Between nightmares and dreams [Privado]

Me acerqué a la mansión Dahan con una sonrisa torcida en la boca y mis ojos de hielo brillantes por la expectación, iba a divertirme un rato. Sabía que mi hermana estaba cazando, pero ese no era mi objetivo. Elora estaba en la casa, me lo dijo el ama de llaves tras un sencillo Dominatem. Me dejó entrar y hasta me sirvió un café con Baileys, mi bebida favorita. Pobres humanos, que fáciles eran de controlar. Di un pequeño silbido cuando observé la mansión. Aquellas dos se lo habían montado realmente bien.
Entré en el salón, las luces anaranjadas del atardecer me darían la cobertura perfecta para mi puesta en escena. Dejé el bulto alargado que llevaba colgado en el suelo, junto al sillón con reposabrazos y me senté allí a disfrutar de mi bebida tranquilamente. Podría acostumbrarme a esa vida. Crucé las piernas en la semioscuridad, aguardando a la llegada de la señora de la casa.

No tardó más de diez minutos. Elora entró en el salón buscando algo, por supuesto había ordenado a Jana, así creo que se llamaba, que no alertara de mi presencia en la casa. Sonreí dejando la taza en la mesita y entrelacé mis manos desde mi asiento. Sonreí de oreja a oreja dejando refulgir mis ojos helados, lo único que destacaba en aquel ambiente.
- Hola, Elora.

Jana y el ama de llaves habían sido dominadas por Stein, pero a quien no podía dominar el brujo era a sus espíritus centinelas que la habían avisado de su presencia. El hermano de Xaryne quería algo, y a la bruja le había costado unos minutos pensar con calma en esa delicada situación.

Xar la había alertado de lo hijo del mal que era su hermano, pero ella se resistía a creer que no quedase nada de amor ni compasión en aquel corazón. Vale, mató a Nahia y torturó a Xar, seguramente porque su odio y su vacío interior lo impulsaron a cometer semejantes atrocidades. Pero a Leif también lo empujaba su rabia y su odio... eran situaciones extremas. No iba a matarlo, no le correspondía a ella esa venganza, en cambio sí que iba a intentar sacarlo de su oscuridad. Si no lo conseguía, siempre lo podía liquidar la cazadora.

Se armó de coraje y antes de salir del despacho recitó un ensalmo de protección, agarró uno de sus botones y lo deslizó en el bolsillo. Tenía el tatuaje de mal de ojo, los entes protegiéndola y el hechizo de protección, todo ello interponiendo barreras contra Stein Ackerman y su inquietante visita. Debía hacerse la sorprendida y trató de actuar con naturalidad porque ese hombre captaba hasta los más leves matices.

— Stein... te presentí desde la escalera, pero no pensaba que tu atrevimiento llegase a tanto.— caminó por el salón hasta quedarse quieta tras una de las butacas en la que apoyó las manos. Lo miró fijamente.— ¿Cómo pudiste hacerlo? la mataste, destrozaste su vida y has vuelto a por más. ¿De verdad esto es lo que eres?

Solté una seca carcajada ante su discurso y me levante lentamente, con movimientos casi felinos. Cogí despacio el bulto que había traído y me acerqué lentamente a Elora, dejando la butaca en la que se apoyaba de por medio. Sonreí de lado y dejé que mis ojos fluctuaran ante los suyos, de hielo a celeste, a zafiro, de nuevo a orbes glaciales. Le recordarían a mi hermana y lo que pretendía era ponerla nerviosa. Por supuesto, había detectado a los entes nada más sentarme en el salón, tenía que admitir que la bruja estaba mejorando. Respondí a sus palabras:
- ¿A qué tanta hostilidad, querida? Todos tenemos un pasado y yo, como dije, sólo vengo en pos de reconciliarme con mi familia. - la sonrisa que acompañó a mis palabras era de todos menos afable... más bien algo inquietante. - Y como ofrenda de paz te entrego las katanas de nuestro padre, plata de primera calidad. Dáselas a mi hermana, si puedes hacerme el favor. Me iré de inmediato, por supuesto.

Le ofrecí las katanas a la bruja. En realidad, mi intención principal era poder tocar a Elora sin que se diese cuenta. No podría acceder a su mente desde la distancia con tanta protección espiritual rondándola, pero sí podría accediendo desde su piel a través de sus terminaciones nerviosas, ya que sus hechizos protectores se proyectaban como un escudo desde su cuerpo o detonados por acciones que el hechizo detectaba como "amenazadoras".
Pero un simple roce no era amenazador... y de esos truquitos y vacíos tácitos se servía mi magia. Elora fue a coger las katanas, pero en última instancia una de sus manos rozó la mía y ahi fue cuando sonreí salvajemente. La tenía.

