AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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l'empathie avec la lune «privado»
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l'empathie avec la lune «privado»
Recuerdo del primer mensaje :
"Tell me, who are you when the darkness comes?"
Aquella mujer se ha hecho de sus pensamientos a cada momento que cierra los ojos, la imagen del lobo que sin importar sus diferencias se lanzó a atrapar al cazador cuyo único objetivo era ella, claramente sin pensarlo. La sangre manchando su rotro era invisible comparada con la preocuapción en sus ojos, el desplome de su fachada que amenazaba con tracionarle en cualquier segundo, asunto que no debía ser de su incumbencia pero a pesar de las razones que la llevaron hasta el puerto no lograba ignorar el hecho de que aquella fue la segunda vez que alguien le salvaba la vida de forma desinteresada, por instinto; la segunda vez desde la noche en Fonta di Trevi cuando perdió su humanidad.
Había buscado por dos noches seguidas al lobo y gracias a su hermano —a quien le hizo jurar no mencionar una sola palabra al respecto— consiguió su rastro de mano de ciertas conexiones que por esta vez prefirió ignorar. Se deslizaba por los muelles con sumo sigilo, en silencio..., tal cual sus pies levitaran sin hacer el más mínimo estruendo. Y debía serlo pues una vez un cazador pone la mira en ti no es fácil que desista, si bien pasó a mejor vida, más que nadie sabe que de estar en lo correcto vendrán más como él, es por ello que decidió moverse de forma inadvertida lo cual no era un problema dada su naturaleza mas se ocupo de que su vestuario tampoco fuese un estorbo. Ciento veintiún años en la tierra no le han hecho enamorarse del típico vestuario que se esperaba que usase, es normal en los vampiros aun pudiendo pasar por desapercibido ser atraídos al tipo de vestimenta que llame la atención y no les lleva mucho la contraria pero ir encubierto en busca de un lobo que quizás haya perdido la cordura no es el escenario para usar un vestido que normalmente encaje mejor en la ciudad en medio de algún evento social por lo que, igual que siempre tiene la oportunidad, vistió unos pantalones de cuero negro acompañado por un corset que esta vez llevaba por fuera y chaqueta de mangas largas junto con una par de botas que había traído de su ultimo viaje, le permitía sentirse libre de todas las ataduras que aquella sobre abundancia de telas le proporcionaba. Le permitía pensar y continuar su búsqueda sin preocuparse de arrastrar un vestido.
Repetía una y otra vez lo que sabía al respecto en su mente, lo que habían recopilado coincidía a la perfección y el broche tan parecido al que le mostró su madre de pequeña, al que encontró al enterarse de la supuesta leyenda. Una parte dentro de si se preocupaba con el licantropo, no le encontraba explicación sensata y es que el mero pensamiento no debía siquiera existir sin embargo buscó hasta localizar su aura; no comprendía las sensaciones que llevaban a él, no era parte de su naturaleza el manifiesto de la empatía y poco agrado cargaba consigo hacia los lobos pero algo palpitó muy diferente a otros corazones que había escuchado en el pasado, algo la atrajo hacia él de maneras inexplicable.
Kyros se enojaría aún más cuando se entere, ella terminaría odiándose pero una vez se vio parada detrás de él que yacía sentado sobre la proa de uno de los barcos que reposaban a mitad de la oscuridad sus sentidos se clavaron allí. Era extraño sin importar desde donde lo viese ¿quien era esta persona? la curiosidad siempre le ha hecho malas jugadas pero esta noche actuaba ridículamente irracional.
—¿Es aquí donde vienes a contar tus demonios, lobo? —dijo trayendo al exterior la sutil naturalidad que le caracterizaba. Pensando como lo abordaría con el tema.
Había buscado por dos noches seguidas al lobo y gracias a su hermano —a quien le hizo jurar no mencionar una sola palabra al respecto— consiguió su rastro de mano de ciertas conexiones que por esta vez prefirió ignorar. Se deslizaba por los muelles con sumo sigilo, en silencio..., tal cual sus pies levitaran sin hacer el más mínimo estruendo. Y debía serlo pues una vez un cazador pone la mira en ti no es fácil que desista, si bien pasó a mejor vida, más que nadie sabe que de estar en lo correcto vendrán más como él, es por ello que decidió moverse de forma inadvertida lo cual no era un problema dada su naturaleza mas se ocupo de que su vestuario tampoco fuese un estorbo. Ciento veintiún años en la tierra no le han hecho enamorarse del típico vestuario que se esperaba que usase, es normal en los vampiros aun pudiendo pasar por desapercibido ser atraídos al tipo de vestimenta que llame la atención y no les lleva mucho la contraria pero ir encubierto en busca de un lobo que quizás haya perdido la cordura no es el escenario para usar un vestido que normalmente encaje mejor en la ciudad en medio de algún evento social por lo que, igual que siempre tiene la oportunidad, vistió unos pantalones de cuero negro acompañado por un corset que esta vez llevaba por fuera y chaqueta de mangas largas junto con una par de botas que había traído de su ultimo viaje, le permitía sentirse libre de todas las ataduras que aquella sobre abundancia de telas le proporcionaba. Le permitía pensar y continuar su búsqueda sin preocuparse de arrastrar un vestido.
Repetía una y otra vez lo que sabía al respecto en su mente, lo que habían recopilado coincidía a la perfección y el broche tan parecido al que le mostró su madre de pequeña, al que encontró al enterarse de la supuesta leyenda. Una parte dentro de si se preocupaba con el licantropo, no le encontraba explicación sensata y es que el mero pensamiento no debía siquiera existir sin embargo buscó hasta localizar su aura; no comprendía las sensaciones que llevaban a él, no era parte de su naturaleza el manifiesto de la empatía y poco agrado cargaba consigo hacia los lobos pero algo palpitó muy diferente a otros corazones que había escuchado en el pasado, algo la atrajo hacia él de maneras inexplicable.
Kyros se enojaría aún más cuando se entere, ella terminaría odiándose pero una vez se vio parada detrás de él que yacía sentado sobre la proa de uno de los barcos que reposaban a mitad de la oscuridad sus sentidos se clavaron allí. Era extraño sin importar desde donde lo viese ¿quien era esta persona? la curiosidad siempre le ha hecho malas jugadas pero esta noche actuaba ridículamente irracional.
—¿Es aquí donde vienes a contar tus demonios, lobo? —dijo trayendo al exterior la sutil naturalidad que le caracterizaba. Pensando como lo abordaría con el tema.
Enaylen Chavanell- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 20/04/2016
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Re: l'empathie avec la lune «privado»
Desconcertado ante la reacción de Enaylen, por un instante, el hijo de la luna permaneció inmóvil, pasmado por el delicado toque de los brazos de la mujer anudándose con firmeza alrededor de su cuello, con tal decisión que le hizo dudar de si se encontraba ella consciente de sus acciones, lúcida en todos y cada uno de sus sentidos. ¿Acaso había alguna pizca de sensatez en todo lo ocurrido hasta aquel instante? Tan pronto como la respuesta se hizo presente entre sus ideas el joven envolvió el esbelto torso de la mujer, estrechándola ligeramente contra el suyo, como una tímida demostración de afecto que, a decir verdad, no tenía sentido alguno.
Allí permanecieron ambos en silencio por un minuto o dos, buscando conforte en el otro y por qué no, quizá una respuesta a la demencia que circundaba aquel encuentro. Incluso con la claridad de miles de recuerdos vagando por su mente, en ninguno de ellos pudo encontrar algún momento de intimidad pura como el que halló en Enaylen. Todos los puntos de su vida convergían en ella y como si fuesen dos imanes, estaban destinados a juntarse.
Fue ella quien rompió el silencio y si bien la acción que le aferraba a él le dejó sin aliento, fue el discurso un complemento que aportó a la perplejidad, ahora dejándole sin palabras. El joven Vlahovic optó por imponer una breve distancia, con el objetivo de atrapar el rostro de la joven y con él su mirada. Acudiendo a una delicadeza impropia de su naturaleza, el castaño acarició su mejilla con tanto cuidado como si se tratase de una porcelana, incluso estando al tanto de que entre sus pesadas manos sostenía el más fino diamante: invaluable, deslumbrante e imposible de quebrar; esa era Enaylen y lo supo desde el primer momento en que sus caminos se intersectaron.
— No es usted ninguna damisela en apuros— La vehemencia en la mirada de la inmortal asfixiaba sus palabras. Malachai deslizó sus manos por los brazos de la vampiresa, acariciando con la yema de sus dedos el hálito espectral de su energía, esa que se extendía unos milímetros por encima de su piel y que había degustado en sus labios pues de ser sincero, le apetecían nuevamente. Entonces agarró sus delicadas manos; quería todo de ella, lo necesitaba— Y si de indecencia se trata creo que he sido yo quien ha cruzado el límite —continuó tratando de alejar sus pensamientos de un lugar más inapropiado del que ya se encontraba, invocando un imposible al intentar no sucumbir a ella — Pero aunque no intento justificar mis acciones, debe usted saber que cuando la situación rebasa toda lógica posible, quizá el decoro deba pasar a un segundo plano.
Malachai dio un paso atrás, dejando que las tersas suaves de la vampiresa se deslizaran de su agarre.
— No me atrevería a hacer algo que trasgrediera sus deseos, incluso aunque cada célula de mi cuerpo me implore que lo haga… que lo vuelva a hacer — El castaño detuvo su locución, aclaró la garganta y relamió sus labios, tratando de recobrar la compostura que le abandonó luego de tan atrevida confesión; sin embargo, se obligó a no esconder la mirada esperando que sirviese como prueba contundente de lo contrario — No puedo comprender el origen o el motivo de lo que siento y tampoco puedo encontrar forma racional para explicarlo, pero puedo asegurarle que es correcto, que de alguna u otra forma sé que debo estar aquí, con usted, en este momento.
Cediendo a sus impulsos, Malachai permitió que otra vez su cuerpo acortase la distancia y presa de la curiosidad, entrecerró los ojos, explorando el rostro de la mujer, rebuscando en él la verdad al misterio que les envolvía. Un sutil temblor acogió sus labios que se mostraban ansiosos de indagar, entonces sacudiendo la cabeza ligeramente, en un desesperado intento por evadir la adherencia que le inclinaba a lo inapropiado, giró su cuello y apuntó la vista al lugar donde yacía inconsciente el inmortal.
— Quizá deberíamos irnos.
Allí permanecieron ambos en silencio por un minuto o dos, buscando conforte en el otro y por qué no, quizá una respuesta a la demencia que circundaba aquel encuentro. Incluso con la claridad de miles de recuerdos vagando por su mente, en ninguno de ellos pudo encontrar algún momento de intimidad pura como el que halló en Enaylen. Todos los puntos de su vida convergían en ella y como si fuesen dos imanes, estaban destinados a juntarse.
Fue ella quien rompió el silencio y si bien la acción que le aferraba a él le dejó sin aliento, fue el discurso un complemento que aportó a la perplejidad, ahora dejándole sin palabras. El joven Vlahovic optó por imponer una breve distancia, con el objetivo de atrapar el rostro de la joven y con él su mirada. Acudiendo a una delicadeza impropia de su naturaleza, el castaño acarició su mejilla con tanto cuidado como si se tratase de una porcelana, incluso estando al tanto de que entre sus pesadas manos sostenía el más fino diamante: invaluable, deslumbrante e imposible de quebrar; esa era Enaylen y lo supo desde el primer momento en que sus caminos se intersectaron.
— No es usted ninguna damisela en apuros— La vehemencia en la mirada de la inmortal asfixiaba sus palabras. Malachai deslizó sus manos por los brazos de la vampiresa, acariciando con la yema de sus dedos el hálito espectral de su energía, esa que se extendía unos milímetros por encima de su piel y que había degustado en sus labios pues de ser sincero, le apetecían nuevamente. Entonces agarró sus delicadas manos; quería todo de ella, lo necesitaba— Y si de indecencia se trata creo que he sido yo quien ha cruzado el límite —continuó tratando de alejar sus pensamientos de un lugar más inapropiado del que ya se encontraba, invocando un imposible al intentar no sucumbir a ella — Pero aunque no intento justificar mis acciones, debe usted saber que cuando la situación rebasa toda lógica posible, quizá el decoro deba pasar a un segundo plano.
Malachai dio un paso atrás, dejando que las tersas suaves de la vampiresa se deslizaran de su agarre.
— No me atrevería a hacer algo que trasgrediera sus deseos, incluso aunque cada célula de mi cuerpo me implore que lo haga… que lo vuelva a hacer — El castaño detuvo su locución, aclaró la garganta y relamió sus labios, tratando de recobrar la compostura que le abandonó luego de tan atrevida confesión; sin embargo, se obligó a no esconder la mirada esperando que sirviese como prueba contundente de lo contrario — No puedo comprender el origen o el motivo de lo que siento y tampoco puedo encontrar forma racional para explicarlo, pero puedo asegurarle que es correcto, que de alguna u otra forma sé que debo estar aquí, con usted, en este momento.
