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Noche de bodas [Adaline Cannif][+18] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Erlend Cannif** Dom Sep 04, 2016 4:37 am

Felicidad, larga palabra de nueve letras que jamas creí que sentiría de esta forma tan plena.
Ahora con mis dedos enlazados a la mano de mi mujer, que bien sonaba esa palabra, me sentía embriagado, no solo del alcohol, si no de ese olor a mar, a salitre, ese sabor salado que cada vez que la besaba, cada vez que mis labios rozaban su piel llegaba a mi, evocando aquel encuentro que había quedado marcado a fuego en mi mente. Ese en el que bajo las estrellas del cazador, nuestros caminos quedaron marcados. Sino que hoy se convertía en nuestro, ese que hoy tomaba mayor fuerza, tanta como la de los propios elementos.
-Te quiero -susurré en su oído mientras el viento mecía nuestros pasos azuzado por el repiqueteo de los cascos de mi corcel negro golpeando el embarrado suelo.

Su cabeza posada sobre mi pecho con los ojos cerrados, su cuerpo contra el mio, rozándose con el rápido galope del caballo.
-No sabes lo muchísimo que te deseo -susurré entreabriendo mis labios antes de buscar con una de mis mano su cintura, para acariciarla despacio -sentí como su respiración acompasada a la mía se aceleraba cuando mis caricias se tornaron cada vez mas intensas.

Admito que estaba deseando llegar a lo que a partir de hoy se convertiría en nuestra casa, casa que daría cobijo a un matrimonio que aun con sus demonios, aun llenos de inconvenientes y con demasiadas cosas en contra, hoy se sentía pletórico, invencible, grande.
Puede que el mañana fuera a ser complicado, mas el hoy, hoy solo existía la promesa de eterno amor, sellado frente al fuego, frente al agua, sobre la tierra y contra el viento. Como testigos las estrellas y como demostración nuestros labios que ahora sobre el caballo ardientes se buscaban entre jadeos.

-Señora Cannif -susurré con la voz ronca contra su boca -si sigue así, juro que no llegaremos a nuestra casa.
La demostración obvia de mis palabras fue mi falo que golpeo erguido sobre la parte baja de su espalda.
Sonreí de medio lado cuando sus ojos se encontraron con los ajenos y una sonrisa ilumino sus labios que pronto volvieron a ser míos.
Beso lento, precipicio húmedo que mi lengua cruzaba para en una danza salvaje enredarse con la ajena.
Me separó un instante para contemplarla, llevando mi dedo a sus labios que dibujo como si por primera vez para mi se abrieran, labios que deseo por encima de todos los demás, que contra mis ojos se tornana fuego, húmedos son el agua de la que bebo.
Me mira y te miro y de nuestros labios surge una sonrisa que deliberada se acerca convirtiendo nuestros ojos en uno.
Ojos que se oscurecen por el deseo, que de frente se cierran dando paso al choque del mar con las rocas.
Las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio.
Mis dedos se sumergen en tu pelo, oscuro, largo, salvaje,mientras nuestras lenguas se buscan llenas de momentos vividos, de recuerdos pasionales y de sentimientos puro.
Nos mordemos, mas el sabor es dulce y el dolor no duele, aliento que se entremezcla con cada jadeo que de nuestros labios escapa empujando así nuestros cuerpos, cuerpos que se buscan, que se enlazan que se tocan.
Deseo incontenible, obvio, necesario, ese que solo sienten dos enamorados.
Así llegamos a casa, entre caricias, besos, pasión, bocas sedientas de un fuego intenso, desmontamos del caballo.
Jadeos que cada vez son mas intensos.
Mis manos recorren tu cuerpo, alzando el vestido con los dedos, mientras buscamos el refugio de la pared de la cabaña, entre besos mudos solo rotos por los gemidos, que sin pausa se suceden buscando ahora los botones de mi camisa.
Mi mano se desliza en busca del bombillo de la puerta, donde hundir una llave que no veo, porque mis ojos solo se centran en tu boca, en tu piel y en tus labios.
Jadeó de nuevo cuando la camisa queda abierta y tu mano sobre mi piel se desliza.
Una sonrisa de medio lado cuando hundo la llave en su lugar y la puerta cede frente a mis suplicas abriéndose de par en par.
Entonces te tomo entre mis brazos, mientras a ti se te escapa una sonrisa, una pequeña carcajada que inunda así la brisa, llegando a las estrellas que sobre nuestras cabezas brillan.

Entramos así en el interior de nuestra casa, nuestro dulce hogar, ese que hoy vera nacer nuestro amor, libre, apasionado, ebrio y necesitado.
Tu y yo, nosotros.


Última edición por Erlend Cannif el Lun Sep 05, 2016 5:19 am, editado 1 vez
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Mensaje por Adaline Cannif Lun Sep 05, 2016 3:22 am

Mis ojos estaban cerrados, mi cabeza descansando en su pecho, albergada en el cobijo de su cercanía. Incapaz de pensar, sentir, razonar, inhalar, apreciar cualquier cosa que no fuese él. Embriagada de la sensación de su cuerpo junto al mío, de sus brazos fuertes que me rodeaban, que me indicaban así que partíamos a un nuevo inicio juntos. Inicio que no vi venir, que no me atreví a soñar, que ahora se presentaba como una realidad. La más loca de todas y al mismo tiempo la más correcta.

Mis ojos se abrían para mirarlo, para cerciorarme de que al cerrarlos no me lo estaba imaginando todo, más era imposible sentirle más cerca, más real, más mío. Nuestros labios se buscaban entre sí, ávidos, anhelantes, deseosos, con nuestros alientos chocando, enlazándose en un sinigual baile en el que bastaba un roce para que sus brasas recorrieran todo mi cuerpo, sacudiéndome de los pies a la cabeza. Sin que nuestros labios aun se tocaran, labios que atraían los míos, que finalmente alcanzaban para sentir el sabor de su carnosidad, para gemir del mas puro deseo, de la mas intensa atracción, de aquel alocado amor.  

Nuestras lenguas volvían a reconocerse, a comprender que era ese sabor el que anhelaban, esa boca en la que deseaban adentrarse, aquella húmeda, exquisita, arrasadora, a la que me sometía y a la vez retaba a seguir en guerra con la mía, reclamándola, adueñándome de ella, paladeándola y adentrándome en cada resquicio suyo, y de la que no quería separarme. Y es que esos labios no se igualaban a otros, nada se les asemejaba un ápice, y sonreía en ella, porque me daba perfecta cuenta de que nunca me había gustado tanto besar, de que un beso nunca tuvo tanto significado para mi, de que nunca me embriago así. Tanto me costaba abandonar esos labios que convirtiéndose en el único manantial que calmaba mi sed me inducia a olvidarme hasta del aire vital.

