Acertando en el blanco [Privado]

Decidí que hacía una tarde perfecta para ir a entrenar al bosque después de largos días en los que había doblado turno en el hospital. El cielo estaba totalmente encapotado y lo más probable era que terminase lloviendo en cuestión de horas, lo que me otorgaría de la intimidad que necesitaba para llevar a cabo mi entrenamiento.

Abandoné la habitación del hotel donde me alojaba por el momento, hasta que encontrase una vivienda adecuada a mis necesidades, tomando mi montura para dirigirme hasta ese lugar que me liberaría de las tensiones acumuladas durante el resto de la semana. Una fructífera semana en la que había encontrado trabajo como doctor y algún que otro encargo extra que todavía tenía que ultimar. Era por ello que me pareció apropiado buscar un lugar donde retomar el contacto con mis armas.

No tardé en encontrar un sendero levemente marcado que me introducía hasta las profundidades del bosque, y más animado por poder aspirar aire limpio continué por él. Envuelto por la tranquilidad que  aquel lugar me otorgaba,  llegué hasta un pequeño claro que me pareció idóneo para empezar. Tras desmontar dejé a mi corcel a un lado, quitándome la camisola que dejé en una de las alforjas y tomando mi espada bastarda comencé blandiéndola con lentos movimientos, cortando el aire a su paso, moviendo los pies despacio mientras trazada círculos a mí alrededor.

Estuve largo tiempo con esta tarea, convirtiendo los movimientos cada vez más rápidos, más certeros, hasta que quedé satisfecho con la velocidad adquirida. La humedad provocada por la proximidad de la noche comenzaba a hacerse latente, hecho que agradecía sobre mi piel que permanecía a una temperatura superior a lo normal por la proximidad de la luna llena.

Busqué con la mirada un árbol que me sirviese para mi propósito antes de continuar con mi entrenamiento, y una vez localizado clavé en el tronco de este una manzana que llevaba en la alforja. Alejándome la distancia suficiente para que acertar en el blanco supusiese un reto, me giré para continuar con la prueba cuando escuché un extraño sonido detrás de la maleza que se encontraba a mis espaldas.

-¿Quién anda ahí?- pregunté de forma tosca, preparado para defenderme ante un posible ataque de algún cazador. Lo extraño es que no conseguía distinguir bien el aura del ser que me observaba desde la distancia.

Los tiempos estaban cambiando, el aire se sentía frio y las hojas habían cambiado de color, ya no necesitaba la forma leonesa para cazar –cuando buscaba algo de emoción- asi que tomando su forma de pantera de las nieves, se mezcló entre la frondosidad del bosque y salió en busca de algo de diversión, cazando a cualquier animal que se encontrase a su paso. Pero con los aires cambiando, la caza era un poco difícil, los animales se refugiaban del venidero invierno y solo algunos eran los que merodeaban por los alrededores, haciendo a Cheza buscar más en el interior. Su suave y blanco pelaje se mecía con el vaivén del viento y su cola permanecía inquieta ante el creciente estrés de no poder tocar bocado alguno aun.

En el hocicó cargaba un costal de mediano tamaño, donde tenía su cambio improvisado por si debía tomar su forma humana de nuevo y con los pocos animales que había aquella noche, se vería obligada a usarlo más pronto de lo que quisiera. Después de pasar a un pequeño riachuelo para refrescarse y de comer a un diminuto y perdido conejo, se encamino para salir del bosque derrotada y enojada por su pobre desempeño hasta que un aroma atrajo su atención; era el aroma que con tantos años ya, había aprendido a diferenciar entre miles, un aroma de despertaba algo salvaje en ella y le hacía tener escalofríos en la columna, un aroma que hasta cierto punto, había aprendido a querer… el de un hombre y por lo que lograba oler, era uno joven.

Sin perder tiempo, la felina rastreo el olor hasta encontrar a unos metros al portador del mismo; piel suavemente tostada la cual ya brillaba con la suave capa de sudor y el brillo nocturno, cabello castaño, facciones varoniles con unos labios carnosos y unos músculos que la hacían desear pasar su mano por ellos… un espécimen bien cuidado. Para cuando el hombre logro darse cuenta que ella estaba ahí, ya había estudiado sus movimientos e incluso, sabía que era un licántropo, no traía nada de plata pero sentía que tal vez este hombre podría jugar a su son. Sin más, salió de su pequeño escondite dejando su costal a un lado y comenzando a rodear de forma felina y un poco depredadora al lycan “Tranquilo lobito, parece que esperabas que alguien te diera una paliza..” dijo telepáticamente a este, mientras terminaba de rodearlo y se sentaba frente al mismo, lamiendo su pata de forma felina “¿Qué hace una delicia como tú a estas horas aquí?”

