AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Remedios desesperados ~ Privado
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Remedios desesperados ~ Privado
Estaba débil como para ir de caza pero no para no venir a trabajar. Llevaba una venda que tapaba la herida del cuello producida por el mordisco del vampiro, no quería que ningún compañero me preguntase a ver que eran esos colmillos, simplemente les había dicho que había sido un percance en casa y al parecer, se lo habían tragado. Otras veces había venido con golpes también producidos por "golpes en casa"... Tenía que andar con más cuidado, necesitaba recuperar a Mordekai, con él, al menos recibiría menos golpes por sorpresa. ¿Podría Elora hacerme más? Sería genial que pudiera hacer uno más para Jane, así estaría más tranquilo cuando saliese sola de caza, como estaba haciendo estos días en los que yo no la acompañaba. Y quizás, más adelante, cuando formase el Team Hunter, pudiese añadir más Mordekais al equipo. Tenía que hablar con ella, pero no la había visto desde hacía meses y tampoco había visto a Xaryne por lo que estarían juntas irradiando amor verdadero. Hice una mueca y seguí partiendo la cebolla en tacos, haciendo que me llorasen los ojos.
Hoy tenía turno de noche, Jane estaba cazando, Adaline desaparecida... Estaba mejor aquí que en casa, por eso había insistido en quedarme cuando Gerard, el jefe del restaurante me había dicho que me fuese, no le gustaban nada los vendajes que llevaba. Saqué un trozo grande de carne, lo partí con el cuchillo de carnicero y lo eché en el puchero que estaba hirbiendo en el fuego. El menú de hoy era un guisado de vacuno. Terminé de preparar todo y pasé mi peso de un lado a otro de la pierna. Me dolía la que había sido rozada por la flecha que había lanzado Jane. Me dolía el torso, por los arañados producidos por el vampiro, también el hombro, por la flecha que había lanzado Jane por culpa del vampiro y sobre todo me dolía la herida del cuello. Estaba hecho un auténtico desastre. Nunca me había pasado algo parecido y tan grave, no llega a estar Jane conmigo en ese momento y yo estaría criando malvas. Hice una mueca, me estaba agobiando con tanto calor. Miré a Alexander, mi pinche de cocina, le hice una seña para que controlase el guisado y salí a la parte de atrás del restaurante.
Respiré el aire frío que hacía esta noche y me apoyé en la pared, no me vendría mal una silla en la parte de atrás, donde teníamos la carne, las verduras, el pescado y todo lo necesario para poder cocinar. Miré a la luna, la cual estaba en luna llena. Jane tendría que andarse con ojo si salía esta noche, pues no solo los vampiros la iban a acompañar... Me miré las manos y suspiré, todo se estaba torciendo por momentos, desde que ese vampiro me había robado una parte de mí al llevarse con él mi sangre.
Hoy tenía turno de noche, Jane estaba cazando, Adaline desaparecida... Estaba mejor aquí que en casa, por eso había insistido en quedarme cuando Gerard, el jefe del restaurante me había dicho que me fuese, no le gustaban nada los vendajes que llevaba. Saqué un trozo grande de carne, lo partí con el cuchillo de carnicero y lo eché en el puchero que estaba hirbiendo en el fuego. El menú de hoy era un guisado de vacuno. Terminé de preparar todo y pasé mi peso de un lado a otro de la pierna. Me dolía la que había sido rozada por la flecha que había lanzado Jane. Me dolía el torso, por los arañados producidos por el vampiro, también el hombro, por la flecha que había lanzado Jane por culpa del vampiro y sobre todo me dolía la herida del cuello. Estaba hecho un auténtico desastre. Nunca me había pasado algo parecido y tan grave, no llega a estar Jane conmigo en ese momento y yo estaría criando malvas. Hice una mueca, me estaba agobiando con tanto calor. Miré a Alexander, mi pinche de cocina, le hice una seña para que controlase el guisado y salí a la parte de atrás del restaurante.
Respiré el aire frío que hacía esta noche y me apoyé en la pared, no me vendría mal una silla en la parte de atrás, donde teníamos la carne, las verduras, el pescado y todo lo necesario para poder cocinar. Miré a la luna, la cual estaba en luna llena. Jane tendría que andarse con ojo si salía esta noche, pues no solo los vampiros la iban a acompañar... Me miré las manos y suspiré, todo se estaba torciendo por momentos, desde que ese vampiro me había robado una parte de mí al llevarse con él mi sangre.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
- Mensajes : 445
Fecha de inscripción : 23/12/2015
Edad : 32
Localización : Detrás de ti
Re: Remedios desesperados ~ Privado
Llevaba horas deambulando por el centro de París, sin rumbo fijo. Las palabras de Erlend todavía resonaban en mi cabeza y se clavaban cual estacas en mi corazón. ¿Cómo debería sentirme en esos momentos? Vacía; era lo único que podría describirme.
Había optado por abandonar por una noche las visitas a los aldeanos que esperaban mi ayuda por mi conocimiento de las plantas medicinales. Mi ánimo era nefasto, y no sería buena compañía para nadie.
Pasear como un ciudadano más me relajaba; las calles mojadas de la ciudad eran reconfortantes. Aquella llovizna fina que caía sin parar, dejaba el aire limpio y las calles vacías.
No era consciente de cuanto tiempo llevaba andando, ni donde me encontraba, cuando sentí unos pasos tras de mí. Me giré sobresaltada, más no encontré a nadie. Extraño, muy extraño, más continué mi camino, esta vez tratando de estar atenta a los sonidos envolventes de la ciudad.
Minutos después, de nuevo escuché ese sonido, más sin girarme del todo, miré de reojo y puede atisbar una sombra a lo lejos, que trataba de ocultarse en uno de los escaparates cerrados.
El miedo se apoderó de mí, y eché a correr por los adoquines mojados, hasta que un oscuro callejón fue mi refugió. Me oculté tras unos cubos de basura, y esperé un tiempo prudente hasta que me moví de allí.
Miré de nuevo a la calle principal; no había nadie. O bien me estaba volviendo loca, o el peligro había pasado.
Pero fue entonces cuando me percaté de que había alguien al fondo del callejón, donde una pequeña luz alumbraba una puerta trasera. ¿Sería mi perseguidor, que había dado la vuelta para atraparme desde la retaguardia? Más pronto me di cuenta, que era un humano inocente, que se apoyaba en la pared trasera de aquel local; y por lo que pude percibir, le costaba mantenerse en pie.
Sin poder evitar mi predisposición de ayudar a los demás, me acerqué con sigilo y precaución a aquel hombre herido.
- Perdone, ¿está usted bien? ¿necesita que le ayude?.- susurré con la voz temblorosa sin acercarme del todo a él.
Era un hombre apuesto, con unos ojos cautivadores que me miraban fijamente...y tenía algo distinto que no terminaba de descubrir.
Había optado por abandonar por una noche las visitas a los aldeanos que esperaban mi ayuda por mi conocimiento de las plantas medicinales. Mi ánimo era nefasto, y no sería buena compañía para nadie.
Pasear como un ciudadano más me relajaba; las calles mojadas de la ciudad eran reconfortantes. Aquella llovizna fina que caía sin parar, dejaba el aire limpio y las calles vacías.
No era consciente de cuanto tiempo llevaba andando, ni donde me encontraba, cuando sentí unos pasos tras de mí. Me giré sobresaltada, más no encontré a nadie. Extraño, muy extraño, más continué mi camino, esta vez tratando de estar atenta a los sonidos envolventes de la ciudad.
Minutos después, de nuevo escuché ese sonido, más sin girarme del todo, miré de reojo y puede atisbar una sombra a lo lejos, que trataba de ocultarse en uno de los escaparates cerrados.
El miedo se apoderó de mí, y eché a correr por los adoquines mojados, hasta que un oscuro callejón fue mi refugió. Me oculté tras unos cubos de basura, y esperé un tiempo prudente hasta que me moví de allí.
Miré de nuevo a la calle principal; no había nadie. O bien me estaba volviendo loca, o el peligro había pasado.
Pero fue entonces cuando me percaté de que había alguien al fondo del callejón, donde una pequeña luz alumbraba una puerta trasera. ¿Sería mi perseguidor, que había dado la vuelta para atraparme desde la retaguardia? Más pronto me di cuenta, que era un humano inocente, que se apoyaba en la pared trasera de aquel local; y por lo que pude percibir, le costaba mantenerse en pie.
Sin poder evitar mi predisposición de ayudar a los demás, me acerqué con sigilo y precaución a aquel hombre herido.
- Perdone, ¿está usted bien? ¿necesita que le ayude?.- susurré con la voz temblorosa sin acercarme del todo a él.
Era un hombre apuesto, con unos ojos cautivadores que me miraban fijamente...y tenía algo distinto que no terminaba de descubrir.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 244
Fecha de inscripción : 17/05/2016
Localización : Paris
Re: Remedios desesperados ~ Privado
¿Qué hacía aquí? Debería de estar en casa con la chimenea encendida, tomando un caldo de pollo caliente, tumbado en mi sofá leyendo cualquier libro que encontrase en la estantería y no aquí, perdiendo el tiempo como lo estaba haciendo. No podía ni trabajar en la cocina. Pero necesitaba dejar de pensar por unas horas, necesitaba encontrarme distraído y eso solo lo conseguía haciendo algo útil... Pasé las manos por el pelo y después por la barba. ¿Cuánto hacía que no me afeitaba? Esta ya estaba bastante larga, seguro que si bebía algo, se me quedaban gotas en el bigote. Le tendría que decir a Jane que me afeitase.
Estaba pensando en volver adentro cuando al principio del callejón apareció una figura. Una femenina. Se acercó hasta donde me encontraba y alcé una ceja, la luz de la luna la iluminó y pude verla como era. Hice una mueca, estaba jodido si la vampira tenía hambre. Escuché lo que me dijo y cogí el mango de la puerta, por si acaso tenía que entrar rápido adentro. ― No se como alguien como tú podría ayudarme a mí. ― Contesté borde, quería que se fuera... Estaba en peligro. ¡Joder necesitaba a Mordekai! Nunca pensé que podía echar tanto de menos a un botón de color naranja.
