Beautiful disaster · Aurora Marceau ·

por **Dacian Bassarides** Vie Jun 24, 2016 4:51 pm

···

Se podría considerar mal líder por abandonar en ocasiones a la manada que le seguía, pero todos ellos comprendían que él siempre debía destensar el ambiente de algún modo sin recurrir a la absurda violencia. Dacian, dejaba todo a cargo de Roxanne mientras él corría y se perdía por páramos que ni el mejor de los buscadores podría rastrear a drede, pero en aquella ocasión sus pasos lo alejaban cada vez más del centro de la ciudad. La gente creía que tan sólo dónde el dinero se manejaba era dónde vivía la gente y se equivocaban enormemente. Existían aldeas a las afueras de la ciudad que no eran consideradas como parte de la población y éstas se caracterizaban por su hospitalidad y por el trabajo en equipo. Aquello no se diferenciaba mucho de una manada, más exactamente de la suya ya que solían cultivar y cada cual aportaba mano de obra en caso de ser necesario. Era ahí dónde Dacian sólía dar las largas caminatas, pero la verdad que nunca se había parado allí a hacer amigos ya que no lo creía necesario, simplemente observando el buen tren de vida que tenían pese a ser practicamente repudiados. Gitanos los llamaban. No era de extrañar el verle rodeado de niños, mientras éstos trataban de vaciarle los bolsillos entre juegos de la forma más risueña de todas. A él no le importaba, ya que solía llevarlos vacíos -salvo por unas pocas monedas puestas a drede- porque nunca se sabía qué podía llegar a perder.

Justo antes de poder adentrarse en la aldea, algunos jóvenes e incluso niños parecían dispersarse ante el grito de auxilio con desesperación. Muchos pasaron de largo buscando más ayuda y un par de niños de a penas 9 años tiraron de sus brazos mientras hablaban atropelladamente. Dacian se soltó y logró llegar a dónde todo ocurría. Allí la aldea era iluminada por pequeños focos de incendios que fácilmente podrían ser extinguidos y eso era lo que estaban tratando de hacer algunos de ellos llevando agua en cadena.

- Se los han llevado, señor, se los han llevado!! - Dijo una mujer en lengua romaní, que él supo identificar. - Cálmese, ayudaré, pero antes debe explicarme qué es lo que pasó.- Dacian tenía las manos atrapadas entre las de la mujer que sollozaba amargamente, tratando de hacer lo que le pedía. - Se han llevado a nuestros niños.

Dacian observó el caos a su alrededor. Algunos "forasteros" ayudaban a recomponer las tiendas y todo lo que habían destruído a su paso, aquellos que parecían haber hecho real una vieja amenaza. Dacian reconocía ese estilo de actuar tan cínico. Ningún animal sería capaz de hacer tal cosa, ya que la nobleza estaba antes que la bestia y si aquello hubiese sido cosa de una bestia, no habría quedado nadie en pié. Dacian miró a su alrededor, esperando ver a alguien lo suficientemente fuerte como para emprender la búsqueda de los más pequeños del clan.

···

por **Aurora Marceau** Dom Jun 26, 2016 11:09 am

Las aldeas de las afueras eran los mejores lugares donde hacerse con los materiales que Aurora necesitaba para su taller. Aquella gente tenía una habilidad exquisita para realizar trabajos de pasamanería pulcramente terminados y sin ser demasiado ostentosos. Tenían los brillos justos para llamar la atención del ojo humano sin captarla por completo, dando ese toque único a sus vestidos que nadie sabía apreciar pero todos valoraban. Además de todas aquellas cenefas, esa gente también elaboraba abalorios de gran calidad hechos de madera, cristal y metal, muy útiles para puños, cuellos y cuerpos. Aurora nunca se arrepentía de visitarlos. Su artesanía no era comparable con la que se podía encontrar en el mercado de la ciudad, muchísimo más llamativa y de precio superior. Algunos preguntaban el origen de los adornos de sus prendas, pero la mujer sólo se lo desvelaba a quienes se ganaban su confianza. Le gustaba que sus vestidos tuvieran esa especie de halo misterioso en torno a ellos.

Llevaba una bolsa cargada de monedas colgada de un lazo que llevaba a la cintura. No la escondía entre los pliegues, no le importaba que la gente de allí la viera. Los niños siempre eran los primeros en acercarse y sabía que meterían la mano en la bolsa, así que ella se adelantaba siempre y les daba un par de francos a cada uno. Ellos se marchaban contentos y Aurora no se quedaba sin monedas para comprar sus cosas. Aquella vez, sin embargo, ningún niño se le acercó en busca de dinero. Se extrañó, pero no le dedicó mucho tiempo; habría otros forasteros a los que intentar arrebatar sus monedas. Caminó entre las viviendas más alejadas y fue adentrándose poco a poco en el pueblo. Un olor intenso a hoguera llamó su atención haciéndola arrugar el morro. De algunas de las carpas salían columnas de humo que eran extinguidas de inmediato, aunque no tardaban en volver a aparecer.

