AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
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Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Recuerdo del primer mensaje :
El galope incesante de mi caballo árabe contra el empedrado era todo cuanto quería oír, en eso trate de centrarme, mas sin éxito, todo a mi alrededor se escuchaba con una perfecta definición.
Aturdido escuchaba conversaciones lejanas, el sonido de los carros, mas caballos, un abanico cortando el aire, risas, el bastón de un rico golpeando el suelo, el andar de los transeúntes, me estaba volviendo loco.
Mi cuerpo, cansado, pesado, ardiendo, parecía estar muriendo por dentro. Débil y fuerte a su vez sentía como mis manos se aferraban rabiosas a las riendas de mi corcel, que como un espectro se dejaba guiar por ese cuerpo que sobre el se retorcía de dolor.
Sentía un calor impropio a la gélida noche que se acercaba, por ende mis sentidos se agudizaban trasportandome casi a otro lugar. A un bosque lejano donde los búhos ululaban, donde los depredadores cazaban y donde la sangre se hacia fiel testigo de mi vida.
Un lugar donde yo era un depredador y no un hombre, uno que me arrastraba sediento a liberarme de la carga que sentía sobre los hombros uno que me invitaba a correr libre y descalzo lejos del empedrado.
Olía con los ojos cerrados por el mareo que sentia al abrirlos las distintas especies, el olor a tabaco fumado en pipa, el olor a sudor entremezclado a perfumes caros, el del alcohol de las tabernas incluso el de las mujeres de vida alegre.
Jadeé con la respiración agitada dejando que mi aliento golpeara el cuello de mi pura sangre que embravecido corría como un demonio hacia ninguna parte.
No se el tiempo que paso, aturdido, incapaz de pensar en nada mas que en esa luna redonda, plateada, brillante que con su fiel manto parecía llamarme. Esa que como una dama blanca requería mis labios para ser sellada.
Llegué a un lugar distinto, alejado, donde el sonido de otros caballos parecían atraer al mio, allí, me deje caer, arrastrándome mientras mi cuerpo se tambaleaba y convulsionaba, como si mis huesos quisieran salirse de mi cuerpo para emprender carrera en solitario.
Aullé de dolor sin ser capaz de mas que de jadear con cada movimiento, apretando la mandíbula que cuadrada se tensaba castañeando los dientes por el frio.
Aunque mi cuerpo abrasaba, el sudor lo perlaba resbalando por mi nariz muriendo en la tierra mojada.
Los caballos se asustaban frente a mi mirada, una que al abrirse parecía ver diferente, en colores nítidos, fijándose en cosas distintas, percibiendo cada movimiento ajeno, el de las patas de los corceles que salvajes golpeaban el suelo frente a mi presencia, esa que no esperaban esa que no era bien recibida.
Entre en la caballeriza a duras penas, esperando encontrar refugio, un lugar mullido donde mis huesos dejaran de doler, donde mi cuerpo encontrara si no me equivocaba eterna sepultura, pues este dolor era insoportable, demasiado para asumirlo en vida.
Cerré los ojos de nuevo haciéndome un ovillo entre la paja, tiritando de calor y de frio mientras los caballos relinchaba.
Era irónico pensar que había pasado mi vida entera entre corceles, a su cría había dedicado mi vida, los conocía como la palma de mis manos, y podía presumir por que ellos también me querían.
Y ahora, ahora en mi lecho de muerte de fondo los oía resoplar inquietos por la presencia de lo que ellos creían una bestia y no un pobre humano moribundo que exhalaba frente a ellos su último aliento.
El galope incesante de mi caballo árabe contra el empedrado era todo cuanto quería oír, en eso trate de centrarme, mas sin éxito, todo a mi alrededor se escuchaba con una perfecta definición.
Aturdido escuchaba conversaciones lejanas, el sonido de los carros, mas caballos, un abanico cortando el aire, risas, el bastón de un rico golpeando el suelo, el andar de los transeúntes, me estaba volviendo loco.
Mi cuerpo, cansado, pesado, ardiendo, parecía estar muriendo por dentro. Débil y fuerte a su vez sentía como mis manos se aferraban rabiosas a las riendas de mi corcel, que como un espectro se dejaba guiar por ese cuerpo que sobre el se retorcía de dolor.
Sentía un calor impropio a la gélida noche que se acercaba, por ende mis sentidos se agudizaban trasportandome casi a otro lugar. A un bosque lejano donde los búhos ululaban, donde los depredadores cazaban y donde la sangre se hacia fiel testigo de mi vida.
Un lugar donde yo era un depredador y no un hombre, uno que me arrastraba sediento a liberarme de la carga que sentía sobre los hombros uno que me invitaba a correr libre y descalzo lejos del empedrado.
Olía con los ojos cerrados por el mareo que sentia al abrirlos las distintas especies, el olor a tabaco fumado en pipa, el olor a sudor entremezclado a perfumes caros, el del alcohol de las tabernas incluso el de las mujeres de vida alegre.
Jadeé con la respiración agitada dejando que mi aliento golpeara el cuello de mi pura sangre que embravecido corría como un demonio hacia ninguna parte.
No se el tiempo que paso, aturdido, incapaz de pensar en nada mas que en esa luna redonda, plateada, brillante que con su fiel manto parecía llamarme. Esa que como una dama blanca requería mis labios para ser sellada.
Llegué a un lugar distinto, alejado, donde el sonido de otros caballos parecían atraer al mio, allí, me deje caer, arrastrándome mientras mi cuerpo se tambaleaba y convulsionaba, como si mis huesos quisieran salirse de mi cuerpo para emprender carrera en solitario.
Aullé de dolor sin ser capaz de mas que de jadear con cada movimiento, apretando la mandíbula que cuadrada se tensaba castañeando los dientes por el frio.
Aunque mi cuerpo abrasaba, el sudor lo perlaba resbalando por mi nariz muriendo en la tierra mojada.
Los caballos se asustaban frente a mi mirada, una que al abrirse parecía ver diferente, en colores nítidos, fijándose en cosas distintas, percibiendo cada movimiento ajeno, el de las patas de los corceles que salvajes golpeaban el suelo frente a mi presencia, esa que no esperaban esa que no era bien recibida.
Entre en la caballeriza a duras penas, esperando encontrar refugio, un lugar mullido donde mis huesos dejaran de doler, donde mi cuerpo encontrara si no me equivocaba eterna sepultura, pues este dolor era insoportable, demasiado para asumirlo en vida.
Cerré los ojos de nuevo haciéndome un ovillo entre la paja, tiritando de calor y de frio mientras los caballos relinchaba.
Era irónico pensar que había pasado mi vida entera entre corceles, a su cría había dedicado mi vida, los conocía como la palma de mis manos, y podía presumir por que ellos también me querían.
Y ahora, ahora en mi lecho de muerte de fondo los oía resoplar inquietos por la presencia de lo que ellos creían una bestia y no un pobre humano moribundo que exhalaba frente a ellos su último aliento.
Última edición por Faris Asad el Sáb Nov 12, 2016 6:14 am, editado 1 vez
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
La rubia me tomaba por un ingenuo, había ignorado mis dolorosos aullidos porque no quería a la bestia que en ese humano anidaba, no se daba cuenta de que de algún modo él y yo eramos lo mismo.
Ahora podía leer en ella cierto desprecio, miedo y aunque sus palabras sonaban firmes tenia claro que su voz temblaba por un motivo, algo la había empujado a estar esa noche ante mi y sin duda no era la necesidad de repetir l oque hace muchos meses pasó en le bosque bajo la atenta mirada de madre luna.
Negué sacudiendo la cabeza, no estaba dispuesto a dejarme engatusar de ninguna de las maneras por mucho que se lo propusiera.
No tardó en explicar como la sibilina serpiente que era sus motivos reales, una guerra, una en la que necesitaba que yo con mi forma de lobo luchara para inclinar la balanza hacia su fantasioso “vivieron felices para siempre” y en el que algo me decía que el lobo seguiría encadenado en luna llena ajeno a ese “vivieron felices”
-¿Y que gano yo? Que luche el que se retoza en tu lecho cada noche, yo soy un prisionero ¿por que tendría que luchar por ese que me odia? ¿por que luchar por una mujer que me desprecia, que me dejo abandonado?
Se acercó a mi lentamente, creo que se esforzaba por simpatizar conmigo, por que recordara su olor, para dejarme nuevamente perdido en su piel.
-Pierdes el tiempo gatita, lo que quiero a cambio no me lo vas a dar, quiero la promesa de la libertad.
Como sello de ese pactó, suéltame y permiteme tomarte otra vez ¿acaso puedes negar que te gusto?
Mis morro se torció con una mueca altiva, rocé su piel con mi nariz deseoso de ella, era como un delicioso manjar y por fin las circunstancias la traían a mi.
-Jadeabas pidiéndome mas ¿lo recuerdas? -la provoqué -¿que hay de malo en volverte a dejar hacer?
Ella parecía pensar en mis palabras, aunque realmente pocas eran las opciones que le quedaban ,si quería al guerrero fiero en la batalla tendría también que dejarlo entrar entre sus piernas, no existía un sin el otro, eramos uno solo por mucho que ese humano se empeñara en marcar las distancias. Los dos queríamos a la misma hembra, por eso mi aullido lastimero se perdió entre aquellas paredes de piedra reclamándola cada noche que ella no estaba.
-Tic -tac. -Tic -tac -el sonido del reloj retumbaba en su cabeza -se te acaba el tiempo preciosa gata ¿ya has tomado tu propia decisión?
Mi pelaje se restregaba por su piel excitandome, mis ojos la contemplaban de frente como si fuera un rico manjar que comerme.
-La pregunta es ¿me deseas tu también con esta forma? ¿seras capaz de contarle a Faris que piensas en mi cuando estas entre sus brazos?
Ahora podía leer en ella cierto desprecio, miedo y aunque sus palabras sonaban firmes tenia claro que su voz temblaba por un motivo, algo la había empujado a estar esa noche ante mi y sin duda no era la necesidad de repetir l oque hace muchos meses pasó en le bosque bajo la atenta mirada de madre luna.
Negué sacudiendo la cabeza, no estaba dispuesto a dejarme engatusar de ninguna de las maneras por mucho que se lo propusiera.
No tardó en explicar como la sibilina serpiente que era sus motivos reales, una guerra, una en la que necesitaba que yo con mi forma de lobo luchara para inclinar la balanza hacia su fantasioso “vivieron felices para siempre” y en el que algo me decía que el lobo seguiría encadenado en luna llena ajeno a ese “vivieron felices”
-¿Y que gano yo? Que luche el que se retoza en tu lecho cada noche, yo soy un prisionero ¿por que tendría que luchar por ese que me odia? ¿por que luchar por una mujer que me desprecia, que me dejo abandonado?
Se acercó a mi lentamente, creo que se esforzaba por simpatizar conmigo, por que recordara su olor, para dejarme nuevamente perdido en su piel.
-Pierdes el tiempo gatita, lo que quiero a cambio no me lo vas a dar, quiero la promesa de la libertad.
Como sello de ese pactó, suéltame y permiteme tomarte otra vez ¿acaso puedes negar que te gusto?
Mis morro se torció con una mueca altiva, rocé su piel con mi nariz deseoso de ella, era como un delicioso manjar y por fin las circunstancias la traían a mi.
-Jadeabas pidiéndome mas ¿lo recuerdas? -la provoqué -¿que hay de malo en volverte a dejar hacer?
Ella parecía pensar en mis palabras, aunque realmente pocas eran las opciones que le quedaban ,si quería al guerrero fiero en la batalla tendría también que dejarlo entrar entre sus piernas, no existía un sin el otro, eramos uno solo por mucho que ese humano se empeñara en marcar las distancias. Los dos queríamos a la misma hembra, por eso mi aullido lastimero se perdió entre aquellas paredes de piedra reclamándola cada noche que ella no estaba.
-Tic -tac. -Tic -tac -el sonido del reloj retumbaba en su cabeza -se te acaba el tiempo preciosa gata ¿ya has tomado tu propia decisión?
Mi pelaje se restregaba por su piel excitandome, mis ojos la contemplaban de frente como si fuera un rico manjar que comerme.
-La pregunta es ¿me deseas tu también con esta forma? ¿seras capaz de contarle a Faris que piensas en mi cuando estas entre sus brazos?
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Negué con la cabeza despacio, el lobo buscaba provocarme, atemorizarme. Mis dedos continuaron hundidos en su pelaje, reviviendo la primera vez que lo toqué, en aquella rama, la noche en que me perseguía. La tregua que alcanzamos al final de la noche parecía haberse resquebrajado, ahora él volvía a ser el mismo licántropo feroz, el mismo que implacable me persiguió a través del bosque.
-¿Por qué me llamabas?- Mis rasgados ojos azules de felina buscaron la respuesta en él. Lo había escuchado aullar y en ese aullido percibí su anhelo y su necesidad de mi, me había carcomido hasta las entrañas, y había requerido de toda mi voluntad no acudir. -No pude acudir porque hice un juramento.- Dejé caer mis manos a los lados y me fui separando de él, no le mentía era cierto, pero mis sentimientos por Faris habían crecido hasta tal punto que acudir resultaba inconcebible, hubiera sido una traición para él. -Siento algo muy fuerte por Faris y él me pidió que no viniera, pero tú y yo sabemos que él eres tú y tú eres él.-
Finalmente al decir esas palabras comprendí que me había limitado a aceptar el que Faris no estuviera de acuerdo con la existencia del lobo, que siguiera considerándole una bestia salvaje, comparable con aquellas que le habían arrebatado todo. -Lo que él no sabe es que no todos los animales tienen las mismas manchas…- murmuré. No se podía cortar todo con la misma tijera.
Un escalofrío volvió a recorrerme, el lobo me miraba ahora como si quisiera devorarme. Lo miré con el orgullo de mi sangre, ese que siempre se imponía y que impedía que me dejara amedrentar a pesar de que sabía que en ese estado primitivo él era capaz de hacer cualquier cosa, no subestimaba al licántropo.
-No volveré a ser tomada bajo coacción.- Volvíó otra vez a mi el recuerdo de esa noche, la persecución, la rendición, la manera en que mis gemidos hicieron eco entre los troncos teniendo como único testigo a la luna.
