AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Jeux [Privado]
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Jeux [Privado]
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And give me a moment”
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El vampiro cerró los ojos abandonándose al éxtasis que el alimentarse representaba. Incontables víctimas durante incontables años no habían sido suficientes para amortiguar su anhelo por aquel preciado líquido, por el deseo de percibir la aceleración del palpitar de jugosos e incansables corazones antes del ineludible y definitivo final. Había conocido a otros que tras navegar océanos de tiempo se anestesiaban a las delicias de la existencia, incluso al deleite de alimentarse. Era eso algo que él no podía terminar de comprender pues, en momentos como ese, sentía que todo el sufrimiento que acarreaba la eterna oscuridad bien valía la pena por experimentar como la sangre viva reavivaba su carne.
Repasó la tibia y tersa piel con la lengua, atrapando una gota furtiva que intentaba deslizarle por entre el escote del traje de su acompañante. La joven entre sus brazos jadeó suavemente. Su excitación era fácilmente detectable por los sonidos que emitía y por el movimiento ondulante de sus caderas. Era una parisina normal, ni hermosa ni vulgar, una joven de alta alcurnia que en un fatal momento de imprudencia se había separado de su chaperón para buscar un poco de aventuras en los balcones del palacio. Él observó el rostro de piel pálida y largas pestañas, recorrió con la punta de su dedo el contorno de la cara y acarició con suavidad las ondas de su cabellera castaña. Luego penetró la piel de su hombro por segunda vez con los afilados colmillos mientras ella exhalaba sonoramente y se rendía a las tempestuosas sensaciones del orgasmo.
El rió mientras ella se convulsionaba entre sus brazos ¿Imaginaba alguien acaso lo que ocurría en las sombras de uno de los tantos bailes que celebraban los ociosos habitantes de la ciudad? Por supuesto que no y en caso de que algún curioso pasase por allí solo se encontraría con un hombre que besaba a una joven en el cuello y los hombros. Seguramente les observaría por unos segundos y luego se iría con cara de reprobación ante tan inapropiado comportamiento aunque, en su fuero interno, deseara con ansias estar en el lugar de alguno de los dos a los que criticaría públicamente en cuestión de minutos ¿Dónde estaba el chaperón de la joven? ¿Es que acaso ningún conocido se estaría preguntado sobre su paradero?
Le costó buena parte de su fuerza de voluntad separarse por segunda vez de la fuente del líquido que tanto necesitaba su cuerpo preternatural. La sed después de un entierro prolongado era insufrible y él aún no se libraba de aquella deliciosa tortura. Finalmente logró detenerse pero justo cuando se disponía a cerrar las heridas con su lengua se sintió observado. No se trataba esto de un inconveniente, fácilmente podría salir del atolladero usando sus dones, pero se encontró pensando en la diversión que podría proveerle lo inesperado de la situación. La música de la orquesta se filtraba por la puerta abierta y él percibía con claridad los movimientos de las parejas que danzaban alegremente en el salón así como la agitada respiración del pequeño fisgón. –Abre los ojos querida, tenemos compañía – ordenó a la joven entre sus brazos para luego liberarla de su agarre. Ella se veía sorprendida y avergonzada, no comprendía lo que acababa de ocurrir ni porque sentía su cuerpo tan enardecido y débil al mismo tiempo. Sus mejillas estaban inusualmente pálidas y un momento después se escurrió con la gracilidad que solo las damas de la clase alta pueden darle a un inminente desmayo. El vampiro no acudió en su ayuda, poco le importaba ahora que su sed estaba momentáneamente controlada. En su lugar esperó de pie e inamovible, de espaldas a la puerta, la música, las risas y la identidad de quién les observaba… aguardando por una reacción, una palabra o una huida que muy seguramente no llegaría a concretarse.
Repasó la tibia y tersa piel con la lengua, atrapando una gota furtiva que intentaba deslizarle por entre el escote del traje de su acompañante. La joven entre sus brazos jadeó suavemente. Su excitación era fácilmente detectable por los sonidos que emitía y por el movimiento ondulante de sus caderas. Era una parisina normal, ni hermosa ni vulgar, una joven de alta alcurnia que en un fatal momento de imprudencia se había separado de su chaperón para buscar un poco de aventuras en los balcones del palacio. Él observó el rostro de piel pálida y largas pestañas, recorrió con la punta de su dedo el contorno de la cara y acarició con suavidad las ondas de su cabellera castaña. Luego penetró la piel de su hombro por segunda vez con los afilados colmillos mientras ella exhalaba sonoramente y se rendía a las tempestuosas sensaciones del orgasmo.