Cediendo a sus impulsos, Malachai permitió que otra vez su cuerpo acortase la distancia y presa de la curiosidad, entrecerró los ojos, explorando el rostro de la mujer, rebuscando en él la verdad al misterio que les envolvía. Un sutil temblor acogió sus labios que se mostraban ansiosos de indagar, entonces sacudiendo la cabeza ligeramente, en un desesperado intento por evadir la adherencia que le inclinaba a lo inapropiado, giró su cuello y apuntó la vista al lugar donde yacía inconsciente el inmortal.
— Quizá deberíamos irnos.
Malachai Vlahovic- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 23/04/2016
Localización : París
Re: l'empathie avec la lune «privado»
Decoro…, muerde su labio inferior suprimiendo la leve carcajada que intentó brotar. Si tan solo supiera él, que el decoro fue la primera palabra que debió aprender a pronunciar con propiedad, si tan solo conociera Vlahovic que ha sido la falta de decoro lo que la tiene de pie, cien años después, frente a él. Si tan solo conociese la verdad, sobre cómo la vasta en su propia osadía tuvo el descaro de faltar a las etiquetas que con empeño intentó inculcarle su madre en busca de prevenir el baño de sangre que no ha sido sino acarrear a su familia. La falta del susodicho ganó miradas severas por parte de su hermano gemelo, el único ser sobre la faz de esta inmunda tierra supuesto a entenderla como nadie más.
Los vestigios en su memoria se rehúsan a detener la marcha provocando estragos en su interior, asegurando que, de tener aún un corazón latiente, estuviese al borde de la muerte por culpa del correr de los latidos. Debatiendo a quien otorgarle gran parte del yugo que deliberadamente amenaza con derrumbarse sobre ella: el vampiro, cuya presencia ha removido más de cien años de vida o Malachai cuyo tacto que a pesar de las oscuras experiencias que arrastra, ha traído vida y calidez al alma muerta que la acompaña…., y a la vez le hace cuestionar un tiempo que no recordaba haber perdido. Es entonces cuando recuerda que tarde o temprano deberá enfrentar a la única criatura pura condenada a una existencia tal cual vil demonio, que ha tenido el placer de conocer, con quien ha sido complacida de compartir su existencia mas una sola pregunta le
hace ponderar el extraño sentimiento al que nunca ha osado darle nombre y la incondicional confianza que ha concedido a dicha criatura; es cuando el miedo a vivir en medio de otra gran mentira otorga aún más peso al endemoniado yugo.
¿Cómo sabe que puede confiar en Malachai; cómo concede veracidad a la ola de sensaciones que uno solo de los besos del lobo ha promovido en ella? ¿Cómo, por todos los infiernos que han de existir, ha podido él debilitar un lazo que ha nacido junto con ella?
La neblina recorre sus pies, cubre difícilmente al vampiro que yace no muy lejos de ambos. El frío no ha dejado de azotar un solo instante y se pregunta si tan hostil entorno molesta en lo absoluto al licano. Sin embargo, una sola mirada sus cálidos ojos sirven como garantía de tan firmes palabras. Busca silente el más mínimo atisbo de duda en ellos mas le es imposible, y piensa que, de ser él un ruin traidor no tendría como saberlo, moriría de su mano aun estando al tanto de ello. Agarra la mano del lobo obligándole a retornar la mirada; preferiría mil veces morir una segunda vez o ser raptada por el demonio que ahora inconsciente la reclama como suya que ceder ante otro par de garras, unas que osaban sin pudor poner en duda la confianza que durante años ha depósito y firmemente aún sostiene ante Kyros, independientemente de los sentimientos que ha de sentir por él.
—Debe usted saber —dice, mostrando todo el valor que tiene, no para aparentar frente a Malachai, sino en busca de creerlo ella misma—, que en contra de todo en lo que he podido creer…, ha conseguido usted más en una noche que otros hombres en décadas. Sea o no por los motivos que considero, que haya propiciado nuestro encuentro con gusto estaría de acuerdo en que escuche lo que dice cada célula de su cuerpo —media sonrisa adorna sus labios—, ciertamente al igual que usted no conozco a propiedad el porqué de lo que siento hacia usted pero, mientras lo descubro, debe saber que no me molesta siga cruzando ciertos límites —tan pronto finaliza su discurso suelta la mano del lobo decidida a seguir el camino dictado por el mismo.
Los vestigios en su memoria se rehúsan a detener la marcha provocando estragos en su interior, asegurando que, de tener aún un corazón latiente, estuviese al borde de la muerte por culpa del correr de los latidos. Debatiendo a quien otorgarle gran parte del yugo que deliberadamente amenaza con derrumbarse sobre ella: el vampiro, cuya presencia ha removido más de cien años de vida o Malachai cuyo tacto que a pesar de las oscuras experiencias que arrastra, ha traído vida y calidez al alma muerta que la acompaña…., y a la vez le hace cuestionar un tiempo que no recordaba haber perdido. Es entonces cuando recuerda que tarde o temprano deberá enfrentar a la única criatura pura condenada a una existencia tal cual vil demonio, que ha tenido el placer de conocer, con quien ha sido complacida de compartir su existencia mas una sola pregunta le
hace ponderar el extraño sentimiento al que nunca ha osado darle nombre y la incondicional confianza que ha concedido a dicha criatura; es cuando el miedo a vivir en medio de otra gran mentira otorga aún más peso al endemoniado yugo.
¿Cómo sabe que puede confiar en Malachai; cómo concede veracidad a la ola de sensaciones que uno solo de los besos del lobo ha promovido en ella? ¿Cómo, por todos los infiernos que han de existir, ha podido él debilitar un lazo que ha nacido junto con ella?
La neblina recorre sus pies, cubre difícilmente al vampiro que yace no muy lejos de ambos. El frío no ha dejado de azotar un solo instante y se pregunta si tan hostil entorno molesta en lo absoluto al licano. Sin embargo, una sola mirada sus cálidos ojos sirven como garantía de tan firmes palabras. Busca silente el más mínimo atisbo de duda en ellos mas le es imposible, y piensa que, de ser él un ruin traidor no tendría como saberlo, moriría de su mano aun estando al tanto de ello. Agarra la mano del lobo obligándole a retornar la mirada; preferiría mil veces morir una segunda vez o ser raptada por el demonio que ahora inconsciente la reclama como suya que ceder ante otro par de garras, unas que osaban sin pudor poner en duda la confianza que durante años ha depósito y firmemente aún sostiene ante Kyros, independientemente de los sentimientos que ha de sentir por él.
—Debe usted saber —dice, mostrando todo el valor que tiene, no para aparentar frente a Malachai, sino en busca de creerlo ella misma—, que en contra de todo en lo que he podido creer…, ha conseguido usted más en una noche que otros hombres en décadas. Sea o no por los motivos que considero, que haya propiciado nuestro encuentro con gusto estaría de acuerdo en que escuche lo que dice cada célula de su cuerpo —media sonrisa adorna sus labios—, ciertamente al igual que usted no conozco a propiedad el porqué de lo que siento hacia usted pero, mientras lo descubro, debe saber que no me molesta siga cruzando ciertos límites —tan pronto finaliza su discurso suelta la mano del lobo decidida a seguir el camino dictado por el mismo.
Enaylen Chavanell- Vampiro/Realeza
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Re: l'empathie avec la lune «privado»
Después de la imprudencia cometida, la lógica de Malachai señalaba que recibiría un buen golpe, o por lo menos algún improperio, a causa de su falta de caballerosidad al mostrar tan descarado afecto a una dama que conocía de más bien pocos encuentros. Grande fue su sorpresa cuando sucedió todo lo contrario e, incluso, la rubia declaraba no tener problema alguno con su carencia de decoro y autocontrol a la hora de trazar límites; ciertamente era un alivio pues, después de haber probado sus labios, el sentido de aquellas palabras se perdía entre el espacio que les separaba.
Invocó la parsimonia que la presencia de la mujer amenazaba con arrebatarle. Años atrás, cuando era la bestia quien imponía el mando sobre la mayor parte de sus actos, el hombre jamás se hubiera molestado en resistir a la tentación que representaban las palabras de Enaylen, menos con el calibre de su declaración. Su mirada cayó cansina sobre los labios de la mujer, ella se daba un pequeño y sensual mordisco que lo incitaba a tomarlos con la fiereza contenida. Tragó saliva y se relamió los propios. Si bien había sido difícil desde un principio mantener la distancia, ahora lo era mucho más.
Con esfuerzo logró apartar tanto su cuerpo como la mirada, sacudiendo la cabeza como si de aquella forma lograra sacudir también las desvergonzadas cavilaciones que avivaban los instintos del animal en su interior. Sonrió con nerviosismo, y esta vez posó la mirada en la densa oscuridad en la que se sumía el camino a seguir. Ella le había dado pie para que liderara el camino, significando aquello que le seguiría incluso desconociendo su próximo destino.
Después de los hechos acontecidos con el inmortal que yacía inconsciente a pocos metros de distancia, el joven Vlahovic comprendió que vagar por las calles no sería lo más apropiado, al menos no por el resto de la velada. Necesitaban un lugar seguro para resguardarse y, por supuesto, para poder sostener esa conversación que tenían pendiente. Ella aún le debía explicaciones y, con el tiempo, surgirían más preguntas, cuyas respuestas deberían encontrarían juntos.
— Sígame, madame.
Sus ojos se encendieron en vibrante ámbar mostrándole el camino que se mantenía oculto en la penumbra a la parda mirada del mundano. No tenía la costumbre de hacer uso de su bestia, no a menos de que fuera realmente necesario, pues evidentementeno tenía control de ella, mucho menos ahora que sabía que a sus espaldas yacía al asesino de su hermano.
Inconsciente e indefenso, el inmortal era presa fácil y al menor de los Vlahovic ganas no le faltaban de arrancarle la cabeza, no obstante, dos variables le impedían culminar la venganza que con tanto ímpetu ansiaba. No sería una batalla justa mientras el vampiro no gozara de plena consciencia, tampoco tendría valor pues lo que ansiaba era hacerle sufrir, ver el dolor en sus ojos mientras le arrebataba su segunda existencia; no obstante, tampoco quería que Enaylen presenciara esa oscura y detestable parte de él, esa que sólo ansiaba sangre y venganza, la criatura que reclamaba muerte y se convertía en mensajero de la misma.
Seguramente la rubia había sido testigo de peores demonios mas aquello no implicaba que él debía convertirse en uno más en la lista.
Caminaban en silencio, presurosos bajo las sombras. Malachai ladeó la mirada y se encontró con la silueta de Enaylen a su lado y sin previo aviso entrelazó su mano con la de ella. No era necesario, ella podía ver en la oscuridad igual o mejor que él, la noche era su madre y sin embargo, no quería perderle de vista, empero no era una simple preocupación, pues sería una falacia intentar convencerse que no buscaba contacto con ella. Ciertamente, el simple tacto de su piel le reconfortaba el alma.
Ella lucía confundida, era claro que no tenía la más remota idea de a donde le llevaba, mucho menos cuando se detuvieron frente a una vieja casona, digna de un hombre de clase media como lo era él. El gesto que desorientación que Enaylen llevaba plasmado en sus bellas facciones se endureció, mientras le daba un vistazo a la edificación, que constaba de tres pisos. El último era el suyo.
— Este es… mi hogar —explicó dándole unas suaves palmadas a la pared — Entiendo si no quiere pasar, sé que debe estar usted acostumbrada a mejores lugares, pero dadas las circunstancias, pensé que sería lo suficientemente seguro para conversar.
Malachai introdujo la llave en la cerradura y la giró tres veces a la derecha hasta que la puerta cedió, abriéndola de par en par ante la mujer.
— Está usted invitada a quedarse el tiempo que necesite, insisto en que me permita acompañarla hasta el próximo anochecer... considerando lo sucedido —Se explicó, no deseaba que se malinterpretaran sus intenciones.
Sí, era cierto, no tendría problema en ceder a los límites del decoro con ella cualquier noche, no obstante, ese no era el motivo por el que le había llevado hasta allí.
— Es el último piso, a la izquierda —apuntó con media sonrisa.
Invocó la parsimonia que la presencia de la mujer amenazaba con arrebatarle. Años atrás, cuando era la bestia quien imponía el mando sobre la mayor parte de sus actos, el hombre jamás se hubiera molestado en resistir a la tentación que representaban las palabras de Enaylen, menos con el calibre de su declaración. Su mirada cayó cansina sobre los labios de la mujer, ella se daba un pequeño y sensual mordisco que lo incitaba a tomarlos con la fiereza contenida. Tragó saliva y se relamió los propios. Si bien había sido difícil desde un principio mantener la distancia, ahora lo era mucho más.