Puse los ojos en blanco y noté cómo mi poder se extendía por sus terminaciones nerviosas, llegando a su cerebro. Recuerdos de su infancia comenzaron a revelarse en mi mente, pero de repente noté que algo iba mal. No había detectado el botón que rozaba su piel por un agujero de uno de sus bolsillos. Mierda. El ente protector empezó a drenarme las fuerzas y comencé a perder el control. Noté cómo mi conciencia empezaba a desvanecerme e intenté retirar el hechizo, pero el ente notaba cada uno de mis movimientos como una amenaza. No quería entrar en pánico, pero la bruma de la inconsciencia empezaba a hacer mella en mí.
No pude evitarlo, lo último que noté fue la conciencia de Elora proyectándose de un tirón y la mía quedando incosciente, sumidos en un profundo trance.

La bruja se defendió del hechizo de Stein con todo lo que tenía. Los entes, la protección, su propia resistencia… pero el brujo había desbloqueado la cerradura de su mente y la atrapó en su propio viaje a la inconsciencia. Ambos cayeron al suelo como muertos, pero aún respiraban, estaban en una especie de trance.

La mente de Elora viajó por sendas tenebrosas atravesando un vacío doloroso, arrastrada a algun abismo mental sin posibilidad de escapar, unida al viaje mental de Stein.

Notó el golpe al caer al suelo y todo se hizo negro.El dolor de cabeza dejó paso a unas brumas espesas tras las cuales acabó por despertar. Escuchaba el repiqueteo del agua sobre alguna repisa, era un sonido lejano pero familiar, la lluvia en París.

A su nariz llegó un aroma también familiar, la leña quemandose en alguna chimenea, las sábanas limpias y la piel querida que la rodeaba. Abrió los ojos y parpadeó, notaba la calidez de unos brazos estrechándola y del subir y bajar de un pecho sobre el que estaba acomodada. Seguramente Xaryne la habría recogido tras la visita de su hermano y ahora descansaba plácidamente en su cama.

Cerró los ojos de nuevo, con la cabeza todavía dando vueltas tratando de reajustarse y movió en cuanto apenas una mano por el torso desnudo de… Un momento. ¿Ese tacto era pelo? abrió los ojos y lo vio despuntar entre sus dedos, era pelo, negro y rizado. El corazón le dio un vuelco y apartó la cabeza con rapidez para ver encima de quién se había quedado dormida. ¿Su padre? ¿Höor? ¿Gael?…

— Mierda!!!… ¿Stein?…— susurró mientras se apartaba de él como si fuera un resorte que acaba de ser activado. Comprobó con horror que no sabía donde estaba, no era su casa, y él no era Xaryne.

El movimiento brusco de Elora al apartarse de mí me despertó. Abrí los ojos y me incorporé un poco, sobresaltado. Miré hacia los lados con el corazón acelerado, aunque aún estaba medio dormido. Entonces me percaté de la expresión asustada de la bruja. Me despejé inmediatamente y apoyé un codo en la cama, agachándome un poco para mirarla a los ojos con extrema preocupación. Posé mi mano libre suavemente en su rostro y acaricié tiernamente su mejilla con el pulgar.
- ¡Elora! ¿Estás bien? Creía que ya no despertarías. Mira que le dije a Michelle que intentar contactar con los Ángeles Caídos no era una buena idea. La Logia está cada vez más perdida. - meneé la cabeza. Mis ojos, de un profundo azul zafiro, escrutaron su rostro detenidamente, buscando el motivo de su miedo. - Caíste inconsciente y llevas casi medio día dormida. Me estabas empezando a preocupar. - Sonreí, aún preocupado pero aliviado de que estuviera bien. - La confusión y el dolor de cabeza son normales. Pero para esto estoy yo...

Sonreí de manera pícara y la miré intensamente, agachándome con suavidad para besarla, pero un trueno retumbó fuera y me giré hacia la puerta cuando unos golpecitos resonaron en ella. Quité la mano, me revolví un poco el pelo y guiñándole un ojo a Elora esperé mientras la puerta se abría lentamente y unos pasitos resonaban en la madera. Una vocecita seguida de dos grandes ojos azules se escuchó desde la puerta tímidamente.
- No puedo dormir...

¡Oh Dioses! por los callos del rabo de Satanás!!! ¿Dónde estaba? quién era ese Stein? Estaba muerta? debía estarlo y aquello era su purgatorio, su condena, el precio que debía pagar por haber jugado con la magia y los poderes oscuros perturbando el descanso de los muertos.

No reconocía esa casa, ni sabía de qué diablos le estaba hablando Stein sobre Michelle y la Logia y un sinfín de palabrería que en su mente confusa no tenía sentido alguno. Se pegó contra el cabezal de la cama, agarrando el edredón y protegiéndose con él, como acto irracional e instintivo. Tenía que estar muerta, o soñando, porque aquello no tenía pies ni cabeza. El brujo se agachó a besarla pero no pudo acabar de recortar la distancia que los separaba por un golpe y un ruido. Elora se agitó, iba a gritar, a abofetearlo si se acercaba un milímetro más... pero de pronto entró un niño en el cuarto diciendo que no podía dormir. Esos mismos ojos azules...idénticos a los de Xaryne y Stein. Un escalofrío la recorrió por toda la espina dorsal. Ese niño tenía que ser hijo de Stein porque no podía ser suyo ni de la alemana... a menos que...

