AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
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Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
El galope incesante de mi caballo árabe contra el empedrado era todo cuanto quería oír, en eso trate de centrarme, mas sin éxito, todo a mi alrededor se escuchaba con una perfecta definición.
Aturdido escuchaba conversaciones lejanas, el sonido de los carros, mas caballos, un abanico cortando el aire, risas, el bastón de un rico golpeando el suelo, el andar de los transeúntes, me estaba volviendo loco.
Mi cuerpo, cansado, pesado, ardiendo, parecía estar muriendo por dentro. Débil y fuerte a su vez sentía como mis manos se aferraban rabiosas a las riendas de mi corcel, que como un espectro se dejaba guiar por ese cuerpo que sobre el se retorcía de dolor.
Sentía un calor impropio a la gélida noche que se acercaba, por ende mis sentidos se agudizaban trasportandome casi a otro lugar. A un bosque lejano donde los búhos ululaban, donde los depredadores cazaban y donde la sangre se hacia fiel testigo de mi vida.
Un lugar donde yo era un depredador y no un hombre, uno que me arrastraba sediento a liberarme de la carga que sentía sobre los hombros uno que me invitaba a correr libre y descalzo lejos del empedrado.
Olía con los ojos cerrados por el mareo que sentia al abrirlos las distintas especies, el olor a tabaco fumado en pipa, el olor a sudor entremezclado a perfumes caros, el del alcohol de las tabernas incluso el de las mujeres de vida alegre.
Jadeé con la respiración agitada dejando que mi aliento golpeara el cuello de mi pura sangre que embravecido corría como un demonio hacia ninguna parte.
No se el tiempo que paso, aturdido, incapaz de pensar en nada mas que en esa luna redonda, plateada, brillante que con su fiel manto parecía llamarme. Esa que como una dama blanca requería mis labios para ser sellada.
Llegué a un lugar distinto, alejado, donde el sonido de otros caballos parecían atraer al mio, allí, me deje caer, arrastrándome mientras mi cuerpo se tambaleaba y convulsionaba, como si mis huesos quisieran salirse de mi cuerpo para emprender carrera en solitario.
Aullé de dolor sin ser capaz de mas que de jadear con cada movimiento, apretando la mandíbula que cuadrada se tensaba castañeando los dientes por el frio.
Aunque mi cuerpo abrasaba, el sudor lo perlaba resbalando por mi nariz muriendo en la tierra mojada.
Los caballos se asustaban frente a mi mirada, una que al abrirse parecía ver diferente, en colores nítidos, fijándose en cosas distintas, percibiendo cada movimiento ajeno, el de las patas de los corceles que salvajes golpeaban el suelo frente a mi presencia, esa que no esperaban esa que no era bien recibida.
Entre en la caballeriza a duras penas, esperando encontrar refugio, un lugar mullido donde mis huesos dejaran de doler, donde mi cuerpo encontrara si no me equivocaba eterna sepultura, pues este dolor era insoportable, demasiado para asumirlo en vida.
Cerré los ojos de nuevo haciéndome un ovillo entre la paja, tiritando de calor y de frio mientras los caballos relinchaba.
Era irónico pensar que había pasado mi vida entera entre corceles, a su cría había dedicado mi vida, los conocía como la palma de mis manos, y podía presumir por que ellos también me querían.
Y ahora, ahora en mi lecho de muerte de fondo los oía resoplar inquietos por la presencia de lo que ellos creían una bestia y no un pobre humano moribundo que exhalaba frente a ellos su último aliento.
Aturdido escuchaba conversaciones lejanas, el sonido de los carros, mas caballos, un abanico cortando el aire, risas, el bastón de un rico golpeando el suelo, el andar de los transeúntes, me estaba volviendo loco.
Mi cuerpo, cansado, pesado, ardiendo, parecía estar muriendo por dentro. Débil y fuerte a su vez sentía como mis manos se aferraban rabiosas a las riendas de mi corcel, que como un espectro se dejaba guiar por ese cuerpo que sobre el se retorcía de dolor.
Sentía un calor impropio a la gélida noche que se acercaba, por ende mis sentidos se agudizaban trasportandome casi a otro lugar. A un bosque lejano donde los búhos ululaban, donde los depredadores cazaban y donde la sangre se hacia fiel testigo de mi vida.
Un lugar donde yo era un depredador y no un hombre, uno que me arrastraba sediento a liberarme de la carga que sentía sobre los hombros uno que me invitaba a correr libre y descalzo lejos del empedrado.
Olía con los ojos cerrados por el mareo que sentia al abrirlos las distintas especies, el olor a tabaco fumado en pipa, el olor a sudor entremezclado a perfumes caros, el del alcohol de las tabernas incluso el de las mujeres de vida alegre.
Jadeé con la respiración agitada dejando que mi aliento golpeara el cuello de mi pura sangre que embravecido corría como un demonio hacia ninguna parte.
No se el tiempo que paso, aturdido, incapaz de pensar en nada mas que en esa luna redonda, plateada, brillante que con su fiel manto parecía llamarme. Esa que como una dama blanca requería mis labios para ser sellada.
Llegué a un lugar distinto, alejado, donde el sonido de otros caballos parecían atraer al mio, allí, me deje caer, arrastrándome mientras mi cuerpo se tambaleaba y convulsionaba, como si mis huesos quisieran salirse de mi cuerpo para emprender carrera en solitario.
Aullé de dolor sin ser capaz de mas que de jadear con cada movimiento, apretando la mandíbula que cuadrada se tensaba castañeando los dientes por el frio.
Aunque mi cuerpo abrasaba, el sudor lo perlaba resbalando por mi nariz muriendo en la tierra mojada.
Los caballos se asustaban frente a mi mirada, una que al abrirse parecía ver diferente, en colores nítidos, fijándose en cosas distintas, percibiendo cada movimiento ajeno, el de las patas de los corceles que salvajes golpeaban el suelo frente a mi presencia, esa que no esperaban esa que no era bien recibida.
Entre en la caballeriza a duras penas, esperando encontrar refugio, un lugar mullido donde mis huesos dejaran de doler, donde mi cuerpo encontrara si no me equivocaba eterna sepultura, pues este dolor era insoportable, demasiado para asumirlo en vida.
Cerré los ojos de nuevo haciéndome un ovillo entre la paja, tiritando de calor y de frio mientras los caballos relinchaba.
Era irónico pensar que había pasado mi vida entera entre corceles, a su cría había dedicado mi vida, los conocía como la palma de mis manos, y podía presumir por que ellos también me querían.
Y ahora, ahora en mi lecho de muerte de fondo los oía resoplar inquietos por la presencia de lo que ellos creían una bestia y no un pobre humano moribundo que exhalaba frente a ellos su último aliento.
Última edición por Faris Asad el Sáb Nov 12, 2016 6:14 am, editado 1 vez
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Cabalgaba sobre el pura sangre, con mi cabello rubio suelto y una sonrisa ladeada que se vislumbraba en mis labios al escuchar los cascos golpear el suelo en una veloz carrera que llegaba incluso a desafiar la velocidad del viento invisible que rozaba mi rostro. El ejemplar era magnífico, digno descendiente del cruce de sus padres. La satisfacción que sentía no se comparaba con nada y la carrera en la que continuaba adelante alborotaba mi adrenalina haciendo destellar mis rasgados ojos a medida que avanzábamos sobre los terrenos que rodeaban mi propiedad.
Pronto vislumbré el angosto camino de piedra blanca que dirigía hacia la entrada de la mansión por lo que disminuí la velocidad de mis pasos y me dirigí hacia la fuente que se encontraba en medio del jardín, adonde lavé mi rostro con el agua que brotaba de en medio de las estatuas de dos tigres que se erguían en custodia de la misma, y que parecían dirigir su inmóvil mirada hacia los arbustos bien cortados y los rosales que ostentaban rosas blancas y rojas.
El agua que corría sobre mi rostro y mi cuello me refrescó, tomé al corcel de las riendas y redirigí mis pasos hacia las caballerizas. -Estarás listo para la carrera.- Complacida pensé en ello y me detuve a escasos pasos de la entrada. De inmediato noté que algo andaba mal. El pura sangre se movía inquieto sobre sus patas y retrocedía, desviándose cada vez que intentaba tirar de él hacia adelante, además de que mis sentidos felinos me permitían escuchar las respiraciones intranquilas de los equinos que se encontraban adentro de la caballeriza. Resoplidos y movimientos inquietos de cascos, no auguraban nada bueno y me aseguraban que algo andaba fuera de lugar.
Miré a mi alrededor y tomé un rastrillo que se encontraba reposando contra la pared y que el jardinero había dejado olvidado por algún descuido. Me acerqué a las puertas dobles de color rojo que dirigían hacia el interior. Estaba algo oscuro, los rayos solares se habían vuelto más tenues a medida que las nubes cubrían al astro diurno y pronto llegaría la noche.
Mi mirada sin embargo se acostumbraba mucho más rápidamente que otras a la oscuridad por lo que no me tomó mucho tiempo percatarme de la presencia que alteraba a los caballos. Al principio creí que se trataba de algún animal salvaje que se habría dirigido hacía allí desde el bosque colindante pero parpadeé varias veces al ver algo completamente diferente.
El movimiento sobre la paja me tomó por sorpresa y más aún al descubrir un aura resplandeciendo en ese sitio, una que no reconocía por no haber visto ninguna similar antes. -Si está aquí pensando en robar le advierto que tengo muchos hombres que trabajan para mi y que le harán desistir en menos tiempo del que le costará levantarse.- exclamé en voz alta. Lo único que escuché en respuesta fue una serie de quejidos que sonaban bastante humanos además del castañeteo de dientes.
Me acerqué con lentitud y pude distinguir a un hombre echo un ovillo sobre la paja. Mi actitud defensiva fue disminuyendo a medida que mis ojos descubrían el temblor que sacudía su figura, su respiración ajetreada y la manera en que se retorcía. Giré rápidamente y corrí hacia la entrada de la caballeriza. -¡Zoya! ¡Prikhodyat bystro! ¡Zoya!- Mis gritos pretendían llamar la atención de una de las criadas que a esa hora solía darse una vuelta por el jardín para regar las numerosas matas exóticas que adornaban el lugar.
Retorné a la carrera hacia el fondo de la caballeriza y, dejando caer el rastrillo a un lado, me incliné sobre el extraño. -Escucha voy a intentar ayudarte.- dije, sin estar segura de que me comprendiera. Mis manos le voltearon sobre la paja y mis dedos tocaron su rostro permitiéndome percatarme de que este hervía al igual que su frente. Quise tirar de él para levantarlo pero un nuevo quejido de dolor suyo me hizo retroceder.
-Voy a llevarte al interior de la casa así que es mejor que me ayudes si tienes fuerzas aún.- le expliqué y devolví mis manos a sus hombros; tironeé de él fuertemente hacia arriba, jadeando por el esfuerzo. -Bien ahora, continúa así y vamos caminando.- Apenas habíamos avanzado unos pasos cuando sus piernas se tambalearon cayendo de forma estrepitosa sobre el suelo y conmigo encima de él.
Aturdida le observé y finalmente noté algo de discernimiento en sus ojos, que al cruzarse con los míos los retuvieron con su mirada. Había algo en ese hombre, algo que no solo inquietaba a los caballos sino también a mi, aunque podía sentir también que sufría. No sé por qué, pero presentía que si no actuaba rápido podía llegar a morir.
-¡Zoya! Gracias a Dios.- exclamé cuando escuché sus pasos y los reconocí sin voltear a verla. -Deja las preguntas para después y ayúdame con él.- Con dificultad pero con empecinamiento logramos alzarlo entre las dos y sosteniéndolo como podíamos emprendimos la marcha hacia la mansión.
Pronto vislumbré el angosto camino de piedra blanca que dirigía hacia la entrada de la mansión por lo que disminuí la velocidad de mis pasos y me dirigí hacia la fuente que se encontraba en medio del jardín, adonde lavé mi rostro con el agua que brotaba de en medio de las estatuas de dos tigres que se erguían en custodia de la misma, y que parecían dirigir su inmóvil mirada hacia los arbustos bien cortados y los rosales que ostentaban rosas blancas y rojas.
El agua que corría sobre mi rostro y mi cuello me refrescó, tomé al corcel de las riendas y redirigí mis pasos hacia las caballerizas. -Estarás listo para la carrera.- Complacida pensé en ello y me detuve a escasos pasos de la entrada. De inmediato noté que algo andaba mal. El pura sangre se movía inquieto sobre sus patas y retrocedía, desviándose cada vez que intentaba tirar de él hacia adelante, además de que mis sentidos felinos me permitían escuchar las respiraciones intranquilas de los equinos que se encontraban adentro de la caballeriza. Resoplidos y movimientos inquietos de cascos, no auguraban nada bueno y me aseguraban que algo andaba fuera de lugar.
Miré a mi alrededor y tomé un rastrillo que se encontraba reposando contra la pared y que el jardinero había dejado olvidado por algún descuido. Me acerqué a las puertas dobles de color rojo que dirigían hacia el interior. Estaba algo oscuro, los rayos solares se habían vuelto más tenues a medida que las nubes cubrían al astro diurno y pronto llegaría la noche.
Mi mirada sin embargo se acostumbraba mucho más rápidamente que otras a la oscuridad por lo que no me tomó mucho tiempo percatarme de la presencia que alteraba a los caballos. Al principio creí que se trataba de algún animal salvaje que se habría dirigido hacía allí desde el bosque colindante pero parpadeé varias veces al ver algo completamente diferente.
El movimiento sobre la paja me tomó por sorpresa y más aún al descubrir un aura resplandeciendo en ese sitio, una que no reconocía por no haber visto ninguna similar antes. -Si está aquí pensando en robar le advierto que tengo muchos hombres que trabajan para mi y que le harán desistir en menos tiempo del que le costará levantarse.- exclamé en voz alta. Lo único que escuché en respuesta fue una serie de quejidos que sonaban bastante humanos además del castañeteo de dientes.
Me acerqué con lentitud y pude distinguir a un hombre echo un ovillo sobre la paja. Mi actitud defensiva fue disminuyendo a medida que mis ojos descubrían el temblor que sacudía su figura, su respiración ajetreada y la manera en que se retorcía. Giré rápidamente y corrí hacia la entrada de la caballeriza. -¡Zoya! ¡Prikhodyat bystro! ¡Zoya!- Mis gritos pretendían llamar la atención de una de las criadas que a esa hora solía darse una vuelta por el jardín para regar las numerosas matas exóticas que adornaban el lugar.
Retorné a la carrera hacia el fondo de la caballeriza y, dejando caer el rastrillo a un lado, me incliné sobre el extraño. -Escucha voy a intentar ayudarte.- dije, sin estar segura de que me comprendiera. Mis manos le voltearon sobre la paja y mis dedos tocaron su rostro permitiéndome percatarme de que este hervía al igual que su frente. Quise tirar de él para levantarlo pero un nuevo quejido de dolor suyo me hizo retroceder.
-Voy a llevarte al interior de la casa así que es mejor que me ayudes si tienes fuerzas aún.- le expliqué y devolví mis manos a sus hombros; tironeé de él fuertemente hacia arriba, jadeando por el esfuerzo. -Bien ahora, continúa así y vamos caminando.- Apenas habíamos avanzado unos pasos cuando sus piernas se tambalearon cayendo de forma estrepitosa sobre el suelo y conmigo encima de él.
Aturdida le observé y finalmente noté algo de discernimiento en sus ojos, que al cruzarse con los míos los retuvieron con su mirada. Había algo en ese hombre, algo que no solo inquietaba a los caballos sino también a mi, aunque podía sentir también que sufría. No sé por qué, pero presentía que si no actuaba rápido podía llegar a morir.
-¡Zoya! Gracias a Dios.- exclamé cuando escuché sus pasos y los reconocí sin voltear a verla. -Deja las preguntas para después y ayúdame con él.- Con dificultad pero con empecinamiento logramos alzarlo entre las dos y sosteniéndolo como podíamos emprendimos la marcha hacia la mansión.
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
De nuevo el incesante ruido de los cascos de los caballos que como demonios golpeaban el suelo nerviosos relinchando. Lleve mis manos a la cabeza presionando mis oídos con fuerza, pero eso no evito que oyera a través de ellos otro corcel que salvaje se acercaba a mi posición, este montado por una mujer, podía oler su aroma, su esencia femenina, su perfume silvestre incluso el sudor que resbalaba por su cuello.
Oí como susurraba con dulzura a su caballo, como sus palabras se endurecieron al percibir que alguien había invadido sus caballerizas, adentrándose amenazante creyéndome un ladrón, aferrando algo que pude oír crujir entre sus manos.
Estiré ligeramente la mano temblando de frio para que no me hiciera daño, que no me golpeara, mis dientes castañeteaban contra si, sin fuerzas baje la mano de nuevo cuando nuevas punzadas partían mis huesos, gruñí frete a ella convulsionando de nuevo.
-Ayúdame -gemí abriendo los ojos suplicante entre jadeos cuando sentí de nuevo mis huesos quebrarse aullando de dolor frente a ella.
La mujer dejo caer lo que sujetaba entre sus manos y se agacho para ponerse a mi altura, por fin alguien se dignaba a ayudarme en este viaje sin retorno en el que parecía ya mas un mendigo que uno de los sucesores al trono de la lejana Arabia.
La dama tiró de mi tratando de ponerme en pie, notaba sus manso frías contra mi cuerpo o quizás era mi cuerpo el que ardía contra sus manos.
Fuera como fuere logré ponerme en pie animado por sus palabras, parecía francamente preocupada por este desconocido, creo que mi aspecto dejaba claro que estaba viendo de frente a la parca, que no suponía ningún peligro.