La joven siguió caminando hasta que llegó a una zona reinada por un caos absoluto. Mujeres gritaban y lloraban desconsoladas, sujetándose las unas a las otras mientras otros ayudaban a apagar las llamas que todavía seguían consumiendo las telas. Una mujer de avanzada edad se desvaneció a su lado. Con cuidado, Aurora la sujetó y la ayudó a sentarse sobre una caja de madera. Más personas se acercaron con tazas de agua y folletos de papel con el que abanicarla.

—¿Está bien? —preguntó en francés. La mujer no dejaba de sollozar—. ¿Qué ha ocurrido?

Todos hablaban a la vez, mezclando su lengua con el francés, lo que hacía que la licántropa no entendiera nada de lo que intentaban explicarle. Una joven se sentó al un lado de la señora y la abrazó; otra se sentó al otro lado, desplazando a Aurora hacia fuera del grupo. Se levantó y miró a su alrededor. Fuera lo que fuera lo que allí había pasado, era algo grave. Muy grave.

—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó mientras se acercaba a otro grupo de personas.

por **Dacian Bassarides** Dom Jul 24, 2016 8:46 am

···

Caos. Podría sonar a exageración, un simple rasgo de la pasion que tenían inscrito en su personalidad, ya que aparentemente no parecía ser de tal gravedad hasta que uno conocía el problema. De buenas a primeras unos niños no podían desaparecer y mucho menos que sus mayores no entendiesen el disturbio causado. Aquello era causa de una mente perversa, que dejaba a un pueblo en total tristeza y angustia por no saber el paradero de sus más jóvenes, con el terror a flor de piel, por pensar que ya fuese demasiado tarde.

Dacian se hizo acopio de algunos hombres, dispuestos a ayudar. Algunos tomaron hachas, otros se creían capaces de abatir a cualquiera con sus manos desnudas, todo fuese por traerlos de vuelta; pero ellos no eran como él, ellos eran humanos y por lo tanto débiles ante la probable amenaza. Una voz, suave como el de una mujer irrumpió en aquella improvisada partida de caza.

- Aurora. - Susurró cerrando los ojos, con la punta de la nariz ligeramente elevada. Acto seguido giró la cabeza en su dirección y allí la vió. - No esperaba verte, ni mucho menos en ésta situación, pero tenemos un problema y nos serías de gran ayuda. - Dijo, utilizando palabras correctas que no todos pudieran saber de su significado. Aún así, Dacian le tendió uno de los cuchillos que le dieron a él, para defenderse de lo que sea que se encontrasen. - Prendieron fuego a la aldea y aprovecharon la situación para llevarse a los niños. Nadie se dió cuenta hasta pasadas unas horas, así que tenemos que darnos prisa. - En las palabras del licántropo había inscrita una disculpa. Una que no podía pronunciar en el momento, ya que antes que preguntarle por lo pasado o por su presente, debían de priorizar aquello que se les quedaba grande a aquellos gitanos. Por suerte, sabía que Aurora era buena rastreadora, así como buena luchadora, ya que de no serlo, habría perecido con su marido aquel fatídico día.

- ¿Una mujer? ¡Está loco! - Dijo uno de los hombres a su espalda, a lo que Dacian dedicó una sonrisa llena de diversión a la licántropa. - "Si él supiera que tienes más huevos que cualquiera de ellos..." - Dijo mentalmente hacia la mujer, para luego negar con una corta y a penas audible carcajada, ya que no era el momento de bromas.

- No sabemos lo que nos vamos a encontrar, pero necesitamos tu ayuda. - Dacian la volvió a mirar, mientras el resto esperaba listo para partir. - ¿Vienes con nosotros?- Esperaba que la respuesta fuese positiva, ya que aquello le serviría para ver de cerca cuán preparada estaba y cómo habían pasado los años en su forma de actuar. Si, Dacian había tenido más contacto con su marido, el líder de su manada, pero aquello no quitaba el hecho de que Dacian se hubiese interesado por las aptitudes de ella, ya que como en cualquier otra manada, cada uno aportaba algo inigualable, algo, que otro sería incapaz de hacer con tanta maestría.

···

por **Aurora Marceau** Jue Jul 28, 2016 9:49 am

Todo a su alrededor era caos. Las gentes de aquel lugar iban y venían apresurados, primero balbuceaban palabras para luego dar órdenes a pleno pulmón. Todos quería imponer su orden, lo que causaba riñas y discusiones entre ellos. Pero, entre todo aquel desorden, griterío, angustia y miedo, Aurora pudo escuchar su nombre en un susurro. Esa voz… era familiar, pero, al mismo tiempo, desconocida. Sabía que la había oído antes, pero no conseguía poner rostro a su portador. Giró la cabeza en la dirección de donde procedía y se encontró con un viejo conocido.

