AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
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Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
Recuerdo del primer mensaje :
Tardamos en llegar a la cabaña un poco más de lo que estaba habituada, pero creí que tomarnos con calma el trayecto por los bosques era lo adecuado teniendo en cuenta que llevábamos a un bebé con nosotros.
Giré la vista hacia el jinete que cabalgaba a mi lado, y observé embobada a Reidar portando a su hijo sujeto a su pecho por unos pañuelos enormes que había encontrado, y que simulaban el modo de portar a los bebés que había visto en uno de mis viajes al continente africano. Las madres podían llevar siempre a sus hijos con ellas, y al mismo tiempo tener las manos libres para poder faenar. Reidar volvió la cabeza, y nuestros ojos se encontraron de nuevo mientras le regalaba una cálida sonrisa.
De por sí estar compartiendo nuestro tiempo era algo maravilloso, pero además verlo convertido en un padrazo en apenas unas horas me derretía por dentro. Quizás no me necesitase tanto como pensaba para cuidar al pequeño quillan; era capaz más que de sobra de ocuparse él solo, y de nuevo las dudas y el miedo se apoderaron de mí. No podía evitarlo; no estaba acostumbrada a que me ocurriesen cosas buenas, y la aparición de Reidar y posteriormente la de Lobbo, era demasiado perfecto para mí. Y tenía miedo de perderlo.
Desmontamos junto a la cabaña que parecía vacía. Quizás Erlend había salido a cazar o estaría con Ariyne, su prometida. Observé como Reidar desmontaba del caballo, y su gesto seguía siendo el mismo que al salir del hostal. ¿Qué era lo que tanto le preocupaba? Me había dicho que confiaba en mí, pero había algo...
- Cariño, jamás pondría en peligro la vida del pequeño quillan si eso es lo que te preocupa. Confío en Erlend más que en ninguna otra persona, y te aseguro que si existe una persona que jamás le haría daño a un niño ese es él. Sé que desconfías de los vampiros, pero si confías en mí sabrás que no te miento. Además, tú y Lobbo sois lo más importante para mí en esta vida, y eso es lo que a Erlend le valdrá. Porque al igual que yo velo por su felicidad, él lo hace por la mía.- le susurré a Reidar mientras acariciaba su mejillas y le daba un dulce beso en los labios. Miré a Lobbo que se había quedado profundamente dormido en brazos de su padre. Era una imagen tan tierna que quería grabarla a fuego en mi memoria.- Vamos dentro, encenderemos la chimenea para mantener caliente al pequeño. De todas formas, creo que ese encuentro tendrá que esperar.
Anduvimos unos metros hasta llegar a la puerta de entrada, que abrí con la llave sacada de mi bolso momentos antes, comprobando que Erlend había dejado un tronco en la chimenea para mantener la cabaña caliente cuando llegase el amanecer. Al entrar pude sentir su olor, y el sentimiento de hogar que había formado junto a él volvió a mí. Deseaba verlo para compartir mi felicidad con él, aunque por otra parte me daba miedo que me juzgase por lo que estaba a punto de contarle. Sabía que me diría que estaba loca, que solo lo conocía de una noche; más ¿que podía hacer al respecto? ¿Cómo hacerle entender que en una sola noche Reidar me había dado más que cualquier otro ser en toda mi vida? ¿Qué había conseguido hacerme sentir viva con sus caricias y sus palabras? No sabía como reaccionaría Erlend, pero ahora que estaba allí, sentí miedo no solo por su reacción, sino también por defraudarlo.
- Bienvenido a mi modesta cabaña.- sonreí mientras le abría la puerta a Reidar para que entrase con Lobbo y resguardarlo del frío de la noche parisina.- Quizás no sea lo que esperabas, es un poco pequeña y todo está un poco...desorganizado...
Abrí los ojos como platos al ver que había dejado toda mi ropa sobre mi cama la noche que acudí al baile, y que lógicamente Erlend no había guardado. Pero lo peor de todo no fue eso, sino la visión de mis braguitas sobre aquel montón de vestidos y enaguas que me había probado y que había dejado alli con la intención de recogerlo a mi regreso. Me apresuré a cogerlas antes de que Reidar las viese y esconderlas tras de mí, mientras me giraba y sonreía sonrojada. Que desastre; no me acordaba de como había dejado las cosas antes de marcharme.
- ¿Te apetece un té o alguna otra cosa?.- pregunté nerviosa tratando de disimular un gesto tan infantil que incitaba a la risa; aquel lobo me había visto desnuda, varias veces..y no solo esa era toda la intimidad que habíamos compartido, sonreí con picardía al recordarlo poniéndome más nerviosa si cabía, pero el hecho de que viese el desorden que tenía montado me daba vergüenza.- ¿Cuánta ropa más o menos tengo que coger?
Sabía que estábamos allí con el motivo de coger ropa para mí, quizás algo para dormir y mi neceser para mi aseo diario. Pero hasta ahora no había sido capaz de preguntarle para cuanto tiempo debería coger ropa. Quizás porque aquella respuesta sería como la antesala del principio del fin; el saber que nuestra relación tendría fecha de caducidad ya marcada. Casi que prefería ir desnuda y así tener que evitar pensar cuando terminaría nuestro tiempo dependiendo de la ropa que cogiese.
Tardamos en llegar a la cabaña un poco más de lo que estaba habituada, pero creí que tomarnos con calma el trayecto por los bosques era lo adecuado teniendo en cuenta que llevábamos a un bebé con nosotros.
Giré la vista hacia el jinete que cabalgaba a mi lado, y observé embobada a Reidar portando a su hijo sujeto a su pecho por unos pañuelos enormes que había encontrado, y que simulaban el modo de portar a los bebés que había visto en uno de mis viajes al continente africano. Las madres podían llevar siempre a sus hijos con ellas, y al mismo tiempo tener las manos libres para poder faenar. Reidar volvió la cabeza, y nuestros ojos se encontraron de nuevo mientras le regalaba una cálida sonrisa.
De por sí estar compartiendo nuestro tiempo era algo maravilloso, pero además verlo convertido en un padrazo en apenas unas horas me derretía por dentro. Quizás no me necesitase tanto como pensaba para cuidar al pequeño quillan; era capaz más que de sobra de ocuparse él solo, y de nuevo las dudas y el miedo se apoderaron de mí. No podía evitarlo; no estaba acostumbrada a que me ocurriesen cosas buenas, y la aparición de Reidar y posteriormente la de Lobbo, era demasiado perfecto para mí. Y tenía miedo de perderlo.
Desmontamos junto a la cabaña que parecía vacía. Quizás Erlend había salido a cazar o estaría con Ariyne, su prometida. Observé como Reidar desmontaba del caballo, y su gesto seguía siendo el mismo que al salir del hostal. ¿Qué era lo que tanto le preocupaba? Me había dicho que confiaba en mí, pero había algo...
- Cariño, jamás pondría en peligro la vida del pequeño quillan si eso es lo que te preocupa. Confío en Erlend más que en ninguna otra persona, y te aseguro que si existe una persona que jamás le haría daño a un niño ese es él. Sé que desconfías de los vampiros, pero si confías en mí sabrás que no te miento. Además, tú y Lobbo sois lo más importante para mí en esta vida, y eso es lo que a Erlend le valdrá. Porque al igual que yo velo por su felicidad, él lo hace por la mía.- le susurré a Reidar mientras acariciaba su mejillas y le daba un dulce beso en los labios. Miré a Lobbo que se había quedado profundamente dormido en brazos de su padre. Era una imagen tan tierna que quería grabarla a fuego en mi memoria.- Vamos dentro, encenderemos la chimenea para mantener caliente al pequeño. De todas formas, creo que ese encuentro tendrá que esperar.
Anduvimos unos metros hasta llegar a la puerta de entrada, que abrí con la llave sacada de mi bolso momentos antes, comprobando que Erlend había dejado un tronco en la chimenea para mantener la cabaña caliente cuando llegase el amanecer. Al entrar pude sentir su olor, y el sentimiento de hogar que había formado junto a él volvió a mí. Deseaba verlo para compartir mi felicidad con él, aunque por otra parte me daba miedo que me juzgase por lo que estaba a punto de contarle. Sabía que me diría que estaba loca, que solo lo conocía de una noche; más ¿que podía hacer al respecto? ¿Cómo hacerle entender que en una sola noche Reidar me había dado más que cualquier otro ser en toda mi vida? ¿Qué había conseguido hacerme sentir viva con sus caricias y sus palabras? No sabía como reaccionaría Erlend, pero ahora que estaba allí, sentí miedo no solo por su reacción, sino también por defraudarlo.
- Bienvenido a mi modesta cabaña.- sonreí mientras le abría la puerta a Reidar para que entrase con Lobbo y resguardarlo del frío de la noche parisina.- Quizás no sea lo que esperabas, es un poco pequeña y todo está un poco...desorganizado...
Abrí los ojos como platos al ver que había dejado toda mi ropa sobre mi cama la noche que acudí al baile, y que lógicamente Erlend no había guardado. Pero lo peor de todo no fue eso, sino la visión de mis braguitas sobre aquel montón de vestidos y enaguas que me había probado y que había dejado alli con la intención de recogerlo a mi regreso. Me apresuré a cogerlas antes de que Reidar las viese y esconderlas tras de mí, mientras me giraba y sonreía sonrojada. Que desastre; no me acordaba de como había dejado las cosas antes de marcharme.
- ¿Te apetece un té o alguna otra cosa?.- pregunté nerviosa tratando de disimular un gesto tan infantil que incitaba a la risa; aquel lobo me había visto desnuda, varias veces..y no solo esa era toda la intimidad que habíamos compartido, sonreí con picardía al recordarlo poniéndome más nerviosa si cabía, pero el hecho de que viese el desorden que tenía montado me daba vergüenza.- ¿Cuánta ropa más o menos tengo que coger?
Sabía que estábamos allí con el motivo de coger ropa para mí, quizás algo para dormir y mi neceser para mi aseo diario. Pero hasta ahora no había sido capaz de preguntarle para cuanto tiempo debería coger ropa. Quizás porque aquella respuesta sería como la antesala del principio del fin; el saber que nuestra relación tendría fecha de caducidad ya marcada. Casi que prefería ir desnuda y así tener que evitar pensar cuando terminaría nuestro tiempo dependiendo de la ropa que cogiese.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 244
Fecha de inscripción : 17/05/2016
Localización : Paris
Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
Reidar me acercó hacia él con necesidad, depositando en mis labios ese penetrante beso que había estado deseando toda la noche, y que en esos momentos de dudas y desazón necesitaba más que nunca. Sus manos recorrían mi cuello mientras acercaba nuestros cuerpos que se llamaban a gritos cuando la distancia se interponía entre nosotros.
No tenía dudas, y aunque el resto del mundo no lo entendiese, yo me había enamorado de un lobo. ¿Y qué más daba que solo nos conociésemos dos noches y un día? ¿Qué importaba el tiempo si era nuestro corazón el que hablaba? Ni en una vida entera algunos lograban encontrar lo que a nosotros nos había pillado desprevenidos, azuzando nuestras almas y uniéndolas en una sola.
- Cielo, mi vida es muy larga y quizás poco a poco te vaya contando todo lo que necesites saber. Pero ya te dije que mi corazón era libre hasta...hasta que llegaste tú. Erlend se convirtió en mi mejor amigo y eso es lo que seremos siempre.- susurré junto a sus labios agradeciendo que hubiese sido capaz de dejar las diferencias a un lado, e incluso sus posibles celos, y que se hubiese dado cuenta de que solo lo amaba a él.
Suspiré con la respiración entrecortada cuando sus labios recorrieron mi cuello para hacer ese gesto tan particular, en el que sabía que deseaba hacerme suya..así cualquiera le llevaba la contraria en lo que a luchar se refería. Mi voluntad se marchaba detrás de cada una de sus caricias, a sabiendas de que si continuábamos así no llegaríamos al restaurante.
- Entiendo que tienes que volver junto a tu manada, y luchar contra ese mal que se apodera de vuestros bosques. Reidar, por mucho que me duela no esperaba menos de ti. Y sé que si Erlend te ayuda en tu odisea junto a tu hermano Damon, no habrá nada ni nadie que os detenga.- contesté mientras un suspiro encerraba una parte que no podía confesarle.- No tienes por qué preocuparte, Lobbo y yo estaremos bien, esperando tu regreso.
Confiaba en que Erlend lo traería de vuelta fuese como fuese. Solo él sabía que no podría soportar el dolor por su pérdida, y haría todo lo posible por devolver con vida al lobo que había puesto patas arriba la mía.
Nos subimos sobre los caballos, mientras nuestras miradas cómplices se cruzaban de nuevo una y otra vez. Como en la noche anterior en el baile cuando nos conocimos de aquella forma tan accidental; como lo habíamos hecho después en el hostal, cometiendo la mayor locura de nuestras vidas..como volvía a pasar cada vez que nos acercábamos el uno al otro.
Demasiadas coincidencias para no pensar que aquello podría salir bien, para pensar que solo había sido un capricho del destino el hacer que nuestros caminos se cruzasen para separarse después.
Quizás si el destino nos había unido sería por algo, y yo no pensaba parar hasta descubrirlo.
Cabalgamos tratando de seguir el rastro de Erlend, hasta que llegamos a un precioso restaurante a las afueras de la ciudad. La otra pareja ya nos esperaba allí mientras se desvivían en caricias. Jamás había visto tan feliz a Erlend y me alegré por él. Cada minuto que pasaba al lado de aquella mujer parecía como si alejase uno de sus muchos demonios. Unos demonios que ni siquiera yo había conseguido controlar.
Reidar me ayudó a desmontar del caballo mientras sus manos se posaban en mi cintura, y abrázandome desde atrás orillaba su rostro a mi cuello, proponiéndome escondido entre sus palabras, un plan más que bienvenido tras la cena.
- Yo seré tu postre.- bromeé mientras depositaba un casto beso y entrelazaba mi mano a la suya para entrar en el restaurante donde al menos ellos satisfacerían una parte de su apetito.
Lobbo se quedó dormido en mi regazo, y entre una manta de pieles que Erlend trajo de su montura, improvisamos un lecho para él a nuestro lado. Podía sentir su tranquila respiración, y cuando percibí que sus sueños eran los propios de un bebé feliz, me centré en la conversación de los demás, que parecían haberse encargado ya de pedir su cena y por ende, nuestra bebida.
Levanté mi copa para brindar por aquellas palabras tan acertadas que había dicho Adaline. ¿Leería ella también mi mente?
Todos chocamos nuestras comas, y comenzamos a hacer acopio de aquellas botellas de licor que calentarían tanto nuestros cuerpos como nuestras mentes.
No tenía dudas, y aunque el resto del mundo no lo entendiese, yo me había enamorado de un lobo. ¿Y qué más daba que solo nos conociésemos dos noches y un día? ¿Qué importaba el tiempo si era nuestro corazón el que hablaba? Ni en una vida entera algunos lograban encontrar lo que a nosotros nos había pillado desprevenidos, azuzando nuestras almas y uniéndolas en una sola.
- Cielo, mi vida es muy larga y quizás poco a poco te vaya contando todo lo que necesites saber. Pero ya te dije que mi corazón era libre hasta...hasta que llegaste tú. Erlend se convirtió en mi mejor amigo y eso es lo que seremos siempre.- susurré junto a sus labios agradeciendo que hubiese sido capaz de dejar las diferencias a un lado, e incluso sus posibles celos, y que se hubiese dado cuenta de que solo lo amaba a él.
Suspiré con la respiración entrecortada cuando sus labios recorrieron mi cuello para hacer ese gesto tan particular, en el que sabía que deseaba hacerme suya..así cualquiera le llevaba la contraria en lo que a luchar se refería. Mi voluntad se marchaba detrás de cada una de sus caricias, a sabiendas de que si continuábamos así no llegaríamos al restaurante.
- Entiendo que tienes que volver junto a tu manada, y luchar contra ese mal que se apodera de vuestros bosques. Reidar, por mucho que me duela no esperaba menos de ti. Y sé que si Erlend te ayuda en tu odisea junto a tu hermano Damon, no habrá nada ni nadie que os detenga.- contesté mientras un suspiro encerraba una parte que no podía confesarle.- No tienes por qué preocuparte, Lobbo y yo estaremos bien, esperando tu regreso.
Confiaba en que Erlend lo traería de vuelta fuese como fuese. Solo él sabía que no podría soportar el dolor por su pérdida, y haría todo lo posible por devolver con vida al lobo que había puesto patas arriba la mía.
Nos subimos sobre los caballos, mientras nuestras miradas cómplices se cruzaban de nuevo una y otra vez. Como en la noche anterior en el baile cuando nos conocimos de aquella forma tan accidental; como lo habíamos hecho después en el hostal, cometiendo la mayor locura de nuestras vidas..como volvía a pasar cada vez que nos acercábamos el uno al otro.
Demasiadas coincidencias para no pensar que aquello podría salir bien, para pensar que solo había sido un capricho del destino el hacer que nuestros caminos se cruzasen para separarse después.
Quizás si el destino nos había unido sería por algo, y yo no pensaba parar hasta descubrirlo.
Cabalgamos tratando de seguir el rastro de Erlend, hasta que llegamos a un precioso restaurante a las afueras de la ciudad. La otra pareja ya nos esperaba allí mientras se desvivían en caricias. Jamás había visto tan feliz a Erlend y me alegré por él. Cada minuto que pasaba al lado de aquella mujer parecía como si alejase uno de sus muchos demonios. Unos demonios que ni siquiera yo había conseguido controlar.
Reidar me ayudó a desmontar del caballo mientras sus manos se posaban en mi cintura, y abrázandome desde atrás orillaba su rostro a mi cuello, proponiéndome escondido entre sus palabras, un plan más que bienvenido tras la cena.
- Yo seré tu postre.- bromeé mientras depositaba un casto beso y entrelazaba mi mano a la suya para entrar en el restaurante donde al menos ellos satisfacerían una parte de su apetito.
Lobbo se quedó dormido en mi regazo, y entre una manta de pieles que Erlend trajo de su montura, improvisamos un lecho para él a nuestro lado. Podía sentir su tranquila respiración, y cuando percibí que sus sueños eran los propios de un bebé feliz, me centré en la conversación de los demás, que parecían haberse encargado ya de pedir su cena y por ende, nuestra bebida.
Levanté mi copa para brindar por aquellas palabras tan acertadas que había dicho Adaline. ¿Leería ella también mi mente?
Todos chocamos nuestras comas, y comenzamos a hacer acopio de aquellas botellas de licor que calentarían tanto nuestros cuerpos como nuestras mentes.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 244
Fecha de inscripción : 17/05/2016
Localización : Paris
Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
Adaline pidió un plato de carne, no podía estar mas de acuerdo con esa comanda, yo al igual que ella tenia un hambre voraz, supongo que esto de andar con inmortales hacia que nos saltáramos la mitad de las comidas.
Sonreí mientras de nuevo alzábamos la copa para brindar, sin duda aquella mujer que no gozaba de un oído sobrenatural parecía haber leído el pensamiento del mismo Erlend pues cuando hablo de las guerras y las victorias, parecía habernos estado escuchando maquinar planes bélicos, ambos entre risas nos dedicamos una sonrisa cómplice.
La mano de Moira se paseaba por mi muslo prometiéndome una noche colmada de pasión, prometo que estaba agotado, las horas de falta de sueño hacían mella en mi, y el alcohol que ya recorría mi cuerpo no ayudaba en la ardua tarea de mantenerme muy despierto.
Por contra la compañía no se me podía antoja mejor, al final aquel vampiro al que yo sinceramente veía como un enemigo antes de entrar en su casa me parecía ahora un fiel compañero, el único que me había dado un resquicio de esperanza desde que llegue a París.
Mi humor en estos momento era excelente, no solo por la compañía, por la mano que recorría mi pierna y por tener a mi hijo plácidamente descansando a mi lado, si no por esa sensación de poder.
Esa que me animaba a un futuro para los míos, ese que me aseguraba poder dejar un legado a Lobbo.
Ademas la conversación con Moira había ido bien, pensaba que me costaría mucho mas mantenerla a salvo, mas por ende se rindió con facilidad a mis suplicas prometiéndome que me esperaría en París, que cuidaría de Lobbo y que en cierto modo desde la distancia cuidaría también de mi.
Acerque mis labios a su oído hundiendo ligeramente mi rostro en su cabello castaño, nada me hubiera echo presagiar que aquella copa de champagne esparramada sobre un vestido nuevo me hubiera podido llevar tan lejos.
Aun recordaba los trazos que garabatee en su piel, su sonrisa encantadora cuando lo hice.
Nunca imagine como el destino traza caminos que no entendemos, no esperamos, para sorprendernos poniendo toda nuestra vida patas arriba.
Puede que el camino que aun teníamos que andar no se me antojara fácil, que la guerra en la que pronto me sumiría fuera el primer impedimento y que a ese, le seguirían otros muchos, pues yo, alfa, tenia que desposarme con una alfa, así lo ordenaba la tradición. Mas juro frente a los dioses que estaba dispuesto a caminar de su mano por el arduo camino de cambiar las cosas y aunque aun fuera prematuro hablar de un futuro pues apenas la conocía algo en mi la sentía diferente.
Poco a poco entraba en mi corazón arrasando todo como un vendaval.
-Te quiero -susurré en su oído antes de volver a mi posición para dar buena cuenta del filete que me esperaba aderezado de unas patatas fritas que me sabían de muerte.
Su cara de sorpresa lo dijo todo, supongo que no esperaba eso de mi, creo que ni yo mismo lo esperaba, seguramente fuera el alcohol que empezaba a envalentonar mas de la cuenta y con ello a soltar mi lengua mas de lo debido.
Alcé de nuevo la copa para esta vez ser yo quien proponía el brindis.
-Por los arduos caminos, porque no se consigue nada sin lucha, y por la esperanza de que al final de ese camino nos esperéis vosotras -apunte guiñándole el ojo a mi bella vampiresa.
Todos vaciamos nuevamente las copas repletandolas sin pausa una y otra vez entre risas, sin duda estábamos disfrutando de aquella noche que esperaba se repitiera en muchas otras ocasiones.
Sonreí mientras de nuevo alzábamos la copa para brindar, sin duda aquella mujer que no gozaba de un oído sobrenatural parecía haber leído el pensamiento del mismo Erlend pues cuando hablo de las guerras y las victorias, parecía habernos estado escuchando maquinar planes bélicos, ambos entre risas nos dedicamos una sonrisa cómplice.
La mano de Moira se paseaba por mi muslo prometiéndome una noche colmada de pasión, prometo que estaba agotado, las horas de falta de sueño hacían mella en mi, y el alcohol que ya recorría mi cuerpo no ayudaba en la ardua tarea de mantenerme muy despierto.
Por contra la compañía no se me podía antoja mejor, al final aquel vampiro al que yo sinceramente veía como un enemigo antes de entrar en su casa me parecía ahora un fiel compañero, el único que me había dado un resquicio de esperanza desde que llegue a París.
Mi humor en estos momento era excelente, no solo por la compañía, por la mano que recorría mi pierna y por tener a mi hijo plácidamente descansando a mi lado, si no por esa sensación de poder.
Esa que me animaba a un futuro para los míos, ese que me aseguraba poder dejar un legado a Lobbo.
Ademas la conversación con Moira había ido bien, pensaba que me costaría mucho mas mantenerla a salvo, mas por ende se rindió con facilidad a mis suplicas prometiéndome que me esperaría en París, que cuidaría de Lobbo y que en cierto modo desde la distancia cuidaría también de mi.
Acerque mis labios a su oído hundiendo ligeramente mi rostro en su cabello castaño, nada me hubiera echo presagiar que aquella copa de champagne esparramada sobre un vestido nuevo me hubiera podido llevar tan lejos.
Aun recordaba los trazos que garabatee en su piel, su sonrisa encantadora cuando lo hice.
Nunca imagine como el destino traza caminos que no entendemos, no esperamos, para sorprendernos poniendo toda nuestra vida patas arriba.
Puede que el camino que aun teníamos que andar no se me antojara fácil, que la guerra en la que pronto me sumiría fuera el primer impedimento y que a ese, le seguirían otros muchos, pues yo, alfa, tenia que desposarme con una alfa, así lo ordenaba la tradición. Mas juro frente a los dioses que estaba dispuesto a caminar de su mano por el arduo camino de cambiar las cosas y aunque aun fuera prematuro hablar de un futuro pues apenas la conocía algo en mi la sentía diferente.
Poco a poco entraba en mi corazón arrasando todo como un vendaval.
-Te quiero -susurré en su oído antes de volver a mi posición para dar buena cuenta del filete que me esperaba aderezado de unas patatas fritas que me sabían de muerte.
Su cara de sorpresa lo dijo todo, supongo que no esperaba eso de mi, creo que ni yo mismo lo esperaba, seguramente fuera el alcohol que empezaba a envalentonar mas de la cuenta y con ello a soltar mi lengua mas de lo debido.
Alcé de nuevo la copa para esta vez ser yo quien proponía el brindis.
-Por los arduos caminos, porque no se consigue nada sin lucha, y por la esperanza de que al final de ese camino nos esperéis vosotras -apunte guiñándole el ojo a mi bella vampiresa.
Todos vaciamos nuevamente las copas repletandolas sin pausa una y otra vez entre risas, sin duda estábamos disfrutando de aquella noche que esperaba se repitiera en muchas otras ocasiones.
Reidar Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 98
Fecha de inscripción : 12/07/2016
Localización : En los bosques
Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
Sonreí al escuchar como Adaline pedía un plato de comida sustanciosa, mas deslizando mis ojos por aquel cuerpo de escándalo que sin duda lograron oscurecerlos delatando mis ganas de ella, pensé en donde lo metía, desde luego no en ese cuerpo atlético, perfecto, delgado, digno de la diosa mas bella jamas creada, mas entonces lo entendí.
Quizás los dioses no me hubieran enviado mi Valkiria porque ella me esperaba en la tierra hecha humana, sin duda esta era la cena que yo esperaba y sus labios el final que añoraba.