Paso a paso la seguí, apoyando mi peso en sus hombros, por un instante me fije en su bello rostro, en su piel clara, en aquel cabello dorado tan distinto al de las damas a las que yo estaba acostumbrado.
Giró su rostro para mirarme encontrándose a escasos centímetros nuestros alientos rozándose por un instante nuestra nariz.
Mas ese pequeño instante de tregua, ese que me permitió concentrarme en su olor a bosque, a naturaleza, a hierba fresca y a tierra mojada desapareció de golpe quebrando ahora mis piernas soltando un alarido antes de caer sobre ella.
Nuestros ojos se encontraron, mientras el sudor que perlaba mi rostro resbalaba lentamente por mi piel.
Hundí mi cabeza en su pelo color oro, ese que se enredaba en mi barba acariciando mi rostro.
-ayúdame- supliqué sumido entre la inconsciencia de las fiebres y un dolor que me desgarraba por fuera y por dentro casi a partes iguales
Pronto sentí otras manos que me llevaban hacia algún lugar, pero ya no recuerdo mucho mas, pues mis ojos se cerraron y mis pies quedaban casi inertes movidos por no se bien que sobre el suelo.
Dos mujeres interactuaban conversando entre ellas muy nerviosas, una acariciaba mi rostro despacio, apartando el pelo de mi cara con un paño mojado.
Abrí de nuevo los ojos, mi mirada se centro en aquellos ojos claros que me admiraban deslizando por mi frente aquella sensación agradable que parecía lograr hacerme volver a la vida.
Lleve mi mano de forma inconsciente sobre aquella que recaía sobre su regazo, no quería que se fuera, la necesitaba conmigo.
-No me dejes -supliqué sintiendo mi cuerpo acomodado con delicadeza sobre una especie de sofá de tres plazas, en un enorme comedor con una chimenea frente a mis ojos de piedra blanca.
Sus llamas calentaban no solo la estancia, si no mi maltrecho cuerpo logrando contrastar con esa mano que parecía ser mi único alivio.
Desvié mis ojos hacia le gran ventanal, ese por el que empezaba a entrar los plateados haces de luz de aquella inmensa luna redonda donde se clavaron mis ojos reflejandola como si de mi propia madre se tratara.
Un alarido escapado de mis labios cuando todo mi cuerpo crujió, se arqueo quebrándose frente a los aterrados ojos de la dama. Forcejeó tratando de zafarse de mi agarre mientras mi cuerpo caía contra el frio suelo creciendo desmesuradamente, mis manos empezaban a trasformarse en garras, mi cara se deformaba y ahora era ella la que histérica gritaba.
Aullé aterrado frente a lo que me pasaba, perdía la razón, podía oler su sangre correr rauda por las venas que la bombeaban hasta su corazón.
Estaba hambriento, de ella, jadeé con mis ojos hundidos en su rostro mientras mi labio superior se alzaba entre gruñidos mostrando unos inmensos colmillos.
Oí como susurraba con dulzura a su caballo, como sus palabras se endurecieron al percibir que alguien había invadido sus caballerizas, adentrándose amenazante creyéndome un ladrón, aferrando algo que pude oír crujir entre sus manos.
Estiré ligeramente la mano temblando de frio para que no me hiciera daño, que no me golpeara, mis dientes castañeteaban contra si, sin fuerzas baje la mano de nuevo cuando nuevas punzadas partían mis huesos, gruñí frete a ella convulsionando de nuevo.
-Ayúdame -gemí abriendo los ojos suplicante entre jadeos cuando sentí de nuevo mis huesos quebrarse aullando de dolor frente a ella.
La mujer dejo caer lo que sujetaba entre sus manos y se agacho para ponerse a mi altura, por fin alguien se dignaba a ayudarme en este viaje sin retorno en el que parecía ya mas un mendigo que uno de los sucesores al trono de la lejana Arabia.
La dama tiró de mi tratando de ponerme en pie, notaba sus manso frías contra mi cuerpo o quizás era mi cuerpo el que ardía contra sus manos.
Fuera como fuere logré ponerme en pie animado por sus palabras, parecía francamente preocupada por este desconocido, creo que mi aspecto dejaba claro que estaba viendo de frente a la parca, que no suponía ningún peligro.
Paso a paso la seguí, apoyando mi peso en sus hombros, por un instante me fije en su bello rostro, en su piel clara, en aquel cabello dorado tan distinto al de las damas a las que yo estaba acostumbrado.
Giró su rostro para mirarme encontrándose a escasos centímetros nuestros alientos rozándose por un instante nuestra nariz.
Mas ese pequeño instante de tregua, ese que me permitió concentrarme en su olor a bosque, a naturaleza, a hierba fresca y a tierra mojada desapareció de golpe quebrando ahora mis piernas soltando un alarido antes de caer sobre ella.
Nuestros ojos se encontraron, mientras el sudor que perlaba mi rostro resbalaba lentamente por mi piel.
Hundí mi cabeza en su pelo color oro, ese que se enredaba en mi barba acariciando mi rostro.
-ayúdame- supliqué sumido entre la inconsciencia de las fiebres y un dolor que me desgarraba por fuera y por dentro casi a partes iguales
Pronto sentí otras manos que me llevaban hacia algún lugar, pero ya no recuerdo mucho mas, pues mis ojos se cerraron y mis pies quedaban casi inertes movidos por no se bien que sobre el suelo.
Dos mujeres interactuaban conversando entre ellas muy nerviosas, una acariciaba mi rostro despacio, apartando el pelo de mi cara con un paño mojado.
Abrí de nuevo los ojos, mi mirada se centro en aquellos ojos claros que me admiraban deslizando por mi frente aquella sensación agradable que parecía lograr hacerme volver a la vida.
Lleve mi mano de forma inconsciente sobre aquella que recaía sobre su regazo, no quería que se fuera, la necesitaba conmigo.
-No me dejes -supliqué sintiendo mi cuerpo acomodado con delicadeza sobre una especie de sofá de tres plazas, en un enorme comedor con una chimenea frente a mis ojos de piedra blanca.
Sus llamas calentaban no solo la estancia, si no mi maltrecho cuerpo logrando contrastar con esa mano que parecía ser mi único alivio.
Desvié mis ojos hacia le gran ventanal, ese por el que empezaba a entrar los plateados haces de luz de aquella inmensa luna redonda donde se clavaron mis ojos reflejandola como si de mi propia madre se tratara.
Un alarido escapado de mis labios cuando todo mi cuerpo crujió, se arqueo quebrándose frente a los aterrados ojos de la dama. Forcejeó tratando de zafarse de mi agarre mientras mi cuerpo caía contra el frio suelo creciendo desmesuradamente, mis manos empezaban a trasformarse en garras, mi cara se deformaba y ahora era ella la que histérica gritaba.
Aullé aterrado frente a lo que me pasaba, perdía la razón, podía oler su sangre correr rauda por las venas que la bombeaban hasta su corazón.
Estaba hambriento, de ella, jadeé con mis ojos hundidos en su rostro mientras mi labio superior se alzaba entre gruñidos mostrando unos inmensos colmillos.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
No sé ni como pero Zoya y yo logramos llevar al desconocido hasta la entrada de la mansión adonde ambas nos detuvimos a tomar el aire. En ese momento Borya, mi segundo lacayo aparecía en el vestíbulo por lo que le ordené que ayudase a mi doncella a llevar al sujeto hasta el sillón del salón comedor cercano a la chimenea. El lacayo era un joven veinteañero que me miró con alarma. -Pero patrona, ¿y si es peligroso? A la mejor tenía intenciones de asaltar la casa.-
Ignoré sus aspavientos por alguna razón, llámese instinto, corazonada, o sea lo que fuera, sabía que aquel hombre sufría por lo que en lugar de atender a su observación le encomendé que abandonase la mansión rápidamente. -Busca al cochero y ve en busca del doctor. Dile que es urgente que se presente. Anda ¡vamos!- Ni siquiera me detuve a mirarlo mientras ordenaba a mi doncella que trajese toallas húmedas. -Deja de mirarme, ¡apresúrate! ¡No regreses sin él!- Lo miré severa y apremiante y una mirada mía bastó para que saliera corriendo del salón rumbo a la puerta de enfrente.
Fue entonces cuando dirigí mi atención al sujeto que recostado sobre el sofá continuaba tiritando y sudando a mares. Era un hombre diferente a cuantos había visto antes, no solo en cuanto a aspecto, su piel de un tono bronceado seguramente por tierras más cálidas contrastaba con su cabello oscuro, los rasgos de su rostro me recordaban tesoros de oriente y su forma de vestir, algo estrafalaria para gustos parisienses, parecíame a mi que le sentaba perfectamente bien, logrando destacar los atributos de su silueta masculina. Lo observé con interés y al mismo tiempo con desconfianza y recelo. No por algo específicamente personal, si no más bien debido a mi parte felina, aquella que amaba mi individualidad a toda costa y que desconfiaba de cualquier desconocido logrando que me costase hacer buenas migas de buenas a primeras con facilidad.
A pesar de ello me fui acercando hasta tomar asiento junto a él, procurando refrescar su rostro sudoroso y atormentado con una toalla húmeda. De vez en cuando murmuraba cosas, como el pedirme que no me fuera. No estaba segura de si deliraba y me confundía con alguien más o si en realidad me lo pedía a mi. -Trata de soportar, ya he pedido ayuda, llegará pronto.- dije, intentando consolarlo, aunque no sabía bien por qué lo hacía.
El sol se ocultó sin que le prestase demasiada atención, la luna se presentó amplia y soberana en el cielo oscuro y con ello, la mano del desconocido se adueñó de la mía. Mis ojos se cruzaron los de él en ese justo momento y estuve a punto de sonreír cuando repentinamente cualquier expresión se heló en mi rostro. El hombre se levantaba y podía oír como sus huesos se quebraban mientras frente a mi comenzaba a transformase en algo que jamás había visto antes y que de inmediato disparó en mi todas las alarmas. Forcejeé para zafarme de su agarre mientras observaba como en su rostro su boca se transformaba en un hocico cuyos dientes filosos y desgarradores se presentaban en un rictus que amenazaba con devorarme en cualquier momento.
Me costó comprender que la que gritaba era yo, y unos segundos después Zoya, que había acudido al oírme. Una vez más tiré de mi mano para soltarme, volteando para agarrar con la otra el atizador que se encontraba junto a la chimenea y con el cual quemé el brazo ajeno que finalmente me soltó mientras lanzaba un terrible rugido y yo corría para agarrar a la doncella de la mano y urgirla a que abandonara el salón. -¡Vete de aquí! ¡Despierta a todos los sirvientes y diles que se marchen!-
La vi correr sin rechistar y acto seguido intenté abandonar yo misma el recinto pero un zarpazo que acababa de cruzar el aire para alcanzarme me hizo saltar para esquivarlo lo cual provocó que cayera de espaldas sobre el sillón. Por encima mío se alzaba ahora una bestia de pesadilla, su cuerpo peludo asemejaba en cierta forma a un lobo, pero para nada era tan solo eso. Lo que veía era mucho más grande, mortífero y feroz. Sus ojos asesinos se clavaron en los míos y por un momento, tan solo por un par de segundos creí recordar a los del hombre del sillón.
Mi instinto me orilló a cambiar de forma pero en lugar de escoger la más peligrosa de todas, la del tigre, invoqué a la de la pequeña gata siberiana. ¿Por qué la gata? Porque parte de mi aún recordaba que esa bestia era un hombre y de haberme transformado en tigre me hubiera enzarzado en una lucha feroz con él, mientras que como gata simplemente abandoné el sofa para saltar de mueble en mueble procurando ágilmente que se olvidara de comerme.
Sabía que en mis formas felinas podía comunicarme con otros cambiantes pero no tenía idea de si la bestia sería capaz de oírme, para mi sorpresa cuando intenté usar mi telepatía me percaté de que efectivamente lo lograba, aunque cada vello de mi ágil cuerpo se erizó al hacerlo, encontrando en su mente a un primitivo asesino, el mismo que aullaba ferozmente y destrozaba cada mueble que encontraba a su paso.
-Ahora sería el momento perfecto para que te sosegaras.- le indiqué mentalmente mientras continuaba saltando para esquivarlo antes de hacerlo hacia el pasillo. Mi intención era que me siguiera y de esa manera conducirlo hacia el exterior de la propiedad. -Shhh... trata de calmarte, se que hay un hombre allí adentro... Si lo llamas podemos platicar un rato con serenidad…- Percibí su siguiente manotazo. -O no…- La presentación que hizo de sus garras a escasos centímetros de mi pelaje provocó que continuara corriendo y saltando en una vertiginosa carrera hacia la puerta frontal.
Ignoré sus aspavientos por alguna razón, llámese instinto, corazonada, o sea lo que fuera, sabía que aquel hombre sufría por lo que en lugar de atender a su observación le encomendé que abandonase la mansión rápidamente. -Busca al cochero y ve en busca del doctor. Dile que es urgente que se presente. Anda ¡vamos!- Ni siquiera me detuve a mirarlo mientras ordenaba a mi doncella que trajese toallas húmedas. -Deja de mirarme, ¡apresúrate! ¡No regreses sin él!- Lo miré severa y apremiante y una mirada mía bastó para que saliera corriendo del salón rumbo a la puerta de enfrente.
Fue entonces cuando dirigí mi atención al sujeto que recostado sobre el sofá continuaba tiritando y sudando a mares. Era un hombre diferente a cuantos había visto antes, no solo en cuanto a aspecto, su piel de un tono bronceado seguramente por tierras más cálidas contrastaba con su cabello oscuro, los rasgos de su rostro me recordaban tesoros de oriente y su forma de vestir, algo estrafalaria para gustos parisienses, parecíame a mi que le sentaba perfectamente bien, logrando destacar los atributos de su silueta masculina. Lo observé con interés y al mismo tiempo con desconfianza y recelo. No por algo específicamente personal, si no más bien debido a mi parte felina, aquella que amaba mi individualidad a toda costa y que desconfiaba de cualquier desconocido logrando que me costase hacer buenas migas de buenas a primeras con facilidad.
A pesar de ello me fui acercando hasta tomar asiento junto a él, procurando refrescar su rostro sudoroso y atormentado con una toalla húmeda. De vez en cuando murmuraba cosas, como el pedirme que no me fuera. No estaba segura de si deliraba y me confundía con alguien más o si en realidad me lo pedía a mi. -Trata de soportar, ya he pedido ayuda, llegará pronto.- dije, intentando consolarlo, aunque no sabía bien por qué lo hacía.
El sol se ocultó sin que le prestase demasiada atención, la luna se presentó amplia y soberana en el cielo oscuro y con ello, la mano del desconocido se adueñó de la mía. Mis ojos se cruzaron los de él en ese justo momento y estuve a punto de sonreír cuando repentinamente cualquier expresión se heló en mi rostro. El hombre se levantaba y podía oír como sus huesos se quebraban mientras frente a mi comenzaba a transformase en algo que jamás había visto antes y que de inmediato disparó en mi todas las alarmas. Forcejeé para zafarme de su agarre mientras observaba como en su rostro su boca se transformaba en un hocico cuyos dientes filosos y desgarradores se presentaban en un rictus que amenazaba con devorarme en cualquier momento.
Me costó comprender que la que gritaba era yo, y unos segundos después Zoya, que había acudido al oírme. Una vez más tiré de mi mano para soltarme, volteando para agarrar con la otra el atizador que se encontraba junto a la chimenea y con el cual quemé el brazo ajeno que finalmente me soltó mientras lanzaba un terrible rugido y yo corría para agarrar a la doncella de la mano y urgirla a que abandonara el salón. -¡Vete de aquí! ¡Despierta a todos los sirvientes y diles que se marchen!-
La vi correr sin rechistar y acto seguido intenté abandonar yo misma el recinto pero un zarpazo que acababa de cruzar el aire para alcanzarme me hizo saltar para esquivarlo lo cual provocó que cayera de espaldas sobre el sillón. Por encima mío se alzaba ahora una bestia de pesadilla, su cuerpo peludo asemejaba en cierta forma a un lobo, pero para nada era tan solo eso. Lo que veía era mucho más grande, mortífero y feroz. Sus ojos asesinos se clavaron en los míos y por un momento, tan solo por un par de segundos creí recordar a los del hombre del sillón.
Mi instinto me orilló a cambiar de forma pero en lugar de escoger la más peligrosa de todas, la del tigre, invoqué a la de la pequeña gata siberiana. ¿Por qué la gata? Porque parte de mi aún recordaba que esa bestia era un hombre y de haberme transformado en tigre me hubiera enzarzado en una lucha feroz con él, mientras que como gata simplemente abandoné el sofa para saltar de mueble en mueble procurando ágilmente que se olvidara de comerme.
Sabía que en mis formas felinas podía comunicarme con otros cambiantes pero no tenía idea de si la bestia sería capaz de oírme, para mi sorpresa cuando intenté usar mi telepatía me percaté de que efectivamente lo lograba, aunque cada vello de mi ágil cuerpo se erizó al hacerlo, encontrando en su mente a un primitivo asesino, el mismo que aullaba ferozmente y destrozaba cada mueble que encontraba a su paso.
-Ahora sería el momento perfecto para que te sosegaras.- le indiqué mentalmente mientras continuaba saltando para esquivarlo antes de hacerlo hacia el pasillo. Mi intención era que me siguiera y de esa manera conducirlo hacia el exterior de la propiedad. -Shhh... trata de calmarte, se que hay un hombre allí adentro... Si lo llamas podemos platicar un rato con serenidad…- Percibí su siguiente manotazo. -O no…- La presentación que hizo de sus garras a escasos centímetros de mi pelaje provocó que continuara corriendo y saltando en una vertiginosa carrera hacia la puerta frontal.
