AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Window to Your Soul — Privado
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Window to Your Soul — Privado
La pintura es poesía muda;
la poesía pintura ciega.
—Leonardo Da Vinci.
la poesía pintura ciega.
—Leonardo Da Vinci.
Cuando Clementine estaba viva solía llevarla a la plaza Tertre para que viera a los pintores y a los actores que se paseaban alegres por el lugar. Para Vanessa eran días maravillosos; se quedaba absorta observando las obras de todos los artistas ambulantes que se ubicaban en los rincones de la plaza. Y en muchas ocasiones sintió el deseo de experimentar con sus propios trazos sobre un lienzo, pero no tuvo el valor de hacerlo, ni siquiera cuando algún amable pintor la invitaba a ejecutar tan magnífica faena. No se consideraba capaz de hacer tal cosa, pues creía que carecía del talento necesario, a pesar de que su sensibilidad hacia las artes estaba despertando en ella. Sensibilidad que Clementine empezaba a notar; sin embargo, Vanessa no era muy consciente de ello. Los problemas en casa se hacían mucho más fuertes, en especial, la aparente locura de su hermano Kristóf. También era joven y muy insegura.
Pero ahora, luego de haber pasado por mucho, esa inseguridad se quedó en el pasado. Aunque algunas dificultades aún continuaban latentes en su vida, ella había decidido enfrentar cada una de ellas con firmeza. Ryley la necesitaba, también Drake. Sus hermanos era todo lo que tenía y debía conservar, pues Clementine partió de este mundo sin que ella lo supiera, algo que le dolió profundamente, no obstante, supo asimilarlo, recordando los buenos consejos de la señora. Además, aquel descubrimiento le había hecho conocer a un personaje sumamente interesante. Thackery era un muchacho de pocas palabras, inteligente y noble; alguien que logró llamar su atención por primera vez en tanto tiempo.
Vanessa creyó ver en todo eso una señal. Lo único que aún la mortificaba era la presencia de los vampiros, pero poco a poco iba ignorándolos. Drake, su hermano, era uno de ellos y tenía que aceptarlo tal cual era. Se preguntaba cuántos más estarían en la condición de Drake y lo terrible que podría ser dicha naturaleza. Se dio cuenta de que había juzgado a todos los vampiros a causa de uno solo, y eso, indudablemente, estaba mal. Ese cargo de conciencia la hizo querer enfrentarse a la noche, a poder quedarse en algún sitio lejos de casa cuando el sol terminara ocultándose en el horizonte. Y así fue.
Durante el día que había visitado a los pintores, encontró a un amigo. Era un hombre que llegaría a los treinta años de edad y tenía un pequeño taller cerca de la plaza Tertre. Paul le tomó mucha estima a la joven desde que la conoció hacía un par de años, cuando Clementine aún estaba viva. Aquella vez, al notar más seguridad en la chica, le pidió que lo acompañara al taller con la intención de conocer los dones ocultos de los que tanto le habló su difunta amiga. Vanessa esta vez se arriesgó y aceptó la invitación de Paul.
Y qué decir del taller. Nunca había estado en uno. Observó con curiosidad los lienzos ubicados en todas las esquinas del pequeño taller; también los caballetes con manchas de óleo, las paletas de pinturas colocadas en algunas mesas viejas repletas de papeles con un sinfín de bocetos. Incluso, pudo percibir aquellos olores tan característicos del aceite de lino y la resina, mezclados con el polvo y el aroma de la pintura. Era como estar en un lugar fantástico, al que se entraba por primera vez y no se deseaba abandonar más. Paul dejó que Vanessa recorriera el espacio de trabajo, enseñándole los materiales, hablándole de arte, compartiendo puntos de vista al darse cuenta de que ella era lo bastante culta como para poder iniciar una amena conversación. Pero cuando el hombre guardó silencio, Vanessa temió lo peor, y sus corazonadas sólo fueron una falsa alarma. En realidad, el pintor sólo fue a buscar algunos lienzos pequeños, pinceles y pinturas que ya tenía preparadas para dejarle todo a la chica, dándole indicaciones para que empezara a pintar un bodegón.
En un principio no supo cómo empezar, pero, al cabo de un par de minutos, al tener todos aquellos materiales cerca; al encontrarse en un lugar en donde se hacía arte y al recordar todo lo visto desde que trabajaba con Clementine, Vanessa se dejó llevar por la emoción. Su pintura no se basó en las técnicas académicas, sino que fue espontánea. Paul la observaba con curiosidad, y al notar como captaba bien las proporciones, supo que ella no había dejado de dibujar.
—Dime, Vanessa, ¿conservas tus libros de dibujo y el diario que te recomendé hacer? Clementine me dijo que te regaló unas acuarelas hace mucho, antes de que te marcharas de la tienda —dijo Paul, esbozando una afable sonrisa.
—Y-yo —tartamudeó Vanessa. ¿Cómo lo sabía? Simplemente enmudeció por unos segundos—. Sí. Me gusta dibujar, y también leer. Así me distraía mientras mi hermano se encontraba ausente. He traído el diario, por si le...
