AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Dancing zielen (libre)
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Dancing zielen (libre)
Hacía un año que no abrían la Mansión para realizar una fiesta social de tal importancia como ésta, incluso había enviado invitaciones a las personas más ilustres de la corte. Según sus tías, únicos familiares que aún seguían con vida y sus más traviesas consentidoras, era lo correcto, aún si él prefería mantenerse alejado de algunos de ellos. Era suficiente tener que soportarlos en todos los eventos de asistencia obligada, así como en los asuntos de Estado. Sin embargo, como siempre, cedió a sus caprichos y órdenes. De alguna forma, se sentía como el esclavo favorito de aquellas damas, hermosas féminas rubias cuyo único elemento para seguir como solteronas, era su elevado peso.
El único requisito que existía en aquella fiesta, era precisamente la existencia de los disfraces. Algunos incluso habían incluido máscaras a sus atuendos, para salvaguardar su identidad y otorgar mayor efecto a sus prendas. Las casas de costuras se habían llevado la mejor parte de aquel evento, ya que todos querían llevar las mejores galas, las ideas más exóticas y descabelladas hacían acto de presencia aquella noche. Había saludado ya a una Cleopatra, un pirata e incluso un atrevido adán que había acudido con una hermosa hoja de parra sostenida en unos pantalones de una tonalidad tan similar a la carne que parecía un verdadero joven desnudo. Y aquello no le terminaba de disgustar, puesto que el invitado parecía tener muy buen físico y él era un absoluto amante de la belleza; ya fuera masculina o femenina.
Pero seguía manteniéndose al margen de la fiesta, mirando cómo todos danzaban, reían o parloteaban entre sí intentando adivinar quiénes eran unos y otros. Para hacerlo más divertido, no habían sido presentados antes de reunirse con los demás, sino que se habían lanzado a la aventura, creando la ilusión de ser una noche mágica. Uno de esos eventos en los que sólo importaba el disfraz y creerse completamente aquel juego en el que podías ser cualquier persona.
Sus cabellos oscuros se deslizaban sobre uno de los costados de su rostro, llamando la atención sobre los pómulos demasiado marcados gracias a una genética fuerte que le hacía diferente a muchos de los rubios que se podían vislumbrar en la sala. En él, todo era oscuro, desde sus profundos ojos marrones, al color de su cabello, así como las prendas que estaba luciendo. Era un asaltante de caminos, un vulgar ladrón que no dudaría en robar las joyas de las damas, rompiendo la intimidad y comodidad de sus viajes en carruaje. O al menos eso era aquella noche, ya que al día siguiente tendría que continuar como el Conde de los Países Bajos.
Su elección del disfraz tenía más que ver con su carácter juguetón y divertido, que con una decisión de personalidad, ya que en el fondo era un caballero y jamás se había hecho con alguna propiedad que no fuera suya. ¿ O sí ?.
El único requisito que existía en aquella fiesta, era precisamente la existencia de los disfraces. Algunos incluso habían incluido máscaras a sus atuendos, para salvaguardar su identidad y otorgar mayor efecto a sus prendas. Las casas de costuras se habían llevado la mejor parte de aquel evento, ya que todos querían llevar las mejores galas, las ideas más exóticas y descabelladas hacían acto de presencia aquella noche. Había saludado ya a una Cleopatra, un pirata e incluso un atrevido adán que había acudido con una hermosa hoja de parra sostenida en unos pantalones de una tonalidad tan similar a la carne que parecía un verdadero joven desnudo. Y aquello no le terminaba de disgustar, puesto que el invitado parecía tener muy buen físico y él era un absoluto amante de la belleza; ya fuera masculina o femenina.
Pero seguía manteniéndose al margen de la fiesta, mirando cómo todos danzaban, reían o parloteaban entre sí intentando adivinar quiénes eran unos y otros. Para hacerlo más divertido, no habían sido presentados antes de reunirse con los demás, sino que se habían lanzado a la aventura, creando la ilusión de ser una noche mágica. Uno de esos eventos en los que sólo importaba el disfraz y creerse completamente aquel juego en el que podías ser cualquier persona.