El rió mientras ella se convulsionaba entre sus brazos ¿Imaginaba alguien acaso lo que ocurría en las sombras de uno de los tantos bailes que celebraban los ociosos habitantes de la ciudad? Por supuesto que no y en caso de que algún curioso pasase por allí solo se encontraría con un hombre que besaba a una joven en el cuello y los hombros. Seguramente les observaría por unos segundos y luego se iría con cara de reprobación ante tan inapropiado comportamiento aunque, en su fuero interno, deseara con ansias estar en el lugar de alguno de los dos a los que criticaría públicamente en cuestión de minutos ¿Dónde estaba el chaperón de la joven? ¿Es que acaso ningún conocido se estaría preguntado sobre su paradero?
Le costó buena parte de su fuerza de voluntad separarse por segunda vez de la fuente del líquido que tanto necesitaba su cuerpo preternatural. La sed después de un entierro prolongado era insufrible y él aún no se libraba de aquella deliciosa tortura. Finalmente logró detenerse pero justo cuando se disponía a cerrar las heridas con su lengua se sintió observado. No se trataba esto de un inconveniente, fácilmente podría salir del atolladero usando sus dones, pero se encontró pensando en la diversión que podría proveerle lo inesperado de la situación. La música de la orquesta se filtraba por la puerta abierta y él percibía con claridad los movimientos de las parejas que danzaban alegremente en el salón así como la agitada respiración del pequeño fisgón. –Abre los ojos querida, tenemos compañía – ordenó a la joven entre sus brazos para luego liberarla de su agarre. Ella se veía sorprendida y avergonzada, no comprendía lo que acababa de ocurrir ni porque sentía su cuerpo tan enardecido y débil al mismo tiempo. Sus mejillas estaban inusualmente pálidas y un momento después se escurrió con la gracilidad que solo las damas de la clase alta pueden darle a un inminente desmayo. El vampiro no acudió en su ayuda, poco le importaba ahora que su sed estaba momentáneamente controlada. En su lugar esperó de pie e inamovible, de espaldas a la puerta, la música, las risas y la identidad de quién les observaba… aguardando por una reacción, una palabra o una huida que muy seguramente no llegaría a concretarse.
Friedrich Karstein- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 30/03/2016
Re: Jeux [Privado]
“But curiosity is a restless and scrupulous passion,
and no one girl can endure, with patience, t
hat hers should be baffled by another.”
― J. Sheridan Le Fanu, Carmilla
and no one girl can endure, with patience, t
hat hers should be baffled by another.”
― J. Sheridan Le Fanu, Carmilla
Las reuniones de alcurnia eran algo exasperante, tedioso, abrumador y cualquier otro adjetivo que describiera el suplicio que significaba para la joven de ojos color olivo. Hubo una época, justo cuando entraba a la adolescencia, que inclusive le rogaba a su madre por dejar acompañarla ―Será incómodo hija, probablemente no haya jovenes de tu edad y estarás rodeada de gente mayor - ―No importa madre, quiero ver a las doncellas con sus damas de compañía, tan elegantes y radiantes - ―¿Segura que no es por los caballeros? - y aquellas peticiones terminaban en risas por parte de ambas y un ligero sonrojo en las mejillas de la morena.
Ahora, la situación era completamente la opuesta, Taylor casi nunca asistía a los bailes que organizaban los amigos o conocidos de sus padres, en realidad, desde que se enteró de sus verdaderos orígenes dejó de asistir.
Esa noche, su padre ni siquiera tuvo que insistirle, quizá fue la mirada acongojada de aquella mujer a la que por tantos años llamó madre, lo que le removió algún sentimiento olvidado dentro de su ser. Se vistió con aquel vestido amarillo paja con flores doradas bordadas en la falda, ese que su madre sacó para ella emocionada al recibir una respuesta positiva sobre su asistencia al baile. No retobó, no esta vez, se acercó a esa mujer cuyos años comenzaban a marcarse en su rostro, y beso su frente.
No hubo pasado ni media hora desde que arribaron, cuando Taylor ya estaba arrepintiéndose de su decisión. No era la música, en la cual intentaba concentrarse, era el barullos, los murmullos y los roces innecesarios entre los presentes. Se mantuvo junto a sus padres por un tiempo prudente, el necesario para los saludos obligados y las exclamaciones sobre cuanto había crecido y lo hermosa que se había vuelto, pasado eso, se dedicó a caminar por la residencia, intentando encontrar un lugar calmado y sin tanta gente.