—Dacian —susurró a su vez. Un montón de imágenes le vinieron a la mente, todas de los encuentros que había tenido su manada con aquel licántropo. Ella había hablado con él, le conocía, pero apenas sabía nada de su vida—. Yo tampoco esperaba verte. ¿Qué ha pasado?

Él le tendió un cuchillo que aceptó con ciertas reservas y sin saber a ciencia cierta qué se esperaba de ella. Escuchó atenta lo que había pasado sin apartar la mirada de Dacian mientras se pasaba el cuchillo de mano en mano, calculando el peso del mismo. Asintió. Los niños, los que más compasión y preocupación podían causar. Bajó la mirada y observó el filo del cuchillo; estaba un poco mellado, pero parecía afilado. Sería útil en caso de necesitarlo, aunque claro, cualquier cosa era mejor que nada. No estaba prestando demasiada atención hasta que uno de los hombres dijo algo acerca de ella. Enarcó una ceja y miró al susodicho, ligeramente ofendida. Terminó por no tomárselo muy en serio al ver la sonrisa del licántropo. Llevaba demasiados años sacándose sus propias castañas del fuego y sin que nadie le cuestionara lo que hacía. Volver a escuchar un comentario de ese tipo le sonó extraño en su mente.

—Si me prometes que no me clavarán uno de estos a la primera de cambio, sí —ironizó en voz baja, de manera que sólo lo pudiese oír él—. Os acompañaré.

El grueso de hombres comenzó a caminar por donde, al parecer, se habían llevado a los niños. Aurora los siguió de cerca mientras olfateaba todo lo que podía captar. La gran mayoría era el aroma de los cuerpos de los propios gitanos que los acompañaban, pero también había hueco para las plantas y árboles de los alrededores. La tierra, ligeramente húmeda, emitía un olor propio que se mezclaba con el de otros animales que habían pasado por ahí recientemente. Todo el conjunto era el aroma de la naturaleza.

—¿Tienes una ligera idea de quién ha podido hacer esto? —preguntó, colocándose junto a Dacian—. Es por si tenemos alguna pista sobre lo que podemos esperar. Creo que nunca había visto algo así. Pobres niños.

Debían estar siguiendo algún tipo de rastro en el suelo, pisadas en la hierba y en el barro. Caminaban a buen ritmo sin fijarse en su entorno. Claro, ya tenían el camino marcado, bastaba con seguirlo. Pero Aurora, curiosa por naturaleza, tendía a fijarse en los detalles a su alrededor. Cuando fue infectada por su esposo aprendió a ver el mundo con unos ojos nuevos, a percibir sensaciones que antes era incapaz de sentir. No supo si fue su instinto como licántropa, algún sonido fuera de lo normal o el agudo olfato lo que le hizo girar la cabeza y mirar por entre unos arbustos. Se paró en seco. Sabía que habían ido por ahí, aunque el rastro de huellas siguiera por el camino despejado.

—¡Eh! Vayamos por aquí —dijo sin dejar de mirar el pequeño sendero lleno de jaros y zarzas.

Escuchó quejas a su espalda. Era más que evidente que no pretendían seguirla. Algunos, de hecho, siguieron el rastro marcado mientras murmuraban cosas en contra de ella. No le importaba. Encontrarían algo, de eso estaba segura. Utilizó el cuchillo para cortar algunas ramas largas que arañaban los brazos y apartó otras con cuidado de no pincharse. Avanzó unos cuantos metros mirando el suelo hasta que volvió a pararse. No había encontrado nada y no parecía que lo hubiera. Se mordió el labio inferior. Estaba segura de que… Bingo.

—Han pasado por aquí —comentó.

Se agachó y, de entre unos arbustos, sacó un caballito de madera, probablemente el juguete de alguno de los niños. Se giró con el muñeco en la mano esperando cruzar la mirada con Dacian. Si alguien la había seguido, ese sería él.

por **Dacian Bassarides** Jue Ago 25, 2016 9:51 am

···

Gitanos. Se suponían que debían ser listos y aceptar cualquier tipo de ayuda, pero también debía de ser entendible que tuvieran miedo de no encontrar a los suyos y prontamente, antes de que cayese la noche y fuese imposible seguirles el rastro. Los hombres mantenían su ego en lo más alto, no dejándose embaucar por una mujer ni por lo bien que Dacian hablase de ella. Si, Dacian se enfadó con aquel grupo y les dejó claro que encontrarían a los críos, pero que deberían entender que toda ayuda era necesaria y que deberían confiar en su palabra. Olvidando el tema, el resto siguió por el camino pactado, siendo guiado por uno de los hombres que anteponía sus creencias a la lógica más pura de todas. Dacian sin embargo siguió a la mujer, primero porque la conocía y sabía de lo que era capaz, aunque no la conociese a fondo sabía que tenía algo que cualquier manada desearía en sus filas y segundo, porque jamás dejaba a uno de los suyos atrás, por muy egoista que sonase.
No tardó en dar con sus pasos que una vez más se prometió seguir de cerca. En ese momento recordó a Roxanne y se sintió en su piel cuando ella hacía todo lo posible por no dejarle sólo aún cuando así lo necesitase, terca pero especialmente sensible, así era ella así como Dacian perseguía todos los hilos que se cruzaban en su camino hasta dar con la solución; ese era su problema y sin querer arrastraba a los suyos consigo, ya que a él no le importaba en absoluto qué ocurriese a su alrededor hasta no haber solucionado el caos.

