AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Every Moonlight. «privado»
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Every Moonlight. «privado»
Is it possible for a beast to glow that bright in the very darkness?
¿Cómo ha de ser apropiado embarcarse en la curiosa figura que representa el menor de los Chavanell? Aquel que sostuvo la fría mano de la muerta en dos ocasiones, que conoció el mundo de las bestias cambiantes, probó el poder de altos hechiceros y hoy, cien años después aguarda la puesta del sol como una criatura más de la noche. Karsten nunca ha sido de mucho hablar, ni en esta vida ni mucho menos en la otra, sus capacidades son un misterio incluso para su hermana que, a pesar de ser mayor lleva una relación inversa a sus papeles donde es ella quien recurre en busca de sentido común, donde es él quien debe mantener los pies en la tierra, quien ha de ser de los dos el que evite dejarse llevar por su confuso y tormentoso pasado; a los ojos de Karsten todos cargan con alguna broma del universo consigo, él no ha sido el primero ni será el último. Su historia acarrea secretos que el castaño no ha desvelado con el paso de los años, sus noches se encuentran manchadas con sucesos que siglos de existencia no serán capaz de erradicar.
Acomoda el sombrero de copa, ajusta los gemelos en sus muñecas y cierra de un azote la puerta del carruaje que le ha llevado hasta el centro de París, un señuelo de consuelo para su hermana que no ha de imaginarse los pasos que guían a su enigmático hermano. Al menos, hasta la fecha, es como ambos han decidido tratarlo, hacen caso omiso ante las concurrencias del otro a menos, claro está, que sea el momento de intervenir. Una vez marchado el carruaje, sostiene el sombrero en sus manos y apresura sus pasos a las afueras de la ciudad, la delicadeza del porte hace que, aun dada su naturaleza, sea posible deslizarse sin ser notado. Elegancia que bien le hace denotar entre multitudes si es de desear u ocultarlo como es el caso esta noche. En cuestión de minutos se encuentran tan lejos de su punto inicial como esperaba, al comprobar que ha dejado la ciudad apacigua su andar, regresa el sombrero sobre su cabellera castaña, libera cierta sonrisa torcida que da vida al brillo carmesí en sus ojos y con aire aminorado emprende la marcha, esta vez más calmado, disfrutando la soledad que acompaña la brisa nocturna.
Asentarse en París no ha sido de su agrado, intenta comprender la aprehensión de su hermana, el ímpetu que le hace ir de un lugar a otro en busca de pistas.., lo ha comprendido desde que saboreó el segundo aliento de vida que le dio la bienvenida a esta muerte eterna en la que se encuentra atrapado. Comprenderlo no significa por igual que esté de acuerdo pues, a sus ojos se ven envueltos en un callejón sin salida; inquieto ante las últimas décadas que le han confinado junto a quien arrastró a su hermana a este mundo y, de igual modo, curioso ante la minuciosa atención que presta su consanguíneo ha decido indagar por su cuenta en el tema. Después de todo él también ha sido víctima de los sucesos que puntualizan la existencia de su familia, al igual que ella, él ha sufrido el trágico rumbo que el universo decidió otorgarle…, todos fueron afectados por mano de un peculiar benefactor que si bien ha esparcido rastros sin sentidos y tomado sus corazones en su mano sin piedad, no ha sido tan noble como para mostrarse su rostro en sociedad.
Empero, antes siquiera de sentirse a sus anchas e indagar a esmera libertad, escucha a una distancia considerada ramas quebrarse. Se detiene al instante al sentir el aroma a sangre y sudor. No está solo. Bufó irritado, para alguien que disfruta de la soledad, no es muy agraciado con la misma. Molesto y no propiamente enfocado en su misión original se dirige expresamente al punto de origen, tan pronto como se apresura el sombrero de copa que apenas adquirió al llegar a Francia emprende el vuelo, afloja sutilmente los botones adornados con los gemelos al final de sus muñecas y corre esperando lo que sea…, sin contemplar que lo que sea es una muchacha que ahora choca con él, siendo atrapada entre sus brazos. Karsten no ha vivido mucho, cien años no son nada comparados a la existencia de otros como los de su clase pero, ha caminado por el mundo lo suficiente e indagado sobre sus raíces maternas como para saber efectivamente cómo ocultar su presencia, al menos de los mortales, su sonrisa sabe cómo infundir desesperación y calidez y sus ojos conocen el arte de la paz tan bien como han aprendido a transmitir temor. Es por ello que tan pronto como ve a la dama que sorpresivamente cayó en sus brazos y, al notar lo propiamente armada que se encuentra y la vestimenta que la destaca, al por igual que la alerta en sus expresiones, decidió en esta ocasión dilatar el enfrentamiento que de naturaleza llevan a un cazador como ella y una criatura como él; esta noche la presa de la señorita se encontraba en otro blanco o…¿era ella la presa en esta oportunidad y giro de situaciones?
Dispuesto por la alerta en los ojos de la dama, sostuvo los suyo en su mirada infundiendole seguirla entre las sombras donde, por lo que fue capaz de percibir, eran lobos no pudiesen verla, dándole la ventaja que necesitase; sin embargo, algo ha de ser destacado y es que de todas las especies que rondaban la tierra, Karsten guardaba profunda aberración a los cazadores. Aberración que unos minutos decidió no comprender e ignorar mientras transcurrían. A pesar de ser capaz de persuadir tal como se le antojase, tanto como mantuviese el contacto visual, la liberó en cuanto las sombras los abrazaron, imponiendo distancia entre ambos y, antes de regresar a su estado natural decidió cometer su segundo acto de demencia: —¿Se encuentra usted bien? —. Su semblante transmitía autenticidad, a tal magnitud que le desconcertaba. Pues, mientras su cerebro se recuperaba y enviaba choques recordando que aquella era una enemiga natural, sus instintos aunque en guardia, se dieron el lujo de dejarse atrapar por aquella profunda mirada que prometía guardar distinciones muy peculiares a las que había encontrado en sus ciento veintidós años de vida.
Acomoda el sombrero de copa, ajusta los gemelos en sus muñecas y cierra de un azote la puerta del carruaje que le ha llevado hasta el centro de París, un señuelo de consuelo para su hermana que no ha de imaginarse los pasos que guían a su enigmático hermano. Al menos, hasta la fecha, es como ambos han decidido tratarlo, hacen caso omiso ante las concurrencias del otro a menos, claro está, que sea el momento de intervenir. Una vez marchado el carruaje, sostiene el sombrero en sus manos y apresura sus pasos a las afueras de la ciudad, la delicadeza del porte hace que, aun dada su naturaleza, sea posible deslizarse sin ser notado. Elegancia que bien le hace denotar entre multitudes si es de desear u ocultarlo como es el caso esta noche. En cuestión de minutos se encuentran tan lejos de su punto inicial como esperaba, al comprobar que ha dejado la ciudad apacigua su andar, regresa el sombrero sobre su cabellera castaña, libera cierta sonrisa torcida que da vida al brillo carmesí en sus ojos y con aire aminorado emprende la marcha, esta vez más calmado, disfrutando la soledad que acompaña la brisa nocturna.
Asentarse en París no ha sido de su agrado, intenta comprender la aprehensión de su hermana, el ímpetu que le hace ir de un lugar a otro en busca de pistas.., lo ha comprendido desde que saboreó el segundo aliento de vida que le dio la bienvenida a esta muerte eterna en la que se encuentra atrapado. Comprenderlo no significa por igual que esté de acuerdo pues, a sus ojos se ven envueltos en un callejón sin salida; inquieto ante las últimas décadas que le han confinado junto a quien arrastró a su hermana a este mundo y, de igual modo, curioso ante la minuciosa atención que presta su consanguíneo ha decido indagar por su cuenta en el tema. Después de todo él también ha sido víctima de los sucesos que puntualizan la existencia de su familia, al igual que ella, él ha sufrido el trágico rumbo que el universo decidió otorgarle…, todos fueron afectados por mano de un peculiar benefactor que si bien ha esparcido rastros sin sentidos y tomado sus corazones en su mano sin piedad, no ha sido tan noble como para mostrarse su rostro en sociedad.
Empero, antes siquiera de sentirse a sus anchas e indagar a esmera libertad, escucha a una distancia considerada ramas quebrarse. Se detiene al instante al sentir el aroma a sangre y sudor. No está solo. Bufó irritado, para alguien que disfruta de la soledad, no es muy agraciado con la misma. Molesto y no propiamente enfocado en su misión original se dirige expresamente al punto de origen, tan pronto como se apresura el sombrero de copa que apenas adquirió al llegar a Francia emprende el vuelo, afloja sutilmente los botones adornados con los gemelos al final de sus muñecas y corre esperando lo que sea…, sin contemplar que lo que sea es una muchacha que ahora choca con él, siendo atrapada entre sus brazos. Karsten no ha vivido mucho, cien años no son nada comparados a la existencia de otros como los de su clase pero, ha caminado por el mundo lo suficiente e indagado sobre sus raíces maternas como para saber efectivamente cómo ocultar su presencia, al menos de los mortales, su sonrisa sabe cómo infundir desesperación y calidez y sus ojos conocen el arte de la paz tan bien como han aprendido a transmitir temor. Es por ello que tan pronto como ve a la dama que sorpresivamente cayó en sus brazos y, al notar lo propiamente armada que se encuentra y la vestimenta que la destaca, al por igual que la alerta en sus expresiones, decidió en esta ocasión dilatar el enfrentamiento que de naturaleza llevan a un cazador como ella y una criatura como él; esta noche la presa de la señorita se encontraba en otro blanco o…¿era ella la presa en esta oportunidad y giro de situaciones?
Dispuesto por la alerta en los ojos de la dama, sostuvo los suyo en su mirada infundiendole seguirla entre las sombras donde, por lo que fue capaz de percibir, eran lobos no pudiesen verla, dándole la ventaja que necesitase; sin embargo, algo ha de ser destacado y es que de todas las especies que rondaban la tierra, Karsten guardaba profunda aberración a los cazadores. Aberración que unos minutos decidió no comprender e ignorar mientras transcurrían. A pesar de ser capaz de persuadir tal como se le antojase, tanto como mantuviese el contacto visual, la liberó en cuanto las sombras los abrazaron, imponiendo distancia entre ambos y, antes de regresar a su estado natural decidió cometer su segundo acto de demencia: —¿Se encuentra usted bien? —. Su semblante transmitía autenticidad, a tal magnitud que le desconcertaba. Pues, mientras su cerebro se recuperaba y enviaba choques recordando que aquella era una enemiga natural, sus instintos aunque en guardia, se dieron el lujo de dejarse atrapar por aquella profunda mirada que prometía guardar distinciones muy peculiares a las que había encontrado en sus ciento veintidós años de vida.
Karsten Chavanell- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/07/2016
Re: Every Moonlight. «privado»
"Neverending twists"
La última caza había sido catastrófica. Amara había perdido a un grupo entero de cazadores en las manos del lobo cuya vida perdonó más de una vez. Su padre, por supuesto, desconocía el conjunto de situaciones que condujeron a la muerte de aquellos hombres, entre los que se encontraban algunos jóvenes novatos; ante los ojos de su progenitor, cualquiera que hubiese sido el desarrollo de los hechos, como líder y sobreviviente de aquel convoy, le señalaba como culpable. Paria, en eso se había convertido. Evidentemente, las familias de los individuos que perecieron aquella horrida noche en el pantano, entre cotilleos y susurros desacreditaron su reputación y cuestionaron su capacidad de liderazgo, no obstante, la joven no protestó, las suposiciones eran correctas. Para entonces no pudo dar una versión de los sucesos que no careciera de sentido, no tenía como explicar el haber sobrevivido a aquella masacre sin verse involucrada en una serie de infracciones al código por el que se regía, sin embargo, a pesar de encontrarse en la línea de fuego, la cuestión que realmente le inquietaba, era precisamente su incapacidad para acabar con la bestia cada vez que el hombre daba la cara por ella.
Ya había pasado casi un mes desde los múltiples sepelios a los que la cazadora tuvo que asistir, por respeto a la memoria de los gurreros que fueron destinados a la muerte a causa de sus malas decisiones; eran sus manos las que estaban untadas con la sangre de aquellos hombres y a pesar de que el agua fue capaz de quitar las manchas, cada vez que posaba la mirada en ellas, todo lo que veía era el elixir carmesí deslizándose a borbotones entre sus dedos. Una vez las formalidades fueron concluidas, Bastien se vio obligado a buscar un castigo apropiado para la desafortunada transgresión que había cometido su hija. Un flagelo de fino cuero con nueve colas llenas de nudos había sido su instrumento de elección para azotar a la castaña con la dureza de su propia ley; no obstante, aunque las heridas que recibió en la sesión de reprimenda le postraron en cama por algunos días, no hubo para Amara peor castigo que el que se propinó ella misma.
Su penitencia era sobrevivir, mientras lo poco a lo que guardaba afecto perecía en las garras de una vida que vivía por elección ajena y a diferencia diferencia de los demás pecados, el suyo no tenía expiación que le salvara de tal infortunio.
Fue grande la sorpresa de Amara cuando su progenitor de ordenó tomar en su cargo un nuevo grupo de caza, más el asombro duró poco cuando fue él mismo quien le confesó que se trataba de la tropa de cazadores menos experimentados que pudo reunir. La condena no se limitaba a un correctivo físico: La vida de aquellos hombres y mujeres estaba bajo su poder y, por consecuente, cada muerte que no fuese justificada o apropiadamente vengada, recaería en ella, cada vez de forma más violenta.
Bien conocía Amara que su padre no era un hombre de condonar traición.
Aquella noche la luna se encontraba en el auge de su magnificencia. Grande, blanca y redonda, clamaba ser el faro de sus hijos, quienes fieros rondaban el bosque, acogidos por las penumbras y el extenso follaje. Para la cazadora, era esta oportunidad para reivindicarse y deshacerse de aquella irritante sensación que le impedía firmeza al asirse con sus armas. No había derramado la sangre de sus enemigos en un largo tiempo y por más que le irritase la idea de asesinar, era su deber hacerlo; de todas formas, eran tales crímenes en orden de un bien mayor, o eso repetía siempre su padre.
La velada fue silenciosa. Amara se adentró en el bosque junto a un grupo de novatos, siguiéndole de la misma forma en la que unos polluelos asustados siguen a su madre. No conocía ella sensación más desesperante que la dependencia, pues no sólo la existencia de sus acompañantes se subordinaba a sus actos, sino también el sosiego de su futuro dependería del bienestar de aquellas personas y el éxito de la cruzada. No había margen de error, ni un condenado en particular, todo evento que aconteciese sería designio del azar; la tarea era simple, eliminar cuanta criatura de la noche se cruzase en su camino sin opción de fallar en el intento.
