AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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When the cold wind blows. {Priv. + 18}
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When the cold wind blows. {Priv. + 18}
Recuerdo del primer mensaje :
Esa semana hacía mal tiempo en París, más de lo habitual, y varios días le había dolido la cabeza sin razón aparente más que el tiempo. Seguramente el estrés también estuviera instalándose en su subconsciente, porque tenía a la Inquisición mordiéndole los talones, a Assur Black apareciendo y desapareciendo de su vida sin previo aviso (y eso le generaba una inquietud bastante acusada, porque no saber si un vampiro milenario iba a asaltarte en plena noche, era algo demencial.) y a Stein Ackerman pululando por la Sede con sus truquitos de mago.
En Londres tenía una vida más "normal" si se le podía llamar normal a ser una músico reputada y cazar criaturas después de los conciertos. Pero en París todo se había precipitado, allí su hermano era la máxima autiridad entre los cazadores y todo empezaba a rodar como debía ser, pero con gran esfuerzo y sacrificio.
Esa tarde hacía frio y viento, era un día desapacible y la sensación de vacío se calaba hasta los huesos. No rindió bien en el ensayo de la mañana, había discutido con Stein a mediodia por un asunto de planificación, y tampoco había dormido mucho porque se despertó en mitad de la noche al escuchar un resuello cerca de su oido (aunque luego resultó que no había nadie). Debería irse a casa y tomarse un brandy, porque ir a cazar no era buena idea, seguro que como estaba de mal humor no atinaría con nada. Pero tampoco le apetecía, Axel no estaba y la casa se le antojaba grande y vacía. Cerró la carpeta de un manotazo y abandonó el despacho de la sede, rumbo al Golden. Al menos una copa y las manos de Joanna recorriendo su espalda podrían calmarla un poco.
El cochero de detuvo delante del burdel y Lady Blackmore se caló el abrigo hasta las orejas subiendo las solapas. Alguna vez había acudido al local con su atuendo de cazadora, hecho en cuero burdeos, y aunque alguna vez la miraban raro, nadie decía nada, no cuestionaban el vestuario de sus clientes, por eso iba allí. Esa vez vestía normal, con una falda gris marengo y una blusa rosa palo con incrustaciones de pasamaneria, todo ello sobre el corsé blando. Cuando vestía de "civil" solía ir elegante pero sencilla. Dejó el abrigo en la recepción, asi como los guantes de piel forrados de pelo, e intercambió unas palabras con el dueño.
— señorita Faith, Joanna está ocupada, han pagado toda la noche, pero seguro que puedo encontrarle algo de su gusto...
— ¡Maldita sea Brody! hoy tengo un día horrible. Vale, lo entiendo, haga lo que pueda.
Realmente estaba rumiando bilis, todo parecía salirle mal ese día, pero tampoco era cuestión de montar un pollo, era un burdel y esa chica no era exclusividad suya. A veces había estado con otras o con otros, pero ya le había cogido algo de confianza a Joanna y en un día así le molestó que no estuviera.
Subió a la habitación que le indicó el dueño y se acercó a la ventana cruzándose de brazos. ¿A quién queria engañar? para esa chica solo era trabajo, y para ella debería ser sólo como una copa de brandy. ¿Qué más daba que no fuera ella? no se trataba de sólo de sexo por dinero? Para eso daba igual que fuera Joanna, Julien o perico el de los palotes. No podía enfadarse por eso, a fin de cuentas ella pagaría por el alivio, por dejar allí olvidado su estrés y sus mierdas diarias. Para esas chicas y chicos no había un trato igual, no tenían un vertedero donde ir a sofocar sus iras, al final eran el último eslabón de la cadena, y para lo que les pagarían, sólo faltaba que encima se tuvieran que preocupar por sus clientes.
Se pasó las manos por la cara y se pellizcó el puente de la nariz. "Faith, te estás volviendo una solterona gruñona." Pensó.
Esa semana hacía mal tiempo en París, más de lo habitual, y varios días le había dolido la cabeza sin razón aparente más que el tiempo. Seguramente el estrés también estuviera instalándose en su subconsciente, porque tenía a la Inquisición mordiéndole los talones, a Assur Black apareciendo y desapareciendo de su vida sin previo aviso (y eso le generaba una inquietud bastante acusada, porque no saber si un vampiro milenario iba a asaltarte en plena noche, era algo demencial.) y a Stein Ackerman pululando por la Sede con sus truquitos de mago.
En Londres tenía una vida más "normal" si se le podía llamar normal a ser una músico reputada y cazar criaturas después de los conciertos. Pero en París todo se había precipitado, allí su hermano era la máxima autiridad entre los cazadores y todo empezaba a rodar como debía ser, pero con gran esfuerzo y sacrificio.
Esa tarde hacía frio y viento, era un día desapacible y la sensación de vacío se calaba hasta los huesos. No rindió bien en el ensayo de la mañana, había discutido con Stein a mediodia por un asunto de planificación, y tampoco había dormido mucho porque se despertó en mitad de la noche al escuchar un resuello cerca de su oido (aunque luego resultó que no había nadie). Debería irse a casa y tomarse un brandy, porque ir a cazar no era buena idea, seguro que como estaba de mal humor no atinaría con nada. Pero tampoco le apetecía, Axel no estaba y la casa se le antojaba grande y vacía. Cerró la carpeta de un manotazo y abandonó el despacho de la sede, rumbo al Golden. Al menos una copa y las manos de Joanna recorriendo su espalda podrían calmarla un poco.
El cochero de detuvo delante del burdel y Lady Blackmore se caló el abrigo hasta las orejas subiendo las solapas. Alguna vez había acudido al local con su atuendo de cazadora, hecho en cuero burdeos, y aunque alguna vez la miraban raro, nadie decía nada, no cuestionaban el vestuario de sus clientes, por eso iba allí. Esa vez vestía normal, con una falda gris marengo y una blusa rosa palo con incrustaciones de pasamaneria, todo ello sobre el corsé blando. Cuando vestía de "civil" solía ir elegante pero sencilla. Dejó el abrigo en la recepción, asi como los guantes de piel forrados de pelo, e intercambió unas palabras con el dueño.
— señorita Faith, Joanna está ocupada, han pagado toda la noche, pero seguro que puedo encontrarle algo de su gusto...
— ¡Maldita sea Brody! hoy tengo un día horrible. Vale, lo entiendo, haga lo que pueda.
Realmente estaba rumiando bilis, todo parecía salirle mal ese día, pero tampoco era cuestión de montar un pollo, era un burdel y esa chica no era exclusividad suya. A veces había estado con otras o con otros, pero ya le había cogido algo de confianza a Joanna y en un día así le molestó que no estuviera.
Subió a la habitación que le indicó el dueño y se acercó a la ventana cruzándose de brazos. ¿A quién queria engañar? para esa chica solo era trabajo, y para ella debería ser sólo como una copa de brandy. ¿Qué más daba que no fuera ella? no se trataba de sólo de sexo por dinero? Para eso daba igual que fuera Joanna, Julien o perico el de los palotes. No podía enfadarse por eso, a fin de cuentas ella pagaría por el alivio, por dejar allí olvidado su estrés y sus mierdas diarias. Para esas chicas y chicos no había un trato igual, no tenían un vertedero donde ir a sofocar sus iras, al final eran el último eslabón de la cadena, y para lo que les pagarían, sólo faltaba que encima se tuvieran que preocupar por sus clientes.
Se pasó las manos por la cara y se pellizcó el puente de la nariz. "Faith, te estás volviendo una solterona gruñona." Pensó.
Última edición por Aveline Blackmore el Mar Feb 07, 2017 4:36 am, editado 1 vez
Aveline Blackmore- Cazador Clase Alta
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Re: When the cold wind blows. {Priv. + 18}
Ciertamente Corbin estaba incómodo, y no entendía muy bien por qué. La música solía ser algo que le gustaba a todo el mundo ¿no? iba a decir algo cuando aquel hombre interrumpió. Acabáramos...el doctor Francesco Simonetti. Lo conocía bien, era el médico de moda entre la alta sociedad. Por suerte ella estaba sana y cuando necesitaba una sutura o algo similar, se encargaba el hermano Aurelius, un ex-fraile adoptado en la orden. Era un hombre guapo, alto, de pelo ondulado y bien cuidado; se lo habían presentado en alguna ocasión y el tipo no perdía comba, siempre estaba seduciendo, embaucando con su sonrisa alineada y perfecta, quizás para asegurarse una enorme lista de clientes.
La Parca lo saludó con un leve movimiento de cabeza. No tenía ganas de pararse a hablar con él. Corbin se tensó aún más, como si estuviera a punto de romperse y a la cazadora se le iluminaron las luces del cerebro. Ahora entendia con claridad lo que estaba sucediendo allí. Cuando el hombre se marchó, endureció el gesto y se giró hacia Joanna, visiblemente enfadada con ella por haberle dicho al doctor dónde podía encontrarlo.
— Joanna... vuelve al Golden.
La chica puso cara de interrogación, no entendía por qué le estaba pidiendo eso, y..¿sólo la había nombrado a ella?
— señorita Faith ¿quiere que me vaya?
— ¿Cual de esas cuatro palabras no has entendido?.— el tono de la Parca no daba pie a discutir mucho más, pero Joanna se resistía a largarse, no entendía lo que estaba pasando.
— pero...—
— Sal de mi vista.— Ya hablaría con ella otro día, o no, a saber. Pero en ese instante no la quería allí, y la muchacha se largó torciendo el gesto.
Se giró hacia Corbin y sin mediar palabra le cogió una mano y tiró de él hacia el fondo del pasillo, abriendo una puerta que a él lo obligó a agachar la cabeza para no golpearse, y bajaron unas estrechas escaleras. Estaban dentro de las tripas del teatro y en unos minutos se quedaría vacío. Llegaron hasta uno de los cuartos de tramoyistas donde guardaban decorados y decenas de cajas con atrezzo para otras funciones. Allí no les molestaría nadie. Soltó su mano y deambuló un instante por la sala, pasando la mano por encima de unas boas de plumas haciendo acopio de valor para enfrentar de nuevo su mirada. Se le daban fatal las diculpas, porque era orgullosa, pero ver al grandullón así, la había alterado mucho.
— lo siento Corbin. Pensé que os apetecería salir un poco, que te gustaría la música, no pretendía que te sintieras incómodo... no caí en que pudiera molestarte tanto. Lo lamento.
Apoyó el trasero en la caja y exhaló el aire despacio. El teatro estaba ya casi vacío, podía verlo por un pequeño ventanuco de la pared. Diez minutos más y allí no quedaría ni un alma.
La Parca lo saludó con un leve movimiento de cabeza. No tenía ganas de pararse a hablar con él. Corbin se tensó aún más, como si estuviera a punto de romperse y a la cazadora se le iluminaron las luces del cerebro. Ahora entendia con claridad lo que estaba sucediendo allí. Cuando el hombre se marchó, endureció el gesto y se giró hacia Joanna, visiblemente enfadada con ella por haberle dicho al doctor dónde podía encontrarlo.
— Joanna... vuelve al Golden.
La chica puso cara de interrogación, no entendía por qué le estaba pidiendo eso, y..¿sólo la había nombrado a ella?
— señorita Faith ¿quiere que me vaya?
— ¿Cual de esas cuatro palabras no has entendido?.— el tono de la Parca no daba pie a discutir mucho más, pero Joanna se resistía a largarse, no entendía lo que estaba pasando.
— pero...—
— Sal de mi vista.— Ya hablaría con ella otro día, o no, a saber. Pero en ese instante no la quería allí, y la muchacha se largó torciendo el gesto.
Se giró hacia Corbin y sin mediar palabra le cogió una mano y tiró de él hacia el fondo del pasillo, abriendo una puerta que a él lo obligó a agachar la cabeza para no golpearse, y bajaron unas estrechas escaleras. Estaban dentro de las tripas del teatro y en unos minutos se quedaría vacío. Llegaron hasta uno de los cuartos de tramoyistas donde guardaban decorados y decenas de cajas con atrezzo para otras funciones. Allí no les molestaría nadie. Soltó su mano y deambuló un instante por la sala, pasando la mano por encima de unas boas de plumas haciendo acopio de valor para enfrentar de nuevo su mirada. Se le daban fatal las diculpas, porque era orgullosa, pero ver al grandullón así, la había alterado mucho.