La verdad estaba por revelarse, y era tan descabellada que sintió náuseas al pensarlo. ¿Había viajado al futuro de nuevo? ¿Estaba en un sueño inducido por el psicópata que estaba en su salón? ¿se había muerto y pagaba su condena en ese infierno? todas las respuestas posibles apuntaban a una posibilidad tan atroz que le roía las entrañas con ferocidad. Sintió el calor subiendo por la cara y la bilis en su garganta. Giró la cara y vomitó sobre el suelo. No podía ser. No era posible. No quería que fuera otro futuro sin Xaryne.

Elora empezó a ponerser muy nerviosa, no sabía qué le pasaba. Stein se levantó corriendo a por unos trapos húmedos para limpiar la bilis que había vomitado Elora en el suelo. Por suerte, no era mucho ni había manchado nada. Miró al niño y dijo:
- Hombrecito, ve a por un vaso de agua, corre.
El niño miró asustado a Elora y salió corriendo hacia la cocina. El brujo limpió todo rápidamente y le puso a Elora una mano en la frente, invocando suavemente al hielo con el hechizo Glados para enfriar la temperatura de su mano y bajar la de la piel de Elora, que estaba ardiendo. La observó tragando saliva y miró hacia la puerta, impaciente.
- Esto no me gusta. Ven, túmbate. - la ayudó a tumbarse en la cama sin dejar de apretar su mano fresca contra la frente de la bruja.

El niño volvió con un vaso lleno de agua entre sus pequeñas manitas y se lo entregó a Stein, sus ojos grandes y redondos muy abiertos por ver a Elora tan alterada. El hechicero le dio con cuidado el agua a la bruja y revolvió la cabeza del chiquillo, agachándose para ponerse a su altura y mirarle a los ojos, idénticos a los suyos. Posó una de sus fuertes manos en la cabeza del niño, que tendría unos 6 o 7 años.
- Hombrecito, ahora tienes que ser un chico fuerte y cuidar de ella hasta que vuelva, ¿Vale? No tardo nada, voy a avisar a tu tía.
El niño asintió varias veces con la cabecita y Stein depositó un rápido beso sobre su cogote, revolviéndole el pelo y levantándose de nuevo. Se dirigió hacia la bruja.
- Vengo enseguida con medicinas, no te preocupes.
Salió rápidamente de la habitación poniéndose una camisa negra y dejó allí a Elora y al niño, que le miraba algo asustado aún, pero con la promesa presente de cuidar a la bruja.

El chiquillo se subió a la cama y se metió con Elora bajo las sábanas. Se tumbó a su lado y buscando su calor se abrazó a ella como pudo, mientras la miraba muy preocupado. Fue entonces cuando preguntó con las lágrimas al borde de los ojos:
- ¿Mamá, estás malita? No quiero que te mueras.

Esa palabra hizo añicos su cerebro. Mamá. Ese niño era su hijo, y por sus ojos, también de Stein. Mamá... Increíble...imposible...notó que le faltaba el aire, que se ahogaba y que no había más bilis que vomitar, sólo una ansiedad tal que se había atascado como una bola en su tráquea. Se quedó quieta respirando trabajosamente y cuando notó al niño agarrarse a ella, una especie de relámpago la atravesó recorriendo todo su ser, fue una sacudida vital. Sus instintos más primarios lo reconocían, era suyo, su niño, salido de sus entrañas. Su tacto era cálido y firme y de pronto todo su ser clamaba por abrazarlo, besarlo y acariciarlo. Pero a la vez era un completo desconocido. Aquella sensación era terriblemente confusa.

Acabó poniendo su mano sobre la cabecita y acariciando sus mechones oscuros. Fue incapaz de articular palabra durante un buen rato, hasta que el niño le preguntó si estaba mejor.

— s...sí...creo...que...sí.— El pequeño sonrió y empezó a parlotear, a contarle a su madre que no podía dormir porque había tenido una pesadilla y que a pesar de los entes protectores que lo guardaban, se había despertado pensando que había un monstruo en su armario. Ese parloteo eran tan suyo que le dio una punzada en el corazón, ese niño tenía algo de ella. Continuó su relato explicándole que sabía que los monstruos existían porque papá se lo contaba a menudo aunque ella le había reñido por eso. ¡Dioses! Confirmado: los padres de ese niño eran Stein y ella. Pero bueno, al fin y al cabo no era tan grave porque al tener papás hechiceros estaba a salvo de todo eso, y como encima su tía era cazadora...

Sintió que se le helaba la sangre y de nuevo la bilis subía y bajaba por su garganta. Xaryne, estaba viva, y había permitido aquello. ¿ En qué mundo tan loco se encontraba?

