¡Bebed, demonios, bebed! [ Cassandra Albrioni ]

Últimamente, mi vida estaba dando giros inesperados. No sé, exactamente, por qué me estoy comportando como lo vengo haciendo últimamente, no logro comprenderme yo misma. He dejado las ataduras de la clase, los palacios, los teatros, las operas y me he ido adentrando en los bajos mundos.

Siempre me he manejado en dos mundos, el de alta alcurnia y el de las bestias que necesitan cazar. He matado por placer y el seducido por diversión, pero ahora parece que entro en otro ámbito ¿por qué? ¿Libertad? Tal vez es eso, tal vez siento libertad al no cumplir con lo establecido y después de todo ¿por qué un inmortal debería someterse a normas de comportamiento?

Soy un ser oscuro, un ser de la noche, con preferencia por la sangre aristocrática, pero esta noche siento un deseo diferente. Quiero experimentar lo que se conoce como un cabaret. Quiero probar la diversión más humana, más común y vulgar.

He salido de incógnita, llevando sobre sus hombros una capa negra con capucha, después de todo, aún tengo apariencias que guardar. Llegué a un callejón oscuro, podía escuchar la música casi ensordecedora que salía del local, me quité la capa y caminé con mi particular elegancia hacia el recinto. El olor a tabaco, alcohol, entre otras sustancias era penetrante.

Por todos lados había humanos ebrios y algunos inmortales que se aprovechaban de la situación, para satisfacer sus bajos instintos.  Varias humanas bailaban a un ritmo que yo desconocía, pero parecía tremendamente divertido. No lo pensé dos veces, dejé mi capa sobre una silla, sin siquiera fijarme, y traté de seguir el ritmo. Lo quería, lo necesitaba, era extraño y maravilloso confundirme con los humanos.

El ritmo de la música era acelerado y en tono alegre que inundaba aquel lugar. Las decoraciones carecían de clase, pero caían en lo divertido ¿qué trataban de emular? En cierta parte parecía un sueño lleno de felicidad. Era completamente divertido y justo lo que necesitaba para amenizar la noche.

Como mi estado de ánimo era bastante bueno, pues decidí ser más atrevida aquella velada, por lo que debajo de mi capa llevaba un bonito vestido, aunque, esta vez, tenía cierto estilo de cortesana, pero por supuesto no dejaba de ser elegante. Usaba un corpiño bien ajustado que incorporaba una cotilla que resaltaba mis curvas femeninas, junto a un tontillo que ahuecaba mi falda y, por supuesto, unos zapatos de tacón ricamente decorados.

Al observar el baile de las mujeres, no pude más que reír ¡Oh Madonna Mia! Jamás había visto a alguien bailar de aquella manera. Obviamente, no era un vals, ni un baile de salón en los que me destacaba, esto parecía ser algo más… ¿instintivo? Mujeres y hombres pasaban con botella en mano, tras risas, carcajadas y uno que otro toqueteo indebido.

Sonreí y en un acto del que no me creía capaz, comencé a imitar sus pasos, aunque con cierta torpeza, no porque no fuera hábil con los pies, sino por una lucha interna de mis buenas costumbres y este mar incontrolable de un desorden moral. Las chicas reían, alguno que otro hombre se me acercaba para bailar conmigo. Bailaba con ellos, luego abraza a uno que otro, mujeres y hombres y bebía un pequeño sorbo de su sangre.


La sangre calentaba mi cuerpo y comenzaba a sentirme más eufórica. Soltaba los cuerpos ebrios, algunos caían a los lados y otros caían en otros brazos mortales. Me asombré cuando vi a unas mujeres mostrando la ropa interior ¡Mon Dieu! Esto me dejó un poco desconcertada y tiré el débil cuerpo mortal que estaba en mis brazos hacia el sujeto que tenía más próximo, sin siquiera mirar.

En medio de aquel salón donde el tiempo parecía diferente, de pronto sentí un cuerpo frío que se pegaba el mío. Entonces escuché un susurro ronco y varonil que con osadía se dirigía a mi persona. Tenía en su aliento un olor pesado a alcohol ¿qué llevaba a un inmortal a refugiarse en un hábito tan humano?