-Si quieres algo de mi deberás ganártelo, como haría cualquier otro.- Nuestras miradas se encontraron, y sus ojos se tornaron de un ámbar más profundo, no le gustaba lo que le decía, pero su hocico que acababa de buscar mi piel me indicaba que no dejaba de gustarle. -No tiene caso que tengas celos de él y él de ti si ambos sois uno solo y si fuérais menos cerrados de entendimiento ambos lo comprenderíais.- Y ahora si era yo la que expresaba esas ideas en voz alta, dejando escapar mi opinión por primera vez, tal y como el lobo quería, porque yo era una felina tanto como era humana.
Caminé hacia las argollas de las cadenas que le mantenían fuertemente sujeto a la pared. -Voy a liberarte para demostrarte que si tienes tres razones por la que luchar a nuestro favor, él, yo, tú mismo.-
Tras decirlo comencé a soltar las cadenas que le mantenían preso, me estaba jugando el todo por el todo al hacerlo pero no había otra alternativa si quería demostrarle mi punto. Sus fauces ahora estaban muy cerca, tanto que podía sentir su aliento. Me mantuve inmóvil, antes de dejar caer la última cadena que le contenía y al hacerlo un sonido bestial y aturdidor alcanzó mis oídos. Los cubrí por instinto antes de que un segundo aullido irrumpiera en esa noche de luna llena anunciando la presencia de dos asesinos.
-Licántropos.- Abrí los barrotes de la celda con apremio, y corrí hacia el último candado de la entrada para quitarle el cerrojo. Desde el exterior escuchaba los gruñidos y estos se iban acercando como una fiera amenaza.
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Estupideces, solo escuchaba una sarta de estupideces, la otra vez que la monté nada tuvo que ver con la coacción, su deseo, tan palpable como el mio fue lo que nos empujo a retozar sobre la hierba.
Ella podía negar la evidencia, había permanecido alejada de mi porque no quería enfadar a ese humano que durante 30 días parecía ser el dueño y señor de este cuerpo, peor no podía obviar que yo también existía en su ser.
Danica lo veía cuando mis ojos ámbar llenaban los ojos del humano cuando la tomaba, o cuando se enfadaba o en cualquier momento donde los sentimientos mas hondo afloraban de sus entrañas.
Ahora venia a mi necesitada de ayuda, el humano le había pedido que me convenciera, claro que su intención era hacerlo sin que la rozara ni un solo pelo y yo no estaba dispuesto a ello.
No marcaría ese idiota el ritmo de lo nuestro, si querían mi ayuda se la daría, pero para ello Danica tenia que aceptar mi forma de alfa y amarla.
Danica prometió soltarme, según ella en acto de buena fe, de confianza, así que se acercó a las correas y a los grilletes aflojandolas lentamente una a una.
Lo que no sabia y pronto descubrió es que no estábamos solos los dos.
Dos enormes lobos aullaban fuera, entre gruñidos y silencios, al parecer mi tío se había adelantado y nos enviaba unos cuantos amigos con los que entretenernos.
-Date prisa -La instigué a que acelerara le ritmo con el que me soltaba.
Si entraban y ella seguía allí, seria gatita muerta y ninguno de los dos quería que eso pasara.
Por fin mi humano y el lobo estábamos de acuerdo en algo, protegerla era la maldita prioridad de ambos.
Una vez suelta salte frente a ella, ocultando su cuerpo menudo tras el mio, gruñí arrugando el morro y mostrandole mis afilados colmillos.
-Coge un caballo y lárgate -gruñí mascullando entre dientes.
Los otros dos no tardaron en hacer acto de presencia, a mis espaldas Danica montaba sobre uno de los corceles y emprendía veloz carrera a través del bosque.
Mostré mis colmillos a los recién llegados en señal de desafió, aquella pelea no iba a ser sencilla, pero yo tenia la envergadura de un alfa. Me lancé sobre uno de ellos.
Apreté los colmillos alrededor de ese tupido pelaje mientras con movimientos bruscos de cabeza desgarraba su piel, su sangre manchaba mi boca resbalando por ella mientras mi hocico se hundía de forma salvaje en su yugular hasta sajarla a fuerza de tirones.
Gruñí con fuerza demostrándole que yo y no otro era el alfa, mientras sentía como la piel de mi costado era desquebrajada por el otro lobo que aprovechando mi herida se cebaba con saña con ella.
Sacudí mi cuerpo en un intento de deshacerme de tal agarre, o al menos poniéndole difícil su empeño por arrancarme la vida.
Mas eso no me hizo aflojar ni un milímetro el mordisco a mi presa que poco a poco se le apagaba la vida entre mis fauces.
Fue entonces, cuando su cuerpo inerte se rindió sobre el frio suelo, cuando me revolví contra el segundo, la herida sangraba de forma abundante, mas mi costumbre no era rendirme, y de nuevo nuestros gruñidos se enzarzaron en uno, zarpazos fuero la continuación de ese brutal encuentro de dos bestias salvajes en el que ambos rodamos por el suelo. Mi envergadura superior pronto me dio la ventaja que buscaba y tras varios mordiscos alrededor de todo su cuerpo atrape su yugular.
No tenia escapatoria y lo sabia, su aullido ahogado y su cuerpo revolviéndose frente a mi, solo demostraba nuevamente mi poder.
La adrenalina sacudió mi cuerpo con la nueva muerte inminente mientras mi morro arrugado contra su piel se despachaba a gusto cegado con la ses de sangre.
Nada humano quedaba en mi, solo era un depredador con los instintos mas básicos. Vivir o morir y esa noche yo no estaba dispuesto a lo segundo.
Pronto sentí el olor de mi presa, casi poía oír las zancadas del caballo huir veloz por el espeso bosque, la respiración de la dama que sobre el montaba, esa que era mía, la que durante toda la noche me había desafiado siendo un hombre, mas que ahora, hecho bestia correría una suerte bien distinta.
Arrugue el morro dejando ver mis colmillos y un aullido que reclamaba lo que por derecho era mio llego frente a la dama blanca que cobijaba en esa noche carente de estrellas mi condición inhumana.
Una pata tras otra sobre el encharcado suelo que chapoteaba frente a mi reflejando la imponente figura bañada en sangre de un lobo que superaba tres veces su tamaño, un alfa.
Una zancada tras otra para perderme en ese bosque de abedules cuyo rastro de mi prometida en la tierra aun húmeda por las primeras lluvias de primavera era tan fácil de seguir para mi.
La sangre de la herida de mi costado se esparcía sobre las ramas, bañando la tierra de carmesí, mas eso no detuvo mi paso ni por un momento, nada ansiaba mas que dar alcance a la que pronto seria mi alfa, sentir su piel entre mis fauces, morderla, trasformarla para hacerla mía bajo esa luna que tanto nos amaba.
Quería mostrarle los entresijos de mi raza, que sintiera lo mismo que a mi ahora me atenazaba, ese subidon de adrenalina, para que mentir, quería montarla, allí, sobre la misma hierba mojada, morder su cuello mientras de mi la llenaba y a la mañana siguiente despertar ambos desnudos, manchados de sangre mirándonos a los ojos y volver esta vez hechos hombres a follar sin control bajo la calidez de un amanecer en llamas.
El relinchar furioso del caballo, su cuerpo impactando contra la tierra, y la presencia de otro licantropo fue suficiente para que con un gesto de dolor acelerara mas el paso, hundiendo las pezuñas en la tierra que se levantaba en cada una de mis zanjadas, ahora desesperado, tratando de llegar a ella antes de que fuera tarde, de que otro robara a mi alfa o aun peor le diera muerte en el acto.
La distancia que hacia escasos minutos era corta ahora se me antojaba un mundo, oía su acelerado corazón latir brioso, asustado, y yo solo quería abrazarla, volver a hundir su cabeza en mi pecho y consolarla.
Ni siquiera se como siendo lobo ese era el pensamiento que me llegaba, mas ese y no otro era el que oprimía mi corazón haciendo que el dolor fuera imperceptible.
Fue mi nombre escapando de sus labios el que hizo que me tambaleara, resbalando con cada cambio de dirección que mi cuerpo daba en aquella carrera hacia la batalla, en la que sorteaba arboles sin pausa.
Pronto llegue frente a la dantesca escena donde Danica tirada en el suelo suplicaba en silencio por su vida casi con los ojos cerrados frente a aquel lobo cuya envergadura copiaba la mía se acercaba a ella ineludiblemente.
Aullé, con la misma rabia con la que la luna arrebata su hegemonía al sol, llamando así la atención de aquel alfa que intacto y con el morro arrugando me mostró los dientes aceptando el reto.
Bien sabia lo que significara, el que ganara aquel combate a muerte haría suya a la dama, su destino estaba forjado a fuego y sangre seria hembra alfa después de todo ¿pero de quien de los dos?
Arrugue mi hocico mostrandole mis fauces y sin pensármelo me lance a la carrera contra su cuerpo musculado, que al impactar con el mio emitió un ruido sordo haciéndonos a ambos rodar estrepitosamente por el blando suelo.
Sangre, suya y mía se esparcía a mi paso, con cada mordisco, con cada zarpazo, ambos tratando de mantener nuestros cuellos a la distancia adecuada del otro mientras mordíamos rasgando la piel del resto del cuerpo.
Y de nuevo nuestras bestias se entrechocaban jadeantes, agotadas, pocos tenían el honor de presenciar la encarnizada pelea de dos alfas.
Ninguno cedía ni un paso en nuestros intentos por acabar desgarrando nuestras vidas, corrompiendo nuestras almas, allí bajo la madre luna, ambos luchábamos por demostrarle cuan equivocada estaba, como dos hermanos podían matarse por nada.
De nuevo mi nombre escapo de sus labios, casi en un susurro, entre lagrimas, Danica me llamaba.
No se de donde salieron las fuerzas, creo que las ultimas que me quedaban, mas mordiendo su costado, sacudí la cabeza haciéndolo impactar contra un árbol. Aproveche con destreza, ahora si su aturdimiento para hundir mis fauces en su yugular, poniendo mis patas sobre su lomo, sujetando con fuerza sus envestidas mientras la sangre fluía por mis dientes que arrancaban con cada sacudida jirones de su piel.
Aulló de forma apagada, despidiéndose de este mundo, dándome por vencedor, proclamando mi hegemonía, mi linaje.
Separe mis colmillos del muerto, buscando con la mirada a la mujer que por derecho había ganado en justa batalla.
Un paso tras otro, hocico arrugado mostrandole mis colmillos ensangrentados, asegurando en mi mordisco el final de su humanidad, de su condición de cambiante y la vida nueva a mi lado como loba, mi alfa.
Se me nublo la vista a mi paso, la sangre brotaba a cada uno de mis pasos, de un cuerpo maltrecho que ahora tras la perdida e adrenalina empezaba a notar el dolor, dolor que me atenazaba. Me detuve viendo doble a la dama, sacudí la cabeza tratando de hallar la razón, tambaleándome hacia los lados, oscuridad, di otro paso ladeando mi cuerpo antes de caer casi frente a ella jadeante al suelo.
Gruñí, casi gemí de dolor cuando la oscuridad se apodero completamente de mi.
Ella podía negar la evidencia, había permanecido alejada de mi porque no quería enfadar a ese humano que durante 30 días parecía ser el dueño y señor de este cuerpo, peor no podía obviar que yo también existía en su ser.
Danica lo veía cuando mis ojos ámbar llenaban los ojos del humano cuando la tomaba, o cuando se enfadaba o en cualquier momento donde los sentimientos mas hondo afloraban de sus entrañas.
Ahora venia a mi necesitada de ayuda, el humano le había pedido que me convenciera, claro que su intención era hacerlo sin que la rozara ni un solo pelo y yo no estaba dispuesto a ello.
No marcaría ese idiota el ritmo de lo nuestro, si querían mi ayuda se la daría, pero para ello Danica tenia que aceptar mi forma de alfa y amarla.
Danica prometió soltarme, según ella en acto de buena fe, de confianza, así que se acercó a las correas y a los grilletes aflojandolas lentamente una a una.
Lo que no sabia y pronto descubrió es que no estábamos solos los dos.
Dos enormes lobos aullaban fuera, entre gruñidos y silencios, al parecer mi tío se había adelantado y nos enviaba unos cuantos amigos con los que entretenernos.
-Date prisa -La instigué a que acelerara le ritmo con el que me soltaba.
Si entraban y ella seguía allí, seria gatita muerta y ninguno de los dos quería que eso pasara.
Por fin mi humano y el lobo estábamos de acuerdo en algo, protegerla era la maldita prioridad de ambos.
Una vez suelta salte frente a ella, ocultando su cuerpo menudo tras el mio, gruñí arrugando el morro y mostrandole mis afilados colmillos.
-Coge un caballo y lárgate -gruñí mascullando entre dientes.
Los otros dos no tardaron en hacer acto de presencia, a mis espaldas Danica montaba sobre uno de los corceles y emprendía veloz carrera a través del bosque.
Mostré mis colmillos a los recién llegados en señal de desafió, aquella pelea no iba a ser sencilla, pero yo tenia la envergadura de un alfa. Me lancé sobre uno de ellos.
Apreté los colmillos alrededor de ese tupido pelaje mientras con movimientos bruscos de cabeza desgarraba su piel, su sangre manchaba mi boca resbalando por ella mientras mi hocico se hundía de forma salvaje en su yugular hasta sajarla a fuerza de tirones.
Gruñí con fuerza demostrándole que yo y no otro era el alfa, mientras sentía como la piel de mi costado era desquebrajada por el otro lobo que aprovechando mi herida se cebaba con saña con ella.
Sacudí mi cuerpo en un intento de deshacerme de tal agarre, o al menos poniéndole difícil su empeño por arrancarme la vida.
Mas eso no me hizo aflojar ni un milímetro el mordisco a mi presa que poco a poco se le apagaba la vida entre mis fauces.
Fue entonces, cuando su cuerpo inerte se rindió sobre el frio suelo, cuando me revolví contra el segundo, la herida sangraba de forma abundante, mas mi costumbre no era rendirme, y de nuevo nuestros gruñidos se enzarzaron en uno, zarpazos fuero la continuación de ese brutal encuentro de dos bestias salvajes en el que ambos rodamos por el suelo. Mi envergadura superior pronto me dio la ventaja que buscaba y tras varios mordiscos alrededor de todo su cuerpo atrape su yugular.
