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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Valeria Cavey Lun Jun 27, 2016 2:11 pm

La tormenta, descargó durante toda la noche, todas las lágrimas que no se derramaron de mis ojos. Apenas dieron las diez y media de la noche, cuando el médico de la familia nos dio la noticia. Abraham Thomas Cavey, había muerto, mi padre. Vivió bien rodeado de las personas que él deseó, desechando otras que no entraban en sus planes. Pobre señor Cavey, lástima de sus hijos, su esposa ¿y de mí? No, de mí no. Desde que tuve uso de razón, mi forma de ser no se parecía a ninguno de los miembros de mi familia. Mi padre afable, cercano, determinante, minucioso con sus negocios. Negocios que lo habían llevado a la cumbre. Fue respetado en vida y lo seguiría siendo después de muerto.

Todo lo que tenían era gracias a él, eso era un hecho. Y todos aquellos que los servían, la lealtad era lo primordial, un trato que jamás debería ser incumplido, siempre con sus condiciones. El personal de servicio de la casa, no era cualquiera. Elegido a conciencia, personas que le debían algo o pagaban deudas al señor por sus servicios y su trato. Tratados como merecían, se ganó la confianza y el respeto de todos y cada uno de ellos. ¿Y a mí? Me tenían en la más alta estima y posición, soy la única hija. La venerada y adorada por mi padre, el verdadero amor de su vida y su desdicha… al mismo tiempo.

¿Por qué te has ido, padre? Tan pronto, cuando más te necesitaba, ahora que me ponía al frente del negocio familiar. Asumiré este riesgo, no me queda otra y lo haré incluso mejor de lo que lo hiciste tú. La vida marítima me llamó a gritos desde que apenas tenía uso de razón, supe siempre que sería mi vocación y mi padre, también lo sabía. ¿Si me apenaba su perdida? Algún día tendríamos que morir, algunos antes que otros, claro está ¿por qué no acelerar el proceso? Ya vivió suficiente, ahora me tocaba vivir a mí, sumergirme en este mundo del que ansío zambullirme y salir a flote por mi propio pie.

Tarde gris como nuestro vestuario. Mi madre llora desconsolada y yo, me mantengo tras su espalda, pasando desapercibida entre la muchedumbre de personas que nos manifiestan su respeto. Solo muevo la cabeza ligeramente, esperando a que todo pase. Odio los funerales y este se lleva la palma ¿hasta en ese instante iba a ser importante y aclamado? Ya estaba muerto y en breve, en un hoyo donde dejaría de fastidiar los planes. “No Valeria, no sonrías, acaba de morir tu padre”. Mis dotes de actriz eran impecables, los usaba cuando era estrictamente necesario y en ese momento lo era. Me refugié en el regazo de mi madre, intentando no reírme, ¡pobre niña desvalida! Tan joven y sin su padre que la acompañe al altar cuando sea el momento. Mis sollozos fingidos, se hicieron eco en aquel pasillo repleto de lápidas. En la de mi padre “Abraham Thomas Cavey. Adorado y amante esposo, padre y señor”.

Si hubiese estado sola, incluso escupiría a ese mal nacido. No lo odiaba, tampoco lo quería, solo quería que se pudriese en esa caja para el resto de mi existencia. Todo lo suyo, ahora sería mío, por fin. No podía quitármelo de la cabeza, no dormiría esa noche pensando en lo que pondría en el testamento. Todo para su única hija, la que aprendió todo lo que sabía de su mano. Sonaba tan apetecible que me relamí sin darme cuenta, bajando la mirada, ocultando una leve sonrisa bajo mi cabello dorado. Y entonces, fue cuando sentí su mirada. Me sentía de esa forma cuando el señor Cross se fijaba en mi persona, fija e intensamente. No titubeé, mis orbes buscaron enseguida unas claras como el mismo mar de donde hacía años, fue rescatado. Sonreí de medio lado, dedicándole una leve reverencia y de paso, haciéndole un gesto con la cabeza dando a entender que después tendríamos una charla.

Haytham Cross, la mano derecha de mi padre, su sombra. ¿En qué momento llegó? No lo recordaba pero era una niña, parecía ayer cuando lo trajeron medio muerto, temiendo por su vida. ¿Quién era aquel hombre misterioso del que nadie excepto su padre sabía nada? Todo lo que ahora era, fue gracias a él pero ¿quién era realmente Haytham Cross? Conservaba a buen recaudo algunas de sus pertenencias, en su día, su propio padre le advirtió de que no se le ocurriese desvelarle nada si no era de rigurosa importancia y necesidad. Sí, ahora él también le pertenecía con todas las consecuencias ¿quién mejor que él para caminar a mi lado? Era perfecto y estaba deseando firmar mi contrato, lo haría esa misma noche.

Mandé expresamente a una joven del servicio, Anna, a que le entregase una nota al señor Cross. Las diez, mi alcoba. Era puntual, así que me faltó tiempo para echar de reojo una mirada al reloj de pared que justo, dio la primera campanada. Me supo a gloria, más cuando oí como llamaban a la puerta. No venía solo, mandé a Anna a que lo acompañase hasta que estuviese reunido conmigo y voilá,  la doncella cerró por fuera con llave y mi sonrisa se hizo presente , victoriosa. Mis ojos , se clavaron en él tras el cristal de la ventana, lo recorrí con la mirada tomándome mi tiempo y una risa, se me escapó sin querer.

Acababa de asearme, me disponía a dormir pero antes… lo haría, sellaríamos el trato de por vida…me serviría, solo a mí. Una mano apoyada en mi cintura, la otra acariciaba mis mechones rubios  con gesto distraído. Me giré despacio, de forma elegante, mis pasos hacia  él, podía oler su aroma, hierba fresca y mar.

-Señor Cross. -murmuré junto con una sonrisa, mis ojos pestañearon ligeramente de forma coqueta. -Sabe porqué está aquí -una bata blanca como la nieve, de seda, cubría mi cuerpo hasta los pies, nada más, tan elegante y sofisticada. Perfilaba cada parte de mi cuerpo, como un lienzo recién acabado y perfecto. -Siéntese -le indiqué mi cama, el borde y me acerqué cuando me obedeció. Tan dócil, como un perro leal. No me anduve con rodeos, me senté en la cama pero con la diferencia de que lo hice sobre su regazo, dejando que aquella bata se hiciese a un lado y me bastó un movimiento de dedos para deshacer el nudo. Me expuse ante él, como nunca antes lo había hecho. Mi primer acto de rebeldía tras la muerte de mi padre, ansiado momento en el que sentí sus orbes claras mirarme, me sentí aún más desnuda -Sellemos el trato. -lo miré desafiante, esperando algo que no llegó seguramente, me tocase… él jamás lo haría, yo ya no era una niña -¿Preparado? Te dolerá un poquito -murmuré, fijándome en sus labios, tan serio y distante como siempre -Dame tu muñeca -utilicé el cinturón de mi bata de seda para poder atarle primero una y luego otra, a uno de los barrotes de madera que rodeaban mi cama, como un preso que sería justiciado. Las manos a la altura de su cabeza, completamente ofrecido a mí y diablos, era demasiado tentador. -Te marcaré, todos sabrán que me perteneces. `Para siempre, ya no tendrás que servir a mi padre, ahora… lo harás solo para mí. Sabes qué tendrás a cambio si me obedeces y… -lo tenía todo preparado, la tinta, la aguja, las gasas con agua caliente, casi hirviendo… -Si no te resistes, solo dejaré mi firma en tu muñeca y si lo haces… te marcaré en cada parte de tu cuerpo -mi tono fue con autoridad, desafiante y aún seguía desnuda sobre él… sabía que era en contra de su voluntad.