Seguí moviéndome sin dudar para que el inmortal no se percatara que me había tomado por sorpresa. Sus cabellos se deslizaban oscuros hasta su cuello, en un sutil movimiento pude percibir la dureza de su barba contra mi piel y no pude evitar que una sonrisa cómplice brotara de mis labios cuando su voz se convirtió en una especie de ronroneo.

Exclamé con toda naturalidad al vampiro - Tomaré vuestro consejo, Monsieur, aunque dudo que sea la primera vez que un cuerpo sin vida llega a usted.

Me volteé y miré al extraño que ahora hundía sus colmillos sobre el cuello de una dama. El olor a sangre fresca se hizo presente y comenzó a coquetear conmigo ¡Oh! Dulce néctar, siempre sabes cómo tentarme. Podía notar como el cuerpo se estremecía entre aquellos fuertes brazos que se negaban a soltarla, la chica confundida aún no era del todo consciente de lo que sucedía y yo me divertía con la escena.  Fue entonces cuando el hombre me miró de una forma lujuriosa que invitaba a pecar.

Llevé uno de mis propios dedos hacia mis labios y lo mordí con coquetería, sin causarme daño alguno, solo por la emoción que me provocaba la escena. Me acerqué con paso ligero, me acerqué a la pareja, lo suficiente para pegar mi cuerpo al de la humana, tomé su cabello entre uno de mis manos para dejar al descubierto el cuello y, como si de un beso se tratara, llevé mis labios al lado vacío de aquel suculento cuello y clavé con voracidad mis colmillos en aquella cálida piel.

Suspiré un momento, al notar en la mente de algunos hombres y mujeres que nos observaban aquel espectáculo que presentábamos. Éramos un trío divino, tanto el vampiro como yo seguíamos tenuemente el compás de la melodía, mientras proporcionábamos besos a la joven que se hallaba entre ambos. Para evitar sospechas y  que el morbo que propiciábamos fuera más intenso tomé los brazos de la joven y los pasé por el rededor del cuello del inmortal, mientras mis manos se pasaban juguetonas por las caderas de aquella.  

Los ojos del vampiro eran oscuros y profundos, además, escondían una invitación a liberarse de las ataduras humanas que nos obligaban a seguir una etiqueta social. Esta noche no existía nada de eso, pecaríamos con descaro y desangraríamos a diestra y siniestra frente a los mortales, pero no dejaríamos de lado la respectiva sensualidad que era típica en nuestra especie.


La sangre brotó hacia mis labios, deliciosa, espesa y caliente. Mi cuerpo se llenaba de placer a medida que el elixir fluía en dirección a mi garganta. El cuerpo de la mujer temblaba y se retorcía entre nuestras manos. Poco a poco, las venas mortales se fueron vaciando y antes de absorber las últimas gotas de vida, empujamos con delicadeza el cuerpo inerte hacia el piso.


Me sentía eufórica, la sangre siempre conseguía transmitir una sensación de placer por todo mi cuerpo. El vampiro me atrajo hacia él y quedamos frente a frente. Podía sentir el calor que se extendía por el cuerpo del hombre y eso era bastante excitante. Su sonrisa pícara me indicaba que esta noche estaría cargada de juegos deliciosos.


Otra mujer pasó frente a nosotros, pero esta vez el vampiro se llevó a su presa a una mesa. Sonreí y decidí hacer algo similar. Deslicé mi cuerpo con gracia y provocación en la pista de baile. Observé al inmortal que tocaba descaradamente a la humana que reía y disfrutaba, anhelando más y más. Por supuesto, sabía que no la decepcionaría y le darían más de lo que podía morder. Al contemplar como el hombre hundía sus colmillos en la piel humana, no pude evitar que un gesto de placer se dibujara en mi rostro.

La danza del can can pronto terminó y el ambiente cambió radicalmente, esta vez sonaba “La Sérénade du Pavé”. Un hombre alto de cabellos castaños y ojos verdes caminó hacia mi. Esta canción, para mi, era como un reto de seducción. Ambos en la pista nos mirabamos con complicidad y fue esta la señal para que me tomara de la cintura y empezaramos a bailar describiendo circulos y dominando la pista. Sus manos traviesa se paseaban por mi cintura y caderas. En su mirada había fuego y moría por hacerme suya, lo podía ver en sus pensamientos sin pudor.