Pero aquel que busca, encuentra, a veces no lo que espera, otras mas... mucho mas de lo que puede soportar. Uno de los pasillos hacia el ala este fue el elegido para su cometido, no supo porque, pero se dirigió a esa puerta entreabierta, pasando todas las demás que sin vergüenza o con recato mostraban u ocultaban el contenido de sus interiores, fue un llamado, algo que su interior le exigía y que cuando lo vio no comprendió.
Una pareja, ella entregándose a las caricias desdeñosas y él cumpliendo su objetivo, pero algo mas llamó su atención, algo que la hizo fijar la mirada y descubrir, que aquello no era un beso apasionado preludio de los instintos mas básicos humanos. Abrió los ojos sorprendida, separó los labios como si pretendiera emitir algún tipo de sonido o formar una oración, pero su garganta pareció cerrarse al instante en que fue consciente de lo que sucedía. No era la primera vez que veía a uno de ellos alimentarse, Ethan en alguna ocasión le permitió ser testigo de aquel acto tan sanguinario -al menos cuando él se alimentaba- pero por mas que lo veas de forma repetitiva, no termina de tomarte desprevenido.
Su mirada siguió el camino de la joven hasta el piso, la melena castaña terminó desarreglada sobre el pálido rostro de la joven ¿seguía con vida? fueron solo unos segundos antes de que regresara la vista al caballero que había sido responsable de que hubiera una joven con respiración demasiado pausada en el piso.
El instinto no fue originado en la razón, actuó sin que fuera consciente de ello. Dio un paso dentro de la habitación, ese que faltaba para estar completamente en su interior, la diestra se deslizó hasta la perilla de la puerta jalándola hacia si y cerrándola a sus espaldas, su respiración acelerada y su pulso nada firme cuando paso el seguro de la puerta ― ¿Vienes solo? - no, no pensaba con claridad.
Ahora, la situación era completamente la opuesta, Taylor casi nunca asistía a los bailes que organizaban los amigos o conocidos de sus padres, en realidad, desde que se enteró de sus verdaderos orígenes dejó de asistir.
Esa noche, su padre ni siquiera tuvo que insistirle, quizá fue la mirada acongojada de aquella mujer a la que por tantos años llamó madre, lo que le removió algún sentimiento olvidado dentro de su ser. Se vistió con aquel vestido amarillo paja con flores doradas bordadas en la falda, ese que su madre sacó para ella emocionada al recibir una respuesta positiva sobre su asistencia al baile. No retobó, no esta vez, se acercó a esa mujer cuyos años comenzaban a marcarse en su rostro, y beso su frente.
No hubo pasado ni media hora desde que arribaron, cuando Taylor ya estaba arrepintiéndose de su decisión. No era la música, en la cual intentaba concentrarse, era el barullos, los murmullos y los roces innecesarios entre los presentes. Se mantuvo junto a sus padres por un tiempo prudente, el necesario para los saludos obligados y las exclamaciones sobre cuanto había crecido y lo hermosa que se había vuelto, pasado eso, se dedicó a caminar por la residencia, intentando encontrar un lugar calmado y sin tanta gente.
Pero aquel que busca, encuentra, a veces no lo que espera, otras mas... mucho mas de lo que puede soportar. Uno de los pasillos hacia el ala este fue el elegido para su cometido, no supo porque, pero se dirigió a esa puerta entreabierta, pasando todas las demás que sin vergüenza o con recato mostraban u ocultaban el contenido de sus interiores, fue un llamado, algo que su interior le exigía y que cuando lo vio no comprendió.
Una pareja, ella entregándose a las caricias desdeñosas y él cumpliendo su objetivo, pero algo mas llamó su atención, algo que la hizo fijar la mirada y descubrir, que aquello no era un beso apasionado preludio de los instintos mas básicos humanos. Abrió los ojos sorprendida, separó los labios como si pretendiera emitir algún tipo de sonido o formar una oración, pero su garganta pareció cerrarse al instante en que fue consciente de lo que sucedía. No era la primera vez que veía a uno de ellos alimentarse, Ethan en alguna ocasión le permitió ser testigo de aquel acto tan sanguinario -al menos cuando él se alimentaba- pero por mas que lo veas de forma repetitiva, no termina de tomarte desprevenido.
Su mirada siguió el camino de la joven hasta el piso, la melena castaña terminó desarreglada sobre el pálido rostro de la joven ¿seguía con vida? fueron solo unos segundos antes de que regresara la vista al caballero que había sido responsable de que hubiera una joven con respiración demasiado pausada en el piso.