- No lo sé, no realmente, sólo sé de rumores y algunos detalles que los míos han ido viendo éstos días pasados y que creo que tienen algún tipo de conexión.- Dacian miró el muñeco que portaba Aurora y no pudo evitar tragar saliva con el obvio disturbio que existía en su mente. - Nadie quiere hablar de ello, nadie quiere decirlo en voz alta por miedo a equivocarse, pero puede ser que exista algún tipo de cazadorez que no sólo velen por los humanos de forma pasional, sino que esté intentando crear un caos atacando a los propios humanos, culpando a gente que intenta vivir pacíficamente.- Dacian se frotó los ojos con las palmas de las manos, aún no llegaba a entender como una mente tan retorcida podía hacer daño de aquella manera a gente tan vulnerable, cuando ellos mismos se supone que abogan por la paz al erradicar a las -mal llamadas- bestias, porque no existía peor bestia que el hombre.

- Pero no te preocupes, es un tema algo difícil de explicar ya que nadie sabe ciertamente lo que ha pasado, pero dime tu si no ves lo mismo que yo, dime que ésto no es obra de la mano del hombre.- Dacian esperó su respuesta, aunque sabía que la información pese a ser escasa, estaba llena de enigmas y cosas que cobraban sentido conforme el tiempo avanzaba. - Tenemos poco tiempo, la lluvia se huele cercana y eso hará que anochezca antes de lo debido, así que sólo quedamos nosotros y debemos actuar deprisa. Es un poblado pequeño, no creo que haya más de 8 niños, así que cualquier rastro, por muy pequeño que sea, seráde gran utilidad.- Volvió su vista hacia el muñeco percibiendo el sutil aroma de una piel jóven sujetándolo, algo bueno al fin y a cabo que su maldición le otorgaba para equilibrar la balanza entre protección y destrucción.

- Creo que... No, no puede ser un error, estoy seguro de que quieren que creamos en nuestros pasos, en lo fácil y también en lo difícil, en lo imposible. Creo que estamos cerca.- Dijo pasado un largo tiempo en el que cruzaban tantos caminos que lo difícil sería saber volver sobre sus pasos. - Los cazadores son astutos y seguro que de llegar tarde harán que parezca que lo ha hecho un sobrenatural, de ahí el caos del que te hablaba, pero sigo sin entender qué mente enferma mataría a 8 niños para desviar la atención.- La lluvia pronto empezó a caer, embarrando los caminos, dejando que el intenso olor a lluvia inundase sus sentidos ocultando cualquier rasgo a su paso, alejando más la posibilidad de encontrar a aquellos niños. Sin embargo, gracias a el veneno que corría por su piel en forma de maldición, le hizo entender desde un punto de vista distinto, dónde se podrían encontrar y de hecho, llegaron al lugar en cuestión. Una zanja honda y de casi 4 metros de altura se abría en lo que parecía una vieja estación. Allí, en el centro se encontraba una jaula de madera recia y a algunas manos que sobresalían de entre los barrotes, como si así intentasen alejar el agua que estaba por sepultarles.

···

por **Aurora Marceau** Dom Ago 28, 2016 7:21 am

Cuando se giró con el juguete en la mano vio a Dacian tras ella, tal y como había supuesto. Nadie más los había seguido, aunque no era extraño. Ninguno de los hombres que les acompañaban se fiaba de ella, ni siquiera lo mínimo para darle una oportunidad. Si conseguían llegar hasta los niños y llevarles de vuelta al campamento quizá conseguía que la mirasen con otros ojos, pero, por el momento, una mujer que sólo iba allí a comprar cuentas y adornos para sus vestidos no era la candidata ideal para una misión de ese tipo.

Por las palabras del licántropo, ni él mismo sabía qué era lo que había pasado con exactitud, o, al menos, no sabía cómo explicarlo. Aunque una cosa estaba clara: aquello había sido obra de una mente astuta y calculadora, lo que dejaba a un lado cualquier animal, bestia y ser vivo que no pensase de manera racional. ¿De verdad había alguien capaz de hacer daño a unos niños para terminar incriminando a un ser sobrenatural? Era de locos.

—Desde luego, todo está demasiado meditado para no tratarse de humanos —contestó desviando la mirada al cielo plomizo—. Sí, será mejor que nos demos prisa.