Mi cuerpo, iluminado por una de las velas de mi lámpara, me iluminaban como el más bello de los espejismos ante mis ojos. Ahora, él…sería mío, por y para siempre.


Última edición por Valeria Cavey el Miér Jun 29, 2016 9:54 am, editado 1 vez
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Mensaje por Haytham Cross Mar Jun 28, 2016 2:48 pm

Había sido una noche lluviosa, nadie esperaba que aquello fuese a pasar… Al menos tan pronto. De unos días atrás el Señor de la casa gozaba de una jovial salud, pero en pocos días el declive llego y ante la espera, sin un aviso los dejo a todos huérfanos. Abraham Thomas Cavey había muerto, dejando sin atar ciertos cabos, cabos que le competían a él su mano derecha.
 
No supo si sentirse liberado o preocuparse por aquella nueva situación, la muerte de su Señor podía significar varias cosas y una de ellas, era liberarle de su trato y yugo, sus secretos al descubierto y tal vez el mayor deseo de Haytham cumplido. Volver con el recuerdo de aquella mujer, posiblemente su esposa, pero no estaba seguro. Desde aquel accidente había perdido la noción de quién era realmente, solo sabía que en su pasado había una mujer y que la amaba profundamente. También sabía que pensar en ella le hacía sentirse desolado, y de algún modo incluso desesperado, tal ese sentimiento venía por no tenerla a su lado.
 
Junto a una familia teñida por el negro luto, aguardaba su fiel guardián de roca. Haytham no supo en el funeral si llorar o reír, sentía esperanzas de recuperar lo que era suyo, pero él mismo había ayudado a redactar los documentos oficiales de la herencia de aquel hombre al que llevaba demasiado tiempo sirviendo.
Una mirada de ojos verdes, de soslayo, a la pequeña de la casa, Valeria, en las manos de aquella chiquilla estaba su libertad y propio destino.
 
Echar la vista hacia atrás, a sus recuerdos pasados, la primera vez que vio a Valeria. El señor Cavey le había salvado del mar y ahora se estaba recuperando en una de sus casas de campo.
Bajar el escalón del porche con aquella muleta, uno de sus piernas aun le fallaba, pero al menos ya podía caminar y aprendido a hablar decentemente. Su aspecto causa una cierta impresión, ya que su cuerpo enorme envuelto en las vendas, le daba la imagen más de un monstruo que de un hombre gigante como lo era. El accidente le había dejado bastante mal, su cuerpo estaba lleno de quemaduras que nunca se marcharía de su piel, y luego las heridas de bala.
 
La pequeña Valeria tendría unos 10 u 11 años, jugaba en la hierba, Haytham no sabía exactamente lo que había hablaba sola. En su silencio mudo, la observó, y ella se dio cuenta de su presencia, le tenía miedo. Y era normal, ver un hombre envuelto en aquellas vendas y mudo, era algo que temer.
Una pequeña flor recién arrancada, una mirada tímida de la pequeña, y una sonrisa de confianza por su parte. Haytham no solía sonreír, pero ver la timidez en la chiquilla le hizo gracia. Ella lo acepto, y le revolvió el regalo arrancando un poco de hierba del suelo. “Inocencia”, pensó.
Desde ese momento supo que aquella niña le tomaría en estima, y confiaría en él tanto como su padre.
 
Pero los años pasaron y la mirada dulce cambio, y eso era lo que hacía que él tuviese dudas de que ella le diese su ansiada libertad. Había estima, y él al trataba con cortesía, pero en cuanto se hubo convertido en una jovencita casadera, a quien se lo consentía todo, empezó a ver en sus ojos no inocencia. Reconocía esa miraba en las mujeres cuando le miraban a él, sabía perfectamente que tipo de impresión le producía. Equivoca por su parte, ya que el hombre pensaba que llegaría el día en que su rechazo la decepcionaría, le rompería el corazón. Cuando él la miraba, solo veía a esa niña pequeña de la casa de campo.
 
No esperaba que fuese esa noche, el cuerpo del Señora Cavey no estaba aún frío cuando ya la heredera de la casa le había solicitado. ¿Iba a hablar de su libertad o…?
 
Anna, la sirvienta les condujo a los aposentos de la Señorita Cavey. Algo que sorprendió. En aquella casa como en otras había reglas, y estar a solas con una muchacha casadera, era motivo de deshonra y escándalo. El tema debía de ser importante para tanta urgencia.
 
-Buenas noches. -Dijo con cortesía cuando la puerta por fin fue cerrada. La muchacha vestía con su ropa de dormir, aquí algo no empezaba a cuadrar. -Sí, Señorita Cavey, yo mismo fui el que redacté los documentos donde su nombre consta como heredera, si no me equivoca quiere tratar “ese” tema que solo nos concernía a su padre y a mí. -Fue directo, pocas palabras y directas.
 
Acepto su invitación de sentarse sobre la cama, aunque por un momento titubeo. No lo veía adecuado, se saltaban demasiadas reglas.
 
Sentada sobre su regazo, estuvo dispuesto a levantarse cuando el batín cayó al suelo descubriendo que aquella niña de hacía unos años se había convertido en toda una mujer. En su desnudez y acción, pudo confirmar sus sospechas.
Rápidamente la Roca giro su rostro, y desvió su mirada para no ver su desnudez como respuesta.
 
-Creo que esta no era mi idea de sellar un trato. -Sus músculos se tensaron, se sentía incómodo. Una de sus grandes manos la tomó del cuello con fuerza. Sus ojos verdes la miro directamente a los suyos peligroso. -No juegue a este juego Señorita, ¿Qué pensaría de usted su madre? -Tragó saliva con respiración contenida. -Esto podría convertirla en una mujer despreciable, su futuro “prometido” la rechazaría. -Sí, él estaba al tanto que antes de morir su padre había empezado a arreglar un matrimonio a su querida hija, candidatos no faltaban.
 
Dudas, si quisiera podría partirle aquel pequeño y delicado cuello, o asfixiarla, dejando todo en un simple accidente, pero, ¿y si su pasado quedaba muerto junto a cadáver de aquella niña?
 
Su mano se suavizó en su cuello, no tenía más remedio. Obedecer, como siempre había hecho, podía soportarlo.
Una de sus muñecas ofrecidas, esperando la marca como el ganado. Ya se la borraría cuando regresase a su hogar, 10 años había sido bastante para regalarle paciencia.
 


-Haga lo que tenga que hacer, pero debería darme esta noche parte de lo que su padre me prometió. Creo que me merezco un regalo, ¿usted no?
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Mensaje por Valeria Cavey Mar Jun 28, 2016 4:47 pm

Mírame, ya no hay vuelta atrás. Eres mío.

No iba a ser débil ni inocente como esa niña que fui en el pasado. La vida me había brindado la mayor de las oportunidades, ser dueña y señora de todo lo que conllevaba mi apellido. En cuanto cumplí la mayoría de edad, supe lo que quería y deseaba. Veía a mi padre y al señor Cross de un lado para otro, sellando tratos, consiguiendo ese imperio marítimo del que tanto presumía y tan orgulloso estaba. Ahora era suyo como muchas otras cosas y él, Haytham Cross, debía pertenecerle pasase lo que pasase.  

