Between nightmares and dreams [Privado]

Recuerdo del primer mensaje :

Me acerqué a la mansión Dahan con una sonrisa torcida en la boca y mis ojos de hielo brillantes por la expectación, iba a divertirme un rato. Sabía que mi hermana estaba cazando, pero ese no era mi objetivo. Elora estaba en la casa, me lo dijo el ama de llaves tras un sencillo Dominatem. Me dejó entrar y hasta me sirvió un café con Baileys, mi bebida favorita. Pobres humanos, que fáciles eran de controlar. Di un pequeño silbido cuando observé la mansión. Aquellas dos se lo habían montado realmente bien.
Entré en el salón, las luces anaranjadas del atardecer me darían la cobertura perfecta para mi puesta en escena. Dejé el bulto alargado que llevaba colgado en el suelo, junto al sillón con reposabrazos y me senté allí a disfrutar de mi bebida tranquilamente. Podría acostumbrarme a esa vida. Crucé las piernas en la semioscuridad, aguardando a la llegada de la señora de la casa.

No tardó más de diez minutos. Elora entró en el salón buscando algo, por supuesto había ordenado a Jana, así creo que se llamaba, que no alertara de mi presencia en la casa. Sonreí dejando la taza en la mesita y entrelacé mis manos desde mi asiento. Sonreí de oreja a oreja dejando refulgir mis ojos helados, lo único que destacaba en aquel ambiente.
- Hola, Elora.

Oía el rumor de las voces de Elora e Ian en la cocina. Escuché al pequeño llorar, pero la suave voz de su madre le calmó enseguida. Sonreí sobre mis papeles mientras seguía escribiendo: Elora era increíble.
Seguí escribiendo batallando el cansancio, aunque noté cómo me ayudaba el subidón de cafeína. De pronto escuché cómo se abría la puerta y giré la cabeza. Una Elora con expresión insegura se acercó a mí y dejo una bandeja con un bocadillo en la mesa. Me dijo que suponía que tendría hambre. Sonreí desde mi cansancio pero no me levanté a besarla, como habría hecho en cualquier otra ocasión. Aún recordaba el rechazo de esta mañana. Giré la silla hacia su dirección y le cogí de las manos, acercándola un poco a mí pero sin levantarme, no quería parecer amenazante desde mi altura habitual.

Junté nuestras manos, cerré los ojos y deposité un beso en las suyas, pequeñas y suaves, que entre las mías parecían más frágiles incluso. Le sonreí suavemente, agradecido. La miré a los ojos y dejé aflorar la preocupación por ella que llevaba acarreando estos días. Dije con vos tenue:
- Elora... me preocupas. He notado que te ponías tensa antes. Y ahora incluso, cuando te toco. - le solté las manos suavemente. - ¿Ha pasado algo? Puedes contármelo, ya lo sabes... es sólo que... no pareces la misma.

La miré desde abajo y me recosté de nuevo en la slla con una mueca de dolor. De verdad el cuello me estaba matando. Mis ojos pasaron de una zul marino a un profundo azul zafiro, anhelantes de sus besos y su cariño. Pero no me moví. Me mordí el labio inferior y me pasé las manos por el pelo, terriblemente confuso.

Estuvo tentada de contarle la verdad, de decirle que ella no era "su Elora", que era otra, que no lo quería, que amaba a Xaryne... pero si le decía eso, las consecuencias podrían ser terribles. Necesitaba hacerse una idea más completa de lo que estaba pasando y de cómo solucionarlo antes de quemar ese cartucho.

No le había importado mentirle como una bellaca a Mauritz, pero sin saber por qué, en el mismo momento en que las palabras salieron de sus labios, se sintió rastrera por mentirle a Stein. Aún así, era la única salida que podía permitirse en ese momento. Bajó los ojos al suelo y se mordió el labio inferior.

— Es... extraño. Tuve una pesadilla cuando me desmayé...una tan real que... creo que me traumatizó de algún modo. Tú... no eras tú. Eras un monstruo, un asesino. Tenías las manos manchadas de sangre, el dolor era inimaginable...habías matado a Ian, a Nahia y a Xar y yo estaba también herida y... — suspiró.— Mi madre a veces tenía premoniciones. Creo que esto no lo era, que sólo fue una pesadilla pero...fue horrible y... estoy aterrorizada. Mi cabeza no funciona igual y temo estar perdiendo la cordura.

Más o menos correspondía a una descripción bastante acertada del Stein de su mundo y el dolor que había provocado a su alrededor. Sólo tuvo que rememorar la devastación que sintió al leer el diario y en sus ojos se reflejó el más profundo dolor.

Abrí muchos los ojos según me iba contando su historia. La miré, aterrorizado. Pero fue cuando vi aquel profundo dolor en sus ojos que me levanté y sin pensarlo mucho enmarqué su rostro con mis manos. No sabía muy bien qué decirle a aquello, pero susurré con un hilo de voz y sin dejar de mirarla a los ojos con profunda pena:
- Pero... Elora, yo... jamás sería capaz de hacerle daño a Ian. Ni a Xar, ni a Nahia, y mucho menos a ti. Te quiero más que a nada en este mundo. Ian, Xar y tú sois mi familia. - Cogí aire, noté que me faltaba y entonces la solté como si quemara y me miré las manos, aterrorizado por la idea de que pudiera hacerles daño. Tragué saliva aún con las palmas de las manos estiradas y la miré de nuevo, lleno de miedo por si aquello era una premonición.