Mi mano rozaba su mejilla, sonriendo pícaramente cuando le sentía detrás, golpeando mi espalda. Evidencia clara de que me deseaba, igual que yo a el. ¿Tenia idea de cuanto le deseaba? ¿De cuanto le quería? Los latidos en mi pecho eran mas veloces que los cascos del corcel, ansiosos de llegar a aquel lugar que de allí en adelante seria nuestro hogar. El camino me parecía larguísimo, iluminado por la constelación del cazador, aquella que nos dirigía a nuestra futura morada.

Finalmente los cascos se detuvieron, sus manos afianzadas en mi cintura me ayudaron a descender. Tironee del cuello de su camisa, ah Dios, no me cansaba de reclamar esa tela, que arrugada por causa mía ya estaba en demasía pero es que era imposible no querer su cuerpo junto al mío, su pecho sobre el mío, aquel contacto que me incendiaba, como si juntos fuésemos un volcán que ya desea hacer erupción y abrasarlo todo. Su tela me estorbaba, lo quería todo para mi, lo necesitaba.    

-Te quiero.- dije, mordiendo sus labios, sintiéndolos hincharse mientras un jadeo suyo golpeaba mi boca, expresándome así mil promesas de una noche de pasión, distinta a cualquier otra, una noche inigualable, nuestra noche de bodas...

Lo veía acercar la llave a la puerta, o al menos eso intentaba porque yo volvía a tironear de él, apresando sus brazos, haciéndolo impactar contra mi, contra la pared de la cabaña, y mis dedos intrépidos lograban abrir los botones superiores de su camisa para tocar su piel, piel de temperatura perfecta que caldeaba a la mía.

Reí en su boca notando como sus manos se desviaban del objetivo, del pomo de aquella puerta, ¿qué me importaba la puerta? Me importaban sus manos que subían mi vestido, sus palmas que acariciaban mis piernas, quemándolas a su paso. Me importaba tocarlo, reclamar su piel, pero de alguna manera se las ingenió para lograrlo. Abriendo finalmente el cerrojo me alzó en sus brazos de súbito, lo cual provocó que riera alegremente, embobada al mirarlo mientras me llevaba a través del umbral.

-Te quiero Min Doom.- susurré cuando siguió el camino hacia su habitación y me depositó suavemente en el lecho. No le dejé moverse cuando caímos sobre él. Aún rodeaba su cuello con mis brazos, mis manos acunaban su barbilla y mis yemas acariciaban sus mejillas, manteniendo ese rostro cerca del mío. Sobrecogida, así es como estaba al mirarlo, con mi cabello desparramado sobre el colchón, en su lecho. Aquel lecho que me parecía una gloria, pero mayor gloria era él.

-Mi esposo...- dos palabras que dije suave y firmemente, perdiéndome en la profundidad de sus tormentas, aquellas que me miraban con mi reflejo en ellas, con el deseo palpable, tal como podría verlo en mis ojos. Mi pecho estaba agitado, me sentía de repente como una adolescente, abrumada porque ese inmortal tan perfecto fuese mi esposo, mi compañero, porque él me hubiese elegido para tomarlo de la mano, para seguir nuestro camino juntos, que ya no eran dos enredados entre sí sino un solo brote que crecía majestuoso germinado por nuestro amor.

Lentamente terminé de desabotonar su camisa, subiendo por su pecho con mis palmas, sintiendo la textura de su piel, piel que se erizaba bajo mi tacto, que calentaba mis dedos. ¿Se podía ser más apuesto? ¿Más maravilloso? Cierto que seguía embriagada y elevada por aquellas gotas de su líquido vital pero había mucho más que eso...  

Mis manos llegaron a sus hombros, acariciando esa piel, dejando caer la tela a un lado de la cama. Sonreí, cambié ágilmente nuestras posiciones. Ahora estaba sobre él con mi rostro muy cerca, con mi aliento golpeando el suyo. -Recuerdo haber dicho anoche que cambiarías mi destino y yo el tuyo...- susurré, extasiada al verlo, comprendiendo la veracidad que encerraban aquellas palabras... Reclamé sus labios otra vez, desesperada, deseosa, quería entregarle todo, que volviésemos a hacer el amor, creer que teníamos la eternidad por delante...

Esta noche era nuestra y apenas empezaba. Noche en la que le deseaba más que a nada, en la que gemía en su boca, sintiendo su falo despuntando en su pantalón, golpeando mi vientre, deshaciéndome en deseo y en ganas de incendiarnos en nuestra mutua entrega, y eso que apenas lograba convencerme a mi misma de que apenas era el inicio del resto de nuestras noches... de un tú y yo que se volvía nosotros... y de nuestro futuro...
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Mensaje por Erlend Cannif** Lun Sep 05, 2016 5:15 am

Mi cama nos acogió, allí con su pelo danzando sobre la almohada impregnada de mi olor, mas que hoy se convertiría en nuestro.
Su risa contagiosa inundaba la estancia, aun caliente por los maderos que chisporroteaban en la chimenea de piedra blanca.
Jadeé contra su boca cayendo sobre ella, sus brazos rodeaban mi cuello sujetándome con ganas frente a aquella boca que cargada de anhelo se perdía contra la mía, alientos entremezclados palabras que delataban que ahora era suyo.
Su marido, mi deseo iba en ascenso cuando chocaba con aquello ojos pardos que frente a los míos se erguían enlazados en una mirada cercana apasionada silenciosa.
Su respiración agitada movía su pecho alzándolo contra el mio al tiempo que mis dedos subían su falda arrastrándose desesperados por sus piernas, dejando al aire su muslo con cada movimiento de estas, que bailaban contra mi piel buscando mi dureza con sus caderas. Sentía como me abrasaba, no solo la yema de los dedos si no la entrepierna, la piel subía descapullando mi pene que estaba ardiendo por meterse en su cálida y húmeda entrepierna.
Jadeé contra su boca empujando ligeramente, aun consciente de que no entraría, maldiciendo la tela que aun lo cubría, gruñí contra su boca desesperado ¿pero es que acaso tenia idea de como la deseaba?¿ de lo mucho que su piel me excitaba?

Sus vertiginosos dedos acariciaron mi piel dejando así que la camisa bajara suavemente por mis hombros hasta que yo con un ágil movimiento acabe de quitármela para lanzadla a un lado desesperado.
Su cuerpo volteo el mio incendiando con ese sutil gesto mi pasión, gruñí buscando sus labios irguiendo mi pecho para pegarlo al suyo mientras mis manos, sedientas de su piel, aflojaban las cintas del corseé que cayo frente a mis ojos dejando al descubierto dos firmes senos que buscaban mi boca con cada sutil movimiento de caderas de esta.

