AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Dragones y mazmorras (Lakme)
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Dragones y mazmorras (Lakme)
Abrí los ojos, a mi lado mi preciosa esposa, no pude evitar sonreír admirando su placido sueño, deslicé mis dedos por su rostro apartando el pelo de su frente. Me sentía el hombre mas afortunado del mundo, atrás habían quedado los miedos, la incertidumbre, a partir de ahora...solo ella y yo junto a un “para siempre” que pendía de mi pecho en forma de colgante.
La noche aun estaba cerrada, me alcé tomando una copa de whisky que apuré lentamente entre mis labios sin apartar mi vista del demonio de mi infierno, esa mujer que me había robado mucho mas que el sueño, cuando escuché con claridad la voz de una mujer llamarme sin tregua entre llantos.
Cogí la ropa y me vestí con rapidez mirando por la ventana, allí una mujer a las puertas de la mansión, cabello dorado, vestido blanco, parecía un espectro moviéndose entre las brumas.
Silencioso abandoné la cámara dejándome llevar por esa dama blanca que parecía adquirir con mi cercanía un tono de plata.
Su risa se perdió por las calles, mientras yo la seguía. Mi nombre que escapaba de sus labios como un efímero susurro me llamaba.
Alcanzamos un profundo bosque de aspecto grisáceo, sin hojas pues el invierno había caído ya sobre nosotros, los troncos parecían entes desiertos de vida.
Alcé la cabeza, buscando a esa mujer que no dejaba huelas que rastrear sobre la húmeda tierra, ella solo era una visión, no era real. Nada con vida puede no dejar rastro sobre la tierra.
Algo me advertía del riesgo que corría, pero tenia que descubrir que quería ese ser de mi. Podía sentir los ojos esmeralda y su mano en mi pecho empujándome hacia el lado contrario al de la mujer, suplicando que volviera al lecho, que el calor de su cuerpo era todo cuanto necesitaba esa noche gélida de invierno.
Mas como de costumbre la curiosidad me hizo adentrarme en la zona mas profunda donde junto a un arroyo la rubia me esperaba sedienta.
Ladeé la cabeza tratando de admirar su belleza, su blanca tez y la suavidad de cada movimiento.
-Hola guerrero -susurro casi entonando una canción -Höor...
-¡que eres? -pregunté enarcando una ceja.
-Una ninfa del bosque, una bruja...me han dado tantos nombres que no se cual es el mas correcto.
Camino hacia mi, sus pies descalzos parecían flotar y su mano acarició mis hombros deslizando su mano hasta mi pecho.
-No hemos venido aquí para hablar de mi...-susurró hundiendo sus ojos cielo en los míos -adiós Höor
Bajo mis pies se abrió una grieta, como si el mundo se partiera en dos, mis pies se tambalearon, intenté mantenerlos firmes sobre el trémulo suelo, mientras llevaba mi mano a la bastarda para entablar batalla, pero la tierra me engullo, dejándome caer por un vació oscuro.
De nuevo mi nombre, esta vez proveniente de una voz conocida, Lakme, la inmortal que parecía haberme seguido hasta ese lugar y ahora se lanzaba tras de mi al abismo mas oscuro.
Su mano afianzó la mía, en un intento de salvarme, salvarnos de lo que pudiera pasar, pues ambos seguíamos unidos por el vinculo.
La noche aun estaba cerrada, me alcé tomando una copa de whisky que apuré lentamente entre mis labios sin apartar mi vista del demonio de mi infierno, esa mujer que me había robado mucho mas que el sueño, cuando escuché con claridad la voz de una mujer llamarme sin tregua entre llantos.
Cogí la ropa y me vestí con rapidez mirando por la ventana, allí una mujer a las puertas de la mansión, cabello dorado, vestido blanco, parecía un espectro moviéndose entre las brumas.
Silencioso abandoné la cámara dejándome llevar por esa dama blanca que parecía adquirir con mi cercanía un tono de plata.
Su risa se perdió por las calles, mientras yo la seguía. Mi nombre que escapaba de sus labios como un efímero susurro me llamaba.
Alcanzamos un profundo bosque de aspecto grisáceo, sin hojas pues el invierno había caído ya sobre nosotros, los troncos parecían entes desiertos de vida.
Alcé la cabeza, buscando a esa mujer que no dejaba huelas que rastrear sobre la húmeda tierra, ella solo era una visión, no era real. Nada con vida puede no dejar rastro sobre la tierra.
Algo me advertía del riesgo que corría, pero tenia que descubrir que quería ese ser de mi. Podía sentir los ojos esmeralda y su mano en mi pecho empujándome hacia el lado contrario al de la mujer, suplicando que volviera al lecho, que el calor de su cuerpo era todo cuanto necesitaba esa noche gélida de invierno.
Mas como de costumbre la curiosidad me hizo adentrarme en la zona mas profunda donde junto a un arroyo la rubia me esperaba sedienta.
Ladeé la cabeza tratando de admirar su belleza, su blanca tez y la suavidad de cada movimiento.
-Hola guerrero -susurro casi entonando una canción -Höor...
-¡que eres? -pregunté enarcando una ceja.
-Una ninfa del bosque, una bruja...me han dado tantos nombres que no se cual es el mas correcto.
Camino hacia mi, sus pies descalzos parecían flotar y su mano acarició mis hombros deslizando su mano hasta mi pecho.
-No hemos venido aquí para hablar de mi...-susurró hundiendo sus ojos cielo en los míos -adiós Höor
Bajo mis pies se abrió una grieta, como si el mundo se partiera en dos, mis pies se tambalearon, intenté mantenerlos firmes sobre el trémulo suelo, mientras llevaba mi mano a la bastarda para entablar batalla, pero la tierra me engullo, dejándome caer por un vació oscuro.
De nuevo mi nombre, esta vez proveniente de una voz conocida, Lakme, la inmortal que parecía haberme seguido hasta ese lugar y ahora se lanzaba tras de mi al abismo mas oscuro.
Su mano afianzó la mía, en un intento de salvarme, salvarnos de lo que pudiera pasar, pues ambos seguíamos unidos por el vinculo.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Dragones y mazmorras (Lakme)
El templado atardecer había sucumbido ante las primeras sombras que su adueñaban del cielo teñido por la sangre.
Los luceritos ardían en la oscuridad fría de la noche, y la inmortal había tenido un sueño extraño…
Había cálidas palabras de una voz que reconocía, sabía que era la de su padre pero su rostro… Aish, no lo conseguía ver.
Su voz se mezclaba entre las de todos aquellos hombres, aquellos sacerdotes… Intentaba calmarle, le hablaba por su nombre. Un nombre que deseaba olvidar, su nombre de nacida.
Una mueca de dolor, la punzada en su pecho, recorría su espalda con constancia, como si infinitas descargas que desgarraban su interior…
“Si los dejo entrar en mí… Perderé el control…”
… ¿Por qué la sujetaban, ella estaba quieta? No, pero el mundo se movía espasmódicamente, su mente no controlaba su cuerpo. Su voz le decía que pronto pasaría, los demonios la dejaría…
Nauseas, sensación de vértigos y sus voces… Las voces del viento del desierto… Estaban furiosas, ¿eran sus voces? ¿Quiénes eran?
“Queremos tu carne, los huesos…
Queremos la carne…
Devorarla... Devo…
Es nuestra… Es nuestra…. Su carne… Nuestra…”
Su rostro de piedra era hermoso, Jonsu era un dios hermoso, su trenza enredada sobre su hombro… Sus manos enlazadas sobre el callado, y la luz de esa luna… La luna de su tocado…
“Te curará… Ellos te curará…”
La luz de la luna le cegaba, la luz del templo era blanca hermosa….
Y así había despertado Lakme, adentrada en el recuerdo, las voces la habían despertado susurraban sus nombre… Todos ellos pertenecientes a diferentes momento.. –“Ven con nosotros…”
Lakme en su lecho oculto se llevaba la mano a los oídos, hacía tanto tiempo que no le ocurría aquello, la habían descubierto, ellos habían visto su don y lo quería.
Sus manos apretadas en las sienes, aquel tormento volvía a su cabeza, no entendía ya lo que quería decirle, sus ojos cerrados la enloquecían…
Y el silencio… Aun sentada sobre el lecho lustroso en terciopelo, en aquel lugar secreto, sus ojos verdes inmortales buscaron en la oscuridad que era luz….
“Eres nuestra…” Dijo una voz antes de que el mundo se torciera en oscuridad. "Despierta él se marcha..."
Caminando, cual sonámbula, sumida en aquella pesada hipnosis… Aquella marioneta de porcelana marmórea, arrastraba sus pies descalzos por las calles de piedra… Su aliento era sonoro y dificultoso, parecía como si su cuerpo fuese anciano. Sus cabellos de ébano, largos, esparcidos por un rostro que ocultaba unos ojos idos y vacíos…
Sus sueños aterradores, y su vinculo la llevaban como un espectro físico se adentraba en la noche…
La inmortal cayó derrumbada el frío suelo, y la luz de nuevo se vio en sus ojos de color escarlata. “¿Qué había ocurrido? ¿Cómo había llegado allí?” El aliento volvía a ser sereno, a pesar de que su pecho subiese y bajase de aquel modo acelerado.
Su último recuerdo era el del lecho, y las voces que…
"Ese olor?" Höor estaba a su lado, el mundo de deshizo a su alrededor y todo cambio.
-¿Qué has hecho..? -Fue lo último que pudo decirle, antes de que todo se tornase en el volver a sentir, antes de que aquel mundo no fuese el suyo.
Los luceritos ardían en la oscuridad fría de la noche, y la inmortal había tenido un sueño extraño…
Había cálidas palabras de una voz que reconocía, sabía que era la de su padre pero su rostro… Aish, no lo conseguía ver.
Su voz se mezclaba entre las de todos aquellos hombres, aquellos sacerdotes… Intentaba calmarle, le hablaba por su nombre. Un nombre que deseaba olvidar, su nombre de nacida.
Una mueca de dolor, la punzada en su pecho, recorría su espalda con constancia, como si infinitas descargas que desgarraban su interior…
“Si los dejo entrar en mí… Perderé el control…”
… ¿Por qué la sujetaban, ella estaba quieta? No, pero el mundo se movía espasmódicamente, su mente no controlaba su cuerpo. Su voz le decía que pronto pasaría, los demonios la dejaría…
Nauseas, sensación de vértigos y sus voces… Las voces del viento del desierto… Estaban furiosas, ¿eran sus voces? ¿Quiénes eran?
“Queremos tu carne, los huesos…
Queremos la carne…
Devorarla... Devo…
Es nuestra… Es nuestra…. Su carne… Nuestra…”
Su rostro de piedra era hermoso, Jonsu era un dios hermoso, su trenza enredada sobre su hombro… Sus manos enlazadas sobre el callado, y la luz de esa luna… La luna de su tocado…
“Te curará… Ellos te curará…”
La luz de la luna le cegaba, la luz del templo era blanca hermosa….
Y así había despertado Lakme, adentrada en el recuerdo, las voces la habían despertado susurraban sus nombre… Todos ellos pertenecientes a diferentes momento.. –“Ven con nosotros…”
Lakme en su lecho oculto se llevaba la mano a los oídos, hacía tanto tiempo que no le ocurría aquello, la habían descubierto, ellos habían visto su don y lo quería.
Sus manos apretadas en las sienes, aquel tormento volvía a su cabeza, no entendía ya lo que quería decirle, sus ojos cerrados la enloquecían…
Y el silencio… Aun sentada sobre el lecho lustroso en terciopelo, en aquel lugar secreto, sus ojos verdes inmortales buscaron en la oscuridad que era luz….
“Eres nuestra…” Dijo una voz antes de que el mundo se torciera en oscuridad. "Despierta él se marcha..."
Caminando, cual sonámbula, sumida en aquella pesada hipnosis… Aquella marioneta de porcelana marmórea, arrastraba sus pies descalzos por las calles de piedra… Su aliento era sonoro y dificultoso, parecía como si su cuerpo fuese anciano. Sus cabellos de ébano, largos, esparcidos por un rostro que ocultaba unos ojos idos y vacíos…
Sus sueños aterradores, y su vinculo la llevaban como un espectro físico se adentraba en la noche…
La inmortal cayó derrumbada el frío suelo, y la luz de nuevo se vio en sus ojos de color escarlata. “¿Qué había ocurrido? ¿Cómo había llegado allí?” El aliento volvía a ser sereno, a pesar de que su pecho subiese y bajase de aquel modo acelerado.
Su último recuerdo era el del lecho, y las voces que…
"Ese olor?" Höor estaba a su lado, el mundo de deshizo a su alrededor y todo cambio.
-¿Qué has hecho..? -Fue lo último que pudo decirle, antes de que todo se tornase en el volver a sentir, antes de que aquel mundo no fuese el suyo.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/11/2010
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Re: Dragones y mazmorras (Lakme)
Hierba mullida bajo mi cuerpo, fresca, verde. Abrí los ojos con la cabeza completamente embotada, el cuerpo parecía acarrear una pesada paliza, pero a su vez mis sentidos parecían haber despertado frente al nuevo mundo que se baria frente a mis ojos.
Podía oírlo todo con total nitidez, desde el ulular de los búhos a las ramas partiéndose bajo las mullidas patas de los depredadores.
