por las mañanas, dando espacio a los residentes a disfrutar de una ligera caminata sin tener que preocuparse de las inclemencias. De este modo Quinn, avanzó entre el gentío de personas que iniciaban sus labores. Atraído por la belleza de la iconografía plasmada en las calles, se detenía de vez en cuando a admirar las pinceladas que les daban forma. Sonreía curioso y sin darse cuenta, mostraba su lado más afable, la esencia de verdadero Quinn quien en otroras épocas solía ser un jovencito inquieto y ávido por aprender la forma en que el mundo funcionaba.

Resultaban insoportables las horas cuando permanecía sumergido en ese aparente trance. Desde aquel evento fatídico que le habían conllevado al accidente y posteriormente a la pérdida de memoria temporal. Apenas tenía de sus acciones previas. Como hijo único y sobreviviente de los Blackwood recaía la responsabilidad de mantener limpio el apellido después de que los rumores mal intencionados sobre sus orígenes sobrenaturales se encargaran de mancillar sus orígenes. La aparente calma en él pelinegro significaba un riesgo aún mayor que si mantuviese sus sentidos alertas, pues solo significaba que en cualquier momento el ente que le acompañaba a todas partes podría resurgir una vez más, poniendo en riesgo su integridad. Solo que esta ocasión sería muy diferente, pues Sabine ya no se encontraban con él ahora para ayudarle a intervenir contra dicho espectro. Si quería salir avante de esa batalla venidera debía hallar fortaleza en sí mismo.

Continúo su caminata regalando un par de sonrisas y saludos a los extraños que reaccionaban del mismo modo con el joven. No era nada extraño, puesto que desde niño siempre había sido elogiado por su extraño atractivo, dado que poseía una belleza natural no necesitaba hablar siquiera para que más de una persona sintiera esa curiosidad al verle caminar. Detuvo su andar para hacer una pausa en uno de los restaurantes que se elevaban en las aceras, el olor exquisito de los platillos despertó su apetito de inmediato.

–Buenos días Monsieur, mesa para uno por favor– espetó amable hacia el encargado en turno.

por **Karim Zagoraski** Vie Mayo 06, 2016 2:18 pm

Hora de la comida

RESTAURANT

QUINN

WHISPERS

Abrí el gran mapa de París en la mesa del Restaurant, tenía muchas cosas que hacer y las horas de un solo día se hacían escasas cuando algo se metía en la cabeza. Mire la hora Erion ya estaba atrasado de seguro coqueteando con la herrera no lo culpaba la mujer era bien elegante y atractiva, pero él nunca tendría oportunidad con ella. Algo estaba claro comería con o sin él, de todas formas él sabía lo maniática que era con los horarios así que dudaba mucho que a estas horas se esforzará en llegar de manera puntual, saque de un pequeño estuche de cuero un lápiz de carbón, alce la mirada observando detenidamente el lugar que poco a poco se iba tomando vida con mas personas en las mesas contiguas, especialmente había hablado con el Dueño para permitirme reservar una mesa diariamente, mis especificaciones habían sido bien claras: Una mesa para cuatro o cinco personas, tener siempre dos puestos bien ordenados el espacio que quedaba era para mis artefactos, mapas, libros o lo que necesitara. Mantener siempre una jarra con té helado. Almuerzo y cena, eran los que necesitaría diariamente ya que aun no nos radicamos con mi mellizo, Erion. El Dueño no había puesto objeción, pensé- “Claro que no! Con la suma de dinero que le había pagado por adelantado”- saque una maderita pequeña y perfectamente tallada en línea recta y comencé a marcar en el mapa los lugares donde habíamos hecho búsquedas, todos perfectamente enumerados con fechas y cantidad de horas que habíamos estado en el lugar. Mientras observaba el mapa y hacia mis anotaciones el Restaurant pareció llenarse de personas murmullos iban y venían, simplemente habladurías que no me interesaban a menos que alguien supiera de Úrsula.

-Lady Zagoraski, su comida – dijo el chico que llevaba atendiendome tres días seguidos puso de manera perfecta y ordenada mi plato en un puesto vacío, levante la mirada con una enorme sonrisa - Pensé que se habían olvidado de mi comida – le guiñe el ojo de manera divertida - ¿Su hermano no la acompañara? – Me pregunto bajando la mirada un gesto que parecía de opresión y humildad, tome aire y expulse de manera molesta – ¡No! Lo puedes creer ya me dejo plantada – dije lanzando una pequeña sonrisa – Pero no te preocupes en algún momento entrará por ahí – me gire hacia la puerta – Y vendrá dando excusas de su retraso… pero como esto se ve apetitoso comeré en soledad – el jovencito sonrió ante mi supuesto enfado y se retiro no sin antes de dejarme servido un poco de té helado.