Quizás me había equivocado esperando mi muerte definitiva para sentarme con Odin a disfrutar de sus manjares, pues ahora mismo ni todos ellos podrían sustituir un beso de sus labios, ni todas las riquezas su bajada de pestañas y ni todas las promesas de poder equiparaban un te quiero que en forma de susurro escapara de su boca.
Admiré como comía mientras los brindis se sucedían y con ellos nuestras risas, hasta ese tonto detalle en el que jamas había caído en ella se me antojaba excitante, sentir como se alimentaba explotaba en mi emociones perdidas, sensaciones de sabores ya olvidados que paladeé de sus labios durante la noche sin poder evitarlo.
Su cabeza se poso en mi hombro, sosegada, de nuevo ese olor a mar, salitre, estrellas. No me había dado cuenta de l oque un gesto tan simple podía significar, mas si sabia que deseaba que cada mañana su cabeza reposara sobre mi pecho, que su pelo se enredara en mi barba y que sus ojos al abrirse se encontraran con los míos, pues la deseaba, la deseaba con la intensidad de los mares, con la fuerza de los volcanes, hubiera destruido imperios, hubiera ganado guerras, hubiera conquistado el mundo y bajado una a una las estrellas de esa constelación que en lo alto del cielo brillaba si eso me prometía una vida a su lado.
-Te necesito -susurre contra su pelo al escuchar aquellas palabras que entraban por mi oído y se clavaban en mi alma.
Quería la llave de su corazón pues ella poseía el mio, había derrumbado los muros que lo protegían, acallado a mis demonios convirtiéndome en un hombre vulnerable, tenia miedo, miedo a que al despertar todo hubiera quedado en un efímero sueño, sentía miedo de que se cansara de mi, de no ser suficientemente bueno.
De que mis demonios despertaran si me dejaba, de volver al abismo, de que su mano ya no me agarrara.
El desazón arraigo en mi corazón cobarde, desazón que acalle apurando hasta la ultima gota de aquella copa mientras de nuevo brindábamos por nuestros inciertos destinos.
Hundí mi cabeza en su cuello acariciándolo con mi nariz, impregnándome de ella, posando mis labios en su piel, deslizando por ellos con suavidad mis colmillos.
Podía sentir su palpitante corazón acelerarse, su piel erizarse, jadeé ligeramente por ese cúmulo de sensaciones que junto a su embriagador olor se apropiaban de cada resquicio de mi piel.
Me moría por tocarla, mi excitación era palpable pues mi respiración ajetreada movía su pelo con suavidad, meciéndolo como si de una barcaza a la deriva se tratara.
-No creo que aguante hasta la cabaña -susurré contra su piel dejando que una sonrisa escapara contra ella.
Alce el rostro para pedir dos botellas mas de whisky, que no tardaron en ser servidas y correr por nuestros cuatro vasos de nuevo.
-Al final te tendré que llevar en brazos -bromeé buscando de nuevo sus labios, acariciándolos con los míos, acaparandolos para morderlos lentamente.
Quizás los dioses no me hubieran enviado mi Valkiria porque ella me esperaba en la tierra hecha humana, sin duda esta era la cena que yo esperaba y sus labios el final que añoraba.
Quizás me había equivocado esperando mi muerte definitiva para sentarme con Odin a disfrutar de sus manjares, pues ahora mismo ni todos ellos podrían sustituir un beso de sus labios, ni todas las riquezas su bajada de pestañas y ni todas las promesas de poder equiparaban un te quiero que en forma de susurro escapara de su boca.
Admiré como comía mientras los brindis se sucedían y con ellos nuestras risas, hasta ese tonto detalle en el que jamas había caído en ella se me antojaba excitante, sentir como se alimentaba explotaba en mi emociones perdidas, sensaciones de sabores ya olvidados que paladeé de sus labios durante la noche sin poder evitarlo.
Su cabeza se poso en mi hombro, sosegada, de nuevo ese olor a mar, salitre, estrellas. No me había dado cuenta de l oque un gesto tan simple podía significar, mas si sabia que deseaba que cada mañana su cabeza reposara sobre mi pecho, que su pelo se enredara en mi barba y que sus ojos al abrirse se encontraran con los míos, pues la deseaba, la deseaba con la intensidad de los mares, con la fuerza de los volcanes, hubiera destruido imperios, hubiera ganado guerras, hubiera conquistado el mundo y bajado una a una las estrellas de esa constelación que en lo alto del cielo brillaba si eso me prometía una vida a su lado.
-Te necesito -susurre contra su pelo al escuchar aquellas palabras que entraban por mi oído y se clavaban en mi alma.
Quería la llave de su corazón pues ella poseía el mio, había derrumbado los muros que lo protegían, acallado a mis demonios convirtiéndome en un hombre vulnerable, tenia miedo, miedo a que al despertar todo hubiera quedado en un efímero sueño, sentía miedo de que se cansara de mi, de no ser suficientemente bueno.
De que mis demonios despertaran si me dejaba, de volver al abismo, de que su mano ya no me agarrara.
El desazón arraigo en mi corazón cobarde, desazón que acalle apurando hasta la ultima gota de aquella copa mientras de nuevo brindábamos por nuestros inciertos destinos.
Hundí mi cabeza en su cuello acariciándolo con mi nariz, impregnándome de ella, posando mis labios en su piel, deslizando por ellos con suavidad mis colmillos.
Podía sentir su palpitante corazón acelerarse, su piel erizarse, jadeé ligeramente por ese cúmulo de sensaciones que junto a su embriagador olor se apropiaban de cada resquicio de mi piel.
Me moría por tocarla, mi excitación era palpable pues mi respiración ajetreada movía su pelo con suavidad, meciéndolo como si de una barcaza a la deriva se tratara.
-No creo que aguante hasta la cabaña -susurré contra su piel dejando que una sonrisa escapara contra ella.
Alce el rostro para pedir dos botellas mas de whisky, que no tardaron en ser servidas y correr por nuestros cuatro vasos de nuevo.
-Al final te tendré que llevar en brazos -bromeé buscando de nuevo sus labios, acariciándolos con los míos, acaparandolos para morderlos lentamente.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
No podía recordar a ciencia cierta una reunión que fuese más perfecta que esta. Nada se comparaba con estar sentada junto a Erlend, sentir su cuerpo cerca, respirar en su cuello y depositar un cálido y húmedo beso en su piel, sentir el completo goce que significaba presionarla suavemente y retener mis labios sobre ella. Sobre esa piel, que me atraía con mayor fuerza que la de los volcanes al hacer erupción y de la furia de los mares que arrasan con todo y que en nada me parecía fría debido a la manera perfecta en que nuestras temperaturas se nivelaban la una a la otra en una conjunción maravillosa.
Mi mano libre tomaba la de él, entrelazando nuestros dedos y mis labios sonreían al sentir esa caricia, midiendo nuestros dedos, pensando en la forma en que calzaban nuestras palmas, como calzaba todo entre nosotros, ya fuesen nuestros labios, nuestras lenguas deseosas, nuestros cuerpos excitados que se acoplaban en medio del deseo desbordado y la pasión haciéndonos gemir al unísono, ideas que lograron que tomase más del whisky que esperaba sirviera para calmar mis ganas del inmortal que en nada disminuían a medida que pasaban los segundos.
Los cuatro reíamos y bebíamos entre chanzas, y yo por mi parte le hincaba con gusto el diente a mi comida, a la carne, a las patatas... Volvía a vertir licor en nuestras copas que todos nos apresurábamos a paladear, y luego alzábamos nuevamente los cristales para hacerlos chocar entre sí ante el nuevo brindis de Reidar que me pareció tan acertado. Que al final del camino les esperásemos nosotras... Nunca deseé tan fervientemente que un brindis se hiciese realidad....
Contuve la respiración cuando escuché el susurro del inmortal que me decía que me necesitaba. Mi mirada buscó la de él para hundirme en ella, buscando el reflejo de su alma mientras mis labios susurraban cerca de su oído. -También te necesito.- Y es que lo necesitaba como a nada, más que al mismo aire para vivir, tan fuertemente se había afianzado su presencia en mi corazón que ahora solo latía para él.
Sonreí cuando habló de tener que llevarme en brazos y busqué sus labios con ahínco, regodeándome de la forma en que basta un suave roce de ellos para lanzar chispas de electricidad por todo mi cuerpo. -No estaría mal que me llevases en tus brazos.- Sonreí antes de que repentinamente la risa se me congelara en los labios al observar una figura por encima de su hombro.
A unas pocas mesas de distancia se encontraba un hombre bien vestido, de entre cuarenta a cincuenta años, que me inspeccionaba con la mirada y que al percatarse de que le veía alzaba su copa a manera de saludo mientras una sonrisa ladina aparecía en su boca. Al ver aquello se me cayó el alma a los pies, especialmente porque tras el saludo procedió a ponerse de pie para comenzar a dirigir sus pasos hacia nuestra mesa.
El pulso se me disparó enardecido y me sentí completamente descompuesta, mi rostro perdió el color, encontrándome paralizada por la visión antes de que finalmente hiciese acopio de entereza y me levantase con rapidez. -Ya regreso, no os preocupéis.- indiqué sin tan siquiera cerciorarme de que me habían escuchado. Lo único que me importaba era interceptar a ese hombre, alejarlo de la mesa, que su presencia no interrumpiese la velada y muchísimo menos que intercambiase palabras con Erlend.
-Camille.- fue la palabra que salió de la boca del sujeto, aún con la sonrisa ladina cuando me vio acercarme a él. -No imaginé que acudirías tan presta a mi encuentro pero no puedo decir que no me place. En cuanto te vi provocaste de inmediato un fuerte ardor en mi polla que francamente me gustaría calmar en ese coño caliente tuyo tan delicioso.-
Ni siquiera esperó a que respondiera cuando relamiendo sus labios se acercó a mi por lo que inmediatamente retrocedí unos pasos presa de una intensa repulsión ante lo que implicaban sus palabras. --Escucha, estoy con alguien. No puedo atenderte y la verdad es que ya no me dedico a eso.-
Para el hombre mis palabras fueron como escuchar llover, volvió a acercarse agarrándome del brazo para acercarme a él de un tirón mientras su fuerte olor a alcohol me mareaba y el susurraba unas palabras insolentes en mi oído ante las cuales mi primera reacción fue largarle una cachetada con toda la fuerza de la que fui capaz. -Ya te he dicho que no quiero nada contigo. ¡Lárgate y déjame en paz!-
Mi bofetada pareció ser un detonador que provocó que el sujeto me agarrara por los hombros, arrastrándome hacia un rincón del restaurante y me estampase contra la pared. -¡Estúpida zorra! ¿Qué te has creído? Ahora te das aires de princesa cuando no eres más que una puta a la que le encanta abrirse de piernas. Seguro ya estabas mojada cuando te vi con ese hombre.-
Volví a alzar una mano para golpearlo pero esta vez la interceptó. Me tenia acorralada pero maldita sea, comencé a forcejear para liberarme de él. -Cálmate, no es necesario que hagamos una escena. Basta con que vayamos atrás del edificio y comprobemos lo mucho que te gusta que te la meta.- Aquello parecía una pesadilla, ese hombre no entendía razones y mi deseo de que se fuera tranquilamente se había ido a la basura, incrementando mi angustia a borbollones ante la idea de que Erlend ya se hubiera percatado de todo.
La mano del sujeto sujetó mi barbilla y alcanzó mi boca para pasar sus dedos por mis labios, los cuales mordí salvajemente. -¡Ah, maldita!- Lo siguiente que escuché fue el sonido de su mano en el aire moviéndose con presteza para golpearme en el rostro, lo cual provocó que sintiera un dolor intenso y por momentos permaneciera aturdida. Así era como se iba todo al traste esa noche, como de repente me veía tironeada de vuelta a la realidad, y como a pesar de que me había aferrado al sueño que representaba haber conocido al inmortal y al intenso amor que sentía por él comprendí que ese hombre no dejaba de tener razón en mucho de lo que decía con respecto a mi, y que yo seguía siendo lo que siempre había sido, una ramera, por lo que jamás sería lo suficientemente buena para Erlend...
Mi mano libre tomaba la de él, entrelazando nuestros dedos y mis labios sonreían al sentir esa caricia, midiendo nuestros dedos, pensando en la forma en que calzaban nuestras palmas, como calzaba todo entre nosotros, ya fuesen nuestros labios, nuestras lenguas deseosas, nuestros cuerpos excitados que se acoplaban en medio del deseo desbordado y la pasión haciéndonos gemir al unísono, ideas que lograron que tomase más del whisky que esperaba sirviera para calmar mis ganas del inmortal que en nada disminuían a medida que pasaban los segundos.
Los cuatro reíamos y bebíamos entre chanzas, y yo por mi parte le hincaba con gusto el diente a mi comida, a la carne, a las patatas... Volvía a vertir licor en nuestras copas que todos nos apresurábamos a paladear, y luego alzábamos nuevamente los cristales para hacerlos chocar entre sí ante el nuevo brindis de Reidar que me pareció tan acertado. Que al final del camino les esperásemos nosotras... Nunca deseé tan fervientemente que un brindis se hiciese realidad....
Contuve la respiración cuando escuché el susurro del inmortal que me decía que me necesitaba. Mi mirada buscó la de él para hundirme en ella, buscando el reflejo de su alma mientras mis labios susurraban cerca de su oído. -También te necesito.- Y es que lo necesitaba como a nada, más que al mismo aire para vivir, tan fuertemente se había afianzado su presencia en mi corazón que ahora solo latía para él.
Sonreí cuando habló de tener que llevarme en brazos y busqué sus labios con ahínco, regodeándome de la forma en que basta un suave roce de ellos para lanzar chispas de electricidad por todo mi cuerpo. -No estaría mal que me llevases en tus brazos.- Sonreí antes de que repentinamente la risa se me congelara en los labios al observar una figura por encima de su hombro.
A unas pocas mesas de distancia se encontraba un hombre bien vestido, de entre cuarenta a cincuenta años, que me inspeccionaba con la mirada y que al percatarse de que le veía alzaba su copa a manera de saludo mientras una sonrisa ladina aparecía en su boca. Al ver aquello se me cayó el alma a los pies, especialmente porque tras el saludo procedió a ponerse de pie para comenzar a dirigir sus pasos hacia nuestra mesa.
El pulso se me disparó enardecido y me sentí completamente descompuesta, mi rostro perdió el color, encontrándome paralizada por la visión antes de que finalmente hiciese acopio de entereza y me levantase con rapidez. -Ya regreso, no os preocupéis.- indiqué sin tan siquiera cerciorarme de que me habían escuchado. Lo único que me importaba era interceptar a ese hombre, alejarlo de la mesa, que su presencia no interrumpiese la velada y muchísimo menos que intercambiase palabras con Erlend.
-Camille.- fue la palabra que salió de la boca del sujeto, aún con la sonrisa ladina cuando me vio acercarme a él. -No imaginé que acudirías tan presta a mi encuentro pero no puedo decir que no me place. En cuanto te vi provocaste de inmediato un fuerte ardor en mi polla que francamente me gustaría calmar en ese coño caliente tuyo tan delicioso.-
Ni siquiera esperó a que respondiera cuando relamiendo sus labios se acercó a mi por lo que inmediatamente retrocedí unos pasos presa de una intensa repulsión ante lo que implicaban sus palabras. --Escucha, estoy con alguien. No puedo atenderte y la verdad es que ya no me dedico a eso.-
Para el hombre mis palabras fueron como escuchar llover, volvió a acercarse agarrándome del brazo para acercarme a él de un tirón mientras su fuerte olor a alcohol me mareaba y el susurraba unas palabras insolentes en mi oído ante las cuales mi primera reacción fue largarle una cachetada con toda la fuerza de la que fui capaz. -Ya te he dicho que no quiero nada contigo. ¡Lárgate y déjame en paz!-
Mi bofetada pareció ser un detonador que provocó que el sujeto me agarrara por los hombros, arrastrándome hacia un rincón del restaurante y me estampase contra la pared. -¡Estúpida zorra! ¿Qué te has creído? Ahora te das aires de princesa cuando no eres más que una puta a la que le encanta abrirse de piernas. Seguro ya estabas mojada cuando te vi con ese hombre.-
Volví a alzar una mano para golpearlo pero esta vez la interceptó. Me tenia acorralada pero maldita sea, comencé a forcejear para liberarme de él. -Cálmate, no es necesario que hagamos una escena. Basta con que vayamos atrás del edificio y comprobemos lo mucho que te gusta que te la meta.- Aquello parecía una pesadilla, ese hombre no entendía razones y mi deseo de que se fuera tranquilamente se había ido a la basura, incrementando mi angustia a borbollones ante la idea de que Erlend ya se hubiera percatado de todo.
La mano del sujeto sujetó mi barbilla y alcanzó mi boca para pasar sus dedos por mis labios, los cuales mordí salvajemente. -¡Ah, maldita!- Lo siguiente que escuché fue el sonido de su mano en el aire moviéndose con presteza para golpearme en el rostro, lo cual provocó que sintiera un dolor intenso y por momentos permaneciera aturdida. Así era como se iba todo al traste esa noche, como de repente me veía tironeada de vuelta a la realidad, y como a pesar de que me había aferrado al sueño que representaba haber conocido al inmortal y al intenso amor que sentía por él comprendí que ese hombre no dejaba de tener razón en mucho de lo que decía con respecto a mi, y que yo seguía siendo lo que siempre había sido, una ramera, por lo que jamás sería lo suficientemente buena para Erlend...
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
Adaline se puso en pie excusándose con cierto nerviosismos, separe mis labios de su cuello y afloje mi agarre dispuesto a dejarla ir. La yema de mis dedos recorrió la palma de su mano mientras se alejaba marcando entre nosotros esa distancia que abrasaba, dejándome anhelando su presencia casi antes de que el ultimo de mis dedos la rozara.
Reidar acaparo mi atención con una de las chanzas de mis tierras, así que trate de centrarme en la otra pareja mientras mi amada solucionaba supuse que en el baño aquello que la había forzado a distanciarse de mi.
Reí frente a la anécdota de una batalla de tiempos pasado, una de esas en las que yo también participaba, hablando de la ventaja que proporcionaban esos densos arboles, de las lluvias de flechas doradas que al anochecer iluminaban el cielo camuflando las mortales saetas invisibles que entre ellas se ocultaban.
Reímos rememorando nuestro mundo ese en el que las armas, las batallas y los nuestros eran nuestra esencia, nuestro ser, ese en el que crecería Lobbo.
Moira jugueteaba con el vaso escuchando nuestra charla ligeramente aburrida y creo que echando de menos tanto a Adaline como yo.
Mas pronto unos gritos desviaron mi atención hacia una esquina del local, donde un hombre sujetaba contra la pared a Adaline.
Mis ojos se tronaron fuego, me puse en pie completamente ido, el infierno me vio arder y esos demonios que habían permanecido en silencio empezaban a gritar desbocados exigiéndome sangre, muerte, destrucción.
Mis pasos sonaban huecos bajo el piso enmaderado que parecía crujir con cada paso acompañando así a mi abismo oscuro.
Mis manos se endurecieron, sentí como mi cuerpo se tensaba por momentos al tiempo que las gentes se hacían a un lado, no esquive ni una silla, ni una mesa, lo arrolle todo a mi paso, lanzandolo por los aires, importándome poco o nada las consecuencias de mis actos.
El hombre que podía darse por muerto golpeó a esa mujer que ahora era mi razón para existir.
Apreté los dientes corriendo hacia ellos, de nuevo oyendo a la gente gritar a mi paso.
El hombre se giro sorprendido sin mas tiempo a reaccionar que un grito ahogado cuando mi puño se estampo contra su cara lanzandolo contra la pared de enfrente varios metros mas allá.
Desvié mis ojos un instante hacia Adaline, una parte de mi pedía correr hacia ella, abrazarla, mas la parte que mas gritaba seguía clamando venganza, desbocados los demonios de la ira me gritaban y yo estaba dispuesto a concederles todas y cada una de sus suplicas en esa noche estrellada.
El hombre sangraba por la nariz, sangre, roja, espesa, gruñí cuando de nuevo alcancé echo bestia a ese desgraciado al que cogí por la pechera dispuesto a darle una muerte lenta, sádica, salvaje.
Ese que había osado a rozar lo que era mio, y que por sus palabras en el pasado lo había tomado y disfrutado.
Eso me hizo enfurecerme mas aun, sumirme en la oscuridad, en el caos y con el puño cerrado golpeé sin pausa su rostro que se iba deformando con cada golpe.
Aun así, no encontraba consuelo, quería matarlo, matarlo de un modo inhumano, se orino encima mientras suplicaba por su vida, mientras a gritos pedía perdón a Adaline clamando clemencia.
Pronto dejo de hablar cuando mi puño rompió sus dientes, cuando mis nudillos desgarraron su piel a golpes tornándola jirones frente a mis ojos rojos como el fuego brillantes como la misma constelación del cazador que nos había unido a ambos en un mismo camino.
Podía oír a Adaline gritar, suplicar por la vida de ese infeliz tras de mi, porque me detuviera, mas sus suplicas caían en el mismo abismo en el que yo me encontraba, en ese del que era imposible salir.
Su voz lograba el efecto contrario, cabrearme de sobremanera, como podía querer que no le diera muerte, como aun me pedía después de haber osado rozarla tan solo que no acabara con ese miserable.
-no quieres perder un cliente -rugí furioso sin tan siquiera mirarla
Gruñí sin aflojar un ápice mi agarre, rugí mientras mi puño seguía golpeando un muñeco de trapo sin tregua.
Pronto seti el agarre de unas manos, las de Reidar, que trataban de poner paz a aquel momento de absoluta guerra, sujetando mi brazo para que no siguiera ocn mi ardua venganza, esa que no cesaría hasta que su corazón se detuviera a golpes.
Me giré para de un empujón apartarlo lanzandolo contra una de las mesas que se partió bajo su cuerpo y dejo que de sus labios escapara un gruñido, sus ojos se tornaron ámbar, al tiempo que se ponis en pie dispuesto a pararme como fuera.
Reidar acaparo mi atención con una de las chanzas de mis tierras, así que trate de centrarme en la otra pareja mientras mi amada solucionaba supuse que en el baño aquello que la había forzado a distanciarse de mi.
Reí frente a la anécdota de una batalla de tiempos pasado, una de esas en las que yo también participaba, hablando de la ventaja que proporcionaban esos densos arboles, de las lluvias de flechas doradas que al anochecer iluminaban el cielo camuflando las mortales saetas invisibles que entre ellas se ocultaban.
Reímos rememorando nuestro mundo ese en el que las armas, las batallas y los nuestros eran nuestra esencia, nuestro ser, ese en el que crecería Lobbo.
Moira jugueteaba con el vaso escuchando nuestra charla ligeramente aburrida y creo que echando de menos tanto a Adaline como yo.
Mas pronto unos gritos desviaron mi atención hacia una esquina del local, donde un hombre sujetaba contra la pared a Adaline.
Mis ojos se tronaron fuego, me puse en pie completamente ido, el infierno me vio arder y esos demonios que habían permanecido en silencio empezaban a gritar desbocados exigiéndome sangre, muerte, destrucción.
Mis pasos sonaban huecos bajo el piso enmaderado que parecía crujir con cada paso acompañando así a mi abismo oscuro.
Mis manos se endurecieron, sentí como mi cuerpo se tensaba por momentos al tiempo que las gentes se hacían a un lado, no esquive ni una silla, ni una mesa, lo arrolle todo a mi paso, lanzandolo por los aires, importándome poco o nada las consecuencias de mis actos.
El hombre que podía darse por muerto golpeó a esa mujer que ahora era mi razón para existir.
Apreté los dientes corriendo hacia ellos, de nuevo oyendo a la gente gritar a mi paso.
El hombre se giro sorprendido sin mas tiempo a reaccionar que un grito ahogado cuando mi puño se estampo contra su cara lanzandolo contra la pared de enfrente varios metros mas allá.
Desvié mis ojos un instante hacia Adaline, una parte de mi pedía correr hacia ella, abrazarla, mas la parte que mas gritaba seguía clamando venganza, desbocados los demonios de la ira me gritaban y yo estaba dispuesto a concederles todas y cada una de sus suplicas en esa noche estrellada.
El hombre sangraba por la nariz, sangre, roja, espesa, gruñí cuando de nuevo alcancé echo bestia a ese desgraciado al que cogí por la pechera dispuesto a darle una muerte lenta, sádica, salvaje.
Ese que había osado a rozar lo que era mio, y que por sus palabras en el pasado lo había tomado y disfrutado.
Eso me hizo enfurecerme mas aun, sumirme en la oscuridad, en el caos y con el puño cerrado golpeé sin pausa su rostro que se iba deformando con cada golpe.
Aun así, no encontraba consuelo, quería matarlo, matarlo de un modo inhumano, se orino encima mientras suplicaba por su vida, mientras a gritos pedía perdón a Adaline clamando clemencia.
Pronto dejo de hablar cuando mi puño rompió sus dientes, cuando mis nudillos desgarraron su piel a golpes tornándola jirones frente a mis ojos rojos como el fuego brillantes como la misma constelación del cazador que nos había unido a ambos en un mismo camino.
Podía oír a Adaline gritar, suplicar por la vida de ese infeliz tras de mi, porque me detuviera, mas sus suplicas caían en el mismo abismo en el que yo me encontraba, en ese del que era imposible salir.
Su voz lograba el efecto contrario, cabrearme de sobremanera, como podía querer que no le diera muerte, como aun me pedía después de haber osado rozarla tan solo que no acabara con ese miserable.
-no quieres perder un cliente -rugí furioso sin tan siquiera mirarla
Gruñí sin aflojar un ápice mi agarre, rugí mientras mi puño seguía golpeando un muñeco de trapo sin tregua.
Pronto seti el agarre de unas manos, las de Reidar, que trataban de poner paz a aquel momento de absoluta guerra, sujetando mi brazo para que no siguiera ocn mi ardua venganza, esa que no cesaría hasta que su corazón se detuviera a golpes.
