AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Старые друзья [Viejos amigos] || Dima Yakovlev y Nadezhda.
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Старые друзья [Viejos amigos] || Dima Yakovlev y Nadezhda.
En poco tiempo las cosas habían cambiado demasiado. La noche en el bosque en la que creía haberme peleado con Eris, lo sucedido con Eric y Nadezhda... y luego aquella joven: Dasha. Aquella joven que no salía de mi cabeza. Por no hablar de las cartas que había encontrado en el cajón de Nadezhda...
Pero aquella mañana no tenía ganas de pensar en nada. La luna llena ya había pasado y me sentía tranquilo sabiéndome que mi cuerpo no se iba a transformar súbitamente de un momento a otro.
Los golpes recibidos en la pelea con Eric ya se había curado, aún quedaban algunos rastros y debía fingir estar malherido si no quería que Nadezhda sospechase. ¿Cómo le iba a explicar que mi cuerpo se curaba con rapidez por culpa de mi nueva condición? ¡Demonios! A veces sentía verdaderas ganas de contarle la verdad...
Salí de la carreta bostezando, buscando a Nadezhda con la mirada... ¿donde se había metido mi alocada hermana? ¿Habría ido a visitar a James? Que raro se hacía pensar en aquella posibilidad sin enfurecerme.
Suspiré frotándome el pelo al ver que no estaba en las cercanías y entré de nuevo en la carreta.
Echaba de menos los días en Rusia, aquella temperatura de Francia era calurosa incluso para estar en otoño.
Caminé al interior de la carreta para agacharme y buscar mi vieja guitarra. ¿Recordaría aún como tocar? Salí fuera, sentándome en la puerta de la carreta, y comencé a deslizar mis dedos por las cuerdas de la guitarra. Sonaban melodías propias de Rusia, llenándome de nostalgia...
{Orden: Nade y luego Dima ^^}
Pero aquella mañana no tenía ganas de pensar en nada. La luna llena ya había pasado y me sentía tranquilo sabiéndome que mi cuerpo no se iba a transformar súbitamente de un momento a otro.
Los golpes recibidos en la pelea con Eric ya se había curado, aún quedaban algunos rastros y debía fingir estar malherido si no quería que Nadezhda sospechase. ¿Cómo le iba a explicar que mi cuerpo se curaba con rapidez por culpa de mi nueva condición? ¡Demonios! A veces sentía verdaderas ganas de contarle la verdad...
Salí de la carreta bostezando, buscando a Nadezhda con la mirada... ¿donde se había metido mi alocada hermana? ¿Habría ido a visitar a James? Que raro se hacía pensar en aquella posibilidad sin enfurecerme.
Suspiré frotándome el pelo al ver que no estaba en las cercanías y entré de nuevo en la carreta.
Echaba de menos los días en Rusia, aquella temperatura de Francia era calurosa incluso para estar en otoño.
Caminé al interior de la carreta para agacharme y buscar mi vieja guitarra. ¿Recordaría aún como tocar? Salí fuera, sentándome en la puerta de la carreta, y comencé a deslizar mis dedos por las cuerdas de la guitarra. Sonaban melodías propias de Rusia, llenándome de nostalgia...
{Orden: Nade y luego Dima ^^}
Última edición por Aleksandr Kuznetsov el Dom Dic 26, 2010 12:13 pm, editado 2 veces
Invitado- Invitado
Re: Старые друзья [Viejos amigos] || Dima Yakovlev y Nadezhda.
Todas las cosas que nos habían ocurrido a mi hermano y a mi, se habían tornado bochornosas y propias de relatos de terror, no podía dejar de temer por la vida de él, un vampiro lo había atacado, una vampiresa me había salvado la vida de un maldito licántropo y James seguía distante y yo no era capaz de darle a conocer mis sentimientos hacia él... ¡Qué cobarde!
Me había levantado muy temprano por la mañana, el dinero que habíamos juntado entre mi hermano y yo con los nuevos trabajos me permitían comprar mejores alimentos, y esa mañana fue lo que hice, apresurarme a una tienda y comprar pan, miel, harina, azúcar, queso y traer leche del granero más cercano. Con mi hermano aún herido y mis típicos despistes, lo mejor que podía hacer en ese momento era preparar el mejor desayuno para ambos. Corrí hasta las carretas, donde pude distinguir a mi hermano con su guitarra, ensimismado en su música; sonreí ampliamente cuando llegué hasta él, me encantaba verlo tan despejado y observar que las heridas de su cuerpo se iban curando.
-¡Саша!- Sonreí acercándome a él, regalándole un beso en la mejilla de forma cariñosa. Si la vida me lo hubiese arrebatado aquella noche, lo más probable hubiera sido que yo también me negase a seguir viviendo, sin él para mi ya nada tendría sentido... nunca. -Hoy desayunaremos té... ¡Con блины!- dije separándome de él y mostrándole el pequeño saco de comida que traía conmigo. Me dirigí hasta el montón de leñas que teníamos, cogiendo unas cuantas para encender la hoguera y empezar a cocinar en nuestro amago de cocina.
-¡Pero no me ayudes que no hay prisa!- bromeé al verlo allí sentado, aún con su guitarra en mano.
Me había levantado muy temprano por la mañana, el dinero que habíamos juntado entre mi hermano y yo con los nuevos trabajos me permitían comprar mejores alimentos, y esa mañana fue lo que hice, apresurarme a una tienda y comprar pan, miel, harina, azúcar, queso y traer leche del granero más cercano. Con mi hermano aún herido y mis típicos despistes, lo mejor que podía hacer en ese momento era preparar el mejor desayuno para ambos. Corrí hasta las carretas, donde pude distinguir a mi hermano con su guitarra, ensimismado en su música; sonreí ampliamente cuando llegué hasta él, me encantaba verlo tan despejado y observar que las heridas de su cuerpo se iban curando.
-¡Саша!- Sonreí acercándome a él, regalándole un beso en la mejilla de forma cariñosa. Si la vida me lo hubiese arrebatado aquella noche, lo más probable hubiera sido que yo también me negase a seguir viviendo, sin él para mi ya nada tendría sentido... nunca. -Hoy desayunaremos té... ¡Con блины!- dije separándome de él y mostrándole el pequeño saco de comida que traía conmigo. Me dirigí hasta el montón de leñas que teníamos, cogiendo unas cuantas para encender la hoguera y empezar a cocinar en nuestro amago de cocina.
-¡Pero no me ayudes que no hay prisa!- bromeé al verlo allí sentado, aún con su guitarra en mano.
Invitado- Invitado
Re: Старые друзья [Viejos amigos] || Dima Yakovlev y Nadezhda.
Aunque luchase por ocultarlo, desde su huida de Rusia y de su familia Dima no podía evitar sentir un extraño vacío que le apresaba cada vez que se encontraba solo. Luchaba una y otra vez por evadirse, por divertirse con alguna joven o simplemente tocando el acordeón, pero a veces le era imposible.
Se sentía solo, aún teniendo a Alina. Nadie le había querido nunca, ni sus padres, ni las jóvenes con las que se divertía, nadie. Quizá Alina le quería, pero a veces le costaba creerlo con aquel hostil comportamiento que tenía hacia él.
Rió caminando por las afueras de París cuando el comportamiento de su prima pasó por su mente. Llevaba días pensando en cómo habrían sido las cosas de no haber sido encontrado en Calais por aquel amigo de su padre, ¿habría podido permanecer siempre al lado de Sasha y Nadezhda? ¿Habrían permanecido siempre unidos y felices? Extrañaba aquellos días con aquellos jóvenes gitanos a quien quería más que a sus propios padres. Sí, ellos le habían querido, y él a ellos. Igual que quería a Alina.
Suspiró en voz muy baja, guardando las manos en sus bolsillos e intentando dibujarse una pequeña y falsa sonrisa en los labios. Odiaba aquellos momentos suyos donde no se sentía feliz. Aún habiendo sido tan desdichado, o haber tenido tan mala suerte como él prefería decir, siempre estaba contento. Siempre sonreía, porque como él mismo se decía "sonriendo serás feliz". Y hasta entonces, le había funcionado.
Sin darse casi cuenta, llegó a la zona donde los gitanos aparcaban sus carretas, y el sentimiento de nostalgia le inundó. Sonrió recordando los momentos con los hermanos Kuznetsov, las bromas, las risas, los buenos momentos... y también los malos.
Caminó entra las carretas de forma natural, sin miedo a ser tachado de ricachón, pues él no era de los típicos nobles que se vestían acorde a su clase. Él era un tipo normal, que se había criado en las calles, como un pobre más.
Le resultaron divertida las miradas de las jovencitas que le miraban a cada paso que daba, y le sonrió a una de ellas guiñándole un ojo, logrando que se sonrojase y comenzase a reír tontamente al lado de sus amigos. A Dima le divertía aquello. Claro, no con intención de dañar a ninguna. Le gustaba jugar a robar besos a las chicas, a considerarse un rompecorazones... aunque era incapaz de hacer daño a ninguna de ellas, pues no se creía tan egoísta para eso.
Se alborotó el pelo cuando llegó a la última carreta del lugar. Dos caballos yacían atados cerca de ésta, y parecía recién instalada. La curiosidad mató al gato según dicen, y a Dima le vencía todas las batallas.
Aceleró el paso mientras silbaba una canción de su país, hasta toparse con los propietarios de la carreta: dos jóvenes de su edad.
Un chico, de cabellos negros y ojos claros, con abundante barba aunque muy bien cuidada, sosteniendo una bella guitarra en brazos. ¡Que rabia le dio no tener cerca su acordeón para poder hacer compañía a aquella hermosa guitarra que le devolvía a las frías calles de San Petersburgo!
Hacia el joven caminaba una chica de cabellos rojizos y rizados, de ojos azul verdoso, con una bella sonrisa en los labios y algo de comida en las manos.
Dima se paró a observar la escena con una extraña sensación de familiaridad. ¿Habría visto aquella escena alguna vez o solo lo confundía con uno de sus sueños?
Давай Дима..., se dijo intentando apartar la mirada de la escena. Pero rápidamente comprendió el por qué de aquel sentimiento.
-Саша!.- gritó en ruso invadido por la alegría. -Надежда!
Se tapó la boca sintiéndose estúpido. ¿Y si aquellos no eran sus amigos? ¿Y si estaba errado? Bueno, con suerte no sabrían ruso y le tomarían por un loco. Siempre podía empezar a cantar o bailar si aquellos jóvenes le miraban extraño...
Se sentía solo, aún teniendo a Alina. Nadie le había querido nunca, ni sus padres, ni las jóvenes con las que se divertía, nadie. Quizá Alina le quería, pero a veces le costaba creerlo con aquel hostil comportamiento que tenía hacia él.
Rió caminando por las afueras de París cuando el comportamiento de su prima pasó por su mente. Llevaba días pensando en cómo habrían sido las cosas de no haber sido encontrado en Calais por aquel amigo de su padre, ¿habría podido permanecer siempre al lado de Sasha y Nadezhda? ¿Habrían permanecido siempre unidos y felices? Extrañaba aquellos días con aquellos jóvenes gitanos a quien quería más que a sus propios padres. Sí, ellos le habían querido, y él a ellos. Igual que quería a Alina.
Suspiró en voz muy baja, guardando las manos en sus bolsillos e intentando dibujarse una pequeña y falsa sonrisa en los labios. Odiaba aquellos momentos suyos donde no se sentía feliz. Aún habiendo sido tan desdichado, o haber tenido tan mala suerte como él prefería decir, siempre estaba contento. Siempre sonreía, porque como él mismo se decía "sonriendo serás feliz". Y hasta entonces, le había funcionado.
