AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El filo de un cuchillo
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El filo de un cuchillo
Los primeros rayos del sol atravesaron las pequeñas grietas de los vetustos postigos de la única ventana que poseía la sobria habitación de invitados, dotando a la sala de una tenue luz que anunciaba el inicio de un nuevo día.
Aparté las gruesas pieles que me cubrían y me alcé lentamente del catre dirigiéndome torpemente hacia la ventana, abrí los postigos y la claridad del amanecer entraron en la estancia junto con el suave frescor del Mistral que transportaba hasta mis sentidos el suave aroma de los jacintos plantados bajo mi ventana. La cercanía de la luna llena hacía que mis sentidos experimentaran una súbita mejoría, en ellos, se amontonaban el aroma de las flores, el gorjeo incansable de un colirrojo tizón, y varios sonidos lejanos propios del despertar de una villa.
Me acerqué a mis cosas que la noche anterior había guardado en el recio baúl de roble que descansaba a los pies del catre y extraje de entre ellas la carta que había recibido hacía ya bastante tiempo de mi incógnita prometida, era lo único que poseía de ella, aquella misiva y la fragancia que desprendía, que evocaba una sutil mezcla de lilas y grosellas frescas.
Había postergado aquel momento tanto como me había sido capaz, mi manera de vivir no hacía necesario ejecutar la promesa de matrimonio dada por mis progenitores a tan temprana edad. Tenía cuanto quería y hacía lo que se me antojaba sin oposición alguna, pero la insistencia de madre, se había convertido en última voluntad en su lecho de muerte.
Los días posteriores a la defunción de madre, había hecho enviar a la persona de mi prometida varias misivas instándola a realizar los preparativos necesarios para mi llegada y nuestro inminente enlace, pero ninguna de aquellas postales había recibido respuesta. En aquellos convulsos días tampoco era muy descabellado que la guerra hubiera desplazado a su familia a otro lugar, incluso que la polio o la peste se los hubieran llevado. Tras varias deliberaciones, al fin decidí acudir en su búsqueda, emprendería el viaje tan solo con un par de mis hombres de confianza, pues dadas las circunstancias del país, no era lo mas conveniente desplazar un ejercito en lo que podría considerarse una estratagema bélica de un país invasor.
Guardé la carta con cuidado y me dispuse a asearme y vestirme para una larga jornada a caballo, debía apresurarme si quería llegar a la ubicación de mi prometida a medio día y regresar antes del ocaso a la villa de baronesa De Charny que tan amablemente me había alojado, y donde mis dos escoltas se apuraban en preparar en un lúgubre y húmedo rincón del sótano nuestra voluntaria reclusión, con el fín de que nuestros alter egos no ocasionaran problemas entre la desconocida población local.
Tras un copioso desayuno, me esperaba en las caballerizas un hermoso bayo bien pertrechado para el viaje y presto me encaminé siguiendo las indicaciones dadas durante el ágape organizado a mi llegada por la señora Agnes de Charny la noche anterior.
Pronto dejé atrás el bullicio de la zona mas residencial de París, donde la clase alta de la sociedad parisina paseaba su sobria aristocracia en hermosos carruajes de caballos. Casi imperceptiblemente, a medida que me acercaba a las afueras, la aristocracia fue cediendo paso a la burguesía mas costumbrista, aireando sus numerosas familiar por grandes extensiones ajardinadas. La visión cambió por completo al atravesar la zona en la que la clase media había recluido a la clase trabajadora, entre chimeneas, industria, y el olor a orina que prevalecía en cada esquina.
Ya en las afueras de la gran extensión suburbana de la ciudad del Sena, las grandes villas de verano salpicaban el paisaje. Ante mi, a poco mas de una legua y con el sol en el cenit, se encontraba la villa que andaba buscando. A medida que me iba acercando pude comprobar que se encontraba en un estado de abandono lamentable, parte de la pequeña muralla perimetral se encontraba derruida, una de las hojas de la gran puerta de forja que daba lugar al camino interior estaba vencida sobre su gozne inferior, puesto que el superior había cedido, al parecer, hacía ya tiempo. La otra hoja había desaparecido por completo, y a través de su hueco hice pasar a mi manso bayo. El camino, si aún se podía llamar así, me condujo frente a la fachada de la hacienda principal, donde una amplia escalera y su gran balaustrada de piedra recibía a sus distinguidos huéspedes. El aspecto de todo lo que me rodeaba denotaba que hacía ya tiempo que la mano del hombre no ejercía su influencia sobre la indómita naturaleza que ahora todo lo cubría. Me embargó una sensación de derrotismo al pensar que al final, todo había sido en vano, y que tal y como había vaticinado la señora Agnes, perseguía un fantasma. Llegado a éste punto, nada perdía con indagar por el lugar en busca de alguna señal de lo acontecido. Bajé del caballo y tras amarrar las riendas en una de las columnas que sustentaban la balconada superior, me dispuse a investigar por el interior de la vivienda. Su puerta principal no había sido echada a bajo por el paso del tiempo, sino que una fuerza inhumana la había reventado de fuera a dentro, desconocía si la causa habría sido por un asalto a la casa aún habitada o habría sido obra de saqueadores aprovechando el abandono de la villa por parte de sus dueños. Crucé el dintel de la puerta con el afán de encontrar mas pistas que fueran esclareciendo el misterio, cuando de repente, al mismo tiempo que llegaba a mi olfato la suave fragancia a lila y grosellas frescas, el filo de un cuchillo bien afilado presionó firmemente mi garganta, paré de inmediato mientras levantaba suavemente las manos. –Voy desarmado…- dije mientras esperaba que mi interlocutor no supiera que realmente no me hacían falta. Giré cuidadosamente la cabeza para poder observar a mi peligrosa prometida mientras notaba un hilillo de sangre recorrer la curvatura de mi cuello desde la afilada hoja que sostenía aquella mujer. Entonces pude observar la delicada belleza del rostro que me miraba fijamente, sus ojos verdes se clavaban en mi alma como si pudieran ver a través de ella, sus carnosos labios se encontraban pálidos debido a la tensión del momento y una hermosa melena de pelo azabache, brillaba con los pocos jirones de sol que penetraban en la polvorienta sala.
Aparté las gruesas pieles que me cubrían y me alcé lentamente del catre dirigiéndome torpemente hacia la ventana, abrí los postigos y la claridad del amanecer entraron en la estancia junto con el suave frescor del Mistral que transportaba hasta mis sentidos el suave aroma de los jacintos plantados bajo mi ventana. La cercanía de la luna llena hacía que mis sentidos experimentaran una súbita mejoría, en ellos, se amontonaban el aroma de las flores, el gorjeo incansable de un colirrojo tizón, y varios sonidos lejanos propios del despertar de una villa.
Me acerqué a mis cosas que la noche anterior había guardado en el recio baúl de roble que descansaba a los pies del catre y extraje de entre ellas la carta que había recibido hacía ya bastante tiempo de mi incógnita prometida, era lo único que poseía de ella, aquella misiva y la fragancia que desprendía, que evocaba una sutil mezcla de lilas y grosellas frescas.
Había postergado aquel momento tanto como me había sido capaz, mi manera de vivir no hacía necesario ejecutar la promesa de matrimonio dada por mis progenitores a tan temprana edad. Tenía cuanto quería y hacía lo que se me antojaba sin oposición alguna, pero la insistencia de madre, se había convertido en última voluntad en su lecho de muerte.
Los días posteriores a la defunción de madre, había hecho enviar a la persona de mi prometida varias misivas instándola a realizar los preparativos necesarios para mi llegada y nuestro inminente enlace, pero ninguna de aquellas postales había recibido respuesta. En aquellos convulsos días tampoco era muy descabellado que la guerra hubiera desplazado a su familia a otro lugar, incluso que la polio o la peste se los hubieran llevado. Tras varias deliberaciones, al fin decidí acudir en su búsqueda, emprendería el viaje tan solo con un par de mis hombres de confianza, pues dadas las circunstancias del país, no era lo mas conveniente desplazar un ejercito en lo que podría considerarse una estratagema bélica de un país invasor.
Guardé la carta con cuidado y me dispuse a asearme y vestirme para una larga jornada a caballo, debía apresurarme si quería llegar a la ubicación de mi prometida a medio día y regresar antes del ocaso a la villa de baronesa De Charny que tan amablemente me había alojado, y donde mis dos escoltas se apuraban en preparar en un lúgubre y húmedo rincón del sótano nuestra voluntaria reclusión, con el fín de que nuestros alter egos no ocasionaran problemas entre la desconocida población local.
Tras un copioso desayuno, me esperaba en las caballerizas un hermoso bayo bien pertrechado para el viaje y presto me encaminé siguiendo las indicaciones dadas durante el ágape organizado a mi llegada por la señora Agnes de Charny la noche anterior.
Pronto dejé atrás el bullicio de la zona mas residencial de París, donde la clase alta de la sociedad parisina paseaba su sobria aristocracia en hermosos carruajes de caballos. Casi imperceptiblemente, a medida que me acercaba a las afueras, la aristocracia fue cediendo paso a la burguesía mas costumbrista, aireando sus numerosas familiar por grandes extensiones ajardinadas. La visión cambió por completo al atravesar la zona en la que la clase media había recluido a la clase trabajadora, entre chimeneas, industria, y el olor a orina que prevalecía en cada esquina.
Ya en las afueras de la gran extensión suburbana de la ciudad del Sena, las grandes villas de verano salpicaban el paisaje. Ante mi, a poco mas de una legua y con el sol en el cenit, se encontraba la villa que andaba buscando. A medida que me iba acercando pude comprobar que se encontraba en un estado de abandono lamentable, parte de la pequeña muralla perimetral se encontraba derruida, una de las hojas de la gran puerta de forja que daba lugar al camino interior estaba vencida sobre su gozne inferior, puesto que el superior había cedido, al parecer, hacía ya tiempo. La otra hoja había desaparecido por completo, y a través de su hueco hice pasar a mi manso bayo. El camino, si aún se podía llamar así, me condujo frente a la fachada de la hacienda principal, donde una amplia escalera y su gran balaustrada de piedra recibía a sus distinguidos huéspedes. El aspecto de todo lo que me rodeaba denotaba que hacía ya tiempo que la mano del hombre no ejercía su influencia sobre la indómita naturaleza que ahora todo lo cubría. Me embargó una sensación de derrotismo al pensar que al final, todo había sido en vano, y que tal y como había vaticinado la señora Agnes, perseguía un fantasma. Llegado a éste punto, nada perdía con indagar por el lugar en busca de alguna señal de lo acontecido. Bajé del caballo y tras amarrar las riendas en una de las columnas que sustentaban la balconada superior, me dispuse a investigar por el interior de la vivienda. Su puerta principal no había sido echada a bajo por el paso del tiempo, sino que una fuerza inhumana la había reventado de fuera a dentro, desconocía si la causa habría sido por un asalto a la casa aún habitada o habría sido obra de saqueadores aprovechando el abandono de la villa por parte de sus dueños. Crucé el dintel de la puerta con el afán de encontrar mas pistas que fueran esclareciendo el misterio, cuando de repente, al mismo tiempo que llegaba a mi olfato la suave fragancia a lila y grosellas frescas, el filo de un cuchillo bien afilado presionó firmemente mi garganta, paré de inmediato mientras levantaba suavemente las manos. –Voy desarmado…- dije mientras esperaba que mi interlocutor no supiera que realmente no me hacían falta. Giré cuidadosamente la cabeza para poder observar a mi peligrosa prometida mientras notaba un hilillo de sangre recorrer la curvatura de mi cuello desde la afilada hoja que sostenía aquella mujer. Entonces pude observar la delicada belleza del rostro que me miraba fijamente, sus ojos verdes se clavaban en mi alma como si pudieran ver a través de ella, sus carnosos labios se encontraban pálidos debido a la tensión del momento y una hermosa melena de pelo azabache, brillaba con los pocos jirones de sol que penetraban en la polvorienta sala.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Fecha de inscripción : 06/06/2016
Edad : 288
Localización : Bajo las estrellas
Re: El filo de un cuchillo
Los recuerdos dolían, aún más al pasearme por aquellos anteriormente felices lugares por donde mi vida había transcurrido, donde mi madre tantas veces había sonreído y bailado en uno de los tantos valses y fiestas que había organizado en la vila. ¿Y ahora que quedaba de todo aquel esplendor... de aquellos risas, de aquella inmensa alegría? Nada. Ya no quedaba nada, igual que de aquellas cuatro paredes que por tantos años había llamado hogar. Todo estaba derruido, allá donde mi mirada se imponía, solo lagartijas y naturaleza se abría paso ante mi. La tristeza era un lastre pesado en mi alma al saber lo que había sido y ver, constatar con mis propios ojos en lo que se había convertido meses después del asesinato de mi madre y de mi huida. Rocé con uno de los dedos una de las grandes grietas que amenazaban con derruir en cualquier momento la entrada a lo que antes habían estado las cocinas y con resolución, sin importarme que mal se veía lo que quedaba de mi hogar, me adentré entre los fogones segura y con decisión. Todo a mi paso y a pesar de ser por la mañana, era oscuro, únicamente por algunos lugares o grandes grietas se colaba un poco de los rayos de sol del exterior. El sonido de mis pasos era lo único que escuchaba y así lo prefería. Desde el asesinato de mi madre y de mi huida, aquellos mismos que mataron a mi madre siguieron buscandome. Hacía noches con el corazón hecho un amasijo de nervios me obligué a ocultarme de nuevo, esta vez con las dos niñas que tenia a mi cargo cuando una especie de oscura corazonada me dejó sin aliento. Esa noche no pasó nada, pero el sentimiento fue tan fuerte que me hizo acordarme del nefasto día de la muerte de mi madre, en lo que también había sentido esa corazonada y por aquellos dos ángeles inocentes que me prometí proteger y cuidar, me escondí de nuevo, más ahora estaba preparada. Si alguno de aquellos soldados seguía en mi hogar, como meses antes estuvieron ocupandolo, lo encontraría y entonces, haría lo que debía de haber hecho hace tiempo; lo enfrentaría y mataría sin compasión ninguna. Como ellos hicieron y como yo hacia tiempo debía de haber hecho.
El aleteo de un pájaro entre las ruinas de lo que antes había sido el salón principal atrajo mi atención y caminando hacia la providencia del ruido insistente del animal, me encontré con uno de los pájaros autóctonos de la zona con una ala rota. Los ojos del animal al verme acercarme se abrieron de pánico y por unos segundos me pude ver en ellos, cuando los miseros soldados abrieron en canal a mi madre frente de mi. Perdida de nuevo en el infierno de aquellos recuerdos, únicamente el aleteo violento del animal me hizo reaccionar y antes de que se hiciera mas daño con sumo cuidado y lentitud lo cogí entre las manos. El pájaro dejó de aletear al verse apresado y esperando que pudiera calmarse, decidida a intentar hacer algo por aquel inocente animal llegué entre aquel paraje de piedra desolado a lo que habia sido la entrada principal. Por suerte la entrada parecía ser una de las zonas mas fuertes de la casa, pues a pesar de que la naturaleza hubiese ganado terreno, todo el interior permanecía intacto. Tomé del suelo un pañuelo que se había salido de su sitio y rodeando al animal con él, pareció calmarse. No obstante, esa calma poco permaneció entre nosotros cuando un relincho lejano y una sombra acercándose hacia nosotros me hizo tensarme.
Si eran aquellos soldados, estaba preparada para luchar.
En silencio dejé el animal aún tapado con el pañuelo en uno de los rincones de la estancia y como pude me coloque a un lado de la entrada de forma que cuando travesara la puerta mi cuchillo fuera lo primero que viera. Escondidos en mi cintura, poseía seis cuchillos distintos. Todo habían sido de mi padre y ahora heredados por él, eran míos. Tomé el del mango de plata, uno de los preferidos de mi padre según las historias que me contaba de él mi madre y en cuanto la sombra travesó el marco de la puerta, sin importarme quien pudiera ser, sostuve firmemente el cuchillo contra su cuello, arañando con su filo la piel del desconocido. Mis ojos recorrieron la figura masculina y pude observar como no se parecía a ninguno de aquellos soldados que yo esperaba, aún así, había algo que no terminaba de gustarme, por lo que no dejé en ningún momento de apretar el filo en su piel.
–Los de vuestra calaña jamás vais desarmados–. Respondí tajante apretando mas el filo hasta sentir un hilillo de sangre manchando la hoja del cuchillo. Mis ojos en ningún momento se apartaron de él, aún cuando se dio la vuelta y unos oscuros ojos se clavaron en los míos, no dejé que eso me hiciera titubear, todo lo contrario, solo consiguió que diera un paso más hacia él y consigo, que el mango de plata que empuñaba acariciase la piel de su cuello. No hacia falta saber mucho de sobrenaturales para poder reconocerlos y es que cuando el hilillo de sangre dejó de manar y rocé con su piel la plata, lo supe. Me encontraba ante un licántropo. Quizás no era uno de aquellos que mataron a mi madre, sin embargo, no me fiaba. Mucha coincidencia que un lobo estuviera vagando por esa zona abandonada y terminase entrando justo en lo que antaño fue mi hogar. – ¿Que se os ha perdido por aquí, lobo?– Pregunté fríamente y consigo, volví a apretar el cuchillo rehaciendo la herida que por si sola, había sanado.– Respondedme y quizás os deje ir sano y salvo de vuelta a vuestro bosque.
El aleteo de un pájaro entre las ruinas de lo que antes había sido el salón principal atrajo mi atención y caminando hacia la providencia del ruido insistente del animal, me encontré con uno de los pájaros autóctonos de la zona con una ala rota. Los ojos del animal al verme acercarme se abrieron de pánico y por unos segundos me pude ver en ellos, cuando los miseros soldados abrieron en canal a mi madre frente de mi. Perdida de nuevo en el infierno de aquellos recuerdos, únicamente el aleteo violento del animal me hizo reaccionar y antes de que se hiciera mas daño con sumo cuidado y lentitud lo cogí entre las manos. El pájaro dejó de aletear al verse apresado y esperando que pudiera calmarse, decidida a intentar hacer algo por aquel inocente animal llegué entre aquel paraje de piedra desolado a lo que habia sido la entrada principal. Por suerte la entrada parecía ser una de las zonas mas fuertes de la casa, pues a pesar de que la naturaleza hubiese ganado terreno, todo el interior permanecía intacto. Tomé del suelo un pañuelo que se había salido de su sitio y rodeando al animal con él, pareció calmarse. No obstante, esa calma poco permaneció entre nosotros cuando un relincho lejano y una sombra acercándose hacia nosotros me hizo tensarme.
Si eran aquellos soldados, estaba preparada para luchar.
En silencio dejé el animal aún tapado con el pañuelo en uno de los rincones de la estancia y como pude me coloque a un lado de la entrada de forma que cuando travesara la puerta mi cuchillo fuera lo primero que viera. Escondidos en mi cintura, poseía seis cuchillos distintos. Todo habían sido de mi padre y ahora heredados por él, eran míos. Tomé el del mango de plata, uno de los preferidos de mi padre según las historias que me contaba de él mi madre y en cuanto la sombra travesó el marco de la puerta, sin importarme quien pudiera ser, sostuve firmemente el cuchillo contra su cuello, arañando con su filo la piel del desconocido. Mis ojos recorrieron la figura masculina y pude observar como no se parecía a ninguno de aquellos soldados que yo esperaba, aún así, había algo que no terminaba de gustarme, por lo que no dejé en ningún momento de apretar el filo en su piel.
–Los de vuestra calaña jamás vais desarmados–. Respondí tajante apretando mas el filo hasta sentir un hilillo de sangre manchando la hoja del cuchillo. Mis ojos en ningún momento se apartaron de él, aún cuando se dio la vuelta y unos oscuros ojos se clavaron en los míos, no dejé que eso me hiciera titubear, todo lo contrario, solo consiguió que diera un paso más hacia él y consigo, que el mango de plata que empuñaba acariciase la piel de su cuello. No hacia falta saber mucho de sobrenaturales para poder reconocerlos y es que cuando el hilillo de sangre dejó de manar y rocé con su piel la plata, lo supe. Me encontraba ante un licántropo. Quizás no era uno de aquellos que mataron a mi madre, sin embargo, no me fiaba. Mucha coincidencia que un lobo estuviera vagando por esa zona abandonada y terminase entrando justo en lo que antaño fue mi hogar. – ¿Que se os ha perdido por aquí, lobo?– Pregunté fríamente y consigo, volví a apretar el cuchillo rehaciendo la herida que por si sola, había sanado.– Respondedme y quizás os deje ir sano y salvo de vuelta a vuestro bosque.
Jade McLeod- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 20/03/2015
Re: El filo de un cuchillo
-Los de vuestra calaña jamás vais desarmados.- Respondió mi bella atacante sin aflojar la presión que la hoja de su cuchillo ejercía justo por encima de mi nuez. Por lo visto, o bien aquella bella dama me había confundido con un saqueador o sabía exactamente lo que tenía en frente... pero no, no podía ser, ¿como iba a descubrir tan apresuradamente mi naturaleza aquella joven humana? Fuera como fuese, aunque la situación me excitaba e incomodaba a partes iguales, decidí mantenerla para saciar mi creciente curiosidad. Aquella tesitura se tensaba por momentos como un cabo mojado al sol. Mi interlocutora, en un movimiento fortuito, alcanzó la piel de mi cuello con la plata de su cuchillo, ¿o quizá fué premeditado? Sentí inmediatamente una punzada de dolor mas allá del que podría provocar la afilada hoja en mi piel, intenté que mi gesto no me delatara, que mis músculos no se tensaran y que mis pupilas no se dilataran, pero al parecer, mis esfuerzos fueron en vano, pues seguidamente, aquella mujer volvió a apretar el filo de su hoja sobre la herida ya sanada que me había producido hacía un momento.
-¿Que se os ha perdido por aquí, lobo?- inquirió con unas palabras que denotaban un desprecio mas propio del odio que del miedo que los de mi especie solíamos infundir. Parte de mis dudas se despejaron al momento, aquella fémina ya había tenido un encuentro previo con los de mi ralea, un encuentro que a juzgar por la aversión con la que había proferido sus palabras, le había marcado profundamente. La verdad es que no podríamos haber tenido peor encuentro, en vez de vino y rosas sentados bajo un sauce junto a un pequeño estanque, mientras que mi afilada elocuencia arrancaba de sus carnosos labios deliciosas sonrisas, nos encontrábamos bajo una villa ruinosa, con su afilado cuchillo haciendo brotar finas hileras de sangre de mi cuello.