Sus cabellos oscuros se deslizaban sobre uno de los costados de su rostro, llamando la atención sobre los pómulos demasiado marcados gracias a una genética fuerte que le hacía diferente a muchos de los rubios que se podían vislumbrar en la sala. En él, todo era oscuro, desde sus profundos ojos marrones, al color de su cabello, así como las prendas que estaba luciendo. Era un asaltante de caminos, un vulgar ladrón que no dudaría en robar las joyas de las damas, rompiendo la intimidad y comodidad de sus viajes en carruaje. O al menos eso era aquella noche, ya que al día siguiente tendría que continuar como el Conde de los Países Bajos.
Su elección del disfraz tenía más que ver con su carácter juguetón y divertido, que con una decisión de personalidad, ya que en el fondo era un caballero y jamás se había hecho con alguna propiedad que no fuera suya. ¿ O sí ?.
Dirk Van Der Broken- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 09/08/2014
Re: Dancing zielen (libre)
Desesperación, rabia, locura y rendición; emociones encontradas en la mirada diáfana de la joven. Sus puños, se estrellaron estrepitosamente contra la madera del piso. Los nudillos se enrojecieron y la piel se abrió de forma superficial, pero aún así hubo brote de sangre. A pesar de que las lozas de madera podían resistir el peso de diez hombres en la misma habitación, flagelaron su resistencia a la magnitud con la que el golpe les impactó. Al lado de los fragmentos, comenzaron a caer gotas cristalinas de sudor, cuya vida inició en la frente de a mujer solo para resbalar por su piel y suicidarse al instante. El sonido de su llanto al desfallecer, era opacado por el rugir embravecido de la cólera que ella guardaba. Después de terminar con su paroxismo, las ideas comenzaron a llegar a su mente, cada vez más esclarecidas, cada vez más coherentes.
Se puso de pie desviando la mirada hasta un trozo de papel, cuya caligrafía y palabras resultaban impecables y demasiado propias de la realeza. La invitación al baile, había sido ultrajada junto con los ropajes, pertenencias y demás artilugios que portaba el caballero muerto al lado de la chimenea. Incluso el sitio en el que se encontraba Nevenka haciendo de las suyas, era la mansión del occiso. La cazadora había estado siguiendo su pista desde un par de meses atrás cuando lo encontró vagando por las calles de Francia y, al reconocerla de inmediato, trató de evadirle. Demian no fue lo suficientemente rápido o listo para escapar de ella, su cadáver lo demuestra. Sin embargo, antes de que sus últimos segundos se viesen opacados por la muerte, fue el nombre de Lukyan lo que susurraron sus labios. Tomó la invitación entre sus manos y salió de la casa con una idea en la mente, donde el primer paso era asistir a dicho evento.
Unas cuantas monedas robadas fueron suficientes para pagar el maldito disfraz que usaría para asistir al evento. No deseaba portar nada llamativo, pero tampoco era necesario pasar desapercibida, después de todo, lo único que necesitaba, era atraer la atención de las personas o cosas correctas. Entre cientos de artilugios, costuras, máscaras y demás, el lobo encontró el atuendo apropiado para ella. Al menos, eso fue lo que pensó al observar el contraste del velo negro con telas rojizas y todos esos detalles metálicos que simulan a la plata. Su cuerpo, lejos de ser el de una exuberante bailarina, lucía sencillamente hermoso y frágil. La piel de Nevenka estaba siendo exhibida, no obstante, supo cubrir cada una de las cicatrices con los trozos de tela que quedaban volando por los costados del atavío. Su larga melena y ojos color claro, hacían el contraste perfecto para capturar la mirada de los demás y que posaran únicamente sobre ella, sobre cada parte de su anatomía que quedó expuesta, cintura, piernas, pantorrillas, tobillos, gran parte de su pecho y la totalidad de su cuello, pero como anteriormente lo había intuido, no era la única odalisca dentro de la fiesta. Sonrió.