Me giré para de un empujón apartarlo lanzandolo contra una de las mesas que se partió bajo su cuerpo y dejo que de sus labios escapara un gruñido, sus ojos se tornaron ámbar, al tiempo que se ponis en pie dispuesto a pararme como fuera.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
Me sentía incapaz de mantener una mínima distancia con Reidar mientras esperábamos su cena. Mi cuerpo se orillaba al suyo, necesitado de su calor y de ese embriagador olor que embotaba mis sentidos. Mis caricias por debajo de la mesa sobre su pierna eran muestras del fin de una prometedora velada en su habitación del hostal.
Sabía que ambos estábamos cansados, él no había dormido apenas y yo había tenido un día lleno de sorpresas y contratiempos que tampoco es que me hubiesen dejado descansar. Y aún así, estaba segura de que conseguiríamos sacar fuerzas de debajo de las piedras para devorarnos el uno al otro tal y como deseábamos en aquel momento.
Me sorprendía como poco a poco esa timidez que lo caracterizaba y que le impedía dar muestras de cariño en público iba desapareciendo al ritmo que el nivel de las botellas de whisky descendían. Adoraba esa faceta suya en la que no le importaba demostrar su deseo hacía mí, esos gestos que demostraba necesitarme tanto como yo a él.
Sonreí tras darle un dulce beso que él culminó en un reguero de caricias hasta mi oído. Unas caricias que me estremecían y que me eran más necesarias que la sangre que me sustentaba.
Juro que dejé de respirar en el preciso instante en que esas palabras que llevaban toda la noche repitiéndose en mi mente cada vez que miraba a mi lobo, salieron de sus deliciosos labios dirigiéndose a mí. Mi mundo se paró de repente, hasta que creo que mi corazón dejó de latir con esas palabras que me ofrecían el cielo, que me hacía flotar como en una nube, como en un sueño que parecía hacerse realidad. Estaba segura de haberlo escuchado bien, me había dicho un claro y sincero "Te quiero". Dos palabras que me hacían sentir viva; que alejaban todos los malos recuerdos del pasado.
Entonces lo supe; supe que era por él por quien había estado esperando más de dos milenios. Que nuestros caminos se habían cruzado porque él, y solo él era mi destino, mi futuro. Cierto que sería un futuro incierto y complicado, pero lucharía contra los cuatro elementos con tal de permanecer a su lado el resto de nuestras vidas.
Lo miré fijamente todavía anonadada. Necesitaba que viese en mis ojos que le correspondía; que le amaba con toda mi alma y mi espíritu, y que tarde o temprano yo también sería capaz de confesarselo. Nuestras miradas se cruzaron de nuevo, haciendo gala de esa complicidad tan nuestras que nos caracterizaba.
Alzamos de nuevo nuestras copas, esta vez para brindar por las palabras de Reidar. Unas palabras que me daban esperanza. La idea de un futuro juntos no parecía estar solo en mis pensamientos, sino también en los suyos.
- Aunque tuviese que esperarte en el mismo infierno, allí estaré a tu regreso.- susurré junto a sus labios después de que todos hiciésemos acopio de nuestras copas.
Sabía que no me bastaría con esperarle, torturándome día y noche con su vuelta, llorando por las noches por sí no volvía. Yo era una superviviente; tenía decidido luchar a su lado, le gustase o no. Si tenía que morir, ¿qué mejor forma de hacerlo que al lado del hombre al que amaba? Pero no se lo diría aquella noche; necesitaba tiempo para convencerle y con Erlend delante iba a ser imposible; sabía que el inmortal testarudo pondría mil impedimentos, y que Reidar los secundaría, y no tenía ningunas ganas de acabar friéndoles las neuronas a los dos.
Sirvieron la cena y mientras nuestros amores se alimentaban, Erlend y yo hacíamos buen uso de aquellas botellas de licor que nos mantenían de un humor divertido y despreocupado. Las risas y nuestras anécdotas acompañaron la velada en todo momento, hasta que de pronto sentí como Adaline se tensaba.
Se disculpó con rapidez para alejarse a otra parte del local donde desde mi posición no podía apreciar muy bien. Aquello me confundió, y mientras Reidar y Erlend continuaban contándose sus batallitas, me centré en meterme de nuevo en la mente de Adaline, esta vez siendo consciente de ello, y recordándome que después le debería pedir perdón. Pero si había algo que le preocupaba lo suficiente como para separarse de Erlend, necesitaba saber lo que era para poder ayudarla.
Toda la escena pasó tan rápido que fui incapaz de reaccionar antes que Erlend. Un golpe seco fue todo lo que el vampiro necesitó para destrozar el local y salir en busca de su amada y del desgraciado que acababa de ponerle la mano encima. Agradecía que no hubiese escuchado la conversación, porque si ya de por sí estaba furioso, si hubiese escuchado lo que aquel hombre le había dicho no quedaría nadie con vida a su paso.
Di un salto cogiendo al pequeño Lobbo que todavía dormía, y envolviéndolo con la manta salí tras Reidar, que trataba de detener a un Erlend descontrolado dispuesto a matar a golpes a aquel hombre casi inerte que había osado acercarse a Adaline.
Cuando llegué hasta ellos observando los destrozos del local que el huracán de Erlend había dejado a su paso, le entregué el pequeño a una aterrada Adaline que suplicaba al vampiro que no matase al humano.
- Aléjate unos pasos y no te preocupes. No has hecho nada malo.- le susurré mientras trataba de tranquilizarla con la mirada.
Aproveché el momento en que Reidar salió volando por los aires, cayendo sobre una mesa que venció por el impacto, para colocarme entre el hombre medio muerto y Erlend. Quería propinarle un puñetazo por haber empujado así a mi amado, por haberle hablado de esa forma a la pobre Adaline; sabía que podía plantarle cara, que aquello sería un encuentro entre dos titanes donde cada cual era diestro en sus artes, pero no quería hacerle daño. Además, había aprendido que enfrentarse a Erlend era peor que tratar de calmarlo con palabras.
- Erlend, escúchame y trata de calmarte un poco.- siseé entre mis dientes mientras mi miraba se oscurecía y veía tras Erlend como Reidar se ponía en pie con un brillo ámbar en su mirada. Tenía que encontrar las fuerzas necesarias para calmarme yo también.- Adaline no ha hecho nada malo; ha rechazado a este hombre y le ha confirmado que ya no se dedicaba a lo que tu y yo sabemos. Te prometió que renunciaría a su pasado por ti y lo ha cumplido.
Hice una pausa mientras Erlend daba un paso al frente con la mirada enrojecida y haciendo caso omiso a mis palabras. Coloqué mis manos en su pecho, empujándolo ligeramente hacia atrás. Aquel era el tope que le concedía, un paso más y mis palabras dejarían de ser conciliadoras. Nuestras miradas se cruzaron y retaron por momentos. Su rabia era palpable en cada poro de su piel, y en aquellos momentos comenzó a preocuparme la vida de todos los inocentes que nos rodeaban.
- Adaline está asustada. No te suplica que no lo mates por otra razón que no sea su propia bondad. Es una humana; para ella la vida tiene un valor distinto al que tiene para ti. Piénsalo...ella te quiere solo a ti. Y si te pide que no lo mates es porque no quiere cargar con una muerte por su culpa.
La suerte estaba echada, y solo un milagro conseguiría que no acabásemos todos prisioneros de la Santa Inquisición si el vampiro no conseguía calmarse.
Sabía que ambos estábamos cansados, él no había dormido apenas y yo había tenido un día lleno de sorpresas y contratiempos que tampoco es que me hubiesen dejado descansar. Y aún así, estaba segura de que conseguiríamos sacar fuerzas de debajo de las piedras para devorarnos el uno al otro tal y como deseábamos en aquel momento.
Me sorprendía como poco a poco esa timidez que lo caracterizaba y que le impedía dar muestras de cariño en público iba desapareciendo al ritmo que el nivel de las botellas de whisky descendían. Adoraba esa faceta suya en la que no le importaba demostrar su deseo hacía mí, esos gestos que demostraba necesitarme tanto como yo a él.
Sonreí tras darle un dulce beso que él culminó en un reguero de caricias hasta mi oído. Unas caricias que me estremecían y que me eran más necesarias que la sangre que me sustentaba.
Juro que dejé de respirar en el preciso instante en que esas palabras que llevaban toda la noche repitiéndose en mi mente cada vez que miraba a mi lobo, salieron de sus deliciosos labios dirigiéndose a mí. Mi mundo se paró de repente, hasta que creo que mi corazón dejó de latir con esas palabras que me ofrecían el cielo, que me hacía flotar como en una nube, como en un sueño que parecía hacerse realidad. Estaba segura de haberlo escuchado bien, me había dicho un claro y sincero "Te quiero". Dos palabras que me hacían sentir viva; que alejaban todos los malos recuerdos del pasado.
Entonces lo supe; supe que era por él por quien había estado esperando más de dos milenios. Que nuestros caminos se habían cruzado porque él, y solo él era mi destino, mi futuro. Cierto que sería un futuro incierto y complicado, pero lucharía contra los cuatro elementos con tal de permanecer a su lado el resto de nuestras vidas.
Lo miré fijamente todavía anonadada. Necesitaba que viese en mis ojos que le correspondía; que le amaba con toda mi alma y mi espíritu, y que tarde o temprano yo también sería capaz de confesarselo. Nuestras miradas se cruzaron de nuevo, haciendo gala de esa complicidad tan nuestras que nos caracterizaba.
Alzamos de nuevo nuestras copas, esta vez para brindar por las palabras de Reidar. Unas palabras que me daban esperanza. La idea de un futuro juntos no parecía estar solo en mis pensamientos, sino también en los suyos.
- Aunque tuviese que esperarte en el mismo infierno, allí estaré a tu regreso.- susurré junto a sus labios después de que todos hiciésemos acopio de nuestras copas.
Sabía que no me bastaría con esperarle, torturándome día y noche con su vuelta, llorando por las noches por sí no volvía. Yo era una superviviente; tenía decidido luchar a su lado, le gustase o no. Si tenía que morir, ¿qué mejor forma de hacerlo que al lado del hombre al que amaba? Pero no se lo diría aquella noche; necesitaba tiempo para convencerle y con Erlend delante iba a ser imposible; sabía que el inmortal testarudo pondría mil impedimentos, y que Reidar los secundaría, y no tenía ningunas ganas de acabar friéndoles las neuronas a los dos.
Sirvieron la cena y mientras nuestros amores se alimentaban, Erlend y yo hacíamos buen uso de aquellas botellas de licor que nos mantenían de un humor divertido y despreocupado. Las risas y nuestras anécdotas acompañaron la velada en todo momento, hasta que de pronto sentí como Adaline se tensaba.
Se disculpó con rapidez para alejarse a otra parte del local donde desde mi posición no podía apreciar muy bien. Aquello me confundió, y mientras Reidar y Erlend continuaban contándose sus batallitas, me centré en meterme de nuevo en la mente de Adaline, esta vez siendo consciente de ello, y recordándome que después le debería pedir perdón. Pero si había algo que le preocupaba lo suficiente como para separarse de Erlend, necesitaba saber lo que era para poder ayudarla.
Toda la escena pasó tan rápido que fui incapaz de reaccionar antes que Erlend. Un golpe seco fue todo lo que el vampiro necesitó para destrozar el local y salir en busca de su amada y del desgraciado que acababa de ponerle la mano encima. Agradecía que no hubiese escuchado la conversación, porque si ya de por sí estaba furioso, si hubiese escuchado lo que aquel hombre le había dicho no quedaría nadie con vida a su paso.
Di un salto cogiendo al pequeño Lobbo que todavía dormía, y envolviéndolo con la manta salí tras Reidar, que trataba de detener a un Erlend descontrolado dispuesto a matar a golpes a aquel hombre casi inerte que había osado acercarse a Adaline.
Cuando llegué hasta ellos observando los destrozos del local que el huracán de Erlend había dejado a su paso, le entregué el pequeño a una aterrada Adaline que suplicaba al vampiro que no matase al humano.
- Aléjate unos pasos y no te preocupes. No has hecho nada malo.- le susurré mientras trataba de tranquilizarla con la mirada.
Aproveché el momento en que Reidar salió volando por los aires, cayendo sobre una mesa que venció por el impacto, para colocarme entre el hombre medio muerto y Erlend. Quería propinarle un puñetazo por haber empujado así a mi amado, por haberle hablado de esa forma a la pobre Adaline; sabía que podía plantarle cara, que aquello sería un encuentro entre dos titanes donde cada cual era diestro en sus artes, pero no quería hacerle daño. Además, había aprendido que enfrentarse a Erlend era peor que tratar de calmarlo con palabras.
- Erlend, escúchame y trata de calmarte un poco.- siseé entre mis dientes mientras mi miraba se oscurecía y veía tras Erlend como Reidar se ponía en pie con un brillo ámbar en su mirada. Tenía que encontrar las fuerzas necesarias para calmarme yo también.- Adaline no ha hecho nada malo; ha rechazado a este hombre y le ha confirmado que ya no se dedicaba a lo que tu y yo sabemos. Te prometió que renunciaría a su pasado por ti y lo ha cumplido.
Hice una pausa mientras Erlend daba un paso al frente con la mirada enrojecida y haciendo caso omiso a mis palabras. Coloqué mis manos en su pecho, empujándolo ligeramente hacia atrás. Aquel era el tope que le concedía, un paso más y mis palabras dejarían de ser conciliadoras. Nuestras miradas se cruzaron y retaron por momentos. Su rabia era palpable en cada poro de su piel, y en aquellos momentos comenzó a preocuparme la vida de todos los inocentes que nos rodeaban.
- Adaline está asustada. No te suplica que no lo mates por otra razón que no sea su propia bondad. Es una humana; para ella la vida tiene un valor distinto al que tiene para ti. Piénsalo...ella te quiere solo a ti. Y si te pide que no lo mates es porque no quiere cargar con una muerte por su culpa.
La suerte estaba echada, y solo un milagro conseguiría que no acabásemos todos prisioneros de la Santa Inquisición si el vampiro no conseguía calmarse.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 17/05/2016
Localización : Paris
Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
Adeline abandonó la mesa con cierta rapidez mientras Erlend y yo continuamos contándonos nuestras chanzas de tiempos pasados, de guerras que habíamos vivido y otras que aun amenazaban con vivir.
Presumíamos de la belleza de nuestros bosques, del olor de nuestras tierras y de la profundidad de los lagos y ríos del norte.
Cada centímetro de Noruega valía nuestro sudor, nuestras lagrimas y nuestra sangre.
Entre risas seguíamos apurando cada vaso de whisky que ya entraba con suma facilidad por nuestros garganta.
Cuando Erlend se puso en pie embravecido, ni la tormenta mas peligrosa vivida, ni los rayos ni las centellas de nuestros dioses podía compararse con la mirada roja centelleante que ahora esa bestia destilaba frente a nosotros.
No tuve tiempo a reaccionar, cuando el vendaval llamado Erlend recorrió la distancia que le separaba de su amada y del hombre que al parecer la retenía contra la pared.
Las mesas volaron, las sillas junto a ellas y los gritos se sucedían en el local espantando a la gente que lanzándose al suelo trataba de escapar de aquel monstruo.
Moira y yo nos miramos a sabiendas que o lo parábamos o la inquisición nos destruiría a todos, si la idea era pasar desapercibidos ese inmortal estaba logrando justo lo contrario.
Confieso que una parte de mi lo comprendía, posiblemente porque si me ponía en su lugar, si hubiera sido Moira la que estuviera entre las manos de ese baboso mis actos no hubieran sido muy distintos, mas ahora tenia que poner calma, algo de cordura a esa tempestad que a golpes destrozaba a un miserable humano, que no merecía otro castigo, mas que por ende nos traería problemas.
Llegué a tiempo de sostener su brazo con fuerza, fuerza no suficiente, pues Erlend se giro completamente ido, nada quedaba de ese hombre con el que momentos antes bromeaba sentado en esa mesa, del inmortal que con suma delicadeza había proporcionado lecho a mi hijo, ni del ser que acariciaba a esa humana como si de la porcelana mas cara se tratara.
Ahora era una bestia, un ser despiadado que no dudo en lanzarme por los aires para que mi cuerpo acabara sobre una mesa que se hizo trizas por le impacto dejando mi ser ligeramente endolorido.
Un gruñido, ojos ámbar fue la respuesta a sus burdos actos.
Me puse en pie de un alto dispuesto a pararlo, porque ese era el único remedio si queríamos salir bien parados.
Moira parecía tratar de razonar con el, pero podía sentir como ni la miraba, como su cuerpo tenso seguía con la forme idea de matar a ese humano, observé como engarrotaba la mano, seguramente dispuesto a dar una muerte mas rapida de la que tenia planeada.
Sabia que deseaba paladear su venganza, mas por ende nuestra presencia se lo estaba dificultando.
-Moira aparta -le grite temiendo por su propia vida mientras me lanzaba contra la espalda del inmortal que apenas se movió por mi golpe, parecía una roca, y yo solo las olas embravecidas que contra ella chocan y pasan.
Una mirada de soslayo fue su misera respuesta, esa del ser que ya lo ha perdido todo, que sumido en el caos ya nada le importa, conocía esos ojos porque yo mismo los había tenido, esos de la desesperanza.
Presumíamos de la belleza de nuestros bosques, del olor de nuestras tierras y de la profundidad de los lagos y ríos del norte.
Cada centímetro de Noruega valía nuestro sudor, nuestras lagrimas y nuestra sangre.
Entre risas seguíamos apurando cada vaso de whisky que ya entraba con suma facilidad por nuestros garganta.
Cuando Erlend se puso en pie embravecido, ni la tormenta mas peligrosa vivida, ni los rayos ni las centellas de nuestros dioses podía compararse con la mirada roja centelleante que ahora esa bestia destilaba frente a nosotros.
No tuve tiempo a reaccionar, cuando el vendaval llamado Erlend recorrió la distancia que le separaba de su amada y del hombre que al parecer la retenía contra la pared.
Las mesas volaron, las sillas junto a ellas y los gritos se sucedían en el local espantando a la gente que lanzándose al suelo trataba de escapar de aquel monstruo.
Moira y yo nos miramos a sabiendas que o lo parábamos o la inquisición nos destruiría a todos, si la idea era pasar desapercibidos ese inmortal estaba logrando justo lo contrario.
Confieso que una parte de mi lo comprendía, posiblemente porque si me ponía en su lugar, si hubiera sido Moira la que estuviera entre las manos de ese baboso mis actos no hubieran sido muy distintos, mas ahora tenia que poner calma, algo de cordura a esa tempestad que a golpes destrozaba a un miserable humano, que no merecía otro castigo, mas que por ende nos traería problemas.
Llegué a tiempo de sostener su brazo con fuerza, fuerza no suficiente, pues Erlend se giro completamente ido, nada quedaba de ese hombre con el que momentos antes bromeaba sentado en esa mesa, del inmortal que con suma delicadeza había proporcionado lecho a mi hijo, ni del ser que acariciaba a esa humana como si de la porcelana mas cara se tratara.
Ahora era una bestia, un ser despiadado que no dudo en lanzarme por los aires para que mi cuerpo acabara sobre una mesa que se hizo trizas por le impacto dejando mi ser ligeramente endolorido.
Un gruñido, ojos ámbar fue la respuesta a sus burdos actos.
Me puse en pie de un alto dispuesto a pararlo, porque ese era el único remedio si queríamos salir bien parados.
Moira parecía tratar de razonar con el, pero podía sentir como ni la miraba, como su cuerpo tenso seguía con la forme idea de matar a ese humano, observé como engarrotaba la mano, seguramente dispuesto a dar una muerte mas rapida de la que tenia planeada.
Sabia que deseaba paladear su venganza, mas por ende nuestra presencia se lo estaba dificultando.
-Moira aparta -le grite temiendo por su propia vida mientras me lanzaba contra la espalda del inmortal que apenas se movió por mi golpe, parecía una roca, y yo solo las olas embravecidas que contra ella chocan y pasan.
Una mirada de soslayo fue su misera respuesta, esa del ser que ya lo ha perdido todo, que sumido en el caos ya nada le importa, conocía esos ojos porque yo mismo los había tenido, esos de la desesperanza.
Reidar Landvik- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/07/2016
Localización : En los bosques
Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
El golpe propinado en mi rostro había sido violento y el dolor aún lo sentía palpitar debajo de mi piel cuando el hombre fue golpeado con tal furia que escuché perfectamente el crujir del hueso de su nariz rompiéndose en pedazos antes de que volase a varios metros de distancia debido al impacto. Aturdida como estaba me tomó unos minutos comprender que aquella poderosa mole que le había golpeado no había sido otra cosa que el puño de Erlend que había acudido en mi rescate, liberándome así del acorralamiento del sujeto que había hecho acto de presencia para destruir la noche y con ello, mis ilusiones, que cegada por el amor me había atrevido a soñar.
Mi realidad había vuelto como un torbellino, golpeándome literalmente en el rostro, en forma del hombre que se encontraba en el suelo con la nariz chorreando sangre y la expresión aterrorizada. Salí de mi aturdimiento al percatarme del caos que reinaba en el lugar, de los gritos de la gente que se apresuraba a salir, de las mesas volteadas, de mi amor vuelto un arma letal que con los ojos rojos como el más profundo averno se había convertido en el peor de los verdugos alcanzando al hombre al que acababa de golpear para continuar castigándolo, rompiéndole el rostro a puñetazos.
Me acerqué, intentando que se detuviera, que escuchase mi voz que le pedía que dejase de golpear a ese hombre, pero esta no fue escuchada en lo absoluto, era como si más bien lo estuviera azuzando. No había manera de hacerle entrar en razón, el rostro de su ahora víctima comenzaba a deformarse y su ropa era salpicada con un reguero de sangre tras cada nuevo golpe desmedido que pronto le llevaría a la muerte.
Y sin embargo, nada de lo presenciado fue tan brutal como las palabras que salieron de la boca de aquel al que amaba. -No quieres perder un cliente.- me gritó sin tan siquiera mirarme y aquello me dejó paralizada, con el alma congelada, haciéndome sangrar hasta lo más profundo como si él hubiese tomado un cuchillo y me lo hubiese clavado en el corazón para luego retorcerlo y arrancármelo, dejándome el pecho hueco y vacío. -Erlend...- fue todo lo que pronuncié. Lo miré estática, incapaz de decir más. Ni siquiera me percaté de que Moira colocaba al bebé en mis brazos.
Lo siguiente sucedió muy rápido, en un segundo Reidar entraba en escena, intentando detener la furia del huracán, para que este le repeliese y le lanzase por los aires; y al siguiente la vampiresa se interponía para intentar calmarle, apelando a la razón y defendiéndome con sus palabras; pero nada de aquello servía de nada ya, los demonios oscuros tironeaban ahora del inmortal, desatando su furia, transfigurando su rostro, y alzando su pecho con cada nueva y virulenta respiración.
-¡Basta!- grité, acercándome al licántropo que acababa de golpearle nuevamente sin lograr que el vikingo se moviera un solo centímetro ante su embate. Coloqué al bebé en sus brazos pues no quería exponerlo y con la distracción creada entre lobo y vampiresa había al menos suficiente espacio para que me colocara entre mi antiguo cliente y mi amor. Amor... palabra que ahora me dolía al verlo así, como si hubiese caído al pozo más profundo y no hubiese manera de que me mirase, de que comprendiese, de que entrase en razón. -¡Basta Erlend! Si me interpongo entre ustedes es porque ya lo has castigado suficiente.- El rostro de ese hombre ahora estaba hecho jirones, un charco de sangre lo cubría y su respiración apenas era un débil silbido, dudaba que después de aquello sobreviviese, y aún si lo hiciera en que condiciones lo haría.
-¿Cómo puedes creer realmente que deseo mantener a mis clientes?- La pregunta la eché al aire con la mirada adolorida. Cada partícula mía quería abrazarlo, alejar a los demonios que tironeaban de él, demostrarle con mis besos que era incapaz de permitir que alguien más me tocara después de haberle conocido. ¿Por qué él no lo comprendía? ¿Por qué era Moira quien acudía en mi defensa y Erlend quien me había lanzado palabras de incredulidad?
Apreté los puños presa de un sacudimiento intenso, más consciente que nunca de mi realidad. Una prostituta, eso era lo que era, alguien que se entregaba a otros por un efímero placer carnal, o más bien eso había sido porque ahora sabía hasta lo más profundo de mi ser que después de Erlend no habrían otros. Nunca, yo no lo permitiría. Jamás nadie erizaría mi piel como lo hacían sus manos, o se adueñaría de cada resquicio mio, o me haría temblar de emoción con su cercanía, o me sacudiría con la mirada de sus tormentas, ni me incendiaría con su pasión. Nadie sería nunca como él.
Sentí que las lágrimas nublaban mis ojos, lágrimas de frustración, de amor perdido, de sueño arrancado, de corazón hecho añicos. Las limpié rápidamente con el dorso de mi mano. -Te quiero como a nadie, como nunca quise, como nunca creí que podría, con toda la intensidad de lo que soy. Nunca amaré a nadie como a ti. Pero creo...- Me sentía perdida como nunca, pero ya era hora de retornar a la realidad... porque mis demonios tironeaban también y tironeaban fuerte, desgarrándome el alma y hundiéndola en el más profundo precipicio adonde con seguridad perecería congelada sin él. -Creo que hemos vivido un hermoso sueño... pero lo que ha sucedido nos demuestra que no soy buena para ti. ¿Ya te lo había dicho en la playa no?- Sonreí con tristeza, retrocedí unos pasos y dirigí mi mirada hacia Moira y a Reidar. -Lamento que la noche termine así, creo que no era para nada lo que esperábamos, les agradezco...- se me quebraron las palabras. -que me acogieran aunque tan solo sea una humana.-
Un silencio sepulcral nos rodeó a los cuatro, y luego devolví mi mirada para perderme en la de Erlend que se mostraba roja, bestial, tormentosa, oscura, destructora, dura y fría. Era un demonio hecho carne y aún así, mientras permanecíamos de pie en esa zona de desastre, todo mi ser lo amaba más que nunca.