Lo invité coquetamente a sentarse en la misma mesa en la que se encontraban el otro vampiro y su humana. El hombre los saludó con un gesto de cabeza, yo me senté sobre sus piernas y él comenzó a besar mi cuello. Le guiñé al inmortal. Mi presa y yo nos quedamos viendo las piernas abiertas de la joven desvergonzada.

En aquel pequeño recinto parecía olvidarse toda norma social y se convertía en un sitio donde la lujuria, el placer y los pecados eran desencadenados sin remordimiento alguno ¿Por qué nunca había venido a un sitio como este? Comenzaba a cuestionar aquella máscara hipócrita de humana de clase alta que lucía. Por supuesto, me encantaba hacerme pasar por dama de sociedad, solo que sus reglas eran bastante estrictas en diferentes aspectos por lo que siempre debías pensar muy bien qué debías hacer y cuándo. Hasta la manera de utilizar el verbo debía practicarse para que fuera perfecta.

Ahora, tenía ante mis ojos una escena que invitaba al morbo sin pudor alguno. Y yo misma era participe de aquel juego, un juego peligroso para los humanos, pero  incitante, provocador y sumamente apetitoso para un vampiro. Resultaba tan sencillo cazar y jugar con la presa en estos espacios de iluminación escasa, música ruidosa y sin una ejecución que valiera la pena admirar. Sangre fresca, caliente y llena de sustancias nocivas, pero inofensivas para nuestra especie.

Una sonrisa lasciva se dibujó en el rostro del inmortal que me acompañaba aquella velada. Podía sentir como la escena que la mujer mortal ofrecía excitaba sin remordimiento a mi compañero mortal, quién ahora mordisqueaba juguetonamente mi cuello. Sus labios estaban húmedos y su lengua tibia, me causó gracia la ironía de saber que pronto yo haría lo propio con él, solo que sin juegos.

El vampiro aflojó el mordisco y la sangre corrió preciosa por la piel humana, cosa que me hizo relamer los labios, mientras llevaba una de mis manos hacia el cabello de mi presa y entrelaza mis dedos. El me besaba con devoción, al tiempo que sus manos se paseaban por mi cintura y de vez en cuando corrían hacia mis pechos. La escena lo tenía enloquecido y esperaba pronto tenerme en la misma situación que la mortal.

No pude más que morderme sutilmente el labio, en el instante que el inmortal jadeó e introdujo su mano en aquel cuerpo femenino y caliente. Pronto las manos de mi compañero decidieron apretar mis pechos sobre el corpiño. Sus jadeos eran inquietantes, su corazón palpitaba con mayor velocidad y podía percibir su pulso que resonaba ansioso. Por otro lado, percibía en las piernas de mi humano un miembro viril que ansiaba participar activamente en aquel espectáculo.

Un leve susurro se abrió paso entre la música ruidoso y escuché la invitación del vampiro a hacer aún más morboso aquel juego.  Acaricié sutilmente el rostro de humano de ojos verdes, mis uñas recorrían su piel con el mayor de los cuidados, lo que provocó que se estremeciera. Él quería mis manos hábiles, pero no precisamente en su rostro. Le sonreí con picardía y me acerqué al inmortal.

Cuál humano, aquel ser, se encontraba en estado de agitación, era algo fascinante. Aunque, de lo único que estaba clara en ese instante es que la noche terminaría con bastante sangre. Mi presa me miró con disgusto cuando me alejé, por lo que le hice una seña para que viniera conmigo. Después de todo, su aroma masculino, su sangre espesa y sus caricias pervertidas, me tenían cautivada.


De pronto, me encontré de frente, nuevamente, aquellos ojos pardos. Me di cuenta que estaba tratando con un vampiro mayor. Los humanos no podían notar estos detalles, pues en apariencia tenía unos 30 años. Pero había detalles minúsculos que ante mis ojos rebelaban una edad avanzada. Por lo que entendí que debía tener cuidado o en esta ocasión habría tres presas en lugar de dos. Estábamos tan cerca que fue inevitable que nuestros labios se juntaran.