Así que aquello era lo que hacía que se alejara de mí cada vez que intentaba tocarla. No podía imaginarme el horror que podía sentir Elora tras ver aquellas supuestas imágenes donde yo los mataba a todos. Pero yo no era un monstruo. No era un asesino. ¿Por qué entonces estaba sintiendo tanto miedo? ¿Es que acaso podía llegar a serlo y eso me aterraba? Me alejé un par de pasos de la bruja y empecé a respirar agitadamente. Miré mis manos y la miré de nuevo, tragando saliva, completamente perdido y alterado, notando cómo mis ojos empezaban a volverse hielo.

Mecawenlosmuertosdelvecino. Gran idea, bruja. Ahora le has creado un trauma al único Stein bueno que has conocido. Pffff.

Su mente se encargó de echarle la bronca por lo que acababa de hacer, y evidentemente eso no se podía arreglar con dos palmaditas en lso hombros. Se apresuró a ir tras él y lo abrazó desde detrás pegando su mejilla a su espalda.

— Shhhh... lo sé...fue... sólo una pesadilla, seguro que sí. Sé que quieres a Ian más que a nada en el mundo y a mí...— bueno, eso no lo sabía a ciencia cierta, pero suponía que sí era de ese modo.— ya pasó...y aunque fuera una premonición... ya sabes cómo son esas cosas, la mayoria no son reales, son sólo interpretaciones, metáforas... que sé yo. Confío en ti Stein. Sé que jamás serás capaz de algo así. Sólo espero no haber estropeado lo que tenemos por culpa de esto... me agobia pensar que me esté volviendo loca, que el mal del brujo me esté alcanzando... perdóname.

Si esas palabras no le valían, ya no sabía qué más podría servir para tranquilizarlo y que al menos entendiese el porqué de su extraña actitud.

Se quedó pegada a él, respirando, notando su anatomía, su complexión, era grande y fuerte, tan distinto de Xar, más estilizada y angulosa. De alguna forma su contacto era tranquilizador, reconfortante a pesar de su inquietud y su confusión. Desde luego él no era Xar, pero en ese mundo lo que compartían era tan puro como lo que tenían la alemana y ella en su realidad. Ese vínculo era innegable y la aterrorizaba, porque no quería sentirlo, no quería desplazar a su amor verdadero por otro.

Sus palabras y su contacto, firme y cálido, fueron poco a poco calmando mi inquietud. Vale, quizás todo había sido un mal sueño, pero entonces ¿Por qué me había entrado tanto miedo? Meneé la cabeza, intentando tranquilizarme y notando la mejila de Elora en mi espalda, su respiración. Cuando dijo que no quería estropear lo nuestro me di la vuelta y la estreché contra mi pecho, rodeándola firmemente con mis brazos. Deposité un suave beso en su cabeza y susurré: - Eso no va a pasar. Nos queremos y saldremos adelante, como siempre lo hacemos. Y no vas a volverte loca, no dejaré que eso ocurra. - Le levanté la barbilla suavemente con un toque en el mentón para que me mirara. Le sonreí, más tranquilo. - ¿Entendido?

Fue entonces cuando miré hacia la ventana. No sabía cuánto tiempo llevábamos hablando, pero ya era hora de que me fuera. Tenía trabajo. Suspiré por tener que soltarla pero lo hice, no sin antes depositar un beso en la comisura de su labio.
- Debo irme, nos vemos mañana.
Cogí el bocadillo y la fruta y lo envolví en unas hojas especiales que saqué de un cajón. Realicé un hechizo de conservación y metí el botín en la bolsa de cuero, me lo comería luego. Me colgué la bolsa al hombro y sonreí a Elora, más animado. Bajé las escaleras para despedirme de Ian en el salón.

Definitivamente ese hombre no era Stein, era otra persona, porque el que ella conocía probablemente se estuviera divirtiendo de lo lindo con aquella confusión y aquel drama, haciendo leña del árbol caído.

Este Stein era considerado, cariñoso, buen padre, seguramente buen esposo, y desde luego no la había forzado a besarlo a pesar de que no podía saber que ella no era ella. Era considerado con su propia esposa, no la consideraba como una mera propiedad de la que poder disponer a su antojo.

Ese beso leve la hizo estremecer internamente. De haber sido Mauritz, las náuseas ya habrían acudido a su garganta, pero ese hombre era tierno y la trataba como si fuera frágil cristal y no quisiera romperla. Lo vio marcharse y suspiró. Fue en busca de Ian, que seguramente andaría por ahí jugando a algo.

El niño se estaba despidiendo de su padre y se notaba que entre ellos había un amor inconmensurable. Esas escenas le acuchillaban el corazón, porque ojalá ella hubiera sido Ian y hubiera tenido a sus padres juntos y felices. ¿Podría romper esa magia para volver a su realidad? Uf. Qué dudas mas terribles.

— Dile adiós a papá... hasta mañana... te echaremos de menos.

Se llevó al niño de la mano hasta la alfombra del comdeor, donde ardía una chimenea que Stein había prendido con un simple chasquido de dedos. Estaba dispuesta a pasar todo el resto del día con Ian, conocerlo mejor y jugar con él.