El plato humeaba tal y como me gustaba la comida recién salida del fuego, una pequeña manía que tenía de pequeña… mi hermano decía que me gustaba la tortura y tenía razón me gustaba, pero de una manera sutil… alimentos calientes sabían mejor a mi parecer… La última mesa que quedaba desocupada se encontraba frente a la mía – De seguro nadie quiere sentarse cerca de una mujer media extraña – dije en voz alta mientras un joven pasaba por al lado y era acomodado en la mesa solitaria.

Con el tenedor pinche un trozo de carne condimentada con especias y con el cuchillo me dispuse a cortar un trozo de la humeante carne, unte un poco de una salsa verde y me la lleve hacia la boca - ¡Demonios! – dije maldiciendo ya que la condenada carne era el mismísimo infierno de lo caliente que estaba, en mi arrebato por tomar un poco del té helado pase a botar la jarra que cayó al suelo destrozándose y de pasada mojando mi bendito mapa, me levanté con rapidez y tome las servilletas que estaban en el puesto desocupado de mi hermano y comencé a secar el mapa - ¡justo ahora! – exclame mientras me lamentaba ya que mi lengua aun ardía, prontamente el personal de servicio buscaba los implementos para limpiar el desastre que yo había dejado. Con mi pie comencé a juntar los vidrios de la jarra, mientras el mapa yacía medio seco y mi boca seguía siendo un maldito infierno…

©Jellychess

por **Nnamdi** Miér Jun 08, 2016 2:53 pm

Resultaba mucho más fácil disponer de sus bienes para pedir que los alimentos fuesen servidos en la comodidad de la mansión, no obstante pensó que tomar un poco de aire fresco le caería mejor ahora que sus demonios internos acechaban con regresar. Cuando eso sucedía, solía perderse por días sin retorno, mal gastando su fortuna con hombres o mujeres que mitigaran de cierto modo esa soledad que llevaba a cuestas. Se había hecho a la idea de que quizás era un precio que los Blackwood ostentaban al poseer dádivas sobrenaturales. Cómo demonios iba a saber si se hallaba solo en aquella ciudad de fantasía, apenas se sentía lo suficientemente prudente para saber a dónde se dirigía ese día como para detenerse a cavilar sobre el pasado. Ensimismado en reverberaciones propias y aquellos sucesos que rodeaban de misterio y tragedia el apellido el estrepitoso sonido del cristal estrellándose contra el suelo de mármol le tomó por sorpresa, despertándolo de ese trance.

El cuerpo de Quinn de manera mecánica se movió hacia atrás para evitar que el líquido le empapara de más. Su acompañante, el mesero, rápidamente se apresuró en auxiliar a la mujer que se hallaba atrapada en medio del inconveniente. No pudo evitar mostrarse contrariado ¿Habría sido su presencia lo que tomó por sorpresa a la extraña? De inmediato tomó su pañuelo y secó su camisa, acto seguido colocó el resto de las servilletas sobre el mapa húmedo, afortunadamente nada en él se arruinó, pues las líneas oscuras y los puntos rojos permanecían claramente marcados sobre su corrugada superficie. Para cuando el resto del servicio se aproximó hacia ellos la situación estaba ya controlada.

–Muchas gracias caballeros– espetó el pelinegro hacia ellos –Disculpe me parece que esto es suyo– susurró afable hacia ella entregando el mapa.

La mesa que había sido solicitada por Quinn estaba más que lista y aunque ella seguía siendo una perfecta desconocida no pudo evitar un poco de pena por la situación previa.

–Si gusta puede acompañarme madame–

No era un hombre sociable del todo, mucho menos las últimas semanas, sin embargo n ocasiones esporádicas podía ser un poco diferente, un Quinn que derrochaba amabilidad dejando muy en alto los preceptos enseñados por Sabine. Un ademán sutil le fue ofrecido a la mujer para que tomara lugar en la mesa.

–Pero que inconveniente ¿Cierto? Espero que su mapa no se haya dañado del todo– Hizo una pausa mientras él se acomodaba en su sitio correspondiente –Me disculpo, mi nombre es Quinn Blackwood–

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