Estaba pensando en volver adentro cuando al principio del callejón apareció una figura. Una femenina. Se acercó hasta donde me encontraba y alcé una ceja, la luz de la luna la iluminó y pude verla como era. Hice una mueca, estaba jodido si la vampira tenía hambre. Escuché lo que me dijo y cogí el mango de la puerta, por si acaso tenía que entrar rápido adentro. ― No se como alguien como tú podría ayudarme a mí. ― Contesté borde, quería que se fuera... Estaba en peligro. ¡Joder necesitaba a Mordekai! Nunca pensé que podía echar tanto de menos a un botón de color naranja.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
- Mensajes : 445
Fecha de inscripción : 23/12/2015
Edad : 32
Localización : Detrás de ti
Re: Remedios desesperados ~ Privado
Me sorprendió la reacción de aquel hombre al que prestaba mi ayuda, más pronto descubrí el porque de su aversión hacia mí. Aquel hombre que se encontraba totalmente desarmado y herido, era un cazador.
Desde luego que París se había convertido en mi infierno personal, ¿era posible que me pasase algo peor? Suspiré; mejor no cabrear a ningún dios más, porque parecía que la tenían tomada conmigo.
- No sé como alguien como tú podría ayudarme a mí.- apuntó con tono malhumorado mientras se agarraba del pomo de la puerta.
Debería dejarlo allí, para que algún otro vampiro desalmado terminase con aquel pobre mortal malherido. Pero yo no era así; era estúpida, y volví a intentarlo.
- Ambos sabemos lo que somos.- dije tajante.- Pero mis conocimientos con plantas curativas, podrían ayudarle. Y no voy a hacerle daño; si esa fuese mi intención, hace rato que hubiese dejado su cadáver en ese contenedor.
Quizás mis palabras no fuesen muy convincentes, pero mi humor de aquel día no me dejaba ser más cariñosa en aquellos momentos.
Di un par de pasos hacia él, y me arrodillé a poco menos de un metro.
- Le dejaré que coloque una estaca delante de mi corazón mientras le curo las heridas, si así se siente más tranquilo.- apunté esta vez con más calma.
El cazador me miraba todavía desafiante, más yo no era lo peor que podría encontrarse aquella noche si continuaba herido y sin poder defenderse.
Desde luego que París se había convertido en mi infierno personal, ¿era posible que me pasase algo peor? Suspiré; mejor no cabrear a ningún dios más, porque parecía que la tenían tomada conmigo.
- No sé como alguien como tú podría ayudarme a mí.- apuntó con tono malhumorado mientras se agarraba del pomo de la puerta.
Debería dejarlo allí, para que algún otro vampiro desalmado terminase con aquel pobre mortal malherido. Pero yo no era así; era estúpida, y volví a intentarlo.
- Ambos sabemos lo que somos.- dije tajante.- Pero mis conocimientos con plantas curativas, podrían ayudarle. Y no voy a hacerle daño; si esa fuese mi intención, hace rato que hubiese dejado su cadáver en ese contenedor.
Quizás mis palabras no fuesen muy convincentes, pero mi humor de aquel día no me dejaba ser más cariñosa en aquellos momentos.
Di un par de pasos hacia él, y me arrodillé a poco menos de un metro.
- Le dejaré que coloque una estaca delante de mi corazón mientras le curo las heridas, si así se siente más tranquilo.- apunté esta vez con más calma.
El cazador me miraba todavía desafiante, más yo no era lo peor que podría encontrarse aquella noche si continuaba herido y sin poder defenderse.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 244
Fecha de inscripción : 17/05/2016
Localización : Paris
Re: Remedios desesperados ~ Privado
El episodio de la pelea con aquel vampiro en la Laguna apareció en mi mente cuando vi a la vampiresa tan cerca de mí, el dolor que había sentido al notar como los colmillos se clavaron en mi piel había sido increíble. Hasta ahora, nunca había sido mordido por uno de esa especie, pude sentir como la vida se esfumaba de mi cuerpo para dejarlo inerte en el suelo si no llegase a estar Jane conmigo. Bendito día en el que la conocí y aceptó ser mi aprendiz, si no...
La vampira dejó claro que sabía cual era mi condición de cazador de criaturas y también que no deseaba matarme, pues si no, ya lo hubiese hecho. Me imaginé como sería morir a manos de una vampiresa y negué, yo quería morir de viejo, como todos. Quizás su conocimiento fuese mayor que el de Elora, a fin de cuentas esta vampiresa quizás había vivido muchas vidas más que Elora, por lo que sus conocimientos deberían de ser mayores si se jactaba de que sabía curar a la gente. Y necesitaba ser curado, cuanto antes mejor, no sabía cuanto podía tardar en curar al completo la mordedura y los arañazos.
Entonces se arrodilló a un metro de mí y dijo aquellas palabras y no pude evitar sonreír. ¿De verdad estaba dispuesta a ayudarme en esas condiciones? Algo debía de querer... O quizás se dedicase a eso. ― No creo que sea bueno que me cures con una estaca cerca de tu corazón. ¿Por qué queréis ayudarme? ― Pregunté solo por curiosidad y decidí que la iba a dejar entrar. Abrí más la puerta y con un gesto de la cabeza le indiqué que me siguiese adentro del restaurante.
Nos íbamos a quedar en la parte de atrás de la cocina, donde se encontraban todos los productos y por suerte, había una silla en la que me podía sentar para estar mucho más cómodo. ― Quédate aquí, no toques nada.― Le advertí y fui a la cocina, donde Alexander seguía haciendo mi trabajo como un campeón. Le conté lo que pasaba, sin mencionar que la que me iba a curar era vampira, le dije que era una curandera. No dijo nada y siguió a lo suyo, por lo que volví junto la vampiresa. ―Vale. ¿Qué necesitas?―
La vampira dejó claro que sabía cual era mi condición de cazador de criaturas y también que no deseaba matarme, pues si no, ya lo hubiese hecho. Me imaginé como sería morir a manos de una vampiresa y negué, yo quería morir de viejo, como todos. Quizás su conocimiento fuese mayor que el de Elora, a fin de cuentas esta vampiresa quizás había vivido muchas vidas más que Elora, por lo que sus conocimientos deberían de ser mayores si se jactaba de que sabía curar a la gente. Y necesitaba ser curado, cuanto antes mejor, no sabía cuanto podía tardar en curar al completo la mordedura y los arañazos.
Entonces se arrodilló a un metro de mí y dijo aquellas palabras y no pude evitar sonreír. ¿De verdad estaba dispuesta a ayudarme en esas condiciones? Algo debía de querer... O quizás se dedicase a eso. ― No creo que sea bueno que me cures con una estaca cerca de tu corazón. ¿Por qué queréis ayudarme? ― Pregunté solo por curiosidad y decidí que la iba a dejar entrar. Abrí más la puerta y con un gesto de la cabeza le indiqué que me siguiese adentro del restaurante.
Nos íbamos a quedar en la parte de atrás de la cocina, donde se encontraban todos los productos y por suerte, había una silla en la que me podía sentar para estar mucho más cómodo. ― Quédate aquí, no toques nada.― Le advertí y fui a la cocina, donde Alexander seguía haciendo mi trabajo como un campeón. Le conté lo que pasaba, sin mencionar que la que me iba a curar era vampira, le dije que era una curandera. No dijo nada y siguió a lo suyo, por lo que volví junto la vampiresa. ―Vale. ¿Qué necesitas?―
Gael Lutz- Cazador Clase Media
- Mensajes : 445
Fecha de inscripción : 23/12/2015
Edad : 32
Localización : Detrás de ti
Re: Remedios desesperados ~ Privado
El cazador pareció destensar su gesto ante mi oferta, y sonrió, seguramente pensando que estaba loca, o que le estaba mintiendo, lo que sería lógico teniendo en cuenta las artimañas de otros seres de mi misma naturaleza para obtener alimento.
Abrió la puerta trasera de algún local de cuyo pomo estaba sujeto, y con una señal me indicó el camino, mientras me preguntaba el por qué de mi ayuda, y desechaba la idea de la estaca; con lo cual me sentí aliviada.
Me sorprendió sobremanera que confiase en mí, aunque también yo me ponía en riesgo al ayudarle. No solo por si todo aquello era una encerrona perfectamente planeada, sino porque no sabía la opinión de mis congéneres al salvar a su enemigo. En fin, aquel humano necesitaba ayuda, y eso era lo que importaba.
Cuando traspasé la puerta, una luz blanca me cegó. Observé con detenimiento para saber donde me encontraba; sin duda era la parte trasera de una cocina,llena de alimento y utensilios, y no solo estaba claro por el mobiliario metálico, sino por el olor que salía de una habitación contigua por la que el cazador desapareció unos minutos advirtiéndome que esperase sin tocar nada.
Aproveché para poner mi bolsa sobre uno de los muebles metálicos, y abrirlo para comprobar si llevaba todo lo necesario para curarlo. Sin duda había sido mordido por un vampiro, pues el vendaje de su cuello lo delataba, más no sabía si sería la única herida a tratar. Quizás un ungüento con raíz de azucena y grasa de cerdo me bastase para la herida...Raíz de azucena, llevaba...así como otras raíces y hierbas recogidas la noche anterior...me faltaba la grasa de cerdo, pero en una cocina sería fácil conseguir...
El cazador volvió instantes después, y se situó frente a mí. Lo miré a los ojos con calma; quería que viese en mi alguien en quien confiar, no una enemiga.
- Vale. ¿Qué necesitas?- preguntó todavía un poco tenso mientras no desviaba su mirada de la mía.
- Necesito que te desnudes.- contesté mientras una sonrisa se instauraba en mis labios. Solo quería ver sus heridas, pero esperé a ver su reacción antes de explicárselo; aquella parte solía ser divertida.
Abrió la puerta trasera de algún local de cuyo pomo estaba sujeto, y con una señal me indicó el camino, mientras me preguntaba el por qué de mi ayuda, y desechaba la idea de la estaca; con lo cual me sentí aliviada.
Me sorprendió sobremanera que confiase en mí, aunque también yo me ponía en riesgo al ayudarle. No solo por si todo aquello era una encerrona perfectamente planeada, sino porque no sabía la opinión de mis congéneres al salvar a su enemigo. En fin, aquel humano necesitaba ayuda, y eso era lo que importaba.