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Mis zarpas aferraban su brazo, ya no era yo, era otra cosa que clamaba por la sangre de esa dama.
Gruñí de nuevo de forma atronadora, fundiendo mi rugido con los gritos desesperados de esa mujer que trataba sin éxito de zafarse de un agarre intenso.
Sus ojos azules se hundían en los míos. Miedo, olía su miedo, lo veía reflejado en esos dos preciosos orbes cielo.
Placer, ya no había ningún dolor que me atenazara, solo hambre y gusto por la sangre. El placer de quebrarla a mi voluntad, de apoderarme de ella y destrozarla.
Mas a su vez sentía un deseo inmenso de poseerla, de adueñarme de su cuerpo, hacerlo mio, estaba excitado..todas las sensaciones se agolpaban de golpe en mi cabeza, la nitidez de mis sentidos era abrumadora y en ese preciso instante en el acerque mi rostro para oler su pelo dorado, sentí un ardiente quemazón que me hizo ahora si, rabiar de dolor, emitiendo un ronco alarido y aflojando así el agarre.
La dama no perdió el tiempo, mientras yo gruñía destrozando fruto de una rabia que me sobrevenía todo a mi paso, ella gritaba desesperada tratando de poner a su servicio a salvo.
Me daba igual, no quería al servicio. Ella se había convertido en mi obsesión, en mi presa y la quería tomar de todas las formas posibles a lo largo de aquella noche en la que madre luna parecía acunarme en su regazo invitándome a ser quien era, una bestia imbatible.
Dos zancada fueron suficiente para enfrentar de nuevo mi rostro a los orbes de la dama y un zarpazo, mi modo de demostrarle que ella era mía. Mi mujer o mi cena, eso lo decidiría en otro momento.
Cayó sobre el sofá horrorizada mientras mi cuerpo la apresaba contra ese improvisado lecho.
Mis dientes le mostraron de nuevo que yo era el que mandaba y ella cumpliría con mi demanda, pues estaba hambriento, sediento y...
Mis ojos se pasearon por su cuerpo, aun quedaba parte de ese humano, que ahora sin dolor la contemplaba a la perfección ,ese que la deseaba de un modo extraño.
Mas de pronto, cuando estaba a punto de acabar con su dolor, cuando mis dientes iban a trasformarla en uno como yo, la vi desaparecer frente a mis ojos. Rugí de rabia al verla saltar en forma de gato de un lugar a otro, forzándome a seguirla.
La adrenalina iba incresendo, y con ella mi voraz apetito.
Por un momento me quedé quieto, algo parecía haber entrado en mi cabeza, era ella, ese minúsculo ser que ahora parecía suplicar mi calma.
¿Que se pensaba? Acabaría siendo mi cena gruñí volviendo a lanzarme furioso contra mi objetivo destrozando a mi paso todo el mobiliario antes de que la gata emprendiera el camino hacia el exterior de la mansión, seguida muy de cerca por esta bestia que chasqueaba los dientes mordiendo al aire, cada vez que creía alcanzarla.
La gata era ágil, mas yo era grande, sus pasos eran pronto alcanzados por los míos y solo lograba encontrar refugio ,sorteando mis zarpazos con maña.
El bosque pronto nos encontró a ambos, ella metiéndose por los sitios mas pequeños, yo derrapando con cada esquiva para volver a emprender la carrera veloz que me llevaría a cenar gato aquella noche.
-Vamos Gatita, si te portas bien, te morderé, mas no te mataré. Por la mañana aparecerás desnuda con este humano que te quiere hacer suya..mas yo por ende, prefiero devorarte y sacar el jugo de ese minúsculo cuerpo tuyo.
Gruñí de nuevo de forma atronadora, fundiendo mi rugido con los gritos desesperados de esa mujer que trataba sin éxito de zafarse de un agarre intenso.
Sus ojos azules se hundían en los míos. Miedo, olía su miedo, lo veía reflejado en esos dos preciosos orbes cielo.
Placer, ya no había ningún dolor que me atenazara, solo hambre y gusto por la sangre. El placer de quebrarla a mi voluntad, de apoderarme de ella y destrozarla.
Mas a su vez sentía un deseo inmenso de poseerla, de adueñarme de su cuerpo, hacerlo mio, estaba excitado..todas las sensaciones se agolpaban de golpe en mi cabeza, la nitidez de mis sentidos era abrumadora y en ese preciso instante en el acerque mi rostro para oler su pelo dorado, sentí un ardiente quemazón que me hizo ahora si, rabiar de dolor, emitiendo un ronco alarido y aflojando así el agarre.
La dama no perdió el tiempo, mientras yo gruñía destrozando fruto de una rabia que me sobrevenía todo a mi paso, ella gritaba desesperada tratando de poner a su servicio a salvo.
Me daba igual, no quería al servicio. Ella se había convertido en mi obsesión, en mi presa y la quería tomar de todas las formas posibles a lo largo de aquella noche en la que madre luna parecía acunarme en su regazo invitándome a ser quien era, una bestia imbatible.
Dos zancada fueron suficiente para enfrentar de nuevo mi rostro a los orbes de la dama y un zarpazo, mi modo de demostrarle que ella era mía. Mi mujer o mi cena, eso lo decidiría en otro momento.
Cayó sobre el sofá horrorizada mientras mi cuerpo la apresaba contra ese improvisado lecho.
Mis dientes le mostraron de nuevo que yo era el que mandaba y ella cumpliría con mi demanda, pues estaba hambriento, sediento y...
Mis ojos se pasearon por su cuerpo, aun quedaba parte de ese humano, que ahora sin dolor la contemplaba a la perfección ,ese que la deseaba de un modo extraño.
Mas de pronto, cuando estaba a punto de acabar con su dolor, cuando mis dientes iban a trasformarla en uno como yo, la vi desaparecer frente a mis ojos. Rugí de rabia al verla saltar en forma de gato de un lugar a otro, forzándome a seguirla.
La adrenalina iba incresendo, y con ella mi voraz apetito.
Por un momento me quedé quieto, algo parecía haber entrado en mi cabeza, era ella, ese minúsculo ser que ahora parecía suplicar mi calma.
¿Que se pensaba? Acabaría siendo mi cena gruñí volviendo a lanzarme furioso contra mi objetivo destrozando a mi paso todo el mobiliario antes de que la gata emprendiera el camino hacia el exterior de la mansión, seguida muy de cerca por esta bestia que chasqueaba los dientes mordiendo al aire, cada vez que creía alcanzarla.
La gata era ágil, mas yo era grande, sus pasos eran pronto alcanzados por los míos y solo lograba encontrar refugio ,sorteando mis zarpazos con maña.
El bosque pronto nos encontró a ambos, ella metiéndose por los sitios mas pequeños, yo derrapando con cada esquiva para volver a emprender la carrera veloz que me llevaría a cenar gato aquella noche.
-Vamos Gatita, si te portas bien, te morderé, mas no te mataré. Por la mañana aparecerás desnuda con este humano que te quiere hacer suya..mas yo por ende, prefiero devorarte y sacar el jugo de ese minúsculo cuerpo tuyo.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
¿Cómo me había metido en esta pesadilla? Era lo que no paraba de preguntarme mientras continuaba corriendo con toda la velocidad de la que era poseedora. El lobo o la bestia, o lo que fuera aquello continuaba detrás de mí sin darme tregua y yo saltaba y esquivaba con agilidad, gracias a la flexibilidad de mi felino cuerpo, corriendo de aquí para allá en zigzag y saltando sobre todo lo que me encontraba por delante hasta que finalmente avisté el bosque y me adentré en él.
Mi pequeño corazón latía a toda prisa, intentando encontrarle sentido a lo que estaba sucediendo y no fue hasta que mi mirada observó a la luna llena sobre mi cabeza que finalmente comencé a tener idea de lo que podía ser aquel hombre, aunque poco me importaba a esas alturas, todo lo que me interesaba era salvar mi vida.
Me llamó la atención que aquel ser hiciera distinción entre él y el humano, como si fueran dos entes diferentes y no uno solo, lo cual no dejaba de ser sorprendente. Es decir en todas mis formas yo seguía siendo yo, siempre conservando la consciencia de mi misma, siempre al tanto de lo que sucedía a mi alrededor. -Es penoso que el humano no pueda también disfrutar de la noche y de la luna como lo haces tú.- comenté, volviendo al interior de su cabeza.
Me estaba cansando de esta carrera alocada, yo, una Pavlova, amenazada por un ser que no se cansaba de lanzar zarpazos al aire, era demasiado para mi orgullo. Me detuve sobre mis cuatro patas, giré y corrí en dirección a él para meterme justo entre sus patas. -¿Por qué no te calmas? ¿Ya has pensado en lo poco que te llenarás si me devoras?- Me froté contra sus piernas, la bestia no alcanzaba a dar zarpazos por allí, era un rincón cómodo si me concentraba en su pelaje y me olvidaba por un momento de que estaba tratando de comerme.
Pronto volví a saltar, esta vez hacia el tronco de un árbol, y con agilidad trepé hasta las ramas. Por un momento el desconcertado ser parecía haberme perdido de vista por lo que lo contemplé a mis anchas agazapándome. Recordé entonces al hombre que descansaba en mi sofá, la desesperación de su voz que me hacía creer que no tenía la menor idea de lo estaba a punto de sucederle. ¿Cómo podía no saber?
La bestia miró hacia arriba, descubriendo mi posición por lo que mantuve mis ojos rasgados fijos en sus orbes oscuros y letales. -Sabes, creo que me gusta el humano. No vi mucho de él y no me parece justo, especialmente si de alguna forma desea hacerme suya.- Moví la cola con lentitud y nuevamente invoqué a mi forma humana, despojándome de la piel de gato para regresar a la humana de piel blanca y cabello dorado que ahora descansaba boca abajo sobre la rama. -Haré un trato contigo, tráelo de vuelta y le dejaré acercarse, le dejaré tocarme, sentirme, seguramente sentirá curiosidad de como soy, anda…- Mis latidos golpeaban mi pecho con fuerza, por supuesto estaba asustada, sería una idiota si no lo estuviera, pero mi curiosidad era infinita y de todas maneras, nada perdía con hablarle.
-¿O me quieres para ti?- Aquella bestia rugió y se alzó por el tronco, acercándose peligrosamente hasta donde me encontraba para intentar agarrarme. Podía sentir su excitación, sus deseos de matarme, de poseerme. Sus fauces se detuvieron a escasos centímetros de mi rostro, su respiración ronca y mortífera nada bueno presagiaba. Contuve la respiración y al extender mi mano alcancé a sentir su pelaje, hundiendo mis dedos en este me mantuve un momento inmóvil observando cómo se relamía mostrándome sus afilados dientes.
Poco a poco acercó más su rostro, observándome de la cabeza a los pies, como ávido depredador, sopesándome, y cuando abrió su boca con la intención de morderme y volver verdadera su amenaza salté de la rama al verde pasto, retomando mi anterior forma de gata y escuchándole rugir. Me detuve sobre mis cuatro patas, observando al depredador en toda su magnificencia sobre el árbol iluminado bajo los rayos lunares, percatándome de que de alguna forma extraordinariamente extraña, la visión me hechizaba.
Mi pequeño corazón latía a toda prisa, intentando encontrarle sentido a lo que estaba sucediendo y no fue hasta que mi mirada observó a la luna llena sobre mi cabeza que finalmente comencé a tener idea de lo que podía ser aquel hombre, aunque poco me importaba a esas alturas, todo lo que me interesaba era salvar mi vida.
Me llamó la atención que aquel ser hiciera distinción entre él y el humano, como si fueran dos entes diferentes y no uno solo, lo cual no dejaba de ser sorprendente. Es decir en todas mis formas yo seguía siendo yo, siempre conservando la consciencia de mi misma, siempre al tanto de lo que sucedía a mi alrededor. -Es penoso que el humano no pueda también disfrutar de la noche y de la luna como lo haces tú.- comenté, volviendo al interior de su cabeza.
Me estaba cansando de esta carrera alocada, yo, una Pavlova, amenazada por un ser que no se cansaba de lanzar zarpazos al aire, era demasiado para mi orgullo. Me detuve sobre mis cuatro patas, giré y corrí en dirección a él para meterme justo entre sus patas. -¿Por qué no te calmas? ¿Ya has pensado en lo poco que te llenarás si me devoras?- Me froté contra sus piernas, la bestia no alcanzaba a dar zarpazos por allí, era un rincón cómodo si me concentraba en su pelaje y me olvidaba por un momento de que estaba tratando de comerme.
Pronto volví a saltar, esta vez hacia el tronco de un árbol, y con agilidad trepé hasta las ramas. Por un momento el desconcertado ser parecía haberme perdido de vista por lo que lo contemplé a mis anchas agazapándome. Recordé entonces al hombre que descansaba en mi sofá, la desesperación de su voz que me hacía creer que no tenía la menor idea de lo estaba a punto de sucederle. ¿Cómo podía no saber?
La bestia miró hacia arriba, descubriendo mi posición por lo que mantuve mis ojos rasgados fijos en sus orbes oscuros y letales. -Sabes, creo que me gusta el humano. No vi mucho de él y no me parece justo, especialmente si de alguna forma desea hacerme suya.- Moví la cola con lentitud y nuevamente invoqué a mi forma humana, despojándome de la piel de gato para regresar a la humana de piel blanca y cabello dorado que ahora descansaba boca abajo sobre la rama. -Haré un trato contigo, tráelo de vuelta y le dejaré acercarse, le dejaré tocarme, sentirme, seguramente sentirá curiosidad de como soy, anda…- Mis latidos golpeaban mi pecho con fuerza, por supuesto estaba asustada, sería una idiota si no lo estuviera, pero mi curiosidad era infinita y de todas maneras, nada perdía con hablarle.
-¿O me quieres para ti?- Aquella bestia rugió y se alzó por el tronco, acercándose peligrosamente hasta donde me encontraba para intentar agarrarme. Podía sentir su excitación, sus deseos de matarme, de poseerme. Sus fauces se detuvieron a escasos centímetros de mi rostro, su respiración ronca y mortífera nada bueno presagiaba. Contuve la respiración y al extender mi mano alcancé a sentir su pelaje, hundiendo mis dedos en este me mantuve un momento inmóvil observando cómo se relamía mostrándome sus afilados dientes.
Poco a poco acercó más su rostro, observándome de la cabeza a los pies, como ávido depredador, sopesándome, y cuando abrió su boca con la intención de morderme y volver verdadera su amenaza salté de la rama al verde pasto, retomando mi anterior forma de gata y escuchándole rugir. Me detuve sobre mis cuatro patas, observando al depredador en toda su magnificencia sobre el árbol iluminado bajo los rayos lunares, percatándome de que de alguna forma extraordinariamente extraña, la visión me hechizaba.
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
El bosque se me antojaba mi hogar, nunca me había sentido tan cómodo en el. Mis patas cuadraban a la perfección sobre aquella hierba, que encajaba salvaje sobre las almohadillas de mis zarpas.
Por desgracia lo mismo parecía sentir la pequeña gata, que ahora entre mis piernas jugaba a esquivarme, como si de ello dependiera la vida.
Claro que era cierto, de que mis afiladas garras no la encontrasen dependía seguir en pie y no caída.
Su voz seguía en mi cabeza, invitándome a dejar que mi parte humana tomara el control mas la verdad es que no tenia muy claro si parte de ese humano, no era el mismo yo.
La deseaba de un modo ilógico, mas no a la forma oscura que ahora entre mis patas se resobaba, si no la humana de cabellos dorados y tez pálida.
Esa que de un salto subió sobre un tronco y tentando a su suerte volvió a convertirse en una mujer frente a mis ambarinos ojos.
Deseo, sentía un deseo incontrolado por ella, ese que lentamente me orillaba hacia su cuerpo, mientras la dama, me desafiaba.
Claro que la quería para mi, porque el y yo eramos lo mismo, necesitaba su piel contra mi cuerpo, deseaba introducirme de forma brusca en su interior, reclamarla para mi.
-Déjame follarte y prometo que no te haré ningún daño -gruñí mientras me acercaba hasta su posición.
Su inmaculado cuerpo desnudo se reflejaba en mi iris, y pronto quedamos tan cerca que nuestros alientos se fundieron en uno.
No encontraba control, solo quería bajarla al suelo, y tomarla hasta que saliera el sol.
Estiró su mano hundiéndola entre mi pelaje, aquel contacto resulto abrasador. Mi respiración sonó ronca, y mi virilidad creció, evidenciándose frente a sus ojos que me admiraban cargados de intriga y miedo.
Lancé mi zarpa para tomarla, mas en ese preciso instante volvió a esquivarme convirtiéndose en gato al tocar el suelo.
Emprendimos de nuevo la vertiginosa carrera campo a través.
-Vamos, se que de algún modo también lo deseas.
¡Para! te doy mi palabra de que solo te tomaré. No te morderé ni dañaré, solo déjame poseerte una vez.
Podía sentirla cansada, mis zancadas eran infinitamente mayores, y la verdad, solo había empezado el juego.
-No tienes mas opciones pequeña, y se que lo deseas, huelo tu excitación desde aquí -gruñí volviendo a lanzar la zarpa para des estabilizarla.
Su olor me estaba enloqueciendo, mi voluntad se quebraba cargada de deseo, no era hambre, que también, si no esa necesidad de cumplir con los instintos mas primarios, esos que me orillaban contra el inmaculado cuerpo de esa mujer que en mi mente, ahora desnuda me excitaba con demasiada rapidez.
Por desgracia lo mismo parecía sentir la pequeña gata, que ahora entre mis piernas jugaba a esquivarme, como si de ello dependiera la vida.
Claro que era cierto, de que mis afiladas garras no la encontrasen dependía seguir en pie y no caída.