— lo siento Corbin. Pensé que os apetecería salir un poco, que te gustaría la música, no pretendía que te sintieras incómodo... no caí en que pudiera molestarte tanto. Lo lamento.
Apoyó el trasero en la caja y exhaló el aire despacio. El teatro estaba ya casi vacío, podía verlo por un pequeño ventanuco de la pared. Diez minutos más y allí no quedaría ni un alma.
Aveline Blackmore- Cazador Clase Alta
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Francesco Simonetti. Faith le conocía. Seguramente Corbin le conocía mucho mejor. Aun estaba parado en el sitio, intentando desenredar el nudo en el que su aliento se había convertido. Tenía ganas de vomitar, necesitaba alejarse de allí, aire fresco, silencio, una habitación cerrada. Algún lugar oscuro y solitario donde poder descargar la frustración y el asco que le empezaba a subir por la garganta. Parecía mentira que tuviera ese potencial físico y que fuera incapaz de enfrentarse a un hombre como Simonetti, que estaba claro que en cuanto a fuerza se refería estaba muy por debajo del nivel de Corbin y, sin embargo, se había quedado completamente helado. Como aquel que ve a un fantasma y sabe lo que le espera. Intentaba no darle demasiadas vueltas al hecho de que pensaba que se había librado de él, lo único agradable de haber abandonado su lugar de siempre era precisamente deshacerse de esa escoria, que desde joven le habían provocado pesadillas, como si sufrirles en la vida real no fuera suficiente.
Ante ese tipo de circunstancias, Corbin se veía totalmente sobrepasado, incapaz de actuar, de protegerse o de reaccionar. Se convertía en la marioneta y el capricho de aquellos a quien servía hasta un punto en el que la palabra sexo perdía su significado más explícito. Normalmente, era capaz de encerrarse en alguna de sus muchas capas, oculto entre el sieso, el complaciente y el serio, pero ni en su peor pesadilla pudiera haberse imaginado encontrándose al italiano allí, fuera de su zona segura y sin tiempo para ocultar lo que verdaderamente sentía. Lo peor de todo era que ahora, Simonetti sabía dónde estaba. Que iría al Golden en busca de su compañía. Estaba..Más que seguro de que iría. Empezó a entrar el pánico, pero casi sin pausa se convirtió en rabia, en impotencia, en desesperanza..Tendría que asimilarlo, tenía que asumir que Simonetti formaría parte de su vida otra vez, y rápido. Todo por culpa de Faith. Por traerle a ese maldito teatro.
Había estado escuchando a las mujeres desde un segundo plano y había notado cómo la Parca se imponía. Joanna había sido tonta resistiéndose, porque el tono de voz de la cazadora no había dado opción. Corbine estaba empezando a recuperar el aliento, a respirar con normalidad, a hacerse a la idea de que su vida hoy se había hecho un poco más miserable que ayer, pero..¿Cuál era la gran diferencia de todas formas? Se puso tenso en cuanto sintió el tacto de Faith y de hecho, la ira le invadió durante unos segundos y a punto estuvo de apartar la mano con todo el asco del mundo. Odiaba que le tocasen, más ahora estando tan vulnerable. Si hubiera querido, Ave no le hubiera movido de allí, pero se dejó llevar porque de todas maneras quería alejarse de aquel lugar cuanto antes. Se sorprendió de que no le despachara como a Joanna, pero supuso que Ave tenía sus propios planes para él..Se temió lo peor cuando tuvo que agacharse para esquivar una puerta demasiado baja y enfrentarse a unas escaleras descendentes. Dejar a la gente atrás, el ruido, las miradas..Simonetti..Fue todo un alivio, pero si Ave pretendía que le diera lo suyo allí abajo después de cómo estaba él en su interior, lo mismo aunque quisiera no podría.
Corbin se quedó en silencio, viendo cómo la mujer se movía de un lado a otro, inquieta, mientras él se había quedado en el mismo sitio donde le había dejado. La gente nerviosa siempre le parecía graciosa, aunque no lo demostrase. Tenía la idea de mandarle a la mierda. En serio. Era lo que iba a hacer, decirle que se fuera con Joanna, con Stein o con quien le saliera de las narices, pero que le dejase en paz de una maldita vez. Su vida no hacía más que decaer desde que la conoció. Pero todo ello murió en su cabeza, al escuchar la disculpa de la rubia. Se quedó sin palabras...Sin menos aun.
Miró a Faith mientras se sentaba en la caja y él.. Por un momento, no sabía hacer otra cosa que no fuera...Eso...Mirarla. ¿Se había disculpado..?..¿Con él?-...No importa..-¿Que no importaba? ¿Por qué había dicho eso? Claro que importaba. Le había arrastrado hasta allí, de la forma más egoísta posible, sin pensar en nadie más que en ella. Por su culpa Joanna tenía una idea equivocada. Por su culpa tendría que aguantar al doctor Simonetti. Y resultaba que..¿Lo primero que se le ocurría contestar era que no importaba? Qué coj…-No te entiendo Faith. No me entiendo cuando estás tú.-La rabia bullía en su voz.- No se qué quieres. No se qué hacer. ¿Qué es lo que pretendías trayéndome aquí?- Porque estaba más que claro que Joanna estaba en su salsa allí, presumiendo de su vestido recién estrenado, de sus joyas baratas y de sus enormes y hermosos ojos, pero..¿Él qué mierda pintaba en un teatro?- ¿No se te ha ocurrido que no quiero estar en un sitio como este? Que lo que menos me apetece es encontrarme con mis clientes fuera del puto burdel. Que yo no entiendo nada de música , que me siento...Gilipollas y un ignorante. Lo soy, pero no hace falta que me lo tires en la cara. ¿Qué querías, que me diera cuenta de lo hermosa e importante que eres?-¿Ahora por qué no era capaz de cerrar el pico? Se estaba envenenando.- ¿De lo poderosa que te sientes porque eres capaz de pagarme un jodido asiento que yo no? - Suspiró, exasperado...Había visto que le trataba como a una puta cualquiera..¿Entonces por qué? ¿Por qué venía ahora a disculparse?- Haré lo que tú quieras y vendré a los sitios que tú desees. Te llamaré como me ordenes y te lameré los pies si eso es lo que buscas, pero no actúes como si te importase una jodida mierda, porque sólo has pensado en ti misma desde el principio.- ..Desde que le dejó los billetes encima de la mesita. No quería que una puta descubriera a la oculta Faith, pero ella le trataba justo como lo que le dolía que fuera..O sea que cualquiera valía para Faith, menos él, por algo que ni siquiera había elegido.
Lo peor era que había olvidado todo aquello, que lo había dejado atrás como ya le había hecho en el pasado. Por un momento había pensado que Faith no quería solo placer, que estaba buscando algo más profundo y..Seguramente lo buscase, pero no con él. Lo había aceptado. Era más que aceptable y lo había digerido, pero..Ahora le venía con disculpas..-.......Me vas a volver loco.- Y lo dijo con toda sinceridad, porque nadie podía estar más confuso que él en ese mismo instante, con la respiración acelerada y mirándole con el ceño fruncido. ¿Tan difícil era tratarle como a una puta y ya está? Era consciente de que no tenía que haberle contestado así pero...Los billetes, el teatro, la inquina de Joanna, Simonetti..Y ahora la disculpa. Había explotado.
Empezó a echarse a atrás, consciente de que de nuevo estaba siendo más Corbin de lo que debería. Intentó relajarse, respirando con ganas, inflamando su pecho, apretando y liberando sus puños. Tenía que volver al ennegrecido caparazón de Corbin del Golden antes de que se le fuera más de las manos.
Ante ese tipo de circunstancias, Corbin se veía totalmente sobrepasado, incapaz de actuar, de protegerse o de reaccionar. Se convertía en la marioneta y el capricho de aquellos a quien servía hasta un punto en el que la palabra sexo perdía su significado más explícito. Normalmente, era capaz de encerrarse en alguna de sus muchas capas, oculto entre el sieso, el complaciente y el serio, pero ni en su peor pesadilla pudiera haberse imaginado encontrándose al italiano allí, fuera de su zona segura y sin tiempo para ocultar lo que verdaderamente sentía. Lo peor de todo era que ahora, Simonetti sabía dónde estaba. Que iría al Golden en busca de su compañía. Estaba..Más que seguro de que iría. Empezó a entrar el pánico, pero casi sin pausa se convirtió en rabia, en impotencia, en desesperanza..Tendría que asimilarlo, tenía que asumir que Simonetti formaría parte de su vida otra vez, y rápido. Todo por culpa de Faith. Por traerle a ese maldito teatro.
Había estado escuchando a las mujeres desde un segundo plano y había notado cómo la Parca se imponía. Joanna había sido tonta resistiéndose, porque el tono de voz de la cazadora no había dado opción. Corbine estaba empezando a recuperar el aliento, a respirar con normalidad, a hacerse a la idea de que su vida hoy se había hecho un poco más miserable que ayer, pero..¿Cuál era la gran diferencia de todas formas? Se puso tenso en cuanto sintió el tacto de Faith y de hecho, la ira le invadió durante unos segundos y a punto estuvo de apartar la mano con todo el asco del mundo. Odiaba que le tocasen, más ahora estando tan vulnerable. Si hubiera querido, Ave no le hubiera movido de allí, pero se dejó llevar porque de todas maneras quería alejarse de aquel lugar cuanto antes. Se sorprendió de que no le despachara como a Joanna, pero supuso que Ave tenía sus propios planes para él..Se temió lo peor cuando tuvo que agacharse para esquivar una puerta demasiado baja y enfrentarse a unas escaleras descendentes. Dejar a la gente atrás, el ruido, las miradas..Simonetti..Fue todo un alivio, pero si Ave pretendía que le diera lo suyo allí abajo después de cómo estaba él en su interior, lo mismo aunque quisiera no podría.
Corbin se quedó en silencio, viendo cómo la mujer se movía de un lado a otro, inquieta, mientras él se había quedado en el mismo sitio donde le había dejado. La gente nerviosa siempre le parecía graciosa, aunque no lo demostrase. Tenía la idea de mandarle a la mierda. En serio. Era lo que iba a hacer, decirle que se fuera con Joanna, con Stein o con quien le saliera de las narices, pero que le dejase en paz de una maldita vez. Su vida no hacía más que decaer desde que la conoció. Pero todo ello murió en su cabeza, al escuchar la disculpa de la rubia. Se quedó sin palabras...Sin menos aun.
Miró a Faith mientras se sentaba en la caja y él.. Por un momento, no sabía hacer otra cosa que no fuera...Eso...Mirarla. ¿Se había disculpado..?..¿Con él?-...No importa..-¿Que no importaba? ¿Por qué había dicho eso? Claro que importaba. Le había arrastrado hasta allí, de la forma más egoísta posible, sin pensar en nadie más que en ella. Por su culpa Joanna tenía una idea equivocada. Por su culpa tendría que aguantar al doctor Simonetti. Y resultaba que..¿Lo primero que se le ocurría contestar era que no importaba? Qué coj…-No te entiendo Faith. No me entiendo cuando estás tú.-La rabia bullía en su voz.- No se qué quieres. No se qué hacer. ¿Qué es lo que pretendías trayéndome aquí?- Porque estaba más que claro que Joanna estaba en su salsa allí, presumiendo de su vestido recién estrenado, de sus joyas baratas y de sus enormes y hermosos ojos, pero..¿Él qué mierda pintaba en un teatro?- ¿No se te ha ocurrido que no quiero estar en un sitio como este? Que lo que menos me apetece es encontrarme con mis clientes fuera del puto burdel. Que yo no entiendo nada de música , que me siento...Gilipollas y un ignorante. Lo soy, pero no hace falta que me lo tires en la cara. ¿Qué querías, que me diera cuenta de lo hermosa e importante que eres?-¿Ahora por qué no era capaz de cerrar el pico? Se estaba envenenando.- ¿De lo poderosa que te sientes porque eres capaz de pagarme un jodido asiento que yo no? - Suspiró, exasperado...Había visto que le trataba como a una puta cualquiera..¿Entonces por qué? ¿Por qué venía ahora a disculparse?- Haré lo que tú quieras y vendré a los sitios que tú desees. Te llamaré como me ordenes y te lameré los pies si eso es lo que buscas, pero no actúes como si te importase una jodida mierda, porque sólo has pensado en ti misma desde el principio.- ..Desde que le dejó los billetes encima de la mesita. No quería que una puta descubriera a la oculta Faith, pero ella le trataba justo como lo que le dolía que fuera..O sea que cualquiera valía para Faith, menos él, por algo que ni siquiera había elegido.