Parecía ayer cuando lo observaba en la distancia, tan diferente al resto, misterioso y terriblemente impredecible. Esos ojos claros, ya no me miraban como cuando era una niña. Él me había dedicado la primera sonrisa, lo recordaría durante toda mi vida, fui la única que lo hizo sonreír y volvería a conseguirlo, costase lo que me costase. Supe desde ese mismo instante de que él sería parte de mí, mi sombra e incluso mi conciencia. Pero esa mirada clara como el mar, se apartaron de mí persona justo como esperaba lo que me arrancó una risa. No iba a mirarme ni de casualidad, para él sería una niña para siempre y eso tenía que cambiarlo, debía de demostrarle que era su mejor opción y que no podía escapar de mí aunque quisiera.

Cuando sentí su mano rodeando mi cuello, mi cuerpo se erizo de forma involuntaria. Su tacto cálido, envolvía mi cuello por entero y con un movimiento…podía acabar con todo esto. No le convenía en absoluto. Le miré desafiante, entreabriendo los labios, relamiéndome y arrancarme un gemido de lo más tentador. Lejos de asustarme, lo que causó en mí fue algo muy diferente. Mi cuerpo se estremeció, arqueándome y ofrecerme aún más de lo que ya lo hacía. Ningún hombre causaba en mí lo que él, moví mis caderas acorde a su petición de que lo marcase y mi sonrisa se amplió al oír la palabra “regalo”. Muy tentador aunque para nada era de la misma forma en la que él lo veía. Sabía lo que quería y no, no iba a dárselo… no todavía.

-¿Un regalo? -reí , mirándole fijamente aunque él no me mirase, terriblemente atractivo, aún podía sentir su mano rodearme el cuello y un suspiro ahogado salió de mis labios -Pides un premio cuando ni siquiera eres capaz de mirarme como merezco ¿acaso no soy hermosa? -una de mis manos, tomaron la pluma afilada y la tinta, no había hecho esto nunca pero me dijeron a conciencia cómo hacerlo. Le dolería pero conociéndolo ni se inmutaría. -Sólo pondré mis iniciales.  Las de tu dueña y mírame -lo tomé de la barbilla, obligándole a mirarme.  El filo de la pluma con tinta estaba lista para rasgar la piel, dejar mi marca. De buena gana, delineé cada letra con ansia, haciéndole sangrar, dos letras una VC ahora marcaban su piel enrojecida. Mojé un paño en agua caliente y limpié la herida, una mezcla de tinta y agua se llevaron los restos dejando mi marca latente en su piel.

Me mordí el labio inferior, me gustó ver aquello…tanto que no pude evitarlo, me incliné hacia su muñeca y pasé la lengua por cada letra como si fuese la punta de mi lengua esa pluma afilada, marcándole. Hasta su sangre sabía deliciosa. Besé la herida, aún no había acabado. Me moría de ganas de hacer una cosa y no titubeé. Me acerqué a su cuello, pasando la nariz por su piel y enterrar mi nariz en aquella mata de cabello azabache, dejando finalmente un mordisco en el lugar. Reí, sabía que intentaría evadirse por lo aún no lo solté.

-Bien. Te daré ese regalo que ansías tener pero… con una condición -el índice lo paseé por su cuello, mirándole desde tan cerca. -Tengo algo tuyo , lo reconocerías entre un millón  y lo sabes. -en el dedo corazón un anillo lucía desafiante, burlándose de él -Te daré tu anillo, a cambio… de algo muy simple. Hazme tuya, aquí y ahora. No te pediré nada más y vamos, sé que no has tocado a una mujer en años… -la misma mano del anillo, la deslicé por su pecho, hasta llegar hasta su entrepierna donde ejercí presión -Puedes imaginar que soy otra si quieres pero no podrás evitar que grite tu nombre cuando te pierdas entre mis piernas -reí maliciosa, mostrando el anillo, ese trofeo que estaba deseando tomar…y mi petición la debía de tomar sí o sí… -Haytham -murmuré contra sus labios, mordiéndoselos y probándolo lo poco que me dejaba, temblé de pura excitación -¿Tengo que demostrarte que no tienes que hacer otra cosa que desnudarte y entrar en mí? Estoy preparada, lo has logrado tú cuando me … has cogido de esa manera, ahora… acaba lo que has comenzado-rugí excitada, enfadada… perdida en aquellas orbes que me tenían atrapada al igual que su cuerpo.
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Mensaje por Haytham Cross Miér Jun 29, 2016 8:47 am

Ni un ápice de miedo, la joven Cavey era demasiado consciente de que lo tenía buen agarrado por los huevos, como su padre anteriormente. De tal palo tal astilla, pero al menos su padre no le pedía ese tipo de “humillaciones”, lo trataba como era debido dándole incluso una posición e confianza. ¿Mancharse las manos de sangre por él? No suponía ningún problema cuando la conciencia parecía apagada en ese sentido. ¿Qué había sido de Haytham en otra vida para sentirse desprendido de esta misma y todos sus placeres?
 
Reto en sus ojos, parecía estar disfrutando de la tentativa, deleitándose con el desconcierto y contención que creaba en Haytham. Todo ella se hacía provocador y peligroso.
 
-No es de menos… -Insistió ante aquel “regalo”, si deseaba que la halagase o le dedicase hermosas palabras, estaba hablando con la persona equivocada, tan solo pudo dedicarle una mirada de arriba debajo de sus ojos, fugaz.
 
No hubo queja entre sus labios, por el escozor que la pluma tintada producía al penetrar y rasgar la piel, simplemente apretó la mandíbula y arrugo levemente la nariz. Que era sino otro arañazo más.
Sus manos suaves se posaron en su rostro, manos que no había sufrido en la vida, ni trabajado, que había vivido en una burbuja de caprichos y comodidad. Mi al contrario de las suyas, doloridas y con tacto borrado por algunas partes a causas de las quemaduras del accidente.
 
La miró a los ojos como le ordeno, pero mudo, no dejo nada. Solo permaneció impasible y frío. Sus ojos verdes eran capaces de entrar dentro de uno y dejar escalofríos. Ni intento desafiarla, solo cedió y dejo que ella hiciese lo que quisiera.
 
Luego vino la petición, sus gestos y tentativas de sus labios en su piel, eran previsibles en aquella petición. Por un momento había pensado que ella no iba a ser capaz de ello, por lo que tenía entendido en su vida había sido tocada por un hombre. ¡Qué valor hacerle aquella petición aun siendo inexperta!
 
Para ella iba a ser solo un cascaron vacío, él solo podría limitarle a darle lo físico, y al parecer para aquella niña llena de deseos y fantasías sobre su persona le bastaba. Su alma le pertenecía a otra, de la cual, no estaba seguro si estaba o no viva, pero sus esperanzas y sus ganas de vivir se aferraban a algún día recuperarla.
 
Su mano seguía tentativa, frente a sus ojos apareció la imagen de un anillo que le quedaba demasiado grande a la joven. No sabía por qué, pero unos fogonazos de recuerdos confusos se cruzaron por su mente… El mar, los hombres que cargaban con la novia para que no pisase la arena de la playa hasta que no llegase a su nuevo hogar, una superstición de un lugar que no recordaba… El anillo, su anillo de casado, y luego el recuerdo de una inscripción que ponía… ¿Su nombre? ¿El de ella? ¿Una fecha?
 
La presión en su entrepierna de la mano ajena, lo despertó del ensueño de recuerdos. Los labios que insistían en ser respondido, pero que no lo lograban, provocadores tentadores, su respiración se contuvo y volvió a tragar saliva. No le gustaba que lo tocasen, y más perturbando su temple. Bajo sus manos él se tensaba y sentía ganas de tirarla al suelo y marcharse de allí mismo. Pero ella tenía razón, no había tocado a una mujer en demasiados años, tampoco se había preocupado por buscar satisfacer esa parte. Y la simple tentativa y en contra a sus pensamientos, hacía que su propio cuerpo inconsciente reaccionará ante aquellos estímulos, era el propio instinto.
 