Me desperté a la hora de comer y fui a la cocina. Vivía en una casa pequeña, de una planta. Fui a la cocina y vi una nota que Nahia me había dejado. Ya se había ido a trabajar. Mencionaba que se iba con Stein, que tenían mucha faena en la Logia y que volverían mañana. Comí algo y me di un baño. Pero cuando terminé de vestirme, algo me cruzó la cabeza. Un dolor sordo, palpitante, se apoderó de mis sienes y empezó a susurrarme algo. "Elora... contéstame"
Sacudí la cabeza frunciendo el ceño. Había oído... ¿su propia voz llamando a su cuñada? Sin duda la falta de sueño me estaba afectando. No le di mayor importancia, aunque el dolor de cabeza no desapareció mientras me encaminaba a casa de Stein.


Mientras tanto, en otro lugar...


Encontré los cuerpos de Elora y... ¿¡Stein!? tirados en el suelo e inconscientes, sumidos en una especie de trance. Hacía ya una semana de aquello y no despertaban, lo había intentado por todos los medios. Pero no podía matar al bastardo de mi hermano. ¿Y si lo degollaba y mataba a Elora en el proceso? ¿Dónde estarían la mente de la bruja y su lengua viperina? Nunca había ansiado tanto volver a escuchar sus parloteos.
A la desesperada, rebusqué entre los libros de Elora hasta que encontré uno sobre trances. Según lo que ponía en el libro, había que realizar una especie de símbolos en su frente y manos, recitar un salmo en gaélico y la conciencia volvería a su portadora original. Me estaba desesperando y ya no sabía que más hacer. No podía perder e Elora. Simplemente, no podía. Dibujé como pude los símbolos, fjándome bien en ellos para no equivocarme. Lo del salmo sería más complicado. Cogí el libro y comencé a recitar aquella extraña lengua... pero algo no iba como debería. Tras la última palabra, noté cómo de repente las fuerzas me abandonaban. Mierda. No, no, no. Si yo ni siquiera tenía poderes... ¿de dónde salía tanta energía? La inconsciencia me tragó como un pozo oscuro mientras mi mente pudo gritar, de forma muda, solo una palabra. La más importante. Elora.


De vuelta...


Llegué a casa de mi hermano con ese extraño zumbido en la cabeza. Ahora empezaba a marearme. Simplemente estupendo. Abrí la puerta y entré en la casa, dejando la cazadora en el perchero. No iba con las armas encima ya que el niño iba a estar cerca. Entré en el salón y los vi jugando a algo en la alfombra. Pero entonces, Elora me miró a los ojos. Noté cómo una punzada en mi sien taladraba mi mente y me tiraba de rodillas al suelo como un grito de dolor. Algo intentaba entrar, abrirse paso a través de mi cerebro y empujar a mi ser fuera de él. Me agarré la cabeza con las manos y volví a gritar de dolor. No pude evitarlo. Una corriente aplastó mi ser y noté cómo la oscuridad me envolvía de nuevo. Fue lo último que pude decir antes de notar cómo otra conciencia reinaba en mi mente.
Elora.

La tarde pasó amena, las risas y las ocurrencias de Ian hacían que mi corazón se sintiese mucho más ligero, ingrávido, como si ninguna pena o preocupación lo ocupase. Ese niño era luz, era amor. Sabía que había salido de mi cuerpo aunque no lo recordase porque en realidad no fui yo quien lo parió, pero de alguna forma me sentía completamente unida a él, conectada por algo mucho más profundo que la mera sangre. Tenía que encontrar la forma de volver a mi realidad, mas sabía que me sangraría el alma dejarlo allí, aunque la verdadera Elora, su madre, se quedase con él. Era un sentimiento egoísta, lo reconozco, pero era algo que jamás había sentido por nadie. Ni siquiera por Xar, era diferente.

¿Podría existir alguna realidad en la que no tuviera que elegir? en todas las que había estado siempre estaba presente la pérdida. O Xar, o Ian, o Leif, o Edora... siempre el abandono, la soledad. Quizás por mucho que me empeñase nunca tendría el final que deseaba, quizás a fin de cuentas el destino sí estuviese escrito y no hubiera amor para la bruja. Un pensamiento fugaz cruzó por mi mente: si en cualquier realidad acababa perdiendo a alguien que amaba profundamente...¿Cuál de todas las realidades era la que quería vivir? ¿Conservar a Xar? ¿Conervar a Ian?...no, mierda, no. No podía pensar así o volvería a entrar en bucle y era un callejón sin salida.

En ese momento se abrió la puerta, Xaryne tenía llaves, y reconocí de inmediato su silueta recortada a contraluz, rampante, magnífica, como siempre. De nuevo el corazón me dio un vuelco, porque en esa vida ella era feliz con Nahia y con Stein, no había dolor, ni odio, ni dudas. Quizás esa fuera la realidad más conveniente para todos, era la única en la que la felicidad pesaba más que la desgracia, aunque yo me estuviera descomponiendo en jirones internamente. Si tuviera que quedarme allí... al menos tendría a Ian a quien darle amor infinito. Stein saldría peor parado, pero al menos habría vivido unos buenos años y después... pues haría lo que pudiera, quizás no lo amase como a Xar, pero podría aprender a quererlo con el tiempo.

Alto. Basta. ¿Qué narices estoy pensado? ete no es mi mundo, no es mi realidad, no pertenezco a este lugar, no puedo estar planteándome en serio continuar aquí. Iba a darle las buenas tardes a Xar pero de pronto... se cayó de rodillas, agonizando, sus quejidos de dolor retumbaron contra las paredes e Ian se puso a llorar asustado.

Corrí hacia ella y la sujeté, puse su cabeza contra mi regazo, asustada.