Aún podía sentir el sabor de la sangre humana que recorría la comisura de sus labios. Era deliciosa y tenía un sabor particular, probablemente de alguna sustancia extraña. No le di importancia y me sumergía en la sensación del sabor. Entonces, su mano traviesa comenzó a acariciar mi pierna. Sonreí de medio lado, ladeé mi cabeza y le di acceso a mi cuello.

El hombre que venía conmigo, consciente de esta especie de “intrusión” a su “presa” de la noche, se mostró comprensivo más no dispuesto a retirarse, así pues, procedió a tomar mi cabellera rubia y alzarla en una cola alta. De esta manera, mi garganta quedó desnuda para los dos. A continuación, sentí como mi falda continuó subiendo y percibí la mano mortal que golpeó una vez mis muslos en señal de dominancia y castigo. Cosa que me hizo abrir los ojos de par en par y reír ligeramente. Nunca había permitido que ningún hombre me hiciera algo como esto, pero extrañamente me sentía deseaba por estos dos hombres, cosa que me hacía sentir… bien.

Tomé la cabellera oscura del vampiro, entrelacé mis dedos en ella y lo obligué a alzar su rostro hacia mí. A continuación, lo hice inclinarse ligeramente hacía atrás y esta vez fueron mis colmillos los que juguetearon en su carne, mientras el mortal seguía su tanda de pequeños azotes y caricias.

Los jadeos de la humana se volvían más intensos y el aire se impregnaba con su esencia femenina que ahora escurría sutilmente entre sus piernas. El inmortal sonreía por el placer de dar rienda suelta a sus bajos instintos.

No pasó mucho tiempo antes de que sintiera que ambos hombres se pegaban más a mi cuerpo. Mi piel se erizaba ante las caricias de ambas lenguas que recorrían con complicidad mi cuello. Me estremecí con ligereza al percibir los colmillos que, como agujas, se paseaban sin contemplación rasgando  mi tez blanca y haciendo brotar algunas gotas de sangre.

Las sensaciones cuando eres un vampiro se intensifican por un millón. Y en este momento eso me ocurría, sensaciones y emociones reprimidas  salían a flote sin control. El inmortal me miró y creo que pudo adivinar lo que ocurría dentro de mí. Pues con rapidez sus dedos se deslizaron hacia mi interior y aquello me hizo jadear como llevaba tiempo sin hacer.


Ansiaba profundamente beber su sangre, mientras disfrutaba de aquellas caricias, no sé por qué motivo, pero era algo instintivo que necesitaba hacer. Por lo que sin pedir permiso, me abalancé hacia su cuello y clave mis colmillos justo en el mismo instante en que él volvió a introducir sus dedos en mí, por lo que resultó una mezcla entre un gemido y una mordida.  En ese instante sentí que perdí el control por completo, ya no pensaba, solo disfrutaba el momento.

La sangre que me quemaba la garganta, mi cuerpo respondía sin mi consentimiento al placer que me provocaba el vampiro, mis caderas se bamboleaban lentamente. Una clase de fuego recorría mi cuerpo, el poder de los milenios se hacía presente, las vivencias pasaban por mis ojos y la mezcla de todo eso me hacía temblar de placer.

Fue la voz de aquel hombre de ojos pardos y caballera negra  la que me trajo otra vez al momento presente. Salí de aquella espiral de sensaciones y razoné. Me di cuenta del horrible espectáculo que estábamos dando. Todo se había transformado en un espectáculo vulgar y decadente. No podía permitir aquello en un lugar público.

Con sutileza retiré los dedos del vampiro de mi entrepierna – No le temo a nadie – susurré con voz entrecortada.

Decidí poner fin a esto, así que me giré y quedé en frente de mi presa. Él me sonrió creyendo que por fin había llegado el momento que tanto ansiaba. Me arrojé contra él haciendo que cayera hacia atrás contra el piso, tome sus muñecas entre mis manos y ambos sonreímos con lujuria. Entonces, con lentitud aproximé mi cuerpo al suyo y mordí su yugular con fuerza. Entre el bullicio no se escuchó su tenue grito mientras yo le arrancaba la vida.