AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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..La música calma a las bestias -Dimitri-
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..La música calma a las bestias -Dimitri-
Un fuego extraño recorría su cuerpo. Una electricidad que la paralizaba, un entusiasmo poco conocido. Raras veces usado. ¿Qué era aquello que la movilizaba? ¿Qué pasaba a su alrededor para hacer desaparecer todos los pensamientos de su turbia y concurrida mente? Era la música. Un sonido armónico, arrebatador. La música la complacía, la cambiaba en cierta manera. Podía escucharlo todo con claridad, a pesar de estar alejada del punto de origen de sus sentimientos. Estaba decidida a llegar a tal lugar, asíque con la luna de testigo, apresuró un poco su caminar. Las calles estaban desiertas, era demasiado tarde como para que los simples mortales salieran a hacer sus menesteres. Solo los condenados, los dueños de la noche caminaban entre las sombras, y por raro que pareciese, ningún vampiro andaba cerca, o por lo menos, ninguno que Ofelia sintiese.
Ahora el piano aumentaba su ritmo, el sonido se volvía cada vez más y mas fuerte, y la electricidad y el fuego, se unieron para formar un rayo violento que atravesaba todo su ser. Era el placer, el deleite de sentir las notas en su mente. Podía decir cada una de ellas, podía visualizar al pianista golpeando las teclas con sus hábiles dedos. Llegó al fin hasta donde la música emanaba. Era una pequeña casita, seguramente de clase media. Una sola ventana daba con la calle, y por ella, se podía ver al músico con su instrumento, iluminado solo por la tenue luz de una vela. Era un humano, un hombre que no pasaba los treinta años. Un mortal que mostraba su alma con arpegios, que dejaba sus pensamientos, sus culpas, allí sobre el mármol. Desahogaba su ser, justo como Ofelia lo hacía en esos momentos. Recargó su cuerpo contra una pared, mientras que sus ojos se cerraban disfrutando del momento. Mientras que sus manos se entrelazaban de manera delicada. Mientras que se unía ella al alma del artista.
Súbitamente, las ansias de sangre brotaron en el fondo de su mente. Ansiaba la sangre de ese humano, pero matar al dueño de tan pulcras melodías le parecía un crimen impagable. Oh maldito sea el monstruo que acallaba en su interior. Maldita sea la sed que la sofocaba en eso instantes. Que contradictoria podía ser la vida. ¿Vida? No...Lo que llevaba no era vida. Tan solo apenas, una pequeña emulación de lo que alguna vez supo tener. El fuego abrazaba su garganta. Sed. Sangre. Muerte. Pero no..Que la música era lo único que la apaciguaba..O tal vez no. Maldita Condena. Maldita eternidad.
Ahora el piano aumentaba su ritmo, el sonido se volvía cada vez más y mas fuerte, y la electricidad y el fuego, se unieron para formar un rayo violento que atravesaba todo su ser. Era el placer, el deleite de sentir las notas en su mente. Podía decir cada una de ellas, podía visualizar al pianista golpeando las teclas con sus hábiles dedos. Llegó al fin hasta donde la música emanaba. Era una pequeña casita, seguramente de clase media. Una sola ventana daba con la calle, y por ella, se podía ver al músico con su instrumento, iluminado solo por la tenue luz de una vela. Era un humano, un hombre que no pasaba los treinta años. Un mortal que mostraba su alma con arpegios, que dejaba sus pensamientos, sus culpas, allí sobre el mármol. Desahogaba su ser, justo como Ofelia lo hacía en esos momentos. Recargó su cuerpo contra una pared, mientras que sus ojos se cerraban disfrutando del momento. Mientras que sus manos se entrelazaban de manera delicada. Mientras que se unía ella al alma del artista.
Súbitamente, las ansias de sangre brotaron en el fondo de su mente. Ansiaba la sangre de ese humano, pero matar al dueño de tan pulcras melodías le parecía un crimen impagable. Oh maldito sea el monstruo que acallaba en su interior. Maldita sea la sed que la sofocaba en eso instantes. Que contradictoria podía ser la vida. ¿Vida? No...Lo que llevaba no era vida. Tan solo apenas, una pequeña emulación de lo que alguna vez supo tener. El fuego abrazaba su garganta. Sed. Sangre. Muerte. Pero no..Que la música era lo único que la apaciguaba..O tal vez no. Maldita Condena. Maldita eternidad.