Lo peor era que había olvidado todo aquello, que lo había dejado atrás como ya le había hecho en el pasado. Por un momento había pensado que Faith no quería solo placer, que estaba buscando algo más profundo y..Seguramente lo buscase, pero no con él. Lo había aceptado. Era más que aceptable y lo había digerido, pero..Ahora le venía con disculpas..-.......Me vas a volver loco.- Y lo dijo con toda sinceridad, porque nadie podía estar más confuso que él en ese mismo instante, con la respiración acelerada y mirándole con el ceño fruncido. ¿Tan difícil era tratarle como a una puta y ya está? Era consciente de que no tenía que haberle contestado así pero...Los billetes, el teatro, la inquina de Joanna, Simonetti..Y ahora la disculpa. Había explotado.
Empezó a echarse a atrás, consciente de que de nuevo estaba siendo más Corbin de lo que debería. Intentó relajarse, respirando con ganas, inflamando su pecho, apretando y liberando sus puños. Tenía que volver al ennegrecido caparazón de Corbin del Golden antes de que se le fuera más de las manos.
Corbin Lockwood- Humano Clase Baja
- Mensajes : 135
Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: When the cold wind blows. {Priv. + 18}
Escuchó las palabras de Corbin escupidas y destiladas con una rabia calmada que helaba el corazón. Había amargura, honda y negra como alquitrán, oculta. Y ella había conseguido removerla e incendiarla y sacarla a la luz. "Bien por ti, Faith. No podías haberlo hecho peor."
¿Egoismo? quizás. Pero a veces pensaba que estaba justificado por su entrega a una causa de bien mayor. ¿Podía acusarla de ser agoista y pensar en ella misma cuando se jugaba el pellejo de forma anónima, cada noche, para que los demás durmiesen tranquilos? ¿Podía exigirle él algo más que el vano intento de conectar con otros humanos a sabiendas de su incompetencia emocional? Decía que no se entendía cuando estaba con ella... genial, bienvenido al club.
No pretendía pavonearse, en nigún momento había querido restregarle por la cara su fortuna, tan sólo regalarles una velada distinta... habia sido una ingenua. Estaba claro que habitaban mundos diferentes y que al final del cuento Corbin no había llegado a entender quien era Faith. No es que ella lo supiera del todo, pero lo que sí sabía es que la verdadera Faith no era mezquina y no buscaba hacer daño a los demás. No tendría sentido dañar a los que luego protegía con su propia vida. Lo que Corbin entendía como "sentirse poderosa e importante" para ella no era más que otra parte de la máscara que portaba. En su fuero interno, sabía que el reconocimiento por lo verdaderamente importante no llegaría nunca, tan sólo su hermano y los demás cazadores podían entender esa carga anónima.
Fuera como fuese, le había hecho daño y eso ya no tenía remedio. Lo que fuera que Corbin vio un dia en ella, lo que alcanzó a rozar, se había esfumado en ese momento. Guardó silencio, con la vista fija en una de las cajas donde asomaba un sol hecho de cartón, medio tapado por una tela azul marino. No había lugar para Faith en el mundo. Se había resistido a creerlo, pero de nuevo la realidad la traía de vuelta a esa certeza. A los muertos había que dejarlos tranquilos, Faith debía quedarse enterrada y olvidarla. Ya era suficiente con ser Lady Blackmore y La Parca.
Se levantó despacio y caminó hacia la puerta donde se detuvo inspirando hondamente. Acababa de decir adiós a su verdadero yo, y después de eso ya nada debería perturbarla, el tiempo de La Parca resurgía de nuevo. Se giró un instante y sus ojos, más azules que verdes en ese momento, le regalaron quizás la última mirada.
— No volveré a molestarte.
La determinación era férrea, y en ese momento se sentía más vacía que nunca, pero al final ese vacío podía llenarlo con odio hacia las criaturas nocturnas, como hacía Xaryne.
Abrió la puerta despacio y lo que no esperaba era encontrarse de bruces con un tipo fortachón y con gorra, iba vestido como los tramoyistas. Abrió la boca para decir algo, pero fue una milésima de segundo lo que tardó en darse cuenta del pálido sobrenatural de su piel, de las venas azuladas marcadas bajo el cuello, del brillo extraño de los ojos cuando la miró. El cainita tampoco necesitó más para entender que aquella mujer sabía lo que era.
Apenas fue un segundo, reculó hacia atrás y el vampiro sacó el cuchillo del cinto con una velocidad increíble. Bloqueó el ataque la primera vez, pero la había pillado a contrapie y con vestido largo. Lo siguiente fue un sonoro estruendo cuando se le echó encima y rodaron por el suelo de tablas, provocando que una de las escenografías, grande como una pared, volcase contra las cajas y contra el grandullón. Tan sólo se escuchaban unos gruñidos y el sonido de los pies y las manos impactandose el uno en el otro. Aveline forcejeaba con el hombre que había perdido la gorra y mostraba unos colmillos enormes que brillaban en la penumbra. La Parca podría haber sido sorprendida, pero una vez se le disparaba la adrenalina, ya no existía nada más que la lucha, el baile para el que se había preparado desde pequeña, el vals de la muerte eficaz, rápido y sin florituras. Consiguió darse la vuelta en el suelo y agarrarlo por el pelo estampando su cabeza contra las tablas de madera, una, otra y otra vez. Lo agarró con ambas manos girandole la cara en un ángulo perfecto para que al bajar fueran los colmillos los que se partiesen contra el suelo, y así lo hizo. El vampiro soltó un alarido y fue lo último que pudo decir porque Aveline levantó su falda, sacó una estaca y la hundió en el corazón de aquel ser despreciable, salpicándose entera con su sangre. La sanguijuela se deshizo en cenizas bajo sus piernas y la cazadora se quedó mirando los restos humeantes con la estaca en la mano, respirando, consciente en su propio mundo de que la sangre le latía en otro lugar. El cuchillo. Lo tenía clavado en el abdomen, ligeramente hacia la izquierda del ombligo. El dolor irradió una oleada de calor hacia arriba, un mareo que la sacudió haciendo que se echase hacia atrás, pegando la espalda contra una caja. Soltó la estaca, que rodó por la madera manchada de sangre y ceniza y con mano temblorosa tocó la empuñadura del arma que sobresalía por su vestido, inmaculado al principio de la noche, y ahora teñido de rojo y gris. Jadeó ligeramente y miróa Corbin susurrandole.
— consigue un coche... a la plaza de Tertre.
¿Egoismo? quizás. Pero a veces pensaba que estaba justificado por su entrega a una causa de bien mayor. ¿Podía acusarla de ser agoista y pensar en ella misma cuando se jugaba el pellejo de forma anónima, cada noche, para que los demás durmiesen tranquilos? ¿Podía exigirle él algo más que el vano intento de conectar con otros humanos a sabiendas de su incompetencia emocional? Decía que no se entendía cuando estaba con ella... genial, bienvenido al club.
No pretendía pavonearse, en nigún momento había querido restregarle por la cara su fortuna, tan sólo regalarles una velada distinta... habia sido una ingenua. Estaba claro que habitaban mundos diferentes y que al final del cuento Corbin no había llegado a entender quien era Faith. No es que ella lo supiera del todo, pero lo que sí sabía es que la verdadera Faith no era mezquina y no buscaba hacer daño a los demás. No tendría sentido dañar a los que luego protegía con su propia vida. Lo que Corbin entendía como "sentirse poderosa e importante" para ella no era más que otra parte de la máscara que portaba. En su fuero interno, sabía que el reconocimiento por lo verdaderamente importante no llegaría nunca, tan sólo su hermano y los demás cazadores podían entender esa carga anónima.
Fuera como fuese, le había hecho daño y eso ya no tenía remedio. Lo que fuera que Corbin vio un dia en ella, lo que alcanzó a rozar, se había esfumado en ese momento. Guardó silencio, con la vista fija en una de las cajas donde asomaba un sol hecho de cartón, medio tapado por una tela azul marino. No había lugar para Faith en el mundo. Se había resistido a creerlo, pero de nuevo la realidad la traía de vuelta a esa certeza. A los muertos había que dejarlos tranquilos, Faith debía quedarse enterrada y olvidarla. Ya era suficiente con ser Lady Blackmore y La Parca.
Se levantó despacio y caminó hacia la puerta donde se detuvo inspirando hondamente. Acababa de decir adiós a su verdadero yo, y después de eso ya nada debería perturbarla, el tiempo de La Parca resurgía de nuevo. Se giró un instante y sus ojos, más azules que verdes en ese momento, le regalaron quizás la última mirada.
— No volveré a molestarte.
La determinación era férrea, y en ese momento se sentía más vacía que nunca, pero al final ese vacío podía llenarlo con odio hacia las criaturas nocturnas, como hacía Xaryne.
Abrió la puerta despacio y lo que no esperaba era encontrarse de bruces con un tipo fortachón y con gorra, iba vestido como los tramoyistas. Abrió la boca para decir algo, pero fue una milésima de segundo lo que tardó en darse cuenta del pálido sobrenatural de su piel, de las venas azuladas marcadas bajo el cuello, del brillo extraño de los ojos cuando la miró. El cainita tampoco necesitó más para entender que aquella mujer sabía lo que era.
Apenas fue un segundo, reculó hacia atrás y el vampiro sacó el cuchillo del cinto con una velocidad increíble. Bloqueó el ataque la primera vez, pero la había pillado a contrapie y con vestido largo. Lo siguiente fue un sonoro estruendo cuando se le echó encima y rodaron por el suelo de tablas, provocando que una de las escenografías, grande como una pared, volcase contra las cajas y contra el grandullón. Tan sólo se escuchaban unos gruñidos y el sonido de los pies y las manos impactandose el uno en el otro. Aveline forcejeaba con el hombre que había perdido la gorra y mostraba unos colmillos enormes que brillaban en la penumbra. La Parca podría haber sido sorprendida, pero una vez se le disparaba la adrenalina, ya no existía nada más que la lucha, el baile para el que se había preparado desde pequeña, el vals de la muerte eficaz, rápido y sin florituras. Consiguió darse la vuelta en el suelo y agarrarlo por el pelo estampando su cabeza contra las tablas de madera, una, otra y otra vez. Lo agarró con ambas manos girandole la cara en un ángulo perfecto para que al bajar fueran los colmillos los que se partiesen contra el suelo, y así lo hizo. El vampiro soltó un alarido y fue lo último que pudo decir porque Aveline levantó su falda, sacó una estaca y la hundió en el corazón de aquel ser despreciable, salpicándose entera con su sangre. La sanguijuela se deshizo en cenizas bajo sus piernas y la cazadora se quedó mirando los restos humeantes con la estaca en la mano, respirando, consciente en su propio mundo de que la sangre le latía en otro lugar. El cuchillo. Lo tenía clavado en el abdomen, ligeramente hacia la izquierda del ombligo. El dolor irradió una oleada de calor hacia arriba, un mareo que la sacudió haciendo que se echase hacia atrás, pegando la espalda contra una caja. Soltó la estaca, que rodó por la madera manchada de sangre y ceniza y con mano temblorosa tocó la empuñadura del arma que sobresalía por su vestido, inmaculado al principio de la noche, y ahora teñido de rojo y gris. Jadeó ligeramente y miróa Corbin susurrandole.
— consigue un coche... a la plaza de Tertre.