-No tenga muchas expectativas… -Se desabrocho el pantalón, y tomó con violencia su mano para meterla dentro de éste mismo, obligándole a “estimularle”, no tardaría demasiado en encenderlo, ya que por mucho que le pesara, ella tenía razón y llevaba demasiado tiempo sin estar con una mujer.
 
Un quejido pronunciado sin quererlo, y un suspiro largo, se mordió sus propios labios para no pronunciar más. Termino de quitarse la camisa, descubriendo su cuerpo cubierto de cicatrices de las quemaduras, marcas del accidente.
 
Finalmente termino por desnudarse, y agarrándola por los dorados cabellos la tumbó sobre la cama con violencia, bocabajo, no le quería conceder el placer de mirarle a la cara. Obedecía órdenes, solamente, no iba a detenerse en su cuerpo demasiado.
 
Abriéndole las piernas entro en ella dolorosamente, para su sorpresa no tuvo demasiada resistencia, ya que su cuerpo húmedo y excitado lo recibía sin problemas, proporcionándole placer.
Otro quejido, un gruñido y las embestidas comenzaron con furia e impaciencia, parecía tener prisa para terminar con aquello. Sus grandes manos apretaron sus glúteos y se aferraron a su cintura alzándola para profundizar.
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Mensaje por Valeria Cavey Miér Jun 29, 2016 10:22 am

Trato sellado.



Justo la reacción que esperaba cuando le enseñé el anillo. Supe que lo reconoció por cómo lo miraba, como si nada más hubiese en esa habitación. Lo tenía bien pillado, a mi merced y el juego acababa de empezar. Lo planeé desde hacía mucho tiempo, más del que cualquiera imaginaría. Por fin lo tenía en la palma de mi mano y haría cualquier cosa por una pista, un objeto…un recuerdo. Sonreí triunfal, victoriosa porque ambos sabíamos que tendría que complacerme en todo lo que le pidiese. ¿Si me imaginé ese momento? Muchas veces, me pregunté cómo sería cuando por fin sería mío, me tocase, me mirase…y entrase en mí.

Me deleité en la imagen que me mostró de su cuerpo, no era perfecto, él en sí era una imperfección y eso era lo que más me gustaba. Nadie sería como él jamás y por eso debía ser mío. Sonreí lasciva cuando mi mano apresó su miembro, con que poco podía volver ese lugar con ganas de mi persona. Disfruté de ese gesto, deslizando mis dedos sin pausa en la zona y reí cuando me tomó del cabello. Mi cuerpo estaba preparado, no sería bonito ni delicado, con eso contaba. No me importaba, esperaba que gritase de dolor, llorase incluso por las sensaciones y todo por tenerlo dentro de mí. Agarré con fuerza las sabanas, enredándose en mis dedos, la suavidad de la tela no se comparaba con aquellos movimientos bruscos y cada vez más fuertes. El dolor se iba convirtiendo en placer, mis lagrimas por la primera embestida seguían mojando mis mejillas y los gruñidos y suspiros de mi amante me enloquecieron.

Murmuré su nombre un sinfín de veces, para que oyese mi voz, se perdiese entre esos gruñidos y pronto mi murmullo se convirtió en gritos. Le pedí más, dije su nombre tantas veces para que todos los de la casa supiesen que él me pertenecía. Reí entre gritos, busqué su mirada sin resultado, no me miraba, él ansiaba que aquello acabase cuanto antes y yo, entre el dolor y el placer, disfruté de cada embestida, sus dedos marcando mi piel. ÉL , solo pensaba en eso, en que él no paraba de de darme lo que quise. Sentí como mi cuerpo se revolucionaba, estaba a punto de alcanzar algo por primera vez en mi vida y estallé en un maravilloso  al igual que doloroso clímax.

-Haytham -susurré volviendo a la normalidad, esperando que él saliese de mí para mostrarle la mano del anillo. No iba a dárselo. No aún. Gateé por la cama hasta él y alcancé a rodearlo por la cintura con mis manos, mi zona me dolía horrores, aún palpitaba y su imagen volvía  a estimularme sin tener que tocarme en ningún momento. Sonreí porque seguía sin mirarme y lo odiaba. Odiaba sobre todas las cosas que no me mirase a los ojos. Lo atraje hacia la cama en donde seguro se negaría a meterse, maldito fuese. -¿Quieres tu maldito anillo o no? pues si lo quieres, tienes que cumplir con mis peticiones y aunque lo has hecho, no me has mirado. -escupí las palabras con tono despectivo, paseando mi mirada por su cuerpo hasta sus ojos claros, unos ojos en los que me perdí por unos segundos.

-Siéntate en la cama -ordené con autoridad, mi voz ya no era la de una niña, sonaba incluso grave para ser tan joven. -Bien. Ahora, lo haremos a mi manera ¿eso lo has entendido? Me da igual que no quieras, no tienes porqué disfrutar cuando yo lo haré -estimulé su miembro como él me enseñó, sin dejar de mirarle a los ojos. Mucho mejor de cómo había imaginado alguna vez pero no tan doloroso. Me senté en su regazo, tomado su miembro y guiarlo de nuevo para entrar en mí. Me iba a doler mucho, incluso más que antes, algunas gotas de sangre se habían derramado y manchado mis piernas… me hizo daño y eso jamás iba a perdonárselo -¿Así tratas a tu dueña? Me has hecho daño -le repliqué con gesto enfadado, no alargando más el momento y dejar que mi cuerpo cayese sobre él, entrando de golpe.

No lo controlé, mordí su hombro con fuerza, mis manos lo atrajeron hacia mí por su cuello. Comencé a moverme, esta vez lo haría a mi modo, como necesitaba. Era lento, un baile que alcanzaba a tomar cada nota , mis caderas se unieron a su ritmo y en cuanto me acostumbré, no perdí cuidado en tomar su rostro entre mis manos y me mirase. Cerraría los ojos y yo, le advertiría mordiendo su labio inferior, tirando de él para que no dejase de mirarme.

-¡HE DICHO QUE ME MIRES! -grité sin dejar de moverme, despacio, para torturarle y me odiase aún más de lo que ya lo hacía, no iba a ganar esta vez… pero yo sí. Le mostré el dedo del anillo sin detener mis movimientos, gimiendo por las sensaciones, mirándole fijamente a los ojos…tenía el anillo casi en la mano, solo tenía que mirarme, complacerme por última vez en esa noche -Cuando me mires y todo acabe…te lo daré y podrás irte a dormir ¿o quieres dormir conmigo? Pues ya sabes qué tienes que hacer, muévete -me abracé a él, como si nada más existiese, dejándome perder en el placer y esa tortura dolorosa que empezaba a gustarme demasiado…
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Mensaje por Haytham Cross Miér Jun 29, 2016 2:25 pm

Bajo su cuerpo ella se retorcía dolorida, pero aquello al parecer no la hizo echarse atrás, más bien disfrutaba dentro de la fantasía que su propia mente alimentada sobre la imagen de aquel hombre. Aquel dolor la excitaba más, era como una niña traviesa que reía retando a una autoridad cada vez que éste la golpeaba como castigo, simplemente para desafiarlo, para literalmente en caso de la situación, joderlo.
 