Su voz seguía en mi cabeza, invitándome a dejar que mi parte humana tomara el control mas la verdad es que no tenia muy claro si parte de ese humano, no era el mismo yo.
La deseaba de un modo ilógico, mas no a la forma oscura que ahora entre mis patas se resobaba, si no la humana de cabellos dorados y tez pálida.
Esa que de un salto subió sobre un tronco y tentando a su suerte volvió a convertirse en una mujer frente a mis ambarinos ojos.
Deseo, sentía un deseo incontrolado por ella, ese que lentamente me orillaba hacia su cuerpo, mientras la dama, me desafiaba.
Claro que la quería para mi, porque el y yo eramos lo mismo, necesitaba su piel contra mi cuerpo, deseaba introducirme de forma brusca en su interior, reclamarla para mi.
-Déjame follarte y prometo que no te haré ningún daño -gruñí mientras me acercaba hasta su posición.
Su inmaculado cuerpo desnudo se reflejaba en mi iris, y pronto quedamos tan cerca que nuestros alientos se fundieron en uno.
No encontraba control, solo quería bajarla al suelo, y tomarla hasta que saliera el sol.
Estiró su mano hundiéndola entre mi pelaje, aquel contacto resulto abrasador. Mi respiración sonó ronca, y mi virilidad creció, evidenciándose frente a sus ojos que me admiraban cargados de intriga y miedo.
Lancé mi zarpa para tomarla, mas en ese preciso instante volvió a esquivarme convirtiéndose en gato al tocar el suelo.
Emprendimos de nuevo la vertiginosa carrera campo a través.
-Vamos, se que de algún modo también lo deseas.
¡Para! te doy mi palabra de que solo te tomaré. No te morderé ni dañaré, solo déjame poseerte una vez.
Podía sentirla cansada, mis zancadas eran infinitamente mayores, y la verdad, solo había empezado el juego.
-No tienes mas opciones pequeña, y se que lo deseas, huelo tu excitación desde aquí -gruñí volviendo a lanzar la zarpa para des estabilizarla.
Su olor me estaba enloqueciendo, mi voluntad se quebraba cargada de deseo, no era hambre, que también, si no esa necesidad de cumplir con los instintos mas primarios, esos que me orillaban contra el inmaculado cuerpo de esa mujer que en mi mente, ahora desnuda me excitaba con demasiada rapidez.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
-Si, bueno, yo huelo tu desesperación.- respondí permitiendo que mis patas continuaran aquella carrera que parecía no tener fin y la cual mantuvimos persistentemente logrando que perdiera la noción del tiempo. Los árboles eran nuestros únicos testigos y el bosque se mantenía en sepulcral silencio, ni siquiera oía a las lechuzas o los grillos. Seguramente se habían espantado por su peligroso aroma, un aroma que se empeñaba en hacerse presente en mis fosas nasales a pesar de que mantenía la distancia con el movimiento incesante de mis cuatro extremidades.
El asunto era este, que aquel olor no me era desagradable, como tampoco lo había sido el hundir mis dedos en medio de su pelaje y descubrir cómo era este y que se sentía hacerlo. Aquel ente era mortífero pero era perturbadoramente atrayente, un ser como yo, primitivo y salvaje, cualidades de las que era tan poseedora como él porque aunque era humana también era felina en la mayor parte de mis formas, remontándose mis ancestros hasta el origen de los tiempos, por lo cual además era una depredadora.
-Dame una razón por la cual deba creer en tu palabra.- respondí retadora, su zarpazo no ayudó en nada a cimentar sus palabras y al lograr desestabilizarme rodé sobre el verde pasto antes de saltar sobre mis cuatro patas y comenzar a caminar en círculos alrededor de él.
-¿Esa es tu manera de atraerme?- Moví mi cola despacio, sin dejar de observarlo, manteniéndome alerta. Posiblemente tenía razón y estaba tan excitada como él, probablemente aquel ser ejercía sobre mi una fascinación que nada tenía que ver con la sensatez humana pues aún en su forma lupina me intrigaba, a sabiendas de que aquello podía resultarme mortal.
-No sabes como traer al humano de vuelta. ¿Es eso?- Cambié de forma nuevamente invocando aquella femenina que parecía gustarle, deteniendo así en tan solo un momento aquel juego de gato y ratón en el cual no estaba dispuesta a tomar el papel del segundo. Caminé despacio hacia él, dejando que me contemplara bajo la luz lunar con mis formas de mujer, tentando a mi suerte al no seguir corriendo. -Físicamente hablando podría no ser posible lo que sugieres.-
Por supuesto que no lo era, y aquella bestia seguramente rompería su palabra y hundiría en mi sus afilados colmillos, me quebraría y me engulliría. Claro que yo no pensaba permitírselo, no tenía ningún deseo de morir. Sabía que el lobo lo notaba al mirarme, de que se percataba de mi esencia felina en cada uno de los movimientos que ahora realizaba al caminar y de que de alguna manera comprendía que yo era tan salvaje y ancestral como él.
-No me gusta sólo el humano, también me gustas tú.- Mis manos ahora se detuvieron sobre su pelaje y mis dedos volvieron a hundirse en el, esta vez lo acaricié despacio, sus fauces estaban muy cerca de mi rostro, tanto que casi alcanzaba a sentir aquel peligroso roce sobre mi piel. Solo unos segundos cerca de él, eso es todo lo que deseé en ese momento de simple irracionalidad. Tan solo unos instantes en el que el calor de la piel del lobo se mezcló con el mío por debajo de las yemas de mis dedos. Unos segundos en los que me sentí fascinada por la bestia y en los que todo a nuestro alrededor quedó en pausa en aquella singular tregua. Mis sentidos se mantuvieron alerta, sabiendo que de querer dañarme tendría que tomar otra de mis formas, pero en ese instante también se embargaron de él, fascinados por lo que descubrían, olvidando todo lo demás.
El asunto era este, que aquel olor no me era desagradable, como tampoco lo había sido el hundir mis dedos en medio de su pelaje y descubrir cómo era este y que se sentía hacerlo. Aquel ente era mortífero pero era perturbadoramente atrayente, un ser como yo, primitivo y salvaje, cualidades de las que era tan poseedora como él porque aunque era humana también era felina en la mayor parte de mis formas, remontándose mis ancestros hasta el origen de los tiempos, por lo cual además era una depredadora.
-Dame una razón por la cual deba creer en tu palabra.- respondí retadora, su zarpazo no ayudó en nada a cimentar sus palabras y al lograr desestabilizarme rodé sobre el verde pasto antes de saltar sobre mis cuatro patas y comenzar a caminar en círculos alrededor de él.
-¿Esa es tu manera de atraerme?- Moví mi cola despacio, sin dejar de observarlo, manteniéndome alerta. Posiblemente tenía razón y estaba tan excitada como él, probablemente aquel ser ejercía sobre mi una fascinación que nada tenía que ver con la sensatez humana pues aún en su forma lupina me intrigaba, a sabiendas de que aquello podía resultarme mortal.
-No sabes como traer al humano de vuelta. ¿Es eso?- Cambié de forma nuevamente invocando aquella femenina que parecía gustarle, deteniendo así en tan solo un momento aquel juego de gato y ratón en el cual no estaba dispuesta a tomar el papel del segundo. Caminé despacio hacia él, dejando que me contemplara bajo la luz lunar con mis formas de mujer, tentando a mi suerte al no seguir corriendo. -Físicamente hablando podría no ser posible lo que sugieres.-
Por supuesto que no lo era, y aquella bestia seguramente rompería su palabra y hundiría en mi sus afilados colmillos, me quebraría y me engulliría. Claro que yo no pensaba permitírselo, no tenía ningún deseo de morir. Sabía que el lobo lo notaba al mirarme, de que se percataba de mi esencia felina en cada uno de los movimientos que ahora realizaba al caminar y de que de alguna manera comprendía que yo era tan salvaje y ancestral como él.
-No me gusta sólo el humano, también me gustas tú.- Mis manos ahora se detuvieron sobre su pelaje y mis dedos volvieron a hundirse en el, esta vez lo acaricié despacio, sus fauces estaban muy cerca de mi rostro, tanto que casi alcanzaba a sentir aquel peligroso roce sobre mi piel. Solo unos segundos cerca de él, eso es todo lo que deseé en ese momento de simple irracionalidad. Tan solo unos instantes en el que el calor de la piel del lobo se mezcló con el mío por debajo de las yemas de mis dedos. Unos segundos en los que me sentí fascinada por la bestia y en los que todo a nuestro alrededor quedó en pausa en aquella singular tregua. Mis sentidos se mantuvieron alerta, sabiendo que de querer dañarme tendría que tomar otra de mis formas, pero en ese instante también se embargaron de él, fascinados por lo que descubrían, olvidando todo lo demás.
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
La carrera cada vez se encrudecía mas, su cansancio era casi tan evidente como mi excitación, algo que ella parecía percibir tan bien como yo.
Me había tocado, y al hacerlo había sentido esa corriente de energía mágica, que erizo todos y cada uno de los bellos de mi piel, creo que fue capaz de vislumbrar como mi lomo se erguía. Estaba muy excitado por el olor que desprendía, como si esa hembra estuviera en celo y yo fuera capaz de percibirlo de un modo irracional.
-Aun sigues viva no, de quererte muerta, créeme, ya lo estarías.
Mis palabras eran ciertas, cuando la tuve a escasos centímetros podía haberla atrapado, mas yo quería hundirla entre mis patas y buscar así la apertura hasta su sexo, necesitaba follar con ella mucho mas que alimentarme, era un instinto infinitamente mas primario, mas irracional y mas fuerte.
De nuevo recuperó esa forma que tanto deseaba, aunque admito que hasta en forma de bestia me resultaba excesivamente irresistible.
-No, no volverá pero que mas da, para lo que quiero hacer, no le necesito a el.
El estaba ahí, el la deseaba incluso mas que yo, seguramente porque el y yo eramos lo mismo, solo que a el lo controlaba la razón, lo aprendido y yo era puro instinto.
-El te desea, no te dañará.
Sus manso volvieron a rozar mi pelaje, casi un aullido escapó de mis fauces, mientras nuestros rostros se encontraban tan cerca, que nuestras respiraciones se entremezclaban en una sola.
Una zancada suave, su cuerpo parecía anhelar el mio, cálidos ambos se unieron, adecuando sus formas sobre la fina hierba.
Colchón de verde prado al sentirla tumbada, admirando desnuda mi pelaje, diciendo que no solo lo deseaba a el, mas sentía que era cierto, que sus piernas se humedecían, el olor era tan excitante, que me enloquecía.
-Intentemoslo
Mi respiración estaba agitada, calentaba su rostro con cada exhalación, mientras mis ojos ámbar se fundían en esa mirada esmeralda.
Mi pene rozo su entrada, la sentí temblar, desconocía si le hacia daño o no.
Me detuve para contemplarla, pronto la noche caería dando paso al nuevo día, ahí perdería a la bestia y de nuevo a el lo encontraría.
-Si quieres follar, es el momento pequeña de probar -rugí contra su rostro adentrando un poco la punta en su interior.
Sentí como vibraba, de nuevo me detuve para observar sus reacciones.
Algo me forzaba a cuidarla, a no dañarla, quizás era que le había dado mi palabra.
Mis zarpas se adueñaron de sus cadera con cala, un poco mas dentro, aullé a la luna llena entre jadeos bruscos, aullidos y gruñidos.
-Te hago daño, o puedo entrar mas.
Me había tocado, y al hacerlo había sentido esa corriente de energía mágica, que erizo todos y cada uno de los bellos de mi piel, creo que fue capaz de vislumbrar como mi lomo se erguía. Estaba muy excitado por el olor que desprendía, como si esa hembra estuviera en celo y yo fuera capaz de percibirlo de un modo irracional.
-Aun sigues viva no, de quererte muerta, créeme, ya lo estarías.
Mis palabras eran ciertas, cuando la tuve a escasos centímetros podía haberla atrapado, mas yo quería hundirla entre mis patas y buscar así la apertura hasta su sexo, necesitaba follar con ella mucho mas que alimentarme, era un instinto infinitamente mas primario, mas irracional y mas fuerte.
De nuevo recuperó esa forma que tanto deseaba, aunque admito que hasta en forma de bestia me resultaba excesivamente irresistible.
-No, no volverá pero que mas da, para lo que quiero hacer, no le necesito a el.
El estaba ahí, el la deseaba incluso mas que yo, seguramente porque el y yo eramos lo mismo, solo que a el lo controlaba la razón, lo aprendido y yo era puro instinto.
-El te desea, no te dañará.
Sus manso volvieron a rozar mi pelaje, casi un aullido escapó de mis fauces, mientras nuestros rostros se encontraban tan cerca, que nuestras respiraciones se entremezclaban en una sola.
Una zancada suave, su cuerpo parecía anhelar el mio, cálidos ambos se unieron, adecuando sus formas sobre la fina hierba.
Colchón de verde prado al sentirla tumbada, admirando desnuda mi pelaje, diciendo que no solo lo deseaba a el, mas sentía que era cierto, que sus piernas se humedecían, el olor era tan excitante, que me enloquecía.
-Intentemoslo
Mi respiración estaba agitada, calentaba su rostro con cada exhalación, mientras mis ojos ámbar se fundían en esa mirada esmeralda.
Mi pene rozo su entrada, la sentí temblar, desconocía si le hacia daño o no.
Me detuve para contemplarla, pronto la noche caería dando paso al nuevo día, ahí perdería a la bestia y de nuevo a el lo encontraría.
-Si quieres follar, es el momento pequeña de probar -rugí contra su rostro adentrando un poco la punta en su interior.
Sentí como vibraba, de nuevo me detuve para observar sus reacciones.
Algo me forzaba a cuidarla, a no dañarla, quizás era que le había dado mi palabra.
Mis zarpas se adueñaron de sus cadera con cala, un poco mas dentro, aullé a la luna llena entre jadeos bruscos, aullidos y gruñidos.
-Te hago daño, o puedo entrar mas.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Un hechizo nocturno que nos envuelve, el del lícano que con su respiración violenta daba una zancada hacia mí para de esa forma inducir a mi cuerpo a recostarse sobre el tibio césped. De alguna forma su figura calzaba perfectamente con la mía, no pude atinar a comprender el por qué. Sin embargo tampoco me lo pregunté, la mirada de mis verdes ojos continuaba clavada en él. Mis dedos aún no le habían soltado, mis yemas se prendían del fuego que la bestia emanaba. Todo en él era fuerte y peligroso. Letal y al mismo tiempo cautivante.
Su aliento ahora se fundía con el mío, la respiración en mi pecho se aceleraba. Aquel ser afirmaba que no me haría daño y de alguna manera mi instinto me indicaba que era cierto. El silencio entre nosotros comunicaba más que las palabras, al igual que cada uno de nuestros sentidos magnificados del otro. Estaba segura de que podía olerme tan perfectamente como yo percibía el aroma de su ser y de su excitación.
Supongo que en cierta forma quería retarlo, que se percatara de que si me encontraba a merced de su cuerpo era porque así lo decidí, no porque no me quedó otra alternativa. Aunque no estaba segura de que aquello fuera del todo cierto.
Ni siquiera respondí ante sus palabras, tan solo alcé mis rodillas abriendo las piernas para él en tácita invitación y entrega. Un temblor me recorrió por completo al sentir su pene rozando mi cavidad. Mis dedos se hundieron más en su pelaje. La luna era nuestro único testigo, bestia contra cuerpo de mujer.
Me humedecí sin mayor preámbulo, aún ignorando si una unión física era posible. El se adentró un poco en mi haciéndome jadear. Ronroneé excitada frotándome suavemente contra él. Las hojas caían a nuestro alrededor mecidas por el viento otoñal, regalándonos aquel manto.
-Húndete más.- indiqué al notar su vacilación. Su virilidad no esperó más instrucciones, fuertemente se introdujo arrancándome un intenso jadeo ante aquella presión que de inmediato envió corrientes a lo largo de mis terminales nerviosas, calzándonos perfectamente en uno, como si la naturaleza ya hubiera anticipado aquello. Maravillada al comprenderlo me mecí contra él. Mi cuerpo blanco y femenino de suaves curvas ajustándose al poderío del suyo, mis paredes apretándole cálida y húmedamente cuando comenzó a friccionar. Sus aullidos no tardaron en llegar, bajo las estrellas le rendía culto a la luna, a mi, y yo le acariciaba a él prendida en fuego azuzado por sus estocadas que se hicieron más y más profundas, a un ritmo voluptuoso e incitante de entrada y salida.
El aliento del lobo acariciaba mi rostro con su esencia a bosque. Mi espalda se arqueó aferrándose a él. Cerré los ojos y regresé a su mente, jadeando en ella, enlazándonos también de esa forma para que escuchara todo lo que sentía cada fibra mía, ampliando las sensaciones mutuas, los gruñidos, las respiraciones roncas, mis gemidos a la vez que yo le escuchaba a él. Inmersa en una marea desbocada de sensaciones ancestrales que me dejaban colgando de la orilla de un precipicio antes de que de alguna forma irracional aquel lobo me sujetara y me llevara a las alturas.
Su aliento ahora se fundía con el mío, la respiración en mi pecho se aceleraba. Aquel ser afirmaba que no me haría daño y de alguna manera mi instinto me indicaba que era cierto. El silencio entre nosotros comunicaba más que las palabras, al igual que cada uno de nuestros sentidos magnificados del otro. Estaba segura de que podía olerme tan perfectamente como yo percibía el aroma de su ser y de su excitación.
Supongo que en cierta forma quería retarlo, que se percatara de que si me encontraba a merced de su cuerpo era porque así lo decidí, no porque no me quedó otra alternativa. Aunque no estaba segura de que aquello fuera del todo cierto.