No tenia escapatoria y lo sabia, su aullido ahogado y su cuerpo revolviéndose frente a mi, solo demostraba nuevamente mi poder.
La adrenalina sacudió mi cuerpo con la nueva muerte inminente mientras mi morro arrugado contra su piel se despachaba a gusto cegado con la ses de sangre.
Nada humano quedaba en mi, solo era un depredador con los instintos mas básicos. Vivir o morir y esa noche yo no estaba dispuesto a lo segundo.
Pronto sentí el olor de mi presa, casi poía oír las zancadas del caballo huir veloz por el espeso bosque, la respiración de la dama que sobre el montaba, esa que era mía, la que durante toda la noche me había desafiado siendo un hombre, mas que ahora, hecho bestia correría una suerte bien distinta.
Arrugue el morro dejando ver mis colmillos y un aullido que reclamaba lo que por derecho era mio llego frente a la dama blanca que cobijaba en esa noche carente de estrellas mi condición inhumana.
Una pata tras otra sobre el encharcado suelo que chapoteaba frente a mi reflejando la imponente figura bañada en sangre de un lobo que superaba tres veces su tamaño, un alfa.
Una zancada tras otra para perderme en ese bosque de abedules cuyo rastro de mi prometida en la tierra aun húmeda por las primeras lluvias de primavera era tan fácil de seguir para mi.
La sangre de la herida de mi costado se esparcía sobre las ramas, bañando la tierra de carmesí, mas eso no detuvo mi paso ni por un momento, nada ansiaba mas que dar alcance a la que pronto seria mi alfa, sentir su piel entre mis fauces, morderla, trasformarla para hacerla mía bajo esa luna que tanto nos amaba.
Quería mostrarle los entresijos de mi raza, que sintiera lo mismo que a mi ahora me atenazaba, ese subidon de adrenalina, para que mentir, quería montarla, allí, sobre la misma hierba mojada, morder su cuello mientras de mi la llenaba y a la mañana siguiente despertar ambos desnudos, manchados de sangre mirándonos a los ojos y volver esta vez hechos hombres a follar sin control bajo la calidez de un amanecer en llamas.
El relinchar furioso del caballo, su cuerpo impactando contra la tierra, y la presencia de otro licantropo fue suficiente para que con un gesto de dolor acelerara mas el paso, hundiendo las pezuñas en la tierra que se levantaba en cada una de mis zanjadas, ahora desesperado, tratando de llegar a ella antes de que fuera tarde, de que otro robara a mi alfa o aun peor le diera muerte en el acto.
La distancia que hacia escasos minutos era corta ahora se me antojaba un mundo, oía su acelerado corazón latir brioso, asustado, y yo solo quería abrazarla, volver a hundir su cabeza en mi pecho y consolarla.
Ni siquiera se como siendo lobo ese era el pensamiento que me llegaba, mas ese y no otro era el que oprimía mi corazón haciendo que el dolor fuera imperceptible.
Fue mi nombre escapando de sus labios el que hizo que me tambaleara, resbalando con cada cambio de dirección que mi cuerpo daba en aquella carrera hacia la batalla, en la que sorteaba arboles sin pausa.
Pronto llegue frente a la dantesca escena donde Danica tirada en el suelo suplicaba en silencio por su vida casi con los ojos cerrados frente a aquel lobo cuya envergadura copiaba la mía se acercaba a ella ineludiblemente.
Aullé, con la misma rabia con la que la luna arrebata su hegemonía al sol, llamando así la atención de aquel alfa que intacto y con el morro arrugando me mostró los dientes aceptando el reto.
Bien sabia lo que significara, el que ganara aquel combate a muerte haría suya a la dama, su destino estaba forjado a fuego y sangre seria hembra alfa después de todo ¿pero de quien de los dos?
Arrugue mi hocico mostrandole mis fauces y sin pensármelo me lance a la carrera contra su cuerpo musculado, que al impactar con el mio emitió un ruido sordo haciéndonos a ambos rodar estrepitosamente por el blando suelo.
Sangre, suya y mía se esparcía a mi paso, con cada mordisco, con cada zarpazo, ambos tratando de mantener nuestros cuellos a la distancia adecuada del otro mientras mordíamos rasgando la piel del resto del cuerpo.
Y de nuevo nuestras bestias se entrechocaban jadeantes, agotadas, pocos tenían el honor de presenciar la encarnizada pelea de dos alfas.
Ninguno cedía ni un paso en nuestros intentos por acabar desgarrando nuestras vidas, corrompiendo nuestras almas, allí bajo la madre luna, ambos luchábamos por demostrarle cuan equivocada estaba, como dos hermanos podían matarse por nada.
De nuevo mi nombre escapo de sus labios, casi en un susurro, entre lagrimas, Danica me llamaba.
No se de donde salieron las fuerzas, creo que las ultimas que me quedaban, mas mordiendo su costado, sacudí la cabeza haciéndolo impactar contra un árbol. Aproveche con destreza, ahora si su aturdimiento para hundir mis fauces en su yugular, poniendo mis patas sobre su lomo, sujetando con fuerza sus envestidas mientras la sangre fluía por mis dientes que arrancaban con cada sacudida jirones de su piel.
Aulló de forma apagada, despidiéndose de este mundo, dándome por vencedor, proclamando mi hegemonía, mi linaje.
Separe mis colmillos del muerto, buscando con la mirada a la mujer que por derecho había ganado en justa batalla.
Un paso tras otro, hocico arrugado mostrandole mis colmillos ensangrentados, asegurando en mi mordisco el final de su humanidad, de su condición de cambiante y la vida nueva a mi lado como loba, mi alfa.
Se me nublo la vista a mi paso, la sangre brotaba a cada uno de mis pasos, de un cuerpo maltrecho que ahora tras la perdida e adrenalina empezaba a notar el dolor, dolor que me atenazaba. Me detuve viendo doble a la dama, sacudí la cabeza tratando de hallar la razón, tambaleándome hacia los lados, oscuridad, di otro paso ladeando mi cuerpo antes de caer casi frente a ella jadeante al suelo.
Gruñí, casi gemí de dolor cuando la oscuridad se apodero completamente de mi.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Huí de la propiedad, tal y como el lobo me lo pidió, no había tiempo para razonamientos. Cabalgando sobre mi veloz corcel me adentré en el bosque, a lo lejos podía escuchar los aullidos de los lobos y mi corazón asustado por Faris me maldijo por haberle dejado solo con ellos. Tiré de las riendas dispuesta a regresar con él sin importarme ya cuantos licántropos se interpusieran en el camino pero una de esas bestias se plantó frente a mi y corriendo como un demonio desquiciado y asesino, intentó dar final a la vida de mi pura sangre.
Salté del equino para caer ágilmente en el suelo y darle un par de enérgicas palmadas, instándolo a que se perdiera en la espesura de los matorrales mientras la bestia me miraba con sus ojos infernales prendidos en ámbar.
Salté del equino para caer ágilmente en el suelo y darle un par de enérgicas palmadas, instándolo a que se perdiera en la espesura de los matorrales mientras la bestia me miraba con sus ojos infernales prendidos en ámbar.
Posiblemente este era mi fin, posiblemente no la iba a contar después de esta, el demonio se imponía frente a mis ojos pero una cosa era cierta, si moría moriría luchando por regresar con Faris.
Persecución, esa fue la que se inició en la oscuridad cuyo único testigo se materializaba en la forma de esa luna llena pues ya los animales del bosque habían huido despavoridos por la presencia de la bestia. Caí agotada y solo fue ese instante, unos segundos en los que estúpidamente me distraje creyendo percibir el aroma de Faris.
La bestia los aprovechó para cernirse sobre mi, y fue cuando la luna de alguna manera escuchó mis susurros. Él llegó, voraz y magnífico, se lanzó contra el demonio, dispuesto a todo, centelleadas, choque descomunal de una raza antigua que aún en el presente no dejaba de ser primitiva y salvaje. El miedo me atenazó, miedo por él, nunca en mi vida temí de esa forma por alguien más.
Mordiscos, zarpazos, todo sucedió a una velocidad inaudita, hasta que él arrancó la vida del otro y con eso su amenaza. Al verlo vencer pude volver a respirar. ¿Pero no era él, ahora, bajo la luna tanto mi salvador como mi cazador? Se acercaba a mi con ansias de buscar a su compañera, pero ¿en qué forma me deseaba?
Me mostró los colmillos dispuesto a morderme, y fue cuando lo comprendí, quería una compañera igual a él. Una loba que siguiera sus pasos bajo la luna. Negué con la cabeza y tomé mi forma de tigre, nunca dejaría mi esencia, jamás dejaría de ser lo que era, aún si eso significaba tener que enfrentarme a él. Mi corazón latía desbocado al verle acercarse pero su cuerpo maltrecho cedió cayendo sobre el césped y manchándolo de ríos carmesí que corrieron tiñéndome de ellos.
Mi mente gritó su nombre, se desangraba frente a mis ojos, con mis fauces tiré de él para lanzarlo sobre mi lomo y de esa manera llevarlo conmigo hasta la cabaña que era parte de mi propiedad. Mis patas nunca fueron tan veloces, al llegar a la estructura de madera abrí la puerta con un violento golpe de mi zarpa, recuperé mi forma humana y busqué todo lo que necesitaba para curar las heridas de esa vida que no podía permitir de ninguna forma que se extinguiera.
-¡Faris! ¡Maldito lobo! No me importa que forma tengas, hombre o licántropo, te quiero conmigo y hoy no será el día en que me dejes.- Apreté los dientes mientras procedía a lavar sus heridas, apartando su pelaje, desinfectando y cosiendo con rapidez. Algo sabía sobre atender heridas de corceles, pero un licántropo era totalmente diferente. Me concentré en detener la hemorragia, en cerrar las heridas. Su cuerpo era fuerte y él era como yo, podía regenerarse. -¡Hoy te quedas conmigo! ¿Me escuchas? ¡Te quedas conmigo! No pienso dejar que te marches.-
Las lágrimas corrieron por mis mejillas, había terminado de hacer todo lo que podía, pero su respiración… la sentía débil. Me tumbé a su lado, abrazándolo, fundiendo mi piel con la suya, regalándole mi calor al escuchar sus latidos mientras mis dedos le acariciaban cariñosamente. -Vuelve conmigo… hay tanto que debo decirte, cosas que me he guardado... quiero que me conozcas por completo, tú... y el lobo...-
Enredada en su cuerpo no podía más que susurrarle palabras dulces al oído. -Lucharemos contra todo... recuperaremos tu sitio como heredero... visitaré tu tierra, me prendaré de ella, descubriré tus raíces y te llevaré a la mía para que conozcas que es lo que tira de mi alma cuando siento nostalgia del hogar de mi infancia.- Me pegué a él comprendiendo que de ninguna manera quería que se escapara de mi lado. -¿No acabas de pelear por mi? Regresa y reclámame…-
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Abría los ojos con el sonido de sus palabras, sonaba lejano, el cuerpo me pasaba tanto como los parpados y aunque era un depredador en ese instante, con su cuerpo abrazado al mio era incapaz de seguir mi cometido.
Aullé en varias ocasiones, el dolor era tenaz, gruñí entre la consciencia y la inconsciencia, mi cuerpo se regeneraría, solo era cuestión de tiempo pero de nuevo quedaría recluido a la prisión las noches en las que era yo.
Esto era lo mas cerca que podría tenerla, era mía, me pedía que la reclamara pero no tenia fuerzas para morderla y convertirla en mi eterna compañera.
Madre luna, blanca como la mas bella de las damas apagó su hegemonía, en su lugar el radiante sol vestido de caballero se libró de mi maldición, ahora solo quedaba ante ella un hombre desnudo, herido, pero vivo y nadie recordaría que fue el lobo el malo y bueno de esta historia quien salvó a la princesa en apuros.
Abrí los ojos bien entrada la mañana, aun el dolor me atenazaba, mas no me costo en exceso mover el brazo para acariciar la blanca tez de Danica, sus preciosos ojos se abrieron y sonreí contra sus labios antes de tomarlos siseando.
-¿que ha pasado exactamente?
Vagos eran mis recuerdos sobre lo ocurrido, apenas la persecución por el bosque, otros seres oscuros y una pelea que me había dejado en este estado y en la que mi otro yo resulto vencedor, peor todo estaba lleno de sombras, de oscuridad, apenas recordaba los detalles.
Sentí sus dedos deslizarse por mi pelo en una suave caricia, me pedía que no hiciera esfuerzos, las heridas empezaban a cerrar pero al menos el día de hoy tendría que dar descanso a mi maltrecho cuerpo, pelear contra otro alfa no es algo ligero.
-Quiere decir que si el lobo a vencido al alfa, es fuerte, podemos enfrentarlo a mi tío y es posible que venza, es el único modo que nos dejen vivir en paz.
La miré fijamente, algo no me decía, la atraje suavemente de la cintura pegando mas nuestros cuerpos.
-¿que pasa Danica? ¿te ha hecho daño? ¿no lo has convencido?
Dejarla con esa bestia me enervaba pero en esta ocasión no habíamos tenido mas opción, se acercaba una guerra y lo necesitábamos de nuestro lado, lo único que podía hacerlo reaccionar era ella pues la amaba, la deseaba tanto como yo.
Esperé en silencio su explicación, algo me decía que ese lobo le importaba en demasía, no alcanzaba a entender como no veía a la misma bestia que veía yo.
Mis ojos centellearon mostaza ante su mirada, como si el lobo de mi interior se regocijara.
Aullé en varias ocasiones, el dolor era tenaz, gruñí entre la consciencia y la inconsciencia, mi cuerpo se regeneraría, solo era cuestión de tiempo pero de nuevo quedaría recluido a la prisión las noches en las que era yo.
Esto era lo mas cerca que podría tenerla, era mía, me pedía que la reclamara pero no tenia fuerzas para morderla y convertirla en mi eterna compañera.
Madre luna, blanca como la mas bella de las damas apagó su hegemonía, en su lugar el radiante sol vestido de caballero se libró de mi maldición, ahora solo quedaba ante ella un hombre desnudo, herido, pero vivo y nadie recordaría que fue el lobo el malo y bueno de esta historia quien salvó a la princesa en apuros.