Sin darse casi cuenta, llegó a la zona donde los gitanos aparcaban sus carretas, y el sentimiento de nostalgia le inundó. Sonrió recordando los momentos con los hermanos Kuznetsov, las bromas, las risas, los buenos momentos... y también los malos.
Caminó entra las carretas de forma natural, sin miedo a ser tachado de ricachón, pues él no era de los típicos nobles que se vestían acorde a su clase. Él era un tipo normal, que se había criado en las calles, como un pobre más.
Le resultaron divertida las miradas de las jovencitas que le miraban a cada paso que daba, y le sonrió a una de ellas guiñándole un ojo, logrando que se sonrojase y comenzase a reír tontamente al lado de sus amigos. A Dima le divertía aquello. Claro, no con intención de dañar a ninguna. Le gustaba jugar a robar besos a las chicas, a considerarse un rompecorazones... aunque era incapaz de hacer daño a ninguna de ellas, pues no se creía tan egoísta para eso.
Se alborotó el pelo cuando llegó a la última carreta del lugar. Dos caballos yacían atados cerca de ésta, y parecía recién instalada. La curiosidad mató al gato según dicen, y a Dima le vencía todas las batallas.
Aceleró el paso mientras silbaba una canción de su país, hasta toparse con los propietarios de la carreta: dos jóvenes de su edad.
Un chico, de cabellos negros y ojos claros, con abundante barba aunque muy bien cuidada, sosteniendo una bella guitarra en brazos. ¡Que rabia le dio no tener cerca su acordeón para poder hacer compañía a aquella hermosa guitarra que le devolvía a las frías calles de San Petersburgo!
Hacia el joven caminaba una chica de cabellos rojizos y rizados, de ojos azul verdoso, con una bella sonrisa en los labios y algo de comida en las manos.
Dima se paró a observar la escena con una extraña sensación de familiaridad. ¿Habría visto aquella escena alguna vez o solo lo confundía con uno de sus sueños?
Давай Дима..., se dijo intentando apartar la mirada de la escena. Pero rápidamente comprendió el por qué de aquel sentimiento.
-Саша!.- gritó en ruso invadido por la alegría. -Надежда!
Se tapó la boca sintiéndose estúpido. ¿Y si aquellos no eran sus amigos? ¿Y si estaba errado? Bueno, con suerte no sabrían ruso y le tomarían por un loco. Siempre podía empezar a cantar o bailar si aquellos jóvenes le miraban extraño...
Dima Yakovlev- Humano Clase Alta
- Mensajes : 532
Fecha de inscripción : 29/10/2010
Edad : 34
Re: Старые друзья [Viejos amigos] || Dima Yakovlev y Nadezhda.
Escuchando cada sonido que producía mi guitarra, deseaba tener una botella de vodka ruso a mi lado, hacer una hoguera y pasarme la noche tocando melodías de las frías estepas solo para ver a Nadezhda bailarlas como sólo ella sabía. Extrañaba nuestra infancia, el no tener que pensar más que en cómo llegar al día siguiente... ahora había mil problemas, mil preguntas sin respuesta.
-¡Саша!.- exclamó de pronto Nade, sonriendo mientras se acercaba a mí. Sonreí feliz cuando sus labios se posaron en mi mejilla en un cariñoso beso. ¿Qué habría sido de mí si aquel vampiro le hubiera hecho algo? -Hoy desayunaremos té... ¡Con блины!.- блины, repitió mi mente en un alarde de felicidad. Observé la bolsa que Nade me mostró separándose unos centímetros de mí. Sonreí siguiéndola con la mirada, dirigiéndose ella a las leñas que teníamos. A veces me preguntaba si podía leerme la mente... -¡Pero no me ayudes que no hay prisa!
-¡Perdón!.- me disculpé apresurado, dejando la guitarra a un lado para correr a ayudarla.
Tomé las leñas con ambos brazos, fingiendo quejarme un poco por las heridas que aún tenía de la batalla con Eric. Coloqué las leñas y prendí fuego a éstas, encendiendo la hoguera que Nade necesitaba para cocinar.
-Esta parte te toca a ti.- sonreí divertido tirando suavemente de su moflete.
Me reí ante su reacción, pero mi vista se dirigió a un joven de cabellos rubios y alborotados, con ojos azules que observaban la escena entre mi hermana y yo, como si nos conociese de algo.
-No te muevas de aquí....- le susurré a Nade al oído besando luego su mejilla.
Caminé disimuladamente hacia el joven, no sabía que iba a decirle, pero si estaba observando por curiosidad, seguro que le espantaba.
-Саша!.- gritó en ruso aquel joven. -Надежда!
¿Nos conocíamos? Observé desde la distancia como se cubría la boca avergonzado. ¿Quien demonios era aquel chico?
Me acerqué finalmente a él, frunciendo el ceño confuso.
-¿Nos co...?.- no logré continuar la frase.
Al ver sus ojos clavándose en los míos entendí con facilidad quien era. Claro que le conocía... ¡y vaya si lo hacía! Aquel chico era el único amigo de verdad que había tenido, aquel chico era el único -aparte de mi hermana- que me conocía a la perfección y podría leer cualquiera de mis movimientos. Dmitry Yakovlev.
-О Боже! Дима!.- exclamé corriendo hacia él para abrazarlo con fuerza.
Que extraño fue sentir la felicidad invadiéndome... ¡pero era Dima! ¡Mi mejor amigo! Yo que creía que jamás volvería a verle... no había olvidado nuestros días en Calais antes de que un amigo de sus padres se lo llevara. ¡Seguía igual que siempre!
-¡Dima! Juro por Dios que creí que nunca más volvería a verte... amigo mío.- sonreí calidamente mirando directamente a aquellos ojos azules que tanto recordaban al río de San Petersburgo. -Estás como siempre... pero... ¡pero dime! ¡Qué haces aquí, no sé, hablame!.- exclamé invadido por la felicidad, sin saber que decir por los nervios que me vencían.
-¡Саша!.- exclamó de pronto Nade, sonriendo mientras se acercaba a mí. Sonreí feliz cuando sus labios se posaron en mi mejilla en un cariñoso beso. ¿Qué habría sido de mí si aquel vampiro le hubiera hecho algo? -Hoy desayunaremos té... ¡Con блины!.- блины, repitió mi mente en un alarde de felicidad. Observé la bolsa que Nade me mostró separándose unos centímetros de mí. Sonreí siguiéndola con la mirada, dirigiéndose ella a las leñas que teníamos. A veces me preguntaba si podía leerme la mente... -¡Pero no me ayudes que no hay prisa!
-¡Perdón!.- me disculpé apresurado, dejando la guitarra a un lado para correr a ayudarla.
Tomé las leñas con ambos brazos, fingiendo quejarme un poco por las heridas que aún tenía de la batalla con Eric. Coloqué las leñas y prendí fuego a éstas, encendiendo la hoguera que Nade necesitaba para cocinar.
-Esta parte te toca a ti.- sonreí divertido tirando suavemente de su moflete.
Me reí ante su reacción, pero mi vista se dirigió a un joven de cabellos rubios y alborotados, con ojos azules que observaban la escena entre mi hermana y yo, como si nos conociese de algo.
-No te muevas de aquí....- le susurré a Nade al oído besando luego su mejilla.
Caminé disimuladamente hacia el joven, no sabía que iba a decirle, pero si estaba observando por curiosidad, seguro que le espantaba.
-Саша!.- gritó en ruso aquel joven. -Надежда!
¿Nos conocíamos? Observé desde la distancia como se cubría la boca avergonzado. ¿Quien demonios era aquel chico?
Me acerqué finalmente a él, frunciendo el ceño confuso.
-¿Nos co...?.- no logré continuar la frase.
Al ver sus ojos clavándose en los míos entendí con facilidad quien era. Claro que le conocía... ¡y vaya si lo hacía! Aquel chico era el único amigo de verdad que había tenido, aquel chico era el único -aparte de mi hermana- que me conocía a la perfección y podría leer cualquiera de mis movimientos. Dmitry Yakovlev.
-О Боже! Дима!.- exclamé corriendo hacia él para abrazarlo con fuerza.
Que extraño fue sentir la felicidad invadiéndome... ¡pero era Dima! ¡Mi mejor amigo! Yo que creía que jamás volvería a verle... no había olvidado nuestros días en Calais antes de que un amigo de sus padres se lo llevara. ¡Seguía igual que siempre!
-¡Dima! Juro por Dios que creí que nunca más volvería a verte... amigo mío.- sonreí calidamente mirando directamente a aquellos ojos azules que tanto recordaban al río de San Petersburgo. -Estás como siempre... pero... ¡pero dime! ¡Qué haces aquí, no sé, hablame!.- exclamé invadido por la felicidad, sin saber que decir por los nervios que me vencían.
Invitado- Invitado
Re: Старые друзья [Viejos amigos] || Dima Yakovlev y Nadezhda.
-¡Perdón!.- se disculpó Sasha apresurado, dejando la guitarra a un lado para correr a ayudarme, yo sonreí una vez más, pero al oírlo quejarse por el dolor, mientras cogía las leñas, me sentí un tanto culpable por pedir su ayuda a sabiendas que aún se encontraba un tanto convaleciente. Aún así las colocó y prendió fuego sin esfuerzo aparente, sus heridas en verdad que sanaban rápido; mi hermano siempre fue un hombre de fortaleza envidiable... o al menos eso pensaba yo en aquel momento de mi vida.
-Esta parte te toca a ti.- sonrió divertido tirando suavemente de mi moflete y yo bufé un tanto molesta, pero aquella acción siempre había sido una típica broma nuestra y verlo sonreír me colmaba de alegría, pues el típico Sasha asqueado de la vida no era mi verdadero hermano, él siempre había sido optimista y divertido y era eso lo que más echaba en falta en él.
Poco después de que empezara a ubicar las cazuelas, un chico de cabellos rubios platinos, que se asemejaban al sol, quedó de pie cerca de nuestra carreta, observándonos con curiosidad, lo miré dubitativa un momento, esos ojos azules me recordaban a alguien... pero no sabía a quien.
-No te muevas de aquí....- me susurró Sasha al oído, besando tiernamente mi mejilla, para luego acercarse al joven, disimulando sus pasos directos.
-Саша!.- gritó nuestros nombres, el joven, con un conocido acento ruso. -Надежда!- ¿Pero como podía conocernos?... o yo lo había olvidado muy rápido o aquello no tenía sentido para mi, pero mi hermano se dirigió hacia el joven y yo no pude oír su pregunta, pero en un parpadeo, observé como, en paso apresurado se acercó al joven con los brazos abiertos para abrazarlo, pero fue su sonora exclamación que me había dado la pista exacta de quién era aquel hombre.
¡Dima!, Dmitry Yakovlev, el único y mejor amigo de hermano; un chico que conocimos cuando aún éramos unos niños y del que no volvimos a tener noticia tras su obligada partida.
¿Como podía el destino volver a unir personas con caminos separados?. Una gran sonrisa se me apareció en el rostro y tal como mi hermano hizo, me acerqué apresurada a ellos.
-¡Dima, cuanto tiempo!-Saludé con vehemencia al llegar hasta estos dos, que seguían cogidos de los brazos, incrédulos de volver a cruzar miradas, sonrisas y palabras. Pero Dima parecía estar en un ligero estado de shock, pues le costaba asimilar el hecho de habernos encontrado. -¡Por dios, di algo o creeré que te has tragado la lengua!- sonreí ante la broma, acercando mi mano a su rostro para estirarle del moflete, tal y como Sasha me lo había hecho antes a mi.