Entré de nuevo a la habitación con una bolsa de cuero llena de ingredientes para fabricar pociones y las dejé en el escritorio. Vi a Elora abrazada al niño y sonreí.
- ¿Qué Ian, ya está mejor mamá? - el niño asintió sonriente con la cabeza y se acurrucó más contra ella. Me acerqué a ellos y acaricié la cabeza del chico, sonriéndole con cariño. - La has cuidado muy bien. - Miré a Elora, aún preocupado y volví a tocarle la frente. Ya estaba a temperatura normal. Me senté en la cama y le sonreí de medio lado.
- ¿Te encuentras mejor? No te preocupes, ahora viene la experta a prepararte algo. - le guiñé un ojo y acaricié su rostro suavemente con el dorso de la mano.

Fue entonces cuando se abrió la puerta y apareció Xaryne, vestida entera de cuero. Su imagen era imponente, como siempre. Tenía ligeras ojeras en los ojos, ya que últimamente cazaban mucho. Había dejado las armas abajo, nunca las llevaba encima cuando el niño estaba cerca. Sonrió de oreja a oreja cuando vio a Ian y abrió los brazos.
- ¿Cómo está mi hombrecito?
Ian soltó una risa emocionada y se abalanzó a abrazar a su tía, que fingió caer con él encima y se puso a hacerle cosquillas al niño. Sus risas me hicieron sonreír.
- No le alborotes mucho Xar, que luego no duerme.
La cazadora se rió y me sacó la lengua.
- Pues te fastidias hermano, que para eso eres su padre.
Solté una carcajada y pasé el brazo por la espalda de Elora cariñosamente, dejando que se apoyara en mí.
- Sí, no me lo recuerdes. - bromeé.

Xaryne se levantó con el niño cogido en la cadera, todo rojo y aún riéndose por las cosquillas. Besó a su sobrino en la sien, miró a Elora con cariño y le sonrió.
- Tranquila Elo, la profesional llega enseguida.
Me levanté de la cama y cogí la bolsa de cuero de la mesa. Les miré y dije:
- Voy a ir preparando el agua.
Bajé silbando las escaleras.

Ian, su nombre era Ian. Y seguramente lo habrían elegido entre Stein y ella, porque al parecer ese niño y el brujo eran su familia ahora. Ian significaba en gaélico "Dios es clemente". ¿Dios había tenido a bien darle una familia en otra realidad? era cierto que había deseado tener hijos, y que co Xaryne era un tema que no podía abordar porque se ponía hecha una fiera cada vez que lo mencionaba, o peor: se deprimía y decía que ella era un lastre para la bruja. ¿Existía ese tal Dios y había tenido clemencia de una nigromante? todo daba vueltas y la cabeza parecía que le iba a estallar.

Entonces entró ella. Su voz, sus gestos...era ella, la de siempre, la suya, a la que había llamado diosa. Pero de alguna forma estaba de acuedo con todo aquello, trataba al niño con cariño, como su tía que era, y los miraba sin ese fuego con que normalmente se encontraban sus miradas. La trataba como a una amiga, una hermana...Aquello pudo con su cordura y se levantó de la cama agarrándose a un mueble.

— necesito... sa...salir... a tomar... aire.— balbuceó mientras caminaba descalza hacia el balcón. Tenía que despertarse, aquello era una pesadilla... pero al menos Xaryne no estaba muerta... y tenía un niño guapísimo que la quería... y un... agh. Stein.

Se agarró al marco de la puerta notando el latigazo frío de la noche en la cara. Ella no pertenecía a ese mundo, esa no era su vida, y sin embargo lo era. Allí tenía que haber truco, y debía averiguarlo. Si algún dios retorcido la había cambiado por otra Elora de otra dimensión...se las vería con la bruja en esa vida o en otras.

Elora se estaba poniendo cada vez más pálida. Bajé a Ian al suelo y le dije:
- Ve a ayudar a tu padre, anda, que yo ayudo a mamá a volver a la cama.
Ian echó a correr hacia la cocina y yo me acerqué a la bruja.
- ¿Estás bien Elo? Desde luego, no tienes buena cara.- miré a la bruja a los ojos y la sujeté de los brazos, temerosa de que fuera a caerse en a cualquier momento. Y de hecho, no duró mucho. Nos miramos fijamente a los ojos uno segundos, ella con un sufrimiento que no sabría explicar, yo con la confusión en la mirada. Una punzada me atravesó el corazón en ese momento, nunca supe decir por qué. Elora se desmayó y yo la cogí en brazos antes de que tocara el suelo. La llevé a la cama y la arropé con cuidado. Acaricié suavemente su frente y deposité un suave beso en ella. Un impulso interno me decía que así debía ser.

Media hora después...

- ¿... estás segura de que despertará? Me ha mirado muy raro antes de desmayarse, Nahia. ¿No estará embarazada otra vez?
- Sabes que puedo ver esas cosas, Xar, no está embarazada. Sólo débil. - la bruja pelirroja llevaba la larga melena recogida en una trenza a un lado y se la apartó un poco mientras acariciaba suavemente la frente de Elora y le transmitía su magia curativa. Nahia era una de las hijas de Freya, especialistas en hechizos defensivos y curativos. Una bruja blanca, en definitiva. Vi como recorría con sus ojos verdes el rostro de Elora mientras se concentraba, aunque se le notaba la preocupación en la cara. Su suave voz se escuchó aún en voz baja:
- Venga Elo, sé que puedes hacerlo... acompaña mi voz... ven conmigo.