Alcé la vista un instante al verla reír, provocandome, consciente de que me estaba volviendo loco, estaba ebria, excitada, hermosa, aun estaba seguro que sentía mi sangre por su organismo, cada roce se intensificaba en su piel y yo, yo estaba tan excitado frente a aquella diosa de pelo oscuro y ojos pardos.
No podía creérmelo todavía, mi mujer, mis estrella, mi vida, mi luna.
Jadeé buscando de nuevo su boca, enredando en ella mi lengua que buscaba en la suya cada resquicio de sabor, nuestros labios se fundían bruscos, entreabriéndose para poder jadear contra el otro antes de volver a esa batalla sin tregua, a esa pelea ganada y perdida.
-Te quiero -gemí abriendo los ojos.

Mis dedos buscaron ahora el enganche de su falda, que afloje con premura para sacarla por su cabeza en un sencillo gesto que separo el incesante fuego de nuestras bocas, de nuestras almas.
Allí desnuda, frente a la hoguera, se me antojaba una diosa, la mismísima Freya, quizás en alguna ocasión la había comparado con una valquiria, craso error le mio ,ella era una diosa, mi diosa, mi esposa.

Sonreí frente a ella, tomando un resquicio de aliento mientras mis ojos, rojos la admiraban, preciosa, bella, excitada.
Mi mano se deslizo por su piel, alcanzando su pecho despacio que lamí dejándome inundar del sabor de su piel, su pezón duro acariciaba mi lengua que ávida succionaba sus pechos arrastrando por ellos mis dientes entre rápidos jadeos.
Su mano aflojo el botón de mi pantalón liberando así un falo erecto, vibrante. Gruñí al sentir la acercar su entrada, que oscilante movía sus caderas sobre mi punta mojando la al instante.
Gruñi excitador, no podía mas, mi impaciencia empujaba enganchando las caderas de aquella diosa hacia bajo, para empalarla bruscamente, mas ella parecía dispuesta a no dejarme olvidare esa noche, gemía masturbándose con mi punta, restregándosela entre sus labios inferiores forzandome a volverme loco, loco de ganas de deseo.

-Metetela -supliqué gimiendo, nunca había estado tan excitado, nunca había sentido tantas ganas de sentir el calor apretando mi falo.
Ella por ende reía entre cada gemido, como si fuera consciente de que esa espera me llevaría al mismo cielo.
Su boca busco la mía entre jadeos mientras sus caderas no se detuvieron presas de  aquel baile ebrio, ese que embriagaba mis sentidos, ese que lograba que cada terminación nerviosa de mi cuerpo la necesitara, la deseara, la quisiera, loco, loco de amor, loco por entrar, loco por ella.
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Mensaje por Adaline Cannif Miér Sep 07, 2016 2:51 am

La luz de la blanca chimenea producida por las calientes flamas iluminaban su figura, la de un dios en todo su esplendor que jadeaba entre mis labios y que entre gruñidos pasionales acariciaba mi piel para liberarme de mi corsé. Corsé que se tornaba una prisión al mantenerme alejada de su tacto, uno que deseaba más que nada, casi de forma agónica, mientras mis manos eran las que se paseaban con libertad por su torso y mis caderas ahora se mecían despacio buscando ese falo al que podía sentir golpeándome con su dureza, aún encerrado en su pantalón, pero que de esa forma incendiaba mi intimidad que desesperada le buscaba.

Corrientes eléctricas me hicieron gemir de placer cuando sus manos y sus labios se apoderaron de mis senos, succionando y mordiendo mis pezones, que duros, clamaban por permanecer en su boca y dejarse inundar de las sensaciones intensificadas por la subida que me había provocado su sangre. Estaba tan excitada, tan deseosa de él, de tenerle dentro, de que se sumergiera en mis profundidades y me golpease con su miembro duro y potente al que deseaba apresar en ellas para escuchar sus jadeos entre fricciones que nos calcinasen a ambos, fundiéndonos en uno, demostrándonos que era en el cuerpo del otro adonde alcanzábamos las estrellas.

Reí alegremente cuando sacó mi falda por mi cabeza, dejándome desnuda frente a él, necesitada y hambrienta por lo que para calmar mi ansiedad volví a buscar sus labios que entre jadeos mutuos se entretenían con los míos mientras nuestras lenguas se encontraban con ganas. Su falo entonces fue liberado permitiéndome contemplarle en todo su esplendor. Mi vientre se incineró con esa visión, y por un momento todo lo que hice fue observarle a él, a esa imagen que me sobrecogía, a su cuerpo viril, sus músculos poderosos que marcaban tanto su pecho como su firme estómago y por supuesto, su mástil listo para llevarme tan alto que seguro alcanzaría el cielo o me hundiría en el más candente inframundo adonde nos quemaríamos los dos.

Lentamente acuné su miembro, moviéndome sobre él, de manera que pudiese masturbarle placenteramente, mientras la punta pugnaba por introducirse en mí, provocando que mi cavidad se humedeciera de pura anticipación, más no quería que entrara aún, quería que esta noche él se volviera loco de deseo para que cuando nos fundiésemos fuesen nuestros gemidos y nuestros jadeos de satisfacción los que hicieran eco alrededor nuestro, que él lo disfrutase al máximo también. Y es que él era mi esposo, mi todo, mi amor y mi mayor perdición.

-No.- negué rotundamente cuando me pidió que le dejara entrar. -Aún no.-  Reclamé su boca, hundiéndome en ella con pasión, succionando sus labios y mordiéndolos antes de que mis dientes rozasen su barbilla y descendieran por su cuello, succionando su piel y acariciándola con mi lengua deseosa y mis labios húmedos que de esa forma trazaron besos sobre su geografía, en un recorrido descendente que visitó su fuerte pecho, su firme estómago, jugueteó con su ombligo, y se detuvo sobre la línea de su miembro.

Sonreí pícaramente al mirarlo, al ver esos ojos enrojecidos por la pasión que rugían en silencio al clavarse en los míos. Tomé su falo en mis manos y comencé a acariciarlo preparándolo para el acercamiento de mi boca, al acomodar mi cabeza entre sus piernas y hundir mi rostro pasando mi lengua cálida a lo largo de ese mástil que anhelaba de tantas formas diferentes.