Con esfuerzo logró apartar tanto su cuerpo como la mirada, sacudiendo la cabeza como si de aquella forma lograra sacudir también las desvergonzadas cavilaciones que avivaban los instintos del animal en su interior. Sonrió con nerviosismo, y esta vez posó la mirada en la densa oscuridad en la que se sumía el camino a seguir. Ella le había dado pie para que liderara el camino, significando aquello que le seguiría incluso desconociendo su próximo destino.
Después de los hechos acontecidos con el inmortal que yacía inconsciente a pocos metros de distancia, el joven Vlahovic comprendió que vagar por las calles no sería lo más apropiado, al menos no por el resto de la velada. Necesitaban un lugar seguro para resguardarse y, por supuesto, para poder sostener esa conversación que tenían pendiente. Ella aún le debía explicaciones y, con el tiempo, surgirían más preguntas, cuyas respuestas deberían encontrarían juntos.
— Sígame, madame.
Sus ojos se encendieron en vibrante ámbar mostrándole el camino que se mantenía oculto en la penumbra a la parda mirada del mundano. No tenía la costumbre de hacer uso de su bestia, no a menos de que fuera realmente necesario, pues evidentementeno tenía control de ella, mucho menos ahora que sabía que a sus espaldas yacía al asesino de su hermano.
Inconsciente e indefenso, el inmortal era presa fácil y al menor de los Vlahovic ganas no le faltaban de arrancarle la cabeza, no obstante, dos variables le impedían culminar la venganza que con tanto ímpetu ansiaba. No sería una batalla justa mientras el vampiro no gozara de plena consciencia, tampoco tendría valor pues lo que ansiaba era hacerle sufrir, ver el dolor en sus ojos mientras le arrebataba su segunda existencia; no obstante, tampoco quería que Enaylen presenciara esa oscura y detestable parte de él, esa que sólo ansiaba sangre y venganza, la criatura que reclamaba muerte y se convertía en mensajero de la misma.
Seguramente la rubia había sido testigo de peores demonios mas aquello no implicaba que él debía convertirse en uno más en la lista.
Caminaban en silencio, presurosos bajo las sombras. Malachai ladeó la mirada y se encontró con la silueta de Enaylen a su lado y sin previo aviso entrelazó su mano con la de ella. No era necesario, ella podía ver en la oscuridad igual o mejor que él, la noche era su madre y sin embargo, no quería perderle de vista, empero no era una simple preocupación, pues sería una falacia intentar convencerse que no buscaba contacto con ella. Ciertamente, el simple tacto de su piel le reconfortaba el alma.
Ella lucía confundida, era claro que no tenía la más remota idea de a donde le llevaba, mucho menos cuando se detuvieron frente a una vieja casona, digna de un hombre de clase media como lo era él. El gesto que desorientación que Enaylen llevaba plasmado en sus bellas facciones se endureció, mientras le daba un vistazo a la edificación, que constaba de tres pisos. El último era el suyo.
— Este es… mi hogar —explicó dándole unas suaves palmadas a la pared — Entiendo si no quiere pasar, sé que debe estar usted acostumbrada a mejores lugares, pero dadas las circunstancias, pensé que sería lo suficientemente seguro para conversar.
Malachai introdujo la llave en la cerradura y la giró tres veces a la derecha hasta que la puerta cedió, abriéndola de par en par ante la mujer.
— Está usted invitada a quedarse el tiempo que necesite, insisto en que me permita acompañarla hasta el próximo anochecer... considerando lo sucedido —Se explicó, no deseaba que se malinterpretaran sus intenciones.
Sí, era cierto, no tendría problema en ceder a los límites del decoro con ella cualquier noche, no obstante, ese no era el motivo por el que le había llevado hasta allí.
— Es el último piso, a la izquierda —apuntó con media sonrisa.
Última edición por Malachai Vlahovic el Jue Sep 14, 2017 1:56 am, editado 1 vez
Malachai Vlahovic- Licántropo Clase Media
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Re: l'empathie avec la lune «privado»
Los hombres que han cruzado pasos con Enaylen jamás obtuvieron apreciación sincera por parte de la vampira o algo más que un mero deseo carnal. Si embargo, no es aquello lo que queda en su memoria. Sabe que existe algo más, que no siempre hubo tal aberración vinculada a los malditos neófitos que tomaron su vida y se complacieron con su cuerpo, estaba segura de haber enterrado el recuerdo de las sucias manos que violentamente acariciaron su cuerpo y abusaron de cada centímetro de su piel; los recuerdos de Malachai confirmaban sus sospechas, avalaban un tiempo perdido, empero, traían consigo nuevas interrogantes. Y es que no evitaba sentir hacia él la misma sensación de añoranza que reflejaba en presencia de Kyros. Sensación que le gritaba haber perdido algo importante.
A de ser por tal conmoción oculta bajo las apaciguadas facciones que danzaban en su rostro, que siguió sin protestar los pasos de Malachai por cada calle hasta llegar al hogar del licano. Juró no estar en sus cabales, si antes estaba consciente de la extraña sintonía que la arrastraba hacia el lobo ahora que le brindaba su silencio y confianza, se enfrentaba la única pregunta que se sobreponía ante las demás: ¿quién era Malachai en el absurdo juego en el que se encontraban?
Bien podría culpar a la noche y sus tretas, los labios del licántropo que aun se daban a sentir en los suyos o el denuedo del caballero al interponer su bienestar ante ella por voluntad propia; no tenía como saberlo, aún. Fue hacia él guiada por conjunciones sin resolver y un extraño dejo de familiaridad a quien juraba no conocer en lo absoluto. Y, aunque los cazadores seguramente los buscaban y ahora otro presunto asesino se unía a la cruzada, no fue avezada tampoco intentó serlo al evitar la sonrisa contra la que luchaba ante su anfitrión cuyo ligero toque de nerviosismo encontraba gracioso para su deleite.
Hasta el anochecer…, instintivamente llevó la mano a la lágrima de cristal que pendía de su cuello, cubierta con debido cuidado bien era capaz de llegar a su hogar antes que el sol tomara control absoluto del firmamento y brillara en su más alta cúspide en un mundo que ya no le daba la bienvenida pero, de hacer tal cosa perdería la oportunidad de aclarar con un poco más de calma las dudas que giraban en torno a Malachai Vlahovic, debería, entonces, regresar a las paredes que decoradas en lujos solo servían de prisión ante sus ojos, con suerte agraciada con la compañía de los sirvientes quienes con la ausencia de Kyros y las continuas desapariciones de Karsten, se convirtieron en los únicos seres que imitaban atisbos borros de vida en el lugar. Por lo que olvidó el colgante que hizo su hermano gemelo para ella en sus años de magia. Sonrió una vez más ante el lobo “¿qué podría salir mal?”
—Ha pasado mucho desde que entro a un hogar que se siente en verdad como tal —dice, sin esperar a que su anfitrión la escuche o brinde respuesta. Aun no lo necesitara, sentía seguridad a su lado y mas que plena tranquilidad la abrigaba una inquietud asfixiante.
Por razones que escogió no ponderar supo que de tener un corazón en este momento estuviese magullado ante las interrogativas de una conciencia que no debería existir; mientras seguía a Malachai hasta el último piso supo que el repudio que sentía al sexo masculino decidió hacer, deliberadamente, excepción con el lobo, tal como lo ha hecho en Kyros. Una vez más sus instintos escogían alguien en quien confiar inundándola con un inexplicable e irracional revuelo de traición en el aura. Y aunque lo más sensato era regresar a la residencia e ignorar los sentimientos que afloraban en ella, como era de costumbre, una fuerza mayor que la plantó al lado de Malachai, ansiaba creer que era por mera curiosidad, que tan solo estaba en busca de respuestas; quiso echar tan lejos como fuera posible el sentimiento de culpabilidad hacia Kyros pues a sus ojos no albergaban fundamentos. Ha estado con otros hombres antes sin remordimiento alguno, sabe que él por igual mantenía una vida en la que ella nunca sopesó o prestó atención alguna mas aquí estaba, vestida y propiamente acompañada no obstante alevosía colgaba sobre su cabeza como la más letal de las armas.
Solo una verdad ardía con fervor suficiente para justificar los pensamientos que decidió tachar de ridículos, necesitaba respuesta al misterio que Malachai Vlahovic simbolizaba en su vida.
A de ser por tal conmoción oculta bajo las apaciguadas facciones que danzaban en su rostro, que siguió sin protestar los pasos de Malachai por cada calle hasta llegar al hogar del licano. Juró no estar en sus cabales, si antes estaba consciente de la extraña sintonía que la arrastraba hacia el lobo ahora que le brindaba su silencio y confianza, se enfrentaba la única pregunta que se sobreponía ante las demás: ¿quién era Malachai en el absurdo juego en el que se encontraban?
Bien podría culpar a la noche y sus tretas, los labios del licántropo que aun se daban a sentir en los suyos o el denuedo del caballero al interponer su bienestar ante ella por voluntad propia; no tenía como saberlo, aún. Fue hacia él guiada por conjunciones sin resolver y un extraño dejo de familiaridad a quien juraba no conocer en lo absoluto. Y, aunque los cazadores seguramente los buscaban y ahora otro presunto asesino se unía a la cruzada, no fue avezada tampoco intentó serlo al evitar la sonrisa contra la que luchaba ante su anfitrión cuyo ligero toque de nerviosismo encontraba gracioso para su deleite.
Hasta el anochecer…, instintivamente llevó la mano a la lágrima de cristal que pendía de su cuello, cubierta con debido cuidado bien era capaz de llegar a su hogar antes que el sol tomara control absoluto del firmamento y brillara en su más alta cúspide en un mundo que ya no le daba la bienvenida pero, de hacer tal cosa perdería la oportunidad de aclarar con un poco más de calma las dudas que giraban en torno a Malachai Vlahovic, debería, entonces, regresar a las paredes que decoradas en lujos solo servían de prisión ante sus ojos, con suerte agraciada con la compañía de los sirvientes quienes con la ausencia de Kyros y las continuas desapariciones de Karsten, se convirtieron en los únicos seres que imitaban atisbos borros de vida en el lugar. Por lo que olvidó el colgante que hizo su hermano gemelo para ella en sus años de magia. Sonrió una vez más ante el lobo “¿qué podría salir mal?”
—Ha pasado mucho desde que entro a un hogar que se siente en verdad como tal —dice, sin esperar a que su anfitrión la escuche o brinde respuesta. Aun no lo necesitara, sentía seguridad a su lado y mas que plena tranquilidad la abrigaba una inquietud asfixiante.
Por razones que escogió no ponderar supo que de tener un corazón en este momento estuviese magullado ante las interrogativas de una conciencia que no debería existir; mientras seguía a Malachai hasta el último piso supo que el repudio que sentía al sexo masculino decidió hacer, deliberadamente, excepción con el lobo, tal como lo ha hecho en Kyros. Una vez más sus instintos escogían alguien en quien confiar inundándola con un inexplicable e irracional revuelo de traición en el aura. Y aunque lo más sensato era regresar a la residencia e ignorar los sentimientos que afloraban en ella, como era de costumbre, una fuerza mayor que la plantó al lado de Malachai, ansiaba creer que era por mera curiosidad, que tan solo estaba en busca de respuestas; quiso echar tan lejos como fuera posible el sentimiento de culpabilidad hacia Kyros pues a sus ojos no albergaban fundamentos. Ha estado con otros hombres antes sin remordimiento alguno, sabe que él por igual mantenía una vida en la que ella nunca sopesó o prestó atención alguna mas aquí estaba, vestida y propiamente acompañada no obstante alevosía colgaba sobre su cabeza como la más letal de las armas.
Solo una verdad ardía con fervor suficiente para justificar los pensamientos que decidió tachar de ridículos, necesitaba respuesta al misterio que Malachai Vlahovic simbolizaba en su vida.
Enaylen Chavanell- Vampiro/Realeza
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Re: l'empathie avec la lune «privado»
Señaló el camino hacia el tercer piso y se movió a un lado para darle paso a la dama, concediéndole una fugaz mirada de picardía mientras ella avanzaba. Pardos con zafiros se encontraron en complicidad. Sonrió para sí. A pesar de que tuvieron un áspero comienzo, todo cuanto sucedía en presencia de Enaylen se sentía correcto.
La intempestiva aparición del inmortal que la clamaba como suya, cuya esencia al parecer lo delataba también como el criminal que dio muerte a su hermano, había desequilibrado su delicada estabilidad emocional y, a decir verdad, de no ser por que aquella noche la bella rubia lo acompañaba, probablemente no hubiese sido capaz de mantener el control de su bestia y se encontraría a sí mismo dando rienda suelta al desprecio que en su corazón ardía por aquel despreciable hijo de puta.
