AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Dark Waltz — Privado
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Dark Waltz — Privado
Por alguna extraña razón, algo que iba más allá de lo que creía conocer, había recobrado su sensatez, y no precisamente para bien. Luego de varios siglos luchando con Alichino, ambos llegaron a un acuerdo mutuo: ser uno solo. Ya no habría más noches solitarias, en donde se abandonaría al delirio y a las penumbras. No, ahora sólo se dedicaría a su ansiada cacería. Es más, ya ni siquiera Cagnazzo le importaba tanto, le daba completamente igual lo que hacía o dejara de hacer el licántropo. Edric sólo iría a lo suyo, a lo que verdaderamente le interesaba; al fin y al cabo era un demonio encarnado.
Tenía que reconocer que la reunión con su creador le había resultado beneficiosa. De haberlo encontrado antes, estaría libre de las jugarretas de Malacoda desde hacía mucho, pero Malebranche solía desaparecer cuando menos se esperaba, algo que resultaba tedioso para el resto de los miembros de la logia. Aunque, a Edric no solía preocuparle tanto, en realidad, en veces anteriores le era indiferente; sin embargo, en esta ocasión no lo fue tanto. Por suerte, ya estaba más consciente y había recobrado su oscuridad, la misma que le ataba eternamente a Alichino. Era una criatura nueva, por así decirlo, pues, emplear el término de hombre en su caso, le resultaba irónico. Pero, ¿qué era para él la ironía además de su fiel compañera?
Para compensar su drástico cambio, regresó a París. Antes había dejado en orden sus asuntos en Nápoles y en Italia, para luego dedicarse a entrar nuevamente en el campo de juego, que ahora, más que nunca, disfrutaría. Incluso, hasta los eventos sociales le parecieron más interesantes, y siendo el delegado de Los Custodios, tenía una importante excusa para ir a mofarse de las conversaciones vacías de los mortales. Así que, sin más, apenas a su llegada, aceptó la invitación a una de esas aburridísimas fiestas que se daban en el Palacio Royal. Intercambió un par de ideas con unos intelectuales y luego se dedicó a buscar algún rostro familiar.
Su sorpresa fue aún mayor cuando reconoció a una persona en particular. Tal vez, en otro momento hubiera estado renuente a interactuar con otras personas o simplemente a pasar de aquellas tediosas reuniones, pero, ya no era el mismo llorica de antes. Ahora era un recipiente digno para el famoso hellequin; podría actuar como siempre había querido, y por razones atadas a la estupidez de un alma humana, no logró. Sin embargo, todo cambió a su favor de un momento a otro, y comprendía por completo muchas cosas propias de su naturaleza. Ya ni siquiera odiaba a Cagnazzo como en veces anteriores; el tipo era un estirado, pero le agradaba. Después de todo, ambos compartían la misma condición y esencia.
Evadió sus pensamientos y se acercó a quien había llamado su atención. El aroma de los licántropos era algo que no toleraba demasiado, sin embargo, esta vez valía la pena tener resistencia. Para él sólo era cuestión de educar la mente y los sentidos.
—Veo que la señora Van Aldin ya está educando mejor a su mascota —dijo en voz baja, usando un tono burlón. Lo hizo adrede, desde luego—. Aunque, es muy mal de su parte que te haya dejado venir sola. Pobre cachorrita.
Tenía que reconocer que la reunión con su creador le había resultado beneficiosa. De haberlo encontrado antes, estaría libre de las jugarretas de Malacoda desde hacía mucho, pero Malebranche solía desaparecer cuando menos se esperaba, algo que resultaba tedioso para el resto de los miembros de la logia. Aunque, a Edric no solía preocuparle tanto, en realidad, en veces anteriores le era indiferente; sin embargo, en esta ocasión no lo fue tanto. Por suerte, ya estaba más consciente y había recobrado su oscuridad, la misma que le ataba eternamente a Alichino. Era una criatura nueva, por así decirlo, pues, emplear el término de hombre en su caso, le resultaba irónico. Pero, ¿qué era para él la ironía además de su fiel compañera?
Para compensar su drástico cambio, regresó a París. Antes había dejado en orden sus asuntos en Nápoles y en Italia, para luego dedicarse a entrar nuevamente en el campo de juego, que ahora, más que nunca, disfrutaría. Incluso, hasta los eventos sociales le parecieron más interesantes, y siendo el delegado de Los Custodios, tenía una importante excusa para ir a mofarse de las conversaciones vacías de los mortales. Así que, sin más, apenas a su llegada, aceptó la invitación a una de esas aburridísimas fiestas que se daban en el Palacio Royal. Intercambió un par de ideas con unos intelectuales y luego se dedicó a buscar algún rostro familiar.
Su sorpresa fue aún mayor cuando reconoció a una persona en particular. Tal vez, en otro momento hubiera estado renuente a interactuar con otras personas o simplemente a pasar de aquellas tediosas reuniones, pero, ya no era el mismo llorica de antes. Ahora era un recipiente digno para el famoso hellequin; podría actuar como siempre había querido, y por razones atadas a la estupidez de un alma humana, no logró. Sin embargo, todo cambió a su favor de un momento a otro, y comprendía por completo muchas cosas propias de su naturaleza. Ya ni siquiera odiaba a Cagnazzo como en veces anteriores; el tipo era un estirado, pero le agradaba. Después de todo, ambos compartían la misma condición y esencia.
Evadió sus pensamientos y se acercó a quien había llamado su atención. El aroma de los licántropos era algo que no toleraba demasiado, sin embargo, esta vez valía la pena tener resistencia. Para él sólo era cuestión de educar la mente y los sentidos.
—Veo que la señora Van Aldin ya está educando mejor a su mascota —dijo en voz baja, usando un tono burlón. Lo hizo adrede, desde luego—. Aunque, es muy mal de su parte que te haya dejado venir sola. Pobre cachorrita.
Edric della Rovere- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 51
Fecha de inscripción : 07/09/2014
Re: Dark Waltz — Privado
Encontrarse de manera casual con Olivia Van Aldin había sido el inicio de su salvación. Aquella mujer, la líder del clan Van Aldin, vio en Roxanne algo que nadie más notaba; la desesperación y la confusión que aquejaban su alma, todo debido a lo que había sucedido con Dacian, el hombre al que Roxanne creía amar y a quien ya no podía mirar de la misma manera. Y era precisamente la incapacidad para volver a ver a aquel hombre que la salvará de su propia familia, lo que llevó a la Aimerich a internarse en el bosque buscando descubrir en la soledad de la naturaleza qué hacer.
Sintiendo la confusión y el dolor de Roxanne como si fueran suyos, la Van Aldin invitó a la licántropo a formar parte de su clan, invitación que Roxanne no esperaba y a la que respondió de forma afirmativa casi de inmediato. No fue sino hasta que la emoción del momento pasaba que las dudas comenzaron a acechar a la licántropo. ¿Sería bien recibida en el clan Van Aldin? ¿Tendría problemas con los miembros de ese clan como con los del pasado? ¿Podría confiar realmente en Olivia? Una vez que llegó al que sería desde ese momento su clan, las dudas se disiparon. Todo era tan diferente con la Van Aldin que por primera vez, Roxanne creía haber encontrado su hogar y era aquel clan tan diferente como unido, que desde la llegada de Roxanne ya habían pasado varios meses, meses que se sentían como un suspiro para la licántropo.
La confianza que encontraba en el clan Van Aldin era muy diferente a la que experimentara en su antiguo clan, tanto así, que con Olivia estaba aprendiendo a convivir más con quienes le rodeaban, ya fueran mujeres u hombres. Roxanne también estaba aprendiendo a comportarse en público, algo que le costaba mucho trabajo dada su naturaleza más bien desconfiada y solitaria. Para ayudarle a ganar un poco más de confianza en si misma, Olivia la había acompañado a varias fiestas siendo finalmente en la que ahora se encontraba la Aimerich la que se consideraba la prueba de fuego.
En un rincón de la enorme sala del Palacio Royal, Roxanne observaba todo como un cachorro asustado que no puede hacer nada más que esperar. La líder del clan Van Aldin le encomendó la misión de ir sola a aquella importante reunión, ya que ella tenía asuntos importantes que atender, aunque según creencia de Roxanne, su líder la enviaba también en una muestra de confianza y en parte como una prueba. Decepcionar a Olivia era lo último que Roxanne quería pero pensar en la idea de moverse e interactuar con otros asistentes le dejaba helada, incapaz de moverse un ápice de su sitio, siendo precisamente de esa manera como la encontró Edric.
Edric della Rovere fue uno de los primeros hombres con los que la loba se vio forzada a convivir y estaba de más por decir que sus recuerdos sobre cada uno de los encuentros con aquel hombre estaban colmados de incomodidad. Edric tenía una personalidad fuerte y siempre que podía se burlaba de aquellos con quienes convivía. Para agravar más la mala imagen que Roxanne tenía del caballero, estaba el casi insignificante detalle de que era un vampiro.
– ¿Se te ofrece algo bebedor de sangre? – con expresión fastidiada, la Aimerich miró al hombre ataviado en un elegante traje. Edric era un espécimen masculino sumamente apuesto. Una desgracia enorme que tuviera una personalidad tan mala y una raza tan contraria a la suya pues de otra manera quizás hubiera sido ella más amable con él – ¿O solo vienes a tratar de fastidiarme porque ninguna otra mujer te tolera? – cruzó los brazos, desviando entonces su mirada del vampiro – La señorita Van Aldin tenía otros asuntos más importantes que atender, si esa era toda tu duda ahora puedes marcharte – dijo aquello esperando que Edric se alejara pronto para dejarla otra vez a solas con sus incapacitantes pensamientos propios.
Sintiendo la confusión y el dolor de Roxanne como si fueran suyos, la Van Aldin invitó a la licántropo a formar parte de su clan, invitación que Roxanne no esperaba y a la que respondió de forma afirmativa casi de inmediato. No fue sino hasta que la emoción del momento pasaba que las dudas comenzaron a acechar a la licántropo. ¿Sería bien recibida en el clan Van Aldin? ¿Tendría problemas con los miembros de ese clan como con los del pasado? ¿Podría confiar realmente en Olivia? Una vez que llegó al que sería desde ese momento su clan, las dudas se disiparon. Todo era tan diferente con la Van Aldin que por primera vez, Roxanne creía haber encontrado su hogar y era aquel clan tan diferente como unido, que desde la llegada de Roxanne ya habían pasado varios meses, meses que se sentían como un suspiro para la licántropo.
La confianza que encontraba en el clan Van Aldin era muy diferente a la que experimentara en su antiguo clan, tanto así, que con Olivia estaba aprendiendo a convivir más con quienes le rodeaban, ya fueran mujeres u hombres. Roxanne también estaba aprendiendo a comportarse en público, algo que le costaba mucho trabajo dada su naturaleza más bien desconfiada y solitaria. Para ayudarle a ganar un poco más de confianza en si misma, Olivia la había acompañado a varias fiestas siendo finalmente en la que ahora se encontraba la Aimerich la que se consideraba la prueba de fuego.
En un rincón de la enorme sala del Palacio Royal, Roxanne observaba todo como un cachorro asustado que no puede hacer nada más que esperar. La líder del clan Van Aldin le encomendó la misión de ir sola a aquella importante reunión, ya que ella tenía asuntos importantes que atender, aunque según creencia de Roxanne, su líder la enviaba también en una muestra de confianza y en parte como una prueba. Decepcionar a Olivia era lo último que Roxanne quería pero pensar en la idea de moverse e interactuar con otros asistentes le dejaba helada, incapaz de moverse un ápice de su sitio, siendo precisamente de esa manera como la encontró Edric.