Y antes de que la conversación continuara, alguien irrumpió en el taller. Paul quedó sorprendido y al reconocer a su invitado, se puso de pie de inmediato.
—¡Tanto tiempo! Me alegra que alguien se acuerde de este humilde pintor “no académico” —dijo el artista con entusiasmo. Unos pasos más atrás, Vanessa escuchaba con interés aquella plática que no la incluía a ella, pero que estaba a punto de hacerlo.
Vanessa Ende- Humano Clase Media
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 02/10/2016
Re: Window to Your Soul — Privado
“Art is the only serious thing in the world. And the artist is the only person who is never serious.”
― Oscar Wilde
― Oscar Wilde
Ónfale, su querida Ónfale como aliciente para mantenerse en la ciudad. Amantes que burlan el tiempo y el espacio, maldición que los une con la misma intensidad con la que los separa. Ella como principio y como final de todos sus viajes, que hasta entonces no han sido pocos. Sin embargo, Joakim no era capaz de mantenerse quieto, no podía simplemente estar en la ciudad eterna sin hacer nada; por supuesto, le velaba el sueño a Ónfale, quería que recordara, no obstante también, obraba esos hermosos prodigios de piedra y ladrillo, monumentos a la posteridad, imperecederos, sempiternos como él; después de todo, había ido con el pretexto de crear el más hermoso palacete en la ciudad para Courbet, que era un hombre amable, y que le pagaría más que bien, y que sin embargo, el otrora héroe legendario y hoy arquitecto, consideraba hasta cierto punto indigno de sus habilidades. Sin embargo, como había sido a lo largo de siglos, no hacía las cosas por la gente, ni el dinero, sino por la gloria. La gloria era su sayón y su perdición a partes iguales.
Propuso una habitación para recibir a las visitas. Era un concepto arriesgado y que sólo había visto en la Finlandia ocupada por los rusos. Esperaba que tuviera éxito en Francia. No sería la primera vez que impusiera una moda de esa índole. En ella, propuso, pondría largos espejos en una pared, en la otra un ventanal, en la tercera un hermoso mural con motivos del Antiguo Testamento y en la última pared, una enorme puerta que los ebanistas ya estaban tallando. Joakim no sólo se encargaba de dibujar un plano, de proyectar edificios hermosos en bocetos, sino que se hacía cargo de cada detalle, lo que convertía en todas sus creaciones en algo verdaderamente único.
Para la tarea del mural, conocía a la persona indicada. Courbet aceptaba cada idea del arquitecto sin recular nada, por más descabellada que sonara. Y el vampiro ni siquiera tenía que hacer uso de sus poderes para ello. Nunca era necesario. Bastaba ver todos los edificios que había levantado, ahora como Joakim Sibelius, el nombre que adoptó en Helsinki, para creer ciegamente en su palabra. De ese modo, él mismo en persona acudió al taller del artista. Era noche, obviamente, pero lo conocía y sabía que estaría trabajando.
Apenas se apareció en el lugar, con un halo dorado como el del carruaje jalado por gatos de la diosa Freya, Paul lo saludó, a lo que Joakim respondió con una sonrisa. No le pasó desapercibido el hecho de que su viejo amigo no estaba solo.
—Espero no interrumpir nada —miró por sobre algunos objetos amontonados del taller a la chica rubia, luego regresó su atención al pintor—. Te das muy poco crédito, Paul. Son precisamente tus habilidades no académicas las que necesito —continuó de manera despreocupada y avanzó con paso tan ligero, que no pareció que durante su mortalidad, forjó tantas leyendas como hijos dejó en la tierra.
Bajó una pequeña escalerita y se paró frente a la joven. La estudió. Había algo en su mirada que helaba la sangre, como si pudieras sentir todos los años que tenía a cuestas en sus ojos, y éstos se clavaran como agujas en tu carne. Sonrió de lado.
—Pero Paul, ¿no nos vas a presentar? —Preguntó, sin dejar de verla y se acercó, estirando la mano—. Es un artista, nunca se nos han dado las habilidades sociales, ¿verdad? Joakim Sibelius, madeimoselle, un placer —se presentó a sí mismo. Y a pesar de lo que acababa de decir, derramó educación y cortesía en cada una de sus palabras.
Última edición por Joakim Sibelius el Lun Jul 17, 2017 8:28 pm, editado 2 veces
Joakim Sibelius- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 10/09/2016
Localización : París
Re: Window to Your Soul — Privado
El arte se había convertido en su refugio; era un santuario destinado a sanar sus heridas y a ayudarla a liberar las quimeras de su alma. Expresarse a través de los trazos sobre el papel, de las pinceladas en un lienzo y hasta en el uso del color, era algo que colmaba su espíritu de un profundo bienestar. Vanessa solía ser un tanto retraída, una muchacha a la que le costaba hablar con fluidez; le costaba enormemente expresarse en público, y ni siquiera con su hermano lograba hacerlo. Sin embargo, en el arte encontró esa manera de poder comunicar sus ideas, de hacer catarsis sin necesidad de sentirse culpable.