Fue entonces cuando di la media vuelta y me alejé de ellos, me acerqué a la barra y tomé una botella de licor que alguien había abandonado allí. Hice caso omiso al desorden que me rodeaba, poco me importaba que llegaran las autoridades y me apresasen. Quité el corcho de la botella y bebí de ella con premura y avidez, deseando que el alcohol me abotargase y quizás así reuniría el suficiente valor para comprender que me estaba despidiendo de Erlend...
Mi realidad había vuelto como un torbellino, golpeándome literalmente en el rostro, en forma del hombre que se encontraba en el suelo con la nariz chorreando sangre y la expresión aterrorizada. Salí de mi aturdimiento al percatarme del caos que reinaba en el lugar, de los gritos de la gente que se apresuraba a salir, de las mesas volteadas, de mi amor vuelto un arma letal que con los ojos rojos como el más profundo averno se había convertido en el peor de los verdugos alcanzando al hombre al que acababa de golpear para continuar castigándolo, rompiéndole el rostro a puñetazos.
Me acerqué, intentando que se detuviera, que escuchase mi voz que le pedía que dejase de golpear a ese hombre, pero esta no fue escuchada en lo absoluto, era como si más bien lo estuviera azuzando. No había manera de hacerle entrar en razón, el rostro de su ahora víctima comenzaba a deformarse y su ropa era salpicada con un reguero de sangre tras cada nuevo golpe desmedido que pronto le llevaría a la muerte.
Y sin embargo, nada de lo presenciado fue tan brutal como las palabras que salieron de la boca de aquel al que amaba. -No quieres perder un cliente.- me gritó sin tan siquiera mirarme y aquello me dejó paralizada, con el alma congelada, haciéndome sangrar hasta lo más profundo como si él hubiese tomado un cuchillo y me lo hubiese clavado en el corazón para luego retorcerlo y arrancármelo, dejándome el pecho hueco y vacío. -Erlend...- fue todo lo que pronuncié. Lo miré estática, incapaz de decir más. Ni siquiera me percaté de que Moira colocaba al bebé en mis brazos.
Lo siguiente sucedió muy rápido, en un segundo Reidar entraba en escena, intentando detener la furia del huracán, para que este le repeliese y le lanzase por los aires; y al siguiente la vampiresa se interponía para intentar calmarle, apelando a la razón y defendiéndome con sus palabras; pero nada de aquello servía de nada ya, los demonios oscuros tironeaban ahora del inmortal, desatando su furia, transfigurando su rostro, y alzando su pecho con cada nueva y virulenta respiración.
-¡Basta!- grité, acercándome al licántropo que acababa de golpearle nuevamente sin lograr que el vikingo se moviera un solo centímetro ante su embate. Coloqué al bebé en sus brazos pues no quería exponerlo y con la distracción creada entre lobo y vampiresa había al menos suficiente espacio para que me colocara entre mi antiguo cliente y mi amor. Amor... palabra que ahora me dolía al verlo así, como si hubiese caído al pozo más profundo y no hubiese manera de que me mirase, de que comprendiese, de que entrase en razón. -¡Basta Erlend! Si me interpongo entre ustedes es porque ya lo has castigado suficiente.- El rostro de ese hombre ahora estaba hecho jirones, un charco de sangre lo cubría y su respiración apenas era un débil silbido, dudaba que después de aquello sobreviviese, y aún si lo hiciera en que condiciones lo haría.
-¿Cómo puedes creer realmente que deseo mantener a mis clientes?- La pregunta la eché al aire con la mirada adolorida. Cada partícula mía quería abrazarlo, alejar a los demonios que tironeaban de él, demostrarle con mis besos que era incapaz de permitir que alguien más me tocara después de haberle conocido. ¿Por qué él no lo comprendía? ¿Por qué era Moira quien acudía en mi defensa y Erlend quien me había lanzado palabras de incredulidad?
Apreté los puños presa de un sacudimiento intenso, más consciente que nunca de mi realidad. Una prostituta, eso era lo que era, alguien que se entregaba a otros por un efímero placer carnal, o más bien eso había sido porque ahora sabía hasta lo más profundo de mi ser que después de Erlend no habrían otros. Nunca, yo no lo permitiría. Jamás nadie erizaría mi piel como lo hacían sus manos, o se adueñaría de cada resquicio mio, o me haría temblar de emoción con su cercanía, o me sacudiría con la mirada de sus tormentas, ni me incendiaría con su pasión. Nadie sería nunca como él.
Sentí que las lágrimas nublaban mis ojos, lágrimas de frustración, de amor perdido, de sueño arrancado, de corazón hecho añicos. Las limpié rápidamente con el dorso de mi mano. -Te quiero como a nadie, como nunca quise, como nunca creí que podría, con toda la intensidad de lo que soy. Nunca amaré a nadie como a ti. Pero creo...- Me sentía perdida como nunca, pero ya era hora de retornar a la realidad... porque mis demonios tironeaban también y tironeaban fuerte, desgarrándome el alma y hundiéndola en el más profundo precipicio adonde con seguridad perecería congelada sin él. -Creo que hemos vivido un hermoso sueño... pero lo que ha sucedido nos demuestra que no soy buena para ti. ¿Ya te lo había dicho en la playa no?- Sonreí con tristeza, retrocedí unos pasos y dirigí mi mirada hacia Moira y a Reidar. -Lamento que la noche termine así, creo que no era para nada lo que esperábamos, les agradezco...- se me quebraron las palabras. -que me acogieran aunque tan solo sea una humana.-
Un silencio sepulcral nos rodeó a los cuatro, y luego devolví mi mirada para perderme en la de Erlend que se mostraba roja, bestial, tormentosa, oscura, destructora, dura y fría. Era un demonio hecho carne y aún así, mientras permanecíamos de pie en esa zona de desastre, todo mi ser lo amaba más que nunca.
Fue entonces cuando di la media vuelta y me alejé de ellos, me acerqué a la barra y tomé una botella de licor que alguien había abandonado allí. Hice caso omiso al desorden que me rodeaba, poco me importaba que llegaran las autoridades y me apresasen. Quité el corcho de la botella y bebí de ella con premura y avidez, deseando que el alcohol me abotargase y quizás así reuniría el suficiente valor para comprender que me estaba despidiendo de Erlend...
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 215
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
Aun repiqueteaba ese corazón, ese que me arrancaba la razón con cada latido débil, inútil, pero latía enfureciendo a mi bestia que lo oía.
Quería que parara, mis demonios querían que cesara, mas Moira, Reidar y la misma Adaline se empeñaban en que siguiera golpeando su pecho llevándolo a una vida que no merecía.
¿Que era eso que no entendían? Moira hablaba de la bondad de mi ser amado, bondad que de sobra sabia que su corazón albergaba, pero ¿cambiaba eso algo? Cambiaba esa bondad la inhumanidad de mi alma? ¿esperaban que mi perdón llegara cuando la había golpeado frente a mi cara?
Negué sintiendo un golpe en mi espalda, mire a un desesperado Reidar tratando de detenerme sin armas, craso error el de ese lobo que no sabia a lo que se enfrentaba.
Moira con los ojos rojos trataba sin éxito de hacerme razonar ¿acaso no había aprendido que eso conmigo era imposible? Yo era un monstruo, posiblemente el peor, y ahora solo su muerte lograría darme la venganza que ansiaba, solo si ese corazón cesaba en su empeño de burlarse de mi sentiría que mis demonios callaban o al menos eso era lo que yo esperaba.
-Tu la entiendes porque no eres muy diferente a ella -rugí en su cara -¿te ha dicho a que se dedicaba?
Solté la pregunta al aire, diriguiendo esas afiladas palabras a Reidar que senti como su aura aumentaba y como su cuerpo se tensaba. Queria hacer daño, daño a los dos que se interponían en mi lenta venganza.
Lo siguiente no lo espere, entre medias, sin tocarme, se cruzo de nuevo mi amada, buscando sin éxito mi mirada.
Alcé la mano dispuesto a terminar de una vez, engarrote los dedos para atravesar sus costillas y acabar con ese perturbador latido, arrancando su corazón de cuajo.
Mas me detuve escuchando como aquella voz que me llamaba por mi nombre parecía traía una parte de mi de vuelta.
Entreabrí los labios frente a ella aun con los ojos llenos de tormento, aun sumergido en la oscuridad de mi propio abismo, aun con los demonios clamando en mi oído.
¿Castigado suficiente? ¿eran ciertas sus palabras? Pensaba violarla, donde estaba ese castigo suficiente.
Mi desesperación aumentaba ¿por que no era capaz de entender que todos mis actos eran porque la amaba? Puede que no fueran correctos, puede que ni siquiera los que ella quería o esperaba. Entendía que en ese momento la asustara, que quisiera huir de mi tan lejos que ni por cien años la encontrara.
Su mano se poso en mi pecho, logrando que un jadeo escapara de mi boca al sentirla, era apaciguadora, mas aun así mi agarre permaneció firme, mi oscuridad me hacia compañía y los músculos de mi cuerpo, tensos como arpas, esperaban que su mano fuera retirada para poder llevar a cabo lo único que ansiaba.
Escuché que me quería, que yo siempre seria el único, que lo dejaría todo por estar a mi lado, y poco a poco sentí como volvía, como la mano que sobre mi pecho apoyaba se acercaba a ese abismo para aferrar la mía.
Quise decirle que yo también la amaba, que deseaba mas que nada ese camino juntos donde nadie mas nos tocara, amanecer entre sus piernas y anochecer con su rostro hundido en mi pecho.
Que anhelaba su olor, que necesitaba sus caricias, que si se iba ya no sabia que seria de mi misera no vida.
Estiré la mano, esa que estaba engarrotada, relajando ligeramente mis dedos, dispuesto a encontrar esa calma que su voz me regalaba, la acerque despacio hacia su rostro, para acariciarla, mientras sentía que la tempestad en mis ojos poco a poco pasaba.
Entonces simplemente se despidió de mi, sentí como me quebraba, mi alma exploto de rabia, sentí como la mano que veía en ese abismo iluminada, dispuesta a salvarme de aquel infierno se evaporaba frente a mis ojos. Los demonios me engulleron voraces devolviendome a la oscuridad, esa en la que yo siempre habitaba.
¿Donde había quedado esa promesa de ser solo mía? Esa que la unía inescrutablemente a mi vida.
Cada paso hueco de mi amor en dirección contraria a la mía era una daga afilada que se hundía en mi pecho sin tregua, sin descanso ,sin paz, se iba, me dejaba, y no digo que no lo entendiera, no digo ni siquiera que no lo mereciera, era solo que no lo soportaba.
Afloje mi agarre dejando ese cuerpo de trapo caer a suelo, quería que lo dejara con vida, y vida tenia, esa que a mi me faltaba, esa que si de algún modo poseía ya en mi inmortalidad Adaline acababa de llevársela consigo.
Camine hacia ella cuando la vi tomar la botella, para de un tirón seco arrancársela de las manos, esta vez fui yo quien bebió con avidez, buscando en el alcohol lo que no había encontrado con la muerte de ese hombre, buscando que los demonios callaran, buscando el valor de entender que ella me abandonaba.
No pensaba suplicar, no por que sabia que no era justo, que estaría mejor sin mi, que yo solo era eso, el demonio que hace un momento iba a matar a un hombre al que su bondad protegía y mi maldad deseaba ansiosa sajar su vida.
Por que era un monstruo que se alimentaba de sangre, nada en mi era bueno, nada en mi albergaba esperanzas para serlo.
A veces el amor no era suficiente, y a veces irte era lo correcto, dejarla ser feliz a sabiendas de que a tu lado solo encontrara oscuridad aunque por ende ella sea la única esperanza de que tu encuentres la luz.
Vacié la botella en mis labios, rápido, sin respirar, quería caer inconsciente si es que eso me ayudaba a mitigar el dolor, ha hacerme dejar de pensar.
Vacía la lance contra la pared enfurecido, odiándome a mi mismo, hundí mis ojos en los suyos a modo de despedida, una despedida que llegaba sin una sola lagrima, no porque un nudo no se cobijara en mi garganta, no porque el dolor no atenazara mi pecho, ni siquiera porque no sintiera mi alma desgarrada, si no porque frente a ella no podía permitirme soltarlas.
Me di la vuelta sintiendo como el alcohol consumido hacia efecto mientras aun sus palabras me torturaban. Esas que me prometían ser mía bajo esa noche estrellada, esas donde la constelación del cazador parecía que las secundaba y donde los elementos animaban a que nuestro encuentro fuera eterno y que no nos separara.
Maldije a los dioses, a las estrellas y a mi mismo, maldije a Gael por haber propiciado ese encuentro mientras tambaleándome caminaba hacia la puerta de salida de ese restaurante donde me dejaba la vida.
Quería que parara, mis demonios querían que cesara, mas Moira, Reidar y la misma Adaline se empeñaban en que siguiera golpeando su pecho llevándolo a una vida que no merecía.
¿Que era eso que no entendían? Moira hablaba de la bondad de mi ser amado, bondad que de sobra sabia que su corazón albergaba, pero ¿cambiaba eso algo? Cambiaba esa bondad la inhumanidad de mi alma? ¿esperaban que mi perdón llegara cuando la había golpeado frente a mi cara?
Negué sintiendo un golpe en mi espalda, mire a un desesperado Reidar tratando de detenerme sin armas, craso error el de ese lobo que no sabia a lo que se enfrentaba.
Moira con los ojos rojos trataba sin éxito de hacerme razonar ¿acaso no había aprendido que eso conmigo era imposible? Yo era un monstruo, posiblemente el peor, y ahora solo su muerte lograría darme la venganza que ansiaba, solo si ese corazón cesaba en su empeño de burlarse de mi sentiría que mis demonios callaban o al menos eso era lo que yo esperaba.
-Tu la entiendes porque no eres muy diferente a ella -rugí en su cara -¿te ha dicho a que se dedicaba?
Solté la pregunta al aire, diriguiendo esas afiladas palabras a Reidar que senti como su aura aumentaba y como su cuerpo se tensaba. Queria hacer daño, daño a los dos que se interponían en mi lenta venganza.
Lo siguiente no lo espere, entre medias, sin tocarme, se cruzo de nuevo mi amada, buscando sin éxito mi mirada.
Alcé la mano dispuesto a terminar de una vez, engarrote los dedos para atravesar sus costillas y acabar con ese perturbador latido, arrancando su corazón de cuajo.
Mas me detuve escuchando como aquella voz que me llamaba por mi nombre parecía traía una parte de mi de vuelta.
Entreabrí los labios frente a ella aun con los ojos llenos de tormento, aun sumergido en la oscuridad de mi propio abismo, aun con los demonios clamando en mi oído.
¿Castigado suficiente? ¿eran ciertas sus palabras? Pensaba violarla, donde estaba ese castigo suficiente.
Mi desesperación aumentaba ¿por que no era capaz de entender que todos mis actos eran porque la amaba? Puede que no fueran correctos, puede que ni siquiera los que ella quería o esperaba. Entendía que en ese momento la asustara, que quisiera huir de mi tan lejos que ni por cien años la encontrara.
Su mano se poso en mi pecho, logrando que un jadeo escapara de mi boca al sentirla, era apaciguadora, mas aun así mi agarre permaneció firme, mi oscuridad me hacia compañía y los músculos de mi cuerpo, tensos como arpas, esperaban que su mano fuera retirada para poder llevar a cabo lo único que ansiaba.
Escuché que me quería, que yo siempre seria el único, que lo dejaría todo por estar a mi lado, y poco a poco sentí como volvía, como la mano que sobre mi pecho apoyaba se acercaba a ese abismo para aferrar la mía.
Quise decirle que yo también la amaba, que deseaba mas que nada ese camino juntos donde nadie mas nos tocara, amanecer entre sus piernas y anochecer con su rostro hundido en mi pecho.
Que anhelaba su olor, que necesitaba sus caricias, que si se iba ya no sabia que seria de mi misera no vida.
Estiré la mano, esa que estaba engarrotada, relajando ligeramente mis dedos, dispuesto a encontrar esa calma que su voz me regalaba, la acerque despacio hacia su rostro, para acariciarla, mientras sentía que la tempestad en mis ojos poco a poco pasaba.
Entonces simplemente se despidió de mi, sentí como me quebraba, mi alma exploto de rabia, sentí como la mano que veía en ese abismo iluminada, dispuesta a salvarme de aquel infierno se evaporaba frente a mis ojos. Los demonios me engulleron voraces devolviendome a la oscuridad, esa en la que yo siempre habitaba.
¿Donde había quedado esa promesa de ser solo mía? Esa que la unía inescrutablemente a mi vida.
Cada paso hueco de mi amor en dirección contraria a la mía era una daga afilada que se hundía en mi pecho sin tregua, sin descanso ,sin paz, se iba, me dejaba, y no digo que no lo entendiera, no digo ni siquiera que no lo mereciera, era solo que no lo soportaba.
Afloje mi agarre dejando ese cuerpo de trapo caer a suelo, quería que lo dejara con vida, y vida tenia, esa que a mi me faltaba, esa que si de algún modo poseía ya en mi inmortalidad Adaline acababa de llevársela consigo.
Camine hacia ella cuando la vi tomar la botella, para de un tirón seco arrancársela de las manos, esta vez fui yo quien bebió con avidez, buscando en el alcohol lo que no había encontrado con la muerte de ese hombre, buscando que los demonios callaran, buscando el valor de entender que ella me abandonaba.
No pensaba suplicar, no por que sabia que no era justo, que estaría mejor sin mi, que yo solo era eso, el demonio que hace un momento iba a matar a un hombre al que su bondad protegía y mi maldad deseaba ansiosa sajar su vida.
Por que era un monstruo que se alimentaba de sangre, nada en mi era bueno, nada en mi albergaba esperanzas para serlo.
A veces el amor no era suficiente, y a veces irte era lo correcto, dejarla ser feliz a sabiendas de que a tu lado solo encontrara oscuridad aunque por ende ella sea la única esperanza de que tu encuentres la luz.
Vacié la botella en mis labios, rápido, sin respirar, quería caer inconsciente si es que eso me ayudaba a mitigar el dolor, ha hacerme dejar de pensar.
Vacía la lance contra la pared enfurecido, odiándome a mi mismo, hundí mis ojos en los suyos a modo de despedida, una despedida que llegaba sin una sola lagrima, no porque un nudo no se cobijara en mi garganta, no porque el dolor no atenazara mi pecho, ni siquiera porque no sintiera mi alma desgarrada, si no porque frente a ella no podía permitirme soltarlas.
Me di la vuelta sintiendo como el alcohol consumido hacia efecto mientras aun sus palabras me torturaban. Esas que me prometían ser mía bajo esa noche estrellada, esas donde la constelación del cazador parecía que las secundaba y donde los elementos animaban a que nuestro encuentro fuera eterno y que no nos separara.
Maldije a los dioses, a las estrellas y a mi mismo, maldije a Gael por haber propiciado ese encuentro mientras tambaleándome caminaba hacia la puerta de salida de ese restaurante donde me dejaba la vida.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
El intento de Reidar por controlar al inmortal por la espalda no sirvió de mucho más que para enfurecerlo de nuevo. Los ojos de Erlend se clavaban en los míos, me atravesaban, incitados por la rabia y el odio que sentía en esos momentos hacia el resto del mundo. Sin escuchar ni un ápice de las razones que trataba de darle para conseguir que se calmase y evitar males mayores. Y entonces llegaron esas palabras; esas que jamás pensé escuchar de su boca. Lo peor es que no solo iban dirigidas a mí, sino al amor de mi vida cuyos ojos se tornaban de un ámbar oscuro con cada palabra salida de la boca de Erlend.
Sentí como un precipicio se abría ante mis pies; como sus palabras se clavaban en mi alma y como iba perdiendo a Reidar en cada segundo que pasaba. Erlend acababa de conseguir que el único hombre que me había amado, ese con el que me esperaba un futuro incierto pero prometedor, se me escurriese entre los dedos.
Adaline se acercó hasta nosotros y ocupó mi lugar, tratando de calmar a un Erlend descontrolado y letal, que ya no solo con su manos, sino que con sus palabras trataba de destrozarnos a todos. Sus palabras eran dolorosas, sabía lo que se le pasaba por la cabeza; se echaba la culpa de la situación cuando estaba claro que no la tenía. ¿Cómo podía decir que no era buena para Erlend si ella era lo mejor que le había pasado en el último milenio?
Al menos ahora parecía que con sus súplicas, hubiese acaparado la atención del inmortal, y me daba a mí cierto espacio para hablar con un Reidar que no parecía mucho mejor que Erlend.
- Cariño, déjame que te explique lo que quiere decir Erlend.- susurré mientras me acercaba al lobo, que no parecía dispuesto a dejarse convencer.- Antes de abrir el Herbolario, era bailarina exótica. Tres o cuatro veces por semana bailaba para otros hombres acompañada por Marlene, mi serpiente pitón albina. Solo bailaba; una de mis normas es que nadie, bajo ningún concepto podía tocarme sin mi consentimiento. Pero cuando conocí a Erlend, me pidió que lo dejase; y no he vuelto a bailar.
Reidar permanecía en silencio, con el pequeño quillan en brazos que nos miraba extrañado pero que no emitía ni un sonido.
- Reidar, todos tenemos un pasado. Te dije que te contaría cosas de mi vida, que por cierto ha sido muy larga. Habrán cosas que te gusten y cosas que no; pero no deja de ser pasado. ¿Es que no lo entiendes?¿Acaso crees que a mi no me duele saber que amaste a la madre de tu hijo? Pero es parte de tu pasado. - mis palabras comenzaban a sonar desesperadas; sabía que lo estaba perdiendo y no sabía que más podía hacer. Cogió una botella de whisky de la barra mientras yo lo seguía tratando de solucionar el malentendido; tratando de que no se marchase sin al menos darme una oportunidad.- Reidar, te quiero. Te quiero como jamás he querido a nadie; he estado esperando dos milenios para encontrar a alguien con el que sentir lo que siento contigo cuando me acaricias, cuando nos besamos. El pasado no puedo borrarlo, pero si puedo jurarte que en mi futuro estás tú y solo tú. Tú eres mi presente, y deseo que sigas siendo mi futuro.
Pero que yo lo amase no parecía suficiente; haciéndome a un lado con su brazo, no sin antes lanzarme una punzante mirada, salió por la puerta enfurecido y de forma totalmente irracional. Sabía que lo había perdido; que todos esos planes de futuro que se habían formado en mi mente y que había pensado cumplir se habían hecho pedazos; los mismos pedazos en los que ahora se encontraba mi corazón.
- Si alguna vez me has querido, si alguna vez he significado algo para ti, más te vale que soluciones esto y consigas que se espere fuera; porque de lo contrario, lo último que veré será el siguiente amanecer.- le escupí a Erlend totalmente enfurecida por lo que sus demonios acababan de desatar.- Y ahora saliros los dos, voy a arreglar esto antes de que vengan a por nosotros.
Dirigí una mirada a Adaline que estaba tan destrozada como yo, y comencé con lo único que sabía hacer, salvar las almas de los demás.
Me mordí la muñeca e hice beber de mi sangre a aquel pobre desgraciado que yacía medio muerto en el suelo. Al menos, él tendría otra oportunidad para enmendar su vida, cosa de la que yo no disfrutaría. El dolor se apoderaba de mi pecho por momentos; era consciente de que no podría vivir sin Reidar a mi lado; sin poder disfrutar de esa sonrisa que me embaucaba y que había conquistado mi corazón desde que su copa se desparramó por el vestido la noche anterior. Y ya no era solo que no podía, es que ni siquiera quería intentarlo. Sin Reidar en mi vida esta carecía de sentido; había esperado demasiado tiempo como para continuar una dura existencia sin su compañía.
- Señores, señoras...por favor escúchenme que voy a explicarles lo que ha sucedido hoy aquí.- dije elevando la voz por encima de los presentes con el tono de voz más dulce que fui capaz de conseguir, mientras mis ojos luchaban contra esas lágrimas que amenazaban por salir.
Minutos después salí esperando que Erlend hubiese conseguido calmar a Reidar, y satisfecha de haberles hecho creer a todos que el estropicio del lugar había sido producido por un terremoto localizado. Ojalá con los sobrenaturales fuese tan fácil.
Sentí como un precipicio se abría ante mis pies; como sus palabras se clavaban en mi alma y como iba perdiendo a Reidar en cada segundo que pasaba. Erlend acababa de conseguir que el único hombre que me había amado, ese con el que me esperaba un futuro incierto pero prometedor, se me escurriese entre los dedos.
Adaline se acercó hasta nosotros y ocupó mi lugar, tratando de calmar a un Erlend descontrolado y letal, que ya no solo con su manos, sino que con sus palabras trataba de destrozarnos a todos. Sus palabras eran dolorosas, sabía lo que se le pasaba por la cabeza; se echaba la culpa de la situación cuando estaba claro que no la tenía. ¿Cómo podía decir que no era buena para Erlend si ella era lo mejor que le había pasado en el último milenio?
Al menos ahora parecía que con sus súplicas, hubiese acaparado la atención del inmortal, y me daba a mí cierto espacio para hablar con un Reidar que no parecía mucho mejor que Erlend.
- Cariño, déjame que te explique lo que quiere decir Erlend.- susurré mientras me acercaba al lobo, que no parecía dispuesto a dejarse convencer.- Antes de abrir el Herbolario, era bailarina exótica. Tres o cuatro veces por semana bailaba para otros hombres acompañada por Marlene, mi serpiente pitón albina. Solo bailaba; una de mis normas es que nadie, bajo ningún concepto podía tocarme sin mi consentimiento. Pero cuando conocí a Erlend, me pidió que lo dejase; y no he vuelto a bailar.