Cuando traspasé la puerta, una luz blanca me cegó. Observé con detenimiento para saber donde me encontraba; sin duda era la parte trasera de una cocina,llena de alimento y utensilios, y no solo estaba claro por el mobiliario metálico, sino por el olor que salía de una habitación contigua por la que el cazador desapareció unos minutos advirtiéndome que esperase sin tocar nada.
Aproveché para poner mi bolsa sobre uno de los muebles metálicos, y abrirlo para comprobar si llevaba todo lo necesario para curarlo. Sin duda había sido mordido por un vampiro, pues el vendaje de su cuello lo delataba, más no sabía si sería la única herida a tratar. Quizás un ungüento con raíz de azucena y grasa de cerdo me bastase para la herida...Raíz de azucena, llevaba...así como otras raíces y hierbas recogidas la noche anterior...me faltaba la grasa de cerdo, pero en una cocina sería fácil conseguir...
El cazador volvió instantes después, y se situó frente a mí. Lo miré a los ojos con calma; quería que viese en mi alguien en quien confiar, no una enemiga.
- Vale. ¿Qué necesitas?- preguntó todavía un poco tenso mientras no desviaba su mirada de la mía.
- Necesito que te desnudes.- contesté mientras una sonrisa se instauraba en mis labios. Solo quería ver sus heridas, pero esperé a ver su reacción antes de explicárselo; aquella parte solía ser divertida.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 244
Fecha de inscripción : 17/05/2016
Localización : Paris
Re: Remedios desesperados ~ Privado
Estaba completamente de la cabeza, seguramente el vampiro al morderme me había provocado alguna embolia cerebral o algo parecido, quizás un ictus, porque la sangre no me llegaba al cerebro si de verdad estaba confiando últimamente en vampiros. Primero había confiado en Erlend para que vigilase a mi hermana y ahora estaba poniendo mis heridas al descubierto a esta vampiresa. Pero... Necesitaba que me curasen, Elora no estaba para hacerlo y no quería perder más tiempo a que mi cuerpo se recuperase por sí mismo... Si la vampiresa se pasaba conmigo o aprovechaba mis heridas para beneficiarse y coger un poco de mi sangre, iba a ser capaz de darle con una sartén en la cabeza hasta que me diera tiempo de coger algún cuchillo... O eso quería creer.
Me quedé plantando delante de ella tras volver de hablar con Alexander y la miré, alzando una ceja al escuchar que era lo que en verdad necesitaba. ¿Me tenía que desnudar? Esto iba a ser muy divertido. ― ¿Los pantalones también? ― Pregunté con una sonrisa pícara, suponía que le tenía que mostrar todas las heridas así que como tenía heridas en todas partes iba a quedarme en calzoncillos. Me quité el mantil de cocinero, para después desabrochar los botones de la camisa. Me la quité, dejando al descubierto la herida del cuello, la herida del hombro causada por la flecha y en mi torso y costados, las heridas del agarre del vampiro. Estaba hecho un cuadro. Tenía todo el cuerpo de un color morado amarillento. Dejé mis ropas en una de las estanterías que había y alcé una ceja mirándola, intentando descubrir que era lo que se le pasaba por la cabeza. Me encogí de hombros y comencé a desabrocharme el cinturón del pantalón mirándola a los ojos en todo momento, no quería perderme ni un solo detalle de su rostro, por si se llegase a vislumbrar un deseo de matarme ahora mismo.
Dejé caer mis pantalones y los coloqué donde estaba la ropa que me había quitado anteriormente. Di una palmada y me senté en la silla que había. ― ¿Así te sirve?― La herida de la flecha en la pierna estaba algo más curada que las demás, puesto que solo había sido un roce.
Me quedé plantando delante de ella tras volver de hablar con Alexander y la miré, alzando una ceja al escuchar que era lo que en verdad necesitaba. ¿Me tenía que desnudar? Esto iba a ser muy divertido. ― ¿Los pantalones también? ― Pregunté con una sonrisa pícara, suponía que le tenía que mostrar todas las heridas así que como tenía heridas en todas partes iba a quedarme en calzoncillos. Me quité el mantil de cocinero, para después desabrochar los botones de la camisa. Me la quité, dejando al descubierto la herida del cuello, la herida del hombro causada por la flecha y en mi torso y costados, las heridas del agarre del vampiro. Estaba hecho un cuadro. Tenía todo el cuerpo de un color morado amarillento. Dejé mis ropas en una de las estanterías que había y alcé una ceja mirándola, intentando descubrir que era lo que se le pasaba por la cabeza. Me encogí de hombros y comencé a desabrocharme el cinturón del pantalón mirándola a los ojos en todo momento, no quería perderme ni un solo detalle de su rostro, por si se llegase a vislumbrar un deseo de matarme ahora mismo.
Dejé caer mis pantalones y los coloqué donde estaba la ropa que me había quitado anteriormente. Di una palmada y me senté en la silla que había. ― ¿Así te sirve?― La herida de la flecha en la pierna estaba algo más curada que las demás, puesto que solo había sido un roce.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 23/12/2015
Edad : 32
Localización : Detrás de ti
Re: Remedios desesperados ~ Privado
El cazador enarcó una ceja sorprendido por mi petición, pero más sorprendida me quedé yo cuando empezó a desvestirse preguntándome si debía quitarse los pantalones también ¿bromeaba, verdad?; aunque tampoco me dio tiempo a responder, pues comenzó a desnudarse ante mi atenta mirada; que poco a poco se iba oscureciendo por la situación.¿Debería explicarle cuál era mi intención? ¿O más bien preguntarle cual era la suya?
Al principio me costó retirar mis ojos de los suyos; unos ojos penetrantes que no me perdían de vista, seguramente todavía reticente a que mi ayuda fuese sincera. No podía culparle, tampoco yo estaba convencida de que aquello fuese buena idea. Estaba en su terreno, y por tanto, en desventaja.
Cuando se quitó la camisa, pude ver las múltiples heridas que había en su cuerpo; un cuerpo esculpido y cuidado, necesario para soportar los contratiempos de ser cazador. En aquellos momentos mi mirada cambió, y mi cuerpo se relajó al ver el daño que soportaba.
No quería asustarlo, pero las heridas tenían un aspecto horrible, sobre todo las de los costados, que parecían infectadas.
Estaba deliberando sobre que ungüento aplicar, aunque sería complicado curárselas en un breve espacio de tiempo, cuando el cazador ni corto ni perezoso comenzó a desabrocharse los pantalones, mientras yo me quedaba estupefacta y sonreía abrumada. Sentí como se ruborizaban mis mejillas ante el atrevimiento de aquel hombre, ahora en calzoncillos, mientras un suspiro salió de mis labios.Si me hubiesen dicho que aquella noche al salir derrotada de mi cabaña mi destino era terminar con un cazador semidesnudo delante de mí, me hubiese reído a carcajadas. Más alli estaba yo, con la mirada totalmente perdida.
Una palmada del hombre me hizo salir de mi ensimismamiento, mientras se sentaba en una silla preguntándome si así servía.
Y vaya que si servía, pensé, hasta como modelo para que pintarán cuadros al desnudo.
Meneé la cabeza para centrarme, y me acerqué con cuidado a él. No quería que me viese como una amenaza. Cuando estaba a menos de medio metro, me arrodillé de nuevo ante él y levanté despacio las manos un poco.
- Voy a tocarte con cuidado alrededor de las heridas. Trataré de no hacerte daño.- dije con la voz suave mientras acercaba mis manos a su cintura. El contraste de su calor contra mi piel fría oscureció mis ojos. Llevaba demasiados días sin comer, y aquello no ayudaba.
Apreté un poco los arañazos que tenía en el costado; como suponía estaban infectados. Y quizás los moratones implicaban alguna costilla rota.
- Puedo curarte, más no será una tarea rápida por los métodos convencionales. Tenéis varias heridas infectadas, y puede que alguna costilla rota. El mordisco del cuello es lo de menos, asi como la herida del hombro.- Supuse que se lo habría hecho con algún tipo de arma punzante; quizás una flecha.- Con ungüentos, tardarías unos días en estar bien...aunque hay otras opciones, pero no os gustarán.
¿En serio estaba pensando ofrecerle ese remedio al cazador para salvarlo? Lo había hecho en contadas ocasiones; y cuando era cuestión de vida o muerte. Y con Erlend, también lo había hecho con él para alimentarlo cuando lo encontré. Sentí la presión en el pecho de nuevo al recordarlo; demasiados sentimientos para poder olvidarlos en tan poco tiempo. Suspiré cuando sentí que las lágrimas acechaban con salir de nuevo, y miré fijamente al cazador. La decisión sería suya.
Al principio me costó retirar mis ojos de los suyos; unos ojos penetrantes que no me perdían de vista, seguramente todavía reticente a que mi ayuda fuese sincera. No podía culparle, tampoco yo estaba convencida de que aquello fuese buena idea. Estaba en su terreno, y por tanto, en desventaja.
Cuando se quitó la camisa, pude ver las múltiples heridas que había en su cuerpo; un cuerpo esculpido y cuidado, necesario para soportar los contratiempos de ser cazador. En aquellos momentos mi mirada cambió, y mi cuerpo se relajó al ver el daño que soportaba.
No quería asustarlo, pero las heridas tenían un aspecto horrible, sobre todo las de los costados, que parecían infectadas.
Estaba deliberando sobre que ungüento aplicar, aunque sería complicado curárselas en un breve espacio de tiempo, cuando el cazador ni corto ni perezoso comenzó a desabrocharse los pantalones, mientras yo me quedaba estupefacta y sonreía abrumada. Sentí como se ruborizaban mis mejillas ante el atrevimiento de aquel hombre, ahora en calzoncillos, mientras un suspiro salió de mis labios.Si me hubiesen dicho que aquella noche al salir derrotada de mi cabaña mi destino era terminar con un cazador semidesnudo delante de mí, me hubiese reído a carcajadas. Más alli estaba yo, con la mirada totalmente perdida.
Una palmada del hombre me hizo salir de mi ensimismamiento, mientras se sentaba en una silla preguntándome si así servía.
Y vaya que si servía, pensé, hasta como modelo para que pintarán cuadros al desnudo.