Edric della Rovere fue uno de los primeros hombres con los que la loba se vio forzada a convivir y estaba de más por decir que sus recuerdos sobre cada uno de los encuentros con aquel hombre estaban colmados de incomodidad. Edric tenía una personalidad fuerte y siempre que podía se burlaba de aquellos con quienes convivía. Para agravar más la mala imagen que Roxanne tenía del caballero, estaba el casi insignificante detalle de que era un vampiro.
– ¿Se te ofrece algo bebedor de sangre? – con expresión fastidiada, la Aimerich miró al hombre ataviado en un elegante traje. Edric era un espécimen masculino sumamente apuesto. Una desgracia enorme que tuviera una personalidad tan mala y una raza tan contraria a la suya pues de otra manera quizás hubiera sido ella más amable con él – ¿O solo vienes a tratar de fastidiarme porque ninguna otra mujer te tolera? – cruzó los brazos, desviando entonces su mirada del vampiro – La señorita Van Aldin tenía otros asuntos más importantes que atender, si esa era toda tu duda ahora puedes marcharte – dijo aquello esperando que Edric se alejara pronto para dejarla otra vez a solas con sus incapacitantes pensamientos propios.
Roxanne Aimerich- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 23/08/2013
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Re: Dark Waltz — Privado
Edric era un patán cuando así se lo proponía, no tenía el mayor decoro para incordiar a alguien con algún comentario desagradable. Esa naturaleza tan propia de él lo hacía ver como un sujeto cambiante, extravagante y completamente superficial. Sin embargo, aquello era una simple máscara, la misma que usaba para ocultarse ante el mundo. Luego de los hechos recientes, su existencia dio un giro inesperado; Alichino volvía a cobrar el poder que antes poseía y ahora nada lo cambiaría. Resultaba ser el demonio más cambiante entre todos, y solía estar en etapas tan diferentes, que muchas veces escapaba del control de los líderes. Por suerte, luego de haber sido un rebelde, Edric retomaba nuevamente las riendas de su terrible personalidad, encargándose de cumplir sus acostumbradas actividades como en antaño.
Por eso no se hizo esperar, que luego de haber estado rondando entre los invitados de aquella tediosa reunión, se dirigiera a una persona en particular. Aunque ella pensara en lo muy detestable que resultara ser Della Rovere, para él, se trataba de simple estrategia, una elección que mantenía oculta ante los mortales. No era por sus diferencias de razas, o tal vez por su relación con una familia poderosa. Edric estaba interesado en algo más, pero no era necesario revelarlo tan pronto, de momento sólo quería fastidiarla un poco, disfrutando de las inesperadas reacciones que la mujer pudiera brindarle como plato de bienvenida.
—¿Bebedor de sangre? —inquirió, haciéndose el ofendido—. Oh, espera, ¿eres de los que viven en conflicto con otras razas? —Chasqueó la lengua, negando con la cabeza—. Eso es algo del pasado, cuando los hombres vivían en las cavernas. ¿Tienes ideas de los años que han transcurrido desde entonces? La cabecita no te daría para sacar cuentas. —Esbozó una sonrisa burlona, mostrando sus afilados colmillos—. Deberías evitar usar esos apodos, pues a la señora Van Aldin le desagradan. Tengo entendido que ella quiere romper determinadas reglas, como la de no importarle la existencia de los vampiros.
Edric siempre tenía en cuenta los detalles a la hora de hacer su jugada, y por supuesto, con Roxanne no dejaría aquel particular talento a un lado. Había vivido milenios, los suficientes para saber cómo funcionaban las mentes de los demás, aunque la suya ni estuviera tan estable.
—¡Vamos! Cambia esa cara, te van a salir arrugas —mencionó, una vez que logró sujetar el mentón de la muchacha, obligándola a que lo mirara—. Eres tan orgullosa como cualquier bebedor de sangre que no toleres. ¡Ah! Cierto —acercó su rostro al de ella—, los comportamientos de las personas nada tienen que ver con su verdadera naturaleza. O tal vez sí...
La soltó, volviendo a su posición erguida y elegante, como la de cualquier aristócrata. Incluso les dedicó una sonrisa a unas damas que se encontraban a un par de metros suyo.
—Y no querida, no se trata de mí, se trata de ellas. ¿Crees que disfruto sus pláticas acerca de las actividades que hicieron durante el día? —Entornó los ojos con hastío. Él solía ser superficial, pero no a un nivel tan mediocre—. Tampoco disfruto que estés tan abandonada en este lugar. Se te nota a leguas que te cuesta socializar con la alta sociedad, pero no te preocupes, yo estoy aquí para ayudarte, y así no harás quedar mal a Olivia.
Y con arrogancia, también atrevimiento, colocó la mano sobre la cintura de Roxanne, prácticamente obligándola a avanzar hacia el salón principal en donde se encontraban varias parejas bailando. Aquello era para ganarse una bofetada, pero siendo vistos por tantas personas, y sabiendo que Van Aldin confiaba en la joven, Edric se sintió victorioso, pues su método, aunque sucio, le proporcionaría un brillante resultado: ella no iba a negarle esa pieza.
Por eso no se hizo esperar, que luego de haber estado rondando entre los invitados de aquella tediosa reunión, se dirigiera a una persona en particular. Aunque ella pensara en lo muy detestable que resultara ser Della Rovere, para él, se trataba de simple estrategia, una elección que mantenía oculta ante los mortales. No era por sus diferencias de razas, o tal vez por su relación con una familia poderosa. Edric estaba interesado en algo más, pero no era necesario revelarlo tan pronto, de momento sólo quería fastidiarla un poco, disfrutando de las inesperadas reacciones que la mujer pudiera brindarle como plato de bienvenida.
—¿Bebedor de sangre? —inquirió, haciéndose el ofendido—. Oh, espera, ¿eres de los que viven en conflicto con otras razas? —Chasqueó la lengua, negando con la cabeza—. Eso es algo del pasado, cuando los hombres vivían en las cavernas. ¿Tienes ideas de los años que han transcurrido desde entonces? La cabecita no te daría para sacar cuentas. —Esbozó una sonrisa burlona, mostrando sus afilados colmillos—. Deberías evitar usar esos apodos, pues a la señora Van Aldin le desagradan. Tengo entendido que ella quiere romper determinadas reglas, como la de no importarle la existencia de los vampiros.
Edric siempre tenía en cuenta los detalles a la hora de hacer su jugada, y por supuesto, con Roxanne no dejaría aquel particular talento a un lado. Había vivido milenios, los suficientes para saber cómo funcionaban las mentes de los demás, aunque la suya ni estuviera tan estable.
—¡Vamos! Cambia esa cara, te van a salir arrugas —mencionó, una vez que logró sujetar el mentón de la muchacha, obligándola a que lo mirara—. Eres tan orgullosa como cualquier bebedor de sangre que no toleres. ¡Ah! Cierto —acercó su rostro al de ella—, los comportamientos de las personas nada tienen que ver con su verdadera naturaleza. O tal vez sí...
La soltó, volviendo a su posición erguida y elegante, como la de cualquier aristócrata. Incluso les dedicó una sonrisa a unas damas que se encontraban a un par de metros suyo.
—Y no querida, no se trata de mí, se trata de ellas. ¿Crees que disfruto sus pláticas acerca de las actividades que hicieron durante el día? —Entornó los ojos con hastío. Él solía ser superficial, pero no a un nivel tan mediocre—. Tampoco disfruto que estés tan abandonada en este lugar. Se te nota a leguas que te cuesta socializar con la alta sociedad, pero no te preocupes, yo estoy aquí para ayudarte, y así no harás quedar mal a Olivia.
Y con arrogancia, también atrevimiento, colocó la mano sobre la cintura de Roxanne, prácticamente obligándola a avanzar hacia el salón principal en donde se encontraban varias parejas bailando. Aquello era para ganarse una bofetada, pero siendo vistos por tantas personas, y sabiendo que Van Aldin confiaba en la joven, Edric se sintió victorioso, pues su método, aunque sucio, le proporcionaría un brillante resultado: ella no iba a negarle esa pieza.
Edric della Rovere- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/09/2014
Re: Dark Waltz — Privado
Acudía a aquel lugar únicamente por petición de Olvia Van Aldin después de todo, Roxanne había prometido ayudarla en todo lo que pudiera y eso incluía suplirla en situaciones como aquella, por más desagradables que le resultasen a ella.
Bebedor de sangre era uno de los apodos menos ofensivos que se le ocurrían a la licántropo , que con una creciente incomodidad lo miro de reojo. Edric tenía razón en lo que le decía; Olivia no parecía incomodarse con la presencia de vampiros, algo en lo que Roxanne trataba de imitarla pero con hombres como el que estaba junto a ella era sencillamente imposible conseguirlo.
– Sé muy bien que es lo que le molesta a Olivia, no necesito que me lo recuerdes. Además yo no vivo en conflicto con otras razas – sonrió ligeramente – Vivo en conflicto con aquellos que no me dejan en paz y solo me molestan. Seres como tu a quienes no puedo tratar de manera cordial. Ahora… – observó en dirección a las mujeres que miraban curiosas en dirección al vampiro – ¿Puedes dejarme en paz y ver si encuentras algo de comida por el salón? Gracias. – era demasiado cortante, lo sabía, pero prefería serlo y que Edric se rindiera a acabar saliendo de sus casillas, causando un problema a la Van Aldin con su forma de actuar.
Esperaba con todo el corazón que después de sus palabras Edric diera media vuelta pero se equivoco. En lugar de alejarse, Edric sujeto de manera firme su mentón haciéndola mirarlo a los ojos.
– No puedo cambiar mi cara, es la única que tengo – sonrió – Si ya sabes como soy, o lo intuyes, ¿Por qué venir hasta mi? Puedes ir a divertirte con alguna de las mujeres que te miran con tanto deseo – agregó antes de que la soltara. Roxanne rodó los ojos al ver la manera en que el vampiro sonreía al grupo de mujeres que les observaban desde el otro lado del salón – No vas a ellas por esa razón – se rio por lo bajo – Creía que los vampiros eran capaces de hacer que los mortales hablaran sobre lo que a ellos les venía en gana – lo miró con diversión – Al parecer no eres tan poderoso como se dice.
Roxanne no se sentía incomoda por estar sola, de hecho lo que le incomodaba era precisamente lo que el vampiro le decía, socializar. La Aimerich era una guerrera, estaba acostumbrada a enfrentarse contra hombres y mujeres en campos de batalla pero cuando se trataba de enfrentarlos en un fiesta y de manera diplomática era una inútil.
– Estoy bien, solo esperare un poco más antes de… – Las palabras que seguían se quedaron contenidas en su garganta. La mano de Edric se posaba tranquilamente sobre su cadera para de manera natural comenzar a guiarla en dirección a la pista de baile ante la mirada de todos los asistentes a la fiesta. Sabía lo que vendría ahora y aunque quería dar media vuelta y escapar también sabía que no era lo correcto. Dejar a Olivia en vergüenza ante todos los que la miraban no era apropiado. Nerviosa, sonrió – ¿Qué se supone que estas haciendo? ¿Quieres que ambos acabemos en ridículo?– preguntó a Edric mientras lo miraba con un creciente pánico en su mirada – Yo no sé bailar – agregó aquello sonriendo, ocultando de esa manera algo del temor que se apoderaba de su cuerpo entero.