A mi lado Lakme, me incorporé llevando mi mano a la sien, era complicado lidiar con todos los sonidos y olores que entraban en mi cabeza arrastrándome a un punto desconocido.
Alce ligeramente el cuerpo de Lakme, parecía inerte, mas para si sorpresa su tacto era cálido, contrastando con mi piel fría, marmólea.
Mi respiración se agito al oír su corazón latir con fuerza, bombeo rítmico del tambor que impulsaba su sangre por cada rincón de su cuerpo.
Maldita ponzoña la que sentí entre mis labios, cuando mis colmillos crecieron hasta alcanzar mi lengua.
¿que demonios había pasado? ¿que era yo ahora?
Mis ojos se centraron en el cuello de Lakme, jadeé sintiendo mi garganta arder, tenia mucha sed, apenas era capaz de controlarme, estaba desesperado, era un neófito sediento.
La sacudí para que abriera los ojos, necesitaba saber que había pasado, pero aquello parecía una pesadilla de la que esperaba pronto despertar.
Miré a mi alrededor, parecía estar en un bosque, uno que no conocía. Uno profundo de arboles altos, cargados de hojas verduscas que reflejaban los plateadas luces de la luna. ¡Espera! Alcé la cabeza, no había una luna si no dos ¿donde estábamos?
Todos mis sentidos estaban sobre-desarrollados, cerré los ojos en un intento de controlar mi nerviosismo, maldito descontrol que ahora parecía aflorar de un modo sobre humano, me estaba convirtiendo en un demonio sediento y esa mujer era mi único maldito alimento.
-Lakme, despierta -gruñí apretando los dientes mientras mi cabeza se acercaba lentamente hacia su yugular.
Cerré los ojos cuando sentí su piel contra mis labios, su sangre impulsada con violencia por su venas, caliente, olía deliciosa.
Lamí su piel mientras mi colmillos la rozaban, estaba perdido en mi sed.
Podía oírlo todo con total nitidez, desde el ulular de los búhos a las ramas partiéndose bajo las mullidas patas de los depredadores.
A mi lado Lakme, me incorporé llevando mi mano a la sien, era complicado lidiar con todos los sonidos y olores que entraban en mi cabeza arrastrándome a un punto desconocido.
Alce ligeramente el cuerpo de Lakme, parecía inerte, mas para si sorpresa su tacto era cálido, contrastando con mi piel fría, marmólea.
Mi respiración se agito al oír su corazón latir con fuerza, bombeo rítmico del tambor que impulsaba su sangre por cada rincón de su cuerpo.
Maldita ponzoña la que sentí entre mis labios, cuando mis colmillos crecieron hasta alcanzar mi lengua.
¿que demonios había pasado? ¿que era yo ahora?
Mis ojos se centraron en el cuello de Lakme, jadeé sintiendo mi garganta arder, tenia mucha sed, apenas era capaz de controlarme, estaba desesperado, era un neófito sediento.
La sacudí para que abriera los ojos, necesitaba saber que había pasado, pero aquello parecía una pesadilla de la que esperaba pronto despertar.
Miré a mi alrededor, parecía estar en un bosque, uno que no conocía. Uno profundo de arboles altos, cargados de hojas verduscas que reflejaban los plateadas luces de la luna. ¡Espera! Alcé la cabeza, no había una luna si no dos ¿donde estábamos?
Todos mis sentidos estaban sobre-desarrollados, cerré los ojos en un intento de controlar mi nerviosismo, maldito descontrol que ahora parecía aflorar de un modo sobre humano, me estaba convirtiendo en un demonio sediento y esa mujer era mi único maldito alimento.
-Lakme, despierta -gruñí apretando los dientes mientras mi cabeza se acercaba lentamente hacia su yugular.
Cerré los ojos cuando sentí su piel contra mis labios, su sangre impulsada con violencia por su venas, caliente, olía deliciosa.
Lamí su piel mientras mi colmillos la rozaban, estaba perdido en mi sed.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Dragones y mazmorras (Lakme)
Mente aturdida y confusa, miles de sensaciones la abrumaron de repente mientras bajo su cuerpo podía sentir el frescor de la hierba húmeda por aquel rocío de noche e intemperie en el que se situaban.
Un quejido doloroso, mientras él la sacudía, y pronto lo supo, sus sentidos reducidos el hambre que ya no era la suya, y de repente el dolor y la debilidad de una humanidad prematuramente regalada. ¿Dónde estaban y por qué de aquel milagro?
Era una sensación que sabía a viejo polvo en sus recuerdos, pulmones que se veían inundando su pecho, el latir del corazón necesario para la vida, el calor que su piel desprendía, contrastado con la frialdad de la noche. Sin quererlo Lakme abrazó su propio cuerpo, sintiendo el frío que no conseguía refugiar aquella sencilla ropa de cama con la que había aparecido en aquel lugar.
Tal vez en otro tiempo hubiese deseado volver a ser humana, en otro tiempo y lugar. Pero en aquel momento el cambio de su naturaleza le era más un estorbo que otra cosa.
¿Por qué estaban allí? ¿La magia de aquella espada?
Buscando a su lado se topó con aquellos hambrientos y salvajes ojos que la sostenían, el vínculo y el cambio de plano les había llevado a intercambiar naturaleza.
Un error, y un peligro, ya que ahora quien iba a ser capaz de parar aquellas fuerza de la naturaleza en la que Höor se había convertido como nuevo en el reino de las tinieblas.
Su aliento sobre su cuello, sus labios sobre su piel y colmillos, era una sensación que contrastaba entre los escalofríos y la excitación que aquel peligro era capaz de proporcionarle.
Lakme enredo sus dedos entre sus cabellos con fuerza, y luego tiro de él con fuerza para atraerle.
-Hazlo… Yo te pararé. Tienes sed, y con ella no haremos nada, porque no tendrás la mente clara. -Susurro, al fin y al cabo, antes de ser inmortal ya tenía al “ente” consigo, era bruja, éste no permitiría que el noruego acabase con su vida. -Yo te detendré, o tu lo harás. Confió. -Era un riesgo, pero ahora siendo más débil que él, de poco le servía un vampiro fuera de control para solucionar aquella historia.
Un quejido doloroso, mientras él la sacudía, y pronto lo supo, sus sentidos reducidos el hambre que ya no era la suya, y de repente el dolor y la debilidad de una humanidad prematuramente regalada. ¿Dónde estaban y por qué de aquel milagro?
Era una sensación que sabía a viejo polvo en sus recuerdos, pulmones que se veían inundando su pecho, el latir del corazón necesario para la vida, el calor que su piel desprendía, contrastado con la frialdad de la noche. Sin quererlo Lakme abrazó su propio cuerpo, sintiendo el frío que no conseguía refugiar aquella sencilla ropa de cama con la que había aparecido en aquel lugar.
Tal vez en otro tiempo hubiese deseado volver a ser humana, en otro tiempo y lugar. Pero en aquel momento el cambio de su naturaleza le era más un estorbo que otra cosa.
¿Por qué estaban allí? ¿La magia de aquella espada?
Buscando a su lado se topó con aquellos hambrientos y salvajes ojos que la sostenían, el vínculo y el cambio de plano les había llevado a intercambiar naturaleza.
Un error, y un peligro, ya que ahora quien iba a ser capaz de parar aquellas fuerza de la naturaleza en la que Höor se había convertido como nuevo en el reino de las tinieblas.
Su aliento sobre su cuello, sus labios sobre su piel y colmillos, era una sensación que contrastaba entre los escalofríos y la excitación que aquel peligro era capaz de proporcionarle.
Lakme enredo sus dedos entre sus cabellos con fuerza, y luego tiro de él con fuerza para atraerle.
-Hazlo… Yo te pararé. Tienes sed, y con ella no haremos nada, porque no tendrás la mente clara. -Susurro, al fin y al cabo, antes de ser inmortal ya tenía al “ente” consigo, era bruja, éste no permitiría que el noruego acabase con su vida. -Yo te detendré, o tu lo harás. Confió. -Era un riesgo, pero ahora siendo más débil que él, de poco le servía un vampiro fuera de control para solucionar aquella historia.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: Dragones y mazmorras (Lakme)
Sus dedos enredados en mi pelo, atrayéndome contra aquella fuente de calor, esa que me mantenía sediento, que me enloquecía por dentro y que ahora me hacia rugir contra su piel de pura desesperación.
Mis colmillos rozaron su cuello, como si lo hubiera hecho toda la vida, buscaban sin error su yugular.
Las palabras de Lakme parecían alentarme a hundirme en ella, a saciarme de un modo distinto.
Tenia razón, ahora mismo, estaba tan perdido en la sed que ni siquiera era capaz de pensar con claridad.
Mis colmillos se hundieron en su yugular con brusquedad, sentí el sabor férreo en mi lengua, como emanaba con fuerza de ella para pasar a mi corriente sanguíneo, como me llenaba, me saciaba, me excitaba.
Jadeé contra su cuello cerrando los ojos. Mi mano en su nuca la atrajo mas contra mi, como si nada fuera suficiente, mi auto-control era una mierda, siempre lo fue, y ahora siendo un monstruo..apenas lograba controlar mi hambre.
La oía jadear, su sangre abandonaba aquel minúsculo cuerpo, ahora débil ,humano, entregado a mi persona de un modo perturbador.
Tenia que parar, pero necesitaba mas, todo, a decir verdad. Ahora entendía lo que podía sentir un inmortal cuando se alimentaba, como por su cabeza pasaba la idea de vaciar por completo el recipiente. Lo estrecha que era cuando la vitae entraba a formar parte de tu vida, la linea que separaba la vida de la muerte.
Gruñí al sentir como sus dedos aflojaban mi pelo, estaba agotada, podía percibirlo. Aflojé el agarré apartándome de su cuerpo con brusquedad, como una bestia interpuse espacio entre ambos, relamiendome los labios carmesí que todavía goteaban vitae.
Acuclillado, con los ojos hechos fuego busque sus pardos, todavía mis colmillos se mantenían fuera, sedientos, necesitados de mas, aunque admito que parte del quemazon de mi garganta había desaparecido.
-Lakme, quiero mas -gruñí buscando con mis ojos su entrepierna, por donde pasaba otra de las venas mas importantes del cuerpo.
Desconocía como controlarme, como apagar si es que era posible todos mis sentidos, lo oía todo, lo sentía todo, lo notaba todo, era como si el velo hubiera caído y el mundo brillara frente a mi con una nitidez sobrehumana.
Mis colmillos rozaron su cuello, como si lo hubiera hecho toda la vida, buscaban sin error su yugular.
Las palabras de Lakme parecían alentarme a hundirme en ella, a saciarme de un modo distinto.
Tenia razón, ahora mismo, estaba tan perdido en la sed que ni siquiera era capaz de pensar con claridad.
Mis colmillos se hundieron en su yugular con brusquedad, sentí el sabor férreo en mi lengua, como emanaba con fuerza de ella para pasar a mi corriente sanguíneo, como me llenaba, me saciaba, me excitaba.
Jadeé contra su cuello cerrando los ojos. Mi mano en su nuca la atrajo mas contra mi, como si nada fuera suficiente, mi auto-control era una mierda, siempre lo fue, y ahora siendo un monstruo..apenas lograba controlar mi hambre.
La oía jadear, su sangre abandonaba aquel minúsculo cuerpo, ahora débil ,humano, entregado a mi persona de un modo perturbador.
Tenia que parar, pero necesitaba mas, todo, a decir verdad. Ahora entendía lo que podía sentir un inmortal cuando se alimentaba, como por su cabeza pasaba la idea de vaciar por completo el recipiente. Lo estrecha que era cuando la vitae entraba a formar parte de tu vida, la linea que separaba la vida de la muerte.
Gruñí al sentir como sus dedos aflojaban mi pelo, estaba agotada, podía percibirlo. Aflojé el agarré apartándome de su cuerpo con brusquedad, como una bestia interpuse espacio entre ambos, relamiendome los labios carmesí que todavía goteaban vitae.
Acuclillado, con los ojos hechos fuego busque sus pardos, todavía mis colmillos se mantenían fuera, sedientos, necesitados de mas, aunque admito que parte del quemazon de mi garganta había desaparecido.
-Lakme, quiero mas -gruñí buscando con mis ojos su entrepierna, por donde pasaba otra de las venas mas importantes del cuerpo.
Desconocía como controlarme, como apagar si es que era posible todos mis sentidos, lo oía todo, lo sentía todo, lo notaba todo, era como si el velo hubiera caído y el mundo brillara frente a mi con una nitidez sobrehumana.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: Dragones y mazmorras (Lakme)
Mientras hundía sus colmillos en la piel blanda, ella profirió un gemido doloroso. No era insoportable, es más, tenía hasta un tinte de excitación y sadismo con aquel acto.
Ese era el efecto que bajo aquella piel era capaz de otorgar los inmortales por su propia naturaleza, ella había sido consciente de que toda aura que rodeaba a un vampiro a un simple mortal se le antojaba apetecible. El tacto de su piel, sus ojos depredadores, hasta incluso su aroma…. Perfectos depredadores atrayentes ante la debilidad de la carne, capaces de obnubilar la razón de cualquiera como cayendo en la red de la araña. Una trampa mortal.