Sacudió la cabeza. Recordar aquello que le enfurecía no tenía ningún uso, por lo menos no en aquel momento. Enaylen lo observó por encima del hombro con el rabillo del ojo, indagando si subiría nada más con su gesticulación. Malachai se carcajeó por lo bajo, cerró la puerta a sus espaldas y le siguió.
Su apartamento era antiguo y pequeño, ciertamente no era pobre, pues a pesar de no ser una mansión, su morada era decente; sin embargo, el salario que obtenía de su labor como bibliotecario no daba lugar para lujos o excentricidades, sólo lo necesario. El comentario de la vampiresa sobre su hogar le causó diversión, a decir verdad, pasaba demasiado tiempo en casa, siempre sumido en esa profunda monotonía que le permitía sobreponer el hombre a la bestia, para él, aquellas cuatro pareces eran el símbolo de su prisión.
— Gracioso que lo diga, Madame, pues hoy debe ser el único día que realmente encuentro agrado en estar aquí.
Malachai encontró en las facciones de la mujer un breve gesto de sorpresa ante la respuesta ofrecida, no por el contenido de la contestación sino más bien por la sencilla acción de contestar. Sus comisuras se extendieron un poco más. Se dio media vuelta y caminó hasta una pequeña alacena que dividía el comedor de la cocina y de uno de los dispensadores sacó una botella bourbon y dos pequeños vasos de vidrio. No era un hombre de beber mucho, después de que creyó concretada la venganza contra el supuesto asesino de Nikolai, quien, evidentemente, no fue más que un señuelo, el menor de los Vlahovic se apartó del alcohol y los riesgos que en su condición este representaba, tanto como le fue posible; Sin embargo, de vez en vez Cameron se paseaba por su hogar y le obsequiaba alguna que otra botella de licor que, usualmente, bebía en su compañía, calentando el gaznate en una amena charla junto al fuego de la chimenea.
En cada vaso colocó dos cubos de hielo y procedió a verter el ambarino líquido a la mitad de cada recipiente, entonces se acercó a la inmortal y extendió su mano ofreciéndole uno de ellos.
— Este — Removió el recipiente en suaves movimientos circulares, revolviendo su contenido— es un buen licor. Me lo ha traído un gran amigo mío, pero debo decir que es usted compañía más atractiva que él.
Esperó a que la vampiresa recibiera su oferta y le dio un sorbo al líquido, con media sonrisa cincelada en sus labios mientras lo hacía.
— Por favor, tome asiento Madame, siéntase como en casa.
Enaylen hizo caso a su petición y él le imitó, sentándose a su lado, no extremadamente cerca pero sí lo suficiente como para evocar intimidad. Ladeó la cabeza brevemente y le observó de soslayo divertido.
— ¿Quisiera saber algo gracioso? — Indagó enarcando la ceja y desatendió su copa sobre la pequeña mesa de centro frente a ellos
Ella lo observó con curiosidad; él relamió sus labios conteniendo una apenada risotada.
— De pequeño, usted fue mi amor platónico — Confesó — Recuerdo vívidamente nuestro primer encuentro, como lo ha sido capaz de apreciar, pero lo que no sabe, es que me dejó completamente maravillado. Esa es la mujer que yo quiero cuando crezca, solía pensar — Rio y sin timidez alguna ancló su mirada directa sobre la de ella— Es surrealista, ¿lo sabe? Poder verla, poder conversar con usted, poder… — Sus ojos cayeron sin decoro alguno a los rosados labios de la mujer, paladeando en la boca el rastro de sabor, ese que aún alcanzaba a apreciar en los suyos.
Detuvo en seco su discurso y volvió a tomar entre sus manos el vaso, sumergiendo sus pardos en el abismo del traslúcido y áureo elixir. De un solo trago bajó por su garganta el contenido restante y tamborileando sus dedos sobre el vidrió se volvió de nuevo a la rubia.
— ¿Lo conocía? — Indagó saliéndose por la tangente. Su acompañante pareció no entender a qué se refería— Al inmortal que nos atacó —Explicó
Hizo presión inconsciente sobre el cristal que resguardaba en sus manos. Por estructura, evidentemente se resquebrajó. Dejó escapar el aire contenido en sus pulmones, no podía permitirse perder el control.
La intempestiva aparición del inmortal que la clamaba como suya, cuya esencia al parecer lo delataba también como el criminal que dio muerte a su hermano, había desequilibrado su delicada estabilidad emocional y, a decir verdad, de no ser por que aquella noche la bella rubia lo acompañaba, probablemente no hubiese sido capaz de mantener el control de su bestia y se encontraría a sí mismo dando rienda suelta al desprecio que en su corazón ardía por aquel despreciable hijo de puta.
Sacudió la cabeza. Recordar aquello que le enfurecía no tenía ningún uso, por lo menos no en aquel momento. Enaylen lo observó por encima del hombro con el rabillo del ojo, indagando si subiría nada más con su gesticulación. Malachai se carcajeó por lo bajo, cerró la puerta a sus espaldas y le siguió.
Su apartamento era antiguo y pequeño, ciertamente no era pobre, pues a pesar de no ser una mansión, su morada era decente; sin embargo, el salario que obtenía de su labor como bibliotecario no daba lugar para lujos o excentricidades, sólo lo necesario. El comentario de la vampiresa sobre su hogar le causó diversión, a decir verdad, pasaba demasiado tiempo en casa, siempre sumido en esa profunda monotonía que le permitía sobreponer el hombre a la bestia, para él, aquellas cuatro pareces eran el símbolo de su prisión.
— Gracioso que lo diga, Madame, pues hoy debe ser el único día que realmente encuentro agrado en estar aquí.
Malachai encontró en las facciones de la mujer un breve gesto de sorpresa ante la respuesta ofrecida, no por el contenido de la contestación sino más bien por la sencilla acción de contestar. Sus comisuras se extendieron un poco más. Se dio media vuelta y caminó hasta una pequeña alacena que dividía el comedor de la cocina y de uno de los dispensadores sacó una botella bourbon y dos pequeños vasos de vidrio. No era un hombre de beber mucho, después de que creyó concretada la venganza contra el supuesto asesino de Nikolai, quien, evidentemente, no fue más que un señuelo, el menor de los Vlahovic se apartó del alcohol y los riesgos que en su condición este representaba, tanto como le fue posible; Sin embargo, de vez en vez Cameron se paseaba por su hogar y le obsequiaba alguna que otra botella de licor que, usualmente, bebía en su compañía, calentando el gaznate en una amena charla junto al fuego de la chimenea.
En cada vaso colocó dos cubos de hielo y procedió a verter el ambarino líquido a la mitad de cada recipiente, entonces se acercó a la inmortal y extendió su mano ofreciéndole uno de ellos.
— Este — Removió el recipiente en suaves movimientos circulares, revolviendo su contenido— es un buen licor. Me lo ha traído un gran amigo mío, pero debo decir que es usted compañía más atractiva que él.
Esperó a que la vampiresa recibiera su oferta y le dio un sorbo al líquido, con media sonrisa cincelada en sus labios mientras lo hacía.
— Por favor, tome asiento Madame, siéntase como en casa.
Enaylen hizo caso a su petición y él le imitó, sentándose a su lado, no extremadamente cerca pero sí lo suficiente como para evocar intimidad. Ladeó la cabeza brevemente y le observó de soslayo divertido.
— ¿Quisiera saber algo gracioso? — Indagó enarcando la ceja y desatendió su copa sobre la pequeña mesa de centro frente a ellos
Ella lo observó con curiosidad; él relamió sus labios conteniendo una apenada risotada.
— De pequeño, usted fue mi amor platónico — Confesó — Recuerdo vívidamente nuestro primer encuentro, como lo ha sido capaz de apreciar, pero lo que no sabe, es que me dejó completamente maravillado. Esa es la mujer que yo quiero cuando crezca, solía pensar — Rio y sin timidez alguna ancló su mirada directa sobre la de ella— Es surrealista, ¿lo sabe? Poder verla, poder conversar con usted, poder… — Sus ojos cayeron sin decoro alguno a los rosados labios de la mujer, paladeando en la boca el rastro de sabor, ese que aún alcanzaba a apreciar en los suyos.
Detuvo en seco su discurso y volvió a tomar entre sus manos el vaso, sumergiendo sus pardos en el abismo del traslúcido y áureo elixir. De un solo trago bajó por su garganta el contenido restante y tamborileando sus dedos sobre el vidrió se volvió de nuevo a la rubia.
— ¿Lo conocía? — Indagó saliéndose por la tangente. Su acompañante pareció no entender a qué se refería— Al inmortal que nos atacó —Explicó
Hizo presión inconsciente sobre el cristal que resguardaba en sus manos. Por estructura, evidentemente se resquebrajó. Dejó escapar el aire contenido en sus pulmones, no podía permitirse perder el control.
Malachai Vlahovic- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 23/04/2016
Localización : París
Re: l'empathie avec la lune «privado»
Observó cada paso que daba el lobo, lo vio ir de aquí para allá decir palabras y luego dar otra vuelta hasta que los tragos estuvieron servidos y ambos sentados al centro de la habitación.
—Si es el amigo que creo, estoy segura de que no le gustaría verme tomar su preciado licor —comentó tomando el vaso en sus manos. Media carcajada al recuerdo de Cameron reprochándole por robar de su bar personal en Italia que murió en melancolía al recordar sus advertencias aquella mañana.
Anatómicamente hablando la vampira podría continuar durante días e incluso semanas, irónicamente agradeció un techo, el trago en sus manos y el sofá. Era la primera vez en todo el siglo que lleva muerta que siente tal cansancio abrasador, curioso pues nunca creyó ser capaz de sentir fatiga, no después de los sucesos en Italia cien años atrás, pero era aquel el dilema, toda una vida en el olvido regresó a la vida sin su consentimiento. Memorias que no sabía estaban perdidas hasta conocer a Malachai y el vampiro que los atacó…, que osó reclamarla, bien pensó los cazadores eran el mayor de sus problemas sin saber que, por lo visto, la fuente de todos los disturbios yacía frente a ellos; respira profundo y pausado como quien contiene la respiración más de lo que debería, como quien realmente necesita tal cosa. En momentos como estos es cuando iría hacia Kyros en busca de confort, recargar la cabeza en su hombro formaba parte de los pequeños detalles que le permitían ser una niña otra vez, liberarse de la fiereza que fue obligada a forjar y bajar todas sus guardias a sabiendas que no existía lugar más seguro que sus brazos. Hoy él estaba lejos de ella, su gemelo más distante que nunca y la noche se planteaba tediosa y larga.
No fue hasta que el licántropo habló por segunda vez entreviendo una tímida sonrisa que a su parecer era lo suficiente dulce para apaciguarla que corroboró el inicio de la incertidumbre hacia su persona, empujándola a sentir aún más tranquila a su lado de la que alguna vez experimentó junto a su salvador. Creando conflictos que jamás creyó verse en la necesidad, mucho menos darse tiempo, de enfrentar.
Asintió ante la pregunta de Malachai, invitándolo a seguir y con suerte apaciguar sus pensamientos; y es que tales manifestaciones como lo es la preocupación no era propio de ella, no siquiera con la maldición que por años ha intentado develar pues las noches en que visitaba hechiceras de una tierra a otra quedaron en el pasado hasta la semana pasada dados los eventos recientes.
—No haces más que elevar mí ya de por si existente ego —concluye por él sosteniendo la mirada—. Desearía decir lo mismo, sin embargo, es un poco inquietante. De algún modo no recuerdo los años venideros después de haberlo conocido, todo es borroso desde entonces —fue quizás la tibiez de la compañía, la sensación de seguridad o la familiaridad que le gritaba por fin estar en el lugar indicado que le hizo decir tal cosa en voz alta por primera vez. Enaylen siempre sintió haber perdido algo más, en el fondo presintió que la verdad sobre su familia no era la único que buscaba—. Me alegra ver que hayas crecido bien—confesó extrañamente aliviada a raíz del recuerdo prestado por Malachai—. En otras circunstancias hubiese sido un placer ser esa mujer —cierto dejó apagó su discurso, aun sintiendo los labios del lobo sobre los suyos.
Tarde o temprano alguien traería la cuestión a colación, tan pronto sucedió el aire volvió a tornarse seco y pesado, la tranquilidad que por un momento marchó de la mano de su proveedor.