Ofelia K. Von Drago- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 93
Fecha de inscripción : 06/10/2010
Localización : Allí donde la obscuridad nos vuelve invisibles.
Re: ..La música calma a las bestias -Dimitri-
-Es tan bella para vos como lo es para mí -dije repentinamente, provocando el asombro de aquella preciosa inmortal que delante mío olsiqueaba a su presa, a pesar de que ésta desconocía su existencia.
Había sido inevitable llegar hasta allí. No sólo había una música preciosa en medio de una noche demsiado calmada, sino que además probablemente iba a presenciar cómo una de las mías, una vampyr, una inmortal destrozaba su cuerpo y bebía su sangre sumida en un inevitable río de pasión. Quería formar parte de aquel caudal, y por eso estaba allí.
La noche se me había presentado aburrida, como cualquier otra. Salí en busca de una buena presa, y encontré al hombre perfecto. Había acabado bebiedo su sangre en la oscuridad de un callejón, pero aún me faltaba encontrar a una dama que me ofreciera su cuerpo y sangre de manera completamente voluntaria, ardiendo pasionalmente por mi voz y mis caricias. Y pensaba encontrarla. Sin embargo, no accedí a ir a cualquier lugar. Tampoco quería fiestas y mucho menos visitaría la casa de nadie. Salí a la calle en busca de alguna preciosidad a la que no hubiese visto jamás, pero, inevitablemente, se cruzó en mi camino una de aquellas luces a las que es imposible ignorar, y ésta se llevó toda mi atención. El cabello pelirrojo y el inconfundible olor a inmortalidad captaron toda mi atención, pero más aún la captó cuando descubrí que su belleza era desorbitada, propia de un diablo caído del cielo. La seguí hasta que descubrí dónde paraban sus pensamientos; aquella música tan bonita que salía de una casa en las afueras de la ciudad.
-Lamento haberos asustado, mademoiselle -dije acercándome a ella. Con cada milímetro que me acercaba a ella, podía atisbar un nuevo rasgo de su belleza. Era armonía, como la música que sonaba en el piano. - Si no me equivoco, es la Fuge de Bach, ¿no es cierto? -lentamente, absorbí su mirada con la mía y clavé mis pupilas azules en sus rizos rojizos. -Dimitri Lumière, mademoiselle -dije esperando a que me ofreciese su mano para saludarla cortésmente.
Había sido inevitable llegar hasta allí. No sólo había una música preciosa en medio de una noche demsiado calmada, sino que además probablemente iba a presenciar cómo una de las mías, una vampyr, una inmortal destrozaba su cuerpo y bebía su sangre sumida en un inevitable río de pasión. Quería formar parte de aquel caudal, y por eso estaba allí.
La noche se me había presentado aburrida, como cualquier otra. Salí en busca de una buena presa, y encontré al hombre perfecto. Había acabado bebiedo su sangre en la oscuridad de un callejón, pero aún me faltaba encontrar a una dama que me ofreciera su cuerpo y sangre de manera completamente voluntaria, ardiendo pasionalmente por mi voz y mis caricias. Y pensaba encontrarla. Sin embargo, no accedí a ir a cualquier lugar. Tampoco quería fiestas y mucho menos visitaría la casa de nadie. Salí a la calle en busca de alguna preciosidad a la que no hubiese visto jamás, pero, inevitablemente, se cruzó en mi camino una de aquellas luces a las que es imposible ignorar, y ésta se llevó toda mi atención. El cabello pelirrojo y el inconfundible olor a inmortalidad captaron toda mi atención, pero más aún la captó cuando descubrí que su belleza era desorbitada, propia de un diablo caído del cielo. La seguí hasta que descubrí dónde paraban sus pensamientos; aquella música tan bonita que salía de una casa en las afueras de la ciudad.