Clementine le había dicho muchas veces que era una jovencita sensible, tanto como un artista, que ahí se hallaba su verdadera vocación. Su destino estaba implícitamente ligado a ello. Incluso, cierta vez, se atrevió a leerle las líneas de las palmas de las manos y con una sonrisa le confirmaba aquello. Vanessa, siempre con esa manía de aferrarse a la inseguridad, no le creyó. Pero desde que empezó a frecuentar a los pintores, le terminó dando la razón a su querida amiga; lástima que ella no se encontraba en este mundo para saberlo. Aunque, quizás, desde donde estuviera, estaría muy orgullosa. Aquel recuerdo le sacó una sonrisa, una que de inmediato se esfumó al percatarse del lugar en donde estaba. Y no, no era por Paul, era más bien por su repentino visitante.
Vanessa sintió que la piel se le erizó cuando el hombre se dirigió a ella; notó una excesiva palidez en su tezl, y bien supo que no era por enfermedad, él se veía bastante bien de salud, a decir verdad. Tal vez era de esas personas que habían nacido con esa piel tan blanca, como un mármol, casi. ¡Qué rayos le pasaba! Su mente divagó hasta llevarla a la horrible noche en la que fue atacada. Sin embargo, la voz del amigo de Paul la arrastró a la realidad. Alzó la mirada y un mechón de cabello resbaló hasta quedar en su rostro. Se sintió demasiado torpe cuando se puso de pie, no quería hacer quedar mal a Paul, pero eso no era algo que al artista le preocupase. En realidad, se veía bastante contento.
—Lamento mi distracción, Monsieur—se disculpó, arreglando su falda para luego extenderle la mano—. Vanessa Ende. —De inmediato apartó la mano; él tenía un tacto frío, ¿de verdad estaría bien? Bueno, al menos sí se veía, en su manera de expresarse era evidente—. Quizás, sí. El arte nos atrapa en su propio universo, supongo.
Intentó acomodar sus palabras para ofrecer una respuesta coherente. Él, se veía como un hombre de alta sociedad e intelectual; o tal vez la idea de que supiera mucho se apreciaba por la experiencia. No lo comprendía muy bien. Pero antes de que el silencio resultara mucho más incómodo, Paul decidió romperlo con ese modo acostumbrado suyo de bromear.
—Mi buen, amigo, no me asustes a la aprendiz. Porque sí, Vanessa es mi aprendiz; sé que no hay muchas mujeres que tengan permitido dedicarse al arte, pero ella será una artista, mi sentido de la percepción no me falla —dijo Paul, mientras examinaba un cuadernillo—. Juzga por ti mismo —le extendió el cuadernillo a su amigo—; ese es su diario de dibujo. Mira esos trazos tan espontáneos, como es capaz de captar las formas con tanto detalle. Oh, ¡y esas sombras tan bien hechas! Es un don, ya te digo yo. Lo académico va en declive, diciendo que sólo los niños ricos tienen privilegios y esas burradas.
Clementine le había dicho muchas veces que era una jovencita sensible, tanto como un artista, que ahí se hallaba su verdadera vocación. Su destino estaba implícitamente ligado a ello. Incluso, cierta vez, se atrevió a leerle las líneas de las palmas de las manos y con una sonrisa le confirmaba aquello. Vanessa, siempre con esa manía de aferrarse a la inseguridad, no le creyó. Pero desde que empezó a frecuentar a los pintores, le terminó dando la razón a su querida amiga; lástima que ella no se encontraba en este mundo para saberlo. Aunque, quizás, desde donde estuviera, estaría muy orgullosa. Aquel recuerdo le sacó una sonrisa, una que de inmediato se esfumó al percatarse del lugar en donde estaba. Y no, no era por Paul, era más bien por su repentino visitante.
Vanessa sintió que la piel se le erizó cuando el hombre se dirigió a ella; notó una excesiva palidez en su tezl, y bien supo que no era por enfermedad, él se veía bastante bien de salud, a decir verdad. Tal vez era de esas personas que habían nacido con esa piel tan blanca, como un mármol, casi. ¡Qué rayos le pasaba! Su mente divagó hasta llevarla a la horrible noche en la que fue atacada. Sin embargo, la voz del amigo de Paul la arrastró a la realidad. Alzó la mirada y un mechón de cabello resbaló hasta quedar en su rostro. Se sintió demasiado torpe cuando se puso de pie, no quería hacer quedar mal a Paul, pero eso no era algo que al artista le preocupase. En realidad, se veía bastante contento.
—Lamento mi distracción, Monsieur—se disculpó, arreglando su falda para luego extenderle la mano—. Vanessa Ende. —De inmediato apartó la mano; él tenía un tacto frío, ¿de verdad estaría bien? Bueno, al menos sí se veía, en su manera de expresarse era evidente—. Quizás, sí. El arte nos atrapa en su propio universo, supongo.