Abrí los ojos bien entrada la mañana, aun el dolor me atenazaba, mas no me costo en exceso mover el brazo para acariciar la blanca tez de Danica, sus preciosos ojos se abrieron y sonreí contra sus labios antes de tomarlos siseando.
-¿que ha pasado exactamente?
Vagos eran mis recuerdos sobre lo ocurrido, apenas la persecución por el bosque, otros seres oscuros y una pelea que me había dejado en este estado y en la que mi otro yo resulto vencedor, peor todo estaba lleno de sombras, de oscuridad, apenas recordaba los detalles.
Sentí sus dedos deslizarse por mi pelo en una suave caricia, me pedía que no hiciera esfuerzos, las heridas empezaban a cerrar pero al menos el día de hoy tendría que dar descanso a mi maltrecho cuerpo, pelear contra otro alfa no es algo ligero.
-Quiere decir que si el lobo a vencido al alfa, es fuerte, podemos enfrentarlo a mi tío y es posible que venza, es el único modo que nos dejen vivir en paz.
La miré fijamente, algo no me decía, la atraje suavemente de la cintura pegando mas nuestros cuerpos.
-¿que pasa Danica? ¿te ha hecho daño? ¿no lo has convencido?
Dejarla con esa bestia me enervaba pero en esta ocasión no habíamos tenido mas opción, se acercaba una guerra y lo necesitábamos de nuestro lado, lo único que podía hacerlo reaccionar era ella pues la amaba, la deseaba tanto como yo.
Esperé en silencio su explicación, algo me decía que ese lobo le importaba en demasía, no alcanzaba a entender como no veía a la misma bestia que veía yo.
Mis ojos centellearon mostaza ante su mirada, como si el lobo de mi interior se regocijara.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
No sé en qué momento me dormí, tras pasar la mayor parte de la noche velando su sueño y asegurándome de que al deslizar mis dedos entre su pelaje y alcanzar el área de su corazón este continuase latiendo. Lo acaricié con dulzura al escuchar sus gruñidos que por lo menos me indicaban que era demasiado fuerte como para permitirse vencer por sus heridas, lo cual lograba sosegarme hasta cierto punto, repitiéndome mentalmente a mi misma que mejoraría como si de tanto repetirlo pudiera alejar las dudas y convencerme de ello. Aún así de vez en cuando las lágrimas acudían a mis ojos, sobretodo cuando al removerse escuchaba su respiración pesada, por lo que le abrace más procurando que mi calor le sosegara.
A la mañana siguiente, cuando abrí los ojos, y le vi frente a mi en su forma humana, permanecí muda. El alivio y la alegría causada porque esos océanos de azul profundo me estuvieran mirando me colmó de tal manera que no alcancé a decir palabra, solo parpadeé, acomodándome en su cuerpo cuando su mano me alcanzó para acercarme y sus labios me saludaron con un tibio beso.
-No te muevas mucho, las heridas se ven mejor que anoche pero son múltiples. - Había siseado un par de veces, las heridas eran profundas e imaginé que tardaban mucho más en sanar por haber sido provocadas por alguien de su misma especie. -¿Cómo te sientes?- Mis dedos acariciaron su oscuro pelo al oírlo hablar. Me preguntaba por lo que había sucedido la noche anterior corroborándome que otra vez su memoria quedaba enterrada en un profundo pozo que continuaba dividido entre su conciencia y la del lobo.
-No sé ni cómo has sobrevivido.- Lo abracé abrumada por los acontecimientos de la noche anterior, hundiendo mi rostro en su cuello, solo quería sentirlo respirar y cerciorarme de que iba a estar bien. -No fuiste el único licántropo que se presentó anoche con la llegada de la luna.- Alcé la mirada nuevamente para explicarle que había ocurrido. -El lobo se enfrentó a dos de ellos y a un tercero que me siguió cuando me adentré en el bosque.-
Asentí cuando dijo que con el licántropo podríamos enfrentarnos a su tío. -Es fuerte, lo demostró al vencer a quienes le superaban en número.- Hice una pausa meditando en todo lo que había pasado y por unos segundos su mirada ya no fue la suya si no la del lobo, esta perdió la tonalidad de los mares para tornarse ámbar descolocándome al hacerlo y provocando que le observase sorprendida y en silencio hasta que finalmente pude hablar de nuevo.
-Faris se que no quieres creerlo pero hay más de ti en el lobo de lo que se observa de buenas a primeras. De lo contrario no se preocuparía por no hacerme daño, es un depredador pero algo le contiene y pienso que ese algo proviene de ti.- Las puntas de mis dedos acariciaron su rostro, sus mares azules traían la calma al ámbar y reclamaban nuevamente su dominio sobre su mirada. -No sé que tanto podría haberle convencido de unirse a ambos pero después de anoche pienso que haría cualquier cosa con tal de protegerme, por lo que no veo por qué no haría lo mismo en una guerra. - Hice una pausa, me tomó por sorpresa al preguntarme si algo me estaba inquietando. Y si, por supuesto, habían varias cosas pero como elegir la primera para decírsela.
-Sin embargo, y aunque anoche se contuvo, he descubierto que es lo que desea. Su deseo es morderme y de esa forma convertirme en su compañera. – Me incorporé para sentarme al hablar y así poder ordenar mis ideas, me era difícil hacerlo observando la intensidad con la que me veía. -Ni siquiera creo que eso sea posible, soy una cambiaformas… mi alma está ligada a mis formas, son una en esencia y no existo sin ellas. Lo más probable es que su intento de transformarme me mataría.-
Pasé mis dedos por mi cabello colocándolo detrás de mis orejas. -Imagino que piensas lo mismo que yo, que los licántropos no se encontraban en nuestra propiedad al azar, tu tío les ha enviado para acabar contigo, lo cual quiere decir que ahora más que nunca debes regresar a tu tierra.- Miré por la ventana perdiéndome en el paisaje. Después de abandonar Rusia y buscar una nueva vida en Paris, comenzaba a comprender algunas cosas… -Es mejor enfrentar lo que venga, quiero ir contigo, puedo comprar los pasajes. Después de esto no se quedará tranquilo, ya estará enterado de mi existencia, ha enviado el enemigo a mi casa.-
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Enarqué una ceja cuando lo protegió, según ella esa bestia que anidaba en mi se contenía, la protegía y las heridas eran sin duda causadas por justo eso.
Claro que después me dejó claro que sus intenciones lejos de ser altruistas, se veían reflejadas en su afán por poseerla, por adueñarse de su voluntad trasformándola en su compañera de viaje.
-Eso no va a pasar -aseguré hundiendo mis azules en los ajenos.
Gruñí cuando aseguró que posiblemente eso no seria posible pues de intentarlo la mataría.
El lobo era peligroso, peligroso para ella pero esta no dudaba ni un segundo en protegerlo de alguna manera.
-No soy yo -rugí mirándola -es una bestia.
Creo que no estaba de acuerdo en esa afirmación ni de lejos, pero guardaba silencio posiblemente para no alterarme mas de lo que francamente ya estaba.
En lo siguiente ambos estuvimos completamente de acuerdo, teníamos que hacer algo, si los lobos habían acudido a su hogar ya no estaría a salvo, conocerían su existencia y eso la situaba en un inminente peligro.
Mis dedos se deslizaron tibios por su piel, mi boca acampo en la ajena buscando una calma que no conocía en estos momentos en los que revivía como mi mundo fue destruido ajo la bandera de la luna llena.
-Compra los billetes, viajaremos juntos, enfrentaré a mi tío, le dejaré claro que no ansió el trono, solo una vida tranquila contigo y si eso no funciona lucharé hasta mi ultimo aliento por tenerla.
Mis brazos rodearon su cintura tirando de ella hacia mi, necesitaba sentir el afrodisíaco roce de su piel aunque en el quedara implícito y remarcado el olor del maldito lobo.
-Odio que te toque -aseguré sintiendo los celos corroerme -y tu parece que lo ansias o al menos una parte de ti lo hace, lo percibo.
Rugí hundiendo mi cabeza entre su pelo, no se el tiempo que pasamos en el lecho abrazándonos acariciándonos y amándonos solo sé que tras la guerra vino la calma y el sueño se convirtió en el aliado perfecto.
Pasada una semana mis heridas estaban completamente cerradas, los pasajes comprados, así que embarcamos con las primeras luces del alba poniendo rumbo a mi país natal, a aquel que me lo había dado todo y a su vez dejado sin nada.
No era el mismo hombre que partió, este hombre solo quería paz, na paz que no encontraba.
Claro que después me dejó claro que sus intenciones lejos de ser altruistas, se veían reflejadas en su afán por poseerla, por adueñarse de su voluntad trasformándola en su compañera de viaje.
-Eso no va a pasar -aseguré hundiendo mis azules en los ajenos.
Gruñí cuando aseguró que posiblemente eso no seria posible pues de intentarlo la mataría.
El lobo era peligroso, peligroso para ella pero esta no dudaba ni un segundo en protegerlo de alguna manera.
-No soy yo -rugí mirándola -es una bestia.
Creo que no estaba de acuerdo en esa afirmación ni de lejos, pero guardaba silencio posiblemente para no alterarme mas de lo que francamente ya estaba.
En lo siguiente ambos estuvimos completamente de acuerdo, teníamos que hacer algo, si los lobos habían acudido a su hogar ya no estaría a salvo, conocerían su existencia y eso la situaba en un inminente peligro.
Mis dedos se deslizaron tibios por su piel, mi boca acampo en la ajena buscando una calma que no conocía en estos momentos en los que revivía como mi mundo fue destruido ajo la bandera de la luna llena.
-Compra los billetes, viajaremos juntos, enfrentaré a mi tío, le dejaré claro que no ansió el trono, solo una vida tranquila contigo y si eso no funciona lucharé hasta mi ultimo aliento por tenerla.
Mis brazos rodearon su cintura tirando de ella hacia mi, necesitaba sentir el afrodisíaco roce de su piel aunque en el quedara implícito y remarcado el olor del maldito lobo.
-Odio que te toque -aseguré sintiendo los celos corroerme -y tu parece que lo ansias o al menos una parte de ti lo hace, lo percibo.
Rugí hundiendo mi cabeza entre su pelo, no se el tiempo que pasamos en el lecho abrazándonos acariciándonos y amándonos solo sé que tras la guerra vino la calma y el sueño se convirtió en el aliado perfecto.
Pasada una semana mis heridas estaban completamente cerradas, los pasajes comprados, así que embarcamos con las primeras luces del alba poniendo rumbo a mi país natal, a aquel que me lo había dado todo y a su vez dejado sin nada.
No era el mismo hombre que partió, este hombre solo quería paz, na paz que no encontraba.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Dirigirnos a Arabia me conmocionó de más de una manera, una semana fue el escaso tiempo con el que conté para alistarlo todo, y para separarme de aquellos que tan fielmente me habían servido me dolió demasiado. Tenía una confianza infinita en cada uno y por ello decidí que la propiedad permanecería tal y como estaba. Vadim, quien había ejercido como asistente de Faris, se encargaría de suplirlo como capataz temporal, y Zoya se haría cargo de la mansión.
Los abracé con fuerza al despedirme de ellos, habían llegado conmigo desde Rusia y el nudo en la garganta que se me formaba al dejarlos no me abandonaba ni en ese momento ni cuando me despedí de mis corceles. Me había dedicado a su cría, los había entrenado, visto ganar carreras y ahora debía tranquilizarlos con susurros en sus oídos para que no se inquietaran con mi partida.
La travesía en barco fue larga, y en muchas ocasiones, mientras paseaba por cubierta y me detenía a mirar a Faris, me pregunté adonde me llevaría el haber insistido en acompañarle en este viaje. Ni siquiera le había hablado de mi pasado, en todo lo que podía pensar era en la amenaza que ahora se cernía sobre ambos y en como lidiaríamos con ella.
-Muero de curiosidad…- admití, cuando nos fue anunciado que estábamos a punto de llegar a tierra. Me alegraba infinitamente, por un lado no podía evitar el desear desembarcar cuanto antes, ávida de conocer su cultura y adentrarme en algo que nunca antes había visto. A pesar de la razón que nos inducía a este viaje conocer el lugar de donde provenía Faris no dejaba de despertarme entusiasmo y excitación.
La llegada a puerto sirvió para exacerbar mi curiosidad. -Creo que lo primero que deberíamos hacer es comprar ropa que me haga ver un poco más acorde con los demás.- Fue lo primero que dije en cuanto vi a las mujeres de piel bronceada caminar de un lado al otro y a los hombres de piel oscura y rasgos exóticos.
Muchas personas volteaban a verme, al parecer mi aspecto llamaba mucho la atención. Una pequeña niña se aproximó y al agacharme hacia ella para saludarla, tomó con sus pequeños dedos las puntas de mis cabellos dorados mirándome embelesada. Le revolví el cabello antes de que saliera corriendo de regreso hacia una madre que la reprendía por acercarse a mi.
Observé la escena antes de regresar la mirada a Faris. En esta nueva tierra, desconocida para mi, él era mi guía. Estaba entretenido hablando con un par de hombres acerca de nuestro equipaje y mi atención fue capturada por la escena de unos locales que tiraban de un caballo de lustroso pelaje negro. Este relinchaba colocándose sobre sus cuatro patas. Se le veía indómito, salvaje y uno de los locales estaba a punto de golpearlo con una fusta.
La escena me encendió la sangre y sin pensarlo dos veces corrí para interponerme. Alzando la mano sostuve la muñeca del hombre para detenerlo. Este me miró furibundo e intentó golpearme pero yo era bastante ágil por lo que un movimiento mío sirvió para esquivarlo y para que él cayera directo en un bebedero. Di la media vuelta para sosegar al corcel, deslizando mi mano por su crin y un momento después cabalgaba sobre él.
Busqué a Faris, lo había perdido completamente de vista. No alcanzaba a verlo por ningún lado, lo cual aceleró mis latidos ante la idea de haberle extraviado y no poder encontrarlo. Varios hombres detrás mío comenzaron a señalarme acusadores y a correr en mi dirección por lo que me encorvé sobre el cuello del corcel y agarrándome de sus crines iniciamos la carrera.
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
El viaje rumbo a mi país fue largo, mi nerviosismo era patente pues lejos de ir a ver las bellezas que encelaban los países árabes la llevaba directa a la guerra.