-Esta parte te toca a ti.- sonrió divertido tirando suavemente de mi moflete y yo bufé un tanto molesta, pero aquella acción siempre había sido una típica broma nuestra y verlo sonreír me colmaba de alegría, pues el típico Sasha asqueado de la vida no era mi verdadero hermano, él siempre había sido optimista y divertido y era eso lo que más echaba en falta en él.
Poco después de que empezara a ubicar las cazuelas, un chico de cabellos rubios platinos, que se asemejaban al sol, quedó de pie cerca de nuestra carreta, observándonos con curiosidad, lo miré dubitativa un momento, esos ojos azules me recordaban a alguien... pero no sabía a quien.
-No te muevas de aquí....- me susurró Sasha al oído, besando tiernamente mi mejilla, para luego acercarse al joven, disimulando sus pasos directos.
-Саша!.- gritó nuestros nombres, el joven, con un conocido acento ruso. -Надежда!- ¿Pero como podía conocernos?... o yo lo había olvidado muy rápido o aquello no tenía sentido para mi, pero mi hermano se dirigió hacia el joven y yo no pude oír su pregunta, pero en un parpadeo, observé como, en paso apresurado se acercó al joven con los brazos abiertos para abrazarlo, pero fue su sonora exclamación que me había dado la pista exacta de quién era aquel hombre.
¡Dima!, Dmitry Yakovlev, el único y mejor amigo de hermano; un chico que conocimos cuando aún éramos unos niños y del que no volvimos a tener noticia tras su obligada partida.
¿Como podía el destino volver a unir personas con caminos separados?. Una gran sonrisa se me apareció en el rostro y tal como mi hermano hizo, me acerqué apresurada a ellos.
-¡Dima, cuanto tiempo!-Saludé con vehemencia al llegar hasta estos dos, que seguían cogidos de los brazos, incrédulos de volver a cruzar miradas, sonrisas y palabras. Pero Dima parecía estar en un ligero estado de shock, pues le costaba asimilar el hecho de habernos encontrado. -¡Por dios, di algo o creeré que te has tragado la lengua!- sonreí ante la broma, acercando mi mano a su rostro para estirarle del moflete, tal y como Sasha me lo había hecho antes a mi.
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Re: Старые друзья [Viejos amigos] || Dima Yakovlev y Nadezhda.
Dima se sentía cada vez más nervioso y estúpido. ¿Y si le tomaban por un loco? ¿Y si se lanzaban contra él? ¡Por qué tenía que ser tan torpe!
Observó desde la distancia cómo el joven hablaba con la chica, como sonreían, como estaban claramente unidos: como uno solo. Recordaba perfectamente cómo eran Sasha y Nadezhda, lo recordaba como si lo hubiera vivido el día anterior. Aquel sentimiento de nostalgia le invadió aún más, y quiso dar media vuelta e irse a beber vodka para olvidar todo aquello. ¿Qué locura era aquella de creerse que aquellos dos jóvenes eran sus amigos? Debía estar volviéndose loco, o eso quiso creer.
Retrocedió un par de pasos nervioso cuando vio que el joven que había estado observando se acercaba a él tras besar la mejilla de la chica. ¿Se acercaba a él para echarle? ¿Y si le golpeaba?
-¿Nos co...?.- comenzó el joven acercándose.
Dima creyó estar soñando, creyó estar viendo una visión. ¡Era él! ¡Era Sasha! Su único amigo, su confesor, el único que había mirado más allá de su clase o de su apellido.
-О Боже! Дима!.- exclamó Sasha para correr hacia él y abrazarlo fuerte. No supo que bien que decir, solo estrechó el cuerpo de su amigo fuerte contra su pecho, cerrando los ojos inundado por la felicidad que le llenaba por reencontrarse por fin con sus únicos amigos. Encontraba al fin un motivo para sonreír, un motivo para vivir. A él le bastaba la amistad y el cariño de una persona para luchar contra todo y contra todos. -¡Dima! Juro por Dios que creí que nunca más volvería a verte... amigo mío.- comenzó Sasha mirando a los azules ojos de Dima. Los recuerdos le inundaron de repente, cuando se habían conocido, cuando le había ayudado... ¿cómo no podía sentirse feliz? -Estás como siempre... pero... ¡pero dime! ¡Qué haces aquí, no sé, hablame!.- continuó exclamando su amigo.
Dima se sintió algo abrumado por la situación, como si no supiera bien qué sentir. Bajó la mirada avergonzado y dibujó lentamente una sonrisa en sus labios, decidido a alzar la mirada a la de Sasha para decirle que llevaba años deseando volver a verle. Vio de repente cómo la joven de cabellos rojizos se acercaba apresurada a ellos. Dima creyó recordar a Nadezhda de otro modo, ¿la veía ahora como una mujer y no como a una niña?
-¡Dima, cuanto tiempo!.- le saludó finalmente la pelirroja con una sonrisa en los labios. Un sentimiento de vergüenza le invadió de nuevo y bajó la mirada. -¡Por dios, di algo o creeré que te has tragado la lengua!.- continuó la chica bromeando.
Dima se atrevió a alzar la mirada y toparse con las sonrisas de los dos jóvenes. Deseó que si aquello era una ilusión, no se acabara nunca. Abrazó a sus amigos con fuerza, apretándolos con necesidad hacia sí, queriendo sentirlos dentro de él y llenarse de su presencia para olvidar tantos años de su falta. Sin darse cuenta, se vio llorando como un niño pequeño.
-No sabéis cuanto he soñado con esto momento...- lloriqueó haciendo pucheritos cual niño pequeño. Echó entonces a reír y dio un par de saltos de felicidad. -¡Por fin os he encontrado! ¡Por fin volvemos a estar juntos!.- Dima no pensaba en si le rechazarían o no, se creía tan ciegamente la idea de que estarían siempre juntos que la posibilidad de ser rechazado no pasaba por su mente. -¡Ahora estaremos siempre juntos!.- sentenció abrazando a ambos jóvenes después de dibujar un corazón con sus dedos como solía hacer cuando estaba feliz.
Observó desde la distancia cómo el joven hablaba con la chica, como sonreían, como estaban claramente unidos: como uno solo. Recordaba perfectamente cómo eran Sasha y Nadezhda, lo recordaba como si lo hubiera vivido el día anterior. Aquel sentimiento de nostalgia le invadió aún más, y quiso dar media vuelta e irse a beber vodka para olvidar todo aquello. ¿Qué locura era aquella de creerse que aquellos dos jóvenes eran sus amigos? Debía estar volviéndose loco, o eso quiso creer.
Retrocedió un par de pasos nervioso cuando vio que el joven que había estado observando se acercaba a él tras besar la mejilla de la chica. ¿Se acercaba a él para echarle? ¿Y si le golpeaba?
-¿Nos co...?.- comenzó el joven acercándose.
Dima creyó estar soñando, creyó estar viendo una visión. ¡Era él! ¡Era Sasha! Su único amigo, su confesor, el único que había mirado más allá de su clase o de su apellido.
-О Боже! Дима!.- exclamó Sasha para correr hacia él y abrazarlo fuerte. No supo que bien que decir, solo estrechó el cuerpo de su amigo fuerte contra su pecho, cerrando los ojos inundado por la felicidad que le llenaba por reencontrarse por fin con sus únicos amigos. Encontraba al fin un motivo para sonreír, un motivo para vivir. A él le bastaba la amistad y el cariño de una persona para luchar contra todo y contra todos. -¡Dima! Juro por Dios que creí que nunca más volvería a verte... amigo mío.- comenzó Sasha mirando a los azules ojos de Dima. Los recuerdos le inundaron de repente, cuando se habían conocido, cuando le había ayudado... ¿cómo no podía sentirse feliz? -Estás como siempre... pero... ¡pero dime! ¡Qué haces aquí, no sé, hablame!.- continuó exclamando su amigo.
Dima se sintió algo abrumado por la situación, como si no supiera bien qué sentir. Bajó la mirada avergonzado y dibujó lentamente una sonrisa en sus labios, decidido a alzar la mirada a la de Sasha para decirle que llevaba años deseando volver a verle. Vio de repente cómo la joven de cabellos rojizos se acercaba apresurada a ellos. Dima creyó recordar a Nadezhda de otro modo, ¿la veía ahora como una mujer y no como a una niña?
-¡Dima, cuanto tiempo!.- le saludó finalmente la pelirroja con una sonrisa en los labios. Un sentimiento de vergüenza le invadió de nuevo y bajó la mirada. -¡Por dios, di algo o creeré que te has tragado la lengua!.- continuó la chica bromeando.
Dima se atrevió a alzar la mirada y toparse con las sonrisas de los dos jóvenes. Deseó que si aquello era una ilusión, no se acabara nunca. Abrazó a sus amigos con fuerza, apretándolos con necesidad hacia sí, queriendo sentirlos dentro de él y llenarse de su presencia para olvidar tantos años de su falta. Sin darse cuenta, se vio llorando como un niño pequeño.
-No sabéis cuanto he soñado con esto momento...- lloriqueó haciendo pucheritos cual niño pequeño. Echó entonces a reír y dio un par de saltos de felicidad. -¡Por fin os he encontrado! ¡Por fin volvemos a estar juntos!.- Dima no pensaba en si le rechazarían o no, se creía tan ciegamente la idea de que estarían siempre juntos que la posibilidad de ser rechazado no pasaba por su mente. -¡Ahora estaremos siempre juntos!.- sentenció abrazando a ambos jóvenes después de dibujar un corazón con sus dedos como solía hacer cuando estaba feliz.
Dima Yakovlev- Humano Clase Alta
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Re: Старые друзья [Viejos amigos] || Dima Yakovlev y Nadezhda.
Nade se unió a mi felicidad y se acercó a nosotros para, tras comprobar quién era el chico, saludar a nuestro viejo amigo.
-¡Dima, cuanto tiempo!.-comenzó ella a forma de saludo, contagiándome de su alocada felicidad. Sonreí observando como aquella gran sonrisa estaba dibujada en sus labios. -¡Por dios, di algo o creeré que te has tragado la lengua!.- bromeó haciendo que me echase a reír mientras acercaba una mano al moflete de Dima y lo estiraba con cariño como acababa de hacer yo segundos antes.
Dima parecía completamente en shock, como si creyese que vivía un sueño o algo así. Empezaba a preocuparme que al ver que no decía nada cuando alzó la mirada hacia nosotros y nos abrazó con suma fuerza.
-No sabéis cuanto he soñado con esto momento...- comenzó separándose de nosotros, con las lágrimas invadiendo sus ojos. ¿Tanta era su felicidad? ¿Lo habría pasado tan mal en su vuelta a Rusia? Sabía bien que su vida allí no había sido fácil, pero no podía sospechar hasta que punto lo había sido. Sin embargo, se echó a reír y comenzó a dar saltos de felicidad. Me contagié de su risa y me reí de su alegría... y locura. Porque si algo recordaba de Dima era una cosa: su contagiosa locura. -¡Por fin os he encontrado! ¡Por fin volvemos a estar juntos! ¡Ahora estaremos siempre juntos!.- sentenció volviendo a abrazarnos tras hacer aquel gesto tan habitual en él de dibujar un corazón con sus dedos.
Sonreí devolviendo su abrazo y me separé de él para mirarle con dicha. Cuanto me alegraba su vuelta. Dima era una de las pocas personas en las que confiaba plenamente, aparte de en mi propia hermana. Era casi como un hermano para mí, pues me conocía perfectamente.