Intentó acomodar sus palabras para ofrecer una respuesta coherente. Él, se veía como un hombre de alta sociedad e intelectual; o tal vez la idea de que supiera mucho se apreciaba por la experiencia. No lo comprendía muy bien. Pero antes de que el silencio resultara mucho más incómodo, Paul decidió romperlo con ese modo acostumbrado suyo de bromear.
—Mi buen, amigo, no me asustes a la aprendiz. Porque sí, Vanessa es mi aprendiz; sé que no hay muchas mujeres que tengan permitido dedicarse al arte, pero ella será una artista, mi sentido de la percepción no me falla —dijo Paul, mientras examinaba un cuadernillo—. Juzga por ti mismo —le extendió el cuadernillo a su amigo—; ese es su diario de dibujo. Mira esos trazos tan espontáneos, como es capaz de captar las formas con tanto detalle. Oh, ¡y esas sombras tan bien hechas! Es un don, ya te digo yo. Lo académico va en declive, diciendo que sólo los niños ricos tienen privilegios y esas burradas.
Vanessa Ende- Humano Clase Media
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 02/10/2016
Re: Window to Your Soul — Privado
Por otro par de segundos, Joakim concentró su atención un vez más en la chica al recibir su mano, delgada, aunque ya con el áspero tacto de un artista en ciernes. Clavó esas orbes claras como lagos donde las ninfas van a bañarse y el fauno las increpa. Sonrió, como si supiera todo ya de antemano. Todo. Cómo iba a devenir esa conversación. Cómo iba a terminar la humanidad. Todo. Desde luego, era sólo la desbordante seguridad que lo caracterizaba. Y sí, siendo mortal pudo forjar un mito con el mismísimo yunque de Hefestos, siempre pudo haber gozado de ese arrasador dominio, pero esto que proyectaba era algo adquirido por los siglos, no había otra forma de obtener esta fuerza y esta habilidad.
—Es la ventaja de ser artista, creo yo. ¿El mundo? Puede terminarse y nosotros vamos a seguir pintando o esculpiendo hasta el último aliento —respondió con media sonrisa de por medio—. Por eso me gusta más tratar con artistas, los siento como mi gente, mi pueblo —rio—, muy diferente a los hombres de camisa blanca y abultado vientre que pagan por nuestro arte, ¿no es así? —Se dirigió a ambos y luego se movió por el lugar, como si a cada paso reclamara esa tierra como suya. Era un guerrero, después de todo. El más feroz de los mitos helénicos.
—¿Ah sí? —Recibió el cuaderno de marquilla de manos de Paul. Estaba intrigado e interesado. Observó a la joven antes de comenzar a ver los dibujos. Su amigo no exageraba—. Con que aprendiz eh —continuó, pasando las hojas del diario, observando con detalle la obvia habilidad de la joven.
—Ten cuidado Paul, podría quitarte mi oferta —cerró el diario y en lugar de entregárselo a su viejo amigo, se lo dio a la joven—. No dejes que este entrometido ande enseñando tu talento por ti. Tienes mucho por lo cual sentirte orgullosa, y con un maestro como él, pronto serás una gran artista —le guiñó un ojo y volvió a envararse. Alto, altísimo como atalaya.
—Es una idea muy occidental, ¿no? Esa que dice que las mujeres no deben involucrarse. Hace tiempo que esos preceptos no me sirven. El talento es talento —enunció como si contara uno de sus épicos viajes con los argonautas. Habló con ese misterio de hombre milenario, que tiene conocimiento de causa como para hacer tal aseveración—. Tampoco creo en la academia. No del todo. ¿Verdad, Paul? Han sido horas y horas de discusión al respecto. Pero yo mismo aprendí con grandes arquitectos, haciendo edificios, no metido en una biblioteca con la nariz en un libro. En fin… y aprovechando que tienes una alumna tan hábil, extiendo la invitación a ambos. Estoy trabajando en un palacete, y en un muro de una habitación del mismo, planeo montar una obra monumental. Ahí es donde entras tú, Paul. Y tu alumna, si quiere y la dejas, no vaya a ser que te opaque —se giró para verla. La miró de tal modo que la estaba invitando, que era casi imposible decirle que no.
—¿Qué dices? —Sin embargo, le pareció relevante que la chica opinara y se dirigió a ella—. No conozco qué más has hecho aparte de estos dibujos, pero simplemente ayudar a Paul a montar esta obra, traería renombre para ti. Aunque si eres como tu maestro y como yo, sé que eso es lo que menos te importa —explicó. La realidad era que quería verla en acción y por ello la sutil insistencia en que se uniera a ellos.
Joakim Sibelius- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 10/09/2016
Localización : París
Re: Window to Your Soul — Privado
Vanessa no estaba acostumbrada a ese tipo de situaciones, en lo más mínimo; recordaba las veces en las que Clementine le repetía que debía ser más extrovertida, que dejara la vergüenza a un lado y mostrara más confianza en sí misma. Claro, tenía muy en cuenta aquellas palabras, pero era tan difícil ponerlo en práctica, demasiado complicado como para decidir cambiar de la noche a la mañana. Tal vez eso la hacía como una joven con un carácter especial, sin embargo, y luego de atravesar por circunstancias tan negativas en su vida, no pretendía ser tan ingenua. Tenía muy clara la diferencia entre la amabilidad y, desde luego, estar ciega y creer que cualquiera podría ser buena persona.