-Lamento haberos asustado, mademoiselle -dije acercándome a ella. Con cada milímetro que me acercaba a ella, podía atisbar un nuevo rasgo de su belleza. Era armonía, como la música que sonaba en el piano. - Si no me equivoco, es la Fuge de Bach, ¿no es cierto? -lentamente, absorbí su mirada con la mía y clavé mis pupilas azules en sus rizos rojizos. -Dimitri Lumière, mademoiselle -dije esperando a que me ofreciese su mano para saludarla cortésmente.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 25/07/2010
Re: ..La música calma a las bestias -Dimitri-
La contradicción, la culpa, las ansias de muerte, se vieron interrumpidas por una voz masculina que había aparecido sin previo aviso. No lo había escuchado llegar, ya que sus sentidos estaban adormecidos de alguna forma. Su mente la turbaba de manera estrepitosa y llegar a concentrarse era todo un problema. Lo observó durante unos segundos, mientras que de fondo, el piano sonaba inocente y pasional a la vez. La muerte estaba casi tocando la puerta del desgraciado músico, y poco sabía el de lo que su destino le amparaba. Pobres mortales que se dejaban llevar por los vientos de la vida, sin saber que ellos mismos podían forjar su futuro. Sin saber que con un poco de convicción, podrían dominar su pequeño mundo. Bah..No sería ella la que fuese a advertirle al mortal sobre los peligros de la noche. No. Ofelia en ese momento, oficiaba de parca.
Asintió con la cabeza, afirmando la canción que el vampiro había reconocido. Era apuesto, y por sus ademanes, debía tener varios años de existencia. Con un poco de observación, era fácil incluso decir en que época había nacido. Pero no se encontraba de humor como para averiguarlo, ni tampoco le importaba en demasía. Ahora solo era importante la sangre que corría por las venas de ese hombre..Ese hombre que tocaba de manera celestial, que la incitaba a morderlo de alguna manera. A acabar con su vida.
Inclinó un poco la cabeza, a manera de saludo meramente cordial. Era imposible dejar de lado las cordialidades cuando uno las llevaba impresas en la mente, en el cuerpo. Dimitri, dijo llamarse pero no había escuchado de el antes. Extraño, puesto que el mundo de las sombras no era demasiado grande como para no terminar conociéndolos a todos.
-Ofelia Von Drago – Presentose con la voz aterciopelada. Casi sensual. Extendió su mano, hacia el inmortal. Mientras que sus ojos, no paraban de detallar cada una de sus prendas, sus señas y su rostro. Se acercó unos pasos antes, pero ya estaban bastante cerca. Esperó el saludo y luego volvió la vista al frente. De manera elegante, siempre elegante. – ¿Estoy en un dilema..He de terminar con esta hermosa música solo para satisfacerme? Quizás debería esperar a que el músico terminase…¿Cuál es vuestra opinión? – Susurró, sabiendo que la escucharía. Giró la cabeza para encontrarse con el nuevamente, clavando la mirada en sus ojos.
Asintió con la cabeza, afirmando la canción que el vampiro había reconocido. Era apuesto, y por sus ademanes, debía tener varios años de existencia. Con un poco de observación, era fácil incluso decir en que época había nacido. Pero no se encontraba de humor como para averiguarlo, ni tampoco le importaba en demasía. Ahora solo era importante la sangre que corría por las venas de ese hombre..Ese hombre que tocaba de manera celestial, que la incitaba a morderlo de alguna manera. A acabar con su vida.
Inclinó un poco la cabeza, a manera de saludo meramente cordial. Era imposible dejar de lado las cordialidades cuando uno las llevaba impresas en la mente, en el cuerpo. Dimitri, dijo llamarse pero no había escuchado de el antes. Extraño, puesto que el mundo de las sombras no era demasiado grande como para no terminar conociéndolos a todos.
-Ofelia Von Drago – Presentose con la voz aterciopelada. Casi sensual. Extendió su mano, hacia el inmortal. Mientras que sus ojos, no paraban de detallar cada una de sus prendas, sus señas y su rostro. Se acercó unos pasos antes, pero ya estaban bastante cerca. Esperó el saludo y luego volvió la vista al frente. De manera elegante, siempre elegante. – ¿Estoy en un dilema..He de terminar con esta hermosa música solo para satisfacerme? Quizás debería esperar a que el músico terminase…¿Cuál es vuestra opinión? – Susurró, sabiendo que la escucharía. Giró la cabeza para encontrarse con el nuevamente, clavando la mirada en sus ojos.