Bebedor de sangre era uno de los apodos menos ofensivos que se le ocurrían a la licántropo , que con una creciente incomodidad lo miro de reojo. Edric tenía razón en lo que le decía; Olivia no parecía incomodarse con la presencia de vampiros, algo en lo que Roxanne trataba de imitarla pero con hombres como el que estaba junto a ella era sencillamente imposible conseguirlo.
– Sé muy bien que es lo que le molesta a Olivia, no necesito que me lo recuerdes. Además yo no vivo en conflicto con otras razas – sonrió ligeramente – Vivo en conflicto con aquellos que no me dejan en paz y solo me molestan. Seres como tu a quienes no puedo tratar de manera cordial. Ahora… – observó en dirección a las mujeres que miraban curiosas en dirección al vampiro – ¿Puedes dejarme en paz y ver si encuentras algo de comida por el salón? Gracias. – era demasiado cortante, lo sabía, pero prefería serlo y que Edric se rindiera a acabar saliendo de sus casillas, causando un problema a la Van Aldin con su forma de actuar.
Esperaba con todo el corazón que después de sus palabras Edric diera media vuelta pero se equivoco. En lugar de alejarse, Edric sujeto de manera firme su mentón haciéndola mirarlo a los ojos.
– No puedo cambiar mi cara, es la única que tengo – sonrió – Si ya sabes como soy, o lo intuyes, ¿Por qué venir hasta mi? Puedes ir a divertirte con alguna de las mujeres que te miran con tanto deseo – agregó antes de que la soltara. Roxanne rodó los ojos al ver la manera en que el vampiro sonreía al grupo de mujeres que les observaban desde el otro lado del salón – No vas a ellas por esa razón – se rio por lo bajo – Creía que los vampiros eran capaces de hacer que los mortales hablaran sobre lo que a ellos les venía en gana – lo miró con diversión – Al parecer no eres tan poderoso como se dice.
Roxanne no se sentía incomoda por estar sola, de hecho lo que le incomodaba era precisamente lo que el vampiro le decía, socializar. La Aimerich era una guerrera, estaba acostumbrada a enfrentarse contra hombres y mujeres en campos de batalla pero cuando se trataba de enfrentarlos en un fiesta y de manera diplomática era una inútil.
– Estoy bien, solo esperare un poco más antes de… – Las palabras que seguían se quedaron contenidas en su garganta. La mano de Edric se posaba tranquilamente sobre su cadera para de manera natural comenzar a guiarla en dirección a la pista de baile ante la mirada de todos los asistentes a la fiesta. Sabía lo que vendría ahora y aunque quería dar media vuelta y escapar también sabía que no era lo correcto. Dejar a Olivia en vergüenza ante todos los que la miraban no era apropiado. Nerviosa, sonrió – ¿Qué se supone que estas haciendo? ¿Quieres que ambos acabemos en ridículo?– preguntó a Edric mientras lo miraba con un creciente pánico en su mirada – Yo no sé bailar – agregó aquello sonriendo, ocultando de esa manera algo del temor que se apoderaba de su cuerpo entero.
Roxanne Aimerich- Licántropo Clase Baja
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Re: Dark Waltz — Privado
Como extrañaba pasearse por los salones de fiesta para importunar en la vida de algún desdichado mortal. Agradecía haber dejado ese abismo condenado en el que se vio durante meses; no podía simplemente concebir que ese tipo fuera él. Fue estúpido a una escala vergonzosa, e incluso, Malebranche se lo escupió en la cara. Había pasado de ser el gran emisario del abismo, para convertirse en el chiquillo caprichoso de antaño. Pero ahora, con una pericia extraordinaria, pudo conseguir equilibrar ambas mitades. Por esa misma razón, se hallaba en aquel sitio, rodeado de gente de la alta sociedad; solía frecuentarlos, pues era uno de sus principales oficios dentro de la logia. Sin embargo, no fue precisamente eso lo que lo atraía, al menos no en ese instante. Estaba más bien centrado en un alma en particular, y como si nada le resultara imposible, terminó acercándose, al punto, en que ella demostró su inminente fastidio hacia él.
Quizá era eso lo que le atraía de Roxanne, ese condenado carácter; esa manía de ser tan directa y poco sutil. Las mujeres de clase alta solían aparentar tanta hipocresía, que, sin siquiera pensarlo, se aburría de ellas. Las descartaba, y sólo les seguía la corriente cuando no quedaba de otra. Por fortuna del destino (aunque no creía en tal tontería), aquella vez fue rescatado del aburrimiento absoluto. Incluso, hasta las palabras que pretendían ser hirientes, le resultaron ser parte de un festín que quería devorar. ¿A quién engañaba? Roxanne no logró hacerlo molestar, para ello se tenía que esforzar, y mucho. Edric sólo continuó con su plan, guiándola irremediablemente al salón de baile; incluso pudo sentir las miradas de odio de un par de muchachas, a quienes había rechazado con anterioridad.
—Primero, ya me alimenté bastante bien, y justo antes de venir aquí. No te creas que vaya a estar causando revueltas en cualquier lado, eso déjaselo a los vampiros de poca cepa —respondió con arrogancia, mientras avanzaba despacio hacia el centro del salón—. Segundo, esas mujeres son tan aburridas que me provocan somnolencia. Y mira que soy un vampiro. Además, no voy a perder mi valioso tiempo en criaturas vacías. Ya sabes, mientras más ruido hace la carreta, más vacía está.
Le dirigió un par de sonrisas hipócritas a algunas parejas que se retiraban a otros rincones del vestíbulo, incluso esquivó a un par de personas antes de dirigirse hacia donde pretendía. Mantuvo el agarre lo suficientemente firme para que la muchacha no se atreviera a escaparse. Y si eso ocurría, tendría que acudir a algo muy humillante, al menos para ella, obvio. Edric era un truhán cuando se lo proponía.
—Esa palabra no está en mi diccionario —mencionó, girándola para que quedara frente a él. Luego le dedicó una mirada inquisitiva; no sabía si reír o intentar sosegar sus nervios—. ¿Es en serio? —preguntó, dejando escapar una risa corta—. No es tan difícil, sólo sígueme. Puedes incluso observar a los demás.
Indicó, en el momento en que alojaba su mano izquierda en la cintura de la muchacha; luego su diestra tomó la de ella, extendiendo un poco el brazo, obligándola a hacer lo mismo. La música apenas comenzaba, los tiempos eran lentos y perfectamente adecuados para poder guiarla.
—Ya, cachorrita, puedes moverte, no eres ninguna estatua —le habló, buscando la manera de dirigir sus pasos de baile. Todo indicaba que no iba a ser tan sencillo.
Quizá era eso lo que le atraía de Roxanne, ese condenado carácter; esa manía de ser tan directa y poco sutil. Las mujeres de clase alta solían aparentar tanta hipocresía, que, sin siquiera pensarlo, se aburría de ellas. Las descartaba, y sólo les seguía la corriente cuando no quedaba de otra. Por fortuna del destino (aunque no creía en tal tontería), aquella vez fue rescatado del aburrimiento absoluto. Incluso, hasta las palabras que pretendían ser hirientes, le resultaron ser parte de un festín que quería devorar. ¿A quién engañaba? Roxanne no logró hacerlo molestar, para ello se tenía que esforzar, y mucho. Edric sólo continuó con su plan, guiándola irremediablemente al salón de baile; incluso pudo sentir las miradas de odio de un par de muchachas, a quienes había rechazado con anterioridad.
—Primero, ya me alimenté bastante bien, y justo antes de venir aquí. No te creas que vaya a estar causando revueltas en cualquier lado, eso déjaselo a los vampiros de poca cepa —respondió con arrogancia, mientras avanzaba despacio hacia el centro del salón—. Segundo, esas mujeres son tan aburridas que me provocan somnolencia. Y mira que soy un vampiro. Además, no voy a perder mi valioso tiempo en criaturas vacías. Ya sabes, mientras más ruido hace la carreta, más vacía está.
Le dirigió un par de sonrisas hipócritas a algunas parejas que se retiraban a otros rincones del vestíbulo, incluso esquivó a un par de personas antes de dirigirse hacia donde pretendía. Mantuvo el agarre lo suficientemente firme para que la muchacha no se atreviera a escaparse. Y si eso ocurría, tendría que acudir a algo muy humillante, al menos para ella, obvio. Edric era un truhán cuando se lo proponía.
—Esa palabra no está en mi diccionario —mencionó, girándola para que quedara frente a él. Luego le dedicó una mirada inquisitiva; no sabía si reír o intentar sosegar sus nervios—. ¿Es en serio? —preguntó, dejando escapar una risa corta—. No es tan difícil, sólo sígueme. Puedes incluso observar a los demás.
Indicó, en el momento en que alojaba su mano izquierda en la cintura de la muchacha; luego su diestra tomó la de ella, extendiendo un poco el brazo, obligándola a hacer lo mismo. La música apenas comenzaba, los tiempos eran lentos y perfectamente adecuados para poder guiarla.
—Ya, cachorrita, puedes moverte, no eres ninguna estatua —le habló, buscando la manera de dirigir sus pasos de baile. Todo indicaba que no iba a ser tan sencillo.
Edric della Rovere- Vampiro Clase Alta
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Re: Dark Waltz — Privado
Se suponía que aquel baile le resultaría sencillo de manejar. Roxanne solo necesitaba demostrar que aunque Olivia se encontraba ausente, los Van Aldin no pasaban por alto sus responsabilidades con la sociedad parisina y aunque en un principio la Aimerich se negó rotundamente a asistir, fue la confianza de Olivia en ella lo que la termino convenciendo de aceptar.
La licántropo sabía de ante mano que debería salir de su zona de confort para cumplir con la misión que se le encomendaba esa noche. Por un lado, debió usar un vestido demasiado elegante, un peinado que concordaba con la vestimenta y algo de maquillaje; cosas que Roxanne prefería simplemente omitir de su día a día. Para ella, que se consideraba una guerrera, ropa para montar y un sencillo recogido era lo que consideraba cómodo y funcional. También sabía que al asistir a un baile tan importante, tendría que entablar conversación con otros asistentes, encomienda que hasta ese momento le había resultado imposible. No quería socializar, temía arruinar todo con sus frases burdas y sus modales nada femeninos; detalles que la mantuvieron aislada de todos, menos claro del único que conocía y a quien definitivamente no deseaba tener esa noche; Edric.
El vampiro la incomodaba y que lo hiciera era absolutamente natural. El porte del inmortal, su manera de hablar y moverse por el mundo mortal era tan natural que provocaba algo de envidia en Roxanne. La envidia, sin embargo, desaparecía en el momento que comenzaban a hablar el uno con el otro, recordándole a Roxanne lo engreído y dueño del mundo que podía llegar a mostrarse el vampiro.
Deseosa porque se alejara de ella, Roxanne señalo un grupo de mujeres que no perdían atención a los movimientos del Duque.
– Bueno, si no es necesario que te alimentes al menos se caritativo y saluda a tus admiradoras – lanzó una mirada a donde se encontraban las mujeres – las encontraras mucho más entretenidas y dispuestas a escucharte que yo – pero sus intentos de despachar a Edric fueron en vano. Con una sonrisa arrogante y mucha familiaridad, el inmortal sujeto firme la cintura de la Aimerich, a quien comenzó a guiar hasta la pista de baile – Quizás sean huecas pero te aseguro que ellas serán mejor compañía que yo, en especial si hablamos de baile – menciono mientras que pensaba como poder escapar de aquella penosa situación en la que el Duque la metía – Edric, esto no es buena idea. Te garantizo que no. – Con creciente pánico, Roxanne miró al vampiro a los ojos, suplicándole con la mirada que no la hiciera bailar pues lo último que deseaba era dejar en vergüenza al clan Van Aldin y aunque no lo admitiera, a Edric.
