Noches de vino y rosas {Gael}

Llevaba ya meses en París sin haber conocido a nadie más que a su maestra. Aun luchaba por controlar esa bestia que la convertía en un ser descontrolado y feroz en las tres noches del ciclo lunar en las que el satélite aparecía en su cenit. No es que nunca hubiera necesitado estar cerca de nadie, en realidad, lo prefería así, temía herir a la gente que se le acercaba si se le descontrolaba el lobo que llevaba dentro.

Esa noche aun podía salir sin demasiados problemas. Aun debían quedar cerca de cinco días para que la luna llena saliera en el cielo. Había decidido salir a airearse, ir de casa de su tía a su establo para dar las clases la tenía agobiada, aunque los paseos a caballo la ayudaban a quitarse de encima esa sensación de pesadez que se le metía en los huesos, pero a penas le duraba la calma. No se atrevía a ir más allá de los bosques, temerosa de encontrar a alguien, si ella sabía que había gente rondando por allí, su lobo también, y si su lobo lo sabía y lograba escapar de sus ataduras, estaba segura de que atacaría a alguien.

La ciudad no corría tanto peligro, estaba alejada de su hogar, antes caería desnuda y dormida a mitad de camino que llegaría a acercarse a París. Por fin, tras meses de encierro, se había decidido a salir a dar una vuelta, estaba algo cambiada, había tenido tiempo para reflexionar, y aunque su miedo era el mismo, y sus intenciones de controlarse y proteger a otros también, pero su modo de actuar... después de tanto tiempo sola se había vuelto algo más suave de lo que solía ser, parecía que sus padres se estaban saliendo con la suya desde España, su tía la estaba volviendo menos agresiva, eso era algo bueno, suponía.

Aburrida de andar por las frívolas calles parisinas, sumidas en el silencio de la noche, y antes de correr el riesgo de topar con uno de esos chupasangres idiotas, entró en la primera taberna que vio, deseando, simplemente, que no estuviera repleta de cazadores, ellos eran más terrenales, algunos incluso le podrían llegar a caer bien, no tan poéticos y rebuscados como los colmilludos, no, los cazadores eran parecidos a ella, fieras contenidas, y por ello no dejaban de ser peligrosos, más bien, al contrario.

Al poner el pie dentro del bar lo primero que notó fue el humo del tabaco, no le molestaba, aunque tampoco podía decir que fuera de su agrado. Lo segundo, fue la indecente cantidad de hombre, algunos de los cuales se encontraban con mujeres más indecentes aun. Daba gracias por no llevar vestido y haberse puesto sus pantalones, botas y corsé usuales, además de llevar consigo su látigo, bien escondido, y una pequeña daga, el que se acercase y le diera a entender que tenía malas intenciones, acabaría ensartado o ahorcado.

Se sentó en la barra, algo pegajosa, que el barman se apresuró a limpiar mirándola curiosos por debajo de su boina, con una pregunta silenciosa en los ojos. "¿Que quieres beber?" Qué quería... no lo había pensado, tal vez un vodka o un coñac añejo, si algo sabía ella era del licores, pero no, esa noche, le apetecía más el vino, un vino viejo conservado en madera de roble con algún deje floral, pero dudaba que allí hubiera nada similar.

- Un vino tinto español.- respondió con calma, en cierto modo, ese día añoraba su tierra, allí se había sentido libre, al menos hasta ser convertida.

Después se había comenzado a notar atrapada, peligrosamente atrapada, por eso se había ido, mejor lejos de su familia que arriesgarse a matarla.

Últimamente, las noches que tenía libres las invertía en salir de mi casa, dar un paseo nocturno, perderme en mis pensamientos y visitar alguna taberna en la que beber un poco, conocer gente nueva y poder distraerme. La última vez que había salido a una taberna conocí a una camarera de armas tomar a la que no le gustaba escuchar la verdad... Esperaba no encontrármela, no estaba de muy buen humor como para aguantarla.

Mis pensamientos se detuvieron al encontrarme con una taberna que no había visto antes en esta parte de la ciudad, por lo que deduje que era nueva. Había que probarla para ver como era su material. ¿Qué estarían haciendo Elora y Xaryne perdidas por el mundo? Una bruja con ese poder y una cazadora como ella... Sin duda no podían tramar nada bueno. Quizás les mandase un cuervo pronto, solo por tener noticias de ellas, las echaba de menos. Entré en la taberna y pude ver que había gente de todas las clases, pero sobre todo, hombres que dejaban que el humo de sus cigarros inundase la taberna. Aparté un poco el humo de mis ojos y me fijé que también había mujeres, aunque no mujeres cualquiera, se veía su oficio por las ropas que llevaban.