-Respondedme y quizás os deje ir sano y salvo de vuelta a vuestro bosque.- Una sonrisa se dibujó inmediatamente en mi cara al recordar las palabras de mi madre cuando intentaba embaucarme para que me desposara con aquella mujer, cuantas veces me insistía en su fuerza, su vivacidad, su capacidad de liderazgo, virtudes que a mi se me antojaban impropias de una dama de acaudalada familia, y por ende, mas fruto del deseo irrefrenable de mi madre en desposarme que del buen juicio. Y ahora, frente a aquella majestuosa criatura, me daba cuenta lo majadero que fui.
-No tengo intención alguna de haceros daño, mi señora, y con gusto responderé a vuestra pregunta.- Con sumo cuidado y utilizando tan solo dos dedos, extraje del bolsillo interior del chaleco de piel la ocre carta con olor a lila y grosellas frescas. -Ésta antigua misiva y la reciente defunción de mi querida madre, me sacaron hace unas jornadas de mi... hogareño bosque, y si vuestra merced tiene a bien aflojar la presión del trinchete, se lo podría aclarar con mas detalle.-
-¿Que se os ha perdido por aquí, lobo?- inquirió con unas palabras que denotaban un desprecio mas propio del odio que del miedo que los de mi especie solíamos infundir. Parte de mis dudas se despejaron al momento, aquella fémina ya había tenido un encuentro previo con los de mi ralea, un encuentro que a juzgar por la aversión con la que había proferido sus palabras, le había marcado profundamente. La verdad es que no podríamos haber tenido peor encuentro, en vez de vino y rosas sentados bajo un sauce junto a un pequeño estanque, mientras que mi afilada elocuencia arrancaba de sus carnosos labios deliciosas sonrisas, nos encontrábamos bajo una villa ruinosa, con su afilado cuchillo haciendo brotar finas hileras de sangre de mi cuello.
-Respondedme y quizás os deje ir sano y salvo de vuelta a vuestro bosque.- Una sonrisa se dibujó inmediatamente en mi cara al recordar las palabras de mi madre cuando intentaba embaucarme para que me desposara con aquella mujer, cuantas veces me insistía en su fuerza, su vivacidad, su capacidad de liderazgo, virtudes que a mi se me antojaban impropias de una dama de acaudalada familia, y por ende, mas fruto del deseo irrefrenable de mi madre en desposarme que del buen juicio. Y ahora, frente a aquella majestuosa criatura, me daba cuenta lo majadero que fui.
-No tengo intención alguna de haceros daño, mi señora, y con gusto responderé a vuestra pregunta.- Con sumo cuidado y utilizando tan solo dos dedos, extraje del bolsillo interior del chaleco de piel la ocre carta con olor a lila y grosellas frescas. -Ésta antigua misiva y la reciente defunción de mi querida madre, me sacaron hace unas jornadas de mi... hogareño bosque, y si vuestra merced tiene a bien aflojar la presión del trinchete, se lo podría aclarar con mas detalle.-
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
- Mensajes : 293
Fecha de inscripción : 06/06/2016
Edad : 288
Localización : Bajo las estrellas
Re: El filo de un cuchillo
Inaudito. Inaudito, era la primera palabra que me venía a la cabeza en verle la ligera sonrisa socarrona estancarse en sus labios. No únicamente parecía encontrarse en el sitio equivocado, en el momento menos convenido, sino que además parecía disfrutar de que el filo del cuchillo se encontrase tan cerca de su yugular y la sangre manchase nuestro encuentro. Las sombras de las paredes en ruina y de aquella tarde apenumbrada en aquel lejano lugar, seguían haciendo de las suyas. Las ramas a nuestro alrededor no dejaban de danzar y mientras eso ocurría, la oscuridad bailaba por el rostro masculino. Lo miré de arriba abajo y me contuve de gruñir. Su cuerpo se perfilaba perfectamente en la penumbra. Parecía poderoso, explosivo. Casi una amenaza para mí; Casi.
—Conmigo podéis dejaros de delicadezas, no soy vuestra señora,—dije tajantemente.
Mi pecho subía y bajaba aceleradamente, no obstante, mi pulso en ningún momento disminuyó o se dio el lujo de aflojar el agarre y mostrar debilidad. Todo lo contrario. Esta noche en la que había ido allí buscando sed de venganza, no era un día para escatimar esfuerzos o para bajar la guardia. Por eso, en cuanto él habló con aquel acento y sonido más bien tranquilizador, se podría decir que de haber sido un gato en otra vida ya me habría encontrado erizada. No me fiaba de los licántropos y era un hecho constatable mi aversión hacia ellos. Aun así, calmándome por unos efímeros segundos, su voz pareció conseguir un efecto relajador y apretando los dientes me obligue a no hincar más el cuchillo en su cuello en cuanto lentamente empezó a moverse. La oscuridad no dejaba ver muy bien de que se trataba, más al ver lo que deseaba mostrarme, al reconocer la misiva, me tensé. Reconocería aquel papel en cualquier lugar, más aún la letra del escrito e incluso, seguramente podría acordarme de cada palabra, signo ortográfico y párrafo de lo que una infante dedicó al salvador de sus sueños.
— ¿Acaso, jugáis conmigo, señor? — Pregunté tensando la mandíbula.
Apenas mis ojos abandonaron unos segundos la mirada ajena para fijarme en el sobre que yacía ahora en una de las manos del lobo y no necesité más. —Puedo reconocer la grafía de mi letra en cualquier escrito. Hace años la di por perdida y ahora parece que haya pasado una vida entera desde entonces. — Alejé mis ojos de aquel papel y antes de que hiciera ningún otro movimiento mi mano regresó a empuñar con fuerza el filo del arma sobre su cuello, otra vez. — ¿Porque la tenéis vos? ¡Contestadme!—La única forma de librarse de sentir la plata en su piel, sería quitándome el cuchillo. No obstante, estaba preparada. No sería fácil reducirme.
—Conmigo podéis dejaros de delicadezas, no soy vuestra señora,—dije tajantemente.
Mi pecho subía y bajaba aceleradamente, no obstante, mi pulso en ningún momento disminuyó o se dio el lujo de aflojar el agarre y mostrar debilidad. Todo lo contrario. Esta noche en la que había ido allí buscando sed de venganza, no era un día para escatimar esfuerzos o para bajar la guardia. Por eso, en cuanto él habló con aquel acento y sonido más bien tranquilizador, se podría decir que de haber sido un gato en otra vida ya me habría encontrado erizada. No me fiaba de los licántropos y era un hecho constatable mi aversión hacia ellos. Aun así, calmándome por unos efímeros segundos, su voz pareció conseguir un efecto relajador y apretando los dientes me obligue a no hincar más el cuchillo en su cuello en cuanto lentamente empezó a moverse. La oscuridad no dejaba ver muy bien de que se trataba, más al ver lo que deseaba mostrarme, al reconocer la misiva, me tensé. Reconocería aquel papel en cualquier lugar, más aún la letra del escrito e incluso, seguramente podría acordarme de cada palabra, signo ortográfico y párrafo de lo que una infante dedicó al salvador de sus sueños.
— ¿Acaso, jugáis conmigo, señor? — Pregunté tensando la mandíbula.
Apenas mis ojos abandonaron unos segundos la mirada ajena para fijarme en el sobre que yacía ahora en una de las manos del lobo y no necesité más. —Puedo reconocer la grafía de mi letra en cualquier escrito. Hace años la di por perdida y ahora parece que haya pasado una vida entera desde entonces. — Alejé mis ojos de aquel papel y antes de que hiciera ningún otro movimiento mi mano regresó a empuñar con fuerza el filo del arma sobre su cuello, otra vez. — ¿Porque la tenéis vos? ¡Contestadme!—La única forma de librarse de sentir la plata en su piel, sería quitándome el cuchillo. No obstante, estaba preparada. No sería fácil reducirme.
Jade McLeod- Humano Clase Media
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 20/03/2015
Re: El filo de un cuchillo
Y allí estaba esa criatura, con los ojos hundidos en los míos, tan solo desviados un minuto para apreciar la misiva que con temprana edad me hizo llegar.
No vi en sus ojos dibujarse bellos recuerdos de cuando por seguro, su pequeña mano había escrito dichos trazos, ni siquiera pude vislumbrar un atisbo de esperanza de que yo fuese ese hombre al que como decía la carta ansiaba tanto conocer, ver y tocar.
Odio, eso era cuanto podía apreciar en esa mujer de hermosa templanza, que frente a mi, sin aflojar de mi cuello un milímetro el cuchillo me admiraba bajo la tenue luz de una casa en ruinas.
Negué con la cabeza con incredulidad, borrando la risa de mi rostro ¿de verdad necesitaba explicación aquella carta que portaba?
No esperaba que se lanzase a mis brazos, o quizás si, había recorrido medio mundo a caballo para encontrarla, medio mundo que tras verla se me antojaba poco y que de haber sabido antes de su belleza y férreo carácter hubiera recorrido antes.
Mas si aquello era una venganza por mi tardanza se me antojaba demasiado, que le había hecho esperar podía ser motivo para no ponérmelo fácil, para en el baile de salón hacerse de rogar con una sonrisa picara escapando de sus labios, para cubrir su rostro con el abanico de la indiferencia durante horas, bajar las largas pestañas que enmarcaban sus ojos haciéndome morir de deseo, para posiblemente no rozar mis labios hasta pasada una semana en la que yo morirá por hacerlo y ella moriría por fingir que ni tan siquiera lo había pensado.
Pero no, allí estábamos los dos, ella elevando sin descanso su pecho frente a mis ojos motivado por su agitada respiración, no producida por la excitación de la cercanía de mi cuerpo, de mis labios y de mis ojos, si no por el odio que le otorgaba mi raza, mi condición y mi persona.
Quizás ahí residiera la cuestión, ¿que me ocultaban aquellos ojos gatunos? , quizás ya no me esperara, eso parecia haber quedado en el recuerdo, ni tan siquiera cuando llegue a esa mansion en ruinas sabia que era el portador de esa carta, no aquello iba mucho mas lejos, aquel odio marcado a fuego en su piel era la antesala de un episodio pasado con otros de mi especie, otros que por como empuñaba el poderoso filo del cuchillo le debían haber arrancado el alma.
¿Como saber si no me contaba? Como leer en esa mente las desgracias de su pasado si tan solo eramos dos desconocidos y como explicarle que deseaba conocerla por y para el resto de mi vida.
Mis ojos amarillearon fruto de la desesperación y para que mentir también de los estragos que la luna me causaba, y que en tan solo unas horas se apoderaría de mi convirtiéndome en la bestia que al parecer ella temía.
No tenia tiempo, ni ella tampoco, si el ocaso nos encontraba su vida correría peligro y eso no lo podía permitir, lo había intentado a las buenas, mas su testarudez igualaba a mis ganas de mas, a mis ganas de ella.
Di un paso adelante, mi pecho esta vez se acompaso al suyo y su cuchillo firmemente sujeto entre sus delicadas manos rasgo mi piel para hacerla sangrar resbalando por su filo.
-Matarme si es lo que ansiáis, mas os aseguro que eso no cambiara el echo de que sois mía por derecho -”mía” esa era la posesividad que mi especie lobuna marcada como alfa de la manada me forzaba a remarca, ese era el sentimiento que esa mujer provocaba en mi, el de la posesión mas absoluta, algo que jamas había sentido hasta ahora -Nuestras madres acordaron nuestro matrimonio hace ya muchos años y vengo a reclamar a mi esposa, corren tiempos difíciles y la necesito a mi lado.
No eran esas las palabras que tenia preparadas para nuestro encuentro, mas desde luego estas y no otras fueron las que escupieron mis labios dejados llevar por la ira.
Tras un paso, coloque otro, pude ver la duda en su rostro y como reculaba intentando vislumbrar si cumplir con su amenaza.
La Pared fue mi fiel aliada y su espalda contra ella su perdición, un momento de descuido frente al choque de su cuerpo contra esta fue todo cuanto necesite para aferrar su tensa mano que sujeta aun al mango de plata ahora cambiaba de bando hacia su cuello.
Con mi otra mano atrape la otra muñeca pegándola a la pared. Ya no había distancia entre nuestros cuerpos que respiraban jadeantes al unisono unidos el uno al otro, por el contrario entre nosotros se me antojaba que nos alejaba un abismo que solucionar para poder, como no, convertirla en mi mujer.
-¡Me vas a escuchar! -gruñí mirándola con fijeza aquellos ojos que empezaban a convertirse en mi perdición -en una horas me convertiré en una bestia y no tengo tiempo para juegos, vais a explicarme a que se debe este ataque hacia vuestro prometido y por supuesto, a acompañarme a donde me alojo para acomodaros allí y meditar sobre vuestro comportamiento.
Sinceramente deseo que mañana por la mañana me esperéis con la actitud correcta, y bebiendo vino paseemos por el jardín para concretar los detalles de este, nuestro inminente matrimonio ¿os queda claro?
Mis palabras sonaban amenazantes, mi cuerpo atrapando al suyo contra aquel muro actuaba por si solo alzando mi falo que chocaba erguido contra su pubis.
Menudo modo de conocernos pensé cada vez mas molesto y para que mentir también mas excitado.
Espere la respuesta que saliera de aquellos labios que ahora se habían apoderado de mi atención.
Perfilados por el mismo diablo se entreabrían frente a los míos dejando escapar su aliento que se mezclaba con brusquedad con mis palabras.
Abrí mis labios en una reacción cargada de intención, mas la deseaba en todas y cada una de las maneras ocurrentes que englobara esa palabra.
No vi en sus ojos dibujarse bellos recuerdos de cuando por seguro, su pequeña mano había escrito dichos trazos, ni siquiera pude vislumbrar un atisbo de esperanza de que yo fuese ese hombre al que como decía la carta ansiaba tanto conocer, ver y tocar.
Odio, eso era cuanto podía apreciar en esa mujer de hermosa templanza, que frente a mi, sin aflojar de mi cuello un milímetro el cuchillo me admiraba bajo la tenue luz de una casa en ruinas.
Negué con la cabeza con incredulidad, borrando la risa de mi rostro ¿de verdad necesitaba explicación aquella carta que portaba?
No esperaba que se lanzase a mis brazos, o quizás si, había recorrido medio mundo a caballo para encontrarla, medio mundo que tras verla se me antojaba poco y que de haber sabido antes de su belleza y férreo carácter hubiera recorrido antes.
Mas si aquello era una venganza por mi tardanza se me antojaba demasiado, que le había hecho esperar podía ser motivo para no ponérmelo fácil, para en el baile de salón hacerse de rogar con una sonrisa picara escapando de sus labios, para cubrir su rostro con el abanico de la indiferencia durante horas, bajar las largas pestañas que enmarcaban sus ojos haciéndome morir de deseo, para posiblemente no rozar mis labios hasta pasada una semana en la que yo morirá por hacerlo y ella moriría por fingir que ni tan siquiera lo había pensado.
Pero no, allí estábamos los dos, ella elevando sin descanso su pecho frente a mis ojos motivado por su agitada respiración, no producida por la excitación de la cercanía de mi cuerpo, de mis labios y de mis ojos, si no por el odio que le otorgaba mi raza, mi condición y mi persona.
Quizás ahí residiera la cuestión, ¿que me ocultaban aquellos ojos gatunos? , quizás ya no me esperara, eso parecia haber quedado en el recuerdo, ni tan siquiera cuando llegue a esa mansion en ruinas sabia que era el portador de esa carta, no aquello iba mucho mas lejos, aquel odio marcado a fuego en su piel era la antesala de un episodio pasado con otros de mi especie, otros que por como empuñaba el poderoso filo del cuchillo le debían haber arrancado el alma.
¿Como saber si no me contaba? Como leer en esa mente las desgracias de su pasado si tan solo eramos dos desconocidos y como explicarle que deseaba conocerla por y para el resto de mi vida.
Mis ojos amarillearon fruto de la desesperación y para que mentir también de los estragos que la luna me causaba, y que en tan solo unas horas se apoderaría de mi convirtiéndome en la bestia que al parecer ella temía.
No tenia tiempo, ni ella tampoco, si el ocaso nos encontraba su vida correría peligro y eso no lo podía permitir, lo había intentado a las buenas, mas su testarudez igualaba a mis ganas de mas, a mis ganas de ella.
Di un paso adelante, mi pecho esta vez se acompaso al suyo y su cuchillo firmemente sujeto entre sus delicadas manos rasgo mi piel para hacerla sangrar resbalando por su filo.
-Matarme si es lo que ansiáis, mas os aseguro que eso no cambiara el echo de que sois mía por derecho -”mía” esa era la posesividad que mi especie lobuna marcada como alfa de la manada me forzaba a remarca, ese era el sentimiento que esa mujer provocaba en mi, el de la posesión mas absoluta, algo que jamas había sentido hasta ahora -Nuestras madres acordaron nuestro matrimonio hace ya muchos años y vengo a reclamar a mi esposa, corren tiempos difíciles y la necesito a mi lado.
No eran esas las palabras que tenia preparadas para nuestro encuentro, mas desde luego estas y no otras fueron las que escupieron mis labios dejados llevar por la ira.
Tras un paso, coloque otro, pude ver la duda en su rostro y como reculaba intentando vislumbrar si cumplir con su amenaza.
La Pared fue mi fiel aliada y su espalda contra ella su perdición, un momento de descuido frente al choque de su cuerpo contra esta fue todo cuanto necesite para aferrar su tensa mano que sujeta aun al mango de plata ahora cambiaba de bando hacia su cuello.
Con mi otra mano atrape la otra muñeca pegándola a la pared. Ya no había distancia entre nuestros cuerpos que respiraban jadeantes al unisono unidos el uno al otro, por el contrario entre nosotros se me antojaba que nos alejaba un abismo que solucionar para poder, como no, convertirla en mi mujer.
-¡Me vas a escuchar! -gruñí mirándola con fijeza aquellos ojos que empezaban a convertirse en mi perdición -en una horas me convertiré en una bestia y no tengo tiempo para juegos, vais a explicarme a que se debe este ataque hacia vuestro prometido y por supuesto, a acompañarme a donde me alojo para acomodaros allí y meditar sobre vuestro comportamiento.
Sinceramente deseo que mañana por la mañana me esperéis con la actitud correcta, y bebiendo vino paseemos por el jardín para concretar los detalles de este, nuestro inminente matrimonio ¿os queda claro?
Mis palabras sonaban amenazantes, mi cuerpo atrapando al suyo contra aquel muro actuaba por si solo alzando mi falo que chocaba erguido contra su pubis.
Menudo modo de conocernos pensé cada vez mas molesto y para que mentir también mas excitado.
Espere la respuesta que saliera de aquellos labios que ahora se habían apoderado de mi atención.
Perfilados por el mismo diablo se entreabrían frente a los míos dejando escapar su aliento que se mezclaba con brusquedad con mis palabras.
Abrí mis labios en una reacción cargada de intención, mas la deseaba en todas y cada una de las maneras ocurrentes que englobara esa palabra.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Re: El filo de un cuchillo
La falsa seguridad en sí mismo a veces nos hace caer en las más graves faltas, y si no era consciente de ello, en el momento en que la situación pasó a cambiar todo drásticamente y a tener yo el cuchillo contra mi piel, se podría decir que aprendí la lección. En mi mente las palabras frías y cortantes de él resonaban una y otra vez, y su cuerpo duro se clavaba contra el mío como cuerdas sujetándome, como una espada. Como buen licántropo había podido leer perfectamente la duda en ms ojos y en mis movimientos, traicionándome así yo misma al darle aquel momento de debilidad que no había tardado ni un segundo en utilizar a su favor. Y ahora, él me tenía a mi cautiva y también, me tenía desecha. Completamente desconcertada y una parte de mi aún en shock no se creía lo que había oído. ¿Cuánta casualidad podía haber en que justo esta noche él apareciera? ¿Cuánta casualidad en que me encontrase tan fácilmente entre las ruinas de aquel lejano lugar, alejado de la mano de dios? Demasiada casualidad se me antojaba.
Ante sus palabras, no le di el gusto de verme asustada, sino que seguí igual, desafiándole incluso cuando sus palabras herían como cuchillos sobre mis labios. Con mis orbes sobre los suyos, me mordí el labio con fuerza al verle entreabrir los labios y controlándome, me contuve de no morderle aquella lengua y labios que tenía y arrancárselos.
— No oséis besarme. —Remarqué contra sus labios sintiéndolos a apenas ni medio suspiro de los míos.
Le miré fijamente y sentí como un nudo me acribillaba por dentro hasta casi ahogarme. ¿Qué era aquello? ¿Nervios, odio… incredulidad? O quizás fuera todo aquello junto. Fuera lo que fuera lo sentía como si fuese un vil veneno y me tuviese que obligar a escupirlo para poder descansar en paz. Respiré agitada, intentando recuperar el control de la situación y de mi propio cuerpo. Me sentía para que mentir, un poco intimidada por su cuerpo duro contra el mío. Podía sentir su virilidad contra mi carne, su respiración y su aroma a lobo; a hombre, demasiado cerca de mí. Entreabrí los labios buscando más oxigeno que llevarme al cuerpo y rasgando mi mirada, bajando ligeramente mis tupidas pestañas le miré a través de ellas. Pareciera que fuera a comerme y por la forma en que me miraba tenía claro que una de sus ideas era precisamente aquella. ¿Después de tanto tiempo, ahora se acordaba de mí? ¿Ahora venía a buscarme? Me pregunté rabiando por dentro, poniendo en orden mi cabeza y mis ideas. Viéndole acercarse cada vez más cerca de mi rostro y por consiguiente a mis labios, lo fulminé con la mirada y en un último instante conseguí volver la cara hacia un lado, fijando entonces mis ojos perdidos en la lejanía, lejos de la influencia salvaje de aquel hombre y su naturaleza.