El instinto no fue originado en la razón, actuó sin que fuera consciente de ello. Dio un paso dentro de la habitación, ese que faltaba para estar completamente en su interior, la diestra se deslizó hasta la perilla de la puerta jalándola hacia si y cerrándola a sus espaldas, su respiración acelerada y su pulso nada firme cuando paso el seguro de la puerta ― ¿Vienes solo? - no, no pensaba con claridad.
Annika Lindstrøm- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/03/2016
Re: Jeux [Privado]
A pesar de los años trascurridos, de la infinidad de situaciones en las que se había encontrado, de la cantidad de cosas que había visto y experimentado, Friedrich aún contaba con la capacidad de sentirse sorprendido. Y fue justamente eso, sorpresa, lo que sintió en cuanto escuchó como la puerta se ajustaba en el marco y el seguro caía en su trampa. Sonrió sin girarse, agradeciendo en silencio por la suerte con la que contaba esa noche en particular. No siempre se podía ufanar de dar, por las casualidades del destino, con alguien mínimamente interesante. La joven castaña continuaba tendida en el suelo, sin sentido, mientras algunas gotas de sangre escurrían con lentitud desde las heridas en su piel hasta el suelo. Vivía, su corazón sonaba con la fuerza de un tambor para los sensibles sentidos vampíricos, pero esa condición de seguro no sería tan obvia para un mortal… y a pesar de eso aquella chica, aquella intrusa, se atrevía no solo a aislarlos del ambiente que podría proporcionarle seguridad, sino a cuestionarlo. ¡Ahhh! Las delicias de lo inesperado.
Él giró con lentitud, como si con los pausados movimientos estuviese dándole a ella la oportunidad de reconsiderar su decisión, de apretar la perilla de la puerta y huir a toda prisa de los peligros que albergaba ese pequeño habitáculo. Dudaba que lo hiciera pero siempre existía la posibilidad de que la razón encontrara un camino por entre los pensamientos que en ese momento deberían estar poblando la mente de la joven ¿Qué esperaba? Ninguna mujer en sus cabales permanecería en la misma habitación que un hombre que evidentemente acaba de herir a otra fémina y que, además del hecho, actuaba con total desinterés ante la posible condición de su víctima.
El primer vistazo le indicó que la belleza de la joven que tenía en frente era tan evidente como sus agallas. Sus ojos claros contrastaban de forma impecable con su pálida piel y el marco de oscuridad de su cabellera le daba un aire ligeramente etéreo a un rostro de por sí ya angelical. Pero más que la hermosura de su faz lo que lo atrajo fue el reconocimiento que danzaba en el brillo de su mirada. Ahora podía intuir parte de las razones por las cuales había actuado de forma tan curiosa. Ella le reconocía por lo que había visto, sabía lo que era. –Si, vengo solo – contestó escuetamente mientras le miraba con abierta curiosidad. La pregunta en sí resultaba desconcertante ¿Esperaba acaso que los malditos caminaran en medio de la noche tomados de la mano en medio de un diabólico aquelarre? ¿Acaso el o los inmortales que se habían revelado ante ella en el pasado tenían por costumbre merodear y cazar en compañía? No era una suposición ridícula, muchos vampiros buscaban el alivio de sus congéneres, él mismo había convivido gran parte de su inmortalidad con su ahora difunda esposa, pero no por ello dejaba de ser extraordinario el cuestionamiento de labios de una mortal.
La observó en silencio por un par de segundos antes de adelantarse y tomar una de las manos de la joven sin darle tiempo de rehuir aquel íntimo toque - ¿Y usted? ¿Viene sola o debemos esperar la inoportuna interrupción de algún chaperón? – acercó la tibia mano hasta sus ensangrentados labios y depositó un casto beso antes de liberarla - Es obvio que conoce a la perfección mi naturaleza así que dígame, señorita ¿Se está acaso ofreciendo de forma voluntaria como un aperitivo? – El acelerado latir del corazón de la fémina le indicaba que no era inmune al temor que una criatura como él debía despertar en una humana, pero eso no evitó que la pregunta estuviese cargada de malicia y de la intención innata de intimidarla. Por supuesto también deseaba conocer por medio de esos sugerentes labios las motivaciones que la impulsaban a coquetear con la muerte.
Desplazó entonces la mirada al cuerpo tendido de la joven castaña – Aunque debo admitir que, por lo que he percibido hasta el momento, tal vez se encuentre usted catalogada como el plato principal y no como un simple aperitivo– le guiño un ojo de forma juguetona mientras repasaba uno de sus colmillos con la punta de la lengua.