Parlamentar con mi tío no iba a ser fácil, yo solo quería que me dejara vivir tranquilo, no me importaba en absoluto la corona que el anhelaba sobre su cabeza, por mi podía quedársela.
Quizás si sentía esa hambruna de venganza, quizás de no haber conocido a Dánica mi única meta en esta vida hubiera sido tomármela, pero ahora mismo solo me preocupaba una vida con ella, ser felices en sus tierras.
Nos apeamos del barco con las primeras luces del alba, sus ojos centelleaban ante la diferencia cultural de París y Arabia.
Me paré a conversar con uno de los muchachos que insistía en hacernos de guías y llevar nuestro equipaje a un lugar céntrico, estos jóvenes mayormente eran rateros que se aprovechaban de los extranjeros y Danica era la típica mujer que destacaba por ello.
Por ende yo era de allí, sabia de sus intenciones y se lo hice saber antes de que las cometieran dándose así los niños a la fuga.
Alcé la mirada para encontrarme con ella, pero había desaparecido, maldije en mi propio idioma, hasta que me di cuenta de que mucho mas allá habia un gran revuelo, dos hombres se quejaban de que una extranjera les había robado una montura y a su vez la gente alborotada pensaba dar caza a la ratera y hacerle pagar su imprudencia.
Danica iba a tener que ir con mas cuidado, aquí por nada te cortan una mano, la ley de Talión, ojo por ojo esta demasiado extinguida en estas tierras peligrosas.
Mis sentidos agudos me ayudaron a seguirla, abandoné las maletas a su suerte, ella me necesitaba.
Su olor era inconfundible, raudo me perdí entre los callejones, conocía cada atajo , no porque me había criado entre esas calles, si no porque había estudiado los mapas de palacio de una ciudad que me pertenecía.
Mi velocidad sobrehumana me ayudó en el intento de ser mas rápido que el resto logrando interceptar a la rubia res manzanas mas allá.
Ante mi presencia la montura se asusto elevándose a dos patas, por suerte Danica era una gran montaraz, nuestros ojos se cruzaron, la adrenalina corría en las pupilas de ambos y el sonido del resto de los que venían a darle caza detrás se aproximaba con furia.
-Por aquí -apremié a decirle introduciéndome en un pequeña callejuela oscura.
Podía aparentar un callejón sin salida pues allí había calles estrechas, pero la tenia, los barrios bajos de esa zona eran como laberintos.
Parlamentar con mi tío no iba a ser fácil, yo solo quería que me dejara vivir tranquilo, no me importaba en absoluto la corona que el anhelaba sobre su cabeza, por mi podía quedársela.
Quizás si sentía esa hambruna de venganza, quizás de no haber conocido a Dánica mi única meta en esta vida hubiera sido tomármela, pero ahora mismo solo me preocupaba una vida con ella, ser felices en sus tierras.
Nos apeamos del barco con las primeras luces del alba, sus ojos centelleaban ante la diferencia cultural de París y Arabia.
Me paré a conversar con uno de los muchachos que insistía en hacernos de guías y llevar nuestro equipaje a un lugar céntrico, estos jóvenes mayormente eran rateros que se aprovechaban de los extranjeros y Danica era la típica mujer que destacaba por ello.
Por ende yo era de allí, sabia de sus intenciones y se lo hice saber antes de que las cometieran dándose así los niños a la fuga.
Alcé la mirada para encontrarme con ella, pero había desaparecido, maldije en mi propio idioma, hasta que me di cuenta de que mucho mas allá habia un gran revuelo, dos hombres se quejaban de que una extranjera les había robado una montura y a su vez la gente alborotada pensaba dar caza a la ratera y hacerle pagar su imprudencia.
Danica iba a tener que ir con mas cuidado, aquí por nada te cortan una mano, la ley de Talión, ojo por ojo esta demasiado extinguida en estas tierras peligrosas.
Mis sentidos agudos me ayudaron a seguirla, abandoné las maletas a su suerte, ella me necesitaba.
Su olor era inconfundible, raudo me perdí entre los callejones, conocía cada atajo , no porque me había criado entre esas calles, si no porque había estudiado los mapas de palacio de una ciudad que me pertenecía.
Mi velocidad sobrehumana me ayudó en el intento de ser mas rápido que el resto logrando interceptar a la rubia res manzanas mas allá.
Ante mi presencia la montura se asusto elevándose a dos patas, por suerte Danica era una gran montaraz, nuestros ojos se cruzaron, la adrenalina corría en las pupilas de ambos y el sonido del resto de los que venían a darle caza detrás se aproximaba con furia.
-Por aquí -apremié a decirle introduciéndome en un pequeña callejuela oscura.
Podía aparentar un callejón sin salida pues allí había calles estrechas, pero la tenia, los barrios bajos de esa zona eran como laberintos.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Puede que lo primero que se me ocurriera hacer en un país extranjero, del cual desconocía toda costumbre, fuera bastante temerario, teniendo en cuenta que mis oídos felinos extra sensitivos escuchaban las voces de los hombres que gritaban enardecidos buscándome. Pero no iba a permitir tampoco que maltrataran al corcel, por lo que había sido mayormente causa de mi instinto el que me hubiese metido en esta situación.
Sin embargo mi angustia creció a pasos agigantados al haber perdido de vista a Faris, y lo seguía haciendo al cabalgar entre puestos de mercado y personas de piel morena envuelta en túnicas y adornados con turbantes, a quienes seguramente les parecería insólito ver a una joven mujer de piel blanca y cabello rubio pasar en medio de ellos como un relámpago.
La adrenalina en mis venas era incendiaria, había nacido para cabalgar, lo supe cuando era muy niña. Apenas tenía unos cinco años cuando vi un corcel por primera vez. Me había acercado a este temerariamente, y si no hubiera sido por el regaño de mi padre, hubiera intentado trepar en él a pesar de que no le llegaba ni a media altura de sus patas.
Recuerdo la exhilarante emoción que me invadió cuando finalmente trepé en uno y juntos cruzamos el camino desde las caballerizas hacia los terrenos de los alrededores de nuestra propiedad, y eso que lo había hecho a escondidas porque seguía siendo demasiado niña.
Tranquilicé al caballo cuando este se levantó peligrosamente alterado sobre dos patas, y el alivio me invadió al ver los ojos encendidos del lobo que de alguna manera me había encontrado.
Lo seguí hacia el interior de una callejuela en la cual reinaba la oscuridad y nos fuimos internando en ella. Mis ojos felinos inmediatamente se ajustaron a la falta de luz a medida que nos deteníamos para aguardar inmóviles a que el barullo de los locales, demasiado cercano, siguiera de largo.
Mi brioso acompañante volvía a inquietarse por la proximidad del licántropo así que tuve que recurrir a mis suaves susurros en su oído y a la conexión mental que podía establecer con él, calmándolo al asegurarle que no tenía nada que temer.
Hice una seña silenciosa a Faris para que subiera en el corcel, detrás mio, prodigando caricias sobre las crines del caballo para que se mantuviera sereno mientras lo hacía. Desconocía las callejuelas del lugar así que comencé a dirigirle por donde él nos indicaba.
Nos movilizamos justo a tiempo, ya que las voces volvían a aproximarse de forma amenazadora a una nueva callejuela. Nuestros perseguidores eran muy insistentes y estaban decididos a castigar a la ladrona del caballo.
A pesar de ello no pude evitar ir mirando a nuestro alrededor con curiosidad. Esta era la tierra de Faris, el lugar adonde había crecido. Todo lo que veía era muy distinto a lo que había conocido hasta ahora, no podía evitar sentirme fascinada, como si más que una realidad, hubiese abierto las páginas de un maravilloso libro para ser absorbida por estas.
Me mantuve silenciosa, no solo porque nos escondíamos al escurrirnos por las callejuelas, si no porque me percataba de que habíamos perdido el equipaje. -Lamento todo el jaleo.- dije, apenas lo suficientemente alto para que me escuchara, al seguir recorriendo el laberinto.
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
La cambiante me tendió la mano para que subiera sobre el corcel tras ella.
Mi naturaleza intimidaba al animal, pero si queríamos huir, mejor hacerlo a caballo que andando, conocía aquellas calles, así que fui guiando a Danica para salir de aquel atolladero en el que su reacción nos había metido.
Sus ojos analizaban aquel lugar, parecía gustarle mucho por la cara de admiración que ponía, sonreía feliz, como si hubiera descubierto un lugar de ensueño.
Ladeé la sonrió deslizando mis labios por su cuello, me encantaba su olor, notarla feliz, no iba a olvidar que ella estaba allí por mi.
Se disculpó, pero yo negué con la cabeza.
-Tienes que ir con cuidado ,aquí la mujer no tiene derechos, tenemos que buscar un burca, algo con lo que te cubras, una extranjera corre peligro en estas tierras y no podría soportar que nada te sucediera.
Era cierto, yo era como ellos, con la misma cultura, los mismos ideales.
No iba a criticar las férreas creencias que yo también tenia arraigadas desde pequeño, la mujer pertenecía al hombre, se cubría porque amaba y respetaba a su marido ,para no incitar a ningún otro hombre a que la mirara, porque así Ala lo mandaba.
Danica era extranjera, me gustaba como era y aunque en ocasiones nuestras culturas chocaban, la amaba y sabia que ella procesaba por mi el mismo sentimiento.
Acabamos llegando ante un pequeño motel, habíamos perdido las maletas y en este país absurdo era intentar recuperarlas, porque la verdad los ladrones abundaban tanto como el hambre.
Por suerte llevaba algo de dinero guardado encima, había previsto que pudiéramos sufrir algún hurto, así que la verdad es que fui bien preparado.
Dejamso al corcel en las caballerizas del lugar, un mozo se ocupo de darle los cuidados necesarios y le dejé caer unas monedas para que así fuera.
Entramos en el motel, tiré de su mano para que entrara, ella en silencio, en un segundo plano como el coran mandaba.
Pedí habitación y subimos con rapidez, no había dejado de llamar la atención ,su pelo dorado era un reclamo en mis tierras.
Una vez en la habitación me acerqué a ella, mis labios recorrieron los ajenos, mis dientes la mordieron con hambruna, jadeé entre gruñidos, la deseaba demasiado.
-Te quiero, pediré audiencia con mi tío, en un punto publico, no le interesa que mi reino sepa que el príncipe sigue vivo, así que espero que una vez conozca mis intenciones, nos deje en paz, sin mas.
No busco venganza, aunque solo en eso pensaba hasta que te conocí.
Mi naturaleza intimidaba al animal, pero si queríamos huir, mejor hacerlo a caballo que andando, conocía aquellas calles, así que fui guiando a Danica para salir de aquel atolladero en el que su reacción nos había metido.
Sus ojos analizaban aquel lugar, parecía gustarle mucho por la cara de admiración que ponía, sonreía feliz, como si hubiera descubierto un lugar de ensueño.
Ladeé la sonrió deslizando mis labios por su cuello, me encantaba su olor, notarla feliz, no iba a olvidar que ella estaba allí por mi.
Se disculpó, pero yo negué con la cabeza.
-Tienes que ir con cuidado ,aquí la mujer no tiene derechos, tenemos que buscar un burca, algo con lo que te cubras, una extranjera corre peligro en estas tierras y no podría soportar que nada te sucediera.
Era cierto, yo era como ellos, con la misma cultura, los mismos ideales.
No iba a criticar las férreas creencias que yo también tenia arraigadas desde pequeño, la mujer pertenecía al hombre, se cubría porque amaba y respetaba a su marido ,para no incitar a ningún otro hombre a que la mirara, porque así Ala lo mandaba.
Danica era extranjera, me gustaba como era y aunque en ocasiones nuestras culturas chocaban, la amaba y sabia que ella procesaba por mi el mismo sentimiento.
Acabamos llegando ante un pequeño motel, habíamos perdido las maletas y en este país absurdo era intentar recuperarlas, porque la verdad los ladrones abundaban tanto como el hambre.
Por suerte llevaba algo de dinero guardado encima, había previsto que pudiéramos sufrir algún hurto, así que la verdad es que fui bien preparado.
Dejamso al corcel en las caballerizas del lugar, un mozo se ocupo de darle los cuidados necesarios y le dejé caer unas monedas para que así fuera.
Entramos en el motel, tiré de su mano para que entrara, ella en silencio, en un segundo plano como el coran mandaba.
Pedí habitación y subimos con rapidez, no había dejado de llamar la atención ,su pelo dorado era un reclamo en mis tierras.
Una vez en la habitación me acerqué a ella, mis labios recorrieron los ajenos, mis dientes la mordieron con hambruna, jadeé entre gruñidos, la deseaba demasiado.
-Te quiero, pediré audiencia con mi tío, en un punto publico, no le interesa que mi reino sepa que el príncipe sigue vivo, así que espero que una vez conozca mis intenciones, nos deje en paz, sin mas.
No busco venganza, aunque solo en eso pensaba hasta que te conocí.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Después de atravesar diversos laberintos conformados por intrincadas callejuelas divisamos un modesto motel adonde nos detuvimos. Mi mirada seguía a Faris y mi atención estaba puesta en él al escucharle dar instrucciones en su idioma al mozo de las caballerizas. Me acerqué nuevamente al corcel, acariciándolo despacio y acercándome a su oído. -Te dejaremos por ahora, aquí estarás bien hasta que regresemos por ti.-
Alcé el rostro y tomé de la mano al lobo, manteniéndome detrás de él en todo momento. Él me había hablado de las costumbres en su país y no tenía más remedio que comportarme de acuerdo a ellas si no quería levantar otro revuelo, ya suficiente llamaba la atención con mi aspecto, lo volvía a sentir cuando los ojos del recepcionista se clavaron sobre mi antes de devolver la atención a Faris y depositar en su mano las llaves de la habitación.
-¿Qué crees que opinan de mi?- Susurré tomándolo nuevamente de la mano antes de que corriéramos hacia la habitación. Apenas la puerta se cerraba detrás de nosotros cuando sus labios atraparon los míos, acogí su boca y su olor me invadió, tornando más intenso el color de mis rasgados ojos.