—No sé cómo podéis atreveros, como puedes atreverte a venir a buscarme después de tanto tiempo y hablarme de esta forma. — Lo acusé aún incrédula de que pudieran ser verdad sus palabras y él, fuese aquel hombre que yo algún día en mi infancia esperaba. Gruñí cuando sentí la mano con la que me sujetaba la mía a la pared y volviendo mi atención a él, me revolví intentando liberarme. El intento duró apenas unos segundos, pero fue suficiente para descargar parte de mi ira y terminar más cerca de él. Me daba lo mismo que mi cuerpo chocase a cada respiración sobre el de él, o que mis pechos quedasen contra su pecho mosculado. Todo aquello me daba igual, si era cierto que nunca había sentido un hombre de esa forma tan cerca de mi. Aún menos habia sentido a un hombre contra mi ropa, y ya ni decir contra mi piel, no obstante en aquel momento todo aquello pasaba a un segundo plano. Si él deseaba obtener mi sumisión asustandome e imponiendose con su cuerpo, que lo intentase. Le gruñí y mirándole le desafié con los ojos. Si esperaba que me rindiese y me calmase tan pronto con solo verle, se equivocaba al completo.
—Me abandonasteis, ¡Nos abandonaste, maldito egoísta! —Le eché en cara sin miedo a las consecuencias que tuviera hablarle así a quien yo sabía era el líder de un clan de licántropos. En estos momentos me daba igual su fuerza, el que pudiese matarme con apenas un mero mordisco o hasta incluso, con sus propias manos. Todo eso me daba igual, ahora solo pensaba en su forma de hablarme, en el dolor que sentí cuando de jovencita me sentí abandonada. — ¡Nos abandonaste y por ello, mi madre murió en manos de los tuyos! ¡Te esperábamos y nos atacaron!—Le grité muy cerca de sus labios, rozándolos, respirando sobre ellos. — ¡Mi madre confiaba en ti, en los tuyos… en vuestra promesa! Pero claro, tu seguro jamás supiste nada por estar distrayéndote, por andar tras las perras de tu manada ¿Verdad? ¿Para eso querías una prometida? ¡¿Para abandonarla?! Para eso no tenías que regresar, ya bastante dolor me hicisteís. ¿O aún no quedasteís tu y vuestra bestia satisfechos?
El odio hablaba por mis labios y la desesperación y el miedo de la jovencita que una vez fui se adueñó de mí. Aquella jovencita que había muerto hacía muchos años y que ahora él quería revivir por las órdenes y último deseo de su fallecida madre, lo que se me antojaba hasta cruel. Solo venir a por mi por deseo de su madre y por querer una esposa a su lado, era muy bajo para mi ¿Y el amor? ¿No existía el amor para los lobos?. Le miré fijamente con los ojos entelados por el dolor y la rabia y gruñí volviendo otra vez a removerme de su agarre sin importarme si el filo del cuchillo lograba perforar la piel delicada de mi cuello. Es más, pensé, incluso quizás si este rasgaba mi piel, podía sentirse feliz. ¿No había ignorado al completo aquella promesa hasta ahora? Entonces, no le costaría más que unos simples minutos regresar a ignorarme y hacer como si no existiese. Lo que precisamente y justamente, había hecho conmigo todos aquellos años.
Ante sus palabras, no le di el gusto de verme asustada, sino que seguí igual, desafiándole incluso cuando sus palabras herían como cuchillos sobre mis labios. Con mis orbes sobre los suyos, me mordí el labio con fuerza al verle entreabrir los labios y controlándome, me contuve de no morderle aquella lengua y labios que tenía y arrancárselos.
— No oséis besarme. —Remarqué contra sus labios sintiéndolos a apenas ni medio suspiro de los míos.
Le miré fijamente y sentí como un nudo me acribillaba por dentro hasta casi ahogarme. ¿Qué era aquello? ¿Nervios, odio… incredulidad? O quizás fuera todo aquello junto. Fuera lo que fuera lo sentía como si fuese un vil veneno y me tuviese que obligar a escupirlo para poder descansar en paz. Respiré agitada, intentando recuperar el control de la situación y de mi propio cuerpo. Me sentía para que mentir, un poco intimidada por su cuerpo duro contra el mío. Podía sentir su virilidad contra mi carne, su respiración y su aroma a lobo; a hombre, demasiado cerca de mí. Entreabrí los labios buscando más oxigeno que llevarme al cuerpo y rasgando mi mirada, bajando ligeramente mis tupidas pestañas le miré a través de ellas. Pareciera que fuera a comerme y por la forma en que me miraba tenía claro que una de sus ideas era precisamente aquella. ¿Después de tanto tiempo, ahora se acordaba de mí? ¿Ahora venía a buscarme? Me pregunté rabiando por dentro, poniendo en orden mi cabeza y mis ideas. Viéndole acercarse cada vez más cerca de mi rostro y por consiguiente a mis labios, lo fulminé con la mirada y en un último instante conseguí volver la cara hacia un lado, fijando entonces mis ojos perdidos en la lejanía, lejos de la influencia salvaje de aquel hombre y su naturaleza.
—No sé cómo podéis atreveros, como puedes atreverte a venir a buscarme después de tanto tiempo y hablarme de esta forma. — Lo acusé aún incrédula de que pudieran ser verdad sus palabras y él, fuese aquel hombre que yo algún día en mi infancia esperaba. Gruñí cuando sentí la mano con la que me sujetaba la mía a la pared y volviendo mi atención a él, me revolví intentando liberarme. El intento duró apenas unos segundos, pero fue suficiente para descargar parte de mi ira y terminar más cerca de él. Me daba lo mismo que mi cuerpo chocase a cada respiración sobre el de él, o que mis pechos quedasen contra su pecho mosculado. Todo aquello me daba igual, si era cierto que nunca había sentido un hombre de esa forma tan cerca de mi. Aún menos habia sentido a un hombre contra mi ropa, y ya ni decir contra mi piel, no obstante en aquel momento todo aquello pasaba a un segundo plano. Si él deseaba obtener mi sumisión asustandome e imponiendose con su cuerpo, que lo intentase. Le gruñí y mirándole le desafié con los ojos. Si esperaba que me rindiese y me calmase tan pronto con solo verle, se equivocaba al completo.
—Me abandonasteis, ¡Nos abandonaste, maldito egoísta! —Le eché en cara sin miedo a las consecuencias que tuviera hablarle así a quien yo sabía era el líder de un clan de licántropos. En estos momentos me daba igual su fuerza, el que pudiese matarme con apenas un mero mordisco o hasta incluso, con sus propias manos. Todo eso me daba igual, ahora solo pensaba en su forma de hablarme, en el dolor que sentí cuando de jovencita me sentí abandonada. — ¡Nos abandonaste y por ello, mi madre murió en manos de los tuyos! ¡Te esperábamos y nos atacaron!—Le grité muy cerca de sus labios, rozándolos, respirando sobre ellos. — ¡Mi madre confiaba en ti, en los tuyos… en vuestra promesa! Pero claro, tu seguro jamás supiste nada por estar distrayéndote, por andar tras las perras de tu manada ¿Verdad? ¿Para eso querías una prometida? ¡¿Para abandonarla?! Para eso no tenías que regresar, ya bastante dolor me hicisteís. ¿O aún no quedasteís tu y vuestra bestia satisfechos?
El odio hablaba por mis labios y la desesperación y el miedo de la jovencita que una vez fui se adueñó de mí. Aquella jovencita que había muerto hacía muchos años y que ahora él quería revivir por las órdenes y último deseo de su fallecida madre, lo que se me antojaba hasta cruel. Solo venir a por mi por deseo de su madre y por querer una esposa a su lado, era muy bajo para mi ¿Y el amor? ¿No existía el amor para los lobos?. Le miré fijamente con los ojos entelados por el dolor y la rabia y gruñí volviendo otra vez a removerme de su agarre sin importarme si el filo del cuchillo lograba perforar la piel delicada de mi cuello. Es más, pensé, incluso quizás si este rasgaba mi piel, podía sentirse feliz. ¿No había ignorado al completo aquella promesa hasta ahora? Entonces, no le costaría más que unos simples minutos regresar a ignorarme y hacer como si no existiese. Lo que precisamente y justamente, había hecho conmigo todos aquellos años.
Jade McLeod- Humano Clase Media
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 20/03/2015
Re: El filo de un cuchillo
Su cuerpo tan pegado al mio que podía sentir como tensaba todos sus músculos se revolvía como el de una fiera salvaje antes de ser cazada, lejos de parecer asustada, me plato cara, sus orbes se hundían en los míos mostrándome el odio mas profundo, un sentimiento que no era capaz de alcanzar entender, pues si bien era cierto que mi tardanza pudiera haberle ocasionado cierta molestia en absoluto justificaba este comportamiento.
Mordió su labio casi rozando el mio, tan cerca que por un segundo pensé que seria mi boca la afortunada de tal gesto, deje escapar mi aliento sobre ella, casi emitiendo un jadeo que delataba mis intenciones.
-No oséis besarme. - apunto airada contra mi.
Tensé la mandíbula, ¿acaso eran tan obvias mis ganas? Claro que lo eran, todo mi cuerpo reaccionaba frente al de aquella dama que insistía en demostrarme que por muy alfa que fuera de mi manada, por muchos ejércitos que fuera capaz de liderar y por muchas guerras que hubiera ganado para mi corona, no alcanzaba a ser suficiente para ella. En remarcarme con cada mirada que me odiaba por encima de todas las cosas, que yo era su peor enemigo. ¿Donde había quedado aquella misiva infantil? Aquella que llenaba su corazón de ilusión por nuestro futuro enlace y de amor desmedido.
Fui un necio por no responder su carta, mas lo fui por no venir antes a buscarla, por desoír a mi madre que con sus sabia palabras me prometía una mujer diferente, fuerte, una gran líder, mi futura alfa.
Estaba furioso, mas no sabia si con ella o en el fondo conmigo mismo por mi inconsciencia.
Giro su rostro en ese momento en que acorte distancias hacia sus labios, por los dioses como la deseaba, y nuevamente me sentí rechazado, humillado, algo a lo que sin duda no estaba acostumbrado.
Apreté el agarre furioso, dejándome llevar por mis primigenios instintos que en unas horas se apoderarían de mi ser.
—No sé cómo podéis atreveros, como puedes atreverte a venir a buscarme después de tanto tiempo y hablarme de esta forma. -dijo mirando al infinito, sin osar ni tan siquiera a prestarme un ápice de atención, como si mi cercanía la repugnara.
De nuevo embistió contra mi cuerpo emitiendo gruñidos mas parecidos a los de una loba que a los de una humana, su cuerpo se rozaba contra el mio excitándolo de una manera destructiva para ambos, cada movimiento de su pecho subía y bajaba golpeando el mio, su cintura se revolvía arqueando un cuerpo cincelado por los dioses que sin duda encontraba no solo mis músculos tensos apresándola si no la dureza de mi polla que no me daba tregua mostrandole, muy a mi pesar, que su odio chocaba con mi deseo desmedido de tomarla allí mismo.
¿Como osaba a buscarla?¿como le hablaba así? Acaso no había sido ella la que primero coloco el puñal en mi cuello, trate de entender ese acto, que me hubiera confundido con un misero ladrón, mas tras mostrarle la carta, desvelar mi identidad, el filo del cuchillo no fue retirado, mas bien todo lo contrario, no hubieron besos, ni alegría desmedida, solo palabras envenenadas. ¿acaso no estaba allí? aunque tarde ¿no había venido a cumplir esa promesa que ni tan siquiera yo había hecho?
—Me abandonasteis, ¡Nos abandonaste, maldito egoísta! -escupió contra mi cara.
Gruñí pegando mi nariz contra la suya, esta vez sintiéndome fuera de control, ¿egoísta? Ese era el primer elogio que se le ocurría decirle a su prometido. Me daba igual que me odiara, me daba igual que me insultara, es mas, me daba igual hasta si lo que le estaba proporcionando era asco, la iba a desposar aunque la tuviera que llevar encadenada al altar.
¡Si!, porque era un maldito egoísta que tras verla solo quería una cosa, a ella.
Jadee contra su rostro, tratando de encontrar la calma que por momentos me abandonaba. Sentí que mis ojos tomaban ese tono ambarino que si conocía a mi calaña le mostraba que mi bestia estaba fuera de si.
— ¡Nos abandonaste y por ello, mi madre murió en manos de los tuyos! ¡Te esperábamos y nos atacaron!—Grito rozando mis labios — ¡Mi madre confiaba en ti, en los tuyos… en vuestra promesa! Pero claro, tu seguro jamás supiste nada por estar distrayéndote, por andar tras las perras de tu manada ¿Verdad? ¿Para eso querías una prometida? ¡¿Para abandonarla?! Para eso no tenías que regresar, ya bastante dolor me hicisteis. ¿O aún no quedasteis tu y vuestra bestia satisfechos?
Aparte el cuchillo de su cuello lanzandolo a un lado por el suelo y tomando sendas muñecas las alce por encima de su cabeza.
Ya ni el arma separaba nuestros cuerpos, podía oler su piel, aquel olor a lilas y grosellas que hasta ahora tan solo era un recuerdo infantil pero que ahora empezaba ha hacerme enloquecer. Loco de deseo, pasión y lujuria.
Pose mi frente en la suya cerrando los ojos tratando de calmar mis instintos, recapacitar sobre lo dicho, mas mi excitación no me permitía ser muy coherente en ese instante donde la dama blanca empezaría en breve a coronar el cielo.
-¿porque no me mandasteis llamar? -susurre finalmente contra su boca -hubiera venido a dar caza y muerte a esos desgraciados.
Ahora lo entendía todo, me odiaba pues por mi retraso su madre había sido masacrada a manos de los míos, como no iba a marcar eso a aquella criatura que tenia delante. Entendía su dolor, entendía su odio, era capaz casi de sentirlo en mis propias carnes.
Todas y cada una de sus palabras eran ciertas, había sido un egoísta, pues la guerra me había mantenido inmerso en mi mundo de correrías, de sangre, donde no deje un solo segundo para el amor.
Era cierto me había follado a tantas lobas que a la mayoría ni las recordaba muchas de ellas eran parte de mi manada a las que tarde o temprano conocería y lideraría.
Mas jamas había experimentado ni por un segundo este extraño sentimiento que oprimía mi pecho casi impidiéndome respirar, no era solo el deseo de tomarla, era la necesidad de poseerla.
Abrí los ojos nuevamente hundiéndolos en sus orbes verdes, mis dedos acariciaron una de sus muñecas mas sin perder la presión ejercida sobre ella.
Sus labios entreabiertos trataban de tomar la brizna de aire que ni siquiera separaba nuestros cuerpos que de no saber que me odiaba, diría se buscaban de un modo u otro.
-Odiadme si queréis -susurré contra sus labios -insultadme, podéis hasta tratar de matarme, mas nada de eso va ha hacer que revoque la palabra dada por vuestra difunta madre a la mía.
Voy a convertiros en la mujer de este licantropo egoísta, iréis con una sonrisa al altar o lo haréis bañada en lagrimas, eso es decisión vuestra. Nada de lo que diga puede disminuir el dolor que sentís por la perdida de vuestra madre, aun así, juro por los dioses, si es que mi palabra aun os sirve de algo, que sera vengada, yo mismo daré muerte a esos licantropos.
Sabia que posiblemente a quien hubieran venido a buscar fuera a ella, tenia muchos clanes enemigos y nuestra boda no haría mas que fortalecer mi manada y crecer mi linaje. Eso es lo que por seguro llevo a algún otro clan a enviar a sus hombres para aprovechando mi larga ausencia y mi falta de compromiso, matadla.
El ocaso estaba cerca, habíamos discutido durante demasiado tiempo e inevitablemente ya no había modo de volver a la pertrechada mazmorra de la señora Agnes antes de convertirme en la bestia que era.
-Ya no hay tiempo -susurré rozando mis labios deliberadamente contra los suyos a sabiendas que eso no haría mas que enfurecerla, mas no me importaba, pues era incapaz de mantener la compostura. Entreabrí mis labios ladeando ligeramente la cabeza cuando un sonido llamo mi atención, pasos, aparte mi rostro del ajeno poniendo alerta todos y cada uno de mis agudizados sentidos.
Fruncí el ceño soltándola y esta vez si, separándome de ella liberando así su cuerpo. Miré hacia la entrada por donde si no me equivocaba pronto seriamos acompañados por un grupo de seis, que por su olor estaban condenados a la maldición de la licantropia como yo.
Esto se iba a convertir en una batalla campal donde la sangre y la muerte aullarían a la luna.
-Necesito que me escuches -rugí a sabiendas de que su terco carácter no me pondría fácil negociar, mas esperaba que el odio que sentía por mi, la volviera razonable -vas a buscar una salida trasera que seguro tiene esta casa y que tu debes conocer. En breve seis licantropos aparecerán, cruzando el dintel de la puerta y si te quedas ya sabes que pasara. Fuera esta mi montura, tómala y no dejes de cabalgar hasta que llegues a un lugar seguro ¿me entiendes? -gruñí amenazante desviando mis ojos un segundo hacia los suyos -da igual lo que oigas tras de ti, no pares.
Saque sendas dagas y con los ojos ámbar me prepare para dar el recibimiento que merecían aquellos seres que posiblemente tuvieran algo que ver con la muerte de la madre de mi futura esposa.
-¡Vete! -gruñí tratando de asustarla con mis ojos completamente ámbar y dejando ver los colmillos de la bestia que era.
Mordió su labio casi rozando el mio, tan cerca que por un segundo pensé que seria mi boca la afortunada de tal gesto, deje escapar mi aliento sobre ella, casi emitiendo un jadeo que delataba mis intenciones.
-No oséis besarme. - apunto airada contra mi.
Tensé la mandíbula, ¿acaso eran tan obvias mis ganas? Claro que lo eran, todo mi cuerpo reaccionaba frente al de aquella dama que insistía en demostrarme que por muy alfa que fuera de mi manada, por muchos ejércitos que fuera capaz de liderar y por muchas guerras que hubiera ganado para mi corona, no alcanzaba a ser suficiente para ella. En remarcarme con cada mirada que me odiaba por encima de todas las cosas, que yo era su peor enemigo. ¿Donde había quedado aquella misiva infantil? Aquella que llenaba su corazón de ilusión por nuestro futuro enlace y de amor desmedido.
Fui un necio por no responder su carta, mas lo fui por no venir antes a buscarla, por desoír a mi madre que con sus sabia palabras me prometía una mujer diferente, fuerte, una gran líder, mi futura alfa.
Estaba furioso, mas no sabia si con ella o en el fondo conmigo mismo por mi inconsciencia.
Giro su rostro en ese momento en que acorte distancias hacia sus labios, por los dioses como la deseaba, y nuevamente me sentí rechazado, humillado, algo a lo que sin duda no estaba acostumbrado.
Apreté el agarre furioso, dejándome llevar por mis primigenios instintos que en unas horas se apoderarían de mi ser.
—No sé cómo podéis atreveros, como puedes atreverte a venir a buscarme después de tanto tiempo y hablarme de esta forma. -dijo mirando al infinito, sin osar ni tan siquiera a prestarme un ápice de atención, como si mi cercanía la repugnara.
De nuevo embistió contra mi cuerpo emitiendo gruñidos mas parecidos a los de una loba que a los de una humana, su cuerpo se rozaba contra el mio excitándolo de una manera destructiva para ambos, cada movimiento de su pecho subía y bajaba golpeando el mio, su cintura se revolvía arqueando un cuerpo cincelado por los dioses que sin duda encontraba no solo mis músculos tensos apresándola si no la dureza de mi polla que no me daba tregua mostrandole, muy a mi pesar, que su odio chocaba con mi deseo desmedido de tomarla allí mismo.
¿Como osaba a buscarla?¿como le hablaba así? Acaso no había sido ella la que primero coloco el puñal en mi cuello, trate de entender ese acto, que me hubiera confundido con un misero ladrón, mas tras mostrarle la carta, desvelar mi identidad, el filo del cuchillo no fue retirado, mas bien todo lo contrario, no hubieron besos, ni alegría desmedida, solo palabras envenenadas. ¿acaso no estaba allí? aunque tarde ¿no había venido a cumplir esa promesa que ni tan siquiera yo había hecho?
—Me abandonasteis, ¡Nos abandonaste, maldito egoísta! -escupió contra mi cara.
Gruñí pegando mi nariz contra la suya, esta vez sintiéndome fuera de control, ¿egoísta? Ese era el primer elogio que se le ocurría decirle a su prometido. Me daba igual que me odiara, me daba igual que me insultara, es mas, me daba igual hasta si lo que le estaba proporcionando era asco, la iba a desposar aunque la tuviera que llevar encadenada al altar.
¡Si!, porque era un maldito egoísta que tras verla solo quería una cosa, a ella.
Jadee contra su rostro, tratando de encontrar la calma que por momentos me abandonaba. Sentí que mis ojos tomaban ese tono ambarino que si conocía a mi calaña le mostraba que mi bestia estaba fuera de si.
— ¡Nos abandonaste y por ello, mi madre murió en manos de los tuyos! ¡Te esperábamos y nos atacaron!—Grito rozando mis labios — ¡Mi madre confiaba en ti, en los tuyos… en vuestra promesa! Pero claro, tu seguro jamás supiste nada por estar distrayéndote, por andar tras las perras de tu manada ¿Verdad? ¿Para eso querías una prometida? ¡¿Para abandonarla?! Para eso no tenías que regresar, ya bastante dolor me hicisteis. ¿O aún no quedasteis tu y vuestra bestia satisfechos?
Aparte el cuchillo de su cuello lanzandolo a un lado por el suelo y tomando sendas muñecas las alce por encima de su cabeza.
Ya ni el arma separaba nuestros cuerpos, podía oler su piel, aquel olor a lilas y grosellas que hasta ahora tan solo era un recuerdo infantil pero que ahora empezaba ha hacerme enloquecer. Loco de deseo, pasión y lujuria.
Pose mi frente en la suya cerrando los ojos tratando de calmar mis instintos, recapacitar sobre lo dicho, mas mi excitación no me permitía ser muy coherente en ese instante donde la dama blanca empezaría en breve a coronar el cielo.
-¿porque no me mandasteis llamar? -susurre finalmente contra su boca -hubiera venido a dar caza y muerte a esos desgraciados.