Xaryne se le aproximó a preguntarle cómo estaba y en ese preciso momento sintió el peso toda la eternidad sobre sus hombros.

La había visto en otra vida morir, había vivido una vida sin ella, con su ausencia y el eco de su voz rebotando en las paredes de sus recuerdos. La había visto en la suya desmoronarse y regresar a ella, porque ella era su hogar... pero al parecer, en cualquier otra realidad, tanto si aquello era el purgatorio como si era un sueño u otra dimensión, no podían estar juntas, no era su destino. Eso era inquietante y angustioso a la vez. Quería volver a su realidad, a la que tenía una Xar esperando en casa para maldecir a su jefe o insultar a algun gilipollas que la hubiera hecho enfadar. Pero allí estaba... y ella no la quería.

El dolor la superó y su mente se fundió a negro en un intento de defenderla del shock. Pasadas las horas escuchó voces entre las tinieblas de su cabeza... Nahia... embarazada de nuevo...¿embarazada de nuevo??? de Stein??...agh!... "No, madre, dejame dormir un poco más, no quiero despertar." "Elora, no pongas excusas, levántate y afronta tus debilidades.". La voz de Edora se entremezclaba con aquellas otras voces extrañas. "Mami... no puedo dormir."

Como si acabase de salir de debajo del agua y se estuviera ahogando, Elora abrió los ojos y tomó aire con urgencia. Al principio la habitación estaba borrosa, y sólo veía dos zafiros azules y una melena roja. Poco a poco se fue clarificando todo y se sintió observada por cuatro pares de ojos preocupados. Mierda. No se había despertado en su realidad, seguía allí. Tendría que encontrar la forma de volver.

— Estoy... bien... sólo.. necesito descansar.— Necesitaba que se fueran todos y gritar fuerte, porque aquello era tan surrealista que no acababa de creerselo.

Pasaron un par de días que Elora permaneció en la cama. Había discutido largamente con Michelle, una de las sabias de la Logia, pero había conseguido permiso para que Elora permaneciera en casa hasta que recuperara. La Logia era exigente, casi parecía que ni podías enfermar. Volví a casa a altas horas de la noche, me había costado tiempo arreglarlo todo y encima teníamos un gran asunto entre manos. Los Pactos de Caín. Por fin habían conseguido contactar con uno de los Ángeles Caídos y la Logia pretendía realizar un pacto con ellos para conseguir más poder contra la Inquisición, que últimamente se estaba descontrolando bastante.
Carleigh estaba de mi lado, por lo que mi familia estaba a salvo, pero muchos de los nuestros estaban muriendo sin control y eso me traía de cabeza. Gaia se estaba resintiendo, ya que cada brujo que moría prematuramente producía una liberación de energía a la tierra que desequilibraba la balanza. Y como brujo elemental que era, el asunto me traía de cabeza.
Llegué a medianoche a casa, Ian y Elora estaban ya dormidos, por lo que me metí en la cama con un cansancio terrible y ni siquiera la desperté, aún estaba débil, aunque me moría por otra de sus caricias. Me desperté al alba, me bañé y fui al mercado a comprar el desayuno.


Mientras, en casa...

Me desperté con el canto del gallo que tenía el vecino. Ese gallo hacía mucho ruido y me despertaba siempre, pero papá decía que eran cosas de la naturaleza que había que respetar. Puaj. Pues si eso era la naturaleza, no me gustaba que me despertara tan temprano. Me levanté, fui al baño y me lavé la cara como mamá me había enseñado. Decía que un chico siempre tiene que ir limpio. Aunque yo lo veía una pérdida de tiempo. No me gustaba bañarme, era mejor jugar en el barro con la tita Xar a peleas. Siempre le ganaba y me decía que sería un chico muy fuerte cuando fuera mayor. Yo quería ser cazador como ella, aunque papá me decía que aún era joven y que pronto despertarían mis poderes. Yo quería montar a Zaros y cazar vampiros, como la tita. Pero eso a la tita no le gustaba, porque decía que era muy peligroso. En fin.

Me sequé la cara y corrí hasta la habitación de mamá. Me subí a la cama y me metí dentro para acurrucarme con ella. Me encantaba abrazarme a mamá, era calentita y suave y me daba muchos abrazos y besos por toda la cara. Me abracé a su cuerpo y le di un besito en el moflete para que se despertara.
- ¡Buenos días mamá! ¿Estás despierta?

Un sueño dentro de un sueño. De alguna manera sabía que no estaba en la realidad, al menos no en la mía; que Stein había conjurado alguna cosa y el muy maldito me había atrapado en otro universo paralelo, quizás una trampa mental, una especie de reproducción alternativa de nuestras vidas, como si de un sueño de tratase. Pero me había dormido y había soñado. Soñé que regresaba a mi realidad, con Xaryne, sin Nahias ni Ians ni Steins buenos. Pero de pronto se devanecía con la muerte de Xaryne a manos de unos vampiros. Mi cabeza estaba mezclando todas las realidades tratando de discernir cuál era la mejor, la que podía procesar, la realidad en la que yo pudiera vivir sin enloquecer. Un sueño dentro de un sueño. ¿Podía existir tal cosa? Porque aquella realidad era jodidamente real, el dolor era jodidamente doloroso y las caricias de ese niño era completamente reales. Si regresaba a mi vida iba a matar a Stein, ahora entendía el alcance de sus dones y de su maldad. Esta tortura no iba a quedar impune.