Para llevar años sin hacerlo, estaba en buena forma ya que ella llego al clímax antes de que él lo rozará. A pesar de que sus gemidos eran provocadores, debía de ser la situación que no le permitía relajarse o llevarse por completo, aquello era detestable. O tal vez por ella estaba ya encendida mucho antes de que todo lo físico comenzase, por eso le gano una carrera que no llego ni a alcanzar.
 
En cuanto ella se separó de él, por una parte, sintió alivio de que todo fuese a acabar, aunque no estaba seguro de ello, conociéndola, y la conocía bastante bien en toda sus capricho y maldad, aquella humillación
 
Se sentía incómodo e incluso agarrotado, fastidiado físicamente su cuerpo se quejaba por no haber consumado él acto. Realmente y aunque su humor se viese turbado, no le importaba si aquello ya se terminaba.
 
Cuerpo perlado del sudor, respiración agitaba, intento no sentirse humillado, aunque una parte de él, sentía rabia por las provocaciones de aquella niñata tramposa, ella se adentraba en un juego peligroso. Las cosas solían caer por su propio peso, y él no era para nada tonto.
 
- ¿Tengo más… ¡Ah! -Comenzó a preguntar, pero vino aquel quejido, que le interrumpió. Ella volvía a lanzase sobre él tocándole, evitando que toda excitación anterior se enfriase. -¿Tengo más remedio?
 
Las sábanas inmaculadas estaban teñidas del escarlata, al igual que la piel nívea de la joven. Le había hecho daño, mucho daño. Eso le hizo sentirse satisfecho, había cumplido de uno sus objetos “no hacerlo del todo agradable”. Pero al parecer aquello no la asustaba, ni veía lágrimas inocentes en sus ojos, es más tuvo toda la osadía subirse sobre él y volver a recibirle en el calor de su vientre.
 
-No sé hacerlo de otra manera, señorita Cavey… ¡Auch! -Un mordisco. Se refería a hacerlo suave, sin dolor, claro que sabía, sabía cómo tocar a una mujer, sabía cómo disfrutar de su cuerpo, embriagarse, detenerse, amarlo. O al menos era lo poco que recordaba
 
Esta vez no apartó sus ojos de los de ella, fijos, eran frío acero. Suspiró, la lentitud de sus caderas era pura tortura, daban placer y no daban nada, aquel ritmo tan parsimónico era provocador y doloroso.
 
-Solo me pidió que la mirase “un momento”, lo hice, pero no volvió a pedírmelo -Le contesto con respiración entre cortada, esta vez sus ojos estaban fijos en los de ella, desafiándola, una sonrisa sarcástica curvo sus labios. -Pensaba en “otras” mujeres, tal y como sugirió, creo que eso me despisto… -El bruto se encogió de hombros.
 
Poco a poco su propio cuerpo tensó se fue relajando, mientras la tomaba por las caderas y él marcaba un ritmo mucho más acelerado, invadiéndole aquel placer que ahora comenzó a recordar.
Tomándola por el cuello, la levantó enredado en sus piernas y la dispuso debajo suya, retuvo los brazos de la fémina extendido y sobre su cabeza, sus manos grandes apretaban con demasiada fuerza las muñecas, de tal modo que hacían daño. Pero no iba a tolerar que lo tocase. La sangre ajena también manchaba su piel.
 
Sus caderas eran embestidas incontroladas, sintió el corazón desbocado en su propia boca, los labios que se automordían para pronunciar nada, hasta que llego al límite y él mismo se fue invadiendo su vientre, alcanzado su propia clímax.
 

-Ahí lo tienes… -Se dejó caer sobre su cuerpo, aplastándola, no se alejó enseguida, ni la soltó.
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Mensaje por Valeria Cavey Miér Jun 29, 2016 7:42 pm

El primero de muchos...


Desde siempre, él me había impuesto y esa noche volvió a ocurrir. Cuando lo atrapé y nuestras miradas se cruzaron, la lucha de ambas me dejó totalmente perdida en sus orbes. Solo pude reaccionar de aquella manera, torturándole como sabía lo haría ¿y qué mejor de forma lenta para no acabar todo lo rápido que él deseaba? La dulzura que desprendía sus ojos cuando me dio aquella flor siendo una niña, ahora se convirtió en desprecio y repulsión a mi persona, odio. Sonreí satisfecha por aquello, que me odiase avivaba más mi ansía de dejarle claro que sería para mí hasta el final de su existencia, una en la que yo estaría presente…

-Valeria…¿no me llamabas de otra forma? Hace tiempo -murmuré entre gemidos, me tenía puesto un apodo que él solo usaba pero quedó en el olvido como todo, ahora..era la señorita Cavey de nuevo, como si ambos con la muerte de mi padre hubiésemos empezado de cero y acabásemos de conocernos pues todo lo vivido parecía esfumarse como una nube de humo. De algún modo, quiso mostrarle esa forma de bailar más suave, donde podrían disfrutar -Shhh, ahora mismo me tienes delante, no tienes porqué pensar en nadie ¿en quién piensas? -rugí contra sus labios, intentando beber de aquel manantial que me tenía prohibido. Lo deseaba, necesitaba un beso, solo uno para calmar mi sed de su persona. Maldito, mi deseo por él crecía por segundos y él, seguía sin sentir por mí absolutamente nada pero ¿Acaso importaba?

Desafiante, lo miré fijamente, susurrando su nombre entre jadeos, atrapando con mis piernas su ancha espalda. Un hombre fuerte, de excelente forma física y lo demostraba en cómo se movía sobre mí. Delicioso, me gustó tanto que me atrapase las muñecas, el dolor de éstas y mi sexo me estaban matando de dolor pero no podía evitar que me encantase y me llevasen al mismo cielo. Hundí mis uñas y rasgué su piel con gana, no sería la única sangre que mancharían mis sabanas, una guerra que no estaba dispuesta a perder. Eso… seguro le enfurecería y reí mientras sus caderas me volvían prácticamente loca. Volví a llegar a sentir aquella cumbre, casi al mismo tiempo que él y busqué su boca la cual me reclamó que “ahí lo tenía”. Fui suya, acababa de pertenecerle y ahora su enorme anatomía me aplastaba, me acariciaba la piel.

-Haytham -murmuré como aviso, mis manos hicieron presión , aún más contra mi cuerpo, abrazándolo de alguna manera. Mis labios, terminaron por recoger esas gotas de sudor de la sien ajena, lamí su mejilla y me relamí, me gustaba demasiado -Estaría dispuesta a que te metieses en mi cama cada noche, solo para saciar la sed… te marcase por todas partes, aún más -reí buscando su mirada, no iba a encontrarla pero no me importó. Tomé el cabello de su nuca con fuerza y le obligué a que me mirase a los ojos, el peso de su cuerpo me estaba dejando sin respiración y dios, disfrutaba… la tortura que me dedicaba me gustaba -Recuerda que no solo te he marcado esta noche… he sido tuya y tú mío, como si fuese la primera vez para ambos ¿vas a castigarme acaso? Tú no podrías hacer eso, ni aunque lo pienses o lo intentes porque… aunque me hayas hecho daño entrando en mí, te pedí más y lo seguiría haciendo. La sangre es muy escandalosa, sangraría hasta que me abandonase la última gota de mis venas… solo con ser tuya. -reí cerca de su rostro, ese hombre seguía sobre mí y yo…volvía a perderme en su calor, su olor corporal y varonil.