Reidar permanecía en silencio, con el pequeño quillan en brazos que nos miraba extrañado pero que no emitía ni un sonido.
- Reidar, todos tenemos un pasado. Te dije que te contaría cosas de mi vida, que por cierto ha sido muy larga. Habrán cosas que te gusten y cosas que no; pero no deja de ser pasado. ¿Es que no lo entiendes?¿Acaso crees que a mi no me duele saber que amaste a la madre de tu hijo? Pero es parte de tu pasado. - mis palabras comenzaban a sonar desesperadas; sabía que lo estaba perdiendo y no sabía que más podía hacer. Cogió una botella de whisky de la barra mientras yo lo seguía tratando de solucionar el malentendido; tratando de que no se marchase sin al menos darme una oportunidad.- Reidar, te quiero. Te quiero como jamás he querido a nadie; he estado esperando dos milenios para encontrar a alguien con el que sentir lo que siento contigo cuando me acaricias, cuando nos besamos. El pasado no puedo borrarlo, pero si puedo jurarte que en mi futuro estás tú y solo tú. Tú eres mi presente, y deseo que sigas siendo mi futuro.
Pero que yo lo amase no parecía suficiente; haciéndome a un lado con su brazo, no sin antes lanzarme una punzante mirada, salió por la puerta enfurecido y de forma totalmente irracional. Sabía que lo había perdido; que todos esos planes de futuro que se habían formado en mi mente y que había pensado cumplir se habían hecho pedazos; los mismos pedazos en los que ahora se encontraba mi corazón.
- Si alguna vez me has querido, si alguna vez he significado algo para ti, más te vale que soluciones esto y consigas que se espere fuera; porque de lo contrario, lo último que veré será el siguiente amanecer.- le escupí a Erlend totalmente enfurecida por lo que sus demonios acababan de desatar.- Y ahora saliros los dos, voy a arreglar esto antes de que vengan a por nosotros.
Dirigí una mirada a Adaline que estaba tan destrozada como yo, y comencé con lo único que sabía hacer, salvar las almas de los demás.
Me mordí la muñeca e hice beber de mi sangre a aquel pobre desgraciado que yacía medio muerto en el suelo. Al menos, él tendría otra oportunidad para enmendar su vida, cosa de la que yo no disfrutaría. El dolor se apoderaba de mi pecho por momentos; era consciente de que no podría vivir sin Reidar a mi lado; sin poder disfrutar de esa sonrisa que me embaucaba y que había conquistado mi corazón desde que su copa se desparramó por el vestido la noche anterior. Y ya no era solo que no podía, es que ni siquiera quería intentarlo. Sin Reidar en mi vida esta carecía de sentido; había esperado demasiado tiempo como para continuar una dura existencia sin su compañía.
- Señores, señoras...por favor escúchenme que voy a explicarles lo que ha sucedido hoy aquí.- dije elevando la voz por encima de los presentes con el tono de voz más dulce que fui capaz de conseguir, mientras mis ojos luchaban contra esas lágrimas que amenazaban por salir.
Minutos después salí esperando que Erlend hubiese conseguido calmar a Reidar, y satisfecha de haberles hecho creer a todos que el estropicio del lugar había sido producido por un terremoto localizado. Ojalá con los sobrenaturales fuese tan fácil.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 244
Fecha de inscripción : 17/05/2016
Localización : Paris
Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
Palabras que se hundieron en mi pecho como saetas incendiarias, una a una, furiosas me devolvían a una realidad que mi mente embotada por el alcohol y con mi hijo en brazos no quería aceptar.
Era puta, había sido puta todo se confundía en mi mente, puede que ese fuera su pasado o quizás aun su presente, ¿con cuantos habría estado? ¿cuantos habían disfrutado de su cuerpo antes que yo? Cada curva de ese cuerpo había sido ya lamida, besada, recorrida por otros labios.
Una eternidad había tenido para sucumbir frente a los hombres, un milenio para hacerles creer como a mi que ellos eran especiales.
Pobre idiota, pobre iluso que había creído en las mentiras de una inmortal ¿como podía ser tan crédulo?
La sentí llegar como quien siente llover, con el trueno y el rallo a mis espaldas, con el dolor del granizo sobre mis hombros y con sus nuevas y falsas palabras que reptilianas trataban de convencerme sin pausa.
¿Me quería? Casi pude echarme a reír en su cara, mas creo que el odio, la rabia, la impotencia que sentía mantuvo mis ojos ámbar, el brillo echo fuego y mi alma congelada.
Poco o nada me importaba ahora que dijera que solo bailaba ¿con cuantos bailaba? ¿como bailaba?
Gruñí furioso frente a su cara, no quería, no podía ni mirarla, la decepciono hizo mella en mi corazón, juro que casi mas que las palabras de Erlend que a sabiendas de haberlas dicho para destruir todo a su paso, no podían haber llegado de una forma mas adecuada.
Me hubiera ocultado eso, hablaba de que había cosas que me gustarían y por ende cosas que no ¿como se atrevía? Como se le ocurría comparar un puro amor por la madre de mi hijo, uno que fue sentido, uno que fue sincero uno que fue puro como el siento a lo suyo.
Noches que semidesnuda ponía cachondos a propios y extraños como lo había hecho conmigo, como podía comparar a Sanya con ella, me enfurecía, era como un insulto lanzado a mi cara.
-Tu no le llegas ni a la suela de sus botas -gruñí furioso antes de darme la vuelta tomando una botella que sobre una de las pocas que quedaban en pie residía.
La lleve a mis labios tratando de olvidar el ultraje, el engaño, dejarme de sentir tan idiota mientras la palabra “puta” escapaba de mis labios.
Confieso que ya estaba borracho, que posiblemente me estuviera excediendo demasiado, pero es que estaba roto, enfadado, no podía comprender desde mi posición de lobo, es que cree en el amor eterno, ese que se empareja de por vida como una mujer podía entregarse a un hombre cada noche ¿que demonios guardaban en su alma para tal atrocidad? ¿como después un hombre podía hundirse entre sus piernas a sabiendas de que ya lo habían hecho cientos, quizás miles en el caso de una inmortal? Me daba asco, me sentía sucio.
Salí fuera para que el aire golpeara mi rostro mientras trataba de buscar el consuelo que en sus palabras no hallaba, buscarlo en el fondo de esa botella, esperaba que allí encontrara la cordura que me faltaba, la razón que no me sustentaba.
No quería volver a verla, no quería volver a tocarla, solo que esa noche pasara, olvidadla, que desapareciera de mis ojos ¿como podía haberme planteado una vida a su lado?
Era puta, había sido puta todo se confundía en mi mente, puede que ese fuera su pasado o quizás aun su presente, ¿con cuantos habría estado? ¿cuantos habían disfrutado de su cuerpo antes que yo? Cada curva de ese cuerpo había sido ya lamida, besada, recorrida por otros labios.
Una eternidad había tenido para sucumbir frente a los hombres, un milenio para hacerles creer como a mi que ellos eran especiales.
Pobre idiota, pobre iluso que había creído en las mentiras de una inmortal ¿como podía ser tan crédulo?
La sentí llegar como quien siente llover, con el trueno y el rallo a mis espaldas, con el dolor del granizo sobre mis hombros y con sus nuevas y falsas palabras que reptilianas trataban de convencerme sin pausa.
¿Me quería? Casi pude echarme a reír en su cara, mas creo que el odio, la rabia, la impotencia que sentía mantuvo mis ojos ámbar, el brillo echo fuego y mi alma congelada.
Poco o nada me importaba ahora que dijera que solo bailaba ¿con cuantos bailaba? ¿como bailaba?
Gruñí furioso frente a su cara, no quería, no podía ni mirarla, la decepciono hizo mella en mi corazón, juro que casi mas que las palabras de Erlend que a sabiendas de haberlas dicho para destruir todo a su paso, no podían haber llegado de una forma mas adecuada.
Me hubiera ocultado eso, hablaba de que había cosas que me gustarían y por ende cosas que no ¿como se atrevía? Como se le ocurría comparar un puro amor por la madre de mi hijo, uno que fue sentido, uno que fue sincero uno que fue puro como el siento a lo suyo.
Noches que semidesnuda ponía cachondos a propios y extraños como lo había hecho conmigo, como podía comparar a Sanya con ella, me enfurecía, era como un insulto lanzado a mi cara.
-Tu no le llegas ni a la suela de sus botas -gruñí furioso antes de darme la vuelta tomando una botella que sobre una de las pocas que quedaban en pie residía.
La lleve a mis labios tratando de olvidar el ultraje, el engaño, dejarme de sentir tan idiota mientras la palabra “puta” escapaba de mis labios.
Confieso que ya estaba borracho, que posiblemente me estuviera excediendo demasiado, pero es que estaba roto, enfadado, no podía comprender desde mi posición de lobo, es que cree en el amor eterno, ese que se empareja de por vida como una mujer podía entregarse a un hombre cada noche ¿que demonios guardaban en su alma para tal atrocidad? ¿como después un hombre podía hundirse entre sus piernas a sabiendas de que ya lo habían hecho cientos, quizás miles en el caso de una inmortal? Me daba asco, me sentía sucio.
Salí fuera para que el aire golpeara mi rostro mientras trataba de buscar el consuelo que en sus palabras no hallaba, buscarlo en el fondo de esa botella, esperaba que allí encontrara la cordura que me faltaba, la razón que no me sustentaba.
No quería volver a verla, no quería volver a tocarla, solo que esa noche pasara, olvidadla, que desapareciera de mis ojos ¿como podía haberme planteado una vida a su lado?
Reidar Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 98
Fecha de inscripción : 12/07/2016
Localización : En los bosques
Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
Desgarrada en dos, así era como me sentía. Una parte de mi no entendía ni siquiera como había logrado dar la vuelta para alejarme de mi inmortal, y es que la distancia que impuse entre ambos dolía, ardía, desgarraba todo por dentro, me llenaba de oscuridad y me mantenía en el precipicio más profundo, adonde deseaba permanecer, porque perderlo era peor que nada de lo que hubiese pasado antes en mi vida. Ninguna pérdida que hubiera sufrido en ella, ni siquiera la de mis padres dolía tanto como perderle a él.
Agarré la botella de licor y bebí a borbollones, incapaz de voltear a ver sobre mi hombro. Había escuchado sus siguientes palabras. Aquellas con las que sin piedad atacó a Moira y a Reidar, que nada tenían que ver en el asunto y que ahora los desgarraba a ellos también.
Todo era por causa mía, por culpa mía y de aquello que yo era... Alejarme de mi amor era lo mejor que podía hacer porque ¿qué me aseguraba que otro hombre no volviese a acercárseme? ¿Que creyera que tenía algún derecho sobre mi? ¿Qué pasase por encima de mi voluntad seguro de que me moría por atenderlo cuando todo mi cuerpo gritaba únicamente por Erlend?
Aún si le gritara al mundo que me dejara en paz, que no era de nadie más que de él, ellos me verían como lo que era... y él... él lo sabía, por eso me había dirigido aquellas palabras... y ni siquiera le culpaba por haberlo hecho, ni siquiera lamentaba que hubiera golpeado a ese hombre que me había tratado como a una basura. Muy por el contrario, parte de mi deseó que lo moliera a golpes, que le arrancara la vida... que vengara mi humillación, pero mi sensatez y mi humanidad al final habían rogado piedad para él, aunque no se la mereciera.
Sumida en ese abismo llevaba nuevamente la botella a mis labios cuando abrúptamente la misma me era arrancada de las manos sin recato. Era Erlend que con solo estar de pie a mi lado provocaba que mi resolución comenzase a tambalear. ¿Cómo podía ni siquiera pensar en separarme de él cuando todo lo que quería era acortar esa distancia que ahora entre nosotros nos cortaba como si fuese un implacable cuchillo que nos destruía con saña cortándonos en trozos y dejando los pedazos desparramados por doquier?
No quería separarme de él, no podía. Mis dedos comenzaron a moverse rebelándose contra lo que mi mente me indicaba que era lo mejor, ellos seguían a mi corazón, pero demasiado tarde quizás. El estallido de la botella rompiéndose contra la pared se asemejaba al estruendo de mi alma al verle hundir su mirada en la mia en silencio, sin que dijese nada en lo absoluto, indicándome así que lo aceptaba, que estaba de acuerdo en que despertar de ese ensueño que habíamos compartido era lo mejor para los dos.
Giró entonces y se alejó de mi a zancadas, aproximándose a la puerta y así saliendo de mi vida. Vida que ya sin él asemejaba a la misma muerte y que me dejaba devastada y hundida en mis peores demonios que sin tregua me indicaban que nunca le volvería a ver...
Me sentí fría, atrapada en un cascarón mientras mi mirada perdida veía la devastación a mi alrededor, pero todo lo veía ajeno, como si no sucediera en realidad. Mis ojos veían a la vampiresa entregándole su sangre a aquel desdichado que de sobrevivir posiblemente viviría el resto de su vida desfigurado.
Mis manos buscaron otra botella que milagrosamente había sobrevivido el desastre y que con su whisky me llevaba a otro lugar, robándome parte de mi raciocinio y de mi sobriedad.
Comencé a mover mis pies que habiéndose alejado del camino de mi amor ya no tenían razón para seguir con ánimo ningún rumbo y que se dirigían hacia la salida por un mero acto autómata a seguir.
Una vez afuera mis ojos buscaron a mi alrededor con ansiedad, esperando encontrar a Erlend, porque su llamado aún separados era más fuerte que mi voluntad. A pesar de que acababa de decirle que lo mejor era despertar a la realidad. ¿A quién engañaba? Mi realidad era él, más mis ojos no le encontraron por ningún lado, solo al lobo que con furia miraba hacia la noche con sus ojos ámbar, tomando igual que yo de una botella que no había de calmar su profunda desazón.
Observé lentamente hacia el interior del restaurante adonde aun Moira se hacía cargo de enmendar los estropicios causados. ¿Cómo tenía la entereza para eso a pesar de su dolor? El verla allí de pie, lanzando explicaciones al aire me hizo percatarme de la suerte que tenía de tenerla ahora como amiga, y es que a pesar de encontrarse tan perdida como yo lo estaba aún pensaba en remediar nuestros entuertos con el afán de protegernos.
-Reidar.- me dirigí al licántropo que en ese momento parecía odiar al mundo en contraste con su pequeño hijo que ajeno a todo nos miraba a ambos con ojos inocentes y llenos de luz.
-Por favor no juzgues a Moira por algo que sucedió antes de conocerte. Ella te quiere de verdad. Bastó entrar en la cabaña y toparnos con ustedes para que fuese lo primero que percibiera por la forma en que te miraba, incluso mucho antes de que nos diera a entender lo que había entre ustedes. Una mirada así no se puede fingir porque no se puede dedicar más que a una sola persona, a aquella que significa todo para ti, que llena tu alma y completa tu ser, que te libera de tus demonios y que te voltea la vida de cabeza. Es una mirada que únicamente puedes dedicar a aquel ser que siempre esperaste y que te llena de abrumadora felicidad cuando te ves reflejado en sus ojos que brillan por ti.-
Aquello era lo que sentía por Erlend y lo que la vampiresa llevaba impreso en su corazón. -Lo sé también porque me habló de ello cuando estuvimos en su habitación y fui testigo de su terrible desasosiego ante la idea de perderte, por lo que serías el hombre más estúpido del universo si permites que tu orgullo o tu obstinación te ciegue ante esa verdad.-
En ese momento la vampiresa salió por la puerta por lo que me alejé del lobo, avanzando unos pasos hacia el borde de la acera, observando las calles que me parecían un laberinto sin sentido si no me llevaban de vuelta hacia Erlend.
Nunca la noche me pareció más oscura ni odié más a los elementos, porque aquellas estrellas de la constelación que nos habían unido habían dejado de brillar, convertidas en testigos apagados de nuestro alejamiento. Un alejamiento que yo no quería y que me arrebataba la vida.
Todo lo que quería era saber adonde se encontraba y correr hacia él, como lo había hecho la noche anterior en la arena, en aquella entrega en la que nos fundimos en uno y por primera vez comprendí lo que era hacer el amor... un amor al que no estaba lista para renunciar, a pesar de mis estúpidas palabras de despedida. Porque mi amor por Erlend me privaba de toda lógica, de la aceptación de cualquier cosa que le alejase de mi, o de los estragos que el estar juntos pudiera causar. Así éramos él y yo, un viento huracanado que arrasa con todo a su alrededor pero que se mantiene firme sobre si mismo, creciendo en fuerza y en intensidad, que no se puede encerrar ni socavar.
Ahora si permití que las lágrimas que él no había visto corrieran por mis mejillas porque no le veía por ningún lado, y porque comprendí que en el restaurante debería de haberme lanzado a sus brazos para decirle de esa manera que estaba ciego si creía que me interesaba alguien más que no fuera él, que lo necesitaba más que a nada, que sin él mi rumbo se tornaba oscuro, me asfixiaba como si me faltara el aire, y me dejaba hecha pedazos, completamente a la deriva.
Agarré la botella de licor y bebí a borbollones, incapaz de voltear a ver sobre mi hombro. Había escuchado sus siguientes palabras. Aquellas con las que sin piedad atacó a Moira y a Reidar, que nada tenían que ver en el asunto y que ahora los desgarraba a ellos también.
Todo era por causa mía, por culpa mía y de aquello que yo era... Alejarme de mi amor era lo mejor que podía hacer porque ¿qué me aseguraba que otro hombre no volviese a acercárseme? ¿Que creyera que tenía algún derecho sobre mi? ¿Qué pasase por encima de mi voluntad seguro de que me moría por atenderlo cuando todo mi cuerpo gritaba únicamente por Erlend?
Aún si le gritara al mundo que me dejara en paz, que no era de nadie más que de él, ellos me verían como lo que era... y él... él lo sabía, por eso me había dirigido aquellas palabras... y ni siquiera le culpaba por haberlo hecho, ni siquiera lamentaba que hubiera golpeado a ese hombre que me había tratado como a una basura. Muy por el contrario, parte de mi deseó que lo moliera a golpes, que le arrancara la vida... que vengara mi humillación, pero mi sensatez y mi humanidad al final habían rogado piedad para él, aunque no se la mereciera.
Sumida en ese abismo llevaba nuevamente la botella a mis labios cuando abrúptamente la misma me era arrancada de las manos sin recato. Era Erlend que con solo estar de pie a mi lado provocaba que mi resolución comenzase a tambalear. ¿Cómo podía ni siquiera pensar en separarme de él cuando todo lo que quería era acortar esa distancia que ahora entre nosotros nos cortaba como si fuese un implacable cuchillo que nos destruía con saña cortándonos en trozos y dejando los pedazos desparramados por doquier?
No quería separarme de él, no podía. Mis dedos comenzaron a moverse rebelándose contra lo que mi mente me indicaba que era lo mejor, ellos seguían a mi corazón, pero demasiado tarde quizás. El estallido de la botella rompiéndose contra la pared se asemejaba al estruendo de mi alma al verle hundir su mirada en la mia en silencio, sin que dijese nada en lo absoluto, indicándome así que lo aceptaba, que estaba de acuerdo en que despertar de ese ensueño que habíamos compartido era lo mejor para los dos.
Giró entonces y se alejó de mi a zancadas, aproximándose a la puerta y así saliendo de mi vida. Vida que ya sin él asemejaba a la misma muerte y que me dejaba devastada y hundida en mis peores demonios que sin tregua me indicaban que nunca le volvería a ver...
Me sentí fría, atrapada en un cascarón mientras mi mirada perdida veía la devastación a mi alrededor, pero todo lo veía ajeno, como si no sucediera en realidad. Mis ojos veían a la vampiresa entregándole su sangre a aquel desdichado que de sobrevivir posiblemente viviría el resto de su vida desfigurado.
Mis manos buscaron otra botella que milagrosamente había sobrevivido el desastre y que con su whisky me llevaba a otro lugar, robándome parte de mi raciocinio y de mi sobriedad.
Comencé a mover mis pies que habiéndose alejado del camino de mi amor ya no tenían razón para seguir con ánimo ningún rumbo y que se dirigían hacia la salida por un mero acto autómata a seguir.
Una vez afuera mis ojos buscaron a mi alrededor con ansiedad, esperando encontrar a Erlend, porque su llamado aún separados era más fuerte que mi voluntad. A pesar de que acababa de decirle que lo mejor era despertar a la realidad. ¿A quién engañaba? Mi realidad era él, más mis ojos no le encontraron por ningún lado, solo al lobo que con furia miraba hacia la noche con sus ojos ámbar, tomando igual que yo de una botella que no había de calmar su profunda desazón.
Observé lentamente hacia el interior del restaurante adonde aun Moira se hacía cargo de enmendar los estropicios causados. ¿Cómo tenía la entereza para eso a pesar de su dolor? El verla allí de pie, lanzando explicaciones al aire me hizo percatarme de la suerte que tenía de tenerla ahora como amiga, y es que a pesar de encontrarse tan perdida como yo lo estaba aún pensaba en remediar nuestros entuertos con el afán de protegernos.
-Reidar.- me dirigí al licántropo que en ese momento parecía odiar al mundo en contraste con su pequeño hijo que ajeno a todo nos miraba a ambos con ojos inocentes y llenos de luz.
-Por favor no juzgues a Moira por algo que sucedió antes de conocerte. Ella te quiere de verdad. Bastó entrar en la cabaña y toparnos con ustedes para que fuese lo primero que percibiera por la forma en que te miraba, incluso mucho antes de que nos diera a entender lo que había entre ustedes. Una mirada así no se puede fingir porque no se puede dedicar más que a una sola persona, a aquella que significa todo para ti, que llena tu alma y completa tu ser, que te libera de tus demonios y que te voltea la vida de cabeza. Es una mirada que únicamente puedes dedicar a aquel ser que siempre esperaste y que te llena de abrumadora felicidad cuando te ves reflejado en sus ojos que brillan por ti.-
Aquello era lo que sentía por Erlend y lo que la vampiresa llevaba impreso en su corazón. -Lo sé también porque me habló de ello cuando estuvimos en su habitación y fui testigo de su terrible desasosiego ante la idea de perderte, por lo que serías el hombre más estúpido del universo si permites que tu orgullo o tu obstinación te ciegue ante esa verdad.-
En ese momento la vampiresa salió por la puerta por lo que me alejé del lobo, avanzando unos pasos hacia el borde de la acera, observando las calles que me parecían un laberinto sin sentido si no me llevaban de vuelta hacia Erlend.
Nunca la noche me pareció más oscura ni odié más a los elementos, porque aquellas estrellas de la constelación que nos habían unido habían dejado de brillar, convertidas en testigos apagados de nuestro alejamiento. Un alejamiento que yo no quería y que me arrebataba la vida.
Todo lo que quería era saber adonde se encontraba y correr hacia él, como lo había hecho la noche anterior en la arena, en aquella entrega en la que nos fundimos en uno y por primera vez comprendí lo que era hacer el amor... un amor al que no estaba lista para renunciar, a pesar de mis estúpidas palabras de despedida. Porque mi amor por Erlend me privaba de toda lógica, de la aceptación de cualquier cosa que le alejase de mi, o de los estragos que el estar juntos pudiera causar. Así éramos él y yo, un viento huracanado que arrasa con todo a su alrededor pero que se mantiene firme sobre si mismo, creciendo en fuerza y en intensidad, que no se puede encerrar ni socavar.
Ahora si permití que las lágrimas que él no había visto corrieran por mis mejillas porque no le veía por ningún lado, y porque comprendí que en el restaurante debería de haberme lanzado a sus brazos para decirle de esa manera que estaba ciego si creía que me interesaba alguien más que no fuera él, que lo necesitaba más que a nada, que sin él mi rumbo se tornaba oscuro, me asfixiaba como si me faltara el aire, y me dejaba hecha pedazos, completamente a la deriva.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 215
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
Atravesé el umbral de aquel restaurante dejando tras de mi el caos, la destrucción y la mas pura oscuridad.
Mis ojos rojos como los del mismísimo diablo no encontraban regocijo en nada, no había paz ahora que Adaline me había abandonado, la poca luz, la única esperanza se había desvanecido entre mis dedos de forma tan rápida como había llegado.
Mi desconsuelo no tenia limites, mi dolor no tenia fin y juro frente a Odin que nunca me he sentido mas muerto, bueno, si, aquel día en que frente a mis ojos arrancaron los licantropos la vida de mi pueblo, de mi madre, de mi padre, de mi hermana, aquel día en que mi amada me dejo con mi hijo entre sus brazos.
Así era el dolor que ahora me desgarraba, ese que durante mil años me había sumido en el abismo, ahora me arrastraba mas allá de el, a un infierno ardiente lleno de llamas dispuesto a darme cobijo.
No había ya humanidad en mi, se apago con la despedida de Adaline, incapaz de recordar nada bueno, incapaz de aferrarme a un resquicio de esperanza.
Cerré los ojos sin darme cuenta que mis pies por inercia seguían caminado, caminando hacia ninguna parte porque nadie ni nada me esperaba.
Caminaba desorientado, borracho con los demonios gritando tan fuerte en mi cabeza que tironeando hacia uno y otro lado me sentía incapaz de saber a donde ir.
Muerte, alcohol sexo eso era lo que pedían y yo solo quería silenciarlos con una estaca en el corazón. Que dejara de doler, que mi valquiria viniera ya a por mi.
Maldije a Odin, maldije a Freya y maldije al mundo por permitirme seguir con esta no vida.
Me deje caer en el suelo, ya no quería andar mas, ya no quería luchar mas, ya estaba cansado, mil años habían dado para mucho. Alce la mirada al cielo esperando que aunque fuera Loqui, el dios del caos, se apiadara de este desgraciado. Ya no necesitaba valquiria ni cena con Odin, me daba igual si era desterrado al lugar de los gigantes, solo quería irme.
Mas no encontré a Loqui si no la constelación del cazador que apagada parecía burlarse de mi. Maldito el día que la conocí, maldito Gael, malditas las estrellas.