Corazón desgarrado que luchaba con todas sus energías indicándole el riesgo en el que ella estaba poniendo su vida. Dedos que se aferraban a su cuerpo y a su cabello, atrayéndole con más fuerza mientras aquel con instinto animal le robaba las fuerzas. A pesar de ser una mujer menuda era bastante fuerte, y no hubo ademán de separarle, ni miedo en su acción. No era la primera vez que había alimentado a otro, en un pasado bien lejano su Hacedor lo había hecho, pero claro, en ese tiempo ella no sabía lo que era él, y tampoco sentía tal dolor, ya que él usaba aquel poder hipnótico para confundir sus sentidos y sentir un inmenso placer.
Por sin él tomo acopio de fuerzas para separase, bestia encendida e insaciable, deseaba más. Y era lo normal.
Por un momento sintió la cabeza un tanto mareada, más no era solo por el robo de su vitae, más bien sus ojos se oscurecieron y pudo ver lo que en aquella tierra nuevo había.
El vuelo de la bestia, y su fuego, los bosques en el norte no de su mundo, sino de este nuevo, el corazón del rey entre sus manos y el rostro de su Hacedor pidiéndole la espada… En aquel lugar estaba el último trozo y con ello, el fin de aquel destino.
Ella se llevó la mano en la pequeña herida, sintiendo la sangre brotar y mancilla aquella mínima prenda que solo llevaban en el enredo de aquella aventura. Lakme se agacho junto a él, sus ojos verdes le miraron frente a frente, y un susurro regalado a su oído calmo
-Te voy a contar un secreto pequeño Hoor… Se sacia, se calma, pero nunca se apaga… Es el precio de la inmortalidad. -Sus palabras salían costosas entre aquel jadeo. -Tarde casi la mitad de mi vida en descubrir que lo más cerca de apagarlo era beber sangre de otro inmortal, o incluso la de licántropos, y que mientras más anciano te vuelves más tarde regresa la sed… -Su pulgar se paseó por la boca manchada del nórdico, limpiando la sangre con aquel gesto provocador. -Toma un poco más si es tu deseo... Lo puedo aguantar. -Tiro de sus cabello pegar su rostro sobre su pequeño pecho palpitante.
Ese era el efecto que bajo aquella piel era capaz de otorgar los inmortales por su propia naturaleza, ella había sido consciente de que toda aura que rodeaba a un vampiro a un simple mortal se le antojaba apetecible. El tacto de su piel, sus ojos depredadores, hasta incluso su aroma…. Perfectos depredadores atrayentes ante la debilidad de la carne, capaces de obnubilar la razón de cualquiera como cayendo en la red de la araña. Una trampa mortal.
Corazón desgarrado que luchaba con todas sus energías indicándole el riesgo en el que ella estaba poniendo su vida. Dedos que se aferraban a su cuerpo y a su cabello, atrayéndole con más fuerza mientras aquel con instinto animal le robaba las fuerzas. A pesar de ser una mujer menuda era bastante fuerte, y no hubo ademán de separarle, ni miedo en su acción. No era la primera vez que había alimentado a otro, en un pasado bien lejano su Hacedor lo había hecho, pero claro, en ese tiempo ella no sabía lo que era él, y tampoco sentía tal dolor, ya que él usaba aquel poder hipnótico para confundir sus sentidos y sentir un inmenso placer.
Por sin él tomo acopio de fuerzas para separase, bestia encendida e insaciable, deseaba más. Y era lo normal.
Por un momento sintió la cabeza un tanto mareada, más no era solo por el robo de su vitae, más bien sus ojos se oscurecieron y pudo ver lo que en aquella tierra nuevo había.
El vuelo de la bestia, y su fuego, los bosques en el norte no de su mundo, sino de este nuevo, el corazón del rey entre sus manos y el rostro de su Hacedor pidiéndole la espada… En aquel lugar estaba el último trozo y con ello, el fin de aquel destino.
Ella se llevó la mano en la pequeña herida, sintiendo la sangre brotar y mancilla aquella mínima prenda que solo llevaban en el enredo de aquella aventura. Lakme se agacho junto a él, sus ojos verdes le miraron frente a frente, y un susurro regalado a su oído calmo
-Te voy a contar un secreto pequeño Hoor… Se sacia, se calma, pero nunca se apaga… Es el precio de la inmortalidad. -Sus palabras salían costosas entre aquel jadeo. -Tarde casi la mitad de mi vida en descubrir que lo más cerca de apagarlo era beber sangre de otro inmortal, o incluso la de licántropos, y que mientras más anciano te vuelves más tarde regresa la sed… -Su pulgar se paseó por la boca manchada del nórdico, limpiando la sangre con aquel gesto provocador. -Toma un poco más si es tu deseo... Lo puedo aguantar. -Tiro de sus cabello pegar su rostro sobre su pequeño pecho palpitante.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: Dragones y mazmorras (Lakme)
Mi mente solo era capaz de pensar en una cosa, los ríos escarlata que me proporcionaba la mujer que tenia en frente, jadeé sediento mirando con los ojos rojos como el fuego su inmaculado cuello.
Juro que no se de donde saqué las fuerzas para mantenerme inmóvil y no abalanzarme nuevamente sobre ella, pues eso sin duda alguna era lo que mas deseaba en ese momento.
No se si fue Odin, thor o el mismo Loqui el que adquirió mi oscura alma, esa que solo pensaba en una cosa, sangre y sexo. Mi carácter cambiaba con tal virulencia que por unos instantes me sentí enloquecer.
Todo parecía tan nítido y a la vez tan confuso, mas por encima de todos y cada uno de esos ruidos el corazón humano de la que hasta ahora había sido la inmortal de ambos.
Esta se acercó a mi, no parecía temerme, mas debería hacerlo. Cerré un instante los ojos para no ver, aunque podía oler a la perfección la sangre que aun brotaba de sendos orificios.
Su voz sonó melódica, mas con un deje diferente, mas mortal, mas jadeante, mas quebrado. Nunca se apaga, mas yo no quería apagarla, quería mas.
Su dedo se paseo por mis labios, provocador, excitante y yo, yo estaba tan hambriento de todo que entreabrí mis labios en respuesta a ese lascivo acto.
-No puedo -rugí. Esta vez pensaba en ella, en la única mujer que poseía mi corazón, claro que en ese instante mi entrepierna parecía tener vida propia.
Lakme me acerco de nuevo contra su cuello, prometía poder darme mas el problema es que yo no quería mas, lo quería todo y si empezaba no podría parar, ni ella detenerme.
Mis colmillos rozaron su cuello entre jadeos, era una mala idea, la peor de todas ellas, mas tenia sed.
-Apártate Lakme -rugí dándole un empujón que la envió varios metros mas allá y que la golpeo con fuerza contra el suelo.
No controlaba la fuerza, no controlaba nada, era un monstruo sediento.
Cerré los ojos, estaba tan desesperado que mis manso se apretaron hasta sangrar, la tierra fue bañada y por primera vez me sentí solo, como si los dioses no me acompañaran y Valeria estaba tan lejos en ese momento que ni siquiera sabia si la volvería a ver. Solo me quedaba esa mujer a la que acababa de empujar.
Lleve mis manos la rostro que se pinto de sangre pasando los dedos por mi pelo fruto de la mas pura desesperación del momento.
Lakme, tengo que volver y no siendo un inmortal ¿que cojones a pasado? Busca en la magia que aun te quede, porque siento que me pierdo y no se cuanto voy a aguantar sin tomarte.
Juro que no se de donde saqué las fuerzas para mantenerme inmóvil y no abalanzarme nuevamente sobre ella, pues eso sin duda alguna era lo que mas deseaba en ese momento.
No se si fue Odin, thor o el mismo Loqui el que adquirió mi oscura alma, esa que solo pensaba en una cosa, sangre y sexo. Mi carácter cambiaba con tal virulencia que por unos instantes me sentí enloquecer.
Todo parecía tan nítido y a la vez tan confuso, mas por encima de todos y cada uno de esos ruidos el corazón humano de la que hasta ahora había sido la inmortal de ambos.
Esta se acercó a mi, no parecía temerme, mas debería hacerlo. Cerré un instante los ojos para no ver, aunque podía oler a la perfección la sangre que aun brotaba de sendos orificios.
Su voz sonó melódica, mas con un deje diferente, mas mortal, mas jadeante, mas quebrado. Nunca se apaga, mas yo no quería apagarla, quería mas.
Su dedo se paseo por mis labios, provocador, excitante y yo, yo estaba tan hambriento de todo que entreabrí mis labios en respuesta a ese lascivo acto.
-No puedo -rugí. Esta vez pensaba en ella, en la única mujer que poseía mi corazón, claro que en ese instante mi entrepierna parecía tener vida propia.
Lakme me acerco de nuevo contra su cuello, prometía poder darme mas el problema es que yo no quería mas, lo quería todo y si empezaba no podría parar, ni ella detenerme.
Mis colmillos rozaron su cuello entre jadeos, era una mala idea, la peor de todas ellas, mas tenia sed.
-Apártate Lakme -rugí dándole un empujón que la envió varios metros mas allá y que la golpeo con fuerza contra el suelo.
No controlaba la fuerza, no controlaba nada, era un monstruo sediento.
Cerré los ojos, estaba tan desesperado que mis manso se apretaron hasta sangrar, la tierra fue bañada y por primera vez me sentí solo, como si los dioses no me acompañaran y Valeria estaba tan lejos en ese momento que ni siquiera sabia si la volvería a ver. Solo me quedaba esa mujer a la que acababa de empujar.
Lleve mis manos la rostro que se pinto de sangre pasando los dedos por mi pelo fruto de la mas pura desesperación del momento.
Lakme, tengo que volver y no siendo un inmortal ¿que cojones a pasado? Busca en la magia que aun te quede, porque siento que me pierdo y no se cuanto voy a aguantar sin tomarte.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: Dragones y mazmorras (Lakme)
Dedos aferrados a su cabello y apretando su cabeza contra su cuerpo, ella cerraba los ojos con fuerza esperando a que el dolor volviese consciente de lo que todo suponía.
-Tienes que hacerlo. -Le había tomado del rostro y encontrado su mirada contra la de él. -Tienes que calmarte, ahora todo es extraño y confuso, no entiendes nada. Pero mi sangre te calmará, no es como la de cualquier humano y el “otro” se asegurará que no cometas un error, además… -Le enseño la herida del cuello, había aparecido también en la piel de Hoor, y esta se regeneró. -Aún estamos enlazados, a no ser que me exprimas como una naranja, tus heridas no serán mortales.
Conocía ese gesto, conocía esa necesidad y ferocidad, un deseo que iba más a allá del deseo de la sangre, también estaba esa excitación casi sexual que producía aquel estado animal. Siempre había habido entre ambos una especie de tensión sexual, una cierta atracción fatal, no sabía si era por el enlace, si era el destino o simplemente una mezcla entre física y química, pero el nombre de otra siempre estaba en sus labios y su mente, impidiendo en todo momento que él cayese en aquel pecado. Aunque ella supiese del continuo rechazo, le importaba poco seguir provocándole en ese sentido, la carne es débil al fin al cabo. Y ella tampoco es una mujer despreciable, a pesar de su naturalidad.
Fuerza descomunal que chocaba contra su menudo cuerpo, un empujón y sentía el dolor de su cuerpo magullado por el golpe y como estas heridas se reflejaban en él y se regeneraban.
Lakme tosió llevándose la mano al costado, y se puso de pie como pudo.
-Pues tómalo todo, Hoor, no tienes ni que pedir permiso… -Si mirada era un reto, sus palabras un desafío. Para que engañarse, ambos ya se conocían lo suficiente. -No estoy segura, pero hemos cruzado algun portal no estamos en París y ni estoy segura de que estemos en nuestra “realidad”, la única manera para volver es terminar algo pendiente… El ente siente el último trozo de la espada dice que…
El galope a los caballos ruidosos acercándose interrumpieron sus palabras, de repente se veían rodeados por jinetes armados, y por sus escudos y colores seguramente Hoor los reconocería como hombres del Rey del norte. ¿Acaso estaba allí? En el norte, pero… ¿En su realidad?
Lakme miro con urgencia a Hoor, esperando por un momento que este no enloqueciera, y supiera sujetar la bestia que ahora luchaba en su interior por dominarle.
-Tienes que hacerlo. -Le había tomado del rostro y encontrado su mirada contra la de él. -Tienes que calmarte, ahora todo es extraño y confuso, no entiendes nada. Pero mi sangre te calmará, no es como la de cualquier humano y el “otro” se asegurará que no cometas un error, además… -Le enseño la herida del cuello, había aparecido también en la piel de Hoor, y esta se regeneró. -Aún estamos enlazados, a no ser que me exprimas como una naranja, tus heridas no serán mortales.
Conocía ese gesto, conocía esa necesidad y ferocidad, un deseo que iba más a allá del deseo de la sangre, también estaba esa excitación casi sexual que producía aquel estado animal. Siempre había habido entre ambos una especie de tensión sexual, una cierta atracción fatal, no sabía si era por el enlace, si era el destino o simplemente una mezcla entre física y química, pero el nombre de otra siempre estaba en sus labios y su mente, impidiendo en todo momento que él cayese en aquel pecado. Aunque ella supiese del continuo rechazo, le importaba poco seguir provocándole en ese sentido, la carne es débil al fin al cabo. Y ella tampoco es una mujer despreciable, a pesar de su naturalidad.