— Xar!!! Xar!!!! ¿Qué tienes??!! Xar, contesta por favor!!! mírame!! quédate conmigo!! ¿cómo te ayudo? ...— agarré su mano que se cerrró contra la mía apretando fuerte, hasta que se desvaneció. Me giré hacia Ian.— cielo, necesito que seas fuerte, y que me hagas caso ¿vale? vamos a curar a la tita Xaryne, pero necesito de tu ayuda ¿de acuerdo? puedes hacerlo, sé que puedes. Ve al despacho y en el estante frente a la chimenea hay un montón de tarros. Busca uno de color blanco con el tapón rojo, y si hay varios, traelos todos, no te preocupes. Anda, ve, no tardes.

Lo ví apretar los dientecillos y limpiarse las lágrimas con la manga, caminando muy decidido hacia el despacho y no pude por menos que sentir una oleada de orgullo por mi niño, tan pequeño y tan valiente.

Regresé a su rostro, crispado por el dolor y ahora casi inerte. Respiraba y yo me moría de angustia. ¿que era aquello? esa especie de desmayos no auguraban nada bueno. ¿Alguien nos estaba hechizando?

Fui saliendo de la inconsciencia poco a poco, la lucidez acompañada de un horrendo dolor de cabeza. Aún no notaba nada, todo estaba oscuro. De repente, una sensación. Una mano que agarraba la mía. Una mano que conocía bien. Elora me estaba sujetando, reconocería la forma y el tacto de sus manos en cualquier parte. Pero no podía apretársela, decirle que estaba bien. Notaba mi cuerpo pero no podía moverlo.
Fue entonces cuando los recuerdos volvieron a mi cabeza como una ola en un tormenta, llenando mi cabeza de imágenes. El hechizo, lo símbolos, el salmo en gaélico... ¿Había funcionado? ¿Había conseguido traer a Elora de vuelta? La situación empezaba a inquietarme. Tenía que despertarme y no sabía cómo. Mierda... si Elora había despertado, eso significaba que... ¿Stein también? ¿Y si le hacía algo a la bruja?
La angustia empezo a apoderarse de mí. Noté un sudor frío en la cara, las manos comenzaron a temblarme y mi corazón comenzó, de golpe, a latir desbocado. Notaba mi cuerpo, solo me faltaba...

Cogí aire como un pez boqueando fuera del agua. Me incorporé un poco con ojos desorbitados y respiración agitada, buscando al bastardo de mi hermano. Pero en su lugar me encontré aquellos ojos oscuros que me miraban con tanta preocupación, que se me olvidó todo lo demás. Me senté de golpe e ignoré la tremenda jaqueca cuando estreché a Elora entre mis brazos. Noté mi garganta algo ronca, pero conseguí hablarle sin dejar de apretarla contra mi cuerpo.
- Por todos los dioses, has vuelto. Encontré tu cuerpo y el de Stein en una especie de trance y realicé un ritual para sacarte de él. - la miré con dos profundos ojos zafiro llenos de alivio. - No se me dan bien las cosas de bruja, así que perdí el conocimiento pero... parece que ha funcionado. Aunque me duele mucho la cabeza.

Fui a levantarme, pero entonces algo hizo "click" en mi cabeza. Algo no iba como debería. Esa no era la mansión. Elora iba vestida diferente y tenía mala cara. La miré, llena de una tremenda confusión, cuando escuché unos pasos y una vocecita a mi espalda que me tocó un hombro con mano tímida.
- ¿Tita Xar... ya estás bien?
Me giré con toda la lentitud del mundo y me encontré mirando a dos grandes ojos azules, idénticos a los míos.

Si hubieran pinchado a Elora en ese momento, no le habrían sacado sangre, la tenía congelada de la tensión que acumulaba. Entonces ella... respiró. El cielo se le abrió en dos al verla viva. Pero cuando la abrazó y empezó a hablar, supo de inmediato que no era la Xaryne de esa realidad, era "su" Xar. De alguna forma había trasvasado su conciencia desplazando a la de la otra Xar, se había metido en aquel trance o lo que fuese junto a ella. ¿Y entonces Stein? seguía inconsciente por lo que había dicho Xar? ¿Cómo iban a poder salir de allí..?

Demasiadas preguntas sin sentido que en ese momento no podía explicar. La voz de Ian rompió el aire. ¡Oh, no! no podía explicarle todo con el niño allí. La bruja se apresuró a darle un apretón en la mano a la cazadora y le hizo un mudo gesto con los ojos para que no dijera nada.

— Ian cielo, la tita Xar está bien, sólo ha sido un desmayo, pero le duele mucho la cabeza. Voy a prepararle algo a la cocina, pero huele fatal. ¿Nos esperas aquí?.— Se acercó al niño y lo abrazó, besando sus mejillas y sonriendole.— Estoy muy orgullosa de ti, has sido muy valiente. En seguida te traigo la merienda ¿vale?

Se levantó y tiró de una aturdida Xaryne hacia la cocina. En cuanto la puerta abatible volvió a su lugar, la abrazó con todas su fuerzas y le puso las manos en la cara, comprobando que estaba bien y hablando en susurros.

— ¡¡dios!! pensaba que te había vuelto a perder!!! no sé qué cojones hizo tu hermano, creo que esto es un sueño o algo así. ¿Cómo has conseguido llegar aqui? es igual!!!— se separó de ella un instante y la miró a los ojos.— Xar... tenemos un problema enorme. Ese niño es... mio y de Stein. En este mundo tu hermano es completamente diferente, es... buen padre, buen... marido... y tú... tú estás viva, pero...no estamos juntas.— suspiró y la miró a los ojos sujetando sus manos.— Nahia está viva.