La barra estaba más despejada, los hombres que querían conquistar mujeres lo hacían en las mesas. Había una mujer pero no iba vestida de forma habitual, llevaba pantalón y corsé, como una cazadora... Al menos es lo que solía ponerse Jane cuando íbamos de caza. ¿Lo sería ella? No lo iba a saber, no era adecuado preguntarlo en un lugar como este. Escuché lo que pidió y me picó la curiosidad, había probado muchos vinos, pero nunca uno español. Esperé mi turno y le pedí lo mismo al camarero, quizás esa mujer supiera de vinos.

El camarero me lo colocó en una copa, llenándola un poco menos de la mitad. Moví la copa en círculos y olí el líquido del color de la sangre. Olía realmente bien. Afrutado, a roble... a flores. Di un pequeño sorbo y lo saboreé. Estaba muy bueno y no dudé en hacérselo saber a la mujer. -Tiene buen gusto con la bebida, señorita.- Le dediqué una sonrisa, no era de París.

El vino le bajó por la garganta, dulce, con un tinte de roble, dulce y afrutado, un trasfondo a flores, y, al final, un punto picante, le habían añadido pimienta negra. Poca gente reconocía todas y cada una de las capas del vino. Algunos, si entrenaban su paladar, podía ver las tres capas más notables, pero la gran mayoría de vinos, y los licores en general, ocultaban ciertos matices que solo aquel que se había criado entre vinos podía distinguir.

Los padres de Zafiro eran comerciantes de vino, sus viñedos tenían una fama reconocida a nivel mundial entre la gente de la alta sociedad, y incluso la realeza, como tal, la mujer se había criado rodeada de uvas, especias y catas.

Sabía que eran mejores los vinos de año par, que los de impar, que si llovía demasiado, la uva se podría, que si llovía muy poco, se convertía en pasas y de nada valían, había aprendido, de pequeña, a machacarla para sacar el jugos, y después había visto que lo hacían de metodos más modernos, pero que lo enseñaban porque la tradición, en el sector del vino, era importante.

Había visto añadir romero en las botellas, aprendido que cuando más se guarda un vino, en un ambiente adecuado, más aumenta su valor y su riqueza, porque agarra mejor los matices del lugar donde se conserva.

Sabía que los barriles de roble eran mejores que los de cedro, y que cuanto más oscura fuera la madera del barril, más regusto dejaría en el jugo. La primera vez que probó el vino tenía, a penas, ocho años, y pronto había sabido reconocer cada uno de los componentes.

Hacía tiempo que no bebía una copa de buen vino, por eso, cuando el hombre que se sentó a su lado pidió lo mismo que ella, y le dijo que tenía buen gusto, sonrió, parecía que había cosas que no desaparecían, por mucho que ella cambiase.

- Gracias.- le respondió dando un sorbo a su copa.- aunque este año no fue muy bueno, hubo sequía, las uvas que sobrevivieron tenían poco caldo.- explicó.

La mujer se giró para agradecerme la pequeña frase que le había dedicado, dejando claro que era una gran experta en vinos. También me sorprendió lo que dijo. ¿Cómo podía saber eso tras simplemente haberlo probado una única vez? Quizás era una bruja del alcohol y sabía todo acerca de su fabricación con solo probarlo con la punta de la lengua. Pero no iba a saberlo si no se lo preguntaba, así que moví mi taburete para ponerme un poquito más de cerca, no me gustaba entablar una conversación desde la otra punta de la taberna y que todos los borrachos y presentes del lugar pudieran escuchar la conversación, todo se sabía que en las tabernas siempre había alguien que ponía la oreja para saber los secretos más oscuros de los demás, aquellos que no tenían vida propia que disfrutar.

- Disculpe que le haga esta pregunta, pero la curiosidad me puede.- Paré en mi frase para poder saborear un poco más el vino que había en la copa. Seguro que un experto en vinos podía encontrarle cualquier otra tonalidad que yo no era capaz de descifrar, quizás ella me lo dijese todo. - ¿Cómo sabe tanto de vinos? Quiero decir, solamente lo ha probado y sabe que ese año hubo sequía y la uva se quedó seca... ¿Trabaja usted en algún viñedo?- Había visto de camino a la granja de Thomas como hombres y mujeres recogían algunas uvas que tenían en los viñedos, los recogían con mimo para más tarde, aplastarlas con sus propios pies y así, sacarle todo el jugo. Parecía un trabajo duro pero a la vez divertido... A la par que anti higiénico.

Después de dar un nuevo sorbo a su copa, notando, nuevamente el regusto picante y dulce, teniendo ganas de dar un bocado a un buen bombón de chocolate, que tan bien pegaría con ese vino afrutado, escuchó, nuevamente, la voz del hombre, que se había acercado a ella para poder seguir la charla.