La confesión de la licántropo recibió como respuesta una risita de parte del vampiro, misma que hizo que el temor aumentara para Roxanne, que para ese momento ya parecía estar prácticamente clavada al suelo.
– ¿Crees que estaría bromeando con algo así? – trató de sonreír al ver como es que su pareja y ella llamaban la atención – No puedo hacerlo – garantizó – Yo no nací para bailar, nunca he bailado y mucho menos frente a tanta gente – las mujeres que antes miraban al Duque, dirigían su atención a ella y la Aimerich sabía el motivo. Las mujeres intuían que ella no era de su clase y parecían esperar que fallara, quizás para de esa manera, decirle después a Edric que prestar su entera atención a alguien como ella era indigno de un Duque.
Carente de naturalidad, con el cuerpo completamente tensó y el corazón latiendo en su pecho a mil, escuchó las palabras de Edric para por primera vez, desde que estuvieran completamente frente a frente, la licántropo lo mirase a los ojos.
– Es fácil para ti decirlo porque sabes bailar, yo por el contrario, no tengo idea de que hacer – ¡ERA UNA SALVAJE! ¿Qué esperaba él que hiciera?, ¿Qué había esperado Olivia que hiciera?. Un suspiro salió de sus labios. No podía hacer nada más que pedir porque todo saliera bien dado que escapar, no era una opción – Si te piso, no vayas a quejarte porque lo advertí – y con temor trato de seguir los pasos de Edric, de la misma manera en que trato de ignorar todo a su alrededor, menos claro la música y a su acompañante.
La licántropo sabía de ante mano que debería salir de su zona de confort para cumplir con la misión que se le encomendaba esa noche. Por un lado, debió usar un vestido demasiado elegante, un peinado que concordaba con la vestimenta y algo de maquillaje; cosas que Roxanne prefería simplemente omitir de su día a día. Para ella, que se consideraba una guerrera, ropa para montar y un sencillo recogido era lo que consideraba cómodo y funcional. También sabía que al asistir a un baile tan importante, tendría que entablar conversación con otros asistentes, encomienda que hasta ese momento le había resultado imposible. No quería socializar, temía arruinar todo con sus frases burdas y sus modales nada femeninos; detalles que la mantuvieron aislada de todos, menos claro del único que conocía y a quien definitivamente no deseaba tener esa noche; Edric.
El vampiro la incomodaba y que lo hiciera era absolutamente natural. El porte del inmortal, su manera de hablar y moverse por el mundo mortal era tan natural que provocaba algo de envidia en Roxanne. La envidia, sin embargo, desaparecía en el momento que comenzaban a hablar el uno con el otro, recordándole a Roxanne lo engreído y dueño del mundo que podía llegar a mostrarse el vampiro.
Deseosa porque se alejara de ella, Roxanne señalo un grupo de mujeres que no perdían atención a los movimientos del Duque.
– Bueno, si no es necesario que te alimentes al menos se caritativo y saluda a tus admiradoras – lanzó una mirada a donde se encontraban las mujeres – las encontraras mucho más entretenidas y dispuestas a escucharte que yo – pero sus intentos de despachar a Edric fueron en vano. Con una sonrisa arrogante y mucha familiaridad, el inmortal sujeto firme la cintura de la Aimerich, a quien comenzó a guiar hasta la pista de baile – Quizás sean huecas pero te aseguro que ellas serán mejor compañía que yo, en especial si hablamos de baile – menciono mientras que pensaba como poder escapar de aquella penosa situación en la que el Duque la metía – Edric, esto no es buena idea. Te garantizo que no. – Con creciente pánico, Roxanne miró al vampiro a los ojos, suplicándole con la mirada que no la hiciera bailar pues lo último que deseaba era dejar en vergüenza al clan Van Aldin y aunque no lo admitiera, a Edric.
La confesión de la licántropo recibió como respuesta una risita de parte del vampiro, misma que hizo que el temor aumentara para Roxanne, que para ese momento ya parecía estar prácticamente clavada al suelo.
– ¿Crees que estaría bromeando con algo así? – trató de sonreír al ver como es que su pareja y ella llamaban la atención – No puedo hacerlo – garantizó – Yo no nací para bailar, nunca he bailado y mucho menos frente a tanta gente – las mujeres que antes miraban al Duque, dirigían su atención a ella y la Aimerich sabía el motivo. Las mujeres intuían que ella no era de su clase y parecían esperar que fallara, quizás para de esa manera, decirle después a Edric que prestar su entera atención a alguien como ella era indigno de un Duque.
Carente de naturalidad, con el cuerpo completamente tensó y el corazón latiendo en su pecho a mil, escuchó las palabras de Edric para por primera vez, desde que estuvieran completamente frente a frente, la licántropo lo mirase a los ojos.
– Es fácil para ti decirlo porque sabes bailar, yo por el contrario, no tengo idea de que hacer – ¡ERA UNA SALVAJE! ¿Qué esperaba él que hiciera?, ¿Qué había esperado Olivia que hiciera?. Un suspiro salió de sus labios. No podía hacer nada más que pedir porque todo saliera bien dado que escapar, no era una opción – Si te piso, no vayas a quejarte porque lo advertí – y con temor trato de seguir los pasos de Edric, de la misma manera en que trato de ignorar todo a su alrededor, menos claro la música y a su acompañante.
Roxanne Aimerich- Licántropo Clase Baja
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Re: Dark Waltz — Privado
¿Desde hacía cuánto tiempo no disfrutaba de una velada de esas? Había perdido la cuenta, y todo por culpa de sus propios caprichos humanos. No dejaba de sentirse como un completo imbécil por haber sucumbido a algo tan absurdo, permitiéndose quedar atascado en su propio limbo. Así es, él, quien lideraba ese mismo lugar, ¡atrapado en su misma trampa! Pero cuánta estupidez. Agradecía que Malacoda le hubiera hecho entrar en razón, aunque aún continuaba un poco indignado por la forma en que lo hizo, de eso no podía deshacerse tan fácilmente, porque su orgullo rebasaba los límites de lo posible. Sin embargo, aquellas eran cosas que debía reservar para otra ocasión, porque ahora se hallaba muy ocupado haciendo de las suyas (que travieso que era el niño Alichino, en vez de ponerse a trabajar de manera correcta). Bueno, había que reconocer que tampoco era que estuviera el tiempo por completo, no cuando se encontraba de cacería. Y no, no hacemos referencia a sus hábitos vampíricos, más bien a otra cosa.
Cuando eligió a Roxanne Aimerich, entre tantas damas de la hipócrita alta sociedad, no fue al azar. Parecía que sólo buscaba fastidiarla (y había mucha verdad en ello), pero en realidad había algo más sucio en su acercamiento. Roxanne podía tener mal genio, ser salvaje, y muchas otras cosas propias de su origen, sin embargo, poseía una ingenuidad que removía las ansiedades más profundas de un demonio como Alichino. Sólo debía tener cuidado esta vez de no cometer el mismo error de antes; ya estaba muy advertido, y ahora obedecería sin chistar, porque la rebeldía no solía llevarlo a nada positivo, para su mala fortuna.
¡Y qué mejor forma de darse cuenta que lo acababa de hacer! Sonrió desde lo más profundo del abismo de su alma sucia, más no lo demostró en el exterior. Bah, ¿a quién va a engañar? Sí, estaba sonriendo, burlándose de la rigidez que había mostrado Roxanne cuando fue conducida por él hacia el centro del salón, en donde iniciaría una pieza de baile. Claro, se estaba arriesgando a que lo pisara, que sus pasos fueran completamente erráticos... ¿y qué? A Edric poco le importaban las habladurías, ya con la envidia de esas mujeres estiradas (a las que ignoró antes), era más que suficiente.
—¿Y de qué voy a hablar con ellas? ¿De lo maravilloso de sus viajes aburridos y sus expediciones fabulosas al jardín? ¡Por favor! Terminaré durmiéndome en una esquina, como un hombre corriente, y mira que no lo soy en lo más mínimo —espetó, burlón como solía serlo, sosteniéndola con firmeza—. Ay, Olivia te invita y, ¿ni te enseña el protocolo de estas fiestas? Muy mal, muy mal...
Fue un poco tosco cuando la obligó a moverse, y ella lo siguió, torpemente, pero lo hizo. Oh, ¿en qué lío se había metido? En uno muy divertido. Ahora podía decirse que entendía las intenciones del antiguo Scarmiglione, cuando se jactaba de decir que este mundo era fabuloso. ¡Claro! Porque podían cumplir con sus más bajos propósitos, y eso era muy bueno, ¿no?
—Yo no nací para ser amable, y mírame, estoy enseñándote a bailar. Así que no digas tonterías, porque no voy a cambiar de opinión —farfulló en voz baja, sin que la sonrisa se borrara de su rostro. ¡Cuánta hipocresía!—. Y, ¡shhh! Ya no te quejes y... —Hizo una mueca cuando sintió el primer pisotón, más no le dio el gusto de detenerse—. Préstale atención a tus movimientos, ¿sí?
Cuando eligió a Roxanne Aimerich, entre tantas damas de la hipócrita alta sociedad, no fue al azar. Parecía que sólo buscaba fastidiarla (y había mucha verdad en ello), pero en realidad había algo más sucio en su acercamiento. Roxanne podía tener mal genio, ser salvaje, y muchas otras cosas propias de su origen, sin embargo, poseía una ingenuidad que removía las ansiedades más profundas de un demonio como Alichino. Sólo debía tener cuidado esta vez de no cometer el mismo error de antes; ya estaba muy advertido, y ahora obedecería sin chistar, porque la rebeldía no solía llevarlo a nada positivo, para su mala fortuna.
¡Y qué mejor forma de darse cuenta que lo acababa de hacer! Sonrió desde lo más profundo del abismo de su alma sucia, más no lo demostró en el exterior. Bah, ¿a quién va a engañar? Sí, estaba sonriendo, burlándose de la rigidez que había mostrado Roxanne cuando fue conducida por él hacia el centro del salón, en donde iniciaría una pieza de baile. Claro, se estaba arriesgando a que lo pisara, que sus pasos fueran completamente erráticos... ¿y qué? A Edric poco le importaban las habladurías, ya con la envidia de esas mujeres estiradas (a las que ignoró antes), era más que suficiente.
—¿Y de qué voy a hablar con ellas? ¿De lo maravilloso de sus viajes aburridos y sus expediciones fabulosas al jardín? ¡Por favor! Terminaré durmiéndome en una esquina, como un hombre corriente, y mira que no lo soy en lo más mínimo —espetó, burlón como solía serlo, sosteniéndola con firmeza—. Ay, Olivia te invita y, ¿ni te enseña el protocolo de estas fiestas? Muy mal, muy mal...
Fue un poco tosco cuando la obligó a moverse, y ella lo siguió, torpemente, pero lo hizo. Oh, ¿en qué lío se había metido? En uno muy divertido. Ahora podía decirse que entendía las intenciones del antiguo Scarmiglione, cuando se jactaba de decir que este mundo era fabuloso. ¡Claro! Porque podían cumplir con sus más bajos propósitos, y eso era muy bueno, ¿no?