Mi mente se hizo añicos. A cada palabra de Elora, me iba poniendo más pálida. El crío... hijo de Elora y.. Stein... que no era Stein... que era buen... ¿marido?
Me aparté de ella poniéndome pálida e intentando respirar con la bola que se me había formado en la garganta. Me apoyé en la mesa con las dos manos, cerrando los ojos e intentando encajar aquella bomba que me estaba soltando Elora en ese momento. Bum. Sin anestesia. Me giré hacia Elora de nuevo, con los ojos casi saliéndose de las órbitas. En aquel mundo estaba viva, ya era algo, pero... entonces llegó la gran noticia. Nahia... Nahia estaba... viva.

En ese momento las piernas me fallaron y caí al suelo de rodillas. Me quedé quieta, mirando a la nada. Las palabras de Elora no tenían sentido en mi mente. Nahia. Viva. No podía estar viva. Yo la vi morir. Era imposible. Completamente imposible.
Un dolor que creía haber desterrado volvió a desgarrar mi pecho de arriba a abajo. La sangre... el cuchillo de ébano... la nota. Los recuerdos volvieron a mí y me agarré la cabeza, apretando los dientes y cerrando los ojos con fuerza.
Ya había pasado ese trance. Había enterrado a Nahia y después había intentado matarme para seguirla. Había muerto en vida y resucitado por obra y gracia de los labios de Elora. Aquello no estaba bien. No podía estarlo.

Me miré las manos, mi respiración era irregular y me temblaba todo el cuerpo. Conseguí mirar a Elora, notaba cómo mis ojos pasaban de hielo a zafiro y otra vez a dos témpanos llenos de dolor. Miré a la bruja y noté cómo dos lágrimas caían por mis mejillas. Mi mente se había quedado estancada y no procesaba nada más. Un hilo de voz salió de mi garganta al musitar:
- Nahia está... muerta. Yo... misma... la enterré.

Entendía la confusión de Xaryne, pero no podían recrearse en el dolor. Se agachó y tiró de ella abrazándola de nuevo.

— shhh.. lo sé...pero no tenemos tiempo, Ian está fuera y no puedo dejar que sepa nada de esto, él cree que yo soy su madre de verdad... Nada de esto es real, saldremos de esta dimensión, te lo prometo. ¿Acaso no volví cuando ejecuté por error Temporis? pues volveremos de nnuevo. Pero has de estar preparada por si regresa Stein o Nahia. Aquí nos llevamos todos bien, en realidad en esta dimensión somos todos... felices, aunque no sea estando juntas.— La situación era muy compleja y a ella le había costado de digerir unos cuantos dias.

— Sé cómo suena de mal todo esto...a mi me ha costado unos días entenderlo, pero confía en mí, saldremos de aquí.

Siempre y cuando no quisiera quedarse en esa realidad... con Nahia. Era un tema tan espinoso que no podía plantearselo aun porque para Xar aquello era surrealista e imposible, tanto como lo había sido para ella al principio.

— Quédate aqui un segundo, le llevo la merienda y regreso.

Le preparó al niño un vaso de leche con galletas y se lo llevó a fuera, llevándole también un cuento y unos colores para pintar, asi lo tendría entretenido un rato mientras hablaba con Xar en la cocina. Alguien tenía que tomar las decisiones en frio, y Xar estaba en shock, así que asumiría ella el mando por el momento.

Me costó volver a respirar con normalidad. Dos palabras se habían incrustado en mi mente como grabadas a fuego, y no dejaban de repetirse detrás de mis párpados.
"Nahia... viva."
Elora intentó explicármelo todo, pero entonces recordó que tenía que darle la merienda a... Ian y fue hacia el salón. Respiré hondo contando hasta diez mientras recordaba la voz de Thomas vociferando cuando intentábamos rendirnos.
"Vamos Xaryne, ¿Acaso he criado a dos enanos debiluchos que se ponen a llorar cuando les hacen pupita? ¡Mueve el culo, piltrafa, y demuéstrame que no eres un saco de lágrimas! ¡Pelea!"

Sacudí la cabeza y respiré hondo otras tres veces. Aún notaba un profundo dolor y ese nudo en la garganta, pero tenía que reponerme. Joder, era Xaryne Ackerman, la Muerte Negra. Y Elora me necesitaba para salir de allí. Hice una bola con toda la angustia que pensar en el pasado me había provocado y la metí bien dentro de mí. Me limpié la cara y me dirigí al salón contra todo pronóstico.

La imagen me impactó más de lo que imaginaba. Elora le daba la merienda al niño... con un visceral y profundo amor que iba más allá de lo comprensible. Lo vi en sus ojos. Elora amaba a aquel chiquillo. Lo reconocía como su hijo. Vi en sus orbes oscuros el amor incondicional que sentía por ese pequeño, puro y luminoso como el primer rayo de sol del día al llegar el alba. Sonreí de medio lado inconscientemente. No había digerido aquello, pero por encima de todo, estaba ella, Elora.