Una brillo de golpe forzándome a ladear la cabeza, tras esta otra que me animo a ponerme en pie, poco a poco se iban iluminando dirigiendo con calma mi camino, marcando un sendero que desandaba mis pasos hasta no se bien como volver frente a esos que atrás había dejado, mi amor, mis amigos.
Mis ojos buscaron los de una Adaline desconsolada, desespera y hundida. Tampoco se por que simplemente acorte la distancia abrasadora que entre nosotros se encontraba. Estiré con suavidad mi mano tomando las suyas para destapar así su cara que aun llena de lagrimas se me antojaba perfecta, preciosa, única.
Miré sus ojos aun con mi roja mirada, dejando escapar el aire de forma pesada, rozando con el sus labios que ahora mismo anhelaba.
-Lo siento -eso fue todo lo que escapo de mi boca cuando tire de ella pegando su cuerpo al mio. rodeé su cintura con mis brazos, hundí mi cabeza en su pelo, acariciando con mi nariz su cuello, posando sobre este mis labios.
Mis dedos se deslizaron por la piel de su espalda, ese pliegue que quedaba entre corseé y espalda
-Perdóname -susurré incapaz de articular mas palabras que esas.
No podía prometerle que eso no volvería a pasar porque le mentiría, claro que pasaría, pasaría cada vez que un hombre la rozara en contra de su voluntad porque estaba celoso de todo, del aire que la rozaba, del agua que bebía, del sol que la alumbraba y de la luna que la acariciaba, porque sin ser mía así yo la sentina.
Quería protegerla, necesitaba saber que estaba bien, que nada pudiera dañarla nunca ¿pero no era eso amor? ¿Acaso estaba mal lo que sentía?
-Te quiero -susurré llevando sendas manos a sus mejillas. Alcé su rostro con suavidad hundiendo mis ojos en su mirada parda -te necesito -susurré con impotencia al tiempo que mis labios acortaban la distancia presionando su boca despacio.
Rozando nuestros alientos con ello. Posé mi frente contra la suya dejando que le olor a alcohol, a mar a ella me embargara.
No podía perderle, no podía vivir sin ella, y lo mas importante no queria hacerlo.
-cásate conmigo -susurré contra sus labios.
Cerré los ojos antes de cruzar el precipicio de su boca para buscar con desesperación su húmeda lengua.
Acababa de cometer la locura mas grande de mi vida, dejado llevar por la impulsividad de la que siempre hacia gala, del alcohol que sin duda me embriagaba, acaba de pedirle que se casara conmigo, olvidándome de todo, olvidándome de que no era un hombre libre.
Pero en ese momento ,en ese instante, eso era todo cuanto ansiaba, puede que mañana me arrepintiera, pero allí tambaleándome frente a ella, con su boca contra la mía, la necesitaba sentir plenamente mía.
Seguramente ninguno de los dos estábamos en condiciones de tomar esa decisión, posiblemente estabamos tan borrachos que la idea de casarme con ella se me presentara como una utopía, como el modo de no perderla, porque no quería que eso sucediera, porque la amaba.
-Cásate conmigo -susurré con un jadeo contra su boca -ahora, esta noche, escapémonos de la realidad de nuestras vida, en un claro de un bosque bajo las estrellas.
Que mas da si los dioses hablan, si las estrellas gritan, si nuestro amor esta prohibido o por el contrario bendecido. Solo se que tu eres mi principio y mi final de cada efímero día, uno que solo me planteo vivir contigo.
-Cásate conmigo -gemí contra sus labios -por una noche dejemos que el alcohol nos lleve ha hacer una locura, una en la que tu solo seas Adaline y yo Erlend, una en la que tu no trabajes en la noche y yo no este prometido.
Mis ojos rojos como los del mismísimo diablo no encontraban regocijo en nada, no había paz ahora que Adaline me había abandonado, la poca luz, la única esperanza se había desvanecido entre mis dedos de forma tan rápida como había llegado.
Mi desconsuelo no tenia limites, mi dolor no tenia fin y juro frente a Odin que nunca me he sentido mas muerto, bueno, si, aquel día en que frente a mis ojos arrancaron los licantropos la vida de mi pueblo, de mi madre, de mi padre, de mi hermana, aquel día en que mi amada me dejo con mi hijo entre sus brazos.
Así era el dolor que ahora me desgarraba, ese que durante mil años me había sumido en el abismo, ahora me arrastraba mas allá de el, a un infierno ardiente lleno de llamas dispuesto a darme cobijo.
No había ya humanidad en mi, se apago con la despedida de Adaline, incapaz de recordar nada bueno, incapaz de aferrarme a un resquicio de esperanza.
Cerré los ojos sin darme cuenta que mis pies por inercia seguían caminado, caminando hacia ninguna parte porque nadie ni nada me esperaba.
Caminaba desorientado, borracho con los demonios gritando tan fuerte en mi cabeza que tironeando hacia uno y otro lado me sentía incapaz de saber a donde ir.
Muerte, alcohol sexo eso era lo que pedían y yo solo quería silenciarlos con una estaca en el corazón. Que dejara de doler, que mi valquiria viniera ya a por mi.
Maldije a Odin, maldije a Freya y maldije al mundo por permitirme seguir con esta no vida.
Me deje caer en el suelo, ya no quería andar mas, ya no quería luchar mas, ya estaba cansado, mil años habían dado para mucho. Alce la mirada al cielo esperando que aunque fuera Loqui, el dios del caos, se apiadara de este desgraciado. Ya no necesitaba valquiria ni cena con Odin, me daba igual si era desterrado al lugar de los gigantes, solo quería irme.
Mas no encontré a Loqui si no la constelación del cazador que apagada parecía burlarse de mi. Maldito el día que la conocí, maldito Gael, malditas las estrellas.
Una brillo de golpe forzándome a ladear la cabeza, tras esta otra que me animo a ponerme en pie, poco a poco se iban iluminando dirigiendo con calma mi camino, marcando un sendero que desandaba mis pasos hasta no se bien como volver frente a esos que atrás había dejado, mi amor, mis amigos.
Mis ojos buscaron los de una Adaline desconsolada, desespera y hundida. Tampoco se por que simplemente acorte la distancia abrasadora que entre nosotros se encontraba. Estiré con suavidad mi mano tomando las suyas para destapar así su cara que aun llena de lagrimas se me antojaba perfecta, preciosa, única.
Miré sus ojos aun con mi roja mirada, dejando escapar el aire de forma pesada, rozando con el sus labios que ahora mismo anhelaba.
-Lo siento -eso fue todo lo que escapo de mi boca cuando tire de ella pegando su cuerpo al mio. rodeé su cintura con mis brazos, hundí mi cabeza en su pelo, acariciando con mi nariz su cuello, posando sobre este mis labios.
Mis dedos se deslizaron por la piel de su espalda, ese pliegue que quedaba entre corseé y espalda
-Perdóname -susurré incapaz de articular mas palabras que esas.
No podía prometerle que eso no volvería a pasar porque le mentiría, claro que pasaría, pasaría cada vez que un hombre la rozara en contra de su voluntad porque estaba celoso de todo, del aire que la rozaba, del agua que bebía, del sol que la alumbraba y de la luna que la acariciaba, porque sin ser mía así yo la sentina.
Quería protegerla, necesitaba saber que estaba bien, que nada pudiera dañarla nunca ¿pero no era eso amor? ¿Acaso estaba mal lo que sentía?
-Te quiero -susurré llevando sendas manos a sus mejillas. Alcé su rostro con suavidad hundiendo mis ojos en su mirada parda -te necesito -susurré con impotencia al tiempo que mis labios acortaban la distancia presionando su boca despacio.
Rozando nuestros alientos con ello. Posé mi frente contra la suya dejando que le olor a alcohol, a mar a ella me embargara.
No podía perderle, no podía vivir sin ella, y lo mas importante no queria hacerlo.
-cásate conmigo -susurré contra sus labios.
Cerré los ojos antes de cruzar el precipicio de su boca para buscar con desesperación su húmeda lengua.
Acababa de cometer la locura mas grande de mi vida, dejado llevar por la impulsividad de la que siempre hacia gala, del alcohol que sin duda me embriagaba, acaba de pedirle que se casara conmigo, olvidándome de todo, olvidándome de que no era un hombre libre.
Pero en ese momento ,en ese instante, eso era todo cuanto ansiaba, puede que mañana me arrepintiera, pero allí tambaleándome frente a ella, con su boca contra la mía, la necesitaba sentir plenamente mía.
Seguramente ninguno de los dos estábamos en condiciones de tomar esa decisión, posiblemente estabamos tan borrachos que la idea de casarme con ella se me presentara como una utopía, como el modo de no perderla, porque no quería que eso sucediera, porque la amaba.
-Cásate conmigo -susurré con un jadeo contra su boca -ahora, esta noche, escapémonos de la realidad de nuestras vida, en un claro de un bosque bajo las estrellas.
Que mas da si los dioses hablan, si las estrellas gritan, si nuestro amor esta prohibido o por el contrario bendecido. Solo se que tu eres mi principio y mi final de cada efímero día, uno que solo me planteo vivir contigo.
-Cásate conmigo -gemí contra sus labios -por una noche dejemos que el alcohol nos lleve ha hacer una locura, una en la que tu solo seas Adaline y yo Erlend, una en la que tu no trabajes en la noche y yo no este prometido.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/05/2016
Edad : 1224
Localización : Donde su caballo lo lleve
DATOS DEL PERSONAJE
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Datos de interés:
Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
Mis pies arrastraban hacia el exterior del restaurante a un cuerpo de nuevo sin vida, sin esperanzas ni un futuro. Arrastraban a un corazón roto que había sido inmensamente feliz durante dos noches y un día, que se había llenado con cada recuerdo y con cada caricia de Reidar, y que de nuevo volvía a estar vacío y muerto.
Jamás me hubiese imaginado el daño que podrían causar esas palabras en mi alma, como podían haberme arrancado todos mis sueños para mostrarme la cruda realidad. Reidar tenía razón en una cosa, no podía compararme con ella, porque no era ella. Sin embargo, en el breve tiempo que nos conocíamos yo habría sacrificado mi inmortalidad por un solo minuto a su lado, porque inmortal o no, nada tendría sentido si no podía compartirlo con él.
Levanté la mirada, imaginando una calle vacía; tan vacía como estaba mi alma al pensar que había perdido a aquel hombre que minutos antes me susurraba que me quería, y que después me había destrozado con su mirada. De nuevo estaría sola, aunque no por mucho tiempo. Esta vez Erlend no podría interponerse entre yo y el ocaso. Todavía no conseguía entender como había sucedido todo; como había podido perder de esa forma tan estúpida a un amor que había estado esperando más de dos milenios. Pero no me arrepentía de mis actos ni de mi pasado, porque cada elección, cada rumbo que había tomado me habían llevado hasta él; hasta ese amor que solo se conoce una vez en la vida y por el que hubiese estado dispuesta esperar dos milenios más si hubiese hecho falta. Ese amor que me había hecho sentir viva a su lado, me había hecho sentirme alguien especial y con unas esperanzas de futuro que hasta ahora nunca había albergado. Un amor tan puro que pensaba que podría contra todos los muros que se interpusiesen en nuestros caminos
Me sorprendí cuando vislumbré dos siluetas al fondo de la calle. Adaline y Reidar, con el pequeño quillan en brazos, parecían estar hablando, y aunque el aura del lobo era inquietante el hecho de que todavía estuviese allí me infundó ánimos para usar mi último cartucho antes de despedirme de aquel mísero mundo que me había enseñado lo maravilloso que podía llegar a ser amar y ser amado, para luego arrebatármelo sin miramientos. Erlend no se encontraba muy lejos pues todavía sentía su presencia; sus demonios estaban desatados y su modo de calmarlos en soledad me preocupaba, pues solo la cercanía de Adeline era capaz de aplacarlos.
Me acerqué a ellos y acaricié el brazo de aquella mujer que se había convertido en mi mejor amiga en apenas unas horas. Esa maravillosa persona que aún estando tan hundida como yo intentaba con palabras sinceras convencer a Reidar de darnos otra oportunidad. Una sonrisa melancólica fue todo lo que pude regalarle cuando sus ojos no pudieron retener más la impotencia y la tristeza que sentía, y le di un poco de intimidad. Todos necesitábamos desahogarnos de vez en cuando, y sabía que yo no terminaría de un modo muy distinto al suyo.
Con el corazón hecho trizas, y sin un ápice de esperanza en mí, llegué hasta Reidar que se mantenía impasible; mirándome con rabia y una mezcla entre rechazo y asco. No era la primera vez que veía esos ojos. Aquella era la tercera vez desde que nos conocíamos que había dudado de mí y me había prejuzgado. Yo sabía que no había hecho nada malo, que para mí solo había sido un trabajo en el que bailar era mi único objetivo; jamás dejé que me tocasen y quien osaba hacerlo terminaba siendo mi cena. Pero eso era algo que el lobo no entendería. Él tenía sus leyes de manada, su forma de ver las cosas, y por ende no me hacía falta pensar mucho más para saber lo que pasaba por su cabeza.
-No puedo borrar mi pasado; sé que no puedo convencerte de que lo olvides, pero si esas dos palabras que me dijistes dentro alguna vez han tenido sentido para ti, deberías creerme cuando te digo que te he estado esperando desde que nací. Que tú y solo tú eres el dueño de mi corazón, y que pase lo que pase, nadie volverá a hacerme suya si no eres tú quien lo hace.- sentía como las lágrimas y la impotencia se apoderaban de mi razón; como me ahogaba a cada segundo de su silencio, de su mirada cargada de odio y despecho. No me quedaba tiempo; sabía que me derrumbaría tarde o temprano.- Quizás no te creas mis palabras, que creas que estoy fingiendo, pero hay algo que no puedo manipular.
Estas fueron mis últimas palabras antes de desbloquear mi mente y mientras mi mano se posaba con dulzura en su mejilla transmitirle todos mis recuerdos, desde aquella copa derramada la noche anterior hasta el preciso instante en que salió por la puerta del restaurante . Un sinfín de recuerdos y emociones, pensamientos que me comprometían en demasía, pues cada cosa que había pensado mientras había estado con él, ahora las estaba compartiendo. El miedo que tenía de decirle que lo quería, los sentimientos que albergaba mi corazón cuando nuestras cómplices miradas se habían cruzado. Mi decisión de buscar al final de la noche el amanecer; mi dolor, mi amor por él…le acababa de abrir mi corazón de par en par, dispuesta a que me clavase la estaca final si era su decisión.
Separé mi mano con cuidado, dándole unos minutos para asimilarlo.
Eran demasiadas emociones y sentimientos como para poder canalizarlos de golpe. Cogí la botella que pendía de su mano sirviéndome de un profundo trago, mientras miraba a Erlend y Adaline abrazados de nuevo; cometiendo seguramente la mayor locura de sus vidas, de esas que llenan por dentro y que te hacen eternamente feliz. Me alegré infinitamente por ellos y dando unos pasos hacia la acera me desplomé de rodillas en el suelo, al tiempo que mis lágrimas fluían entre mis manos.
Jamás me hubiese imaginado el daño que podrían causar esas palabras en mi alma, como podían haberme arrancado todos mis sueños para mostrarme la cruda realidad. Reidar tenía razón en una cosa, no podía compararme con ella, porque no era ella. Sin embargo, en el breve tiempo que nos conocíamos yo habría sacrificado mi inmortalidad por un solo minuto a su lado, porque inmortal o no, nada tendría sentido si no podía compartirlo con él.
Levanté la mirada, imaginando una calle vacía; tan vacía como estaba mi alma al pensar que había perdido a aquel hombre que minutos antes me susurraba que me quería, y que después me había destrozado con su mirada. De nuevo estaría sola, aunque no por mucho tiempo. Esta vez Erlend no podría interponerse entre yo y el ocaso. Todavía no conseguía entender como había sucedido todo; como había podido perder de esa forma tan estúpida a un amor que había estado esperando más de dos milenios. Pero no me arrepentía de mis actos ni de mi pasado, porque cada elección, cada rumbo que había tomado me habían llevado hasta él; hasta ese amor que solo se conoce una vez en la vida y por el que hubiese estado dispuesta esperar dos milenios más si hubiese hecho falta. Ese amor que me había hecho sentir viva a su lado, me había hecho sentirme alguien especial y con unas esperanzas de futuro que hasta ahora nunca había albergado. Un amor tan puro que pensaba que podría contra todos los muros que se interpusiesen en nuestros caminos
Me sorprendí cuando vislumbré dos siluetas al fondo de la calle. Adaline y Reidar, con el pequeño quillan en brazos, parecían estar hablando, y aunque el aura del lobo era inquietante el hecho de que todavía estuviese allí me infundó ánimos para usar mi último cartucho antes de despedirme de aquel mísero mundo que me había enseñado lo maravilloso que podía llegar a ser amar y ser amado, para luego arrebatármelo sin miramientos. Erlend no se encontraba muy lejos pues todavía sentía su presencia; sus demonios estaban desatados y su modo de calmarlos en soledad me preocupaba, pues solo la cercanía de Adeline era capaz de aplacarlos.
Me acerqué a ellos y acaricié el brazo de aquella mujer que se había convertido en mi mejor amiga en apenas unas horas. Esa maravillosa persona que aún estando tan hundida como yo intentaba con palabras sinceras convencer a Reidar de darnos otra oportunidad. Una sonrisa melancólica fue todo lo que pude regalarle cuando sus ojos no pudieron retener más la impotencia y la tristeza que sentía, y le di un poco de intimidad. Todos necesitábamos desahogarnos de vez en cuando, y sabía que yo no terminaría de un modo muy distinto al suyo.
Con el corazón hecho trizas, y sin un ápice de esperanza en mí, llegué hasta Reidar que se mantenía impasible; mirándome con rabia y una mezcla entre rechazo y asco. No era la primera vez que veía esos ojos. Aquella era la tercera vez desde que nos conocíamos que había dudado de mí y me había prejuzgado. Yo sabía que no había hecho nada malo, que para mí solo había sido un trabajo en el que bailar era mi único objetivo; jamás dejé que me tocasen y quien osaba hacerlo terminaba siendo mi cena. Pero eso era algo que el lobo no entendería. Él tenía sus leyes de manada, su forma de ver las cosas, y por ende no me hacía falta pensar mucho más para saber lo que pasaba por su cabeza.
-No puedo borrar mi pasado; sé que no puedo convencerte de que lo olvides, pero si esas dos palabras que me dijistes dentro alguna vez han tenido sentido para ti, deberías creerme cuando te digo que te he estado esperando desde que nací. Que tú y solo tú eres el dueño de mi corazón, y que pase lo que pase, nadie volverá a hacerme suya si no eres tú quien lo hace.- sentía como las lágrimas y la impotencia se apoderaban de mi razón; como me ahogaba a cada segundo de su silencio, de su mirada cargada de odio y despecho. No me quedaba tiempo; sabía que me derrumbaría tarde o temprano.- Quizás no te creas mis palabras, que creas que estoy fingiendo, pero hay algo que no puedo manipular.
Estas fueron mis últimas palabras antes de desbloquear mi mente y mientras mi mano se posaba con dulzura en su mejilla transmitirle todos mis recuerdos, desde aquella copa derramada la noche anterior hasta el preciso instante en que salió por la puerta del restaurante . Un sinfín de recuerdos y emociones, pensamientos que me comprometían en demasía, pues cada cosa que había pensado mientras había estado con él, ahora las estaba compartiendo. El miedo que tenía de decirle que lo quería, los sentimientos que albergaba mi corazón cuando nuestras cómplices miradas se habían cruzado. Mi decisión de buscar al final de la noche el amanecer; mi dolor, mi amor por él…le acababa de abrir mi corazón de par en par, dispuesta a que me clavase la estaca final si era su decisión.
Separé mi mano con cuidado, dándole unos minutos para asimilarlo.
Eran demasiadas emociones y sentimientos como para poder canalizarlos de golpe. Cogí la botella que pendía de su mano sirviéndome de un profundo trago, mientras miraba a Erlend y Adaline abrazados de nuevo; cometiendo seguramente la mayor locura de sus vidas, de esas que llenan por dentro y que te hacen eternamente feliz. Me alegré infinitamente por ellos y dando unos pasos hacia la acera me desplomé de rodillas en el suelo, al tiempo que mis lágrimas fluían entre mis manos.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 244
Fecha de inscripción : 17/05/2016
Localización : Paris
Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
Allí sentado sobre el pavimento con mi hijo en brazos y la botella sesgando mis labios me sentí imbécil, tonto por no coger mi caballo y salir ahora que aun estaba a tiempo galopando.
Nunca debí confiar en una inmortal, no me había echo solo daño el echo de sentir que por sus piernas hubieran pasado propios y extraños, ni tan siquiera la idea de que con sus bailes lograra alzar eso que durante dos días en mi había levantado.
Era la mentira, eso era lo que mas me dolía, sabia lo importante que era para mi que soy un lobo estas cosas, que mis celos, mi posesividad estaban por encima de todo.
¿Por que no me lo contó? ¿por que no me advirtió de su trabajo? ¿acaso creería que no me importaría? ¿que iría a verla bailar al burdel cada noche con mi hijo en brazos?
Vale que estaba muy borracho en ese momento, que la ira no me dejaba pensar con claridad, pero estaba tan enfadado, tan furioso, que el culo de la botella se me antojaba poco para mitigar el dolor de un alma quebrada.
Adaline se acerco a mi, palabras muy bonitas escaparon de su boca, palabras que resonaron en mis oídos de forma chirriante.
-Sois tal para cual -escupí con palabras hirientes antes de volver a descargar mi rabia en el fondo de esa botella que se vaciaba con rapidez entre mis labios.
Si tanto me quería como ella decía ¿por que tenia que haber descubierto leyendo entre lineas que Erlend y ella habían hecho mucho mas que compartir una cabaña en la playa? Ni siquiera a estas alturas sabia eso por ella.
-¿Sabes tu que tu amado se acostó con Moira ?-le dije tratando de hacerle daño con cada una de esas palabras que arrastre frente a ella con rabia -¿te lo ha contado?
No tarde en vislumbrar a Moira salir del local, se acerco a mi arrastrando los pies casi tanto como yo las palabras. Odio, eso reflejaba mi mirada, dolor eso era lo que se trasparentaba a través de mi alma.
¿Como podía haber estado tan ciego? Le había confiado mi hijo, le hubiera confiado mi vida y así me lo pagaba.
No tardo en alcanzar mi posición, hablando, palabras que me sonaban vacías, tanto como el corazón que ahora en mi pecho ya no sentia.
-¿Mía? -pregunté casi estallando de la risa -como eres capaz de apelar a eso, a ese te quiero sincero que te he dicho ahí dentro para de nuevo engatusarme con tus mentiras.
Negué frustrado, enfadado, cabreado, mis ojos se tornaron ámbar como la miel frente a los suyos que brillaban desorientados.
-Maldigo el día que tire mi copa sobre tu vestido, maldigo el día que me acompañaste al hostal, maldigo tus besos y tus caricias y sabes lo que mas odio...
Hice una pausa cuando sentí como mis ojos se enrojecían posiblemente aguantando las lagrimas que no salían, que no estaba dispuesto a dejar resbalar por ella, no iba a darle el gozo de verme derrumbar frente a ella mi vida.
-Que aun te quiero -guarde silencio enfrascandome de nuevo en esa botella que sin duda me hacia hablar mas de la cuenta.
Fue entonces cuando su mano rozo mi mejilla, una corriente de recuerdos llegaron a mi cabeza forzándome a abrir los ojos para hundirlos en los de ella.
EL color ámbar desapareció, ahora mi mirada era verde brillante, brillante por las lagrimas que retenían y por el alcohol.
Recuerdos de ella, acompañados de fuertes sentimientos ¿eran reales? Como podía sentir tanto dolor, amor, pasión, entreabrí los labios cerrando los ojos mientras la yema de sus dedos abrasaba mi piel.
La copa derramada, lo que pensó de mi allí, sus ansias por protegerme, sus miedos, su deseo -sonreí ligeramente con cada uno de aquellos recuerdos.
Y entonces su mano se aparto dejándome frio, necesitado de mas de eso, de ese torrente de sentimientos, era como una droga, un subidon extraño lleno de adrenalina.
Con suavidad me quito la botella de la mano mientras yo permanecía allí petrificado intentando asimilar todo aquello que a mi mente había llegado.
Mi respiración estaba agitada, presa de recuerdos cercanos, la necesitaba, necesitaba tocarla, acariciarla, necesitaba saber si era verdad todo eso que me había enseñado.
Tensé la mandíbula que tomo una forma cuadrada mientras apretaba los dientes tratando de luchar contra ese orgullo de lobo, ese que perdía cada vez que cruzaba con ella la mirada.
Finalmente me puse en pie, me tambalee acercándome a ella para torpemente acuclillarme a su lado.
Permanecí unos momentos en silencio, solo acariciando sus manos, esas con las que tapaba su rostro anegado en lagrimas.
-te quiero -susurré frente a su boca -puede que no sea suficiente, pero te quiero y si tu me quieres como dices hacerlo, como me has enseñado en esos recuerdos, tienes que perdonarme.
Mire hacia lobo que jugaba sobre el piso adoquinado con un palo que había encontrado.
Hundí mi cabeza entre sus manos que se abrían poco a poco para con los míos acariciar sus labios con suavidad.
-No te estoy diciendo que esto sera fácil, soy un lobo, soy posesivo, las leyes de mi mundo van conmigo pero...te quiero ¿dime que con eso basta para casarte conmigo? No voy a prometerte el mundo, pero si estas dispuesta compartiré mi luna contigo.
Nunca debí confiar en una inmortal, no me había echo solo daño el echo de sentir que por sus piernas hubieran pasado propios y extraños, ni tan siquiera la idea de que con sus bailes lograra alzar eso que durante dos días en mi había levantado.
Era la mentira, eso era lo que mas me dolía, sabia lo importante que era para mi que soy un lobo estas cosas, que mis celos, mi posesividad estaban por encima de todo.