Meneé la cabeza para centrarme, y me acerqué con cuidado a él. No quería que me viese como una amenaza. Cuando estaba a menos de medio metro, me arrodillé de nuevo ante él y levanté despacio las manos un poco.
- Voy a tocarte con cuidado alrededor de las heridas. Trataré de no hacerte daño.- dije con la voz suave mientras acercaba mis manos a su cintura. El contraste de su calor contra mi piel fría oscureció mis ojos. Llevaba demasiados días sin comer, y aquello no ayudaba.
Apreté un poco los arañazos que tenía en el costado; como suponía estaban infectados. Y quizás los moratones implicaban alguna costilla rota.
- Puedo curarte, más no será una tarea rápida por los métodos convencionales. Tenéis varias heridas infectadas, y puede que alguna costilla rota. El mordisco del cuello es lo de menos, asi como la herida del hombro.- Supuse que se lo habría hecho con algún tipo de arma punzante; quizás una flecha.- Con ungüentos, tardarías unos días en estar bien...aunque hay otras opciones, pero no os gustarán.
¿En serio estaba pensando ofrecerle ese remedio al cazador para salvarlo? Lo había hecho en contadas ocasiones; y cuando era cuestión de vida o muerte. Y con Erlend, también lo había hecho con él para alimentarlo cuando lo encontré. Sentí la presión en el pecho de nuevo al recordarlo; demasiados sentimientos para poder olvidarlos en tan poco tiempo. Suspiré cuando sentí que las lágrimas acechaban con salir de nuevo, y miré fijamente al cazador. La decisión sería suya.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
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Re: Remedios desesperados ~ Privado
La vampiresa se quedó sin quitarme los ojos de encima durante todo el tiempo en el que me estuve desnudando, parecía un streaptesse, nada más lejos de la realidad. La palmada que di provocó que saliera de sus pensamientos y quitase la vista de mi cuerpo para centrarse en mis ojos y poder hablar o al menos, pudo acercarse a mí mientras se arrodillaba para ver mis heridas mejor. Esto era muy peligroso, estaba volviendo a jugar con fuego y quizás esta vez me quemase. Si tenía hambre, no iba a poder hacer nada para evitar su mordisco. Comenzó a tocarme las heridas del costado y solté un siseo producido por el dolor que me estaba causando al tocarme las heridas.
Escuché el diagnóstico y suspiré, si tenía alguna costilla rota la cosa se iba a complicar más. Habló de unos métodos normales, supuse que serían ungüentos y ese tipo de cosas, como hacía Elora. ¿El mordisco del cuello era lo de menos? Había sido la herida que más me había dolido en la vida, y ahora me decía que era lo de menos... La herida del hombro no me importaba en absoluto, heridas así había tenido otras veces. ― ¿Lo del cuello no tiene importancia? Es lo que más me dolió. ¿Se me va a curar del todo? ― Ya tenía muchas cicatrices por mi cuerpo como para llevar marcado también el cuello.
Esperé a que me dijera que otras opciones tenía, pero no las dijo. Al decir que no me iban a gustar me imaginé que hablaba de beber su sangre. Algunas heridas se curaban más rápido al beber sangre de inmortal. Pero no lo iba a hacer, solo de pensarlo me producía asco a mí mismo. Usaríamos otra manera, no iba me iba a permitir acabar siendo un esclavo de sangre. ― No quiero otros métodos que me curen más rápido. Tan solo póngame ungüentos y ese tipo de cosas... Puedo esperar unos días más sin salir a cazar. ― Acaricié su pelo, era del mismo tacto que una humana normal.
Escuché el diagnóstico y suspiré, si tenía alguna costilla rota la cosa se iba a complicar más. Habló de unos métodos normales, supuse que serían ungüentos y ese tipo de cosas, como hacía Elora. ¿El mordisco del cuello era lo de menos? Había sido la herida que más me había dolido en la vida, y ahora me decía que era lo de menos... La herida del hombro no me importaba en absoluto, heridas así había tenido otras veces. ― ¿Lo del cuello no tiene importancia? Es lo que más me dolió. ¿Se me va a curar del todo? ― Ya tenía muchas cicatrices por mi cuerpo como para llevar marcado también el cuello.
Esperé a que me dijera que otras opciones tenía, pero no las dijo. Al decir que no me iban a gustar me imaginé que hablaba de beber su sangre. Algunas heridas se curaban más rápido al beber sangre de inmortal. Pero no lo iba a hacer, solo de pensarlo me producía asco a mí mismo. Usaríamos otra manera, no iba me iba a permitir acabar siendo un esclavo de sangre. ― No quiero otros métodos que me curen más rápido. Tan solo póngame ungüentos y ese tipo de cosas... Puedo esperar unos días más sin salir a cazar. ― Acaricié su pelo, era del mismo tacto que una humana normal.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Re: Remedios desesperados ~ Privado
El cazador suspiró al escuchar mis palabras, alegando que lo que más le dolía era la herida del cuello, sin embargo, sanaría sin complicación.Sonreí al escuchar sus dudas sobre la posibilidad de quedarse marcado por el mordisco. Con todo lo fuerte que parecía y le preocupaba quedarse con dos puntitos en el cuello. Era una herida dolorosa sin duda, pero tan solo por la zona en la que estaba. No había desgarro y era limpia, por lo que en un par de semanas apenas se le notaría. De todas formas pensé en recomendarle un remedio casero, pero más tarde, para hacerlo sufrir un poco; un aceite a base de rosa de mosqueta haría milagros sobre las cicatrices.
- No quiero otros métodos que me curen más rápido. Tan solo póngame ungüentos y ese tipo de cosas... Puedo esperar unos días más sin salir a cazar.- contestó el cazador, imagino que sabiendo que mi sangre era la otra opción que yo le daba.
Estaba pensando en sus palabras, en su comentario sobre salir a cazar, y barajando si dejarlo allí y que se curase solito..cuando puso una mano sobre mi cabello y me estremecí. No sabía si por temor, o porque nunca me había dejado tocar por un humano, pero mis ojos se oscurecieron en ese preciso instante, mientras le mantuve la mirada intimidada por su acto.
Me levanté un poco cohibida, y nerviosa,para que negarlo. Aquella proximidad con alguien que era tan peligroso para mí, como yo lo era para él, me turbaba.
- Está bien.- conseguí decir sin mucha convicción mientras me ponía de espaldas a él acercándome de nuevo a la encimera con mis útiles.- Necesitaré un cuenco de metal, grasa de cerdo, una vela encendida, agua hirviendo y un par de paños limpios...- pensé si me faltaba algo más.- Y un vaso.
Necesitaba un poco de espacio en ese momento, en el que todavía podía sentir su contacto aunque estuviese a varios metros.
Suspiré mientras trataba de calmarme, y saqué todo lo que iba a necesitar del bolso, empezando por la pequeña navaja con la que le tendría que abrir las heridas para sacarle la infección antes de colocarle el ungüento.
Aquella noche era muy probable que acabase con una estaca en el corazón; sanar heridas de esa índole desde luego dolía bastante. Y el cazador, seguía sin confiar en mí.
- Mi nombre es Moira, señor.- susurré para darme la vuelta y mirarle de nuevo a los ojos ya más tranquila.
Unos ojos que me turbaban e inquietaban a partes iguales.
- No quiero otros métodos que me curen más rápido. Tan solo póngame ungüentos y ese tipo de cosas... Puedo esperar unos días más sin salir a cazar.- contestó el cazador, imagino que sabiendo que mi sangre era la otra opción que yo le daba.
Estaba pensando en sus palabras, en su comentario sobre salir a cazar, y barajando si dejarlo allí y que se curase solito..cuando puso una mano sobre mi cabello y me estremecí. No sabía si por temor, o porque nunca me había dejado tocar por un humano, pero mis ojos se oscurecieron en ese preciso instante, mientras le mantuve la mirada intimidada por su acto.
Me levanté un poco cohibida, y nerviosa,para que negarlo. Aquella proximidad con alguien que era tan peligroso para mí, como yo lo era para él, me turbaba.
- Está bien.- conseguí decir sin mucha convicción mientras me ponía de espaldas a él acercándome de nuevo a la encimera con mis útiles.- Necesitaré un cuenco de metal, grasa de cerdo, una vela encendida, agua hirviendo y un par de paños limpios...- pensé si me faltaba algo más.- Y un vaso.
Necesitaba un poco de espacio en ese momento, en el que todavía podía sentir su contacto aunque estuviese a varios metros.
Suspiré mientras trataba de calmarme, y saqué todo lo que iba a necesitar del bolso, empezando por la pequeña navaja con la que le tendría que abrir las heridas para sacarle la infección antes de colocarle el ungüento.
Aquella noche era muy probable que acabase con una estaca en el corazón; sanar heridas de esa índole desde luego dolía bastante. Y el cazador, seguía sin confiar en mí.
- Mi nombre es Moira, señor.- susurré para darme la vuelta y mirarle de nuevo a los ojos ya más tranquila.
Unos ojos que me turbaban e inquietaban a partes iguales.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
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Re: Remedios desesperados ~ Privado
Paseé mi mano por su fino pelo, lo tenía suave, sedoso y limpio, como el mismo tipo que tenía Jane, solo que el de ella estaba vivo. ¿Qué pasaba si le arrancaban un mechón de pelo en una pelea? ¿Se quedaría siempre con la calva? Hice una mueca divertida, ella seguía con la mirada baja, se había tensado un poco ante mi contacto, había sido una acción atrevida por mi parte, pero así era, un auténtico imbécil que cometía locuras con seres que podían matarme de un momento a otro.
Sus ojos se alzaron y los percibí más oscuros que antes. ¿Tenía hambre? Mordí mi labio, sin duda había sido un acto temerario, quizás no hubiera comido en semanas y yo me hacía acercado más de la cuenta a ella. Escuchó mis palabras con atención, dejándole claro que no quería saber nada sobre su sangre, era algo que no iba a permitir jamás.
Tras pensárselo unos minutos, se levantó de donde estaba, se apartó de mí y me dijo todo lo que necesitaba. Asentí, tenía de todo eso que me pedía, por lo que me levanté de la silla y recogí todas y cada una de las cosas, dejándolas a su lado en la amplia mesa que tenía detrás de ella. ― Bien, aquí tienes. ¿Has comido? No quiero problemas.― Le miré a modo de advertencia, si tenía hambre las cosas se iban a complicar bastante cuando empezase a curarme las heridas del costado infectadas, puesto que seguro que salía sangre.
