When the cold wind blows. {Priv. + 18}

Esa semana hacía mal tiempo en París, más de lo habitual, y varios días le había dolido la cabeza sin razón aparente más que el tiempo. Seguramente el estrés también estuviera instalándose en su subconsciente, porque tenía a la Inquisición mordiéndole los talones, a Assur Black apareciendo y desapareciendo de su vida sin previo aviso (y eso le generaba una inquietud bastante acusada, porque no saber si un vampiro milenario iba a asaltarte en plena noche, era algo demencial.) y a Stein Ackerman pululando por la Sede con sus truquitos de mago.

En Londres tenía una vida más "normal" si se le podía llamar normal a ser una músico reputada y cazar criaturas después de los conciertos. Pero en París todo se había precipitado, allí su hermano era la máxima autiridad entre los cazadores y todo empezaba a rodar como debía ser, pero con gran esfuerzo y sacrificio.

Esa tarde hacía frio y viento, era un día desapacible y la sensación de vacío se calaba hasta los huesos. No rindió bien en el ensayo de la mañana, había discutido con Stein a mediodia por un asunto de planificación, y tampoco había dormido mucho porque se despertó en mitad de la noche al escuchar un resuello cerca de su oido (aunque luego resultó que no había nadie). Debería irse a casa y tomarse un brandy, porque ir a cazar no era buena idea, seguro que como estaba de mal humor no atinaría con nada. Pero tampoco le apetecía, Axel no estaba y la casa se le antojaba grande y vacía. Cerró la carpeta de un manotazo y abandonó el despacho de la sede, rumbo al Golden. Al menos una copa y las manos de Joanna recorriendo su espalda podrían calmarla un poco.

El cochero de detuvo delante del burdel y Lady Blackmore se caló el abrigo hasta las orejas subiendo las solapas. Alguna vez había acudido al local con su atuendo de cazadora, hecho en cuero burdeos, y aunque alguna vez la miraban raro, nadie decía nada, no cuestionaban el vestuario de sus clientes, por eso iba allí. Esa vez vestía normal, con una falda gris marengo y una blusa rosa palo con incrustaciones de pasamaneria, todo ello sobre el corsé blando. Cuando vestía de "civil" solía ir elegante pero sencilla. Dejó el abrigo en la recepción, asi como los guantes de piel forrados de pelo, e intercambió unas palabras con el dueño.

— señorita Faith, Joanna está ocupada, han pagado toda la noche, pero seguro que puedo encontrarle algo de su gusto...

— ¡Maldita sea Brody! hoy tengo un día horrible. Vale, lo entiendo, haga lo que pueda.

Realmente estaba rumiando bilis, todo parecía salirle mal ese día, pero tampoco era cuestión de montar un pollo, era un burdel y esa chica no era exclusividad suya. A veces había estado con otras o con otros, pero ya le había cogido algo de confianza a Joanna y en un día así le molestó que no estuviera.

Subió a la habitación que le indicó el dueño y se acercó a la ventana cruzándose de brazos. ¿A quién queria engañar? para esa chica solo era trabajo, y para ella debería ser sólo como una copa de brandy. ¿Qué más daba que no fuera ella? no se trataba de sólo de sexo por dinero? Para eso daba igual que fuera Joanna, Julien o perico el de los palotes. No podía enfadarse por eso, a fin de cuentas ella pagaría por el alivio, por dejar allí olvidado su estrés y sus mierdas diarias. Para esas chicas y chicos no había un trato igual, no tenían un vertedero donde ir a sofocar sus iras, al final eran el último eslabón de la cadena, y para lo que les pagarían, sólo faltaba que encima se tuvieran que preocupar por sus clientes.

Se pasó las manos por la cara y se pellizcó el puente de la nariz. "Faith, te estás volviendo una solterona gruñona." Pensó.

Hacía mucho tiempo que Corbin no tenía "un buen día", ¿Esas cosas existían realmente en la vida de alguien como él? No, seguramente no. Su idea de un buen día era acostarse en una cama de su propiedad y a solas, algo que no tenía pinta de ocurrir en un futuro próximo.

Se estaba pasando un trapo húmedo por el cuerpo, no había tenido clientes hasta entonces, todavía se estaba intentando acomodar al nuevo lugar al que le habían traído. La señora del anterior burdel, en el que había pasado toda la vida, estaba gravemente enferma, así que había decidido acabar con todo, recoger ganancias y largarse a un lugar cálido a pasar el tiempo de vida que le quedaba. Él había sido de los afortunados, la mayoría de sus compañeros y compañeras acabaron en la calle. Corbin acabó en el Golden.

No tenían planeado para él nada, al parecer los dueños no se fiaban demasiado en un principio, pensaban que con ese tamaño era imposible que Corbin accediera tan tranquilamente a las demandas de los clientes, pero su anterior señora les invitó a probarlo, así que a día de hoy no tenían ninguna queja. Se suponía que iba a ser el primer día, no estaba acostumbrado a tener que exhibirse y "competir" por la clientela porque de donde venía tenía más de los que pudiera atender, ahora tenía que volver a empezar. Las cosas eran simples, si nos e trabaja no se comía.

Se puso una camisa blanca, sin manchas y se puso en pie, alcanzó el pasillo, pero no más allá. Brody apareció para señarle la habitación que le correspondía.- Es un cliente especial, ya puedes esforzarte. Si recibo una queja...Una sola. Te quedas en la calle, grandullón.

A decir verdad, le parecía justo, las amenazas sobraban. Observó al hombre, que en comparación con él, no tenía ni media hostia pero..Odiaba la maldita violencia, a pesar de que muchas veces estuviera justificada. Se acabó de abrochar la camisa soltando un suspiro mientras caminaba por los pasillos. Al parecer, estaba todo bastante concurrido, en el bajo había el típico alboroto y por los pasillos...Bueno, otro tipo de alboroto.

Corbin tocó la puerta, con energía. Esperó a recibir una respuesta antes de abrirla y pasar dentro, inclinándose ligeramente para poder pasar por la puerta sin llevarse el marco con él. Una vez dentro, cerró la puerta, sin ser brusco y se puso ya recto, pero no avanzó hacia la mujer que tomaba una copa y que, al parecer, no tenía muy buen día.

Aveline tenía un brazo recostado sobre el ombligo, el codo apoyado sobre ese brazo y se mordisqueaba distraídamente el pulgar cuando escuchó los golpes en la puerta y contestó con un parco "Adelante". Se dio la vuelta y cuando observó la estatura del hombre se quedó algo impctada. Parecía la representación de Hércules pintada por Rubens, sólo que dotado de vida propia y movimiento. No lo había visto nunca por allí, pero desde luego era un regalo para la vista.

— ahmm... pase... pasa! No le.. no te había visto antes.— de pronto no estaba segura de si tratarlo de usted o de tú, porque siempre hablaba de usted a casi todo el mundo por su rancia educación inglesa y solo de tú a la gente con cierto grado de "familiaridad". No es que Corbin tuviera ese grado, pero Joanna sí, por ejemplo, y se suponía que él estaba allí en sustitución de ella.— yo... me llamo Faith.

Lo cierto es que Aveline no era el tipo de mujer que pisaría un burdel a simple vista, elegante, bonita, educada, con un carácter fuerte... quizás demasiado avanzada a su tiempo. En sus ojos se notaba que ya no era una cría, sus 30 y su vida de duros entrenamientos marcaban alrededor de los ojos unas finas líneas que hablaban de su edad. Una edad a la que debería haber llegado casada y con hijos.

La blusa de seda olía todavía a esencia de rosa blanca. Bueno, esa situación había que cogerla por los cuernos, así que respiró hondo y apretó los labios levantando el mentón.

— ¿Cómo se te da hacer masajes? tengo la espalda y el cuello muy cargados.— Ahí, a lo directo. Se giró de espaldas directamente, los botones de la blusa estaban detrás y empezaban en el cuello alto de encaje.