Ni siquiera respondí ante sus palabras, tan solo alcé mis rodillas abriendo las piernas para él en tácita invitación y entrega. Un temblor me recorrió por completo al sentir su pene rozando mi cavidad. Mis dedos se hundieron más en su pelaje. La luna era nuestro único testigo, bestia contra cuerpo de mujer.
Me humedecí sin mayor preámbulo, aún ignorando si una unión física era posible. El se adentró un poco en mi haciéndome jadear. Ronroneé excitada frotándome suavemente contra él. Las hojas caían a nuestro alrededor mecidas por el viento otoñal, regalándonos aquel manto.
-Húndete más.- indiqué al notar su vacilación. Su virilidad no esperó más instrucciones, fuertemente se introdujo arrancándome un intenso jadeo ante aquella presión que de inmediato envió corrientes a lo largo de mis terminales nerviosas, calzándonos perfectamente en uno, como si la naturaleza ya hubiera anticipado aquello. Maravillada al comprenderlo me mecí contra él. Mi cuerpo blanco y femenino de suaves curvas ajustándose al poderío del suyo, mis paredes apretándole cálida y húmedamente cuando comenzó a friccionar. Sus aullidos no tardaron en llegar, bajo las estrellas le rendía culto a la luna, a mi, y yo le acariciaba a él prendida en fuego azuzado por sus estocadas que se hicieron más y más profundas, a un ritmo voluptuoso e incitante de entrada y salida.
El aliento del lobo acariciaba mi rostro con su esencia a bosque. Mi espalda se arqueó aferrándose a él. Cerré los ojos y regresé a su mente, jadeando en ella, enlazándonos también de esa forma para que escuchara todo lo que sentía cada fibra mía, ampliando las sensaciones mutuas, los gruñidos, las respiraciones roncas, mis gemidos a la vez que yo le escuchaba a él. Inmersa en una marea desbocada de sensaciones ancestrales que me dejaban colgando de la orilla de un precipicio antes de que de alguna forma irracional aquel lobo me sujetara y me llevara a las alturas.
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Un gruñido contra su cuello fue lo que obtuvo como respuesta cuando de un golpe seco metí mi pene al completo dentro de ella.
Sus paredes se dilataron ,encajando a la perfecciona con la bestia. Cada embestida marcaba un jadeo que escapaba de sus labios casi haciéndola rozar el cielo. Quizás era el infierno, lo que sabia es que mi deseo era tal que los aullidos a madre luna con cada empalamiento se hacían roncos, fuertes y eternos. Sus dedos se hundían entre mi pelaje, mientras mis zarpas, teñían de carmesí sus caderas atrayendola contra mi pelvis, una y otra vez. Rugí contra su cuello ,donde pose mis colmillos, apretando lo suficiente para no lastimarla, mas si para que notara, que estaba al borde del frenesí.
Mi cuerpo era un vaivén de emociones descontroladas, mi mente casi divagaba.
Esa mujer me volvía loco, sentía sus pechos desnudos contra mi pelaje, buscándome mientras arqueaba la espalda con las piernas completamente abiertas para mi, como si aquella aberración en la que me había convertido estuviera logrando hacerla correrse una y otra vez.
-Te deseo -aullé. Mas del mismo modo, mi mente alcanzó la suya que gemía absorta en el mas puro placer.
Fuera de control la gire, ahora sus rodillas estaban en el suelo, y sus manos acompañaban ese gesto hundiéndose sobre el suave lecho.
La penetré de nuevo desde atrás, gruñendo con cada embestida mientras mis zarpas acompañaban esos movimientos salvajes, inhumanos y francamente bestialmente placenteros.
La oía gemir de forma ronca, mientras apenas podía mantenerse recta, estaba al borde del precipicio del deseo, la sentía aferrarse a la hierba mientras me suplicaba “mas fuerte, mas dentro “con la mente y sus caderas buscaban moverse hacia atrás para que entrar acoplándome a ella.
Llevé mi garra a su cuello para alzarla, sus ojos se centraron en mis ámbar, quería que me viera, así mi rostro volvió a hundirse en su cuello ,acariciando con mis colmillos su piel, sajandola ligeramente.
Quería que me sintiera tocando sus pequeños pechos, blancos, estimulados mientras con cada movimiento ambos alcanzábamos el clímax.
Un gruñido ahogado, contra su piel y ambos caímos sobre el fresco lecho, aun enredados nuestros cuerpos y en parte nuestras almas también.
Olía a sexo, a sangre a bosque y a ella. Extasiado me quede en silencio acompasando mi respiración a la de ella.
-¿Dime que no quieres repetir esto una y otra vez? -pregunté sabiendo que lo había disfrutado tanto como yo.
-¿A quien deseas ahora? ¿al humano o a la bestia? -pregunté en un intento de comprender la naturaleza de esa mujer.
Yo era humano y era bestia, no existía uno sin el otro, y creo que ella lo sabia bien.
Sus paredes se dilataron ,encajando a la perfecciona con la bestia. Cada embestida marcaba un jadeo que escapaba de sus labios casi haciéndola rozar el cielo. Quizás era el infierno, lo que sabia es que mi deseo era tal que los aullidos a madre luna con cada empalamiento se hacían roncos, fuertes y eternos. Sus dedos se hundían entre mi pelaje, mientras mis zarpas, teñían de carmesí sus caderas atrayendola contra mi pelvis, una y otra vez. Rugí contra su cuello ,donde pose mis colmillos, apretando lo suficiente para no lastimarla, mas si para que notara, que estaba al borde del frenesí.
Mi cuerpo era un vaivén de emociones descontroladas, mi mente casi divagaba.
Esa mujer me volvía loco, sentía sus pechos desnudos contra mi pelaje, buscándome mientras arqueaba la espalda con las piernas completamente abiertas para mi, como si aquella aberración en la que me había convertido estuviera logrando hacerla correrse una y otra vez.
-Te deseo -aullé. Mas del mismo modo, mi mente alcanzó la suya que gemía absorta en el mas puro placer.
Fuera de control la gire, ahora sus rodillas estaban en el suelo, y sus manos acompañaban ese gesto hundiéndose sobre el suave lecho.
La penetré de nuevo desde atrás, gruñendo con cada embestida mientras mis zarpas acompañaban esos movimientos salvajes, inhumanos y francamente bestialmente placenteros.
La oía gemir de forma ronca, mientras apenas podía mantenerse recta, estaba al borde del precipicio del deseo, la sentía aferrarse a la hierba mientras me suplicaba “mas fuerte, mas dentro “con la mente y sus caderas buscaban moverse hacia atrás para que entrar acoplándome a ella.
Llevé mi garra a su cuello para alzarla, sus ojos se centraron en mis ámbar, quería que me viera, así mi rostro volvió a hundirse en su cuello ,acariciando con mis colmillos su piel, sajandola ligeramente.
Quería que me sintiera tocando sus pequeños pechos, blancos, estimulados mientras con cada movimiento ambos alcanzábamos el clímax.
Un gruñido ahogado, contra su piel y ambos caímos sobre el fresco lecho, aun enredados nuestros cuerpos y en parte nuestras almas también.
Olía a sexo, a sangre a bosque y a ella. Extasiado me quede en silencio acompasando mi respiración a la de ella.
-¿Dime que no quieres repetir esto una y otra vez? -pregunté sabiendo que lo había disfrutado tanto como yo.
-¿A quien deseas ahora? ¿al humano o a la bestia? -pregunté en un intento de comprender la naturaleza de esa mujer.
Yo era humano y era bestia, no existía uno sin el otro, y creo que ella lo sabia bien.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Los incesantes movimientos del lobo en mi interior me estaban enloqueciendo, su miembro grande y fuerte no cesaba de empalarme a un ritmo devastador logrando llevarme a un delirio inexplicable. Mis pupilas adquirieron la forma rasgada típica de mi naturaleza felina y mis uñas crecieron rasgando por momentos su piel, rasguñándolo en medio de aquel frenesí de sensaciones al cual me encontraba sujeta y que me arrancaba todo pensamiento coherente, logrando así que su el olor de la sangre de sus heridas se mezclara con el mío excitándonos más a los dos.
No sé cuanto tiempo se dedicó a martirizar mi feminidad con su fuerza y su fiereza logrando que me corriera una y otra vez mientras mis largas y atléticas piernas se aferraban a sus costados con fuerza para ayudarlo a impulsarse más contra mi. Repentinamente sacó su miembro de mi cavidad logrando que de mi garganta brotara algo similar a una protesta y giró mi cuerpo colocándome en cuatro sobre el césped.
Abrí nuevamente mis piernas con mi cavidad mojada y su fuego palpitante le recibió cuando volvió a empalarme con fuerza desde atrás. No había nada lógico en lo que estaba sucediendo, simplemente él y yo nos acoplábamos perfectamente. Tuve la certeza de que esto ya había pasado antes a lo largo de los milenios, que de alguna forma no era la primera vez que un lupino y una felina se encontraban cediendo a sus instintos. Mi corazón parecía a punto de estallar, él continuó aullando y penetrándome cada vez más rápido de forma salvaje mientras mis brazos procuraban sostenerse con fuerza y sus zarpas me mantenían aferrada a él. Me moví hacia atrás, arqueando mis caderas y mis glúteos contra él para apretarlo y cobijarlo más adentro mio, pidiéndole mentalmente que no se detuviera.
El realizó un movimiento para que mi rostro contemplase al suyo, mis ojos esmeralda se hundieron en los suyos de color ámbar que lucían hambrientos de mi, y por un momento vi la pura esencia de ese lobo y también la del humano que de cierta forma igualmente me contemplaba aunque él no se percatase de que ambos se encontraban allí.
El orgasmo fue tan intenso que provocó que gritara, mi sexo apretó con fuerza su miembro y un gruñido suyo me indicó que él también estaba satisfecho. Caí sobre la hierba completamente agotada, con pequeñas gotas de sudor perlando mi blanca piel, y él aún entrelazado a mi cuerpo, como si ese lobo de alguna manera se hubiese adueñado de cada resquicio mio, y en cierta forma así lo había hecho.
La verde alfombra me permitía descansar con mi cuerpo laxo y extraordinariamente satisfecho. Mi aspecto regresó a la normalidad, mis ojos tornáronse de vuelta completamente humanos y mis dedos siguieron hundidos en su pelaje.
-Cualquier hembra te hubiera servido para el mismo menester…- comenté en respuesta a su pregunta pero tomé sus extremidades con mis manos. -Si retrajeras así tus garras no tendrías que rasguñarme todo el tiempo.- Le enseñé como contraerlas de forma similar a como yo lo hacía en mis formas felinas y luego redirigí sus patas hacia mi cuerpo, aún intentando respirar de forma normal.
-Una vez. Dijiste que me poseerías una vez y luego me dejarías indemne.- Mi cuerpo se arrimó más a él, fundiéndome con su forma que se adecuaba completamente a la mía. El aire era helado y me recordaba los inviernos en Rusia pero el lobo era tibio y de alguna extraña forma me atraía. Aunque no por ello dejaba de estar alerta, él estaba desbocado y era impredecible, una vez saciado podía intentar lastimarme.
-Si me dejas dormir contigo no me iré pero si intentas algo me escaparé y no me verás más.- Podía sentir los latidos del corazón de la bestia bajo mi mano, eran rápidos y respiraba de forma virulenta. Lo acaricié suavemente buscando sosegarlo, sintiendo como sus latidos se acompasaban a los míos. Era una locura yacer con él y sin embargo no quería marcharme, de haber querido me hubiera escabullido a su menor descuido. Mis párpados se tornaron pesados, la respiración de su pecho se sentía menos violenta, pegada a él comencé a dormirme.
No sé cuanto tiempo se dedicó a martirizar mi feminidad con su fuerza y su fiereza logrando que me corriera una y otra vez mientras mis largas y atléticas piernas se aferraban a sus costados con fuerza para ayudarlo a impulsarse más contra mi. Repentinamente sacó su miembro de mi cavidad logrando que de mi garganta brotara algo similar a una protesta y giró mi cuerpo colocándome en cuatro sobre el césped.
Abrí nuevamente mis piernas con mi cavidad mojada y su fuego palpitante le recibió cuando volvió a empalarme con fuerza desde atrás. No había nada lógico en lo que estaba sucediendo, simplemente él y yo nos acoplábamos perfectamente. Tuve la certeza de que esto ya había pasado antes a lo largo de los milenios, que de alguna forma no era la primera vez que un lupino y una felina se encontraban cediendo a sus instintos. Mi corazón parecía a punto de estallar, él continuó aullando y penetrándome cada vez más rápido de forma salvaje mientras mis brazos procuraban sostenerse con fuerza y sus zarpas me mantenían aferrada a él. Me moví hacia atrás, arqueando mis caderas y mis glúteos contra él para apretarlo y cobijarlo más adentro mio, pidiéndole mentalmente que no se detuviera.
El realizó un movimiento para que mi rostro contemplase al suyo, mis ojos esmeralda se hundieron en los suyos de color ámbar que lucían hambrientos de mi, y por un momento vi la pura esencia de ese lobo y también la del humano que de cierta forma igualmente me contemplaba aunque él no se percatase de que ambos se encontraban allí.
El orgasmo fue tan intenso que provocó que gritara, mi sexo apretó con fuerza su miembro y un gruñido suyo me indicó que él también estaba satisfecho. Caí sobre la hierba completamente agotada, con pequeñas gotas de sudor perlando mi blanca piel, y él aún entrelazado a mi cuerpo, como si ese lobo de alguna manera se hubiese adueñado de cada resquicio mio, y en cierta forma así lo había hecho.
La verde alfombra me permitía descansar con mi cuerpo laxo y extraordinariamente satisfecho. Mi aspecto regresó a la normalidad, mis ojos tornáronse de vuelta completamente humanos y mis dedos siguieron hundidos en su pelaje.
-Cualquier hembra te hubiera servido para el mismo menester…- comenté en respuesta a su pregunta pero tomé sus extremidades con mis manos. -Si retrajeras así tus garras no tendrías que rasguñarme todo el tiempo.- Le enseñé como contraerlas de forma similar a como yo lo hacía en mis formas felinas y luego redirigí sus patas hacia mi cuerpo, aún intentando respirar de forma normal.
-Una vez. Dijiste que me poseerías una vez y luego me dejarías indemne.- Mi cuerpo se arrimó más a él, fundiéndome con su forma que se adecuaba completamente a la mía. El aire era helado y me recordaba los inviernos en Rusia pero el lobo era tibio y de alguna extraña forma me atraía. Aunque no por ello dejaba de estar alerta, él estaba desbocado y era impredecible, una vez saciado podía intentar lastimarme.
-Si me dejas dormir contigo no me iré pero si intentas algo me escaparé y no me verás más.- Podía sentir los latidos del corazón de la bestia bajo mi mano, eran rápidos y respiraba de forma virulenta. Lo acaricié suavemente buscando sosegarlo, sintiendo como sus latidos se acompasaban a los míos. Era una locura yacer con él y sin embargo no quería marcharme, de haber querido me hubiera escabullido a su menor descuido. Mis párpados se tornaron pesados, la respiración de su pecho se sentía menos violenta, pegada a él comencé a dormirme.
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Ambos caímos sobre la hierba, extenuados, jadeantes, aquel lecho se apiado de nuestros cuerpos dándonos una tregua.
Sus dedos acariciaban mi tupida piel, enredándose entre mi pelo.
Era extraño, pero no deseaba morderla, ahora estaba tan..relajado.
Su mano aferró mi zarpa mostrándome el modo para retraer mis uñas, según ella para no dañarla.
No pude evitar sonreír, aunque mi hocico aquello no lo mostraba.
-No soy un gato -apunté cuando esta continuó el recorrido hasta depositar mi zarpa nuevamente sobre su cuerpo desnudo.
Estaba saciado, admito que una parte de mi deseaba trasformarla en mi pareja de baile, mas otra deseaba volver a tomarla así, en su forma humana.
Ladeé la cabeza ligeramente observando su piel blanca, era perfecta, inmaculada.
Solo manchada por el carmesí que tras los arañazos habían dejado marcadas mis garras.
-Eres mía -dije mentalmente mientras un aullido la reclamaba sobre las demás bestias -hazte a la idea -afirmé imperativo con un afán de posesión no conocido hasta ahora.
La dama acercó mas su cuerpo al mio, prometía que se mantendría ahí si la abrigaba del frio, mas para ello, debía no morderla, simplemente dormir, acariciarnos, algo a lo que no estaba precisamente acostumbrado.
De humano nunca veía el amanecer con una mujer, mas ahora, con mi forma lobuna, deseaba quedarme a su lado de un modo inexplicable, como si tras este acto fuera mas mía que de nadie.
Cerré los ojos como respuesta a ese pacto, era demasiado orgullosos para mostrarle que mis ganas por estar con ella una vez saciado no distaban en absoluto de las de ella.
Que ver amanecer enredado en su abrazo se me antojaba el plan perfecto para acabar la noche en al que la madre luna por primera vez me había llamado.
-De acuerdo
Así Morfeo se apoderó de mis sueños y con ellos de los de la dama que abrigada contra mi piel dormía placida.
La luna dio paso al sol y con este nimio gesto que se sucedía cada día, mi cuerpo volvió a ser el de un humano.
Abrí los ojos lentamente, me sobresalté al ver una mujer completamente desnuda entre mis brazos.
Miré mi cuerpo, yo estaba del mismo modo.
Por mi cabeza pasaron un montón de imágenes, desde la idea de haberla forzado a la de haber mantenido relaciones consentidas.
La noche era un velo negro del que no recordaba nada, solo el cabalgar incesante de mi caballo llegando a una casa.