Mis labios permanecieron algo trémulos al rodear su cintura con mis brazos y esconder mi rostro en su cuello, embriagándome de él al acariciarlo cariñosamente con mi nariz y disculpándome de nuevo. -No quiero meterte en más problemas, quizás mañana debería salir tú más temprano, buscar con que cubrirme según tus costumbres para que empiece a hacerlo así antes de salir de nuevo.- Alcé la mirada hacia él y escuché lo que me decía.
-¿Te percatas de que es la primera vez que me dices que me quieres?- Sonreí, después de todo lo que había transpirado entre nosotros desde que nos conocimos y al mirarle en la mansión cada día, ya fuese en el exterior, cuando lo veía inmerso en las faenas del día, o al recibirle en mi habitación tras aguardar por él una vez que caía el manto nocturno, los sentimientos entre nosotros se fueron presentando sin que me atreviera a ponerles nombre.
Mis manos se deslizaron sobre su espalda y mis labios le buscaron de nuevo, mis dedos no dejaban de acariciarlo introduciéndose debajo de su camisa antes de encontrar sus botones. –¿Y si tu tío tiene otras ideas? Podría tenderte una trampa y no quiero que te pase nada.- Dejé caer su camisa sobre el suelo y me acerqué a su piel. Enmarqué su rostro con mis manos y acaricié su barba, dejándome envolver por la sensación suave y cálida de su vasta mirada y por el cobijo que encontraba en tenerlo cerca.
-¿Cómo saber lo que un hombre que crea un ejército de licántropos puede tener en mente?- Mi mirada inquieta procuraba leer lo que pensaba. -La ambición crea monstruos desmedidos, no hay mayor crueldad que la que nace de la avaricia… no quiero perderte.-
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Abrí los ojos de golpe, no me había dado ni cuenta de que con toda la naturalidad se me había escapado esa frase nunca pronunciada, no por ello no sentida.
Me encogí de hombros un poco avergonzado, no acostumbrado a expresar con tanta sinceridad mis sentimientos, hundí mi cabeza ligeramente en su cuello rozando su piel con mi nariz.
-No lo se Danica, mi tío no es un hombre justo, ha matado a toda mi familia, lo odio -confesé contra su piel.
Elevé mi mirada, su boca buscó mis labios mientras sus manso acunaban mis mejillas.
-Cuando salí de mi país, solo era capaz de odiar, venganza eso era lo que yo clamaba.
He vuelto, no diré que una parte de mi no ansia que mi tío no ceda a mi petición. Creo que esa parte salvaje que habita en mi interior quiere guerra y no paz, quiero mancharme las manso de ese que mató a mi madre, a mi padre y hermana ¿lo entiendes? Pero por otra parte, pienso en ti, en la vida que tengo a tu lado, quiero vivir en paz contigo, ser felices, tener la oportunidad de intentar...lo que sea que tengamos.
Estaba siendo sincero con ella y aunque las dudas como a ella también me asolaban no tenia mas opción que intentarlo.
Mis labios chocaron voraces, impetuosos contra los ajenos, mi lengua se abrió paso entre sus labios, paladeando aquel Sabor a fruta madura, recorriendo los viejos senderos que ya sentía míos.
Beso húmedo, necesitado en el que encontré el consuelo deseado.
La respiración agitada de ambos chocó voraz ante nuestras bocas, manos que sucumbieron al pecado, mi piel se convirtió en un mar que ella surcó con sus manos, la suya era el desierto de mis tierras, era fuego, era viento, era mía y así intenté decírselo.
Sobre el lecho nuestros cuerpos carentes de ropa cayeron, enredados en al lujuria, en el miedo a perdernos, la bese despacio, enredando nuestros dedos, prometiendo con miradas lo que no eramos capaces de pronunciar con palabras.
Le hice el amor saboreando cada resquicio de su piel, guardando en mi recuerdo a fuego cada camino trazado por mis labios.
Extenuados caímos al lecho, apoyada en mi pecho las respiraciones de ambos fueron calmándose, ella jugaba con los dedos de mi mano.
-Antes me has preguntado que pensarían de ti, la verdad es que de las extranjeras piensan que son como putas, que no respetan al hombre, son indecentes y no cumplen la voluntad de Ala, que es que una mujer sea de un hombre, se cubra para no incitar a otros...
A la mañana siguiente me levanté a primera hora de la mañana, Danica aun dormía, recé cara a la meca, hacia tiempo que no lo hacia y supongo que en mis tierras me sentí obligado a presentar mis respetos al dios en el que creía.
Bajé al mercado y compré un par de overgarment, el traje típico de las mujeres árabes que iban cubiertas por completo.
Me encogí de hombros un poco avergonzado, no acostumbrado a expresar con tanta sinceridad mis sentimientos, hundí mi cabeza ligeramente en su cuello rozando su piel con mi nariz.
-No lo se Danica, mi tío no es un hombre justo, ha matado a toda mi familia, lo odio -confesé contra su piel.
Elevé mi mirada, su boca buscó mis labios mientras sus manso acunaban mis mejillas.
-Cuando salí de mi país, solo era capaz de odiar, venganza eso era lo que yo clamaba.
He vuelto, no diré que una parte de mi no ansia que mi tío no ceda a mi petición. Creo que esa parte salvaje que habita en mi interior quiere guerra y no paz, quiero mancharme las manso de ese que mató a mi madre, a mi padre y hermana ¿lo entiendes? Pero por otra parte, pienso en ti, en la vida que tengo a tu lado, quiero vivir en paz contigo, ser felices, tener la oportunidad de intentar...lo que sea que tengamos.
Estaba siendo sincero con ella y aunque las dudas como a ella también me asolaban no tenia mas opción que intentarlo.
Mis labios chocaron voraces, impetuosos contra los ajenos, mi lengua se abrió paso entre sus labios, paladeando aquel Sabor a fruta madura, recorriendo los viejos senderos que ya sentía míos.
Beso húmedo, necesitado en el que encontré el consuelo deseado.
La respiración agitada de ambos chocó voraz ante nuestras bocas, manos que sucumbieron al pecado, mi piel se convirtió en un mar que ella surcó con sus manos, la suya era el desierto de mis tierras, era fuego, era viento, era mía y así intenté decírselo.
Sobre el lecho nuestros cuerpos carentes de ropa cayeron, enredados en al lujuria, en el miedo a perdernos, la bese despacio, enredando nuestros dedos, prometiendo con miradas lo que no eramos capaces de pronunciar con palabras.
Le hice el amor saboreando cada resquicio de su piel, guardando en mi recuerdo a fuego cada camino trazado por mis labios.
Extenuados caímos al lecho, apoyada en mi pecho las respiraciones de ambos fueron calmándose, ella jugaba con los dedos de mi mano.
-Antes me has preguntado que pensarían de ti, la verdad es que de las extranjeras piensan que son como putas, que no respetan al hombre, son indecentes y no cumplen la voluntad de Ala, que es que una mujer sea de un hombre, se cubra para no incitar a otros...
A la mañana siguiente me levanté a primera hora de la mañana, Danica aun dormía, recé cara a la meca, hacia tiempo que no lo hacia y supongo que en mis tierras me sentí obligado a presentar mis respetos al dios en el que creía.
Bajé al mercado y compré un par de overgarment, el traje típico de las mujeres árabes que iban cubiertas por completo.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Presté atención a lo que me respondía, que odiaba a tu tío, que parte de él clamaba por venganza y guerra. Procuré comprender esas palabras, ese hombre no únicamente era impredecible y ambicioso, no era de fíar. Había acabado con la familia de Faris y había enviado licántropos a mi mansión cuando se suponía que aún debía aguardar por su respuesta, pero en todo esto era la sangre de su familia la que había sido vertida injustamente, no podía ni siquiera aún imaginarme lo que debió haber sido aquello, presenciar la masacre, ser el único sobreviviente tras la traición.
Al escucharle sentí esa desazón como si fuese la mía propia. Acaricié la comisura de su labio con el pulgar, ternura, eso quería darle, de alguna manera sentía su pérdida en mi propia carne. -No diré que no me aterra la idea de que enfrentes a tu tío, ni que creo tener todas las respuestas, pero si que deseo apoyarte en lo que hagas. Confío en ti.-
Era la primera vez que lo decía en voz alta, que confiaba en él, y al hacerlo, me percaté de que en efecto, de alguna manera, por primera vez desde hace tanto tiempo podía mirar a un hombre a los ojos y confiar en él. Quise aferrarme a ello, a ese descubrimiento, era algo que necesitaba, poder confiar en alguien más, sin reservas.
No hubo palabras, ni preguntas, ni cuestionamientos, solo esa comprensión mutua, ese deseo de salvaguardar lo nuestro, como él decía, fuese lo que fuese lo que tuviésemos.
Mi vestido cayó al suelo, al igual que su ropa, nos dirigimos al lecho adonde nos dejamos caer enredados en nuestra piel. Fueron nuestras miradas las protagonistas de ese instante, uno cargado de magia, de un sentimiento que se apropiaba de nosotros expresando todo aquello que comenzó al conocernos una noche de luna llena en mis caballerizas.
Me acerqué a él para sentir sus labios sobre los míos, para explorar su torso con mis palmas, acariciar el vello suave, prodigar consuelo a la inquietud y acallar con nuestra unión la incertidumbre de lo que estaba por venir. Sus dedos acariciándome el cuerpo antes de entrelazarse con los míos fue todo lo que necesite, abandonarme en ese momento en el que hicimos el amor.
Después, al descansar rodeada por sus brazos, no creo que se haya percatado de las lágrimas que finalmente rodaron por mis mejillas antes de que me entregase al sueño arrullada por el sonido de su respiración junto a la mía.
A la mañana siguiente lo esperaba entre emocionada e inquieta, me detuve a observar la ropa que me había traído con mucho interés antes de dirigirme detrás de un biombo a ponérmela. -¿Cómo enviarás mensaje a tu tío con respecto a tu llegada?- pregunté mientras procuraba adivinar adonde iba cada pieza y si me lo estaba colocando de la forma correcta.
Me detuve, meditando… recordando la noche anterior y apoyé mi frente en el biombo, mordiéndome el labio. -Quizás yo no sea precisamente quien corresponda a la idea de una mujer apropiada para alguien como tú.- Me sobrecogió la inquietud, todos esos estándares… el que me consideraran poco menos que una prostituta extranjera y el propio Faris que había crecido en palacio, como futuro regente, en medio de todas esas costumbres que debía de tener tan arraigadas…
Salí con rapidez de detrás del biombo, haciéndole una advertencia. -No te rías.- Lo miré enfáticamente, no tenía ni idea de como me veía con la vestimenta ni sabía como se respiraba detrás de ese velo con el que aún no me cubría el rostro. -Te lo advierto, no vayas a reírte Faris.-
Última edición por Danica Pavlova el Vie Feb 09, 2018 8:57 pm, editado 1 vez
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Danica me hablaba a través del biombo, no podía borrar esa sonrisa engreída, yo me calzaba un traje árabe, para mi no era extraño, mas bien lo contrario era como regresar a mis raíces, a lo que amaba y durante un tiempo, el que estuve fuera, traté de olvidar.
Una parte de mi quería anclarse a esa ciudad, mis tierras, mi mundo, mi cultura y religión, pero Danica era lo que me anclaba a otra ciudad, París y mi amor por ella era tan profundo que si tenia que sacrificarlo todo por estar a su lado lo haría, porque no había palacio, ni trono que me importara mas que ella.
Me relamí los labios esperando impaciente que saliera de detrás del biombo.
-Lo citaré en un lugar publico, donde no pueda matarme y donde pueda de ser necesario desvelar mi identidad algo que a mi tío no le interesa.
-Lo citaré en el desierto, en la carrera de caballos más larga y espectacular de las que se corren a lo largo del año. 173 animales y jinetes procedentes de 37 naciones compiten desde el amanecer hasta la medianoche atravesando el desierto de Abu Dhabi. La pareja vencedora del maratón equino será aquella que logre superar el tramo de 160 kilómetros sano y tan rápido como sea posible. En una carrera de resistencia de estas características, los jinetes necesitan caballos extremadamente resistentes. Y la experiencia ha demostrado que los caballos de raza árabe son invencibles en este sentido.
Cuando salió de detrás de ese biombo mis ojos deambularon por su cuerpo oculto tras aquel vestuario típico de mi tierra, admito que su ropa era mas sexy, peor a mi verla enfundada en aquel traje me despertaba un morbo que hizo que ms ojos resplandecieran en un tono ambarino que comulgo con la esencia del lobo.
-Eres preciosa.
Me acerqué a ella para colocarle bien el pañuelo, cubrir aquel pelo dorado que la convertía en extranjera, aunque sus ojos azul océano siempre delatarían la intensidad de su belleza.
Mi aliento golpeaba cálido contra su boca, mi deseo era palpable por lo cortas que eran las distancias entre nosotros, siempre fue evidente, desde el día que la encontré en las caballerizas.
Mis labios presionaron los suyos, mi nariz acarició la ajena mientras me perdía en la humedad de su boca, en el cáliz sagrado del que me embebí hasta la ultima gota.
Apasionado nuestro encuentro, la amaba y ese sometimiento aun no expresado me daba miedo pues sabia que ella tenia un pasado complicado.
-Esta noche quiero que pruebes la bebida y las pipas de agua de Arabia, el tabaco, déjame corromperte. Una cita, tu y yo solos ¿que me dices?
Incapaz de separarme de su cuerpo, mis labios volvieron a deslizarse por los suyos, mi lengua como un tornado se abrió paso envolviendo la ajena necesitado de esperanza, de ese halo de vida que solo ella me daba.
-Saldremos de esta, juntos y volveremos a casa.
Una parte de mi quería anclarse a esa ciudad, mis tierras, mi mundo, mi cultura y religión, pero Danica era lo que me anclaba a otra ciudad, París y mi amor por ella era tan profundo que si tenia que sacrificarlo todo por estar a su lado lo haría, porque no había palacio, ni trono que me importara mas que ella.
Me relamí los labios esperando impaciente que saliera de detrás del biombo.
-Lo citaré en un lugar publico, donde no pueda matarme y donde pueda de ser necesario desvelar mi identidad algo que a mi tío no le interesa.