¿Por que no me lo contó? ¿por que no me advirtió de su trabajo? ¿acaso creería que no me importaría? ¿que iría a verla bailar al burdel cada noche con mi hijo en brazos?
Vale que estaba muy borracho en ese momento, que la ira no me dejaba pensar con claridad, pero estaba tan enfadado, tan furioso, que el culo de la botella se me antojaba poco para mitigar el dolor de un alma quebrada.
Adaline se acerco a mi, palabras muy bonitas escaparon de su boca, palabras que resonaron en mis oídos de forma chirriante.
-Sois tal para cual -escupí con palabras hirientes antes de volver a descargar mi rabia en el fondo de esa botella que se vaciaba con rapidez entre mis labios.
Si tanto me quería como ella decía ¿por que tenia que haber descubierto leyendo entre lineas que Erlend y ella habían hecho mucho mas que compartir una cabaña en la playa? Ni siquiera a estas alturas sabia eso por ella.
-¿Sabes tu que tu amado se acostó con Moira ?-le dije tratando de hacerle daño con cada una de esas palabras que arrastre frente a ella con rabia -¿te lo ha contado?
No tarde en vislumbrar a Moira salir del local, se acerco a mi arrastrando los pies casi tanto como yo las palabras. Odio, eso reflejaba mi mirada, dolor eso era lo que se trasparentaba a través de mi alma.
¿Como podía haber estado tan ciego? Le había confiado mi hijo, le hubiera confiado mi vida y así me lo pagaba.
No tardo en alcanzar mi posición, hablando, palabras que me sonaban vacías, tanto como el corazón que ahora en mi pecho ya no sentia.
-¿Mía? -pregunté casi estallando de la risa -como eres capaz de apelar a eso, a ese te quiero sincero que te he dicho ahí dentro para de nuevo engatusarme con tus mentiras.
Negué frustrado, enfadado, cabreado, mis ojos se tornaron ámbar como la miel frente a los suyos que brillaban desorientados.
-Maldigo el día que tire mi copa sobre tu vestido, maldigo el día que me acompañaste al hostal, maldigo tus besos y tus caricias y sabes lo que mas odio...
Hice una pausa cuando sentí como mis ojos se enrojecían posiblemente aguantando las lagrimas que no salían, que no estaba dispuesto a dejar resbalar por ella, no iba a darle el gozo de verme derrumbar frente a ella mi vida.
-Que aun te quiero -guarde silencio enfrascandome de nuevo en esa botella que sin duda me hacia hablar mas de la cuenta.
Fue entonces cuando su mano rozo mi mejilla, una corriente de recuerdos llegaron a mi cabeza forzándome a abrir los ojos para hundirlos en los de ella.
EL color ámbar desapareció, ahora mi mirada era verde brillante, brillante por las lagrimas que retenían y por el alcohol.
Recuerdos de ella, acompañados de fuertes sentimientos ¿eran reales? Como podía sentir tanto dolor, amor, pasión, entreabrí los labios cerrando los ojos mientras la yema de sus dedos abrasaba mi piel.
La copa derramada, lo que pensó de mi allí, sus ansias por protegerme, sus miedos, su deseo -sonreí ligeramente con cada uno de aquellos recuerdos.
Y entonces su mano se aparto dejándome frio, necesitado de mas de eso, de ese torrente de sentimientos, era como una droga, un subidon extraño lleno de adrenalina.
Con suavidad me quito la botella de la mano mientras yo permanecía allí petrificado intentando asimilar todo aquello que a mi mente había llegado.
Mi respiración estaba agitada, presa de recuerdos cercanos, la necesitaba, necesitaba tocarla, acariciarla, necesitaba saber si era verdad todo eso que me había enseñado.
Tensé la mandíbula que tomo una forma cuadrada mientras apretaba los dientes tratando de luchar contra ese orgullo de lobo, ese que perdía cada vez que cruzaba con ella la mirada.
Finalmente me puse en pie, me tambalee acercándome a ella para torpemente acuclillarme a su lado.
Permanecí unos momentos en silencio, solo acariciando sus manos, esas con las que tapaba su rostro anegado en lagrimas.
-te quiero -susurré frente a su boca -puede que no sea suficiente, pero te quiero y si tu me quieres como dices hacerlo, como me has enseñado en esos recuerdos, tienes que perdonarme.
Mire hacia lobo que jugaba sobre el piso adoquinado con un palo que había encontrado.
Hundí mi cabeza entre sus manos que se abrían poco a poco para con los míos acariciar sus labios con suavidad.
-No te estoy diciendo que esto sera fácil, soy un lobo, soy posesivo, las leyes de mi mundo van conmigo pero...te quiero ¿dime que con eso basta para casarte conmigo? No voy a prometerte el mundo, pero si estas dispuesta compartiré mi luna contigo.
Reidar Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 98
Fecha de inscripción : 12/07/2016
Localización : En los bosques
Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
Las lágrimas corrían libres por mis mejillas, incapaces de ser contenidas, reflejando el dolor y el vacío de mi alma, la sensación de que esta se había hecho pedazos al no encontrarle a él. La idea de que hubiera salido de mi vida era insoportable y pensé que iba a enloquecer de tristeza, sumida en la desesperanza de verme privada de volver a verlo o sentirlo. ¿De qué valía nada ya? ¿Para qué nos habían juntado las estrellas para luego implacablemente alejarnos al uno del otro?
Juro que no le encontré sentido a nada, y que no hubiese ni siquiera atinado a saber que rumbo seguir de no ser porque repentinamente le presentí aún con el rostro cubierto. Sus manos tomaron dulcemente las mías permitiéndome descubrirle frente a mi. Mi mirada se clavó en su bello rostro que aún conservaba unos ojos rojos, apasionados, tormentosos, ojos que con su tono carmesí reflejaban mi silueta en ellos y me gritaban que estábamos hechos el uno para el otro.
De un tirón me acercó a él, estrellando mi cuerpo suavemente con el suyo, y con ello recuperé las ganas de todo, de respirar, de que mi corazón latiera, de vivir para él. Mi cuerpo tembló entre sus brazos, adonde siempre pertenecí aún sin saberlo, y mis manos acariciaron su cuello y su negro pelo. -Shhh.- No quería que me pidiera perdón, ¿qué tenía que perdonarle? ¿que me amara? ¿que me devolviera la vida con su regreso?
Alzó su rostro perfecto manteniéndole muy cerca, permitiéndome sentir su aliento al tiempo que el mio se aceleraba con mirarlo, con volver a sentir ese fuego abrasador entre los dos. En ese momento tenía toda la certeza del mundo de que nada lograría hacerme tan feliz como su compañía, de que quería abrazarlo, enredarme en su cuerpo, llenarlo de caricias, quemarme con él, no solo esa noche sino siempre...
-Te quiero.- respondí, llevando mis manos hasta su rostro, mientras nuestras frentes pegadas la una a la otra confirmaban la unión de nuestras almas y de nuestros sentimientos en uno solo. -Te quiero.- repetí, sintiendo mi alma liberada, queriendo repetir esas palabras, gritárselas al mundo entero, que todos fueran testigos de nuestro amor.
Mi boca buscó a la suya pero antes de encontrarla el susurró dos palabras, palabras que nunca esperé oir y que me llevaron al cielo, antes de que terminase de encontrarlo en su boca que ahora se movía lentamente contra la mia, mientras mis labios se abrían anhelando la invasión de su lengua, batallando con ella en medio del delirio, de una locura que hacia palpitar mi corazón con fuerza.
Cásate conmigo... eso es lo que había dicho y supe que no quería otra cosa más que eso. Estar con él por siempre, a pesar de que era una locura, a pesar de que sabía que habrían dificultades. Yo era humana, él era inmortal. Mi hermano era un cazador y él no era un hombre libre... Pero nada de eso pesaba tanto en mi mente y en mi alma como él. Quería por siempre sentirlo así, pegado a mi, arrebatándome la razón con sus besos incinerantes, con su cuerpo cincelado, con su mirada enrojecida de deseo. Quería que se levantara cada mañana enredado a mi cuerpo y que cada noche cayésemos en brazos del otro después de dar rienda a nuestro deseo y necesidad mutua, poder apoyar mi cabeza en su pecho, sentirle cerca, convencerme de esa manera de que era un dios hecho para mi.
Cásate conmigo... repitió en mis labios una y otra vez, gimiendo, y sus palabras... el que me dijera que quería vivir conmigo cada día fue más abrasador que cualquier otra cosa que hubiera sentido nunca. -Cásemonos.- gemí, incapaz de soltarlo o de acabar con la unión de nuestros labios. -Cásemonos perdición mía... porque tú también eres mi principio y mi final, porque no concibo un futuro en el que no estés, porque no hay otra cosa que desee cada átomo de mi ser, porque siempre voy a ser tuya.-
Separé lentamente mi boca para mirarlo, con el pecho agitado, embriagada no solo de alcohol, sino de él, sin que me importara si estaba respondiendo en mis cinco sentidos o cometiendo un acto irracional. -Te quiero Erlend. Quiero ser tu esposa, despertarme a tu lado, acallar tus demonios como tu espantas a los míos, torcer nuestros caminos para mantenerlos enredados en uno. Convencer a las estrellas de que ya nada nos podrá separar.-
Cubrí su rostro de besos apasionados. -Casémonos en ese claro y tengamos una luna de miel que espero sobreviva a nuestro incendio o múramos los dos gimiendo porque nada deseo más que eso.- reí y lo estreché en mis brazos, buscando nuevamente su boca, entregándome a ella con amor y pasión. Tomé sus manos y las estreché con las mías, enredando nuestros dedos, y contemplando sus inigualables tormentas. -¿Podemos ir ya?- Tiré de su mano riendo, corriendo por la acera, tironeando de él para atraerlo de vuelta hacia mi y besarlo otra vez, incapaz de dejar de atrapar sus labios mientras mi mente intentaba recordar el camino hacia su montura.
-Creo que ellos podrían ser nuestros testigos...- señalé con el índice por encima de su hombro hacia la orilla de la banqueta. Allí estaban Moira, Reidar y Lobbo, que al igual que nosotros parecían haber encontrado su único rumbo. Rumbo similar al mio, reflejado en los ojos que me miraban de vuelta, en un rostro único, en un cuerpo fuerte y vigoroso, y en unos labios apetecibles y carnosos de los cuales había escuchado una promesa que esperaba que cumpliera. -Ya lo habías dicho antes, que esta noche me cargarías en tus brazos...-
Juro que no le encontré sentido a nada, y que no hubiese ni siquiera atinado a saber que rumbo seguir de no ser porque repentinamente le presentí aún con el rostro cubierto. Sus manos tomaron dulcemente las mías permitiéndome descubrirle frente a mi. Mi mirada se clavó en su bello rostro que aún conservaba unos ojos rojos, apasionados, tormentosos, ojos que con su tono carmesí reflejaban mi silueta en ellos y me gritaban que estábamos hechos el uno para el otro.
De un tirón me acercó a él, estrellando mi cuerpo suavemente con el suyo, y con ello recuperé las ganas de todo, de respirar, de que mi corazón latiera, de vivir para él. Mi cuerpo tembló entre sus brazos, adonde siempre pertenecí aún sin saberlo, y mis manos acariciaron su cuello y su negro pelo. -Shhh.- No quería que me pidiera perdón, ¿qué tenía que perdonarle? ¿que me amara? ¿que me devolviera la vida con su regreso?
Alzó su rostro perfecto manteniéndole muy cerca, permitiéndome sentir su aliento al tiempo que el mio se aceleraba con mirarlo, con volver a sentir ese fuego abrasador entre los dos. En ese momento tenía toda la certeza del mundo de que nada lograría hacerme tan feliz como su compañía, de que quería abrazarlo, enredarme en su cuerpo, llenarlo de caricias, quemarme con él, no solo esa noche sino siempre...
-Te quiero.- respondí, llevando mis manos hasta su rostro, mientras nuestras frentes pegadas la una a la otra confirmaban la unión de nuestras almas y de nuestros sentimientos en uno solo. -Te quiero.- repetí, sintiendo mi alma liberada, queriendo repetir esas palabras, gritárselas al mundo entero, que todos fueran testigos de nuestro amor.
Mi boca buscó a la suya pero antes de encontrarla el susurró dos palabras, palabras que nunca esperé oir y que me llevaron al cielo, antes de que terminase de encontrarlo en su boca que ahora se movía lentamente contra la mia, mientras mis labios se abrían anhelando la invasión de su lengua, batallando con ella en medio del delirio, de una locura que hacia palpitar mi corazón con fuerza.
Cásate conmigo... eso es lo que había dicho y supe que no quería otra cosa más que eso. Estar con él por siempre, a pesar de que era una locura, a pesar de que sabía que habrían dificultades. Yo era humana, él era inmortal. Mi hermano era un cazador y él no era un hombre libre... Pero nada de eso pesaba tanto en mi mente y en mi alma como él. Quería por siempre sentirlo así, pegado a mi, arrebatándome la razón con sus besos incinerantes, con su cuerpo cincelado, con su mirada enrojecida de deseo. Quería que se levantara cada mañana enredado a mi cuerpo y que cada noche cayésemos en brazos del otro después de dar rienda a nuestro deseo y necesidad mutua, poder apoyar mi cabeza en su pecho, sentirle cerca, convencerme de esa manera de que era un dios hecho para mi.
Cásate conmigo... repitió en mis labios una y otra vez, gimiendo, y sus palabras... el que me dijera que quería vivir conmigo cada día fue más abrasador que cualquier otra cosa que hubiera sentido nunca. -Cásemonos.- gemí, incapaz de soltarlo o de acabar con la unión de nuestros labios. -Cásemonos perdición mía... porque tú también eres mi principio y mi final, porque no concibo un futuro en el que no estés, porque no hay otra cosa que desee cada átomo de mi ser, porque siempre voy a ser tuya.-
Separé lentamente mi boca para mirarlo, con el pecho agitado, embriagada no solo de alcohol, sino de él, sin que me importara si estaba respondiendo en mis cinco sentidos o cometiendo un acto irracional. -Te quiero Erlend. Quiero ser tu esposa, despertarme a tu lado, acallar tus demonios como tu espantas a los míos, torcer nuestros caminos para mantenerlos enredados en uno. Convencer a las estrellas de que ya nada nos podrá separar.-
Cubrí su rostro de besos apasionados. -Casémonos en ese claro y tengamos una luna de miel que espero sobreviva a nuestro incendio o múramos los dos gimiendo porque nada deseo más que eso.- reí y lo estreché en mis brazos, buscando nuevamente su boca, entregándome a ella con amor y pasión. Tomé sus manos y las estreché con las mías, enredando nuestros dedos, y contemplando sus inigualables tormentas. -¿Podemos ir ya?- Tiré de su mano riendo, corriendo por la acera, tironeando de él para atraerlo de vuelta hacia mi y besarlo otra vez, incapaz de dejar de atrapar sus labios mientras mi mente intentaba recordar el camino hacia su montura.
-Creo que ellos podrían ser nuestros testigos...- señalé con el índice por encima de su hombro hacia la orilla de la banqueta. Allí estaban Moira, Reidar y Lobbo, que al igual que nosotros parecían haber encontrado su único rumbo. Rumbo similar al mio, reflejado en los ojos que me miraban de vuelta, en un rostro único, en un cuerpo fuerte y vigoroso, y en unos labios apetecibles y carnosos de los cuales había escuchado una promesa que esperaba que cumpliera. -Ya lo habías dicho antes, que esta noche me cargarías en tus brazos...-
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 215
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
La oscuridad dio paso a la luz que prendida de su risa invadió mi mirada ahora tornándose frente a la suya castaña.
Labios incesantes que se apoderaban unos de los otros ocmo si de puros manantiales de aguas claras se trataran, todas ellas chocando incesantes, sedientas del afluente de nuestras lenguas.
-te quiero -musité casi sin separarme de su boca, dejándome embriagar no solo por le alcohol si no por ella, por cada resquicio de su sabor, por el incesante tacto de su piel que me hacia arder en llamas, llamas que como único combustible tenían lo que esa mujer de ojos pardos me hacia sentir.
Amor en estado puro, mas fuerte que las mareas, incesante como la lava de un volcán, voraz como un huracán. Eso era Adaline para mi, mi todo y mi nada, mi sustento, mi luz al final de ese abismo.
Sonrió contra mi boca aceptando, aceptaba casarse conmigo ,con esa bestia de ojos rojos que ella ya había visto, aun así, aun a sabiendas del monstruo que era, de lo que era capaz cuando entraba en esa oscuridad, cuando los demonios se apropiaban de mi ser, aun así, me quería, aceptaba a este inmortal con lo bueno y con lo malo, con mis virtudes y defectos y del mismo modo la aceptaria yo a ella.
Tiro de mi mano mientras nuestras risas invadían la calle, risas que al unisono se alzaban hacia el imponente cielo donde las estrellas parecían cobijarlas brillando con fuertes destellos.
Me deje llevar tras ella, para de nuevo cubrirla entre mis brazos unos metros mas allá, mirando con los ojos hacia la dirección que su dedo señalaba.
Allí estaba Reidar y Moira, que junto a Lobbo parecían haber arreglado sus diferencias, esas que yo había creado, esas que de forma injusta había escupido de mis labios provocado por el enfado.
Sabia que tendría que disculparme, mas ahora creo que era innecesario, pues sus labios se buscaban con la misma velocidad que un rayo.
-Hagámoslo, hoy, ahora, en un claro, buscaré alguien que pueda casarnos, un cura o un parroco...-susurré contra su cuello mientra con mi pecho pegado a su espalda admirábamos nuestro futuro, ese que nos uniría para siempre, ese por el que lucharía contra dioses, estrellas, Gael y el mundo.
Esta vez fui yo quien la tomo de la mano mientras tiraba de ella en dirección a los otros enamorados, que por lo que escuchaba habían llegado a una conclusión no muy alejada a la nuestra, esa que mandaba a la mierda, a todo y a todos.
Esa noche solo existíamos nosotros, allí riendo, ebrios, con un futuro incierto pero con una noche nuestra.
-¿Donde desea la futura señora Cannif pasar la luna de miel? -dije entre risas buscando de nuevo sus labios -tengo unas mazmorras para encadenarte a mi vida perfectas -bromeé entre risas sin poder dejar de buscar sus labios.
Aquel olor a mar me estaba volviendo loco, ese que me recordaba al dia en que nos conocimos, ese en el que la saque de las bravas aguas del mar, ese que enredo nuestras vidas y nuestros cuerpos, azuzados por la brisa de las olas que a nuestras espaldas rompían, calentados por el fuego que llameante ardía frente a nosotros.
-Tu eres la valquiria que he esperado toda mi vida -dije acariciando sus labios con los míos.
Reidar y Moira se acercaron a nosotros del mismo modo, prodigándose mil besos y caricias.
-¿entonces? ¿como lo hacemos? Reidar y yo buscaremos un cura, uno de esos que no tenga inconveniente en hablar por vuestro dios cristiano y por los míos nórdicos.
Reidar y yo nos mirábamos de soslayo entre risas, bien sabíamos que si tendría problemas por celebrar ese tipo de ceremonia, mas...¿acaso importaba eso? Su vida o nos casaba, seguro que elegiría la boda, bien sabia como su fe se tambaleaba cuando la muerte los acechaba.
Mire a las dos mujeres mas bellas del firmamento, no veía mejor boda que esta, sin necesidad de preparativos, solo ella, yo, nuestros amigos y los elementos.
Labios incesantes que se apoderaban unos de los otros ocmo si de puros manantiales de aguas claras se trataran, todas ellas chocando incesantes, sedientas del afluente de nuestras lenguas.
-te quiero -musité casi sin separarme de su boca, dejándome embriagar no solo por le alcohol si no por ella, por cada resquicio de su sabor, por el incesante tacto de su piel que me hacia arder en llamas, llamas que como único combustible tenían lo que esa mujer de ojos pardos me hacia sentir.
Amor en estado puro, mas fuerte que las mareas, incesante como la lava de un volcán, voraz como un huracán. Eso era Adaline para mi, mi todo y mi nada, mi sustento, mi luz al final de ese abismo.
Sonrió contra mi boca aceptando, aceptaba casarse conmigo ,con esa bestia de ojos rojos que ella ya había visto, aun así, aun a sabiendas del monstruo que era, de lo que era capaz cuando entraba en esa oscuridad, cuando los demonios se apropiaban de mi ser, aun así, me quería, aceptaba a este inmortal con lo bueno y con lo malo, con mis virtudes y defectos y del mismo modo la aceptaria yo a ella.
Tiro de mi mano mientras nuestras risas invadían la calle, risas que al unisono se alzaban hacia el imponente cielo donde las estrellas parecían cobijarlas brillando con fuertes destellos.
Me deje llevar tras ella, para de nuevo cubrirla entre mis brazos unos metros mas allá, mirando con los ojos hacia la dirección que su dedo señalaba.
Allí estaba Reidar y Moira, que junto a Lobbo parecían haber arreglado sus diferencias, esas que yo había creado, esas que de forma injusta había escupido de mis labios provocado por el enfado.
Sabia que tendría que disculparme, mas ahora creo que era innecesario, pues sus labios se buscaban con la misma velocidad que un rayo.
-Hagámoslo, hoy, ahora, en un claro, buscaré alguien que pueda casarnos, un cura o un parroco...-susurré contra su cuello mientra con mi pecho pegado a su espalda admirábamos nuestro futuro, ese que nos uniría para siempre, ese por el que lucharía contra dioses, estrellas, Gael y el mundo.
Esta vez fui yo quien la tomo de la mano mientras tiraba de ella en dirección a los otros enamorados, que por lo que escuchaba habían llegado a una conclusión no muy alejada a la nuestra, esa que mandaba a la mierda, a todo y a todos.
Esa noche solo existíamos nosotros, allí riendo, ebrios, con un futuro incierto pero con una noche nuestra.
-¿Donde desea la futura señora Cannif pasar la luna de miel? -dije entre risas buscando de nuevo sus labios -tengo unas mazmorras para encadenarte a mi vida perfectas -bromeé entre risas sin poder dejar de buscar sus labios.
Aquel olor a mar me estaba volviendo loco, ese que me recordaba al dia en que nos conocimos, ese en el que la saque de las bravas aguas del mar, ese que enredo nuestras vidas y nuestros cuerpos, azuzados por la brisa de las olas que a nuestras espaldas rompían, calentados por el fuego que llameante ardía frente a nosotros.
-Tu eres la valquiria que he esperado toda mi vida -dije acariciando sus labios con los míos.
Reidar y Moira se acercaron a nosotros del mismo modo, prodigándose mil besos y caricias.
-¿entonces? ¿como lo hacemos? Reidar y yo buscaremos un cura, uno de esos que no tenga inconveniente en hablar por vuestro dios cristiano y por los míos nórdicos.
Reidar y yo nos mirábamos de soslayo entre risas, bien sabíamos que si tendría problemas por celebrar ese tipo de ceremonia, mas...¿acaso importaba eso? Su vida o nos casaba, seguro que elegiría la boda, bien sabia como su fe se tambaleaba cuando la muerte los acechaba.
Mire a las dos mujeres mas bellas del firmamento, no veía mejor boda que esta, sin necesidad de preparativos, solo ella, yo, nuestros amigos y los elementos.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
Las palabras de odio que Reidar me había prodigado se clavaban en mi pecho al tiempo que mi rostro, oculto tras mis manos, se inundaba de lágrimas. Unas lágrimas que me impedían respirar, pero ¿acaso aquello importaba ya? Aquel amor que devolvía la vida a mi cuerpo sin alma me había dejado claro que lo había defraudado de tal forma que no habría sitio para mí en su vida, en su futuro.
Aquel sueño efímero y ahora lejano que había llegado a sentir a su lado, ese que me daba esperanzas de una feliz vida junto a él, se me escapaba de entre los dedos como el aire que ahora esperaba dejar de sentir. Era mi final, ya lo había decidido. Buscaría el sol aquella mañana manteniendo todavía en mi piel su olor, un olor que me había envuelto desde el primer contacto y que no deseaba perderlo. Moriría con el recuerdo de su rostro cuando por primera vez me había dicho que me quería, cuando sus ojos eran sinceros y todavía atisbaba la esperanza de unir nuestros caminos. Su recuerdo acompañaría siempre a mi alma, y algún día, en otro mundo, quizás estas se reconociesen y fuesen capaces de enmendar mis equivocaciones y ser felices juntas.
Escuché los pasos de Reidar moviéndose sobre la calzada, imaginándolo alejarse de mí y llevándose conmigo las trizas de ese corazón roto que no deseaba palpitar de nuevo si no era al compás de sus caricias, de sus besos que anhelaba a cada segundo. Pero de nuevo el lobo me sorprendió. No se alejaba, sino que por el contrario sus pasos se acercaban a mí. ¿Tanto me odiaba que todavía le quedaban fuerzas para hundirme más en mi infelicidad? No podía hacerme ya más daño, era imposible hacer más daño a un corazón ya muerto y un alma perdida.
Me equivoqué de nuevo. Sentí como el lobo se acuclillaba y su respiración se había relajado. Esa aura llena de odio y rabia había cambiado de color, y aunque mil emociones seguían desatándose en él, sabía que algo le había abierto los ojos. Quizás mis recuerdos y sentimientos sinceros le habían hecho comprender que el amor que yo sentía por él era puro, y verdadero. Negué en mis pensamientos, no debía hacerme ilusiones, pero sus manos comenzaron a rozar suavemente las mías, y un fuerte latido en mi corazón me sacó de esa agonía que se había apoderado de mi alma.
Unas sinceras palabras escapaban de sus labios, siendo su cálido aliento sobre el dorso de mis manos lo que me hizo respirar de nuevo. ¿Sería aquello un sueño provocado por la necesidad de que me amase y que me hacía tener alucinaciones? No era posible que la suerte de pronto me sonriese de esa forma; sabía que Reidar se merecía a alguien mejor que yo, alguien de quien no se avergonzase, aunque dudaba que otra mujer pudiese amarlo de la misma forma, con la misma intensidad que alguien que lleva dos mil años esperándolo y que vuelca su alma y su espíritu en hacerle feliz.