Tomando el juguete como punto de partida, se valieron de la capacidad de rastreo innata en los de su especie para seguir el rastro del grupo de niños desaparecidos. La lluvia no tardó en empezar a caer, tímida al principio, más fuerte en la medida que pasaba el tiempo. El olfato de Aurora enseguida se saturó del olor a tierra mojada, perdiendo así el rastro que tanto les había costado encontrar. El ruido de las gotas contra las hojas de los árboles impedía captar otros sonidos con facilidad, pero siguió a Dacian por aquellos caminos como si fuera una promesa. Parecía decidido, como si supiera el camino a seguir. No sabía cómo, pero tenía claro que terminarían encontrando a los niños. Esperaba llegar a tiempo para poder devolverlos con vida.

—¿De verdad crees que matarían a los niños por esto? Quiero decir, es horrible que arrasen la aldea, pero siempre se puede reconstruir. Los niños —hablaba en voz baja, no directamente con Dacian, sino expresando sus pensamientos para quien quisiera escucharlos— no tienen ninguna culpa. No soporto a la gente retorcida que les hace daño para sus propios beneficios.

Aurora todavía confiaba en que aquellos que hicieron eso tendrían a los niños a salvo en algún lugar, sólo escondidos para causar el caos. A pesar de lo negro de la situación, confiaba en que todo aquello no fuera tan grave como lo parecía. Tras atravesar unas últimas zarzas llegaron a una zona más clara, donde los árboles habían sido talados para construir una estación. Miró la zanja y ahogó un grito tapándose la boca con la mano. Podía ver las manitas de los niños asomando, y escuchaba los gritos de auxilio acompañados de llantos que venían desde la jaula. Su primer impulso fue correr hacia ellos y sacarlos de ahí, pero tras dar el primer paso se paró en seco.

—Hay que sacarles de ahí —dijo, mirando la zanja fijamente—, pero es posible que los que los han traído sigan por aquí. Si bajamos a la zanja y nos atrapan no saldremos nunca. —Se pasó la mano por el rostro quitando parte del agua que lo empapaba—. Deberíamos revisar el edificio de la estación, con esta lluvia es posible que, de estar escondidos en algún sitio, sea ahí. No es muy grande, uno de nosotros puede hacerlo mientras el otro baja con los niños. —Miró el entorno una vez más. La lluvia arreciaba y la zanja estaba cada vez más embarrada. No tenían mucho más tiempo—. ¿Qué dices? —preguntó, mirando a Dacian.

por **Dacian Bassarides** Mar Oct 25, 2016 6:16 am

···

Dacian asintió, preocupado por el reducido tiempo que tenían, ya que deberían actuar de forma deparada, pero totalmente sincronizados como aquellos que llevan toda la vida trabajando codo con codo. El problema era que a penas se conocían y que ambos eran-salvo unos pequeños detalles- totalmente desconocidos. él no había reparado en su alrededor, a principios quería sacarlos de la jaula con su ayuda, pero ella yendo más allá, mirando el problema desde otra perspectiva muy de admirar, se dió cuenta de que de hacerlo así, serían ellos los cazados finalmente. Él se dejaba guiar por el impulso y aquello a veces le dejaba en un puesto totalmente vulnerable, por ello necesitaba siempre a alguien que desde un punto de vista distinto al suyo supiese el modo de actuar correcto para que nadie saliese perjudicado.

- Sé que podrás sacarlos tu sóla, confío en tí.- Musitó, mirándola fíjamente a los ojos para que viese cuán sincera era su alma. Su maldición le llevaba a cometer atrocidades, pero también le daba facilidades para sentir la vida de otro modo, así fuese a través de los sentidos, aunque lo más importante de todo era el grado de lealtad que se podía formar con otro miembro de su misma especie.
- Ellos confiarán más en tí, estarán asustados y por lo tanto tu serás mejor que yo para calmarlos. Te necesitan, Aurora. Si me necesitas, grita.- Dacian hizo lo que ella previamente la había sugerido: investigar el edificio a medio construir, lo más deprisa posible con tal de acabar con aquello que fuese lo que estuviesen planeando hacer con los niños.

Dacian se separó de Aurora, dejándola hacer lo que creyese necesario para salvarlos. Sus pasos le llevaron hacia aquel pseudo edificio en el cual a penas existían paredes sino un esqueleto de lo que estaban por construir. No tardó en ver a unas personas portando armas de fuego que no dudaron en apuntar hacia él, él, levantó las manos como si no fuese un peligro, dando a entender que estaba allí por mero error, sin embargo ellos no dudaron en cargar sus armas en su contra, disparando de forma indiscriminada, haciendo que las explosiones retumbasen por todo el lugar. Él, no se iba a dejar disparar, pero tampoco se esperaba que fuesen a disparar sin preguntar primero por lo que a penas una de ellas le rozó sin dañarle -con suerte-. Él se defendió con sus propias manos el tiempo que pudo, pero sus armas eran de mayor calibre que sus puños lo que hizo que poco a poco no pudiese aguantar el instinto de transformarse. Fué entonces cuando ellos, habiendo golpeado hasta la saciedad a Dacian, dejaron de golpearle y lo subieron allí dónde estaba el resto, junto a una mesa que usaban de camilla y en cuya superficie se encontraba una de las niñas del poblado. A Dacian le clavaron una aguja y en cuestión de segundos se la inyectaron a la niña. sin filtros, sin preámbulos, sin entender qué diablos estaban haciendo con aquello. Era como un cuento a medias, contado instantes antes de terminarlo. Lo extraño de su actuar, la rapidez y la premeditación, como si supiesen todo lo que estaba por ocurrir, como si se hubiesen preparado dos incluso tres pasos por delante a ellos, que acababan de conocer el problema, y entonces Dacian, horrorizado por la situación, al ver que la niña empezaba a convulsionar y que afuera se escuchaban disparos, se desató.