Fuerza descomunal que chocaba contra su menudo cuerpo, un empujón y sentía el dolor de su cuerpo magullado por el golpe y como estas heridas se reflejaban en él y se regeneraban.
Lakme tosió llevándose la mano al costado, y se puso de pie como pudo.
-Pues tómalo todo, Hoor, no tienes ni que pedir permiso… -Si mirada era un reto, sus palabras un desafío. Para que engañarse, ambos ya se conocían lo suficiente. -No estoy segura, pero hemos cruzado algun portal no estamos en París y ni estoy segura de que estemos en nuestra “realidad”, la única manera para volver es terminar algo pendiente… El ente siente el último trozo de la espada dice que…
El galope a los caballos ruidosos acercándose interrumpieron sus palabras, de repente se veían rodeados por jinetes armados, y por sus escudos y colores seguramente Hoor los reconocería como hombres del Rey del norte. ¿Acaso estaba allí? En el norte, pero… ¿En su realidad?
Lakme miro con urgencia a Hoor, esperando por un momento que este no enloqueciera, y supiera sujetar la bestia que ahora luchaba en su interior por dominarle.
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Re: Dragones y mazmorras (Lakme)
“Pues tómalo todo” esas eran las palabras que resonaban en mi cabeza una y otra vez mientras mis ojos escarlata la recorrían como si fuera un rio de aguas vivas “no necesitas permiso”
Gruñí acuclillado como un depredador deseando a su presa, quería tomarlo todo y quería hacerlo ya, así eramos los vikingos, poco permiso necesitábamos, pero mi cabeza me decía que de hacerlo, esto acabaría mal para ambos.
El sonido de los cascos, de los caballos, logró desviar mi mirada, corazones acelerados que retumbaban como tambores ahora acaparando mi atención por completo.
Mis colmillos rasgaron mi lengua, crecidos pude sentir su ponzoña, anhelaba sangre y ahí llegaba mi cena.
Los ojos suplicantes de Lakme casi podían delimitar las fronteras de que no controlarme seria una mala idea, mas estaba hambriento, demasiado hambriento.
Me alcé desafiante, mi bastarda a las espaldas, sonrisa ladeada al ver los escudos norteños, vikingos, mas no conocía a esos hombre ¿me conocerían ellos?
Mis ojos rojo fuego los recorrieron a todos ellos, sabia que el miedo no ocuparía sus almas, en nuestra mitología, la muerte no era el final de la vida, si no el viaje hacia el Valhalla, mas no podía olvidar que Lakme ahora era mortal y aunque yo me sentía invencible, ella no lo era.
-Detener vuestras monturas si nos vais a ayudar pues como los dioses, somos viajeros, mas si no lo vais a hacer, seguir vuestro camino y no me desafiéis, pues como los dioses soy implacable.
En mi cabeza una parte de mi deseaba desatar la sangre, mas otra parte decía que esos hombres compartían mi sangre, podían ser parte de mi linaje, pues desconocía si ese portal me había llevado al futuro, pasado, una realidad alternativa.
Miré de reojo a Lakme, ella poseía magia y estaba seguro de que tenia mas información de la que yo tenia, orille mi cuerpo al suyo, como si de cierto modo su contacto lograra relajarme lo suficiente como para no desatar un baño de sangre inminente.
Gruñí acuclillado como un depredador deseando a su presa, quería tomarlo todo y quería hacerlo ya, así eramos los vikingos, poco permiso necesitábamos, pero mi cabeza me decía que de hacerlo, esto acabaría mal para ambos.
El sonido de los cascos, de los caballos, logró desviar mi mirada, corazones acelerados que retumbaban como tambores ahora acaparando mi atención por completo.
Mis colmillos rasgaron mi lengua, crecidos pude sentir su ponzoña, anhelaba sangre y ahí llegaba mi cena.
Los ojos suplicantes de Lakme casi podían delimitar las fronteras de que no controlarme seria una mala idea, mas estaba hambriento, demasiado hambriento.
Me alcé desafiante, mi bastarda a las espaldas, sonrisa ladeada al ver los escudos norteños, vikingos, mas no conocía a esos hombre ¿me conocerían ellos?
Mis ojos rojo fuego los recorrieron a todos ellos, sabia que el miedo no ocuparía sus almas, en nuestra mitología, la muerte no era el final de la vida, si no el viaje hacia el Valhalla, mas no podía olvidar que Lakme ahora era mortal y aunque yo me sentía invencible, ella no lo era.
-Detener vuestras monturas si nos vais a ayudar pues como los dioses, somos viajeros, mas si no lo vais a hacer, seguir vuestro camino y no me desafiéis, pues como los dioses soy implacable.
En mi cabeza una parte de mi deseaba desatar la sangre, mas otra parte decía que esos hombres compartían mi sangre, podían ser parte de mi linaje, pues desconocía si ese portal me había llevado al futuro, pasado, una realidad alternativa.
Miré de reojo a Lakme, ella poseía magia y estaba seguro de que tenia mas información de la que yo tenia, orille mi cuerpo al suyo, como si de cierto modo su contacto lograra relajarme lo suficiente como para no desatar un baño de sangre inminente.
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Re: Dragones y mazmorras (Lakme)
Polvo al levantarse por los cascos embravecidos. Aquellos guerreros habían venido a causa de una orden, al parecer su aparición en aquellas tierras y en aquel otro momento y dimensión, no había pasado en balde para “alguien”, ya que pronto había mandado instrucciones con respecto a ellos.
Por la mirada de Hoor, se dio cuenta que los colores que portaban sus escudos le eran reconocidos. Estaban en su tierra, pero esta no era la misma, era de otro modo, ¿estaría en otro tiempo incluso o solo en otro mundo similar al suyo? La voz de su compañero que le hablaba en su misma lengua.
Lakme se pegó a al norteño y entrelazo sus dedos con los contrarios, su mano le apretaba buscando ser bálsamo y calma en su sed, pero por el temblor de ellos daba señal de que la mujer tenía fuerzas muy mermadas a pesar de que en su postura orgullosa disimulara de buen grado, aquel decadente estado.
Hacía frío, sus pies descalzos y solo aquel batín, llevaba un rato temblando, pero claro, la ceguera que la sed de sangre da apenas le daba para ver su estado.
-Venimos por ella. -Afirmó uno de aquellos hombres señalándola. -El Rey del Norte quiere verla.
Lakme miró sorprendida a Hoor, ¿quién podría saber de su presencia que no fuese...? El recuerdo de la primera noche en que ambos se conocieron, la habitación de hotel, la visión… ¿Acaso?
Gesto que paso de la sorpresa a la duda, e incluso hubo un deje de temor. Lakme estaba nerviosa, intentaba disimularla, pero se le cambio el semblante por completo como aquel que sabe que va para el matadero.
Mirara tranquilizadora de la bruja, que mira por un momento al cielo y le susurra. -Amanecerá pronto, necesitamos refugio… Deberíamos ir con ellos. -No dio más explicaciones, pero por sus ojos prefería hablar con él en privado y en un lugar relativamente seguro de la luz del sol. -Tu decides, yo me voy con ellos.
Mano que le soltaba y pasos que se dirigía a uno de los jinetes, ella alargó su mano para que la montase en su caballo, pero antes se giro a Hoor buscando su respuesta.
Por la mirada de Hoor, se dio cuenta que los colores que portaban sus escudos le eran reconocidos. Estaban en su tierra, pero esta no era la misma, era de otro modo, ¿estaría en otro tiempo incluso o solo en otro mundo similar al suyo? La voz de su compañero que le hablaba en su misma lengua.
Lakme se pegó a al norteño y entrelazo sus dedos con los contrarios, su mano le apretaba buscando ser bálsamo y calma en su sed, pero por el temblor de ellos daba señal de que la mujer tenía fuerzas muy mermadas a pesar de que en su postura orgullosa disimulara de buen grado, aquel decadente estado.
Hacía frío, sus pies descalzos y solo aquel batín, llevaba un rato temblando, pero claro, la ceguera que la sed de sangre da apenas le daba para ver su estado.
-Venimos por ella. -Afirmó uno de aquellos hombres señalándola. -El Rey del Norte quiere verla.
Lakme miró sorprendida a Hoor, ¿quién podría saber de su presencia que no fuese...? El recuerdo de la primera noche en que ambos se conocieron, la habitación de hotel, la visión… ¿Acaso?
Gesto que paso de la sorpresa a la duda, e incluso hubo un deje de temor. Lakme estaba nerviosa, intentaba disimularla, pero se le cambio el semblante por completo como aquel que sabe que va para el matadero.
Mirara tranquilizadora de la bruja, que mira por un momento al cielo y le susurra. -Amanecerá pronto, necesitamos refugio… Deberíamos ir con ellos. -No dio más explicaciones, pero por sus ojos prefería hablar con él en privado y en un lugar relativamente seguro de la luz del sol. -Tu decides, yo me voy con ellos.
Mano que le soltaba y pasos que se dirigía a uno de los jinetes, ella alargó su mano para que la montase en su caballo, pero antes se giro a Hoor buscando su respuesta.
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Re: Dragones y mazmorras (Lakme)
Sus dedos se afianzaron a los míos, bálsamo que todo lo cura, mas no lo suficiente, pues al fin y al cabo mi sed no conocía parangón.
Ella temblaba, no me di cuenta hasta en ese preciso momento en que su menudo cuerpo rozaba el mio, hombro con hombro.
Fingía altivez, como si eso bastara para engañarme ¿acaso olvidaba que estábamos unidos hasta la muerte o la traición?
Ladeé mi sonrisa mirando a aquellos norteños, pregunta echa por mi compañera, duda resuelta por uno de ellos, venían a por ella, no a por mi y al parecer no pensaban desistir, tampoco yo desistiría en mi empeño de protegerla.
-No -rugí mirándolos desafiante -si la queréis, venir por ella, los cuervos graznaran y pronto veréis a las valquirias bajar, la sangre hoy manchara estos campos, no veréis un nuevo amanecer, lo juro por Odin.
La cara de sorpresa de Lakme, no por mis palabras, creo que ya conocía mi don para buscar problemas y crear el caos por allí donde pasaba, era mas bien por las de ellos, por aquello que habían dicho de que el rey del norte quería verla.
Acaricié su mano con la mía por un instante esperando que encontrara la calma, no permitiría que nada le sucediera.
Alzó la mirada al cielo, eso basto para convencerse y tratar de hacerlo conmigo, quería acompañarlos, mas yo no, rugí de nuevo cabreado, fuera de mi, empujándola hacia mi espalda mientras desenvainaba la bastarda.
-No iras -rugí hundiendo en ella mis ahora escarlata.
Mas ella tomaba sus decisiones y tras apoyar su mano en mi pecho, camino serena hacia ellos, quizás pretendía huir de mi o quizás sabia algo que yo desconocía, mas pocas elecciones me dejaba, si ella iba, no tenia opción ,también yo lo haría.
Tensé le gesto, aullé de la rabia y envainé la maldita espada caminando con paso firme hacia uno de aquellos soldados.
-Desmonta -ordené mostrando los escudos que pendían de mi pecho en los ropajes que portaba, estos eran tan norteños como los suyos, yo era un vikingo.
Se me cedió un caballo, y colocándome a la altura de la inmortal ahora mortal, la tome de la cintura para pasarla a mi caballo.
Su cabello azabache sacudió mi rostro cuando lo espolee para unirme al resto de los guerreros.
-¿estas segura de lo que haces mujer?
Ella temblaba, no me di cuenta hasta en ese preciso momento en que su menudo cuerpo rozaba el mio, hombro con hombro.
Fingía altivez, como si eso bastara para engañarme ¿acaso olvidaba que estábamos unidos hasta la muerte o la traición?
Ladeé mi sonrisa mirando a aquellos norteños, pregunta echa por mi compañera, duda resuelta por uno de ellos, venían a por ella, no a por mi y al parecer no pensaban desistir, tampoco yo desistiría en mi empeño de protegerla.
-No -rugí mirándolos desafiante -si la queréis, venir por ella, los cuervos graznaran y pronto veréis a las valquirias bajar, la sangre hoy manchara estos campos, no veréis un nuevo amanecer, lo juro por Odin.
La cara de sorpresa de Lakme, no por mis palabras, creo que ya conocía mi don para buscar problemas y crear el caos por allí donde pasaba, era mas bien por las de ellos, por aquello que habían dicho de que el rey del norte quería verla.
Acaricié su mano con la mía por un instante esperando que encontrara la calma, no permitiría que nada le sucediera.
Alzó la mirada al cielo, eso basto para convencerse y tratar de hacerlo conmigo, quería acompañarlos, mas yo no, rugí de nuevo cabreado, fuera de mi, empujándola hacia mi espalda mientras desenvainaba la bastarda.
-No iras -rugí hundiendo en ella mis ahora escarlata.
Mas ella tomaba sus decisiones y tras apoyar su mano en mi pecho, camino serena hacia ellos, quizás pretendía huir de mi o quizás sabia algo que yo desconocía, mas pocas elecciones me dejaba, si ella iba, no tenia opción ,también yo lo haría.
Tensé le gesto, aullé de la rabia y envainé la maldita espada caminando con paso firme hacia uno de aquellos soldados.
-Desmonta -ordené mostrando los escudos que pendían de mi pecho en los ropajes que portaba, estos eran tan norteños como los suyos, yo era un vikingo.