Unas gotitas rojizas que tiznaban un árbol, sobre el que posó su mano para no tropezar cuando sus pies se enredaron en una rama quebrada, cautivaron el interés de la cazadora. Bien podría ser aquello obra de un vampiro, así como de un lobo, no obstante, ante su situación, era mejor tentar a la suerte que volver a casa sin victoria. Empeñada en encontrar al culpable, la castaña siguió el rastro carmesí que cada vez se hacía más amplio y perceptible, dejando entrever la crudeza su perpetrador. El grupo avanzó algunos metros cadenciosamente, alertas ante cualquier movimiento. Un par de gruñidos hicieron eco entre los árboles y rompieron el sigilo al que los futuros guerreros habían acudido; el horror se apoderó de ellos cuando ante sus ojos de enfocó la imagen de un licántropo, desgarrando sin piedad el cuerpo de un hombre que yacía muerto bajo sus garras. Amara, sin embargo, se mantuvo tranquila, era una escena que había presenciado demasiadas veces.
Con un gesto, la cazadora pidió a sus discípulos camuflarse en un lugar seguro mientras ella se hacía cargo de la Bestia. Era imperioso que le observasen en combate, así ellos podrían emular las mismas tácticas en una próxima oportunidad, ciertamente debían adquirir experiencia, más aquella era la primera presa de la noche. Pudo usar su arco y flechas más la joven optó por avanzar con cautela, ahogando el sonido de su andar bajo los rugidos del hijo de la luna, alzando en su mano más diestra una de las dagas de plata que tanto apreciaba y a un par de pasos de atravesar con ella el corazón del monstruo.
Tan cerca estuvo de asesinar a la bestia que sintió un golpe de adrenalina recorrer su cuerpo, no obstante, cuando otros dos licanos saltaron de la altura de un roble, quedando a unas zancadas de distancia frente a ella, la cazadora temió lo peor. Una seña por detrás de la espalda fue suficiente para ordenar a sus hombres una retirada, ninguno de quienes se ocultaban tras la maleza, tenían la habilidad para luchar con más de un lobo, mucho menos con un alfa acompañado de su manada. Al oír la presurosa huida de su grupo, que captó tanto su atención como la de las Bestias, con el fin de que estas no les siguieran, Amara lanzó la daga que empuñaba en su mano, clavándose esta certera en el corazón de uno de los betas.
La muerte del animal fue instantánea.
Un rugido que muy seguramente se escuchó hasta en el más remoto rincón de parís le aturdió por completo. Con las manos cubriendo sus oídos, Amara huyó tan rápido y lejos como sus pulmones se lo permitieron y, a pesar de que con cada tranco la asfixia era mayor, no se permitió dejar de correr.
No había forma en el infierno en la que pudiese salir ilesa de aquella situación, más los eventos dieron un giro inesperado cuando se sintió atrapada en los brazos de otro ser. Su primer instinto le indicó forzarse un salida ante aquel agarre, más no tardó en abandonar resistencia cuando sus ojos se encontraron con un rostro, cuyas facciones pudo reconocer a pesar de la negrura de la noche. Se trataba nada más ni nada menos que de Karsten Chavanell, el hermano de la eterna acompañante de Monsieur Kierkegaard. No había cruzado palabra nunca con él o su hermana, pero Amara estaba segura que en aquel momento nada podía ser peor que los lobos que le perseguían y, a pesar de no andar propiamente armada para combatir un vampiro, de tener que hacerlo, el mismo bosque le suministraría una manera de enfrentarlo.
La fuerza del inmortal era sobrehumana tanto, que su apretado abrazo le causó molestia sobre las heridas aún abiertas en su espalda, que efectivamente, ya se encontraban dolidas a causa de la presión ejercida por su corsé. Un intercambio de miradas fue suficiente para que el hombre se percatara de la situación, decidiendo arrastrarle consigo a la sombra de algunas rocas que, ocultaban su presencia visible de los licántropos. Inmóviles, tanto el inmortal como ella aguardaron a que las bestias continuaran su camino.
La cazadora oprimió su agitada respiración hasta que pasaron por desapercibida su ubicación y, tan pronto como fue apropiado, el vampiro impuso distancia entre los dos. Por algún motivo que no pudo comprender, Amara eligió no desconfiar de los actos de quien debía ser un enemigo natural. Chavanell era la menor de sus preocupaciones, más las palabras que tomaron forma en su boca le extrañaron un poco más.
— He estado mejor, señor Chavanell—respondió ella, tomándose unos instantes para recobrar el aliento — Pero eso poco importa… — continuó, dirigiendo a Karsten una mirada de sincero desasosiego, un tipo de franqueza que era impropio de ella al tratarse de una criatura como él — Debo encontrar a mis hombres.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 162
Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: Every Moonlight. «privado»
Sus ojos observaban con detalle a la muchacha que jugaba a ser guerrera. En ocasiones anteriores tuvo la oportunidad de verla en uno que otro evento al que se veía arrastrado con el irritablemente condescendiente amigo de su hermana: Kyros.
Habitaba algo en la esencia de la cazadora que le hizo destacar las pocas veces que tuvo la oportunidad de verla, algo que la sobrepone por sobre las demás mortales, intriga rondaba en torno a ella y la curiosidad era en mal de familia del que él no fue capaz de escapar.
Estudió la reacción de la dama en sus brazos, no ejercía presión suficiente como para quebrar uno solo de sus huesos, al contrario, la había sujetado tal cual frágil cristal por lo que, la expresión de dolor alertó sus sentidos e instantáneamente el aroma a sangre inundó sus sentidos. No había prestado suficiente atención al aroma metálico a sangre pues dado donde se encontraba en noche de luna llena y con las criaturas que tal parece sobre abundan en París, lo tomó como cualquier otra bestia alimentándose de quien desafortunada fue su presa más ahí de cerca el aroma se intensifica. Estaba al tanto del genio que acompañaba al patriarca de los pocos Argent que quedaban en los alrededores, sin embargo, no creyó que las suposiciones fueran más que eso en cuanto a su primogénita se refería ¿cómo podría un padre lanzar a su hija a las calles en busca de bestias estando herida?
—No creo que quede mucho de sus hombre —la interrumpe—. Menos concibo que su estado sea el mejor para enfrentarse a tales criaturas, no dudo de su convicción pero el realismo la sobrepasa.
Concentra sus sentidos en busca de rastro de algún mortal cerca de ellos y las bestias que pisan los talones de la dama segundos atrás, mas he allí ese tono de sarcasmo que le recuerda como incluso absorto la bestia sostiene la muy justificada aberración que carga contra los cazadores, pensamiento que por milésima vez le llevaba a preguntarse cómo, sabiendo Kyros el historial familiar de su hermana, permitía que tales despreciables mortales estuviesen siquiera a pocos metros de distancia de ella. Ya no solo era curiosidad lo que descubrió le atrae sobre la cazadora a corta distancia, sino el ardid de saber si sería ella alguna pieza importante en su búsqueda, lo bastante importante como para malgastar sus habilidades. Razón por la que decidió ser el portador de lo que presuntamente serían malas noticias para la Amara Argent y las heridas en su cuerpo.
—¿Que acaso no percibe el aroma en el aire? —se aleja considerablemente—, ha de haber matado criaturas suficiente, señorita, como para identificar que el aroma a sangre no proviene sólo de las heridas en su cuerpo. Si contaba usted con tropa alguna que pudiese llevar de regreso a casa debo informarle que notoriamente ha fallado en su misión. Sin embargo, no asunto que me competa claro está.
Aquella noche en particular, el objetivo de Karsten no era alimentarse por lo que, a pesar de la naturaleza de las víctimas, no se impregnó en él rastro de satisfacción ante los acontecimientos. Repudio era lo primero que asaltaba su cabeza ante la mera mención de los de su clase pero, una vez más en tan corta velada, se encontró preocupándose por la muchacha que ahora pretendía dejar atrás pues, a sus ojos Amara lucía como una muchacha que, con aquella mirada afligida gritaba haber sido forzada a crecer antes de lo esperado. Obligada a acarrear carga sobre sus hombros que jamás se le debió ser otorgada...lo que le guiaba a una única conclusión, ahora que por primera vez la había observado a tan corta distancia ¿quién era realmente Amara Argent? ¿qué habitaba bajo la carcasa de guerrera?
Sacude tales pensamientos empero, dispuesto a marcharse y dejar a la chica a su suerte o es lo que se proponía al ver como el cuerpo de la dama anuncia que ha alcanzado el limite. Sin necesidad de pensarlo, ni tiempo de hacerlo, se apresura a sostenarla antes que se encuentre con la fría tierra siendo aquella la segunda vez que se permitía tal cercanía con cazador alguno en toda su vida, y amabas en una misma noche, con la misma desconocida.
—¿No le acabo de advertir? El realismo la sobrepasa, mademoiselle.
Habitaba algo en la esencia de la cazadora que le hizo destacar las pocas veces que tuvo la oportunidad de verla, algo que la sobrepone por sobre las demás mortales, intriga rondaba en torno a ella y la curiosidad era en mal de familia del que él no fue capaz de escapar.
Estudió la reacción de la dama en sus brazos, no ejercía presión suficiente como para quebrar uno solo de sus huesos, al contrario, la había sujetado tal cual frágil cristal por lo que, la expresión de dolor alertó sus sentidos e instantáneamente el aroma a sangre inundó sus sentidos. No había prestado suficiente atención al aroma metálico a sangre pues dado donde se encontraba en noche de luna llena y con las criaturas que tal parece sobre abundan en París, lo tomó como cualquier otra bestia alimentándose de quien desafortunada fue su presa más ahí de cerca el aroma se intensifica. Estaba al tanto del genio que acompañaba al patriarca de los pocos Argent que quedaban en los alrededores, sin embargo, no creyó que las suposiciones fueran más que eso en cuanto a su primogénita se refería ¿cómo podría un padre lanzar a su hija a las calles en busca de bestias estando herida?
—No creo que quede mucho de sus hombre —la interrumpe—. Menos concibo que su estado sea el mejor para enfrentarse a tales criaturas, no dudo de su convicción pero el realismo la sobrepasa.
Concentra sus sentidos en busca de rastro de algún mortal cerca de ellos y las bestias que pisan los talones de la dama segundos atrás, mas he allí ese tono de sarcasmo que le recuerda como incluso absorto la bestia sostiene la muy justificada aberración que carga contra los cazadores, pensamiento que por milésima vez le llevaba a preguntarse cómo, sabiendo Kyros el historial familiar de su hermana, permitía que tales despreciables mortales estuviesen siquiera a pocos metros de distancia de ella. Ya no solo era curiosidad lo que descubrió le atrae sobre la cazadora a corta distancia, sino el ardid de saber si sería ella alguna pieza importante en su búsqueda, lo bastante importante como para malgastar sus habilidades. Razón por la que decidió ser el portador de lo que presuntamente serían malas noticias para la Amara Argent y las heridas en su cuerpo.
—¿Que acaso no percibe el aroma en el aire? —se aleja considerablemente—, ha de haber matado criaturas suficiente, señorita, como para identificar que el aroma a sangre no proviene sólo de las heridas en su cuerpo. Si contaba usted con tropa alguna que pudiese llevar de regreso a casa debo informarle que notoriamente ha fallado en su misión. Sin embargo, no asunto que me competa claro está.
Aquella noche en particular, el objetivo de Karsten no era alimentarse por lo que, a pesar de la naturaleza de las víctimas, no se impregnó en él rastro de satisfacción ante los acontecimientos. Repudio era lo primero que asaltaba su cabeza ante la mera mención de los de su clase pero, una vez más en tan corta velada, se encontró preocupándose por la muchacha que ahora pretendía dejar atrás pues, a sus ojos Amara lucía como una muchacha que, con aquella mirada afligida gritaba haber sido forzada a crecer antes de lo esperado. Obligada a acarrear carga sobre sus hombros que jamás se le debió ser otorgada...lo que le guiaba a una única conclusión, ahora que por primera vez la había observado a tan corta distancia ¿quién era realmente Amara Argent? ¿qué habitaba bajo la carcasa de guerrera?
Sacude tales pensamientos empero, dispuesto a marcharse y dejar a la chica a su suerte o es lo que se proponía al ver como el cuerpo de la dama anuncia que ha alcanzado el limite. Sin necesidad de pensarlo, ni tiempo de hacerlo, se apresura a sostenarla antes que se encuentre con la fría tierra siendo aquella la segunda vez que se permitía tal cercanía con cazador alguno en toda su vida, y amabas en una misma noche, con la misma desconocida.
—¿No le acabo de advertir? El realismo la sobrepasa, mademoiselle.
Karsten Chavanell- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 29/07/2016
Re: Every Moonlight. «privado»
Una breve punzada de incomodidad recorrió el cuerpo de Amara mientras el inmortal le observaba curioso. Era la forma en la que sus ojos se posaban sobre ella que le causaba sensación de desnudez. No era lujuria lo que habitaba en sus ojos, era una escrupulosa indagación, acompañada de percepción sobrenatural la que le desnudaba el alma, y sólo unos segundos bastaron para que la joven cazadora se viera totalmente expuesta. La piel que yacía bajo sus apretados ropajes no era el inconveniente, eran los secretos que habitaban tras su mirada lo que le afanaba dejar ver, pues dedicaba gran esfuerzo a ocultar todo cuanto pudiera de sí misma. Si bien Amara era una persona fácil de leer, la fatiga que inundaba su cuerpo no sólo corrompía su fuerza, también la capacidad de camuflar su ser, sin embargo, nada le impedía observar a su acompañante nocturno de igual forma.
Un enrevesado dilema golpeaba las puertas de su mente ¿Qué tanto podría confiar en el vampiro? La respuesta llegó a medias cuando la castaña se dispuso a rebuscar los indicios que marcaban sus facciones. Una sencilla mueca de disgustó que cruzó el rostro de quien poseía la apariencia de un inocente joven cuando ella dio a conocer intenciones de ir en búsqueda de sus hombres, le reveló el extremo disgusto que este sostenía por los de su clase. Era cierto que no esperaba ser del agrado del inmortal, después de todo estaba en la naturaleza de sus actos oponerse a tal idea. A pesar de ser corto su tiempo de vida, Amara había tenido la oportunidad de sostener numerosos encuentros con seres sobrenaturales que o permanecían indiferentes a los de su estirpe o mantenían un desagrado mayor por otras criaturas. Cualquiera que fuese el problema de Monsieur Chavanell, ninguna de las opciones anteriores se acomodaba a él.