Ofelia K. Von Drago- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 93
Fecha de inscripción : 06/10/2010
Localización : Allí donde la obscuridad nos vuelve invisibles.
Re: ..La música calma a las bestias -Dimitri-
Cuando ella me ofreció su mano, siempre de manera elegante, lo cual decía algo más de aquella mujer de rostro duro y redondeado, la besé con toda suavidad, después de haberla tomado entre mis manos, frías como el hielo.
Se presentó con total naturalidad, aunque se mantuvo galante. Ofelia. Ofelia. Fue inevitable recordar a Ophelia Rainy, a la pintora, a aquella frágil doncella que hizo el retrato más perfecto que jamás había visto. Mi retrato, que yacía colgado en la pared frontal del hall de mi teatro. Era perfecto. Fue inevitable, como digo, acordarme de sus ojos azules y su cabello oscuro, de su piel pálida y de su bella humanidad. Había sido poco, corto, pero sobre todo, intenso. Había disfrutado de su carne, de su piel pálida y de sus ojos abiertos; de su inteligencia, de su suave voz, y sobre todo, de sus ocultas dotes artísticas.
Aún había días que paseaba cerca de las callejuelas por donde se encontraba su estudio, ahora abandonado y cerrado al público. Aún prendían de sus paredes los cuadros que me habían hablado de su pasado.
En aquel momento, había perdido la mirada, pero el nuevo comentario de Ofelia, la Ofelia pelirroja, me devolvió al presente. Levanté la cabeza y la miré estudiándola de cerca. El mundo me había robado a una Ophelia, pero ahora me devolvía a otra.
Sonreí.
-Creo que deberíamos, ambos, adentrarnos entre las líneas musicales del joven. Su olor dictamina el gran sabor que ha de poseer su sangre. -comencé a susurrarle.- Somos seres de la noche, ¿quién sino nosotros deberíamos terminar con un placer para comenzar otro? -esbocé una media sonrisa- La acompañaré gustoso si no es un problema para vos.
Se presentó con total naturalidad, aunque se mantuvo galante. Ofelia. Ofelia. Fue inevitable recordar a Ophelia Rainy, a la pintora, a aquella frágil doncella que hizo el retrato más perfecto que jamás había visto. Mi retrato, que yacía colgado en la pared frontal del hall de mi teatro. Era perfecto. Fue inevitable, como digo, acordarme de sus ojos azules y su cabello oscuro, de su piel pálida y de su bella humanidad. Había sido poco, corto, pero sobre todo, intenso. Había disfrutado de su carne, de su piel pálida y de sus ojos abiertos; de su inteligencia, de su suave voz, y sobre todo, de sus ocultas dotes artísticas.
Aún había días que paseaba cerca de las callejuelas por donde se encontraba su estudio, ahora abandonado y cerrado al público. Aún prendían de sus paredes los cuadros que me habían hablado de su pasado.
En aquel momento, había perdido la mirada, pero el nuevo comentario de Ofelia, la Ofelia pelirroja, me devolvió al presente. Levanté la cabeza y la miré estudiándola de cerca. El mundo me había robado a una Ophelia, pero ahora me devolvía a otra.
Sonreí.