—Yo no nací para ser amable, y mírame, estoy enseñándote a bailar. Así que no digas tonterías, porque no voy a cambiar de opinión —farfulló en voz baja, sin que la sonrisa se borrara de su rostro. ¡Cuánta hipocresía!—. Y, ¡shhh! Ya no te quejes y... —Hizo una mueca cuando sintió el primer pisotón, más no le dio el gusto de detenerse—. Préstale atención a tus movimientos, ¿sí?
Edric della Rovere- Vampiro Clase Alta
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Re: Dark Waltz — Privado
¿Cómo era posible que la sencilla misión que tuviera sobre los hombres esa noche estuviera dando un giro tan inesperado?, la respuesta era sencilla, se trataba de Roxanne. La licántropo había experimentado a lo largo de su vida una suerte bastante particular, por no decir que la mala suerte la perseguía, ya que ella no tenía otra manera de dar una explicación lógica a todo lo que le acontecía. En primera instancia, había sido repudiada por su propia familia y manada; fue rescatada por Dacian para después ser confundida por él. En la manada de aquel joven lobo, Roxanne había sido vista como alguien indeseado, siendo quizás eso lo que acabó por hacerla dejarlos y dar una oportunidad al clan Van Aldin, donde su suerte había mejorado para terminar volviendo a ser terrible en esa noche tan importante para ella y Olivia.
Nerviosa pero tratando de mostrarse exteriormente serena, Roxanne se sujeto firme a Edric. El inmortal la miraba fijamente, con una sonrisa triunfal que hizo que la Aimerich deseara poder abofetearlo en ese lugar solamente para ver si aquel perfecto rostro sufría alguna clase de cambio.
– Podrías usar tus habilidades e impedir que hablaran en lo absoluto, que te sirvieran únicamente como compañeras de baile – soltó un suspiro – Mira que elegirme a mi de entre todas las asistentes – la mirada de la licántropo fue entonces rápidamente a recorrer el salón y los rostros de los asistentes. Al mirar a los demás invitados, Roxanne no pudo preguntarse, ¿Cómo es que lucirían para ser capaces de llamar tanto la atención?. Una risita se le escapó ante su propia imagen mental de si misma; una muchacha temerosa, demasiado rígida para su propio bien en brazos de un hombre apuesto y con completo control de la situación – Tienes malos gustos della Rovere – señaló justo antes de dejar que sus pies se movieran con cautela.
– Olivia me enseño el protocolo – respondió de inmediato – Soy yo la que no es capaz de desempeñarme como es esperado – La música sonaba, Edric se movía sin ninguna dificultad mientras que Roxanne lo seguía como si estuviera haciendo lo más complicado del mundo y pese a eso, comenzaba a sentirse tranquila, haciéndola darse cuenta de que en lo que correspondía a bailar, no podría ella haber tenido mejor pareja que Edric, a quien conocía al menos un poco.
– Lo siento… – se disculpo con las mejillas enrojecidas al sentir como es que pisaba al vampiro – pero te dije que esto era mala idea y esto que haces, no es ser amable – hizo una pausa para buscar los ojos del vampiro – esto es aprovecharse de las debilidades ajenas – dicho eso, volvió a pisar de manera accidental a Edric –Demonios, esto es tan complicado. ¿Cómo es que tu puedes bailar tan bien? ¿Acaso no tienes algún defecto? – no era después de todo algo así como una regla que fueran los hombres los menos habilidosos para bailar, independientemente de si eran humanos o sobre naturales.
Aquella peculiar pareja continuaba con el baile cuando Roxanne apartó su mirada del inmortal, solo para ver como es que las mujeres que antes hubieran estado observando a Edric se burlaban, haciendo que la peor pesadilla de la Aimerich se volviera lentamente realidad. Estaba dejando en ridículo a Olivia y a Edric. Frustrada entonces pero también decidida a no darles el gusto a las mujeres de verla fracasar, Roxanne pegó más su cuerpo al del inmortal. Ella era una buena guerrera cuerpo a cuerpo, sabía leer los movimientos ajenos y tenía pies ligeros al momento de pelear así que si se imaginaba de cierta manera aquello como una pelea, quizás le sería posible bailar de manera apropiada.
Nerviosa pero tratando de mostrarse exteriormente serena, Roxanne se sujeto firme a Edric. El inmortal la miraba fijamente, con una sonrisa triunfal que hizo que la Aimerich deseara poder abofetearlo en ese lugar solamente para ver si aquel perfecto rostro sufría alguna clase de cambio.
– Podrías usar tus habilidades e impedir que hablaran en lo absoluto, que te sirvieran únicamente como compañeras de baile – soltó un suspiro – Mira que elegirme a mi de entre todas las asistentes – la mirada de la licántropo fue entonces rápidamente a recorrer el salón y los rostros de los asistentes. Al mirar a los demás invitados, Roxanne no pudo preguntarse, ¿Cómo es que lucirían para ser capaces de llamar tanto la atención?. Una risita se le escapó ante su propia imagen mental de si misma; una muchacha temerosa, demasiado rígida para su propio bien en brazos de un hombre apuesto y con completo control de la situación – Tienes malos gustos della Rovere – señaló justo antes de dejar que sus pies se movieran con cautela.
– Olivia me enseño el protocolo – respondió de inmediato – Soy yo la que no es capaz de desempeñarme como es esperado – La música sonaba, Edric se movía sin ninguna dificultad mientras que Roxanne lo seguía como si estuviera haciendo lo más complicado del mundo y pese a eso, comenzaba a sentirse tranquila, haciéndola darse cuenta de que en lo que correspondía a bailar, no podría ella haber tenido mejor pareja que Edric, a quien conocía al menos un poco.
– Lo siento… – se disculpo con las mejillas enrojecidas al sentir como es que pisaba al vampiro – pero te dije que esto era mala idea y esto que haces, no es ser amable – hizo una pausa para buscar los ojos del vampiro – esto es aprovecharse de las debilidades ajenas – dicho eso, volvió a pisar de manera accidental a Edric –Demonios, esto es tan complicado. ¿Cómo es que tu puedes bailar tan bien? ¿Acaso no tienes algún defecto? – no era después de todo algo así como una regla que fueran los hombres los menos habilidosos para bailar, independientemente de si eran humanos o sobre naturales.
Aquella peculiar pareja continuaba con el baile cuando Roxanne apartó su mirada del inmortal, solo para ver como es que las mujeres que antes hubieran estado observando a Edric se burlaban, haciendo que la peor pesadilla de la Aimerich se volviera lentamente realidad. Estaba dejando en ridículo a Olivia y a Edric. Frustrada entonces pero también decidida a no darles el gusto a las mujeres de verla fracasar, Roxanne pegó más su cuerpo al del inmortal. Ella era una buena guerrera cuerpo a cuerpo, sabía leer los movimientos ajenos y tenía pies ligeros al momento de pelear así que si se imaginaba de cierta manera aquello como una pelea, quizás le sería posible bailar de manera apropiada.
Roxanne Aimerich- Licántropo Clase Baja
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Re: Dark Waltz — Privado
A ver, vamos a dejar las cosas bastante claras: A Edric le gustaba fastidiar enormemente a otros, sobre todo si tenían un carácter tan poco apacible como el de Roxanne. ¡Sí! Esos eran sus corderos preferidos, porque bien, sabiendo lo que era en realidad, tratar de borregos a otros no era una novedad. Y así estaba, considerando a una licana de cordero, pero cuán arrepentido habría estado luego de comenzar con su particular manera de importunar a otros. ¡Sí! Se había arrepentido, y muy silenciosamente lo hizo, porque, ¡hola!, seguía siendo Edric della Rovere, encarnación de Alichino y orgulloso de corazón. Bien, tampoco era tan malo, a pesar de que... ¿por qué diablos la había sacado a bailar?
Claro, a diferencia de ella, él sí tenía una reputación que cuidar, y no por las apariencias, sino por lo que estas le proporcionaban para sus tan particulares misiones. Pero, ¿y ya qué iba a hacer a esas alturas? Terminar con lo que había empezado, ya luego buscaría la manera de vengarse o de arreglar las cosas con quienes debía, no lo tenía muy claro. Aunque, si lo pensaba detenidamente, ¿él mismo no se había buscado eso por su insana necesidad de fastidiar? ¡Un puñetazo en su estómago por idiota! Y ni hablar de los malos gustos... Porque por esos casi terminaba muy mal, y de no ser por su sire y Malacoda, de seguro se habría condenado a ser un maldito ermitaño. ¡Jah! Ermitaño él, ni de broma. Ya no volvería a repetir lo de Juliet, y para eso debía ser mucho más cruel en sus acciones, y desde luego, elecciones. La bestia había salido como tuvo que haberlo hecho desde hace siglos y...
¡Vale! Se había desviado. Tanta fue su distracción, que casi olvida que estaba en medio de un salón intentando enseñar a alguien a bailar. Lo único que atinó a hacer, después de su ofuscación mental, fue sonreír. Y no, no lo hizo de buena gana, sino con burla, malicia, ¡que seguía siendo un patán! Y habría seguido con ello, de no ser por otro pisotón más.
—¿Por qué demonios no te enseñó a bailar antes? —preguntó de inmediato, casi gruñendo—. Y no, no soy amable, no me gusta serlo y no lo seré jamás —sentenció, casi dirigiéndoles una mirada de pocos amigos a las estiradas que empezaban a burlarse de ellos. No, de ella. Lástima que el dolor de cabeza no las iba a dejar pensar en sus comentarios despectivos. Ventajas de ser vampiro—. Y no es cuestión de bailar bien... ¡Olvídalo! Sólo sigue mis pasos, sin pisarme esta vez, por favor. Gracias, de nada.
Irónico en todo el amplio sentido de la palabra, pero también traicionero. Y justo, cuando la música (por fin) llegó a su final, Edric no se separó de Roxanne, sino que afianzó más el agarre de su cintura y la apegó completamente a su cuerpo, sin ninguna clase de pudor.
—También sé hacer bien otras cosas, aparte de bailar —murmuró, mientras le guiñaba el ojo y rompiendo toda la tensión del momento, decidió hacer algo que de seguro le ganaría una bofetada: la besó.
Claro, a diferencia de ella, él sí tenía una reputación que cuidar, y no por las apariencias, sino por lo que estas le proporcionaban para sus tan particulares misiones. Pero, ¿y ya qué iba a hacer a esas alturas? Terminar con lo que había empezado, ya luego buscaría la manera de vengarse o de arreglar las cosas con quienes debía, no lo tenía muy claro. Aunque, si lo pensaba detenidamente, ¿él mismo no se había buscado eso por su insana necesidad de fastidiar? ¡Un puñetazo en su estómago por idiota! Y ni hablar de los malos gustos... Porque por esos casi terminaba muy mal, y de no ser por su sire y Malacoda, de seguro se habría condenado a ser un maldito ermitaño. ¡Jah! Ermitaño él, ni de broma. Ya no volvería a repetir lo de Juliet, y para eso debía ser mucho más cruel en sus acciones, y desde luego, elecciones. La bestia había salido como tuvo que haberlo hecho desde hace siglos y...
¡Vale! Se había desviado. Tanta fue su distracción, que casi olvida que estaba en medio de un salón intentando enseñar a alguien a bailar. Lo único que atinó a hacer, después de su ofuscación mental, fue sonreír. Y no, no lo hizo de buena gana, sino con burla, malicia, ¡que seguía siendo un patán! Y habría seguido con ello, de no ser por otro pisotón más.