Buscando entre los presentes, Nevenka se paseo por el salón. Admiró la estrafalaria vestimenta de la mayoría, la ridiculez de unos cuantos y la hermosura de otros pocos. La diversidad de personajes comenzaba a atiborrar su concentración y hacer que lentamente olvidase el por qué se encontraba ahí. Tomó una copa de las que ofrecían los meseros y continuó su camino esperando toparse con algo más que divinos rostros y excentricidades. Cruzó un par de umbrales y pasillos más, hasta el punto en que sus fosas nasales captaron la esencia de vampiros en la cercanía. Sí, definitivamente ahí podría encontrar más respuestas, atravesó el lugar hasta posarse frente al balcón y rastrear la ubicación de la peste. Provenía del jardín y, junto con ella, el aroma de la sangre le acompañó. Las pupilas del lobo se dilataron y en su boca refulgió el sabor ferroso. A su lado inhumano le apetecía ese olor. Girando sobre sus talones, buscó la salida. En ese instante inició el show preparado y fue interceptada por bailarines que, acorralando su cuerpo sin piedad, le arrojaron contra el cuerpo de un extraño. Fue sin querer y tampoco fue culpa de los demás, atiborrada entre fragancias de todo tipo, Nevenka perdió el control de su cuerpo y se mareó. –Lo sien…- No pudo terminar la frase, pues un nudo en la garganta obstruyó su voz. La chica frunció el ceño y corrió de nuevo hacia el balcón. Necesitaba regurgitar. Se apoyó del barandal y sintió como todo volvía a oscurecerse de repente. ¿Qué demonios estaba pasándole?
Nevenka Lèveque- Licántropo Clase Alta
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Re: Dancing zielen (libre)
La fiesta seguía tal y como había sido planeada, con sus asistentes disfrutando de la comida, bebida y la música que sonaba gracias a los músicos que había contratado para la ocasión. Disfrutaba de una amistad con la mayoría de ellos gracias a su manía de pasar más tiempo entre artistas e intelectuales de todo tipo, que entre personas de alta clase. Tenían una forma de ver el mundo más acorde a la suya, quien tenía unos gustos un tanto peculiares.
Mientras caminaba entre los invitados para asegurarse que todos estaban disfrutando, se encontró en medio de un choque frontal con una joven que parecía tener una complexión bastante delgada para la fuerza con la que su cuerpo había empujado al suyo. Su copa cayó al suelo, rompiéndose sin remedio, mientras la joven emprendía una huida rápida.
Se encargó de llamar a uno de los camareros para que limpiase los cristales rotos, no quería que alguien se cortase sin querer los pies mientras caminaba por allí. Y partió tras la misteriosa mujer, era su deber en asegurarse de que se encontraba bien. Así que siguió la dirección que había tomado, sabiendo que sólo habia algo lo suficiente cerca como para que hubiera desaparecido por completo.
- ¿ Se encuentra bien ?- Preguntó al entrar al balcón, justo a tiempo para ver que había arruinado por completo los hermosos rosales que habían debajo del ventanal. Iba a matarlo el jardinero, eso si es que su Tia no lo degollaba antes.
Se sacó un pañuelo del interior de su disfraz y se lo ofreció a la mujer sin apartar los ojos del rosal, para darle intimidad mientras se limpiaba. - Tenga, si me da el nombre de su acompañante, me encargaré de que la lleven a los carruajes por la parte trasera. Nadie tiene que saber que ha estado indispuesta.
Mientras caminaba entre los invitados para asegurarse que todos estaban disfrutando, se encontró en medio de un choque frontal con una joven que parecía tener una complexión bastante delgada para la fuerza con la que su cuerpo había empujado al suyo. Su copa cayó al suelo, rompiéndose sin remedio, mientras la joven emprendía una huida rápida.