Su falo me supo a gloria por lo que devolví mi recorrido con mi lengua hasta su glande, adonde la deslicé deleitándome con probarlo y succionando suavemente mientras a mis oídos llegaban sus jadeos. Alcancé entonces el frenillo por debajo con mi dedo índice, el cual había humedecido en mi boca antes de acariciarlo y hacer círculos pequeños con el para excitarlo más. Reemplacé mi dedo con mi lengua primero despacio y luego rápido azuzándole de esa manera. Introduje entonces todo el glande en mi boca. Sus gruñidos me impulsaron a llevarlo tan adentro como pude y continué saboreándolo, excitándolo, sintiendo sus manos sobre mi oscuro cabello, mientras su cadera empujaba su miembro contra mi mejilla y mi garganta repetidamente, tornándose los movimientos más rápidos y más intensos en un vaivén en el que acuciaba su deseo y de la misma forma excitaba al mío.

Pronto me percaté de que estaba por correrse por lo que reduje la intensidad de lo que hacía y momentáneamente me aparté de él para volver a trepar sobre su cuerpo, ahora si, dispuesta a cabalgarlo hasta que ambos quedásemos exhaustos. Mi piel se erizo al re encontrar la suya, mi boca retornó a la de él y se enredó con ella en un beso húmedo y sentido, brusco e intenso, mi feminidad acariciando su miembro mientras mis caderas volvían a las andadas y se mecían contra las suyas.

No podía esperar ni un segundo más. Estaba loca de deseo, de pasión, de amor por él. Su miembro entró en mi salvajemente en cuanto le indiqué el camino hacia mis palpitantes paredes, arrancándome un gemido ronco cuando me empaló de esa forma. Reí alegremente y me mecí contra sus caderas una y otra vez, trazando apasionados círculos, sintiendo sus embestidas salvajes que sacudían cada una de mis terminaciones nerviosas. -Aaah… como te quiero...- solté, y mis labios volvieron a los suyos.


Última edición por Adaline Cannif el Jue Sep 08, 2016 10:56 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Erlend Cannif** Miér Sep 07, 2016 5:35 am

Su negación hizo escapar un gruñido contra sus labios, no me daba tregua, se movía contra mi glande con sus caderas, masturbándome, masturbándose, estaba excitadisimo, mas de lo que lo he estado toda mi vida, su negación hacia que la deseara mas si cabía, hundirme allí, embestirla.

Sus labios se deslizaron por mi barbilla, mordiendo mi cuello, trazando con la punta de su lengua aquel recorrido excitante sobre mi pecho, estomago hasta alcanzar mi ombligo, donde se deleito. Mis ojos encontraron  los suyos hechos fuego solo deseaban que siguiera bajando.

Lancé mi cabeza hacia atrás con un ronco jadeo cuando sus manos tomaron mi polla, deslizándola con suavidad, mojándose de inmediato antes de que sus labios la acapararan, un gemido gutural escapo de mi garganta al sentir como recorría con su lengua mi falo, de arriba a bajo hasta deleitarse en mi glande.
Gruñí cuando lo introdujo entero en su boca, succionando, paladeando su sabor sin apartar esos ojso pardos de los míos que rojos la miraban cargados de deseo.

Su dedo acaricio mi frenillo, húmedo por su saliva, trazando suaves círculos, logrando así llevarme al cielo, jadeaba tan ronco que en sus boca se asomo una sonrisa cuando ahora fue su lengua la que sustituyo el dedo trazando bruscos círculos, gruñí cuando de nuevo se la metió entera casi tocando su garganta.
Mi mano se apoderó de su pelo guiándola de forma salvaje una vez y otra, Mis caderas se movían metiendola cada vez mas dentro, acariciando su mejilla con la punta.
Estaba a punto de correrme cuando paro.
-Ahhhhh -dejé escapar el aire por mis labios mientras ella, mi valquiria, ascendia para besar mis labios, enredándose de forma violenta con mi lengua, que gustosa como un tornado tomo su boca que sabia a mi, a sexo.

No podía aguantar mas, esa mujer estaba llevándome al averno, yo que siempre tomaba la iniciativa en el sexo estaba dejándome hacer, disfrutando de ella, de como se excitaba poniéndome cachondo.
Dios, como la amaba, como la necesitaba , como quería todo de ella, lo bueno, lo malo ,lo mejor y lo peor.

Sus caderas se balancearon de nuevo sobre mi glande, de mi boca jadeos roncos que acallaban con sus labios mientras sus ojos me miraban con picardia, a sabiendas de que esa noche me estaba haciendo disfrutar como en mi vida.
Mis manos buscaron impacientes sus caderas tirando de ellas hacia mi virilidad que se clavo hasta el fondo empalandola.
Una risa de satisfacción surco el aire, ese que apenas quedaba entre nuestras bocas que de nuevo se tomaban ansiosas.
Su pelo, oscuro, largo y bello se balanceaba al compás de unas embestidas que no daban tregua a un cuerpo perlado en sudor que me estaba haciendo volverme loco de excitación.

Gruñí contra su boca empujando cada vez mas adentro, moviendo mis caderas en busca de cada uno de sus movimientos.
Separó su boca un instante para coger aire, los dos gemíamos tan fuerte, tan brusco, entrecortado, rápido y ronco, estábamos a punto de corrernos.
Su espalda se arqueaba entre mis manos, ahora su pelo acariciaba mis dedos.
Gruñí cuando sentí mi polla sacudirse en su interior, llenándola de mi, sus paredes temblaban acogiendo mi simiente al tiempo que sus labios pronunciaban mi nombre entre gemidos roncos.
-Te quiero -alcancé a decir mientras mi pecho se incorporaba en busca de sus labios, enredando de nuevo nuestras lenguas en una sola.

Pronto caímos sobre el lecho completamente agotados, mis dedos surcaban su espalda acariciando aquel sendero que formaba su columna vertebral.
-Aun no me creo que seas mía -confesé admirando la belleza de la que mi esposa hacia gala. Allí ,despeinada, con los labios entreabiertos, era una imagen digna de un dios -Señora Cannif -susurré buscando de nuevo sus labios con una picara sonrisa.

Cerré los ojos un instante acompasando mi respiración a la suya aun con mi falo en su interior.
-Jeg skulle ønske min ektefelle -susurré en mi lengua natal acariciando con mi aliento su oído -te deseo, esposa mía -traduje frente a esa mirada parda que ahora se alzaba con una sonrisa de satisfacción en sus carnosos labios.