-¡Pues claro que sí! No volveremos a separarnos.- sonreí pasando un brazo por su cuello. -Pero tienes que contarnos un millón de cosas, que pasó contigo, que fue de tu vida en Rusia, qué hiciste allí, qué haces aquí... ¡temo que te obligaré a instalarte justo a nuestro lado!.- bromée echándome a reír. -Ven.- sonreí mirando sus azulados ojos. -Nade acaba de preparar el desayuno, y los pobres deben compartir su riqueza....- volví a bromear.
En pocos segundos la felicidad me había inundado y por fin volvía a sentirme feliz. ¡Ojalá dure años!, pensé mientras caminaba de vuelta a la carreta tirando de Dima y Nade.
-¡Dima, cuanto tiempo!.-comenzó ella a forma de saludo, contagiándome de su alocada felicidad. Sonreí observando como aquella gran sonrisa estaba dibujada en sus labios. -¡Por dios, di algo o creeré que te has tragado la lengua!.- bromeó haciendo que me echase a reír mientras acercaba una mano al moflete de Dima y lo estiraba con cariño como acababa de hacer yo segundos antes.
Dima parecía completamente en shock, como si creyese que vivía un sueño o algo así. Empezaba a preocuparme que al ver que no decía nada cuando alzó la mirada hacia nosotros y nos abrazó con suma fuerza.
-No sabéis cuanto he soñado con esto momento...- comenzó separándose de nosotros, con las lágrimas invadiendo sus ojos. ¿Tanta era su felicidad? ¿Lo habría pasado tan mal en su vuelta a Rusia? Sabía bien que su vida allí no había sido fácil, pero no podía sospechar hasta que punto lo había sido. Sin embargo, se echó a reír y comenzó a dar saltos de felicidad. Me contagié de su risa y me reí de su alegría... y locura. Porque si algo recordaba de Dima era una cosa: su contagiosa locura. -¡Por fin os he encontrado! ¡Por fin volvemos a estar juntos! ¡Ahora estaremos siempre juntos!.- sentenció volviendo a abrazarnos tras hacer aquel gesto tan habitual en él de dibujar un corazón con sus dedos.
Sonreí devolviendo su abrazo y me separé de él para mirarle con dicha. Cuanto me alegraba su vuelta. Dima era una de las pocas personas en las que confiaba plenamente, aparte de en mi propia hermana. Era casi como un hermano para mí, pues me conocía perfectamente.
-¡Pues claro que sí! No volveremos a separarnos.- sonreí pasando un brazo por su cuello. -Pero tienes que contarnos un millón de cosas, que pasó contigo, que fue de tu vida en Rusia, qué hiciste allí, qué haces aquí... ¡temo que te obligaré a instalarte justo a nuestro lado!.- bromée echándome a reír. -Ven.- sonreí mirando sus azulados ojos. -Nade acaba de preparar el desayuno, y los pobres deben compartir su riqueza....- volví a bromear.
En pocos segundos la felicidad me había inundado y por fin volvía a sentirme feliz. ¡Ojalá dure años!, pensé mientras caminaba de vuelta a la carreta tirando de Dima y Nade.
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Re: Старые друзья [Viejos amigos] || Dima Yakovlev y Nadezhda.
Dima no podía pronunciar una sola palabra a causa de la sorpresa, sorpresa que los tres llevábamos encima, pero cuando hubo reaccionado nos abrazó con fuerza y ternura, tanta que no pude evitar soltar una risa de alegría, nuevamente se separó de nosotros, casi a regañadientes, como un niño pequeño que no quiere soltar a su madre, así era Dima y así seguiría siendo, su peculiar alegría y locura nunca cambiarían.
-No sabéis cuanto he soñado con esto momento... ¡Por fin os he encontrado! ¡Por fin volvemos a estar juntos! ¡Ahora estaremos siempre juntos!.- dijo entre risas y saltos, yo me uní a sus saltos y reí como no recordaba antes. Me alegraba tanto por él, pero también por mi hermano, hacía tiempo que no lo veía así de... ¿Contento? O mejor dicho ¡Feliz!. Dima y él eran los mejores amigos en la niñez, nadie podía separarlos y yo me unía a ellos, por estar siempre pegada a mi hermano, a quien me encantaba verlo así de sonriente. ¡Qué bien le haría Dima ahora!
-¡Pues claro que sí! No volveremos a separarnos. Pero tienes que contarnos un millón de cosas, que pasó contigo, que fue de tu vida en Rusia, qué hiciste allí, qué haces aquí... ¡temo que te obligaré a instalarte justo a nuestro lado!.-Broméo mi hermano y yo solo asentí como una loca, dando la afirmación a las palabras de mi hermano. Yo también quería saber qué había ocurrido con Dima todo este tiempo, tiempo que no supimos nada de él, hasta esta maravillosa sorpresa-VenNade acaba de preparar el desayuno, y los pobres deben compartir su riqueza....- volvió a decir Sasha, tirando de nosotros para acercarnos a la carreta. Yo me volví a adelantar, sacando una pequeña butaca de mimbre y colocarla alrededor de la fogata, junto con las otras.
-Venir, sentaros que yo os serviré el desayuno- dije cogiendo unos platos para servir los Blinis a cada uno. -¿Queréis té?... bueno lo beberéis igual por que lo digo yo- bromeé sirviendo también los tés a cada uno, estaba contenta y no podía evitar parecer un tanto acelerada. -Pero cuéntanos Dima... ¿Como has estado todo este tiempo?- comencé preguntando, después de acomodarme en mi silla e imitar a mis acompañantes, cogiendo el té y los blinis de la pequeña mesa de madera. Tanto mi hermano como yo estábamos ansiosos por tener a Dima de nuevo y no podíamos evitar interesarnos por él y nuestro pasado.
-No sabéis cuanto he soñado con esto momento... ¡Por fin os he encontrado! ¡Por fin volvemos a estar juntos! ¡Ahora estaremos siempre juntos!.- dijo entre risas y saltos, yo me uní a sus saltos y reí como no recordaba antes. Me alegraba tanto por él, pero también por mi hermano, hacía tiempo que no lo veía así de... ¿Contento? O mejor dicho ¡Feliz!. Dima y él eran los mejores amigos en la niñez, nadie podía separarlos y yo me unía a ellos, por estar siempre pegada a mi hermano, a quien me encantaba verlo así de sonriente. ¡Qué bien le haría Dima ahora!
-¡Pues claro que sí! No volveremos a separarnos. Pero tienes que contarnos un millón de cosas, que pasó contigo, que fue de tu vida en Rusia, qué hiciste allí, qué haces aquí... ¡temo que te obligaré a instalarte justo a nuestro lado!.-Broméo mi hermano y yo solo asentí como una loca, dando la afirmación a las palabras de mi hermano. Yo también quería saber qué había ocurrido con Dima todo este tiempo, tiempo que no supimos nada de él, hasta esta maravillosa sorpresa-VenNade acaba de preparar el desayuno, y los pobres deben compartir su riqueza....- volvió a decir Sasha, tirando de nosotros para acercarnos a la carreta. Yo me volví a adelantar, sacando una pequeña butaca de mimbre y colocarla alrededor de la fogata, junto con las otras.
-Venir, sentaros que yo os serviré el desayuno- dije cogiendo unos platos para servir los Blinis a cada uno. -¿Queréis té?... bueno lo beberéis igual por que lo digo yo- bromeé sirviendo también los tés a cada uno, estaba contenta y no podía evitar parecer un tanto acelerada. -Pero cuéntanos Dima... ¿Como has estado todo este tiempo?- comencé preguntando, después de acomodarme en mi silla e imitar a mis acompañantes, cogiendo el té y los blinis de la pequeña mesa de madera. Tanto mi hermano como yo estábamos ansiosos por tener a Dima de nuevo y no podíamos evitar interesarnos por él y nuestro pasado.
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Re: Старые друзья [Viejos amigos] || Dima Yakovlev y Nadezhda.
Se sentía un niño con aquella felicidad que le inundaba, un niño al que le habían devuelto sus sueños, su felicidad, y no podía evitar sentirse completamente emocionado, como si fuera a estallar en llantos otra vez.
-¡Pues claro que sí! No volveremos a separarnos..- sentenció sin más Sasha, alborotando de alegría el corazón de Dima cuando vio que su amigo pasaba su brazo por su cuello y lo miraba con una sonrisa. Cuanta dicha que esperaba no fuera estropeada aquella vez. Sonrió para su amigo con la misma felicidad que parecía inundarle a él. -Pero tienes que contarnos un millón de cosas, que pasó contigo, que fue de tu vida en Rusia, qué hiciste allí, qué haces aquí... ¡temo que te obligaré a instalarte justo a nuestro lado!.- continuó Sasha, bromeando y logrando que Dima riese feliz, aún más cuando vio que la pequeña y bella Nadezhda asentía con la cabeza en apoyo a las palabras de su hermano. -Ven.- comenzó de nuevo el ruso mirando sus azulados ojos. -Nade acaba de preparar el desayuno, y los pobres deben compartir su riqueza....- añadió bromeando.
Dima no supo si aceptar o no, pues a pesar de la confianza que existía entre los tres, no podía evitar sentir una cierta vergüenza.
-Yo... os lo ag....- antes de que pudiera continuar, Sasha ya estaba tirando de él con una fuerza que le llamó la atención, pues según recordaba él siempre había sido más fuerte que Sasha, incluso entonces debía serlo después de haber estado en el ejército. Dejó de pensar en ese detalle mientras caminaba a la carreta de los hermanos riéndose.
-Venir, sentaros que yo os serviré el desayuno.- dijo Nadezhda, tomando algunos platos para comenzar a servir el desayuno. Dima sintió que su estómago tomaba vida cuando pudo vislumbrar que servía Nadezhda: ¡blinis! Sonrió ampliamente dibujando otro corazón con los dedos, colocándoselos sobre el corazón y echándose a reír después.-¿Queréis té?... bueno lo beberéis igual por que lo digo yo.- bromeó la pequeña de los Kuznetsov sirviendo una taza de té para cada uno. -Pero cuéntanos Dima... ¿Como has estado todo este tiempo?- comenzó ella también a preguntar tras acomodarse y servirse el desayuno.
Dima guardó silencio unos segundos, tomando el café entre sus manos dejando que éstas se calentaran, y sonrió nostálgico al recordar que aquella misma escena solía repetirse cuando ellos tres estaban juntos.
-Bueno... tampoco esperéis una historia fantástica, ¿eh?.- bromeó divertido, dando un pequeño sorbo a su taza de té. -La verdad es que las cosas fueron de mal en peor cuando volví a Rusia... cuando llegué nadie me preguntó si estaba bien, mi padre me castigó, mi madre me pegó... todo se volvió un completo caos y me volví un auténtico rebelde....- no pudo evitar bajar la mirada, pues lo que estaba a punto de decir le daba algo de vergüenza. -Comencé a beber, a salir todas las noches y coquetear con todas las mujeres que encontraba....- de pronto hizo una pausa y tomó el brazo de Sasha en una reacción exagerada. -¡Juro que no le haré nada a Nade!.- exclamó haciendo pucheritos. Luego rompió a reír y dedicó una sonrisa a Nadezhda, confirmando que con ella no coquetearía como si fuera una más. -Al cumplir los 20 entré en el ejército, y tiempo después supe que mi padre me lo había propuesto para conseguir algo a cambio... así que decidí abandonarlo y huir de casa... ¡y aquí estoy!.- exclamó rompiendo el aire melancólico de su historia con una sonrisa. -Huí de casa con una prima mía... tengo que presentárosla, se llama Alina y... ¡estoy hablando demasiado!.- rió avergonzado y dominado por las emociones.