Todas las conjeturas de la cazadora apuntaban a la misma dirección: No era viable fiarse del hijo de la noche y sin embargo, por lo bajo, una insistente sensación la persuadía al hecho contrario. Quizá el vampiro estaba jugando con su mente o quizá era su propia mente quien estaba jugando con ella, así como solía fallarle la lógica cada vez que la vida se empecinaba en toparle con el impetuoso lobo que tanto despertaba en ella. No estaba segura de nada, pero las palabras de su acompañante estaban tinturadas con un toque de sinceridad. Ciertamente, no estaba en su mejor condición.
El vampiro no tenía intenciones de pasar la noche a su lado, así que no le sorprendió cuando este hizo ademán de marcharse, la verdad era que ella debía ponerse en marcha, pues si había posibilidad de encontrar a sus hombres con vida era mejor no perderla; la pesimista versión de los hechos del inmortal no afectaría su voluntad, empero, grande fue el asombro de la castaña cuando Karsten se apresuró a atraparla una vez su cuerpo desfalleció. Las heridas que marcaban su espalda tenían influencia en la debilidad que le acechaba, pero la ansiedad y la falta de aliento fue lo le hizo caer.
Amara giró su cabeza en dirección a la criatura de la noche, quedando sus miradas conectadas a pocos centímetros de distancia. Por un instante, en los brazos de Monsieur Chavanell se sintió segura, mas la ilusión se desvaneció rápido una vez las desconfiadas voces de su cabeza le recordaron su posición. ¿No era extraño que siendo él un vampiro con palpable repudio por los de su clase no hubiera acabado con ella ya?
Estaba sola y débil ¿cuál era su excusa?
— Si no les encuentro con vida entonces de todas formas ya estoy muerta —Amara respiró hondo, inhalando el aire necesario para mantenerse en pie por sí sola. Reuniendo fuerzas rápidamente, la joven tomó tanta distancia como le fue posible — ¿Qué más da?
Sin esperar respuesta la cazadora se dio media vuelta y se internó de nuevo entre la maleza, ignorando por completo la expresión que dejó plasmada en el rostro de quien fue su interlocutor.
Sigilosa, la cazadora caminó por el bosque, usando el follaje como resguardo, a la espera que alguno de los lobos hiciera acto de presencia.
Fue poco el tiempo que esperó en realidad, pronto el predador encontró su presa. Su esencia era su mayor debilidad, la fragancia que le impregnada por nacimiento atraería al licántropo como un faro si no se apresuraba. Hábilmente, la joven retiró el arco del ajuste con el que lo cargaba y colocó una flecha en él, ella conocía que hacer uso de su impecable puntería le permitiría abatir a sus enemigos con facilidad, no obstante, no contaba ella con que el alfa de la manada se encontraba expectante a sus espaldas, esperando el momento indicado para atacar.
Justo cuando la joven soltó la flecha, con sus garras, el lobo lanzó a la cazadora contra el tronco de un árbol, rasgando nuevamente la piel de su espalda, reabriendo las heridas que no estaban del todo curadas.
Dos alaridos de dolor se mezclaron e hicieron eco entre las ramas. Si bien la dirección de la flecha se había perturbado como resultado de la imprevista aparición del Alfa, a pesar de no dar en el blanco, la flecha se incrustó en uno de los muslos de la bestia; No obstante, la cazadora había perdido el arco e incluso de haberlo conservado entre sus manos, el golpe le dejó lo suficientemente desubicada como para ser capaz de cargarlo nuevamente. Por fortuna, aún conservaba una de sus dagas.
El lobo le agarró de un pie y le arrastró hasta él. Amara no se esforzó en oponer demasiada resistencia: una vez se encontró lo suficientemente cerca, se armó con la filosa hoja y cortó sin piedad el cuello de la bestia. Incuestionablemente degollarle no le mataría, pero le dejaría fuera de combate lo suficiente como para encargarse de su Beta, o eso pensaba ella.
La cazadora se dispuso a ponerse en pie pero el licano se encontraba bastante cerca. Prontamente, la castaña observó una garra del lobo tomarle por el cuello y alzarle a unos centímetros por encima del suelo, mientras una presión sobrehumana le dejaba sin aliento. Sin otra opción que clavar la daga que blandía en el antebrazo de su enemigo, la cazadora se liberó del agarre, perdiendo en el intento la última protección que poseía.
Cadenciosamente la bestia se acercaba y la fiereza de su mirada develaba lo único que saciaría la ira con la que cargaba: su sangre.
Un enrevesado dilema golpeaba las puertas de su mente ¿Qué tanto podría confiar en el vampiro? La respuesta llegó a medias cuando la castaña se dispuso a rebuscar los indicios que marcaban sus facciones. Una sencilla mueca de disgustó que cruzó el rostro de quien poseía la apariencia de un inocente joven cuando ella dio a conocer intenciones de ir en búsqueda de sus hombres, le reveló el extremo disgusto que este sostenía por los de su clase. Era cierto que no esperaba ser del agrado del inmortal, después de todo estaba en la naturaleza de sus actos oponerse a tal idea. A pesar de ser corto su tiempo de vida, Amara había tenido la oportunidad de sostener numerosos encuentros con seres sobrenaturales que o permanecían indiferentes a los de su estirpe o mantenían un desagrado mayor por otras criaturas. Cualquiera que fuese el problema de Monsieur Chavanell, ninguna de las opciones anteriores se acomodaba a él.
Todas las conjeturas de la cazadora apuntaban a la misma dirección: No era viable fiarse del hijo de la noche y sin embargo, por lo bajo, una insistente sensación la persuadía al hecho contrario. Quizá el vampiro estaba jugando con su mente o quizá era su propia mente quien estaba jugando con ella, así como solía fallarle la lógica cada vez que la vida se empecinaba en toparle con el impetuoso lobo que tanto despertaba en ella. No estaba segura de nada, pero las palabras de su acompañante estaban tinturadas con un toque de sinceridad. Ciertamente, no estaba en su mejor condición.
El vampiro no tenía intenciones de pasar la noche a su lado, así que no le sorprendió cuando este hizo ademán de marcharse, la verdad era que ella debía ponerse en marcha, pues si había posibilidad de encontrar a sus hombres con vida era mejor no perderla; la pesimista versión de los hechos del inmortal no afectaría su voluntad, empero, grande fue el asombro de la castaña cuando Karsten se apresuró a atraparla una vez su cuerpo desfalleció. Las heridas que marcaban su espalda tenían influencia en la debilidad que le acechaba, pero la ansiedad y la falta de aliento fue lo le hizo caer.
Amara giró su cabeza en dirección a la criatura de la noche, quedando sus miradas conectadas a pocos centímetros de distancia. Por un instante, en los brazos de Monsieur Chavanell se sintió segura, mas la ilusión se desvaneció rápido una vez las desconfiadas voces de su cabeza le recordaron su posición. ¿No era extraño que siendo él un vampiro con palpable repudio por los de su clase no hubiera acabado con ella ya?
Estaba sola y débil ¿cuál era su excusa?
— Si no les encuentro con vida entonces de todas formas ya estoy muerta —Amara respiró hondo, inhalando el aire necesario para mantenerse en pie por sí sola. Reuniendo fuerzas rápidamente, la joven tomó tanta distancia como le fue posible — ¿Qué más da?
Sin esperar respuesta la cazadora se dio media vuelta y se internó de nuevo entre la maleza, ignorando por completo la expresión que dejó plasmada en el rostro de quien fue su interlocutor.
Sigilosa, la cazadora caminó por el bosque, usando el follaje como resguardo, a la espera que alguno de los lobos hiciera acto de presencia.
Fue poco el tiempo que esperó en realidad, pronto el predador encontró su presa. Su esencia era su mayor debilidad, la fragancia que le impregnada por nacimiento atraería al licántropo como un faro si no se apresuraba. Hábilmente, la joven retiró el arco del ajuste con el que lo cargaba y colocó una flecha en él, ella conocía que hacer uso de su impecable puntería le permitiría abatir a sus enemigos con facilidad, no obstante, no contaba ella con que el alfa de la manada se encontraba expectante a sus espaldas, esperando el momento indicado para atacar.
Justo cuando la joven soltó la flecha, con sus garras, el lobo lanzó a la cazadora contra el tronco de un árbol, rasgando nuevamente la piel de su espalda, reabriendo las heridas que no estaban del todo curadas.
Dos alaridos de dolor se mezclaron e hicieron eco entre las ramas. Si bien la dirección de la flecha se había perturbado como resultado de la imprevista aparición del Alfa, a pesar de no dar en el blanco, la flecha se incrustó en uno de los muslos de la bestia; No obstante, la cazadora había perdido el arco e incluso de haberlo conservado entre sus manos, el golpe le dejó lo suficientemente desubicada como para ser capaz de cargarlo nuevamente. Por fortuna, aún conservaba una de sus dagas.
El lobo le agarró de un pie y le arrastró hasta él. Amara no se esforzó en oponer demasiada resistencia: una vez se encontró lo suficientemente cerca, se armó con la filosa hoja y cortó sin piedad el cuello de la bestia. Incuestionablemente degollarle no le mataría, pero le dejaría fuera de combate lo suficiente como para encargarse de su Beta, o eso pensaba ella.
La cazadora se dispuso a ponerse en pie pero el licano se encontraba bastante cerca. Prontamente, la castaña observó una garra del lobo tomarle por el cuello y alzarle a unos centímetros por encima del suelo, mientras una presión sobrehumana le dejaba sin aliento. Sin otra opción que clavar la daga que blandía en el antebrazo de su enemigo, la cazadora se liberó del agarre, perdiendo en el intento la última protección que poseía.
Cadenciosamente la bestia se acercaba y la fiereza de su mirada develaba lo único que saciaría la ira con la que cargaba: su sangre.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: Every Moonlight. «privado»
Durante segundos que dieron la impresión de prolongarse durante horas, Karsten debatió dentro de sí lo que era lo correcto y lo que no, hasta donde llegaba su buena voluntad y las molestia que de seguro se tomaría de comer tan semejante imprudencia que rondaba su cabeza. Hastiado de conseguir respuesta en cuestión de minutos, respuestas son lógica alguna, chasquea la lengua y muerde su labio inferior incrédulo ante la reacción de sus sentidos. Ciertamente estaba en lo correcto en sus declaraciones y los gruñidos a distancia lo confirmaban, El distintivo aroma que percibió en la sangre de Amara minutos atrás se intensificó sin tardar en mezclarse con el aire.
—Lamentaré esto en la mañana —gruñó consciente que una vez se encaminara no habría vuelta atrás.
Encontrar a los lobos y la muchacha que yacía en la tierra en peor en estado del que la vio partir no le tomó mucho, tampoco es decir que dudo al lanzarse sobre los licántropos. Sangre inyectaba sus ojos, la furia era palpable en su rostro y si la luna en el firmamento obraba en favor de los lobos, de alguna forma también se acordó de la bestia que espera su llegada para poder ser libre de los muros que le encierra y ser, con propiedad, el animal salvaje al que desde décadas atrás le permitió la entrada en su vida. No era necesidad ser erudito para saber que se encontraba en desventaja mas tal detalles no lo detuvo al derribar al lobo que yacía sobre Amara sediento de sangre, su sangre. Odiaría decir que las artimañas de los cazadores le ayudaron a valerse del ángulo por el que debía sostener a la bestia más fue ciertamente las lecciones impartidas por su padre quien aún en su adolescencia guardaba la esperanza de que el menor de sus hijos hubiera heredado sus habilidades Cambiantes. Y es que, es aquello lo que le ha ofrecido ventaja todo este tiempo, la capacidad de no solo conocer el mundo de los vampiros pero, por igual, el conocimiento de los salvajes y la magia de los que fue testigo al crecer.
Raudamente localizó la herida del Alfa acarreada por la cazadora y, aprovechando ventaja que, de estar en su mejor estado Amara hubiese empleado en su favor, se lanzó sobre quien intuyó era el beta.
Es de esperarse que, dada su naturaleza y los motivos que le conducen, habite fiereza en los rasgos del menor de los Chavanell mas la forma serena en la que se conduce aun difunda temor jamás habría de proyectar tales actos desalmados como el instante en el que sin deliberar extirpó el corazón de la bestia sobre la joven, aventajado no solo por las heridas que ocasionó la misma sino también por la velocidad lo sobrenatural le concede por sobre los licanos. Tan pronto como el cuerpo del beta cayó posó su atención en el licantropo restante.
—Daré por sentado que dialogar no es una opción —apreció la sangre en sus manos a la vez que una sonrisa tan diabólica como el demonio mismo surcó sus labios, otorgándole una expresión macabra en aquel rostro manchado de gotas rojo carmesí.
Abalanzodese sobre el alfa se vio a si mismo disfrutando la adrenalina del momento sintiendo una extraña mezcla de satisfacción que no había experimentado desde sus días como neófito.
Esta era, ciertamente, una versión de Karsten que no suele salir a jugar con frecuencia. Su lado más salvaje quedó al descubierto y no reparaba en lamentarlo, al contrario. Se regocijaba al conceder que ipso facto inundaba sus sentidos con cada golpe y rugido llevándolo a mostrarse como la bestia que realmente es ante Amara, sin embargo ¿no es de todas formas como ella le ve a él y los de su clase?
Llegados a este punto, poco le importaba lo que pudiese pensar la joven cazadora o la réplica de sus actos. Bien perdió la oportunidad de recapacitar antes de jugar al caballero de brillante armadura, ahora que sus manos estaban más manchadas que nunca y los restos de sus efímeros atacantes yacían en el lugar, no había marcha atrás; bien no le sorprendió en lo más mínimo la satisfacción de sus actos ni el disfrute de la adrenalina corriendo en su interior.
—Lamentaré esto en la mañana —gruñó consciente que una vez se encaminara no habría vuelta atrás.
Encontrar a los lobos y la muchacha que yacía en la tierra en peor en estado del que la vio partir no le tomó mucho, tampoco es decir que dudo al lanzarse sobre los licántropos. Sangre inyectaba sus ojos, la furia era palpable en su rostro y si la luna en el firmamento obraba en favor de los lobos, de alguna forma también se acordó de la bestia que espera su llegada para poder ser libre de los muros que le encierra y ser, con propiedad, el animal salvaje al que desde décadas atrás le permitió la entrada en su vida. No era necesidad ser erudito para saber que se encontraba en desventaja mas tal detalles no lo detuvo al derribar al lobo que yacía sobre Amara sediento de sangre, su sangre. Odiaría decir que las artimañas de los cazadores le ayudaron a valerse del ángulo por el que debía sostener a la bestia más fue ciertamente las lecciones impartidas por su padre quien aún en su adolescencia guardaba la esperanza de que el menor de sus hijos hubiera heredado sus habilidades Cambiantes. Y es que, es aquello lo que le ha ofrecido ventaja todo este tiempo, la capacidad de no solo conocer el mundo de los vampiros pero, por igual, el conocimiento de los salvajes y la magia de los que fue testigo al crecer.