—¿Por qué demonios no te enseñó a bailar antes? —preguntó de inmediato, casi gruñendo—. Y no, no soy amable, no me gusta serlo y no lo seré jamás —sentenció, casi dirigiéndoles una mirada de pocos amigos a las estiradas que empezaban a burlarse de ellos. No, de ella. Lástima que el dolor de cabeza no las iba a dejar pensar en sus comentarios despectivos. Ventajas de ser vampiro—. Y no es cuestión de bailar bien... ¡Olvídalo! Sólo sigue mis pasos, sin pisarme esta vez, por favor. Gracias, de nada.
Irónico en todo el amplio sentido de la palabra, pero también traicionero. Y justo, cuando la música (por fin) llegó a su final, Edric no se separó de Roxanne, sino que afianzó más el agarre de su cintura y la apegó completamente a su cuerpo, sin ninguna clase de pudor.
—También sé hacer bien otras cosas, aparte de bailar —murmuró, mientras le guiñaba el ojo y rompiendo toda la tensión del momento, decidió hacer algo que de seguro le ganaría una bofetada: la besó.
Edric della Rovere- Vampiro Clase Alta
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Re: Dark Waltz — Privado
Aquel vampiro cometido el peor error de su vida al decidir que era una buena idea tratar de torturar a Roxanne sacándola a bailar, pues no solo ella estaba quedando en mal, sino que él también. Los pies de la licántropo parecían buscar de manera deliberada los de Edric, algo que de haber tratado de hacer ella de manera intencional, no hubiera logrado conseguir con tanta certeza y perfección. Las miradas burlonas sobre ellos la llevaron sonrojarse y observar al pecho de Edric en un intento de evadir las miradas ajenas y por sobre todo, la del inmortal a quien estaba dejando en ridículo.
– Lo lamento tanto… – susurró aquellas palabras antes de comenzar a pensar en que era lo que debía hacer para poder seguir el paso del vampiro.
Para la Aimerich aquel baile estaba significando toda una pesadilla. Sabía que estaba dejando en mal a Olivia, quien seguramente no tendría problema alguno en perdonarle. De hecho, era quizás la idea de dejar en ridículo a Edric, de volverlo el motivo de las burlas, lo que más pesaba en el alma de la licántropo. Fue por esa culpabilidad que sentía en lo profundo de su pecho, lo que la llevó a no responder de una manera tan grosera a la pregunta hecha por él.
– No me enseño porque le dije que no bailaría, trataría de charlar con la gente pero rechazaría amablemente sus invitaciones de baile – levantó entonces la vista hasta toparse con la del vampiro – por eso te dije que esto no era buena idea, pero eres un terco – y tras decir eso fue que se le ocurrió que quizás pegando más su cuerpo al de él, podría intuir mucho mejor sus pasos, como si en lugar de bailar estuviera en pleno campo de batalla – Me doy cuenta de que no eres amable y que no lo serás nunca, así que puedes abstenerte de recordármelo – y entonces guardo silencio, dejando que su cuerpo fuera guiado por los movimientos de Edric.
Poco a poco la licántropo parecía estar tomando el ritmo de Edric. Su cuerpo comenzaba a moverse con mayor fluidez y hasta parecía ser que de verdad sabía bailar y que sus tropiezos iniciales, no eran más que un efecto causado por la presencia masculina del vampiro que la acompañaba en aquel baile. Una sonrisa ligera apareció en los labios de Roxanne al intuir que era precisamente aquella idea tonta la que rondaba la cabeza de muchas mujeres y hombres que los observaban mientras se movían por la pista.
Si bien la Aimerich ya comenzaba a descubrir como era bailar, agradeció que la canción llegara a su fin y finalmente pudiera alejarse de aquel hombre que tanto mal le había hecho ya por una noche.
– Finalmente termino – aseguró, tratando de dar un paso hacía atrás para separarse del cuerpo ajeno, siendo ese el momento en que noto como la mano que rodeaba su cintura se volvió más intenso, al punto de que su cuerpo acabo mucho más cerca del vampiro. Los ojos confundidos de la licántropo se posaron sobre los del inmortal, quien tras decir que era bueno haciendo muchas otras cosas, le guió un ojo y acto seguido la besó.
Durante un par de segundos Roxanne no fue consciente de que era lo que sucedía, siendo el latido acelerado de su corazón, las exclamaciones de sorpresa alrededor de ella y los labios fríos de Edric sobre los suyos los que le dieron la respuesta. En un primer momento, cuando fue consciente de lo que acontecía, tuvo el impulso de empujarlo, golpearlo y decirle que era un estúpido. Tanto así era su impulso, que sus manos lograron apoyarse sobre los hombros masculinos pero antes de ser capaz de empujarle, recordó que se hallaban en un lugar público, un lugar donde ella ya había hecho quedar mal al della Rovere y por una vez, ya había sido suficiente. Con inseguridad pero no del todo desagrado, la licántropo rodeo el cuello del vampiro, afianzándose a él y devolviéndole el beso.
Una nueva exclamación de sorpresa fue la que la llevó a separarse de él. Sus ojos observaban con molestia al vampiro, pero sus mejillas se encontraban sonrojadas.
– Besar es algo de lo que haces bien – susurró antes de dar un beso más fugaz a los labios del vampiro – pero no vuelvas a besarme, porque la próxima vez que lo hagas no me importara si estamos en público, te arrancare la lengua.
– Lo lamento tanto… – susurró aquellas palabras antes de comenzar a pensar en que era lo que debía hacer para poder seguir el paso del vampiro.
Para la Aimerich aquel baile estaba significando toda una pesadilla. Sabía que estaba dejando en mal a Olivia, quien seguramente no tendría problema alguno en perdonarle. De hecho, era quizás la idea de dejar en ridículo a Edric, de volverlo el motivo de las burlas, lo que más pesaba en el alma de la licántropo. Fue por esa culpabilidad que sentía en lo profundo de su pecho, lo que la llevó a no responder de una manera tan grosera a la pregunta hecha por él.
– No me enseño porque le dije que no bailaría, trataría de charlar con la gente pero rechazaría amablemente sus invitaciones de baile – levantó entonces la vista hasta toparse con la del vampiro – por eso te dije que esto no era buena idea, pero eres un terco – y tras decir eso fue que se le ocurrió que quizás pegando más su cuerpo al de él, podría intuir mucho mejor sus pasos, como si en lugar de bailar estuviera en pleno campo de batalla – Me doy cuenta de que no eres amable y que no lo serás nunca, así que puedes abstenerte de recordármelo – y entonces guardo silencio, dejando que su cuerpo fuera guiado por los movimientos de Edric.
Poco a poco la licántropo parecía estar tomando el ritmo de Edric. Su cuerpo comenzaba a moverse con mayor fluidez y hasta parecía ser que de verdad sabía bailar y que sus tropiezos iniciales, no eran más que un efecto causado por la presencia masculina del vampiro que la acompañaba en aquel baile. Una sonrisa ligera apareció en los labios de Roxanne al intuir que era precisamente aquella idea tonta la que rondaba la cabeza de muchas mujeres y hombres que los observaban mientras se movían por la pista.
Si bien la Aimerich ya comenzaba a descubrir como era bailar, agradeció que la canción llegara a su fin y finalmente pudiera alejarse de aquel hombre que tanto mal le había hecho ya por una noche.
– Finalmente termino – aseguró, tratando de dar un paso hacía atrás para separarse del cuerpo ajeno, siendo ese el momento en que noto como la mano que rodeaba su cintura se volvió más intenso, al punto de que su cuerpo acabo mucho más cerca del vampiro. Los ojos confundidos de la licántropo se posaron sobre los del inmortal, quien tras decir que era bueno haciendo muchas otras cosas, le guió un ojo y acto seguido la besó.
Durante un par de segundos Roxanne no fue consciente de que era lo que sucedía, siendo el latido acelerado de su corazón, las exclamaciones de sorpresa alrededor de ella y los labios fríos de Edric sobre los suyos los que le dieron la respuesta. En un primer momento, cuando fue consciente de lo que acontecía, tuvo el impulso de empujarlo, golpearlo y decirle que era un estúpido. Tanto así era su impulso, que sus manos lograron apoyarse sobre los hombros masculinos pero antes de ser capaz de empujarle, recordó que se hallaban en un lugar público, un lugar donde ella ya había hecho quedar mal al della Rovere y por una vez, ya había sido suficiente. Con inseguridad pero no del todo desagrado, la licántropo rodeo el cuello del vampiro, afianzándose a él y devolviéndole el beso.
Una nueva exclamación de sorpresa fue la que la llevó a separarse de él. Sus ojos observaban con molestia al vampiro, pero sus mejillas se encontraban sonrojadas.
– Besar es algo de lo que haces bien – susurró antes de dar un beso más fugaz a los labios del vampiro – pero no vuelvas a besarme, porque la próxima vez que lo hagas no me importara si estamos en público, te arrancare la lengua.
Roxanne Aimerich- Licántropo Clase Baja
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Re: Dark Waltz — Privado
La victoria... ¿era suya acaso? Quizá su arrogante ego lo consideraba de ese modo, pero una parte suya le decía que no debería estar tan seguro; que no estaba lidiando con una mujer corriente; que a él le encantaban los retos. Ciertamente, por esa razón, es que seguía empeñado en fastidiarla e incordiarla con su pesada forma de lidiar con los demás. Y no lo negaba, porque su propósito de existencia era justamente ese, así que siempre sería de ese modo. Él no tenía que camb iar su actitud, el mundo era quien tenía que hacerlo. Tan fácil y sencillo, fácilmente comprensible para todos, ¿quién tendría alguna objeción al respecto? De seguro muchos estarían en contra, ¿y a él le importaba? En lo más mínimo... Y se estaba desviando en pensamientos irrelevantes, sobre todo por haber observado a cada invitado de manera disimulada. Luego se centró en Roxanne, y sonrió, descarado como él sólo podía hacerlo.
—¿Debería amenazarte yo también? Digo, me regresaste el beso, y bueno, podría sentirme ofendido por eso —se burló. Lo hizo adrede, por supuesto. Bien sabía que ella no iba a hacer demasiado estando así en frente de todos. Sino, ¡qué vergüenza para la familia Van Aldin!—. Pero sabes... tampoco eres buena en eso. Eres, ¿cómo decirlo? ¿Una insípida? Es como comer un pan. Y mira que yo no como esas cosas, no las necesito a estas alturas...
Sonrió, dejando entrever esa perfecta dentadura; esos colmillos afilados, letales para quienes se convertían en su presa. Sin embargo, y como ya su misión estaba cumplida, decidió que era momento de retirarse del salón, y hacerlo junto con ella, por esa prácticamente la arrastró a un lugar mucho más discreto.
—Tengo mis dudas —habló, mientras observaba fijamente el movimiento del vino en la copa que habia aceptado por pura cortesía—. ¿Por qué te escogió Olivia? ¿De dónde saliste exactamente, Aimerich? Digo, conozco a los Van Aldin, y no son de esos lobos salvajes, apestosos, que se comportan como unas verdaderas bestias sin tener que estar bajo la influencia del plenilunio. No, los Van Aldin están por encima de eso. Me recuerdan a un amigo poco querido, al que me tengo que aguantar —dejó escapar una risa breve, e irónica por completo—. No siempre se escoge a los hermanos. Es una lástima... ¿No lo crees?
Sí, quizá terminaría golpeado, ¿y qué? Valdría la pena. O tal vez no, no terminaría con una bofetada, porque sus palabras pudieron causar el efecto deseado en ella, como bien era su intención desde que soltó esos comentarios. Aunque pudiera considerarse algo al azar, no fue así, midió exactamente lo que quería decir.