Él giró con lentitud, como si con los pausados movimientos estuviese dándole a ella la oportunidad de reconsiderar su decisión, de apretar la perilla de la puerta y huir a toda prisa de los peligros que albergaba ese pequeño habitáculo. Dudaba que lo hiciera pero siempre existía la posibilidad de que la razón encontrara un camino por entre los pensamientos que en ese momento deberían estar poblando la mente de la joven ¿Qué esperaba? Ninguna mujer en sus cabales permanecería en la misma habitación que un hombre que evidentemente acaba de herir a otra fémina y que, además del hecho, actuaba con total desinterés ante la posible condición de su víctima.
El primer vistazo le indicó que la belleza de la joven que tenía en frente era tan evidente como sus agallas. Sus ojos claros contrastaban de forma impecable con su pálida piel y el marco de oscuridad de su cabellera le daba un aire ligeramente etéreo a un rostro de por sí ya angelical. Pero más que la hermosura de su faz lo que lo atrajo fue el reconocimiento que danzaba en el brillo de su mirada. Ahora podía intuir parte de las razones por las cuales había actuado de forma tan curiosa. Ella le reconocía por lo que había visto, sabía lo que era. –Si, vengo solo – contestó escuetamente mientras le miraba con abierta curiosidad. La pregunta en sí resultaba desconcertante ¿Esperaba acaso que los malditos caminaran en medio de la noche tomados de la mano en medio de un diabólico aquelarre? ¿Acaso el o los inmortales que se habían revelado ante ella en el pasado tenían por costumbre merodear y cazar en compañía? No era una suposición ridícula, muchos vampiros buscaban el alivio de sus congéneres, él mismo había convivido gran parte de su inmortalidad con su ahora difunda esposa, pero no por ello dejaba de ser extraordinario el cuestionamiento de labios de una mortal.
La observó en silencio por un par de segundos antes de adelantarse y tomar una de las manos de la joven sin darle tiempo de rehuir aquel íntimo toque - ¿Y usted? ¿Viene sola o debemos esperar la inoportuna interrupción de algún chaperón? – acercó la tibia mano hasta sus ensangrentados labios y depositó un casto beso antes de liberarla - Es obvio que conoce a la perfección mi naturaleza así que dígame, señorita ¿Se está acaso ofreciendo de forma voluntaria como un aperitivo? – El acelerado latir del corazón de la fémina le indicaba que no era inmune al temor que una criatura como él debía despertar en una humana, pero eso no evitó que la pregunta estuviese cargada de malicia y de la intención innata de intimidarla. Por supuesto también deseaba conocer por medio de esos sugerentes labios las motivaciones que la impulsaban a coquetear con la muerte.
Desplazó entonces la mirada al cuerpo tendido de la joven castaña – Aunque debo admitir que, por lo que he percibido hasta el momento, tal vez se encuentre usted catalogada como el plato principal y no como un simple aperitivo– le guiño un ojo de forma juguetona mientras repasaba uno de sus colmillos con la punta de la lengua.
Friedrich Karstein- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/03/2016
Re: Jeux [Privado]
“It is rare for people
to be asked the question
which puts them squarely
in front of themselves”
― Arthur Miller, The Crucible
to be asked the question
which puts them squarely
in front of themselves”
― Arthur Miller, The Crucible
¿Por qué? ¿por qué actuar como maniaco? Y… ¿por qué no? La vida era realmente corta, efímera, al menos si se hablaba de los años recorridos y por venir en la vida de un simple mortal.
Estar frente a frente a un dios de muerte, la descarga eléctrica que recorría en estos instantes su espina dorsal, el ligero temblor que se posesionaba de su cuerpo, la falta de aire, el corazón desbocado cual si hubiese corrido una milla… no, no era miedo, era emoción.
El sentido de vida de Taylor cambió cuando descubrió que todo lo que ella era , o creyó ser, fue una mentira. Buscar el peligro de esa manera, era una maldita droga que la despertaba, Ethan, Klaus, saber que los cuentos de terror para los niños eran realidad, no se conformaba con sentirlo una sola vez.
Los ojos olivo no se despegaron de los movimientos del vampiro frente a ella, tal sigilo y perfección se le antojaban algo embriagante. La cabellera pesada pero perfectamente acomodada, a pesar del ligero ajetreo en el que se vio momentos antes de su llegada, cuando la joven que yacía en el suelo fue consciente de que su vida se escapaba en un suspiro. Dirigió una vez mas la mirada hacia ella, no estaba segura si aún respiraba, no sintió temor ni empatía, sintió pena, pena por que su vida no hubiese terminado ¿era eso antihumano? Una ligera sonrisa curvó sus labios, la perversidad de su mente crecía ante el dolor ajeno, quizá solo para opacar el propio.