Mis manos fueron abriéndose poco a poco, y mis ojos todavía incrédulos y anegados en lágrimas buscaban los suyos deseando comprobar que aquello no era una ilusión, que lo que me estaba sucediendo era real; tan real como el lobo que frente a mí me regalaba las palabras más bonitas que había escuchado en mi vida.
- Fue suficiente con el primer te quiero.- contesté mientras por mis mejillas resbalaban lágrimas de felicidad y mis labios buscaban los suyos en un dulce beso al tiempo que de nuevo mi corazón recuperaba la esperanza y palpitaba con más fuerza que nunca.- Te quiero Reidar; te quiero desde siempre y no hay otra cosa que desee más en este mundo que compartir el resto de mis días contigo.
Salté sobre él, haciéndole caer de culo mientras orillaba mi cuerpo al suyo y lo besaba con pasión, con necesidad. Acababa de aceptar su loca propuesta de matrimonio, y estaba feliz por ello. Sabía que no sería fácil, que los contratiempos y los problemas sería el pan de cada día, pero estaba dispuesta a luchar y vencer si era él quien me cogía de la mano para hacerlo.
Entre besos y caricias nos pusimos en pie, y cogiendo al pequeño quillan en brazos, nos acercamos a nuestros amigos que parecían también haber arreglado sus desacuerdos. Me abracé a Reidar mientras caminábamos, había tenido tanto miedo de perderlo que volver a sentir su calor junto a mi cuerpo se me antojaba el paraíso.
- Adaline y yo nos encargáremos de dejar a Lobbo cenado y dormido en el hostal con alguien que le cuide, y también nos haremos responsables del resto de preparativos. Creo que tengo una idea.- Susurré junto a los labios de Reidar que parecía aprobar la propuesta de Erlend, y culminar nuestros enlaces aquella misma noche.- Eso sí, Erlend, también por los ritos celtas. Y necesito que os encarguéis de conseguir cuatro abetos pequeños, y una docena de rosas blancas.
Una feliz sonrisa se instauró en mi rostro mientras miraba al amor de mi vida. Mi sueño se estaba convirtiendo en realidad, y la incertidumbre que me había acompañado desde la noche anterior sobre sus sentimientos, se había evaporado con esa pedida de mano tan singular.
Aquel sueño efímero y ahora lejano que había llegado a sentir a su lado, ese que me daba esperanzas de una feliz vida junto a él, se me escapaba de entre los dedos como el aire que ahora esperaba dejar de sentir. Era mi final, ya lo había decidido. Buscaría el sol aquella mañana manteniendo todavía en mi piel su olor, un olor que me había envuelto desde el primer contacto y que no deseaba perderlo. Moriría con el recuerdo de su rostro cuando por primera vez me había dicho que me quería, cuando sus ojos eran sinceros y todavía atisbaba la esperanza de unir nuestros caminos. Su recuerdo acompañaría siempre a mi alma, y algún día, en otro mundo, quizás estas se reconociesen y fuesen capaces de enmendar mis equivocaciones y ser felices juntas.
Escuché los pasos de Reidar moviéndose sobre la calzada, imaginándolo alejarse de mí y llevándose conmigo las trizas de ese corazón roto que no deseaba palpitar de nuevo si no era al compás de sus caricias, de sus besos que anhelaba a cada segundo. Pero de nuevo el lobo me sorprendió. No se alejaba, sino que por el contrario sus pasos se acercaban a mí. ¿Tanto me odiaba que todavía le quedaban fuerzas para hundirme más en mi infelicidad? No podía hacerme ya más daño, era imposible hacer más daño a un corazón ya muerto y un alma perdida.
Me equivoqué de nuevo. Sentí como el lobo se acuclillaba y su respiración se había relajado. Esa aura llena de odio y rabia había cambiado de color, y aunque mil emociones seguían desatándose en él, sabía que algo le había abierto los ojos. Quizás mis recuerdos y sentimientos sinceros le habían hecho comprender que el amor que yo sentía por él era puro, y verdadero. Negué en mis pensamientos, no debía hacerme ilusiones, pero sus manos comenzaron a rozar suavemente las mías, y un fuerte latido en mi corazón me sacó de esa agonía que se había apoderado de mi alma.
Unas sinceras palabras escapaban de sus labios, siendo su cálido aliento sobre el dorso de mis manos lo que me hizo respirar de nuevo. ¿Sería aquello un sueño provocado por la necesidad de que me amase y que me hacía tener alucinaciones? No era posible que la suerte de pronto me sonriese de esa forma; sabía que Reidar se merecía a alguien mejor que yo, alguien de quien no se avergonzase, aunque dudaba que otra mujer pudiese amarlo de la misma forma, con la misma intensidad que alguien que lleva dos mil años esperándolo y que vuelca su alma y su espíritu en hacerle feliz.
Mis manos fueron abriéndose poco a poco, y mis ojos todavía incrédulos y anegados en lágrimas buscaban los suyos deseando comprobar que aquello no era una ilusión, que lo que me estaba sucediendo era real; tan real como el lobo que frente a mí me regalaba las palabras más bonitas que había escuchado en mi vida.
- Fue suficiente con el primer te quiero.- contesté mientras por mis mejillas resbalaban lágrimas de felicidad y mis labios buscaban los suyos en un dulce beso al tiempo que de nuevo mi corazón recuperaba la esperanza y palpitaba con más fuerza que nunca.- Te quiero Reidar; te quiero desde siempre y no hay otra cosa que desee más en este mundo que compartir el resto de mis días contigo.
Salté sobre él, haciéndole caer de culo mientras orillaba mi cuerpo al suyo y lo besaba con pasión, con necesidad. Acababa de aceptar su loca propuesta de matrimonio, y estaba feliz por ello. Sabía que no sería fácil, que los contratiempos y los problemas sería el pan de cada día, pero estaba dispuesta a luchar y vencer si era él quien me cogía de la mano para hacerlo.
Entre besos y caricias nos pusimos en pie, y cogiendo al pequeño quillan en brazos, nos acercamos a nuestros amigos que parecían también haber arreglado sus desacuerdos. Me abracé a Reidar mientras caminábamos, había tenido tanto miedo de perderlo que volver a sentir su calor junto a mi cuerpo se me antojaba el paraíso.
- Adaline y yo nos encargáremos de dejar a Lobbo cenado y dormido en el hostal con alguien que le cuide, y también nos haremos responsables del resto de preparativos. Creo que tengo una idea.- Susurré junto a los labios de Reidar que parecía aprobar la propuesta de Erlend, y culminar nuestros enlaces aquella misma noche.- Eso sí, Erlend, también por los ritos celtas. Y necesito que os encarguéis de conseguir cuatro abetos pequeños, y una docena de rosas blancas.
Una feliz sonrisa se instauró en mi rostro mientras miraba al amor de mi vida. Mi sueño se estaba convirtiendo en realidad, y la incertidumbre que me había acompañado desde la noche anterior sobre sus sentimientos, se había evaporado con esa pedida de mano tan singular.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 244
Fecha de inscripción : 17/05/2016
Localización : Paris
Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
Caí de culo cuando Moira salto sobre mi para tomar mis labios con ahincó, ese empuje que la caracterizaba, ese que ahora enzarzaba nuestras risas en el suelo mientras mis manos recorrían sin pausa su cintura.
Enrede mi lengua a la suya, necesitado de la corriente de aquel rio de agua fresca que contra mi fluía, jadeé esperando mas de esos sentimientos que me había echo llegar, fe ciega en sus palabras era lo que ahora sentía mientras los acontecimientos se sucedían frente a mis brillantes ojos.
Acababa casi sin darme cuenta y posiblemente dejado llevar por la ingesta descontrolada de alcohol de unir el rumbo eterno de nuestras vidas, esas que ahora no parecían querer existiendo sin la presencia de la del otro.
Mi corazón latía con fuerza dispuesto a salirse de mi pecho, pecho que contra el suyo ardía en llamas con su intenso subir y bajar.
Estaba excitado, ella lograba ese efecto en mi ser, ese que ahora sobre mi no encontraba tregua mientras nos acariciábamos sin pausa dejando que nuestras bocas hablaran sin palabras.
Lobbo jugaba con un palo esgrimiendolo frente a nosotros como si del arma mas peligrosa se tratara, algo que me hizo gracia separando un instante mis labios de los ajenos para prestarle atención al pequeño.
No tardamos en ponernos en pie, cogiendo a Lobbo entre los brazos de mi
amada mientras juntos nos acercábamos a la pareja que entre risas nos señalaba.
Era agradable de nuevo estar bien, sin mas discusiones que las del pequeño que mordía el palo creyéndose su dueño mientras gruñía feroz haciendo que de nuevo las risas de todos invadieran el ambiente.
Todos habíamos tomado la decisión que nos arrastraría al camino de la misma locura, dudaba que ninguno de nosotros estuviera lo suficiente sobrio como para medir las consecuencias de esos actos que ahora se nos antojaban únicos, felices y de nuestro agrado.
Mis labios buscaron de nuevo los ajenos cuando tras las palabras de Erelnd y Moira todo quedaba sentenciado, nos reuniríamos en una hora en el claro del bosque pactado para asi llevar a cabo el plan señalado.
Una boda, no , dos, que haría que de ahora en adelante tuviera que pensar en un nosotros se acabo el yo, y juro que me daba cierto vértigo, porque yo ya era nosotros, porque Lobbo iba implícito en aquella unión.
Mi cabeza embotada no dejo pensar mas a mi razón ¿para que? Cuando su sonrisa iluminaba mis pasos, cuando sus labios aplacaban mi sed. La quería eso era evidente, mas sabia aun completamente borracho que esto me traería problemas, problemas que hoy se me antojaban vanos ocmparado ocn perderme entre sus labios
Erlend y yo nos fuimos por un lado, después de asegurar a las damas que la decoración de las rosas y pinos iba de su lado, con el cura, teníamos mas que de sobra en las circunstancias en las que los dos íbamos.
Subimos sobre nuestras monturas camino a Notredamm, la catedral donde sin duda encontraríamos lo que buscábamos.
Eran altas horas de la noche, la edificación cristiana estaba cerrada, mas pronto se nos ocurrió el modo mas interesante de llegar hasta las alcobas de los hombres que allí residían todo el año.
De un salto desmontamos para dispuestos y entre risas empezar a trepar por una enredadera que sobre la piedra grisácea del lateral del templo se enraizaba ofreciéndonos una escalinata hasta el balcón de uno de esos santos.
Por fin pusimos nuestros pies en lo alto de la balconada, entre risas ebrias rompimos el porton de madera que nos separaba de nuestro inminente objetivo, ese que hoy presidiría la ceremonia que marcaría a fuego nuestro destino.
No necesitamos palabra, ni siquiera presentaciones cuando Erlend lo cogió por el cuello para arrastrarlo sin pausa hacia el exterior de esa casa, que decían pertenecía a un tal Dios.
Por el camino fui explicándole, eso si enredando las palabras, como debía casarnos, hoy su dios se había convertido en muchos y frente al firmemente trazaría nuestro plan o el cadalso se convertir en su único sino.
Con un movimiento de cabeza acepto nuestras reglas, así que sobre las monturas emprendimos el camino hacia el claro.
Enrede mi lengua a la suya, necesitado de la corriente de aquel rio de agua fresca que contra mi fluía, jadeé esperando mas de esos sentimientos que me había echo llegar, fe ciega en sus palabras era lo que ahora sentía mientras los acontecimientos se sucedían frente a mis brillantes ojos.
Acababa casi sin darme cuenta y posiblemente dejado llevar por la ingesta descontrolada de alcohol de unir el rumbo eterno de nuestras vidas, esas que ahora no parecían querer existiendo sin la presencia de la del otro.
Mi corazón latía con fuerza dispuesto a salirse de mi pecho, pecho que contra el suyo ardía en llamas con su intenso subir y bajar.
Estaba excitado, ella lograba ese efecto en mi ser, ese que ahora sobre mi no encontraba tregua mientras nos acariciábamos sin pausa dejando que nuestras bocas hablaran sin palabras.
Lobbo jugaba con un palo esgrimiendolo frente a nosotros como si del arma mas peligrosa se tratara, algo que me hizo gracia separando un instante mis labios de los ajenos para prestarle atención al pequeño.
No tardamos en ponernos en pie, cogiendo a Lobbo entre los brazos de mi
amada mientras juntos nos acercábamos a la pareja que entre risas nos señalaba.
Era agradable de nuevo estar bien, sin mas discusiones que las del pequeño que mordía el palo creyéndose su dueño mientras gruñía feroz haciendo que de nuevo las risas de todos invadieran el ambiente.
Todos habíamos tomado la decisión que nos arrastraría al camino de la misma locura, dudaba que ninguno de nosotros estuviera lo suficiente sobrio como para medir las consecuencias de esos actos que ahora se nos antojaban únicos, felices y de nuestro agrado.
Mis labios buscaron de nuevo los ajenos cuando tras las palabras de Erelnd y Moira todo quedaba sentenciado, nos reuniríamos en una hora en el claro del bosque pactado para asi llevar a cabo el plan señalado.
Una boda, no , dos, que haría que de ahora en adelante tuviera que pensar en un nosotros se acabo el yo, y juro que me daba cierto vértigo, porque yo ya era nosotros, porque Lobbo iba implícito en aquella unión.
Mi cabeza embotada no dejo pensar mas a mi razón ¿para que? Cuando su sonrisa iluminaba mis pasos, cuando sus labios aplacaban mi sed. La quería eso era evidente, mas sabia aun completamente borracho que esto me traería problemas, problemas que hoy se me antojaban vanos ocmparado ocn perderme entre sus labios
Erlend y yo nos fuimos por un lado, después de asegurar a las damas que la decoración de las rosas y pinos iba de su lado, con el cura, teníamos mas que de sobra en las circunstancias en las que los dos íbamos.
Subimos sobre nuestras monturas camino a Notredamm, la catedral donde sin duda encontraríamos lo que buscábamos.
Eran altas horas de la noche, la edificación cristiana estaba cerrada, mas pronto se nos ocurrió el modo mas interesante de llegar hasta las alcobas de los hombres que allí residían todo el año.
De un salto desmontamos para dispuestos y entre risas empezar a trepar por una enredadera que sobre la piedra grisácea del lateral del templo se enraizaba ofreciéndonos una escalinata hasta el balcón de uno de esos santos.
Por fin pusimos nuestros pies en lo alto de la balconada, entre risas ebrias rompimos el porton de madera que nos separaba de nuestro inminente objetivo, ese que hoy presidiría la ceremonia que marcaría a fuego nuestro destino.
No necesitamos palabra, ni siquiera presentaciones cuando Erlend lo cogió por el cuello para arrastrarlo sin pausa hacia el exterior de esa casa, que decían pertenecía a un tal Dios.
Por el camino fui explicándole, eso si enredando las palabras, como debía casarnos, hoy su dios se había convertido en muchos y frente al firmemente trazaría nuestro plan o el cadalso se convertir en su único sino.
Con un movimiento de cabeza acepto nuestras reglas, así que sobre las monturas emprendimos el camino hacia el claro.
Reidar Landvik- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/07/2016
Localización : En los bosques
Re: Presentaciones Inesperadas.(Reidar, Erlend, Adaline)
No sé si existe la manera de describir lo que es encontrarse en un estado puro de felicidad, pero eso era lo que sentía, habiendo pasado del abismo más profundo a la cima más alta al ver mi reflejo en los ojos de Erlend, escucharle reír y sentir sus brazos fuertes y protectores alrededor de mi cintura. Nada se asemejaba a sentirle mio otra vez y por supuesto que ni siquiera lo pensé dos veces cuando planteó que nos casásemos esa misma noche. Seguía más embriagada de él que nunca y su voz que se perdía entre mis labios entre beso y beso era el más melódico sonido que hubiesen escuchado mis oídos.
-Ya veremos adonde nos dirigen las estrellas perdición mía.- contesté con el corazón palpitante cuando me llamó futura señora Cannif. ¿Había mejor melodía que esa? ¿Existía mejor perfección que la de unir nuestras vidas en una sola como ya nos lo habían indicado las mareas, los elementos y las estrellas que se habían confabulado para indicarnos el camino?
Sonreí con mis brazos alrededor de su cuello, al escuchar que me llamaba su valkiria, incapaz de abandonar sus labios, que abrasadores, seguían siendo una invitación a los míos que de ninguna forma se podían resistir. -Una valkiria que espera ser la guía y la compañera de tu camino durante el resto de su vida.- respondí, hundiendo mis ojos en los suyos, que contemplándole en silencio brillaban con esa promesa.
Nuestros amigos pronto se reunieron con nosotros, complementando nuestra dicha al informarnos que habían llegado a la misma conclusión nuestra y que estaban tan ávidos como nosotros de enlazar su destino. No podíamos estar más embriagados o más felices, ignorando cualquier otra cosa que no fuese ese fuerte llamado hacia el otro, por lo que cualquier dificultad que tuviésemos que confrontar quedó relegada a posteriores días.
Los hombres acordaron conseguir al sacerdote y mis brazos dejaron ir al vikingo para que asi ambos partiesen en esa diligencia, pero justo antes de que subiese a la montura corrí hacia él, estrechándolo y colisionando ansiosamente mis labios contra los suyos. -Vuelve a mi pronto.- le indiqué, acariciando sus mejillas y observando sus tormentas para llevarme esa visión conmigo antes de que pudiésemos reunirnos en el claro.
Regresé entonces con Moira, quien irradiaba tanta felicidad como yo y, ágiles y ansiosas, nos apresuramos a realizar varias paradas antes de poder regresar con nuestros amados. Lo primero fue dirigirnos al lugar adonde había estado viviendo desde que abandonase mi casa. Allí subí los escalones de dos en dos, entrando como una ráfaga en la habitación para correr hasta donde guardaba un pequeño cofre que me apresuré a abrir y que mantenía escondido para protegerle de cualquier intrusión ajena, pues contenía algo invaluable para mi.
Lo tomé entre mis dedos, el anillo que me diera mi madre, cuando ya su existencia se apagaba frente a mis ojos y no había nada que ni Gael ni yo pudiésemos hacer para evitarlo. Recuerdo su rostro marchito, su respiración fatigada pero su mirada cargada de amor. -Es el anillo familiar.- me había dicho. -Ha estado con las mujeres de esta familia de generación en generación y ahora quiero que sea tuyo, mi hermosa hija, para que lo lleves como símbolo de la unión con aquel hombre que escoja tu corazón.- Un par de lágrimas brillaron en mis ojos al recordar a madre. -Se que hoy tú y padre me estáis viendo, y creo ciegamente en que seréis felices al ser testigos de mi unión con Erlend.-
Lo siguiente que hice fue abrir mi armario de par en par. Entre todas mis posesiones había un vestido de color plata que nunca había llevado puesto. Sonreí al mirarlo. Me había prendado de el hace algunas semanas y de un impulso lo había comprado... Al verlo comprendí que era perfecto para esta noche por lo que me cambié de vestuario, observándome un momento frente al espejo antes de proceder a llenar mi maleta de ropa. Una vez lista bajé las gradas arrastrándola detrás mío para regresar a la calle, adonde mi nueva amiga y el pequeño me esperaban.
-Podré regresarte tu vestido intacto.- dije entre risas a Moira cuando esta, sorprendida me vio con mi nuevo vestido. -Sin que haya arrasado con él el vendaval Erlend.- le guiñé el ojo mientras ambas reíamos y nos dirigíamos al hostal. Básicamente fue la vampiresa quien se encargó de dejarle alimentado y dormido, encargándole a quien habría de ser su nana por las siguientes horas que se encargara muy bien de él, palabras que también enfaticé yo misma, pues de alguna forma me había encariñado con ese pequeño de ojazos hermosos que ahora descansaría plácidamente.
Nuestra última parada fue la cabaña de Moira, adonde entramos para que ella buscase algunas cosas que deseaba para la ceremonia. Hecho aquello velozmente partimos de allí, con el corazón a mil por hora alcanzamos finalmente el lugar convenido, adonde nos detuvimos a esperar a nuestros hombres. Espontáneamente abracé a la vampiresa, quien lucía especialmente hermosa. -El lobo se volverá loco cuando te vea.- Sonreí sabiendo de sobra que ella también estaba impaciente por verles llegar.
Miré ansiosamente a nuestro alrededor y fue el sonido de unos cascos el que me indicó que se acercaban. Corrí hacia mi inmortal con mis latidos retumbando nuevamente en mi pecho y el anhelo de estar nuevamente con él. Esperé a que detuviese su montura, sobre la cual una segunda figura nos observaba nerviosa. Se trataba del sacerdote que sin saberlo, se convertía esa noche en instrumento de las estrellas, aquellas mismas que sobre nosotros brillaban fulgurantes iluminando el claro que habría de llevar por siempre sellado en mi memoria y en mi corazón.
-Ya veremos adonde nos dirigen las estrellas perdición mía.- contesté con el corazón palpitante cuando me llamó futura señora Cannif. ¿Había mejor melodía que esa? ¿Existía mejor perfección que la de unir nuestras vidas en una sola como ya nos lo habían indicado las mareas, los elementos y las estrellas que se habían confabulado para indicarnos el camino?
Sonreí con mis brazos alrededor de su cuello, al escuchar que me llamaba su valkiria, incapaz de abandonar sus labios, que abrasadores, seguían siendo una invitación a los míos que de ninguna forma se podían resistir. -Una valkiria que espera ser la guía y la compañera de tu camino durante el resto de su vida.- respondí, hundiendo mis ojos en los suyos, que contemplándole en silencio brillaban con esa promesa.
Nuestros amigos pronto se reunieron con nosotros, complementando nuestra dicha al informarnos que habían llegado a la misma conclusión nuestra y que estaban tan ávidos como nosotros de enlazar su destino. No podíamos estar más embriagados o más felices, ignorando cualquier otra cosa que no fuese ese fuerte llamado hacia el otro, por lo que cualquier dificultad que tuviésemos que confrontar quedó relegada a posteriores días.
Los hombres acordaron conseguir al sacerdote y mis brazos dejaron ir al vikingo para que asi ambos partiesen en esa diligencia, pero justo antes de que subiese a la montura corrí hacia él, estrechándolo y colisionando ansiosamente mis labios contra los suyos. -Vuelve a mi pronto.- le indiqué, acariciando sus mejillas y observando sus tormentas para llevarme esa visión conmigo antes de que pudiésemos reunirnos en el claro.
Regresé entonces con Moira, quien irradiaba tanta felicidad como yo y, ágiles y ansiosas, nos apresuramos a realizar varias paradas antes de poder regresar con nuestros amados. Lo primero fue dirigirnos al lugar adonde había estado viviendo desde que abandonase mi casa. Allí subí los escalones de dos en dos, entrando como una ráfaga en la habitación para correr hasta donde guardaba un pequeño cofre que me apresuré a abrir y que mantenía escondido para protegerle de cualquier intrusión ajena, pues contenía algo invaluable para mi.
Lo tomé entre mis dedos, el anillo que me diera mi madre, cuando ya su existencia se apagaba frente a mis ojos y no había nada que ni Gael ni yo pudiésemos hacer para evitarlo. Recuerdo su rostro marchito, su respiración fatigada pero su mirada cargada de amor. -Es el anillo familiar.- me había dicho. -Ha estado con las mujeres de esta familia de generación en generación y ahora quiero que sea tuyo, mi hermosa hija, para que lo lleves como símbolo de la unión con aquel hombre que escoja tu corazón.- Un par de lágrimas brillaron en mis ojos al recordar a madre. -Se que hoy tú y padre me estáis viendo, y creo ciegamente en que seréis felices al ser testigos de mi unión con Erlend.-
Lo siguiente que hice fue abrir mi armario de par en par. Entre todas mis posesiones había un vestido de color plata que nunca había llevado puesto. Sonreí al mirarlo. Me había prendado de el hace algunas semanas y de un impulso lo había comprado... Al verlo comprendí que era perfecto para esta noche por lo que me cambié de vestuario, observándome un momento frente al espejo antes de proceder a llenar mi maleta de ropa. Una vez lista bajé las gradas arrastrándola detrás mío para regresar a la calle, adonde mi nueva amiga y el pequeño me esperaban.
-Podré regresarte tu vestido intacto.- dije entre risas a Moira cuando esta, sorprendida me vio con mi nuevo vestido. -Sin que haya arrasado con él el vendaval Erlend.- le guiñé el ojo mientras ambas reíamos y nos dirigíamos al hostal. Básicamente fue la vampiresa quien se encargó de dejarle alimentado y dormido, encargándole a quien habría de ser su nana por las siguientes horas que se encargara muy bien de él, palabras que también enfaticé yo misma, pues de alguna forma me había encariñado con ese pequeño de ojazos hermosos que ahora descansaría plácidamente.
Nuestra última parada fue la cabaña de Moira, adonde entramos para que ella buscase algunas cosas que deseaba para la ceremonia. Hecho aquello velozmente partimos de allí, con el corazón a mil por hora alcanzamos finalmente el lugar convenido, adonde nos detuvimos a esperar a nuestros hombres. Espontáneamente abracé a la vampiresa, quien lucía especialmente hermosa. -El lobo se volverá loco cuando te vea.- Sonreí sabiendo de sobra que ella también estaba impaciente por verles llegar.
Miré ansiosamente a nuestro alrededor y fue el sonido de unos cascos el que me indicó que se acercaban. Corrí hacia mi inmortal con mis latidos retumbando nuevamente en mi pecho y el anhelo de estar nuevamente con él. Esperé a que detuviese su montura, sobre la cual una segunda figura nos observaba nerviosa. Se trataba del sacerdote que sin saberlo, se convertía esa noche en instrumento de las estrellas, aquellas mismas que sobre nosotros brillaban fulgurantes iluminando el claro que habría de llevar por siempre sellado en mi memoria y en mi corazón.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 215
Fecha de inscripción : 03/01/2016
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