-¡Pues claro que sí! No volveremos a separarnos..- sentenció sin más Sasha, alborotando de alegría el corazón de Dima cuando vio que su amigo pasaba su brazo por su cuello y lo miraba con una sonrisa. Cuanta dicha que esperaba no fuera estropeada aquella vez. Sonrió para su amigo con la misma felicidad que parecía inundarle a él. -Pero tienes que contarnos un millón de cosas, que pasó contigo, que fue de tu vida en Rusia, qué hiciste allí, qué haces aquí... ¡temo que te obligaré a instalarte justo a nuestro lado!.- continuó Sasha, bromeando y logrando que Dima riese feliz, aún más cuando vio que la pequeña y bella Nadezhda asentía con la cabeza en apoyo a las palabras de su hermano. -Ven.- comenzó de nuevo el ruso mirando sus azulados ojos. -Nade acaba de preparar el desayuno, y los pobres deben compartir su riqueza....- añadió bromeando.
Dima no supo si aceptar o no, pues a pesar de la confianza que existía entre los tres, no podía evitar sentir una cierta vergüenza.
-Yo... os lo ag....- antes de que pudiera continuar, Sasha ya estaba tirando de él con una fuerza que le llamó la atención, pues según recordaba él siempre había sido más fuerte que Sasha, incluso entonces debía serlo después de haber estado en el ejército. Dejó de pensar en ese detalle mientras caminaba a la carreta de los hermanos riéndose.
-Venir, sentaros que yo os serviré el desayuno.- dijo Nadezhda, tomando algunos platos para comenzar a servir el desayuno. Dima sintió que su estómago tomaba vida cuando pudo vislumbrar que servía Nadezhda: ¡blinis! Sonrió ampliamente dibujando otro corazón con los dedos, colocándoselos sobre el corazón y echándose a reír después.-¿Queréis té?... bueno lo beberéis igual por que lo digo yo.- bromeó la pequeña de los Kuznetsov sirviendo una taza de té para cada uno. -Pero cuéntanos Dima... ¿Como has estado todo este tiempo?- comenzó ella también a preguntar tras acomodarse y servirse el desayuno.
Dima guardó silencio unos segundos, tomando el café entre sus manos dejando que éstas se calentaran, y sonrió nostálgico al recordar que aquella misma escena solía repetirse cuando ellos tres estaban juntos.
-Bueno... tampoco esperéis una historia fantástica, ¿eh?.- bromeó divertido, dando un pequeño sorbo a su taza de té. -La verdad es que las cosas fueron de mal en peor cuando volví a Rusia... cuando llegué nadie me preguntó si estaba bien, mi padre me castigó, mi madre me pegó... todo se volvió un completo caos y me volví un auténtico rebelde....- no pudo evitar bajar la mirada, pues lo que estaba a punto de decir le daba algo de vergüenza. -Comencé a beber, a salir todas las noches y coquetear con todas las mujeres que encontraba....- de pronto hizo una pausa y tomó el brazo de Sasha en una reacción exagerada. -¡Juro que no le haré nada a Nade!.- exclamó haciendo pucheritos. Luego rompió a reír y dedicó una sonrisa a Nadezhda, confirmando que con ella no coquetearía como si fuera una más. -Al cumplir los 20 entré en el ejército, y tiempo después supe que mi padre me lo había propuesto para conseguir algo a cambio... así que decidí abandonarlo y huir de casa... ¡y aquí estoy!.- exclamó rompiendo el aire melancólico de su historia con una sonrisa. -Huí de casa con una prima mía... tengo que presentárosla, se llama Alina y... ¡estoy hablando demasiado!.- rió avergonzado y dominado por las emociones.
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Re: Старые друзья [Viejos amigos] || Dima Yakovlev y Nadezhda.
Dima estuvo a punto de negarse al ofrecimiento, o al menos a decir algo, pero fue más rápido mi movimiento de tirar de él hasta la carreta, donde nos sentamos alrededor de la fogata que habíamos preparado antes de su llegado.
-Venir, sentaros que yo os serviré el desayuno.- comenzó Nade mientras tomaba lo necesario para servirnos el desayuno. Observé como Dima dibujaba un corazón con sus dedos y sonreía al ver que Nade había preparado blinis, ¡él y sus alocadas reacciones! Negué con la cabeza riendo mientras él estallaba también a carcajadas. --¿Queréis té?... bueno lo beberéis igual por que lo digo yo.- bromeó mi hermana sirviéndonos una taza a cada uno, logrando que sonriese por su buen humor. -Pero cuéntanos Dima... ¿Como has estado todo este tiempo?- cuestionó entonces ella, casi leyéndome la mente mientras se sentaba para comenzar a desayunar con nosotros.
Dirigí mi mirada a Dima, esperando su respuesta con cierta curiosidad, y un extraño sentimiento de pena me invadió cuando en sus labios se dibujó una sonrisa nostálgica. Continuaba él en silencio, con aquella sonrisa en los labios y sus manos bien pegadas a la taza, llevándome años atrás en los recuerdos cuando solíamos pasar los tres los días juntos.
-Bueno... tampoco esperéis una historia fantástica, ¿eh?.- bromeó él divertido, dando un pequeño sorbo a su taza -La verdad es que las cosas fueron de mal en peor cuando volví a Rusia... cuando llegué nadie me preguntó si estaba bien, mi padre me castigó, mi madre me pegó... todo se volvió un completo caos y me volví un auténtico rebelde....- en aquella pausa que hizo, su mirada se tornó hacia el suelo, y la preocupación me invadió -Comencé a beber, a salir todas las noches y coquetear con todas las mujeres que encontraba....- su pausa me puso aún más nervioso, tragué saliva cuando su mano se posó en mi antebrazo. -¡Juro que no le haré nada a Nade!- о Боже!, pensé de pronto cuando exclamó aquello. Estuve a punto de darle una colleja cuando se echó a reír. ¡Que susto más tonto aquel! -Al cumplir los 20 entré en el ejército, y tiempo después supe que mi padre me lo había propuesto para conseguir algo a cambio... así que decidí abandonarlo y huir de casa... ¡y aquí estoy!.- exclamó continuando con su historia, sonriendo a pesar de lo dura que ésta era. -Huí de casa con una prima mía... tengo que presentárosla, se llama Alina y... ¡estoy hablando demasiado!.- añadió riendo avergonzado.
Me eché a reír pasando un brazo por su cuello y observé sus claros ojos. ¿Cómo podía continuar con aquel carácter tan alegre después de todo lo que le había pasado? Me sentía extraño al percatarme que solo a mí se me había agriado el carácter...
-A partir de ahora todo irá a mejor.- sonreí alborotando su cabello. -Aquí estarás bien... y nos tienes a nosotros, no volverás a estar solo y mucho menos, a sentir que lo estás....- miré un momento a Nade antes de continuar, pues lo que estaba a punto de decir era casi un impulso por todo lo que acaba de contarnos. -¿Donde estás viviendo ahora? ¿Por qué no te mudas con nosotros? La carreta es pequeña pero algo podemos hacer... o podemos construir una entre los dos.- reí un tanto nervioso, todo lo que estaba diciendo era una completa locura sin sentido y odiaba decir aquel tipo de cosas por puros impulsos, pero Dima se lo merecía. -Ni Nade ni yo queremos que vuelvas a pasarlo mal... tú siempre has apreciado esta vida, ¿por qué no te lo piensas? Quizá a tu prima también le guste la idea... sería tan maravilloso poder estar los tres juntos de nuevo.- susurré sincero, dibujando una tímida sonrisa en los labios; pues la sola idea me resultaba genial, él dejaría de estar solo y nosotros tendríamos su compañía, con la falta que a mí me hacía un amigo...
-Venir, sentaros que yo os serviré el desayuno.- comenzó Nade mientras tomaba lo necesario para servirnos el desayuno. Observé como Dima dibujaba un corazón con sus dedos y sonreía al ver que Nade había preparado blinis, ¡él y sus alocadas reacciones! Negué con la cabeza riendo mientras él estallaba también a carcajadas. --¿Queréis té?... bueno lo beberéis igual por que lo digo yo.- bromeó mi hermana sirviéndonos una taza a cada uno, logrando que sonriese por su buen humor. -Pero cuéntanos Dima... ¿Como has estado todo este tiempo?- cuestionó entonces ella, casi leyéndome la mente mientras se sentaba para comenzar a desayunar con nosotros.
Dirigí mi mirada a Dima, esperando su respuesta con cierta curiosidad, y un extraño sentimiento de pena me invadió cuando en sus labios se dibujó una sonrisa nostálgica. Continuaba él en silencio, con aquella sonrisa en los labios y sus manos bien pegadas a la taza, llevándome años atrás en los recuerdos cuando solíamos pasar los tres los días juntos.
-Bueno... tampoco esperéis una historia fantástica, ¿eh?.- bromeó él divertido, dando un pequeño sorbo a su taza -La verdad es que las cosas fueron de mal en peor cuando volví a Rusia... cuando llegué nadie me preguntó si estaba bien, mi padre me castigó, mi madre me pegó... todo se volvió un completo caos y me volví un auténtico rebelde....- en aquella pausa que hizo, su mirada se tornó hacia el suelo, y la preocupación me invadió -Comencé a beber, a salir todas las noches y coquetear con todas las mujeres que encontraba....- su pausa me puso aún más nervioso, tragué saliva cuando su mano se posó en mi antebrazo. -¡Juro que no le haré nada a Nade!- о Боже!, pensé de pronto cuando exclamó aquello. Estuve a punto de darle una colleja cuando se echó a reír. ¡Que susto más tonto aquel! -Al cumplir los 20 entré en el ejército, y tiempo después supe que mi padre me lo había propuesto para conseguir algo a cambio... así que decidí abandonarlo y huir de casa... ¡y aquí estoy!.- exclamó continuando con su historia, sonriendo a pesar de lo dura que ésta era. -Huí de casa con una prima mía... tengo que presentárosla, se llama Alina y... ¡estoy hablando demasiado!.- añadió riendo avergonzado.
Me eché a reír pasando un brazo por su cuello y observé sus claros ojos. ¿Cómo podía continuar con aquel carácter tan alegre después de todo lo que le había pasado? Me sentía extraño al percatarme que solo a mí se me había agriado el carácter...
-A partir de ahora todo irá a mejor.- sonreí alborotando su cabello. -Aquí estarás bien... y nos tienes a nosotros, no volverás a estar solo y mucho menos, a sentir que lo estás....- miré un momento a Nade antes de continuar, pues lo que estaba a punto de decir era casi un impulso por todo lo que acaba de contarnos. -¿Donde estás viviendo ahora? ¿Por qué no te mudas con nosotros? La carreta es pequeña pero algo podemos hacer... o podemos construir una entre los dos.- reí un tanto nervioso, todo lo que estaba diciendo era una completa locura sin sentido y odiaba decir aquel tipo de cosas por puros impulsos, pero Dima se lo merecía. -Ni Nade ni yo queremos que vuelvas a pasarlo mal... tú siempre has apreciado esta vida, ¿por qué no te lo piensas? Quizá a tu prima también le guste la idea... sería tan maravilloso poder estar los tres juntos de nuevo.- susurré sincero, dibujando una tímida sonrisa en los labios; pues la sola idea me resultaba genial, él dejaría de estar solo y nosotros tendríamos su compañía, con la falta que a mí me hacía un amigo...
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Re: Старые друзья [Viejos amigos] || Dima Yakovlev y Nadezhda.