Volví a sentarme en la silla de enfrente sin apartar mi mirada de su cuerpo, de su cara y sobre todo de sus ojos. Unos ojos que se oscurecían conforme los minutos iban pasando. Estaba semi desnudo delante de ella, con heridas que me impedían moverme bien y con destreza, pero ella estaba débil, unos ojos tan oscuros solo podían señalar que hacía días que no había bebido sangre. Entonces, me dijo su nombre. Moira. Era un nombre bonito. ― Gael.― Contesté y me coloqué algo más cómodo en la silla mientras esperaba a que la función comenzase.
Sus ojos se alzaron y los percibí más oscuros que antes. ¿Tenía hambre? Mordí mi labio, sin duda había sido un acto temerario, quizás no hubiera comido en semanas y yo me hacía acercado más de la cuenta a ella. Escuchó mis palabras con atención, dejándole claro que no quería saber nada sobre su sangre, era algo que no iba a permitir jamás.
Tras pensárselo unos minutos, se levantó de donde estaba, se apartó de mí y me dijo todo lo que necesitaba. Asentí, tenía de todo eso que me pedía, por lo que me levanté de la silla y recogí todas y cada una de las cosas, dejándolas a su lado en la amplia mesa que tenía detrás de ella. ― Bien, aquí tienes. ¿Has comido? No quiero problemas.― Le miré a modo de advertencia, si tenía hambre las cosas se iban a complicar bastante cuando empezase a curarme las heridas del costado infectadas, puesto que seguro que salía sangre.
Volví a sentarme en la silla de enfrente sin apartar mi mirada de su cuerpo, de su cara y sobre todo de sus ojos. Unos ojos que se oscurecían conforme los minutos iban pasando. Estaba semi desnudo delante de ella, con heridas que me impedían moverme bien y con destreza, pero ella estaba débil, unos ojos tan oscuros solo podían señalar que hacía días que no había bebido sangre. Entonces, me dijo su nombre. Moira. Era un nombre bonito. ― Gael.― Contesté y me coloqué algo más cómodo en la silla mientras esperaba a que la función comenzase.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Re: Remedios desesperados ~ Privado
El cazador no tardó mucho en conseguirme todo lo que le había demandado para curarlo, y disponerlo todo encima de la mesa metálica que había tras de mí.
Su mirada denotaba preocupación, y no era complicado entender el por qué. Seguramente se estaría preguntando si sería capaz de curarlo cuando le abriese las heridas de nuevo para quitar la infección y colocarle el ungüento antes de vendarle. La sangre era mi punto débil, o eso pensaba él. Esbocé una sonrisa cuando me preguntó si me había alimentado; de normal el resto de mortales no sabía de mi naturaleza y no me hacían aquella pregunta que era más que necesaria, pero aquel cazador quería estar seguro de la locura que habíamos comenzado los dos.
- Tranquilo, he hecho esto más veces.- sonreí con dulzura antes de girarme.- Conmigo no corres peligro.
Y era cierto, aunque no porque hubiese cenado aquella noche precisamente. Pero no era la sed de sangre lo que me contrariaba en ese momento. Seguía confusa por su contacto, y me costaba trabajo mantener la oscuridad de mis ojos a raya.
Lo miré por última vez mientras volvía a sentarse en la silla, y yo me giraba para preparar el ungüento y desinfectar la navaja con la que tenía pensamiento abrirle las heridas infectadas. Mezclé en el cuenco, como había hecho en tantas ocasiones la raíz de azucena, previamente metida en un agua hirviendo, con la grasa de cerdo, machacando con un mortero y consiguiendo una masa uniforme que olía a demonios pero que era muy efectiva. Quemé también la hoja de la navaja y tras enjuagarla con alcohol de romero que llevaba entre los útiles de mi bolso, lo dejé sobre uno de los paños limpios. Todo estaba dispuesto para comenzar la cura. "Gael", escuché de pronto a mi espalda. Su nombre. Sonreí; era el nombre perfecto para un ángel. Aunque para mí fuese un ángel de la muerte.
Me di la vuelta cogiendo la navaja, el paño que la soportaba y el resto de agua que había sobrado; así como un poco de alcohol...y me acerqué a él.
- Esto te va a doler. ¿Estás seguro?- pregunté mientras me volvía a poner de rodillas frente a él, apoyando esta vez mi brazo sobre su muslo para hacer mi corte más preciso, sujetando la navaja a unos pocos centímetros de su piel, y preparando uno de los paños limpios en mi antebrazo, listo para sacar la infección mediante la prensión.
Lo miré a los ojos para transmitirle seguridad. Yo sabía que no le iba a fallar, pero necesitaba que él confiase en mí, aunque fuese un poco.
Coloqué una mano con delicadeza sobre su cintura; el tacto de su piel junto a la mía me estremecía; su calor, su desnudez...nunca me había pasado cosa igual.
Su mirada denotaba preocupación, y no era complicado entender el por qué. Seguramente se estaría preguntando si sería capaz de curarlo cuando le abriese las heridas de nuevo para quitar la infección y colocarle el ungüento antes de vendarle. La sangre era mi punto débil, o eso pensaba él. Esbocé una sonrisa cuando me preguntó si me había alimentado; de normal el resto de mortales no sabía de mi naturaleza y no me hacían aquella pregunta que era más que necesaria, pero aquel cazador quería estar seguro de la locura que habíamos comenzado los dos.
- Tranquilo, he hecho esto más veces.- sonreí con dulzura antes de girarme.- Conmigo no corres peligro.
Y era cierto, aunque no porque hubiese cenado aquella noche precisamente. Pero no era la sed de sangre lo que me contrariaba en ese momento. Seguía confusa por su contacto, y me costaba trabajo mantener la oscuridad de mis ojos a raya.
Lo miré por última vez mientras volvía a sentarse en la silla, y yo me giraba para preparar el ungüento y desinfectar la navaja con la que tenía pensamiento abrirle las heridas infectadas. Mezclé en el cuenco, como había hecho en tantas ocasiones la raíz de azucena, previamente metida en un agua hirviendo, con la grasa de cerdo, machacando con un mortero y consiguiendo una masa uniforme que olía a demonios pero que era muy efectiva. Quemé también la hoja de la navaja y tras enjuagarla con alcohol de romero que llevaba entre los útiles de mi bolso, lo dejé sobre uno de los paños limpios. Todo estaba dispuesto para comenzar la cura. "Gael", escuché de pronto a mi espalda. Su nombre. Sonreí; era el nombre perfecto para un ángel. Aunque para mí fuese un ángel de la muerte.
Me di la vuelta cogiendo la navaja, el paño que la soportaba y el resto de agua que había sobrado; así como un poco de alcohol...y me acerqué a él.
- Esto te va a doler. ¿Estás seguro?- pregunté mientras me volvía a poner de rodillas frente a él, apoyando esta vez mi brazo sobre su muslo para hacer mi corte más preciso, sujetando la navaja a unos pocos centímetros de su piel, y preparando uno de los paños limpios en mi antebrazo, listo para sacar la infección mediante la prensión.
Lo miré a los ojos para transmitirle seguridad. Yo sabía que no le iba a fallar, pero necesitaba que él confiase en mí, aunque fuese un poco.
Coloqué una mano con delicadeza sobre su cintura; el tacto de su piel junto a la mía me estremecía; su calor, su desnudez...nunca me había pasado cosa igual.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
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Re: Remedios desesperados ~ Privado
Sus palabras no me tranquilizaron en absoluto, más bien lo contrario. Me pusieron más nervioso si caben, iba a necesitar tener algún arma cerca si la cosa se le iba de las manos, aunque siempre iba a poder quitarle la navaja con la que pensaba abrirme las heridas infectadas para curarlas... Sí, si me mordía le metería un golpe con el codo en la cabeza o en la cara y después, le clavaría la navaja.
Se giró entonces para preparar la navaja y el ungüento que tenía pensado untarme en las heridas, según los ingredientes, debía de oler asqueroso... No tardó mucho en prepararlo todo, mientras, yo me dediqué a observarla, parecía concentrada en su tarea pese a que no podía verle la cara, solo veía su espalda y sus brazos moverse para trabajar con maestría. Volvió a girarse con la navaja en alto junto con el paño y el cuenco donde tenía agua que le había sobrado. Sus palabras me hicieron chasquear la lengua. Si pica cura. ¿No?
― Deja de preguntarme si estoy seguro, mujer. No hagas que me lo piense mejor y te eche de aquí. ― Dije tajante, el tenerla cerca me ponía de mal humor, aunque también me llenaba de curiosidad. Al igual que Erlend, esta mujer parecía de fiar, aunque yo no me fiase de ninguno. ¿Cómo le estaría yendo a Erlend con mi hermana? Era hora de recibir noticias, este tema también me ponía nervioso. Se agachó de nuevo para poder llegar bien a las heridas sin joderse la espalda y acercó la punta de la navaja a la primera herida infectada. Cerré los ojos, ojalá esta mujer no fuese una vampiresa que estaba apunto de hacerme ver las estrellas y fuese otra chica cualquiera que se arrodillaba delante mía para hacer juegos con mi entrepierna... Pero no lo era. Me aferré al borde de la silla con ambas manos. ―Adelante.― Le di la señal y suspiré para después coger aire. Esto iba a ser doloroso.
Se giró entonces para preparar la navaja y el ungüento que tenía pensado untarme en las heridas, según los ingredientes, debía de oler asqueroso... No tardó mucho en prepararlo todo, mientras, yo me dediqué a observarla, parecía concentrada en su tarea pese a que no podía verle la cara, solo veía su espalda y sus brazos moverse para trabajar con maestría. Volvió a girarse con la navaja en alto junto con el paño y el cuenco donde tenía agua que le había sobrado. Sus palabras me hicieron chasquear la lengua. Si pica cura. ¿No?