—¿Qué? ¿Por qué tan callada? Sólo ando buscando una conversación agradable, afable... Como se supone hace la gente normal. Bueno, ya sé, nosotros no somos tan normales, pero, ¿y eso qué? Igual podemos fingir serlo, puede ser tan divertido como aburrido. Quién sabe. Odio las probabilidades y las ciencias inexactas. ¿Y tú qué? —soltó. Pudo sonar burlón en un principio, pero después no, en realidad parecía interesado, o tal vez no. Con Edric nunca se sabía.
—¿Debería amenazarte yo también? Digo, me regresaste el beso, y bueno, podría sentirme ofendido por eso —se burló. Lo hizo adrede, por supuesto. Bien sabía que ella no iba a hacer demasiado estando así en frente de todos. Sino, ¡qué vergüenza para la familia Van Aldin!—. Pero sabes... tampoco eres buena en eso. Eres, ¿cómo decirlo? ¿Una insípida? Es como comer un pan. Y mira que yo no como esas cosas, no las necesito a estas alturas...
Sonrió, dejando entrever esa perfecta dentadura; esos colmillos afilados, letales para quienes se convertían en su presa. Sin embargo, y como ya su misión estaba cumplida, decidió que era momento de retirarse del salón, y hacerlo junto con ella, por esa prácticamente la arrastró a un lugar mucho más discreto.
—Tengo mis dudas —habló, mientras observaba fijamente el movimiento del vino en la copa que habia aceptado por pura cortesía—. ¿Por qué te escogió Olivia? ¿De dónde saliste exactamente, Aimerich? Digo, conozco a los Van Aldin, y no son de esos lobos salvajes, apestosos, que se comportan como unas verdaderas bestias sin tener que estar bajo la influencia del plenilunio. No, los Van Aldin están por encima de eso. Me recuerdan a un amigo poco querido, al que me tengo que aguantar —dejó escapar una risa breve, e irónica por completo—. No siempre se escoge a los hermanos. Es una lástima... ¿No lo crees?
Sí, quizá terminaría golpeado, ¿y qué? Valdría la pena. O tal vez no, no terminaría con una bofetada, porque sus palabras pudieron causar el efecto deseado en ella, como bien era su intención desde que soltó esos comentarios. Aunque pudiera considerarse algo al azar, no fue así, midió exactamente lo que quería decir.
—¿Qué? ¿Por qué tan callada? Sólo ando buscando una conversación agradable, afable... Como se supone hace la gente normal. Bueno, ya sé, nosotros no somos tan normales, pero, ¿y eso qué? Igual podemos fingir serlo, puede ser tan divertido como aburrido. Quién sabe. Odio las probabilidades y las ciencias inexactas. ¿Y tú qué? —soltó. Pudo sonar burlón en un principio, pero después no, en realidad parecía interesado, o tal vez no. Con Edric nunca se sabía.
Edric della Rovere- Vampiro Clase Alta
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Re: Dark Waltz — Privado
Todo terminaba junto con la melodía, junto con el beso; ahora solo quedarían las consecuencias de aquel acto. ¿Qué pensarían ahora las personas que les observaban de manera tan fija? Roxanne mantenía sus ojos fijos sobre el rostro del vampiro y su descarada sonrisa, aún así, podía ver a la periferia la manera en que otros invitados los señalaban y de hecho, si se concentraba lo suficiente podía escuchar algunos comentarios respecto a ellos y la pareja que formaban. Una mueca de completo desagrado apareció en el rostro de la licántropo, quien no podía imaginarse formando pareja al lado de un vampiro y mucho menos de uno con el temperamento de Edric.
– ¿Sentirte tú ofendido? – rodó los ojos de manera inevitable – Tuve que corresponder el beso para no hacerte quedar en mal – desvió su mirada de él – No es como si haya querido besarte o algo así, lo hice por el bien del clan – Efectivamente, aquel fue el motivo principal pero también había existido algo más, algo que no pensaba admitir nunca.
Abruptamente, Roxanne miró una vez más al vampiro con el rostro enrojecido de la vergüenza y la ira. ¿Qué era una insípida? ¿Qué no era buena besando?... ¿Cómo se atrevía a decirle aquello?. Los insultos se a galoparon en los labios de Roxanne, quién tuvo que hacer un esfuerzo tremendo para no acabar gritando todo lo que le pasaba por la mente en esos momentos, siendo ese el motivo por el que solamente termino balbuceando un par de palabras antes de volver a guardar silencio completamente. Ella no necesitaba que le dijeran que era una insípida, una mujer poco atractiva e inexperimentada; todo eso ya lo sabía. Para la licántropo, su vida siempre había sido complicada, carente de feminismo o contacto romántico con el sexo opuesto. Roxanne, criada por un hombre duro que gustaba de tratarla como un soldado más de su clan en lugar de su hija, solo había conocido el efecto gracias a su primer líder, Dacian a quien una única vez beso, siendo esa su primera y última experiencia en aquel ámbito; sin embargo, para Edric que no conocía nada de ella, resultaba fácil emitir juicios y fue precisamente el juicio que él daba lo que hizo que Roxanne se girase y diera un par de pasos para alejarse de él.
La Aimerich dio solamente tres pasos antes de ser abordada nuevamente por della Rovere, que la guió hasta un sitio apartado de la pista de baile. Por lo menos lejos de la pista, ella se sentía más segura aunque no más cómoda, pues el vampiro que caminaba a su lado y que tomaba de la bandeja de un mesero un poco de vino, insistía en seguir hablando. La ausencia de respuesta por parte de la licántropo, así como su inexpresivo rostro, obligaron a Edric a ejercer un poco más de presión, misma que termino por hacer que la loba se pusiera frente a él.
– ¿Quieres que finja ser normal? ¿Quieres de verdad descubrir si actuar de esa manera puede ser divertido? Pues bien – soltó con tono molesto antes de proceder a responder a las primeras preguntas hechas por el vampiro. Las respuestas a aquellas interrogantes no resultaban agradables para Roxanne, pero, ¿Qué más daba? Seguramente Edric acabaría por descubrir la verdad, ya fuera de sus labios o de otros – Olivia no me escogió, yo fui quien le pidió que me acogiera en su clan porque mi situación de vida en el mío se había vuelto insostenible – cruzó los brazos a la altura de su pecho para darse más fuerza a si misma – Y si, yo soy una de esos lobos salvajes y apestosos. Fui obligada a volverme de esa manera a base de golpes gracias a que al igual que tú, no pude escoger a mi familia – tomó una respiración profunda – lo cual si es una lástima... ¿Feliz de nuestra conversación normal?– entonces guardo silencio porque sentía que no podía decir nada más sin terminar quebrándose. Hacía años que no mencionaba nada de su familia y que no pensaba en la manera tan cruel en que su padre la trataba.
– ¿Sentirte tú ofendido? – rodó los ojos de manera inevitable – Tuve que corresponder el beso para no hacerte quedar en mal – desvió su mirada de él – No es como si haya querido besarte o algo así, lo hice por el bien del clan – Efectivamente, aquel fue el motivo principal pero también había existido algo más, algo que no pensaba admitir nunca.
Abruptamente, Roxanne miró una vez más al vampiro con el rostro enrojecido de la vergüenza y la ira. ¿Qué era una insípida? ¿Qué no era buena besando?... ¿Cómo se atrevía a decirle aquello?. Los insultos se a galoparon en los labios de Roxanne, quién tuvo que hacer un esfuerzo tremendo para no acabar gritando todo lo que le pasaba por la mente en esos momentos, siendo ese el motivo por el que solamente termino balbuceando un par de palabras antes de volver a guardar silencio completamente. Ella no necesitaba que le dijeran que era una insípida, una mujer poco atractiva e inexperimentada; todo eso ya lo sabía. Para la licántropo, su vida siempre había sido complicada, carente de feminismo o contacto romántico con el sexo opuesto. Roxanne, criada por un hombre duro que gustaba de tratarla como un soldado más de su clan en lugar de su hija, solo había conocido el efecto gracias a su primer líder, Dacian a quien una única vez beso, siendo esa su primera y última experiencia en aquel ámbito; sin embargo, para Edric que no conocía nada de ella, resultaba fácil emitir juicios y fue precisamente el juicio que él daba lo que hizo que Roxanne se girase y diera un par de pasos para alejarse de él.
La Aimerich dio solamente tres pasos antes de ser abordada nuevamente por della Rovere, que la guió hasta un sitio apartado de la pista de baile. Por lo menos lejos de la pista, ella se sentía más segura aunque no más cómoda, pues el vampiro que caminaba a su lado y que tomaba de la bandeja de un mesero un poco de vino, insistía en seguir hablando. La ausencia de respuesta por parte de la licántropo, así como su inexpresivo rostro, obligaron a Edric a ejercer un poco más de presión, misma que termino por hacer que la loba se pusiera frente a él.
– ¿Quieres que finja ser normal? ¿Quieres de verdad descubrir si actuar de esa manera puede ser divertido? Pues bien – soltó con tono molesto antes de proceder a responder a las primeras preguntas hechas por el vampiro. Las respuestas a aquellas interrogantes no resultaban agradables para Roxanne, pero, ¿Qué más daba? Seguramente Edric acabaría por descubrir la verdad, ya fuera de sus labios o de otros – Olivia no me escogió, yo fui quien le pidió que me acogiera en su clan porque mi situación de vida en el mío se había vuelto insostenible – cruzó los brazos a la altura de su pecho para darse más fuerza a si misma – Y si, yo soy una de esos lobos salvajes y apestosos. Fui obligada a volverme de esa manera a base de golpes gracias a que al igual que tú, no pude escoger a mi familia – tomó una respiración profunda – lo cual si es una lástima... ¿Feliz de nuestra conversación normal?– entonces guardo silencio porque sentía que no podía decir nada más sin terminar quebrándose. Hacía años que no mencionaba nada de su familia y que no pensaba en la manera tan cruel en que su padre la trataba.
Roxanne Aimerich- Licántropo Clase Baja
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Re: Dark Waltz — Privado
Complacido, esa era la palabra exacta para describirse a sí mismo en ese momento. Las reacciones de Roxanne le divertían, por lo que, fastidiarla con temas fuera de contexto, era algo que, sin duda, le divertía. Al menos podía permitirse encontrar un poco de entretenimiento en un lugar como ese, porque la mayor parte del tiempo solían ser reuniones aburridas, con personas huecas, con cero setido común, y eso le agobiaba, no podía engañarse así nada más. Luego estaba el otro puñado de imbéciles que ambicionaban esos cargos como moscas, terminando en situaciones verdaderamente lamentables. Se convertían, incluso, en los títeres de los más inteligentes, aquellos que ni consideraban relacionarse con cualquiera, y mucho menos, asistían a eventos tan sosos.
Entonces, ¿qué hacía él ahí? Ah, cierto, molestar a alguien, porque sino ya se habría largado desde hacía bastante rato. Pero como aquella muchacha había conseguido atraer su atención, pues ahí seguía, haciendo de las suyas. Inclusive la condujo hacia un lugar apartado, lejos de todo aquel desastre que se esparcía por el gran salón en donde se llevaba a cabo al reunión. Y fue una decisión acertada, a juzgar por las respuestas obtenidas por ella, de seguro iba a obtener más gruñidos así, ¡y tanto que le hacía sentir triunfal! Era como un maldito crío al que no se le puede controlar con facilidad.
Roxanne lo sabía, se había dado cuenta a tiempo, pero tampoco era como si pudiera quitárselo de encima con facilidad. Para su desgracia, Edric solía ser un pesado en proporciones cósmicas, por lo que no resultaba nada sencillo distraerlo con otra cosa que no fuera su objetivo. El problema vendría cuando él dejara de enfocarse en ese algo, porque lo desecharía con una facilidad muy frívola.