Ahora lo entendía todo, me odiaba pues por mi retraso su madre había sido masacrada a manos de los míos, como no iba a marcar eso a aquella criatura que tenia delante. Entendía su dolor, entendía su odio, era capaz casi de sentirlo en mis propias carnes.
Todas y cada una de sus palabras eran ciertas, había sido un egoísta, pues la guerra me había mantenido inmerso en mi mundo de correrías, de sangre, donde no deje un solo segundo para el amor.
Era cierto me había follado a tantas lobas que a la mayoría ni las recordaba muchas de ellas eran parte de mi manada a las que tarde o temprano conocería y lideraría.
Mas jamas había experimentado ni por un segundo este extraño sentimiento que oprimía mi pecho casi impidiéndome respirar, no era solo el deseo de tomarla, era la necesidad de poseerla.
Abrí los ojos nuevamente hundiéndolos en sus orbes verdes, mis dedos acariciaron una de sus muñecas mas sin perder la presión ejercida sobre ella.
Sus labios entreabiertos trataban de tomar la brizna de aire que ni siquiera separaba nuestros cuerpos que de no saber que me odiaba, diría se buscaban de un modo u otro.
-Odiadme si queréis -susurré contra sus labios -insultadme, podéis hasta tratar de matarme, mas nada de eso va ha hacer que revoque la palabra dada por vuestra difunta madre a la mía.
Voy a convertiros en la mujer de este licantropo egoísta, iréis con una sonrisa al altar o lo haréis bañada en lagrimas, eso es decisión vuestra. Nada de lo que diga puede disminuir el dolor que sentís por la perdida de vuestra madre, aun así, juro por los dioses, si es que mi palabra aun os sirve de algo, que sera vengada, yo mismo daré muerte a esos licantropos.
Sabia que posiblemente a quien hubieran venido a buscar fuera a ella, tenia muchos clanes enemigos y nuestra boda no haría mas que fortalecer mi manada y crecer mi linaje. Eso es lo que por seguro llevo a algún otro clan a enviar a sus hombres para aprovechando mi larga ausencia y mi falta de compromiso, matadla.
El ocaso estaba cerca, habíamos discutido durante demasiado tiempo e inevitablemente ya no había modo de volver a la pertrechada mazmorra de la señora Agnes antes de convertirme en la bestia que era.
-Ya no hay tiempo -susurré rozando mis labios deliberadamente contra los suyos a sabiendas que eso no haría mas que enfurecerla, mas no me importaba, pues era incapaz de mantener la compostura. Entreabrí mis labios ladeando ligeramente la cabeza cuando un sonido llamo mi atención, pasos, aparte mi rostro del ajeno poniendo alerta todos y cada uno de mis agudizados sentidos.
Fruncí el ceño soltándola y esta vez si, separándome de ella liberando así su cuerpo. Miré hacia la entrada por donde si no me equivocaba pronto seriamos acompañados por un grupo de seis, que por su olor estaban condenados a la maldición de la licantropia como yo.
Esto se iba a convertir en una batalla campal donde la sangre y la muerte aullarían a la luna.
-Necesito que me escuches -rugí a sabiendas de que su terco carácter no me pondría fácil negociar, mas esperaba que el odio que sentía por mi, la volviera razonable -vas a buscar una salida trasera que seguro tiene esta casa y que tu debes conocer. En breve seis licantropos aparecerán, cruzando el dintel de la puerta y si te quedas ya sabes que pasara. Fuera esta mi montura, tómala y no dejes de cabalgar hasta que llegues a un lugar seguro ¿me entiendes? -gruñí amenazante desviando mis ojos un segundo hacia los suyos -da igual lo que oigas tras de ti, no pares.
Saque sendas dagas y con los ojos ámbar me prepare para dar el recibimiento que merecían aquellos seres que posiblemente tuvieran algo que ver con la muerte de la madre de mi futura esposa.
-¡Vete! -gruñí tratando de asustarla con mis ojos completamente ámbar y dejando ver los colmillos de la bestia que era.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Re: El filo de un cuchillo
Toda la angustia que sentí oprimiéndome el pecho seguía aquí, cada vez más hondo, cada vez produciendo más daño y sin importar nada, aquel fantasma del que una vez fue mi prometido se acercaba sin contemplación a mi cuerpo. Hasta rozó sus labios con los míos e hizo el amago de besarme. Yo entonces a pesar de revolverme me quedé estática. Era la primera vez que me besaban y aunque bien había visto a parejas besándose, nunca antes lo había experimentado, no así y menos con alguien a quien en mi fuero interno deseaba morder con fuerza. Jadeé y gruñí contra sus labios odiando crudamente cada una de sus palabras. ¡Aún seguía con el sueño de ser prometidos! Un sueño que yo hacía años había desterrado de mi mente y que poco se me antojaba volver a reabrirlo como un capitulo nuevo de mi vida.
— ¿A caso habríais venido después de estar años sin querer saber nada de nosotras? — Le pregunté en cuanto extrañada pude ver como dejaba caer la daga al suelo y ahora simplemente sus manos me tomaban de nuevo contra la pared y su cuerpo, más su mirada era distinta. Como si pudiera sentir dolor por haber dejado que sucediera aquello. Negué en cuanto se me acercó más e intenté alejarlo, sin embargo, me tenía bien sujeta y poco pude hacer contra su aliento acariciando mis labios. — ¡maldita sea, soltadme! No tenéis ningún derecho sobre mi. ¡Ya no! Y me da igual lo que digáis. En mi vida ya no hay espacio para esto, ni para ti. No puedes pretender venir y que te reciba con los brazos abiertos o que te crea de verdad dolido por la muerte de quien nunca antes te importó. — Le dije sin importar cuan duras fueran mis palabras.
Respiré ajetreada contra el muro de su pecho y sintiendo sus manos poco a poco suavizando su agarre al tiempo de que sus labios se aproximaron más a los míos, me paralicé. ¿Es que acaso no me escuchaba? Me pregunté desesperadamente sin saber ya como echarlo definitivamente de nuevo de mi vida, donde por su gracia de alfa y líder había decidido tomarla y no parecía flaquear en su decisión. Suspiré sin saber muy bien porque cuando sus labios rozaron los míos y a pesar del asco y de lo poco que deseaba su acercamiento me fije en que al contrario de mi mente que era reacia a la idea, mi cuerpo parecía pensar lo contrario, pues con mis labios dulces siendo acariciados por los suyos, me vi incapaz de morderle con fuerza y lejos de empujarlo lejos de mí, simplemente mi cuerpo dejó que él la acobijara por unos efímeros segundos en que él me miró y pareció besarme con la mirada.
Por favor, le rogué en mi mente sintiendo mi corazón acelerado en mi pecho y esta vez, no solamente por el odio.
Suspiré y en cuando súbitamente se separó de mi cuerpo; liberándome se lo agradecí internamente. Enseguida me dejó me miré las manos esperando encontrar alguna señal, alguna marca de su agarre en ellas para así poder alimentar más mi odio hacia él, y enterrar aquel sentimiento tan extraño de estar a salvo en sus manos. Más no fue así, mis manos lucían impolutas y solo cuando él me avisó del inminente peligro fue que me da cuenta del motivo por el que se vio obligado a dejarme. Si no hubieran venido las visitas estaba segura estaría besándome y tan nerviosa como ahora estaba, no estaba segura totalmente de que no fuera a gustarme. Ante sus palabras le miré y al ver sus ojos y sus colmillos, di unos pasos hacia atrás. Debía de irme pero había algo que no me dejaba irme, al fin y al cabo yo había acudido a mi antiguo hogar para terminar con mi venganza.
— ¡No tienes ningún derecho a mandar sobre mí! — Le contesté — Esta es mi venganza, a ti no debería de importarte. Esto es cosa mía. ¡Vete tú! — dije completamente empecinada en seguir con lo que me había llevado hasta allí.
Rápida me moví hacia uno de sus lados para poder recoger del suelo la daga que se me había caído antes y antes siquiera de poder recogerla, hice contacto visual con sus ojos ámbar y como si aquella mirada hubiese activado mi razonamiento, me encontré huyendo rápidamente de él y de aquellos soldados que por lo que oía, ya habían tenido que entrar y encontrarse con Damon. Tan rápida como pude y oyendo de lejos, cada vez más lejos, los gruñidos de los licántropos, salí de las ruinas y me subí a la montura nerviosa de Damon que esperaba atada a un árbol a que su dueño regresara. Al subirme el caballo pareció confundido al no sentir la fuerza con que Damon lo guiaba. Al ser consciente de ello, intenté ponerme dura y con todas mis fuerzas tiré de las riendas del inmenso animal para que este pusiera a galopar lejos de allí, no obstante, antes de que dejase atrás aquellas ruinas hice que el caballo rodeara la antigua casa y haciendo caso omiso conscientemente de las ordenes de Damon decidí que no podía dejar eso así. Por mi madre, y por ayudarle a él, decidí volver y presentar batalla. Era mi lucha, era mi madre la que habían asesinado y por ende, aquel asunto era más mío, que de cualquier prometido mío que se sintiera con derechos sobre mí.
Tiré de fuerzas las riendas y obligué al caballo a entrar en las ruinas justo cuando cinco soldados se encontraban luchando contra Damon y uno ya moribundo en el suelo. Entré con el caballo al galope y pasamos por el lado de Damon, sorprendiendo y tomando desprevenidos a varios de aquellos licántropos que se vieron apartados por las patas del caballo y por su fuerza en cuanto hice saltar el caballo sobre de ellos. Por mala suerte solo fueron unos pocos los que cayeron bajo las patas del caballo y en cuanto hice girar al animal sobre sus propias patas, alguno de los caídos ya se encontraban de pie y preparados para presentar lucha.
— ¡CUIDADO! —Le grité a Damon al verlo momentáneamente sorprendido de verme, lo que provoco que uno de los lobos tomase ventaja contra él y se colocase a su espalda.
Mierda, siseé entre dientes viendo como aquel lobo empezaba a tomar impulso para ir a por Damon. No obstante, ni uno ni otro reaccionaron a tiempo y antes incluso de que el mismo Damon se diese cuenta del ataque que próximamente iba a recibir, envié una de mis dagas de plata directamente al corazón de aquel soldado. La daga impactó en su pecho y el joven deteniéndose en el acto se miró el pecho viendo como el filo de plata había traspasado sus ropajes, hasta hacerse camino por su piel. Pronto su camisa estuvo tacada por un rio de sangre y antes de verle caerse al suelo moribundo, un gruñido me hizo desviar mi vista de nuevo, estando así a tiempo de detener el ataque de uno de los restantes tres que quedaban. La espada de mi padre chocó contra la del lobo y con rabia me tiré sobre él. Salté del caballo y caí sobre el soldado, cayéndonos ambos en el suelo. Todo a mí alrededor se volvió gruñidos inconfundibles y gritos de dolor. No supe de quien provenían, y cegada por la sed de venganza no me importó nada. Ni la luna que lentamente empezaba a posarse sobre el firmamento anunciando el inicio de la noche de las bestias o lo que pudiese estar pasando con los demás soldados, o hasta con el mismísimo Damon. Hasta él dejó de importarme en aquel momento, más cuando el soldado herido tras forcejear conmigo terminamos rodando, logrando él posarse sobre mí.
— ¡Matadle, ya la tenemos! —Mandó a los soldados supervivientes al mismo tiempo que con su espada rozaba mi cuello, paralizándome de rabia, miedo y odio cuando este se acercó hacia mi rostro y olisqueó repugnantemente mi cuello. Enseguida por inercia intenté alejarlo, pero él con la amenaza de su espada me obligó a volver el rostro hacia uno de los lados. Me obligó a enfocar la mirada en donde Damon seguía con fuerza combatiendo y tragando duro, intenté guardar las fuerzas y no ceder al miedo cuando este bajó su aliento hacia mi oído y con su lengua me lo recorrió, asqueándome por completo. — ¿A las jóvenes como tú, siempre se os tiene que demostrar quién manda a la fuerza, verdad? —Me susurró al oído mientras el filo de su espada se paseaba por mi mejilla, amenazándome con traspasar mi piel. — Queda poco tiempo para que seas desmembrada por bestias, pero supuse que quizás quieras saber cómo chilló y nos rogó tu madre para que no te matásemos. —Al oír sus palabras me tensé y la respiración quedó en mi pecho, como en un nudo. Aquel aliento fétido y sus palabras me hacían recordar los gritos de mi madre. Y aunque fuera cierta que no estuve hasta el final junto a ella, aún en mis sueños los gritos me perseguían. Un vil recordatorio de lo mucho que perdí y de lo poco que pude hacer para salvarla. —Una lástima que hoy termine todo aquí, pensamos que serías más difícil que tu madre y mírate, vencida como una perrita. Tu padre estoy seguro se avergonzaría de ti. —Sus palabras eran puro veneno y tragándome el grito de dolor en cuanto sentí el filo del arma arañarme la piel de la mejilla, logrando hacer un corte superficial en ella, mi mirada se clavó allá donde Damon seguía combatiendo intentando llegar hacia mí.
¿Por qué no le había podido hacer caso? ¿Por qué había vuelto para ayudarle… para vengarme? Era verdad que no deseaba tener miedo el resto de mi vida, aún menos temer por los demás, temer por mis dos pequeñas si estas fueran encontradas por aquellos desalmados. Pero… ¿Por qué no había podido mirar atrás y dejar a Damon ocuparse de todo? Gruñí en mis adentros intuyendo que aquella pregunta de tener respuesta no me agradaría ya que la única contestación posible parecía ser, que aún en una parte de mi tenía alguna esperanza y confianza en aquel lobo que fue en un tiempo lejano mi prometido y a quien por un tiempo intercambie cartas y misivas de sueños y un futuro juntos con él. Y aquello era lo que me daba más coraje, más rabia. ¿Cómo podía creer en él después de todo? Nos había abandonado a mi madre y a mí por años y ahora que él me decía que le devolviera la jugarreta y le abandonase a él, yo regresaba incapaz de hacer lo mismo que él había hecho. ¿Era mi ego? ¿Mis ganas de venganza? ¿Preocupación por él? Sentí como el filo de aquella espada presionaba unos segundos más de los necesarios en mi rostro y con lágrimas en los ojos por unos segundos coincidí con la mirada de Damon.
— ¿Quieres que te cuente algo perrita, antes de morir? — rápidamente la voz de aquel lobo me hizo volver a la realidad y obligada a dejar de mirar a Damon para mirar a su rostro, me apretó tan fuerte de la mandíbula que temí fuera a rompérmela. —Yo violé a tu madre antes de cazarla. —terminó por susurrar contra mis labios como si fuese un amante y me estuviese contando un secreto íntimo. Un secreto que todos los allí presentes podrían oír y que únicamente buscaba hacer más daño. Y literalmente, me partió el corazón.
Mis ojos se clavaron en los de él y una lágrima cayó de ellos. Mi madre… no contentos con haberla matado como a un mero conejo, como a un animal; también la habían violado, reducido hasta mutilar su alma en vida. Y luego de ello la habían dejado escapar, para cazarla. Miré los ojos rojos de aquel soldado que parecía más que nunca próximo a la luna llena y sentí una fuerza hirviendo en mi interior. Crispé los puños y en la mano que escondía la última de las dagas que poseía de plata la apreté preparándome para devolverle el golpe. Dejé de oír las voces a mí alrededor. Los gruñidos, los gritos, los alaridos y el sonido del metal contra el acero dejaron de tener importancia. En mi cabeza solo estaban aquel hombre y la imagen de mi madre siendo violada por aquel tipejo. Él se me acercó y quitando finalmente la espada con la que me mantenía amenazada, bajó su rostro hasta recoger con su lengua la sangre que empezó a deslizarse del corte que me profirió. Cerré los ojos al sentir su lengua recogiendo mi sangre y antes siquiera de que pudiera adelantarse a mis movimientos o a adivinar mis movimientos, en un movimiento ágil y para nada calculado pero certero, alcé la mano con la que sostenía la daga y se la clavé hasta su mango en el pecho, justo en el corazón.
Su boca quedó entreabierta y mirándome a mí y luego a su pecho con consternación, dudó unos segundos y yo aproveché para volver a rodar, hasta lograr ponerme yo encima de él. Una vez lo conseguí no dude en descargar toda mi ira sobre él. Le arranqué la daga de su pecho haciendo que todo su pecho fuera empapado por el rio de sangre que salió y sin miramientos, hinqué repetidas veces la misma arma en su pecho, terminando en su cuello, el cual rasgué sin miramientos, importándome poco lo que pudiera mancharme de su sangre. En mi mente solo tenía el pensamiento de vengar la muerte de mi madre, de vengarla aún como fuera y aquello mismo estaba haciendo.
— ¡HIJO DE PERRA MUERE! — grité mientras diseccionaba su cuello sin detenerme en ningún momento. — ¡MUERE, MUEREE!
— ¿A caso habríais venido después de estar años sin querer saber nada de nosotras? — Le pregunté en cuanto extrañada pude ver como dejaba caer la daga al suelo y ahora simplemente sus manos me tomaban de nuevo contra la pared y su cuerpo, más su mirada era distinta. Como si pudiera sentir dolor por haber dejado que sucediera aquello. Negué en cuanto se me acercó más e intenté alejarlo, sin embargo, me tenía bien sujeta y poco pude hacer contra su aliento acariciando mis labios. — ¡maldita sea, soltadme! No tenéis ningún derecho sobre mi. ¡Ya no! Y me da igual lo que digáis. En mi vida ya no hay espacio para esto, ni para ti. No puedes pretender venir y que te reciba con los brazos abiertos o que te crea de verdad dolido por la muerte de quien nunca antes te importó. — Le dije sin importar cuan duras fueran mis palabras.
Respiré ajetreada contra el muro de su pecho y sintiendo sus manos poco a poco suavizando su agarre al tiempo de que sus labios se aproximaron más a los míos, me paralicé. ¿Es que acaso no me escuchaba? Me pregunté desesperadamente sin saber ya como echarlo definitivamente de nuevo de mi vida, donde por su gracia de alfa y líder había decidido tomarla y no parecía flaquear en su decisión. Suspiré sin saber muy bien porque cuando sus labios rozaron los míos y a pesar del asco y de lo poco que deseaba su acercamiento me fije en que al contrario de mi mente que era reacia a la idea, mi cuerpo parecía pensar lo contrario, pues con mis labios dulces siendo acariciados por los suyos, me vi incapaz de morderle con fuerza y lejos de empujarlo lejos de mí, simplemente mi cuerpo dejó que él la acobijara por unos efímeros segundos en que él me miró y pareció besarme con la mirada.
Por favor, le rogué en mi mente sintiendo mi corazón acelerado en mi pecho y esta vez, no solamente por el odio.
Suspiré y en cuando súbitamente se separó de mi cuerpo; liberándome se lo agradecí internamente. Enseguida me dejó me miré las manos esperando encontrar alguna señal, alguna marca de su agarre en ellas para así poder alimentar más mi odio hacia él, y enterrar aquel sentimiento tan extraño de estar a salvo en sus manos. Más no fue así, mis manos lucían impolutas y solo cuando él me avisó del inminente peligro fue que me da cuenta del motivo por el que se vio obligado a dejarme. Si no hubieran venido las visitas estaba segura estaría besándome y tan nerviosa como ahora estaba, no estaba segura totalmente de que no fuera a gustarme. Ante sus palabras le miré y al ver sus ojos y sus colmillos, di unos pasos hacia atrás. Debía de irme pero había algo que no me dejaba irme, al fin y al cabo yo había acudido a mi antiguo hogar para terminar con mi venganza.
— ¡No tienes ningún derecho a mandar sobre mí! — Le contesté — Esta es mi venganza, a ti no debería de importarte. Esto es cosa mía. ¡Vete tú! — dije completamente empecinada en seguir con lo que me había llevado hasta allí.
Rápida me moví hacia uno de sus lados para poder recoger del suelo la daga que se me había caído antes y antes siquiera de poder recogerla, hice contacto visual con sus ojos ámbar y como si aquella mirada hubiese activado mi razonamiento, me encontré huyendo rápidamente de él y de aquellos soldados que por lo que oía, ya habían tenido que entrar y encontrarse con Damon. Tan rápida como pude y oyendo de lejos, cada vez más lejos, los gruñidos de los licántropos, salí de las ruinas y me subí a la montura nerviosa de Damon que esperaba atada a un árbol a que su dueño regresara. Al subirme el caballo pareció confundido al no sentir la fuerza con que Damon lo guiaba. Al ser consciente de ello, intenté ponerme dura y con todas mis fuerzas tiré de las riendas del inmenso animal para que este pusiera a galopar lejos de allí, no obstante, antes de que dejase atrás aquellas ruinas hice que el caballo rodeara la antigua casa y haciendo caso omiso conscientemente de las ordenes de Damon decidí que no podía dejar eso así. Por mi madre, y por ayudarle a él, decidí volver y presentar batalla. Era mi lucha, era mi madre la que habían asesinado y por ende, aquel asunto era más mío, que de cualquier prometido mío que se sintiera con derechos sobre mí.
Tiré de fuerzas las riendas y obligué al caballo a entrar en las ruinas justo cuando cinco soldados se encontraban luchando contra Damon y uno ya moribundo en el suelo. Entré con el caballo al galope y pasamos por el lado de Damon, sorprendiendo y tomando desprevenidos a varios de aquellos licántropos que se vieron apartados por las patas del caballo y por su fuerza en cuanto hice saltar el caballo sobre de ellos. Por mala suerte solo fueron unos pocos los que cayeron bajo las patas del caballo y en cuanto hice girar al animal sobre sus propias patas, alguno de los caídos ya se encontraban de pie y preparados para presentar lucha.
— ¡CUIDADO! —Le grité a Damon al verlo momentáneamente sorprendido de verme, lo que provoco que uno de los lobos tomase ventaja contra él y se colocase a su espalda.