Raudamente localizó la herida del Alfa acarreada por la cazadora y, aprovechando ventaja que, de estar en su mejor estado Amara hubiese empleado en su favor, se lanzó sobre quien intuyó era el beta.
Es de esperarse que, dada su naturaleza y los motivos que le conducen, habite fiereza en los rasgos del menor de los Chavanell mas la forma serena en la que se conduce aun difunda temor jamás habría de proyectar tales actos desalmados como el instante en el que sin deliberar extirpó el corazón de la bestia sobre la joven, aventajado no solo por las heridas que ocasionó la misma sino también por la velocidad lo sobrenatural le concede por sobre los licanos. Tan pronto como el cuerpo del beta cayó posó su atención en el licantropo restante.
—Daré por sentado que dialogar no es una opción —apreció la sangre en sus manos a la vez que una sonrisa tan diabólica como el demonio mismo surcó sus labios, otorgándole una expresión macabra en aquel rostro manchado de gotas rojo carmesí.
Abalanzodese sobre el alfa se vio a si mismo disfrutando la adrenalina del momento sintiendo una extraña mezcla de satisfacción que no había experimentado desde sus días como neófito.
Esta era, ciertamente, una versión de Karsten que no suele salir a jugar con frecuencia. Su lado más salvaje quedó al descubierto y no reparaba en lamentarlo, al contrario. Se regocijaba al conceder que ipso facto inundaba sus sentidos con cada golpe y rugido llevándolo a mostrarse como la bestia que realmente es ante Amara, sin embargo ¿no es de todas formas como ella le ve a él y los de su clase?
Llegados a este punto, poco le importaba lo que pudiese pensar la joven cazadora o la réplica de sus actos. Bien perdió la oportunidad de recapacitar antes de jugar al caballero de brillante armadura, ahora que sus manos estaban más manchadas que nunca y los restos de sus efímeros atacantes yacían en el lugar, no había marcha atrás; bien no le sorprendió en lo más mínimo la satisfacción de sus actos ni el disfrute de la adrenalina corriendo en su interior.
Karsten Chavanell- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/07/2016
Re: Every Moonlight. «privado»
Salida de las penumbras, la veloz silueta de un hombre hizo frente al lobo que se aproximaba amenazante con evidente intención de matarle; en un principio, la identidad de aquella criatura permaneció difusa a los ojos de la cazadora, sin embargo, una vez los lobos se encontraron fuera de combate, no tardó en disiparse la figura de una bestia mayor, una que, afortunadamente, aparentaba obrar en su beneficio aquella noche: Karsten Chavanell.
Para el momento en el cual el feroz licano abrió sus fauces con el fin de ensartarlas en su cuello, Amara ya había calculado sus próximos movimientos: Una vez el lobo intentase dar un primer mordisco, giraría sobre sí misma para evadir el golpe y, posteriormente, se lanzaría sobre el suelo hasta alcanzar la espada de plata que antes dejó caer, aprovechando el corto lapso de tiempo en el que los colmillos de su contrincante estuviesen enganchados al cenagoso suelo como resultado del ataque eludido; cuando el instante fuera apropiado, atravesaría el corazón de la bestia sin temor o remordimiento, sensaciones que le asaltaban cada vez que imaginaba que Cameron D’Lizoni, podría encontrarse a merced de la luna, oculto tras la forma de alguna de aquellas malignas bestias.
No obstante, pasmada ante la intervención del inmortal quien, extrañamente, inclinaba la balanza a su favor, la castaña permaneció postrada sobre el suelo, observando atónita como, salvaje, quien debía ser enemigo suyo por naturaleza intercedía en su nombre sin habérselo pedido. ¿Qué clase de intenciones prevalecían ocultas tras aquel impredecible acto de caballerosidad? No podía imaginarse qué asunto pudo llevar al vampiro a tomar semejante decisión, pero estaba segura que no podría tratarse de nada bueno.
Fiero, el menor de los Chavanell revocó la existencia de los licántropos en un abrir y cerrar de ojos, justo como si se tratase del trabajo más sencillo. Ciertamente, Amara pudo advertir un refulgente atisbo de goce por la sangre, camuflado bajo aquel aspecto señorial propio de los hijos de alta cuna; después de todo él era un vampiro, su existencia misma subyacía en aquel viscoso líquido de tinte carmesí, si algo debía regocijar a aquel individuo sería otorgar muerte.
Sus castaños rizos ondeaban al son de la gélida brisa de invierno. Hasta entonces, la adrenalina que acogió su cuerpo durante la batalla había anulado las tajantes punzadas causadas por las heridas en su espalda, no obstante, poco a poco, en relación inversa al palpitar de su corazón, el dolor acrecentaba agresivamente, entorpeciendo y dificultando cualquier tipo de movimiento.
Con el corazón del Alfa palpitando aún en su mano, Karsten se volvió hacia ella. Rojiza se coloreaba la esclerótica de su ojo y sus colmillos sobresalían puntiagudos de la perversa sonrisa que se dibujaba en sus labios. Sus manos se encontraban bañadas en sangre, a sus mejillas había salpicado un poco de la misma y, a aquella expresión diabólica, se sumaba el agitado e imponente sube y baja de su pecho que, si bien no servía necesidad a su cuerpo carente de vida, Amara supuso era un reflejo conservado de su humanidad.
La castaña se levantó con esfuerzo sin perder su temple desafiante cuando el vampiro soltó su agarre sobre el órgano vital extraído del lobo. Muy despacio, tomó un poco de aire y acarició su espalda con delicadeza, su corsé estaba completamente destruido en la parte trasera, justo al igual que su piel. Con sus manos la castaña lo haló por delante hasta que este cedió y como una pila de basura lo dejó caer sobre lodoso suelo. Entonces su torso quedó cubierto por nada más que una traslucida camisa blanca ajustada en sus caderas y abombada en la parte superior de las mangas, prenda qué, a pesar de encontrarse trozada en la espalda también, no le ajustaba dolorosamente como lo hacía el ceñido corsé.
Una vez se vio libre de su deteriorada vestimenta, en silencio, Amara se dispuso a recoger sus armas para posteriormente enfundarlas, conservando a la mano nada más que la espada de filosa hoja, en caso de que el vampiro se decidiera por traicionar su confianza y apuntar los dientes hacia su yugular. Aquella sería la forma más fiable de acabar con él, mas tal como lo había sentido anteriormente, algo innato e incomprensible en la esencia del inmortal le transmitía un sinfín de emociones que no podía distinguir.
¿Sería capaz de matarlo? Las probabilidades estaban en su contra, pero de llegar a enfrentarse a tal situación valdría la pena intentar.
A paso firme la cazadora acortó la distancia con el inmortal, quedando a no más de un pie de distancia de su corporeidad. No poseía expresión concisa en su rostro, sus ojos exclamaban recelo, mientras sus labios se arqueaban brevemente con una pizca de diversión. Si era su intención impresionarla o asustarla con aquella burda demostración de fiereza, no había logrado su cometido.
— No estoy acostumbrada a ser la damisela en apuros, a pesar de que últimamente me he encontrado a mí misma siendo esa mujer — musitó observándole directo a los ojos — Gracias
Comentó con simpleza, restándole importancia al asunto. En seguida, con uno de sus dedos, helados a causa del glacial ambiente nocturno, Amara recorrió brevemente la mejilla del inmortal, limpiando la tibia salpicadura de sangre que la cubría. Una vez su índice se tinturó del carmesí líquido, deslizó la mirada hacia abajo y difuminó la mancha entre las demás extremidades de su mano.
— ¿Qué le ha impulsado a actuar en mi favor Monsieur Chavanell? — Indagó perdida en sus pensamientos, intentando comprender esa misma pregunta por su cuenta. Sus párpados amenazaban con cerrarse, el dolor que le recorría la carne, causaba que su cuerpo entero se estremeciera— ¿Qué interés puede tener usted en alguien como yo? Alguien cuya vocación usted desprecia — continuó, llevando sus ojos de nuevo al rostro del menor de los Chavanell, esta vez frunciendo el ceño — Cualquiera que sea la intención que guarde, debe usted saber que no le temo —dio un paso hacia atrás — Sea cual sea la clase de demonio que aparente ser… he visto peores.
Bien contaba su mirada que las palabras que pronunciaba eran ciertas y aunque su cuerpo amenazaba con dejarse caer, Amara se sostuvo tan firme como le fue posible.
Para el momento en el cual el feroz licano abrió sus fauces con el fin de ensartarlas en su cuello, Amara ya había calculado sus próximos movimientos: Una vez el lobo intentase dar un primer mordisco, giraría sobre sí misma para evadir el golpe y, posteriormente, se lanzaría sobre el suelo hasta alcanzar la espada de plata que antes dejó caer, aprovechando el corto lapso de tiempo en el que los colmillos de su contrincante estuviesen enganchados al cenagoso suelo como resultado del ataque eludido; cuando el instante fuera apropiado, atravesaría el corazón de la bestia sin temor o remordimiento, sensaciones que le asaltaban cada vez que imaginaba que Cameron D’Lizoni, podría encontrarse a merced de la luna, oculto tras la forma de alguna de aquellas malignas bestias.
No obstante, pasmada ante la intervención del inmortal quien, extrañamente, inclinaba la balanza a su favor, la castaña permaneció postrada sobre el suelo, observando atónita como, salvaje, quien debía ser enemigo suyo por naturaleza intercedía en su nombre sin habérselo pedido. ¿Qué clase de intenciones prevalecían ocultas tras aquel impredecible acto de caballerosidad? No podía imaginarse qué asunto pudo llevar al vampiro a tomar semejante decisión, pero estaba segura que no podría tratarse de nada bueno.
Fiero, el menor de los Chavanell revocó la existencia de los licántropos en un abrir y cerrar de ojos, justo como si se tratase del trabajo más sencillo. Ciertamente, Amara pudo advertir un refulgente atisbo de goce por la sangre, camuflado bajo aquel aspecto señorial propio de los hijos de alta cuna; después de todo él era un vampiro, su existencia misma subyacía en aquel viscoso líquido de tinte carmesí, si algo debía regocijar a aquel individuo sería otorgar muerte.
Sus castaños rizos ondeaban al son de la gélida brisa de invierno. Hasta entonces, la adrenalina que acogió su cuerpo durante la batalla había anulado las tajantes punzadas causadas por las heridas en su espalda, no obstante, poco a poco, en relación inversa al palpitar de su corazón, el dolor acrecentaba agresivamente, entorpeciendo y dificultando cualquier tipo de movimiento.
Con el corazón del Alfa palpitando aún en su mano, Karsten se volvió hacia ella. Rojiza se coloreaba la esclerótica de su ojo y sus colmillos sobresalían puntiagudos de la perversa sonrisa que se dibujaba en sus labios. Sus manos se encontraban bañadas en sangre, a sus mejillas había salpicado un poco de la misma y, a aquella expresión diabólica, se sumaba el agitado e imponente sube y baja de su pecho que, si bien no servía necesidad a su cuerpo carente de vida, Amara supuso era un reflejo conservado de su humanidad.
La castaña se levantó con esfuerzo sin perder su temple desafiante cuando el vampiro soltó su agarre sobre el órgano vital extraído del lobo. Muy despacio, tomó un poco de aire y acarició su espalda con delicadeza, su corsé estaba completamente destruido en la parte trasera, justo al igual que su piel. Con sus manos la castaña lo haló por delante hasta que este cedió y como una pila de basura lo dejó caer sobre lodoso suelo. Entonces su torso quedó cubierto por nada más que una traslucida camisa blanca ajustada en sus caderas y abombada en la parte superior de las mangas, prenda qué, a pesar de encontrarse trozada en la espalda también, no le ajustaba dolorosamente como lo hacía el ceñido corsé.
Una vez se vio libre de su deteriorada vestimenta, en silencio, Amara se dispuso a recoger sus armas para posteriormente enfundarlas, conservando a la mano nada más que la espada de filosa hoja, en caso de que el vampiro se decidiera por traicionar su confianza y apuntar los dientes hacia su yugular. Aquella sería la forma más fiable de acabar con él, mas tal como lo había sentido anteriormente, algo innato e incomprensible en la esencia del inmortal le transmitía un sinfín de emociones que no podía distinguir.
¿Sería capaz de matarlo? Las probabilidades estaban en su contra, pero de llegar a enfrentarse a tal situación valdría la pena intentar.
A paso firme la cazadora acortó la distancia con el inmortal, quedando a no más de un pie de distancia de su corporeidad. No poseía expresión concisa en su rostro, sus ojos exclamaban recelo, mientras sus labios se arqueaban brevemente con una pizca de diversión. Si era su intención impresionarla o asustarla con aquella burda demostración de fiereza, no había logrado su cometido.
— No estoy acostumbrada a ser la damisela en apuros, a pesar de que últimamente me he encontrado a mí misma siendo esa mujer — musitó observándole directo a los ojos — Gracias
Comentó con simpleza, restándole importancia al asunto. En seguida, con uno de sus dedos, helados a causa del glacial ambiente nocturno, Amara recorrió brevemente la mejilla del inmortal, limpiando la tibia salpicadura de sangre que la cubría. Una vez su índice se tinturó del carmesí líquido, deslizó la mirada hacia abajo y difuminó la mancha entre las demás extremidades de su mano.
— ¿Qué le ha impulsado a actuar en mi favor Monsieur Chavanell? — Indagó perdida en sus pensamientos, intentando comprender esa misma pregunta por su cuenta. Sus párpados amenazaban con cerrarse, el dolor que le recorría la carne, causaba que su cuerpo entero se estremeciera— ¿Qué interés puede tener usted en alguien como yo? Alguien cuya vocación usted desprecia — continuó, llevando sus ojos de nuevo al rostro del menor de los Chavanell, esta vez frunciendo el ceño — Cualquiera que sea la intención que guarde, debe usted saber que no le temo —dio un paso hacia atrás — Sea cual sea la clase de demonio que aparente ser… he visto peores.
