Sticks and stones | Cailen

Después de unos meses de haber descubierto aquel callejón y de haber tenido que verme envuelto en una riña callejera para poder reclamarlo como mío, pasó lo inevitable. Vagos y ladrones no tardaron en fijarse en un sitio como el que había tomado, el techo que sobresalía del edificio a cada costado hacía que prácticamente el pequeño callejón estuviese protegido de la lluvia y el fuerte sol, además de que estaba cerca del centro y eso daba oportunidad para ya fuera robar o pedir una moneda a los miles de transeúntes que pasaban ahí a diario; como un bono adicional, los techos bajos y la estructura de los edificios en sí, otorgaban una vía de escape fácil en caso de necesitarlo. Era el sitio perfecto pero me fue arrebatado, hace más o menos un mes un grupo de tres personas se presentó en el lugar y de inmediato lo reclamaron como suyo, echándome de una patada hacia la banqueta, ni siquiera podía pelear de vuelta, eran hombres fornidos que encima, llegaron equipados con armas improvisadas hechas de madera y tubos de acero. Hubiese sido muy estúpido tratar de oponer resistencia alguna ante eso, preferí retirarme con el orgullo herido. Tuve la suerte de que las pocas pertenencias que valieran algo las traía encima, el dinero en los bolsillos, el abrigo puesto y, sobre todo, mi daga colgando del cinturón, lo que se quedó en el lugar no eran más que trapos y chacharas que recolecté de las calles, por capricho y curiosidad más que porque en verdad fuesen útiles.

Fue así como me encontré de vuelta en las calles parisinas en búsqueda de un nuevo sitio para poder continuar con mi precaria vida, cualquier escondrijo maloliente hubiera sido útil a esas alturas, sobre todo porque estaba contrarreloj, la noche caería pronto y el frío viento no estaba lejos de dar inicio. Caminaba preocupado mientras el sol se ocultaba en el horizonte ¿y ahora? lo último que quería era pasar una noche sin tener dónde resguardarme, estaba demasiado metido en mis pensamientos como para darme cuenta que el largo abrigo se atascó con un clavo que sostenía una madera. Por alguna razón el hecho me puso furioso, el día había sido horrendo y no tenía tiempo para esas cosas; fue ahí cuando desencadené la frustración que sentía de verdad por lo acontecido. Tiré del abrigo molesto y sin importarme si se rasgaba o no, al hacerlo una tabla cayó al suelo haciendo un estrépito ruido.

Me acerqué lentamente, un tanto asustado por la idea de haber roto algo y que me hubiesen visto, giré a todas partes y por suerte no había nadie más en los alrededores. Rápidamente tomé la madera que había caído para tratar de reacomodarla en la ventana, al hacerlo no pude evitar asomarme hacia el interior y, para mi asombro, el interior del recinto estaba abandonado, quién sabe desde hacía cuanto. Me tomé el tiempo de echarle un vistazo a la fachada del edificio, las grietas en la parte exterior, la falta de pintura, las plantas que comenzaban a crecer por las paredes y las telarañas confirmaron mis sospechas, era un lugar abandonado. Sonreí de oreja a oreja al darme cuenta de que la casualidad del destino me llevó al lugar que estaba buscando, a uno mejor en realidad.
Dormí ahí esa noche y las que le siguieron hasta que se hizo una rutina de todos los días.

Pero en una ocasión las rutina se rompió. Todo transcurría de lo más normal posible exceptuando que tuve que recurrir al hurto a falta de otros recursos o lo que volví a “casa” hundido en culpa; intenté no atormentarme con ello y quedé dormido en un profundo sueño, aunque de vez en cuando ciertas imágenes acudieron a mi mente a burlarse de mí, una que recuerdo muy bien fue el verme a mí mismo arrastrando una cruz de madera -que al instante me di cuenta de que eran mis culpas- por un terreno muy inclinado que adquirió la forma de un bosque, pero todo eso desapareció frente a mis ojos y en su lugar veía una habitación, pero el sonido de la cruz de madera deslizándose por el suelo seguía ahí, pero en realidad era un mueble siendo arrastrado.

Al instante recordé lo que pasaba, me había colado en un edificio aparentemente abandonado y el hombre de pie ante mí no era ni más ni menos que el dueño en persona, a eso no pude más que quedarme petrificado mientras sentía que mi corazón latía con la fuerza de una máquina de vapor. -¡No es lo que parece! -Casi grité al tiempo que me hacía de las monedas que logré juntar esa mañana. -Pensé que estaba abandonado, se lo juro… No sabía… Nadie me dijo nada y pensé que… -Por el temor y nervios que tenía me era imposible conseguir articular una oración completa, solo eran balbuceos.