Se encargó de llamar a uno de los camareros para que limpiase los cristales rotos, no quería que alguien se cortase sin querer los pies mientras caminaba por allí. Y partió tras la misteriosa mujer, era su deber en asegurarse de que se encontraba bien. Así que siguió la dirección que había tomado, sabiendo que sólo habia algo lo suficiente cerca como para que hubiera desaparecido por completo.
- ¿ Se encuentra bien ?- Preguntó al entrar al balcón, justo a tiempo para ver que había arruinado por completo los hermosos rosales que habían debajo del ventanal. Iba a matarlo el jardinero, eso si es que su Tia no lo degollaba antes.
Se sacó un pañuelo del interior de su disfraz y se lo ofreció a la mujer sin apartar los ojos del rosal, para darle intimidad mientras se limpiaba. - Tenga, si me da el nombre de su acompañante, me encargaré de que la lleven a los carruajes por la parte trasera. Nadie tiene que saber que ha estado indispuesta.
Dirk Van Der Broken- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 09/08/2014
Re: Dancing zielen (libre)
Los colores se perdieron en su mente, todo estaba tonándose terriblemente oscuro. Sintió cómo si su cuerpo fuese balanceado por fuerzas ajeas a ella. No sabía exactamente cómo describir lo que ocurría con ella, sólo había una cosa que entendía a la perfección. Desde el instante en que adquirió la licantropía, no hubo efectos posteriores en los que se sintiese tan malditamente enferma como en esa ocasión. Mordió su labio inferior con firmeza y consiguió desgarrarse un poco. La legua absorbió la gota escarlata y, al parecer, a su estómago le fascinó el sabor. Dejó de apoyarse, tras unos breves segundos en los que conseguía equilibrarse, escuchó la cuestión de un joven cuya aproximación no alcanzó a distinguir. Le tomó por sorpresa y no pudo evitar respingar ante la irrupción de su propio pensamiento. -¿Yo? Sí. Eh…- No fue capaz de articular más de dos sílabas en su respuesta. Observó el pañuelo. Lo tomó y enrojeció por completo al caer en cuenta del ridículo que estaba haciendo. –Gra… Gracias- Limpió los restos que quedaron sobre las comisuras de sus labios. –Descuide Monsieur, estoy mejor. No desearía arruinar la noche de mi benefactor- No daría el nombre de Vancroft hasta estar segura de haber obtenido algunas de las respuestas que esperaba encontrar ahí. Además, era bien sabido entre algunos, que hay quienes prefieren pagar la compañía de una dama para ese tipo de eventos que acudir solos. Quizás esa sería la situación en la que se vería inmerso el difunto Demian.
Suspiró. El viento de la noche se arremolinó en su cabello, y esta vez en lugar de que los aromas causaran malestar en su interior, le condujeron por instantes llenos de nostalgia. Aún no olvidaba por completo las fiestas a las que solía acudir acompañada del brazo de su hermano. Les fascinaba jugar al cortejo, e incluso llegaron a realizar apuestas sobre quien conseguía atrapar más miradas. Por supuesto, él ganaba. El ritual de conquista que solía utilizar en aquel tiempo, le sería útil para esta ocasión. Dejó salir el aire que había contenido sin darse cuenta y observó, por primera vez, al hombre que le siguió hasta el punto donde se encontraban. Bufó. Resultó ser un caballero lo suficientemente atractivo como para que su actuación se viese más creíble. –Torpe- Susurró. De no ser por el fatídico encuentro, y el hecho de que prácticamente él le observó devolver la cena, seguramente había sido el primer hombre al que intentaría seducir. Recorrió con la mirada esmeralda, cada parte de él. El tétrico atuendo que portaba, le recordó varios instantes en que algún imberbe e incauto hombre intentó hacerle suya por la fuerza, robar alguna de sus espadas o intentar devorarle. Sonrió de medio lado. No había perdido detalle alguno sobre el disfraz que portaba. Eso por supuesto, si en verdad se trataba de sólo una máscara. –Lamento el que haya sido partícipe en mis disturbios, más aún el hecho de que haya sido “El sombrío”, quien viniese a mi rescate.