Las palabras de Dima comenzaron lentas después de mi pregunta, como si recordarlo lo dañara, y pensar aquello me hizo sentir culpable, no pretendía ponerlo triste, pero quería saber de él y sabía perfectamente que Sasha también lo necesitaba. Cada palabra salía con más esfuerzo de sus labios y quise decirle que no hacía falta que siguiera, pero yo no era quién para pararlo.
Pero la sonrisa no desaparecía de sus labios y aún así hizo una broma por lo dicho en su relato, yo me eché a reír pero a Sasha le dio un pequeño susto, acto que hizo que me llevara una mano a los labios; ¿como podía no perder aquel sentido del humor tan típico en él?, definitivamente Dima haría muy buena compañía a mi solitario hermano, él lo necesitaba y me lo confirmaron sus palabras, palabras llenas de dicha por volver a saber de Dima, por tenerlo aquí a su lado después de tantos años. ¡Qué pequeño era el mundo!.
-¿Donde estás viviendo ahora? ¿Por qué no te mudas con nosotros? La carreta es pequeña pero algo podemos hacer... o podemos construir una entre los dos. Ni Nade ni yo queremos que vuelvas a pasarlo mal... tú siempre has apreciado esta vida, ¿por qué no te lo piensas? Quizá a tu prima también le guste la idea... sería tan maravilloso poder estar los tres juntos de nuevo.- Sabía perfectamente por las palabras de mi hermano que si Dime llegase a decir que no, acto que dudaba, él se sentiría un tanto estúpido y avergonzado por haberle ofrecido una humilde carreta a un chico adinerado como él. Pero Dima no era como los demás, él nunca nos miró por encima de sus hombros, ni contó su dinero frente a nosotros; Dima era como un hermano para los dos, tan diferente a las personas de su clase, que estaba casi segura que aceptaría, así que decidí insistir yo también.
-Estaremos deseos de poder brindaros un lugar donde vivir. Tú y Sasha podéis compartir carretas y tu prima y yo compartimos la mía... creo que hay espacio suficiente para todos- empecé a decir, llevándome un blini a la boca, pues había prestado tanta atención a los dos que no me había puesto a desayunar y el hambre me podía. -Además aquí incluso se puede levantar una pequeña cabaña, nosotros lo haríamos de no ser por la aberración de Sasha a París...- dije aún con la boca llena de comida, riendo por lo bajo, pues era verdad que nuestra faceta nómada se acabaría si nos alejáramos del grupo gitano y si a Sasha le gustara algún lugar... pero él no lo hacía por que ellos nos habían brindado tanto apoyo que abandonarlos nos llenaría de culpas a los dos.
-¡Espero que digas que sí!, verás que será como cuando eramos pequeños...- imité a Dima, realizando un corazón con los dedos, pero juntando las manos y mirando a través de ellos y una risa divertida se escapó de mis labios. -Seguro que tu prima se divertirá tanto como nosotros... ¡ya quiero conocerla!- exclamé pensando en que la niña de que hablaba sería como Dima, una aventurera del mundo; pues debía serlo para haberse escapado con él, cualquiera que esté a su lado debería ser una persona divertida, además eran primos, con más razón la sangre los tendría que unir en diversión.
Pero la sonrisa no desaparecía de sus labios y aún así hizo una broma por lo dicho en su relato, yo me eché a reír pero a Sasha le dio un pequeño susto, acto que hizo que me llevara una mano a los labios; ¿como podía no perder aquel sentido del humor tan típico en él?, definitivamente Dima haría muy buena compañía a mi solitario hermano, él lo necesitaba y me lo confirmaron sus palabras, palabras llenas de dicha por volver a saber de Dima, por tenerlo aquí a su lado después de tantos años. ¡Qué pequeño era el mundo!.
-¿Donde estás viviendo ahora? ¿Por qué no te mudas con nosotros? La carreta es pequeña pero algo podemos hacer... o podemos construir una entre los dos. Ni Nade ni yo queremos que vuelvas a pasarlo mal... tú siempre has apreciado esta vida, ¿por qué no te lo piensas? Quizá a tu prima también le guste la idea... sería tan maravilloso poder estar los tres juntos de nuevo.- Sabía perfectamente por las palabras de mi hermano que si Dime llegase a decir que no, acto que dudaba, él se sentiría un tanto estúpido y avergonzado por haberle ofrecido una humilde carreta a un chico adinerado como él. Pero Dima no era como los demás, él nunca nos miró por encima de sus hombros, ni contó su dinero frente a nosotros; Dima era como un hermano para los dos, tan diferente a las personas de su clase, que estaba casi segura que aceptaría, así que decidí insistir yo también.
-Estaremos deseos de poder brindaros un lugar donde vivir. Tú y Sasha podéis compartir carretas y tu prima y yo compartimos la mía... creo que hay espacio suficiente para todos- empecé a decir, llevándome un blini a la boca, pues había prestado tanta atención a los dos que no me había puesto a desayunar y el hambre me podía. -Además aquí incluso se puede levantar una pequeña cabaña, nosotros lo haríamos de no ser por la aberración de Sasha a París...- dije aún con la boca llena de comida, riendo por lo bajo, pues era verdad que nuestra faceta nómada se acabaría si nos alejáramos del grupo gitano y si a Sasha le gustara algún lugar... pero él no lo hacía por que ellos nos habían brindado tanto apoyo que abandonarlos nos llenaría de culpas a los dos.
-¡Espero que digas que sí!, verás que será como cuando eramos pequeños...- imité a Dima, realizando un corazón con los dedos, pero juntando las manos y mirando a través de ellos y una risa divertida se escapó de mis labios. -Seguro que tu prima se divertirá tanto como nosotros... ¡ya quiero conocerla!- exclamé pensando en que la niña de que hablaba sería como Dima, una aventurera del mundo; pues debía serlo para haberse escapado con él, cualquiera que esté a su lado debería ser una persona divertida, además eran primos, con más razón la sangre los tendría que unir en diversión.
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Re: Старые друзья [Viejos amigos] || Dima Yakovlev y Nadezhda.
Dima se sentía extraño hablando de sí mismo, o de su pasado. Y más extraño se sentía al sentir como sus amigos sentía pena por él. Solo cuando vio que Sasha reía cuando él, se sintió más tranquilo. Y aún más, cuando su amigo se echó a reír pasándole un brazo por el cuello mientras le miraba a los ojos.
-A partir de ahora todo irá a mejor.- sonrió alborotando el cabello de Dima, quién no pudo evitar asentir sonriendo. -Aquí estarás bien... y nos tienes a nosotros, no volverás a estar solo y mucho menos, a sentir que lo estás.....- las palabras de Sasha le sonaron como música celestial, y siguió la mirada de éste, quien la dirigía a Nadezhda -¿Donde estás viviendo ahora? ¿Por qué no te mudas con nosotros? La carreta es pequeña pero algo podemos hacer... o podemos construir una entre los dos.- cuando el joven pronunció aquellas palabras Dima sintió como el corazón empezaba a latir con fuerza, y sus ojos se iluminaron mientras una sonrisa curvó rápidamente sus labios. ¡Aquella idea era maravillosa! ¡Era como un sueño para él! -Ni Nade ni yo queremos que vuelvas a pasarlo mal... tú siempre has apreciado esta vida, ¿por qué no te lo piensas? Quizá a tu prima también le guste la idea... sería tan maravilloso poder estar los tres juntos de nuevo.- susurró sincero, dibujando una tímida sonrisa en los labios.
Dima se echó a reír abrazando a su amigo, casi derramando todo el té que tenía en la taza. Se separó de pronto dándose de cuenta de lo que casi hacía y se rió aún más feliz.
Observó a Nade, quién los miraba entusiasmada, y escuchó las palabras que salieron de la boca de la joven.
-Estaremos deseosos de poder brindaros un lugar donde vivir. Tú y Sasha podéis compartir carretas y tu prima y yo compartimos la mía... creo que hay espacio suficiente para todos- comenzó, y Dima lanzó una divertida mirada a su amigo mientras la pequeña Nadezhda se llevaba un blini a la boca. -Además aquí incluso se puede levantar una pequeña cabaña, nosotros lo haríamos de no ser por la aberración de Sasha a París...- continuó hablando con la boca llena, riendo y haciendo reír a Dima por aquello. -¡Espero que digas que sí!, verás que será como cuando eramos pequeños...- añadió imitándolo al dibujar un corazón con los dedos, pero juntando las manos para mirar después a través de ella. -Seguro que tu prima se divertirá tanto como nosotros... ¡ya quiero conocerla!.- exclamó con una sonrisa.
Justo en aquel momento, a Dima se le atragantó el blini que estaba a punto de comerse. Comenzó a toser de forma exagerada y se vio obligado a beber un largo trago de té.
-Mi prima no es....- comenzó, aún tosiendo. -Mi prima no es precisamente como yo... es un tanto... caprichosa.- alcanzó a decir, pues no quería hablar mal de ella ya que la quería tanto. -¡Pero es muy buena niña! Solo que... va a ser muy difícil que la convenza para venirse a vivir aquí... porque sí.- dijo ya más tranquilo, mirando a ambos hermanos. -Debo anunciaros que os ha caído una maldición encima... ¡me mudo con vosotros!.- exclamó poniéndose en pie, extendiendo los brazos victorioso y echándose a reír después.
Dima estaba feliz, feliz como nunca antes lo había estado. Había encontrado a sus amigos y aún por encima, iba a mudarse con ellos. ¿Qué más podía pedir?
-¡Compraré maderas y haremos una casa para los cuatro! Tengo el dinero que les robé a mis padres, ¿qué mejor uso podría darle?.- sonrió divertido con gesto triunfal.
-A partir de ahora todo irá a mejor.- sonrió alborotando el cabello de Dima, quién no pudo evitar asentir sonriendo. -Aquí estarás bien... y nos tienes a nosotros, no volverás a estar solo y mucho menos, a sentir que lo estás.....- las palabras de Sasha le sonaron como música celestial, y siguió la mirada de éste, quien la dirigía a Nadezhda -¿Donde estás viviendo ahora? ¿Por qué no te mudas con nosotros? La carreta es pequeña pero algo podemos hacer... o podemos construir una entre los dos.- cuando el joven pronunció aquellas palabras Dima sintió como el corazón empezaba a latir con fuerza, y sus ojos se iluminaron mientras una sonrisa curvó rápidamente sus labios. ¡Aquella idea era maravillosa! ¡Era como un sueño para él! -Ni Nade ni yo queremos que vuelvas a pasarlo mal... tú siempre has apreciado esta vida, ¿por qué no te lo piensas? Quizá a tu prima también le guste la idea... sería tan maravilloso poder estar los tres juntos de nuevo.- susurró sincero, dibujando una tímida sonrisa en los labios.
Dima se echó a reír abrazando a su amigo, casi derramando todo el té que tenía en la taza. Se separó de pronto dándose de cuenta de lo que casi hacía y se rió aún más feliz.
Observó a Nade, quién los miraba entusiasmada, y escuchó las palabras que salieron de la boca de la joven.
-Estaremos deseosos de poder brindaros un lugar donde vivir. Tú y Sasha podéis compartir carretas y tu prima y yo compartimos la mía... creo que hay espacio suficiente para todos- comenzó, y Dima lanzó una divertida mirada a su amigo mientras la pequeña Nadezhda se llevaba un blini a la boca. -Además aquí incluso se puede levantar una pequeña cabaña, nosotros lo haríamos de no ser por la aberración de Sasha a París...- continuó hablando con la boca llena, riendo y haciendo reír a Dima por aquello. -¡Espero que digas que sí!, verás que será como cuando eramos pequeños...- añadió imitándolo al dibujar un corazón con los dedos, pero juntando las manos para mirar después a través de ella. -Seguro que tu prima se divertirá tanto como nosotros... ¡ya quiero conocerla!.- exclamó con una sonrisa.