El vampiro ¿Qué parte de la verdad debía ser contada? ¿Era siquiera prudente contarle la tormentosa reminiscencia que evocaba en ella? Enaylen no estaba acostumbrada a sentirse débil e indefensa, en pocas ocasiones se le agotaban las respuestas, con fervor creyó haber superado la traumática noche en que murió o la aún más en que fallecieron sus familiares, por razones desconocidas el vampiro emulaba todo lo que alguna vez ella temió, creaba un vacío inexplicable dentro de ella que le gritaba sin cesar y apuntaba hacia él como único culpable de las desgracias acontecidas en su pasado, presente y futuro. No daba con la manera adecuada o el tacto para responder la pregunta de Malachai.
—Atravieso la misma incertidumbre que experimenté respecto a usted la primera vez que le vi. Empero, en lo que a él respecta, es más intensa, peligrosa…—dio un último trago. No se percató de la fuerza que ejercía sobre el vaso hasta que estalló en sus manos incrustando retazos de cristal en sus manos—. Mis recuerdos yacen a ciegas, sin embargo, he de afirmar sin miedo a errar que es la razón de las fatalidades pasadas y futuras…, la razón que se esconde junto a mis recuerdos… —las palabras murieron junto a la expresión preocupada en el dulce rostro de Malachai ante la sangre que brotaba de sus manos.
—Lamento haber importunado su noche —fue entonces la primera vez, que pudiera recordar, en que ofrecía disculpas a terceros. Ha de ser ese el inquietante problema con Vlahovic, incesante representaba todo lo alguna vez ella se negó a ser, sentir o creer llevándola a desear su compañía sin intenciones de acabar con su vida a la mañana siguiente. Era el segundo hombre, primero sin necesidad de mérito, que le incitaba a creer que no todos los hombres merecían morir en sus manos, a diferencia del inmortal cuya ira era palpable y ojos desbordantes de odio, sedientos de sangre y violencia la reclamaba como si fuese un mero objeto, como lo hicieron los malditos neófitos que decidieron jugar con su cuerpo por puro amor al deporte.
—Si es el amigo que creo, estoy segura de que no le gustaría verme tomar su preciado licor —comentó tomando el vaso en sus manos. Media carcajada al recuerdo de Cameron reprochándole por robar de su bar personal en Italia que murió en melancolía al recordar sus advertencias aquella mañana.
Anatómicamente hablando la vampira podría continuar durante días e incluso semanas, irónicamente agradeció un techo, el trago en sus manos y el sofá. Era la primera vez en todo el siglo que lleva muerta que siente tal cansancio abrasador, curioso pues nunca creyó ser capaz de sentir fatiga, no después de los sucesos en Italia cien años atrás, pero era aquel el dilema, toda una vida en el olvido regresó a la vida sin su consentimiento. Memorias que no sabía estaban perdidas hasta conocer a Malachai y el vampiro que los atacó…, que osó reclamarla, bien pensó los cazadores eran el mayor de sus problemas sin saber que, por lo visto, la fuente de todos los disturbios yacía frente a ellos; respira profundo y pausado como quien contiene la respiración más de lo que debería, como quien realmente necesita tal cosa. En momentos como estos es cuando iría hacia Kyros en busca de confort, recargar la cabeza en su hombro formaba parte de los pequeños detalles que le permitían ser una niña otra vez, liberarse de la fiereza que fue obligada a forjar y bajar todas sus guardias a sabiendas que no existía lugar más seguro que sus brazos. Hoy él estaba lejos de ella, su gemelo más distante que nunca y la noche se planteaba tediosa y larga.
No fue hasta que el licántropo habló por segunda vez entreviendo una tímida sonrisa que a su parecer era lo suficiente dulce para apaciguarla que corroboró el inicio de la incertidumbre hacia su persona, empujándola a sentir aún más tranquila a su lado de la que alguna vez experimentó junto a su salvador. Creando conflictos que jamás creyó verse en la necesidad, mucho menos darse tiempo, de enfrentar.
Asintió ante la pregunta de Malachai, invitándolo a seguir y con suerte apaciguar sus pensamientos; y es que tales manifestaciones como lo es la preocupación no era propio de ella, no siquiera con la maldición que por años ha intentado develar pues las noches en que visitaba hechiceras de una tierra a otra quedaron en el pasado hasta la semana pasada dados los eventos recientes.
—No haces más que elevar mí ya de por si existente ego —concluye por él sosteniendo la mirada—. Desearía decir lo mismo, sin embargo, es un poco inquietante. De algún modo no recuerdo los años venideros después de haberlo conocido, todo es borroso desde entonces —fue quizás la tibiez de la compañía, la sensación de seguridad o la familiaridad que le gritaba por fin estar en el lugar indicado que le hizo decir tal cosa en voz alta por primera vez. Enaylen siempre sintió haber perdido algo más, en el fondo presintió que la verdad sobre su familia no era la único que buscaba—. Me alegra ver que hayas crecido bien—confesó extrañamente aliviada a raíz del recuerdo prestado por Malachai—. En otras circunstancias hubiese sido un placer ser esa mujer —cierto dejó apagó su discurso, aun sintiendo los labios del lobo sobre los suyos.
Tarde o temprano alguien traería la cuestión a colación, tan pronto sucedió el aire volvió a tornarse seco y pesado, la tranquilidad que por un momento marchó de la mano de su proveedor.
El vampiro ¿Qué parte de la verdad debía ser contada? ¿Era siquiera prudente contarle la tormentosa reminiscencia que evocaba en ella? Enaylen no estaba acostumbrada a sentirse débil e indefensa, en pocas ocasiones se le agotaban las respuestas, con fervor creyó haber superado la traumática noche en que murió o la aún más en que fallecieron sus familiares, por razones desconocidas el vampiro emulaba todo lo que alguna vez ella temió, creaba un vacío inexplicable dentro de ella que le gritaba sin cesar y apuntaba hacia él como único culpable de las desgracias acontecidas en su pasado, presente y futuro. No daba con la manera adecuada o el tacto para responder la pregunta de Malachai.
—Atravieso la misma incertidumbre que experimenté respecto a usted la primera vez que le vi. Empero, en lo que a él respecta, es más intensa, peligrosa…—dio un último trago. No se percató de la fuerza que ejercía sobre el vaso hasta que estalló en sus manos incrustando retazos de cristal en sus manos—. Mis recuerdos yacen a ciegas, sin embargo, he de afirmar sin miedo a errar que es la razón de las fatalidades pasadas y futuras…, la razón que se esconde junto a mis recuerdos… —las palabras murieron junto a la expresión preocupada en el dulce rostro de Malachai ante la sangre que brotaba de sus manos.
—Lamento haber importunado su noche —fue entonces la primera vez, que pudiera recordar, en que ofrecía disculpas a terceros. Ha de ser ese el inquietante problema con Vlahovic, incesante representaba todo lo alguna vez ella se negó a ser, sentir o creer llevándola a desear su compañía sin intenciones de acabar con su vida a la mañana siguiente. Era el segundo hombre, primero sin necesidad de mérito, que le incitaba a creer que no todos los hombres merecían morir en sus manos, a diferencia del inmortal cuya ira era palpable y ojos desbordantes de odio, sedientos de sangre y violencia la reclamaba como si fuese un mero objeto, como lo hicieron los malditos neófitos que decidieron jugar con su cuerpo por puro amor al deporte.
Enaylen Chavanell- Vampiro/Realeza
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Re: l'empathie avec la lune «privado»
Las comisuras de sus labios se ladearon en un gesto agridulce en tanto escuchó la confesión de la vampiresa. Se sintió estúpido, tan embelesado se encontraba por la presencia de la mujer que olvidó ella no tenía memoria alguna de su primer encuentro, ese que había ocurrido tantos años atrás y aún palpitaba con fuerza entre sus recuerdos. No pudo evitar reír ante el contraste, él podía evocar aquella memoria cuando quisiera, revivirla con viveza casi como si pudiese trasladarse al pasado mediante un corto instante de concentración, romper los límites del tiempo y el espacio sólo para volver a sentir el tacto de aquellos finos y delicados dedos revolviendo sus rizos castaños; ella, por su parte, a duras penas tenía la capacidad de reconocer que sus caminos se habían cruzado antes y de no ser por que sus naturalezas les permitían compartir tal reminiscencia, muy seguramente, lo hubiese concebido como ficción.
— Sí… a mí también — Masculló para sí, ladeando la sonrisa con cierto deje de melancolía y dando un sorbo a su copa tras servirse una nueva ronda.
Tras un denso silencio que antecedió a la mención del inmortal, la dama procedió a responder la indagación que le fue lanzada o por lo menos lo intento, pues los detalles de la contestación fueron bastante vagos y no alcanzaron a satisfacer la curiosidad ya removida del lobo. Había sido necio y quizá hasta presuntuoso de su parte hacerse a la idea de que su existencia pudo llegar a poseer relevancia semejante a la que la vampiresa tuvo en su vida. La suya era una memoria desechable, bien podría estar ahí o no, como fuera, no habría diferencia.
Mujeres como Enaylen, damas de alta cuna, bonitas, carismáticas y de perfectas formas, no figuraban con tipos como él, hombres de prole que más allá de una humilde morada no tenían mucho que ofrecer. La señorita estaría acostumbrada a un montón de lujos y comodidades de los que él no se servía y, probablemente, ya habría otro de mejor estatus que, a diferencia del psicópata al que habían enfrentado aquella noche, sí tendría derecho de clamarla como suya. La sola idea lo cabreó sin motivo aparente. Por lo bajo, Malachai gruñó ante la imagen de uno que no fuera él siendo contemplado por aquellos intensos egeos, de otras manos que no fueran las propias enredándose en los dorados bucles, o de otra que no fuera la calidez de su boca atrapando esos dulces y rosados labios, besando aquella tersa y pálida piel…
Sin resguardar conciencia de sus acciones, el lobo imprimió fuerza sobre el recipiente que acunaba entre sus manos. El cristal, ya de por sí resquebrajado, continuó fragmentándose de modo que el contenido comenzó a desbordarse por una de las hendeduras. De repente, el estallido del vidrio lo arrastró fuera de sus cavilaciones, por un instante imaginó que había fijado demasiada presión en su copa, mas al echar un vistazo y comprobar que a pesar de las fisuras, su recipiente continuaba en una pieza, abrió los ojos como platos al encontrar los fragmentos de la copa de Enaylen ensartados en aquella preciosa y delicada mano de la que escandalosos hilillos de sangre comenzaban a fluir.
Él la observó consternado, incluso estando al tanto de la condición vampírica con la que la bendecía la noche; aquellas heridas le habrían causado a la mujer tanto dolor como lo haría un pinchazo.
— Permítame — Pronunció, pidiendo permiso antes de sujetar la mano lesionada entre las suyas.
Por esencia, Malachai no era un ser de maneras delicadas, como cualquier otro lobo, su tacto era brusco e incluso un tanto torpe. Sin embargo, a pesar de que ante sus ojos la inmortal no carecía de fuerza o valor, sólo por ese instante, la tomó como si su piel estuviera hecha de la más fina y valiosa porcelana, dedicándose a retirar pieza por pieza, los trozos de cristal astillados a su inmaculada dermis, mientras una sonrisa reconfortante le curvaba los labios.
— Bueno, si a Cameron le disgustaría verla beber de su licor no imagino como se pondrá cuando sepa que lo ha desperdiciado, Milady — Bromeó haciendo referencia al comentario de la dama, mas su expresión jocosa se tornó en un entrecejo fruncido en tanto ella se disculpó por haberle importunado. El hijo de la luna sacudió su cabeza a modo de negación y ancló sus pardos a los resplandecientes zafiros de la mujer — No ha importunado nada, Enaylen… si no le molesta que le llame así, todo lo contrario — Confesó retirando el último vidrio ensartado.
Las heridas comenzaron a sanar instantáneamente. Malachai liberó la mano de la mujer y del suelo recogió los fragmentos restantes, dirigiéndose a la cocina para desecharlos en la basura. Para cuando volvió en su mano llevaba una pequeña toalla humedecida en agua. El licántropo retomó asiento junto a la rubia, indagando con la mirada por consentimiento para tomarle de la mano nuevamente, extendiéndole la propia mientras aguardaba a que esta vez fuese ella quien se la entregara y tan pronto como sintió el tacto de la vampiresa posándose sobre el suyo, repasando la toalla sobre la blanquecina piel, limpió los rezagos de sangre que la manchaba.
— No tiene que decirme nada que no desee, madame—Aseguró sincero — dígame lo que crea conveniente. De alguna u otra forma, le prometo que llegaremos al fondo de esto — Puntualizó, retirando del rostro de la mujer un mechón dorado con extrema delicadeza
— Sí… a mí también — Masculló para sí, ladeando la sonrisa con cierto deje de melancolía y dando un sorbo a su copa tras servirse una nueva ronda.