-Tu anillo -murmuré , apenas tuve que hacer fuerza, salió por sí solo y se lo ofrecí, no sin antes dejar un beso en la joya -Una baratija como esta ¿cómo puede ser tan importante? Pórtate bien y tendrás regalos mejores que este, sabes que puedo darte lo que quieras pero tú a mí no, aunque te lo pida -cerré los ojos, sonriendo triunfal, sintiendo su cuerpo, seguro que cuando terminase la frase…ya se habría levantado y dejarme libre -Veo que sopesaste la idea de dormir en mi cama, donde has marcado territorio…no podía ser de otra manera, me ha gustado mucho… me has torturado como estaba segura harías y…mírate, por mucho que lo hayas intentado me deseabas… -se empezaba a montar sus propias historias pero a ver quien le decía que se equivocaba-Mañana será un día largo, se hará lectura del testamento y quiero que tú lo leas. ¿Entendido? Ahora puedes irte a dar un baño, con suerte mi olor y mi esencia no te abandonasen, para que me recuerdes a cada segundo y…me odies aún más -mordió su barbilla, entre risas, cerrando los ojos…esa mujer era el mal personificado, acababan de firmar el trato al inframundo.


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Mensaje por Haytham Cross Jue Jun 30, 2016 6:50 am

Ni le contesto, iba a seguir llamándola “Señorita Valey”, como había empezado a llamarla desde que había calzado cierta edad, Valeria solo se había quedado para la infancia y la inocencia. Desde que entro en edad casadera y su padre había empezado sus planes de futuras bodas, las cosas habían cambiado al igual que el trato, ahora ella era una mujer en ciertos aspectos, así que debía ser tratada.


Todo había terminado, y jadeante se separo de su lado. Necesito unos segundos boca arriba tumbado para tomar aliento y sentir como su cuerpo volvía a templarse. Solo la escuchaba, solo escuchaba cada una de las fantasías de aquella joven obsesionada por su persona. 
Sabía que a sus ojos y cuando había tenido algo de conciencia, ella se veía atraída por él. Lo sabía de buena tinta, pero esperaba que el hecho de tener que casarse le haría madurar y poner sus infantiles cuentos en otro lugar, sentar la cabeza.

Pero por desgracia para él, su padre tenía que haber muerto antes, y la chiquilla no tendría un freno.
Ahora se había convertido en un esclavo, con un Amo que por su parte era peor que el anterior.

Su lengua por su mejilla, de nuevo sus ojos se cruzaron. Si el lo hubiese querido no lo hubiese tolerado aquel trato. Había partido cuellos más complicados por menos.

¿Cuándo se hacía convertido aquella niña que amaba las flores en aquel ser despreciable y sádico? Sinceramente en aquel último año había estado muy alejado de la comodidad de la casa de los Cavey, el señor le había mandando con sus barcos y hacer uno que otro trabajo fuera, pasaba poco tiempo allí y la familiaridad y distancias se habían impuesto.

-No podría castigarla, señorita Cavey... Ya usted misma se encarga de castigarse, me ahorra el trabajo. -Le dispuesto una de sus manos en el desnudo pecho, para empujarla con suavidad y quitarsela de encima. 

Fue a buscar su ropa dispuesto a marcharse, mañana se leería el testamento y para él no era algo nuevo, lo había redactado y se sabía sus líneas casi de memoria.

Mientras se ponía el pantalón miro aquel desastre en las sábanas y en su propio cuerpo, necesitaba un buen baño. La sirvienta se escandalizaría cuando le tocase limpiar aquel estropicio. 
Valeria no sabía que con sus primeras acciones, iba arruinar todo lo que su padre había construido y destruir a su familia. Aunque tampoco veía que se sintiese demasiado preocupada.


Un vistazo a aquel anillo, busco sus inscripciones por dentro, todo escrito en griego. Un nombre de una mujer "Irene" una fecha, y un juramente de amor eterno.
Sus ojos verdes brillaron ilusionados ante aquella baratija, como la había llamado, sus sospechas estaban confirmadas. Estaba casado, y ella estaría en algún lugar, tal vez esperándole. Sintió esperanza. Sus labios se curvaron, sonrió de aquel modo, si, él también sabía sonreír.

-Y a la pregunta que usted antes me hacía. -Se coloco el anillo y se dispuso a abrochar la camisa. -Pensaba en mi "esposa". -Su padre lo sabía, pero ella no. -Si, señoria Cavey. Estoy casado, y por lo que me dice el anillo, desde hace muchos años. Me retiro, buenas noches.

Último botón, última mirada y se acerco a la puerta dispuesto a largarse.
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Mensaje por Valeria Cavey Jue Jun 30, 2016 9:06 am

Te encontraré , vayas dónde vayas.


¿Castigarme yo misma? ¿Y creía que eso me importaba mucho? Lo tuve solo para mí esa noche, la primera de muchas. Sonreí, sonreí de esa manera maliciosa cuando me salía con la mía. Un quejido salió de mis labios cuando se apartó, me dolía horrores y estaba segura que tal como lo hizo de forma salvaje se equilibraba con la dulzura que escondían sus ojos claros. Desde que llegó a casa, salvo aquel instante en el que me dio la flor, sus ojos no mostraron otra cosa que determinación y frialdad. ¿Si me moría de ganas por saber qué ocultaba? Ni él mismo lo sabía, mi padre tenía a buen recaudo ciertos objetos e información que pasó a mis manos, lo heredé ¿no era acaso mi herencia? Y él estaba totalmente incluído.

Un hombre de confianza para mi padre, siempre me decía que evitaba atormentarlo y volviese a vivir esa vida que una vez tuvo , la verdadera vida de aquel hombre desconocido. Sonreí de medio lado, el anillo se lo había ganado con creces. Le observé detenidamente al entregárselo y lo que vi, me volvió completamente loca en dos sentidos muy diferentes. Esas orbes, brillaron con ilusión y esperanza, vivos y sus labios, maldita boca que acababa de condenarla ¿por qué tuvo que sonreír? Fruncí el ceño, sin perderle de vista, deleitándome en la imagen que me ofrecía sin él tan siquiera darse cuenta. Esa baratija se llevaba esa mirada y sonrisa que jamás él le dedicaría.

La rabia me consumía, degustaba la envidia de aquella desconocida mujer que le robaba el sueño y la vida. Alguien que siempre estaría por encima de ella. Rugí como un león dispuesta a abalanzarme sobre su presa. Me distrajo que él se vistiese, admirando su cuerpo desnudo antes de que se fuese. Lo deseaba y él lo sabía. Negué bruscamente con la cabeza ¿qué pensaba en su esposa? Por eso pudo terminar , pudo incluso mirarme a los ojos. No me quedé quieta, no iba a marcharse sin más y ser el vencedor. Me levanté, sintiendo como aún las gotas de sangre no dejaban de manchar mi piel nívea. Acababan de matar una parte de mi alma , un alma que poco a poco perdía…no la necesitaba.

Apoyé ambas manos a cada lado de su cabeza, lo acorralé entre mi cuerpo y la puerta, aún no se iba a ir. Me alcé de puntillas, era más alto que yo. Mis dientes rozaron su espalda, haciendo un camino hasta una de sus orejas y mi aliento rozó su piel, algo que seguro me negaría y aún así pegué mi cuerpo por completo al suyo. Sentí aquella espalda ancha que siempre me había protegido y ahora, me daba la espalda. Reí, mordiendo el lóbulo de su oreja y sisear porque no, aún no había acabado.