Movía de forma suave su cola mientras mantenía un poco la atención a sus alrededores, aun tenia hambre y ese conejo no había hecho mas que despertar el resto de ella en su estómago. Ahora que lo tenía frente a ella, el lobo había terminado de ser mas alto de lo que pensó, pero aun con un semblante tosco y de pocos amigos, le era atractivo e interesante. No se había topado con tantos de su tipo, pero la mayoría había terminado bajo sus encantos pesé a ser una cambia forma… al parecer a nadie le disgustaba eso de ella, asi que no sabía de donde salía la leyenda de que eran como el agua y el aceite. Pero por si las dudas y como nunca se sabe quien es un psicópata, mantenía su mirada entre el hombre y la espada que estaba empuñada por el mismo.

Observé como lentamente la propietaria de esa aura desconocida salía de detrás de la maleza que durante unos minutos le había servido de escudo. Me sorprendí durante un instante al comprobar que se trataba de una cambiante fémina, y que se acercaba a mí en forma de pantera de las nieves. Un animal desde luego exótico y poco común que con sensuales movimientos se acercaba hasta mi posición. ¿Cómo sería en su forma humana? Si se parecía algo al ejemplar que lo acechaba sería digna de admirar, y tal vez de probar.

Me mantuve en posición de ataque, observando atento cada uno de sus movimientos, mientras la dama convertida en bestia me rodeaba como si de su presa se tratase. Una sonrisa de medio lado se dibujó en mi rostro cuando pensé que sin duda sería una confrontación épica si la pantera se decidía a atacarme, aunque algo me decía que estaba tratando de intimidarme inútilmente.

Escuché de súbito su voz en mi cabeza, haciendo gala de esa habilidad que poseían los cambiaformas y que en ocasiones me revolvía el estómago. No sabía hasta que punto podría meterse en mi mente, y sentirme confuso ante un sobrenatural me ponía de mal humor.

-Desde luego alguien más peligroso que vos, mademoiselle.- contesté girándome hacia mi montura y tomando las dagas que había ido a buscar cuando su presencia me interrumpió. Sonreí todavía de espaldas a ella cuando me preguntó por la razón de mi presencia allí, ¿No era obvio? Su imagen lamiéndose la pata me había excitado, aunque jamás se lo reconocería. Me volví de nuevo hacia ella, retomando mi actitud seria y tosca.- Le estaba esperando a vos, preciosa.- sonrisa socarrona en mi rostro mientras pasé por su lado, dándole la espalda y  colocándome a bastante distancia del árbol que me serviría como diana, tirando una a una las dagas, que iban clavándose certeramente en la manzana.

Podía sentir su mirada clavada en mi espalda, así como su respiración, pero no quería volver a que nuestras miradas se cruzasen, todavía no; prefería mostrar un poco de indiferencia ante su presencia, aunque la curiosidad de volver a verla me empujaba a hacerlo.

-¿Y qué hacéis vos pos estos lares? Deberíais tener cuidado, pues este paraje acostumbra a estar lleno de cazadores, y sois una presa muy atractiva.- era conocedor del doble sentido de mis palabras, pero ese era mi juego, y ella se convertiría en mi fiel contrincante.

Tal vez sería su imaginación, pero podría jurar que el hombre estaba soltando cantidades enormes de feromonas porque su nariz capto ese dulce aroma de atracción y el único que estaba ahí con ella era el lobo. Esto la hizo sonreír y relamerse un poco, no estaba buscando acostarse con nadie ese dia, pero no podía evitar sentir gusto cada vez que alguien se sentía atraído a ella; lo observo serena mientras este se encargaba de sacar sus “juguetes” de la montura -quien por cierto, no dejaba de ver de forma nerviosa a la felina- y volvía con su rostro impasible a su lado. Podía ver que estaba entrenando, no solo por el sudor en su atractiva piel, pero por el calor que desprendía y dejaba a su paso ¿era cosa de licántropos acaso? Tendría que investigarlo después… con algo de suerte, con él mismo.

Ja-ja, seguro le dices eso a todas las leopardo que te encuentras en el bosque comento de forma sarcástica ante su respuesta, rodando los ojos y moviendo la cola un poco.

Mientras estaba ocupado lanzando dagas a un árbol –lo más tonto del mundo a los ojos de la felina- esta se encargó de apreciar la espalda desnuda del extraño, viendo como sus músculos se alzaban y tensaban cada vez que lanzaba una daga, como se relajaban de vez en vez y como el fino sudor les daba una textura suave que simplemente daban ganas de acariciar porque sí. Se llegó a preguntar porque tipos como él no frecuentaban el burdel, ya que si bien no todos sus clientes eran asquerosos, si que lo disfrutaría más si todos fueran asi de… buenos. Y por un leve segundo su mente dibujo en ella la imagen de sus propias uñas humanas aferrándose a esa espalda, riendo de forma interna ante ello.