Corbin estaba acostumbrado a ver de todo, no estaba rodeado de hombres y mujeres de clases altas constantemente, pero no era ajeno a ellos. No le importaba si le trataban de usted, eran cosas que habían perdido todo el sentido para él. Para empezar, esa mujer no tenía ni que tratarle con respeto si no quería. Muchos de los nobles y poderosos de París sencillamente iban en busca de eso, de humillar aun más a los que no tenían nada con que defenderse. Hacía mucho tiempo que el orgullo lo había perdido en algún lado..O no..Lo mantenía bien escondido, con el resto de sí mismo.

Dejó que ella hablara, suponía que el nombre era falso porque..¿Quién se iba a llamar Faith? Dejó que le mirara y que fuera asimilándolo. Con el tiempo se había dado cuenta de que a la gente le impresionaba mucho verle, no solo por el tamaño o la complexión, porque cuando era más joven ocurría prácticamente lo mismo. No sabía qué era o qué tenía, pero "algo" de él tenía esa particularidad de ser..Interesante. Llamativo.

No juzgó a Faith, tampoco sería la primera mujer casada que iba en busca de lo que su marido no podía darle, había más de esas de lo que nadie podría imaginarse. Igual que maridos destacados y cumplidores saciando sus verdaderos apetitos, por eso existía él, ni más ni menos.

Se acercó dando largas zancadas, haciendo crujir la madera bajo las pesadas botas. No dudó ni un momento, cuando la mujer le dio la espalda y extendió las manos, que para ser tan grandes, pudieron desabrochar lentamente los botones, evitando en lo posible rozar a la mujer, solo concentrado en abrir la prenda.- Corbin.- Dijo, sin más, con esa voz profunda y a media voz, porque de todas maneras con el silencio que en esos momentos les envolvían no hacía falta más. No tuvo prisa en quitarle todos los botones y una vez lo consiguió pasó las manos por encima de sus hombros para hacer caer la blusa hacia delante.

Lo curioso es que sí se llamaba Faith y era el nombre que sólo empleaba con la gente de confianza. Notó el cuidadoso tacto de sus manos, grandes pero no por ello torpes. Bajo la blusa estaba el corsé blando que ella misma aflojó mientras se sentaba en la esquina de la cama. Estaba tensa y necesitaba más ese masaje que otra cosa.

Ladeó la cabeza dejando expuesta la zona que le dolía más. Seguramente había forzado ese lado en el ensayo, o quizás hubiera hecho algun movimiento extraño dos noches antes cuando fue a visitar una pescadería abandonada donde se había instalado un cambiaformas rata que estaba dando muchos quebraderos de cabeza porque era escurridizo. Había dado con él tendiéndole una trampa y ya era historia.

Notó cómo se escurría la blusa hacia delante, y como los dedos no la seguían. ¿Ocurría algo? ¿no había sido suficientemente clara con lo que quería? Giró el rostro algo extrañada y con el ceño fruncido.

— ¿Sabes o no sabes hacerlo?.— Lo que faltaba para rematar el día. Un puto que no sabía ni dar un miserable masaje de espalda. Lo mejor que podía hacer era largarse a casa, meterse en la cama y no salir hasta el día siguiente.

Corbin observó a la mujer mientras se sentaba y se perdía en sus pensamientos, no sabía cuales, pero no debían de ser muy resplandecientes, lo sabía porque se había empezado a poner aun más tensa. Cuando miró hacia atrás y le hizo es pregunta, Corbin sonrió y asintió con la cabeza. Apoyó las manos en sus hombros, pero en comparación con la espalda de la mujer..Se le quedaba pequeña.

Estaba claro que ella no estaba para echarle paciencia, ni hacer las cosas con lentitud, así que se giró para acomodar una de las almohadas con la mano, mientras que la otra la afianzó con firmeza en uno de los hombros de la mujer y le invitó a tumbarse, sin brusquedad, pero estaba claro que estaba siendo firme y claro.

Una vez la tuvo allí, pudo poner una de las manos entre los omóplatos y empezó a aplicar presión, al principio aleatoriamente, tanteando, encontrando los puntos de tensión, en los que más tarde empezó a aplicar presión, intentando relajar aquellos músculos prietos...Porque la mujer tenía mucho más cuerpo de lo que en un principio podría parecer. Sus ropas lo disimulaban todo bastante bien. Se fijó entonces con algo más de interés en lo que estaba manoseando. Corbin era paciente, pero insistente a la hora de relajar a aquella terca mujer, no le hacía falta ni conocerla para saber que a ella, las cosas lentas, no le iban bien.

Pasó a la zona del cuello, presionando, empujando a la desconocida contra el cómodo lecho que soportaba parte del peso y la fuerza que Corbin imprimía, para terminar de alejar los nudos y las contracturas.- ¿Se hacerlo?- No estaba coqueteando, era una pregunta totalmente lícita. Quería saber si la mujer estaba disfrutando o se iba a largar. Sería un comienzo espectacular en el burdel para él. Seguro que al momento estaba chupando frío.

Cuando las manos empezaron a deslizarse por sus músculos prietos la piel la traicionó al ponerse de gallina. La espalda fibrosa de Aveline no era la de una dama lánguida que comía poco, era como la de una atleta, como la de una bailarina; se traslucían los grupos musculares al tacto y apenas había grasa bajo la piel. Cuando tocó algún punto de tensión se encogió, porque la presión provocaba dolor pero luego deshacía el nudo. Poco a poco se fue soltando la cuerda tensa que tenía entre el omóplato y la nuca, relajando la rigidez de su cuello y haciendo que respirase más pausada.

¿Por qué le había hablado así al pobre chico? a fin de cuentas él no tenía la culpa de que ella tuviera un día de mierda. Era una Lady, en teoría podía hablarle como le diera la gana, tanto al servicio como a cualquiera que no tuviera su rango, pero su exquisita educación le impedía ser grosera de ese modo. Estaba permitido verter veneno sobre los que eran como ella, sobre los que jugaban en la misma liga y tenían las mismas armas para defenderse. Pero sus padres siempre le enseñaron a ser correcta con la gente que no tenía su misma posición ni clase social. Además no tenía mérito ninguno ensañarse con quien no puede defenderse, eso era ser un abusón y un mentecato, además de tener un pésimo gusto. La inglesa disfrutaba disparándole misiles al imbécil de Stein o al odioso Assur, a fin de cuentas ellos se defendían muy bien dialécticamente. Pero los chicos del burdel no tenían por qué ser tratados del mismo modo.

Emitió un suspiro relajado, era sería la respuesta para Corbin sobre si sabía hacerlo o no. Se mantuvo un rato más tumbada, dejando que sus manos relajasen su espalda y alejasen la tensión, diluyendo también la emocional. Un rato después estiró los brazos y crujió el cuello, estaba mucho mejor. Se incorporó un poco, pasando su mano por el hombro y el cuello comprobando que ya no tenía los nudos, apenas se notaban bajo la fina piel. Realmente se había comportado como una estúpida, como esa gente a la que odiaba y a la que solía atrapar en sus ironías y sarcasmos.

Recogió la blusa y se la puso de nuevo, empezando a abotonarla despacio.

— Eres nuevo aquí...ten cuidado con Julien, a veces mete la mano en la cartera de los clientes y luego acusa a otros compañeros. No sería la primera vez que largan a alguien por su culpa. Brody lo sabe pero se hace el sordo.— prefirió no mirarlo, porque sentía que se había comportado mezquinamente con él.— si quieres quedarte aquí, pégate a Joanna, es la única con dos dedos de frente, la única que entiende las reglas de juego de verdad.

Terminó de abrochar correctamente la blusa y se acercó hacia una mesita donde había dejado su bolso y el sombrero. De él sacó una pequeña cartuchera. Subió una pierna a la silla, retiró las faldas y la ató al muslo. En esa pieza de cuero había dos estacas afiladas perfectamente alineadas. Cuando completó la operación dejó caer de nuevo la enagua y la falda y entonces miró a Corbin con su gesto más pétreo, la máscara de La Parca.