Tras un denso silencio que antecedió a la mención del inmortal, la dama procedió a responder la indagación que le fue lanzada o por lo menos lo intento, pues los detalles de la contestación fueron bastante vagos y no alcanzaron a satisfacer la curiosidad ya removida del lobo. Había sido necio y quizá hasta presuntuoso de su parte hacerse a la idea de que su existencia pudo llegar a poseer relevancia semejante a la que la vampiresa tuvo en su vida. La suya era una memoria desechable, bien podría estar ahí o no, como fuera, no habría diferencia.
Mujeres como Enaylen, damas de alta cuna, bonitas, carismáticas y de perfectas formas, no figuraban con tipos como él, hombres de prole que más allá de una humilde morada no tenían mucho que ofrecer. La señorita estaría acostumbrada a un montón de lujos y comodidades de los que él no se servía y, probablemente, ya habría otro de mejor estatus que, a diferencia del psicópata al que habían enfrentado aquella noche, sí tendría derecho de clamarla como suya. La sola idea lo cabreó sin motivo aparente. Por lo bajo, Malachai gruñó ante la imagen de uno que no fuera él siendo contemplado por aquellos intensos egeos, de otras manos que no fueran las propias enredándose en los dorados bucles, o de otra que no fuera la calidez de su boca atrapando esos dulces y rosados labios, besando aquella tersa y pálida piel…
Sin resguardar conciencia de sus acciones, el lobo imprimió fuerza sobre el recipiente que acunaba entre sus manos. El cristal, ya de por sí resquebrajado, continuó fragmentándose de modo que el contenido comenzó a desbordarse por una de las hendeduras. De repente, el estallido del vidrio lo arrastró fuera de sus cavilaciones, por un instante imaginó que había fijado demasiada presión en su copa, mas al echar un vistazo y comprobar que a pesar de las fisuras, su recipiente continuaba en una pieza, abrió los ojos como platos al encontrar los fragmentos de la copa de Enaylen ensartados en aquella preciosa y delicada mano de la que escandalosos hilillos de sangre comenzaban a fluir.
Él la observó consternado, incluso estando al tanto de la condición vampírica con la que la bendecía la noche; aquellas heridas le habrían causado a la mujer tanto dolor como lo haría un pinchazo.
— Permítame — Pronunció, pidiendo permiso antes de sujetar la mano lesionada entre las suyas.
Por esencia, Malachai no era un ser de maneras delicadas, como cualquier otro lobo, su tacto era brusco e incluso un tanto torpe. Sin embargo, a pesar de que ante sus ojos la inmortal no carecía de fuerza o valor, sólo por ese instante, la tomó como si su piel estuviera hecha de la más fina y valiosa porcelana, dedicándose a retirar pieza por pieza, los trozos de cristal astillados a su inmaculada dermis, mientras una sonrisa reconfortante le curvaba los labios.
— Bueno, si a Cameron le disgustaría verla beber de su licor no imagino como se pondrá cuando sepa que lo ha desperdiciado, Milady — Bromeó haciendo referencia al comentario de la dama, mas su expresión jocosa se tornó en un entrecejo fruncido en tanto ella se disculpó por haberle importunado. El hijo de la luna sacudió su cabeza a modo de negación y ancló sus pardos a los resplandecientes zafiros de la mujer — No ha importunado nada, Enaylen… si no le molesta que le llame así, todo lo contrario — Confesó retirando el último vidrio ensartado.
Las heridas comenzaron a sanar instantáneamente. Malachai liberó la mano de la mujer y del suelo recogió los fragmentos restantes, dirigiéndose a la cocina para desecharlos en la basura. Para cuando volvió en su mano llevaba una pequeña toalla humedecida en agua. El licántropo retomó asiento junto a la rubia, indagando con la mirada por consentimiento para tomarle de la mano nuevamente, extendiéndole la propia mientras aguardaba a que esta vez fuese ella quien se la entregara y tan pronto como sintió el tacto de la vampiresa posándose sobre el suyo, repasando la toalla sobre la blanquecina piel, limpió los rezagos de sangre que la manchaba.
— No tiene que decirme nada que no desee, madame—Aseguró sincero — dígame lo que crea conveniente. De alguna u otra forma, le prometo que llegaremos al fondo de esto — Puntualizó, retirando del rostro de la mujer un mechón dorado con extrema delicadeza
Malachai Vlahovic- Licántropo Clase Media
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Re: l'empathie avec la lune «privado»
Repasó el contorno de las facciones del lobo. Le observó sin temor a ser descubierta, en busca de una explicación lógica a la tormenta que el mismo desataba en su interior. Contempló como sus cejas se fruncía con nobleza mientras pasaba el paño húmedo sobre la sangre restante, en un vaivén casi hipnotico y, para su sorpresa, se atrapó a si misma deseando quedar confinada en aquella intimidad improvisada, permanecer a su lado siquiera hasta el sol decidiese ceder el trono a la luna que les brindaba augurio a ambos. Y vaya que no se avergüenza de anhelar probar sus labios una vez más y quien sabe, quizás incluso un poco más. Empero,supo que si era esto todo lo que obtendría durante la noche, con pena en su no existente corazón sería suficiente hasta un próximo encuentro. Quiso con desesperó poseer el recuerdo perdido, aquel en especifico que compartía con él; darle las respuestas que esperaba de ella y buscar sosiego a sus dudas. Comprendió, al final, el porqué las advertencias del italiano.
Saboreó las ansias de lo que significaba querer protegerlo de la verdad que se fragmentaba a cada segundo. Chocó de frente con el egoísmo desinteresado que clamaba por el lobo.
—Por fin comprendo porqué D'Lizoni amenazó con clavar una estaca en mi pecho si posaba uno solo de mis colmillos en tu piel —susurró—. No es la primera vez que derramo algo preciado para él —una lánguida sonrisa, ridículamente blanquecina incluso para el palido de su piel, cargada de la memoria de Elena Santori, se esparció en sus labios mas se obligó a desechar el recuerdo y en su lugar, estribar la mano derecha sobre la del licántropo incitandolo a desistir de su misión en limpiar los residuos de sangre que ya se mostraban minimos. Suspiró, como mortal a punto de dar el paso más atrevido, desafiante de toda su patética existencia. Anómalo incluso, tratándose de ella.
—Por desgracia me temo que esperaba algo más pero está bien, comencemos con que me llames Enaylen —esta vez la sonrisa que tuvo lugar fue, se atreve a juzgar, la más ligera que ha experimentado en décadas. Y, si tal cosa ha tenido lugar pues ha de yacer junto a los recuerdos que teme haber perdido.
—Se requiere ser muy estúpido o incauto para no dar con la conclusión, de que el vampiro evocó en usted sensaciones similares a las que he sentido de mano de sus ojos rojo carmesí. Mayores, me atrevo a decir —dice al compás que, sin poseer control absoluto sobre su cuerpo, se inclina poco a poco, cortando la insufrible distancia nacida entre ambos.
Resulta irónico que se tome el atrevimiento de comparar a Malachai con la presencia imponente de Kyros. Se siente desleal con el mero pensamiento mas ha de reconocer que si jamás hubo alguien lo bastante digno de siquiera erguirse a su lado. Malachai, en cambio, contaba con todos los atributos para ocupar aquel lugar. Era entonces donde se veía encrucijada. Pese a la imagen de vampiro a quien debía la vida y el lobo hacia quien comenzaba a sentirse anclada sin lugar a refuta alguna, optó por seguir el imán que la atraía más y más hacia Vlahovic. Ya a pocos centímetros de los labios del lobo, que ansiaba sentir una vez más aquella noche. Y ¿por qué no? Permitir que sus manos se abrieran paso por todo su cuerpo.
—Algunos afirman que tiendo a ser una mujer complicada, aún así, se ha ganado usted algo más que mi simpatía —articuló, llevando la mirada de los labios del licántropo a los ojos hasta anclarla en los iris que dejaban escapar un ambar brillante—. Necesito confiar en ti —dijo, un deje de amargura resplandeció en su mirada, anidado a décadas de traición y desdén a los de su clase—, así que bien podemos decirnos la verdad..., y un poco más —dio un leve mordisco impulsada por la misma inercia hacia los labios del hombre—, o escuchar las amenazas del pequeño Santori —usó por primera vez el título por el que siempre le ha llamado a Cameron, nunca reconociendo el apellido del padre del italiano sin importar la recepción y atenciones que este siempre ha brindado a su favor—, marcharme y vivir con el inquietante saber de tu existencia.
Tal vez, de regreso a la residencia que intentaba llamar hogar o enfrentando las cuestionantes que sabe no sería capaz de contener una vez Kyros regrese a esta insulsa patria en la que han permanecido más de lo que previó, cuestione sus actos esta noche mas algo se regodea de saber que será todo lo contrario y finalmente deba admitir que lo que sea que le arrastra hacia Malachai es más fuerte que ambos; que necesita de él.
—No sigas huyendo de tus demonios, muestramelos...—suspiró. Un beso. Luego otro—, y te dejaré ver los míos.
Saboreó las ansias de lo que significaba querer protegerlo de la verdad que se fragmentaba a cada segundo. Chocó de frente con el egoísmo desinteresado que clamaba por el lobo.
—Por fin comprendo porqué D'Lizoni amenazó con clavar una estaca en mi pecho si posaba uno solo de mis colmillos en tu piel —susurró—. No es la primera vez que derramo algo preciado para él —una lánguida sonrisa, ridículamente blanquecina incluso para el palido de su piel, cargada de la memoria de Elena Santori, se esparció en sus labios mas se obligó a desechar el recuerdo y en su lugar, estribar la mano derecha sobre la del licántropo incitandolo a desistir de su misión en limpiar los residuos de sangre que ya se mostraban minimos. Suspiró, como mortal a punto de dar el paso más atrevido, desafiante de toda su patética existencia. Anómalo incluso, tratándose de ella.
—Por desgracia me temo que esperaba algo más pero está bien, comencemos con que me llames Enaylen —esta vez la sonrisa que tuvo lugar fue, se atreve a juzgar, la más ligera que ha experimentado en décadas. Y, si tal cosa ha tenido lugar pues ha de yacer junto a los recuerdos que teme haber perdido.
—Se requiere ser muy estúpido o incauto para no dar con la conclusión, de que el vampiro evocó en usted sensaciones similares a las que he sentido de mano de sus ojos rojo carmesí. Mayores, me atrevo a decir —dice al compás que, sin poseer control absoluto sobre su cuerpo, se inclina poco a poco, cortando la insufrible distancia nacida entre ambos.
Resulta irónico que se tome el atrevimiento de comparar a Malachai con la presencia imponente de Kyros. Se siente desleal con el mero pensamiento mas ha de reconocer que si jamás hubo alguien lo bastante digno de siquiera erguirse a su lado. Malachai, en cambio, contaba con todos los atributos para ocupar aquel lugar. Era entonces donde se veía encrucijada. Pese a la imagen de vampiro a quien debía la vida y el lobo hacia quien comenzaba a sentirse anclada sin lugar a refuta alguna, optó por seguir el imán que la atraía más y más hacia Vlahovic. Ya a pocos centímetros de los labios del lobo, que ansiaba sentir una vez más aquella noche. Y ¿por qué no? Permitir que sus manos se abrieran paso por todo su cuerpo.
—Algunos afirman que tiendo a ser una mujer complicada, aún así, se ha ganado usted algo más que mi simpatía —articuló, llevando la mirada de los labios del licántropo a los ojos hasta anclarla en los iris que dejaban escapar un ambar brillante—. Necesito confiar en ti —dijo, un deje de amargura resplandeció en su mirada, anidado a décadas de traición y desdén a los de su clase—, así que bien podemos decirnos la verdad..., y un poco más —dio un leve mordisco impulsada por la misma inercia hacia los labios del hombre—, o escuchar las amenazas del pequeño Santori —usó por primera vez el título por el que siempre le ha llamado a Cameron, nunca reconociendo el apellido del padre del italiano sin importar la recepción y atenciones que este siempre ha brindado a su favor—, marcharme y vivir con el inquietante saber de tu existencia.
Tal vez, de regreso a la residencia que intentaba llamar hogar o enfrentando las cuestionantes que sabe no sería capaz de contener una vez Kyros regrese a esta insulsa patria en la que han permanecido más de lo que previó, cuestione sus actos esta noche mas algo se regodea de saber que será todo lo contrario y finalmente deba admitir que lo que sea que le arrastra hacia Malachai es más fuerte que ambos; que necesita de él.
—No sigas huyendo de tus demonios, muestramelos...—suspiró. Un beso. Luego otro—, y te dejaré ver los míos.
Enaylen Chavanell- Vampiro/Realeza
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Re: l'empathie avec la lune «privado»
— ¿Cameron amenazó con qué?