Aveline Blackmore- Cazador Clase Alta
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Re: When the cold wind blows. {Priv. + 18}
Corbin esperaba una justificación por parte de Faith, una explicación, cualquier cosa que le aclarase qué estaba pasando allí, porque estaba más que perdido en aquella verborrea que le había entrado, pero lo que menos se hubiera imaginado era que la mujer se escondiera...Casi podría decir que había visto perfectamente cómo Faith desaparecía detrás de La Parca, como si una fuera el velo de la otra y no pudo sentirse más sorprendido, ni menos decepcionado. Le vio colocarse aquella máscara de frialdad, los ojos azules y fríos como el hielo le taladraron el alma y ni siquiera entendía por qué, pero le helaban la sangre, tanto como lo había hecho Simonetti con un par de palabras. Esto dolía mucho más. Le cabreaba muchísimo más. Apretó los puños, decidido a callarse, a encerrar a Corbin en las capas más profundas. Si a Faith no le importaba él, a él tampoco le importaría ella. Apretó los labios cuando finalmente la mujer se despidió, porque aquel era un adiós en toda regla. ¿Qué le pasaba con esa mujer que era incapaz de contener la lengua? Separó los labios, a punto de decirle que nunca había pensado que fuera tan cobarde, iba a gritarle que no huyera otra vez, de hecho, no iba a permitírselo. Dio un paso hacia ella.- ¡Fai..!
El reproche se ahogó a mitad de camino en su garganta. Vio al extraño hombre entrar y todo ocurrió demasiado deprisa. Apenas estaba intentando descubrir lo que hacía allí, cuando ambos se estaban ya revolcando por el suelo. Al principio, no reaccionó, porque no alcanzaba a comprender qué estaba pasando allí, pero..¿Qué más daba? La rubia estaba en problemas, en uno serio, además. Era consciente de que siendo ella lo que era no necesitaría ayuda y menos de alguien tan inútil como él en cuanto a habilidades de combate se refería pero...Era grande, podía coger al tipo y alejarlo de ella..Darle algo de tiempo o..Daba igual, algo se le ocurriría. Se acercó deprisa, o eso intentó porque de pronto el escenario entero se le vino encima. Cuando la sombra del decorado se cernió sobre él levantó la cabeza y le dio el tiempo justo para alzar los brazos en un instintivo intento de protegerse del golpe. El ruido fue seco y contundente, tanto para el escenario como para Corbin, que acabaron en el suelo, con el segundo enterrado entre los restos del primero.
Cualquiera hubiera perdido la conciencia, pero Corbin..Por algún motivo, no. Tal vez por simple potencia física, o por haber aguantado más de un golpe desde que era crío..O de forma innata. La cuestión era que el grandullón se empezó a alzar, gruñendo, moviendo los restos del decorado que no pesaban precisamente poco..Pero, pensando en Faith, sola, peleándose con a saber qué y en peligro, hizo de catalizador para apartarse las cosas de encima. Estaba mareado y le dolían tantas partes del cuerpo que no podría decir cuáles, pero se puso en pie, terminando de apartar restos de astillas hasta acercarse a la mujer. Se quedó atónito al ver cómo el cuerpo del vampiro se evaporaba...Y cómo la sangre manchaba el hermoso vestido de la mujer. Levantó la vista del cuchillo clavado en sus entrañas hacia sus ojos, lívido, inmóvil. Por un momento no apreció capaz de moverse, pero tras unos cuantos segundos de indecisión, los que había tardado en procesar la situación, se marchó. A grandes zancadas. Cogió la puerta por donde había entrado el vampiro y desapareció. No fueron ni diez segundos los que tardó en abrirse nuevamente esa puerta. Faith se vio envuelta por una tela rojiza, otro de los decorados; seguramente, uno que hacía de cortina. Se inclinó y no lo pensó dos veces antes de coger a la mujer cuidadosamente, pasando uno de los brazos por detrás de su espalda y el otro bajo las rodillas. Alzó a pulso a la mujer, sin darle tiempo a discutir, empezó a caminar, a grandes zancadas, pero sin correr, con miedo de que pudiera lastimarla y empeorar la difícil situación.
El corazón de Corbin latía desbocado y pese a todo, su rostro era el de siempre, el mismo que cuando caminaba por el burdel, ni un solo sentimiento asomaba, como una escultura sin vida y sin movimiento. Subió con rapidez, se agachó para poder pasar por la puerta y se echó a la calle. Apenas había carruajes, puesto que la mayoría de los asistentes a la obra ya habían partido, pero encontró a uno rezagado, un coche con apenas un caballo.- A la plaza de Tertre. Ya.- Su tono de voz era firme, autoritario, aunque no había alzado la voz. El hombre, que estaba fumando en el pescante, se puso en movimiento en seguida.- Te pagaré en proporción al tiempo que tardes.- Dijo, sin más antes de meter lentamente a Faith en el carro, manipulando su cuerpo como si fuera del cristal más fino, se aseguró de colocarla tumbada contra el lado donde no tenía el cuchillo y acto seguido, se metió dentro, totalmente encogido. El carro tomó velocidad enseguida. Corbin se inclinó, porque apenas cabía en el pequeño transporte estando solo, así que con Faith ocupando el asiento entero era directamente imposible. Se quedó de cuclillas, sosteniendo el cuerpo de la mujer para evitar los botes en la medida de lo posible. Estaba blanco, incapaz de articular palabra, solo le miraba a los ojos. Apoyó una mano en su mejilla, retirando su cabello rubio. - Faith..Faith. No cierres los ojos. No te atrevas a cerrarlos.
El reproche se ahogó a mitad de camino en su garganta. Vio al extraño hombre entrar y todo ocurrió demasiado deprisa. Apenas estaba intentando descubrir lo que hacía allí, cuando ambos se estaban ya revolcando por el suelo. Al principio, no reaccionó, porque no alcanzaba a comprender qué estaba pasando allí, pero..¿Qué más daba? La rubia estaba en problemas, en uno serio, además. Era consciente de que siendo ella lo que era no necesitaría ayuda y menos de alguien tan inútil como él en cuanto a habilidades de combate se refería pero...Era grande, podía coger al tipo y alejarlo de ella..Darle algo de tiempo o..Daba igual, algo se le ocurriría. Se acercó deprisa, o eso intentó porque de pronto el escenario entero se le vino encima. Cuando la sombra del decorado se cernió sobre él levantó la cabeza y le dio el tiempo justo para alzar los brazos en un instintivo intento de protegerse del golpe. El ruido fue seco y contundente, tanto para el escenario como para Corbin, que acabaron en el suelo, con el segundo enterrado entre los restos del primero.
Cualquiera hubiera perdido la conciencia, pero Corbin..Por algún motivo, no. Tal vez por simple potencia física, o por haber aguantado más de un golpe desde que era crío..O de forma innata. La cuestión era que el grandullón se empezó a alzar, gruñendo, moviendo los restos del decorado que no pesaban precisamente poco..Pero, pensando en Faith, sola, peleándose con a saber qué y en peligro, hizo de catalizador para apartarse las cosas de encima. Estaba mareado y le dolían tantas partes del cuerpo que no podría decir cuáles, pero se puso en pie, terminando de apartar restos de astillas hasta acercarse a la mujer. Se quedó atónito al ver cómo el cuerpo del vampiro se evaporaba...Y cómo la sangre manchaba el hermoso vestido de la mujer. Levantó la vista del cuchillo clavado en sus entrañas hacia sus ojos, lívido, inmóvil. Por un momento no apreció capaz de moverse, pero tras unos cuantos segundos de indecisión, los que había tardado en procesar la situación, se marchó. A grandes zancadas. Cogió la puerta por donde había entrado el vampiro y desapareció. No fueron ni diez segundos los que tardó en abrirse nuevamente esa puerta. Faith se vio envuelta por una tela rojiza, otro de los decorados; seguramente, uno que hacía de cortina. Se inclinó y no lo pensó dos veces antes de coger a la mujer cuidadosamente, pasando uno de los brazos por detrás de su espalda y el otro bajo las rodillas. Alzó a pulso a la mujer, sin darle tiempo a discutir, empezó a caminar, a grandes zancadas, pero sin correr, con miedo de que pudiera lastimarla y empeorar la difícil situación.
El corazón de Corbin latía desbocado y pese a todo, su rostro era el de siempre, el mismo que cuando caminaba por el burdel, ni un solo sentimiento asomaba, como una escultura sin vida y sin movimiento. Subió con rapidez, se agachó para poder pasar por la puerta y se echó a la calle. Apenas había carruajes, puesto que la mayoría de los asistentes a la obra ya habían partido, pero encontró a uno rezagado, un coche con apenas un caballo.- A la plaza de Tertre. Ya.- Su tono de voz era firme, autoritario, aunque no había alzado la voz. El hombre, que estaba fumando en el pescante, se puso en movimiento en seguida.- Te pagaré en proporción al tiempo que tardes.- Dijo, sin más antes de meter lentamente a Faith en el carro, manipulando su cuerpo como si fuera del cristal más fino, se aseguró de colocarla tumbada contra el lado donde no tenía el cuchillo y acto seguido, se metió dentro, totalmente encogido. El carro tomó velocidad enseguida. Corbin se inclinó, porque apenas cabía en el pequeño transporte estando solo, así que con Faith ocupando el asiento entero era directamente imposible. Se quedó de cuclillas, sosteniendo el cuerpo de la mujer para evitar los botes en la medida de lo posible. Estaba blanco, incapaz de articular palabra, solo le miraba a los ojos. Apoyó una mano en su mejilla, retirando su cabello rubio. - Faith..Faith. No cierres los ojos. No te atrevas a cerrarlos.
Corbin Lockwood- Humano Clase Baja
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Re: When the cold wind blows. {Priv. + 18}
No le había tocado el hígado, eso lo sabía porque aún estaba viva, y de haberlo hecho en menos de diez minutos estaría muerta. Quizás muriese desangrada, pero tardaría más. Quizás muriese de la infección o de alguna víscera rota... quien sabe. Pero no iba a morir de inmediato, podía sentirlo, así que se quedó quieta y lúcida, aguantando el dolor de llevar la hoja incrustada en el cuerpo. Era preferible no sacarla hasta que estuviera tumbada sobre una mesa de operaciones. Dejó que Corbin la moviera, sin apartar la mano de la empuñadura para que no se moviera y no la desgarrase más por dentro.
Cuando la depositó sobre el banco del coche de caballos tomó aire despacio aguantando el dolor con una mueca, mirando al techo. Estaba asustado, le estaba diciendo que no se durmiera, por temor a que se desvaneciera y no abriera más los ojos. ¿Le diría lo mismo si fuera Joanna? Entreabrió los labios, estaba lúcida.
— … sí me importaba, sólo estaba actuando. No quería hacerte sentir mal… la intención era justo la contraria…— el carromato dio un brinco y una sacudida y apretó los ojos al notar la hoja en sus tripas soltando un quejido.
Miró a Corbin y leyó en sus ojos el miedo a la muerte, ese miedo que solían tener todos y ella se jactaba de no saber lo que era porque era la mismísima Parca. Había estado cerca de morir cuando Assur la mordió, y cuando la envenenaron los de la Inquisición, y varias veces más cazando, pero en ninguna de esas ocasiones había un par de ojos azules gritándole que no se marchase aún. No quería morir. Quería averiguar qué más eran capaces de gritar esos ojos.
Mantuvo una mano sobre la empuñadura, agarrándola, era el tapón que la separaba de la muerte, tragó saliva y deslizó la otra mano buscando la de Corbin. La tenía llena de sangre, y le había dado la impresión de que antes al cogerla él había dado un respingo, no le gustaba que lo tocasen. Pero no estaba la cosa para tener muchas consideraciones. Mientras hablara no se dormiría.
— me gustan las flores blancas… y el rumor de las hojas de los sauces cuando caen sobre el rio. No me sale nunca el Re5 y tengo que cantarlo de falsete… por eso evito a Verdi siempre que puedo…— tomó aire, no había cura para confesarse, así que aunque fuera tarde, sentía la necesidad de ser sincera.— Una vez compré un vestido rosa del que me enamoré nada más verlo, pero jamás me lo he puesto porque a Lady Blackmore no le gusta el rosa…— esbozó una sonrisa amarga.— siempre le digo a la cocinera que no me gusta su pudding de castañas, pero la verdad es que me aguanto para no comermelo todo y caber en el corsé…
Giró la cabeza y lo miró, había llegado el momento de confesar lo que se había callado y quizás ya no tendría oportunidad de decir si no aprovechaba ese momento.