Se me cedió un caballo, y colocándome a la altura de la inmortal ahora mortal, la tome de la cintura para pasarla a mi caballo.
Su cabello azabache sacudió mi rostro cuando lo espolee para unirme al resto de los guerreros.
-¿estas segura de lo que haces mujer?
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Re: Dragones y mazmorras (Lakme)
Ella le había enfrentado su mirada y negó, debía de ir con ellos, con o sin él, aunque su visión le incluía en todo el entramado. Solo tenía que recordar un poco lo compartió en aquel hotel cuando se conocieron, y como empezó todo aquel trato.
Sus manos la subieron al caballo, y el camino comenzó mientras ella se apretaba contra su cuerpo para sujetarse en aquel traqueteo. Su cuerpo tensó, su presentimiento para mal, y el miedo recorriendo cada poro de su piel. Sonrió con amargura mientras apoyaba su rostro en el cuerpo de Hoor.
-Para nada… Pero tiene que ser así. -Solo le dijo, intentando mantener la mente fría, por un momento cerró los ojos sintiendo el frío aire apaciguador acariciarle mejillas que se tornaban rojizas por el frio, los pulmones llenarse y el corazón acelerado. ¿Había llegado acaso el momento?
-El último trozo de la espada lo tiene tu tío, el Rey. El problema es que no estamos donde deberíamos, estos hombres no son los vuestros ni esta tierra exactamente la tuya… Lo mismo pero otra realidad. Si queremos volver tenemos que terminar nuestra “misión”. -Su voz jadeaba por su debilidad y por el galope del animal que a veces se encontraba con algún obstáculo. –Mi Hacedor está aquí, lo presiento y él es el que guía las palabras de tú Rey.
Mientras más avanzaban por los bosques más cambiaba el paisaje, como si algún tipo de desastre se hubiese hecho mella en el lugar, como si “algo” hubiese arrasado el paisaje con su fuego por aquel mundo, convirtiéndolo en algo desolador y yermo en todo. Pequeñas fortificaciones, parecía que los lugares habitados estuviesen en guerra.
No supo cuántas horas llevarían cabalgando, Lakme comenzaba a sentir calambres en los muslos, llevaba demasiado tiempo sin montar y había perdido costumbre. Es más no lo había necesitado cuando había carrozas y vestidos incomodos que te impedían disfrutar de un paseo al galope. Pronto comenzó a dar cabezadas, aún seguía débil y su cuerpo le pedía descanso. “Mmm…” A veces se quejaba intentaba mantenerse despierta.
Por fin llegaron al lugar, y los guerreros parecían tener prisa por llevarla ante el Rey, pero ella con sus triquiñuelas intento alargar el asunto con la excusa de ser recibida en mejores condiciones en las que estaba, quería ganar tiempo para hablar a solas con Hoor, tenían que prepararse.
Sus manos la subieron al caballo, y el camino comenzó mientras ella se apretaba contra su cuerpo para sujetarse en aquel traqueteo. Su cuerpo tensó, su presentimiento para mal, y el miedo recorriendo cada poro de su piel. Sonrió con amargura mientras apoyaba su rostro en el cuerpo de Hoor.
-Para nada… Pero tiene que ser así. -Solo le dijo, intentando mantener la mente fría, por un momento cerró los ojos sintiendo el frío aire apaciguador acariciarle mejillas que se tornaban rojizas por el frio, los pulmones llenarse y el corazón acelerado. ¿Había llegado acaso el momento?
-El último trozo de la espada lo tiene tu tío, el Rey. El problema es que no estamos donde deberíamos, estos hombres no son los vuestros ni esta tierra exactamente la tuya… Lo mismo pero otra realidad. Si queremos volver tenemos que terminar nuestra “misión”. -Su voz jadeaba por su debilidad y por el galope del animal que a veces se encontraba con algún obstáculo. –Mi Hacedor está aquí, lo presiento y él es el que guía las palabras de tú Rey.
Mientras más avanzaban por los bosques más cambiaba el paisaje, como si algún tipo de desastre se hubiese hecho mella en el lugar, como si “algo” hubiese arrasado el paisaje con su fuego por aquel mundo, convirtiéndolo en algo desolador y yermo en todo. Pequeñas fortificaciones, parecía que los lugares habitados estuviesen en guerra.
No supo cuántas horas llevarían cabalgando, Lakme comenzaba a sentir calambres en los muslos, llevaba demasiado tiempo sin montar y había perdido costumbre. Es más no lo había necesitado cuando había carrozas y vestidos incomodos que te impedían disfrutar de un paseo al galope. Pronto comenzó a dar cabezadas, aún seguía débil y su cuerpo le pedía descanso. “Mmm…” A veces se quejaba intentaba mantenerse despierta.
Por fin llegaron al lugar, y los guerreros parecían tener prisa por llevarla ante el Rey, pero ella con sus triquiñuelas intento alargar el asunto con la excusa de ser recibida en mejores condiciones en las que estaba, quería ganar tiempo para hablar a solas con Hoor, tenían que prepararse.
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Re: Dragones y mazmorras (Lakme)
Lakme parecía un pájaro con el ala rota, su cuerpo temblaba contra el mio y pese a que intentaba mostrar cierta orgullo frente al resto de los soldados yo la conocía demasiado.
Apoyó su cabeza en mi pecho en un vil intento de mantenerse recta y despierta, el trote del caballo no ayudaba, mis esfuerzos por mantenerme al paso eran casi inútiles cuando los vikingos iban al galope azuzando nuestra montura.
Mi brazo rodeo su cintura, el ruido de su corazón era embriagador, seguía sediento y contenerme teniéndola tan cerca era para un neofito imposible. Esfuerzo titanico intentando mantener mis labios lejos de su cuello.
-Tengo sed Lakme -susurré en su oído.
Los dos estábamos perdidos cada uno en sus propios demonios, ella en su debilidad, yo en mi inmortalidad.
Las palabras de Lakme me dejaron helado, claro que estaba muerto, y tampoco es que hubiera cambiado mucho mi estado.
Ladeé la sonrisa poniendo un punto cómico al lio en el que nos habíamos metido.
-Te sacaré de esta Lakme, te lo prometo, no te separes de mi ¿entendido? Me da igual si esta el que te creo, lo mataré si osa tocarte, lo juro por Odin.
Mi tío era el demonio, había llevado el norte casi a la destrucción, desconocida si en este mundo alternativo todo era igual, mas lo que si sabia era que no me iría de allí sin luchar y menos sin la mortal que ahora sujetaban mis brazos con fuerza.
-Tenemos un trato ¿recuerdas ? -susurré en su oído -aguanta, estamos cerca.
Conocía el camino, a fin de cuentas este era mi hogar, no exactamente mi casa, pero el paisaje era muy similar y las distancias eran claras.
Así llegamos al castillo del norte, el rastrillo fue elevado mientras los arqueros nos apuntaban desde las almenas.
Los miré a todos desafiantes, como volara una de esas saetas íbamos a tenerla.
Así nos adentramos en el interior, atravesamos el patio de armas hasta llegar a las escaleras de piedra que llevaban a la torreta central, allí donde posiblemente el rey nos esperaría sentado en el trono de su gran salón.
-Ella necesita descanso, permitirle recobrar el aliento y adecentarse antes de entrar a ver al rey -ordené dando un empujón al soldado que hizo ademan de tomarla del brazo sin escucharla.
-No la toques
Mis ojos escarlata se hundieron en el norteño, dos mas se acercaron y yo me encaré a ellos.
Lakme tiraba de mi camisa hacia atrás, como si supiera que si la sangre empezaba a correr aquello se convertiría en una pelea sin igual.
Finalmente uno de los condes apareció intercediendo por mi y nos concedió unos momentos en soledad en una habitación con lecho para que esta pudiera tomar el descanso que ambos solicitábamos.
Agradecí su gesto, aunque mis ojos seguían rojos como el fuego, tenia mucha sed, pero me la iba a guardar toda para el rey.
Apoyó su cabeza en mi pecho en un vil intento de mantenerse recta y despierta, el trote del caballo no ayudaba, mis esfuerzos por mantenerme al paso eran casi inútiles cuando los vikingos iban al galope azuzando nuestra montura.
Mi brazo rodeo su cintura, el ruido de su corazón era embriagador, seguía sediento y contenerme teniéndola tan cerca era para un neofito imposible. Esfuerzo titanico intentando mantener mis labios lejos de su cuello.
-Tengo sed Lakme -susurré en su oído.
Los dos estábamos perdidos cada uno en sus propios demonios, ella en su debilidad, yo en mi inmortalidad.
Las palabras de Lakme me dejaron helado, claro que estaba muerto, y tampoco es que hubiera cambiado mucho mi estado.
Ladeé la sonrisa poniendo un punto cómico al lio en el que nos habíamos metido.
-Te sacaré de esta Lakme, te lo prometo, no te separes de mi ¿entendido? Me da igual si esta el que te creo, lo mataré si osa tocarte, lo juro por Odin.
Mi tío era el demonio, había llevado el norte casi a la destrucción, desconocida si en este mundo alternativo todo era igual, mas lo que si sabia era que no me iría de allí sin luchar y menos sin la mortal que ahora sujetaban mis brazos con fuerza.
-Tenemos un trato ¿recuerdas ? -susurré en su oído -aguanta, estamos cerca.
Conocía el camino, a fin de cuentas este era mi hogar, no exactamente mi casa, pero el paisaje era muy similar y las distancias eran claras.
Así llegamos al castillo del norte, el rastrillo fue elevado mientras los arqueros nos apuntaban desde las almenas.
Los miré a todos desafiantes, como volara una de esas saetas íbamos a tenerla.
Así nos adentramos en el interior, atravesamos el patio de armas hasta llegar a las escaleras de piedra que llevaban a la torreta central, allí donde posiblemente el rey nos esperaría sentado en el trono de su gran salón.
-Ella necesita descanso, permitirle recobrar el aliento y adecentarse antes de entrar a ver al rey -ordené dando un empujón al soldado que hizo ademan de tomarla del brazo sin escucharla.
-No la toques
Mis ojos escarlata se hundieron en el norteño, dos mas se acercaron y yo me encaré a ellos.
Lakme tiraba de mi camisa hacia atrás, como si supiera que si la sangre empezaba a correr aquello se convertiría en una pelea sin igual.
Finalmente uno de los condes apareció intercediendo por mi y nos concedió unos momentos en soledad en una habitación con lecho para que esta pudiera tomar el descanso que ambos solicitábamos.
Agradecí su gesto, aunque mis ojos seguían rojos como el fuego, tenia mucha sed, pero me la iba a guardar toda para el rey.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: Dragones y mazmorras (Lakme)
-Tienes que aguantar. -Le había dicho dormitando mientras entraban a la fortaleza, y se aferraba a su cuerpo como podría llevaba bastante rato mareada, cosa que intentaba disimular con poco éxito ya que su palidez mostraba su debilidad.
Era normal que su sed no se apagase, tenía poco tiempo de “vida”, ahora sería como un niño incontrolado que solo tiene sed de sangre y muerte. El mundo que le rodeaba seguramente era extraño y a la vez extraordinario, sus sentidos aumentado su instinto animal más a flor de piel.
No sabía en qué momento, pero la habían bajado del caballo, de repente su visión se veía enturbiada, no sabía cómo aún se podía sostener en pie. Entre la consciencia e inconsciencia, notaba los tirones, pero no lograba alcanzar todas las palabras, sino fragmentos de ella. Había perdido demasiada sangre en su cabezonería.
-Estoy bien, solo necesito descansar… Y amanece. -Indicativo de que lo suyo sería que quedasen refugiados en una estancia bien oscura, al parecer Hoor había olvidado que la luz del sol lo abrasará.
¿La luz del sol? Ahora podría sentirla sobre su piel, milenios carentes de su calor, ¿iba a renunciar a aquellos?
Último pensamiento, ya que no aguanto más y se desplomó literalmente perdiendo la consciencia por completo.
“Si les dejo entrar en mí estoy pérdida…”
Ahí estaban otra vez, como la primera noche donde se conocieron. La nieve brotaba de la hierba verde, los lobos que aullaban. Sus dedos se desgarraban sosteniendo los pedazos del acero incompleto y las guerras estaba pronta… La valquiria rubia de ojos esmeralda y labios rojizos le esperaba a él, más Lakme se quedaba atrás sosteniendo aquella espada que la desgarraba… Los ojos grises de su Hacedor y el corazón del Rey latiendo entre sus manos arrancado. “¡Salve Höor, rey del norte!”. Sus labios habían pronunciado sin sonido.
Cortinas y penumbra en la sala. Despertó en el lecho con respiración acelerada y asustada, y lo busco por todos lados, estaba allí.
-Joder… -Si, sus modales no cambiaban por mucho que la situación fuese seria. -Hoor necesito que hagas algo por mí, y sin muchas preguntas.
Se levantó aun tambaleante. Estaba aún débil, y su ánimo extraño.