Lentamente, volvió la vista al objeto de interés, sus ojos se encontraron en el camino, una nueva descarga recorrió su cuerpo, podía ver las llamas del mismo infierno centelleando. Contuvo el aliento.
La respuesta la regresó a la realidad, a una donde fue consciente de la estupidez de su pregunta ¿era realmente así de ingenua? La verdad, es que no sabía mas que ciertos hábitos y todos, aunque la finalidad fuese la misma, variaban de persona a persona, como los actos mismos entre los humanos. Noto en ese momento, que su mano aun se encontraba aferrada a la perilla, sus dedos estaban entumecidos por la presión que ejercían en ella, así que le costó trabajo lograr extenderlos con facilidad.
El silencio entre ellos era mas un preludio que un momento incómodo, la voz del eterno llegó nuevamente a sus oídos, mismos que se aguzaron casi como los de un animal, y sus sentidos nuevamente se aturdieron cuando en un parpadeo, aquel ser estaba frente a ella depositando un beso cortes sobre su mano, dejando una sensación cálida en el área gélida que tocó, manchando la piel inmaculada de un rojo escarlata obscurecido ya por la exposición al ambiente. ― Y-yo… - ¿debía decirle? ― No debe preocuparse, no será problema - no mentía, su madre solo quería que las cosas entre ellas estuvieran sin mareas y tempestades, por lo que el hecho de que Taylor hubiera aceptado ir a ese evento con ella, ya era suficiente, no la estaría buscando.
Arqueó una ceja ante el comentario ¿estaba amenazándola? No, no sonaba como tal, realmente sonaba a una pregunta sincera donde lo único que se esperaba era una afirmativa. Carraspeó un poco sin cambiar ese semblante de decisión, no obstante, el miedo y la incertidumbre comenzaron a apoderarse de ella elevando nuevamente su ritmo cardiaco ― Depende se usted, aunque la pregunta aquí es ¿se desharía con tanta facilidad de alguien que sin duda ha llamado su atención? - fue una aseveración un tanto osada, pero a su parecer, nada alejada de la realidad.
Dio un paso al frente, sacó del borde interno de su corsé un pañuelo color crema con las iniciales T.M.W grabadas en dorado, lo llevó a la comisura de los labios ajenos aun manchados por la sangre impura de quien yacía en la habitación con ellos, dudo, dudo si hacerlo o no, pero al final, la valentía –o estupidez- ganó, limpió aquella mancha perdiéndose nuevamente en la mirada que la invitaba a perderse.
Estar frente a frente a un dios de muerte, la descarga eléctrica que recorría en estos instantes su espina dorsal, el ligero temblor que se posesionaba de su cuerpo, la falta de aire, el corazón desbocado cual si hubiese corrido una milla… no, no era miedo, era emoción.
El sentido de vida de Taylor cambió cuando descubrió que todo lo que ella era , o creyó ser, fue una mentira. Buscar el peligro de esa manera, era una maldita droga que la despertaba, Ethan, Klaus, saber que los cuentos de terror para los niños eran realidad, no se conformaba con sentirlo una sola vez.
Los ojos olivo no se despegaron de los movimientos del vampiro frente a ella, tal sigilo y perfección se le antojaban algo embriagante. La cabellera pesada pero perfectamente acomodada, a pesar del ligero ajetreo en el que se vio momentos antes de su llegada, cuando la joven que yacía en el suelo fue consciente de que su vida se escapaba en un suspiro. Dirigió una vez mas la mirada hacia ella, no estaba segura si aún respiraba, no sintió temor ni empatía, sintió pena, pena por que su vida no hubiese terminado ¿era eso antihumano? Una ligera sonrisa curvó sus labios, la perversidad de su mente crecía ante el dolor ajeno, quizá solo para opacar el propio.
Lentamente, volvió la vista al objeto de interés, sus ojos se encontraron en el camino, una nueva descarga recorrió su cuerpo, podía ver las llamas del mismo infierno centelleando. Contuvo el aliento.
La respuesta la regresó a la realidad, a una donde fue consciente de la estupidez de su pregunta ¿era realmente así de ingenua? La verdad, es que no sabía mas que ciertos hábitos y todos, aunque la finalidad fuese la misma, variaban de persona a persona, como los actos mismos entre los humanos. Noto en ese momento, que su mano aun se encontraba aferrada a la perilla, sus dedos estaban entumecidos por la presión que ejercían en ella, así que le costó trabajo lograr extenderlos con facilidad.