― Deja de preguntarme si estoy seguro, mujer. No hagas que me lo piense mejor y te eche de aquí. ― Dije tajante, el tenerla cerca me ponía de mal humor, aunque también me llenaba de curiosidad. Al igual que Erlend, esta mujer parecía de fiar, aunque yo no me fiase de ninguno. ¿Cómo le estaría yendo a Erlend con mi hermana? Era hora de recibir noticias, este tema también me ponía nervioso. Se agachó de nuevo para poder llegar bien a las heridas sin joderse la espalda y acercó la punta de la navaja a la primera herida infectada. Cerré los ojos, ojalá esta mujer no fuese una vampiresa que estaba apunto de hacerme ver las estrellas y fuese otra chica cualquiera que se arrodillaba delante mía para hacer juegos con mi entrepierna... Pero no lo era. Me aferré al borde de la silla con ambas manos. ―Adelante.― Le di la señal y suspiré para después coger aire. Esto iba a ser doloroso.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Re: Remedios desesperados ~ Privado
El cazador renegó ante mi pregunta, amenazando con arrepentirse y echarme de allí. Enarqué una ceja divertida. Nunca entendería porque los hombres que se hacían los fuertes era mencionarles la palabra dolor y ponerse nerviosos. El humano se sujetó con ambas manos a la silla y soltó el aire como preparación para lo que parecía que iba a ser una dura batalla. Me mordí el labio para no reirme ante la situación que se me antojaba cómica y me centré en mi labor.
Mojé el borde de uno de los trapos con el agua aún caliente, y lo puse sobre una de las heridas. El calor ayudaría a dilatar la piel, a parte de limpiar alrededor de la misma. Con mucho cuidado de no cortarle más de no necesario para quitar la costra de aquella herida infectada, utilicé con rapidez la navaja, mientras mi mano seguía tocando su cintura, ahora más tensa, debido seguramente al dolor que notaba. Y todavía no había pasado lo peor. Cuando quité del todo la costra formada, un reguero de sangre con un ligero toque blanquecino me indicó que no me equivocaba, y que en efecto, aquella herida estaba infectada. Coloqué el paño a cada lado de la herida, y presioné ligeramente; sabía que aquello debía dolerle, y por eso en cuando percibí por el olor que la sangre salía limpia, dejé de insistir. Cogí la botella de alcohol, y tras echar un poco en una gasa, lo coloqué en su herida. Retiré la gasa llena de sangre y apliqué una gruesa capa de ungüento, que le serviría para las siguientes 24 horas; tras eso, se lo vendé.
- ¿Estás bien?- susurré mientras levanté la mirada para verlo con la cara tensa por el dolor. Pensando en que podría echarme de allí con el trabajo a medio hacer continué con la otra herida.- Trataré de no entretenerme.
Puse de nuevo mi mano sobre su cálida cintura, apoyando mi codo en su muslo. La cercanía con el cazador no era algo a lo que estuviese acostumbrada con ningún humano, más traté de centrarme en lo que me quedaba por hacer. Repetí el proceso; está vez con mayor rapidez. Tras ponerle también el ungüento en esta herida del costado, el hombro y la pierna, pues aunque no estaban infectadas, éste ayudaría en su cicatrización, mi labor estaba casi concluida.
Me puse en pie. Sonreí ante el aspecto del pobre cazador que estaba ahora lleno de ungüento maloliente y vendajes. Pero quedaba la peor parte. La costilla.
- Necesito que te pongas en pie, para comprobar si tienes alguna costilla rota. El resto ya está acabado.
Si tenía alguna costilla rota,y no había sido vendado, era posible que su unión no fuese la correcta, en cuyo caso tendría que rompersela otra vez antes de vendarle. Esperaba no tener que hacerlo, pues me daba la impresión de que al final acabaría con la estaca del cazador clavada en mí.
Mojé el borde de uno de los trapos con el agua aún caliente, y lo puse sobre una de las heridas. El calor ayudaría a dilatar la piel, a parte de limpiar alrededor de la misma. Con mucho cuidado de no cortarle más de no necesario para quitar la costra de aquella herida infectada, utilicé con rapidez la navaja, mientras mi mano seguía tocando su cintura, ahora más tensa, debido seguramente al dolor que notaba. Y todavía no había pasado lo peor. Cuando quité del todo la costra formada, un reguero de sangre con un ligero toque blanquecino me indicó que no me equivocaba, y que en efecto, aquella herida estaba infectada. Coloqué el paño a cada lado de la herida, y presioné ligeramente; sabía que aquello debía dolerle, y por eso en cuando percibí por el olor que la sangre salía limpia, dejé de insistir. Cogí la botella de alcohol, y tras echar un poco en una gasa, lo coloqué en su herida. Retiré la gasa llena de sangre y apliqué una gruesa capa de ungüento, que le serviría para las siguientes 24 horas; tras eso, se lo vendé.
- ¿Estás bien?- susurré mientras levanté la mirada para verlo con la cara tensa por el dolor. Pensando en que podría echarme de allí con el trabajo a medio hacer continué con la otra herida.- Trataré de no entretenerme.
Puse de nuevo mi mano sobre su cálida cintura, apoyando mi codo en su muslo. La cercanía con el cazador no era algo a lo que estuviese acostumbrada con ningún humano, más traté de centrarme en lo que me quedaba por hacer. Repetí el proceso; está vez con mayor rapidez. Tras ponerle también el ungüento en esta herida del costado, el hombro y la pierna, pues aunque no estaban infectadas, éste ayudaría en su cicatrización, mi labor estaba casi concluida.
Me puse en pie. Sonreí ante el aspecto del pobre cazador que estaba ahora lleno de ungüento maloliente y vendajes. Pero quedaba la peor parte. La costilla.
- Necesito que te pongas en pie, para comprobar si tienes alguna costilla rota. El resto ya está acabado.
Si tenía alguna costilla rota,y no había sido vendado, era posible que su unión no fuese la correcta, en cuyo caso tendría que rompersela otra vez antes de vendarle. Esperaba no tener que hacerlo, pues me daba la impresión de que al final acabaría con la estaca del cazador clavada en mí.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
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Re: Remedios desesperados ~ Privado
La cara de Moira parecía divertida al ver mi gesto de agarrarme a la silla porque me esperaba que lo que iba a hacer con ese cuchillo no iba a ser un camino de rosas. Comenzó mojando el borde del cuchillo con el agua caliente que le había sobrado en un cuenco y apreté mis manos sobre el borde de la silla cuando comenzó a curar la primera herida de mi costado, quitando al completo una de las costras. Los nudillos se me pusieron blancos a causa de la fuerza que estaba teniendo que hacer, dolía, pero no tanto como me habia dolido el mordisco del vampiro, por lo que era más que soportable. Entonces, presionó la herida para que saliese todo el líquido que estaba infectado en mi interior y dejé escapar un siseo, esto dolía más que lo anterior.
Después de que el líquido blanco mezclado con la sangre saliese al completo de la herida, untó una gasa en alcohol y me la puso encima. Volví a sisear, esto más que doler, escocía. Alzó la vista de su minucioso trabajo en mi cuerpo y me preguntó por mi estado de salud. Mi mandíbula seguía apretada, pero la aflojé para poder contestarle. ― Sí, tu sigue.― No me hizo esperar y continuó curándome las dolorosas heridas del costado entre sideos, jadeos y más nudillos blancos.
Coloco ungüento en las heridas que no estaban infectadas y se lo agradecí con un movimiento de la cabeza, eso seguro que hacía que se curasen antes. Al terminar, se puso de pie y me dijo lo que pensaba sobre una de mis costillas. Suspiré y le obedecí, recordando que estaba semi desnudo delante de mi enemigo. ― Espero no tener nada roto.― Extendí un poco los brazos para que me pudiera ver mejor, no sabía como se hacía para comprobar una costilla rota. ― Date prisa, no quiero que vengan a por algo de comer aquí y vean este panorama. Podrían despedirme. ― Le apremié mientras mantenía mis ojos fijos en ella.
Después de que el líquido blanco mezclado con la sangre saliese al completo de la herida, untó una gasa en alcohol y me la puso encima. Volví a sisear, esto más que doler, escocía. Alzó la vista de su minucioso trabajo en mi cuerpo y me preguntó por mi estado de salud. Mi mandíbula seguía apretada, pero la aflojé para poder contestarle. ― Sí, tu sigue.― No me hizo esperar y continuó curándome las dolorosas heridas del costado entre sideos, jadeos y más nudillos blancos.
Coloco ungüento en las heridas que no estaban infectadas y se lo agradecí con un movimiento de la cabeza, eso seguro que hacía que se curasen antes. Al terminar, se puso de pie y me dijo lo que pensaba sobre una de mis costillas. Suspiré y le obedecí, recordando que estaba semi desnudo delante de mi enemigo. ― Espero no tener nada roto.― Extendí un poco los brazos para que me pudiera ver mejor, no sabía como se hacía para comprobar una costilla rota. ― Date prisa, no quiero que vengan a por algo de comer aquí y vean este panorama. Podrían despedirme. ― Le apremié mientras mantenía mis ojos fijos en ella.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Re: Remedios desesperados ~ Privado
El cazador se puso en pie, no parecía muy convencido de aquello, pero se acercó a mí con los brazos levantados, mientras me hacía conocedora de sus deseos por no tener nada roto; por fin estábamos de acuerdo en algo. Yo tampoco lo deseaba.
Acerqué mis manos a su cuerpo, mientras me pedía que me apresurase mirándome fijamente a los ojos. Su trabajo estaba en juego si nos descubrían, lo cual vi lógico. Ver al cazador semi desnudo en la parte trasera de la cocina era una visión un tanto traumática para quien apareciese por allí. Sonreí imaginándomelo dando explicaciones sobre qué hacíamos en esa situación.
Asentí y concienzudamente comencé a palpar sus costillas, cerca de donde aparecía un enorme moratón que era lo que me había puesto en alerta. Su tacto cálido me contrariaba, e inconscientemente suspiré. Maldije para mí misma cuando noté la costilla rota, y al sentir el callo que se había empezado a formar en la dirección equivocada. Al menos solo era una, y no dos.
Lo miré fijamente mientras le daba la mala noticia.
- Tienes una costilla rota, y tengo que curártela sin más remedio, o podría causarte problemas muy graves.- susurré mientras acercaba mi cuerpo al suyo para prepararme para rompérsela sin avisar.
Si le contaba lo que tenía en mente, dudaba que accediese, así que decidí actuar con mi cuenta y riesgo de ser empalada.