Bien contaba su mirada que las palabras que pronunciaba eran ciertas y aunque su cuerpo amenazaba con dejarse caer, Amara se sostuvo tan firme como le fue posible.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: Every Moonlight. «privado»
Una vez deja caer el corazón del licano sobre la tierra húmeda, observa el cuerpo sin mucha importancia mas repara en el hueco donde alguna vez estuvo el órgano que por años ha envidiado. No presta atención a la dama, sin embargo, saca un pañuelo del bolsillo del pantalón procediendo a limpiar la sangre de sus manos paulatinamente. Presta atención a las manchas con detalle mientras escucha la elocuencia y lo que califica como desdén en las palabras de su acompañante que suena ofendida y cautelosa tanto en discurso cómo en cada mínimo movimiento de su cuerpo.
—Vaya peculiar forma de decir gracias —responde aun sin mirarla, limpiando la sangre como si de una obra de arte se tratase. Más que todo, sumergido en las cuestiones de los actos a los que ha dado rienda suelta.
La expresión en su rostro no expresa sentimiento alguno, no ha de negar el deleite hacia el cual ha sentido aberración, esa clase de sensación sobre la que nunca se contuvo de juzgar con severidad, la misma por la que señaló a su hermana gemela; la orilla del lado izquierdo de su labio se eleva ante tal ironía. Un sin fin de pensamientos luchan dentro de sí, reclaman su atención indiscriminadamente. Empero, a pesar de no prestar la atención debida a su interlocutora. Terminada su labor, arrojó el pañuelo donde no pudiese verlo, posando entonces la vista en una Amara más alborotada de lo que estaba dispuesta a aceptar.
Muchas lunas han transcurrido desde que vio caer la noche y una sola pesadilla que, se atreve a creer, caza incluso a los de su clase; después de todo, hasta los demonios tienen de qué huir. Pero, ¿qué es aquello d elo que huye la cazadora que aun estando medio del dolor, persiste en seguir corriendo?
—Oh no…, no ha de creer usted que tengo algún interés en su persona —la ironía danza en el tono de su voz —. Digamos que tan solo le he hecho un favor a unos viejos amigos que usted y yo tenemos en común; por razones que no comprendo parecen estar fascinados con usted…, Amara Argent. Creame que no tengo, absolutamente, ningún interés en su persona —no escatima en acercarse a pesar de sus afirmaciones—, sin embargo, es intrigante como sus palabras no representan sus actos.
La mira con detalle, estudia cada uno de sus movimientos y sonríe entretenido. Roma tiende a ser una ciudad bastante pequeña para los pudientes, aun camines bajo perfil, título y fortuna se encargan de pregonar tu nombre en toda la nación, acorralandote sin más opción que elegir con cautela en quien confiar; no ha sido el caso de Karsten cuya desconfianza en las bestias, demonios y hombres ha contado con el tiempo suficiente para reforzarse mas conoce que no ha de negar, rodearse de uno que otros personajes aliviana la soledad que en ocasiones, es capaz de conceder, ha sido confinado a ella por sí mismo.
Se pregunta el porqué del conflicto de D´Lizoni entorno a la cazadora, intenta ver tras ella sin otra curiosidad que la inevitable tentación de la novedad, en tiempos donde los humanos buscan con desespero algo nuevo que sustente su vana existencia, incluso las bestias se ven presas de la monotonía. Empero, era del enemigo que se trataba, uno que creyéndose superior y todopoderoso osaba decidir quién vivía y quienes no, mientras era un secreto a voces el pecado habitaba tanto en ellos como a los que llamaban demonios.
—...Si tan poco me teme por qué entonces sus pasos retroceden? —bufa sin escatimar en ocultar la diversión en aquella cínica sonrisa—. Tal parece algo de lo que he escuchado sobre su personas es rotundamente certero…, ¿cree que de querer intimidarla escogería método tan infantil? ¿arrancarle el corazón a otra criatura de la noche...ante quien cuyo trabajo es precisamente ese? —carcajea—, señorita Argent, tan solo soy el demonio que se empeña a ver.
Presta atención a cada movimiento del cuerpo de su acompañante por diminuto que sea concluyendo en que, sin importar lo obstinado de su comportamiento al final del día seguía siendo una muchacha atrapada en el mundo de una guerrera; obligada a serlo.
—El momento en el que desee asustarle, puede usted confiar en que me esforzaré en que sea peor que cualesquiera hayan sido esos mencionados demonios —puntualiza firme, sus ojos pardos bajo la luz de la luna, inyectados de una clase de soledad y bruma tan densa como la neblina que suele recorrer el bosque. Pero sobre todo, sincero. Consciente de que, si bien ha sido directo con su interlocutora, restan ciertas pinceladas aún sin aclarar para él en cuanto a Amara respecta, es cuando sopesa la posibilidad de haber rasgado aquello que el licano con seguridad también ha notado.
—Vaya peculiar forma de decir gracias —responde aun sin mirarla, limpiando la sangre como si de una obra de arte se tratase. Más que todo, sumergido en las cuestiones de los actos a los que ha dado rienda suelta.
La expresión en su rostro no expresa sentimiento alguno, no ha de negar el deleite hacia el cual ha sentido aberración, esa clase de sensación sobre la que nunca se contuvo de juzgar con severidad, la misma por la que señaló a su hermana gemela; la orilla del lado izquierdo de su labio se eleva ante tal ironía. Un sin fin de pensamientos luchan dentro de sí, reclaman su atención indiscriminadamente. Empero, a pesar de no prestar la atención debida a su interlocutora. Terminada su labor, arrojó el pañuelo donde no pudiese verlo, posando entonces la vista en una Amara más alborotada de lo que estaba dispuesta a aceptar.
Muchas lunas han transcurrido desde que vio caer la noche y una sola pesadilla que, se atreve a creer, caza incluso a los de su clase; después de todo, hasta los demonios tienen de qué huir. Pero, ¿qué es aquello d elo que huye la cazadora que aun estando medio del dolor, persiste en seguir corriendo?
—Oh no…, no ha de creer usted que tengo algún interés en su persona —la ironía danza en el tono de su voz —. Digamos que tan solo le he hecho un favor a unos viejos amigos que usted y yo tenemos en común; por razones que no comprendo parecen estar fascinados con usted…, Amara Argent. Creame que no tengo, absolutamente, ningún interés en su persona —no escatima en acercarse a pesar de sus afirmaciones—, sin embargo, es intrigante como sus palabras no representan sus actos.
La mira con detalle, estudia cada uno de sus movimientos y sonríe entretenido. Roma tiende a ser una ciudad bastante pequeña para los pudientes, aun camines bajo perfil, título y fortuna se encargan de pregonar tu nombre en toda la nación, acorralandote sin más opción que elegir con cautela en quien confiar; no ha sido el caso de Karsten cuya desconfianza en las bestias, demonios y hombres ha contado con el tiempo suficiente para reforzarse mas conoce que no ha de negar, rodearse de uno que otros personajes aliviana la soledad que en ocasiones, es capaz de conceder, ha sido confinado a ella por sí mismo.
Se pregunta el porqué del conflicto de D´Lizoni entorno a la cazadora, intenta ver tras ella sin otra curiosidad que la inevitable tentación de la novedad, en tiempos donde los humanos buscan con desespero algo nuevo que sustente su vana existencia, incluso las bestias se ven presas de la monotonía. Empero, era del enemigo que se trataba, uno que creyéndose superior y todopoderoso osaba decidir quién vivía y quienes no, mientras era un secreto a voces el pecado habitaba tanto en ellos como a los que llamaban demonios.
—...Si tan poco me teme por qué entonces sus pasos retroceden? —bufa sin escatimar en ocultar la diversión en aquella cínica sonrisa—. Tal parece algo de lo que he escuchado sobre su personas es rotundamente certero…, ¿cree que de querer intimidarla escogería método tan infantil? ¿arrancarle el corazón a otra criatura de la noche...ante quien cuyo trabajo es precisamente ese? —carcajea—, señorita Argent, tan solo soy el demonio que se empeña a ver.
Presta atención a cada movimiento del cuerpo de su acompañante por diminuto que sea concluyendo en que, sin importar lo obstinado de su comportamiento al final del día seguía siendo una muchacha atrapada en el mundo de una guerrera; obligada a serlo.
—El momento en el que desee asustarle, puede usted confiar en que me esforzaré en que sea peor que cualesquiera hayan sido esos mencionados demonios —puntualiza firme, sus ojos pardos bajo la luz de la luna, inyectados de una clase de soledad y bruma tan densa como la neblina que suele recorrer el bosque. Pero sobre todo, sincero. Consciente de que, si bien ha sido directo con su interlocutora, restan ciertas pinceladas aún sin aclarar para él en cuanto a Amara respecta, es cuando sopesa la posibilidad de haber rasgado aquello que el licano con seguridad también ha notado.
Karsten Chavanell- Vampiro Clase Alta
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Re: Every Moonlight. «privado»
Una vez el hombre finalizó su discurso la cazadora soltó una risotada que de no ser porque la espalda le escocía tremendamente le hubiese dejado sin aire. Quién diría que semejante espectáculo sería producto del bondadoso y caritativo corazón de Karsten Chavanell, que, según él mismo, ahora andaba por el mundo salvándole la vida a los enemigos con los que, infortunadamente, tenía amistades en común.
A parte de Kyros Kierkegaard, Amara no podía pensar en algún contacto sobrenatural con quien sostuviese una relación remotamente amigable, mucho menos, que fuera cercano al vampiro; a su hermana, la protegida de Kyros, a penas la conocía de vista y con Cameron la situación era un embrollo, pero nada que se acercara a la amistad.
La castaña era demasiado recelosa como para darle credibilidad a sus palabras e incluso aunque intentó fiarse de la seguridad con la que el inmortal se dirigió a ella, no logró encontrar motivos para confiar en él. Era la primera vez en su vida que cruzaban palabra y, de la nada, este había arrebatado la vida de otras criaturas de la noche con el fin de salvar la suya.
Bufó exasperada, no es que fuese desagradecía, simplemente era demasiado orgullosa y las afirmaciones que con altivez le lanzaba carecían de sentido, al igual que todas y cada una de sus acciones. Acto o no, Amara no estaba dispuesta a permitirle marcharse con esa evidente sensación de superioridad que cargaba producto de su intervención en la batalla contra los hijos de la luna.
— Bien, pues yo tampoco espero que lo tenga — declaró sin emoción o disposición a profundizar mucho en el tema.
Aunque le causaba curiosidad conocer a quien se refería, mostrar interés significaría ceder a su soberbia y suficiente tenía con saber que de no ser por el inmortal quizá en ese momento le estarían rezando su último padre nuestro.
Cuando Karsten se acercó insistiendo en acortar la distancia, ella retrocedió al mismo ritmo. Estaba al tanto que buscaba intimidarle mas se había equivocado de presa, pues cuando este reclamó que sus palabras contrastaban con sus actos ella se detuvo y presionó la punta de su espada contra su garganta.
— Creo que no me ha entendido bien, no me asusta en lo absoluto, pero entre más lejos se encuentren sus colmillos de mi cuello mejor para mí. — advirtió invirtiendo los papeles, presionando lo suficiente para que fuese él quien retrocediera— Pero si le queda alguna duda lo invito a comprobarlo.
Hizo girar la empuñadura del sable entre sus dedos, con expresión desafiante surcándole el rostro incluso aunque podía sentir la sangre tibia resbalar por la curvatura de su espalda. Era cierto, no estaba en su mejor forma y él lo sabía, pero no significaba que no podía aparentar diferente.
— Usted lo dijo bien, soy Amara Argent —pregonó impetuosa — Así que puede jugar a ser un demonio, el mismísimo diablo si le viene en gana y aun así seguirá sin causarme impresión.
Amara le sonrió divertida, enfundando la espada también, quedándose sin más defensa que sus manos desnudas.
— Y, por cierto, tampoco necesito que me salve —comentó menos arrogante — Pero si ese amigo del que habla es Kyros Kierkegaard, puede decirle a él que lo haga cuando quiera, según entiendo tiene una debilidad por las damiselas en apuros, así como su hermana — Se acercó a él con una sonrisa irónica extendiéndose amplia sobre sus labios — Ahora, si me disculpa…
Sabía bien que nervio tocar, si quería sacarla de casillas, ella podía lanzar la misma jugada, así que, sin dar espera a respuesta se dio media vuelta dispuesta a encontrar a su gente.
A parte de Kyros Kierkegaard, Amara no podía pensar en algún contacto sobrenatural con quien sostuviese una relación remotamente amigable, mucho menos, que fuera cercano al vampiro; a su hermana, la protegida de Kyros, a penas la conocía de vista y con Cameron la situación era un embrollo, pero nada que se acercara a la amistad.
La castaña era demasiado recelosa como para darle credibilidad a sus palabras e incluso aunque intentó fiarse de la seguridad con la que el inmortal se dirigió a ella, no logró encontrar motivos para confiar en él. Era la primera vez en su vida que cruzaban palabra y, de la nada, este había arrebatado la vida de otras criaturas de la noche con el fin de salvar la suya.
Bufó exasperada, no es que fuese desagradecía, simplemente era demasiado orgullosa y las afirmaciones que con altivez le lanzaba carecían de sentido, al igual que todas y cada una de sus acciones. Acto o no, Amara no estaba dispuesta a permitirle marcharse con esa evidente sensación de superioridad que cargaba producto de su intervención en la batalla contra los hijos de la luna.
— Bien, pues yo tampoco espero que lo tenga — declaró sin emoción o disposición a profundizar mucho en el tema.
Aunque le causaba curiosidad conocer a quien se refería, mostrar interés significaría ceder a su soberbia y suficiente tenía con saber que de no ser por el inmortal quizá en ese momento le estarían rezando su último padre nuestro.
Cuando Karsten se acercó insistiendo en acortar la distancia, ella retrocedió al mismo ritmo. Estaba al tanto que buscaba intimidarle mas se había equivocado de presa, pues cuando este reclamó que sus palabras contrastaban con sus actos ella se detuvo y presionó la punta de su espada contra su garganta.
— Creo que no me ha entendido bien, no me asusta en lo absoluto, pero entre más lejos se encuentren sus colmillos de mi cuello mejor para mí. — advirtió invirtiendo los papeles, presionando lo suficiente para que fuese él quien retrocediera— Pero si le queda alguna duda lo invito a comprobarlo.
Hizo girar la empuñadura del sable entre sus dedos, con expresión desafiante surcándole el rostro incluso aunque podía sentir la sangre tibia resbalar por la curvatura de su espalda. Era cierto, no estaba en su mejor forma y él lo sabía, pero no significaba que no podía aparentar diferente.