El silencio entre ellos era mas un preludio que un momento incómodo, la voz del eterno llegó nuevamente a sus oídos, mismos que se aguzaron casi como los de un animal, y sus sentidos nuevamente se aturdieron cuando en un parpadeo, aquel ser estaba frente a ella depositando un beso cortes sobre su mano, dejando una sensación cálida en el área gélida que tocó, manchando la piel inmaculada de un rojo escarlata obscurecido ya por la exposición al ambiente. ― Y-yo… - ¿debía decirle? ― No debe preocuparse, no será problema - no mentía, su madre solo quería que las cosas entre ellas estuvieran sin mareas y tempestades, por lo que el hecho de que Taylor hubiera aceptado ir a ese evento con ella, ya era suficiente, no la estaría buscando.
Arqueó una ceja ante el comentario ¿estaba amenazándola? No, no sonaba como tal, realmente sonaba a una pregunta sincera donde lo único que se esperaba era una afirmativa. Carraspeó un poco sin cambiar ese semblante de decisión, no obstante, el miedo y la incertidumbre comenzaron a apoderarse de ella elevando nuevamente su ritmo cardiaco ― Depende se usted, aunque la pregunta aquí es ¿se desharía con tanta facilidad de alguien que sin duda ha llamado su atención? - fue una aseveración un tanto osada, pero a su parecer, nada alejada de la realidad.
Dio un paso al frente, sacó del borde interno de su corsé un pañuelo color crema con las iniciales T.M.W grabadas en dorado, lo llevó a la comisura de los labios ajenos aun manchados por la sangre impura de quien yacía en la habitación con ellos, dudo, dudo si hacerlo o no, pero al final, la valentía –o estupidez- ganó, limpió aquella mancha perdiéndose nuevamente en la mirada que la invitaba a perderse.
Annika Lindstrøm- Humano Clase Alta
- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 20/03/2016
Re: Jeux [Privado]
Una risa baja escapó de los labios del vampiro. Le divertía la situación, le emocionada que aquella intrépida mortal le hubiese encontrado y le extasiaba la promesa de un encuentro memorable que flotaba invisible, y al mismo tiempo perfectamente tangible, en el aire que les rodeaba. Y lo mejor de todo era que aquel casual e inesperado encuentro parecía traer entre sus brazos cada vez más y más sorpresas. ¿Qué no se preocupara? ¿Era en serio? No tenía sentido que una humana se comportara de aquel modo a menos de que se tratase de un alma con instintitos de autodestrucción. No, esos ojos, esa actitud, no pertenecían a alguien que estuviese buscando la muerte, al menos de alguna forma predeterminada. Pero entonces ¿Qué buscaba? – Bueno, pues me alegra saberlo señorita, aunque me sorprende el hecho de que una mujer de su edad se encuentre presente en un evento como el presente sin ningún tipo de compañía. Eso va contra las reglas – comentó sonriendo maliciosamente, sabiéndose des-obedecedor absoluto de cuanta norma pudiese existir y complaciéndose del hecho de que nadie podría llegar a interrumpirles el momento, más que nada porque odiaría tener que asesinar en frente de ella a cualquiera lo suficientemente estúpido como para interrumpirlos… eso seguramente les arruinaría el ambiente.
Escrudiñó en su memoria tratando de ubicar alguna escena similar evocada del pasado aunque si éxito. Muchas anécdotas interesantes plagaban su historia, pero en ese momento ninguna remotamente similar era capaz de aflorar. Tal vez se tratase de él más que de ella, tal vez el largo entierro había afectado su mente, su ser consciente, más de lo que deseaba aceptar. Ella le atraía y no encontraba ninguna razón convincente para refrenar su ímpetu, ni siquiera la imagen de Amelia podría hacerle recular. Solo existía la encantadora e inquietante mortal que tenía en frente en ese momento. Se encontraba a punto de contestar a su pregunta cuando ella dio inicio a una serie de movimientos que le obligaron a permanecer en silencio. La observó acercarse de forma imprudente para luego seguir con ojos hambrientos el recorrido de su mano hasta el insinuante corsé. Luego permitió que ella acercara hasta sus labios la pequeña y delicada prenda, no sin tomar atenta nota de la duda que la invadió antes de atreverse a tan íntimo contacto.