-Mi Hacedor está aquí y tu Rey también, no son como la gente de éste lugar, ellos SI son de nuestro “mundo”, por llamarlo de algún modo, vinieron como nosotros a por la espada y fingen pertenecer a este mundo. El problema es que ellos lo hicieron a voluntad y nosotros… -Suspiro. -Aun no sé cómo hemos hecho. He visto algo, ¿recuerdas lo que compartimos en el hotel? Creo que ese momento acaba de presentarse. He visto la espada y la conseguiremos, volverás a ver a Valeria, pero todo tiene un precio si queremos volver. -Se acercó a él y tomó su mano, sus ojos les miraron directamente a los suyos. -Tienes que darme de beber de tu sangre, confía en mí, entrégame a tu Rey, era el trato yo te entregaré la espada. No mates a mi Hacedor. Solo me quieren a mí, tienes que hacer un trato, la espada por mí, aunque ellos intentarán quedarse con ambas. Es lo único que sé, tendremos que improvisar. -Sus ojos se desviaron, sabía “algo” más, un pequeño detalle y eso la hacía tener miedo. -Necesito unos minutos sola por favor.
Un gesto para que se alejase de la ventana, tímidamente abrió un poco la cortina, abrió la puerta y salió al balcón apoyando su espalda en aquella puerta.
Si, necesitaba unos segundos, no podían esperar a la noche, tenía que pillarlos por sorpresa. Los vampiros en el día son débiles, su Hacedor ahora estaría débil, y Hoor a ser un neófito podía aprovechar su fuerza incontrolable que ni la luz del sol aun le iba a debilitar.
Fuera hacía frío, el aire chocaba con su piel, pero era una maravilla sentir la luz del sol en su piel después de miles de años anhelándola. Sin querer lloro, si, ella también lloraba. Había emoción en aquella simple acción que valoraban, pero cuando te arrebatas algo tan nimio que amabas es normal sentir emoción y disfrutarlo.
Se acaba…
-Ahora si, dame de tu sangre. -Había regresado junto a él.
Era normal que su sed no se apagase, tenía poco tiempo de “vida”, ahora sería como un niño incontrolado que solo tiene sed de sangre y muerte. El mundo que le rodeaba seguramente era extraño y a la vez extraordinario, sus sentidos aumentado su instinto animal más a flor de piel.
No sabía en qué momento, pero la habían bajado del caballo, de repente su visión se veía enturbiada, no sabía cómo aún se podía sostener en pie. Entre la consciencia e inconsciencia, notaba los tirones, pero no lograba alcanzar todas las palabras, sino fragmentos de ella. Había perdido demasiada sangre en su cabezonería.
-Estoy bien, solo necesito descansar… Y amanece. -Indicativo de que lo suyo sería que quedasen refugiados en una estancia bien oscura, al parecer Hoor había olvidado que la luz del sol lo abrasará.
¿La luz del sol? Ahora podría sentirla sobre su piel, milenios carentes de su calor, ¿iba a renunciar a aquellos?
Último pensamiento, ya que no aguanto más y se desplomó literalmente perdiendo la consciencia por completo.
“Si les dejo entrar en mí estoy pérdida…”
Ahí estaban otra vez, como la primera noche donde se conocieron. La nieve brotaba de la hierba verde, los lobos que aullaban. Sus dedos se desgarraban sosteniendo los pedazos del acero incompleto y las guerras estaba pronta… La valquiria rubia de ojos esmeralda y labios rojizos le esperaba a él, más Lakme se quedaba atrás sosteniendo aquella espada que la desgarraba… Los ojos grises de su Hacedor y el corazón del Rey latiendo entre sus manos arrancado. “¡Salve Höor, rey del norte!”. Sus labios habían pronunciado sin sonido.
Cortinas y penumbra en la sala. Despertó en el lecho con respiración acelerada y asustada, y lo busco por todos lados, estaba allí.
-Joder… -Si, sus modales no cambiaban por mucho que la situación fuese seria. -Hoor necesito que hagas algo por mí, y sin muchas preguntas.
Se levantó aun tambaleante. Estaba aún débil, y su ánimo extraño.
-Mi Hacedor está aquí y tu Rey también, no son como la gente de éste lugar, ellos SI son de nuestro “mundo”, por llamarlo de algún modo, vinieron como nosotros a por la espada y fingen pertenecer a este mundo. El problema es que ellos lo hicieron a voluntad y nosotros… -Suspiro. -Aun no sé cómo hemos hecho. He visto algo, ¿recuerdas lo que compartimos en el hotel? Creo que ese momento acaba de presentarse. He visto la espada y la conseguiremos, volverás a ver a Valeria, pero todo tiene un precio si queremos volver. -Se acercó a él y tomó su mano, sus ojos les miraron directamente a los suyos. -Tienes que darme de beber de tu sangre, confía en mí, entrégame a tu Rey, era el trato yo te entregaré la espada. No mates a mi Hacedor. Solo me quieren a mí, tienes que hacer un trato, la espada por mí, aunque ellos intentarán quedarse con ambas. Es lo único que sé, tendremos que improvisar. -Sus ojos se desviaron, sabía “algo” más, un pequeño detalle y eso la hacía tener miedo. -Necesito unos minutos sola por favor.
Un gesto para que se alejase de la ventana, tímidamente abrió un poco la cortina, abrió la puerta y salió al balcón apoyando su espalda en aquella puerta.
Si, necesitaba unos segundos, no podían esperar a la noche, tenía que pillarlos por sorpresa. Los vampiros en el día son débiles, su Hacedor ahora estaría débil, y Hoor a ser un neófito podía aprovechar su fuerza incontrolable que ni la luz del sol aun le iba a debilitar.
Fuera hacía frío, el aire chocaba con su piel, pero era una maravilla sentir la luz del sol en su piel después de miles de años anhelándola. Sin querer lloro, si, ella también lloraba. Había emoción en aquella simple acción que valoraban, pero cuando te arrebatas algo tan nimio que amabas es normal sentir emoción y disfrutarlo.
Se acaba…
-Ahora si, dame de tu sangre. -Había regresado junto a él.
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Re: Dragones y mazmorras (Lakme)
Nos llevaron a una habitación sombría, un lecho presidia la cámara, con un baúl a sus pies y una balconada cubierta por unas tupidas cortinas.
A la derecha un escritorio de madera noble, con pluma, papel y tinta. La silla frente a este.
Era una habitación sobria, apenas decorada pro un par de cuadros de gestas pasadas donde los Drakkar surcaban los mares.
Acompañé hasta el lecho a la temblorosa Lakme, podía sentir la debilidad no solo en cada parte de su cuerpo, si no en el lento latir de su corazón, había bebido en exceso de ella, su temperatura era fría y mi cuerpo no podía calentarla algo que me frustraba.
La deposité sobre el mullido colchón y sobre sus hombros coloqué las pieles que portaba a mis hombros mientras la abrazaba para ofrecerle mi pecho de almohada.
-Vamos Lakme, te juro vamos a salir de aquí, así que no se te ocurra dejarme ¿me oyes?
Tenia razón, ahora eramos prisioneros los dos, pues el sol podría convertirme en ceniza, algo en lo que ni tan siquiera me había percatado cuando entre en la cámara.
Cerré los ojos un instante, el aroma de su sangre era embriagador, necesitaba tanto y tan desesperadamente comer que mis colmillos crecieron acariciando mi lengua.
Esta vez omití hacer comentario alguno sobre mis necesidades, prevalecían las suyas, fue entonces cuando pareció entrar en trance y así cayo rendida sobre mis brazos.
Era consciente de que estaba bien, solo necesitaba descanso, así que se lo concedí, allí ambos sobre el lecho nos quedamos completamente dormidos.
Dos horas después se despertó de golpe, su cuerpo se orillo al mio, moviéndome ligeramente para que abriera los ojos y le prestara atención, algo importante que decirme, algo que no logre entender del todo, pues aunque había compartido su visión la primera vez que la vi, para mi todo carecía de un sentido.
Fruncí el ceño. Favores los que quisiera, mas las preguntas se sucederían, la conocía y su vida podía peligrar si su creador estaba en ese lugar, no iba a permitirle arriesgarse, no la pondría en peligro y poco o nada me importaba que creyera que la traicionaría o que me engatusara con la idea de volver a ver a mi amada, yo iba a cuidar de ella hasta el fin de mis días.
-No, no voy a ponerte en peligro, vas a contarme con todo lujo de detalles aquella parte que me ocultas, si lo haces es por un motivo.
Fruncí el ceño no podía tomarme por un necio, no lo era, tampoco un cobarde y ahora siendo inmortal para mi era mucho mas fácil notar sus mentiras o sus ambigüedades mejor dicho, pues su corazón se aceleraba fruto de que no quería engañarme mas debía.
Se alejó de mi para salir a la balconada, contemple su figura aun tambaleante, no era darle mi sangre lo que me preocupaba, le hubiera dado mi vida de ser necesaria para salvar la suya, mas algo me escondía y no estaba dispuesto a ir a ciegas en este plan en el que podía perderla.
Volvió frente a mi, ladeé la cabeza esperando una respuesta, no teníamos tiempo, era consciente de eso, mas no nos sacarían de allí hasta que la noche se cerniera sobre el día, así que era todo oídos.
Si deseaba beber de mi tendría antes que explicarme el porque de ese sin sentido.
A la derecha un escritorio de madera noble, con pluma, papel y tinta. La silla frente a este.
Era una habitación sobria, apenas decorada pro un par de cuadros de gestas pasadas donde los Drakkar surcaban los mares.
Acompañé hasta el lecho a la temblorosa Lakme, podía sentir la debilidad no solo en cada parte de su cuerpo, si no en el lento latir de su corazón, había bebido en exceso de ella, su temperatura era fría y mi cuerpo no podía calentarla algo que me frustraba.
La deposité sobre el mullido colchón y sobre sus hombros coloqué las pieles que portaba a mis hombros mientras la abrazaba para ofrecerle mi pecho de almohada.
-Vamos Lakme, te juro vamos a salir de aquí, así que no se te ocurra dejarme ¿me oyes?
Tenia razón, ahora eramos prisioneros los dos, pues el sol podría convertirme en ceniza, algo en lo que ni tan siquiera me había percatado cuando entre en la cámara.
Cerré los ojos un instante, el aroma de su sangre era embriagador, necesitaba tanto y tan desesperadamente comer que mis colmillos crecieron acariciando mi lengua.
Esta vez omití hacer comentario alguno sobre mis necesidades, prevalecían las suyas, fue entonces cuando pareció entrar en trance y así cayo rendida sobre mis brazos.
Era consciente de que estaba bien, solo necesitaba descanso, así que se lo concedí, allí ambos sobre el lecho nos quedamos completamente dormidos.
Dos horas después se despertó de golpe, su cuerpo se orillo al mio, moviéndome ligeramente para que abriera los ojos y le prestara atención, algo importante que decirme, algo que no logre entender del todo, pues aunque había compartido su visión la primera vez que la vi, para mi todo carecía de un sentido.
Fruncí el ceño. Favores los que quisiera, mas las preguntas se sucederían, la conocía y su vida podía peligrar si su creador estaba en ese lugar, no iba a permitirle arriesgarse, no la pondría en peligro y poco o nada me importaba que creyera que la traicionaría o que me engatusara con la idea de volver a ver a mi amada, yo iba a cuidar de ella hasta el fin de mis días.
-No, no voy a ponerte en peligro, vas a contarme con todo lujo de detalles aquella parte que me ocultas, si lo haces es por un motivo.
Fruncí el ceño no podía tomarme por un necio, no lo era, tampoco un cobarde y ahora siendo inmortal para mi era mucho mas fácil notar sus mentiras o sus ambigüedades mejor dicho, pues su corazón se aceleraba fruto de que no quería engañarme mas debía.
Se alejó de mi para salir a la balconada, contemple su figura aun tambaleante, no era darle mi sangre lo que me preocupaba, le hubiera dado mi vida de ser necesaria para salvar la suya, mas algo me escondía y no estaba dispuesto a ir a ciegas en este plan en el que podía perderla.
Volvió frente a mi, ladeé la cabeza esperando una respuesta, no teníamos tiempo, era consciente de eso, mas no nos sacarían de allí hasta que la noche se cerniera sobre el día, así que era todo oídos.
Si deseaba beber de mi tendría antes que explicarme el porque de ese sin sentido.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: Dragones y mazmorras (Lakme)
Enjuaga sus lágrimas a la luz del sol, por mucho que lo hubiese intentando fuera en el balcón. Sus ojos aun seguidos rojizos cuando entro en la habitación y le afirmó que debía de darle su sangre.
No tenía planes, no tenían nada. Es más, no sabía cómo salir de ahí. El “ente” le hacía referencia a sobre “invertir” lo reparable. Lo pensó por un momento, él ahora era inmortal y ella era mortal, cuando decía de ser, al contrario. Todo era culpa del vínculo que ambos tenían, tal vez la respuesta era romperlo para poder volver.
Por la expresión de su rostro era evidente que su cabeza estaba inquieta por miles de preguntas, la verdad es que la de ella no se quedaba atrás solo había lo que le iban indicando en parte y lo que intuía mejor dentro de sus visiones.
Iba ser difícil convencerle, más debería confiar en ella en profundidad.
-Ya estamos en peligro Höor, no hay vuelta atrás. Por mucho que quieras protegerme. -Ella se dirigió frente al nórdico con mirada desviada, luego se atrevió a enfrentarla, sabía que no iba a poder hacer nada sin no confiaban el uno al otro. -Tienes que… Dejarme morir si las circunstancias me llevan a eso, para poder salvarme. A los dos. Es complicado, tiene que darme de beber tu sangre si quieres salvarme.