Antes de poder pensar en lo que estaba haciendo me eché a correr hacia una habitación en la parte trasera donde había una ventana lo suficientemente grande como para que pudiese escapar. Entré a la pequeña habitación y eché seguro a la puerta, tomé una caja que había por ahí para usarla como escalón y lograr treparme a la ventana para escapar de ese lugar antes de que el dueño me pudiera echar la mano encima. ¿Y luego? Hospital o Policía, eran las únicas opciones. Pensando en eso fue que redoblé mis esfuerzos para intentar que la ventana se abriera pero todo era inútil, se había atascado por completo, ni con la ayuda de ambas manos y toda mi fuerza logré abrirla. Para más remate, escuché como la puerta era azotada hacia el interior de la habitación dejando en claro que mi improvisada barricada había cedido. -¡Espere por favor! -Grité totalmente alarmado esta vez y bajé de la caja en la que me había subido para caminar hacia el lado opuesto del cuarto, sin querer arrinconándome contra la pared. No podía ver su rostro, pero sí una alta silueta que se aproximaba con pasos lentos. Sin más opciones y desesperado por salir de ahí, saqué la daga de mi cinturón y me puse en posición de defensa.

Por un momento me pregunté quién estaba más confundido por la situación, si el hombre que aparentemente era el dueño del lugar  o yo por su reacción tan… ni siquiera había palabras para ello, cualquiera que actuara racionalmente estaría dando una pelea contra un intruso o al menos amenazando con llamar a la policía, estaba más que desconcertado tanto por sus acciones como por la calma y naturalidad con la que se estaba tomando las cosas, es decir, ni siquiera elevó su tono de voz, cuando me desperté inclusive retrocedió ya que me estaba acordando. Simplemente no tenía sentido alguno lo que pasaba y aquello me desorientaba más que otra cosa, el no saber qué esperar, qué hacer a continuación.

Sentía mi corazón latiendo con la fuerza y velocidad de una máquina de vapor, llevé mi mano libre al pecho, justo encima de mi enloquecido órgano pues pareciera que de un segundo a otro saldría corriendo por cuenta propia; mi cuerpo temblaba del miedo que me inundó apenas unos segundos atrás, desde la planta de mis pies hasta la coronilla, cada fibra de mi cuerpo se sacudía sin que pudiera evitarlo. El hombre ingresó al cuarto nuevamente aunque claro, poco podía ver de él, la única luz que entraba era por aquella pequeña ventana y tan solo iluminaba parte del suelo y pared del centro del cuarto, la luz no daba a ninguno de los dos. Los pasos se acercaron a mí nuevamente, con la misma calma y lentitud que antes, a pesar de la extraña gentileza que percibía no pude evitar recordar que había sido pescado dentro de la propiedad de alguien por nadie más sino el dueño de la misma. Cualquier cosa podía pasar.

Retrocedí cual animal siendo acechado por un depredador, en la mano aún sosteniendo mi daga aunque ésta se agitaba como el resto de mi cuerpo. Podía sentir que su mano alcanzaba el arma y lentamente tiraba de ella, aún asustado le permití que la tomara. Presté atención a lo que decía ¿llevaba tiempo en el lugar? Quería darme a golpes ¿cómo pude ser tan idiota para ponerme a mí mismo en una posición tan vulnerable? en otras circunstancias las cosas pudieron terminar mal para mí, todo por bajar la guardia. Al acercar la lámpara al nivel de mi rostro me deslumbró pero al acostumbrarse casi me da un infarto, la piel exageradamente pálida como la de un muerto y la intensidad de sus ojos azules. -Cailen… -Respondí con un hilo de voz. -Mi nombre es Cailen. -Traté una vez más, esta vez más fuerte para luego seguirlo con pasos lentos y cautelosos, nunca decía de dónde era, el temor a ser llevado de regreso a Escocia seguía muy presente en mí.


-No entré con malas intenciones, se lo juro, pensé que el lugar estaba abandonado y que nadie vendría, no he tocado nada y no me he llevado nada, tan solo uso el lugar para dormir. -Volvimos a la habitación y en efecto, el luar estaba ligeramente más limpio y ordenado a cuando entré. -¿Es verdad?- Inquirí sospechando. -¿No va a llamar a la policía? -Apenas podía creer lo que pasaba frente a mis ojos. -Sí, quiero la paga. Le voy a ayudar, pero… ¿podría devolverme la daga? No voy a usarla, solo la quiero conmigo.