Tal vez aquel hombre que había ingresado en el taller de Paul no fuera un vil villano, pero las alertas que le enviaba su cerebro parecían asociarlo con algo más, y eso era difícil de ignorar. Aun así, se aferró a esa mínima parte de confianza que aún conservaba y prefirió aislar los malos recuerdos; de nada le iba a servir estar haciéndose ideas que no eran. Además, mientras estuviera al lado de su amigo pintor (y también maestro), podía estar segura, ¿para qué alarmarse tanto por nimiedades? Se obligó a patearse mentalmente por su completa falta de sentido común. Fue cuando finalmente logró sonreír, lo hizo apenas, sin embargo, lo consiguió.
—O escribiendo; también construyendo, diseñando. El arte se manifiesta de diferentes maneras —agregó finalmente. Esta vez lo hizo con seguridad; incluso hasta consiguió erguirse, demostrando ser alguien de convicciones firmes, a pesar de ser tan indecisa algunas veces—. Esos hombres no aprecian el arte, sólo el dinero que puedan sacar del trabajo de otros. —Pudo haberse avergonzado por decir aquello, pero no lo hizo, porque tenía razón. Y ella siempre defendía a capa y espada sus palabras cuando estaba segura de estas—. Pero así estamos hoy en día...
Paul sonrió, con esa picardía tan propia de él. Confiaba plenamente en Vanessa, y sabía que la chica nunca lo dejaría mal, de ninguna manera; ella era lista, quizás demasiado para ser cierto. Hasta creyó que la visita de Joakim sería una buena señal para ella, pero se mantuvo a la expectativa de cómo se desenvolvería.
—Sería la competencia más encantadora que he tenido nunca —contestó Paul, dejando escapar una risotada de las suyas—. Pero ya sabes lo que ocurre afuera con ese tema de las mujeres, Joakim. Sólo pretenden que estén en casa tejiendo y teniendo hijos como conejas. Es una tontería, y más cuando hay damas tan talentosas, mucho más que los hombres. Su sensibilidad es diferente a la nuestra...
Vanessa se obligó a bajar la mirada, pues la plática había tomado otro rumbo diferente. No le quedaba más alternativa que buscar la manera de desviar ese tema, porque tampoco le agradaba mucho. Ella era mujer después de todo, ¿no? Es decir, aquellas palabras lograron descolocarla un poco; tenía miedo de que la fueran a juzgar por dedicarse a otra cosa que no fuese el hogar. No obstante, fue lo dicho por aquel hombre lo que la descolocó de nuevo. Es más, ni siquiera pudo dar una respuesta adecuada.
—Claro que sí, ambos estaremos comprometidos con esa obra a la que te refieres —habló el pintor, observando con una amplia sonrisa a Vanessa—. ¿Verdad, Vanessa? Sé que estarías encantada de acompañarme. Además, él tiene razón, te serviría de mucho. Clementine siempre dijo que tenías talentos ocultos para el arte, yo también confío plenamente en ello. Tienes más talentosa que muchos de los supuestos aprendices que he tenido, y eso es una buena señal.
Hubo duda en su gesto. ¡Era la primera vez que le pasaba algo así! Pero lo hizo, se lanzó al abismo sin saber lo que había en este. Si no se arriesgaba, no sabría si ganaría algo, es más, no tenía nada que perder, a decir verdad.
—Está bien, lo haré. Si ambos están de acuerdo, no tendré ningún problema en ayudar...
Tal vez aquel hombre que había ingresado en el taller de Paul no fuera un vil villano, pero las alertas que le enviaba su cerebro parecían asociarlo con algo más, y eso era difícil de ignorar. Aun así, se aferró a esa mínima parte de confianza que aún conservaba y prefirió aislar los malos recuerdos; de nada le iba a servir estar haciéndose ideas que no eran. Además, mientras estuviera al lado de su amigo pintor (y también maestro), podía estar segura, ¿para qué alarmarse tanto por nimiedades? Se obligó a patearse mentalmente por su completa falta de sentido común. Fue cuando finalmente logró sonreír, lo hizo apenas, sin embargo, lo consiguió.
—O escribiendo; también construyendo, diseñando. El arte se manifiesta de diferentes maneras —agregó finalmente. Esta vez lo hizo con seguridad; incluso hasta consiguió erguirse, demostrando ser alguien de convicciones firmes, a pesar de ser tan indecisa algunas veces—. Esos hombres no aprecian el arte, sólo el dinero que puedan sacar del trabajo de otros. —Pudo haberse avergonzado por decir aquello, pero no lo hizo, porque tenía razón. Y ella siempre defendía a capa y espada sus palabras cuando estaba segura de estas—. Pero así estamos hoy en día...