— aquel día pensaba que sólo quería un polvo… pero lo que en verdad quería era cariño, necesitaba que alguien no me mirase como me miraste antes, juzgandome. No quiero necesitar… odio sentirme vulnerable… y entendí que tuvieras que cerrarte para sobrevivir a tu vida… porque ambos estamos presos entre nuestro orgullo y el abismo de la soledad.— Estaban llegando a la plaza de Tertre.— ahora ya da igual…
Se detuvieron en la Sede de los cazadores y cuando Corbin la sacó del coche y entró con ella en el edificio, de inmediato empezó el revuelo y en menos que canta un gallo la llevaron al dispensario donde el hermano Aurelius hacía su magia curativa con las terribles heridas que traían los cazadores. La colocaron sobre una camilla y mandaron al hombretón fuera. Lo único que pudo decir antes de que cerrasen la puerta fue:
— Corbin… eres un buen hombre.
Cuando la depositó sobre el banco del coche de caballos tomó aire despacio aguantando el dolor con una mueca, mirando al techo. Estaba asustado, le estaba diciendo que no se durmiera, por temor a que se desvaneciera y no abriera más los ojos. ¿Le diría lo mismo si fuera Joanna? Entreabrió los labios, estaba lúcida.
— … sí me importaba, sólo estaba actuando. No quería hacerte sentir mal… la intención era justo la contraria…— el carromato dio un brinco y una sacudida y apretó los ojos al notar la hoja en sus tripas soltando un quejido.
Miró a Corbin y leyó en sus ojos el miedo a la muerte, ese miedo que solían tener todos y ella se jactaba de no saber lo que era porque era la mismísima Parca. Había estado cerca de morir cuando Assur la mordió, y cuando la envenenaron los de la Inquisición, y varias veces más cazando, pero en ninguna de esas ocasiones había un par de ojos azules gritándole que no se marchase aún. No quería morir. Quería averiguar qué más eran capaces de gritar esos ojos.
Mantuvo una mano sobre la empuñadura, agarrándola, era el tapón que la separaba de la muerte, tragó saliva y deslizó la otra mano buscando la de Corbin. La tenía llena de sangre, y le había dado la impresión de que antes al cogerla él había dado un respingo, no le gustaba que lo tocasen. Pero no estaba la cosa para tener muchas consideraciones. Mientras hablara no se dormiría.
— me gustan las flores blancas… y el rumor de las hojas de los sauces cuando caen sobre el rio. No me sale nunca el Re5 y tengo que cantarlo de falsete… por eso evito a Verdi siempre que puedo…— tomó aire, no había cura para confesarse, así que aunque fuera tarde, sentía la necesidad de ser sincera.— Una vez compré un vestido rosa del que me enamoré nada más verlo, pero jamás me lo he puesto porque a Lady Blackmore no le gusta el rosa…— esbozó una sonrisa amarga.— siempre le digo a la cocinera que no me gusta su pudding de castañas, pero la verdad es que me aguanto para no comermelo todo y caber en el corsé…
Giró la cabeza y lo miró, había llegado el momento de confesar lo que se había callado y quizás ya no tendría oportunidad de decir si no aprovechaba ese momento.
— aquel día pensaba que sólo quería un polvo… pero lo que en verdad quería era cariño, necesitaba que alguien no me mirase como me miraste antes, juzgandome. No quiero necesitar… odio sentirme vulnerable… y entendí que tuvieras que cerrarte para sobrevivir a tu vida… porque ambos estamos presos entre nuestro orgullo y el abismo de la soledad.— Estaban llegando a la plaza de Tertre.— ahora ya da igual…
Se detuvieron en la Sede de los cazadores y cuando Corbin la sacó del coche y entró con ella en el edificio, de inmediato empezó el revuelo y en menos que canta un gallo la llevaron al dispensario donde el hermano Aurelius hacía su magia curativa con las terribles heridas que traían los cazadores. La colocaron sobre una camilla y mandaron al hombretón fuera. Lo único que pudo decir antes de que cerrasen la puerta fue:
— Corbin… eres un buen hombre.
Aveline Blackmore- Cazador Clase Alta
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Re: When the cold wind blows. {Priv. + 18}
Observaba tan atentamente a Faith que apenas pestañeaba, así que captó a la perfección la mueca de dolor que hizo con el primer movimiento busco del carro. No hizo nada, porque Aveline empezó a confesarse. Corbin apretó la mandíbula, sintiéndose el peor ser del planeta, el más desconsiderado pero..Él no había tenido forma de predecir lo que iba a ocurrir en aquella sala del teatro...Si lo hubiera sabido, jamás le habría dicho aquello. Corbin, al momento, cerró el puño y golpeó la pared de madera del transporte, con tanta energía como para tumbarlo, en una mezcla de rabia y vergüenza que tenía que descargar en alguna parte, lástima que no se le hubiera ocurrido usar esa misma potencia para ayudar a Faith cuando le había hecho verdadera falta.- ¡Eh! ¡Cuidado, hijo de…!-Bufó, por no seguir con los insultos, que en realidad el cochero no se merecía...A él le sentaban mejor. Un bastardo cabrón que no había sabido mantener la boca cerrada. ¿Había llamado egoísta a Aveline? Él también lo era..
Cerró los ojos con firmeza, dolido- Basta...Faith..No digas más..No hables más..Soy un idiota. Yo…-Le iba a explicar por qué se había sentido incómodo, que había estado...Apretó la mandíbula...Celoso. Le costaba admitirlo hasta en su propia mente. ¿Celoso? Por qué. Ni siquiera tenía sentido, pero al ver cómo ellas dos encajaban en ese ambiente a la perfección, cómo Joanna era capaz de fundirse, de conectar con Faith..Y él no...Él quería esa parte de Aveline Blackmore pero..Que ella solo buscase su compañía como si fuera un perro le terminó de desajustar el buen criterio. No le dio tiempo a decirle todo aquello, porque notó la mano de la dama inglesa, cuyo contacto no desestimó. Es más, le rodeó la mano con la suya, apretándosela con firmeza, pero con una delicadeza indigna de su tamaño y la mirada cargada de ansiedad. ¿Qué iba a hacer si ahora...Se le iba..?
Escuchó con atención, no tuvo corazón para decirle que dejase de hablar, porque daba la impresión de que ella lo necesitaba desesperadamente. Lo que llegaba a sus oídos le estaba dejando estupefacto..No daba igual lo que le estaba contando..No iba a dar igual, porque después de loq ue le había dicho..¿Cómo iba a dejarla marchar? Tenía un nudo que le llegaba desde el estómago hasta la mismísima garganta. Era incapaz de articular palabra, pero le miraba con una mezcla de congoja y asombro que hacían brillar sus ojos azules, llenos de confusión. Lo que acababa de decir era lo mismo que él vio aquella noche y se asustó..Se asustó de verdad, porque Faith..Faith le recordaba a él mismo. Estaba reuniendo agallas para poder hablar, para contestarle..Para decirle que había sido un miserable, que no debió juzgarla, pero que..No le entendía, que sacaba cosas de él a la luz que había mantenido tanto tiempo a oscuras que la propia claridad le dolía, pero el coche se detuvo.
Corbin cogió aire y apartó las manos de Faith, bajó primero del coche y luego la bajó a ella cargándosela contra el pecho, presionándola como si quisiera fundirla con su cuerpo. Apenas estaba respirando, pero cada latido de corazón era un martillazo en las costillas. Escuchó cómo el cochero se quejaba por el impago, pero lo ignoró rotundamente. Llevó a Faith al interior de la sede y en cuanto le vieron se la quitaron de encima. Él estaba confuso todavía y se le puso la piel de gallina, la sangre helada en las venas...¿Qué significaba la última parte..?¿Era una despedida?- Faith..-Vio cómo unos hombres se la llevaban e intentó seguirles, algunos más le detuvieron, le dijeron algo pero Corbin no los escuchó. Se resistió.- ¡Faith!..-Por muy grande que fuera, los cazadores de la sede le impidieron seguir a la mujer.- ¡Faith, quiero ver el vestido rosa. ¡¡Tienes que enseñarme el vestido, Faith!!
No hubo forma de sacar al grandullón de allí. Le echaron de la sede, como era obvio..Ni era cazador ni respondían ante él. Estaba en las escaleras de la entrada, sentado y llevaba tantas horas como para que la noche hubiera pasado y una amenazante luminosidad empezar a aclarar el cielo encapotado de París. Corbin había permanecido allí, en la misma postura, con la cabeza enterrada entre las manos manchadas de sangre. De la sangre de Faith.
Suponía que al Golden no iba a poder volver, teniendo en cuenta que no había vuelto para esas horas y que era, en definitiva, una puta que había huido de allí. Le daba igual, pensaba quedarse allí, pensaba entrar a la fuerza si tuviera que hacerlo, pero alguien tendría que decirle qué había pasado con Aveline Blackmore.
Cerró los ojos con firmeza, dolido- Basta...Faith..No digas más..No hables más..Soy un idiota. Yo…-Le iba a explicar por qué se había sentido incómodo, que había estado...Apretó la mandíbula...Celoso. Le costaba admitirlo hasta en su propia mente. ¿Celoso? Por qué. Ni siquiera tenía sentido, pero al ver cómo ellas dos encajaban en ese ambiente a la perfección, cómo Joanna era capaz de fundirse, de conectar con Faith..Y él no...Él quería esa parte de Aveline Blackmore pero..Que ella solo buscase su compañía como si fuera un perro le terminó de desajustar el buen criterio. No le dio tiempo a decirle todo aquello, porque notó la mano de la dama inglesa, cuyo contacto no desestimó. Es más, le rodeó la mano con la suya, apretándosela con firmeza, pero con una delicadeza indigna de su tamaño y la mirada cargada de ansiedad. ¿Qué iba a hacer si ahora...Se le iba..?
Escuchó con atención, no tuvo corazón para decirle que dejase de hablar, porque daba la impresión de que ella lo necesitaba desesperadamente. Lo que llegaba a sus oídos le estaba dejando estupefacto..No daba igual lo que le estaba contando..No iba a dar igual, porque después de loq ue le había dicho..¿Cómo iba a dejarla marchar? Tenía un nudo que le llegaba desde el estómago hasta la mismísima garganta. Era incapaz de articular palabra, pero le miraba con una mezcla de congoja y asombro que hacían brillar sus ojos azules, llenos de confusión. Lo que acababa de decir era lo mismo que él vio aquella noche y se asustó..Se asustó de verdad, porque Faith..Faith le recordaba a él mismo. Estaba reuniendo agallas para poder hablar, para contestarle..Para decirle que había sido un miserable, que no debió juzgarla, pero que..No le entendía, que sacaba cosas de él a la luz que había mantenido tanto tiempo a oscuras que la propia claridad le dolía, pero el coche se detuvo.
Corbin cogió aire y apartó las manos de Faith, bajó primero del coche y luego la bajó a ella cargándosela contra el pecho, presionándola como si quisiera fundirla con su cuerpo. Apenas estaba respirando, pero cada latido de corazón era un martillazo en las costillas. Escuchó cómo el cochero se quejaba por el impago, pero lo ignoró rotundamente. Llevó a Faith al interior de la sede y en cuanto le vieron se la quitaron de encima. Él estaba confuso todavía y se le puso la piel de gallina, la sangre helada en las venas...¿Qué significaba la última parte..?¿Era una despedida?- Faith..-Vio cómo unos hombres se la llevaban e intentó seguirles, algunos más le detuvieron, le dijeron algo pero Corbin no los escuchó. Se resistió.- ¡Faith!..-Por muy grande que fuera, los cazadores de la sede le impidieron seguir a la mujer.- ¡Faith, quiero ver el vestido rosa. ¡¡Tienes que enseñarme el vestido, Faith!!
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No hubo forma de sacar al grandullón de allí. Le echaron de la sede, como era obvio..Ni era cazador ni respondían ante él. Estaba en las escaleras de la entrada, sentado y llevaba tantas horas como para que la noche hubiera pasado y una amenazante luminosidad empezar a aclarar el cielo encapotado de París. Corbin había permanecido allí, en la misma postura, con la cabeza enterrada entre las manos manchadas de sangre. De la sangre de Faith.
