Âme mourante «libre»

por **Enaylen Chavanell** Vie Dic 30, 2016 7:53 pm

Ceder ante la sed, admitir la necesidad de sangre…, no sentir culpa al tomarla son pequeños pasos que guían a un vampiro hacia su verdadera naturaleza ¿de qué vale fingir que no vive a mi lado la bestia que desea sangre y venganza? De todas formas, ignorarla no la hará desaparecer, no lo ha hecho en todos estos años y comienzo a ceder ante la idea de que no pasará.

Arrojo a un lado el cuerpo sin vida de un hombre cuyo único error fue intentar aprovecharse del demonio disfrazado de ángel, tal como cien años atrás a diferencia de que ya no soy tan ingenua ni indefensa; bebí de su cuello hasta drenar la última gota de sangre. Le había hecho un favor al mundo, es la única verdad que interesa. Paso el dedo menor por la comisura de mis labios en busca de rastros de sangre en mi rostro mas no emprendo la marcha en cuanto termino, me quedo allí sentada, la espalda contra una de las lápidas y la mirada hacia la luna, alimentando el más antiguo de los cliché.
—Si tan solo fuese tan fácil… —susurro irritada. No sé con exactitud si estoy molesta por no manejar el tema de otro modo o el hecho de que, al parecer, nadie más sea capaz de comprender la frustración que me invade al no tener las respuestas que deseo, las ganas de encontrar en quien depositar los deseos de venganza que no me han abandonado ni por un segundo.

Dejo escapar otro suspiro, cierro los ojos e imagino que estoy de regreso en Italia, junto a la tumba de mis padres, con la luna en mi rostro y casa a unos pocos pasos…entonces el licántropo cala en mis pensamientos, la noche del baile desastroso por igual y en un parpadear estoy de regreso. Aún sedienta, aun colérica. Bien puedo regresar a casa y saciar mi sed pero aquello no se encuentra a discusión, no me siento capaz de enfrentar lo que me espera de regreso.

El viento sopla y la noche se siente húmeda, por primera vez en la noche siente alivio al no llevar toda aquella fanfarria que no sirve para más que ralentizar mi paso, quizás algún día aprenda que los vestidos no son solo compromisos que debo usar en sociedad, pero no será ahora, no aquí cuando nadie no me ve y puedo usar pantalones de cuero, corset y chaqueta sin la ridícula presión de las miradas en mí. Al menos aquí, por más predecible que sea un vampiro en medio del cementerio, estoy en paz…, puedo pensar antes de actuar.

No he sido la misma en las últimas semanas, mis sentidos se han incrementando, sin embargo, no creo que me conviertan en alguien que no soy sino que revelan lo que llevo por dentro: una criatura de la noche obsesionada con absurdas leyendas y cegada por la venganza que carga consigo el peso de un corazón muerto.

por **Keane & Evan Caruso** Sáb Ene 21, 2017 9:07 pm

La noche y una carta de la iglesia llevan a un hombre movido por la fe a su crucifijo de plata que cuelga en su cuello a adentrarse en las trampas de viejos y letales amistades, el nombre que le han dado en aquella misiva es uno solo, un apellido que no conoce ni ha escuchado pero al ser una petición que viene directamente de las filas superiores no puede negarse, por días había planeado aquel encuentro o al menos ingeniado con su hermano como hacer aquello a lo que se les había encomendado a la Familia Caruso.

El hermano mayor de los Caruso envía a su hermano para una inspección del lugar, a regañadientes acepta con un ballesta en la mano se adelanta al punto de encuentro. La luna ya había salido cubierta de las nubes que habitaban a esas horas de la noche en el cielo parisino lo que quería decir que el trabajo empezaba en este nuevo día, observa a su alrededor los animales nocturnos comenzaban a salir, a despertar algunos buscando algo de alimento, el cantar del búho anunció la hora de empezar para aquello a los que habían sido solicitado, la noche de lecciones había comenzado.

Aquel hombre sabía que su hermano menor haría todo lo que le había dejado en claro para hacer; con un cigarro en la mano espera a la entrada del cementerio junto al eco de aullidos guturales que recorren entre las tumbas y mausoleos. Dos hombres van corriendo tras una bestia que lanza gruñidos junto a todo lo que encuentra tras su paso, saben, quienes le siguen, lo que deben hacer, darle caza hasta la muerte. Corres tras él llevándolo directo a una trampa que falla por cálculos pero no está todo perdido, la previsión del hermano mayor, de Keane acerca al lobo a una segunda trampa justo para asestarle flecha de plata cerca al corazón.

–Uff, joder hermano, gracias. Casi que no la cuento – Evan se acerca a donde su hermano estaba, frente al cuerpo del lycan que iba transformándose, llega agitado de correr acerándose al cuerpo –Deberías tener cuidado, si das un paso en falso también te atravesará una flecha– Keane retira la flecha sin mirar a su hermano hasta que gira la cabeza dándole una señal con esta para que apunte su ballesta hacia un lado entre las lápidas, el hermano obedece apuntando entre la oscuridad –Por qué no sales y te presentas– espeta Keane mientras se queda agachado revisando al semi cadáver. La seriedad con que el mayor llamó a aquella persona fue catártica.

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