Magia en las penumbras [privado]

Hace largo tiempo atrás dejé de ser lo que alguna vez fui. Frente a mí se bifurcó el camino, mostrándome dos posibles senderos a seguir, tal y como lo hace una encrucijada en los momentos críticos de tu vida. Yo escogí el tenebroso, el de las sombras y los susurros y al hacerlo me convertí yo misma en una sombra, de forma tal que mientras más caminaba en la oscuridad con más facilidad comenzaba a ser parte de ella. Al hacerlo me percaté de algo, me gustaba fundirme con esa oscuridad, ser favorecida por Loki, quien volteó su mirada hacia mí y me fortaleció.  Me volví más certera, más precisa, tornándose aquella antigua Skadi en algo diferente.

Más con los dioses nunca el favorecimiento viene de gratis, los susurros me acompañaban, por momentos negándose a abandonarme, tironeaban de mí, deseando cerciorarse de que dejase de prestar atención a las risas alegres que por momentos me traían los ecos de mi pasado. Los susurros eran más fuertes, me seducían y me acompañaban cuando mataba a un nuevo encargo.

Siendo una asesina efectiva no era solo el rey de mi tierra quien me enviaba a misiones, otras personas también me contrataban y he aquí que la otra noche me encontraba precisamente ocupándome de un nuevo blanco. Estaba algo ido cuando lo encontré en su habitación. Mi mirada había notado una pequeña bolsa con algunas hojas de plantas que llevaban su mente en un placentero viaje a otro lado. Tuve que ser algo persuasiva para que se enfocara y me revelara como las había obtenido. Un par de horas después su atormentada voz acabo susurrándome un nombre y unas señas antes de que finalmente se ahogase en su propia sangre.

Lancé un par de dedos a un bote de basura y con una sonrisa en los labios di la media vuelta mientras introducía mi hallazgo en uno de mis bolsillos.

Cuatro noches después la luna se cernía sobre Paris algo descontenta. Había decidido no mostrarse del todo, lo cual producía un efecto lúgubre en las callejuelas, apenas iluminada por unos cuantos faroles, lo suficientemente distantes entre sí como para que los adoquines se tiñeran de negro.

Mis pesquisas me dirigieron a una taberna, una diferente a la que había visitado antes. Esta se encontraba en un área menos céntrica, menos distinguida, no por ello menos atrayente según noté al distinguir a algunos individuos empinando el codo en su entrada.

En cuanto alcancé la misma me detuve en el interior a escasos pasos de la puerta. Aún vestía como siempre lo hacía, con mis ropajes noruegos, llevando trenzas en el cabello y usando el delineador de ojos de  color negro que mantenía mi esencia y evocaba mis raíces. Sabía que la mayor parte de las personas me observaban con sorpresa, pero a mí me valía un bledo.

Unos segundos fueron todo lo que necesitaba. Una mirada nada más y supe que había encontrado a aquel al que buscaba. Lo decía su aspecto, distinto también al de los demás personajes de la taberna. Él se fundía con la penumbra en un extremo de la barra pero como si fuera parte de ella y esta le adornara. Las joyas que ataviaban sus dedos y su cuello, su aspecto inusual que distaba de gritar ordinario atrajo una sonrisa de reconocimiento a mis labios.

Me dirigí hacia él, tomando asiento en un taburete a su lado, llamé la atención del cantinero para que se acercase a tomar mi orden y mientras mi trago llegaba dirigí mi mirada hacia su persona. -Nada como un buen trago que caliente el interior y relaje la disposición. ¿No le parece?- Detuve mis ojos en los suyos. Si él era lo que yo pensaba, esta era para mí una noche afortunada.

Music.

Nunca fui una persona impresionable. Es decir, no al observar a alguien por primera vez. Quizás hubo un solo alguien en mi pasado que me había provocado una profunda impresión al conocerle, un niño de ojos pardos que habría de influir de forma decisiva en mi futuro y en el presente, el único que inadvertidamente había sacudido los cimientos de mis sombras en una época demasiado tardía.

Hubo algo diferente sin embargo esta vez, en ese rincón de seductoras penumbras, adonde una simple vela adquirió mayor luminosidad frente a mis ojos. Mi acercamiento hacia la mesa y el sentarme en el taburete, mientras lo hacía la música que se escuchaba en esa taberna se escuchó más vibrante y más envolvente. Hubiese jurado que de alguna forma me inducía a sentarme al lado de aquel hombre pensativo que se encontraba enfrascado en la escritura en un pequeño cuaderno y que apenas desprendía la mirada del mismo para tomar algo del líquido amarillo contenido en el vaso que se encontraba frente a él.

Lo observé intrigada mientras la melodía penetraba en mi fuero interno, produciéndome un hormigueo algo distinto al de la hidromiel que un par de minutos después el cantinero dejó en mis manos. Por un momento y por primera vez desde que me encontrase en este tipo de suelo, tan distinto al mío, mi pensamiento evocó la luminosidad de las hogueras alrededor de las cuales solía danzar en aquellos tiempos en los que mi único camino consistía en el acero y las batallas y mi único deseo era conservar la misma adrenalina cuando me encontrase el siguiente amanecer. Una sonrisa muy leve se abrió paso despacio en mis labios.

Ah, mi compañero de mesa respondió con un comentario que iba de la mano con lo que estaba pensando. -Fuego y guerra que arde, eso es cierto, pero no la única llama que se atisba en esta penumbra.- comenté con una semi sonrisa al mirarlo. La magia podía desprender un fuego muy intenso, uno que asemejara al de cientos de hogueras y que llevase inherente en ella su propia música. Aunque aún era pronto para adentrarme en tales elucubraciones, ni siquiera habían transcurrido cinco minutos cuando en mi perseveraba ya la idea de que él sabía exactamente de qué le estaba hablando.

Y fue así como sin darme cuenta de ello, por primera vez en mi vida de adulta, me sentí impresionada por la presencia de alguien, y para mi mayor sorpresa y desconcierto, no se trataba de un vikingo, aunque algo en mi interior me vaticinaba que era conocedor de las penumbras. Nunca antes tuve contacto con la magia, ni hubiera creído del todo en ella de no ser porque había visto lo imposible suceder unas semanas atrás.

Antes de responder tomé algo de licor. -Lo buscaba a usted Victor.- Mis dedos retuvieron la jarra mientras le observaba. -¿Le importa que lo llame por su nombre de pila? Como bien dice, sé su nombre, aunque ignoro como sabe que lo sé.- Ahora estaba algo sorprendida por el hecho de que dijera que me había visto antes.

-Pensé que era más discreta y ha tumbado esa percepción que tenía de mi misma.- bromeé con humor negro pero con renovada cordialidad, paseando distraídamente mi índice sobre la llama de la vela. -Tengo que cerciorarme de que algo que hasta hace poco creí imposible puede volverse posible y tornarse a mi favor. - Una sonrisa velada se asomó a mis labios al decirlo. -No es alguien fácil de encontrar, pero tampoco soy alguien fácil de disuadir y en este caso necesito de usted.- Muchas preguntas se presentaban en mi mente al contemplarlo. Un hombre de magia, mi mente algo escéptica que buscaba evidencia de que lo fuera y, de forma extraña, el mirarle a los ojos me confirmaba de alguna forma que si lo era.