Suponía que al Golden no iba a poder volver, teniendo en cuenta que no había vuelto para esas horas y que era, en definitiva, una puta que había huido de allí. Le daba igual, pensaba quedarse allí, pensaba entrar a la fuerza si tuviera que hacerlo, pero alguien tendría que decirle qué había pasado con Aveline Blackmore.
Corbin Lockwood- Humano Clase Baja
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Re: When the cold wind blows. {Priv. + 18}
Las horas se fueron deslizando una tras otra y al otro lado del muro de las gruesas paredes de la Sede, la actividad empezó a bajar. La llegada de La Parca en tales circunstancias había convertido el edificio en un hervidero.
Rayaba el alba cuando se abrió la puerta y un hombre alto y bien vestido, aunque con el chaleco algo enmarranado de sangre, se sentó al lado de Corbin mirando hacia el sol que despuntaba por el este de la plaza de Tertre. Tras un breve silencio, la voz varonil y equilibrada de Axel lo rompió.
— el puñal ha cortado un ovario y le ha atravesado un trozo de intestino. El daño está hecho pero lo han podido solucionar más o menos. Hay que esperar a que la magia wiccana haga su efecto sanador, de lo contrario... se la comerá la infección.
Indudablemente eran hermanos, se parecían en los gestos, en el acento, en la forma de hablar y moverse, aunque cada cual tuviera su propio estilo. Axel estaba visiblemente cansado y preocupado, pero eso no le restaba ni un ápice de su porte regio.
— gracias por traerla. Si quiere quedarse a esperar puede entrar, ya me ha dicho que usted sabe lo que es esto. Sólo permítame que le recuerde que sea discreto, por el bien de todos.
Axel se levantó y le dio dos palmaditas en el hombro a modo de agradecimiento, encaminándose hacia la puerta.
Rayaba el alba cuando se abrió la puerta y un hombre alto y bien vestido, aunque con el chaleco algo enmarranado de sangre, se sentó al lado de Corbin mirando hacia el sol que despuntaba por el este de la plaza de Tertre. Tras un breve silencio, la voz varonil y equilibrada de Axel lo rompió.
— el puñal ha cortado un ovario y le ha atravesado un trozo de intestino. El daño está hecho pero lo han podido solucionar más o menos. Hay que esperar a que la magia wiccana haga su efecto sanador, de lo contrario... se la comerá la infección.
Indudablemente eran hermanos, se parecían en los gestos, en el acento, en la forma de hablar y moverse, aunque cada cual tuviera su propio estilo. Axel estaba visiblemente cansado y preocupado, pero eso no le restaba ni un ápice de su porte regio.
— gracias por traerla. Si quiere quedarse a esperar puede entrar, ya me ha dicho que usted sabe lo que es esto. Sólo permítame que le recuerde que sea discreto, por el bien de todos.
Axel se levantó y le dio dos palmaditas en el hombro a modo de agradecimiento, encaminándose hacia la puerta.
Última edición por Axel Blackmore el Dom Feb 26, 2017 4:46 pm, editado 1 vez
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
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Re: When the cold wind blows. {Priv. + 18}
Ya no sabía ni en qué momento de la mañana estaba. Se sentía agotado, pesado, pero al congoja y el miedo seguían atenazando su pecho como en el primer instante en el que vio el cuchillo desapareciendo en el cuerpo de Faith. El remordimiento no le permitía echar una cabezada y la fría mañana de París le había calado hasta los huesos y estaba congelado. Pero nada de eso tenía la más mínima importancia si se tenía en cuenta que no sabía nada de Faith desde que le vio desaparecer tras aquellas puertas. Sabía que él no tenía nada que hacer allí dentro pero…¿Y si se moría? ¿Cómo iba a vivir con las últimas palabras de Faith para el resto de su vida?
Al escuchar una desconocida voz de hombre levantó la cabeza. No había estado llorando, era lo suficientemente duro como para llevar el dolor por dentro, pero había calado tan profundo que el impávido rostro se había deformado en un hombre pálido, joven y totalmente acojonado. Se puso recto y miró a Axel sin saber quién era, por instinto, ocultó las manos lo mejor que pudo, porque seguían igual de llenas de sangre, solo que estaban resecas. No necesitó mucho tiempo para comprender que ese hombre tenía que ser un pariente cercano de Faith. Al menos le alegró saber que ella tenía familia y que se preocupaban por ella, lo podía notar en el tono de voz. Le sorprendió que le hablara con tanta cordialidad y que le invitase a pasar...Lo normal era que le estuviera echando a patadas de la vida de su adorada..¿Hermana? Si..Se parecían mucho.
Las palmaditas en el hombro terminaron de despertarle, porque estaba sumido en una especie de limbo entre la inconsciencia y la desesperación...¿Por qué se sentía tan mal? Apenas conocía a Faith..Pero se sentía tan culpable...¿Tendría el valor de mirarla a la cara? ¿Tendría el valor de ir a verla después de lo que había provocado?...¿Y si le rechazaba? Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, miró entonces el cielo...¿Qué iba a perder de todos modos..El orgullo? Con Faith ya no le quedaba..Esa maldita mujer de cabellos claros se lo había quedado. Tragó saliva y se puso en pie, lentamente. Sus articulaciones se quejaron, porque habían estado así durante horas en una posición incómoda y en un lugar rígido. Caminó hacia el hombre, justo cuando este alcanzaba la puerta.-...Debería..Limpiarme.- Suponía que a nadie le iba a sorprender que un hombre entrase manchado de sangre, pero él mismo necesitaba limpiarse la cara y despejar su mente, antes de poder enfrentarse a Faith.
Al escuchar una desconocida voz de hombre levantó la cabeza. No había estado llorando, era lo suficientemente duro como para llevar el dolor por dentro, pero había calado tan profundo que el impávido rostro se había deformado en un hombre pálido, joven y totalmente acojonado. Se puso recto y miró a Axel sin saber quién era, por instinto, ocultó las manos lo mejor que pudo, porque seguían igual de llenas de sangre, solo que estaban resecas. No necesitó mucho tiempo para comprender que ese hombre tenía que ser un pariente cercano de Faith. Al menos le alegró saber que ella tenía familia y que se preocupaban por ella, lo podía notar en el tono de voz. Le sorprendió que le hablara con tanta cordialidad y que le invitase a pasar...Lo normal era que le estuviera echando a patadas de la vida de su adorada..¿Hermana? Si..Se parecían mucho.
Las palmaditas en el hombro terminaron de despertarle, porque estaba sumido en una especie de limbo entre la inconsciencia y la desesperación...¿Por qué se sentía tan mal? Apenas conocía a Faith..Pero se sentía tan culpable...¿Tendría el valor de mirarla a la cara? ¿Tendría el valor de ir a verla después de lo que había provocado?...¿Y si le rechazaba? Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, miró entonces el cielo...¿Qué iba a perder de todos modos..El orgullo? Con Faith ya no le quedaba..Esa maldita mujer de cabellos claros se lo había quedado. Tragó saliva y se puso en pie, lentamente. Sus articulaciones se quejaron, porque habían estado así durante horas en una posición incómoda y en un lugar rígido. Caminó hacia el hombre, justo cuando este alcanzaba la puerta.-...Debería..Limpiarme.- Suponía que a nadie le iba a sorprender que un hombre entrase manchado de sangre, pero él mismo necesitaba limpiarse la cara y despejar su mente, antes de poder enfrentarse a Faith.
Corbin Lockwood- Humano Clase Baja
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Re: When the cold wind blows. {Priv. + 18}
En la Sede tenían un pequeño hospital de camapaña, no era infrecuente que los cazadores salieran malheridos. El hermano Aurelius estaba al cargo, era un ex-fraile con la carrera completa de medicina y cirugía, que además procedía de una familia de brujos wiccanos. Contar con su ayuda era una bendicion, porque los medicamentos inventandos hasta la fecha no combatían las infecciones, aun quedaba un siglo para que se descubriese la penicilina, asi que la magia sanadora era su mejor arma para combatir las heridas de gravedad.
Faith estaba jodida, en el mejor de los casos, cuando se recuperase, si no sucumbía a una peritonitis, tendría la mitad de opciones de ser madre algun dia, habían tenido que extirpar el ovario dañado para evitar que se desangrara. Lo cierto es que llegados a ese punto, le daba un poco igual, no se veía el día de mañana casada y madre. De hecho no se veía el día de mañana.
Estaba bastante adormilada por las pociones del hermano Aurelius y necesitaba descansar, pero pidió ver a Corbin, por eso Axel lo hizo pasar. Nadie de los allí presentes cuestionaba las órdenes del capitán asi que simplemente lo siguieron con la vista cuando atravesó los pasillos y volvieron a sus quehaceres. Los novatos regresaron a la Arena a practicar artes combativas.
— Ya he enviado recado al Golden, puedes quedarte tanto tiempo como quieras.— Faith era su hermana y no se había separado de ella en toda la noche, pero tenía asuntos urgentes que atender y sólo estaría separado del hospital por unos metros, al otro lado del pasillo.
La Parca se encontraba en una sala blanca, con la tenue luz de una ventana amortiguada por cortinas también claras. La cama estaba limpia y en el cabecero, sobre la pared, estaban pintandos unos símbolos paganos, obra del hermano Aurelius, junto con unos ramilletes de hierbas que ardían en un pequeño pebetero, llenando la estancia de olor a lavanda y salvia.
Tenía los ojos cerrados pero estaba despierta, solo un poco aturdida y dolorida. Entreabrió los párpados y vio su silueta.
Faith estaba jodida, en el mejor de los casos, cuando se recuperase, si no sucumbía a una peritonitis, tendría la mitad de opciones de ser madre algun dia, habían tenido que extirpar el ovario dañado para evitar que se desangrara. Lo cierto es que llegados a ese punto, le daba un poco igual, no se veía el día de mañana casada y madre. De hecho no se veía el día de mañana.
Estaba bastante adormilada por las pociones del hermano Aurelius y necesitaba descansar, pero pidió ver a Corbin, por eso Axel lo hizo pasar. Nadie de los allí presentes cuestionaba las órdenes del capitán asi que simplemente lo siguieron con la vista cuando atravesó los pasillos y volvieron a sus quehaceres. Los novatos regresaron a la Arena a practicar artes combativas.
— Ya he enviado recado al Golden, puedes quedarte tanto tiempo como quieras.— Faith era su hermana y no se había separado de ella en toda la noche, pero tenía asuntos urgentes que atender y sólo estaría separado del hospital por unos metros, al otro lado del pasillo.
La Parca se encontraba en una sala blanca, con la tenue luz de una ventana amortiguada por cortinas también claras. La cama estaba limpia y en el cabecero, sobre la pared, estaban pintandos unos símbolos paganos, obra del hermano Aurelius, junto con unos ramilletes de hierbas que ardían en un pequeño pebetero, llenando la estancia de olor a lavanda y salvia.
Tenía los ojos cerrados pero estaba despierta, solo un poco aturdida y dolorida. Entreabrió los párpados y vio su silueta.
Aveline Blackmore- Cazador Clase Alta
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Re: When the cold wind blows. {Priv. + 18}
El grandullón aun estaba en una especie de shock mientras caminaba por la sede, se dejó guiar, porque no sabía muy bien qué estaba haciendo ni por qué estaba allí. Debería haberse largado, dejar allí a Faith y volver al Golden para no buscar problemas a la cazadora. ¿Dónde se iba a quedar su reputación en compañía de una puta? Pero aun pensando en todo aquello, no se había dado la vuelta, estaba limpiándose las manos en una palangana de agua, no se había dado cuenta de lo ensangrentadas que las tenía, la sangre de Aveline...Apretó la mandíbula y empezó a frotar con energía, incluso las partes que ya estaban limpias, obsesionado con la idea de limpiarse, de apartar los restos de sangre como si fueran sus propios temores. Se inclinó hacia delante y se lavó la cara, intentando despejar la palidez y al congoja de cualquier forma posible. Después de lo ocurrido y las horas a la intemperie, Corbin no podría decirse que estuviera en su mejor momento, pero no estaba allí en calidad de compañía pagada..Estaba..Estaba como Corbin.