—Con ese genio, a cualquiera se le hace insoportable. Oh, ¡espera! ¿Ellos también tenían ese mal genio? Con razón, que gran dolor de cabeza. Que estresante ha de ser vivir con puros amargados. Ahora entiendo las razones de Olivia —habló, burlón, como si entrar en cuestiones emocionales y empáticas le resultara como ascender una colina intrincada. Bueno, seguía siendo un demonio, ¿no?—. Ya que estás con ella, deberías aprender de su comportamiento mesurado, así que quizás consigas quitarte esa mala cara de siempre. Digo, ya que abandonaste a los otros salvajes, puedes empezar a civilizarte, no sé, digo yo...
Lanzó aquel dardo, sin ningún tipo de consideración. Era un tipo poco dado a los afectos; Alichino era quien realmente mandaba esa noche. Para entrever la verdadera esencia de Edric, para eso faltaba demasiado. Y la única que consiguió hacerlo... Murió.
Entonces alzó un dedo y lo colocó sobre los labios de la muchacha. Fue una acción inesperada, pero así era él, errático en algún punto.
—No digas más de tu familia, ¿quieres? No me gustaría que me arruinaras la velada con sentimentalismos. Si lo harás, entonces avísame para largarme lo antes posible, Aimerich. No estoy dispuesto a ser el consejero de nadie esta noche —explicó, despreocupado, sabiendo que a ella le afectaría, pero sabiendo también que podría mostrarse más fuerte. Sería una lástima que terminara desmoronándose por cualquier tontería—. Me parece que he logrado callarte, más de lo que creí que podría. A veces soy fascinante, lo sé, es imposible no amarme por esas cosas, ¿no lo crees? ¡Vamos! ¿Te comió la lengua el gato? Ya deja la mala cara, Roxanne, ¿quieres? Me agotas cuando haces eso, y no quisiera aburrirme de ti.
Entonces, ¿qué hacía él ahí? Ah, cierto, molestar a alguien, porque sino ya se habría largado desde hacía bastante rato. Pero como aquella muchacha había conseguido atraer su atención, pues ahí seguía, haciendo de las suyas. Inclusive la condujo hacia un lugar apartado, lejos de todo aquel desastre que se esparcía por el gran salón en donde se llevaba a cabo al reunión. Y fue una decisión acertada, a juzgar por las respuestas obtenidas por ella, de seguro iba a obtener más gruñidos así, ¡y tanto que le hacía sentir triunfal! Era como un maldito crío al que no se le puede controlar con facilidad.
Roxanne lo sabía, se había dado cuenta a tiempo, pero tampoco era como si pudiera quitárselo de encima con facilidad. Para su desgracia, Edric solía ser un pesado en proporciones cósmicas, por lo que no resultaba nada sencillo distraerlo con otra cosa que no fuera su objetivo. El problema vendría cuando él dejara de enfocarse en ese algo, porque lo desecharía con una facilidad muy frívola.
—Con ese genio, a cualquiera se le hace insoportable. Oh, ¡espera! ¿Ellos también tenían ese mal genio? Con razón, que gran dolor de cabeza. Que estresante ha de ser vivir con puros amargados. Ahora entiendo las razones de Olivia —habló, burlón, como si entrar en cuestiones emocionales y empáticas le resultara como ascender una colina intrincada. Bueno, seguía siendo un demonio, ¿no?—. Ya que estás con ella, deberías aprender de su comportamiento mesurado, así que quizás consigas quitarte esa mala cara de siempre. Digo, ya que abandonaste a los otros salvajes, puedes empezar a civilizarte, no sé, digo yo...
Lanzó aquel dardo, sin ningún tipo de consideración. Era un tipo poco dado a los afectos; Alichino era quien realmente mandaba esa noche. Para entrever la verdadera esencia de Edric, para eso faltaba demasiado. Y la única que consiguió hacerlo... Murió.
Entonces alzó un dedo y lo colocó sobre los labios de la muchacha. Fue una acción inesperada, pero así era él, errático en algún punto.
—No digas más de tu familia, ¿quieres? No me gustaría que me arruinaras la velada con sentimentalismos. Si lo harás, entonces avísame para largarme lo antes posible, Aimerich. No estoy dispuesto a ser el consejero de nadie esta noche —explicó, despreocupado, sabiendo que a ella le afectaría, pero sabiendo también que podría mostrarse más fuerte. Sería una lástima que terminara desmoronándose por cualquier tontería—. Me parece que he logrado callarte, más de lo que creí que podría. A veces soy fascinante, lo sé, es imposible no amarme por esas cosas, ¿no lo crees? ¡Vamos! ¿Te comió la lengua el gato? Ya deja la mala cara, Roxanne, ¿quieres? Me agotas cuando haces eso, y no quisiera aburrirme de ti.
Edric della Rovere- Vampiro Clase Alta
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Re: Dark Waltz — Privado
Detestaba en gran medida ser incapaz de relacionarse con otros de manera normal, odiaba además la manera en que cada vez que trataba de acercarse a alguien pensaba únicamente en el rechazo que durante años experimento al lado de su padre, así como después pasaba a recordar el rechazó final de Dacian que la llevará a alejarse de aquel clan y pedir un lugar al lado de los Van Aldin; más aquella noche no sentía despreció por su pasado, no, esa noche sentía despreció por el individuo que estaba exponiéndola en todas las maneras posibles.
Edric aparecía esa noche frente a ella para recordarle con acciones sencillas y preguntas simples que aquel no era un lugar para ella, que era una salvaje que no tenía nada de valor que ofrecer al clan de Olivia o alguna otra persona que experimentara la curiosidad de conocerla y aunque trato de poner algo de distancia entre ella y el vampiro, della Rovere encontró una vez más la manera de mantenerse cerca de ella y traer al presente los demonios del pasado de Roxanne.
Así pues, llenándose de valor y con la mirada fija en la del vampiro, la licántropo menciono un poco de su pasado así como de la familia que no pudo escoger y por un breve segundo, ingenuamente creyó que encontraría comprensión en los oscuros ojos del inmortal que la observaba. Para fortuna de Roxanne, fueron las palabras frías, distantes, carentes de empatía y llenas de burla de Edric las que hicieron que la opresión que sentía en el pecho se desvaneciera y en su lugar, apareciera una vez más la ira.
La Aimerich contuvo apenas el impulso de estampar su mano sobre la mejilla de Edric y fue un suspiró seguido de una mirada molesta lo que hizo evidente su frustración.
– No tengo mal genio con todos los que me rodean, de hecho es algo que únicamente reservó para nuestros encuentros, a ver si viendo mi cara de pocos amigos te das cuenta de que no te quiero cerca – gruñó ligeramente después de escuchar como aquel chupasangre mencionaba tan casualmente a Olivia – y deja de hablar de Olivia como si supieras lo que pasa por su mente – hizo una pausa antes de añadir – aunque pensándolo mejor, deberías dejar de creer que sabes que es lo que pasa por la mente de todos – la verdad es que Roxanne desconocía las habilidades de aquel inmortal, así que se arriesgaba al creer que no poseía la capacidad de husmear en su mente y descubrir sus secretos.
– ¿Es en serio? – preguntó tras golpear el dedo del vampiro que se posaba sobre sus labios – Tú fuiste el que dijo que quería una conversación normal y ahora te quejas – cruzó las brazos a la altura del pecho y desvió su mirada – Eres increíble Edric y no en un sentido agradable – entonces guardo silencio. Se encontraba molesta por la manera en que aquel hombre apareció para poner su velada de cabeza y volver aquella sencilla encomienda un verdadero infierno para la loba. Palabras continuaban saliendo de los labios de Edric, palabras que ya no estaba muy segura de querer seguir escuchando, por eso fue que sin aviso alguno, estiro su mano para tomar una copa de una de las charolas que llevaba un mesero y sin siquiera tomar sabor a la burbujeante bebida, la Aimerich terminó por beberse todo el contenido – Si te quedaras callado todo el tiempo, definitivamente sería sencillo amarte – soltó de golpe antes de buscar con la mirada a un nuevo mesero – pero como eso es imposible, no me queda más opción que odiarte – la mano de Roxanne se estiró entonces para sujetar la de Edric y con una sonrisa en los labios dejó en su mano la copa vacía antes de encaminarse ella hasta donde el mesero y tomar una nueva copa que al igual que la anterior, termino por beber de golpe.
Edric aparecía esa noche frente a ella para recordarle con acciones sencillas y preguntas simples que aquel no era un lugar para ella, que era una salvaje que no tenía nada de valor que ofrecer al clan de Olivia o alguna otra persona que experimentara la curiosidad de conocerla y aunque trato de poner algo de distancia entre ella y el vampiro, della Rovere encontró una vez más la manera de mantenerse cerca de ella y traer al presente los demonios del pasado de Roxanne.
Así pues, llenándose de valor y con la mirada fija en la del vampiro, la licántropo menciono un poco de su pasado así como de la familia que no pudo escoger y por un breve segundo, ingenuamente creyó que encontraría comprensión en los oscuros ojos del inmortal que la observaba. Para fortuna de Roxanne, fueron las palabras frías, distantes, carentes de empatía y llenas de burla de Edric las que hicieron que la opresión que sentía en el pecho se desvaneciera y en su lugar, apareciera una vez más la ira.
La Aimerich contuvo apenas el impulso de estampar su mano sobre la mejilla de Edric y fue un suspiró seguido de una mirada molesta lo que hizo evidente su frustración.
– No tengo mal genio con todos los que me rodean, de hecho es algo que únicamente reservó para nuestros encuentros, a ver si viendo mi cara de pocos amigos te das cuenta de que no te quiero cerca – gruñó ligeramente después de escuchar como aquel chupasangre mencionaba tan casualmente a Olivia – y deja de hablar de Olivia como si supieras lo que pasa por su mente – hizo una pausa antes de añadir – aunque pensándolo mejor, deberías dejar de creer que sabes que es lo que pasa por la mente de todos – la verdad es que Roxanne desconocía las habilidades de aquel inmortal, así que se arriesgaba al creer que no poseía la capacidad de husmear en su mente y descubrir sus secretos.
– ¿Es en serio? – preguntó tras golpear el dedo del vampiro que se posaba sobre sus labios – Tú fuiste el que dijo que quería una conversación normal y ahora te quejas – cruzó las brazos a la altura del pecho y desvió su mirada – Eres increíble Edric y no en un sentido agradable – entonces guardo silencio. Se encontraba molesta por la manera en que aquel hombre apareció para poner su velada de cabeza y volver aquella sencilla encomienda un verdadero infierno para la loba. Palabras continuaban saliendo de los labios de Edric, palabras que ya no estaba muy segura de querer seguir escuchando, por eso fue que sin aviso alguno, estiro su mano para tomar una copa de una de las charolas que llevaba un mesero y sin siquiera tomar sabor a la burbujeante bebida, la Aimerich terminó por beberse todo el contenido – Si te quedaras callado todo el tiempo, definitivamente sería sencillo amarte – soltó de golpe antes de buscar con la mirada a un nuevo mesero – pero como eso es imposible, no me queda más opción que odiarte – la mano de Roxanne se estiró entonces para sujetar la de Edric y con una sonrisa en los labios dejó en su mano la copa vacía antes de encaminarse ella hasta donde el mesero y tomar una nueva copa que al igual que la anterior, termino por beber de golpe.
Roxanne Aimerich- Licántropo Clase Baja
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