La bestia que él era en realidad salió a la luz, convirtiendo el agua que se filtraba por las paredes en un riego constante de sangre. Le disparaban, claro que lo hacían, ballestas, e incluso esas balas que pronto se les acabarían. Él, había salido herido, pero no había caído en la cuenta ya que la rabia y el veneno que llevaba en aquellos instantes era superior a la consciencia humana. Vió a varios apuntar hacia fuera en lugar de hacia él, y lo siguiente que hizo fué lanzarlos por la cornisa cual animal enfurecido. No sobrevivirían a aquella altura, así como tampoco sobrevivirían los que estando abajo, pretendían hacer daño a Aurora tanto como a los niños. Él, presentándose como una sombra de color oscuro, fácilmente escondible para los ojos más inocentes, ya que el trauma para ellos había sido mayor que el oir rugir al licántropo. La bestia tuvo contacto visual con aquella su compañera, aún con las ganas bestiales de lanzarse sobre ellos sin dejar a nadie de pié. Pero algo, quizás la sangre, el recordar sus orígenes hizo que volviese en sí y retrocediese a la estación para volver dónde aquella niña, ya siendo un hombre que apenas podía mantenerse en pié. Ella respiraba, y sea lo que sea lo que le hubiesen hecho, se merecía vivir como el resto.

Dacian la cargó en brazos, dejando que su cabeza reposase en su hombro, mientras daba alcance a los niños de Aurora, deseando que con suerte se hubiesen librado de aquella masacre.

···

Off: disculpa si he ido demasiado deprisa, si hay algo que quieras que cambie no dudes en decírmelo, lo entenderé.

por **Aurora Marceau** Sáb Nov 05, 2016 6:27 am

Lo único que necesitaba Aurora era la confirmación de que el plan para sacar a los niños convencía a Dacian. Ella tenía ideas, muchas, y por lo general no eran malas, pero su rol en el mundo no era el de líder. Aurora necesitaba de alguien que tirara de ella hacia delante, que la impulsara. Su rol era el de miembro, fiel y dispuesto a darlo todo por su manada.

Dacian salió corriendo hacia el edificio abandonado de la estación, dejando a la loba atrás. Aurora volvió a limpiarse el agua que corría por su rostro y respiró hondo. Salió de donde se escondían y se remangó el vestido hasta por encima de la rodilla. Aquella ropa era de todo menos cómoda para una cosa de ese calibre. Dando grandes zancadas llegó hasta el borde de la zanja. Dentro, una jaula con barrotes retenía al grupo de niños que habían sido secuestrados. Los más mayores se aferraban a los barrotes y sacaban las manitas entre ellos, intentando alcanzar las paredes de tierra en un intento por salir de allí. Tras ellos, los más pequeños lloraban desconsolados, viendo como el agua de lluvia subía de nivel, empapando sus zapatos hasta casi el tobillo.

Aurora miró un momento a la cabaña, asegurándose de que no la habían visto. Cuando volvió a bajarla hacia los pequeños, algunos de éstos ya se habían percatado de su presencia, y avisaban a los demás. La licántropa bajó el terraplén deslizándose sobre sus pies y manteniendo el equilibrio como podía. Se llevó el índice a los labios, indicando a los niños que mantuvieran silencio. Allí abajo el sonido del agua eran ensordecedor. Se acercó a la puerta de la jaula y los críos hicieron lo propio desde el otro lado. Las pequeñas manitas le tocaban y agarraban los brazos, impidiéndola moverse con facilidad. Aún así, pudo ver que la puerta estaba cerrada con un candado, pero estaba floja y, si se agitaba con suficiente fuerza, se movía unos centímetros.

—Voy a sacaros de aquí, pero tenéis que ayudarme —les dijo mientras les acariciaba las mejillas y el pelo mojado—. Manteneos al fondo y aseguraros de que los pequeños se quedan con vosotros.

Asustados, obedecieron sin rechistar. Desde la cabaña llegaron sonidos de disparos. Aurora tragó saliva, asustada por Dacian, que se había encargado de ello. Se mantuvo mirando hacia arriba durante un par de minutos hasta que consiguió volver en sí. Después, buscó en los alrededores algo con lo que romper el candado, lo que fuera: una piedra, una vara de metal… cualquier cosa serviría porque, a pesar de su fuerza, sus manos no serían suficiente. Encontró una roca bastante grande y un tronco grueso completamente mojado. Con la piedra fuertemente sujeta golpeó y golpeó el candado hasta que se quedó lo suficientemente débil como para romperse haciendo palanca con el tronco. El trozo de madera crujió y se astilló, pero, haciendo la fuerza necesaria en el punto adecuado, Aurora consiguió que el candado cediera, abriendo la puerta.