Mierda, siseé entre dientes viendo como aquel lobo empezaba a tomar impulso para ir a por Damon. No obstante, ni uno ni otro reaccionaron a tiempo y antes incluso de que el mismo Damon se diese cuenta del ataque que próximamente iba a recibir, envié una de mis dagas de plata directamente al corazón de aquel soldado. La daga impactó en su pecho y el joven deteniéndose en el acto se miró el pecho viendo como el filo de plata había traspasado sus ropajes, hasta hacerse camino por su piel. Pronto su camisa estuvo tacada por un rio de sangre y antes de verle caerse al suelo moribundo, un gruñido me hizo desviar mi vista de nuevo, estando así a tiempo de detener el ataque de uno de los restantes tres que quedaban. La espada de mi padre chocó contra la del lobo y con rabia me tiré sobre él. Salté del caballo y caí sobre el soldado, cayéndonos ambos en el suelo. Todo a mí alrededor se volvió gruñidos inconfundibles y gritos de dolor. No supe de quien provenían, y cegada por la sed de venganza no me importó nada. Ni la luna que lentamente empezaba a posarse sobre el firmamento anunciando el inicio de la noche de las bestias o lo que pudiese estar pasando con los demás soldados, o hasta con el mismísimo Damon. Hasta él dejó de importarme en aquel momento, más cuando el soldado herido tras forcejear conmigo terminamos rodando, logrando él posarse sobre mí.
— ¡Matadle, ya la tenemos! —Mandó a los soldados supervivientes al mismo tiempo que con su espada rozaba mi cuello, paralizándome de rabia, miedo y odio cuando este se acercó hacia mi rostro y olisqueó repugnantemente mi cuello. Enseguida por inercia intenté alejarlo, pero él con la amenaza de su espada me obligó a volver el rostro hacia uno de los lados. Me obligó a enfocar la mirada en donde Damon seguía con fuerza combatiendo y tragando duro, intenté guardar las fuerzas y no ceder al miedo cuando este bajó su aliento hacia mi oído y con su lengua me lo recorrió, asqueándome por completo. — ¿A las jóvenes como tú, siempre se os tiene que demostrar quién manda a la fuerza, verdad? —Me susurró al oído mientras el filo de su espada se paseaba por mi mejilla, amenazándome con traspasar mi piel. — Queda poco tiempo para que seas desmembrada por bestias, pero supuse que quizás quieras saber cómo chilló y nos rogó tu madre para que no te matásemos. —Al oír sus palabras me tensé y la respiración quedó en mi pecho, como en un nudo. Aquel aliento fétido y sus palabras me hacían recordar los gritos de mi madre. Y aunque fuera cierta que no estuve hasta el final junto a ella, aún en mis sueños los gritos me perseguían. Un vil recordatorio de lo mucho que perdí y de lo poco que pude hacer para salvarla. —Una lástima que hoy termine todo aquí, pensamos que serías más difícil que tu madre y mírate, vencida como una perrita. Tu padre estoy seguro se avergonzaría de ti. —Sus palabras eran puro veneno y tragándome el grito de dolor en cuanto sentí el filo del arma arañarme la piel de la mejilla, logrando hacer un corte superficial en ella, mi mirada se clavó allá donde Damon seguía combatiendo intentando llegar hacia mí.
¿Por qué no le había podido hacer caso? ¿Por qué había vuelto para ayudarle… para vengarme? Era verdad que no deseaba tener miedo el resto de mi vida, aún menos temer por los demás, temer por mis dos pequeñas si estas fueran encontradas por aquellos desalmados. Pero… ¿Por qué no había podido mirar atrás y dejar a Damon ocuparse de todo? Gruñí en mis adentros intuyendo que aquella pregunta de tener respuesta no me agradaría ya que la única contestación posible parecía ser, que aún en una parte de mi tenía alguna esperanza y confianza en aquel lobo que fue en un tiempo lejano mi prometido y a quien por un tiempo intercambie cartas y misivas de sueños y un futuro juntos con él. Y aquello era lo que me daba más coraje, más rabia. ¿Cómo podía creer en él después de todo? Nos había abandonado a mi madre y a mí por años y ahora que él me decía que le devolviera la jugarreta y le abandonase a él, yo regresaba incapaz de hacer lo mismo que él había hecho. ¿Era mi ego? ¿Mis ganas de venganza? ¿Preocupación por él? Sentí como el filo de aquella espada presionaba unos segundos más de los necesarios en mi rostro y con lágrimas en los ojos por unos segundos coincidí con la mirada de Damon.
— ¿Quieres que te cuente algo perrita, antes de morir? — rápidamente la voz de aquel lobo me hizo volver a la realidad y obligada a dejar de mirar a Damon para mirar a su rostro, me apretó tan fuerte de la mandíbula que temí fuera a rompérmela. —Yo violé a tu madre antes de cazarla. —terminó por susurrar contra mis labios como si fuese un amante y me estuviese contando un secreto íntimo. Un secreto que todos los allí presentes podrían oír y que únicamente buscaba hacer más daño. Y literalmente, me partió el corazón.
Mis ojos se clavaron en los de él y una lágrima cayó de ellos. Mi madre… no contentos con haberla matado como a un mero conejo, como a un animal; también la habían violado, reducido hasta mutilar su alma en vida. Y luego de ello la habían dejado escapar, para cazarla. Miré los ojos rojos de aquel soldado que parecía más que nunca próximo a la luna llena y sentí una fuerza hirviendo en mi interior. Crispé los puños y en la mano que escondía la última de las dagas que poseía de plata la apreté preparándome para devolverle el golpe. Dejé de oír las voces a mí alrededor. Los gruñidos, los gritos, los alaridos y el sonido del metal contra el acero dejaron de tener importancia. En mi cabeza solo estaban aquel hombre y la imagen de mi madre siendo violada por aquel tipejo. Él se me acercó y quitando finalmente la espada con la que me mantenía amenazada, bajó su rostro hasta recoger con su lengua la sangre que empezó a deslizarse del corte que me profirió. Cerré los ojos al sentir su lengua recogiendo mi sangre y antes siquiera de que pudiera adelantarse a mis movimientos o a adivinar mis movimientos, en un movimiento ágil y para nada calculado pero certero, alcé la mano con la que sostenía la daga y se la clavé hasta su mango en el pecho, justo en el corazón.
Su boca quedó entreabierta y mirándome a mí y luego a su pecho con consternación, dudó unos segundos y yo aproveché para volver a rodar, hasta lograr ponerme yo encima de él. Una vez lo conseguí no dude en descargar toda mi ira sobre él. Le arranqué la daga de su pecho haciendo que todo su pecho fuera empapado por el rio de sangre que salió y sin miramientos, hinqué repetidas veces la misma arma en su pecho, terminando en su cuello, el cual rasgué sin miramientos, importándome poco lo que pudiera mancharme de su sangre. En mi mente solo tenía el pensamiento de vengar la muerte de mi madre, de vengarla aún como fuera y aquello mismo estaba haciendo.
— ¡HIJO DE PERRA MUERE! — grité mientras diseccionaba su cuello sin detenerme en ningún momento. — ¡MUERE, MUEREE!
Jade McLeod- Humano Clase Media
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 20/03/2015
Re: El filo de un cuchillo
De nuevo sus palabras llegaban a mi como armas arrojadizas, ni siquiera en esta situación de peligro inminente donde la luna estaba apunto de coronar el cielo convirtiéndonos en bestias y que la presencia de seis de mi condición estaba a punto de entrar a saludarnos por la puerta pertrechados hasta los dientes para darnos caza y muerte, era motivo suficiente para ella para guardar silencio y acatar ordenes, mis ordenes.
Camino rauda hacia la daga que por un instante sostuvo entre sus delicadas manos como si de un guerrero se tratara.
Me desafiaba una y otra vez, como si sacarme de mi fuera su único objetivo del día, tense la mandíbula dedicándole una mirada cargada de razón, esa que solo el alfa de la manada posee y con la cual había hecho recular a mas de uno.
Sentí como sus ojos verdes se hundían en los míos instantes antes de echar a correr perdiéndose por una puerta trasera.
Respire aliviado creyéndola a salvo y me prepare para el inminente choque de aceros que estaba por llegar.
Mis amigos de baile no tardaron en presentarse frente a mi, tratando como no de aprovechar su capacidad de manada contra la soledad de la mía.
-Veníamos buscando a tu prometida y parece que hemos tenido la suerte de encontrarnos con el gran Damon -una risa de asco escapo de sus labios mientras en mi rostro seguía instaurada la tranquilidad socarrona mas absoluta.
-¿Que harás sin tu manada lobo? -espupió uno con rabia.
Agache ligeramente sujetando las dagas mientras mis ojos se movían hacia los flancos por donde sin duda recibiría el primero de los ataques, conocía las estrategias de la batalla y la verdad, aun en desventaja numérica no pensaba rendirme.
-Vais a seguir hablando como las damas en la corte o pensáis luchar -los instigue de forma burlona -¿quizás necesitéis una invitación al baile?
Enfadados y con la luna haciendo sus estragos cometerían errores, perderían el paso y desharían la formación de la manada. No me equivocaba, como pensaba eso paso.
El primero se abalanzo contra mi sin esperar al resto, algo que aproveche con un ligero quiebro y esquivando su espada saje los ligamentos de una de sus rodillas con rapidez haciendo que cayera al suelo incapaz de levantarse entre alaridos de dolor.
Sonreí sadicamente, mirando al que al parecer era el omega de ese grupo y tomando por el pelo al cabrón del suelo saje su garganta con el filo de mi otro cuchillo retándolo.
-Invitación enviada -gruñí sintiendo como la sangre cubría mi mano a su paso.
Fue entonces cuando todos se abalanzaron contra mi, mas algo los detuvo, la insensata de mi prometida que sobre mi montura se metía en medio haciéndolos retroceder en tan furioso ataque.
El halo de mis ojos amarilleo mas si es que eso era posible ¿que no entendía? ¿que parte del vete no le había quedado claro?
Estaba furioso con ella y sobre todo conmigo. Por no haber sido capaz de protegerla antes y porque de nuevo estaba en peligro ahora.
Su grito desgarrador pronunciando mi nombre me puso alerta, al parecer alguien aprovechaba mi desconcierto para atacarme por la espalda, mas su avance no llego a concluir pues la daga plateada que momentos antes había custodiado nuestros cuellos ahora lanzada con destreza por mi prometida acababa en el pecho de aquel lobo que moribundo caía al suelo emitiendo un golpe seco a mis espaldas.
-Jade!!! -Rugí desesperado tratando de llegar a ella cuando vi que otro la lograba tirar al suelo.
Un efímero segundo fue todo el contacto que alcance a vislumbrar su ojos asustados cuando rodo enzarzada por el suelo entre las zarpas de aquel hombre que en breve se convertiría en bestia.
Rugí abriéndome paso con las dagas casi sin pensar en que ese avance desesperado hacia la mujer con la que pensaba pasar la vida me hacia cometer errores que sin duda estaba pagando, pues sentí como el filo de una espada rasgo mi costado.
Un puñetazo en el rostro de uno de ellos con el mango de mi daga un quiebro y hundí mi cuchillo en su costado de forma salvaje, gire hacia la derecha para dar un nuevo tajo en su espalda y el ultimo y mas certero lo hundí en su cuello haciéndolo caer contra el suelo inerte y ensangrentado.
Apreté los dientes por el dolor sin dejar de mirar hacia mi preciosa prometida que desde el suelo escuchaba con odio como uno de los soldados hablaba de su madre con al desprecio que yo sentía que si alcanzaba su altura lo desgarraría con mis propias manos. Vi como lamia su rostro ensangrentado por una herida que ese demonio le había causado.
-Si la tocas juro por los dioses que no solo te matare a ti, si no que tu estirpe no dormirá tranquila jamas. -Rugí avanzando a la carrera hacia ella.
Mas ahí no se quedo el muy bastardo, estaba decidido a infligirle dolor, no solo a su cuerpo si no también a su alma.
Contó con todo lujo de detalles como su madre fue violada por el mismo, como la desgarro por dentro llevándose no solo su vida si no también su alma.
Apreté los puños enfurecido alrededor de mis dagas y de una salto me deje caer sobre el siguiente adversario que salia a mi paso, apenas veía ya, la ira se había apoderado de mi en todas y cada na de mis caras, tan solo resonaban en mi cabeza aquellas palabras, esas que me culpaban de lo que a esa criatura que tenia frente a mis ojos y por la que sin duda hubiera dado mi vida en ese momento le pasaba.
Yo y solo yo era el culpable de sus desgracias, entendía su odio, entendía su rabia y por eso me odie a mi mismo.
Descargue el filo de mis dagas por todo su cuerpo con movimientos simétricos y rápidos que el lobo no se esperaba, estaba fuera de mi y no me detuve hasta que la sangre baño su inerte cuerpo y el mio lo acompaño furioso hasta el suelo alzándome nuevamente a la carrera hacia ella, que ahora y no se como había conseguido voltear al tipo y hundía sin descanso su daga una y otra vez en el pecho y yugular de ya un cadáver.
La tome por la cintura alzándola rabiosa mientras aun gritaba ¡Muere! sin parar.
-Shhhhh -susurré pegándola a mi, tratando de tranquilizarla -ya esta, han muerto.
Acaricie su pelo con suavidad, hundiendo su cabeza en mi pecho, esperando incluso que la daga que portaba en sus manos acabara clavada en mi espalda, pues lo merecía.
Su cuerpo estaba tenso, tanto, que de nuevo me sentí rechazado. Tome su rostro entre mis manos, solo quería comprobar que esa herida era superficial que estaba sana y salva y que la sangre que la cubría no era suya si no del otro.
Respire aliviado al cerciorarme que sus heridas eran leves, no pude evitar que mi frente se posara sobre la suya con suavidad mientras de nuevo nuestros alientos se entremezclaban jadeantes y aquella sensación de deseo copaba nuevamente mi ser, cerré los ojos sintiéndola tan cerca, deseando que ahora fueran sus labios los que acortaran la distancia que a mi me abrasaba.
-lo siento -fue todo cuanto escapo de mis labios frente a aquella mujer que arrodillada a mi lado parecía mantenerse firme, inmóvil, sin intención alguna de que nuestros labios se rozaran de acallar mis miedos.
Shisee al percatarme del calor de mi costado, era cierto, esa herida por el contrario era profunda y por ahí perdía gran parte de la sangre aturdiendome ligeramente.
Abrí los ojos para hundirlos en los ajenos de golpe, la luna ya coronaba el cielo y eso solo significaba...
-Corre!!! -rugí nuevamente cayendo al suelo.
Sentir como mis huesos se quebraban y un calor abrasador me devoraba por dentro agarrando mis entrañas y desquebrajandolas por dentro.
Mis ojos se tornaron ámbar, lobunos mientras mi cuerpo convulsionaba salvaje en el suelo trasformándose con brutalidad.
Mis uñas se tornaron garras, los colmillos crecieron desproporcionadamente y el pelo cubrió cada resquicio de mi piel.
La bestia se había apoderado de mi, me alce ya siendo otro, un ser de la noche incapaz de controlarse que ahora con todos los sentidos a flor de piel deseaba a la dama pero de otro modo muy distinto.
Por suerte para mi prometida dos licántropos mas entraron aullando por la puerta, acaparando
Camino rauda hacia la daga que por un instante sostuvo entre sus delicadas manos como si de un guerrero se tratara.
Me desafiaba una y otra vez, como si sacarme de mi fuera su único objetivo del día, tense la mandíbula dedicándole una mirada cargada de razón, esa que solo el alfa de la manada posee y con la cual había hecho recular a mas de uno.
Sentí como sus ojos verdes se hundían en los míos instantes antes de echar a correr perdiéndose por una puerta trasera.
Respire aliviado creyéndola a salvo y me prepare para el inminente choque de aceros que estaba por llegar.
Mis amigos de baile no tardaron en presentarse frente a mi, tratando como no de aprovechar su capacidad de manada contra la soledad de la mía.
-Veníamos buscando a tu prometida y parece que hemos tenido la suerte de encontrarnos con el gran Damon -una risa de asco escapo de sus labios mientras en mi rostro seguía instaurada la tranquilidad socarrona mas absoluta.
-¿Que harás sin tu manada lobo? -espupió uno con rabia.
Agache ligeramente sujetando las dagas mientras mis ojos se movían hacia los flancos por donde sin duda recibiría el primero de los ataques, conocía las estrategias de la batalla y la verdad, aun en desventaja numérica no pensaba rendirme.
-Vais a seguir hablando como las damas en la corte o pensáis luchar -los instigue de forma burlona -¿quizás necesitéis una invitación al baile?
Enfadados y con la luna haciendo sus estragos cometerían errores, perderían el paso y desharían la formación de la manada. No me equivocaba, como pensaba eso paso.
El primero se abalanzo contra mi sin esperar al resto, algo que aproveche con un ligero quiebro y esquivando su espada saje los ligamentos de una de sus rodillas con rapidez haciendo que cayera al suelo incapaz de levantarse entre alaridos de dolor.
Sonreí sadicamente, mirando al que al parecer era el omega de ese grupo y tomando por el pelo al cabrón del suelo saje su garganta con el filo de mi otro cuchillo retándolo.
-Invitación enviada -gruñí sintiendo como la sangre cubría mi mano a su paso.
Fue entonces cuando todos se abalanzaron contra mi, mas algo los detuvo, la insensata de mi prometida que sobre mi montura se metía en medio haciéndolos retroceder en tan furioso ataque.
El halo de mis ojos amarilleo mas si es que eso era posible ¿que no entendía? ¿que parte del vete no le había quedado claro?
Estaba furioso con ella y sobre todo conmigo. Por no haber sido capaz de protegerla antes y porque de nuevo estaba en peligro ahora.
Su grito desgarrador pronunciando mi nombre me puso alerta, al parecer alguien aprovechaba mi desconcierto para atacarme por la espalda, mas su avance no llego a concluir pues la daga plateada que momentos antes había custodiado nuestros cuellos ahora lanzada con destreza por mi prometida acababa en el pecho de aquel lobo que moribundo caía al suelo emitiendo un golpe seco a mis espaldas.
-Jade!!! -Rugí desesperado tratando de llegar a ella cuando vi que otro la lograba tirar al suelo.
Un efímero segundo fue todo el contacto que alcance a vislumbrar su ojos asustados cuando rodo enzarzada por el suelo entre las zarpas de aquel hombre que en breve se convertiría en bestia.
Rugí abriéndome paso con las dagas casi sin pensar en que ese avance desesperado hacia la mujer con la que pensaba pasar la vida me hacia cometer errores que sin duda estaba pagando, pues sentí como el filo de una espada rasgo mi costado.
Un puñetazo en el rostro de uno de ellos con el mango de mi daga un quiebro y hundí mi cuchillo en su costado de forma salvaje, gire hacia la derecha para dar un nuevo tajo en su espalda y el ultimo y mas certero lo hundí en su cuello haciéndolo caer contra el suelo inerte y ensangrentado.
Apreté los dientes por el dolor sin dejar de mirar hacia mi preciosa prometida que desde el suelo escuchaba con odio como uno de los soldados hablaba de su madre con al desprecio que yo sentía que si alcanzaba su altura lo desgarraría con mis propias manos. Vi como lamia su rostro ensangrentado por una herida que ese demonio le había causado.
-Si la tocas juro por los dioses que no solo te matare a ti, si no que tu estirpe no dormirá tranquila jamas. -Rugí avanzando a la carrera hacia ella.
Mas ahí no se quedo el muy bastardo, estaba decidido a infligirle dolor, no solo a su cuerpo si no también a su alma.
Contó con todo lujo de detalles como su madre fue violada por el mismo, como la desgarro por dentro llevándose no solo su vida si no también su alma.
Apreté los puños enfurecido alrededor de mis dagas y de una salto me deje caer sobre el siguiente adversario que salia a mi paso, apenas veía ya, la ira se había apoderado de mi en todas y cada na de mis caras, tan solo resonaban en mi cabeza aquellas palabras, esas que me culpaban de lo que a esa criatura que tenia frente a mis ojos y por la que sin duda hubiera dado mi vida en ese momento le pasaba.
Yo y solo yo era el culpable de sus desgracias, entendía su odio, entendía su rabia y por eso me odie a mi mismo.
Descargue el filo de mis dagas por todo su cuerpo con movimientos simétricos y rápidos que el lobo no se esperaba, estaba fuera de mi y no me detuve hasta que la sangre baño su inerte cuerpo y el mio lo acompaño furioso hasta el suelo alzándome nuevamente a la carrera hacia ella, que ahora y no se como había conseguido voltear al tipo y hundía sin descanso su daga una y otra vez en el pecho y yugular de ya un cadáver.
La tome por la cintura alzándola rabiosa mientras aun gritaba ¡Muere! sin parar.
-Shhhhh -susurré pegándola a mi, tratando de tranquilizarla -ya esta, han muerto.
Acaricie su pelo con suavidad, hundiendo su cabeza en mi pecho, esperando incluso que la daga que portaba en sus manos acabara clavada en mi espalda, pues lo merecía.
Su cuerpo estaba tenso, tanto, que de nuevo me sentí rechazado. Tome su rostro entre mis manos, solo quería comprobar que esa herida era superficial que estaba sana y salva y que la sangre que la cubría no era suya si no del otro.
Respire aliviado al cerciorarme que sus heridas eran leves, no pude evitar que mi frente se posara sobre la suya con suavidad mientras de nuevo nuestros alientos se entremezclaban jadeantes y aquella sensación de deseo copaba nuevamente mi ser, cerré los ojos sintiéndola tan cerca, deseando que ahora fueran sus labios los que acortaran la distancia que a mi me abrasaba.
-lo siento -fue todo cuanto escapo de mis labios frente a aquella mujer que arrodillada a mi lado parecía mantenerse firme, inmóvil, sin intención alguna de que nuestros labios se rozaran de acallar mis miedos.
Shisee al percatarme del calor de mi costado, era cierto, esa herida por el contrario era profunda y por ahí perdía gran parte de la sangre aturdiendome ligeramente.
Abrí los ojos para hundirlos en los ajenos de golpe, la luna ya coronaba el cielo y eso solo significaba...
-Corre!!! -rugí nuevamente cayendo al suelo.
Sentir como mis huesos se quebraban y un calor abrasador me devoraba por dentro agarrando mis entrañas y desquebrajandolas por dentro.
Mis ojos se tornaron ámbar, lobunos mientras mi cuerpo convulsionaba salvaje en el suelo trasformándose con brutalidad.
Mis uñas se tornaron garras, los colmillos crecieron desproporcionadamente y el pelo cubrió cada resquicio de mi piel.
La bestia se había apoderado de mi, me alce ya siendo otro, un ser de la noche incapaz de controlarse que ahora con todos los sentidos a flor de piel deseaba a la dama pero de otro modo muy distinto.