Desperté con un abrazo cálido, un beso en la mejilla y una vocecita que me llamaba. Lo primero que ví fueron aquellos grandes ojitos azules y me sentí morir de amor, mi corazón reaccionaba ante Ian de una forma que jamás había reaccionado con nadie. Lo abracé y suspiré, besando su cabeza y luego sus mejillas. De alguna manera había salido de mi cuerpo aunque mi cabeza no lo hubiera vivido, y ese vínculo llamaba a mis más profundos instintos. Sonreí débilmente abrazándolo y oliendo su cabello.

—Ahora sí lo estoy... ¿Tienes hambre? vamos a desayunar alguna cosa ¿vale?...— no tenía ni idea de dónde estaba la cocina en esa casa, no me había levantado de la cama, tratando de digerir aquel trauma tan devastador.

Me incorporé y saqué del armario mi ropa, esa que yo no recordaba haber comprado ni llevado nunca, y me recogí el pelo en un moño flojo, no estaba para muchas historias, pero necesitaba ponerme en marcha para buscar una salida a aquella situación. Cogí de la mano a Ian y juntos bajamos a la planta inferior, dejándome llevar por su inercia hacia la cocina. Empecé a abrir algunos armarios y encontré tazas, platos y cubiertos que puse sobre la mesa, al menos si llegaban los demás no sería tan raro verme rebuscar en mi propia casa. Igualmente tendría que fingir estar un poco desmemoriada. Mierda. Stein era elementalista pero tambien tenía magia mental, ¿podría saber la verdad sobre lo que me estaba sucediendo?.

En esos pensamientos estaba sumida cuando escuché la puerta abrirse y los pasos de él en la entrada. Me ponía nerviosa sólo de pensarlo. Stein podría ser muy guapo, y un hombre tan distinto al que yo conocía, amable, considerado, tierno... pero seguía siendo Stein, y no era Xar. "Joder, Elora, reacciona. Pudiste hacerlo con Mauritz, hazlo de nuevo hasta que puedas salir de esta." Mi fuerza interior se rebelaba ante aquella situación y me empujaba a librar la batalla que se me venía encima. Tendría que fingir con Stein, darle besos y caricias que no sentía la necesidad de darle, aguantar su aliento sobre el mío y tratar de aislar mi corazón en un caparazón de piedra hasta que pudiera volver a mi realidad. Con Ian no me hacía falta porque sentía que el cariño resquebrajaba toda duda, y me empujaba a quererlo sinceramente. Tendría que ser fuerte y tratar de no pensar en Xaryne y en Nahia, tendría que aislarme de esa realidad y pensar en ella como un mal sueño del que pronto despertaría. ¿Podría hacerlo? tenía que hacerlo, no me quedaba otra opción. Para sobrevivir a esto necesitaba hacerme fuerte.

Había comprado unas cuantas cosas en el mercado. Había salido un buen día, aunque empezaba a llegar el otoño y el frío iba llegando poco a poco. Llegué a casa y dejé la gabardina en el perchero de la entrada. No dejaba de darle vueltas a todo lo que tenía entre manos. La preocupación por Elora y su estado de debilidad, los Pactos de Caín y los tiempos que corrían donde todo parecía estar yéndose al traste no abandonaban mis pensamientos. Pero lo principal era mi familia y me ocuparía de ella.

Entré a la cocina con la bolsa de cuero colgada del hombro y sonreí al ver a Ian y Elora ya levantados.
- Si se han levantado ya mis personas favoritas. - ver a Elora levantada me hizo sonreír de oreja a oreja. Ian se levantó de la mesa y lo cogí en brazos, lanzándole hacia arriba y cogiéndolo al vuelo. Lo volví a dejar en la silla. El niño comenzó a reírse y preguntó:
- ¿Papá, podremos ir hoy a montar a Zaros? Es domingo, hoy no hay escuela.
- Tendremos que pedirle permiso a tu tía, ya sabes que el caballo es suyo y que quizás haya salido a trabajar esta noche.
- Pero la tita Nahia estará despierta seguro, se levanta temprano. Y ella siempre me deja. - Ian cruzó sus bracitos sentado en la silla y frunció el ceño.

- Ya veremos. Además, hay que cuidar a mamá, que sigue un poco malita.- Cogí una chaqueta suave que solía llevar para estar por casa y se la puse a Elora por los hombros, mientras la abrazaba por detrás suavemente y dejaba que se apoyara en mi amplio pecho. Besé su sien tiernamente y le susurré:
- ¿Cómo te encuentras?