- Cerró el paso hasta él. –O quizá, sólo pretendía acorralarme en el balcón mientras los demás se distraen con el espectáculo para poder robar alguna de mis pertenencias- Se encogió de hombros y negó ligeramente con la cabeza. –De ser lo segundo, erró pues, al elegir a su presa. Lo único de valor que poseo ahora, es su compañía. Puede despojarme de ella u ofrecer un poco más de riqueza al desvalido. ¿Qué clase de ladrón es usted?-
Definitivamente se había recuperado. Tanto que ni siquiera se dio cuenta de cuándo es que comenzó a hablar de forma segura y casi perfecta. Sabía elogiar a los hombres, conocía cómo capta su atención. Sin embargo, no todos los varones son iguales y hay quienes la rechazaban, en su mayoría era por su lengua mordaz. Y el hecho de que aunque pretendiera meterse en un papel sumiso, tarde o temprano salía a relucir su sarcasmo. Sí, esa era la razón por la cual, su hermano ganaba en las apuestas de cortejo, a los hombres no les atrae una hembra de fuerte carácter. Sólo esperaba poder jugar bien su papel esta noche. No podía fallar, no estando tan cerca. –Al menos por supuesto, que haya atinado en robar de mí, algo más que posesiones o compañías, tal vez… ¿Secretos?- Arqueó una ceja y sonrió.
Nevenka Lèveque- Licántropo Clase Alta
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Re: Dancing zielen (libre)
Aguardó pacientemente a que se recompusiera, teniendo el debido cuidado por la intimidad de la señorita, al girarse y evitar que sus ojos la mirasen directamente mientras estuviera limpiándose. A pesar de sus prendas, él era un caballero de los pies a la cabeza, por mucho que eso en ocasiones le otorgase una larga lista de rechazos hacia su persona cuando se trataba de ganarse el corazón de aquel al que amaba.
Juntó sus manos tras la espalda, mirando por las ventanas del balcón a las personas que seguían dentro de la fiesta, sonriendo y conversando. Le divertía ver lo fácil que los hombres cedían a los encantos de sus mujeres, revoloteando con cuidado a la hora de fijar sus ojos en las amantes. Y viceversa, en el caso de las mujeres más atrevidas y decadentes. Entre ellos, él sólo ansiaba una parte tan simple como ser realmente querido alguna vez.
- No debería preocuparse por mí, insisto en la necesidad de que acuda a un médico para que subsane su mal.- Se giró de nuevo cuando su voz le respondió a la pregunta que había formulado antes con preocupación. Un sentimiento que no había abandonado sus ojos, a pesar de verla recomponerse lo suficiente rápido como para que comenzase a recorrerlo con la mirada.
Sostuvo su análisis con tranquilidad, como si estuviera acostumbrado a ello, sabiendo que no iba a encontrar nada que le dijera quién era realmente gracias a su disfraz. Era sólo un asaltante de caminos, un ladrón. Un joven vivaracho que se dedicaba a sobrevivir como podía, o al menos, ése era él aquella noche para el resto. Así funcionaba la fantasía.
- ¿El sombrío?.- Parpadeó con sorpresa al recibir aquel apodo de alguien al que no conocía, jamás creyó recibir tal mote. Pues nada tenía que ver con su personalidad, quizás por eso esbozó una mínima sonrisa, siguiendo su intento de eliminar la realidad de que estaba indispuesta.- Miss Escarlata, ¿es eso un intento burdo de coqueteo?.-
Meneó su cabeza lentamente, escuchando sus dudas acerca de lo que estaba dispuesto a robar de ella. No sabiendo si reír ante su mente aguda, o preocuparse de si estaba ante alguien lo suficiente atrevida como para comprometer su reputación en su propia casa. Prefería pensar que no era así y que sólo tenía ganas de jugar, así que decidió seguir su oferta y contestarle como un asaltador de caminos lo haría.