Había ido con idea de airearse, no creía que acabaría por entablar conversación con nadie, su aire usualmente inaccesible solía mantener a los desconocidos alejados, aunque siempre había gente valiente o inconsciente que se atrevían a pasar a través de sus defensas e indagar. Aun siendo un monstruo, parecía que aun había quien quería charlar con ella. No sabía si alegrarse por ello o no.

Giró la cabeza con una media sonrisa, y lo miró con curiosidad, ¿él qué sería, un valiente o un suicida? Miró la copa al oír la pregunta y se remontó a su infancia, rodeada por barriles y olor a alcohol en las bodegas de la casa de su padre, saliendo a la plaza durante las fiestas.

- Si, podría decirse algo así.- rió un poco.- me crié entre vinos, mis padres tenían viñedos y aprendí a beber desde pequeña. Si lo intenta, notará que hay un deje de pimienta en el vino.- lo miró.- ¿usted es un entendido o simplemente disfruta del estado en que deja el punto exacto de alcohol?.- preguntó girándose para mirarlo directamente mientras cruzaba las piernas y daba un nuevo trago a su copa.

Di un par de sorbos más al exquisito vino, desconocía que en las tabernas de este barrio tuviesen vinos tan ricos... Quizás debería de dejar a un lado el whisky y otros licores que solía beber y probar vinos de todo tipo. ¿Ella podría enseñarme a diferenciar los vinos? Parecía todo una experta, aunque no había que fiarse, igual se lo estaba inventando todo para tener algo de lo que hablar o sentirse orgullosa.

La historia que comenzó a contar me hizo reír. ¿Le enseñaron a beber desde pequeña? Menudos padres más irresponsables. ¿No? Me tapé la boca con las manos para que no viese que me estaba riendo, quizás le ofendía que lo hiciera, pero había sido un comentario gracioso a decir verdad. Mis padres me habían dado a probar a veces el alcohol cuando era pequeño, pero no me había gustado el sabor, me resultaba demasiado fuerte. - Simplemente me gusta el alcohol, no suelo beber mucho vino, soy más de licores fuertes. -

Volví a probar de la copa, intentando descubrir el deje de pimienta que ella decía, pero no lo encontré por ninguna parte. ¿Seguro que tiene pimienta? No será que ha cenado algo con ese ingrediente y ahora le sabe a eso?- Reí levemente, era una conversación nada habitual, pero era divertida, seguro que a Sean le gustaba esta conversación y la compañía.

Terminó el vino dejando reposar los taninos en el fondo y olió la copa con una ligera sonrisa. Le lanzó una mirada de reojo al hombre que se había sentado a su lado, no parecía creer su historia, pero, en realidad, poco le importaba. No necesitaba que nadie creyera, sus recuerdos la asaltaban con cada botella descorchada, con cada nuevo aroma, y con cada sorbo. En cuanto el vino rozaba su lengua, la imagen de su padre sacando un palo de un barril y haciéndoselo oler para que ya de pequeña acostumbrase su nariz a reconocer todos los olores.

Su primer trago lo dio a los diez años, y lo tiró al instante, a pesar de que se había acostumbrado a los olores, el sabor era un tema diferente, y aunque había seguido estudiando los vinos, los licores y sus sabores, no había apreciado su sabor hasta salir de España, separarse de su familia la había hecho acogerse a aquello que más les recordaba a ellos, los licores y el romero.

- Los licores fuertes son deliciosos, el ron y el wiskey ingleses son los mejores.

Alzó la mano para llamar al barman y soltó una risa incrédula al oírlo preguntar por la pimienta. Tomó su copa y comprobó que había restos negros se lo mostró para que lo comprobara justo cuando el camarero llegaba a su lado.

- ¿Ve esos restos negros enredados en los taninos? Pimienta.- afirmó.- Perdone, ¿me trae un bodka con hielo?
- Si, madam.- dijo alejándose antes de volver segundos después con la copa en la mano.- Por curiosidad, ¿cómo ha sabido lo de la pimienta? Es algo que añadimos nosotros, no viene con el vino, no ha estado bastante tiempo como para que sea fácil distinguirlo.- preguntó el hombre, al parecer había estado escuchando su conversación.
- Digamos que tengo buen paladar.- murmuró antes de dar un trago a su nueva copa y escuchar un grito furioso a sus espaldas, proveniente de una mesa, y una silla caer al suelo junto a un vaso de cristal que se rompía en pedazos.

Me terminé al igual que ella la copa del delicioso vino Español que ambos habíamos pedido. Estaba bueno, pero aún así seguía prefiriendo el whisky. Ese licor me invadía por completo, me nublaba y me hacía olvidarme de todo mi dolor por unas horas, horas que agradecía aunque la última vez me pasé al beber y acabé haciendo el ridículo delante de Naitiri en aquella habitación del burdel. Desde entonces, había bebido, pero no me había puesto demasiado borracho, se me había pasado enseguida, por lo que... No había tenido más problemas.