-Creo que deberíamos, ambos, adentrarnos entre las líneas musicales del joven. Su olor dictamina el gran sabor que ha de poseer su sangre. -comencé a susurrarle.- Somos seres de la noche, ¿quién sino nosotros deberíamos terminar con un placer para comenzar otro? -esbocé una media sonrisa- La acompañaré gustoso si no es un problema para vos.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 25/07/2010
Re: ..La música calma a las bestias -Dimitri-
Lo pensó unos segundos. Otra vez ese dilema existencial recorría su mente, pero por más extraño que parezca, esa noche estaba decidida a ser diferente. Era el destino, el quiso que estos dos seres de la noche se encontraran, y descubrieran al pobre humano que en segundos mas, estaría tocando su música desde un cielo lejano. Fue el destino el cual marcó sus pasos, y ambos terminaron en el sucio callejón. No había otra explicación. La inmortal, observó a su par, dictaminando si su comentario valía la pena el ser atendido. Luego, una pequeña y cruenta sonrisa, se deslizó por sus labios. Acomodó su cabello, el cual se despeinaba por el viento que los acompañaba, y en secreto, relamió sus colmillos. La sed, y el fuego que esta traía de compañía atravesaban su garganta como pequeñas dagas que lastimaban su cuerpo. Dolía, pero sabía que ese martirio no duraría mucho. Ella se encargaría de que así fuera.
-En efecto, casi nunca cazo en compañía, será una nueva experiencia – Pronunció en un suave susurro que voló entre ambos, abrazando las bestias que pronto aflorarían. Sin esperar otras palabras, que hubiesen quedado sobrantes en aquella situación, se adelantó a cualquier movimiento, caminando hacia la puerta, abriéndola suavemente. Su meta, era no ser escuchada por esos débiles oídos humanos. Lo había conseguido, puesto que la música seguía su rumbo, pero esta vez con más velocidad, más entusiasmo y pasión. Pudo sentir el aroma a la sangre fresca, y sintió un rayo recorrer sus cuerpo. No se detuvo a ver si aquel misterioso hombre la seguía. Se había detenido el tiempo a su alrededor, estaba hipnotizada, en un trance difícil de superar. Era otra..La Ofelia del pasado había desaparecido sin dejar rastro. Se había esfumado, dejando paso a la nueva e implacable Ofelia. Esa que con descaro, y con un sigilo impresionante, se situaba detrás del músico sin que este la viese.
Totalmente transformada. Convertida en otra ¿Persona? No.
Monstruo..Depredador..Cazador..Como demonios quieran decirle. Posó una de sus delicadas manos sobre el cabello del músico. El piano se detuvo, pero en su mente, el seguía tocando, y lo seguiría haciendo por toda una eternidad. El mortal, quedó repentinamente duro, como si supiese lo que se avecinaba. Es que a Ofelia le encantaba jugar con el alimento. Retenerlo lo más que se podía, utilizarlo. Convertirlo en un pequeño juguete. Una pobre marioneta, y ella, la titiritera por excelencia. –Hermosas melodías son las que desprenden vuestras manos.. – Musitó con una fingida dulzura. Ahora su mano, pasaba por el rostro del hombre, acariciando con su fría piel, ese rostro dubitativo, miedoso. Entonces recordó que tenía compañía. Y que mal educada había sido hasta entonces, se había dejado llevar tanto, que olvidó por completo a Dimitri. Posó sus ojos en el vampiro para hablarle con la misma dulzura fingida que antes – Os dejo el honor, de comenzar el..Banquete.. – Susurró, en un tono tan bajo, que el humano, aun con su increíble oído musical, no los pudo haber escuchado.
-En efecto, casi nunca cazo en compañía, será una nueva experiencia – Pronunció en un suave susurro que voló entre ambos, abrazando las bestias que pronto aflorarían. Sin esperar otras palabras, que hubiesen quedado sobrantes en aquella situación, se adelantó a cualquier movimiento, caminando hacia la puerta, abriéndola suavemente. Su meta, era no ser escuchada por esos débiles oídos humanos. Lo había conseguido, puesto que la música seguía su rumbo, pero esta vez con más velocidad, más entusiasmo y pasión. Pudo sentir el aroma a la sangre fresca, y sintió un rayo recorrer sus cuerpo. No se detuvo a ver si aquel misterioso hombre la seguía. Se había detenido el tiempo a su alrededor, estaba hipnotizada, en un trance difícil de superar. Era otra..La Ofelia del pasado había desaparecido sin dejar rastro. Se había esfumado, dejando paso a la nueva e implacable Ofelia. Esa que con descaro, y con un sigilo impresionante, se situaba detrás del músico sin que este la viese.
Totalmente transformada. Convertida en otra ¿Persona? No.