— Usted lo dijo bien, soy Amara Argent —pregonó impetuosa — Así que puede jugar a ser un demonio, el mismísimo diablo si le viene en gana y aun así seguirá sin causarme impresión.
Amara le sonrió divertida, enfundando la espada también, quedándose sin más defensa que sus manos desnudas.
— Y, por cierto, tampoco necesito que me salve —comentó menos arrogante — Pero si ese amigo del que habla es Kyros Kierkegaard, puede decirle a él que lo haga cuando quiera, según entiendo tiene una debilidad por las damiselas en apuros, así como su hermana — Se acercó a él con una sonrisa irónica extendiéndose amplia sobre sus labios — Ahora, si me disculpa…
Sabía bien que nervio tocar, si quería sacarla de casillas, ella podía lanzar la misma jugada, así que, sin dar espera a respuesta se dio media vuelta dispuesta a encontrar a su gente.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Localización : El diablo sabe dónde
Re: Every Moonlight. «privado»
Frente a él se encontraba la mera imagen de la Amara sobre la que había escuchado hablar, fiera y arrogante. Autosuficiente y descarada, la observó con diversión sensación que no cedió incluso con el filo de la navaja en su piel, resultaba interesante en muchos sentidos..., predecible en otros tantos como quien se obliga a ocultarse, no, quien es obligada a ser ocultada. Y no le es de extrañar dado el impetuoso padre cuyo nombre se ha hecho de su propia reputación, no una justificada por otras ya forjadas, una que sólo hace referencia a él..., y ella la hija modelo o más bien, un fuerte intento al menos.
No imaginaba los motivos que borraron líneas entre ella y Malachai convirtiéndolos en cercanos pero, era Kai de quien hablábamos que a pesar de la naturaleza desconfiada cargaba a rastras un corazón sensible por más que gritara lo contrario. Fue entonces cuando encontró semejanza en ambos. Vaya que bajo esa capa de independencia compartían similitudes.
—Francia es un país pequeño, si bien tuvieran peso sus palabras quizás no fuese tan necio su discurso —dice—. Si por Kyros fueran mis acciones su corazón no seguiría latiendo para este momento, se fíe o no de mis palabras, ir interveniendo en ajustes de cuentas entre los suyos no es el mejor de mi pasatiempo, ha coincidido usted entre los deseos del hombre y un tiempo muerto —hace alución ante su acto de proceder entre la dispusta con el lobo cuyo corazón estirpo sin necesidad de pensarlo.
La línea torcida que traía a la vida esa sonrisa cínica se desvaneció un tanto ante la mención de Kyros, no por la alusión que unía su nombre con el de su hermana sino su mera presencia, el menor de los Chavanell nunca ha visto en gracia al vampiro, muy benevolente para su gusto y es que para Karsten nadie es bendito con tanto altruismo. Los años le han enseñado a ignorar la existencia de Kyros, tolerancia que se sostiene a costa del amor hacia su gemela cuya relación con el inmortal jamás ha estado dispuesto a aceptar o entender.
—Si traer a mi hermana a colación es lo mejor que puede decir debe saber usted que me decepciona, yo mismo ya he intentado matarla. Esperaba más de usted, Amara —concluye tan pronto la cazadora se deleita en su discurso, es basta la historia que envuelve a la familia Chavanell y su relación con Kierkegaard. Ante la sociedad finge al lado de ambos por un bien común, pretenden unanimidad, que su vida nocturna no existe…, que la bestia que acompaña a su hermana es realmente tan benevolente como se muestra mientras la verdad es otra; los motivos de Karsten han sido, desde tiempos remotos, objeto de anonimato incluso para su madre en vida y no es que no confíe en el único lazo a una vida mortal que aún permanece a su lado, es el universo que se han empeñado en volver su vida un infierno desde el momento que arribó en el vientre de su madre, desde la primera tarde en que descubrió sus poderes hasta el día de hoy que se encuentra atado a una existencia que jamás deseó.
Empero, sentarse a discutir sus lamentos no es de su deleite. Menos aún jugar al lobo feroz como presume la cazadora, es tan solo el Karsten que nació al morir el hijo de Italia, ese que no precisamente cesó de existir en su último cumpleaños mientras sostenía la mano fría de su madre y observaba a viles cazadores como quien yace frente a él, arrancar los corazones de su padre y hermanos. En cambio, mostró aquella sonrisa cínica y como siempre concedió a su respaldo, la bestia despreciable que Amara creía él era, tomar su lugar.
—Adelante —dice a la cazadora, indicando el camino delante de ella con un simple ademán de manos—, de mis saludos a su padre, yo daré los suyos a mis camaradas Licanos, a Malachai le dará gusto.
No imaginaba los motivos que borraron líneas entre ella y Malachai convirtiéndolos en cercanos pero, era Kai de quien hablábamos que a pesar de la naturaleza desconfiada cargaba a rastras un corazón sensible por más que gritara lo contrario. Fue entonces cuando encontró semejanza en ambos. Vaya que bajo esa capa de independencia compartían similitudes.
—Francia es un país pequeño, si bien tuvieran peso sus palabras quizás no fuese tan necio su discurso —dice—. Si por Kyros fueran mis acciones su corazón no seguiría latiendo para este momento, se fíe o no de mis palabras, ir interveniendo en ajustes de cuentas entre los suyos no es el mejor de mi pasatiempo, ha coincidido usted entre los deseos del hombre y un tiempo muerto —hace alución ante su acto de proceder entre la dispusta con el lobo cuyo corazón estirpo sin necesidad de pensarlo.
La línea torcida que traía a la vida esa sonrisa cínica se desvaneció un tanto ante la mención de Kyros, no por la alusión que unía su nombre con el de su hermana sino su mera presencia, el menor de los Chavanell nunca ha visto en gracia al vampiro, muy benevolente para su gusto y es que para Karsten nadie es bendito con tanto altruismo. Los años le han enseñado a ignorar la existencia de Kyros, tolerancia que se sostiene a costa del amor hacia su gemela cuya relación con el inmortal jamás ha estado dispuesto a aceptar o entender.
—Si traer a mi hermana a colación es lo mejor que puede decir debe saber usted que me decepciona, yo mismo ya he intentado matarla. Esperaba más de usted, Amara —concluye tan pronto la cazadora se deleita en su discurso, es basta la historia que envuelve a la familia Chavanell y su relación con Kierkegaard. Ante la sociedad finge al lado de ambos por un bien común, pretenden unanimidad, que su vida nocturna no existe…, que la bestia que acompaña a su hermana es realmente tan benevolente como se muestra mientras la verdad es otra; los motivos de Karsten han sido, desde tiempos remotos, objeto de anonimato incluso para su madre en vida y no es que no confíe en el único lazo a una vida mortal que aún permanece a su lado, es el universo que se han empeñado en volver su vida un infierno desde el momento que arribó en el vientre de su madre, desde la primera tarde en que descubrió sus poderes hasta el día de hoy que se encuentra atado a una existencia que jamás deseó.
Empero, sentarse a discutir sus lamentos no es de su deleite. Menos aún jugar al lobo feroz como presume la cazadora, es tan solo el Karsten que nació al morir el hijo de Italia, ese que no precisamente cesó de existir en su último cumpleaños mientras sostenía la mano fría de su madre y observaba a viles cazadores como quien yace frente a él, arrancar los corazones de su padre y hermanos. En cambio, mostró aquella sonrisa cínica y como siempre concedió a su respaldo, la bestia despreciable que Amara creía él era, tomar su lugar.
—Adelante —dice a la cazadora, indicando el camino delante de ella con un simple ademán de manos—, de mis saludos a su padre, yo daré los suyos a mis camaradas Licanos, a Malachai le dará gusto.
Karsten Chavanell- Vampiro Clase Alta
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Re: Every Moonlight. «privado»
Se detuvo en seco al escuchar la mención de Malachai. La tomó por sorpresa que se conocieran, sin embargo, fue la familiaridad con la que se expresó de él lo que más le consternó. Quizá era una simple coincidencia, pero de ser así no sería la primera que ocurría. Se dio media vuelta volviendo a enfrentarlo con cara de pocos amigos, por la expresión presuntuosa que el vampiro llevaba demarcada, supuso que le había dado exactamente lo que quería.
Se maldijo a sí misma. Mostrarse predecible no era una la mejor estrategia de batalla, pero, si bien nada quería tener que ver con el inmortal, la conexión que este mantenía con el ahora licántropo sí removió su curiosidad. Semanas atrás se había enterado de que el menor de los Vlahovic también resguardaba cercanía con D’Lizoni y este, a su vez, mantenía una relación bidireccional con ambas partes. ¿Dónde encajaba ella? En ningún lado, pero no podía negar que percibía extraña la forma en la que destinos tan diversos concordaban en un mismo punto.
Frunció el ceño. La presunción de sus gestos comenzaba a irritarle. Él le miraba como si la sola acción de observarle fuera suficiente para conocer todo su ser. El inmortal podía jactarse de conocerla cuanto quisiera, la realidad era que no lo hacía y, si ambos contaban con la misma suerte, jamás lo haría en absoluto.
— Hablando de menciones inoportunas, ¿Qué le hace creer que tengo interés alguno en lo que pase con esa bestia? — Bufó, mostrando poco interés— Si mal no recuerdo, la última vez que nos encontramos no tuvo problema en abandonarme a mi suerte a las manos de su alfa, quien, por cierto, fue lo suficientemente estúpido como para dejarme vivir—Realizó una pausa breve enarcando las cejas en un gesto desbordante de ironía— Así, que si quiere mandarles un mensaje a sus camaradas —Hizo énfasis en la última palabra, dibujando unas comillas invisibles con sus dedos — Puede decirles que la próxima vez que los vea, los mataré a ambos sin remordimiento.
Las alegaciones que profería eran falsas, sin embargo, Karsten no tenía por qué saberlo. Estaba al tanto de que nunca sería capaz de lastimar a Malachai pues, en su corazón, le resguardaba con un aprecio similar al de un hermano; fueran sus acciones reprochables o no, la amistad que mantuvieron en el pasado pesó sobre ella, mucho más de lo que él podía alcanzar a imaginar. Cameron, por su parte, tendía a llevarla al límite, a sacarla de quicio como nadie, fue él el primer hombre en su vida que le hizo cuestionarse su existencia, sus creencias y los preceptos con lo que fue criada. El mundo podría arder en llamas y aun así nunca comandaría voluntad de hacerle daño, lo supo desde el primer momento en que sus caminos se intersecaron.
No podía decir lo mismo del inmortal que se alzaba presuntuoso ante ella. Su disgusto no iba al extremo de sentir ánimo de asesinarlo, pero no percibía en su presencia evocación alguna que le impidiera patearle el trasero de encontrarlo necesario.
Entrecerró los ojos y se acercó a él inquisitiva de brazos cruzados.
— ¿Qué es lo que está tramando? — Desenfundó su plateada daga y en un rápido movimiento lo agarró por la camisa, acercándolo combativa mientras le hundía el filo del arma en la manzana de adán — No creo esa historia de que todo esto ha sido gratis, así que dígame de una vez ¿a dónde quiere llegar con esto?
Se maldijo a sí misma. Mostrarse predecible no era una la mejor estrategia de batalla, pero, si bien nada quería tener que ver con el inmortal, la conexión que este mantenía con el ahora licántropo sí removió su curiosidad. Semanas atrás se había enterado de que el menor de los Vlahovic también resguardaba cercanía con D’Lizoni y este, a su vez, mantenía una relación bidireccional con ambas partes. ¿Dónde encajaba ella? En ningún lado, pero no podía negar que percibía extraña la forma en la que destinos tan diversos concordaban en un mismo punto.
Frunció el ceño. La presunción de sus gestos comenzaba a irritarle. Él le miraba como si la sola acción de observarle fuera suficiente para conocer todo su ser. El inmortal podía jactarse de conocerla cuanto quisiera, la realidad era que no lo hacía y, si ambos contaban con la misma suerte, jamás lo haría en absoluto.
— Hablando de menciones inoportunas, ¿Qué le hace creer que tengo interés alguno en lo que pase con esa bestia? — Bufó, mostrando poco interés— Si mal no recuerdo, la última vez que nos encontramos no tuvo problema en abandonarme a mi suerte a las manos de su alfa, quien, por cierto, fue lo suficientemente estúpido como para dejarme vivir—Realizó una pausa breve enarcando las cejas en un gesto desbordante de ironía— Así, que si quiere mandarles un mensaje a sus camaradas —Hizo énfasis en la última palabra, dibujando unas comillas invisibles con sus dedos — Puede decirles que la próxima vez que los vea, los mataré a ambos sin remordimiento.
Las alegaciones que profería eran falsas, sin embargo, Karsten no tenía por qué saberlo. Estaba al tanto de que nunca sería capaz de lastimar a Malachai pues, en su corazón, le resguardaba con un aprecio similar al de un hermano; fueran sus acciones reprochables o no, la amistad que mantuvieron en el pasado pesó sobre ella, mucho más de lo que él podía alcanzar a imaginar. Cameron, por su parte, tendía a llevarla al límite, a sacarla de quicio como nadie, fue él el primer hombre en su vida que le hizo cuestionarse su existencia, sus creencias y los preceptos con lo que fue criada. El mundo podría arder en llamas y aun así nunca comandaría voluntad de hacerle daño, lo supo desde el primer momento en que sus caminos se intersecaron.
No podía decir lo mismo del inmortal que se alzaba presuntuoso ante ella. Su disgusto no iba al extremo de sentir ánimo de asesinarlo, pero no percibía en su presencia evocación alguna que le impidiera patearle el trasero de encontrarlo necesario.
Entrecerró los ojos y se acercó a él inquisitiva de brazos cruzados.
— ¿Qué es lo que está tramando? — Desenfundó su plateada daga y en un rápido movimiento lo agarró por la camisa, acercándolo combativa mientras le hundía el filo del arma en la manzana de adán — No creo esa historia de que todo esto ha sido gratis, así que dígame de una vez ¿a dónde quiere llegar con esto?
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Localización : El diablo sabe dónde
Re: Every Moonlight. «privado»
—Por favor, Amara. Desde Estados Unidos hasta todo el Sacro Imperio Romano es bien sabido que su seguridad está asegurada si se tratase de D’Lizoni —bufa, como si no fuese más que obvio—. Tanto como las remarcables mentiras que exponen tan dulces labios.
La daga que cargaba consigo la dama y vaya a saber qué más, no tardó en ejercer presión indistintamente lo cual recalcaba peso ante las indiscriminadas mentiras que profesaba la dama a corta distancia.