— siento haberte hablado así. Y... no preguntes.

Corbin estaba totalmente centrado en la espalda de Faith, si lo que buscaba era relajarse de ese modo, él no era un mal masajita. Seguramente podría ser mucho más firme, pero el hombre parecía controlar totalmente el grado de fuerza que podía imprimir. El cuerpo de la dama era inusual, sobre todo para alguien de su clase, pero también lo era el de él, teniendo en cuenta que no tenía asperezas en las manos, como hubiera sido lo más normal y sabía exactamente cómo y dónde tocar.

Aprovechaba ese talento que tenía para averiguar los deseos de las personas, no era algo infalible, por supuesto, ni alcanzaba los poderes de algunos que andaban sueltos por ahí, pero Corbin había aprendido a leer a las personas antes incluso de que ellas mismas supieran lo que realmente querían. En conjunto, no podían haber elegido una profesión mejor para él.

Cuando Faith empezó a moverse, él deslizó la mano fuera de su piel y le dejó vestirse sin moverse de la cama, solo siguiéndola con la mirada, intensamente.  ¿Estaba incómoda? No sabía qué había hecho para eso, pero lo aceptaba, tal vez se había arrepentido de ir allí, pero en cuanto empezó a darle consejos sobre sus compañeros no tardó en entender que ella había estado en ese lugar más veces que él mismo.

Miró aquellas estacas que había escondido bajo la falda. Mh. La mujer no aparentaba para nada lo que realmente era y no preguntó, pero tampoco le hacía falta. Se puso en pie, provocando un crujido de alivio del lecho al liberarse de su peso. Se acercó a ella con ese aire tranquilo, hubiera sido hasta letal si fuese más hostil, pero ningún poro de Corbin haría sospechar que fuera alguien peligroso, era tan tranquilo, que parecía que le iba a dar pereza hasta pestañear. Se colocó a la altura de su espalda. - Puede hablarme como desee.- Murmuró, con esa voz ronca. Se inclinó ligeramente sobre ella, hasta que su pecho chocó contra su espalda y extendió el brazo hasta coger el bajo de todas aquellas capas de ropa que alzó como si nada, con todo el descaro. En su camino hacia el muslo, recorrió toda la pierna, presionando con firmeza sus dedos sobre la prieta carne. Su otro brazo recorrió su vientre, hasta rodearla con él, ascendiendo por el corsé ligero y la blusa, pasando por uno de los pecho hasta llegar a su cuello, que agarró también con firmeza, pero con ese toque de delicadeza. No había ninguna duda, por la diferencia de experiencia en combate que los dos tenían, Ave le podía pegar una paliza cuando quisiera, pero en ningún momento podía tener ella dudas sobre el control de la situación, por mucho que se viera envuelta en el cuerpo de ese hombre, que se pegó completamente a su espalda y se inclinó, hasta dejar un suave mordisco en su hombro.

Corbin alcanzó finalmente la cartuchera con aquellas estacas y empezó a quitársela, como si fuera un detalle más de su vestimenta.- ..Pero no pienso dejar que salga de aquí sin que necesite ayuda para caminar.- Colocó sobre la mesita la ristra de estacas, como si aquello ya fuera un hecho.

Corbin la soprendió con una osadía que no espraba. No es que le hubiera dicho que se largase, o que la dejase en paz, pero con sus gestos y las advertencias, creía haber dejado claro que su intención era marcharse.

No sólo era una cuestión de dejarla irse o no, era de nuevo esa compostura, ese aplomo, ese saber hacer. Una de dos: o había leído entre lineas captando lo que en verdad necesitaba, o realmente era un estúpido inconsciente muy atrevido.

Necesitaba ese relax, necesitaba olvidar un día penoso, unas horas en las que nada de todo eso importase, ya que emborracharse no era su primera opción. Las borracheras hacían perder el control, y estaba programada desde la infancia para no perderlo nunca, para ser la dueña de sus acciones y de su destino y no depender de la buena o mala suerte más que en la mínima medida. Desterrar el azar era primordial para una cazadora tan letal como ella, pero era imposible anularlo del todo. Y justo en esos días estaba penando por haber fallado y haber perdido el control de los acontecimientos.

Esa voz grave sin pizca de malicia ni crueldad la hizo estremecer. No hacía mucho había estado en esa misma posición, pero agarrada por un vampiro y todo su cuerpo reaccionó en alerta, pero con Corbin no. Ese hombre le había hecho una promesa de dejarla satisfecha hasta el punto de no poder andar, a sabiendas de que ella estaba rechazando su ayuda. De alguna manera, la estaba ayudando. Para él podría ser una clienta más, un trabajo que hacer y de ese modo cumplir con lo que debía para comer. Pero para Aveline no era sólo eso, allí nadie la juzgaba, nadie le exigía que fuera la mejor, nadie le tenía en cuenta los tropiezos, nadie se fijaba en si tenía treinta años y estaba solterona. Allí no tenía que ser Lady Blackmore ni La Parca, bastaba con ser Faith. Aunque fuera por unas horas, podía ser Faith y creer ilusoriamente que ese calor humano, ese falso cariño prodigado, realmente lo merecía.

¿Y si por un rato dejaba de pensar en lo que estaba bien y mal? ¿y si por una noche se olvidaba de ser exigente consigo misma y abandonaba el control para dejarlo en manos de un desconocido? Por un instante en su cabeza la idea sonó muy bien. Dejó escapar el aire despacio y se dejó caer contra su pecho cerrando los ojos. Piel contra tela y nada más. ¿Podría Corbin devorar esa soledad latente que yacía bajo tantas capas de la británica? Le daría la oportunidad de probar.

Alargó la mano hacia atrás y capturó unos mechones de pelo, los siguió hasta la raíz y de ahí hacia la oreja y la barba. Sus manos no eran todo lo femeninas que podrían ser, ya que tenía callos de tocar el arpa y de sujetar las armas, pero fue sólo un roce sutil, un gesto que significaba que le estaba dando permiso para seguir adelante llevando las riendas.

Podía esperarse cualquier cosa, pero la verdad era que nunca le habían rechazado así que no tenía miedo de que Faith le soltase un guantazo, aunque era perfectamente capaz y totalmente justificado. No se le pasó por la cabeza y, de todas formas, estaba concentrado en mantenerla pegado a su cuerpo con ese inmenso y firme brazo alrededor de la cintura. Sintió la caricia, que se le antojó tímida, dubitativa..Pero no se sintió ofendido por ello. Corbin giró el rostro, alejándose de su hombro para rozar aquel brazo con su mejilla, escuchándose el siseo de la barba contra la piel antes de acariciarle con los labios. Fue un gesto lento, sencillo, como si realmente estuviera disfrutando de aquella atención.

Mientras la mano que tenía sobre su muslo se deslizaba hacia arriba, dibujando la curvatura de su cadera presionando aquel corsé blando con los dedos hasta que pudiera sentirlo como un agarre directo, su mano diestra dejó de rodearla y de sostenerla hasta que ambas se unieron en los cierres de la incómoda prenda. Corbin no parecía ansioso por desnudarla, más bien se tomaba su tiempo, moviendo los enganches y soltando los lazos con total tranquilidad, uno a uno, observando cómo se iban aflojando por encima de su hombro. Faith no podía tener ninguna duda de que el hombre estaba absolutamente concentrado en la tarea, como si pudiera notar la carga de su mirada justo sobre ella. Aflojó los cordones de la prenda, pero en lugar de seguir y quitársela del todo, se alejó despacio de su cuerpo, lo justo para poder colar una de sus manos tras la espalda y hacer exactamente lo mismo con los botones. Los desabrochó hasta que el resto de ellos se perdió por dentro del corsé, que no le había quitado del todo.