Se metió en la jaula y se acercó hasta los niños, que se arremolinaron en torno a ella. Cogió al más pequeño en brazos, un niño de apenas dos añitos, y salió como una gallina con sus polluelos. Su sorpresa fue que al otro lado de los barrotes les esperaban un par de hombres armados y, en lo alto de la cornisa, otros tantos les apuntaban. Instintivamente empujó a los niños con suavidad hasta que quedaron tras ella y cubrió al que llevaba en brazos con todo su cuerpo. Si les disparaban no se hacía cargo de sus actos. Lo cierto es que no tuvieron ocasión, puesto que una sombra oscura empujó a los que estaban arriba, despistando con su caía a los otros dos y aplastándolos con los cuerpos que cayeron. Aurora dio un brinco, sorprendida, e inmediatamente miró hacia arriba. Cruzó la mirada con el lobo durante escasos segundos y asintió muy levemente. Había salvado la vida de todos ellos.

—Vamos, vamos —les apremió, asegurándose de que no quedaba ninguno rezagado.

Se quedó en última posición mientras ayudaba a los niños a subir por el terraplén de barro y, cuando estuvieron todos arriba, se encaramó a la tierra y escaló hasta reunirse con ellos de nuevo. Volvió a coger al pequeño en brazos y le dio la mano a otro un poco mayor y comenzó a caminar hacia los setos donde se habían escondido al encontrar la estación. A su espalda escuchó unos pasos lentos y pesados y se giró de inmediato. No era ninguno de esos hombres, sino Dacian, con una niña en brazos. Estaba cubierto de sangre y barro, con un aspecto de todo menos bueno.

—Dacian… —susurró, asustada al ver tanta sangre en su ropa—. ¿Estás bien? ¿Te han disparado? —Ella se paró, pero los niños tenían demasiado miedo como para hacerlo, así que siguieron andando hasta los arbustos—. Vamos, pongámonos a salvo y te miraré las heridas. ¿La niña está bien?

por **Dacian Bassarides** Dom Dic 25, 2016 3:49 am

···

Dacian no hacía otra cosa que temblar, pese a que el calor corporal fuese alto, transmitiéndole así a la niña el propio con tal de que sobreviviese en el camino de vuelta a "casa". Se encontró con Aurora y soltó todo el aire que parecía estar retendiendo; ella se encontraba bien y los niños huían sanos y salvos gracias a su mano. Ahí, dónde él tuvo que transformarse, ella usó su ingenio más allá de la fuerza bruta que sus frágiles manos pudieron permitirle. Dacian la miró con verdadero orgullo, aun con el semblante serio, incapaz de poder articular palabra alguna, limitándose a negar a las dos incógnitas que ella le lanzaba, aunque sólo una de ellas era mentira.

No tenía tiempo de mirar sus heridas, ni se podía permitir el lujo de parar un sólo segundo de tener la más aterradora de las sensaciones, como si algo muy malo acabase de suceder, aun cuando ellos hubiesen "ganado". Dacian se tomó el atrevimiento de dar un paar de pasos más hacia ella, y aun teniendo a la niña en brazos, depositó un beso en la frente de Aurora, seguido de un "gracias" que fué quizás el más sincero pronunciado en años.

- Volvamos a casa.- Dijo con amabilidad inscrita en su mirada. Volviendo al camino que les llevaría a casa. Era largo y tedioso, pero para aquellos niños, la recompensa que les esperaba al llegar a casa sería gratificante. ¿Qué mejor que volver con los tuyos y ser colmado de atenciones y mimos bajo el frío del invierno? La lección estaba aprendida, aunque para ellos no hubiese sido un juego sino algo que les haría aprender a no confiar en los desconocidos.

Algunos murmuraban sobre "el monstruo", otros aún temblaban y otros sin embargo se mantenían con las manos entrelazadas, como si el separar aquellos dedos les hiciese perderse de nuevo.

Dacian permanedió atrás, junto a Aurora. No sabía cómo podría agradecerle la ayuda prestada en aquel momento ya que de no ser por ella, aquella noche habría acabado con muchas más vcictimas inocentes de las que resultaron finalmente.

- ¿Te sabes alguna canción? Creo que necesitan relajar sus pequeñas mentes con algo alegre, al menos hasta que lleguemos a la aldea.- Podría haber dicho que se moría de ganas por oír su voz, ya que no tuvieron la gran oportunidad de conversar anteriormente, pero de cualquier forma ella se le antojaba una parte primordial y necesaria en aquella improvisada misión, en la que la claridad de mente y la inteligencia de la morena, fué lo que hizo que todos salieran de allí vivos.