Me acerqué a ellos justo cuando Elora se levantaba y ante su mirada atónita, me senté en el suelo, a un lado del pequeño. Ian me sonrió y se me lanzó encima.
Me quedé rígida. Nunca había sabido cómo comportarme con otros seres humanos más allá de Thomas, Gael y Elora ni brillaba por mis habilidades sociales. Pero mi instinto no lo detectaba como amenazador, por lo que relajé poco a poco mis hombros. Esos grandes y redondos ojitos azules me miraron emocionados y yo acabé por dedicarle media sonrisa torpe. Se suponía que era mi sobrino, aunque no sabía cómo tratar a un niño. Ian no pareció darse cuenta, porque se sentó sobre mis piernas cruzadas tranquilamente y sonrió.
- ¿Sabes qué tita Xar? Se me mueve un diente y mamá me ha dicho que hay que ponerlo en un tarro y que un duende me lo cambiará por algo valioso. Porque soy muy valiente y no voy a llorar cuando se me caiga. - el niño hinchó el pecho de orgullo y levantó la barbilla, en ese gesto tan de Elora que un pinchazo cálido derritió un poco aquela bola helada que aprisionaba mi corazón.

Aquel parecido a su madre me arrancó una sonrisa sincera. El niño me miraba con ojos brillantes, repletos de admiración. ¿Un niño, admirándome a mí? Miré a Elora, en esos momentos me sentía tremendamente confusa.

Sabía de la incompetencia emocional de Xaryne, había pasado demasiadas cosas en su vida como para ser sociable y simpática. Pero al sentarse junto a Ian todo su lenguaje corporal gritaba que entendía que ese niño sólo merecía afecto y que ella estaba dispuesta a dar lo que pudiera dar. Eso llenó de orgullo a la bruja, porque jamás encontraría sobre la faz de la tierra a alguien tan comprensiva, tan auténtica, tan generosa y que la quisiera tanto como para posponer sus propios sentimientos y ceder a favor del niño.

Le regaló una sonrisa y mudamente despegó los labios para formar un silencioso "gracias". Se acercó a ambos y le puso la mano en el pelo a Ian, revolviendoselo un poco.

— Serás tan valiente como la tita Xar ¿A que si? si de mayor quieres ser cazador como ella, tendrás que serlo. Si más tarde se encuentra bien, quizás puedas montar un poco a Zaros, pero ahora tengo que prepararle una infusión para que se le pase el malestar ¿de acuerdo?

Se levantó y regresó a la cocina, apoyando las manos sobre la bancada y soltando todo el aire. Qué fuerte. Xar, "su" Xar, estaba allí. Y a la mañana siguiente se presentarían en la casa Stein y Nahia y se podía liar muy parda. Tenían que hablar de todo aquello con calma y decidir qué hacer. Ella no tenia ni idea de cómo salir de aquella situación, porque basicamente no sabía si era un sueño, si era un viaje en el tiempo, si estaba muerta (porque si estaban todos inconscientes nadie los alimentaba) y ahora ya vagaba por otra dimensión...

Se pasó las manos por la cara. Piensa Elora... piensa. Xar había accedido a aquel mundo con un libro de hechizos de atadura mental. ¿Y si probaba lo mismo a la inversa? el único que parecía no ser el mismo era Stein. ¿Y si intentaba atar su mente a la del brujo para rgresar a dondequiera que él estuviese.

Ian se emocionó con las palabras de su madre y sonrió de oreja a oreja. Me miró con los ojitos brillantes mientras preguntaba:
- ¿Podremos montar a Zaros luego? Mamá dice que Zaros es muy grande para mí, pero papá dice que algún día seré tan alto como él y entonces podré montarlo yo solo.
Me miró tan ilusionado que no pude más que poner una mano en su cabecita torpemente y asentir con una sonrisa. Ian sonrió aún más y observó cómo Elora se metía en la cocina a por la infusión diciéndole adiós con la mano. Cada ocurrencia del niño me arrancaba una sonrisa, no sabía por qué aquella criatura me provocaba sentimientos tan cálidos, como si lo... reconociera como algo mío. En ese mundo era mi sobrino, pero realmente yo no lo había conocido hasta hacía diez minutos. Ian comenzó a contarme lo que había hecho aquel día en ese parloteo tan típico de Elora cuando me encontré escuchándole atentamente, ajena a lo que me rodeaba. ¿Por qué había bajado la guardia tan rápido con aquel chiquillol? Eran preguntas que rondaban mi cabeza pero que prefería tener antes de pensar en el resto de las personas que me quedaban por conocer en aquel mundo de locura, sueño o... lo que fuera.

Lo único que tenía claro era que necesitaba a Elora y que teníamos que volver a nuetra dimensión. Según me había contado, aquí todo era felicidad... pero no estábamos juntas. Ningún mundo o realidad podría aportarme felicidad si tenía que prescindir de sus labios. Tendría que hacérselo entender, porque me imaginaba lo que estaría pensando. Estaba sumida en mis pensamientos cuando de repente me percaté de que no se escuchaba la vocecita de Ian. Miré al niño y me lo encontré apoyado en mí y durmiendo plácidamente. Las emociones del día le habrían pasado factura y ahí estaba, abrazado a una cazadora sanguinaria. Un instinto profundo me invadió de repente, obligándome a abrazar su cuerpecito para que no pasara frío. Apoyé la mejilla en su cabeza y suspiré cerrando los ojos, relajándome con el sonido de la respiración del pequeño.

Cuando regresó al salón con una infusión de jazmín, melisa y el veneno de la escolopendra, para liviarle la cefalea a Xaryne, los encontró abrazados y con Ian durmiendo, no pudo evitar sonreir de ternura.