Dejó de rodearle con los brazos y se alejó totalmente de su contacto. Corbin daba pasos por uno de sus costados, casi como si le estuviera acechando y admirando al mismo tiempo. Se colocó frente a Faith y se detuvo contemplándola unos breves instantes, mirándole directamente a los ojos antes de sonreír de medio lado e inclinarse hasta caer de rodillas, estaba a apenas a un palmo o dos de su cuerpo. Desvió la mirada por su cuerpo descaradamente, como si estuviera analizándola y extendió uno de los brazos hasta cogerle por el tobillo, levantó su pie del suelo y desencajó el zapato de su talón. Lo dejó cuidadosamente a un lado y acarició con la yema de los dedos su pierna, ascendiendo lentamente por el tacto de la media hasta llegar al borde...Se aventuró algo más allá antes de coger el borde de la prenda y la deslizó lentamente hacia abajo, hasta dejarla al lado del zapato. Una vez que hubo piel al descubierto la cubrió lentamente con los labios, ascendiendo desde su rodilla con una paciencia infinita.

A medio camino, le miró de reojo y le privó de sus caricias cuando dejó su pie de vuelta en el suelo y fue a por la otra pierna, repitiendo exactamente la misma escena, prácticamente en los mismos tiempos, rozándole la firme piel, pero esta vez, se inclinó aun más hacia delante, llegando a la parte interna del muslo donde dejó además del roce de su boca una suave marca de sus dientes. Paseó la palma de sus manos por aquellos fuertes muslos, hasta alcanzar la cintura, con los brazos metidos por debajo de esas capas de ropa que parecían infinitas. Sus dedos se engancharon del borde de la ropa interior de la dama, precipitándolas hacia el suelo con una lentitud y ceremonia casi exageradas, mirando fijamente aquellos ojos hasta que finalmente la prenda acabó junto a las medias y los zapatos.

En ese momento, el hombre cogió la pierna de Faith por la parte trasera y la levantó un poco más del suelo hasta encajar la articulación de la rodilla sobre su hombro. No le dejó tiempo a pensar demasiado en lo que ocurría, Corbin le rodeó el trasero con uno de los brazos y se incorporó, encajando por el camino la otra pierna en el hombro. Se levantó como si Faith no pesara nada. Dio un paso hacia delante y prácticamente lanzó, más que dejar caer, a la mujer contra una cómoda cuya altura le quedaba ni que pintada. La madera chirrió y un golpe ensordecedor contra la pared de la que se apoyada coincidió con el instante en el que Corbin enterraba la cabeza entre sus piernas, con las faldas y las enaguas recogidas sobre su vientre y el corsé y la blusa a medio quitar.

Normalmente la superioridad física venía dada por la cazadora, que solía ser la manejaba la situación. Le gustaba dejarse llevar de vez en cuando, pero normalmente se encontraba con profesionales que aplicaban la misma receta para todo el mundo, o con putas resabiadas que creían saber lo que deseaba e imponían sus formas, equivocándose de lleno con ella. Por eso le gustaba Joanna, porque no avasallaba con su manera de hacer las cosas, sino que leía entre líneas y trataba de averiguar lo que le apetecía. Pero Corbin era completamente desconcertante. No habían cruzado ni una veintena de palabras, ni se conocían de antes, y sin embargo había conseguido tomar las riendas sin molestarla, sin ofenderla, y acertando de lleno en lo que de verdad subyacía en la cabeza de Faith.

Porque el sexo tenía más parte en el cerebro que en el cuerpo. Un polvo podía ser un polvo o podía enderezar un día o una semana torcida. Sus gestos habían sido suaves, como si sólo quisiera acompañarla o guiarla al lugar donde quería estar, cómo si todo aquello tuviera que ver sólo con ella, como si en ese momento no existiera nada más importante que ella. Eso era un peligro para Faith. Estaba segura de que valía, que era buena, que merecía consideración, envidia y admiración. Pero nada de eso llegaba a tocarla al final del día, y Corbin había conseguido impactar directo en su diana emocional.

Era grande, fuerte, y sin embargo nada intimidatorio, no era como el vampiro, que cada vez que le rozaba un pelo activaba todas las alarmas, o el imbécil de Stein, que cuando la miraba le daban ganas de borrarle su expresión sobrada de la cara a puñetazos.  Corbin le estaba haciendo un regalo, probablemente no era consciente de ello, para él sería una clienta más, un trabajo más, y al día siguiente preferiría no recordarla, porque para aquellos que tenían que vender su cuerpo, la única forma de sobrevivir a eso era no sentir nada. Pero para Faith, era lo más auténtico que alguien le había regalado en los últimos días. No le estaba regalando sólo un buen rato, la estaba haciendo sentir humana, persona.

Cada beso y cada caricia eran una muerte lenta entre estremecimientos. Se arqueó una par de veces cuando hizo temblar hasta sus cimientos al repasar con la lengua sus puntos más sensibles, sejando escapar algún gemido entrecortado. La situación se le había ido por completo de la manos, se había quedado tan desconcertada que no era capaz de reaccionar, tan sólo podía dejarse en aquellas expertas manos y luchar por respirar.

Corbin tenía ese don, si sobrevivió tanto tiempo sin que le echaran a la calle era porque traía un buen dinero al local. Por supuesto, Brody aun no lo sabía, pero era toda una mina de oro. Por suerte o por desgracia, el grandullón podía intuir lo que sus clientes esperaban de él con mayor exactitud y no dudaba en hacerlo si estaba a su alcance. Ave necesitaba desesperadamente desconectar, olvidarse de aquel día y para algunas personas un rabioso encuentro funcionaba a la perfección, Faith era de una pasta diferente. Podría haber sido suerte o parte de ese sexto sentido que el hombre tenía, pero había acertado de lleno en darse su tiempo para agasajar a la dama. Porque en el fondo, ese era su objetivo, hacerle sentir que era única en su mundo y no estaba muy lejos de la realidad, para Corbin no había nada más. En el refugio de esas cuatro paredes solo existía Faith y sólo importaba Faith.

No necesitaba que le dijeran que hacía bien su trabajo, estaba ya curtido en lo que a dar placer se refería y no era arrogante, pero sabía lo que hacía. Corbin siguió con la misma intensidad, las manos firmemente asidas en su baja cadera, los dedos fuertemente clavados en la carne de Faith, evitando que huyera de su contacto mientras se tomaba un tiempo desmesurado en encontrar sus puntos sensibles para envolverlos después con sus expertas atenciones. Se dejó guiar por los sonidos lascivos de la cazadora, buscando aquello que le gustaba y centrándose en ello, moviéndose entre sus piernas como si fueran unos amantes ya experimentados. Era sobrecogedor lo exageradamente bien que sabía interpretar el hombre las señales que el cuerpo de Faith le enviaba. Corbin deslizó con firmeza las manos por sus caderas, pasándolas de nuevo sobre esos fuertes muslos. Cuando estuvo satisfecho con la reacción de su acompañante, dejó de comer, acariciando el lado interno de uno de sus muslos, muy cercano al trozo de paraíso en el que se había enterrado, su respiración jadeante chocaba contra la piel desnuda de Faith y le regalaba esos instantes, esos roces suaves y ligeros, como si él fuera quien necesitase recobrar el aliento y recomponerse de la situación.

Levantó la cabeza para mirarla con fuego en los ojos, había tensión en el cuerpo del hombre, como si se estuviera conteniendo. Sosteniéndola de los glúteos le alzó de nuevo, con toda delicadeza y encajó su vientre entre las piernas de ella al girarse hacia el lecho. Posó una rodilla sobre el colchón y sostuvo a Faith levantando los brazos hasta soportar todo el peso de su espalda sobre ellos para ir inclinándose lentamente hasta dejarla caer sobre las sábanas con total cuidado y con la cabeza sobre la almohada , asegurándose de que estaba cómoda. Dejó una larga caricia por su espalda cuando sacó los brazos de debajo de ella y se puso encima, con un codo apoyado por encima de su hombro. No estaba dejando caer excesivo peso sobre ella, pero Faith estaba totalmente cubierta por él como las nubes oscuras en un día de lluvia. Corbin miraba fijamente a la mujer a los ojos, admirando su color y el brillo especial que le daba la actividad. Aprovechando la posición de su brazo, Corbin acarició su cabello, rozando con el pulgar su frente, tomándose esos segundos para observarla de cerca. Tenía la expresión de alguien que estaba admirando sinceramente lo que tenía a su alcance.