Paul sonrió, con esa picardía tan propia de él. Confiaba plenamente en Vanessa, y sabía que la chica nunca lo dejaría mal, de ninguna manera; ella era lista, quizás demasiado para ser cierto. Hasta creyó que la visita de Joakim sería una buena señal para ella, pero se mantuvo a la expectativa de cómo se desenvolvería.
—Sería la competencia más encantadora que he tenido nunca —contestó Paul, dejando escapar una risotada de las suyas—. Pero ya sabes lo que ocurre afuera con ese tema de las mujeres, Joakim. Sólo pretenden que estén en casa tejiendo y teniendo hijos como conejas. Es una tontería, y más cuando hay damas tan talentosas, mucho más que los hombres. Su sensibilidad es diferente a la nuestra...
Vanessa se obligó a bajar la mirada, pues la plática había tomado otro rumbo diferente. No le quedaba más alternativa que buscar la manera de desviar ese tema, porque tampoco le agradaba mucho. Ella era mujer después de todo, ¿no? Es decir, aquellas palabras lograron descolocarla un poco; tenía miedo de que la fueran a juzgar por dedicarse a otra cosa que no fuese el hogar. No obstante, fue lo dicho por aquel hombre lo que la descolocó de nuevo. Es más, ni siquiera pudo dar una respuesta adecuada.
—Claro que sí, ambos estaremos comprometidos con esa obra a la que te refieres —habló el pintor, observando con una amplia sonrisa a Vanessa—. ¿Verdad, Vanessa? Sé que estarías encantada de acompañarme. Además, él tiene razón, te serviría de mucho. Clementine siempre dijo que tenías talentos ocultos para el arte, yo también confío plenamente en ello. Tienes más talentosa que muchos de los supuestos aprendices que he tenido, y eso es una buena señal.
Hubo duda en su gesto. ¡Era la primera vez que le pasaba algo así! Pero lo hizo, se lanzó al abismo sin saber lo que había en este. Si no se arriesgaba, no sabría si ganaría algo, es más, no tenía nada que perder, a decir verdad.
—Está bien, lo haré. Si ambos están de acuerdo, no tendré ningún problema en ayudar...
Vanessa Ende- Humano Clase Media
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 02/10/2016
Re: Window to Your Soul — Privado
Era difícil engañar a un vampiro con los años de Alcaeus, hoy Joakim. Pero era más difícil que precisamente a él se le escapara algún detalle. Era observador, siempre lo había sido, y esta no fue la excepción. Se comportó inusualmente contenido, aunque algo era verdad, y es que como guerrero y héroe mitológico, siempre mantenía todo bajo control con sólo su presencia. Tenía esa capacidad incluso antes e haber sido mordido, y era quizá por ese tipo de rasgos que los helenos le atribuyeron sangre divina. Un olímpico nacido como mortal.
Se giró al escucharla y le sonrió. Incluso cuando Paul comenzó a hablar, no dejó de mirarla con intensidad. Entrelazó las manos en la espalda y levantó el mentón. Estaba atento a su viejo amigo, aunque no despegara los ojos de ella. Como si tratara de transmitirle un mensaje importante y urgente, pero también, como si quiera ver sus profundidades. Joakim sabía perfectamente la fuerza que podía transmitir, no hacía eso, ni nada, al azar.
—En efecto, madeimoselle —entonces fue como si Paul no hubiera hablado, se dirigió a ella, y pareció que en el universo sólo existían ellos dos, porque Joakim era totalizador. Te envolvía en esa personalidad y ese aplomo suyos, en sus oscuridades y nada más existía, y tú, simple mortal, estabas feliz de ser dueño, aunque fuera brevemente, de su atención—. Apreciar de lo que pueden sacar de nuestro trabajo. O peor aún, del estatus que ser poseedores de una obra conocida pueda brindarles. Es un asta más a una corona vacía —sonrió de lado, no cambió de posición. Le gustó que hablara, y sobre todo, que hablara con convicción y verdad. Era joven, pero ese no era un defecto, sino una condición que el tiempo se encarga de curar.
—Estaré encantado entonces de tenerlos a ambos a cargo de esta obra en especial —hizo una ligera reverencia, de nuevo, en dirección a ella—. Confío mucho en Paul, por eso he venido hasta aquí, sin pensar en nadie más para esta tarea, sólo él. Usted… —ahora no cabía duda que le hablaba a ella—, has sido una agradable sorpresa.
»Paul, debes decirme de dónde la sacaste —por fin, dirigió la mirada al otro hombro—, todo un hallazgo —y rio levemente, con un gesto medido. Pero a diferencia de otros que poseían ese control sobre sí mismos y los demás, Joakim no se notaba artificial; a pesar de estar siempre calculando y maquinando, lograba ser natural y encantador. Eso era lo que lo hacía todavía más letal.