Mano cálida que tomaba se poso en el pecho de él, ella se movía con precaución sabía lo que hacía su aroma y el calor de su cuerpo en los sentidos del vampiro. Paladear y desearla para saciar su sed, sabía que era capaz de sacar lo peor de aquel monstruo que todavía no le había corrompido.
-No lo tengo demasiado claro, he visto a mi Hacedor tú me entregas a él y a tú rey, yo no me opongo, me quiere a su lado aún es pronto para lo que él me creo, pero quiere demostrarle algo a tu, necesita algo de los hombres de tu pueblo. -Finalmente termina por acariciar su rostro frío bajo su tacto, sus ojos pardos contra los ajenos ella es sincera, y tiene miedo, aunque intenta ser firme. -Cómo te entrego la espada, he visto el corazón de tu rey entre mis manos, pero también he visto que no puedes evitar mi muerte aquí… Tienes que darme tu sangre si quieres salvarme… Regresaremos.
Por los pasillos pasos que se hacían denotar, están impacientándose pero les dan tiempo.
No tenía planes, no tenían nada. Es más, no sabía cómo salir de ahí. El “ente” le hacía referencia a sobre “invertir” lo reparable. Lo pensó por un momento, él ahora era inmortal y ella era mortal, cuando decía de ser, al contrario. Todo era culpa del vínculo que ambos tenían, tal vez la respuesta era romperlo para poder volver.
Por la expresión de su rostro era evidente que su cabeza estaba inquieta por miles de preguntas, la verdad es que la de ella no se quedaba atrás solo había lo que le iban indicando en parte y lo que intuía mejor dentro de sus visiones.
Iba ser difícil convencerle, más debería confiar en ella en profundidad.
-Ya estamos en peligro Höor, no hay vuelta atrás. Por mucho que quieras protegerme. -Ella se dirigió frente al nórdico con mirada desviada, luego se atrevió a enfrentarla, sabía que no iba a poder hacer nada sin no confiaban el uno al otro. -Tienes que… Dejarme morir si las circunstancias me llevan a eso, para poder salvarme. A los dos. Es complicado, tiene que darme de beber tu sangre si quieres salvarme.
Mano cálida que tomaba se poso en el pecho de él, ella se movía con precaución sabía lo que hacía su aroma y el calor de su cuerpo en los sentidos del vampiro. Paladear y desearla para saciar su sed, sabía que era capaz de sacar lo peor de aquel monstruo que todavía no le había corrompido.
-No lo tengo demasiado claro, he visto a mi Hacedor tú me entregas a él y a tú rey, yo no me opongo, me quiere a su lado aún es pronto para lo que él me creo, pero quiere demostrarle algo a tu, necesita algo de los hombres de tu pueblo. -Finalmente termina por acariciar su rostro frío bajo su tacto, sus ojos pardos contra los ajenos ella es sincera, y tiene miedo, aunque intenta ser firme. -Cómo te entrego la espada, he visto el corazón de tu rey entre mis manos, pero también he visto que no puedes evitar mi muerte aquí… Tienes que darme tu sangre si quieres salvarme… Regresaremos.
Por los pasillos pasos que se hacían denotar, están impacientándose pero les dan tiempo.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: Dragones y mazmorras (Lakme)
“Tienes que..dejarme morir” aquella frase se clavo como una estaca, dudaba que nada pudiera doler mas en ese momento donde solo ese objeto podría darle descanso eterno.
-¡No! -rugí desesperado, en respuesta a su loco plan, ese que ni siquiera le deje terminar.
Hablaba de confianza como hace tiempo hablo de traición, mas ella carecía de confianza en mi pues pedirme aquello era algo que no iba a permitir.
Alcé su mentón para enfrentar sus ojos, los míos brillaban como rubís en un baile de llamas que el infierno había permitido salir.
-De aquí vamos a salir, juntos y vivos, bueno en mi caso no, pero si en el tuyo. No voy a dejarte morir, no te voy a traicionar y no vamos a romper el vinculo, pues se que de hacerlo tu morirás.
Busca en tu cabeza otra opción -señalé la puesta de sol -pues cuando la noche se cierna sobre nosotros vendrán los guardias y si lo único que se te pasa por la cabeza es seguir haciéndote la heroína para salvarme, juro que desataré la bestia que llevo dentro y aunque me pierda en el intento, los matare, matare todo el norte si es necesario, pero ni un solo pelo de tu cabeza va a tocar ese que te dio la vida hace tiempo ¿lo entiendes?
Su mano en mi pecho, caliente, desesperandome por dentro, tenia tanta hambre, estaba tan desesperado en esos momentos.
Cerré los ojos tratando de calmarme, como si mi corazón latiera desbocado, mas que no latía era un echo.
Quería volver con Valeria, la amaba, pero no sera a costa de la mujer que ahora tenia frente a mi, eso era algo que tenia claro.
Sigue hablando, como si pudiera convencerme de lo contrario, de que esa es nuestra única opción, mas yo me niego, me niego con tanta fuerza que mis colmillos crecen llenando mi lengua de ponzoña, oigo pasos por el pasillo, la muerte acecha y yo seré el verdugo de no callar la humana que frente a mi se encuentra.
-¡No! No voy a entregarte a tu hacedor, pueden meterse la espada por el culo o mejor, se la meteré yo, pero no voy a dejar que te cojan, al menos mientras yo este vivo no sucederá lo que dices haber visto.
Desvió mi mirada hacia la puerta dejando su mano vacía de mi pecho, estoy frustrado, no entiendo como Lakme es capaz de pensar de mi que soy un cobarde, no se cuando se le olvido que la sangre de mis venas es norteña, que soy ese niño que se alzo tantas veces que ya ni las recuerda. Yo no soy un hombre carente de honor y si el Valhalla me espera a su mesa iré sin miedo, salve Odin.
Una ultima mirada a la mortal, sus ojos evidencian que es ella y no yo quien acaba de traicionar al otro, pues su fe en mi no es ciega.
Me preparo para que cuando la puerta se abra emperezar la gesta.
-¡No! -rugí desesperado, en respuesta a su loco plan, ese que ni siquiera le deje terminar.
Hablaba de confianza como hace tiempo hablo de traición, mas ella carecía de confianza en mi pues pedirme aquello era algo que no iba a permitir.
Alcé su mentón para enfrentar sus ojos, los míos brillaban como rubís en un baile de llamas que el infierno había permitido salir.
-De aquí vamos a salir, juntos y vivos, bueno en mi caso no, pero si en el tuyo. No voy a dejarte morir, no te voy a traicionar y no vamos a romper el vinculo, pues se que de hacerlo tu morirás.
Busca en tu cabeza otra opción -señalé la puesta de sol -pues cuando la noche se cierna sobre nosotros vendrán los guardias y si lo único que se te pasa por la cabeza es seguir haciéndote la heroína para salvarme, juro que desataré la bestia que llevo dentro y aunque me pierda en el intento, los matare, matare todo el norte si es necesario, pero ni un solo pelo de tu cabeza va a tocar ese que te dio la vida hace tiempo ¿lo entiendes?
Su mano en mi pecho, caliente, desesperandome por dentro, tenia tanta hambre, estaba tan desesperado en esos momentos.
Cerré los ojos tratando de calmarme, como si mi corazón latiera desbocado, mas que no latía era un echo.
Quería volver con Valeria, la amaba, pero no sera a costa de la mujer que ahora tenia frente a mi, eso era algo que tenia claro.
Sigue hablando, como si pudiera convencerme de lo contrario, de que esa es nuestra única opción, mas yo me niego, me niego con tanta fuerza que mis colmillos crecen llenando mi lengua de ponzoña, oigo pasos por el pasillo, la muerte acecha y yo seré el verdugo de no callar la humana que frente a mi se encuentra.
-¡No! No voy a entregarte a tu hacedor, pueden meterse la espada por el culo o mejor, se la meteré yo, pero no voy a dejar que te cojan, al menos mientras yo este vivo no sucederá lo que dices haber visto.
Desvió mi mirada hacia la puerta dejando su mano vacía de mi pecho, estoy frustrado, no entiendo como Lakme es capaz de pensar de mi que soy un cobarde, no se cuando se le olvido que la sangre de mis venas es norteña, que soy ese niño que se alzo tantas veces que ya ni las recuerda. Yo no soy un hombre carente de honor y si el Valhalla me espera a su mesa iré sin miedo, salve Odin.
Una ultima mirada a la mortal, sus ojos evidencian que es ella y no yo quien acaba de traicionar al otro, pues su fe en mi no es ciega.
Me preparo para que cuando la puerta se abra emperezar la gesta.
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Re: Dragones y mazmorras (Lakme)
Sus ojos se enfrentaban a los suyos, brillantes y salvajes del inmortal que ahora era. No estaba decidido a seguir ese plan que ni ella comprendía. Ella apretó sus labios, siempre había confiado en el “ente”, el cual, parecía estar jugando constantemente con ambos, desde el día que los había enlazado uniendo sus destinos y naturalezas.
Ella le había dicho todo lo que sabía, estaba en otro mundo que no era el suyo y sus roles habían sido invertidos, debían de volver a cambiar eso para volver. Un objetivo, un fin que cumplir y regresaría, eso lo tenía claro. Luego estaba ese hecho, sabía que su Hacedor no la necesitaba todavía, no era aún el tiempo adecuado, aún no había nacido el otro para ella, aun no podía cumplir con el cometido por el que había venido al mundo.
¿Por qué ahora allí? La Hechicera se lo había dicho, su propia hermana gemela deseaba la muerte de Eleazar, ella sabía mejor que nadie como funcionaba su manera de pensar y que deseaba de todo aquello.
“Si no acabas con su vida, él nunca te dejará…” Mano que se llevaba al pecho al sentir esa punzada dolorosa del sentir, un sentimiento demasiado fuerte le había vinculado a ese hombre cuando aún podía respirar el aire de otra mañana. Le había esperado durante años renunciado a ciertos votos, sobreviviendo a la guerra, entregándose a otros y denigrándose solo por aguantar una vez más, solo con la esperanza de que se la llevará con su ejército a oriente.
Una promesa que en parte se había cumplido, él regreso, pero nunca se la llevó, nunca formaron una familia nunca hubo felicidad… Se llevó su vida, y todos sus sueños, arrebatándole todo para luego abandonarla a su suerte, sin saber en qué se había convertido. Como si escapará de su presencia. ¿Por qué? Pregunta que había quedado pendiente en los siglos y que nunca sería respondida, y ahora la podría formular.
Pero Nínive, le había dicho que dudase, que su mano no temblase. ¿Su oportunidad? No lo sabía cuándo solo veía una escapatoria para todo aquello.
-Hicimos un trato. Recuérdalo… Éste momento tenía que llegar tarde o temprano, ¿qué es lo que ahora ha cambiado, Hoor? -Le espetó, mientras de nuevo los pasos se detuvieron frente a la puerta. No iban a esperar al crepúsculo al parecer.
Sus ojos le seguían, no se movió ni un ápice. Parecía un león enjaulado, necesitado de devorar un buen bocado. Lakme temió por Hoor, no había probado demasiada sangre y sabía lo que era capaz en un joven vampiro de hacer esta misma, temió que perdiese su humanidad al dejarse llevar por ese instinto depredador que le llevaba a vivir distintas fases. Ya era adicto, estaba claro, pero tal vez eso corrompiese en demasía su alma y no volviese a ser el que era.
-Me condenas a muerte, ¡maldita sea! ¿Quieres intentar salvarme? Si no me das tu sangre, no lo vas a poder evitar… Va ser así, es la única salida. Estoy confiando en ti, estoy poniendo mi vida en tus manos, ¿no lo ves? -Le tomó el rostro entre las manos, para que le mirase aquellos ojos vidriosos a punto de estallar en lágrimas. Parecía desesperada -Tú no me necesitas, Hoor. Tenía que llegar este momento, te necesitan otros… Tu pueblo, tu Valeria… Hicimos un trato, tienes que cumplir tu parte. ¿Qué ha cambiado ahora?
La puerta sonó dio el primer portazo, estaba ya allí. Ella echo un vistazo a ésta misma.
Ella le había dicho todo lo que sabía, estaba en otro mundo que no era el suyo y sus roles habían sido invertidos, debían de volver a cambiar eso para volver. Un objetivo, un fin que cumplir y regresaría, eso lo tenía claro. Luego estaba ese hecho, sabía que su Hacedor no la necesitaba todavía, no era aún el tiempo adecuado, aún no había nacido el otro para ella, aun no podía cumplir con el cometido por el que había venido al mundo.
¿Por qué ahora allí? La Hechicera se lo había dicho, su propia hermana gemela deseaba la muerte de Eleazar, ella sabía mejor que nadie como funcionaba su manera de pensar y que deseaba de todo aquello.
“Si no acabas con su vida, él nunca te dejará…” Mano que se llevaba al pecho al sentir esa punzada dolorosa del sentir, un sentimiento demasiado fuerte le había vinculado a ese hombre cuando aún podía respirar el aire de otra mañana. Le había esperado durante años renunciado a ciertos votos, sobreviviendo a la guerra, entregándose a otros y denigrándose solo por aguantar una vez más, solo con la esperanza de que se la llevará con su ejército a oriente.
Una promesa que en parte se había cumplido, él regreso, pero nunca se la llevó, nunca formaron una familia nunca hubo felicidad… Se llevó su vida, y todos sus sueños, arrebatándole todo para luego abandonarla a su suerte, sin saber en qué se había convertido. Como si escapará de su presencia. ¿Por qué? Pregunta que había quedado pendiente en los siglos y que nunca sería respondida, y ahora la podría formular.