Mi respiración se agitó, no solo por la belleza de la mujer de dorados cabellos, una muy distinta a la de los rasgos árabes a los que estaba acostumbrado, si no por no saber que demonios había pasado.
Sus dedos acariciaban mi tupida piel, enredándose entre mi pelo.
Era extraño, pero no deseaba morderla, ahora estaba tan..relajado.
Su mano aferró mi zarpa mostrándome el modo para retraer mis uñas, según ella para no dañarla.
No pude evitar sonreír, aunque mi hocico aquello no lo mostraba.
-No soy un gato -apunté cuando esta continuó el recorrido hasta depositar mi zarpa nuevamente sobre su cuerpo desnudo.
Estaba saciado, admito que una parte de mi deseaba trasformarla en mi pareja de baile, mas otra deseaba volver a tomarla así, en su forma humana.
Ladeé la cabeza ligeramente observando su piel blanca, era perfecta, inmaculada.
Solo manchada por el carmesí que tras los arañazos habían dejado marcadas mis garras.
-Eres mía -dije mentalmente mientras un aullido la reclamaba sobre las demás bestias -hazte a la idea -afirmé imperativo con un afán de posesión no conocido hasta ahora.
La dama acercó mas su cuerpo al mio, prometía que se mantendría ahí si la abrigaba del frio, mas para ello, debía no morderla, simplemente dormir, acariciarnos, algo a lo que no estaba precisamente acostumbrado.
De humano nunca veía el amanecer con una mujer, mas ahora, con mi forma lobuna, deseaba quedarme a su lado de un modo inexplicable, como si tras este acto fuera mas mía que de nadie.
Cerré los ojos como respuesta a ese pacto, era demasiado orgullosos para mostrarle que mis ganas por estar con ella una vez saciado no distaban en absoluto de las de ella.
Que ver amanecer enredado en su abrazo se me antojaba el plan perfecto para acabar la noche en al que la madre luna por primera vez me había llamado.
-De acuerdo
Así Morfeo se apoderó de mis sueños y con ellos de los de la dama que abrigada contra mi piel dormía placida.
La luna dio paso al sol y con este nimio gesto que se sucedía cada día, mi cuerpo volvió a ser el de un humano.
Abrí los ojos lentamente, me sobresalté al ver una mujer completamente desnuda entre mis brazos.
Miré mi cuerpo, yo estaba del mismo modo.
Por mi cabeza pasaron un montón de imágenes, desde la idea de haberla forzado a la de haber mantenido relaciones consentidas.
La noche era un velo negro del que no recordaba nada, solo el cabalgar incesante de mi caballo llegando a una casa.
Mi respiración se agitó, no solo por la belleza de la mujer de dorados cabellos, una muy distinta a la de los rasgos árabes a los que estaba acostumbrado, si no por no saber que demonios había pasado.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Poco a poco el delgado límite que separa la realidad del sueño se torno casi invisible para mi. Acunada por el susurro de las hojas de los árboles y acurrucada junto al lobo, con nuestras respiraciones siguiendo un mismo ritmo, dejé de sentir temor. Él por su parte lanzó un aullido que estremeció todo el bosque. Una sonrisa perezosa se expandió por mis labios, acababa de reclamarme como suya y lo había hecho de tal forma, que no permitiría a ninguna criatura viviente que se encontrase en las inmediaciones dudar de la veracidad del reclamo. De alguna forma inusitada, sentí la caricia de ese lobo que cedía a mi pedido y aceptaba mi cercanía. El límite se difuminó y dormí envuelta en su cálido abrazo.
La mañana llegó más pronto de lo que supuse. A mis oídos llegaron los primeros trinos de pequeños pájaros. Sonido incitante para mi, al ser una felina, en muchas ocasiones preludio de algunas cacerías por el bosque. Los rayos solares se abrieron paso entre las nubes, provocando pequeñas cosquillas en mi cuerpo con su tenue danza sobre este. Me encontraba reticente a abrir mis ojos, sintiéndome cómoda tal y como estaba. Si movía mis dedos aún podía sentir la cálida piel ajena bajo ellos, más no su pelaje, repentinamente me percaté. Aquel descubrimiento logró que abriera mis párpados para con sorpresa observar al hombre que yacía junto a mi.
Mis sentidos absorbieron sus detalles con detenimiento unos segundos, antes de que el shock del momento se abriera paso. El día se había llevado consigo al lupino, dejando lugar al humano. Uno de rasgos exóticos y piel bronceada, cuyos ojos de un intenso azul me miraban con desconcierto y sorpresa. Allí fue cuando corroboré lo que ya sabía, el lobo y él eran el mismo, pero cada uno actuaba por separado. El humano no recordaba la noche anterior y tampoco a mi.
Lentamente me fui separando de él, desenlazando nuestros cuerpos, confundida ante el descubrimiento. El hombre que me miraba de vuelta no recordaba absolutamente nada de lo acontecido la noche anterior. No tenía idea de cómo me había perseguido sin cesar por todo el bosque y de cómo me había hecho suya de una forma extraordinaria, mágica, para luego aullarlo con potencia y ahora relegarme al olvido.
Me incorporé y suspiré, replegando mis piernas para abrazar mis rodillas. El lobo se había marchado y no sabía cuándo volvería. ¿Y por qué eso me frustraba? Mi fina nariz se frunció. -Anoche llegaste a mi hogar y tomaste refugio en mis caballerizas.- expliqué. ¿Tenía idea de lo que le había pasado? Mis verdes ojos se dirigieron hacia él despacio, fijando mi mirada en la suya. -Destrozaste buena parte de mi casa- Hice un ligero mohín con los labios al recordar aquello, me puse lentamente de pie y le di la espalda, aspirando el aire matutino.
Estaba bastante consciente de que ambos estábamos desnudos y no podía evitar lanzar breves miradas en su dirección, inevitablemente despertaba mi curiosidad. -Volveré a casa, será mejor que me acompañes si deseas algo de ropa… y de paso hacer algo con respecto a los destrozos.- Dicho eso, comencé a caminar sin aguardar respuesta, sonrojándome ante la imposibilidad de cubrir mi desnudez y acelerando el paso, de manera tal que casi corría entre los árboles, desmintiendo mis previas palabras, como si en realidad desease huir de él.
La mañana llegó más pronto de lo que supuse. A mis oídos llegaron los primeros trinos de pequeños pájaros. Sonido incitante para mi, al ser una felina, en muchas ocasiones preludio de algunas cacerías por el bosque. Los rayos solares se abrieron paso entre las nubes, provocando pequeñas cosquillas en mi cuerpo con su tenue danza sobre este. Me encontraba reticente a abrir mis ojos, sintiéndome cómoda tal y como estaba. Si movía mis dedos aún podía sentir la cálida piel ajena bajo ellos, más no su pelaje, repentinamente me percaté. Aquel descubrimiento logró que abriera mis párpados para con sorpresa observar al hombre que yacía junto a mi.
Mis sentidos absorbieron sus detalles con detenimiento unos segundos, antes de que el shock del momento se abriera paso. El día se había llevado consigo al lupino, dejando lugar al humano. Uno de rasgos exóticos y piel bronceada, cuyos ojos de un intenso azul me miraban con desconcierto y sorpresa. Allí fue cuando corroboré lo que ya sabía, el lobo y él eran el mismo, pero cada uno actuaba por separado. El humano no recordaba la noche anterior y tampoco a mi.
Lentamente me fui separando de él, desenlazando nuestros cuerpos, confundida ante el descubrimiento. El hombre que me miraba de vuelta no recordaba absolutamente nada de lo acontecido la noche anterior. No tenía idea de cómo me había perseguido sin cesar por todo el bosque y de cómo me había hecho suya de una forma extraordinaria, mágica, para luego aullarlo con potencia y ahora relegarme al olvido.
Me incorporé y suspiré, replegando mis piernas para abrazar mis rodillas. El lobo se había marchado y no sabía cuándo volvería. ¿Y por qué eso me frustraba? Mi fina nariz se frunció. -Anoche llegaste a mi hogar y tomaste refugio en mis caballerizas.- expliqué. ¿Tenía idea de lo que le había pasado? Mis verdes ojos se dirigieron hacia él despacio, fijando mi mirada en la suya. -Destrozaste buena parte de mi casa- Hice un ligero mohín con los labios al recordar aquello, me puse lentamente de pie y le di la espalda, aspirando el aire matutino.
Estaba bastante consciente de que ambos estábamos desnudos y no podía evitar lanzar breves miradas en su dirección, inevitablemente despertaba mi curiosidad. -Volveré a casa, será mejor que me acompañes si deseas algo de ropa… y de paso hacer algo con respecto a los destrozos.- Dicho eso, comencé a caminar sin aguardar respuesta, sonrojándome ante la imposibilidad de cubrir mi desnudez y acelerando el paso, de manera tal que casi corría entre los árboles, desmintiendo mis previas palabras, como si en realidad desease huir de él.
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Aquella mujer parecía mirarme desconcertada, como si algo esperara encontrar en mi que no veía, como si mis preguntas la incomodara.
Replegó sus piernas bajo un abrazo mientras me miraba confundida, parecía tener mucho que decirme, mas sin embargo los silencios eran sentenciadores.
No tardo en revelarme la evidencia, esa parte que si recordaba, que había llegado hasta una mansión a lomos de mi caballo, pero después de eso apenas recordaba nada. Hablaba de que había destrozado su hogar, ¿mas como? Todo era ciertamente confuso para mi.
-¿que convulsione? ¿algún ataque de pánico? -pregunté sin acabar de entender sus palabras.
Su inquisitiva mirada parecía ocultarme algo de vital importancia y en mi mente la idea de que la tome a la fuerza dado que ambos estábamos desnudos en el bosque iba tomando mayor fuerza.
Recompensaría al padre de ser así con un par de caballos, que menos que eso por robar la virginidad de su hija. De echo podría darle mas que eso y llevarla conmigo como parte de mi aren cuando pudiera solucionarlo todo.
La dama me dio la espalda, creo que sentía como mis ojos la devoraban, algo que no podía evitar mostrar ahora que mi virilidad se alzaba frente a su excitante cuerpo.
Camino rumbo a su casa, invitándome ha hacer lo propio, allí podría darme algo de ropa.
-Siento mucho el destrozo ¿señorita? Le pagare todo cuando consiga recuperar mi fortuna.
Lo cierto era que ahora era un vagabundo mas, y que esa noche tras la amabilidad de la mujer si me regalaba algo de ropa tendría que volver al frio de las calles de París.
Una ciudad muy distinta de la que yo procedía.
Nunca había trabajado en nada mas que en la cría y doma de caballos, no sabia ganarme la vida, intuía que mi estancia en esos lares mientras planeaba como derruir a mi tío y recuperar lo que era por derecho mio iba a ser francamente complicada.
Al fondo del bosque se podía ver su casa, ella apenas me había mirado ,así que alargué la mano para detenerla por la muñeca.
-No se que paso, apenas recuerdo nada, mas lo siento, intuyo que os tomé a la fuerza.
Mis labios se entreabrieron ante la intensidad de esa mirada de vuelta, mi cuerpo como guiado por una bestia se orillo a ella.
-Lo siento,- repetí poniendo cordura a esto -no se que me pasa, debe ser la luna -bromeé buscando cierta distancia con los ojos oscuros de deseo. -recompensaré a vuestro padre llegado el momento.
-Quizás podría serle de utilidad en las cuadras mi señora, a decir verdad, no tengo donde pasar la noche.
Yo nunca había sido un hombre sumiso, mas bien todo lo contrario, déspota y bastante pasota, engreído y algo chulesco, pero lo que realmente era cierto es que ella era la única oportunidad para mi de tener un plato caliente en la mesa y un techo bajo el que dormir.
Era gracioso que alguien como yo, el hijo de un príncipe tuviera que recurrir a la ayuda de una mujer..eso que en mi País se cambiaba por corceles, pero de momento tendría que adaptarme.
-Puedo hablar con el señor de la casa, ¿su padre? Seguro llegaremos a un acuerdo.
Replegó sus piernas bajo un abrazo mientras me miraba confundida, parecía tener mucho que decirme, mas sin embargo los silencios eran sentenciadores.
No tardo en revelarme la evidencia, esa parte que si recordaba, que había llegado hasta una mansión a lomos de mi caballo, pero después de eso apenas recordaba nada. Hablaba de que había destrozado su hogar, ¿mas como? Todo era ciertamente confuso para mi.
-¿que convulsione? ¿algún ataque de pánico? -pregunté sin acabar de entender sus palabras.
Su inquisitiva mirada parecía ocultarme algo de vital importancia y en mi mente la idea de que la tome a la fuerza dado que ambos estábamos desnudos en el bosque iba tomando mayor fuerza.
Recompensaría al padre de ser así con un par de caballos, que menos que eso por robar la virginidad de su hija. De echo podría darle mas que eso y llevarla conmigo como parte de mi aren cuando pudiera solucionarlo todo.
La dama me dio la espalda, creo que sentía como mis ojos la devoraban, algo que no podía evitar mostrar ahora que mi virilidad se alzaba frente a su excitante cuerpo.
Camino rumbo a su casa, invitándome ha hacer lo propio, allí podría darme algo de ropa.
-Siento mucho el destrozo ¿señorita? Le pagare todo cuando consiga recuperar mi fortuna.
Lo cierto era que ahora era un vagabundo mas, y que esa noche tras la amabilidad de la mujer si me regalaba algo de ropa tendría que volver al frio de las calles de París.
Una ciudad muy distinta de la que yo procedía.
Nunca había trabajado en nada mas que en la cría y doma de caballos, no sabia ganarme la vida, intuía que mi estancia en esos lares mientras planeaba como derruir a mi tío y recuperar lo que era por derecho mio iba a ser francamente complicada.
Al fondo del bosque se podía ver su casa, ella apenas me había mirado ,así que alargué la mano para detenerla por la muñeca.
-No se que paso, apenas recuerdo nada, mas lo siento, intuyo que os tomé a la fuerza.
Mis labios se entreabrieron ante la intensidad de esa mirada de vuelta, mi cuerpo como guiado por una bestia se orillo a ella.
-Lo siento,- repetí poniendo cordura a esto -no se que me pasa, debe ser la luna -bromeé buscando cierta distancia con los ojos oscuros de deseo. -recompensaré a vuestro padre llegado el momento.
-Quizás podría serle de utilidad en las cuadras mi señora, a decir verdad, no tengo donde pasar la noche.
Yo nunca había sido un hombre sumiso, mas bien todo lo contrario, déspota y bastante pasota, engreído y algo chulesco, pero lo que realmente era cierto es que ella era la única oportunidad para mi de tener un plato caliente en la mesa y un techo bajo el que dormir.
Era gracioso que alguien como yo, el hijo de un príncipe tuviera que recurrir a la ayuda de una mujer..eso que en mi País se cambiaba por corceles, pero de momento tendría que adaptarme.
-Puedo hablar con el señor de la casa, ¿su padre? Seguro llegaremos a un acuerdo.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Caminábamos a paso veloz sobre la hierba, ese manto verde y mullido que siempre lograba elevar mi ánimo y ponerme de buen humor. Sin embargo me sentía completamente inquieta, como si sintiera la mirada de ese hombre sobre mí, y no era nada correcto que me viera desnuda, por lo que esperaba pronto llegásemos a la casa. Claro que el asunto lo pude haber arreglado tomando otra forma pero tampoco consideraba una buena idea transformarme frente a él, y poco podía hacer para evadirlo, era vigoroso y rápido, se mantenía a buen trote a escasa distancia mía.
-Es algo difícil de explicar.- respondí, dejando que las ondas sonoras viajaran entre el espacio nuestro en lugar de voltearlo a ver. -Será mejor que vea el destrozo por si mismo.- Sus palabras me indicaban que no tenía la menor idea de lo que le sucedía en las noches de luna llena, y poco era mi conocimiento sobre los de su especie, por lo que a mi vez me desconcertaba. ¿Era posible que nunca se hubiese transformado antes?
Al cabo de un rato y con la agilidad compartida que nos permitió llegar con rapidez, mi mansión se vislumbró al fondo del camino. Sentí alivio al verla, me inquietaba el estado de la servidumbre. Seguramente estaban preocupados por el paradero de su señora y mi fiel Zoya se encontraría conmocionada y terriblemente preocupada.
Unos dedos masculinos y fuertes me detuvieron al apropiarse de mi muñeca, deteniéndome el paso. Me detuve agitada, el extranjero me retuvo y mis ojos, que se negaban a contemplarlo, finalmente no tuvieron más remedio que hacerlo. Lo observé nuevamente bajo la luz matutina que se colaba entre las ramas iluminando su piel bronceada y atrayendo así mi mirada hacia él. Los rayos solares creaban un efecto atrayente sobre los rasgos de su rostro, los contemplé con lentitud y callada admiración.
Mi atención se vio completamente sumida en su mirada, tan similar a la del lobo y a la vez tan distinta. Ladeé mi rostro contemplándolo, intentando comprender el misterio, el por qué el uno tenía necesariamente que esconder al otro.
Me acerqué a él con deseos de tocarlo, ahora sin su pelaje, su apariencia humana me atraía de igual forma. -La luna influye en usted más de lo que cree.- comenté, tras lo cual desvié la mirada sonrojándome otra vez.
-No se torture por lo de anoche, no estaba usted en su estado actual.- Regresé mi mirada a él cuando sugirió lo de las cuadras. -Ya se verá, no a todos les confiero con facilidad el cuidado de mis caballos. Son muy especiales.- Él aflojó su agarre y aproveché para retroceder un poco. -Me temo que si espera tratar con mi padre, se llevará un fiasco. Él no está acá.- Arqueé mis cejas. Sabía que mi edad indicaba que debía estar sujeta a algún tipo de patriarcado, y no tenía deseos de dar explicaciones sobre un esposo no presente... o el por qué actualmente vivía sola.