—¿Qué? —inquirió muy poco ofuscado ante la hoja perfectamente afilada contra su garganta—. ¿Acaso buscas algún motivo para actuar? —impone la fuerza que minutos atrás evitaba mantener fuera de la mesa, desarmando a la cazadora mas en un insulso acto de tregua lanza la navaja lo bastante lejos para quedar oculta a la vista de mortal—. Ahí reside el detalle entre usted y yo —acaricia con malicia el rostro de Amara para terminar en los labios y no hacer más que alejarla indistintamente—…, tardas más de lo que deberías en actuar.
Todo acto que provenga de uno de los últimos gemelos de la casa Chavanell arrastraba consecuencias, acarreaba desenlaces que no siempre salían a relucir en el momento facto, esta ocasión en particular contenía meros beneficios banales. Buscaba inmiscuirse bajo la piel de la cazadora, empero, antes de llevar a cabo su acto confirmó que convertirla en su marioneta personal le quitaba diversión a la tensión esparcida en el lugar.
—¿Qué puedo tramar cuando apenas me interesa su existencia? —expresa, más sincero de lo que debería—. Directo al punto, explica porqué les atraes —dijo, no solo haciendo referencia a su camarada italiano—, veamos —toma una bocanada de aire no necesariamente porque necesitara tal recurso.
Existen detalles que, a diferencia de los, alguna vez mencionados condenados, cuya sentencia escuchó de fuentes que conoce no estaban predestinadas a su conocimiento, yacen claras ante él mas es aquello que precisamente le impulsa a buscar las respuestas faltantes en el enorme rompecabezas que cuelga ante su mirada sagaz persiguiéndolo desde la fatídica noche que abandonó su hogar. Aquí y ahora, Amara inconscientemente hacía alarde de poseer otra pieza en su poder.
—No, no ha sido gratis en lo absoluto —se acercó hacia ella con desgano, poco preocupado por el espacio personal—, digamos que inexcusable, busco algo de usted ¿salvarle la vida es razón válida para obtener su cooperación? —puntualiza. Aun las facciones descaradas en su rostro digan lo contrario, más taciturno de lo que pudiesen denotar sus palabras, y es que era aquello un asunto que prefería tratar sin ponderar el agravio que de por si ameritaba pues conceder semejante significado lo haría más real de lo que estaba dispuesto adjudicar.
Existen cualidades perdidas y ganadas desde que su corazón resopló un ultimo latido, una de ellas es el descaro que no ha sabido refrenarse con los años probandole que tales coinsideraciones no harían más que ralentizar su camino. Amara no era más que un rostro de ocasiones y un nombre fugaz en boca de conocidos mas si bien prometía ofrecer claridad a su bsuqueda poco le interesaban las condecoraciones de la epoca.
Altivo, sin reparar en cualquier truco que se escondiera tras tan bello rostro acortó la de por si inexistnte distancia entre ambos, dandose el lujo de apreciar aquel par de ojos que según sospechas eran guardianes de más secretos y lamentos que s edebana a escuchar. No habría de negar conceder llo que fuese que sus conocidos hayan advertido en su volatil proceder; le causba curiosidad y no solo por lo que relucía ante lo obvio.
—¿No le trandas miedo a un poco de euforia, o sí? —insinúa tan altanero como siempre. Orgulloso a sus anchas con un nombre que intentaba mantener en las sombras sin mucho exito. Era de esperarse que se formara en su rostro la cotidiana sonrisa cargada de malicia y misterio que elebava la comisura de sus labios prometiendo más que un simple encuentro.
La daga que cargaba consigo la dama y vaya a saber qué más, no tardó en ejercer presión indistintamente lo cual recalcaba peso ante las indiscriminadas mentiras que profesaba la dama a corta distancia.
—¿Qué? —inquirió muy poco ofuscado ante la hoja perfectamente afilada contra su garganta—. ¿Acaso buscas algún motivo para actuar? —impone la fuerza que minutos atrás evitaba mantener fuera de la mesa, desarmando a la cazadora mas en un insulso acto de tregua lanza la navaja lo bastante lejos para quedar oculta a la vista de mortal—. Ahí reside el detalle entre usted y yo —acaricia con malicia el rostro de Amara para terminar en los labios y no hacer más que alejarla indistintamente—…, tardas más de lo que deberías en actuar.
Todo acto que provenga de uno de los últimos gemelos de la casa Chavanell arrastraba consecuencias, acarreaba desenlaces que no siempre salían a relucir en el momento facto, esta ocasión en particular contenía meros beneficios banales. Buscaba inmiscuirse bajo la piel de la cazadora, empero, antes de llevar a cabo su acto confirmó que convertirla en su marioneta personal le quitaba diversión a la tensión esparcida en el lugar.
—¿Qué puedo tramar cuando apenas me interesa su existencia? —expresa, más sincero de lo que debería—. Directo al punto, explica porqué les atraes —dijo, no solo haciendo referencia a su camarada italiano—, veamos —toma una bocanada de aire no necesariamente porque necesitara tal recurso.
Existen detalles que, a diferencia de los, alguna vez mencionados condenados, cuya sentencia escuchó de fuentes que conoce no estaban predestinadas a su conocimiento, yacen claras ante él mas es aquello que precisamente le impulsa a buscar las respuestas faltantes en el enorme rompecabezas que cuelga ante su mirada sagaz persiguiéndolo desde la fatídica noche que abandonó su hogar. Aquí y ahora, Amara inconscientemente hacía alarde de poseer otra pieza en su poder.
—No, no ha sido gratis en lo absoluto —se acercó hacia ella con desgano, poco preocupado por el espacio personal—, digamos que inexcusable, busco algo de usted ¿salvarle la vida es razón válida para obtener su cooperación? —puntualiza. Aun las facciones descaradas en su rostro digan lo contrario, más taciturno de lo que pudiesen denotar sus palabras, y es que era aquello un asunto que prefería tratar sin ponderar el agravio que de por si ameritaba pues conceder semejante significado lo haría más real de lo que estaba dispuesto adjudicar.
Existen cualidades perdidas y ganadas desde que su corazón resopló un ultimo latido, una de ellas es el descaro que no ha sabido refrenarse con los años probandole que tales coinsideraciones no harían más que ralentizar su camino. Amara no era más que un rostro de ocasiones y un nombre fugaz en boca de conocidos mas si bien prometía ofrecer claridad a su bsuqueda poco le interesaban las condecoraciones de la epoca.
Altivo, sin reparar en cualquier truco que se escondiera tras tan bello rostro acortó la de por si inexistnte distancia entre ambos, dandose el lujo de apreciar aquel par de ojos que según sospechas eran guardianes de más secretos y lamentos que s edebana a escuchar. No habría de negar conceder llo que fuese que sus conocidos hayan advertido en su volatil proceder; le causba curiosidad y no solo por lo que relucía ante lo obvio.
—¿No le trandas miedo a un poco de euforia, o sí? —insinúa tan altanero como siempre. Orgulloso a sus anchas con un nombre que intentaba mantener en las sombras sin mucho exito. Era de esperarse que se formara en su rostro la cotidiana sonrisa cargada de malicia y misterio que elebava la comisura de sus labios prometiendo más que un simple encuentro.
Karsten Chavanell- Vampiro Clase Alta
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Re: Every Moonlight. «privado»
— Oh vaya, así que ahora mi seguridad depende de una de las criaturas que me dedico a cazar, debo ser afortunada — Espetó con sarcasmo, poniendo los ojos en blanco — Quizá has olvidado lo que soy.
La plata que empujaba contra la garganta del inmortal voló por los aires y cayó en la lejanía, quedando oculta entre la densa maleza y la oscuridad de la noche, cuando este se la arrebató de un solo zarpazo, asegurándose de que no pudiese hacerse con ella de nuevo o, por lo menos, no de inmediato. El pequeño rasguño que le causó sobre la piel con el filo de la hoja se desvaneció en un instante. Amara gruñó mientras él, jactancioso, le recordaba por qué era importante actuar de inmediato y sin vacilación, mientras le acariciaba el rostro, con una mirada perniciosa centellando en sus ojos. las palabras estaban de más y los discursos se convertían en desventaja.
La cazadora no se movió un centímetro, permitiéndole al hombre recorrer sus mejillas con la yema de los dedos, siguiendo el camino invisible que marcaban con la mirada. Curvó la sonrisa entretenida.
— Me debe una daga, Monsieur Chavanell
Él le sonrió de vuelta, por supuesto, la mueca distaba de ser amable. En un movimiento raudo, la castaña desenfundó la gemela restante del cinto, compañera de la que el inmortal arrojó lejos, procediendo a colocársela, amenazante, sobre el cuello en un nuevo intento. Esta vez, la diversión de su opuesto se transformó en exasperación, alegando que no tenía interés alguno en lo que fuera que sucediese con ella.
Amara resopló e impuso mayor presión sobre la plata. Sin mostrarse intimidado, Karsten cedió, admitiendo que su favor sí buscaba una retribución. Complacida y con talante victorioso, apartó la hoja de la corporeidad ajena, procediendo a jugar con ella, girándola con destreza entre sus dedos. Él le agarró la mano con fuerza, deteniendo así el movimiento de la hoja y se acercó indecorosamente, tanto así que pudo sentir el vaho de las palabras que le dedicaba sobre sus labios y la calidez de su propia piel contrastar con el frío de la ajena. Frunció el ceño, examinándolo con los ojos entrecerrados, anclando sus pardos en los zafiros de Chavanell y alzando altiva el rostro sin mostrarse temerosa. Irritada, intentó librarse del agarre, mas la fuerza del contrincante era sobrenatural, muy superior a la suya. Refunfuñó y apretó la mandíbula.
— No se me conoce por ser muy buena cooperando — se encogió de hombros
Silencio. No le respondió inmediatamente, mas no tuvo que hacerlo pues el gesto malicioso que llevaba circunscrito en el rostro le advirtió que aquel hombre no tenía en mente intención buena u apropiada. Él acercó más, ella bufó. Sabía perfectamente lo que quería, no era tentarla, tampoco nada más allá de lo que su cercanía hablaba sino, por el contrario, retarla, provocarla, llevarla al límite... conocía esa mirada, ella había jugado la misma carta en el pasado y sabía mejor que dejarse amedrentar.
¿Euforia? De verdad que la sanguijuela no tenía idea con quién estaba hablando. De nuevo lo agarró por la camisa, esta vez pegándolo contra su nariz, con semblante parco, inmutable, para nada entretenida. Cualquiera que fuese la emoción que intentara causarle, debía intentarlo mejor. En contraste, observó los ojos del inmortal llenarse de sangre, los vasos sanguíneos marcándose oscuros bajo la piel de los mismos y los colmillos se asomándose sutiles, pero filosos, entre los demás dientes, evidenciando su deseo de sangre inducido, supuso, por el aroma férreo del vital líquido, espeso, fresco y tibio que aún se deslizaba por la curvatura de su espalda debido a las heridas abiertas que la surcaban.
— Ya he dicho que no le temo a nada, ni a los lobos, ni a los chupasangre, ni al diablo… ¿qué le hace creer que le tengo miedo a un poco de euforia? — Sonrió en su máxima amplitud justo antes de soltar el agarre, impulsándolo hacia atrás para apartarle de ella considerablemente — Una lástima que tenga que rechazar tan “tentadora” oferta antes de escuchar los detalles, aun debo encontrar a mi gente, así que… — Declaró en tono satírico
Se dispuso a guardar la daga de nuevo en el cinto, no obstante, no alcanzó a soltar el mango cuando el crujir de unas ramas resonó a sus espaldas, llamando tanto su atención como la del inmortal. Empuñó la daga firme de nuevo, mirando fijamente en dirección al epicentro de aquel sonido, expectante a que alguna bestia de la luna saltara sobre ellos de repente. Grande fue su sorpresa cuando, de entre la espesura, no emergió un feroz licántropo, sino el pequeño grupo de novatos que había perdido. Uno de los inexpertos cazadores balanceaba en sus manos, presumido y triunfante, la cabeza de un lobo, evidentemente su primera muerte reclamada.
Karsten ladeó la sonrisa y Amara pudo sentir el peso de la ironía en la mirada que le dedicaba. Giró los ojos ligeramente exacerbada, suspiró y se dirigió al pequeño grupo ignorando por completo la presencia del inmortal, indagando acerca de lo sucedido. Aparentemente, tras su separación, otro lobo les había seguido el rastro y.aunque intentaron ocultarse, la bestia no tardó en encontrarles, viéndose obligados a enfrentarle; el joven que cargaba con la cabeza cercenada fue quien salvó la noche al dar la estocada final. Ya no sentían miedo, sólo la adrenalina y emoción.
La experimentada cazadora, para nada impresionada, instigó al muchacho a dejar su trofeo a un lado y en tanto este obedeció, de mala gana, ordenó a todos andar a paso firme hasta la frontera del bosque, justo donde la ciudad comenzaba a emerger.
— ¿Vienes? — Miró por encima del hombro y enarcó una ceja cuando su mirada se encontró con la del vampiro, quien, poco entretenido, aguardaba por la reconsideración de su respuesta.
Caminaron a través del bosque hasta encontrar la salida y una vez arribaron al límite entre la naturaleza y la urbe, la castaña pidió a los jóvenes seguir de largo hasta la mansión Argent. Cuándo los jovenes indagaron acerca de qué decir a Bastien ante su notable ausencia, pidió que le comunicaran al progenitor que ella le explicaría. Los novatos asintieron, siguieron su camino y ella permaneció silente en compañía del vampiro, viéndolos partir.
— ¿Qué tienes en mente, vampiro?
Realmente sí tenía una tendencia autodestructiva.
La plata que empujaba contra la garganta del inmortal voló por los aires y cayó en la lejanía, quedando oculta entre la densa maleza y la oscuridad de la noche, cuando este se la arrebató de un solo zarpazo, asegurándose de que no pudiese hacerse con ella de nuevo o, por lo menos, no de inmediato. El pequeño rasguño que le causó sobre la piel con el filo de la hoja se desvaneció en un instante. Amara gruñó mientras él, jactancioso, le recordaba por qué era importante actuar de inmediato y sin vacilación, mientras le acariciaba el rostro, con una mirada perniciosa centellando en sus ojos. las palabras estaban de más y los discursos se convertían en desventaja.
La cazadora no se movió un centímetro, permitiéndole al hombre recorrer sus mejillas con la yema de los dedos, siguiendo el camino invisible que marcaban con la mirada. Curvó la sonrisa entretenida.
