¿Cuál es el precio que tengo que pagar? [Privado]

Llevaba ya varias noches buscando información sobre la localización de mis hermanos, esos que a pesar de haberme confirmado que se encontraban en la ciudad no había forma de dar con ellos. Quizás también fuese cierto que todas las noches terminaba dejando a un lado mi búsqueda y me centraba en viejos amigos o nuevas conquistas; pero a mi favor debía decir que era una labor tediosa seguir el rastro de unos inmortales que no deseaban ser hallados.

Aquella noche salí del hotel en el que me alojaba con la firme convicción de encontrar alguna pista que me llevase hasta el paradero de mis hermanos.  Me juré  y perjuré a mí misma que esa noche no tendría distracciones y que me centraría en cumplir aquello que me había llevado hasta París, dirigiendo mis pasos hacía la zona sur de la ciudad, esa que todavía no había visitado, y que no gozaba de la misma ostentación que su zona centro. Debería darme un buen baño cuando volviese a mi habitación después de estar rodeada de tanta mugre y miseria.

Estuve vagando durante horas por antros de mala muerte donde el apellido Black hubiese sido escuchado antes, preguntando por crímenes atroces ocurridos recientemente y que llevasen la firma de mis hermanos, pero nada, no encontré absolutamente nada. Ofuscada y abatida me adentré en el último local que visitaría aquella noche; tenía hambre, y no solo de comida. Más fue en la última taberna donde me encontraba donde un hombre de honor dudoso me habló de un extraño caballero que solía conocer los entresijos de París, un hombre que quizás podría ayudarme en mi búsqueda, aunque quizás a cambio de una pequeña recompensa. Una sonrisa ladina en sus labios me confesó que algo se traía entre manos, y que si bien dicho extraño caballero podría ayudarme, el pago no sería de mi agrado. Agradecí su caritativo gesto de indicarme donde podría encontrarlo así como el nombre de dicho caballero, un tal Kenner Clapton, y tras hacerle una leve indicación que nos llevaría hasta una zona reservada de la taberna, sacié una de mis hambrunas de aquella noche antes de salir de aquel lugar al tiempo que me limpiaba la última gota de sangre de aquel pobre desgraciado que resbalaba por mis labios.

No tardé en dar con la taberna indicada, y tomando aire, abrí la pesada puerta de madera noble que me daría paso a una taberna como cualquier otra, donde el olor a alcohol y sudor embotó mis fosas nasales. Acerqué mi perfumada muñeca a la nariz, con la finalidad de no vomitar la cena; y con paso firme y decidido, obviando las miradas de los presentes que seguían cada uno de mis movimientos, llegué hasta el fondo de la barra donde tomé asiento.

Cerré los ojos para poder visualizar el local, tratando de sentir las auras de los demás inmortales que allí se encontraban. Sin duda un buen lugar donde encontrar a seres de los míos. Me metí en sus mentes, leí sus pensamientos, hasta que de pronto una mente se me resistió, y giré la cabeza clavando mi mirada en la suya, desconcertada por el hecho de que hubiese alguien tan fuerte como yo.

-¿Señor Clapton?.- susurré con una sonrisa divertida en mis labios. Negué con la cabeza sabiendo que no podría ser de otro modo, ¿Quién mejor para darme información valiosa que un vampiro? Solo que éste no era un vampiro común, era uno de esos inmortales que como a mí, les gusta jugar sus cartas.

Observé al camarero que se acercaba para atenderme, y desvié mi mirada hasta éste, pidiéndole una copa de vino mientras miraba al frente, controlando con el rabillo del ojo los movimientos del inmortal que parecía acercarse a mí.