Justo en aquel momento, a Dima se le atragantó el blini que estaba a punto de comerse. Comenzó a toser de forma exagerada y se vio obligado a beber un largo trago de té.
-Mi prima no es....- comenzó, aún tosiendo. -Mi prima no es precisamente como yo... es un tanto... caprichosa.- alcanzó a decir, pues no quería hablar mal de ella ya que la quería tanto. -¡Pero es muy buena niña! Solo que... va a ser muy difícil que la convenza para venirse a vivir aquí... porque sí.- dijo ya más tranquilo, mirando a ambos hermanos. -Debo anunciaros que os ha caído una maldición encima... ¡me mudo con vosotros!.- exclamó poniéndose en pie, extendiendo los brazos victorioso y echándose a reír después.
Dima estaba feliz, feliz como nunca antes lo había estado. Había encontrado a sus amigos y aún por encima, iba a mudarse con ellos. ¿Qué más podía pedir?
-¡Compraré maderas y haremos una casa para los cuatro! Tengo el dinero que les robé a mis padres, ¿qué mejor uso podría darle?.- sonrió divertido con gesto triunfal.
Dima Yakovlev- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/10/2010
Edad : 34
Re: Старые друзья [Viejos amigos] || Dima Yakovlev y Nadezhda.
Dima se echó a reír de pronto, abrazándome casi derramando el contenido de su taza sobre mí. Estuve a punto de soltar un grito cuando se separó y echó a reírse con más fuerza. ¡Él tan loco como siempre!
Al separarse de mí, Dima dirigió su mirada hasta Nadezhda, que parecía querer insistir en la idea de la mudanza.
-Estaremos deseosos de poder brindaros un lugar donde vivir. Tú y Sasha podéis compartir carretas y tu prima y yo compartimos la mía... creo que hay espacio suficiente para todos- empezó a decir, llevándose un blini a la boca. Me reí por lo bajo y miré a Dima con cierto nerviosismo, ¿y si rechazaba nuestra oferta? ¿Le habrían cambiado los años? -Además aquí incluso se puede levantar una pequeña cabaña, nosotros lo haríamos de no ser por la aberración de Sasha a París....- entonces ya no pude evitar echarme a reír. Nade hablaba con la boca llena cual niña pequeña.
-¡Traga Nade, traga!.- reí divertido, contagiado por la dicha que se respiraba en el ambiente.
-¡Espero que digas que sí!, verás que será como cuando eramos pequeños....- continuó ella, imitando un gesto de Dima al dibujar un corazón con los dedos, pero juntando las manos para mirar después a través de ella. -Seguro que tu prima se divertirá tanto como nosotros... ¡ya quiero conocerla!.- exclamó con una sonrisa que se contagió rápidamente a mi rostro.
Cuando iba a dirigir la mirada hacia Dima, comenzó a toser atragantándose con el blini que estaba comiendo. Tosió de forma exagerada y di unas suaves palmadas en su espalda para detener aquella tos.
-Mi prima no es....- comenzó, aún tosiendo. -Mi prima no es precisamente como yo... es un tanto... caprichosa.- alcanzó a decir, ¿caprichosa? ¿Sería como sus padres? Me costaba asumir aquella idea de un familiar que estuviera con él y fuera de aquel modo. -¡Pero es muy buena niña! Solo que... va a ser muy difícil que la convenza para venirse a vivir aquí... porque sí. Debo anunciaros que os ha caído una maldición encima... ¡me mudo con vosotros!.- exclamó poniéndose en pie, extendiendo los brazos victorioso y echándose a reír después. Me eché a reír con su locura, llegando incluso a echarme hacia delante por el dolo de estómago que me producía la risa. -¡Compraré maderas y haremos una casa para los cuatro! Tengo el dinero que les robé a mis padres, ¿qué mejor uso podría darle?.- sonrió divertido con gesto triunfal.
Negué con la cabeza rápidamente y apoyé una mano sobre su antebrazo.
-¿Para qué gastar tu dinero? Tenemos las carretas... puedes instalarte conmigo.- el gesto sonriente desapareció al decir aquello. Nunca había compartido carreta con nadie, quizá Dima rechazase la oferta... ¡quedaría como un completo estúpido!. -Al menos hasta que os adaptéis.. tu prima podrá quedarse con Nade, seguro que no es tan mala como la pintas....- bromeé con seriedad, arqueando una ceja mientras clavaba mis ojos sobre los de Dima.
Al separarse de mí, Dima dirigió su mirada hasta Nadezhda, que parecía querer insistir en la idea de la mudanza.
-Estaremos deseosos de poder brindaros un lugar donde vivir. Tú y Sasha podéis compartir carretas y tu prima y yo compartimos la mía... creo que hay espacio suficiente para todos- empezó a decir, llevándose un blini a la boca. Me reí por lo bajo y miré a Dima con cierto nerviosismo, ¿y si rechazaba nuestra oferta? ¿Le habrían cambiado los años? -Además aquí incluso se puede levantar una pequeña cabaña, nosotros lo haríamos de no ser por la aberración de Sasha a París....- entonces ya no pude evitar echarme a reír. Nade hablaba con la boca llena cual niña pequeña.
-¡Traga Nade, traga!.- reí divertido, contagiado por la dicha que se respiraba en el ambiente.
-¡Espero que digas que sí!, verás que será como cuando eramos pequeños....- continuó ella, imitando un gesto de Dima al dibujar un corazón con los dedos, pero juntando las manos para mirar después a través de ella. -Seguro que tu prima se divertirá tanto como nosotros... ¡ya quiero conocerla!.- exclamó con una sonrisa que se contagió rápidamente a mi rostro.
Cuando iba a dirigir la mirada hacia Dima, comenzó a toser atragantándose con el blini que estaba comiendo. Tosió de forma exagerada y di unas suaves palmadas en su espalda para detener aquella tos.
-Mi prima no es....- comenzó, aún tosiendo. -Mi prima no es precisamente como yo... es un tanto... caprichosa.- alcanzó a decir, ¿caprichosa? ¿Sería como sus padres? Me costaba asumir aquella idea de un familiar que estuviera con él y fuera de aquel modo. -¡Pero es muy buena niña! Solo que... va a ser muy difícil que la convenza para venirse a vivir aquí... porque sí. Debo anunciaros que os ha caído una maldición encima... ¡me mudo con vosotros!.- exclamó poniéndose en pie, extendiendo los brazos victorioso y echándose a reír después. Me eché a reír con su locura, llegando incluso a echarme hacia delante por el dolo de estómago que me producía la risa. -¡Compraré maderas y haremos una casa para los cuatro! Tengo el dinero que les robé a mis padres, ¿qué mejor uso podría darle?.- sonrió divertido con gesto triunfal.
Negué con la cabeza rápidamente y apoyé una mano sobre su antebrazo.
-¿Para qué gastar tu dinero? Tenemos las carretas... puedes instalarte conmigo.- el gesto sonriente desapareció al decir aquello. Nunca había compartido carreta con nadie, quizá Dima rechazase la oferta... ¡quedaría como un completo estúpido!. -Al menos hasta que os adaptéis.. tu prima podrá quedarse con Nade, seguro que no es tan mala como la pintas....- bromeé con seriedad, arqueando una ceja mientras clavaba mis ojos sobre los de Dima.
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Re: Старые друзья [Viejos amigos] || Dima Yakovlev y Nadezhda.
Sonreí a mi hermano cuando terminé de tomarme mi té y posé la taza en el amago de mesa que teníamos, Dima en cambio cuando asimiló mis palabras empezó a toser de forma un tanto exagerada, yo enarqué una ceja y lo miré extrañada. ¿Había dicho algo malo?
-Mi prima no es....- comenzó, aún tosiendo. -Mi prima no es precisamente como yo... es un tanto... caprichosa.- ¿qué quería decir?, ¿que era como esas personas estiradas de las que él había escapado?, entonces... ¿como se había aventurado a escaparse con su primo, sabiendo como era éste?, no lo entendía... -¡Pero es muy buena niña! Solo que... va a ser muy difícil que la convenza para venirse a vivir aquí... porque sí. Debo anunciaros que os ha caído una maldición encima... ¡me mudo con vosotros!.- exclamó poniéndose en pie, extendiendo los brazos victorioso y echándose a reír después. Con aquel acto, tanto mi hermano como yo empezamos a reír divertidos, Dima era siempre tan ocurrente y alocado que tenerlo cerca siempre significaría diversión. -¡Compraré maderas y haremos una casa para los cuatro! Tengo el dinero que les robé a mis padres, ¿qué mejor uso podría darle?.- sonrió divertido con gesto triunfal. ¡Hablaba enserio!, aquello me hacía tan feliz que aplaudí de forma impulsiva, pero al segundo, mi hermano empezó a negar con la cabeza y yo resoplé. ese gesto suyo era de total desaprobación a que Dima gastara su dinero en nosotros. Él siempre tan orgulloso.
-¿Para qué gastar tu dinero? Tenemos las carretas... puedes instalarte conmigo.- Empezó diciendo de forma casi avergonzada, pues lo conocía perfectamente y sabía que aquel ofrecimiento le hacía sentirse extraño o incluso como un tonto, pero yo no pude evitar sonreír de forma tierna y asentir a sus palabras. -Al menos hasta que os adaptéis.. tu prima podrá quedarse con Nade, seguro que no es tan mala como la pintas....- bromeó con seriedad, y yo fruncí el ceño, ¿tan mala?, ninguna niña pequeña mandaría sobre mi carreta, ¡que lo tenga muy en cuenta!.
-Siempre podemos buscaros una carreta más...- dije cruzándome de brazos, no aguantaría a una niña malcriada conmigo, ya me había costado conseguir mi propia carreta como para cedérsela a una extraña. Pero el gesto de desaprobación de mi hermano hizo que volviera a retractarme, así que intenté dibujar mi mejor sonrisa y ofrecí otro Blini a Dima. -Pero bueno, juntos viviremos mejor y podremos conocernos todos, verás que la vamos a pasar muy bien. Además el circo siempre pide ayudantes, sé que ahí encajarías perfectamente.- le guiñé un ojo a Dima y ambos empezamos a reírnos de nuevo. Lo bueno que tenía él es que nunca se enfadaba por las bromas, y su faceta divertida siempre estaba puesta.
-Mi prima no es....- comenzó, aún tosiendo. -Mi prima no es precisamente como yo... es un tanto... caprichosa.- ¿qué quería decir?, ¿que era como esas personas estiradas de las que él había escapado?, entonces... ¿como se había aventurado a escaparse con su primo, sabiendo como era éste?, no lo entendía... -¡Pero es muy buena niña! Solo que... va a ser muy difícil que la convenza para venirse a vivir aquí... porque sí. Debo anunciaros que os ha caído una maldición encima... ¡me mudo con vosotros!.- exclamó poniéndose en pie, extendiendo los brazos victorioso y echándose a reír después. Con aquel acto, tanto mi hermano como yo empezamos a reír divertidos, Dima era siempre tan ocurrente y alocado que tenerlo cerca siempre significaría diversión. -¡Compraré maderas y haremos una casa para los cuatro! Tengo el dinero que les robé a mis padres, ¿qué mejor uso podría darle?.- sonrió divertido con gesto triunfal. ¡Hablaba enserio!, aquello me hacía tan feliz que aplaudí de forma impulsiva, pero al segundo, mi hermano empezó a negar con la cabeza y yo resoplé. ese gesto suyo era de total desaprobación a que Dima gastara su dinero en nosotros. Él siempre tan orgulloso.