Le dejó la bebida a un lado, que humeaba y le indicó dónde estaba el cuerto del niño, así podría dejarlo descansar y ellas podrían hablar tranquilamente. Ese crío era una bendición del cielo, y si había algo que la hacía dudar sobre marcharse de esa realidad, era él. En su mundo no existiría y aunque sabía que se quedaba a buen recaudo, y que crecería muy feliz, egoistamente lo echaría de menos.

Lo acostaron en la cama, y como buena madre, lo arropó y besó su frente, entornando la puerta después para volver a bajar de nuevo al salón y sentarse en el sofá, masajeándose las sienes. Aquella locura la estaba tensionando mucho y se agotaba rápidamente.

— Menos mal que has venido. Yo pensé que me volvería loca si es que no lo estaba ya. Stein y Nahia trabajan para la Logia, al igual que la otra Elora, y al parecer están muy ocupados con algo que se llama Los pactos de Caín. Investigaré más sobre eso cuando regresemos. No sé cuando volverán, Stein dijo que mañana por la mañana, pero deberíamos prepararnos para cualquier imprevisto.— miró a Xaryne con cierta preocupación y a la vez algo de tristeza. La cogió de las manos.— Aquí eres muy feliz, Nahia está contigo y... parece buena mujer, me ayudó cuando me desperté. No te sientas mal, ninguna hemos elegido esta situación, y entiendo que para ti será un choque terrible verla viva, poder tocarla... lo entiendo. Llegué a plantearme el no pelear por irme de aquí, porque en ninguna de las realidades que he visitado... eres tan feliz como en esta. Aquí no tienes dudas, ni te rompen los recuerdos... te llevas bien con tu unico hermano, tienes un sobrino maravilloso, una familia y una pareja... en fin.Por otro lado está Ian y... siento que se me derrite el corazón cuando me mira. Es demasiado que digerir, lo sé. Pero no te sientas mal por nada; a pesar de que esta situación es muy confusa, sé que me amas, y yo a ti. Lo demás es sólo... ruido de fondo. ¿Qué vamos a hacer Xar? estoy perdida.

Acostamos al crío, que dormía plácidamente en mis brazos. Aún me costaba entender cómo alguien tan pequeño podía no desconfiar de mí. Elora lo arropó y le besó la frente y algo se me removió por dentro. Elora quería esa vida. Se le veía tan cómoda con Ian que me hizo pensar en muchas cosas. Si volvíamos a nuestra realidad, nos tendríamos la una a la otra y eso para mí era muchísimo más que suficiente, lo era todo.
Pero quizás para ella... no lo era. Si seguía conmigo no podría tener una familia como aquella, alguien que la llamara mamá, un buen marido que pudiera darle eso que yo por mucho que quisiera, no podría. ¿Era acaso una carga para la bruja? Mi rostro se ensombreció mientras volvíamos al salón y se sentaba en el sillón frotándose las sienes. El dolor de cabeza tampoco me hacía pensar con claridad. Cogí la infusión que me había preparado y empecé a bebérmela a sorbos, notando cómo calmaba mi cuerpo y mi mente.

Escuché lo que decía Elora y observé su mirada. Sus ojos se veían perdidos, buscando a algo firme a lo que agarrarse, algo que fuera para siempre. Entendía su punto de vista, intuía lo que sentía por Ian ya que en unos pocos minutos había conseguido que incluso yo me relajara a su lado. Echaríamos de menos a ese niño si conseguíamos volver. ¿Pero y la otra opción?

Quedarme en esa dimensión, con un Stein diferente con el que supuestamente me llevaba bien aunque me costara creerlo, con Ian llamándome "tita Xar", con... Nahia. Cerré los ojos con fuerza. Había ayudado a Elora cuando se había desmayado y no me extrañó. Nahia era dulce, era una bruja blanca. Se desvivía por ayudar a los demás. Cuando la conocí esa bondad, ese sentimiento de querer protegernos del mal y de luz infinita fue lo que hizo que me enamorara de ella. En aquel tiempoo ella constituía la luz en un mundo lleno de oscuridad, demonios y sangre, donde nunca podía relajarme. Excepto cuando me miraba con aquellos ojos verdes. Entonces sentía cómo todo estaba bien.
Pero de pronto e intentando recordar sus ojos, en mi mente aparecieron los que estaba viendo en aquel momento frente a mí. Dos ojos color café que destilaban el más puro amor hacia lo que yo era ahora. No recordaba los ojos de Nahia más que en brumosos pensamientos. Recordaba escenas, momentos. Pero los ojos que se me aparecían continuamente eran los de Elora. Con ese brillo pícaro cuando me asaltaba en su cuarto después de cenar. Llenos de luz resplandeciente cuando la acariciaban los primeros rayos de Sol después de una noche entre mis brazos, vacías las dos de todo, pero llenas de ese placer infinito y suave que queda tras el orgasmo.
Esos ojos que refulgían enfadados cuando la hacía enfadar o que me miraban divertidos cuando intentaba tomarme el pelo.

Y entonces comprendí algo importante, y el dolor que llevaba horas atenazándome la garganta se fue como si nunca hubiera existido. Tragué saliva mirando aquellos ojos que me prometían en cielo en la tierra y el infierno en su cuerpo. Comprendí que poco importaba lo que había vivido y sufrido hasta entonces.
Estaba completa e irrevocablemente enamorada de ella.
Y ningún fantasma del pasado podría borrar eso. E iba a luchar por ella, costara lo que costara... para que fuera feliz.