Monstruo..Depredador..Cazador..Como demonios quieran decirle. Posó una de sus delicadas manos sobre el cabello del músico. El piano se detuvo, pero en su mente, el seguía tocando, y lo seguiría haciendo por toda una eternidad. El mortal, quedó repentinamente duro, como si supiese lo que se avecinaba. Es que a Ofelia le encantaba jugar con el alimento. Retenerlo lo más que se podía, utilizarlo. Convertirlo en un pequeño juguete. Una pobre marioneta, y ella, la titiritera por excelencia. –Hermosas melodías son las que desprenden vuestras manos.. – Musitó con una fingida dulzura. Ahora su mano, pasaba por el rostro del hombre, acariciando con su fría piel, ese rostro dubitativo, miedoso. Entonces recordó que tenía compañía. Y que mal educada había sido hasta entonces, se había dejado llevar tanto, que olvidó por completo a Dimitri. Posó sus ojos en el vampiro para hablarle con la misma dulzura fingida que antes – Os dejo el honor, de comenzar el..Banquete.. – Susurró, en un tono tan bajo, que el humano, aun con su increíble oído musical, no los pudo haber escuchado.
Ofelia K. Von Drago- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 93
Fecha de inscripción : 06/10/2010
Localización : Allí donde la obscuridad nos vuelve invisibles.
Re: ..La música calma a las bestias -Dimitri-
Había sido apenas un susurro, pero para mí fue suficiente. El aire que latía entre ambos me pareció demasiado cálido. Quizá habría que enfriar la situación un poco.
Aún con Lady Rain en la mente, observé como Ofelia no dudaba más de su postura y se adelantaba a acariciar al músico. Era una pena que fuera músico, aunque, si tomábamos la situación como la leyenda de Elizabeth Báthory, si me alimentaba de él, aumentaría mi propia calidad musical. Dudaba que así fuera, pero, ¿por qué no divertirse un poco?
Noté cómo mi esófago vibraba, y mis papilas gustativas, pese a estar muertas, comenzaban a fingir saborear la sangre que aún no había llegado a su destino: mis colmillos. Noté mis dientes, apretados pero sonrientes, y entonces, subí yo también.
Cuando había llegado, el ardor que sentía en mí era tan ígneo como el cabello de mi acompañante inmortal. Sabía de sobra que ella estaba tan sedienta como yo, pero sin embargo, su dulce voz indicó que fuera yo quien comenzase.
Palpé el nerviosismo de la víctima, y el movimiento confuso de sus ojos al ver a dos figuras perfectas que lo miraban como si de su alimento se tratase.
-No sería del todo cortés si no dejase a la dama que comenzase primero, pero tampoco lo sería si declinara vuestra oferta, mademoiselle.
Mi tono de voz sí fue normal, pero antes de que el hombre echase a correr, agarré su cuello con mis manos y las mantuve en tensión para no ahogarlo, pero tampoco para que pudiera mover un sólo centímetro de su cuerpo. Le palpé la yugular con el pulgar derecho, y no pude evitar sonreír.
Casi podría decir que noté el brillo reluciente de mis iris azules al oler el aliento que salía acompasado de entre los labios del músico.
Miré a Ofelia antes de acercarme más a la víctima, y le lancé una mirada de gratitud y placer. En aquel momento, debería haber clavado mis colmillos en la piel del joven, pero...
-Vamos a jugar -murmuré, obligando al humano a mirarme a los ojos. Aún mantenía mis manos aprisionando su cuello, y lo levanté del asiento del piano. Posé su cuerpo sobre las teclas, quedando de frente a mí y acerqué mi boca a la suya. Sus manos permanecían caídas, muertas, y ni siquiera él intentó tocarme. Mostré mis colmillos latentes y noté, ahora más que nunca, el deseo que me corroía, consumiendo cada pensamiento de mi etérea mente. -Sé que te va a gustar -dije cuando estaba muy cerca de él. Hice un gesto a Ofelia con la mirada para que se acercase.- ¿La ves? Te ha elegido a tí, tú eres el afortunado que esta noche saboreará sus colmillos -dije con un susurro. Utilizaba mi persuasión para tranquilizarlo. Era un hombre adulto, de cabellos negro azabache y de ojos oscuros, intensos y tímidos. Dejé que Ofelia se acercara a él para que pudiera verla en todo su esplendor. De alguna manera, el estado de shock en el que se encontraba el humano impediría que la viera tal cual era, tan bella y explosiva. Sin embargo, sabía que mi efecto persuasivo estaba haciendo efecto. Noté, poco a poco, cómo se tranquilizaba y relajaba sus músculos.