—Si les parece bien, enviaré a un mensaje pronto para darles un adelanto. Y luego uno más, para que los guie hasta el palacete. El mismo ya va muy avanzado, y el área donde trabajarán está terminada, y sin construcción cerca que pueda entorpecerlos —miró a uno y luego al otro alternadamente—. ¿Tienen dudas? Ahora es su momento de hablar —soltó las manos que se mantenían escondidas en la espalda. De aquel modo, lució más abierto al diálogo. Joakim sabía cómo usar su cuerpo en una conversación, y sabía de lo poderoso del lenguaje corporal.
Joakim Sibelius- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 10/09/2016
Localización : París
Re: Window to Your Soul — Privado
Sí, estaba bien, o al menos suponía, porque no contaba con demasiada confianza, a pesar de haber dado una respuesta contundente a aquellos hombres. Aunque el mismísimo Paul confiara en ella, ¡era demasiado tonta! Se repetía a cada minuto. ¿Qué podría salir mal? Sí estaba bien encaminada, descubriendo una parte de sí misma que mantuvo oculta con el tiempo. ¿Y cómo no haber hecho semejante descubrimiento cuando se la pasaba encerrada? Claro, lo hacía no por querer, sino por cosas que aún le marcaban la conciencia, aun así, ya a esas alturas, tenía que aprender a lidiar con sus propios demonios. Lo estaba haciendo, aunque el proceso fuera realmente lento. Tal vez en ese momento se le mostraba una oportunidad de oro, una que no debía desaprovechar así nada más.
Aunque, ¿a quién engañaba? Ese hombre, Joakim... Algo no encajaba del todo bien en él. No es porque se mostrara como una persona malvada (bueno, apenas lo conocía, quizá lo era, quizá no), sino porque percibía algo completamente diferente, muy ajeno a lo de un hombre corriente, ¡casi como aquel vampiro que la atacó! Por un instante se tensó, obligándose a mantener la compostura cuando lo escuchaba hablar. ¿Sería un vampiro? Uh, la idea de trabajar para él no le causó la mínima gracia, sobre todo por intuir que, de alguna manera, su respuesta sería positiva. ¡Bien! Al diablo con los vampiros. Sus hermanos se encargaron de rehacer sus vidas, de ser felices, ¡ella también tenía derecho! No podía quedarse como la niña de casa que sólo servía para, ¿cuidar niños? ¡Ni de broma!
Algo en Vanessa cambió, fue evidente hasta para Paul. Pero no cambió para mal, sino para bien de ella misma, porque mostró una determinación que parecía impropia de ella, al menos hasta ese entonces.
—Supongo que... gracias. Espero no decepcionarlos, aún soy nueva con todo esto, pero bien que nadie nace aprendido. Los grandes maestros han llegado lejos gracias a la práctica —agregó, pero sin bajar la mirada. En realidad lo hizo sin esa timidez habitual; no, esta vez fue osada—. Además, Paul es un gran artista, estoy segura que no va a arruinar sus expectativas.
Paul hizo un ademán, porque realmente le honraba que dijeran esas cosas de él.
—No es para tanto, ¡me van a hacer sonrojar! —Paul rió como un chiquillo, luego se dedicó a limpiar sus anteojos con un pequeño pañuelo que guardaba en el bolsillo de su pantalón—.
En la plaza, curioseando las obras de otros; luego me enteré de que trabajaba en la tienda de antigüedades de una amiga. Me fue enviada para guiarla por el camino correcto —guiñó un ojo, lo hizo de manera confidencial, como si ocultara algo más en ese gesto—. Pues, por mí está bien. Y, eh, me gusta eso de no tener ruidosos martillos cerca de mi área de trabajo. Ya sabes que soy un poco místico, Joakim... ¿Tú qué dices, niña?
—¿Qué es lo que haremos exactamente? Lo siento, pero me ha dado mucha curiosidad. Al menos así podré prepararme. No me gusta ir con los ojos vendados, señor Joakim —expresó con absoluta sinceridad. Hasta Paul se quedó abrumado, aunque terminó sonriendo, orgulloso de haberla escogido como su aprendiz más cercana.
Aunque, ¿a quién engañaba? Ese hombre, Joakim... Algo no encajaba del todo bien en él. No es porque se mostrara como una persona malvada (bueno, apenas lo conocía, quizá lo era, quizá no), sino porque percibía algo completamente diferente, muy ajeno a lo de un hombre corriente, ¡casi como aquel vampiro que la atacó! Por un instante se tensó, obligándose a mantener la compostura cuando lo escuchaba hablar. ¿Sería un vampiro? Uh, la idea de trabajar para él no le causó la mínima gracia, sobre todo por intuir que, de alguna manera, su respuesta sería positiva. ¡Bien! Al diablo con los vampiros. Sus hermanos se encargaron de rehacer sus vidas, de ser felices, ¡ella también tenía derecho! No podía quedarse como la niña de casa que sólo servía para, ¿cuidar niños? ¡Ni de broma!
Algo en Vanessa cambió, fue evidente hasta para Paul. Pero no cambió para mal, sino para bien de ella misma, porque mostró una determinación que parecía impropia de ella, al menos hasta ese entonces.