- Preciosa, no deseo la compañía de una mujer, a menos que venga acompañada de un hermoso collar de rubíes. - Aumentó su sonrisa y deslizó sus ojos por ella, sin ocultar que estaba recorriendo su cuerpo con curiosidad, anotando cada curva en su mente. Se suponía que era un canalla. - Eso depende, ¿Qué secretos puedes ofrecerme?.
Juntó sus manos tras la espalda, mirando por las ventanas del balcón a las personas que seguían dentro de la fiesta, sonriendo y conversando. Le divertía ver lo fácil que los hombres cedían a los encantos de sus mujeres, revoloteando con cuidado a la hora de fijar sus ojos en las amantes. Y viceversa, en el caso de las mujeres más atrevidas y decadentes. Entre ellos, él sólo ansiaba una parte tan simple como ser realmente querido alguna vez.
- No debería preocuparse por mí, insisto en la necesidad de que acuda a un médico para que subsane su mal.- Se giró de nuevo cuando su voz le respondió a la pregunta que había formulado antes con preocupación. Un sentimiento que no había abandonado sus ojos, a pesar de verla recomponerse lo suficiente rápido como para que comenzase a recorrerlo con la mirada.
Sostuvo su análisis con tranquilidad, como si estuviera acostumbrado a ello, sabiendo que no iba a encontrar nada que le dijera quién era realmente gracias a su disfraz. Era sólo un asaltante de caminos, un ladrón. Un joven vivaracho que se dedicaba a sobrevivir como podía, o al menos, ése era él aquella noche para el resto. Así funcionaba la fantasía.
- ¿El sombrío?.- Parpadeó con sorpresa al recibir aquel apodo de alguien al que no conocía, jamás creyó recibir tal mote. Pues nada tenía que ver con su personalidad, quizás por eso esbozó una mínima sonrisa, siguiendo su intento de eliminar la realidad de que estaba indispuesta.- Miss Escarlata, ¿es eso un intento burdo de coqueteo?.-
Meneó su cabeza lentamente, escuchando sus dudas acerca de lo que estaba dispuesto a robar de ella. No sabiendo si reír ante su mente aguda, o preocuparse de si estaba ante alguien lo suficiente atrevida como para comprometer su reputación en su propia casa. Prefería pensar que no era así y que sólo tenía ganas de jugar, así que decidió seguir su oferta y contestarle como un asaltador de caminos lo haría.
- Preciosa, no deseo la compañía de una mujer, a menos que venga acompañada de un hermoso collar de rubíes. - Aumentó su sonrisa y deslizó sus ojos por ella, sin ocultar que estaba recorriendo su cuerpo con curiosidad, anotando cada curva en su mente. Se suponía que era un canalla. - Eso depende, ¿Qué secretos puedes ofrecerme?.
Dirk Van Der Broken- Realeza Neerlandesa
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Re: Dancing zielen (libre)
Quién lo diría, sus patéticos intentos por seducir a un extraño, habían dado frutos. Al menos eso creía, al menos eso es lo que aparentaba. El rubor en sus mejillas se hizo presente tras escuchar el nombre que él eligió para ella. Si tan sólo supiera la verdad detrás de la elección de colores, el humor negro también habría cruzado por sus pupilas. Mordió por segunda ocasión el labio inferior y trató de desviar la mirada. Aún no estaba preparada para que alguien posase su completa atención sobre su cuerpo, no así. No tan de cerca. Tras unos segundos, cayó en la cuenta de que necesitaba oxígeno en los pulmones, pues aparentemente dejó de respirar y ni siquiera lo había notado. Se reprimió mentalmente para después re-incorporarse no sólo en el rumbo que tomaba la conversación sino también la misión que tenía.