Corbin se inclinó con lentitud, al principio parecía que iba a besarla, pero en vez de acabar en su boca pasó lentamente por su mejilla, rozando su barba lentamente por su rostro en una sutil y muy íntima caricia. El hombre respiraba con pesadez cerca de su oído y reptó lentamente hacia el lóbulo de su oreja donde dejo nuevamente uno de esos amagos de mordisco, su boca terminó en su cuello regalando el roce de sus dientes, sin dejar ni una marca pero tomándose un tiempo infinito para recorrer la curvatura de su cuello hasta llegar a su hombro despintándole del camino que llevaba la mano que le quedaba libre en la postura, que se deslizó con seguridad desde la garganta hacia uno de sus senos, que no dudó en apretar entre sus largos dedos, pero no se detuvo ahí; siguió magreando y apretando el cuerpo de Faith por encima de la blusa y el corsé que,a esas alturas, no eran más que un revuelto de tejidos. Avanzó sin dudar más allá de su vientre y escondió su mano allí donde antes había tenido su boca. Alzó el rostro lo justo para poder encontrarse una vez más con sus ojos, cuando tanteó la joya que tenía entre sus dedos, presionando suavemente alrededor de las zonas sensibles que ya había descubierto en su primera excursión hacia los secretos de Faith. Los ojos de Corbin se deshacían en deseo mientras indagaba entre los pliegues de su cuerpo, como si quisiera hacerla enloquecer antes de invadirla, como si quisiera ver hasta dónde podía llegar ella, el momento exacto en el que Faith se perdía.

¿En qué momento se había quedado bloqueada? no estaba segura, posiblemente cuando él se colocó a su espalda y sin utilizar ni un gesto violento, le aseguró que no iba a salir cuerda de allí. Tal había sido el efecto de su actitud, de su voz y de sus gestos.

Todo transcurria con una lentitud pasmosa, como la pereza de los gatos que se toman su tiempo jugando con su presa. Solo que esta vez, ella era la presa. La adrenalina corría rauda por cada una de sus venas pero no era capaz de recuperar el estado de alerta, de mover un sólo músculo para deshacerse de aquella lentitud de oso recién despierto de la hibernación. Esta vez Faith no era la maestra, la experimentada, sino que era la aprendiz en manos de un hombre que sabía lo que hacía y lo sabía bien. Jamás pensó que podría quedarse tan desconcertada y maleable frente a otro ser humano, como en ese momento.

Sabía que las putas fingían que les importaba el cliente, que les gustaba, que disfrutaban con ellos, era parte de sus habilidades y obligaciones. Pero si Corbin fingía, lo estaba haciendo realmente bien, porque se la estaba colando de lleno. Sus caricias arrasaron su mente y tensaron su cuerpo, el oxígeno respirado parecía quemarse al salir de su boca. Lo sintió pasearse por todo su cuerpo, y tocar las teclas que la hacían vibrar como las cuerdas de su arpa.

Y de pronto sintió que todo aquello era un fraude. Ella misma lo era. Fingía que no quería amor, que sólo buscaba pasar el rato, desahogarse y darse un alivio al cuerpo. Nada serio, nada comprometido. Fingía querer poner un límite desde el principio, una barrera que la aislara del mero hecho de comprometerse más allá del encuentro sexual. Como si la vida fuera para siempre, como si no fuera lo suficientemente serio el estar físicamente dentro de otro ser humano. Era la cobardía de quien dice que sólo quiere divertirse y pasar el rato, pero realmente lo que esconde en su profundidad es que no se soporta a si misma. Había algo neurótico en esa ansia de placer sin más, de búsqueda de drogas efímeras que calmaran la conciencia: alcohol, sexo, peleas...algo tan irrespetuoso con la vida y consigo misma, tan impaciente y destructivo. Porque resultaba mucho más fácil decir que eso sólo era follar, y empezar de nuevo otra noche con otro cuerpo entre tus brazos. Porque no quería que nadie la conociera, no quería que nadie rascase un poco y descubriera lo vacía que estaba, el fraude que era. Porque era mucho más fácil seguir asi, cambiando cromos repetidos, poniéndose ropa interior para que alguien se limpiara los pies al antrar, haciendo del amor una servidumbre de paso.

Tragó saliva y apretó los dientes, incorporándose y apartando a Corbin de encima suyo. La angustia la había invadido por unos segundos, el terror de lo que había visto al asomarse al abismo de su propio yo y no pudo seguir.

— está bien...no sigas... no has hecho nada mal...tengo que... irme.— la había dejado al descubierto y vulnerable y Faith jamás se había sentido así delante de otra persona que no fuera su hermano.

En ningún momento le obligó a estar donde no quería, en cuanto la mujer se movió y le intentó apartar él se lo permitió, dejando que se incorporara hasta quedarse sentada en la cama. No le solían pasar estas cosas, a no ser que la persona fuera primeriza en cuestiones de compartir cama con una prostituta, pero sabía que Faith no era una de esas, teniendo en cuenta que conocía cómo funcionaban las cosas allí, no era una mujer tímida y reservada en cuanto a su vida sexual...O eso no era lo que parecía en un principio.

Tal vez había encontrado algo que Faith guardaba celosamente, algo que no era tangible. Corbin se incorporó al notar un tono de amargura en su voz. Por un momento se vio reflejado en esa mujer, unos segundos, apenas un fotograma en su mente. ¿A esa mujer no le hacía el amor nadie? Y no estaba pensando en una cuestión física, sabía de sobra que en cuanto a experiencia con mujeres tenía muy pocos que le igualasen. Faith se había asustado, estaba abrumada, podía entender eso.

Corbin se puso en pie, cuando ella lo hizo, pero no le dejó recomponer su ropa, mitad desperdigada por la habitación mitad todavía puesta. Rodeó su muñeca con una de sus manazas, de nuevo sin ser agresivo, le impedía marcharse pero era más una invitación a quedarse que una imposición.- Eres tú quien no ha hecho nada mal.- Corbin habló con tranquilidad, en un tono de voz bajo y con lentitud, para que ella pudiera notar que no tenía porqué abrumarse.- Este es el único lugar donde nadie va a juzgarte, Faith…-No soltó su muñeca mientras se fue moviendo con lentitud hasta colocarse a un lado, por si aun tenía intención de marcharse que nos e viera incapaz con la masa corporal del hombre tapándole la huida, porque a estas alturas, Corbin tenía claro que esa mujer estaba huyendo y no era de él. - Aquí puedes ser lo que realmente quieres.- Murmuró, siendo totalmente sincero porque era justo lo contrario que podía hacer él. Allí dentro la cazadora podía ser simplemente una mujer en busca de cariño, podía ser una sádica o podía echarse a llorar en sus brazos si quería, él iba a aceptar cualquiera de sus facetas le gustasen más o menos y nunca iba a pensar menos de ella, porque no conocía a la Faith que  traspasaba el umbral de aquella puerta.

Pasó sus dedos por uno de sus brazos, hasta con cierta ternura, la gente que tenía algo que ocultar y que no quería sacar al mundo le recordaba en cierta manera a él, aunque tampoco se atrevía a decirlo claramente. Su vida era justo al contrario, él no tenía ningún lugar en el que sentirse libre para ser quien era, Faith tenía esa suerte y no debería reprimirse, debería aprovechar lo que ese mundo oculto le ofrecía. Volvió a acariciar el brazo de la rubia, esta vez con el dorso de la mano, antes de soltar su muñeca.- Si hubieras querido irte..Lo habrías hecho sin advertirme de ello. No temas, Faith, aquí solo estamos tu y yo.