Se echó el cabello hacia atrás y cogió aire. Aun no se atrevía a ver a Faith, pero era incapaz de marcharse y dejarla atrás. Las capas que llevaba siempre encima en el burdel se habían resquebrajado y tras las confesiones de la cazadora..Se habían deshecho y no sabía cómo recoger los pedazos. No podía volver atrás. Se sentía culpable. Se dio la vuelta y se enfrentó finalmente al lugar donde sabía que yacía Faith. Se frotó la cara y cogió aire, porque seguramente lo que menos necesitaba aquella mujer era un inútil como él que le mirase con lástima. Se estiró, moviendo los hombros y los músculos, como si fuera a entrar en una pelea y finalmente, caminó al interior de la estancia haciendo el menor ruido posible, aunque con su exagerado cuerpo le era mucho más que difícil. Observó a la mujer postrada, el olor a hierbas no apartaba el olor a sangre y a muerte, como si una sombra estuviera cernida sobre la rubia, acechando, esperando a poder avalanzarse sobre ella. El nudo en el estómago volvió y le atenazó con tanta fuerza que sentía arder los ojos. ¿Qué le ocurría? ¿Por qué ver a Faith allí tirada, a las puertas de la muerte, le afectaba tanto?
No se atrevió a adentrarse más en la habitación del hospital, tras cerrar la puerta con mucho cuidado pensando que estaba dormida. Mejor así, no quería ni imaginarse la cara que tendría en esos momentos, con todo él a flor de piel, expuesto y vulnerable, acojonado y culpable. Se sentía como un crío al que le habían privado de su madre, cosa curiosa porque él no había tenido nunca un sentimiento así, estaba totalmente perdido, desligado e impotente. Se acercó con lentitud, rodeando lentamente la cama...Era una ventaja que ella estuviera dormida, así podría sentirse menos idiota, no quería hablar con Faith y si ella no recordaba que hubiera estado allí..Tanto mejor. Se colocó al otro lado del lecho y miró el cuerpo de la mujer que había estado a punto de morirse en sus narices. Cerró los ojos con fuerza y se inclinó. No sabía ni qué estaba haciendo, pero poco a poco se tumbó a su lado, sin hacer movimientos bruscos, sin mover apenas la cama salvo en el momento que dejó allí todo su peso. Seguramente no era la mejor idea, pero no podía más, necesitaba estar cerca, sentirla respirando. Corbin envolvió con suavidad a Faith, pasó un brazo por encima de ella y se pegó a su piel con la más absoluta delicadeza. Por un momento, dejó la gigantesca mano sobre su vientre, donde había estado aquel maldito puñal que estaba amenazando con llevársela.
No sabía si Faith quería ser madre, pero podía entender lo doloroso que era para una mujer que le quitasen esa posibilidad. Corbin lo había visto más de una vez, en aquellas que no podían concebir y que juraban y perjuraban que daba igual, porque de todas formas no los querían..Tenía más que claro que ser cazadora y madre, era prácticamente incompatible pero..la puerta a la maternidad se había quedado entrecerrada y a pesar de que Aveline Blackmore o La Parca no quisieran niños..¿Qué ocurría con Faith? El grandullón no había abierto los ojos aun y apretó con firmeza los párpados intentando alejar todo aquel malestar que se le acumulaba. Apartó la mano con suavidad de la zona sensible y rodeó el torso de la mujer con su brazo, dejándola completamente envuelta con su inmenso cuerpo. Dejó caer la cabeza contra su hombro, apoyándose en ella, porque ya no sabía si estaba haciendo esto para reconfortar a La Parca o para reconfortarse a sí mismo.-...Lo siento..Tanto...Faith.-Susurró, con la voz temblorosa, cargada del más absoluto dolor, como si hubiera sido él quien le había reducido tan drásticamente las posibilidades de ser madre y sobrevivir, pero..Mientras que ella pudiera ver la luz del día una vez más, le daba completamente igual. Él estaba dispuesto a convertirse en lo que ella necesitase, su compañero de cama, su amigo, su perro faldero o en la sustitución de su hijo si hiciera falta.- Te odio tanto, mujer.- Esta ves su voz estaba cargada de rabia, su frente se presionó contra su hombro, como si no pudiera estar lo suficientemente cerca de ella.- No soy un buen hombre. Soy egoísta...No importa las veces que te despidas de mi, no voy a dejarte. Es tu culpa..Porque ya no puedo irme.-Sentía las lágrimas arder. Dioses. ¿Alguna vez había llorado? No. No desde que tenía doce años.- Ya no se cómo...- No estaba hablando con ella, más bien necesitaba dejar salir algo de su malestar si no quería ahogarse en sus propios pensamientos, no sabía ni que ella estaba escuchándolo todo..Pero o se lo decía a las fuerzas paganas que estaban allí presentes o se iba a volver loco de dolor.
Se echó el cabello hacia atrás y cogió aire. Aun no se atrevía a ver a Faith, pero era incapaz de marcharse y dejarla atrás. Las capas que llevaba siempre encima en el burdel se habían resquebrajado y tras las confesiones de la cazadora..Se habían deshecho y no sabía cómo recoger los pedazos. No podía volver atrás. Se sentía culpable. Se dio la vuelta y se enfrentó finalmente al lugar donde sabía que yacía Faith. Se frotó la cara y cogió aire, porque seguramente lo que menos necesitaba aquella mujer era un inútil como él que le mirase con lástima. Se estiró, moviendo los hombros y los músculos, como si fuera a entrar en una pelea y finalmente, caminó al interior de la estancia haciendo el menor ruido posible, aunque con su exagerado cuerpo le era mucho más que difícil. Observó a la mujer postrada, el olor a hierbas no apartaba el olor a sangre y a muerte, como si una sombra estuviera cernida sobre la rubia, acechando, esperando a poder avalanzarse sobre ella. El nudo en el estómago volvió y le atenazó con tanta fuerza que sentía arder los ojos. ¿Qué le ocurría? ¿Por qué ver a Faith allí tirada, a las puertas de la muerte, le afectaba tanto?
No se atrevió a adentrarse más en la habitación del hospital, tras cerrar la puerta con mucho cuidado pensando que estaba dormida. Mejor así, no quería ni imaginarse la cara que tendría en esos momentos, con todo él a flor de piel, expuesto y vulnerable, acojonado y culpable. Se sentía como un crío al que le habían privado de su madre, cosa curiosa porque él no había tenido nunca un sentimiento así, estaba totalmente perdido, desligado e impotente. Se acercó con lentitud, rodeando lentamente la cama...Era una ventaja que ella estuviera dormida, así podría sentirse menos idiota, no quería hablar con Faith y si ella no recordaba que hubiera estado allí..Tanto mejor. Se colocó al otro lado del lecho y miró el cuerpo de la mujer que había estado a punto de morirse en sus narices. Cerró los ojos con fuerza y se inclinó. No sabía ni qué estaba haciendo, pero poco a poco se tumbó a su lado, sin hacer movimientos bruscos, sin mover apenas la cama salvo en el momento que dejó allí todo su peso. Seguramente no era la mejor idea, pero no podía más, necesitaba estar cerca, sentirla respirando. Corbin envolvió con suavidad a Faith, pasó un brazo por encima de ella y se pegó a su piel con la más absoluta delicadeza. Por un momento, dejó la gigantesca mano sobre su vientre, donde había estado aquel maldito puñal que estaba amenazando con llevársela.
No sabía si Faith quería ser madre, pero podía entender lo doloroso que era para una mujer que le quitasen esa posibilidad. Corbin lo había visto más de una vez, en aquellas que no podían concebir y que juraban y perjuraban que daba igual, porque de todas formas no los querían..Tenía más que claro que ser cazadora y madre, era prácticamente incompatible pero..la puerta a la maternidad se había quedado entrecerrada y a pesar de que Aveline Blackmore o La Parca no quisieran niños..¿Qué ocurría con Faith? El grandullón no había abierto los ojos aun y apretó con firmeza los párpados intentando alejar todo aquel malestar que se le acumulaba. Apartó la mano con suavidad de la zona sensible y rodeó el torso de la mujer con su brazo, dejándola completamente envuelta con su inmenso cuerpo. Dejó caer la cabeza contra su hombro, apoyándose en ella, porque ya no sabía si estaba haciendo esto para reconfortar a La Parca o para reconfortarse a sí mismo.-...Lo siento..Tanto...Faith.-Susurró, con la voz temblorosa, cargada del más absoluto dolor, como si hubiera sido él quien le había reducido tan drásticamente las posibilidades de ser madre y sobrevivir, pero..Mientras que ella pudiera ver la luz del día una vez más, le daba completamente igual. Él estaba dispuesto a convertirse en lo que ella necesitase, su compañero de cama, su amigo, su perro faldero o en la sustitución de su hijo si hiciera falta.- Te odio tanto, mujer.- Esta ves su voz estaba cargada de rabia, su frente se presionó contra su hombro, como si no pudiera estar lo suficientemente cerca de ella.- No soy un buen hombre. Soy egoísta...No importa las veces que te despidas de mi, no voy a dejarte. Es tu culpa..Porque ya no puedo irme.-Sentía las lágrimas arder. Dioses. ¿Alguna vez había llorado? No. No desde que tenía doce años.- Ya no se cómo...- No estaba hablando con ella, más bien necesitaba dejar salir algo de su malestar si no quería ahogarse en sus propios pensamientos, no sabía ni que ella estaba escuchándolo todo..Pero o se lo decía a las fuerzas paganas que estaban allí presentes o se iba a volver loco de dolor.
Corbin Lockwood- Humano Clase Baja
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Re: When the cold wind blows. {Priv. + 18}
- In my veins:
Le pesaban los párpados y tenía la mente embotada, quería soltarle algun sarcasmo, pero fue incapaz, no le daba el cerebro para procesar tantas cosas estando a medio gas como estaba. Lo sintió recostarse a su lado y colocar su enorme mano, que siempre había sido gentil, sobre su vientre, casi como si a él le afectara más lo que ella acababa de perder.
Lo sintió cerca, dándole calor, reconfortando su dolor, apoyandola en ese momento oscuro y doloroso. ¡No era su culpa! nunca lo había sido, y también ella se sentía miserable y egoista por no haber captado la profundidad del verdadero Corbin, ofendiéndolo con su actitud, con sus acciones. Pero ya no tenía caso discutir, no tenía fuerzas, él necesitaba soltarlo y que ella no lo escuchase, aunque en el fondo deseara que sí lo hiciera.
La rodeó con sus brazos apoyándola contra si mismo y colocando la cabeza contra su hombro, confensando lo Aveline empezaba a intuir: si ella estaba oculta tras una coraza, en el caso de Corbin estaba bajo capas de lava solidificada imposibles de romper...hasta que llegó ella y sin proponérselo también había despertado al verdadero Corbin. Vaya dos. La odiaba por haberlo sacado de su refugio, tanto como ella a él... o quizás no, quizás en el caso de Corbin aún fuera más doloroso porque no contaba con una familia, un trabajo del que sentirse orgulloso... contaba con muchas menos posibilidades y también le había sido arrebatada la infancia. Si había alguien en el mundo a quien quisiera proteger en ese momento, era a él. Estaba abriendo el corazón descarnado, porque pensaba que no lo oía, porque hasta en eso era discreto y no quería molestar. Se le hizo una nudo en la garganta, o quizás fuera la morfina, pero no podía permanecer impasible ante eso.
Movió la mano libre y la elevó posándola en su pelo, deslizandola despacio, con poca precisión y el pulso algo tembloroso, una y otra vez. Seguía con los ojos cerrados, le molestaba la luz, pero a pesar de eso consiguió arrastrar unas pocas palabras a que salieran de su garganta en un susurro.
— no puedo morirme... soy la Parca... aún tengo que llevarme a muchos cabrones... no te vayas... por favor... no te vayas...despertaré... lo prometo— ladeó la cabeza acomodandola mejor contra él y exhalando el aire, bajando la mano porque estaba muy cansada y no podía luchar contra los opiáceos y la debilidad.