-Soy la señora de la casa, si desea empleo en ella, tendrá que tratar conmigo.- Sus dedos aflojaron mi muñeca, momento que aproveché para retroceder. -Espéreme aquí, le traeré ropa, no es cuestión de que ambos entremos… así… y consternemos a la servidumbre.- Acentué mi indicación con un dedo en el aire y di media vuelta alejándome de él. A medida que corría y cuando no había nadie a la vista me transformé en gata y trepé los escalones de la entrada con agilidad, corrí por los pasillos y al toparme con Zoya maullé y me lancé hacia sus brazos.
Mi doncella me reconoció en seguida, pegó un grito de alegría y supo que debía llevarme a mi habitación. Una vez allí volví a mi forma humana y la abracé con fuerza. -¡Zoya! *Pomogi mne odet'sya! Togda ya ob"yasnyu, chto sluchilos'. Vse li sledovat' zdes'?- Volví a abrazarla. Era una mujer de edad madura, mucho más que una criada. Era mi amiga y mi confidente, además de que sabía de mi naturaleza de cambiante y me era completamente fiel. Sentí un alivio inmenso al volver a verla. No sé que temía, pero me tranquilizó al asegurarme que todos los criados permanecían en mi propiedad.
Con su eficiencia y característica rapidez escogió un vestido de color blanco que me ayudó a ponerme, tirando fuertemente de las cintas del corsét. -Ve a la habitación de Vasily, busca un juego de ropa suyo y tráemelo de inmediato.- Una cinta celeste alrededor de mi cintura y otra que coloqué alrededor de mi cuello terminó de ataviarme. Me coloqué los zapatos pensativa y me acerqué a la ventana para observar hacia el lugar adonde había dejado al extranjero.
Bajé las escaleras para tomarme con Zoya de nuevo, tomé la ropa doblada de sus manos y un par de botas y regresé a la parte posterior de la casa, caminando por el sendero. Estaba algo inquieta mientras mi mirada intentaba encontrarlo. -¿Mister?- Me introduje de nuevo entre los árboles, observando de un lado al otro. Por un momento pensé que se había marchado e inusitadamente comencé a sentirme decepcionada ante la posibilidad. -Tengo aquí la ropa, creo que le calzará bien.- dije al aire, aún buscándolo.
-Es algo difícil de explicar.- respondí, dejando que las ondas sonoras viajaran entre el espacio nuestro en lugar de voltearlo a ver. -Será mejor que vea el destrozo por si mismo.- Sus palabras me indicaban que no tenía la menor idea de lo que le sucedía en las noches de luna llena, y poco era mi conocimiento sobre los de su especie, por lo que a mi vez me desconcertaba. ¿Era posible que nunca se hubiese transformado antes?
Al cabo de un rato y con la agilidad compartida que nos permitió llegar con rapidez, mi mansión se vislumbró al fondo del camino. Sentí alivio al verla, me inquietaba el estado de la servidumbre. Seguramente estaban preocupados por el paradero de su señora y mi fiel Zoya se encontraría conmocionada y terriblemente preocupada.
Unos dedos masculinos y fuertes me detuvieron al apropiarse de mi muñeca, deteniéndome el paso. Me detuve agitada, el extranjero me retuvo y mis ojos, que se negaban a contemplarlo, finalmente no tuvieron más remedio que hacerlo. Lo observé nuevamente bajo la luz matutina que se colaba entre las ramas iluminando su piel bronceada y atrayendo así mi mirada hacia él. Los rayos solares creaban un efecto atrayente sobre los rasgos de su rostro, los contemplé con lentitud y callada admiración.
Mi atención se vio completamente sumida en su mirada, tan similar a la del lobo y a la vez tan distinta. Ladeé mi rostro contemplándolo, intentando comprender el misterio, el por qué el uno tenía necesariamente que esconder al otro.
Me acerqué a él con deseos de tocarlo, ahora sin su pelaje, su apariencia humana me atraía de igual forma. -La luna influye en usted más de lo que cree.- comenté, tras lo cual desvié la mirada sonrojándome otra vez.
-No se torture por lo de anoche, no estaba usted en su estado actual.- Regresé mi mirada a él cuando sugirió lo de las cuadras. -Ya se verá, no a todos les confiero con facilidad el cuidado de mis caballos. Son muy especiales.- Él aflojó su agarre y aproveché para retroceder un poco. -Me temo que si espera tratar con mi padre, se llevará un fiasco. Él no está acá.- Arqueé mis cejas. Sabía que mi edad indicaba que debía estar sujeta a algún tipo de patriarcado, y no tenía deseos de dar explicaciones sobre un esposo no presente... o el por qué actualmente vivía sola.
-Soy la señora de la casa, si desea empleo en ella, tendrá que tratar conmigo.- Sus dedos aflojaron mi muñeca, momento que aproveché para retroceder. -Espéreme aquí, le traeré ropa, no es cuestión de que ambos entremos… así… y consternemos a la servidumbre.- Acentué mi indicación con un dedo en el aire y di media vuelta alejándome de él. A medida que corría y cuando no había nadie a la vista me transformé en gata y trepé los escalones de la entrada con agilidad, corrí por los pasillos y al toparme con Zoya maullé y me lancé hacia sus brazos.
Mi doncella me reconoció en seguida, pegó un grito de alegría y supo que debía llevarme a mi habitación. Una vez allí volví a mi forma humana y la abracé con fuerza. -¡Zoya! *Pomogi mne odet'sya! Togda ya ob"yasnyu, chto sluchilos'. Vse li sledovat' zdes'?- Volví a abrazarla. Era una mujer de edad madura, mucho más que una criada. Era mi amiga y mi confidente, además de que sabía de mi naturaleza de cambiante y me era completamente fiel. Sentí un alivio inmenso al volver a verla. No sé que temía, pero me tranquilizó al asegurarme que todos los criados permanecían en mi propiedad.
Con su eficiencia y característica rapidez escogió un vestido de color blanco que me ayudó a ponerme, tirando fuertemente de las cintas del corsét. -Ve a la habitación de Vasily, busca un juego de ropa suyo y tráemelo de inmediato.- Una cinta celeste alrededor de mi cintura y otra que coloqué alrededor de mi cuello terminó de ataviarme. Me coloqué los zapatos pensativa y me acerqué a la ventana para observar hacia el lugar adonde había dejado al extranjero.
Bajé las escaleras para tomarme con Zoya de nuevo, tomé la ropa doblada de sus manos y un par de botas y regresé a la parte posterior de la casa, caminando por el sendero. Estaba algo inquieta mientras mi mirada intentaba encontrarlo. -¿Mister?- Me introduje de nuevo entre los árboles, observando de un lado al otro. Por un momento pensé que se había marchado e inusitadamente comencé a sentirme decepcionada ante la posibilidad. -Tengo aquí la ropa, creo que le calzará bien.- dije al aire, aún buscándolo.
- Spoiler:
- * ¡Ayúdame a vestirme! Después te explicaré lo que pasó. ¿Siguen todos acá?
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
La dama no parecía dispuesta a enfrentar mi mirada, como si el infierno fuera lo que le recordaran mis ojos, los esquivó en varias ocasiones hasta que ambos quedamos prendidos con intensidad de nuestras miradas.
Su cuerpo desnudo desafiaba a los elementos y admito que mis ganas de tomarla allí mismo no conocían parangón en ese preciso momento.
Ella fue quien interpuso la cordura que a mi me faltaba, privándome del roce de su piel y advirtiéndome que de querer refugio y trabajo ella era la persona con la que tendría que hablar, pues no había señor de la casa.
Mi mirada recorrió su cuerpo con descaro, imposible mantenerme atento a sus palabras cuando mis ojos centelleaban como el fuego. Me mantuve en mi sitio, no se porque, quizás el no saber lo que paso y la reticencia de esta a encontrarnos los dos.
Así se perdió entre los matorrales corriendo a su mansión, dispuesta a traer algo de ropa que cubriera mi desnudez, algo que sin duda agradecí.
Aun tenia muchas preguntas que hacer no recordaba nada, era un misterio el porque decía que había destrozado su hogar. ¿Quizás las fiebres me habían hecho enloquecer? Aun así, me sentía hoy bastante bien, como revitalizado,
Después la siguiente cuestión, ¿por que estábamos desnudos los dos? ¿por que habíamos amanecido presos de un abrazo intimo? Y ¿por que ahora parecía rehuirme como si le diera cierto reparo o miedo?
Ensimismado en todas aquella preguntas sin respuesta escuche´de nueva a la dama volver al lugar donde me dejo, me había ocultado entre la maleza, no por desconfianza, si no porque apenas la conocía y temía que viniera con mas gente para darme caza y hacerme su presa.
Mas, no, solo ella.
Salí de mi escondite alargando la mano para tomar lo prestado,gesto que agradecí mirándola fijamente con mis ores azules en sus verdes.
Frente a ella y sin pudor me coloqué cada prenda, estaba claro que nos habíamos visto desnudos los dos, no era momento para andar jugando al escondite.
-Necesito respuestas -tome su mano y deposite un beso en su dorso -soy Faris ¿y vos sois?
Sonreí de medio lado al notar el temple de su piel, el contraste de mi tez oscura y la suya de porcelana, era una mujer muy bella.
-Deberíais mi señora ¿o señorita tal vez? -hice un alto escudriñando su mirada, supongo que la respuesta me interesaba mas de lo que estaba dispuesto a admitir -deberíais contratar a un hombre que os protegiera, vivir sola no es algo fácil para una dama como vos.
No me había dado cuenta, pero mi mano seguía presa de la suya, ambos mirándonos fijamente, como si el tiempo se hubiera detenido y solo estuviéramos ella y yo en ese pequeño claro.
-Necesito trabajo y vos me necesitáis ¿ o no?
Su cuerpo desnudo desafiaba a los elementos y admito que mis ganas de tomarla allí mismo no conocían parangón en ese preciso momento.
Ella fue quien interpuso la cordura que a mi me faltaba, privándome del roce de su piel y advirtiéndome que de querer refugio y trabajo ella era la persona con la que tendría que hablar, pues no había señor de la casa.
Mi mirada recorrió su cuerpo con descaro, imposible mantenerme atento a sus palabras cuando mis ojos centelleaban como el fuego. Me mantuve en mi sitio, no se porque, quizás el no saber lo que paso y la reticencia de esta a encontrarnos los dos.
Así se perdió entre los matorrales corriendo a su mansión, dispuesta a traer algo de ropa que cubriera mi desnudez, algo que sin duda agradecí.
Aun tenia muchas preguntas que hacer no recordaba nada, era un misterio el porque decía que había destrozado su hogar. ¿Quizás las fiebres me habían hecho enloquecer? Aun así, me sentía hoy bastante bien, como revitalizado,
Después la siguiente cuestión, ¿por que estábamos desnudos los dos? ¿por que habíamos amanecido presos de un abrazo intimo? Y ¿por que ahora parecía rehuirme como si le diera cierto reparo o miedo?
Ensimismado en todas aquella preguntas sin respuesta escuche´de nueva a la dama volver al lugar donde me dejo, me había ocultado entre la maleza, no por desconfianza, si no porque apenas la conocía y temía que viniera con mas gente para darme caza y hacerme su presa.
Mas, no, solo ella.
Salí de mi escondite alargando la mano para tomar lo prestado,gesto que agradecí mirándola fijamente con mis ores azules en sus verdes.
Frente a ella y sin pudor me coloqué cada prenda, estaba claro que nos habíamos visto desnudos los dos, no era momento para andar jugando al escondite.
-Necesito respuestas -tome su mano y deposite un beso en su dorso -soy Faris ¿y vos sois?
Sonreí de medio lado al notar el temple de su piel, el contraste de mi tez oscura y la suya de porcelana, era una mujer muy bella.
-Deberíais mi señora ¿o señorita tal vez? -hice un alto escudriñando su mirada, supongo que la respuesta me interesaba mas de lo que estaba dispuesto a admitir -deberíais contratar a un hombre que os protegiera, vivir sola no es algo fácil para una dama como vos.
No me había dado cuenta, pero mi mano seguía presa de la suya, ambos mirándonos fijamente, como si el tiempo se hubiera detenido y solo estuviéramos ella y yo en ese pequeño claro.
-Necesito trabajo y vos me necesitáis ¿ o no?
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Al cabo de unos minutos el caballero hizo acto de aparición, presentándose de nuevo frente a mi para tomar la ropa. Admito que sentí cierta alegría cuando así fue, aunque de inmediato desvié la mirada hacia los arbustos mientras se vestía. El rubor me invadía por lo que mis dedos se contentaron con acariciar la rugosa corteza del tronco de uno de los árboles que nos rodeaban. Quizás él pensaba que lo había contemplado desnudo toda la noche, pero nada más lejos de la realidad. Todavía me azoré más pensando en que habíamos amanecido abrazados aunque no pude evitar lanzar breves miradas furtivas hacia él.
Pronto se vistió del todo. Seguí cada uno de sus siguientes gestos con la mirada, inquietándome cuando tomó mi mano en la suya y más cuando besó el dorso. -Faris…- repetí el nombre en voz alta, acostumbrándome a la pronunciación del mismo. -Soy Danica.- Mis ojos deambularon sobre él, no se notaba ni un vestigio de memoria de la noche anterior. -Por supuesto, ha de tener muchas preguntas sobre anoche…-
Su mano aún sostenía la mía, apenas me percaté de eso. Sus ojos de azul penetrante acababan de atrapar a los míos y estos se sintieron incapaces de no adentrarse en ellos, de sondearlos. -¿Y usted es ese hombre que debo de contratar para que me proteja?- Sonreí de medio lado, ¿no era él mismo de quien tuve que cuidarme la noche anterior? ¿Ya había acabado el hechizo de la luna llena o aún seguía? Me inclinaba por lo último pues aunque la luna ahora estuviese escondida aún notaba vestigios del lobo en su mirada y en la calidez que emanaba de su mano, similar a la de su pelaje.
Mano que sin demasiadas ganas tuve que dejar ir, pues ya la había sostenido más de lo que se consideraba apropiado. -Venga conmigo. Le enseñaré la casa, verá lo acontecido por si mismo, y luego le enseñaré también las caballerizas, veremos si le agrada usted a los caballos y que tanto sabe con respecto a ellos.- Algo me decía que no estaba frente a un hombre corriente. Muy por el contrario, su porte, su manera de hablar y de desenvolverse me indicaban otra cosa, lo extraño era que buscara trabajo pero no me parecía el momento para inundarlo con preguntas al respecto.
Atravesamos el jardín, adonde se vislumbraba como las flores anteriormente cuidadas con mimo, ahora habían perdido su colorido y su garbo al ser aplastadas por el anterior paso del licántropo. -Desde aquí empieza su faena.- señalé lo que saltaba ante nuestra vista. Llegamos frente a la fachada de la casa, adonde encontramos múltiples macetas volcadas y rotas. El interior de la mansión se desplegó ante nosotros. -Los criados no tardarán en volver a sus tareas y harán limpieza pero como verá hay jarrones rotos, pequeñas mesas ornamentales y muebles rasguñados o desgarrados.- Atravesamos el pasillo, lo peor estaba aún por verse en el salón adonde él se había recostado frente a la chimenea.
Allí nos recibieron los restos desparrramados de mobiliario completamente destrozado. -¿De verdad no sospecha nada?- Alguien debía decírselo de una vez, aunque no estaba segura de como reaccionaría. -La fiebre que tuvo anoche cuando le encontré, el dolor insoportable de su cuerpo… ese crujir de huesos que comienzan a abandonar su tamaño normal para acoplarse a otro bajo la influencia de la luna llena que nos visitó anoche. ¿No recuerda lo último que sucedió en esta misma sala?- pregunté deteniéndome frente a él.
-¿No le ha sucedido algo fuera de lo común recientemente? ¿Que le hayan atacado… uno o varios seres no humanos?- Intenté yo misma comprender como pudo haberse iniciado su transformación, su conversión a lobo, algo desconocido para él, involuntario pero no necesariamente una maldición. Yo sabía lo que era tener otras formas, había aprendido a convivir con ellas, a abrazarlas como parte mia. No veía por qué él no podría hacer lo mismo, si aceptaba la idea. Sin pensarlo tomé su mano y la presioné suavemente. -En el fondo debe saberlo ya, intuirlo de alguna forma. Yo he visto sus dos caras Faris… la otra se presentó anoche pero por alguna razón no le permite recordarlo…-
Pronto se vistió del todo. Seguí cada uno de sus siguientes gestos con la mirada, inquietándome cuando tomó mi mano en la suya y más cuando besó el dorso. -Faris…- repetí el nombre en voz alta, acostumbrándome a la pronunciación del mismo. -Soy Danica.- Mis ojos deambularon sobre él, no se notaba ni un vestigio de memoria de la noche anterior. -Por supuesto, ha de tener muchas preguntas sobre anoche…-
Su mano aún sostenía la mía, apenas me percaté de eso. Sus ojos de azul penetrante acababan de atrapar a los míos y estos se sintieron incapaces de no adentrarse en ellos, de sondearlos. -¿Y usted es ese hombre que debo de contratar para que me proteja?- Sonreí de medio lado, ¿no era él mismo de quien tuve que cuidarme la noche anterior? ¿Ya había acabado el hechizo de la luna llena o aún seguía? Me inclinaba por lo último pues aunque la luna ahora estuviese escondida aún notaba vestigios del lobo en su mirada y en la calidez que emanaba de su mano, similar a la de su pelaje.