La admiré en silencio, ella era sin duda la mejor elección que había echo en mi vida, quizás aun no me conocía, mas cuando sus labios presionaban mi cuello, cuando el bombear incesante de su corazón bailaba sobre mi cuerpo al ritmo de las embestidas, cuando me miraba, incluso cuando no lo hacia, me hacia el hombre mas feliz del mundo.
Con ella solo había paz, paz que desde hacia mucho no encontraba, los demonios dormían placidos, acunados entre sus piernas, esas de las que ansiaba no separarme jamas.
Por primera vez tuve miedo, miedo a que todo fuera un sueño, a que al abrir los ojos por la noche ella hubiera desaparecido.
La necesitaba, mas de lo que ella mi, mas de lo que jamas hubiera creído. Su hermano me encomendó velar por su vida, cuidarla, salvarla de todo mal, mas era ella la que con su risa, con su bajada de pestañas, con sus dulces besos y con esa mano que aferraba la mía no dejándome caer en el abismo, había dado esperanzas a este pobre inmortal.
-Te quiero Adaline -susurré volviendo a cerrar los ojos mientras su respiración golpeaba lentamente mi pecho
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Noche de bodas [Adaline Cannif][+18] Empty Re: Noche de bodas [Adaline Cannif][+18]

Mensaje por Adaline Cannif Vie Sep 09, 2016 12:45 am

Cabalgar sobre mi amado era la sensación más placentera y excitante del mundo, estaba disfrutando como no lo había hecho nunca, con cada salvaje empalada que me regalaba su falo que seguía friccionándose en mis húmedas paredes, volviéndome loca de placer. Mis manos no se estaban quietas, acariciaban cada resquicio de piel que encontraba a mi paso, y nuestros labios se olvidaban de las treguas desafiando al mismo aire para suplirnos del otro.

Allí, moviendo mis caderas con rapidez, de atrás hacia delante, sintiendo el golpeteo de su miembro cada vez más profundo y más fuerte, seguía observándole bajo la luz de la chimenea, sobrecogida por su imagen y cautivada por su perfección. Era tan apuesto que dolía, y lograba que sumado a la pasión física que sentía por él me embargase todo el amor que le tenía.

Nuestros jadeos se volvieron más rápidos, mis dientes volvieron a apresar sus labios mordiéndolos mientras gemía profundamente contra ellos una y otra vez sintiendo que el climax estaba por llegar. Su falo me llenó de su simiente, que rauda y veloz viajó en mi interior arrancándome un último suspiro de placer. Sonreí cuando dijo que me quería y ahondé la intensidad de nuestro beso, acariciando con mi lengua cada rincón de su boca y acallando en ella los gruñidos de satisfacción que escapaban de él.

Caí sobre su pecho exhausta pero sintiéndome plena y satisfecha. Me sentía completa y feliz. -Te quiero tanto.- respondí cuando me llamó señora Cannif. Dos palabras sencillas pero cargadas de significado. Alcé la mirada para observarle, embobada por observar sus tormentas, y adorando que su falo estuviese aún adentro mío. Allí era adonde mi amor pertenecía, entre mis piernas, que prestas siempre buscarían acogerlo, con todo mi ser anhelando mantenerlo junto a mi.

Amé que susurrara en mi oído en su idioma natal y llevé mi mano a su mejilla, acariciándola suavemente. -Jeg skulle ønske- intenté repetir, segura de que mi pronunciación dejaba mucho que desear pero no por ello significando menos. -Quiero que me enseñes tu idioma…- susurré, besando cálidamente su pecho. Me sentía tan bien, tan protegida, tan despojada de mis demonios y de mis pesares. Con Erlend todo se sentía en su sitio, encajábamos perfectamente entre los dos. El era mi estrella y mi universo entero.

Escucharle decir que me quería y que usara mi nombre atrajo lágrimas a mis ojos, lágrimas de alegría provocada por el hecho de que él sintiese tanto por mi y que disimulé frotando mi nariz contra su cuello. -Te quiero Erlend.- respondí, mientras mis dedos acariciaban su pecho suavemente y acunada entre sus brazos cerraba mis ojos y comenzaba a rendirme al sueño.

Las horas pasaron, horas en las que dormí plácidamente entre sus brazos, enredada a su cuerpo, y no desperté más hasta mucho después…




Abrí los ojos lentamente, sintiéndome en el cielo, cómoda, cálida, protegida, aún somnolienta me sentía como en un sueño, uno divino en el que mi dios vikingo me tenía entre sus brazos. Abrí los ojos de par en par cuando me percaté de que realmente él estaba allí, a mi lado, respirando bajo mi cuerpo que le mantenía abrazado. Parpadeé varias veces, intentando asegurarme de que ya me había despertado y observé su rostro que apacible aún dormía.

Imposible describir lo que sentí, la cabeza me dolía por la resaca pero comencé a recordar la noche anterior, la cena, nuestra terrible pelea, la desesperación de saberle perdido y la alegría infinita de saberle mío. Nos habíamos casado… ¡casado! Observé mi dedo anular y su mano y comprendí que realmente había sucedido. Lloré a lágrima viva, sin atinar a detener la emoción tan intensa que me embargaba y permanecí exactamente adonde estaba, incapaz de moverme un ápice de su lado.

De repente me sentí inquieta, la noche anterior estábamos todos embriagados, me costaba recordar como nos habíamos despedido de Reidar y Moira. ¿Sabía Erlend lo que había hecho? ¿Estaría contento cuando despertara y se percatase? Mordí mi labio mirándolo, temiendo terriblemente que se arrepintiera. Hace unas horas no era un hombre libre, estaba prohibido para mi. Y ahora… ahora era mi esposo.

Esposo… no me creía esa palabra. -Amor mío… Erlend.- llamé suavemente, inclinándome sobre su apuesto rostro. Mi mirada se desvió hacia sus labios carnosos y sin poder contenerme presioné los mios suavemente contra ellos, primero despacio y luego con más intensidad, gimiendo de deseo al notar como iba despertando y su lengua comenzaba a responder a la mía, permitiéndome saborear esa exquisita boca que me mantenía embriagada.

-Amor mío.- repetí contra sus labios, sonriendo, henchida de felicidad al comprender que ahora era la señora Cannif, que mi inmortal ahora era mío, que esta era la primera de muchas noches en las que despertaría junto a él, y que ahora estaríamos juntos para siempre.
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Mensaje por Erlend Cannif** Vie Sep 09, 2016 5:24 am

Abrí lentamente los ojos cuando la voz de mi esposa, que bien sonaba eso, golpeaba entre susurros mis labios, acunando así a mis recuerdos a centrarse en lo que sucedió, en recuerdos de una cena, una pelea, nuestra boda y la despedida de Reidar y Moira de la que ya apenas recordaba nada. Tenia algunas lagunas de la noche, pero si recordaba esa ceremonia, ese si quiero, recordaba que ella era mía, tan mía como el sol del día.
Entreabrí los labios cuando sentí el calor envolviéndolos, dando paso a su lengua furtiva que se apoderara de mi boca lentamente, bailando, acariciándose delicadamente primero y repletas de pasión después.