-Lo citaré en el desierto, en la carrera de caballos más larga y espectacular de las que se corren a lo largo del año. 173 animales y jinetes procedentes de 37 naciones compiten desde el amanecer hasta la medianoche atravesando el desierto de Abu Dhabi. La pareja vencedora del maratón equino será aquella que logre superar el tramo de 160 kilómetros sano y tan rápido como sea posible. En una carrera de resistencia de estas características, los jinetes necesitan caballos extremadamente resistentes. Y la experiencia ha demostrado que los caballos de raza árabe son invencibles en este sentido.
Cuando salió de detrás de ese biombo mis ojos deambularon por su cuerpo oculto tras aquel vestuario típico de mi tierra, admito que su ropa era mas sexy, peor a mi verla enfundada en aquel traje me despertaba un morbo que hizo que ms ojos resplandecieran en un tono ambarino que comulgo con la esencia del lobo.
-Eres preciosa.
Me acerqué a ella para colocarle bien el pañuelo, cubrir aquel pelo dorado que la convertía en extranjera, aunque sus ojos azul océano siempre delatarían la intensidad de su belleza.
Mi aliento golpeaba cálido contra su boca, mi deseo era palpable por lo cortas que eran las distancias entre nosotros, siempre fue evidente, desde el día que la encontré en las caballerizas.
Mis labios presionaron los suyos, mi nariz acarició la ajena mientras me perdía en la humedad de su boca, en el cáliz sagrado del que me embebí hasta la ultima gota.
Apasionado nuestro encuentro, la amaba y ese sometimiento aun no expresado me daba miedo pues sabia que ella tenia un pasado complicado.
-Esta noche quiero que pruebes la bebida y las pipas de agua de Arabia, el tabaco, déjame corromperte. Una cita, tu y yo solos ¿que me dices?
Incapaz de separarme de su cuerpo, mis labios volvieron a deslizarse por los suyos, mi lengua como un tornado se abrió paso envolviendo la ajena necesitado de esperanza, de ese halo de vida que solo ella me daba.
-Saldremos de esta, juntos y volveremos a casa.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Aún esperaba que Faris soltara la risa de un momento a otro, pero en lugar de eso se acercó con la mirada tornándose de color ámbar. Sonreí al ver aquello, especialmente cuando dos palabras escaparon de su boca, eres preciosa, me dijo.
Me sonrojé, echándole los brazos al cuello sin dejar de admirar sus facciones bien definidas, absorbiendo cada detalle antes de detenerme en sus océanos azules. -Te ves muy bien.- Alto, moreno y apuesto, decían que esos eran los tres calificativos de un hombre perfecto, él los tenía todos y sin embargo había mucho más en él. Su presencia era magnífica, nunca vi otro hombre como él, capaz de arrebatarme el aliento, y con las ropas de su tierra me parecía exageradamente atractivo.
Me sonrojé, echándole los brazos al cuello sin dejar de admirar sus facciones bien definidas, absorbiendo cada detalle antes de detenerme en sus océanos azules. -Te ves muy bien.- Alto, moreno y apuesto, decían que esos eran los tres calificativos de un hombre perfecto, él los tenía todos y sin embargo había mucho más en él. Su presencia era magnífica, nunca vi otro hombre como él, capaz de arrebatarme el aliento, y con las ropas de su tierra me parecía exageradamente atractivo.
Entreabrí los labios al sentir la cercanía de los suyos, durante unos segundos no hice más que sentir su aliento cálido. Al detenerme en sus labios en mi mente rondaron esas dos palabras que escaparan de ellos la noche anterior, cerrando los ojos al unirse nuestras bocas en un beso avasallador, ardimos de deseo.
En su tierra, rodeado de tantas mujeres exóticas y de singular belleza, podía escoger a cualquiera pero estaba conmigo y la manera en que me miraba me hacía sentir como si fuera la mujer más hermosa... Instinto, impulso, necesidad... me hacía sentir dueña de las reacciones de su cuerpo mientras su cercanía sacaba a relucir las mías.
En su tierra, rodeado de tantas mujeres exóticas y de singular belleza, podía escoger a cualquiera pero estaba conmigo y la manera en que me miraba me hacía sentir como si fuera la mujer más hermosa... Instinto, impulso, necesidad... me hacía sentir dueña de las reacciones de su cuerpo mientras su cercanía sacaba a relucir las mías.
-A veces siento como si te hubiera conocido mucho antes de verte en mis caballerizas.- Sonaba a fantasía, pero de alguna manera era verdad, así lo sentía ahora y desde que le vi por primera vez. Deslicé mis dientes por su cuello, saboreando su piel entre cálidos besos y suaves mordiscos. Sentí sus dedos en mis caderas y pegué las mías a las suyas, buscando ese contacto íntimo que nos abrasó la piel.
-¿Y no podemos de paso inscribirnos en esa carrera?- Lo miré sonriente, me hablaba de una carrera espectacular y debía saber que iba a llamar mi atención con esa descripción. Sabía por qué estábamos aquí, pero ¿por qué no tomar ventaja de cualquier circunstancia que también pudiera darnos gusto si nos topábamos con ella?
Quería creer en lo que me decía, que saldríamos bien de esta y que volveríamos a casa. A casa, la llamó...
Volvimos a devorar nuestras bocas antes de que tirara de su mano para que me acompañara a la puerta. -Será nuestra primera cita…- Sonreí, nunca habíamos tenido una y su descripción no dejaba de gustarme. -Pero si seguimos así, nunca saldremos…- Me cubrí el rostro dejándose ver únicamente mis rasgados ojos y juntos salimos del hostal.
Caminé detrás de él, resignada a cumplir con la manera en que veía a las mujeres comportarse aunque hubiese más bien deseado tomarlo de la mano.
Aunque ese detalle no impedía que mirase con curiosidad todo a mi alrededor, el movimiento de la gente, la arquitectura de las casas, los murmullos en esa lengua que me maravillaba. Nos fuimos internando entre distintas callejuelas, antes de dejar las áreas residenciales atrás para encaminarnos a un área más vistosa, adonde resaltaban los comercios y los puestos de venta ambulantes.
-¿Adónde exactamente piensas invitarme a tomar esas bebidas?- pregunté, mientras mis dedos se deslizaban por una pulsera al detenernos a la par de un puesto. El comerciante me hablaba en ese idioma que aunque fascinante no podía entender aún. Supuse que procuraba persuadirme para que la llevara conmigo.
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Los azules curiosos de Danica se paseaban por todos los lugares de mi país natal, se notaba que le ofrecía cierta curiosidad esta nueva forma de vida tan distinta, donde su cultura chocaba con otra completamente contraria.
Caminábamos por el mercado, los puestos de alegres colores inundaban la plaza principal de la ciudad.
Olia a tabaco, a incienso a distintas especias muy típicas de mi tierra y como no a pastas dulzonas de origen variado.
Danica se detuvo frete a un puesto donde vendían distintos abalorios de plata y deslizó sus dedos sobre una pulsera bastante bonita tallada a mano con distintas filigranas.
El hombre negociaba conmigo un precio sin dirigirse a ella, en mi cultura, estas cosas se trataban de hombre a hombre, de no hacerlo así estaría faltandome el respeto pues ella me pertenecía.
Tras una ardua negociación saqué la pieza a un precio bueno para los dos, los mercaderes siempre tenían un margen grande y todos sabíamos que si le daban un precio podías mínimo regatear hasta la mitad
.
Con la joya en mi mano y una sonrisa se la tendí a Danica que la cogió con los ojos llenos de emoción colocandola sobre su muñeca.
Las muestras de amor en publico no estaban bien vistas, así que se contuvo seguramente ante la idea de saltar a mis brazos rodeando con ellos mi cuello y de buscar mis labios con un beso apasionado.
-Estas preciosa -aseguré susurrando en su oído antes de continuar el camino marcado.
Acabamos entrando a una pequeña tetería que había unas cuantas cuadras mas allá, sonreí al ver como se fijaba en los detalles, en la decoración, en los vistosos colores.
No había ninguna mujer, solo hombres bebiendo te y comiendo pastas y unas mesas mas allá otros fumando en pipas de gua.
Pedí una mesa para ambos y pedí té con pastas y después algo de tabaco para fumar en la pipa de agua.
No tardaron en traernos lo primero, así que le llené una de las pequeñas tazas para que lo probara.
-Tómalo con las pastas, esta delicioso, ya lo veras -le dije en voz baja mientras esta asentía tomando una de las “galletas” -¿quieres que nos apuntemos a la carrera con el semental que hemos robado? -pregunté ladeando la sonrisa – pequeña Danica te he dicho alguna vez que eres experta en buscar líos?
Esta se echo a reír mirándome con sus dos intensos mares.
-Es arriesgado, no sabemos nada del corcel, ni si alguna vez a corrido, ni si aguantaría ese peligroso recorrido, no es como las carreras que tu frecuentas preciosa -aseguré -pero...no me cierro a nada, aunque no debemos perder el norte, hemos venido para que mi tío deje de molestarnos, quiero volver a casa contigo y que nos deje ser feliz juntos, este país ya no es problema mio.
Quizás no era del todo cierto, yo siempre amaría el lugar que me vio nacer, pero no podía luchar contra mi tío solo y la verdad, estaba solo en estos momentos.
Caminábamos por el mercado, los puestos de alegres colores inundaban la plaza principal de la ciudad.
Olia a tabaco, a incienso a distintas especias muy típicas de mi tierra y como no a pastas dulzonas de origen variado.
Danica se detuvo frete a un puesto donde vendían distintos abalorios de plata y deslizó sus dedos sobre una pulsera bastante bonita tallada a mano con distintas filigranas.
El hombre negociaba conmigo un precio sin dirigirse a ella, en mi cultura, estas cosas se trataban de hombre a hombre, de no hacerlo así estaría faltandome el respeto pues ella me pertenecía.
Tras una ardua negociación saqué la pieza a un precio bueno para los dos, los mercaderes siempre tenían un margen grande y todos sabíamos que si le daban un precio podías mínimo regatear hasta la mitad
.
Con la joya en mi mano y una sonrisa se la tendí a Danica que la cogió con los ojos llenos de emoción colocandola sobre su muñeca.
Las muestras de amor en publico no estaban bien vistas, así que se contuvo seguramente ante la idea de saltar a mis brazos rodeando con ellos mi cuello y de buscar mis labios con un beso apasionado.
-Estas preciosa -aseguré susurrando en su oído antes de continuar el camino marcado.
Acabamos entrando a una pequeña tetería que había unas cuantas cuadras mas allá, sonreí al ver como se fijaba en los detalles, en la decoración, en los vistosos colores.
No había ninguna mujer, solo hombres bebiendo te y comiendo pastas y unas mesas mas allá otros fumando en pipas de gua.
Pedí una mesa para ambos y pedí té con pastas y después algo de tabaco para fumar en la pipa de agua.
No tardaron en traernos lo primero, así que le llené una de las pequeñas tazas para que lo probara.
-Tómalo con las pastas, esta delicioso, ya lo veras -le dije en voz baja mientras esta asentía tomando una de las “galletas” -¿quieres que nos apuntemos a la carrera con el semental que hemos robado? -pregunté ladeando la sonrisa – pequeña Danica te he dicho alguna vez que eres experta en buscar líos?
Esta se echo a reír mirándome con sus dos intensos mares.
-Es arriesgado, no sabemos nada del corcel, ni si alguna vez a corrido, ni si aguantaría ese peligroso recorrido, no es como las carreras que tu frecuentas preciosa -aseguré -pero...no me cierro a nada, aunque no debemos perder el norte, hemos venido para que mi tío deje de molestarnos, quiero volver a casa contigo y que nos deje ser feliz juntos, este país ya no es problema mio.
Quizás no era del todo cierto, yo siempre amaría el lugar que me vio nacer, pero no podía luchar contra mi tío solo y la verdad, estaba solo en estos momentos.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Ciertamente todo lo que veía era completamente distinto a todo lo que podría haberme imaginado al escuchar sobre oriente, aunque tenía ya una idea de como podrían ser las cosas antes de haber pisado esta tierra nada de lo que creía saber se asemejaba.
Tomamos asiento en una de las mesas después de que mis ojos vagaran por el lugar deteniéndome a poner atención a los detalles y aguardé con curiosidad después de que Faris hubo ordenado.
-Huele muy bien.- dije con una sonrisa una vez el te y las pastas fueron depositados sobre la mesa, refiriéndome al primero mientras tomaba una de las segundas en mi mano y me detenía a olerla para consentirme con ese pequeño placer, aprovechando poder entretenerme con el aroma de algo nuevo.
-¿Tienes que preguntarme si quiero?- Sonreí lentamente, pensando en su descripción de la carrera antes de desviar mi atención hacia el corcel y sus posibilidades. -Es magnífico y tiene bríos, no está domesticado y por eso se negaba a que intentaran montarlo cuando quisieron golpearle. Es uno de los mejores sementales que he visto en mucho tiempo.- Las posibilidades de correr con él en la carrera hacían que la adrenalina se asomara en mis venas en un impulso que no iba a desvanecerse a menos que fuera saciado.
Definitivamente iba a inscribirme en esa carrera, la expresión en mi rostro ha de haberlo evidenciado muy bien, su descripción en lugar de disuadirme me motivaba aún más a hacerlo. -Aún no me has visto correr, puedes llevarte una sorpresa.- Jugué con la sonrisa en mis labios al decirlo, antes de llevar la taza hasta estos y dar un sorbo, una mirada de sorpresa y luego de complacencia se asomó en mis ojos al probar el té.
-Gracias por esto…- dije, pasando mis dedos lentamente sobre la pulsera, me encantaba y era la primera vez que él me regalaba algo por lo que el detalle tenía doble significado para mi.
Negué, alzando la mirada hacia él y ladeando la sonrisa cuando dijo me metía en líos, sobre todo al recordar que era él quien me había metido en uno al conocernos, pero la sonrisa se desvaneció y mi expresión se tornó más seria cuando habló de su tío.
-¿Estás seguro de que no tenemos otra opción más que un encuentro con él?- Alcancé su mano por debajo de la mesa sin poder ocultar mi inquietud al respecto. Es cierto que la reunión se llevaría a cabo en un lugar público pero la idea de que algo pudiera andar mal... de que su tío aprovechara la situación... -No quiero que algo te suceda.- Presioné su manto suavemente acariciando sus nudillos, Aún quedaban algunas cosas por decir… recordaba esas dos palabras emitidas por sus labios la noche anterior...