Mano que sin demasiadas ganas tuve que dejar ir, pues ya la había sostenido más de lo que se consideraba apropiado. -Venga conmigo. Le enseñaré la casa, verá lo acontecido por si mismo, y luego le enseñaré también las caballerizas, veremos si le agrada usted a los caballos y que tanto sabe con respecto a ellos.- Algo me decía que no estaba frente a un hombre corriente. Muy por el contrario, su porte, su manera de hablar y de desenvolverse me indicaban otra cosa, lo extraño era que buscara trabajo pero no me parecía el momento para inundarlo con preguntas al respecto.
Atravesamos el jardín, adonde se vislumbraba como las flores anteriormente cuidadas con mimo, ahora habían perdido su colorido y su garbo al ser aplastadas por el anterior paso del licántropo. -Desde aquí empieza su faena.- señalé lo que saltaba ante nuestra vista. Llegamos frente a la fachada de la casa, adonde encontramos múltiples macetas volcadas y rotas. El interior de la mansión se desplegó ante nosotros. -Los criados no tardarán en volver a sus tareas y harán limpieza pero como verá hay jarrones rotos, pequeñas mesas ornamentales y muebles rasguñados o desgarrados.- Atravesamos el pasillo, lo peor estaba aún por verse en el salón adonde él se había recostado frente a la chimenea.
Allí nos recibieron los restos desparrramados de mobiliario completamente destrozado. -¿De verdad no sospecha nada?- Alguien debía decírselo de una vez, aunque no estaba segura de como reaccionaría. -La fiebre que tuvo anoche cuando le encontré, el dolor insoportable de su cuerpo… ese crujir de huesos que comienzan a abandonar su tamaño normal para acoplarse a otro bajo la influencia de la luna llena que nos visitó anoche. ¿No recuerda lo último que sucedió en esta misma sala?- pregunté deteniéndome frente a él.
-¿No le ha sucedido algo fuera de lo común recientemente? ¿Que le hayan atacado… uno o varios seres no humanos?- Intenté yo misma comprender como pudo haberse iniciado su transformación, su conversión a lobo, algo desconocido para él, involuntario pero no necesariamente una maldición. Yo sabía lo que era tener otras formas, había aprendido a convivir con ellas, a abrazarlas como parte mia. No veía por qué él no podría hacer lo mismo, si aceptaba la idea. Sin pensarlo tomé su mano y la presioné suavemente. -En el fondo debe saberlo ya, intuirlo de alguna forma. Yo he visto sus dos caras Faris… la otra se presentó anoche pero por alguna razón no le permite recordarlo…-
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Mis ojos se fundieron con aquella mirada desconcertada, apuntaría que hasta irónica por el cáliz que tomaron sus palabras cuando una sonrisa de medio lado surcó su rostro.
-Si, ese hombre que os puede proteger soy yo.
Ea cierto, era ducho en las armas ¿quien de mi condición no lo era? Y bueno con los caballos, no sabia hacer nada mas que eso, luchar y montar..pero en sendas cosas era único.
Algo me decía por su mirada, que me veía como el mayor de los peligros, instante en el que se me pasó de nuevo la idea de su cuerpo desnudo contra el mio, mis ojos se oscurecieron ,creo que incluso tomaron una tonalidad bien distinta pues la dama los admiró como si reconociera al ser que habitaba tras ellos.
Nuestras manos se soltaron, admito que con cierta reticencia por mi parte, pues su contacto me gustaba y pese a que no estaba bien visto si no pertenecía a mi harén o no había sido comprada con una buena dote, necesitaba volver a tocarla.
-disculpe si mi pregunta os incomoda, se que sois libre, algo extraño de allí a donde yo vengo, mas ¿tenéis precio, dote o alguna cosa?
Sus orbes se clavaron salvajes en los míos, hasta que mis manos se alzaron en son de paz y una sonrisa de medio lado se dibujo en mi rostro de forma divertida.
-Solo preguntaba mi señora, no tenéis porque ofenderos.
Así, tras ella, me adentré en lo que era la mansión. Enarqué una ceja al ver el desastroso jardín, flores pisoteadas como si una manada de caballos hubieran quedado sueltos sobre ellas, a su alrededor jarrones rotos, destrozados los arcos, todo era un caos.
Sonreí ante las palabras de la mujer, desde luego, si algo no sobraba en esa casa era trabajo por hacer, pues todo estaba completamente destrozado.
Mas si creía que el exterior era lo suficientemente terrorífico, lo que era el gran salón, era el circo de los horrores. Plumas de los cojines esparcidas por el suelo, jarrones quebrados, los sofás rotos y descuartizados ¿acaso había quedado algo en pie después del huracán?
Mis ojos se centraron en los de esa mujer de dorados cabellos y alma felina, que pronto empezó a explicarme, para que yo mismo atara los cabos.
Era cierto, recordaba las fiebres y ahora con sus palabras como había sido conducido a ese salón que en mi recuerdo desde luego se erguía en perfectas condiciones.
Sus palabras me torturaban, quizás porque no quería creer lo que estas insinuaban. Así me deje vencer sobre el maltrecho sofá frente a la lumbre. Entre mis manos hundí mi cabeza, enredando el pelo con desesperación entre mis dedos.
-Estas insinuando..-gruñí con los ojos ámbar como la miel, preso de mis instintos primarios.
Los recuerdos del ataque a mi pueblo se sucedieron rápidos, aquellas bestias me habían mordido, traspasándome la maldición que me sujetaba a la luna llena como si fuera un demonio mal nacido.
¿Como planear mi venganza cuando ahora nada me diferenciaba de ellos?
Mi abatimiento era evidente, a la vez que mi desazón y mi turbación no solo por en lo que me había convertido, si no porque ahora sabia que le había destrozado la casa y como no, la vida.
-Te tomé siendo ese monstruo, te forcé y me das cobijo ¿no lo entiendo?
Mis ojos de nuevo centelleantes la buscaron, incapaz de entender porque se portaba así con un ser del inframundo, uno que merecía la muerte eterna, ser vendido a la inquisición.
-He de irme -aseguré poniéndome en pie completamente fuera de mi.
De mantenerme allí, la luna esa noche volvería a hacerme presa de su influjo y yo, volvería tomar si no a matar a esa buena mujer que desde luego no merecía nada del infierno que yo acarreaba conmigo.
-Si, ese hombre que os puede proteger soy yo.
Ea cierto, era ducho en las armas ¿quien de mi condición no lo era? Y bueno con los caballos, no sabia hacer nada mas que eso, luchar y montar..pero en sendas cosas era único.
Algo me decía por su mirada, que me veía como el mayor de los peligros, instante en el que se me pasó de nuevo la idea de su cuerpo desnudo contra el mio, mis ojos se oscurecieron ,creo que incluso tomaron una tonalidad bien distinta pues la dama los admiró como si reconociera al ser que habitaba tras ellos.
Nuestras manos se soltaron, admito que con cierta reticencia por mi parte, pues su contacto me gustaba y pese a que no estaba bien visto si no pertenecía a mi harén o no había sido comprada con una buena dote, necesitaba volver a tocarla.
-disculpe si mi pregunta os incomoda, se que sois libre, algo extraño de allí a donde yo vengo, mas ¿tenéis precio, dote o alguna cosa?
Sus orbes se clavaron salvajes en los míos, hasta que mis manos se alzaron en son de paz y una sonrisa de medio lado se dibujo en mi rostro de forma divertida.
-Solo preguntaba mi señora, no tenéis porque ofenderos.
Así, tras ella, me adentré en lo que era la mansión. Enarqué una ceja al ver el desastroso jardín, flores pisoteadas como si una manada de caballos hubieran quedado sueltos sobre ellas, a su alrededor jarrones rotos, destrozados los arcos, todo era un caos.
Sonreí ante las palabras de la mujer, desde luego, si algo no sobraba en esa casa era trabajo por hacer, pues todo estaba completamente destrozado.
Mas si creía que el exterior era lo suficientemente terrorífico, lo que era el gran salón, era el circo de los horrores. Plumas de los cojines esparcidas por el suelo, jarrones quebrados, los sofás rotos y descuartizados ¿acaso había quedado algo en pie después del huracán?
Mis ojos se centraron en los de esa mujer de dorados cabellos y alma felina, que pronto empezó a explicarme, para que yo mismo atara los cabos.
Era cierto, recordaba las fiebres y ahora con sus palabras como había sido conducido a ese salón que en mi recuerdo desde luego se erguía en perfectas condiciones.
Sus palabras me torturaban, quizás porque no quería creer lo que estas insinuaban. Así me deje vencer sobre el maltrecho sofá frente a la lumbre. Entre mis manos hundí mi cabeza, enredando el pelo con desesperación entre mis dedos.
-Estas insinuando..-gruñí con los ojos ámbar como la miel, preso de mis instintos primarios.
Los recuerdos del ataque a mi pueblo se sucedieron rápidos, aquellas bestias me habían mordido, traspasándome la maldición que me sujetaba a la luna llena como si fuera un demonio mal nacido.
¿Como planear mi venganza cuando ahora nada me diferenciaba de ellos?
Mi abatimiento era evidente, a la vez que mi desazón y mi turbación no solo por en lo que me había convertido, si no porque ahora sabia que le había destrozado la casa y como no, la vida.
-Te tomé siendo ese monstruo, te forcé y me das cobijo ¿no lo entiendo?
Mis ojos de nuevo centelleantes la buscaron, incapaz de entender porque se portaba así con un ser del inframundo, uno que merecía la muerte eterna, ser vendido a la inquisición.
-He de irme -aseguré poniéndome en pie completamente fuera de mi.
De mantenerme allí, la luna esa noche volvería a hacerme presa de su influjo y yo, volvería tomar si no a matar a esa buena mujer que desde luego no merecía nada del infierno que yo acarreaba conmigo.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
No tenía idea de como podía sentirse un ser humano al enterarse de que todo lo que hasta ese momento conocía como su propia naturaleza acababa de cambiar de golpe, sin que lo hubiese pedido, transformándole en algo completamente distinto; en un ser sobrenatural que le cambiaría cada una de sus nociones, de sus instintos, su misma manera de comportarse. Estaba segura de que aunque el licántropo se encontrase ahora dormido, no dejaría de influir en el hombre frente a mi.
Lo seguí con la mirada, notando su desazón. ¿Cómo se toma una noticia así? El mismo terminó de atar los cabos, enfrentándose a la que ahora era su realidad. No sé por qué pero quise aliviar ese abatimiento de alguna forma, hacerle ver que no todo estaba perdido, que podía aprender a convivir con el lobo.
-Espere, no.- corrí hacia la puerta del salón, colocándome frente a ella y extendiendo ambos brazos a los lados para tocar el marco e impedir que se fuera. -¿Adónde irá? Usted mismo me acaba de pedir trabajo y buscó refugio en mi casa anoche, lo cual me hace pensar que ha de estar en situación bastante desesperada. ¿O me equivoco?-
Otra vez busqué esa mirada que de azul intenso por momentos cambiaba a otro color muy distinto, uno brillante que se coloreaba de fuego, maravillándome y recordándome la noche anterior, misma que ahora a él le abatía. -No creo en las casualidades. Tengo la certeza de que por algo fueron mis caballerizas y no otras las que sirvieron de cobijo al inicio de su primera transformación.-
¿Cómo explicarle el por qué a pesar de que en un principio la luna me había traído consigo una pesadilla ahora lo consideraba todo de forma distinta? Era difícil incluso para mi el comprender del todo lo que había sucedido entre nosotros… entre el licántropo y yo… -Anoche se transformó frente a mi, y si, es cierto que causó todos los destrozos que ve ahora y que en un principio pensé que acabaría con mi vida… Lo único que se me ocurrió fue correr, alejarlo de la mansión y de la servidumbre, y adentrarnos en el bosque. – Negué lentamente con la cabeza cuando sugirió que me había destrozado la vida.
-En determinado momento comencé a cansarme de la carrera alocada, corrimos durante horas, como cazador y presa… hasta que finalmente me detuve. Podría aducirlo al cansancio, pero no estaría siendo honesta. Usted y yo… de alguna manera inexplicable nos entendimos… El lobo me permitió tocarle y ver que se escondía detrás de su peligrosa fachada… alcanzar su alma. A lo mejor piensa que es una locura lo que le narro, pero piénselo, estoy aquí, viva a tan solo unos pasos, sin haber sufrido mayor daño y además despertamos abrazados…-
Ahora lo observaba con ojos brillantes, inquietos, algo confundidos también. -Si se queda sé que podría volver a intentar acercarme a usted cuando el lobo regrese… y quizás no realice tantos estragos...- Hice una pausa con tono decidido. -Además usted sabe de caballos, ¿no es así?- Me acerqué a él y lo tomé de la mano, sintiendo otra vez el rubor subir a mis mejillas pero llevándolo conmigo ahora con decisión fuera de la casa para que atravesáramos el jardín. Su mano era cálida y me ponía nerviosa porque él me gustaba, más de lo que podía comenzar a procesar.
Me detuve cuando llegamos a las caballerizas. -Si se fija bien y si sabe de monturas, se percatará de que estamos rodeados de pura sangres. Este de aquí es especial, es mi favorito, Tornado. Él ganará las próximas carreras locales.- Dejé ir su mano que aún sostenía para acercarme al corcel, cuya crin acaricié suavemente. Era de color castaño brillante, con patas de color rojizo y mi mayor orgullo entre todos los ejemplares que nos rodeaban.
-Ciertamente tengo gente que me ayuda con ellos, pero un experto que sepa tanto de ellos como yo no.- Sonreí de medio lado al observar al caballero de piel oscura y ojos intensos y me fui acercando a él con lentitud. -Quédese, demúestreme lo que sabe de ellos. Créalo o no, incluso pienso que bien podría dedicarse a la protección de la casa la mayor parte del tiempo, si es tan diestro como me indica.- Todo esto se lo decía deseando convencerle, no quería verle partir. -En cuanto a las noches de luna llena, encontraremos la manera de lidiar con ellas.-
Lo seguí con la mirada, notando su desazón. ¿Cómo se toma una noticia así? El mismo terminó de atar los cabos, enfrentándose a la que ahora era su realidad. No sé por qué pero quise aliviar ese abatimiento de alguna forma, hacerle ver que no todo estaba perdido, que podía aprender a convivir con el lobo.
-Espere, no.- corrí hacia la puerta del salón, colocándome frente a ella y extendiendo ambos brazos a los lados para tocar el marco e impedir que se fuera. -¿Adónde irá? Usted mismo me acaba de pedir trabajo y buscó refugio en mi casa anoche, lo cual me hace pensar que ha de estar en situación bastante desesperada. ¿O me equivoco?-
Otra vez busqué esa mirada que de azul intenso por momentos cambiaba a otro color muy distinto, uno brillante que se coloreaba de fuego, maravillándome y recordándome la noche anterior, misma que ahora a él le abatía. -No creo en las casualidades. Tengo la certeza de que por algo fueron mis caballerizas y no otras las que sirvieron de cobijo al inicio de su primera transformación.-
¿Cómo explicarle el por qué a pesar de que en un principio la luna me había traído consigo una pesadilla ahora lo consideraba todo de forma distinta? Era difícil incluso para mi el comprender del todo lo que había sucedido entre nosotros… entre el licántropo y yo… -Anoche se transformó frente a mi, y si, es cierto que causó todos los destrozos que ve ahora y que en un principio pensé que acabaría con mi vida… Lo único que se me ocurrió fue correr, alejarlo de la mansión y de la servidumbre, y adentrarnos en el bosque. – Negué lentamente con la cabeza cuando sugirió que me había destrozado la vida.
-En determinado momento comencé a cansarme de la carrera alocada, corrimos durante horas, como cazador y presa… hasta que finalmente me detuve. Podría aducirlo al cansancio, pero no estaría siendo honesta. Usted y yo… de alguna manera inexplicable nos entendimos… El lobo me permitió tocarle y ver que se escondía detrás de su peligrosa fachada… alcanzar su alma. A lo mejor piensa que es una locura lo que le narro, pero piénselo, estoy aquí, viva a tan solo unos pasos, sin haber sufrido mayor daño y además despertamos abrazados…-
Ahora lo observaba con ojos brillantes, inquietos, algo confundidos también. -Si se queda sé que podría volver a intentar acercarme a usted cuando el lobo regrese… y quizás no realice tantos estragos...- Hice una pausa con tono decidido. -Además usted sabe de caballos, ¿no es así?- Me acerqué a él y lo tomé de la mano, sintiendo otra vez el rubor subir a mis mejillas pero llevándolo conmigo ahora con decisión fuera de la casa para que atravesáramos el jardín. Su mano era cálida y me ponía nerviosa porque él me gustaba, más de lo que podía comenzar a procesar.
Me detuve cuando llegamos a las caballerizas. -Si se fija bien y si sabe de monturas, se percatará de que estamos rodeados de pura sangres. Este de aquí es especial, es mi favorito, Tornado. Él ganará las próximas carreras locales.- Dejé ir su mano que aún sostenía para acercarme al corcel, cuya crin acaricié suavemente. Era de color castaño brillante, con patas de color rojizo y mi mayor orgullo entre todos los ejemplares que nos rodeaban.
-Ciertamente tengo gente que me ayuda con ellos, pero un experto que sepa tanto de ellos como yo no.- Sonreí de medio lado al observar al caballero de piel oscura y ojos intensos y me fui acercando a él con lentitud. -Quédese, demúestreme lo que sabe de ellos. Créalo o no, incluso pienso que bien podría dedicarse a la protección de la casa la mayor parte del tiempo, si es tan diestro como me indica.- Todo esto se lo decía deseando convencerle, no quería verle partir. -En cuanto a las noches de luna llena, encontraremos la manera de lidiar con ellas.-
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 14/09/2016
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