– No pequeña, la respuesta es no – contestó cubriendo con su propia mano aquella que aún sostenía el pañuelo contra sus labios y plantando un nuevo beso sobre la lozana piel. Su sed ardía nuevamente con brío a pesar del líquido ya ingerido, pero eso tendría que esperar un poco más. Cerró los ojos, perdiéndose en la sensación de la sangre que corría bajo la piel que besaba, en el aroma que expelía, en el magnetismo que le impulsaba a desear más que solo una inocente charla. La observó con ojos de codicia, de depredador, antes de halarla por la muñeca y apretar sus firmes curvas contra su duro y entumecido cuerpo. La mano libre recorrió con lentitud el contorno de su rostro – No me desharía de alguien que llama mi atención – repitió en voz baja mientras sus labios se acercaban peligrosamente a los de ella pero sin permitir que estos llegasen efectivamente a rozarse – Pero la muerte no es el único camino para arruinar un alma – no se trataba de una frase que buscara que ella recapacitara, la opción de retirarse sin mayores consecuencias ya se había perdido. Ahora él no permitirá que se le escapara aunque, en realidad, ella no parecía quererlo ¿Qué esperaba, qué deseaba?
Aferró con firmeza el cuello de la joven y la obligó a exponer su cuello. Su garganta imploraba, sus venas palpitaban, sus colmillos anhelaban hincarse en la suave carne. Como haría un amante recorrió el delicado camino desde el lobuno de su oreja hasta su cuello, olfateando con lentitud, acortando la distancia que lo separaba de la fuente de la vida de la muchacha – T. M. W. – murmuró como si fuese una plegaria antes de relamerse los colmillos. Las iniciales del pañuelo que seguramente indicaban el nombre de la que reposaba entre sus brazos. Aunque ella se arrepintiera ahora no tendría escapatoria. Se encontraba aprisionada entre los brazos de un demonio que solo esperaba por su reacción antes de satisfacerse del manantial de placer que le esperaba bajo la pálida y delicada piel.
Escrudiñó en su memoria tratando de ubicar alguna escena similar evocada del pasado aunque si éxito. Muchas anécdotas interesantes plagaban su historia, pero en ese momento ninguna remotamente similar era capaz de aflorar. Tal vez se tratase de él más que de ella, tal vez el largo entierro había afectado su mente, su ser consciente, más de lo que deseaba aceptar. Ella le atraía y no encontraba ninguna razón convincente para refrenar su ímpetu, ni siquiera la imagen de Amelia podría hacerle recular. Solo existía la encantadora e inquietante mortal que tenía en frente en ese momento. Se encontraba a punto de contestar a su pregunta cuando ella dio inicio a una serie de movimientos que le obligaron a permanecer en silencio. La observó acercarse de forma imprudente para luego seguir con ojos hambrientos el recorrido de su mano hasta el insinuante corsé. Luego permitió que ella acercara hasta sus labios la pequeña y delicada prenda, no sin tomar atenta nota de la duda que la invadió antes de atreverse a tan íntimo contacto.
– No pequeña, la respuesta es no – contestó cubriendo con su propia mano aquella que aún sostenía el pañuelo contra sus labios y plantando un nuevo beso sobre la lozana piel. Su sed ardía nuevamente con brío a pesar del líquido ya ingerido, pero eso tendría que esperar un poco más. Cerró los ojos, perdiéndose en la sensación de la sangre que corría bajo la piel que besaba, en el aroma que expelía, en el magnetismo que le impulsaba a desear más que solo una inocente charla. La observó con ojos de codicia, de depredador, antes de halarla por la muñeca y apretar sus firmes curvas contra su duro y entumecido cuerpo. La mano libre recorrió con lentitud el contorno de su rostro – No me desharía de alguien que llama mi atención – repitió en voz baja mientras sus labios se acercaban peligrosamente a los de ella pero sin permitir que estos llegasen efectivamente a rozarse – Pero la muerte no es el único camino para arruinar un alma – no se trataba de una frase que buscara que ella recapacitara, la opción de retirarse sin mayores consecuencias ya se había perdido. Ahora él no permitirá que se le escapara aunque, en realidad, ella no parecía quererlo ¿Qué esperaba, qué deseaba?
Aferró con firmeza el cuello de la joven y la obligó a exponer su cuello. Su garganta imploraba, sus venas palpitaban, sus colmillos anhelaban hincarse en la suave carne. Como haría un amante recorrió el delicado camino desde el lobuno de su oreja hasta su cuello, olfateando con lentitud, acortando la distancia que lo separaba de la fuente de la vida de la muchacha – T. M. W. – murmuró como si fuese una plegaria antes de relamerse los colmillos. Las iniciales del pañuelo que seguramente indicaban el nombre de la que reposaba entre sus brazos. Aunque ella se arrepintiera ahora no tendría escapatoria. Se encontraba aprisionada entre los brazos de un demonio que solo esperaba por su reacción antes de satisfacerse del manantial de placer que le esperaba bajo la pálida y delicada piel.
Friedrich Karstein- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/03/2016
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