— Me debe una daga, Monsieur Chavanell
Él le sonrió de vuelta, por supuesto, la mueca distaba de ser amable. En un movimiento raudo, la castaña desenfundó la gemela restante del cinto, compañera de la que el inmortal arrojó lejos, procediendo a colocársela, amenazante, sobre el cuello en un nuevo intento. Esta vez, la diversión de su opuesto se transformó en exasperación, alegando que no tenía interés alguno en lo que fuera que sucediese con ella.
Amara resopló e impuso mayor presión sobre la plata. Sin mostrarse intimidado, Karsten cedió, admitiendo que su favor sí buscaba una retribución. Complacida y con talante victorioso, apartó la hoja de la corporeidad ajena, procediendo a jugar con ella, girándola con destreza entre sus dedos. Él le agarró la mano con fuerza, deteniendo así el movimiento de la hoja y se acercó indecorosamente, tanto así que pudo sentir el vaho de las palabras que le dedicaba sobre sus labios y la calidez de su propia piel contrastar con el frío de la ajena. Frunció el ceño, examinándolo con los ojos entrecerrados, anclando sus pardos en los zafiros de Chavanell y alzando altiva el rostro sin mostrarse temerosa. Irritada, intentó librarse del agarre, mas la fuerza del contrincante era sobrenatural, muy superior a la suya. Refunfuñó y apretó la mandíbula.
— No se me conoce por ser muy buena cooperando — se encogió de hombros
Silencio. No le respondió inmediatamente, mas no tuvo que hacerlo pues el gesto malicioso que llevaba circunscrito en el rostro le advirtió que aquel hombre no tenía en mente intención buena u apropiada. Él acercó más, ella bufó. Sabía perfectamente lo que quería, no era tentarla, tampoco nada más allá de lo que su cercanía hablaba sino, por el contrario, retarla, provocarla, llevarla al límite... conocía esa mirada, ella había jugado la misma carta en el pasado y sabía mejor que dejarse amedrentar.
¿Euforia? De verdad que la sanguijuela no tenía idea con quién estaba hablando. De nuevo lo agarró por la camisa, esta vez pegándolo contra su nariz, con semblante parco, inmutable, para nada entretenida. Cualquiera que fuese la emoción que intentara causarle, debía intentarlo mejor. En contraste, observó los ojos del inmortal llenarse de sangre, los vasos sanguíneos marcándose oscuros bajo la piel de los mismos y los colmillos se asomándose sutiles, pero filosos, entre los demás dientes, evidenciando su deseo de sangre inducido, supuso, por el aroma férreo del vital líquido, espeso, fresco y tibio que aún se deslizaba por la curvatura de su espalda debido a las heridas abiertas que la surcaban.
— Ya he dicho que no le temo a nada, ni a los lobos, ni a los chupasangre, ni al diablo… ¿qué le hace creer que le tengo miedo a un poco de euforia? — Sonrió en su máxima amplitud justo antes de soltar el agarre, impulsándolo hacia atrás para apartarle de ella considerablemente — Una lástima que tenga que rechazar tan “tentadora” oferta antes de escuchar los detalles, aun debo encontrar a mi gente, así que… — Declaró en tono satírico
Se dispuso a guardar la daga de nuevo en el cinto, no obstante, no alcanzó a soltar el mango cuando el crujir de unas ramas resonó a sus espaldas, llamando tanto su atención como la del inmortal. Empuñó la daga firme de nuevo, mirando fijamente en dirección al epicentro de aquel sonido, expectante a que alguna bestia de la luna saltara sobre ellos de repente. Grande fue su sorpresa cuando, de entre la espesura, no emergió un feroz licántropo, sino el pequeño grupo de novatos que había perdido. Uno de los inexpertos cazadores balanceaba en sus manos, presumido y triunfante, la cabeza de un lobo, evidentemente su primera muerte reclamada.
Karsten ladeó la sonrisa y Amara pudo sentir el peso de la ironía en la mirada que le dedicaba. Giró los ojos ligeramente exacerbada, suspiró y se dirigió al pequeño grupo ignorando por completo la presencia del inmortal, indagando acerca de lo sucedido. Aparentemente, tras su separación, otro lobo les había seguido el rastro y.aunque intentaron ocultarse, la bestia no tardó en encontrarles, viéndose obligados a enfrentarle; el joven que cargaba con la cabeza cercenada fue quien salvó la noche al dar la estocada final. Ya no sentían miedo, sólo la adrenalina y emoción.
La experimentada cazadora, para nada impresionada, instigó al muchacho a dejar su trofeo a un lado y en tanto este obedeció, de mala gana, ordenó a todos andar a paso firme hasta la frontera del bosque, justo donde la ciudad comenzaba a emerger.
— ¿Vienes? — Miró por encima del hombro y enarcó una ceja cuando su mirada se encontró con la del vampiro, quien, poco entretenido, aguardaba por la reconsideración de su respuesta.
Caminaron a través del bosque hasta encontrar la salida y una vez arribaron al límite entre la naturaleza y la urbe, la castaña pidió a los jóvenes seguir de largo hasta la mansión Argent. Cuándo los jovenes indagaron acerca de qué decir a Bastien ante su notable ausencia, pidió que le comunicaran al progenitor que ella le explicaría. Los novatos asintieron, siguieron su camino y ella permaneció silente en compañía del vampiro, viéndolos partir.
— ¿Qué tienes en mente, vampiro?
Realmente sí tenía una tendencia autodestructiva.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 162
Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: Every Moonlight. «privado»
Sonríe tan pronto la cazadora gira sobre el talón en dirección contraria. Interpone unos cuantos pasos de distancia permitiéndole tomar la delantera. Permitiéndose admirar su exquisita figura. Se preguntaba por dónde iniciar, qué dejar implícito y qué conservar para sí mismo. Era limitado su conocimiento, aún, en cuanto al desastre que los abrazaba se trataba, sin embargo, conocía lo suficiente para ganar tiempo mientras localizaba los cabos faltantes.
La observa embargado por una mezcla de duda y admiración. No hacia la mujer, pero en reflejo de la bestia que la oculta sin siquiera imaginárselo ¿cómo ha de saberlo? Es sorprendente lo que se puede escuchar cuando estás dispuesto a sumergirte entre las sombras, y vaya que la oscuridad conocía muy bien a Amara. Empero, y aunque le hubiese gustado jugar con su paciencia un poco más, el tiempo no era su aliado. Cruza los brazos tras la espalda y dice: —No te pido que abandones tus armas, pero, algo me dice que no te gustara lo que estoy por pedir.
Alza una ceja desafiante. No, a él tampoco le agradaba el giro de los hechos. La eternidad era un tanto menos insufrible cuando desconocía por el completo el mal que le acechaba. Cuando daba por una mera brutalidad lo ocurrido a su familia y el atroz asesinato que condujo a su hermana a una vida encadenada a la noche. No obstante, el de ellos era un camino profuso de decisiones enrevesadas donde la promesa de libre albedrío era la mayor falsa de todas.
Fue en los Países Bajos, en una de las fortuitas visitas que ofrecía a la supuesta prometida que se acarreó en una noche de tragos y decidió que amparar a una vieja conocida y montar otra comedia más sería el menor de sus problemas; el más divertido hasta entonces. Pocos días antes de darse por vencido y abandonar aquellas tierras, dio con una hechicera que parecía conocer más de lo que debía respecto a su búsqueda, donde nombre a los males que le rodeaban. Fue cuando supo de los Condenados y su asiento en primera fila junto aquellos a los que curiosamente estaba entrelazado. Fue cuando indago sobre la relación que sostienen Kai y Cameron con la Cazadora, cómo el primero había encontrado camino hacia su hermana e incluso Kyros a quien siempre deseo arrancarle la cabeza. Fue él el primero en establecer tales nefastas relaciones.
Jamás deseó no saber algo con tanto ahínco. Después de todo, consideraba a los licántropos de confianza. Conoció el linaje del italiano en el primer viaje que él y Enaylen reunieron las fuerzas necesarias para regresar a su patria allá por el año 1771. De una forma u otra encontraron una segunda familia en el lado materno del lobo, claro que le era difícil siquiera pensar en lo que estaba por hacer. Incluso él cargaba remordimientos, tenía personas por las quien preocuparse. Era lo que le separaba de quienes lo cazaban; aún. A Malachai, desde que pasó a formar parte de este mundo.
Se esfuerza en ocultar las dudas que le atacan. La decisión está hecha, es la única opción se ha repetido desde que regresó a Francia. Romper los lazos les alejará lo suficiente para ganar tiempo y es, admite, todo lo que puede obtener ahora. Además, es hacerle un favor a ella también. Si los rumores son acertados, se cree que la plata que asesinó a la madre de Cameron vino de su estirpe ¿cuál diferencia ha de haber? De ser lo contrario, ya existen las llagas entre ellos; en todos los desgraciados que corrieron con la suerte de quedar atrapados en este infierno.
—Necesito que mates al padre de Cameron —puntualiza, sorprendido del efecto que tienen las palabras en él una vez se materializan. Sin embargo, sostiene la mirada de Amara, permanece solemne, como si de un animal más se tratase. Es lo que conmina la línea que ha cruzado: ser tan frío como sus cazadores, intentar serlo. La respuesta de Amara es perceptible en su mirar antes que sus labios articulen discurso. Al no obtener una respuesta inmediata prosigue: —Dentro de poco Cameron regresará a Italia, necesito que lo hagas una vez se instale —se acerca indiscriminadamente—. No creo que haga falta darte instrucciones extras, confío en el desempeño de tus habilidades —pausa. Alza el dedo índice como quien busca recordar algún detalle de suma importancia. Un débil "ajá" sale de sus labios y agrega: —Debes asegurarte de que él sepa que haz sido tú —dirige el dedo en su dirección. Intenta agregar la cínica sonrisa suya al final, pero, es demasiado inclusive para él.
Al leer la duda en el rostro de la cazadora se limita a decir: —Debes preguntarte por qué maldita razón aceptarás hacerlo. Y te diré que en caso de que te preocupes por él tanto como sé, lo harás. Pero, si insistes en que te puede importar menos su vida, entonces he de informarte que lo harás para salvar la tuya.
La verdad que lo sostenía no era más que la esperanza de romper los lazos entre ellos los Condenados, alejarlos unos a otros con él único fin de dilatar la sentencia de muerte que sostienen sobre sus egos.
La observa embargado por una mezcla de duda y admiración. No hacia la mujer, pero en reflejo de la bestia que la oculta sin siquiera imaginárselo ¿cómo ha de saberlo? Es sorprendente lo que se puede escuchar cuando estás dispuesto a sumergirte entre las sombras, y vaya que la oscuridad conocía muy bien a Amara. Empero, y aunque le hubiese gustado jugar con su paciencia un poco más, el tiempo no era su aliado. Cruza los brazos tras la espalda y dice: —No te pido que abandones tus armas, pero, algo me dice que no te gustara lo que estoy por pedir.
Alza una ceja desafiante. No, a él tampoco le agradaba el giro de los hechos. La eternidad era un tanto menos insufrible cuando desconocía por el completo el mal que le acechaba. Cuando daba por una mera brutalidad lo ocurrido a su familia y el atroz asesinato que condujo a su hermana a una vida encadenada a la noche. No obstante, el de ellos era un camino profuso de decisiones enrevesadas donde la promesa de libre albedrío era la mayor falsa de todas.
Fue en los Países Bajos, en una de las fortuitas visitas que ofrecía a la supuesta prometida que se acarreó en una noche de tragos y decidió que amparar a una vieja conocida y montar otra comedia más sería el menor de sus problemas; el más divertido hasta entonces. Pocos días antes de darse por vencido y abandonar aquellas tierras, dio con una hechicera que parecía conocer más de lo que debía respecto a su búsqueda, donde nombre a los males que le rodeaban. Fue cuando supo de los Condenados y su asiento en primera fila junto aquellos a los que curiosamente estaba entrelazado. Fue cuando indago sobre la relación que sostienen Kai y Cameron con la Cazadora, cómo el primero había encontrado camino hacia su hermana e incluso Kyros a quien siempre deseo arrancarle la cabeza. Fue él el primero en establecer tales nefastas relaciones.
Jamás deseó no saber algo con tanto ahínco. Después de todo, consideraba a los licántropos de confianza. Conoció el linaje del italiano en el primer viaje que él y Enaylen reunieron las fuerzas necesarias para regresar a su patria allá por el año 1771. De una forma u otra encontraron una segunda familia en el lado materno del lobo, claro que le era difícil siquiera pensar en lo que estaba por hacer. Incluso él cargaba remordimientos, tenía personas por las quien preocuparse. Era lo que le separaba de quienes lo cazaban; aún. A Malachai, desde que pasó a formar parte de este mundo.
Se esfuerza en ocultar las dudas que le atacan. La decisión está hecha, es la única opción se ha repetido desde que regresó a Francia. Romper los lazos les alejará lo suficiente para ganar tiempo y es, admite, todo lo que puede obtener ahora. Además, es hacerle un favor a ella también. Si los rumores son acertados, se cree que la plata que asesinó a la madre de Cameron vino de su estirpe ¿cuál diferencia ha de haber? De ser lo contrario, ya existen las llagas entre ellos; en todos los desgraciados que corrieron con la suerte de quedar atrapados en este infierno.
—Necesito que mates al padre de Cameron —puntualiza, sorprendido del efecto que tienen las palabras en él una vez se materializan. Sin embargo, sostiene la mirada de Amara, permanece solemne, como si de un animal más se tratase. Es lo que conmina la línea que ha cruzado: ser tan frío como sus cazadores, intentar serlo. La respuesta de Amara es perceptible en su mirar antes que sus labios articulen discurso. Al no obtener una respuesta inmediata prosigue: —Dentro de poco Cameron regresará a Italia, necesito que lo hagas una vez se instale —se acerca indiscriminadamente—. No creo que haga falta darte instrucciones extras, confío en el desempeño de tus habilidades —pausa. Alza el dedo índice como quien busca recordar algún detalle de suma importancia. Un débil "ajá" sale de sus labios y agrega: —Debes asegurarte de que él sepa que haz sido tú —dirige el dedo en su dirección. Intenta agregar la cínica sonrisa suya al final, pero, es demasiado inclusive para él.
Al leer la duda en el rostro de la cazadora se limita a decir: —Debes preguntarte por qué maldita razón aceptarás hacerlo. Y te diré que en caso de que te preocupes por él tanto como sé, lo harás. Pero, si insistes en que te puede importar menos su vida, entonces he de informarte que lo harás para salvar la tuya.
La verdad que lo sostenía no era más que la esperanza de romper los lazos entre ellos los Condenados, alejarlos unos a otros con él único fin de dilatar la sentencia de muerte que sostienen sobre sus egos.
Karsten Chavanell- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/07/2016
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