Noté cómo todos los folículos pilosos de mi piel se erizaban de espanto cuando Stein me abrazó. La sangre comenzó a hervirme y las ansias asesinas comenzaron a subirme por la garganta. Desde lo de Mauritz, el miedo o el asco ya no eran una opción, en su lugar se había establecido una reacción ancestral y combativa. Me estremecí, pero logré el control de mi cuerpo que se tensó por un momento.

— estoy... mejor. Pero algo aturdida...tengo lagunas en mi memoria.— Eso tendría que bastar para justificar alguna actitud extraña o alguna pregunta que no supiera responder.— Ian tiene hambre.

Me separé de él centrándome en el desayuno del pequeño, coloqué algo de fruta y pan en los platos y quería calentarle la leche pero no estaba segura de cómo funcionaba aquella cocina así que se lo pidió a Stein.— ¿Puedes encenderla? cada vez que me agacho, la cabeza me da vueltas...— mentira.

Tita Xar y Nahia, la madrugadora. Cómo odiaba ahora mismo ese nombre. Le producía curiosidad infinita, pero a la vez, junto con Stein, deseaba que se convirtieran en recuerdos del pasado.

— Zaros es muy grande para ti, cariño. Deberías esperar a que Xa...la tita Xar esté despierta y lo pueda controlar ella. Pero me parece buena idea.— Miré a Stein sonriendo debilmente.— yo ya estoy mejor, podéis ir un ratito.

Fruncí un poco el ceño, algo confuso, cuando se tensó al notar mi abrazo. Elora solía recibirme con un beso y una sonrisa de esas que tanto me embelesaban. No esperaba esa reacción de rechazo por su parte, pero lo achaqué a la confusión producida por el drenado de energía de aquel hechizo. Me pidió que encendiera la cocina. Moví ligeramente una mano utilizando mi hechizo Piro y una pequeña llama encendió la cocina. Puse a calentar la leche en un cazo y me crucé de brazos mientras me apoyaba en la encimera, suspirando y frotándome el cuello. Me dolía, seguramente de la tensión acumulada de aquellos días. Miré al pequeño.

- Ya has oído a tu madre, esperaremos a que la tita Xar se despierte. Además hoy vendrá a cenar porque papá y Nahia tienen que trabajar hasta muy tarde, así que luego se lo preguntas tú. - me dirigí a Elora moviendo los hombros en círculos para estirarlos y con una mueca de dolor. - ¿Queda algo de aquella pomada que hiciste para los dolores musculares? El cuello me está matando. Desde que se formaron los Pactos de Caín, Michelle no deja de darme caña con las protecciones ígneas y ya no puedo más.
Cuando la leche estuvo caliente, le serví un tazón a Ian, que se puso a disfrutarlo y ayudé a Elora a ponerlo todo en la mesa, sentándome después. Me froté la frente apoyando los codos en la madera y me pellizqué el puente de la nariz. La falta de sueño me estaba pasando factura. Me rasqué la barba de dos días, ni siquiera me había dado tiempo a afeitarme.

Era un mago elementalista pero mi especialidad era el fuego, por algo algunos en la Logia me llamaban Piro, a causa de la maestría de todo lo que tuviera que ver con el ígneo elemento. La Logia intentaba cubrirse por todos lados a la hora de pactar algo poderoso con los Ángeles Caídos y tampoco era para menos. A mi, personalmente, no me convencía la idea, pero era nuestra última baza si queríamos sobrevivir.
Observé desayunar al pequeñó y yo tomé café, lo necesitaba. Elora seguía débil, pero Xar estaría ayudándola con la cena esta tarde y Nahia y yo teníamos trabajo.
Nahia era una bruja blanca, pero estaba formando a unos cuantos hechiceros en magia defensiva. La necesitaríamos si la cosa se ponía fea. Di un trago de café y suspiré, sumido en mis pensamientos y con profundas ojeras bajo los ojos.

Ese hombre... no era Stein. El hermano de Xaryne era mucho más frío, egoista, ambicioso, seguro de sí mismo. Ese Stein estaba cansado por cargar con la responsabilidad de tirar de una familia; la nuestra. Se había desvivido por curarme y cuidar de Ian cuando yo estaba perdida en una especie de locura transitoria durante esos pocos días. No lo reconocía, y ciertamente, ese Stein me desconcertaba más que el antiguo.

— Te lo bajo en un segundo.— Salí de la cocina tomando aire y me dirigí a lo que creía que debía ser el despacho donde seguramente yo habría almacenado las pociones y ungüentos. Acerté a la segunda puerta que abrí y conociéndome, los ungüentos los mantenía lejos del fuego para que no se derritieran. En eso era metódica, como mi madre. Me dirigí al estante y abrí un par de frascos, por el olor idenifiqué el que era y bajé de nuevo hasta la cocina. Iba pensando que esa tarde podría estar con Xaryne un rato a solas...¿pero y qué iba a decirle? le diría que yo no era esa Elora y que en mi mundo nosotras dos estabamos juntas? Dioses, no!! tenía que tratar de volver cuanto antes a mi propia realidad.