—Supongo que... gracias. Espero no decepcionarlos, aún soy nueva con todo esto, pero bien que nadie nace aprendido. Los grandes maestros han llegado lejos gracias a la práctica —agregó, pero sin bajar la mirada. En realidad lo hizo sin esa timidez habitual; no, esta vez fue osada—. Además, Paul es un gran artista, estoy segura que no va a arruinar sus expectativas.
Paul hizo un ademán, porque realmente le honraba que dijeran esas cosas de él.
—No es para tanto, ¡me van a hacer sonrojar! —Paul rió como un chiquillo, luego se dedicó a limpiar sus anteojos con un pequeño pañuelo que guardaba en el bolsillo de su pantalón—.
En la plaza, curioseando las obras de otros; luego me enteré de que trabajaba en la tienda de antigüedades de una amiga. Me fue enviada para guiarla por el camino correcto —guiñó un ojo, lo hizo de manera confidencial, como si ocultara algo más en ese gesto—. Pues, por mí está bien. Y, eh, me gusta eso de no tener ruidosos martillos cerca de mi área de trabajo. Ya sabes que soy un poco místico, Joakim... ¿Tú qué dices, niña?
—¿Qué es lo que haremos exactamente? Lo siento, pero me ha dado mucha curiosidad. Al menos así podré prepararme. No me gusta ir con los ojos vendados, señor Joakim —expresó con absoluta sinceridad. Hasta Paul se quedó abrumado, aunque terminó sonriendo, orgulloso de haberla escogido como su aprendiz más cercana.
Vanessa Ende- Humano Clase Media
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 02/10/2016
Re: Window to Your Soul — Privado
Sin dejar de observarla, como un felino que ha señalado a su presa y sólo busca atacar, Joakim se movió ligero, casi como un espectro, hasta posarse junto a Paul, su viejo amigo. Sonrió con gesto encantador y llevó una de sus enormes manos al hombro del sujeto. Frente a ellos: la chica. No había nada que se interpusiera entre su penetrante mirada y la figura esbelta de aquella aprendiz. ¿Por qué le estaba obsesionando tanto? Siempre le había gustado transmitir conocimiento, y no dudaba que Paul ya hubiera hecho un buen trabajo en ese aspecto, no obstante, nada comparado a lo que él podía mostrarle, cosas enormes y cosas terribles.
Apretó el hombro ajeno, aún sonriendo, aún mirándola.
—De eso no tengo duda alguna. Paul me conoce, sabe lo selectivo que soy con mis colaboradores, por eso lo he elegido y he venido en persona a pedirle su ayuda —dijo de manera clara. Había muchos significados escondidos en sus palabras—. ¿Verdad, viejo amigo? —Sacudió un poco al hombre que limpiaba sus anteojos y lo soltó.
—Siempre hay que conservar el misticismo. Lo he preparado todo. Soy arquitecto, pero comprendo los requerimientos de cualquier otro colega artista —declaró, sin moverse de su lugar, ligeramente atrás de Paul.
—Ah, eso. El dueño de esta próxima edificación me pidió un tema bíblico, yo dispuse que fuera del Antiguo Testamento, a ustedes les restará elegir el pasaje —explicó. Había elegido esa parte de la Biblia porque le recordaba los años en los que vagó, al lado de Erebus, por aquellas latitudes, para cuando Jesús nació, hombre o no, hijo de Dios o no, él ya estaba en otro lado del planeta.
Era verdad que todo ese asunto le sonaba familiar, el de Jesús, muerto en la cruz por los romanos. Y es que como él, Heracles mismo, aquel hombre pudo ser sólo eso, un hombre, que se atrevió a retar los límites de una sociedad estancada. Quiso reír ante sus propias disertaciones, pero se contuvo.
—Sólo para tener tranquilo a Courbet, el hombre que nos ha hecho este encargo, me gustaría que me mostraran, o le mostraran, mejor dicho, bocetos antes de pintar. En cuanto los tengan, yo puedo concertar una cita —dijo, mirando alternadamente a Paul y a Vanessa, aunque se detenía más en ella.
—No quiero presionarlos, no podría venir aquí para exigirles un buen trabajo y además rápido, todo está planeado, y mi cronograma va excelente, pero… entre antes tengan las propuestas, será mejor —terminó de decir, haciéndose a un lado, flanqueando a Paul, tomándolo del hombro de nuevo, esta vez con el brazo estirado, y mirando a la más joven.
—¿Qué dicen? —Sonrió de nuevo, con ese gesto resplandeciente como el sol que tenía vedado, ese ademán de héroe heleno, mito consagrado, semidiós inmortal—. Una vez que hablen con él, podrán tratar los temas de los materiales y la paga, claro está. Somos artistas, y hacemos esto por amor al arte, sin embargo, de algo tenemos que comer. —Rio, porque era muy descarado de su parte estar diciendo aquello. Claro, los otros dos no entenderían la profundidad de ese chiste personal, tampoco era que importara mucho.
Joakim Sibelius- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 10/09/2016
Localización : París
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