Gemí al ritmo en el que mi hombría se alzaba contra su feminidad pidiendo un nuevo asalto al que sus palabras respondieron erizando cada parte de mi piel.
-Te quiero -susurré antes de girarla entre risas para esta vez ser yo el que quedara sobre su piel. Esa que ninguno de los dos se había preocupado en cubrir tras la embriaguez de nuestra noche de bodas.
-¿Por cierto? ¿que haces aquí? -pregunté tratando de ponerme todo serio. Su ceño fruncido, su desconcierto, su cara era todo un poema y yo incapaz de contener la risa por mas tiempo estallé contra su boca mientras mi cuerpo se sacudía entre carcajadas.
-Señora Cannif me acuerdo -sentencié viendo como su rostro cambiaba ahora frunciendo mas el ceño.
Una palmada en mi pecho, seguida de unos cuantos golpes mas nos enfrasco en una consecución de risas que morían divertidas en nuestros labios.

Manantial del que ansiaba como un loco beber, su boca, el mayor de mis deseos me acogía ferviente, dispuesta. Pronto las risas dieron paso a las miradas silenciosas cargadas de deseo.
Jadeé contra su boca moviendo ligeramente mi sexo contra el suyo, sus piernas se abrieron para darme cobijo, la podía sentir ya mojada, húmeda, caliente.
-Señora Cannif me gusta lo dispuesta que se levanta.
Gruño como respuesta contra mis labios antes de tirar del inferior hacia si, mis ojos se tronaron fuego, me quería dentro, cada resquicio de su ser me lo pedía.

Mi deseo era infinito, aquella mujer sabia llevarme al abismo, mas a uno bien distinto, a ese en el que me sentía tan deseado, a ese en el que sus piernas eran mi único lecho, mi único destino.
No gritaban los demonios si no ella, con esas palabras que me envolvían que me decían que era mía, y yo, yo deseaba demostrarle con cada resquicio de mi ser que así era, mi falo necesitaba estar dentro, cobijado por sus paredes, ese lugar que era solo mio, mio por derecho porque ella ahora era mi mujer, me pertenecía.

Sonreí de medio lado dejando que mis labios descendieran por su barbilla, mentón que mordí con suavidad para bajar por un cuello largo que bombeaba sangre, dios estaba excitadisimo, estaba hambriento, podía sentir la corriente sanguínea recorrer su yugular, casi podía sentir bajo mis labios la fuerza con al que su corazón la empujaba, gemí contra su piel, dejando que el aire golpeara su piel de forma ronca.
Me costo continuar aquel camino, deseaba hundir allí mis colmillos, mas pronto alcance sus pechos con mi lengua, succiones sus pezones que se endurecían contra mi boca, mientras ella me miraba desde arriba, con las pupilas dilatadas y la boca entreabierta, jadeando por y para mi.
Provocativa, todo ella, su cuerpo, era tan excitante como lo novia, como me buscaba, como sabia que era lo que me volvía loco en cada momento, en cada situación.

Continué ese camino hasta su ombligo, ese que mordí con suavidad, que recorrí con mi lengua dibujando su perfecto contorno, saboreé su piel antes de descender hasta su pubis, allí alce los ojos para ver como su respiración se tornaba ronca.
Su mano, tomo mi pelo abriendo mas sus piernas, algo que me hizo sonreír, no sentía vergüenza para pedirme lo que quería, lo que sentía, lo que la excitaba, eramos cómplices, amantes, amigos...
Deje que su mano tirara de mi pelo, guiando mi cabeza hasta un coño completamente mojado.
¡Dios! No podía ponerme mas esa mujer con cada maldito gesto.
Hundí allí mi cabeza, dejando que mi lengua relamiera el interior de sus labios, llenando de saliva su vulva, que vibraba contra mi punta con cada pasada. Aun sabia a sexo, sabia a ella, me deleite en cada rincón embriagándome como un loco de su sabor.
Pronto sus jadeos me marcaron un ritmo trepidante, mientras su mano hundía mas mi cabeza, no dándome tregua.
Golpeé su clítoris con mi lengua, succiones su botón, lo lamí cada vez mas rápido, cada vez mas fuerte mentiras sus gritos llenaban la estancia, mi nombre escapaba de sus labios al tiempo que mi boca se la follaba.
Su espalda se arqueó, gruño con los dedos enredados entre mi pelo, empujando mi cabeza mas al fondo, sentía como vibraba.
Se estaba corriendo, y me gustaba sentirlo, me excitaba sentirlo, pronto aflojó el agarre, extenuada, mas en ese momento yo ascendí, relamiendo aun su sabor para buscar su boca.
Labios que pronto se hicieron míos, como siempre sedienta de mas, abrió sus piernas cobijando ahora si mi polla, que necesitada entro de golpe en ella.
Gruñí contra su boca empalandola una y otra vez, sus piernas subieron sobre mis hombros.

-Adaline -gemí sintiendo lo dentro que así era capaz de llegar.
Nuestros ojos se buscaron, los míos rojos, los suyos pardos, el colchón era el único capaz de acoger las salvajes embestidas sirviendole de sustento, mientras mi espalda se arqueaba buscando sus pechos, pechos que ella acariciaba excitandome con cada uno de sus gestos.
Gruñí contra su piel cuando esta acerco su pezón a mi boca, estaba a punto de correrme, no podía mas, esa mujer era fuego y yo quería arder en su infierno.

-córrete- gritó casi adivinando mis pensamientos mientras elevaba ligeramente el pecho al arquear de nuevo su espada entre bruscos movimientos, acompasando su cadera a mis duras embestidas.
Pronto gruñimos al unisono, sus dientes mordieron mi hombro, estaba tan excitada que creo no era consciente de lo mucho que me ponía eso, notarla fuera de control.
Sentí sus paredes vibrar de nuevo, ahora atrapando en ellas mi falo que del mismo modo la cubría con su simiente entre bruscas sacudidas.

Caí rendido sobre ella mientras ambos nos mirábamos con una sonrisa de satisfacción en los labios.
-Algo me dice que de seguir así moriremos de inanición, ahora, no imagino muerte mas placentera.


Última edición por Erlend Cannif el Lun Sep 12, 2016 5:38 am, editado 1 vez
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Noche de bodas [Adaline Cannif][+18] Empty Re: Noche de bodas [Adaline Cannif][+18]

Mensaje por Adaline Cannif Lun Sep 12, 2016 3:59 am

Si había algo que podía convencerme de que despertar al lado de mi amor era real, ese algo eran sus brazos, que con presteza subieron hasta mi cintura para acariciar mi piel despacio con las yemas de sus dedos, mientras sus labios correspondían al fervor de los míos, lanzando oleadas de calor a lo largo de mi cuerpo. Palpitaciones eran las que ahora se repetían en mi pecho, golpeándolo con fuerzas y energía al confirmar que mis recuerdos de la noche anterior eran reales.