-Esta es mi forma de hacer las cosas -le murmuré a Ofelia.- Nadie hará nada si no quiere hacerlo. Si le gusta, el placer del vampiro se multiplicará por dos.
La sonrisa que le brindé fue amplia y ambigua.
Aún con Lady Rain en la mente, observé como Ofelia no dudaba más de su postura y se adelantaba a acariciar al músico. Era una pena que fuera músico, aunque, si tomábamos la situación como la leyenda de Elizabeth Báthory, si me alimentaba de él, aumentaría mi propia calidad musical. Dudaba que así fuera, pero, ¿por qué no divertirse un poco?
Noté cómo mi esófago vibraba, y mis papilas gustativas, pese a estar muertas, comenzaban a fingir saborear la sangre que aún no había llegado a su destino: mis colmillos. Noté mis dientes, apretados pero sonrientes, y entonces, subí yo también.
Cuando había llegado, el ardor que sentía en mí era tan ígneo como el cabello de mi acompañante inmortal. Sabía de sobra que ella estaba tan sedienta como yo, pero sin embargo, su dulce voz indicó que fuera yo quien comenzase.
Palpé el nerviosismo de la víctima, y el movimiento confuso de sus ojos al ver a dos figuras perfectas que lo miraban como si de su alimento se tratase.
-No sería del todo cortés si no dejase a la dama que comenzase primero, pero tampoco lo sería si declinara vuestra oferta, mademoiselle.
Mi tono de voz sí fue normal, pero antes de que el hombre echase a correr, agarré su cuello con mis manos y las mantuve en tensión para no ahogarlo, pero tampoco para que pudiera mover un sólo centímetro de su cuerpo. Le palpé la yugular con el pulgar derecho, y no pude evitar sonreír.
Casi podría decir que noté el brillo reluciente de mis iris azules al oler el aliento que salía acompasado de entre los labios del músico.
Miré a Ofelia antes de acercarme más a la víctima, y le lancé una mirada de gratitud y placer. En aquel momento, debería haber clavado mis colmillos en la piel del joven, pero...
-Vamos a jugar -murmuré, obligando al humano a mirarme a los ojos. Aún mantenía mis manos aprisionando su cuello, y lo levanté del asiento del piano. Posé su cuerpo sobre las teclas, quedando de frente a mí y acerqué mi boca a la suya. Sus manos permanecían caídas, muertas, y ni siquiera él intentó tocarme. Mostré mis colmillos latentes y noté, ahora más que nunca, el deseo que me corroía, consumiendo cada pensamiento de mi etérea mente. -Sé que te va a gustar -dije cuando estaba muy cerca de él. Hice un gesto a Ofelia con la mirada para que se acercase.- ¿La ves? Te ha elegido a tí, tú eres el afortunado que esta noche saboreará sus colmillos -dije con un susurro. Utilizaba mi persuasión para tranquilizarlo. Era un hombre adulto, de cabellos negro azabache y de ojos oscuros, intensos y tímidos. Dejé que Ofelia se acercara a él para que pudiera verla en todo su esplendor. De alguna manera, el estado de shock en el que se encontraba el humano impediría que la viera tal cual era, tan bella y explosiva. Sin embargo, sabía que mi efecto persuasivo estaba haciendo efecto. Noté, poco a poco, cómo se tranquilizaba y relajaba sus músculos.
-Esta es mi forma de hacer las cosas -le murmuré a Ofelia.- Nadie hará nada si no quiere hacerlo. Si le gusta, el placer del vampiro se multiplicará por dos.
La sonrisa que le brindé fue amplia y ambigua.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/07/2010
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