El entrecejo de Malachai se frunció, permitiéndole a la rubia detallar el disgusto que le causó conocer la intromisión de su semejante. Lo quería tanto como se puede llegar a querer a un hermano, no era sangre, pero era familia y, su lealtad le pertenecía enteramente al italiano; no obstante, la relación… o lo que fuera que él mantuviese con Enaylen Chavanell, no era cuestión de su incumbencia.
D’Lizoni era el creador de su bestia y, ciertamente, le había salvado la vida al transferirle el don de la licantropía cuando él, no siendo más que un huérfano luxemburgués, perdido en la capital parisina, víctima de un azar infausto, cegado por implacable ira y gobernado por una irracional necesidad de sangre, se precipitó al más oscuro de los abismos en busca de venganza.
Fue gracias a las habilidades con las que lo consagró la luna que salió ileso de su cruzada y la posterior afrenta. Con Cameron se encontraba en eterna deuda; sin embargo, aunque no existiese lógica que pudiera justificarlo, la inmortal poseía un influjo bastante fuerte sobre él. Ambos compartían un vínculo invisible, ancestral y gravitacional que se empeñaba en entrelazar sus destinos; sólo sabía Dios lo que su bestia era capaz de hacer con tal de proteger a esa mujer.
Las delicadas manos de la dama se posaron sobre las suyas, grandes y torpes, indicándole con el sutil gesto que desistiese de la infructuosa labor. Las esferas pardas de Malachai ascendieron cansinas hacia las celestiales gemas que curiosas le rebuscaban. Las palabras que tomaron forma en los labios de la vampiresa le dejaron anonadado, de tal forma, que se vio forzado a tensar la mandíbula para que esta no se desencajara dando cuenta del desconcierto que aquella afirmación le causó.
Tragó saliva ¿Esperaba algo más? ¿Qué esperaba? Entreabrió la boca para preguntárselo, pero ella desestimó las propias palabras y prosiguió con su discurso, asegurando que se había percatado de lo mucho que lo contrarió el ataque del milenario, acortando la distancia con cada palabra pronunciada. Malachai hizo un esfuerzo sobrehumano en articular una respuesta coherente, mas en todo cuanto podía pensar era en los labios que tentadores se aproximaban a los suyos. Aclaró la garganta esforzándose por disfrazar sus emociones, pero la tonalidad áurea que refulgía en sus irises delató el deseo que lo acometió.
— E-e-es una historia bastante complicada, Enaylen— Tartamudeó sin apartar la mirada del hipnotizante movimiento de los labios ajenos.
A pesar de que la piel de la vampiresa se conservaba fría al tacto, el hálito de su aliento era cálido y, colisionando con sus agitadas exhalaciones, la escasa distancia que se oponía al encuentro de sus bocas ardía como las brasas. Las garras de la bestia emergieron y en un patético intento por dominar sus instintos primarios, perforó con ellas el relleno del sofá, aferrándose de los almohadones con fuerza.
Un gruñido gutural brotó de sus cuerdas vocales, si cedía en ese momento, si se dejaba llevar por la pasión y su apetito animal, estaba seguro de que no habría vuelta atrás. La fracción más irracional de su ser amenazaba con sobreponerse a toda lógica y toda razón, su corazón palpitaba a ritmo violento, su naturaleza lo orillaba al cuerpo de la mujer como si el escaso espacio que distanciaba sus cuerpos fuese el campo magnético entre polos opuestos ¿Cómo podría negarse a esos labios? ¿cómo podría negarse a ella nunca?
Las palabras que se materializaron en los labios de la rubia se convirtieron etéreas caricias que friccionaron los suyos, fue ella quien aprisionó su labio inferior en un pequeño mordisco que le volvió loco, procediendo a obsequiarle cortos, pero deliciosos besos que fenecían en breves intermedios, ocupados por palabras que él ya había cesado de escuchar. Jadeó preso de una abrasadora necesidad de poseerla y de un tirón la subió a horcajadas sobre su regazo, deslizando sus manos por la espalda de la mujer, contorneando con ellas todas las elevaciones y todos los caminos que pudo con ellas acaparar.
Hundió los dedos en los muslos de la vampiresa y presionando ascendió ávido, apretándole las nalgas a su paso. Gruñó, sumergiendo su lengua en la humedad de esa cálida boca que entre voraces besos consumía, paladeando su sabor, enredándola con la ajena en un feroz ciclón. Malachai ajustó el agarre sobre las caderas de Enaylen atrayéndola más contra su cuerpo mientras ella, tan excitada como él, se removía sobre él en incitadores movimientos circulares bajo los cuales su miembro se endureció.
— ¿Esto es lo que quieres? — Masculló con la voz entrecortada, incapaz de hallar contención.
Malachai Vlahovic- Licántropo Clase Media
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Re: l'empathie avec la lune «privado»
—No es necesario que pongas esa cara, lobo —sonrió divertida—. Nuestra relación es sostenida sobre amenazas diarias desde mucho antes que Cam entrara a la adolescencia —comentó un tanto ausente, otro más triste ante el recuerdo de la madre de Santori. Aquel tiempo en el que regresó a Italia por primera vez con la cabeza en alto ocupaban un lugar especial en su memoria, durante esa primavera Elena le brindó un regalo que incluso Kyros o Karsten habían sido capaces de obsequiarle: una madre.
Tan pronto como la nostalgia surcó sus ojos desapareció. Era Malachai quien reclamaba su atención en toda totalidad; era él quien ahora le regalaba algo que creyó no ser lo bastante avezada para encontrar o lo suficiente agraciada para recibir. Sonrió a sus anchas ante el leve tartamudeo del licántropo ¿Cómo conseguía él mostrar tan vasta diversidad de matices sin el mínimo esfuerzo?
—¿Qué tanto? —se concentró en persistir en el rastro de besos que sembraba en la piel del muchacho—. Un demonio ha de estar aguardando a que caiga la noche para cazarnos mientras una absurda maldición espera tranquila por nosotros que sin poder comprenderlo persistimos en inmiscuirnos en el camino del otro ¿Algo más que quieras agregar a la lista de complicaciones? —sonrió atrevida, lasciva sobre sus labios. Podría atreverse a decir sin temor a pecar que incluso divertida.
Aquello distaba de ser como las relaciones que sostenía con desconocidos psicópatas, desquiciados y las víctimas a quienes devoraba llena de odio, acosada por la noche en que murió. Aquello amenazaba con significar algo para lo que posiblemente no estaba preparada.
El sonido gutural que dejó escapar Malachai fue la confirmación de que, sin lugar a dudas, el fino velo de incertidumbres había terminado de caer entre ambos. Al sentir las manos de su acompañante aferrar se su piel supo, entonces, que la bestia que dormía en él estaba despertando.
El atardecer que Cameron irrumpió en el castillo ignorando el desagrado que sentía Kyros entorno a su presencia en el lugar, sus ojos refulgían en un ámbar intenso; él la culpaba más a ella que a su hermano gemelo por la muerte de su madre. Si bien no fue la autora del atroz asesinato, para el primogénito de los Santori y los D’Lizoni, la poca paz que habitaba en el castillo se marchó tan pronto ella arribó. Y no le recriminaba tal acusación, le dolía sin lugar a dudas, sabía perfectamente que los demonios siempre habitaron entorno a la familia de su madre pero ella también sufrió la muerte de Elena, envidió que su hijo fuese capaz de convertir aquel dolor en odio y venganza pues también anhelaba una cura sin importar cuán efímera fuera. Lo que nunca esperó fue recibir un ultimátum acompañado de sus reproches; entonces supo el afecto que el lobo contenía por Vlahovic. Supo, una vez el muchacho se calmó, la lucha interna que libraba Malachai con la bestia que por más que negara, formaba parte de él.
Se preguntaba qué sería aquello tan atroz que sus ojos presenciaron para llevarlo a semejante estado. Sin embargo, no lo juzgó, cien años atrás encontró una mirada similar en los ojos de su hermano. No podría decir lo mismo por sí misma; era el demonio que la poseía lo que la mantenía con vida.
No se contuvo, quería tanto como pudiera obtener de él; lo necesitaba en cada aspecto posible, física y espiritualmente. Arrancó la camisa del lobo dejando al descubierto su bien formado torso. Desplazó las manos hasta llegar a la pelvis.
—¿Esto? —carcajeó—. Quiero mucho más, Malachai —susurró en su oído dando leves mordiscos en el obulo—. Quiero todo de ti.
Tan pronto como la nostalgia surcó sus ojos desapareció. Era Malachai quien reclamaba su atención en toda totalidad; era él quien ahora le regalaba algo que creyó no ser lo bastante avezada para encontrar o lo suficiente agraciada para recibir. Sonrió a sus anchas ante el leve tartamudeo del licántropo ¿Cómo conseguía él mostrar tan vasta diversidad de matices sin el mínimo esfuerzo?
—¿Qué tanto? —se concentró en persistir en el rastro de besos que sembraba en la piel del muchacho—. Un demonio ha de estar aguardando a que caiga la noche para cazarnos mientras una absurda maldición espera tranquila por nosotros que sin poder comprenderlo persistimos en inmiscuirnos en el camino del otro ¿Algo más que quieras agregar a la lista de complicaciones? —sonrió atrevida, lasciva sobre sus labios. Podría atreverse a decir sin temor a pecar que incluso divertida.
Aquello distaba de ser como las relaciones que sostenía con desconocidos psicópatas, desquiciados y las víctimas a quienes devoraba llena de odio, acosada por la noche en que murió. Aquello amenazaba con significar algo para lo que posiblemente no estaba preparada.
El sonido gutural que dejó escapar Malachai fue la confirmación de que, sin lugar a dudas, el fino velo de incertidumbres había terminado de caer entre ambos. Al sentir las manos de su acompañante aferrar se su piel supo, entonces, que la bestia que dormía en él estaba despertando.
El atardecer que Cameron irrumpió en el castillo ignorando el desagrado que sentía Kyros entorno a su presencia en el lugar, sus ojos refulgían en un ámbar intenso; él la culpaba más a ella que a su hermano gemelo por la muerte de su madre. Si bien no fue la autora del atroz asesinato, para el primogénito de los Santori y los D’Lizoni, la poca paz que habitaba en el castillo se marchó tan pronto ella arribó. Y no le recriminaba tal acusación, le dolía sin lugar a dudas, sabía perfectamente que los demonios siempre habitaron entorno a la familia de su madre pero ella también sufrió la muerte de Elena, envidió que su hijo fuese capaz de convertir aquel dolor en odio y venganza pues también anhelaba una cura sin importar cuán efímera fuera. Lo que nunca esperó fue recibir un ultimátum acompañado de sus reproches; entonces supo el afecto que el lobo contenía por Vlahovic. Supo, una vez el muchacho se calmó, la lucha interna que libraba Malachai con la bestia que por más que negara, formaba parte de él.
Se preguntaba qué sería aquello tan atroz que sus ojos presenciaron para llevarlo a semejante estado. Sin embargo, no lo juzgó, cien años atrás encontró una mirada similar en los ojos de su hermano. No podría decir lo mismo por sí misma; era el demonio que la poseía lo que la mantenía con vida.
No se contuvo, quería tanto como pudiera obtener de él; lo necesitaba en cada aspecto posible, física y espiritualmente. Arrancó la camisa del lobo dejando al descubierto su bien formado torso. Desplazó las manos hasta llegar a la pelvis.
—¿Esto? —carcajeó—. Quiero mucho más, Malachai —susurró en su oído dando leves mordiscos en el obulo—. Quiero todo de ti.
Enaylen Chavanell- Vampiro/Realeza
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Re: l'empathie avec la lune «privado»
Una palabra. Todo cuanto necesitaba era el consentimiento de la vampiresa, mas las declaraciones que le dedicó esta amenazaron con desatar las cadenas de su bestia, esa misma que la codiciaba, que ignoraba toda clase de control en presencia de ella y la contemplaba como la imagen más perfecta.
Un gruñido gutural emergió de sus cuerdas vocales cuando la dama rasgó su camisa y contorneó con esas preciosas manos los músculos de su abdomen, acariciándolos en declive hasta alcanzar su endurecida entrepierna. Su mirada turbia se centró en Enaylen. Sus irises pardos se habían convertido en dos refulgentes supernovas, sus pupilas se habían dilatado a causa del deseo y su pecho se extendía y distendía en acelerado compás.
Tomó una profunda bocanada de aire y la contuvo en sus pulmones invocando la calma que le hacía falta. Quería despojarla de todas sus ropas, poseerla salvajemente, tomarla, conquistarla y adueñarse de cada centímetro de aquella tersa y nívea piel, desde las empinadas cumbres hasta las profundidades de su inmaculado cuerpo. No obstante, a pesar de que para entonces ya no dudaba que ella anhelaba lo mismo, quería disfrutar cada instante, así que el hombre se sobrepuso al instinto animal que guardaba dentro y decidió proceder con calma.