Ja! Por mi pueden intentar cazarme, veremos quien sangra más al final contestó a su comentario volviéndose a mover ahora un poco más cerca del lobuno que practicaba contra un árbol. Olfateo el aire en busca de algún intruso que estuviese observándolos, más al no captar nada, se sintió en confianza y sin previo aviso, todo en ella cambio.

De forma lenta volvió a su forma humana, dejando de un hermoso animal peludo y salvaje, a una mujer con sensuales curvas, cabello largo y ondulado y unos labios rojizos y esponjosos, la mirada salvaje y penetrante era lo único que nunca cambiaba –pero me parece que nadie es tan estúpido como para intentar algo asi contra mí, digamos que gozo de cierta reputación…- dijo ya con su voz sensual y femenina. Caminó pasando por un lado del licántropo para tomar de nuevo el pequeño saco que había traído y sacar su ligero vestido de él; si el contrario la estaba devorando con la mirada, a esta poco le importaba, estaba acostumbrada a estar desuda frente a sus clientes ¿Qué diferencia hacia uno más? Así que con toda la calma del mundo se vistió frente al extraño dándole lo que probablemente sería una de las mejores escenas en su vida.

Acomodo su cabello lo mejor que pudo y aun sin calzado alguno, logro sentirse cómoda a excepción del aire frio que el otoño traía, haciendo que su suave piel se erizara con cada brisa. Al poco tiempo se volvió para mirar al castaño -¿Qué?- pregunto de la forma más natural y normal que pudo hacerlo.

Negué con la cabeza todavía de espaldas a ella mientras escuchaba su dulce voz resonar en mi cabeza. Como todo animal salvaje se creía invencible y capaz de vencer a cualquier cazador que osase enfrentarse a ella, pero yo había visto a esos salvajes despedazar a enormes osos sin compasión alguna.

-No se confíe en demasía si se encuentra frente a un cazador, lo que vos tomáis como un juego ellos lo ven como un gran trofeo, y no descansarán hasta darle caza.- y lo decía por experiencia propia, porque en más de una ocasión dar caza a una criatura que se pensaba invencible había hecho de un arduo encargo una plácida persecución. Continuaba de espaldas a ella, tratando de averiguar sus movimientos por los sonidos que llegaban hasta mí. Sonreí de medio lado cuando escuché su voz, pero no de la misma forma que antes, sino que ahora era percibida por mis oídos. En breve conocería la forma humana de esa cambiante que me había distraído de mi entrenamiento.

Pasó de largo por mi lado totalmente desnuda, portando en su mano un pequeño bolso de donde sacó su vestido.
Mis ojos se tornaron ámbar por unos segundos y mi hombría se endureció al disfrutar de aquellas preciosas vistas mientras la joven se vestía. Pude sentir como mi respiración se alteraba al pensar que podría hacerla mía allí mismo sobre la hierba, que me lo estaba pidiendo a gritos, más me contuve y simplemente suspiré de forma pesada viendo como ella iba cubriendo ese precioso cuerpo cincelado y que debería estar expuesto en un museo de bellas artes.

Encaró su mirada a la mía, lanzando al aire una extraña pregunta. ¿No era obvio lo que estaba haciendo? Estaba deleitándome con su desnudez, y ahora que le había visto el rostro, mis ojos  quedaron hechizados por esa preciosa y sensual sonrisa que me atravesó el alma.- Nada, solo iba a refrescarme al arroyo.- contesté a duras penas, tratando de que no viese esa parte de mi anatomía que actuaba por cuenta propia. Giré de nuevo sobre mis talones, aproximándome al caballo y entonces llegó mi turno. Ladeado frente a ella, fui despojándome de lo que me quedaba de ropa, primero las botas, y después deslicé mis pantalones despacio, esperando que la impaciencia por verme desnudo hiciesen mella en la dama. Yo también sabía jugar a ese juego y se lo iba a demostrar con creces. Finalmente dejé toda la ropa guardada en las alforjas de mi montura, y volviéndome hacia ella pregunté.- ¿Quiere acompañarme o prefiere quedarse ahí deseando acercarse?

Esperé su respuesta durante unos segundos antes de avanzar a su posición, pasando por su lado a apenas unos centímetros de distancia. Olía a libertad, a frescura. De nuevo mi hombría se tomó la libertad de actuar por su cuenta, y sonreí de forma ladina cuando ya en alza fue admirada por la joven. Anduve unos pasos más tras ella, y alcanzando la orilla del arroyo me zambullí sin pensarlo. Iba a necesitar una rato en esas aguas congeladas para que se me pasase la excitación que portaba.