-¿Tu esposa? ¿Y dónde está ahora, Haytham? Contesta…¡ah no que no lo sabes! si lo supieras no estarías aquí mendigando objetos y pistas para conocer quién fuiste. No te has preguntado si … ¿es mejor no saberlo? te dejaron morir, si no es por mi padre te hubieses podrido en el fondo del mar y sin embargo te dio una oportunidad. Tu esposa dices… ¿una que te espera a que vuelvas? Claro… por eso ahora mismo acabas de robarme algo que jamás podrás devolverme, estás en deuda conmigo y no solo por el trato con mi padre. Lo has hecho, me has hecho tuya y eso conlleva muchas consecuencias. Ten cuidado, Haytham, no puedes hacer nada que perjudiquen tus recuerdos y ¿quién los tiene? YO. Y seguro que está muerta, ¿vas a volver para visitar su tumba? Ahórratelo, yo puedo ofrecerte mucho más que eso -me separé de él y me reí, sabía que mis palabras no harían mella en él -Está muerta, Haytham, ya no te queda nada allí, ¿por qué no dejas de buscar? Porque …¿quién no iba a buscar al amor de su vida hasta en el mismo infierno? Sabes que tú lo harías pero ¿y quién por ti? Yo te buscaría , lo haría aunque conllevase perder mi propia vida. Ahora bien, buenas noches, mañana nos veremos en el despacho de mi… ah no en MÍ despacho

Besé fugazmente su espalda y me dirigí al baño, llamaría a Anna para que me cambiase las sabanas y me ayudase a darme un baño. No podía ni andar, maldito Cross. En la bañera, me sumergí por entero, estaba tan ofuscada pero mañana…todo y él…sería mío.

Las diez de la mañana, Valeria esperaba al señor Cross a que apareciera. El notario miraba distraído por la ventana. Suspiré larga y pesadamente al verle aparecer, estaba deseosa ansiosa de conocer el veredicto. Las sorpresas estaban a punto de salir a flote. Dos nombres bajo todas las posesiones y no uno… la guerra estaba a punto de producirse.

-Señor Cross, por fin. El notario le dará el testamento y lo leerá, alto y claro ¿bien? empecemos, antes lo hagamos, antes… acabará todo esto -le dediqué una sonrisa fugaz a Haytham, mordiéndome el labio inferior y sí, le recorrí con la mirada… aunque muriese de dolor , en cuanto terminase… volvería a acorralarlo, torturarlo y sacar ese alma atormentada que le hacía ser de esa forma tan violenta que me encantaba.
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Mensaje por Haytham Cross Vie Jul 01, 2016 5:46 am

Mano dispuesta sobre el pomo de la puerta, sus palabras lo habían detenido junto con sus manos.
Ella seguía aferrándose a él con gestos de lujuria, y él era demasiado consciente que una noche como aquella no iba a ser la primera ni la última. Sin quererlo había abierto la caja de Pandora, y todos los males la rodearía y él se hundiría indirectamente junto a ella. Debía pensar un plan, una alternativa a todo esto, ya eran 10 años casi y no había recibido apenas nada. Dinero, tierras, algún que otro nuevo dato… Pero poco para él.
El señor Cavey le había recomendado que siguiese adelante con su vida, que tomase aquellas tierras que le había entregado y que buscase una buena esposa, le hizo hasta sugerencias, pero él se negó. “La verdad en su totalidad puede que no te guste.” Le había dicho una vez, y por un momento las palabras de Valeria les recordó a las de su padre.
 
Había dudas, temor, sentía que por dentro… Pero a ella, a aquella que recordaba por gestos y no rostro, la sentía tan viva en su interior. ¿Qué podía ser lo que no le gustase? Que le hubiese dado por muerto y se hubiese vuelto a casar, no le importaba, reclamaría y lucharía… Y sí…
Ahí estaba otra vez esa desesperación que por dentro lo azotaba, aquel sentimiento que con garras por dentro deseaba hundir a la Roca en la tierra.
 
Se giró lentamente hacia la joven, sus ojos verdes tenían un brillo extraño, no era odio ni frialdad, había desolación encubierta por dureza. Haytham tragó saliva, y le dio un pequeño empujón para apartarla de su lado.
 
-Si alguna vez regreso, y me encuentro con una tumba… Tenga seguro que yo mismo me encargaré de quitarme la vida. Se lo juro. -Su voz era cortante en el aire como esquirlas de hielo. -Así que calme sus emociones, Señorita Cavey, porque puede que esté hablando con un hombre muerto.
 
Palabras que podían caer como un jarro de agua helada, reafirmaba que prefería estar muerto al volver a los brazos de su nueva Dueña. Su fidelidad solo se basaba en una deuda de vida, y nada más, le había cogido cariño a aquella familia, lo había tratado bien, demasiado, pero siempre a cambio de algo. No había puntada sin hilo.
 
Se marchó, dejándola con sus quimeras y ensueños, no esperaba que ella tampoco lo entendiese ni que sintiese pena alguna por su persona. Después de aquella noche había descubierto que la inocencia que creía, la dulzura de aquella niña de hacía 10 años, se había borrado en algún momento, creando un pequeño monstruo con demasiado poder y caprichos, que solo sabía amarse a sí misma.
 
 
Mañana temprana, el notario había llegado con los papeles. Los reconocía, él mismo los había redactado en borrador en su día, y no se iba a sorprender demasiado por su contenido.
Cross había entrado en la habitación, el notario y la viuda Cavey esperaba junto a Valeria. Todos lo miraron fugazmente de él a Valeria, y pronto apartaron la vista, al parecer el escándalo de anoche había sido en la casa “vox populi”. Aquella niña insolente había solo necesitado una noche para mancillar su reputación.
 
Haytham se sentó en la mesa junto con el resto, esperando a que el notario le diese los papeles y hacer la lectura. Mientras tanto la joven sirvienta Anna, sirvió algo de té, una taza para cada uno, para hacer más amena la situación, todas las tazas eran iguales, menos la suya. En platito donde reposaba la taza, una pequeña flor azulada, un tímido gesto de la sirvienta. Así llevaban semanas, no era la única mujer que en la casa se había visto deslumbrada por él, la joven sirvienta en su silencio y timidez, a veces le dejaba algún detalle, o le preparaba algún dulce como detalle mientras él trabajaba.
 
El hombre tomó con disimulo la flor y se la metió en el bolsillo de la camisa, para evitar que Valeria lo viese, un gesto fugaz a la sirvienta, y de nuevo otro a Valeria. Era algo inocente, una chiquillada de una muchacha que no sabía lo que era la vida que no fuese dentro de las cocinas, pero aquello podía traerle en su vida graves consecuencias.
 
Carraspeó rompiendo el silencio y comenzó por la parte aburrida del testamento, su voz no era amena ni aterciopelada, varonil en aquel momento era contundente.
Cuando llego a la parte que le interesaba, sin querer pauso un momento tragando saliva. Llegaba a la parte que a él le tocaba, básicamente se resumía en que sus servicios pasaban ser para Valeria al igual que su contrato, los cuales incluían los objetos y documentos que sería capaz de devolverle la memoria. El Señor Cavey le pedía a su hija con respecto a ese asunto, que pensará con conciencia.
 