Aveline se sorprendió de que Corbin la tomase de la muñeca y la invitase a quedarse con palabras tan concisas. Sus ojos azules guardaban tras ese muro algo que la Parca no sabía desentrañar, era un ser humano que ocultaba doble fondo como ella, y ahora parecía también algo desconcertado por su reacción, a pesar del aplomo que había mostrado. Le debía una explicación al menos.

Suspiró y se recolocó un poco las ropas, como si así pudieran devolverle un poco la serenidad perdida.

— Supongo que le sonará...te sonará...— corrigió, la costumbre de imponer las distancias.— estúpido. No quiero insultarte, no quiero quejarme de una vida que he elegido, donde tengo las comodidades que quiera, sé que no pasaré hambre ni frío. — miró hacia un lado, perdiendo los ojos en un cuadro bastante feo que colgaba de la sobria pared.— he aprendido que todo en esta vida tiene un coste. El que yo pago es la renuncia a ser... yo. Ni siquiera sé quién soy de verdad. Lo que ves es el reflejo de Lady Aveline Faith Blackmore, la estrella de la Filarmónica. Lo que ven las criaturas para quienes van dirigidas esas estacas es el reflejo de esa a la que llaman La Parca.— se encogió de hombros y regresó la mirada a la de Corbin.— Sé que mi destino lleva soledad y lleva incomprensión. Sé que estoy obligada a vivir en la sombra para que el resto podáis dormir tranquilos, la noche está llena de peligros que ni imaginas.— posó sus largos dedos sobre la mano de Corbin que subía y bajada por su brazo.— Supongo que nací demasiado pronto; algún día las mujeres podrán ser lo que quieran ser sin ocultarse, podrán amar a quien quieran sin tener en cuenta el género, sin estar sujetas a normas sociales. Pero nadie en su sano juicio querrá conocer a la verdadera Faith, porque decidí enterrarla para ser... esto.

Se levantó de la cama abrazándose a sí misma y caminando hacia la ventana, observando afuera la oscuridad, meditando.

— Y llegas tú, y sin proponértelo, la despiertas. Sé que acabe como acabe la noche, saldrás por esa puerta deseando que amanezca para no tener que compartir más piel con una extraña, y lo entiendo. Pero no deja de ser cruel para mi que la única maldita persona que ha llegado a tocar donde nadie se atrevía, sea alguien a quien no le importará cuando acabe su turno.

Corbin se quedó al lado escuchando atentamente, por primera vez estaba fijándose activamente en ella. Era capaz de captar rápidamente el lenguaje corporal y los deseos enterrados bajo capas y capas de personalidades banales e insulsas, pero no estaba en busca de información para complacerla, estaba mirando a una mujer confesando sus capas ante una puta. Estaba acostumbrado, realmente la gente hablaba mucho, tenían que desahogarse y muchas veces era lo único que buscaban, consuelo, alguien que les escuchase, alguien comprensivo, que les dijera lo mala que era su vida y lo injusto que era; así que esperó en silencio a que la mujer empezara el proceso...Pero había más de una cosa que le llamó la atención. Las dobles vidas, la visión progresista, el mantener a la verdadera Faith tanto tiempo oculta dentro que apenas era un recuerdo...Entendía demasiado bien todo aquello y encendió algo en su pecho, esa presión que le embargaba de vez en cuando y le impedía respirar.

Corbin había visto más de lo que podía confesar. Ante todo, seguía siendo una puta y la confidencia era la única manera de sobrevivir allí. Los secretos que había escuchado nacían y morían en aquella habitación. Conocía el mundo sobrenatural y había sido víctima de ellos en más de una ocasión, la primera vez se sorprendió, pero..Uno se acostumbraba a todo, qué diferencia había en vender su cuerpo o su sangre, si en el fondo lo que se iba desgarrando a pedazos y desapareciendo era el alma.

Dejó que se incorporase de la cama y caminara hacia la ventana, que daba a un callejón más bien oscuro y solitario, no eran buenas vistas pero tampoco excesivamente malas. Se quedó en la cama, reposando lo que acababa de escuchar y la vorágine que era su mente y, sobre todo, su pecho. Entendía a aquella mujer, podía entender que la única persona que hubiera llegado a interesarse por lo que esa Faith quería fuera un puto que estaba haciéndolo simplemente por complacerla, por tener demasiado instinto para descubrir los deseos ocultos de las personas. Debía ser una auténtica broma del destino. Una ironía cruel y dolorosa. Desde luego como hombre dedicado al placer se merecía no probar bocado durante varios días, por incompetente.

Corbin soltó un largo y profundo suspiro, se inclinó unos segundos hacia delante y se pasó las manos por la frente y el cabello echándoselo hacia atrás. - Al menos alguien ha sido capaz de ver que había algo más. Alguien se ha interesado. Siento mucho que sea alguien como yo...Pero…-Corbin no debería estar diciendo esto, pero no se pudo morder la lengua, no cuando algo se le estaba revolviendo por dentro, como si alguien hubiera clavado un tridente y estuviera haciendo de sus entrañas un plato de spaghetti.- Si estuviera en tu lugar...Aprovecharía. Fuera quien fuese…-No podía ni imaginarse lo que sería volver a ser él mismo, apenas se acordaba realmente de cómo era Corbin, siempre que estaba solo se convertía en un viejo de ochenta años amargado, solo e iracundo. Antes tenía esperanzas, pero se habían acabado por morir. No estaba intentando convencerla para que se quedase y que se acostasen juntos para poder cobrar, su actitud era diferente, no era distante, ni complaciente..Pero si estaba tenso e incómodo. Cerró los ojos y suspiró de nuevo. Se incorporó de la cama mirando a Faith.- ¿Quiere que envíe a otra persona?- Porque no tenía caso seguir allí y no podía seguir allí o al final empezaría a mezclar lo que no debería, ya había salido algo de su propia vida enterrada, tenía que recuperarse y pronto si no quería empezar a tratar a Faith como el verdadero Corbin lo haría y...No se atrevía. Su actitud había cambiado en cuestión de segundos, lo que duró su repentino bajón necesitaba encerrarse y volver a sus cabales.

Valiente consuelo: alguien se ha fijado en ella aunque sea un puto. Si no fuera porque sentia el alma en carne viva e intuía que Corbin también estaba sufriendo alguna clase de descarnado ataque contra si mismo, se habría reido porque sonaba realmente patético.

Se hizo un largo silencio de nuevo, y decidió relativizar todo aquello. Vale, eran personas, tenían bajones, tenían vaivenes como las mareas y ésa era una de las bajas, pero también tenía la certeza de que en unas horas regresaría La Parca o Lady Blackmore, y estaría todo bajo control de nuevo. Exhaló el aire despacio y se abrochó el corsé. Ciertamente no tenía sentido quedarse allí, habían cavado hondo y la tierra se había movido bajo sus pies, y como cobardes sentimentales que eran, darían un paso atrás para alejarse del dolor que más temían.

Se acercó a Corbin y se paró en frente de él, tocando con los muslos en sus rodillas ya que él estaba sentado en la cama. Alargó la mano y acarició su barba. Lo único que no había hecho Corbin y que realmente deseaba, era besarla. Se detuvo a unos milimitros de sus labios y cerró los ojos susurrando.

— eres un buen hombre.

No llegó a posar sus labios sobre los del hombre, se retiró hacia atrás y fue en busca de su cincha con estacas para recolocarla, dándole la espalda. A su pregunta de si quería que enviase a alguien respondió.

— mejor no, quizás otro día en el que no me sienta tan vulnerable.— sacó del bolsillo una buena cantidad de billetes dejandolo sobre la mesa.— quédate aquí o Brody sospechará. Normalmente amanece cuando me marcho, así que tómate el resto de la noche libre. A veces desaparezco sin que me vean, asi que no te preguntarán.