-Ummm…- mis manos acariciaron su pecho, interesadas en prodigar caricias que se entremezclaban con las suyas, sobre nuestros cuerpos que aún desnudos se buscaban entre si, cómplices, cariñosos, necesitados. ¿Había mayor gloria que despertar entre sus brazos? ¿Algún momento que pudiera igualarse en perfección? Lo dudaba y también lo dudaban mis dedos que subían por su piel, acariciando sus hombros, su cuello, deteniéndose en su mejilla que acariciaba para mantener su rostro cerca, para que su aliento continuase en aquella sutil danza con el mío mientras en mi pecho que subía y bajaba acelerado se evidenciaba la emoción que me embargaba.

Reí alegremente cuando de súbito me volteó sobre el colchón, permaneciendo él ahora arriba, observándome con sus ojos oscuros y profundos que se clavaban en los míos para recordarme lo expresivos que eran, ahora alegres al brotar de sus labios la misma risa que me embargaba. Una sonrisa cargada de sentimiento se ladeaba en mi rostro al escuchar que me quería. -Te quiero.- Palabras que no dejaban de significar todo, como él lo significaba todo para mí.

Una mueca de desconcierto apareció en mi boca de improviso, el alma se me fue al piso. No recordaba la noche anterior ni que hacíamos ahora en su recámara. Arqueé mis cejas preocupada, pensando en que seguramente se lo tomaría como una locura. ¿Cómo se lo explicaba? Cientos de ideas lúgubres me asaltaron, ninguna con un final feliz.

De repente y para mi sorpresa se echó a reír de lo lindo. Comprendí entonces que se estaba burlando de mi. Argh, que ganas de azotarlo. Golpeé su pecho, una, varias veces, y luego solté una carcajada porque comprendí que lo recordaba todo. El claro, nuestros votos intercambiados, la manera en que me alzó en sus brazos para sacarme del lugar ya convertida en la señora Cannif.

Adoraba escucharlo reír, que sus labios dibujasen una sonrisa, era una visión perfecta para mi corazón y música para mis oídos, mejor que cualquier posible melodía. Llevé un par de dedos a mis labios observándolo cuando caímos en silencio, lo contemplaba con el pecho agitado, incapaz de desligar mis ojos de los suyos que en silencio se comunicaban conmigo, diciéndome tantas cosas en un lenguaje que comprendíamos los dos. Uno de amor, deseo y compañerismo.

Con prontitud volvió a mis labios, que deseosos le esperaban, abriéndose para él, dejando escapar un suspiro suave mientras su lengua se abría paso, acariciando la mía que pronta le reconoció, fundiéndose en un beso primero tierno y luego apasionado e intenso. Su falo rozaba mi intimidad suavemente, acariciándola con su glande, erizándola, haciéndola palpitar, reaccionar bajo su roce que reclamaba otros labios que de igual manera se abrían, mojándose con el calor que su falo le producía, deseosos, anhelantes, dispuestos.

Suspiré largamente cuando su boca húmeda bajo por mi barbilla, abriéndose paso a lo largo de mi cuello, de mi pecho, deteniéndose sobre mis pezones que reaccionaron prestos cuando su aliento les golpeó a poca distancia, que pronto se endurecieron cuando comenzó a succionarles sin restricciones, acelerándome la respiración, quemándome bajo el influjo de su boca experta que parecía conocer la manera perfecta de excitarme, de enloquecerme.

Arqueé mi espalda ante ese contacto, doblando mis rodillas, aferrando las sábanas con mis manos cuando su lengua bajo por mi abdomen, se detuvo en mi ombligo y se hundió en el. Mordí mi labio al sentir que continuaba bajando, de forma apasionada y excitante hasta llegar a mi centro. Centro que estaba húmedo desde su primer roce, que le esperaba dispuesto, que le deseaba como a nada, que moría por acogerle.

Encontré sus tormentas que me miraban conocedoras de los estragos que me estaba produciendo, abrí mis piernas que deseosas se sometían a sus acciones, mis manos alcanzando su negro pelo, enredando mis dedos en el. Un gemido fuerte brotó de mis labios cuando su lengua rozó mis labios vaginales, lentamente primero, provocando llamaradas en mi vulva, que pronto vibró bajo su boca.

Mi centro volvió a mojarse con cada pasada de su lengua que ahora se volvía más intensa, enronqueciendo mi respiración, enloqueciendo cada resquicio mio, mientras él le recorría, le lamía, y le succionaba como algo de su propiedad, como si supiera perfectamente cual era el punto exacto adonde más me gustaba. Allí se concentró, lamiendo mi clítoris, succionándolo con empeño y provocándome un orgasmo que me orilló a creer que moríría del más simple y puro placer.

Aún temblaba cuando se acomodó sobre mi, reclamando mi boca para unirnos con aquel sabor a sexo, excitándome a más no poder cuando mi propio sabor se mezcló en nuestras húmedas lenguas. Mis caderas se arquearon y mis manos buscaron su espalda baja, recorriéndola antes de descender a sus glúteos para empujarlos hacia mi, rogando así y demandando que me empalara de una vez.

Mis piernas se enredaron en su cintura cuando me penetró bruscamente, mis manos rasguñando ahora su espalda mientras nos mecíamos en un movimiento acompasado y él me golpeaba con su falo de forma profunda. Jadeé en su boca, repetí su nombre una y otra vez, subí mis piernas que él rápidamente acomodó sobre sus hombros llevándome a la locura que me inducía sus fuertes embestidas, la manera en que me empotraba en aquella cama suya, cama en la que quería perderme bajo sus estocadas, mientras mi excitación iba aumentando vertiginosamente al escucharlo gemir pronunciando mi nombre.

Estaba completamente ida de placer cuando encontré sus ojos y le ordené que se corriera. Ya no aguantaba más, iba a explotar y sabía que él también estaba a punto. Su polla me embistió con fuerza, aferrando mis caderas, pegándome más a él mientras ambos alcanzábamos el climax, su simiente derramándose pronta en mi interior.

Regresó entonces a mis brazos cayendo sobre mi, mientras mis labios entreabiertos lo miraban extenuada, demasiado excitada aún, con la cordura muy lejos, y una sonrisa que inevitablemente se paseaba en mi boca. -Señor Cannif me matará de placer.- respondí cuando finalmente pude hablar, acariciando los firmes músculos de su espalda mientras mi amor descansaba con su rostro sobre mi pecho.

Mis caricias continuaron mientras le observaba sorprendida, sin poder creer mi suerte aún. -¿Es posible ser más feliz?- pregunté al mirarlo, al sentir su respiración pegada a la mía, al dejar que mis manos se regocijaran al tocarlo.