Le agarré la cara entre las manos y acaricié sus ojeras, profundas por aquella locura, con los pulgares. La miré intensamente con ojos color zafiro mientras le susurraba:
- Te amo. Y eso no va a cambiarlo nadie. Ni siquiera ella. Lucharé por volver a nuestro mundo. Si decides venir conmigo, me harás completamente feliz. Pero si decides quedarte con Ian, con una familia, sin dolor... también lo aceptaré. Pero será menos doloroso para ti si te quedas que mi mente se vaya. Decidas lo que decidas, te amaré de igual forma... más de lo que sé expresar con palabras.

Observé aquellos profundos ojos azules. Recordé cómo eran de hielo cuando la conocí aquella noche, y como cambiaban según estado de ánimo. Había aprendido a captar los matices, a saber de ella según sus cambiantes ojos, y en ese momento sencillamente expresaban sus más profundos sentimientos, sin más, sin angustia ni dolor.

Esos ojos era mi faro, el que me impedía que me estrellase contra las rocas en una noche oscura, y de nuevo, me habían proporcionado la luz que necesitaba en mi zozobra personal. Acaricié su mejilla y la besé, apoyando después mi frente en la suya.

— Iremos juntas Xar. Juntas hasta el final. Eres mi hogar y mi ancla, y mi sitio siempre será contigo. Por mucho que me duela dejar a Ian aquí, estará protegido y querido por su familia, porque aunque tengan caras conocidas, no somos nosotras.— sonreí amargamente.— Debí ser una persona terrible en otra vida porque alguien se está inflando a torturarme en ésta. ¿Por qué en niguna realidad paralela somos completamente felices? ¿por qué siempre hay algo que lo empaña? Estoy hasta los huevos de este juego macabro. Cuando regresemos voy a encontrar la forma de estar siempre juntas, y nada ni nadie va a poder impedírnoslo.— Fui recuperando el humor conforme me cargaba de coraje. Sus manos, su cuerpo, su mera presencia hacía que mi fortaleza se creciera y que en vez de gimotear como una cria asustada sacase la vena Paine y afrontara el destino al más puro estilo pirata: riéndome de la muerte y desafiándola a rubricar un final épico.— ¿Y sabes qué? que cualquier dia de estos hago un té de setas divertidas, invoco algo, y amanecemos preñadas las dos, pero de un dios, así no podrás reprocharme que te dan asco los hombres... Acuérdate del día que te lo digo.— Soltó una carcajada por su propia ocurrencia, pero es que con Xar a su lado se sentía de nuevo viva, fuerte y con la determinación necesaria para salir de cualquier entuerto que se les pusiera por delante.

Noté cómo empezaba a coger fuerzas porque empezó a parlotear de nuevo. Sonreí con ganas desde su frente, pegada a la mía. Me besó. Se quedaría conmigo, había dicho. Hasta el final. Teníamos que lograrlo. Sus manos siempre lograban tranquilizar esa vorágine de fuego que me impulsaba a hacer todo lo que hacía. Antes, mi interior siempre estaba revuelto, necesitaba adrenalina para funcionar... pero sus labios siempre conseguían suavizar aquel torrente. La miré a los ojos con un profundo anhelo de ella y no pude contenerme más. Besé sus labios con necesidad, vertiendo en ellos toda la preocupación que había soportado aquella semana velando junto a su cuerpo inconsciente, llegándome a preguntar si despertaría.

Me tumbé en el sofá y la atraje hacia mi boca, devorando de nuevo sus labios y jugando con esa lengua viperina que tanto me gustaba. Su cuello se me antojó pequeño cuando lo recorrí entre lamentones, succionando su piel para hacer mío cada centímetro de esa piel suave y tersa. Recorrí con mis manos su espalda y la redibujé por los costados, soltando suspiros cuando podía tomar aire para emprender una nueva ruta por su pecho. Mi respiración comenzaba a acelerarse y la miré a los ojos en un atisbo de lucidez. Mi voz sonó algo ronca cuando musité contra su clavícula: - Te necesito... ahora.

Podría parecer un cliché repetitivo y pasado de moda, pero es que cuando se rozaban sus cuerpos se encendían, y todo aquello que no lograban expresar con palabras, lo terminaban diciendo sus cuerpos.

— Xar... tendrá que ser rápido... pueden venir en cualquier momento o puede despertarse Ian...— Se abrazó a su cuello y agarró con ambas manos su nuca para besarla con hambre. ¿Cómo iba a dejarla ir sin correr tras de ella? era impensable, sencillamente no existía una Elora sin Xaryne, lo había visto, en el futuro en el que ella no estaba, no quedaba nada de la bruja, era una sombra, un espectro sin vida, sin emociones, sin brillo en los ojos. Por nada del mundo, ni siquiera por Ian, abandonaría a Xar. El amor no debería hacernos elegir nunca. Y ella estaba en una situación difícil porque eran dos tipos diferentes de amor. Pero la respuesta estaba clara, en esa realidad no sería feliz separada de la cazadora, y ella en la suya tampoco. Necesitaba su propio cuento con final feliz y lucharía por él. El sendero se dibujaba cada vez más claro y tenía su piel, sus manos y sus labios.

Se dejó besar y acariciar, llenó la necesidad de Xar con más besos y caricias, con mordiscos y lametones y con todas las expresiones físicas que resumían su profunda conexión. En sus gestos estaba implícita la promesa de permanecer juntas contra viento y marea, en lo bueno y en la malo, hasta que la muerte intentara separalas, y ni siquiera entonces, porque hallaría la forma de reunirse en la otra vida.