Se acercó a la ventana, levantó la hoja de madera y trepó por ella hasta alcanzar el canalón de desagüe del tejado y se deslizó por él hasta el suelo perdiéndose en la noche.


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Varios días después llegó una carta al Golden Moon, en ella le requería a Brody que enviase a Joanna y a Corbin a un servicio a domicilio. La inglesa tenía gustos caros, así que le envió suficiente dinero para que ambos se presentaran en la Opera bien vestidos.

Junto a la carta dos entradas de palco de tercer piso. Interpretaban L'elisir d'amore de Gaetano Donizzietti, una opera cómica cuyo argumento es muy revelador: Esta ópera cómica comienza con Nemorino, un joven campesino melancólico e ingenuo, enamorado de Adina, una bella terrateniente, quien atormenta a Nemorino con su indiferencia. Ella se ha prometido con Belcore, un pomposo sargento, y la fecha de la boda es seis dias después. Desesperado, Nemorino recurre a un charlatán que le vende el elixir del amor, que no es más que simple vino, pero Nemorino lo cree y animado por la poción empieza a tratar con indiferencia a Adina, que se irrita mucho por ello y empieza a sentir interés por el campesino. La boda se celebra y el campesino suplica más elixir al charlatán pero este no se lo da porque no tiene dinero, con lo cual se alista en el ejército con su rival, Belcore, a cambio de la paga. Con el dinero compra más elixir, que bebe inmediatamente y se emborracha alegremente, rodeado de muchachas que creen que ha heredado una fortuna. Adina al verlo así se entristece porque cree que la ha olvidado y habla con él, le dice que la poción era falsa y que ella ha comprado su libertad al sargento. El campesino se siente engañado por el charlatán y quiere morir, pero Adina le confiesa que en verdad lo ama. El sargento se toma bien la noticia pues hay más mujeres en el mundo y el charlatán les da elixir del amor a todos para festejarlo acabando todos borrachos y felices.

Aveline se encontraba en el teatro dos horas antes, ensayando con todos los músicos en el foso ubicado entre el proscenio y la primera fila. Vestía de blanco como el resto de las mujeres que formaban parte de aquella Filarmónica, tenía el pelo semirecogido, sólo en las sienes, tocadas con dos pequeños pasadores de brillantes en forma de hojas de hiedra. la puertas se abrirían en algunos minutos y los cantantes estaban calentando las voces.

L'elisir d'amore:

Dejó que se vistiera, tenía tantas ganas de que se fuera como la propia Aveline. Iba a salir por la puerta sin importarle el cobrar o no, hacía rato que ni siquiera pensaba en eso. Se quedó mirando a la mujer cuando se inclinó sobre él. Pensaba que le iba a besar, le dio la sensación de que aquello le iba a dejar aun más confuso y  débil de lo que ya estaba, pero tampoco tuvo el coraje de apartarse. Cerró los ojos, apretando los puños que permanecían sobre su regazo. El beso nunca llegó, pero las palabras le parecieron un chiste. No era un buen hombre, ni malo tampoco..Dudaba si quiera que pudieran llamarle hombre realmente. Era más bien una masa de carne apretada y bien puesta, eso era todo.

Había estado conteniendo el aliento, aunque el beso no llegó y abrió los ojos justo cuando a la lady se le ocurrió dejar el dinero sobre la mesa. Se sintió miserable, se sintió dolido. No tenía por qué pagarle, no quería que le pagara. No dijo nada, no movió un solo músculo, completamente tenso y asqueado. Vio marchar a la mujer  y de nuevo se llevó las manos a la cabeza, esta vez sintiendo rabia, por haberse dejado ver. No le hubiera molestado que le dieran dinero, si no hubiera sido por entrar demasiado en los propios sentimientos que Faith le había confesado. Al final, para ella solo era una puta. Por un momento había pensado que a ella le molestaba que lo fuera, porque no quería verle de ese modo. Qué ingenuo había sido.- Corbin. ¿No aprenderás nunca?- Se mordió el interior de las mejillas y se tumbó boca arriba en la cama, cociéndose en su propia rabia y desesperación.


No esperaba esa orden por nada del mundo. Cuando Brody le dijo que le habían llamado para que acudiera, de forma privada, a un evento supuso que era algo que él dominase, que no era la primera vez que le llamaban para complacer a varios o a alguien que tuviera gustos exquisitos. Su sorpresa fue cuando un sastre vino a cogerle medidas mientras Brody se quejaba por lo caro que le iba a salir aquello, pero teniendo en cuenta que había sido Faith quien había hecho al solicitud, no podía negarse. Le prepararon un traje, porque a fin de cuentas con su tamaño no podía salir a comprar como si nada. Le vistieron de forma elegante, aunque a él le parecía ridículo, no se quejó. Fue la propia Joanna quien le arregló el cabello, recogiéndoselo para que no pareciera un león fuera del circo, aunque su compañera...Estaba de un humor un tanto arisco, con él.

Mientras salían del Golden, Corbin se sintió fuera de lugar y..Muy cabreado. Odiaba hacer estas cosas, prefería quedarse dentro del local. Joanna le agarró del brazo y le guió hacia la ópera, porque él no tenía ni idea de a dónde le llevaban ni había preguntado, suponía que a alguna casa, por la puerta de atrás o a saber, pero cuando se detuvieron en frente del teatro se puso exageradamente tenso.-….¿Es aquí a donde vamos? - Si. ¿No te lo ha dicho Brody?-...No.- Joanna se arregló el vestido, la mujer estaba espectacular, para qué engañarse, no había nadie que no se detuviera para observarla, porque a pesar de no ser un vestido exageradamente caro, su belleza completaba un cuadro estupendo. Corbin cada vez se estaba poniendo de peor humor.- Lady Blackmore nos ha invitado. Es estupenda, ya lo verás.-….¿Faith? Corbin no salía aun de su asombro cuando Joanna le llevó hacia el interior del teatro, llegaban antes, pero porque Joanna estaba ya muy acostumbrada a estos eventos y quería lucirse en el interior. Corbin, sin embargo, hubiera preferido volver al burdel, allí al menos no se sentía perdido.-...¿Qué tengo que hacer..?-Joanna se echó a reír y le dio unas palmaditas en el brazo.- Solo disfruta, eso es todo, grandullón.

La gente empezaba a ocupar sus asientos como pequeñas hormigas en el teatro, el sonido de las voces empezaba a ser elevado, risas, saludos y susurros. La cortina roja estaba echada sobre el escenario y las luces brillaban con fuerza mientras la alta sociedad y todo aquel que tuviera al menos cincuenta francos para costearse una butaca, ocupaban sus lugares.

Las lámparas destellearon un par de veces a modo de aviso, atenuando la luz para que que sentase todo el mundo y fueran guardando silencio. Un hombre vestido con frac, a modo de presentador, se plantó en el centro de las tablas y le habló al público, presentando la obra, al director de la orquesta y a los músicos. En cada butaca había una libreto con la obra completa y los créditos. En segundo lugar, tras el concertino (el primer violín de la filarmónica, el que daba la nota para afinar) aparecía el nombre de Aveline, que destacaba por su título de Lady, ya que era la única noble en esa orquesta.

En fila, fueron saliendo los músicos y ocupando sus lugares en el foso. Aveline dirigió su mirada hacia el palco descubriendo allí a Joanna y a Corbin y les regaló una sonrisa. La obra estaba a punto de empezar. Se descorrió el telón y los decorados iluminados por los tramoyistas quedaron a la vista tras un estruendoso aplauso. Las notas empezaron a flotar en el aire y los actores fueron saliendo cantando sus piezas y actuando

La ópera de Donizietti duraba dos horas y su argumento ligero y entretenido hizo las delicias del público, pero la aria principal "Una furtiva lagrima" interpretada por el tenor, arrancó el más sentido aplauso del teatro. Al finalizar, los actores salieron a saludar cinco veces y los músicos se levantaron a saludar también. Las luces regresaron y los murmurllos y voceríos tomaron la sala.