-Dime que eres tan feliz como yo, que te alegra que nos hayamos casado, que comencemos una vida juntos.- Lo miré pensativa. Hasta la noche anterior no me consideraba buena para él, pero ahora mi alma me gritaba que me había equivocado, que para esto había nacido, para ser su mujer. Puede que nos hubiéramos casado por un impulso pero había sido el mejor de toda mi vida.

-¿Aún quieres que sea tu mujer? - pregunté, fijando mi mirada en la de él cuando la elevó hacia mi. Sabía de antemano la respuesta, que me quería tanto como yo a él, con la misma necesidad, con el mismo deseo que nos abrasaba a los dos y que solo podíamos apaciguar en el otro. -Construyamos un hogar entonces, busquemos una casa que sea solo nuestra, adonde comencemos nuestro futuro… ese futuro junto a ti que no me atrevía a anhelar.-

Con un repentino arranque de energía nos volteé a los dos y cayendo sobre él reí y mordí su labio jugando. -Tienes que contarme todo, cuáles son tus hábitos, como quieres que decore la casa que buscaremos, de qué lado de la cama te gusta dormir.- Alcé una ceja al mirarlo. -Y sé que llevas más tiempo que yo sin alimentarte por lo que me intriga saber cuándo lo harás.-

Me dejé caer sobre él y hundí mi rostro en su cuello, besando su piel. -Te quiero reclamar completamente para mí por lo que pido un viaje solo para nosotros dos...- Al abrazarlo traté de aplacar mis miedos, mis preocupaciones. Me preocupaba que todo fuera demasiado bueno para ser verdad, que de alguna manera saliera de mi vida, que llegara a perderlo… -Te quiero Erlend.-
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Noche de bodas [Adaline Cannif][+18] Empty Re: Noche de bodas [Adaline Cannif][+18]

Mensaje por Erlend Cannif** Lun Sep 12, 2016 6:11 am

Sus dedos se paseaban lentamente dibujando cada desnivel de mi piel, surcando mi espalda, ahondando en las cicatrices que surcaban mi ser.
Cerré los ojos contra su pecho con una sonrisa complacida, esa que se instala en tus labios cuando la felicidad te embriaga, cuando no sabes porque, te sientes dichoso, incrédulo aun de haber encontrado la luz que convierte mi abismo en un lugar distinto, mas nuestro, mas vivo.

-Te quiero -susurré alzando el rostro para perder mis ojos en sus dos orbes pardos, esos que me miraban con deseo, con necesidad, con fuego.
-Señora Cannif, ¿de verdad necesita que le responda a esa pregunta?
Acaso no era evidente mi felicidad, acaso no podía percibirla como yo la suya, desde que abrí los ojos, desde que ella complemento mi ser, desde que no hubo un yo si no un nosotros me sentía tan pleno que hubiera gritado al mundo entero mi felicidad, hubiera colocado un estandarte sobre mi cabeza con su nombre y hubiera proclamado mil guerras para lidiarlas por su amor, pues ella se había convertido en mi estrella, en mi vida, en mi todo.

Esa mujer de largas pestañas me había dejado colgado de su mirada, su amor era todo lo que necesitaba. Un día me sentí esclavo de la vitae, cierta era esa dependencia, pues sin sus sustento mi vida se quiebra, del mismo modo, era esclavo de Adaline, mi mujer, pues sin ella, el abismo se me lleva, todo queda en penumbra y mi vida del mismo modo se rompe en pedazos, se agrieta, ella era la razón por la que yo era mejor.

-No quiero que seas mi mujer, ya eres mi mujer, así que no te eches atrás ahora -bromeé alzando mi pecho para buscar sus labios.
-Quiero un hogar a tu lado, quiero una vida juntos, me gustaría que pudiera hacerte feliz, pero feliz de forma plena, y se que para eso tu hermano ha de formar parte de tu vida...-negué con la cabeza silenciando sus palabras contra mis labios.
-Hoy no es el momento de hablar de el -añadí con una sonrisa -hoy te enseñare un lugar donde solía ir a pensar, a beber, supongo que cuando el abismo se tornaba mas oscuro, cuando los demonios gritaban sin darme ninguna tregua, ese lugar era el mejor cobijo para un monstruo.
Hoy, sin demonios que gritan, con la luz que mi esposa otorga a mi vida, quiero verlo contigo, quizás podamos reconstruirlo, levantar nuevos muros, quizás puedas alzarlo de las tinieblas como has echo conmigo y convertirlo en nuestro hogar, como tu eres el mio.

Reí contra sus labios cuando escuche la pregunta de la cama, no podía disimular mi felicidad con cada gesto de mi esposa, con su viveza, con el arduo latir de su corazón, su vida lograba dar sentido a mi no vida.
-Me gusta dormir contigo encima -bromeé entre risas, aunque la verdad, no había mentido un ápice en esa respuesta, necesitaba sentirla, sentir su piel contra la mía.
-Aunque imagino que si quiero una mujer viva, necesitaras levantarte cada día, no puedo forzarte a una vida nocturna...puedes ir a comprar ropa, comida, puedes decorar nuestra casa...ahora si..cuando abra los ojos, te quiero en mi lecho, creo que si no te encontrara me volvería loco.
Mi montura esta fuera, puedes tomarla cuando quieras, aunque es algo especial, odia las sillas de montar, si te es incomodo montar a pelo, podemos buscarte otro caballo para ti.
También hay algo -hice una pausa poniéndome serio -el burdel -de nuevo las palabras no me salían, ahora estaba realmente agobiado, no quería que mal interpretara, los dos habíamos tenido un pasado -si has de ir a dejarlo, quiero ir contigo, no permitiré que acudas sola a ese lugar -mis ojos se tornaron rojos, sentía como la sangre me hervía.

Cerré los ojos tratando de buscar la calma que no había, deje que el aire saliera lento contra su boca antes de poder continuar con mis palabras.
-Me comportaré -añadí dando el tema por zanjado. No quería que fuera sola y esperaba entendiera mi tormento, mi preocupación después de lo que vi en el restaurante, de como sabia que esos tipos trataban a las mujeres que creían suyas por unas monedas.

La conversación volvió a tornarse ligera, sus besos supongo que de nuevo lograron sacarme de ese punto, del precipicio donde mi fuerte carácter solía llevarme.
-Me alimentaré mientras te vistes ¿te parece? ¿Compro algo de cena, una botella de vino y nos vamos a nuestras ruinas?
Allí podemos planear esa luna de miel que me pides y que yo necesito, necesito estar contigo a solas, sin mas preocupación que besar tu boca, hundirme entre tus piernas y perderme el día entero en tus ojos.
Te quiero señora Cannif.
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