-Faris…- Lo miré largamente cuando escuché lo último que dijo, estuve a punto de decir algo pero reemplacé las palabras al mirar sobre su hombro. -Puede que no sea nada pero hay un hombre en una de las mesas de atrás que no ha dejado de mirar hacia acá.- Llevé mis manos hacia una de las pastas y probé un bocado mientras le informaba con algo de disimulo.
Tomamos asiento en una de las mesas después de que mis ojos vagaran por el lugar deteniéndome a poner atención a los detalles y aguardé con curiosidad después de que Faris hubo ordenado.
-Huele muy bien.- dije con una sonrisa una vez el te y las pastas fueron depositados sobre la mesa, refiriéndome al primero mientras tomaba una de las segundas en mi mano y me detenía a olerla para consentirme con ese pequeño placer, aprovechando poder entretenerme con el aroma de algo nuevo.
-¿Tienes que preguntarme si quiero?- Sonreí lentamente, pensando en su descripción de la carrera antes de desviar mi atención hacia el corcel y sus posibilidades. -Es magnífico y tiene bríos, no está domesticado y por eso se negaba a que intentaran montarlo cuando quisieron golpearle. Es uno de los mejores sementales que he visto en mucho tiempo.- Las posibilidades de correr con él en la carrera hacían que la adrenalina se asomara en mis venas en un impulso que no iba a desvanecerse a menos que fuera saciado.
Definitivamente iba a inscribirme en esa carrera, la expresión en mi rostro ha de haberlo evidenciado muy bien, su descripción en lugar de disuadirme me motivaba aún más a hacerlo. -Aún no me has visto correr, puedes llevarte una sorpresa.- Jugué con la sonrisa en mis labios al decirlo, antes de llevar la taza hasta estos y dar un sorbo, una mirada de sorpresa y luego de complacencia se asomó en mis ojos al probar el té.
-Gracias por esto…- dije, pasando mis dedos lentamente sobre la pulsera, me encantaba y era la primera vez que él me regalaba algo por lo que el detalle tenía doble significado para mi.
Negué, alzando la mirada hacia él y ladeando la sonrisa cuando dijo me metía en líos, sobre todo al recordar que era él quien me había metido en uno al conocernos, pero la sonrisa se desvaneció y mi expresión se tornó más seria cuando habló de su tío.
-¿Estás seguro de que no tenemos otra opción más que un encuentro con él?- Alcancé su mano por debajo de la mesa sin poder ocultar mi inquietud al respecto. Es cierto que la reunión se llevaría a cabo en un lugar público pero la idea de que algo pudiera andar mal... de que su tío aprovechara la situación... -No quiero que algo te suceda.- Presioné su manto suavemente acariciando sus nudillos, Aún quedaban algunas cosas por decir… recordaba esas dos palabras emitidas por sus labios la noche anterior...
-Faris…- Lo miré largamente cuando escuché lo último que dijo, estuve a punto de decir algo pero reemplacé las palabras al mirar sobre su hombro. -Puede que no sea nada pero hay un hombre en una de las mesas de atrás que no ha dejado de mirar hacia acá.- Llevé mis manos hacia una de las pastas y probé un bocado mientras le informaba con algo de disimulo.
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Los enormes orbes de Danica titilaban como las mismas estrellas del firmamento, en ellos podía apreciar como le excitaba la idea de ganar esa carrera, de concursar en ella y no es que pensara que no tenía posibilidades pues si bien era cierto no la había visto competir jamas, si la había visto montar por su finca, era una gran jinete, el problema es que el desierto era peligroso y solo los caballos y jinetes mas preparados superaban tan peligroso recorrido.
-No es una carrera de velocidad Danica, es una carrera de supervivencia y resistencia, no conoces el desierto, sus tormentas de arena no te permitiría jamas ir sola.
Los ojos de la mujer se hundieron en mis azules.
-¿permitirías? -preguntó enarcando una ceja.
Di un sorbo de la taza de te dándome cuenta de inmediato de la palabra utilizada, era cierto, quizás no la entendiera, mas aquí las mujeres no tenían voz ni voto y yo había hecho ya mucho por modificar mis reglas, mi educación, por estar con ella pero había cosas que eran para mi inevitables y mas cuando pisaba estas tierras que me vieron nacer.
-No quería decirlo en ese sentido, si no que no quiero corras peligro. Ademas hay un problema, aunque yo intento no ser..”machista” no puedes cambiar un país y el mio no acepta mujeres en las carreras -ensanché la sonrisa como si con eso pudiera dar por zanjado el tema, claro que conocía a Danica suficiente como para imaginar que por su cabeza pasaba la idea de disfrazarse de hombre, a fin de cuentas los jinetes solían ser menudos.
Preparé la pipa de agua aderezándola de tabaco de distintos sabores y llevé la manguera a mis labios dándole un par de caladas rápidas para que prendiera una vez acerqué el fuego.
Pronto el negro humo escapó lento de mis labios mientras Danica los miraba con fijeza.
-¿quieres? -pregunté atajando la distancia hasta que nuestras bocas se encontraron despacio en un duelo de lenguas que húmedas se acariciaban. Sabia a mi tierra, a te, a pastas y ahora la humo negro que en mi boca quedaba.
Jadeé contra su boca incrementando la intensidad del beso, atrayendola por el pañuelo para profundizar dentro de su cavidad, serpentear y lamer cada rincón de esta.
-Te deseo muchísimo -gruñí mordiendo su inferior.
Por encima de su hombro me fije en ese hombre que nos observaba desde atrás, no nos quitaba ojo de encima y mi mano bailo nerviosa hasta el sable que guardaba en mi cinto al apreciar como se alzaba para acercarse a nuestra mesa.
Tensé el gesto y en un acto protector cubrí con mi diestra el cuerpo de Danica desenvainando con mi izquierda el acero que instalé en el cuello del hombre.
-¿por que nos sigues? -pregunté.
Tragó saliva el tipo para en un perfecto árabe reconocerme que había reconocido al príncipe y que había un grupo de rebeldes que no estaban de acuerdo con que mi tío ascendiera al torno, que estaba dispuestos a luchar, peor me necesitaban, necesitaban al legitimo sucesor al trono.
Miré a Danica, mi plan distaba mucho de quedarnos y emprender una guerra por recuperar el país, yo solo quería vivir tranquilo con ella en París, pero los ojos del hombre mostraban la desesperación de un hombre que necesitaba esperanza para luchar...
-No es una carrera de velocidad Danica, es una carrera de supervivencia y resistencia, no conoces el desierto, sus tormentas de arena no te permitiría jamas ir sola.
Los ojos de la mujer se hundieron en mis azules.
-¿permitirías? -preguntó enarcando una ceja.
Di un sorbo de la taza de te dándome cuenta de inmediato de la palabra utilizada, era cierto, quizás no la entendiera, mas aquí las mujeres no tenían voz ni voto y yo había hecho ya mucho por modificar mis reglas, mi educación, por estar con ella pero había cosas que eran para mi inevitables y mas cuando pisaba estas tierras que me vieron nacer.
-No quería decirlo en ese sentido, si no que no quiero corras peligro. Ademas hay un problema, aunque yo intento no ser..”machista” no puedes cambiar un país y el mio no acepta mujeres en las carreras -ensanché la sonrisa como si con eso pudiera dar por zanjado el tema, claro que conocía a Danica suficiente como para imaginar que por su cabeza pasaba la idea de disfrazarse de hombre, a fin de cuentas los jinetes solían ser menudos.
Preparé la pipa de agua aderezándola de tabaco de distintos sabores y llevé la manguera a mis labios dándole un par de caladas rápidas para que prendiera una vez acerqué el fuego.
Pronto el negro humo escapó lento de mis labios mientras Danica los miraba con fijeza.
-¿quieres? -pregunté atajando la distancia hasta que nuestras bocas se encontraron despacio en un duelo de lenguas que húmedas se acariciaban. Sabia a mi tierra, a te, a pastas y ahora la humo negro que en mi boca quedaba.
Jadeé contra su boca incrementando la intensidad del beso, atrayendola por el pañuelo para profundizar dentro de su cavidad, serpentear y lamer cada rincón de esta.
-Te deseo muchísimo -gruñí mordiendo su inferior.
Por encima de su hombro me fije en ese hombre que nos observaba desde atrás, no nos quitaba ojo de encima y mi mano bailo nerviosa hasta el sable que guardaba en mi cinto al apreciar como se alzaba para acercarse a nuestra mesa.
Tensé el gesto y en un acto protector cubrí con mi diestra el cuerpo de Danica desenvainando con mi izquierda el acero que instalé en el cuello del hombre.
-¿por que nos sigues? -pregunté.
Tragó saliva el tipo para en un perfecto árabe reconocerme que había reconocido al príncipe y que había un grupo de rebeldes que no estaban de acuerdo con que mi tío ascendiera al torno, que estaba dispuestos a luchar, peor me necesitaban, necesitaban al legitimo sucesor al trono.
Miré a Danica, mi plan distaba mucho de quedarnos y emprender una guerra por recuperar el país, yo solo quería vivir tranquilo con ella en París, pero los ojos del hombre mostraban la desesperación de un hombre que necesitaba esperanza para luchar...
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
-No es una carrera de velocidad Danica, es una carrera de supervivencia y resistencia…- palabras que al ser escuchadas en lugar de persuadirme me incitaron más. La perspectiva de embarcarme en una carrera de ese tipo encendía mi adrenalina y disparaba mis deseos de ponerme a mi misma a prueba en una situación límite.
-…no te permitiría jamas ir sola.- Arqueé una ceja tan pronto añadió esa última frase y luego continuó añadiendo que no me permitirían competir por ser mujer. Achiqué mis rasgados ojos antes de llevar la taza de té hasta mis labios y entretenerme con un buen trago que calentó mis sentidos.
-Te olvidas de lo que soy.- Coloqué la taza sobre el portavasos en la mesa dándole algunas vueltas a este mientras expresaba lo que pensaba. -No soy una mujer como cualquier otra y lo sabes. Mis ancestros provienen de la misma naturaleza, ¿por qué habría de temerle cuando la hemos sobrevivido y nos hemos acoplado a ella desde los inicios del tiempo?-
Nuestra raza, gente gato, felinos, cambiaformas… Nos habían conocido por muchos nombres a lo largo de milenios… incluso habíamos sido venerados por generaciones de culturas extraordinarias como la de los egipcios. -No soy de las que retroceden ante un reto.-
Sonreí de medio lado al verle tan seguro de haber zanjado el asunto, como si no hubiera posibilidad alguna de inscribirme.
Observé la pipa que nos traían a la mesa y por unos segundos mis ojos quedaron clavados en ella, mi mente se perdió en otro lado antes de que el humo negro escapara de los labios de Faris.
Inesperadamente se acercó a mi al inclinarse sobre la mesa preguntándome si deseaba probar el tabaco, acercando su apuesto rostro, lo cual provocó que una posible respuesta se evaporara de mi mente y que abriese mi boca en silencio invitándolo a adentrarse en ella.
Sin preámbulo nuestras lenguas se deslizaron despacio entre ellas, disfrutándose. Lentamente los sabores del té con el tabaco se fundieron con la humedad y el calor de su cavidad mientras mis dedos le acercaban recorriendo la piel de su nuca para mantenerle cerca.
Sin preámbulo nuestras lenguas se deslizaron despacio entre ellas, disfrutándose. Lentamente los sabores del té con el tabaco se fundieron con la humedad y el calor de su cavidad mientras mis dedos le acercaban recorriendo la piel de su nuca para mantenerle cerca.
Me separé de él con la respiración entrecortada, bastante sorprendida al indagar en sus orbes azules. -Pensé que no debíamos demostrar afecto en público.- No pude evitar sonreír. Era la primera vez que hacía algo así, usualmente era más sosegado conmigo, cariñoso y apasionado aunque muy distinto al lobo, que no dudaba en hacerme ver las ansias absolutas que tenía de poseerme.
¿Y ahora de donde había salido ese pensamiento?
Quise decir algo al recordar sus palabras de la noche anterior pero el ver al hombre que nos interrumpía al acercarse a la mesa me eché hacia atrás justo cuando Faris se puso de pie para rodear con su sable el cuello del desconocido.
Todo había sucedido demasiado rápido, pero él llevaba la ventaja así que procuré mantener a raya mi tensión esperando a que el extraño que había palidecido al sentir el metal en su gaznate, hablara de una vez.
Los dos comenzaron a hablar en el idioma local, lo cual no me ayudó a tranquilizarme en nada, pero el brazo de Faris aflojó la presión sobre la garganta ajena y dejó caer su brazo a un lado, volviendo a guardar el arma.
El extraño me miró un par de veces antes de devolver la atención a mi acompañante y cambió de idioma permitiéndome ahora comprender lo que trataban.
Mi inquietud se disparó al escuchar el motivo de su acercamiento, algo acerca de que un movimiento rebelde le llevase al trono como el legítimo sucesor.
Mi mente comenzó a dar vueltas con esa información, el hombre se extendía invitando a Faris a conocerles, concertando con él un nuevo encuentro, dándole las señas de cual era su punto de reunión mientras yo me abrazaba inconscientemente y hundía mis uñas en mis brazos sin percatarme.
Era demasiado para digerir de una vez, por no decir que descabellado y demasiado peligroso. Dejé caer la servilleta sobre la mesa antes de ponerme de pie y hablar con contrariedad. -Me devuelvo a la posada.-
Antes de que Faris fuera a decirme nada posé mi mirada interrogante sobre él, lo veía en su expresión, lo estaba considerando.
Salí del lugar bastante exaltada, con pasos rápidos antes de percatarme de que él ya me había dado alcance. Alcé la mano a manera de advertencia para que me dejara caminar tranquila. -Lo estás considerando ¿no es cierto?-
Salí del lugar bastante exaltada, con pasos rápidos antes de percatarme de que él ya me había dado alcance. Alcé la mano a manera de advertencia para que me dejara caminar tranquila. -Lo estás considerando ¿no es cierto?-
Comencé a correr al cruzar la calle sin importarme la carreta que se detuvo a tiempo para dejarme pasar, sin estar muy segura de adonde me dirigía en medio de mi ofuscación.
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 14/09/2016
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