Pocos minutos después Aveline apareció por el palco del tercer piso, con aspecto relajado. Había recibido algunas felicitaciones por parte dequienes la conocían y una vez cumplido su deber, era libre de terminar la noche como quisiera. Cuando llegó a la altura de ambos empezó a tensarse, porque Corbin tenía un gesto algo indescifrable, pero tirando a molesto por algo. Joanna se adelantó y salvó la situación.

— ¡Señorita Faith! ha sido magnífico! me he divertido mucho con esa obra, aunque no entienda el italiano y... ¡menudas voces! me ha gustado más que la otra.— porque Aveline ya la había invitado otra vez, pero en ese momento interpretaban La Boheme de Puccini.

— Me alegro que te haya gustado, a mi también me gusta más L'elisir d'amore, la Boheme es como un conjunto de pequeñas historias algo incomprensibles, y esta es una tragicomedia completa.— la chica la cogió de la mano a modo de saludo cercano, y Aveline se inclinó a darle dos besos, porque la cortesía no estaba reñida con lo demás. Se giró hacia Corbin e hizo lo mismo, sólo que esta vez tuvo que auparse de puntillas, y eso que ella era alta.— Bien, pues... ya que se ha acabado la obra, había pensado en salir a tomar algo, si os parece bien.

La pregunta era un tanto absurda porque a fin de cuentas había pagado por su compañia y ellos en realidad no tenían voz ni voto, pero de alguna forma, esa noche no quería que fuese como siempre, para eso ya sabía cómo hacerlo: acudir al burdel y regresar a casa al terminar. Como si fueran simples amigos. Qué triste, no tener a nadie así por sus propios medios, sin que para ellos fuera trabajo. Prefirió no pensarlo. Cuando los invitó en su cabeza sonaba a mejor plan que en ese momento.

Cuando tomó asiento, escuchó a la gente quejarse por su tamaño..Pero no podía desaparecer o hacerse más pequeño, así que hizo caso omiso y fingió no escuchar nada de lo que se decía. Estaba tenso, además, de modo que su espalda permanecía recta y sus hombros cuadrados. Era la envidia de prácticamente cualquier hombre, con Joanna cogida de su brazo, pero él tampoco se quedaba atrás. Había estado notando las miradas, las sensaciones que le venían de uno y otro lado. Odiaba las aglomeraciones de gente, precisamente por eso, porque era incapaz de pasar inadvertido y cuanta más gente había, más parecía llamar la atención. Nunca lo comprendería y menos estando rodeado de gente importante, con dinero y algunos no menos bellos o impresionantes que él, pero..De algún modo, lograba que antes o después todos se volvieran a mirarle, aunque sea una sola vez.

Dio gracias a los Dioses cuando las luces se atenuaron, porque empezaba a dolerle la espalda de la tensión que estaba acumulando. ¿Qué hacía allí de todas formas? Él no pertenecía a un lugar así, si tuviera 50 francos se los gastaría en comer hasta acabar vomitando y en dormir solo por una maldita vez. Se intentó acomodar, pero el traje tampoco ayudaba demasiado a que se sintiera mejor, hasta que notándole inquieto, notó una mala mirada de Joanna que le hizo quedarse como una estatua. Observó el espectáculo. Si, el sonido era impactante, la obra..Faith..Si..No iba a negarlo pero...Él no pertenecía a ese mundo, no sabía qué tenía que apreciar o qué debería sentir pero...Si miraba a Faith fijamente, podía decir que la mujer destacaba entre los demás, tal vez por su presencia o por la forma de tocar..Se estaba dando cuenta de que el lenguaje corporal de Faith estaba desatado, tal vez por la música, algo más a flote, pero no tanto como aquella noche...Había algo que no terminaba de encajar, como si le gustase estar allí, rasgando esas cuerdas..Y por otro lado, no.

Corbin dejó de prestar atención y se puso terriblemente tenso. Miró lentamente hacia un lado, por encima del hombro, encontrándose con una mujer, entrada ya treintena y camino de los cuarenta, que no parecía prestarle atención a simple vista. La mujer iba bien vestida, cogida del brazo de un hombre mayor que tenía al lado con aire pomposo, seguramente eran de buena familia, con algún negocio próspero, pero no lo suficiente para estar en un asiento mejor. Corbin bajó la mirada, hasta encontrarse con la mano sobrecargada de joyas que apretaba su muslo. Miró de nuevo hacia delante, pero había dejado de mirar a Faith, había dejado de escuchar, luchaba por contenerse. Apretó las manos en férreos puños y esperó, casi sin aire, hasta que la obra terminó. En cuanto las luces se encendieron se puso en pie casi de un salto. Volvió a respirar cuando la cuarentona no tuvo más remedio que dejarle ir.

Salió de allí deprisa, sobrepasando a la propia Joanna que le miró sorprendida por cómo salía escopeteado. Una vez lejos de la descarada señora, intentó relajarse, aunque le era realmente difícil. Cogió aire varias veces. Justo cuando empezaba a volver en si y a recuperar la flexibilidad en las manos, Joanna apareció, seguida de cerca por Faith. Corbin pensaba que no podía estar peor, pero se equivocaba. Las mujeres empezaron a hablar de la música, dando opiniones, comparándolas con otras piezas y él...Él no entendía nada. Empezó a cabrearse, a cabrearse de verdad. Primero le dejaba en esa habitación acompañado de un fajo de billetes ahora le llevaba a ese maldito lugar. Si quería un maldito y pomposo marido que le hablara de la ópera qué demonios hacía él allí. ¿Por qué le estaba preguntando si quería ir a tomar algo? ¿Tenía opción acaso? Si le pidiera ladrar allí en medio tendría que hacerlo. Estaba bastante claro que Faith era como cualquier otro con dinero, no se paraba a pensar en nada más que sus propios deseos. Sería una puta, pero todo tenía su jodido límite. ¿Qué pretendía Faith? ¿Humillarle? Se dio la vuelta, con toda la intención de largarse.

- Corbin.-La voz le heló la sangre. Miró al hombre que tenía delante, aun sin haberse recuperado de lo anterior. Corbin prácticamente perdió el color de la piel, aunque la barba disimulaba lo suyo.- Cuánto tiempo, chico, pensé que no te volvería a ver.- Ese hombre era un doctor, bastante conocido en las familias poderosas y sus atavíos no tenían nada que envidiar a la gente que servía. El doctor sonrió al ver que Corbin se había quedado en el sitio y miró hacia las dos mujeres.- Qué despistado, estás ocupado….Ya veo…- Miró a Aveline, pero como conocía a los Blackmore no hizo ningún comentario.- En otra ocasión, ¿Tal vez?- El hombre sonrió de nuevo, era encantador, a decir verdad y de hecho, bastante bien parecido.- Aunque no se dónde puedo encontrarte, ahce tiempo que no te veo en..-Joanna le interrumpió, se cogió de su brazo y le susurró algo, claramente, le dijo el local donde podría encontrar a Corbin. El hombre sonrió, encantado, hacia Joanna con una mirada que decía que no iba a olvidar aquella información ni quién se la había dado. Si la mujer lo hizo por promocionar el local, por ayudar a Corbin o todo lo contrario, solo lo sabía ella. El hombre agarró su bastón con firmeza y se inclinó.- Con Dios, señoritas.

El galán se fue tal y como llegó, pero Corbin se había quedado plantado en el sitio. No se movió ni un solo ápice, mirando al vacío. Poco a poco, el color empezó a volver a su cuerpo, porque se había quedado rígido como una estatua y blanco como el nácar. Cuando empezó a recobrar el control sobre sí mismo, lo hizo respirando profundamente, con firmeza..Pero era incapaz de moverse.