Por suerte para mi prometida dos licántropos mas entraron aullando por la puerta, acaparando
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Re: El filo de un cuchillo
¡La habían violado¡ Una y otra vez, a habían violado sin consideración, únicamente buscando hacerle más daño. ¡Malditos! ¡Malditos! Exclamaba en mi mente con rabia y un odio infinito por aquellos seres, por aquellos desalmados que pudieron hacerle algo así, más no olvidaba que la muerte de mi madre, la violación de la misma eran únicamente mi culpa. Ellos me habían querido a mí. Yo iba a ser la que iba a terminar siendo violada y cazada y el saber que por no entregarme yo, mi madre pagó tan alto su precio… me destrozó, y lo único que puedo preguntarme es el porqué. Pero tampoco tengo respuestas y con la daga aún en la mano temblorosa, sin creerme que yo misma había matado a uno de aquellos solados me dejé consolar por la fuerza de Damon y la seguridad de sus brazos.
— Fue mi culpa… yo debía estar allí, yo debía haber sido ella…debería haberme entregado.—Balbuceé contra su pecho luchando para no desfallecerme, para no mostrarme débil ante él mientras mi interior se rompía a pedazos y únicamente el shock de todo me hacía verme fuerte exteriormente, cuando en realidad era todo lo contrario. — ¿Por qué…? —Pregunté cuando me alzó el rostro y le miré luchando con las ganas de derrumbarme y resistiendo la tentación de regresar donde se encontraba el cadáver y volver a rematarlo hasta asegurarme de que no pudiera levantarse jamás.
Respiré hondo y cerré los ojos sintiendo la caricia de sus manos. A pesar de ser un guerrero y un licántropo, así como pensé que sus manos me darían miedo… es todo lo contrario. Finalmente abrí los ojos con miles de interrogantes en los ojos y justo cuando mis labios se entreabrieron cerca de los suyos, quizás solo necesitando un tanto más de su consuelo, una luz blanquecina alumbró la estancia en ruinas y todo se derrumbó en cuestión de segundos.
Cuando me gritó del empujón que me llevé al echarme de su lado, caí al suelo estrepitosamente y mientras mi mente intentaba reaccionar a lo que estaba pasando, mis ojos observaron con miedo y fascinación el cambio de Damon a la bestia. Sus huesos crujieron, rompiéndose. Su torso pareció doblarse bajo el peso de la bestia y allá donde había estado la ropa ahora era un amasijo de piel y abundante pelaje oscuro. Increíble pero doloroso y mortífero, así describiría lo que mis ojos contemplaban absortos; aterrorizados. Me costó cinco gritos de Damon de dolor y un fuerte gruñido de parte de su animal darme cuenta de que debía irme. Si él era como todos los demás licántropos no podría controlar a su bestia y por tanto, su presa querría salir de cacería. Y por qué salir, si la presa estaba tan cerca de él? Me pregunté así entendiendo y volviendo a la realidad en apenas unos precisos segundos, lo que tardé por otro lado en levantarme y huir.
Le miré una última vez antes de cruzar el pasillo y salir por la puerta de las cocinas. Aún estaba en el suelo, más su mirada con la que me buscó y me encontró ya no era su mirada humana, ahora sus rasgos eran completamente lobunos y diabólicos. Tres veces más grande que un lobo común francés, daba miedo hasta tumbado en el suelo. Corrí todo lo que pude y más para salir de la casa, justo en el tiempo en que dos lobos más entraron a la casa, quizás buscándome a mí, o a él; sinceramente lo desconocía. No conocía tanto a los licántropos como para poder contestarme a ese interrogatorio que pendía sobre mi cabeza. No obstante, lo que si sabía era que debía irme en el menor tiempo posible. Mi vida peligraba y ahora en aquel lobo, en aquel animal ya no existía Damon, ahora solo reinaba la bestia.
Vi por el rabillo del ojo como los otros lobos impactaron contra él enzarzándose en una lucha encarnizada. Él era el más grande de todos debido a su estatus de Alfa y linaje. Los demás eran únicamente el doble del tamaño de un lobo normal y aquello jugaba tanto en contra de ellos, que de aquella noche estaba seguro no pasarían, más también jugaba en mi contra. Como más pronto terminase con aquellos lobos, más pronto iría en mi búsqueda y a un lobo no se le escapaba fácilmente una presa… no en luna llena.
Salí de la casa como alma que escapa de la muerte y oyendo de fondo los gruñidos y aullidos de los lobos, me interné en el inicio del bosque donde esperaba tener suerte y poder encontrar el corcel de Damon que antes se había escapado, dirigiéndose hacia el bosque en busca de refugio.
El corazón en mi pecho repiqueaba aceleradamente tanto que me asusté cuando al ver de lejos la sombra del caballo y pensar en que podría escapar de aquella con vida, este dio un brinco y por unos segundos me quedé dolorosamente sin respiración por culpa de los nervios. ¿O quizás sería por el miedo? Me pregunté—Vamos vamos, —Me alenté para llegar a hacer aquel último esfuerzo de llegar al corcel. Cada vez los gruñidos parecían ir menguando, extinguiéndose pudiendo significar que poco a poco se iban reduciendo unos a los otros hasta solo quedar un vencedor y yo de sobras sabia quién sería o que los tres pudieran perecer. Tomé las riendas del caballo y montando, sintiendo el nerviosismo en el caballo que no dejaba de irse de un lado para otra y de pifiar sin parar, lo puse al galope y lo dejé libre para que escapásemos de aquella noche tintada en el color de las bestias.
El viento seguidamente ondeó violentamente mi cabello que quedó a mis espaldas expuesto al ritmo del galope del animal, y yo aterrada dejé pasar los minutos en que no miré en ningún momento atrás. No quería saber, ni deseaba saber si eramos seguidos por cualquiera de aquellos lobos. Una parte de mi esperaba que Damon no sufriera heridas aquella noche, no al menos, por mi culpa. Fuera culpable o no de mi abandono y de la muerte indirectamente de mi madre, la única responsable y culpable más de todo era yo, y no deseaba tener en mente que se perdió una vida más por mí; por la mía.
El terreno abrupto del bosque no fue fácil para el caballo que como si supiese que alguien nos perseguía, corría como el mismísimo diablo. Sus patas golpeaban con fuerza el suelo y mis manos agarradas fuertemente a las riendas no lo dejaron ni un solo segundo, no al menos hasta que un gruñido en el flanco derecho de animal me hizo dar un salto y transmitiéndole al corcel mi miedo nos sentencié a ambos cuando el caballo viró hacia el lado equivocado preso del nerviosismo y la bestia aprovecho para saltar sobre él, tirándome a mí en el proceso de arriba del caballo. Sus garras apenas estuvieron sobre mi carne, más sentí como miles de agujas en mi costado cuando su garra impactó en ella y con las uñas me desgarró.
— ¡DAMON!— Lo llamé esperando me pudiese oír.
Al caer al suelo grité, y tanto que grité. El golpe resonó entre los arboles más cercanos y dolor fue intenso, tan intenso que creí me moría allí mismo. A parte al caer, sufrí un golpe en la cabeza que por unos segundos o quizás minutos me aturdió y me dejó allí en el suelo tirada como una simple muñeca de porcelana esperando su turno de ser rota y abandonada. Desde el suelo y con la vista nublada por culpa del golpe y el dolor que me aturdía, era incapaz de ver nada. Veía borrones del caballo saltando y el lobo contratacando, y otras veces me parecía ver el lobo mirando hacia mí. En aquellos momentos cerraba los ojo y solo en mi mente le llamaba, una y otra vez, mientras lo único que oía eran los relinchos de caballo que intentaba protegerse de la bestia y la bestia gruñir una y otra vez, abalanzándose contra él y caminando, acercándose hacia mi.
Damon, por favor ven… rogué en mi mente sin saber que era mejor sí que aquel lobo desconocido terminase conmigo, o que el propio Damon lo hiciera.
—Damon…— susurré a la nada.
La sangre ya formaba un charco a mi alrededor.
— Fue mi culpa… yo debía estar allí, yo debía haber sido ella…debería haberme entregado.—Balbuceé contra su pecho luchando para no desfallecerme, para no mostrarme débil ante él mientras mi interior se rompía a pedazos y únicamente el shock de todo me hacía verme fuerte exteriormente, cuando en realidad era todo lo contrario. — ¿Por qué…? —Pregunté cuando me alzó el rostro y le miré luchando con las ganas de derrumbarme y resistiendo la tentación de regresar donde se encontraba el cadáver y volver a rematarlo hasta asegurarme de que no pudiera levantarse jamás.
Respiré hondo y cerré los ojos sintiendo la caricia de sus manos. A pesar de ser un guerrero y un licántropo, así como pensé que sus manos me darían miedo… es todo lo contrario. Finalmente abrí los ojos con miles de interrogantes en los ojos y justo cuando mis labios se entreabrieron cerca de los suyos, quizás solo necesitando un tanto más de su consuelo, una luz blanquecina alumbró la estancia en ruinas y todo se derrumbó en cuestión de segundos.
Cuando me gritó del empujón que me llevé al echarme de su lado, caí al suelo estrepitosamente y mientras mi mente intentaba reaccionar a lo que estaba pasando, mis ojos observaron con miedo y fascinación el cambio de Damon a la bestia. Sus huesos crujieron, rompiéndose. Su torso pareció doblarse bajo el peso de la bestia y allá donde había estado la ropa ahora era un amasijo de piel y abundante pelaje oscuro. Increíble pero doloroso y mortífero, así describiría lo que mis ojos contemplaban absortos; aterrorizados. Me costó cinco gritos de Damon de dolor y un fuerte gruñido de parte de su animal darme cuenta de que debía irme. Si él era como todos los demás licántropos no podría controlar a su bestia y por tanto, su presa querría salir de cacería. Y por qué salir, si la presa estaba tan cerca de él? Me pregunté así entendiendo y volviendo a la realidad en apenas unos precisos segundos, lo que tardé por otro lado en levantarme y huir.
Le miré una última vez antes de cruzar el pasillo y salir por la puerta de las cocinas. Aún estaba en el suelo, más su mirada con la que me buscó y me encontró ya no era su mirada humana, ahora sus rasgos eran completamente lobunos y diabólicos. Tres veces más grande que un lobo común francés, daba miedo hasta tumbado en el suelo. Corrí todo lo que pude y más para salir de la casa, justo en el tiempo en que dos lobos más entraron a la casa, quizás buscándome a mí, o a él; sinceramente lo desconocía. No conocía tanto a los licántropos como para poder contestarme a ese interrogatorio que pendía sobre mi cabeza. No obstante, lo que si sabía era que debía irme en el menor tiempo posible. Mi vida peligraba y ahora en aquel lobo, en aquel animal ya no existía Damon, ahora solo reinaba la bestia.
Vi por el rabillo del ojo como los otros lobos impactaron contra él enzarzándose en una lucha encarnizada. Él era el más grande de todos debido a su estatus de Alfa y linaje. Los demás eran únicamente el doble del tamaño de un lobo normal y aquello jugaba tanto en contra de ellos, que de aquella noche estaba seguro no pasarían, más también jugaba en mi contra. Como más pronto terminase con aquellos lobos, más pronto iría en mi búsqueda y a un lobo no se le escapaba fácilmente una presa… no en luna llena.
Salí de la casa como alma que escapa de la muerte y oyendo de fondo los gruñidos y aullidos de los lobos, me interné en el inicio del bosque donde esperaba tener suerte y poder encontrar el corcel de Damon que antes se había escapado, dirigiéndose hacia el bosque en busca de refugio.
El corazón en mi pecho repiqueaba aceleradamente tanto que me asusté cuando al ver de lejos la sombra del caballo y pensar en que podría escapar de aquella con vida, este dio un brinco y por unos segundos me quedé dolorosamente sin respiración por culpa de los nervios. ¿O quizás sería por el miedo? Me pregunté—Vamos vamos, —Me alenté para llegar a hacer aquel último esfuerzo de llegar al corcel. Cada vez los gruñidos parecían ir menguando, extinguiéndose pudiendo significar que poco a poco se iban reduciendo unos a los otros hasta solo quedar un vencedor y yo de sobras sabia quién sería o que los tres pudieran perecer. Tomé las riendas del caballo y montando, sintiendo el nerviosismo en el caballo que no dejaba de irse de un lado para otra y de pifiar sin parar, lo puse al galope y lo dejé libre para que escapásemos de aquella noche tintada en el color de las bestias.
El viento seguidamente ondeó violentamente mi cabello que quedó a mis espaldas expuesto al ritmo del galope del animal, y yo aterrada dejé pasar los minutos en que no miré en ningún momento atrás. No quería saber, ni deseaba saber si eramos seguidos por cualquiera de aquellos lobos. Una parte de mi esperaba que Damon no sufriera heridas aquella noche, no al menos, por mi culpa. Fuera culpable o no de mi abandono y de la muerte indirectamente de mi madre, la única responsable y culpable más de todo era yo, y no deseaba tener en mente que se perdió una vida más por mí; por la mía.
El terreno abrupto del bosque no fue fácil para el caballo que como si supiese que alguien nos perseguía, corría como el mismísimo diablo. Sus patas golpeaban con fuerza el suelo y mis manos agarradas fuertemente a las riendas no lo dejaron ni un solo segundo, no al menos hasta que un gruñido en el flanco derecho de animal me hizo dar un salto y transmitiéndole al corcel mi miedo nos sentencié a ambos cuando el caballo viró hacia el lado equivocado preso del nerviosismo y la bestia aprovecho para saltar sobre él, tirándome a mí en el proceso de arriba del caballo. Sus garras apenas estuvieron sobre mi carne, más sentí como miles de agujas en mi costado cuando su garra impactó en ella y con las uñas me desgarró.
— ¡DAMON!— Lo llamé esperando me pudiese oír.
Al caer al suelo grité, y tanto que grité. El golpe resonó entre los arboles más cercanos y dolor fue intenso, tan intenso que creí me moría allí mismo. A parte al caer, sufrí un golpe en la cabeza que por unos segundos o quizás minutos me aturdió y me dejó allí en el suelo tirada como una simple muñeca de porcelana esperando su turno de ser rota y abandonada. Desde el suelo y con la vista nublada por culpa del golpe y el dolor que me aturdía, era incapaz de ver nada. Veía borrones del caballo saltando y el lobo contratacando, y otras veces me parecía ver el lobo mirando hacia mí. En aquellos momentos cerraba los ojo y solo en mi mente le llamaba, una y otra vez, mientras lo único que oía eran los relinchos de caballo que intentaba protegerse de la bestia y la bestia gruñir una y otra vez, abalanzándose contra él y caminando, acercándose hacia mi.
Damon, por favor ven… rogué en mi mente sin saber que era mejor sí que aquel lobo desconocido terminase conmigo, o que el propio Damon lo hiciera.
—Damon…— susurré a la nada.
La sangre ya formaba un charco a mi alrededor.
Jade McLeod- Humano Clase Media
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 20/03/2015
Re: El filo de un cuchillo
Apreté los colmillos alrededor de ese tupido pelaje mientras con movimientos bruscos de cabeza desgarraba su piel, su sangre manchaba mi boca resbalando por ella mientras mi hocico se hundía de forma salvaje en su yugular hasta sajarla a fuerza de tirones.
Gruñí con fuerza demostrándole que yo y no otro era el alfa de mi manada, mientras sentía como la piel de mi costado era desquebrajada por el otro lobo que aprovechando mi herida se cebaba con saña con ella.
Sacudí mi cuerpo en un intento de deshacerme de tal agarre, o al menos poniéndole difícil su empeño por arrancarme la vida.
Mas eso no me hizo aflojar ni un milímetro el mordisco a mi presa que poco a poco se le apagaba la vida entre mis fauces.
Fue entonces, cuando su cuerpo inerte se rindió sobre el frio suelo, cuando me revolví contra el segundo, la herida sangraba de forma abundante, mas mi costumbre no era rendirme, y de nuevo nuestros gruñidos se enzarzaron en uno, zarpazos fuero la continuación de ese brutal encuentro de dos bestias salvajes en el que ambos rodamos por el suelo. Mi envergadura superior pronto me dio la ventaja que buscaba y tras varios mordiscos alrededor de todo su cuerpo atrape su yugular.
No tenia escapatoria y lo sabia, su aullido ahogado y su cuerpo revolviéndose frente a mi, solo demostraba nuevamente mi poder.
La adrenalina sacudió mi cuerpo con la nueva muerte inminente mientras mi morro arrugado contra su piel se despachaba a gusto cegado con la ses de sangre.
Nada humano quedaba en mi, solo era un depredador con los instintos mas básicos. Vivir o morir y esa noche yo no estaba dispuesto a lo segundo.
Pronto sentí el olor de mi presa, casi podía oír las zancadas del caballo huir veloz por el espeso bosque, la respiración de la dama que sobre el montaba, esa que era mía, la que durante toda la noche me había desafiado siendo un hombre, mas que ahora, hecho bestia correría una suerte bien distinta.
Arrugue el morro dejando ver mis colmillos y un aullido que reclamaba lo que por derecho era mio llego frente a la dama blanca que cobijaba en esa noche carente de estrellas mi condición inhumana.
Una pata tras otra sobre el encharcado suelo que chapoteaba frente a mi reflejando la imponente figura bañada en sangre de un lobo que superaba tres veces su tamaño, un alfa.
Una zancada tras otra para perderme en ese bosque de abedules cuyo rastro de mi prometida en la tierra aun húmeda por las primeras lluvias de primavera era tan fácil de seguir para mi.
La sangre de la herida de mi costado se esparcía sobre las ramas, bañando la tierra de carmesí, mas eso no detuvo mi paso ni por un momento, nada ansiaba mas que dar alcance a la que pronto seria mi alfa, sentir su piel entre mis fauces, morderla, trasformarla para hacerla mía bajo esa luna que tanto nos amaba.
Quería mostrarle los entresijos de mi raza, que sintiera lo mismo que a mi ahora me atenazaba, ese subidon de adrenalina, para que mentir, quería montarla, allí, sobre la misma hierba mojada, morder su cuello mientras de mi la llenaba y a la mañana siguiente despertar ambos desnudos, manchados de sangre mirándonos a los ojos y volver esta vez hechos hombres a follar sin control bajo la calidez de un amanecer en llamas.
El relinchar furioso del caballo, su cuerpo impactando contra la tierra, y la presencia de otro licnatropo fue suficiente para que con un gesto de dolor acelerara mas el paso, hundiendo las pezuñas en la tierra que se levantaba en cada una de mis zanjadas, ahora desesperado, tratando de llegar a ella antes de que fuera tarde, de que otro robara a mi alfa o aun peor le diera muerte en el acto.
La distancia que hacia escasos minutos era corta ahora se me antojaba un mundo, oía su acelerado corazón latir brioso, asustado, y yo solo quería abrazarla, volver a hundir su cabeza en mi pecho y consolarla.
Ni siquiera se como siendo lobo ese era el pensamiento que me llegaba, mas ese y no otro era el que oprimía mi corazón haciendo que le dolor fuera imperceptible.
Fue mi nombre escapando de sus labios el que hizo que me tambaleara, resbalando con cada cambio de dirección que mi cuerpo daba en aquella carrera hacia la batalla, en la que sorteaba arboles sin pausa.
Pronto llegue frente a la dantesca escena donde mi prometida tirada en el suelo suplicaba en silencio por su vida casi con los ojos cerrados frente a aquel lobo cuya envergadura copiaba la mía se acercaba a ella ineludiblemente.
Aullé, con la misma rabia con la que la luna arrebata su hegemonía al sol, llamando así la atención de aquel alfa que intacto y con el morro arrugando me mostró los dientes aceptando el reto.
Bien sabia lo que significara, el que ganara aquel combate a muerte haría suya a la dama, su destino estaba forjado a fuego y sangre seria hembra alfa después de todo ¿pero de quien de los dos?
Arrugue mi hocico mostrandole mis fauces y sin pensármelo me lance a la carrera contra su cuerpo musculado, que al impactar con el mio emitió un ruido sordo haciéndonos a ambos rodar estrepitosamente por el blando suelo.
Sangre, suya y mía se esparcía a mi paso, con cada mordisco, con cada zarpazo, ambos tratando de mantener nuestros cuellos a la distancia adecuada del otro mientras mordíamos rasgando la piel del resto del cuerpo.
Y de nuevo nuestras bestias se entrechocaban jadeantes, agotadas, pocos tenían el honor de presenciar la encarnizada pelea de dos alfas.
Ninguno cedía ni un paso en nuestros intentos por acabar desgarrando nuestras vidas, corrompiendo nuestras almas, allí bajo la madre luna, ambos luchábamos por demostrarle cuan equivocada estaba, como dos hermanos podían matarse por nada.
De nuevo mi nombre escapo de sus labios, casi en un susurro, entre lagrimas, Jade me llamaba, aquel olor a lilas y grosellas.
No se de donde salieron las fuerzas, creo que las ultimas que me quedaban, mas mordiendo su costado, sacudí la cabeza haciéndolo impactar contra un árbol. Aproveche con destreza, ahora si su aturdimiento para hundir mis fauces en su yugular, poniendo mis patas sobre su lomo, sujetando con fuerza sus envestidas mientras la sangre fluía por mis dientes que arrancaban con cada sacudida jirones de su piel.
Aulló de forma apagada, despidiéndose de este mundo, dándome por vencedor, proclamando mi hegemonía, mi linaje.
Separe mis colmillos del muerto, buscando con la mirada a la mujer que por derecho había ganado en justa batalla.
Un paso tras otro, hocico arrugado mostrandole mis colmillos ensangrentados, asegurando en mi mordisco el final de su humanidad y la vida nueva a mi lado como loba, mi alfa.
Se me nublo la vista a mi paso, la sangre brotaba a cada uno de mis pasos, de un cuerpo maltrecho que ahora tras la perdida e adrenalina empezaba a notar el dolor, dolor que me atenazaba. Me detuve viendo doble a la dama, sacudí la cabeza tratando de hallar la razón, tambaleándome hacia los lados, oscuridad, di otro paso ladeando mi cuerpo antes de caer casi frente a ella jadeante al suelo.
Gruñí, casi gemí de dolor cuando la oscuridad se apodero completamente de mi.