Mis ojos oscurecidos seguían con la mirada fija en sus ojos desconfiados, me acerqué despacio, muy despacio, acortando la distancia entre nuestros cuerpos; rodeé su cuerpo con una de las manos, y con la otra sujetaba su costilla rota. Fui acercándome más a sus labios, mientras mi respiración se juntaba con la suya. Y entonces...¡zas! le rompí la costilla nuevamente y me separé de él.
- No te muevas...voy a vendártela para que suelde bien.- dije mientras alargaba el brazo en busca de vendas para fijársela de forma que no pudiese moverse y complicar su curación, mientras mi mano seguía sujetando su cuerpo dolorido.- Siento haberte hecho daño.
Acerqué mis manos a su cuerpo, mientras me pedía que me apresurase mirándome fijamente a los ojos. Su trabajo estaba en juego si nos descubrían, lo cual vi lógico. Ver al cazador semi desnudo en la parte trasera de la cocina era una visión un tanto traumática para quien apareciese por allí. Sonreí imaginándomelo dando explicaciones sobre qué hacíamos en esa situación.
Asentí y concienzudamente comencé a palpar sus costillas, cerca de donde aparecía un enorme moratón que era lo que me había puesto en alerta. Su tacto cálido me contrariaba, e inconscientemente suspiré. Maldije para mí misma cuando noté la costilla rota, y al sentir el callo que se había empezado a formar en la dirección equivocada. Al menos solo era una, y no dos.
Lo miré fijamente mientras le daba la mala noticia.
- Tienes una costilla rota, y tengo que curártela sin más remedio, o podría causarte problemas muy graves.- susurré mientras acercaba mi cuerpo al suyo para prepararme para rompérsela sin avisar.
Si le contaba lo que tenía en mente, dudaba que accediese, así que decidí actuar con mi cuenta y riesgo de ser empalada.
Mis ojos oscurecidos seguían con la mirada fija en sus ojos desconfiados, me acerqué despacio, muy despacio, acortando la distancia entre nuestros cuerpos; rodeé su cuerpo con una de las manos, y con la otra sujetaba su costilla rota. Fui acercándome más a sus labios, mientras mi respiración se juntaba con la suya. Y entonces...¡zas! le rompí la costilla nuevamente y me separé de él.
- No te muevas...voy a vendártela para que suelde bien.- dije mientras alargaba el brazo en busca de vendas para fijársela de forma que no pudiese moverse y complicar su curación, mientras mi mano seguía sujetando su cuerpo dolorido.- Siento haberte hecho daño.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 17/05/2016
Localización : Paris
Re: Remedios desesperados ~ Privado
El contraste de sus manos frías sobre mi cuerpo caliente me hacía temblar, era una sensación extraña que había sentido algunas veces en medio de las peleas, pero nunca la había sentido porque yo estuviese dispuesto a sentirlo... Mantuve mi vista en sus manos un instante, mientras recorría mi torso para ver mi costilla. Me hizo conocedor de que tenía una costilla rota que estaba soldando mal. ¿Eso que significaba? ¿Cómo pensaba curarlo?
Se acercó más a mí de repente, demasiado cerca. Hice una mueca de desagrado, era como tener cerca a una montaña de carne putrefacta pero que desgraciadamente había vuelto a la vida. Sus brazos comenzaron a envolverme poco a poco, sus ojos oscuros no quitaban de vista los míos claros, su boca se acercó tanto a la mía que podía notar su aliento en mi cara. ¿Qué diablos hacía? ¿Me iba a besar? Me puse tenso como un resorte, estaba listo para apartarla de mí, pero de repente un crack se escuchó en mi cuerpo y un dolor insoportable me llenó al completo.
Quise gritar, pero de mi garganta no salía ningún sonido, solamente mis ojos estaban mirándola como si tuviese delante al coco que venía de pequeño a visitarme por las noches. Apreté los puños con tanta fuerza que pensé que se me romperían los tendones de la mano. ¡Maldita zorra! ¿Así se curaba una costilla? Menos mal que la tenía lejos por que si no, el clavarle una estaca en el corazón hubiera sido el menor de sus problemas.
El dolor era tan insoportable que creía que me iba a desmayar. Se acercó a mí diciendo que no me moviera, que me iba a vendar para que se soldase bien. ¿De verdad se creía que tenía fuerzas para moverme? Puta loca. Dejé que me vendase mientras escuchaba como me pedía perdón por haberme hecho daño. Apreté los dientes, si abría la boca iba a decirle alguna barbaridad y no quería tener que pelear con ella ahora.
Se acercó más a mí de repente, demasiado cerca. Hice una mueca de desagrado, era como tener cerca a una montaña de carne putrefacta pero que desgraciadamente había vuelto a la vida. Sus brazos comenzaron a envolverme poco a poco, sus ojos oscuros no quitaban de vista los míos claros, su boca se acercó tanto a la mía que podía notar su aliento en mi cara. ¿Qué diablos hacía? ¿Me iba a besar? Me puse tenso como un resorte, estaba listo para apartarla de mí, pero de repente un crack se escuchó en mi cuerpo y un dolor insoportable me llenó al completo.
Quise gritar, pero de mi garganta no salía ningún sonido, solamente mis ojos estaban mirándola como si tuviese delante al coco que venía de pequeño a visitarme por las noches. Apreté los puños con tanta fuerza que pensé que se me romperían los tendones de la mano. ¡Maldita zorra! ¿Así se curaba una costilla? Menos mal que la tenía lejos por que si no, el clavarle una estaca en el corazón hubiera sido el menor de sus problemas.
El dolor era tan insoportable que creía que me iba a desmayar. Se acercó a mí diciendo que no me moviera, que me iba a vendar para que se soldase bien. ¿De verdad se creía que tenía fuerzas para moverme? Puta loca. Dejé que me vendase mientras escuchaba como me pedía perdón por haberme hecho daño. Apreté los dientes, si abría la boca iba a decirle alguna barbaridad y no quería tener que pelear con ella ahora.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Edad : 32
Localización : Detrás de ti
Re: Remedios desesperados ~ Privado
Traté de darme prisa en vendarle, al mismo tiempo que traté de ser minuciosa pues el vendaje debía quedar lo suficientemente apretado para impedirle cualquier movimiento incorrecto durante la soldadura de su costilla.
Me sentía mal por haberle causado tanto dolor, pero no había otra forma. Jamás hacia daño a la gente, ni siquiera a un cazador cuyo único objetivo sería matarme en alguna ocasión. Había conseguido encontrar un modo de alimentarme sin dañar a los demás, y cuando debía de hacerlo por causas como aquella, no podía controlar ese sentimiento de culpabilidad.
- Vamos a sentarte.- susurré cuando terminé con mi labor, y manteniendole cogido de la cintura lo llevé hasta la silla, donde con cuidado lo ayudé a sentarse.
Me separé y comencé a recoger todos los útiles que había usado, dejando a un lado los paños ensangrentados para que Gael los tirase después. Mi labor allí había finalizado. Por la mirada destructiva que me dedicaba el cazador, supuse que ni siquiera me daría las gracias; aún así, volvería a ayudarlo si fuese necesario. Le acerqué su ropa hasta él, y se la dejé apoyada en el muslo, mientras todavía respiraba con dificultad.
De nuevo busqué en el bolso, y saqué un pequeño frasquito de color morado con un cuentagotas.
- Esto es láudano. Si no puedes aguantar el dolor, toma cinco gotas diluidas en agua, no más.- dije mientras se lo enseñaba, para después dejarlo sobre la encimera metálica.
Entonces vi el vaso vacío, que no había utilizado. Sabía que el cazador se negaría, que quizás no lo aceptaría jamás, pero en un momento crucial podría salvarle la vida.
Me mordí la muñeca hincando los colmillos con precisión. La sangre comenzó a brotar con fuerza, y colocando el vaso debajo recogí lo que de mis venas salía. Cuando se llenó un poco menos de medio vaso, levanté la muñeca mientras puse mis labios sobre la herida.Y coloqué el vaso junto al láudano.
- Si alguna vez estás herido de muerte, bebetela. No te convertirás en adicto, y te salvará la vida.- me dirigí hacia la puerta cogiendo el bolso y colgándomelo al hombro.- Cuídate, Gael.
Y abriendo la puerta por la que momentos antes había entrado, volví a sentir el frío de la noche parisina.
Me sentía mal por haberle causado tanto dolor, pero no había otra forma. Jamás hacia daño a la gente, ni siquiera a un cazador cuyo único objetivo sería matarme en alguna ocasión. Había conseguido encontrar un modo de alimentarme sin dañar a los demás, y cuando debía de hacerlo por causas como aquella, no podía controlar ese sentimiento de culpabilidad.
- Vamos a sentarte.- susurré cuando terminé con mi labor, y manteniendole cogido de la cintura lo llevé hasta la silla, donde con cuidado lo ayudé a sentarse.
Me separé y comencé a recoger todos los útiles que había usado, dejando a un lado los paños ensangrentados para que Gael los tirase después. Mi labor allí había finalizado. Por la mirada destructiva que me dedicaba el cazador, supuse que ni siquiera me daría las gracias; aún así, volvería a ayudarlo si fuese necesario. Le acerqué su ropa hasta él, y se la dejé apoyada en el muslo, mientras todavía respiraba con dificultad.
De nuevo busqué en el bolso, y saqué un pequeño frasquito de color morado con un cuentagotas.
- Esto es láudano. Si no puedes aguantar el dolor, toma cinco gotas diluidas en agua, no más.- dije mientras se lo enseñaba, para después dejarlo sobre la encimera metálica.
Entonces vi el vaso vacío, que no había utilizado. Sabía que el cazador se negaría, que quizás no lo aceptaría jamás, pero en un momento crucial podría salvarle la vida.
Me mordí la muñeca hincando los colmillos con precisión. La sangre comenzó a brotar con fuerza, y colocando el vaso debajo recogí lo que de mis venas salía. Cuando se llenó un poco menos de medio vaso, levanté la muñeca mientras puse mis labios sobre la herida.Y coloqué el vaso junto al láudano.
- Si alguna vez estás herido de muerte, bebetela. No te convertirás en adicto, y te salvará la vida.- me dirigí hacia la puerta cogiendo el bolso y colgándomelo al hombro.- Cuídate, Gael.