-Sí, ahí le doy la razón, señorita.- Miré detrás del barman y me fije en que no tenía la botella de absenta ni de tequila. Miré de nuevo a la chica que me hacía la noche más agradable. -¿Le gusta el tequila y el absenta? Esos sin que son licores fuertes, aunque yo prefiero el absenta.-

Me fijé también en los retos que se habían quedado en el final de la copa. Pude ver que efectivamente, se trataban de trazas de pimienta que el camarero había echado para que tuviese ese sabor tan característico que la mujer me había descrito. Toqué uno con el dedo y me lo acerqué a la nariz para poder olerlo. Sí, era pimienta. Sonreí y miré al barman. -A mi póngame un whisky con hielo por favor.- El camarero nos dio nuestras respectivas copas y comenzó a hablar con la chica, así que les dejé algo de "intimidad" y me centré en beber a pequeños sorbos de mi copa.

De repente, un gritó se escuchó a nuestras espaldas y me giré para mirar lo que estaba ocurriendo. Dos hombres se estaban peleando, seguramente llevaban unas cuantas copas de más... Miré al camarero que se quedó mirando sin hacer nada, como diciendo que se matasen entre ellos. Suspiré y me levanté de mi taburete y me acerqué a los dos hombres, quedándome en medio de ellos. -Caballeros, están haciendo el ridículo delante de unas cuantas damas... ¿Pueden salir fuera?- Esperaba que no se pusieran agresivos conmigo, no me apetecía pelearme hoy.

- Me gusta cualquier licor, siempre y cuando tengan buen sabor, me gustan, aunque los dulces no demasiado, prefiero no empalagarme.- explicó dando un trago a su copa. Antes de que el barullo se iniciara.

El hombre de su lado intentó detener el rifirrafe, pero no parecían dispuestos los combatientes a pararse, ignorándolo, volvieron a engancharse del cuello dispuestos a romperse las botellas en la cabeza. Zafiro frunció el ceño, no le gustaban los líos, prefería no entrometerse, pero cuando un vaso restalló contra el suelo, prácticamente a su lado, se levantó cansinamente y con un suave tirón desenredó el látigo de su cinturón.

Un puñetazo estaba por volar directo a la cara del hombre que, momentos antes, había estado hablando con ella. A una distancia prudencial, lanzó el látigo como cuando entrenaba a sus caballos y lo enredó con un chasquido, más que probablemente doloroso, en la muñeca del que iba a golpear al hombre del licor. Tiró hacia atrás, con fuerza para detener el golpe y dejó aflojar el látigo para recuperarlo con un nuevo chasquido.

- Ya vale la tontería, ¿no?- preguntó con dureza al hombre en el suelo y al otro, aunque el resto de la taberna parecía dispuesta a alzarse y unirse a la pelea incluso cuando había quienes acababan de intervenir para detenerla.

Volvíamos a tener algo común, los licores dulces resultaban demasiado empalagosos, pero a las damas les solían gustar. Al parecer, ella no era como una de estas damas comunes. últimamente estaba conociendo a mujeres que poco tenían que ver con el estereotipo que se tenía de ellas. Ninguna era delicada como una rosa, tenían espinas, demasiadas y un carácter fuerte con las cuales te pensarías un par de veces el discutir o llegar a palabras mayores.

Los hombres que peleaban se pusieron más agresivos si cabe cuando me metí en medio para separarlos, uno de ellos incluso intentó golpearme, pero Mordekai actuó protegiéndome, provocando que el golpe quedase perdido en el aire, pues el atacante se había tropezado con sus propios pies. Este botón me sacaba de muchos golpes en la cara, era para agradecérselo a Elora todos los días de mi vida.

A parte de Mordekai, no fue el único que se metió a defenderme, la mujer de los vinos Españoles se levantó de su taburete, sacó un látigo que mantenía oculto bajo sus ropajes y pilló la mano del mismo hombre, que intentaba de nuevo golpearme. Me quedé perplejo mirándola ¿Era una cazadora? No me sonaba de nada, pero tampoco sabía ni su nombre ni su apellido, así que... Podía ser cualquier cosa. El hombre del suelo nos miró a la par que el otro. La gente se estaba arremolinando cerca nuestra, con ganas de unirse a la pelea. Mascullé una palabrota, me estaba cansado de esta tontería. —Si queréis pegaros, pegaros, yo paso. Ahí os matéis.— Me volví sobre mis pasos, mirando a la mujer, en un gesto de invitación para que volviese conmigo a la barra.