-¿Para qué gastar tu dinero? Tenemos las carretas... puedes instalarte conmigo.- Empezó diciendo de forma casi avergonzada, pues lo conocía perfectamente y sabía que aquel ofrecimiento le hacía sentirse extraño o incluso como un tonto, pero yo no pude evitar sonreír de forma tierna y asentir a sus palabras. -Al menos hasta que os adaptéis.. tu prima podrá quedarse con Nade, seguro que no es tan mala como la pintas....- bromeó con seriedad, y yo fruncí el ceño, ¿tan mala?, ninguna niña pequeña mandaría sobre mi carreta, ¡que lo tenga muy en cuenta!.
-Siempre podemos buscaros una carreta más...- dije cruzándome de brazos, no aguantaría a una niña malcriada conmigo, ya me había costado conseguir mi propia carreta como para cedérsela a una extraña. Pero el gesto de desaprobación de mi hermano hizo que volviera a retractarme, así que intenté dibujar mi mejor sonrisa y ofrecí otro Blini a Dima. -Pero bueno, juntos viviremos mejor y podremos conocernos todos, verás que la vamos a pasar muy bien. Además el circo siempre pide ayudantes, sé que ahí encajarías perfectamente.- le guiñé un ojo a Dima y ambos empezamos a reírnos de nuevo. Lo bueno que tenía él es que nunca se enfadaba por las bromas, y su faceta divertida siempre estaba puesta.
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Re: Старые друзья [Viejos amigos] || Dima Yakovlev y Nadezhda.
Dima continuaba con aquella sonrisa en los labios, dejándose caer en su silla riéndose. De pronto Sasha negó con la cabeza con suma rapidez para luego apoyar una mano sobre su antebrazo. Dima le miró con aquella sonrisa, pero el gesto serio de su amigo le hizo tragar saliva con preocupación.
-¿Para qué gastar tu dinero? Tenemos las carretas... puedes instalarte conmigo.- Dima se mordió el labio inferior intentando ocultar la sonrisa que amenazaba con dibujarse en sus labios, e intentó continuar con aquel gesto serio que su amigo Sasha también había adoptado.. -Al menos hasta que os adaptéis.. tu prima podrá quedarse con Nade, seguro que no es tan mala como la pintas....
Dima contuvo un poco más las ganas de sonreír con aquella broma de Sasha, que aún bromeando no dejaba de estar serio. Intentó contenerse. Uno, dos, tres segundos... Dima estalló a carcajadas feliz y abrazó a Sasha con efusividad. Iba a hablar cuando escuchó las palabras de la pequeña de los hermanos sin soltar aún a Sasha:
-Siempre podemos buscaros una carreta más...- comenzó ella. Se separó de Sasha para observarla, preocupado tal vez por el gesto de desagrado de la pelirroja, pero sonrió cuando ésta le sonrió ofreciéndole otro blini. Dima no se lo pensó dos ves y tomó uno para comérselo velozmente mientras Nadezhda retomaba sus palabras. -Pero bueno, juntos viviremos mejor y podremos conocernos todos, verás que la vamos a pasar muy bien. Además el circo siempre pide ayudantes, sé que ahí encajarías perfectamente.- bromeó, haciendo que ambos se echaran a reír.
-Sasha me haría buena competencia....- comenzó, poniéndose serio. -Pero sus bromas con esta cara nunca harían reír a los niños.- añadió echándose a reír, tapándole la cabeza a sabiendas de que Sasha le daría una buena colleja. -Me encanta la idea....- comenzó con voz tímida. -Me encanta pensar que estaremos todos juntos y que nada nos separará esta vez....- musitó con cierta nostalgia.
-¿Para qué gastar tu dinero? Tenemos las carretas... puedes instalarte conmigo.- Dima se mordió el labio inferior intentando ocultar la sonrisa que amenazaba con dibujarse en sus labios, e intentó continuar con aquel gesto serio que su amigo Sasha también había adoptado.. -Al menos hasta que os adaptéis.. tu prima podrá quedarse con Nade, seguro que no es tan mala como la pintas....
Dima contuvo un poco más las ganas de sonreír con aquella broma de Sasha, que aún bromeando no dejaba de estar serio. Intentó contenerse. Uno, dos, tres segundos... Dima estalló a carcajadas feliz y abrazó a Sasha con efusividad. Iba a hablar cuando escuchó las palabras de la pequeña de los hermanos sin soltar aún a Sasha:
-Siempre podemos buscaros una carreta más...- comenzó ella. Se separó de Sasha para observarla, preocupado tal vez por el gesto de desagrado de la pelirroja, pero sonrió cuando ésta le sonrió ofreciéndole otro blini. Dima no se lo pensó dos ves y tomó uno para comérselo velozmente mientras Nadezhda retomaba sus palabras. -Pero bueno, juntos viviremos mejor y podremos conocernos todos, verás que la vamos a pasar muy bien. Además el circo siempre pide ayudantes, sé que ahí encajarías perfectamente.- bromeó, haciendo que ambos se echaran a reír.
-Sasha me haría buena competencia....- comenzó, poniéndose serio. -Pero sus bromas con esta cara nunca harían reír a los niños.- añadió echándose a reír, tapándole la cabeza a sabiendas de que Sasha le daría una buena colleja. -Me encanta la idea....- comenzó con voz tímida. -Me encanta pensar que estaremos todos juntos y que nada nos separará esta vez....- musitó con cierta nostalgia.
Dima Yakovlev- Humano Clase Alta
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Re: Старые друзья [Viejos amigos] || Dima Yakovlev y Nadezhda.
Aquella broma en seriedad logró que Dima estallase a carcajadas y me abrazase con efusividad. Recordaba que de pequeños solía hacerle aquel tipo de bromas, diciéndole cualquier cosa estando serio hasta que él finalmente lloriqueaba; con el tiempo había comprendido que aquella era mi única forma de bromear, pues la seriedad no iba a abandonar nunca mi rostro.
-Siempre podemos buscaros una carreta más...- comenzó Nadezhda mientras continuaba abrazado a Dima, cruzándose de brazos no muy convencida de compartir ella también su carreta. Fruncí el ceño ligeramente y estiré los labios, intentando que comprendiera que las cosas se verían más adelante, que Dima no necesitaba ahora oír reproches de ningún tipo. Rápidamente, y justo cuando el rubio se separó, Nade dibujó su mejor sonrisa y le ofreció un blini, el cual Dima tomó con rapidez para comérselo en segundos. Me reí nervioso, aunque algo más aliviado. De haber sabido Dima que a Nade no le agradaba la idea de compartir carreta, sería capaz de echarse atrás solo por contentarnos. Esa era una de las cosas en la que nos parecíamos, preferíamos ver mejor a los demás antes de que superponer nuestros deseos. Aún siendo él de clase alta, era incapaz de olvidarse de las opiniones y deseos de los demás, pues podían llegar a importarle más que los de sí mismo. En el poco tiempo que habíamos compartido juntos de pequeños, había descubierto en Dima un ser poco egoísta, que entregaba a los demás lo que a él le había sido negado: el afecto. Era una esa de las miles de razones por las que no quería que se sintiera triste o decepcionado, sabía bien lo mucho que había sufrido a lo largo de su corta vida. -Pero bueno, juntos viviremos mejor y podremos conocernos todos, verás que la vamos a pasar muy bien. Además el circo siempre pide ayudantes, sé que ahí encajarías perfectamente.- continuó finalmente Nade, guiñándole un ojo, y ambos empezaron a reírse.
Sonreí al descubrirles así, alegres, sin preocupaciones. Habían pasado tantas cosas que necesitaba ver bien a las pocas personas que quería, ¿qué mejor que ver a Nadezhda bromear con el loco de Dima?
--Sasha me haría buena competencia....- comenzó, poniéndose serio, imitándome. -Pero sus bromas con esta cara nunca harían reír a los niños.- añadió echándose a reír, tapándose la cabeza para huir de la colleja que iba a caerle. No sirvió de nada, pues golpeé su cabeza con una suave colleja mientras fruncía el ceño fingiendo estar furioso. -Me encanta la idea....- comenzó después él, con voz tímida. -Me encanta pensar que estaremos todos juntos y que nada nos separará esta vez....
-¡Pues claro que no!.- exclamé en tono serio para luego sonreír. -¿Qué iba a separarnos? Nada... y mucho menos nadie.- añadí aún sonriendo. -Yo cuidaré de vosotros... ¡pequeños cabezas locas!
Y así transcurrió aquella tarde, entre risas y abrazos, momentos de nostalgia que siempre nos unían. Aquella tarde logré entender que aunque tal vez no tuviera ni a papá ni a mamá, los tenía a ellos. A Dima, a Nade... y era más que suficiente, a pesar de todo.
-Siempre podemos buscaros una carreta más...- comenzó Nadezhda mientras continuaba abrazado a Dima, cruzándose de brazos no muy convencida de compartir ella también su carreta. Fruncí el ceño ligeramente y estiré los labios, intentando que comprendiera que las cosas se verían más adelante, que Dima no necesitaba ahora oír reproches de ningún tipo. Rápidamente, y justo cuando el rubio se separó, Nade dibujó su mejor sonrisa y le ofreció un blini, el cual Dima tomó con rapidez para comérselo en segundos. Me reí nervioso, aunque algo más aliviado. De haber sabido Dima que a Nade no le agradaba la idea de compartir carreta, sería capaz de echarse atrás solo por contentarnos. Esa era una de las cosas en la que nos parecíamos, preferíamos ver mejor a los demás antes de que superponer nuestros deseos. Aún siendo él de clase alta, era incapaz de olvidarse de las opiniones y deseos de los demás, pues podían llegar a importarle más que los de sí mismo. En el poco tiempo que habíamos compartido juntos de pequeños, había descubierto en Dima un ser poco egoísta, que entregaba a los demás lo que a él le había sido negado: el afecto. Era una esa de las miles de razones por las que no quería que se sintiera triste o decepcionado, sabía bien lo mucho que había sufrido a lo largo de su corta vida. -Pero bueno, juntos viviremos mejor y podremos conocernos todos, verás que la vamos a pasar muy bien. Además el circo siempre pide ayudantes, sé que ahí encajarías perfectamente.- continuó finalmente Nade, guiñándole un ojo, y ambos empezaron a reírse.
Sonreí al descubrirles así, alegres, sin preocupaciones. Habían pasado tantas cosas que necesitaba ver bien a las pocas personas que quería, ¿qué mejor que ver a Nadezhda bromear con el loco de Dima?
--Sasha me haría buena competencia....- comenzó, poniéndose serio, imitándome. -Pero sus bromas con esta cara nunca harían reír a los niños.- añadió echándose a reír, tapándose la cabeza para huir de la colleja que iba a caerle. No sirvió de nada, pues golpeé su cabeza con una suave colleja mientras fruncía el ceño fingiendo estar furioso. -Me encanta la idea....- comenzó después él, con voz tímida. -Me encanta pensar que estaremos todos juntos y que nada nos separará esta vez....
-¡Pues claro que no!.- exclamé en tono serio para luego sonreír. -¿Qué iba a separarnos? Nada... y mucho menos nadie.- añadí aún sonriendo. -Yo cuidaré de vosotros... ¡pequeños cabezas locas!
Y así transcurrió aquella tarde, entre risas y abrazos, momentos de nostalgia que siempre nos unían. Aquella tarde logré entender que aunque tal vez no tuviera ni a papá ni a mamá, los tenía a ellos. A Dima, a Nade... y era más que suficiente, a pesar de todo.
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