Tiré suavemente de la camisa de mi...ehm... ¿marido? y apliqué el potingue sobre sus hombros masajeando suavemente. Me mordí el labio inferior. Amaba a Stein, y a ese niño. En alguna maldita realidad los quería y ellos a mí, y eso no tenía vuelta de hoja. Si no me volvía una loca perturbada después de todo aquello, sería de puro milagro. Deslicé las manos por su espalda, tan desconocida para mí como su nuevo carácter, amable, solícito y cariñoso.

— Si quieres puedo intentar un ritual de carga energética...creo recordar que hay uno que permite extraer la energía de los entes y acumularla a tu favor. Es por una buena causa ¿no?

Traté de darle conversación cotidiana , como si nada hubiera pasado, como si fueramos la familia que se supone que debíamos ser.

Suspiré cerrando los ojos cuando noté las manos de Elora masajeando mi espalda. La tensión acumulada pareció disminuir ligeramente sólo con notar el tacto de sus dedos recorriendo mi piel. Mencionó un ritual de trasvase de energía que podría ayudarme a reponer fuerzas, aunque yo sabía que lo que necesitaba de verdad era descansar.
Eché la cabeza hacia atrás, apoyándola en su pecho suavemente y le sonreí, en una mirada anhelante y llena de intenso amor por ella.
- Te lo agradezco, pero estás recuperándote aún, mejor lo dejamos para cuando estés bien del todo.

Cogí una de sus manos de mi hombro y besé su dorso muy suavemente susurrando con media sonrisa un "gracias". No intenté acercarme más, ya que había notado su rechazo previo y no quería presionarla, aunque me había dolido en el alma aquel gesto involuntario. Me levanté colocándome bien la camisa y les dirigí a ambos una sonrisa cansada.
- Voy a trabajar un rato al despacho. - me acerqué a Ian y deposité un beso en su cabecita. - Cuida de mamá, hombrecito. Luego nos vemos.- dirigí una triste sonrisa a Elora y subi al despacho a seguir rellenando informes sobre el asunto que teníamos entre manos.

Ian se acabó el desayuno y le dijo adiós a su padre con la mano mientras se limpiaba con la manga del pijama los bigotes de leche que se le habían quedado. Se levantó de un salto y tiró un poco de la falda de Elora, sonriendo y mostrando sus pequeños dientecitos de leche. Frunció un poco el ceño y se tocó la pala izquierda, que se le movió un poco. Miró a Elora algo angustiado.
- Mamá, se me mueve este diente. - las lágrimas asomaron al borde de sus ojos - ¿Por qué? No quiero quedarme sin dientes como el señor del mercado, el que vende fruta. - Se sorbió los mocos, imaginándose a él mismo sin dientes y no pudo evitar ponerse a llorar.

¡Ay! ese niño le robaba el corazón. Se agachó y le limpió las lágrimas con los pulgares y después le besó las mejillas. Lo subió a su regazo y se sentó en la cocina a desayunar algo.

— ¿Ya? madre mía que bien!! estupendo que se te muevan los dientes, porque esos son debiluchos, te van a salir otros muy fuertes, como los de los mayores, como estos...— le enseñó los suyos y sonrió.— ¿Sabes que? de pequeña había niñas que se metían conmigo llamandome Dientes de conejo. Pero era porque les daba envidia mi sonrisa...que es como la tuya. De mayor serás tan guapo como St...papá. ¡¡No llores!! me sé una invocación en la que si pones el diente que se te caiga en un tarro, mañana habrá otra cosa, porque un duende te lo cambiará por algo valioso. ¿Sabes lo que me trajo el duende con el primero que se me cayó? un pasador de pelo que tenía las piedras rojas.

El niño dejo de llorar y escuchó la historia que le contaba su madre y más o menos se quedó medio convencido, pero aún podía leer sus dudas en aquella carita.
— Ah! ya verás qué contenta se pondrá la..tita Xar cuando se te caiga y no llores, porque eres muy valiente!! luego se lo contaremos ¿vale?. Venga, ve a buscar algo para jugar y yo mientras le prepararé a papá algo de comer, que solo se ha bebido el café y va a necesitar energía.

¿Por qué había hecho eso? ¿Acaso ahora se preocupaba por Stein? Ains... sí, le había tocado alguna fibra sensible de alguna manera. Lo había visto abatido, cansado y...había despertado cierta ternura en ella, como Ian. Preparó un bocadillo con queso, lonchas de rosbif, lechuga y mostaza, y peló y troceó una manzana y una granada. Lo colocó todo en una bandeja y fue al despacho. Estuvo tentada de llamar a la puerta, pero supuso que sería raro, así que entró directamente y lo vio inclinado sobre el escritorio.
— Yo...supuse que tendrías hambre, como apenas has desayunado...— dejó la bandeja sobre la mesa y se quedó quieta esperando...¿el qué?. ¡Por todos los santos! que se suponía que aquel hombre era su marido, ¿qué debía hacer? ¿cómo debía comportarse? no tenía ni idea de cómo era su relación, y por lo visto se querían bastante, cosa que a ella le costaba aún de digerir.