Gruñí con fuerza demostrándole que yo y no otro era el alfa de mi manada, mientras sentía como la piel de mi costado era desquebrajada por el otro lobo que aprovechando mi herida se cebaba con saña con ella.
Sacudí mi cuerpo en un intento de deshacerme de tal agarre, o al menos poniéndole difícil su empeño por arrancarme la vida.
Mas eso no me hizo aflojar ni un milímetro el mordisco a mi presa que poco a poco se le apagaba la vida entre mis fauces.
Fue entonces, cuando su cuerpo inerte se rindió sobre el frio suelo, cuando me revolví contra el segundo, la herida sangraba de forma abundante, mas mi costumbre no era rendirme, y de nuevo nuestros gruñidos se enzarzaron en uno, zarpazos fuero la continuación de ese brutal encuentro de dos bestias salvajes en el que ambos rodamos por el suelo. Mi envergadura superior pronto me dio la ventaja que buscaba y tras varios mordiscos alrededor de todo su cuerpo atrape su yugular.
No tenia escapatoria y lo sabia, su aullido ahogado y su cuerpo revolviéndose frente a mi, solo demostraba nuevamente mi poder.
La adrenalina sacudió mi cuerpo con la nueva muerte inminente mientras mi morro arrugado contra su piel se despachaba a gusto cegado con la ses de sangre.
Nada humano quedaba en mi, solo era un depredador con los instintos mas básicos. Vivir o morir y esa noche yo no estaba dispuesto a lo segundo.
Pronto sentí el olor de mi presa, casi podía oír las zancadas del caballo huir veloz por el espeso bosque, la respiración de la dama que sobre el montaba, esa que era mía, la que durante toda la noche me había desafiado siendo un hombre, mas que ahora, hecho bestia correría una suerte bien distinta.
Arrugue el morro dejando ver mis colmillos y un aullido que reclamaba lo que por derecho era mio llego frente a la dama blanca que cobijaba en esa noche carente de estrellas mi condición inhumana.
Una pata tras otra sobre el encharcado suelo que chapoteaba frente a mi reflejando la imponente figura bañada en sangre de un lobo que superaba tres veces su tamaño, un alfa.
Una zancada tras otra para perderme en ese bosque de abedules cuyo rastro de mi prometida en la tierra aun húmeda por las primeras lluvias de primavera era tan fácil de seguir para mi.
La sangre de la herida de mi costado se esparcía sobre las ramas, bañando la tierra de carmesí, mas eso no detuvo mi paso ni por un momento, nada ansiaba mas que dar alcance a la que pronto seria mi alfa, sentir su piel entre mis fauces, morderla, trasformarla para hacerla mía bajo esa luna que tanto nos amaba.
Quería mostrarle los entresijos de mi raza, que sintiera lo mismo que a mi ahora me atenazaba, ese subidon de adrenalina, para que mentir, quería montarla, allí, sobre la misma hierba mojada, morder su cuello mientras de mi la llenaba y a la mañana siguiente despertar ambos desnudos, manchados de sangre mirándonos a los ojos y volver esta vez hechos hombres a follar sin control bajo la calidez de un amanecer en llamas.
El relinchar furioso del caballo, su cuerpo impactando contra la tierra, y la presencia de otro licnatropo fue suficiente para que con un gesto de dolor acelerara mas el paso, hundiendo las pezuñas en la tierra que se levantaba en cada una de mis zanjadas, ahora desesperado, tratando de llegar a ella antes de que fuera tarde, de que otro robara a mi alfa o aun peor le diera muerte en el acto.
La distancia que hacia escasos minutos era corta ahora se me antojaba un mundo, oía su acelerado corazón latir brioso, asustado, y yo solo quería abrazarla, volver a hundir su cabeza en mi pecho y consolarla.
Ni siquiera se como siendo lobo ese era el pensamiento que me llegaba, mas ese y no otro era el que oprimía mi corazón haciendo que le dolor fuera imperceptible.
Fue mi nombre escapando de sus labios el que hizo que me tambaleara, resbalando con cada cambio de dirección que mi cuerpo daba en aquella carrera hacia la batalla, en la que sorteaba arboles sin pausa.
Pronto llegue frente a la dantesca escena donde mi prometida tirada en el suelo suplicaba en silencio por su vida casi con los ojos cerrados frente a aquel lobo cuya envergadura copiaba la mía se acercaba a ella ineludiblemente.
Aullé, con la misma rabia con la que la luna arrebata su hegemonía al sol, llamando así la atención de aquel alfa que intacto y con el morro arrugando me mostró los dientes aceptando el reto.
Bien sabia lo que significara, el que ganara aquel combate a muerte haría suya a la dama, su destino estaba forjado a fuego y sangre seria hembra alfa después de todo ¿pero de quien de los dos?
Arrugue mi hocico mostrandole mis fauces y sin pensármelo me lance a la carrera contra su cuerpo musculado, que al impactar con el mio emitió un ruido sordo haciéndonos a ambos rodar estrepitosamente por el blando suelo.
Sangre, suya y mía se esparcía a mi paso, con cada mordisco, con cada zarpazo, ambos tratando de mantener nuestros cuellos a la distancia adecuada del otro mientras mordíamos rasgando la piel del resto del cuerpo.
Y de nuevo nuestras bestias se entrechocaban jadeantes, agotadas, pocos tenían el honor de presenciar la encarnizada pelea de dos alfas.
Ninguno cedía ni un paso en nuestros intentos por acabar desgarrando nuestras vidas, corrompiendo nuestras almas, allí bajo la madre luna, ambos luchábamos por demostrarle cuan equivocada estaba, como dos hermanos podían matarse por nada.
De nuevo mi nombre escapo de sus labios, casi en un susurro, entre lagrimas, Jade me llamaba, aquel olor a lilas y grosellas.
No se de donde salieron las fuerzas, creo que las ultimas que me quedaban, mas mordiendo su costado, sacudí la cabeza haciéndolo impactar contra un árbol. Aproveche con destreza, ahora si su aturdimiento para hundir mis fauces en su yugular, poniendo mis patas sobre su lomo, sujetando con fuerza sus envestidas mientras la sangre fluía por mis dientes que arrancaban con cada sacudida jirones de su piel.
Aulló de forma apagada, despidiéndose de este mundo, dándome por vencedor, proclamando mi hegemonía, mi linaje.
Separe mis colmillos del muerto, buscando con la mirada a la mujer que por derecho había ganado en justa batalla.
Un paso tras otro, hocico arrugado mostrandole mis colmillos ensangrentados, asegurando en mi mordisco el final de su humanidad y la vida nueva a mi lado como loba, mi alfa.
Se me nublo la vista a mi paso, la sangre brotaba a cada uno de mis pasos, de un cuerpo maltrecho que ahora tras la perdida e adrenalina empezaba a notar el dolor, dolor que me atenazaba. Me detuve viendo doble a la dama, sacudí la cabeza tratando de hallar la razón, tambaleándome hacia los lados, oscuridad, di otro paso ladeando mi cuerpo antes de caer casi frente a ella jadeante al suelo.
Gruñí, casi gemí de dolor cuando la oscuridad se apodero completamente de mi.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Fecha de inscripción : 06/06/2016
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Localización : Bajo las estrellas
Re: El filo de un cuchillo
En aquellos míseros segundos en que el lobo se acercó lentamente hacia mí, contemplé en mi cabeza el paso de mi vida por la tierra. De nuevo vi y recordé el rostro de mi amado padre, apenas le vi en mi infancia a causa de su profesión de cazador de licántropos más los días que estaba conmigo y mi madre eran días soleados y lleno de felicidad por doquier. Luego se me apareció mi niñez, el cómo crecía amparada por madre contenta y feliz hasta la muerte de padre y nuestra inminente partida en la que anduvimos por muchos años escondidas. Seguidamente apareció la imagen ante mí de la madre de Damon prometiéndole a mi madre protección para mí y un hogar. Mi madre y sus historias del lobo que algún día me salvaría, las historias de aquel joven prometido del que un día me enamoraría. Imágenes, imágenes que ya mi mente había olvidado como la de mi madre riéndose conmigo, o el recuerdo de su voz velando mi sueño en las noches más tormentosas. Esperé por que las imágenes en mi cabeza se detuvieran en aquel momento y morir así con aquellos recuerdos consolándome más estas siguieron y sabiendo que lo último que vería en mi mente seria la muerte de mi madre, en mi fuero interno grité al tiempo en que la respiración del lobo chocó contra la mía. Me desperté pero fue tanto el miedo que seguí con los ojos cerrados. Mi corazón latió fuerte en mi pecho, asustado, como un pequeño colibrí batiendo las alas. Sentí como su aliento cálido y nauseabundo se acercaba a mí y tensándome esperé por lo que fuera a pasar, cuando por suerte; Damon apareció.
“Él te protegerá, llámalo… búscale, confía en él” Estas palabras dichas por mi madre resonaron en mi mente y abriendo los ojos al tiempo que el lobo que tenía frente de mí se le encaraba y le gruñía, le miré fijamente. —Damon…—susurré observando su gigantesca figura entre las sombras de la noche. Solo atisbé el resplandor de sus ojos y sus largos colmillos ensangrentados, no obstante una extraña calidez me embargó. Él había acudido a protegerme y con él, su lobo había respondido yendo a mi rescate, aunque por la forma que tenia de mirarme dudaba que sus intenciones fueran tan buenas e inocentes. Apenas nuestra mirada duró un segundo, pero fue suficiente para saber que allí iba a haber una batalla campal y que yo necesitaba moverme, alejarme… si es que las fuerzas me lo permitían.
El arranque de los lobos sucedió entonces y todo el suelo tembló ante sus primeros choques, incluso el bosque pareció quedarse en silencio sepulcral mientras aquellas dos bestias luchaban a muerte. Preocupada por el lobo; por Damon, me quedé viéndoles hasta que en un movimiento el lobo desconocido llegó de nuevo cerca de mí y allí obligándome a levantarme, corrí con la mano taponando mi herida anterior. No pude dar más que unos treinta pasos hasta que caí de nuevo al suelo. Agotada y con el dolor y el aturdimiento de ir perdiendo la sangre lentamente por la herida abierta de las garras de aquel lobo, me recosté contra un tronco esperando estar a salvo. La batalla, la lucha de las bestias seguía y tras sentir la piel de gallina en cuanto un aullido lastimero rompió la noche, una figura oscura empezó a caminar hacia mí muy lentamente, con los ojos fijados en mí.
Damon, pensé en mi mente reconociéndolo por aquellos ojos tan intensos con los que me devolvía la mirada su lobo y sintiendo mis cuerdas vocales no responderme esperé quieta a que el avanzase hacia mi sin saber que más hacer. Huir era imposible, solo haría que provocarle más, ¿Entonces? Solo me quedaba esperar que quería hacer conmigo aunque sus fauces abiertas me decían más de lo que habría deseado. Tragué duro y tensándome en cuanto la distancia entre nosotros se acortó, al verlo tambalearse me preocupé. — ¿Damon?—Pregunté sabiendo que no me daría respuesta, no al menos esa noche, más cuando volvió a tambalearse y cayó me levanté sin pensármelo y me aproximé preocupada a uno de sus flancos. Toqué su pelaje, bañándome la mano en sangre y sin importarme su gruñido de aviso acaricié su cuello. — Tranquilo, soy yo… no te haré daño. —le dije antes de ver como cerraba los ojos y su respiración se volvía más tranquila, más lenta. Mi madre siempre me había preparado para estas cosas, la sanación era algo que todo cazador o familia de cazadores debía de saber y así fue conmigo.
Enseguida se durmió eché un vistazo a las heridas y preocupándome por las más graves, hice lo único que pude hacer; rasgué mi ropa y con los jirones de tela intenté vendarlas de forma que la sangre dejara de manar de ellas para así darle tiempo que por sí solo su sanación acelerada pudiese hacerle efecto. Aquellas debía de ser una de las grandes ventajas de ser lobo y ahora agradecía que lo fuera, puesto que así podría curarse rápidamente, en cambio para mí era consciente de que a cada minuto y movimiento que hacia mi cuerpo sentía más la falta de sangre. Aún así seguí vendándole hasta que al terminar de hacerlo sintiéndome desfallecer me dejé caer desfallecida contra uno de sus costados. Todo me daba vueltas y la sensación de vértigo era cada vez peor hasta terminar cerrando los ojos y agarrándome al pelaje de aquel inmenso lobo dejé que la sensación se esfumase de mi mente. A ratos sentí como el lobo se movía y con sus fauces tan cerca de mi cabeza, que para muchos habría sido arriesgado, sentí que esta vez no me haría nada. Estábamos los dos demasiado exhaustos y heridos para intentar nada y a pesar de que para el lobo apenas le habría costado abrir los ojos y morderme o matarme; lo que fuese que quería hacerme, algo en mi interior sabía que no lo haría y con esa sensación de protección por unas horas permanecí a su lado.
—En cuanto despiertes, por favor busca a las niñas. — susurré en su oído esperando que aún como lobo pudiese oír aquellas últimas palabras mias. — Protégelas… lo son todo para mi. Por fav-vor.
Se estaba cómoda contra la calidez de su pelaje y así, con aquel pensamiento en mi mente un extraño sueño me invadió y dejé de hablar.
La sangre de ambos manchaba el suelo y en él; mis fuerzas lentamente se escapaban de mi cuerpo.
“Él te protegerá, llámalo… búscale, confía en él” Estas palabras dichas por mi madre resonaron en mi mente y abriendo los ojos al tiempo que el lobo que tenía frente de mí se le encaraba y le gruñía, le miré fijamente. —Damon…—susurré observando su gigantesca figura entre las sombras de la noche. Solo atisbé el resplandor de sus ojos y sus largos colmillos ensangrentados, no obstante una extraña calidez me embargó. Él había acudido a protegerme y con él, su lobo había respondido yendo a mi rescate, aunque por la forma que tenia de mirarme dudaba que sus intenciones fueran tan buenas e inocentes. Apenas nuestra mirada duró un segundo, pero fue suficiente para saber que allí iba a haber una batalla campal y que yo necesitaba moverme, alejarme… si es que las fuerzas me lo permitían.
El arranque de los lobos sucedió entonces y todo el suelo tembló ante sus primeros choques, incluso el bosque pareció quedarse en silencio sepulcral mientras aquellas dos bestias luchaban a muerte. Preocupada por el lobo; por Damon, me quedé viéndoles hasta que en un movimiento el lobo desconocido llegó de nuevo cerca de mí y allí obligándome a levantarme, corrí con la mano taponando mi herida anterior. No pude dar más que unos treinta pasos hasta que caí de nuevo al suelo. Agotada y con el dolor y el aturdimiento de ir perdiendo la sangre lentamente por la herida abierta de las garras de aquel lobo, me recosté contra un tronco esperando estar a salvo. La batalla, la lucha de las bestias seguía y tras sentir la piel de gallina en cuanto un aullido lastimero rompió la noche, una figura oscura empezó a caminar hacia mí muy lentamente, con los ojos fijados en mí.
Damon, pensé en mi mente reconociéndolo por aquellos ojos tan intensos con los que me devolvía la mirada su lobo y sintiendo mis cuerdas vocales no responderme esperé quieta a que el avanzase hacia mi sin saber que más hacer. Huir era imposible, solo haría que provocarle más, ¿Entonces? Solo me quedaba esperar que quería hacer conmigo aunque sus fauces abiertas me decían más de lo que habría deseado. Tragué duro y tensándome en cuanto la distancia entre nosotros se acortó, al verlo tambalearse me preocupé. — ¿Damon?—Pregunté sabiendo que no me daría respuesta, no al menos esa noche, más cuando volvió a tambalearse y cayó me levanté sin pensármelo y me aproximé preocupada a uno de sus flancos. Toqué su pelaje, bañándome la mano en sangre y sin importarme su gruñido de aviso acaricié su cuello. — Tranquilo, soy yo… no te haré daño. —le dije antes de ver como cerraba los ojos y su respiración se volvía más tranquila, más lenta. Mi madre siempre me había preparado para estas cosas, la sanación era algo que todo cazador o familia de cazadores debía de saber y así fue conmigo.
Enseguida se durmió eché un vistazo a las heridas y preocupándome por las más graves, hice lo único que pude hacer; rasgué mi ropa y con los jirones de tela intenté vendarlas de forma que la sangre dejara de manar de ellas para así darle tiempo que por sí solo su sanación acelerada pudiese hacerle efecto. Aquellas debía de ser una de las grandes ventajas de ser lobo y ahora agradecía que lo fuera, puesto que así podría curarse rápidamente, en cambio para mí era consciente de que a cada minuto y movimiento que hacia mi cuerpo sentía más la falta de sangre. Aún así seguí vendándole hasta que al terminar de hacerlo sintiéndome desfallecer me dejé caer desfallecida contra uno de sus costados. Todo me daba vueltas y la sensación de vértigo era cada vez peor hasta terminar cerrando los ojos y agarrándome al pelaje de aquel inmenso lobo dejé que la sensación se esfumase de mi mente. A ratos sentí como el lobo se movía y con sus fauces tan cerca de mi cabeza, que para muchos habría sido arriesgado, sentí que esta vez no me haría nada. Estábamos los dos demasiado exhaustos y heridos para intentar nada y a pesar de que para el lobo apenas le habría costado abrir los ojos y morderme o matarme; lo que fuese que quería hacerme, algo en mi interior sabía que no lo haría y con esa sensación de protección por unas horas permanecí a su lado.
—En cuanto despiertes, por favor busca a las niñas. — susurré en su oído esperando que aún como lobo pudiese oír aquellas últimas palabras mias. — Protégelas… lo son todo para mi. Por fav-vor.
Se estaba cómoda contra la calidez de su pelaje y así, con aquel pensamiento en mi mente un extraño sueño me invadió y dejé de hablar.
La sangre de ambos manchaba el suelo y en él; mis fuerzas lentamente se escapaban de mi cuerpo.
Jade McLeod- Humano Clase Media
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 20/03/2015
Re: El filo de un cuchillo
Abrí los ojos lentamente, todavía podía sentir el punzante dolor de mi cuerpo, que tras enfrentarme con aquel otro lobo alfa había quedado ensangrentado.
Ahora echo humano sentía como si a mi cuerpo desnudo le hubieran dado una brutal paliza, y en el fondo así era, mas por suerte mi recuperación rápida, hacia que la mayoría de las heridas estuvieran cicatrizando.
Las costillas rotas tardarían un poco mas, al menos en amedrantar su dolor, mas cuando sobre mi pecho vi a Jade, el dolor se mitigo de golpe y la preocupación se instauro en mi rostro, al contemplar como su lenta respiración no presagiaba nada bueno.
Me incorpore tomándola entre mis brazos. Por primera vez en mucho tiempo muerto de miedo, miedo porque sentía como aquella mujer se apagaba entre mis brazos, tapone la herida de su cuello con mi mano, mientras miraba alrededor con rabia.
El licantropo hecho hombre yacía muerto en el suelo al igual que la montura que por desgracia no me serviría para llevar a la dama a casa de Agenes para que la atendieran de inmediato.
-Amor, aguanta -susurré con un hilo de voz poniendo mi cuerpo desnudo en pie con ella entre mis brazos.
No tarde mucho en encontrar la solución, o al menos en parte, recordé que aquello humanos, habían llegado a la casa en forma humana, con lo cual sus monturas no podían andar lejos de la zona, me concentre en buscar a aquellos corceles cerrando los ojos y tratando de separar el resto de sonidos silvestres del ruidos de los cascos lejanos que por mi derecha al parecer podía oír.
Sonreí de medio lado examinando hacia allí todo lo raudo que pude mientras con su cabeza en mi pecho acariciaba con mi mano su cintura como si eso pudiera infundirle algún tipo de valor.
Estaba aterrado, cuantos mas pasos daba con su herida sangrante goteando por mi brazo, mas miedo tenia, y no comprendía como alguien a quien acababa de conocer podía infundir esa cantidad de sentimientos en mi. Hasta el punto de presionar mi pecho con tal virulencia que en ocasiones sentía como un nudo oprimía mi garganta casi sin dejarme respirar.
Alcance las monturas cerca del muro de la casa en ruinas donde la había conocido por primera vez hacia escasas horas, donde su olor a grosellas y lilas había venido a mi incluso que aquel filo del cuchillo que había consolidado nuestra presentación.
-Vamos pequeña, aguanta, o no podrás hacerme la vida imposible y ponérmela patas arriba -susurre alzándola con suavidad para montarla sobre uno de los corceles, para de un salto situarme tras ella.
Fue entonces como si de un flashback se tratase cuando recordé sus palabras, que como si en sueños y sumido en mi semiinconsciente de la noche anterior me recordaba la existencia de unas pequeñas que al parecer había escondido para evitarlas mal alguno.
Me debatí a ser sincero entre buscarlas o simplemente poner rumbo a casa de la señora Charny, mas tarde podría volver en su búsqueda.
Mas intuí que si tomaba esa decisión la testaruda de la mujer que tenia entre mis brazos jamas me lo perdonaría, así que asiendo las riendas entre mis dedos espolee al caballo poniendo rumbo hacia el único lugar donde el olor a lilas y grosellas me llevaba, una parte interna del bosque no muy alejada donde posiblemente las niñas estarían resguardadas.
Llegue frente a una pequeña casa de madera, bastante oculta entre la espesura del bosque y rodeada de hermosos castaños y robles viejos.
No tenia tiempo para apreciar el paisaje, su madre se desangraba entre mis brazos ,así que me limite a tras depositar a mi futura esposa en un lecho de hierba alta entrar en la casa sin demasiadas contemplaciones.
Las niñas me miraron aterradas y mas al ver mi cuerpo desnudo y bañado en sangre.
-Vale, se que no lo entendéis, mas no os haré ningún daño. Vuestra madre esta fuera, herida y he de llevarla a un lugar seguro.
Tenéis que acompañarme y espero que sea a las buenas, porque a las malas os arrastrare de igual modo.
Sabia que mis palabras sonaban duras, mas también sabia que si titubeaba, las niñas seguramente pensarían tener otra opción y perderían demasiado tiempo. Tiempo que no tenia pues mi prometida se desangraba sobre la fresca hierba.