-Lamento no saber cómo ser más dócil... No, esa no es la palabra. Quise decir, lamento no ser más atrevida, pero ¿Cómo se supone que deba actuar una simple bailarina ante la presencia de un hombre que podría arrebatarle la vida?- Arqueó una de sus cejas y se encogió ligeramente de hombros. -Hay cosas más valiosas que simples rubíes- Acomodó un mechón de cabello detrás de su oreja y se encaminó hacia el lado contrario de dónde se encontraba el hombre. No sin antes haberse aproximado lo suficiente como para robar una prenda del disfraz. Apoyó los brazos en el balcón y arqueó su cuerpo. No era una invitación, pero estaba claro que sí intentaba robar más tiempo de aquel joven. Observando entre la oscuridad del jardín, enfocó su olfato en el aroma que le arrastró hasta ese punto desde un principio. Sus pupilas se dilataron por la excitación al detectar sangre y vampiros. -Eso depende, ¿Qué ganaría yo por cada revelación? Y por favor no digas que la vida, pues en cuestiones de segundos, ya he conseguido desarmarte- Arroja una carcajada mostrando lo que ha robado de él y lo arroja hacia sus pies.
El aroma de la noche se perdía entre sus fosas nasales, adoraba la combinación de aquellas fragancias. Era un maldito vals que le hacía una tenue invitación a su lado más primitivo. De no ser porque aquel hombre, seguramente ya habría saltado en busca del enemigo. Sin embargo, sabía perfectamente que detrás de algunas situaciones, existen razones más allá de su entendimiento, y quizá en ese instante había más que una casualidad o interrupción de actos. -¿No te parece aterrador? ¿Una fiesta llena de gente enmascarada? No lo digo porque se oculten bajo el antifaz, pues eso suele hacer la mayoría de las personas, apuesto lo que sea a que lo entiendes; más bien es el hecho de esta vez cualquiera puede ser lo que quiera. ¡Es demasiada libertad!-
-Lamento no saber cómo ser más dócil... No, esa no es la palabra. Quise decir, lamento no ser más atrevida, pero ¿Cómo se supone que deba actuar una simple bailarina ante la presencia de un hombre que podría arrebatarle la vida?- Arqueó una de sus cejas y se encogió ligeramente de hombros. -Hay cosas más valiosas que simples rubíes- Acomodó un mechón de cabello detrás de su oreja y se encaminó hacia el lado contrario de dónde se encontraba el hombre. No sin antes haberse aproximado lo suficiente como para robar una prenda del disfraz. Apoyó los brazos en el balcón y arqueó su cuerpo. No era una invitación, pero estaba claro que sí intentaba robar más tiempo de aquel joven. Observando entre la oscuridad del jardín, enfocó su olfato en el aroma que le arrastró hasta ese punto desde un principio. Sus pupilas se dilataron por la excitación al detectar sangre y vampiros. -Eso depende, ¿Qué ganaría yo por cada revelación? Y por favor no digas que la vida, pues en cuestiones de segundos, ya he conseguido desarmarte- Arroja una carcajada mostrando lo que ha robado de él y lo arroja hacia sus pies.
El aroma de la noche se perdía entre sus fosas nasales, adoraba la combinación de aquellas fragancias. Era un maldito vals que le hacía una tenue invitación a su lado más primitivo. De no ser porque aquel hombre, seguramente ya habría saltado en busca del enemigo. Sin embargo, sabía perfectamente que detrás de algunas situaciones, existen razones más allá de su entendimiento, y quizá en ese instante había más que una casualidad o interrupción de actos. -¿No te parece aterrador? ¿Una fiesta llena de gente enmascarada? No lo digo porque se oculten bajo el antifaz, pues eso suele hacer la mayoría de las personas, apuesto lo que sea a que lo entiendes; más bien es el hecho de esta vez cualquiera puede ser lo que quiera. ¡Es demasiada libertad!-
Nevenka Lèveque- Licántropo Clase Alta
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