···

por **Aurora Marceau** Mar Dic 27, 2016 4:28 pm

Parada con el más pequeño de los niños en brazos y otro de la mano, esperó hasta que Dacian se acercó a ella. El resto de niños caminaban alejándose de la zona, pero no se atrevían a separarse mucho de los adultos. Junto a ellos estaban a salvo, y lo sabían. Aurora estaba impaciente por salir de allí, puesto que no sabían si habría más gente por los alrededores. Los dos estaban cansados, y Dacian herido —aunque no sabía en qué medida—, así que no tendrían muchas opciones de escapar de nuevo si les asaltaba un nuevo grupo.

La reacción del licántropo le sorprendió un poco. No tenía buen aspecto, eso se veía a simple vista, pero aquel gracias, precedido por el beso en la frente, la preocuparon. Le miró intentando averiguar qué pasaba por su mente, pero no era ni el momento ni el lugar. Tenía razón, volver era la mejor opción, y sin detenerse por el camino.

—Sí —contestó recolocando al niño sobre ella—, volvamos.

Puso una mano en el hombro del licántropo para indicar que pasara. Ella miró hacia atrás un momento, hacia la antigua estación. No se veía movimiento desde las ventanas, y eso la tranquilizó hasta cierto punto. No sabía lo que Dacian había hecho, y no estaba segura de querer saberlo. Ella sabía lo que era él, y su transformación sin luna la había sorprendido casi tanto como a los niños. La inocencia de los pequeños les ayudaría bien a olvidarlo, o bien a recordarlo con más fuerza, pero sólo como si hubiera sido un sueño fantasioso de una tarde de juegos. Ningún adulto creería la historia de un monstruo que les había ayudado a escapar de boca de unos niños que habían estado tan cerca de morir. Pero Aurora sabía lo que había visto y lo que había pasado, aunque todavía no llegaba a entender bien cómo.

Volvió a mirar al frente para no volver la vista atrás. Acomodó al crío por segunda vez y volvió a darle la mano al que caminaba a su lado. Se mantenía al lado de Dacian, que llevaba a la niña en brazos.

—¿Una canción? Hummm —arrugó el ceño y elevó la mirada al cielo durante unos segundos—. Mi madre me solía cantar una, estoy segura de que alguno de vosotros se la sabe —retó a los niños, que la miraban un tanto confusos. Soltó la manita del que iba a su lado y la elevó, doblando el codo y dejando los dedos apuntando hacia arriba—. Ainsi font, font, font, les petites marionettes —cantó, girando la muñeca hacia un lado y hacia otro—, ainsi font, font, font, trois petits tours et puis s’en vont.

El más pequeño, que empezaba a quedarse adormilado en sus brazos, alzó la mano y empezó a moverla intentando imitar los movimientos fluidos de la mujer. Los de él, sin embargo, eran bastos y torpones; sacudía el brazo entero en vez de girar la muñeca, y después se la quedaba mirando sin entender bien por qué no hacía lo que se suponía que debía hacer. Una chiquilla se acercó y le enseñó cómo hacerlo, buscando la aprobación de la mujer. Aurora no pudo evitar sonreír, había conseguido que al menos parte de ellos se olvidaran de lo que acababan de vivir. De nuevo, gracias a la idea de Dacian.

—Tenías razón —dijo, acariciando la cabeza de la niña antes de que echara a correr con el grupo que iba por delante—. Necesitaban distraerse. Ha sido una buena idea. —Se giró hacia él y observó a la niña, medio adormilada en sus brazos. Volvió a ver la sangre y el barro en su cuerpo, y la preocupación por su salud creció—. ¿Estás seguro de que no quieres que alguien te mire esas heridas? En el campamento habrá alguien que pueda hacerlo.

En ese momento, los dos licántropos se encontraron con el grupo de hombres que había salido en busca de los niños. Los más mayores corrieron a su encuentro, buscando en el grupo si sus padres los esperaban. Uno de los varones se acercó hasta Dacian y cogió a la niña, arropándola en su pecho con ternura. Aurora supuso que era su padre. Soltaba murmullos de agradecimiento incomprensibles mientras se encaminaba el campamento tras el grueso del grupo. El niño en sus brazos terminó por dormirse, pero, a pesar de que se encontraban solos, por así decirlo, no se atrevía a plantear sus dudas en voz alta.

por Contenido patrocinado

Beautiful disaster · Aurora Marceau ·

Beautiful disaster · Aurora Marceau ·

Re: Beautiful disaster · Aurora Marceau ·

Re: Beautiful disaster · Aurora Marceau ·

Re: Beautiful disaster · Aurora Marceau ·

Re: Beautiful disaster · Aurora Marceau ·

Re: Beautiful disaster · Aurora Marceau ·

Re: Beautiful disaster · Aurora Marceau ·

Re: Beautiful disaster · Aurora Marceau ·

Re: Beautiful disaster · Aurora Marceau ·

Re: Beautiful disaster · Aurora Marceau ·

Re: Beautiful disaster · Aurora Marceau ·