Las niñas caminaron aterradas junto a mi, creo que porque mi amenaza de hacerlas andar a las malas había surgido efecto, mas cuando atravesaron el umbral de la puerta y vieron a su madre tumbada medio muerta, las lagrimas y el nerviosismo se apoderaron de ellas.
-Niñas eso no ayuda, vais a subir sobre el caballo -susurré subiendo primero a una y luego a otra -ahora subiré a vuestra madre, y todos juntos nos vamos a ir para curarla. Juro que se salvara, mas para eso necesito de vuestra ayuda -dije con la voz lo mas tranquila que pude, mas reconozco que se quebraba en mas de una ocasión dejando entrever mi suma preocupación por aquella dama que me había robado el corazón.
Tomé las riendas desde el suelo y empecé a caminar rumbo a la casa de Agnes, lo mas rápido que pude teniendo en cuenta que sobre el caballo iban dos niñas y una mujer herida.
-presiona su herida -ordené a la mayor tratando así que se desangrara mas despacio -hazlo fuerte -le indique para que presionara con el trozo de tela sin pausa.
La pequeña lloraba atrás sin descanso, mientras la mayor trataba de obedecerme, aun completamente perdida y aterrada.
Ahora echo humano sentía como si a mi cuerpo desnudo le hubieran dado una brutal paliza, y en el fondo así era, mas por suerte mi recuperación rápida, hacia que la mayoría de las heridas estuvieran cicatrizando.
Las costillas rotas tardarían un poco mas, al menos en amedrantar su dolor, mas cuando sobre mi pecho vi a Jade, el dolor se mitigo de golpe y la preocupación se instauro en mi rostro, al contemplar como su lenta respiración no presagiaba nada bueno.
Me incorpore tomándola entre mis brazos. Por primera vez en mucho tiempo muerto de miedo, miedo porque sentía como aquella mujer se apagaba entre mis brazos, tapone la herida de su cuello con mi mano, mientras miraba alrededor con rabia.
El licantropo hecho hombre yacía muerto en el suelo al igual que la montura que por desgracia no me serviría para llevar a la dama a casa de Agenes para que la atendieran de inmediato.
-Amor, aguanta -susurré con un hilo de voz poniendo mi cuerpo desnudo en pie con ella entre mis brazos.
No tarde mucho en encontrar la solución, o al menos en parte, recordé que aquello humanos, habían llegado a la casa en forma humana, con lo cual sus monturas no podían andar lejos de la zona, me concentre en buscar a aquellos corceles cerrando los ojos y tratando de separar el resto de sonidos silvestres del ruidos de los cascos lejanos que por mi derecha al parecer podía oír.
Sonreí de medio lado examinando hacia allí todo lo raudo que pude mientras con su cabeza en mi pecho acariciaba con mi mano su cintura como si eso pudiera infundirle algún tipo de valor.
Estaba aterrado, cuantos mas pasos daba con su herida sangrante goteando por mi brazo, mas miedo tenia, y no comprendía como alguien a quien acababa de conocer podía infundir esa cantidad de sentimientos en mi. Hasta el punto de presionar mi pecho con tal virulencia que en ocasiones sentía como un nudo oprimía mi garganta casi sin dejarme respirar.
Alcance las monturas cerca del muro de la casa en ruinas donde la había conocido por primera vez hacia escasas horas, donde su olor a grosellas y lilas había venido a mi incluso que aquel filo del cuchillo que había consolidado nuestra presentación.
-Vamos pequeña, aguanta, o no podrás hacerme la vida imposible y ponérmela patas arriba -susurre alzándola con suavidad para montarla sobre uno de los corceles, para de un salto situarme tras ella.
Fue entonces como si de un flashback se tratase cuando recordé sus palabras, que como si en sueños y sumido en mi semiinconsciente de la noche anterior me recordaba la existencia de unas pequeñas que al parecer había escondido para evitarlas mal alguno.
Me debatí a ser sincero entre buscarlas o simplemente poner rumbo a casa de la señora Charny, mas tarde podría volver en su búsqueda.
Mas intuí que si tomaba esa decisión la testaruda de la mujer que tenia entre mis brazos jamas me lo perdonaría, así que asiendo las riendas entre mis dedos espolee al caballo poniendo rumbo hacia el único lugar donde el olor a lilas y grosellas me llevaba, una parte interna del bosque no muy alejada donde posiblemente las niñas estarían resguardadas.
Llegue frente a una pequeña casa de madera, bastante oculta entre la espesura del bosque y rodeada de hermosos castaños y robles viejos.
No tenia tiempo para apreciar el paisaje, su madre se desangraba entre mis brazos ,así que me limite a tras depositar a mi futura esposa en un lecho de hierba alta entrar en la casa sin demasiadas contemplaciones.
Las niñas me miraron aterradas y mas al ver mi cuerpo desnudo y bañado en sangre.
-Vale, se que no lo entendéis, mas no os haré ningún daño. Vuestra madre esta fuera, herida y he de llevarla a un lugar seguro.
Tenéis que acompañarme y espero que sea a las buenas, porque a las malas os arrastrare de igual modo.
Sabia que mis palabras sonaban duras, mas también sabia que si titubeaba, las niñas seguramente pensarían tener otra opción y perderían demasiado tiempo. Tiempo que no tenia pues mi prometida se desangraba sobre la fresca hierba.
Las niñas caminaron aterradas junto a mi, creo que porque mi amenaza de hacerlas andar a las malas había surgido efecto, mas cuando atravesaron el umbral de la puerta y vieron a su madre tumbada medio muerta, las lagrimas y el nerviosismo se apoderaron de ellas.
-Niñas eso no ayuda, vais a subir sobre el caballo -susurré subiendo primero a una y luego a otra -ahora subiré a vuestra madre, y todos juntos nos vamos a ir para curarla. Juro que se salvara, mas para eso necesito de vuestra ayuda -dije con la voz lo mas tranquila que pude, mas reconozco que se quebraba en mas de una ocasión dejando entrever mi suma preocupación por aquella dama que me había robado el corazón.
Tomé las riendas desde el suelo y empecé a caminar rumbo a la casa de Agnes, lo mas rápido que pude teniendo en cuenta que sobre el caballo iban dos niñas y una mujer herida.
-presiona su herida -ordené a la mayor tratando así que se desangrara mas despacio -hazlo fuerte -le indique para que presionara con el trozo de tela sin pausa.
La pequeña lloraba atrás sin descanso, mientras la mayor trataba de obedecerme, aun completamente perdida y aterrada.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Fecha de inscripción : 06/06/2016
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Re: El filo de un cuchillo
Por la mañana salí corriendo como alma que lleva el diablo, con mis ropas todavía en la mano y yendo desnuda hacía las caballerizas donde terminé de vestirme. Cogí mi montura y tomé una prestada por si era necesaria.
Todavía no podía creer como había sido tan estúpida de dejarme pertrechar en la mazmorra con la esperanza de que Damon llegaría a tiempo para pasar la noche junto a nosotros. Le tenía que haber pasado algo, y solo yo sería la culpable por no haber salido aquella misma noche a buscarlo. Aunque sabía que quizás esto lo habría empeorado todo, pues sus órdenes de que me quedase en la casa de Agnés habían sido claras. Y sabía que si mi transformación tenía lugar con humanos cerca, sería un peligro mortal para ellos.
Me dirigí hacia las afueras de la ciudad, donde había escuchado que Damon decía que debía dirigirse en un principio. A partir de ahí estaría sola, y solo mi instinto sería capaz de llevarme hasta él. Conseguí encontrar con rapidez el rastro inconfundible de su olor; habían pasado pocas horas desde que había pasado por allí, y el hecho de que no hubiese llovido me facilitaba mi búsqueda. Comencé a cabalgar con un destino claro, lo más rápido que pude, hasta que un olor a sangre inundó mi olfato y me frené en seco.
Agudicé mis sentidos, y pude escuchar los cascos de un caballo que se acercaban; también el olor de una sangre que no reconocía, y sintiendo impotencia de nuevo, la sangre de Damon.
Puse de nuevo al caballo a galope, guiándome por el sonido de su montura y por su olor. Pasé entre frondosos arbustos arañando mi ropa, más por fin pude ver una figura al fondo que por una parte me alivió.
Llegué a su altura y desmontando casi de un salto me abalancé sobre Damon que se encontraba en pie junto al caballo, desnudo, y con una mujer inconsciente, su prometida. Dos niñas pequeñas que también iban sobre la montura me descuadraron por un momento, pero mi vista se desvió de nuevo al lobo.
Gruñó ante mi efusividad de mi abrazo, seguramente por el dolor de las heridas, que aunque algunas ya cicatrizadas, otras permanecían abiertas; además de encontrarse totalmente magullado y cubierto de sangre.
- Perdona.- susurré mientras me separaba de él, y cogiendo mi capa de pieles se la colocaba por encima.- ¿Qué ha pasado? Siento no haber podido venir antes, yo...
Yo había sido un estúpida por dejarlo marchar solo. Y aunque me alegraba verlo con vida, pensé que las consecuencias de aquello harían mella en mí.
Todavía no podía creer como había sido tan estúpida de dejarme pertrechar en la mazmorra con la esperanza de que Damon llegaría a tiempo para pasar la noche junto a nosotros. Le tenía que haber pasado algo, y solo yo sería la culpable por no haber salido aquella misma noche a buscarlo. Aunque sabía que quizás esto lo habría empeorado todo, pues sus órdenes de que me quedase en la casa de Agnés habían sido claras. Y sabía que si mi transformación tenía lugar con humanos cerca, sería un peligro mortal para ellos.
Me dirigí hacia las afueras de la ciudad, donde había escuchado que Damon decía que debía dirigirse en un principio. A partir de ahí estaría sola, y solo mi instinto sería capaz de llevarme hasta él. Conseguí encontrar con rapidez el rastro inconfundible de su olor; habían pasado pocas horas desde que había pasado por allí, y el hecho de que no hubiese llovido me facilitaba mi búsqueda. Comencé a cabalgar con un destino claro, lo más rápido que pude, hasta que un olor a sangre inundó mi olfato y me frené en seco.
Agudicé mis sentidos, y pude escuchar los cascos de un caballo que se acercaban; también el olor de una sangre que no reconocía, y sintiendo impotencia de nuevo, la sangre de Damon.
Puse de nuevo al caballo a galope, guiándome por el sonido de su montura y por su olor. Pasé entre frondosos arbustos arañando mi ropa, más por fin pude ver una figura al fondo que por una parte me alivió.
Llegué a su altura y desmontando casi de un salto me abalancé sobre Damon que se encontraba en pie junto al caballo, desnudo, y con una mujer inconsciente, su prometida. Dos niñas pequeñas que también iban sobre la montura me descuadraron por un momento, pero mi vista se desvió de nuevo al lobo.
Gruñó ante mi efusividad de mi abrazo, seguramente por el dolor de las heridas, que aunque algunas ya cicatrizadas, otras permanecían abiertas; además de encontrarse totalmente magullado y cubierto de sangre.
- Perdona.- susurré mientras me separaba de él, y cogiendo mi capa de pieles se la colocaba por encima.- ¿Qué ha pasado? Siento no haber podido venir antes, yo...
Yo había sido un estúpida por dejarlo marchar solo. Y aunque me alegraba verlo con vida, pensé que las consecuencias de aquello harían mella en mí.
Arely Pucini- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/06/2016
Localización : Paris
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Re: El filo de un cuchillo
El olor de mi beta llego a mi olfato casi antes que los cascos de su montura que cortando el viento venían a toda velocidad en mi dirección.
Sonreí de medio lado al verla bajar casi incluso antes de que su montura se detuviera y como siempre sin pensar mas allá de lo evidente se abalanzo sobre mi abrazándome como si la simple idea de verme con vida fuera para ella mas que suficiente.
Un ligero gruñido de dolor frente a tan efusiva muestra de alegría escapo de mis labios encontrándose con unas disculpas que acariciaron mi rostro.
Tire mi brazo hacia ella rodeando su cintura, para abrazarla, esta vez con suavidad.
-Estoy bien, la sangre es escandalosa, mas mis heridas están casi curadas. Has de ayudarme, mi prometida esta en ese caballo, junto a sus dos hijas. Ella si esta malherida. Voy a adelantarme o no llegara con vida. -Afirmé dándole las riendas de la montura que portaba y volviendo a dirigirme hacia el cuerpo inconsciente de mi futura esposa.
La tome entre mis brazos desmontandola con suavidad mientras hundía mis ojos en la mayor que con su mano ensangrentada me miraba aterrada.
-Mi amiga va ha cuidaos y os llevara con vuestra mama, pero yo he de adelantarme ¿lo entendeis? Quiero que la obedezcáis como si ella fuera yo, no quiero problemas ¿me oís?
Si ,seguía siendo muy autoritario con ellas, mas ese era el único modo que se mantuvieran firmes sin derrumbarse, lo sabia de sobra.
Mire a Arely hundiendo mis ojos en los suyos, consciente de que como siempre era mi aliada mas fiel, siempre preocupada por mi, no podía encontrar mejor persona en la que confiar.
De un salto subí sobre el corcel oscuro que tras dos golpes con las espuelas emprendió un furioso galope hacia la única salvación de aquella mujer que entre mis brazos se debatía entre la vida y la muerte.
La impotencia se mezclaba con mi miedo, miedo a perder a quien hacia demasiado poco tiempo había conocido, mas por le contrario su olor me había acompañado en la eternidad de mis días.
-Por favor aguanta -susurré contra su cuello mientras el galope del corcel alzaba la tierra enfurecido.
No tardamos en alcanzar aquella mansión y tras abrirme las compuertas sin rechistar y sin hacer preguntas atravesé sin detener mi veloz avance hasta cruzar el patio de armas y encontrarme de frente con el hermoso jardín que ahora si atravesé corriendo con la dama entre mis brazos.
Su vida se escapaba con cada gota carmesí, y con su vida mi alma.
La señora Agnes avisada posiblemente por su mayordomo, salio a mi encuentro con un semblante preocupado, mientras me guiaba a través de la mansión hacia uno de los cuartos donde poder depositar el hermoso cuerpo de mi futura esposa y hacia llamar al medico mas cercano para que mi dama recibiera los cuidado necesarios.
La deje caer con suavidad sobre el lecho, bajo la atenta mirada de todos los allí presentes, que en comitiva admiraban mi cuerpo desnudo y ensangrentado tan solo cubierto por una tupida capa de pelo de oso negro.
-¡Vamos! Traedme agua hervida y unas vendas -ordené en el intento de hasta que viniera ese doctor lograr cortar yo la hemorragia.
Sonreí de medio lado al verla bajar casi incluso antes de que su montura se detuviera y como siempre sin pensar mas allá de lo evidente se abalanzo sobre mi abrazándome como si la simple idea de verme con vida fuera para ella mas que suficiente.
Un ligero gruñido de dolor frente a tan efusiva muestra de alegría escapo de mis labios encontrándose con unas disculpas que acariciaron mi rostro.
Tire mi brazo hacia ella rodeando su cintura, para abrazarla, esta vez con suavidad.
-Estoy bien, la sangre es escandalosa, mas mis heridas están casi curadas. Has de ayudarme, mi prometida esta en ese caballo, junto a sus dos hijas. Ella si esta malherida. Voy a adelantarme o no llegara con vida. -Afirmé dándole las riendas de la montura que portaba y volviendo a dirigirme hacia el cuerpo inconsciente de mi futura esposa.
La tome entre mis brazos desmontandola con suavidad mientras hundía mis ojos en la mayor que con su mano ensangrentada me miraba aterrada.
-Mi amiga va ha cuidaos y os llevara con vuestra mama, pero yo he de adelantarme ¿lo entendeis? Quiero que la obedezcáis como si ella fuera yo, no quiero problemas ¿me oís?
Si ,seguía siendo muy autoritario con ellas, mas ese era el único modo que se mantuvieran firmes sin derrumbarse, lo sabia de sobra.
Mire a Arely hundiendo mis ojos en los suyos, consciente de que como siempre era mi aliada mas fiel, siempre preocupada por mi, no podía encontrar mejor persona en la que confiar.
De un salto subí sobre el corcel oscuro que tras dos golpes con las espuelas emprendió un furioso galope hacia la única salvación de aquella mujer que entre mis brazos se debatía entre la vida y la muerte.
La impotencia se mezclaba con mi miedo, miedo a perder a quien hacia demasiado poco tiempo había conocido, mas por le contrario su olor me había acompañado en la eternidad de mis días.
-Por favor aguanta -susurré contra su cuello mientras el galope del corcel alzaba la tierra enfurecido.
No tardamos en alcanzar aquella mansión y tras abrirme las compuertas sin rechistar y sin hacer preguntas atravesé sin detener mi veloz avance hasta cruzar el patio de armas y encontrarme de frente con el hermoso jardín que ahora si atravesé corriendo con la dama entre mis brazos.
Su vida se escapaba con cada gota carmesí, y con su vida mi alma.
La señora Agnes avisada posiblemente por su mayordomo, salio a mi encuentro con un semblante preocupado, mientras me guiaba a través de la mansión hacia uno de los cuartos donde poder depositar el hermoso cuerpo de mi futura esposa y hacia llamar al medico mas cercano para que mi dama recibiera los cuidado necesarios.
La deje caer con suavidad sobre el lecho, bajo la atenta mirada de todos los allí presentes, que en comitiva admiraban mi cuerpo desnudo y ensangrentado tan solo cubierto por una tupida capa de pelo de oso negro.
-¡Vamos! Traedme agua hervida y unas vendas -ordené en el intento de hasta que viniera ese doctor lograr cortar yo la hemorragia.
Última edición por Damon Landvik el Vie Jul 15, 2016 7:05 am, editado 1 vez
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Re: El filo de un cuchillo
Un tirón de mi mano y una abrazo suave mientras me rodeaba la cintura me indicó que Damon se alegraba de verme; al menos de momento no me llevaría una reprimenda por haber desobedecido y haber salido en su búsqueda en lugar de quedarme esperando como una buena beta. A quien ibamos a engañar, desobedecer era lo que mejor se me daba, y en aquellos momentos había recibido mi recompensa. Su tierno abrazo y comprobar que seguía con vida.
Me informó de que él se encontraba bien; al parecer parte de sus heridas habían sanado durante la noche, y aunque no estaba recuperado del todo, no había por lo que alarmarse. En peores situaciones nos habíamos encontrado.
Su prometida, la mujer que se hallaba inconsciente y que sangraba profusamente, era la que peor parte se había llevado en todo aquello. Al fin y al cabo era una humana, y sus heridas no sanaban con tanta rapidez.
Me quedé bloqueada cuando me dijo que me debía ocupar de las dos hijas de su prometida; espera, ¿había dicho hijas de su prometida? Me quedé pensando en aquellas palabras por si cabía alguna posibilidad de haberlas entendido mal; no, era lo que había dicho. Aquellas criaturas que me miraban fijamente sin saber yo por qué eran de aquella mujer inconsciente.
Miré ensimismada como Damon cogía a su prometida con cuidado y la montaba sobre el caballo que había tomado prestado, mientras me pasaba las riendas de la montura donde se hallaban las niñas.
Tendía que darse prisa si quería salvarle la vida a aquella mujer por la que habíamos hecho tan largo camino, pero lo que más me sorprendió fue cuando le indicó a las pobres criaturas que lo miraban asustadas que yo cuidaría de ella.¡¡¡ ¿QUÉ?!!! Me dieron ganas de soltar las riendas; pero ¿qué se pensaba ahora, que era la niñera? Más no me dio tiempo de replicar, Damon salió al galope, superando la velocidad de la luz con su prometida en brazos, mientras las niñas y yo nos mirábamos igual de sorprendidas.
Sonreí. Si el lobo confiaba en mí para llevarlas sanas y salvas a casa de Agnes, está vez obedecería.
- ¿Habéis alguna vez ganado al viento en una carrera de caballos?- sonreí de medio lado mientras me ponía al lado de las criaturas que negaban y me miraban sorprendidas.- Pues hoy vais a tener suerte; cogeros bien a las crines del corcel.
Cogí a la pequeña montándola delante mío, por si la perdía por el camino, y sujetando las riendas del otro caballo, los puse a los dos al trote de camino de vuelta. Eso sí, tratando de no ser lo temeraria que solía ser cuando montaba.
Me informó de que él se encontraba bien; al parecer parte de sus heridas habían sanado durante la noche, y aunque no estaba recuperado del todo, no había por lo que alarmarse. En peores situaciones nos habíamos encontrado.
Su prometida, la mujer que se hallaba inconsciente y que sangraba profusamente, era la que peor parte se había llevado en todo aquello. Al fin y al cabo era una humana, y sus heridas no sanaban con tanta rapidez.
Me quedé bloqueada cuando me dijo que me debía ocupar de las dos hijas de su prometida; espera, ¿había dicho hijas de su prometida? Me quedé pensando en aquellas palabras por si cabía alguna posibilidad de haberlas entendido mal; no, era lo que había dicho. Aquellas criaturas que me miraban fijamente sin saber yo por qué eran de aquella mujer inconsciente.
Miré ensimismada como Damon cogía a su prometida con cuidado y la montaba sobre el caballo que había tomado prestado, mientras me pasaba las riendas de la montura donde se hallaban las niñas.
Tendía que darse prisa si quería salvarle la vida a aquella mujer por la que habíamos hecho tan largo camino, pero lo que más me sorprendió fue cuando le indicó a las pobres criaturas que lo miraban asustadas que yo cuidaría de ella.¡¡¡ ¿QUÉ?!!! Me dieron ganas de soltar las riendas; pero ¿qué se pensaba ahora, que era la niñera? Más no me dio tiempo de replicar, Damon salió al galope, superando la velocidad de la luz con su prometida en brazos, mientras las niñas y yo nos mirábamos igual de sorprendidas.
Sonreí. Si el lobo confiaba en mí para llevarlas sanas y salvas a casa de Agnes, está vez obedecería.
- ¿Habéis alguna vez ganado al viento en una carrera de caballos?- sonreí de medio lado mientras me ponía al lado de las criaturas que negaban y me miraban sorprendidas.- Pues hoy vais a tener suerte; cogeros bien a las crines del corcel.
Cogí a la pequeña montándola delante mío, por si la perdía por el camino, y sujetando las riendas del otro caballo, los puse a los dos al trote de camino de vuelta. Eso sí, tratando de no ser lo temeraria que solía ser cuando montaba.
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