Y abriendo la puerta por la que momentos antes había entrado, volví a sentir el frío de la noche parisina.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 17/05/2016
Localización : Paris
Re: Remedios desesperados ~ Privado
El dolor seguía envolviéndome mientras Moira empezaba a vendar la costilla con unas vendas muy apretadas, así evitaría que la costilla volviera a soldarse mal. Rezaba porque eso no ocurriese, no quería tener que llamarla para que volviera a rompérmela de nuevo. Prefería quedarme lisiado para siempre y punto. Terminó de vendarme, dejándome casi sin respiración de lo fuerte que había apretado la venda alrededor de mi cuerpo, seguía enfadado, pero ya había dejado de insultarla en mis pensamientos, lo había hecho por mi bien, así que...
Me dijo que tenía que sentarme y con su mano congelada sobre mi cintura, me senté en la silla en la que me había curado las heridas de las garras y las flechas. Se giró para recoger todas sus cosas mientras mi vista no dejaba ni un solo segundo de mirarla. ¿Se iba ya? ― ¿Que pasa con mi herida del cuello? ¿No me la vas a mirar?― Pregunté curioso, quería que me quitase las marcas con algún ungüento mágico de esos que tenía en el bolso. Terminó de recoger y apartó los paños manchados de sangre a un lado para que los tirase más tarde. Se giró de nuevo esta vez para mirarme y enseñarme un bote de color morado con un cuenta gotas. Alcé una ceja. ―¿Que pasa si me tomo el bote entero? ¿Moriré? ¿Me desmayaré? ¿Me transformaré en vampiro?― Necesitaba tomarme eso ya. Esto dolía demasiado aunque hubiera recuperado mi sentido del humor. ―Quiero tomarme el bote entero, enserio. Esto duele como mil demonios.― Me miré las vendas e hice una mueca con la boca.
Levanté la vista cuando vi unas gotas de sangre caer al suelo. La muy loca se estaba mordiendo en la muñeca y dejando su sangre en un vaso. Me dijo aquellas horrorosas palabras y me levanté. ―Antes prefiero morir que ser tu esclavo de sangre, Moira. Seguro que me vuelvo adicto con un par de gotas y te acabaría dando mi sangre a cambio de la tuya. A mi no me engañas. Si necesitas sangre busca a otro humano.― Entonces, se dirigió a la puerta para marcharse. ¿Se iba ya? Suspiré, ni siquiera le había dado las gracias. ―Muchas gracias por curarme. De verdad. ¿Te vas ya?― Era obvio que se iba, pero no quería que se fuese... Me di cuenta entonces de que seguía en ropa interior, por lo que me giré para vestirme.
Me dijo que tenía que sentarme y con su mano congelada sobre mi cintura, me senté en la silla en la que me había curado las heridas de las garras y las flechas. Se giró para recoger todas sus cosas mientras mi vista no dejaba ni un solo segundo de mirarla. ¿Se iba ya? ― ¿Que pasa con mi herida del cuello? ¿No me la vas a mirar?― Pregunté curioso, quería que me quitase las marcas con algún ungüento mágico de esos que tenía en el bolso. Terminó de recoger y apartó los paños manchados de sangre a un lado para que los tirase más tarde. Se giró de nuevo esta vez para mirarme y enseñarme un bote de color morado con un cuenta gotas. Alcé una ceja. ―¿Que pasa si me tomo el bote entero? ¿Moriré? ¿Me desmayaré? ¿Me transformaré en vampiro?― Necesitaba tomarme eso ya. Esto dolía demasiado aunque hubiera recuperado mi sentido del humor. ―Quiero tomarme el bote entero, enserio. Esto duele como mil demonios.― Me miré las vendas e hice una mueca con la boca.
Levanté la vista cuando vi unas gotas de sangre caer al suelo. La muy loca se estaba mordiendo en la muñeca y dejando su sangre en un vaso. Me dijo aquellas horrorosas palabras y me levanté. ―Antes prefiero morir que ser tu esclavo de sangre, Moira. Seguro que me vuelvo adicto con un par de gotas y te acabaría dando mi sangre a cambio de la tuya. A mi no me engañas. Si necesitas sangre busca a otro humano.― Entonces, se dirigió a la puerta para marcharse. ¿Se iba ya? Suspiré, ni siquiera le había dado las gracias. ―Muchas gracias por curarme. De verdad. ¿Te vas ya?― Era obvio que se iba, pero no quería que se fuese... Me di cuenta entonces de que seguía en ropa interior, por lo que me giré para vestirme.
Gael Lutz- Cazador Clase Media
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Edad : 32
Localización : Detrás de ti
Re: Remedios desesperados ~ Privado
Parecía como si el cazador hubiese recuperado la vida de golpe cuando abrí la puerta para marcharme, pues comenzó a preguntar por todo y quejarse a partes iguales. Casi que prefería su estado gruñón y malhumorado; por lo menos estaba en silencio.
Sonreí mientras cerraba la puerta, y observaba como se vestía con cuidado. Seguramente el vendaje le apretaba bastante, pues sus movimientos no eran muy ágiles que digamos para ser un cazador.
Me acerqué de nuevo a la encimera donde minutos antes había dejado el láudano y la sangre y
me apoyé esperando que Gael se diese la vuelta, ya vestido y librándome por fin de su desnudez. Cuando fijo sus ojos vivaces en los míos comencé con la explicación de nuevo.
- A ver, cazador, del láudano- repetí con dulzura y con una paciencia que no sabía que tenía, mientras cogía el bote con dos dedos y se lo mostraba.- solo puedes beberte un máximo de 5 gotas diluidas en agua cada doce horas. Si las diluyes en absenta, el efecto es superior, aunque también nublará parte de tus sentidos. Si tomas más de eso, es posible que acabes en coma. Y no, con esto no te convertirás en vampiro.
Sonreí al ver su cara; quizás había exagerado un poco, pero desde luego no era bueno tomar más láudano de lo que le había aconsejado. Dejé el botecito de nuevo en su sitio para continuar con la explicación.
- Mi sangre.- cogí el recipiente donde había dejado una pequeña muestra y se lo mostré.- En el caso de que algún día estés herido de muerte, y yo no esté cerca para protegerte, esto podría ser tu salvación. Para convertirte en esclavo tendrías que beber bastante más, y ten por seguro que yo no quiero un perrito faldero detrás de mí todo el día.
Dejé el recipiente con la sangre en la encimera metálica, y buscando en mi bolso, saqué un pequeño cuentagotas que coloqué al lado de éste.
- Esto es aceite de rosa de mosqueta. Es para que no te queden las cicatrices en las marcas del cuello, aunque vale para cualquier cicatriz. Las heridas del cuello las tienes bien, y aunque te duela están cicatrizando perfectamente; así que no te preocupes.
Lo miré fijamente mientras me escuchaba en silencio; quizás debería apuntárselo todo en un papel. Sonreí con picardía ante su estupefacción, y me levanté de nuevo para marcharme. El hecho de tener que volver para contestar a sus preguntas me había hecho gracia; y más viniendo de él.
- Ahora si me voy. Ha sido un placer.- apunté mientras abría de nuevo la puerta, para luego girarme antes de salir.- Pero si quieres puedo volver en un par de días para ver como te encuentras.
El frío de la noche me envolvió de nuevo. Nuestro encuentro había llegado a su fin, aunque debía reconocer que no me importaría que nuestros caminos volviesen a cruzarse de nuevo en otra ocasión. Al final acabaría cogiéndole cariño a aquel cazador gruñón y cabezota, que me había conseguido distraer de mi pena durante una noche.
Sonreí mientras cerraba la puerta, y observaba como se vestía con cuidado. Seguramente el vendaje le apretaba bastante, pues sus movimientos no eran muy ágiles que digamos para ser un cazador.
Me acerqué de nuevo a la encimera donde minutos antes había dejado el láudano y la sangre y
me apoyé esperando que Gael se diese la vuelta, ya vestido y librándome por fin de su desnudez. Cuando fijo sus ojos vivaces en los míos comencé con la explicación de nuevo.
- A ver, cazador, del láudano- repetí con dulzura y con una paciencia que no sabía que tenía, mientras cogía el bote con dos dedos y se lo mostraba.- solo puedes beberte un máximo de 5 gotas diluidas en agua cada doce horas. Si las diluyes en absenta, el efecto es superior, aunque también nublará parte de tus sentidos. Si tomas más de eso, es posible que acabes en coma. Y no, con esto no te convertirás en vampiro.
Sonreí al ver su cara; quizás había exagerado un poco, pero desde luego no era bueno tomar más láudano de lo que le había aconsejado. Dejé el botecito de nuevo en su sitio para continuar con la explicación.
- Mi sangre.- cogí el recipiente donde había dejado una pequeña muestra y se lo mostré.- En el caso de que algún día estés herido de muerte, y yo no esté cerca para protegerte, esto podría ser tu salvación. Para convertirte en esclavo tendrías que beber bastante más, y ten por seguro que yo no quiero un perrito faldero detrás de mí todo el día.
Dejé el recipiente con la sangre en la encimera metálica, y buscando en mi bolso, saqué un pequeño cuentagotas que coloqué al lado de éste.
- Esto es aceite de rosa de mosqueta. Es para que no te queden las cicatrices en las marcas del cuello, aunque vale para cualquier cicatriz. Las heridas del cuello las tienes bien, y aunque te duela están cicatrizando perfectamente; así que no te preocupes.
Lo miré fijamente mientras me escuchaba en silencio; quizás debería apuntárselo todo en un papel. Sonreí con picardía ante su estupefacción, y me levanté de nuevo para marcharme. El hecho de tener que volver para contestar a sus preguntas me había hecho gracia; y más viniendo de él.
- Ahora si me voy. Ha sido un placer.- apunté mientras abría de nuevo la puerta, para luego girarme antes de salir.- Pero si quieres puedo volver en un par de días para ver como te encuentras.
El frío de la noche me envolvió de nuevo. Nuestro encuentro había llegado a su fin, aunque debía reconocer que no me importaría que nuestros caminos volviesen a cruzarse de nuevo en otra ocasión. Al final acabaría cogiéndole cariño a aquel cazador gruñón y cabezota, que me había conseguido distraer de mi pena durante una noche.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
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