Pero Nínive, le había dicho que dudase, que su mano no temblase. ¿Su oportunidad? No lo sabía cuándo solo veía una escapatoria para todo aquello.
-Hicimos un trato. Recuérdalo… Éste momento tenía que llegar tarde o temprano, ¿qué es lo que ahora ha cambiado, Hoor? -Le espetó, mientras de nuevo los pasos se detuvieron frente a la puerta. No iban a esperar al crepúsculo al parecer.
Sus ojos le seguían, no se movió ni un ápice. Parecía un león enjaulado, necesitado de devorar un buen bocado. Lakme temió por Hoor, no había probado demasiada sangre y sabía lo que era capaz en un joven vampiro de hacer esta misma, temió que perdiese su humanidad al dejarse llevar por ese instinto depredador que le llevaba a vivir distintas fases. Ya era adicto, estaba claro, pero tal vez eso corrompiese en demasía su alma y no volviese a ser el que era.
-Me condenas a muerte, ¡maldita sea! ¿Quieres intentar salvarme? Si no me das tu sangre, no lo vas a poder evitar… Va ser así, es la única salida. Estoy confiando en ti, estoy poniendo mi vida en tus manos, ¿no lo ves? -Le tomó el rostro entre las manos, para que le mirase aquellos ojos vidriosos a punto de estallar en lágrimas. Parecía desesperada -Tú no me necesitas, Hoor. Tenía que llegar este momento, te necesitan otros… Tu pueblo, tu Valeria… Hicimos un trato, tienes que cumplir tu parte. ¿Qué ha cambiado ahora?
La puerta sonó dio el primer portazo, estaba ya allí. Ella echo un vistazo a ésta misma.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: Dragones y mazmorras (Lakme)
“¿Que es lo que ahora ha cambiado?” esa pregunta me devoró por dentro como si fuera fuego ¿que había cambiado? Todo, lo habia echo, todo. Mi mente no parecía decidida a hablar, era como si los sentimientos se sucedieran con tanta intensidad en ella que fuera incapaz de explicarme, de mas.
-Todo -rugí
La quería, puede que ella no albergara el mismo sentimiento por mi, puede que para su inmortalidad la humanidad se hubiera perdido en esa sin razón que pronto acabaría conmigo, pero yo, yo era humano, o lo fui hasta hacia bien poco.
Solo me quedaba el honor, y de entregarla hasta eso perdería hoy.
Negué con la cabeza como un león enjaulado dando vueltas como un depredador alrededor de su cuerpo, las ideas se sucedían, los días que habíamos pasado juntos, cada milésima de segundo cada efímero momento, todo, desde la noche que la encontré en el callejón y que el pacto se sello con un beso en el hotel hasta hoy.
Sus manos aferraron mi rostro, como si con aquel acto y las palabras correctamente dichas pudiera hacerme cambiar de opinión, como si fuera a encontrar en mis ojos escarlata la redención.
-Pues confía en mi, no voy a darte a tu hacedor, ese no fue el pacto que sellé contra tu boca -negué con frustración -no es verdad, yo estaba allí, hablaste de entregarte a mi tío pero no como propones ahora, no así. Tu muerte no entraba en eso de lo que hablamos, quédate la espada, quedatelo todo y mientete a ti misma si lo que ves en mis ojos es traición, ódiame, poco o nada me importa si con este acto salvo tu vida aun jugandome la mía.
Rugí apartándole las manos de mi rostro, ahora utilizaba a Valeria, a mi pueblo, todo lo que amaba lo ponía frente a mis ojos para hacerme caer, para derrumbarme sin mas y así lograr su plan, morir por mi ¿no se daba cuenta de que yo estaba dispuesto a lo mismo por ella?
-No -gruñí frente a su rostro, tenso enfadado.
Mi respiración entrecortada se apodero del mínimo espacio que separaba nuestros cuerpos.
-Mientete si quieres, pero no me mientas a mi, no lo soporto.
Interpuse distancia entre ambos cuando la puerta se abrió, ladeé la cabeza llevando mis manso a ella como si un sinfín de ideas se arremolinaran en ella.
Las voces de todos, los ruidos de fuera, visiones que se paseaban frente a mis ojos por el don que mi familia ostentaba. Guerra, nieve, sangre destrucción y mi sed saciada, eso era todo cuanto podía ver.
Ladeé la sonrisa el infierno estaba cerca y yo lo desataría. El primer hombre atravesó el umbral de aquella cámara en penumbra cuando mis rápidos movimientos lo sentenciaron antes de tiempo, una mano en su cuello lo alcé como un trapo viejo, la otra mano acaparó su pecho, atravesando sin miramientos su esternón, mis dedos acariciaron su palpitante corazón y pronto de un tirón mi mano quedo ocupada del trofeo mientras su cuerpo caía inerte al suelo.
El segundo soldado puso cara de terror, craso error al desenvainar la espada, claro que eramos norteños ¿que esperaba? Mis colmillos en su yugular, como un gato moribundo quedo paralizado por mi abrazo, la vida le abandonaba entre mis labios y su cuerpo frio como el hielo, vació como yo mismo se perdió en el empedrado.
-Vamos -susurré relamiendome el caliente carmesí que goteaba mientras acomodaba la espada a mi pecho.
Sabia lo que pensaba la mortal, que ya no había vuelta atrás, tenia razón, no la había, pero me daba igual.
-Todo -rugí
La quería, puede que ella no albergara el mismo sentimiento por mi, puede que para su inmortalidad la humanidad se hubiera perdido en esa sin razón que pronto acabaría conmigo, pero yo, yo era humano, o lo fui hasta hacia bien poco.
Solo me quedaba el honor, y de entregarla hasta eso perdería hoy.
Negué con la cabeza como un león enjaulado dando vueltas como un depredador alrededor de su cuerpo, las ideas se sucedían, los días que habíamos pasado juntos, cada milésima de segundo cada efímero momento, todo, desde la noche que la encontré en el callejón y que el pacto se sello con un beso en el hotel hasta hoy.
Sus manos aferraron mi rostro, como si con aquel acto y las palabras correctamente dichas pudiera hacerme cambiar de opinión, como si fuera a encontrar en mis ojos escarlata la redención.
-Pues confía en mi, no voy a darte a tu hacedor, ese no fue el pacto que sellé contra tu boca -negué con frustración -no es verdad, yo estaba allí, hablaste de entregarte a mi tío pero no como propones ahora, no así. Tu muerte no entraba en eso de lo que hablamos, quédate la espada, quedatelo todo y mientete a ti misma si lo que ves en mis ojos es traición, ódiame, poco o nada me importa si con este acto salvo tu vida aun jugandome la mía.
Rugí apartándole las manos de mi rostro, ahora utilizaba a Valeria, a mi pueblo, todo lo que amaba lo ponía frente a mis ojos para hacerme caer, para derrumbarme sin mas y así lograr su plan, morir por mi ¿no se daba cuenta de que yo estaba dispuesto a lo mismo por ella?
-No -gruñí frente a su rostro, tenso enfadado.
Mi respiración entrecortada se apodero del mínimo espacio que separaba nuestros cuerpos.
-Mientete si quieres, pero no me mientas a mi, no lo soporto.
Interpuse distancia entre ambos cuando la puerta se abrió, ladeé la cabeza llevando mis manso a ella como si un sinfín de ideas se arremolinaran en ella.
Las voces de todos, los ruidos de fuera, visiones que se paseaban frente a mis ojos por el don que mi familia ostentaba. Guerra, nieve, sangre destrucción y mi sed saciada, eso era todo cuanto podía ver.
Ladeé la sonrisa el infierno estaba cerca y yo lo desataría. El primer hombre atravesó el umbral de aquella cámara en penumbra cuando mis rápidos movimientos lo sentenciaron antes de tiempo, una mano en su cuello lo alcé como un trapo viejo, la otra mano acaparó su pecho, atravesando sin miramientos su esternón, mis dedos acariciaron su palpitante corazón y pronto de un tirón mi mano quedo ocupada del trofeo mientras su cuerpo caía inerte al suelo.
El segundo soldado puso cara de terror, craso error al desenvainar la espada, claro que eramos norteños ¿que esperaba? Mis colmillos en su yugular, como un gato moribundo quedo paralizado por mi abrazo, la vida le abandonaba entre mis labios y su cuerpo frio como el hielo, vació como yo mismo se perdió en el empedrado.
-Vamos -susurré relamiendome el caliente carmesí que goteaba mientras acomodaba la espada a mi pecho.
Sabia lo que pensaba la mortal, que ya no había vuelta atrás, tenia razón, no la había, pero me daba igual.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Dragones y mazmorras (Lakme)
Su mente duda, lo ve en sus ojos. Si, ¿qué ha cambiado ahora entre los dos? Era evidente, él sentía algo por ella, y probablemente, ¡no! Más bien y admitiéndolo, era un sentimiento mutuo. Le había cogido bastante cariño al nórdico, tanto que no le importaba arriesgarse a aquel plan que ya se veía venir desde que ambos señalaron su trato en forma de sangre y beso.
Desde que se había conocido, ya no solo era el vínculo creado por el ente, había nacido uno muy diferente a todo, uno que los había único con fuerza. Ni sus ansias por construir muros a su alrededor dentro del sentir fue lo demasiado fuerte para poder disimularlo, y más ahora que era una débil humana que poco podía disimular ni crear máscaras de frivolidad a su alrededor.
-No es distinto a lo que hablamos, solo que no sabíamos que iba a ser así… Siempre hay detalles que se escapan. -Ella le espetó enfrentando a su mirada. -No me miento, es el único camino que tienes para salvarme la vida, de otro modo me matarás… Ese es el precio de la inmortalidad, la muerte siempre está presente en nuestras vidas y sobre todos de los que tenemos aprecio. Tu sangre me salvará, pero antes debo de morir. -Él estaba muy cerca, ella apretó sus labios con gesto endurecido, un pequeño empujoncito y se sentó sobre la cama. -Tendrás que soportarlo, la vida duele… Por mucho daño que creas que has soportado.
Perdido en sus pensamientos, no llegaba a conclusión ninguna y en su cabezonería sería empeñado en buscar otro camino que ella no veía factible. Aquella magia jugaba con ambos, y solo había una manera de invertirla, y era invertir los roles de ambos. El era vampiro y él humana, había que devolverle su mortalidad, pero como… Ella lo tenía fácil, la inmortalidad solo se alcanza de un modo. La vida debe de costar.
Puertas abiertas de par en par, y un festín para Höor que pronto había sido llamado por la sed y montado la masacre. Ella lo único que pudo hacer es observarlo todo, ¿cómo impedir que una bestia sedienta no desatarse su irá en un festín como aquel? Falta de identidad en sus ojos salvaje, incluso temió por un momento que perdiese por completo el control e invirtiese su nueva naturaleza contra ella. Pero intento mantener su temple. “Vamos” Había dicho, ella negó con gesto severo.
-Yo no me voy a ningún lugar, tendrás que obligarme y llevarme arrastras… -Cruzó sus brazos sobre el pecho, mientras sus ojos el enfrentaban con reto y cabezonería.
Desde que se había conocido, ya no solo era el vínculo creado por el ente, había nacido uno muy diferente a todo, uno que los había único con fuerza. Ni sus ansias por construir muros a su alrededor dentro del sentir fue lo demasiado fuerte para poder disimularlo, y más ahora que era una débil humana que poco podía disimular ni crear máscaras de frivolidad a su alrededor.
-No es distinto a lo que hablamos, solo que no sabíamos que iba a ser así… Siempre hay detalles que se escapan. -Ella le espetó enfrentando a su mirada. -No me miento, es el único camino que tienes para salvarme la vida, de otro modo me matarás… Ese es el precio de la inmortalidad, la muerte siempre está presente en nuestras vidas y sobre todos de los que tenemos aprecio. Tu sangre me salvará, pero antes debo de morir. -Él estaba muy cerca, ella apretó sus labios con gesto endurecido, un pequeño empujoncito y se sentó sobre la cama. -Tendrás que soportarlo, la vida duele… Por mucho daño que creas que has soportado.
Perdido en sus pensamientos, no llegaba a conclusión ninguna y en su cabezonería sería empeñado en buscar otro camino que ella no veía factible. Aquella magia jugaba con ambos, y solo había una manera de invertirla, y era invertir los roles de ambos. El era vampiro y él humana, había que devolverle su mortalidad, pero como… Ella lo tenía fácil, la inmortalidad solo se alcanza de un modo. La vida debe de costar.
Puertas abiertas de par en par, y un festín para Höor que pronto había sido llamado por la sed y montado la masacre. Ella lo único que pudo hacer es observarlo todo, ¿cómo impedir que una bestia sedienta no desatarse su irá en un festín como aquel? Falta de identidad en sus ojos salvaje, incluso temió por un momento que perdiese por completo el control e invirtiese su nueva naturaleza contra ella. Pero intento mantener su temple. “Vamos” Había dicho, ella negó con gesto severo.
-Yo no me voy a ningún lugar, tendrás que obligarme y llevarme arrastras… -Cruzó sus brazos sobre el pecho, mientras sus ojos el enfrentaban con reto y cabezonería.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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