-… el total de las propiedades serán legadas en igual medida a mis dos hijas: Valeria Cavey y Abbey Appleby. -Muchos en la sala se sorprendieron, Haytham tuvo que aguantar curvar sus labios en una sonrisa, o mirar de reojo a su nueva Dueña. Algunos si sabían de aquel secreto, como él, otros se estaban enterando en aquel momento. -… con mi muerte solo recibirán el 30 % de sus partes para poder llevar una vida acomodada. El resto solo será recibido en su totalidad, cuando estas se casen en matrimonio, donde su posición estará protegida por su marido. -Ahora sí, sus ojos verdes tuvieron que mirarla para ver su reacción. En aquella sociedad machista, las mujeres continuaban pasando de padres a maridos, seguro que ella no se lo esperaba. -Y aquí dejan un listado, de posibles pretendientes.  El Señor Cavey ya comunicó a estos hombres de las condiciones y decisión con respecto a sus hijas, les regalo la acción de elegir al que más deseará. -Haytham le paso la lista al notario, que ya bien la conocía y luego a Valeria.
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Mensaje por Valeria Cavey Vie Jul 01, 2016 9:08 am

No aparté la mirada, solo esbocé una fría sonrisa. Era capaz de hacerlo, quitarse la vida pues si descubría su pasado fuese cual fuese y no le quedaba nada, solo su cargo, yo. Reí con ganas cuando se marchó, mi risa pudo oírla hasta que llegó a su dormitorio. ¿Intentaba descolocarme? No iba a conseguirlo. Haytham era un cobarde en ciertos aspectos y aún quedaba mucho camino por trazar como para terminar de ese modo tan triste y sin sentido.

Cuando Anna acudió a mi llamada y apreció lo ocurrido, pude sentir su mirada de desconcierto y algo más que no me atreví a descifrar pero era reproche. Todos en la casa me habían oído gritar su nombre, esa noche me había pertenecido. En cierto modo hablaba con un hombre muerto pues su otro yo murió en cuanto fue rescatado de las aguas.

Los dolores apenas me habían dejado dormir pero no me importaba. Por la mañana iba a saborear mi victoria, por fin todo pasaría a mi persona y después de marcarlo con mis iniciales, él también. Se acabaron las historias, por fin mis esfuerzos y todo el trabajo hasta llegar allí daría sus frutos. Sonreí ampliamente al verle pasar y noté las miradas de desconcierto de los presentes. Mi madre no dijo nada pero por cómo me miró, de esa forma acusadora… supe que para ella no estuvo bien en absoluto pero ¿desde cuándo me importaba lo que ella pensase? Mis orbes fijas en él, mirándole intensamente. Ya podía saborearlo y después…ya hablarían a solas de ciertas cosas. Sin perderle de vista, incliné un tanto la cabeza, mi madre me comentó algo insignificante y entonces aprecié algo, fruncí el ceño y entreabrí los labios por el descaro silencioso de aquella muerta de hambre. ¿Acababa de dedicarle ciertas atenciones a Haytham? Y lo hizo, encima en mi presencia. Apretó tanto los labios como las manos, esa mujercita me las iba a pagar ¿cómo se atrevía? En cuanto oyese las palabras de aquel papel, la buscaría y le dejaría las cosas claras. NADIE, tocaba lo que era suyo pero ahora… estaba deseando , ansiosa y desesperada por llegar a la parte esencial, las palabras mágicas…unas que no esperé en absoluto.

¿En qué momento todo el mundo se había vuelto loco? ¿Quién era esa al…Abbey Appleby? Mascullé por lo bajo, a mi madre se le escapó una risa que yo acallé con un rugido en desacuerdo con su inoportuno ¿qué le hacía tanta gracia? Porque a ella ninguna. Le arrebaté al notario el dichoso papel, ¿cómo pudo mi padre hacerme eso? ¿mi hermana? Era hija única, ni siquiera tenía el mismo apellido. Reí negando con la cabeza , eso no podía estar pasando. Ya estaba más que enfadada con el gesto que tuvo Anna con Haytham como ahora alcanzar el enfado supremo por culpa de aquellas malditas palabras escritas.

Leí en efecto que éramos dos en la herencia, tenía que compartir mis bienes y posesiones con esa maldita mujer. ¿Por qué no supe nunca de su existencia? No la conocía y ya la odiaba con toda mi alma. ¿Cómo podía ser? No estuvo jamás en la casa, al lado de padre, siempre lo estuve yo, todo me pertenecía a mí.

-¿Y quién demonios es Abbey Appleby? ¿Es que todos lo sabeis menos yo? Es un error, yo soy la única heredera. -mi madre, me tomó del brazo para que volviese a tomar asiento, sus palabras me confirmarían de que ese papel no erraba -Valeria, hija, tienes una hermana pero…vive con otra familia, sus deseos fueron ocultarlo . No le odies por ello, te dio todo lo que pudo y más, algo que tu otra hermana… -No le dejé acabar, siseé porque en vez de oír las tonterías que tenía que decir mi madre, la lista era mucho más interesante. Conocía a la mayoría de los candidatos pero el último me hizo olvidar a mi supuesta hermana y al porcentaje de mi herencia -“Me gustaría se tomase en cuenta, los candidatos para mis hijas… “-fui leyendo sus nombres hasta que…llegué al final -“Haytham Cross, mi mano derecha y de confianza.” Y lo señala, varias veces. Eres el candidato estrella, señor Cross ¿te lo leo otra vez? eres uno  de ellos. -no pude ocultar mi risa hiriente, fría y calculadora, tiré el papel a la mesa y con paso decidido me acerqué a él, lo que tenía que decirle lo haría en privado -Ven. Ahora. -salí fuera al pasillo en donde le esperaba, nada más cerrar la puerta, le tomé de la muñeca para que pudiésemos hablar alejados de la habitación.

-Lo sabías, sabías lo de mi hermana, el porcentaje y esas condiciones…pero dudo que supieses que tú serías uno de los candidatos. ¿Y qué pasaría si quiero que tú seas mi esposo? ¿te imaginas? Tú y yo casado -mi risa, volvió a hacerse eco en cada rincón de la casa, lo miraba intensamente, paseando la mirada de arriba abajo por su persona -La señora de Haytham Cross…suena demasiado bien -murmuré deslizando mi mano por su pecho, siseando hasta dejarla de nuevo sobre aquel lugar que necesitaba recordarle que estaba delante de una mujer -Los demás me dan exactamente igual. Te elijo a ti, quieras o no quieras. Es un hecho. Y sobre mi hermana, quiero que la encuentres y que parezca un accidente

Una bandeja impactó contra el suelo, la criada Anna los observaba con sus orbes abiertas de par en par, la había oído y … eso no le beneficiaba , menos después de lo que aprecié, su interés en él. Sonreí como esa niña buena que fui y me acerqué más al musculoso cuerpo del que sería por siempre mi títere.

-Recoge eso antes de que tan siquiera pestañee y por cierto, Anna -mi tono tan suave, mi cuerpo pegado totalmente al de él -Vuelve a tener detallitos con mi prometido y no vuelves a ver la luz del sol. ¿Te gusta mucho tu pelo largo? Bien. -sonreí maliciosa, me reí como una hiena… me relamí incluso -Haytham, córtale el pelo, a cero, así comprenderá que no debe tocar lo que no es suyo. Hazlo. -busqué la mirada de él y dejé un fugaz beso en sus labios, sonriendo por cómo me miraba -Sé lo que has hecho con la florecita… -deslicé mis dedos por su bolsillo y la atrapé, tirándola al suelo y pisarla…dejarla pegada en el suelo hecha cenizas -Estoy mu cabreada, demasiado. Y … después de cortarle el pelo a esta mendiga, encuéntrala, tengo que pensar cómo deshacerme de ella. Nadie, toca lo que es mío-me separé de él y caminé hacia mi cuarto, pasando por el lado de Anna , reí de lo más divertida -Y como no le cortes el pelo, se lo cortaré yo …y sabes de sobra que no seré tan cuidadosa -y desaparecí, pasillo arriba…
Valeria Cavey
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