Debía complacerla, deleitarse con ella, llevarla al éxtasis y que pidiera por más. Su diestra se enredó entre los dorados bucles de la mujer y su siniestra le rodeó la cintura, atrayéndola contra él.
— Me fascinas Enaylen — masculló entre bajos gruñidos— me vuelves loco.
Sus labios atraparon lentamente los de ella, acariciándolos, lamiéndolos y mordisqueándolos, mientras su lengua atravesaba las fronteras y arrasaba el cálido interior de la boca ajena, degustando su delicioso sabor.
No obstante, entre besos y caricias que se tornaban cada vez más pasionales, el dominio que ejercía su humanidad sobre la maldita criatura se debilitó como resultado de la propensión de su naturaleza que le nublaba el juicio y lo instigaba a perder la cordura.
Sus manos se deslizaron en busca de los lazos que ajustaban el corsé a la escultural silueta de la vampiresa y de un violento tirón en desgarró la tela descubriéndole la espalda. Su boca descendió por la mandíbula de la dama siguiendo el camino por la curvatura de aquel delicado cuello, humedeciéndolo con sus besos marcándole la piel con los dientes, reclamándola como suya y solamente suya en aquel sencillo acto lobuno.
De un rápido movimiento giró sus cuerpos y ahora el de la mujer reposaba sobre el sofá mientras el suyo sobrevolaba el de ella. De otro tirón destrozó la parte delantera que cubría el torso de la dama liberando los redondos pechos del corpiño que los estrujaba. Sus manos los acariciaron, los apretaron y finalmente su boca los coronó, dibujando con la lengua el contorno de los pezones mientras estos se endurecían por el contacto.
Ávido y hambriento de las perfectas formas de la dama, Malachai tiró de la prenda que le cubría la mitad inferior y ansioso le arrancó las bragas. Sus labios descendieron por la planicie del perfecto vientre, resbalándose en busca del más íntimo rincón, el epicentro de placer de aquel menudo cuerpo. Sus orbes buscaron las celestiales bóvedas de la inmortal en busca de aprobación y una vez la obtuvo su boca se sumió la vulva de la rubia, perfilando la forma con su lengua, estimulando y presionando aquel capullo hinchado que custodiaba las más placenteras profundidades, mientras sus dedos se hundían entre las cálidas y húmedas paredes que se preparaban para recibirlo.
Un gruñido gutural emergió de sus cuerdas vocales cuando la dama rasgó su camisa y contorneó con esas preciosas manos los músculos de su abdomen, acariciándolos en declive hasta alcanzar su endurecida entrepierna. Su mirada turbia se centró en Enaylen. Sus irises pardos se habían convertido en dos refulgentes supernovas, sus pupilas se habían dilatado a causa del deseo y su pecho se extendía y distendía en acelerado compás.
Tomó una profunda bocanada de aire y la contuvo en sus pulmones invocando la calma que le hacía falta. Quería despojarla de todas sus ropas, poseerla salvajemente, tomarla, conquistarla y adueñarse de cada centímetro de aquella tersa y nívea piel, desde las empinadas cumbres hasta las profundidades de su inmaculado cuerpo. No obstante, a pesar de que para entonces ya no dudaba que ella anhelaba lo mismo, quería disfrutar cada instante, así que el hombre se sobrepuso al instinto animal que guardaba dentro y decidió proceder con calma.
Debía complacerla, deleitarse con ella, llevarla al éxtasis y que pidiera por más. Su diestra se enredó entre los dorados bucles de la mujer y su siniestra le rodeó la cintura, atrayéndola contra él.
— Me fascinas Enaylen — masculló entre bajos gruñidos— me vuelves loco.
Sus labios atraparon lentamente los de ella, acariciándolos, lamiéndolos y mordisqueándolos, mientras su lengua atravesaba las fronteras y arrasaba el cálido interior de la boca ajena, degustando su delicioso sabor.
No obstante, entre besos y caricias que se tornaban cada vez más pasionales, el dominio que ejercía su humanidad sobre la maldita criatura se debilitó como resultado de la propensión de su naturaleza que le nublaba el juicio y lo instigaba a perder la cordura.
Sus manos se deslizaron en busca de los lazos que ajustaban el corsé a la escultural silueta de la vampiresa y de un violento tirón en desgarró la tela descubriéndole la espalda. Su boca descendió por la mandíbula de la dama siguiendo el camino por la curvatura de aquel delicado cuello, humedeciéndolo con sus besos marcándole la piel con los dientes, reclamándola como suya y solamente suya en aquel sencillo acto lobuno.
De un rápido movimiento giró sus cuerpos y ahora el de la mujer reposaba sobre el sofá mientras el suyo sobrevolaba el de ella. De otro tirón destrozó la parte delantera que cubría el torso de la dama liberando los redondos pechos del corpiño que los estrujaba. Sus manos los acariciaron, los apretaron y finalmente su boca los coronó, dibujando con la lengua el contorno de los pezones mientras estos se endurecían por el contacto.
Ávido y hambriento de las perfectas formas de la dama, Malachai tiró de la prenda que le cubría la mitad inferior y ansioso le arrancó las bragas. Sus labios descendieron por la planicie del perfecto vientre, resbalándose en busca del más íntimo rincón, el epicentro de placer de aquel menudo cuerpo. Sus orbes buscaron las celestiales bóvedas de la inmortal en busca de aprobación y una vez la obtuvo su boca se sumió la vulva de la rubia, perfilando la forma con su lengua, estimulando y presionando aquel capullo hinchado que custodiaba las más placenteras profundidades, mientras sus dedos se hundían entre las cálidas y húmedas paredes que se preparaban para recibirlo.
Malachai Vlahovic- Licántropo Clase Media
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Re: l'empathie avec la lune «privado»
Al descubierto, ¿Que alguna vez ser siquiera despojada de sus prendas la había expuesto? Probablemente no. Mucho le costó ser la mujer que gemía y sonreía lasciva ante las caricias del lobo. De hecho, hubo un tiempo en el que incluso sentir la mirada del sexo opuesto le erizaba la piel en la peor de las formas, revivía los colmillos que intentaron rasgar su piel, las manos embestía con hambre en su interior; hubo otro lapso temporal en que disfrutaba vengarse de cada hombre que creía tener el control sobre ella, que cometía el error de invitarla a puertas cerradas, un tiempo en el que incluso la cercanía de quien la salvó era intolerable; tiempo en el que el miedo se mezclaba con el repudio y las ganas de permitir que el sol la redujera a cenizas.
Luego Malachai regresó, se detuvo en su camino trayendo consigo una Enaylen que yacía muerta. En cuanto sintió la lengua del licántropo acariciar su intimidad enterró ambas manos en la cabellera del hombre, ejerció presión pidiendo más. Su espalda se curvó llena de placer, los gemidos que los rodearon para nada idénticos a esos vacíos que brindaba a otros en medio de placeres vacíos. Pidió más, rogó ser penetrada, quiso todo de él, cada fibra, hasta la más mínima de sus moléculas.
Aquella noche no quiso ser la asesina en busca de venganza, quería ser dominada por él y que aquel acto quedará solo entre los dos. No anhelo que terminara para arrancar su cabeza y desaparecer antes de que la luna se ocultara, no, quería permanecer allí con las piernas abiertas y el cuerpo sudado a merced del licántropo. Quería que Malachai la hiciera suya y no fue hasta entonces que reconoció había estado buscando aquello por más de un siglo.
Empero, seguía siendo la Baronesa Chavanell después de todo, la mujer que dejaba entrar al demonio y le permitía pasearse a su voluntad. Que se entregaba a los salvaje una vez las puertas cerraban. Alzó la cabeza del lobo y buscó su mirada brindándole una sonrisa llena de lujuria: ella también quería jugar a dominarlo; ansiaba hacerlo suyo y que a toda Francia le quedase claro. Le arrojó en dirección opuesta quedando sobre él.
Le despojó de sus prendas, las rasgó hasta no verlas. Deslizó las manos sobre el torso desnudo dejando leves trazos que pendían en el retozo, atrapó sus labios, mordió y saboreó terminando de rodillas frente a su erección. Rompiendo por igual los pantalones y sin gastar un segundo más llevándolo a su boca, lamiendo en cada detalle. Quería escuchar más de aquel gruñido que él liberaba y perforaba el velo que los rodeaba; lo quería a él.
Empero, seguía siendo la Baronesa Chavanell después de todo, la mujer que dejaba entrar al demonio y le permitía pasearse a su voluntad. Que se entregaba a los salvaje una vez las puertas cerraban. Alzó la cabeza del lobo y buscó su mirada brindándole una sonrisa llena de lujuria: ella también quería jugar a dominarlo; ansiaba hacerlo suyo y que a toda Francia le quedase claro. Le arrojó en dirección opuesta quedando sobre él. Le despojó de sus prendas, las rasgó hasta no verlas. Deslizó las manos sobre el torso desnudo dejando leves trazos que pendían en el retozo, atrapó sus labios, mordió y saboreó terminando de rodillas frente a su erección. Rompiendo por igual los pantalones y sin gastar un segundo más llevándolo a su boca, lamiendo en cada detalle.
Quería escuchar más de aquel gruñido que él liberaba y perforaba el velo que los rodeaba; lo quería a él. Sonrió al obtener lo que buscaba. Abandonó los pequeños mordiscos juguetones que daba al miembro del lobo u escaló hasta llegar a sus labios.
—Entonces reclamame, Malachai —susurró en su oído. Pechos apretados contra el torso. Piel contra piel—. Es la ventaja que estoy dispuesta a dar.
Luego Malachai regresó, se detuvo en su camino trayendo consigo una Enaylen que yacía muerta. En cuanto sintió la lengua del licántropo acariciar su intimidad enterró ambas manos en la cabellera del hombre, ejerció presión pidiendo más. Su espalda se curvó llena de placer, los gemidos que los rodearon para nada idénticos a esos vacíos que brindaba a otros en medio de placeres vacíos. Pidió más, rogó ser penetrada, quiso todo de él, cada fibra, hasta la más mínima de sus moléculas.
Aquella noche no quiso ser la asesina en busca de venganza, quería ser dominada por él y que aquel acto quedará solo entre los dos. No anhelo que terminara para arrancar su cabeza y desaparecer antes de que la luna se ocultara, no, quería permanecer allí con las piernas abiertas y el cuerpo sudado a merced del licántropo. Quería que Malachai la hiciera suya y no fue hasta entonces que reconoció había estado buscando aquello por más de un siglo.
Empero, seguía siendo la Baronesa Chavanell después de todo, la mujer que dejaba entrar al demonio y le permitía pasearse a su voluntad. Que se entregaba a los salvaje una vez las puertas cerraban. Alzó la cabeza del lobo y buscó su mirada brindándole una sonrisa llena de lujuria: ella también quería jugar a dominarlo; ansiaba hacerlo suyo y que a toda Francia le quedase claro. Le arrojó en dirección opuesta quedando sobre él.
Le despojó de sus prendas, las rasgó hasta no verlas. Deslizó las manos sobre el torso desnudo dejando leves trazos que pendían en el retozo, atrapó sus labios, mordió y saboreó terminando de rodillas frente a su erección. Rompiendo por igual los pantalones y sin gastar un segundo más llevándolo a su boca, lamiendo en cada detalle. Quería escuchar más de aquel gruñido que él liberaba y perforaba el velo que los rodeaba; lo quería a él.
Empero, seguía siendo la Baronesa Chavanell después de todo, la mujer que dejaba entrar al demonio y le permitía pasearse a su voluntad. Que se entregaba a los salvaje una vez las puertas cerraban. Alzó la cabeza del lobo y buscó su mirada brindándole una sonrisa llena de lujuria: ella también quería jugar a dominarlo; ansiaba hacerlo suyo y que a toda Francia le quedase claro. Le arrojó en dirección opuesta quedando sobre él. Le despojó de sus prendas, las rasgó hasta no verlas. Deslizó las manos sobre el torso desnudo dejando leves trazos que pendían en el retozo, atrapó sus labios, mordió y saboreó terminando de rodillas frente a su erección. Rompiendo por igual los pantalones y sin gastar un segundo más llevándolo a su boca, lamiendo en cada detalle.
Quería escuchar más de aquel gruñido que él liberaba y perforaba el velo que los rodeaba; lo quería a él. Sonrió al obtener lo que buscaba. Abandonó los pequeños mordiscos juguetones que daba al miembro del lobo u escaló hasta llegar a sus labios.
—Entonces reclamame, Malachai —susurró en su oído. Pechos apretados contra el torso. Piel contra piel—. Es la ventaja que estoy dispuesta a dar.
Enaylen Chavanell- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 20/04/2016
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