Axel escuchaba al otro lado, con la espalda pegada a la pared, la puerta estaba cerrada pero el cristal era delgado y escuchó perfectamente la conversación. Se pellizcó el puente de la nariz y sonrió para si mismo, fue una sonrisa contenida, aún no había nada que celebrar, Faith estaba grave, pero si salía (y estaba convencido de que lo haría, o eso quería creer) ya no estaba sola. Siempre contaría con él, eran hermanos. Pero él no era capaz de llenar todo ese vacío y se torturaba al pensar que en parte era su culpa, que en parte era por él por lo que Aveline era La Parca, y Lady Blackmore, era por él por quien sacrificaba tanto. Despegó la espalda de la pared y miró al hermano Aurelius y a su ayudante.
— no los molestéis, entrad cuando sea necesario, pero no lo saquéis del cuarto. Informadme cada hora de su estado.
Última edición por Aveline Blackmore el Vie Mar 03, 2017 4:41 am, editado 2 veces
Aveline Blackmore- Cazador Clase Alta
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Re: When the cold wind blows. {Priv. + 18}
Corbin no estaba preparado para enfrentarse a Ave. Suponía que nada de esto tenía relevancia, que necesitaba asegurarse de que seguía viva y de que todo fluía favorablemente para ella antes de volver al Golden y encerrarse en su miserable vida. Porque si había algo que pudiera tener claro era que no había forma de mezclarse con la vida de Aveline, ni con La Parca...Ni siquiera con Faith. ¿Qué clase de vida le podría dar él? ¿Una entre las cuatro paredes de un burdel? No. Esa mujer se merecía más, mucho más y lo sabía, pero por esta vez..Solo por esta vez, necesitaba aferrarse a algo real en su vida.
No se esperaba aquel toque, por un momento se quedó rígido y tenso, pero estaba totalmente en carne viva..por mucho que quisiera retraerse y ocultarse en su gran caparazón no iba a ser lo suficientemente rápido. Tenía mucho que asimilar, mucho que pensar, mucho que escoger. Cerró los ojos con firmeza y liberó el vientre de Ave para apoyar la palma de su mano sobre la suya y así poder sostenerla contra su piel porque..Necesitaba su contacto, egoístamente lo necesitaba como el respirar. Sintió alivio al escucharle hablar y no pudo evitar sonreír..porque ya estaba ahí la imbécil de La Parca alardeando. Qué mujer. Al borde de la muerte..¿No era capaz de tomarse las cosas en serio ni en esa situación? Apretó los labios, hasta convertirlos en una insípida línea y se estremeció con su voz apagada, cargada de algo que todavía no conseguía definir pero que atravesó lo poco que quedaba de él.
Corbin guió su mano cuando sintió que se quedaba sin fuerzas y la recostó suavemente contra el colchón al lado de su pecho, guareciéndola en su gigantesca mano. No se había movido del sitio y tampoco se atrevería a hacerlo, no estaba haciendo ningún movimiento extraño, ni siquiera un sonido, pero hacía rato que no le cabían más lágrimas en el rostro. Cogió aire, intentando controlar su voz, no hacer nada que pudiera delatarle.- No voy a moverme de aquí..Voy a esperarte Faith…-Susurró, girando suavemente el rostro hasta rozar con sus labios su hombro.-..Justo aquí…Descansa..Vida mía...-Su voz se fue apagando.
Los días pasaban, Aveline no mejoraba pero tampoco estaba peor. Se mantenía en el filo de la navaja, ni hacia delante ni hacia detrás y aquel estado hacía que Corbin estuviera desesperado. No conocía a nadie que pudiera potenciar la magia wiccana pero si sabía de alguien que importaba a Ave..Conocía a alguien a quien le importaba ella. No era él. Siempre les había visto discutiendo, pero tras aquella fachada él intuía un sentimiento mucho más profundo que ninguno de los dos se atrevía a admitir. Corbin era un idiota, pero no un egoísta. Había pasado muchas horas despierto, sin moverse de aquella habitación salvo para lo justo y le había dado tiempo para pensar de más. Y la conclusión siempre era la misma: Él no había podido hacer nada por Faith. No podría acompañarla a la ópera. No podría pasear por las calles tomándola del brazo. No podría ayudarle en la caza..Aquel capullo egoísta sí. En su mente se había formado la idea de que..Faith podría llegar a sentir algo más profundo pero..¿Qué ocurría con lady Blackmore? ¿Qué con La Parca? Él no podía ser parte de ninguna de las dos. De nuevo..El capullo egoísta si. Les había escuchado bromear sobre estar prometidos..Y a pesar de la inquina y el veneno..Ni le pareció sentir verdadera inquina ni verdadero veneno. Eran todo fachada. Los dos.
Así que se decidió. Después de todo, él no era nada, se quedaría como el hombre que podía ver a Faith entre las anónimas paredes de un burdel y nada más. Se quedaría observando de lejos, consumido por los sentimientos que ella había despertado, pero si el inútil vocazas le daba lo que realmente ella necesitaba..No podía reprocharse nada, estaría satisfecho. Con esa idea en mente, salió de la Sede, a la taberna en la que los tres habían coincidido más de una vez.
No se esperaba aquel toque, por un momento se quedó rígido y tenso, pero estaba totalmente en carne viva..por mucho que quisiera retraerse y ocultarse en su gran caparazón no iba a ser lo suficientemente rápido. Tenía mucho que asimilar, mucho que pensar, mucho que escoger. Cerró los ojos con firmeza y liberó el vientre de Ave para apoyar la palma de su mano sobre la suya y así poder sostenerla contra su piel porque..Necesitaba su contacto, egoístamente lo necesitaba como el respirar. Sintió alivio al escucharle hablar y no pudo evitar sonreír..porque ya estaba ahí la imbécil de La Parca alardeando. Qué mujer. Al borde de la muerte..¿No era capaz de tomarse las cosas en serio ni en esa situación? Apretó los labios, hasta convertirlos en una insípida línea y se estremeció con su voz apagada, cargada de algo que todavía no conseguía definir pero que atravesó lo poco que quedaba de él.
Corbin guió su mano cuando sintió que se quedaba sin fuerzas y la recostó suavemente contra el colchón al lado de su pecho, guareciéndola en su gigantesca mano. No se había movido del sitio y tampoco se atrevería a hacerlo, no estaba haciendo ningún movimiento extraño, ni siquiera un sonido, pero hacía rato que no le cabían más lágrimas en el rostro. Cogió aire, intentando controlar su voz, no hacer nada que pudiera delatarle.- No voy a moverme de aquí..Voy a esperarte Faith…-Susurró, girando suavemente el rostro hasta rozar con sus labios su hombro.-..Justo aquí…Descansa..Vida mía...-Su voz se fue apagando.
Los días pasaban, Aveline no mejoraba pero tampoco estaba peor. Se mantenía en el filo de la navaja, ni hacia delante ni hacia detrás y aquel estado hacía que Corbin estuviera desesperado. No conocía a nadie que pudiera potenciar la magia wiccana pero si sabía de alguien que importaba a Ave..Conocía a alguien a quien le importaba ella. No era él. Siempre les había visto discutiendo, pero tras aquella fachada él intuía un sentimiento mucho más profundo que ninguno de los dos se atrevía a admitir. Corbin era un idiota, pero no un egoísta. Había pasado muchas horas despierto, sin moverse de aquella habitación salvo para lo justo y le había dado tiempo para pensar de más. Y la conclusión siempre era la misma: Él no había podido hacer nada por Faith. No podría acompañarla a la ópera. No podría pasear por las calles tomándola del brazo. No podría ayudarle en la caza..Aquel capullo egoísta sí. En su mente se había formado la idea de que..Faith podría llegar a sentir algo más profundo pero..¿Qué ocurría con lady Blackmore? ¿Qué con La Parca? Él no podía ser parte de ninguna de las dos. De nuevo..El capullo egoísta si. Les había escuchado bromear sobre estar prometidos..Y a pesar de la inquina y el veneno..Ni le pareció sentir verdadera inquina ni verdadero veneno. Eran todo fachada. Los dos.
Así que se decidió. Después de todo, él no era nada, se quedaría como el hombre que podía ver a Faith entre las anónimas paredes de un burdel y nada más. Se quedaría observando de lejos, consumido por los sentimientos que ella había despertado, pero si el inútil vocazas le daba lo que realmente ella necesitaba..No podía reprocharse nada, estaría satisfecho. Con esa idea en mente, salió de la Sede, a la taberna en la que los tres habían coincidido más de una vez.
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- Stein/Corbin:
- Stein Ackerman : Algo que decir, rubito? por cómo me miras parece que estés pensando en matarme - Le mira con sorna
Corbin Lockwood : ....*Se le empieza a formar un nudo en el estómago. Cierra los ojos y suspira, mira a Ale.*- Te dejo con el idiota..vengo ahora. *Va hacia Stein y le coge de la pechera de la camisa, le mueve hacia al salida.*- Ven.
* Stein Ackerman mira enarcando una ceja a Corbin y le sigue.
Corbin Lockwood : *Le lleva afuera, hacia algún callejón poco concurrido y frunce el ceño mirándole.*-¿te tengo que llevar al Golden para que me contestes a algo con sinceridad?
* Stein Ackerman chasquea la lengua y lo mira de arriba a abajo. - Qué es lo que quieres saber?
Corbin Lockwood : *Aprieta los dientes. Por lo general es bastante tranquilo, es más, se contiene bastante bien, pero algo no va bien con el grandullón a día de hoy.*- Quiero saber si me vas a contestar con sinceridad o si voy a tener que obligarte a perder el control.
Stein Ackerman : No cuento cosas sobre mí a cualquiera, grandullón, tendrás que bajar mis defensas si quieres saber algo. - le mira intensamente y se cruza de brazos apoyándose en la pared, divertido por el enfado del rubio
Corbin Lockwood : -Se trata de...*Cierra los ojos y se separa de él. Se echa el pelo hacia atrás con las dos manos. Le están dando ganas de matarle.*- Está bien. Joder. *Clava las rodillas en tierra, ahí mismo, en mitad del callejón.*
* Stein Ackerman le mira sorprendido y le coge la barbilla frunciendo el ceño. - ¿Qué haces?
Corbin Lockwood : *Aparta la cara, encima con gilipolleces.*- Cállate. ¿No es esto de lo que se trata? De que tenga que hacer esto apra que me digas la verdad. Pues cállate.
* Stein Ackerman gruñe. No es así como lo tenía planeado. - No. Así no. - Gruñe y lo aparta, apartándose de la pared y de él.
Corbin Lockwood : *Se pone en pie y le coge del brazo, empujándole de vuelta a la pared.*- Voy a sacarte la verdad aunque tenga que obligarte, Stein.*Por una vez está arpovechándose de ser más grande, pero se nota que no está usando realmente toda la fuerza que tiene*
Stein Ackerman : Por qué tienes tanto interés en saber mis secretos, Corbin. No voy a obligarte a ello y no va a ser así. No me hagas entraar en tu mente. - Gruñe, aunque no lo admitirá, la cercanía del rubio le stá subiendo las pulsaciones
Corbin Lockwood : -Porque esto es importante y no lo hago por mi.
Stein Ackerman : Cómo? - los engranajes de su mente empiezan a girar a una velocidad de vértigo y gruñe soltándose del brazo del rubio. - No voy a contarte nada para que vayas con mis cosas a alguien más. Estás loco?
Corbin Lockwood : - No voy a nadie con las cosas de otra persona. Soy puta, joder, se guardar un maldito secreto.*Está empezando a eprder los papeles.*- Estoy intentando averiguar si puedo contarte algo de otra persona a ti. Imbécil. Así que o me aseguras que serás sincero o te voy a arrancar la verdad aunque tenga que encerrarte una semana.
Stein Ackerman : Qué tiene que ver que yo sea sincero a que sepa guardar un secreto? Sé hacerlo, no voy aireando mis secreto por ahi ni los de alguien que me importe - Le mira intensamente con ojos color zafiro, no sabe a dónde quiere llegar el rubio
Corbin Lockwood : *Precisamente a eso quiere llegar.*- ¿Hay alguien que realmente te importe a parte de ti mismo?
Stein Ackerman : Tú que crees? - Le mira enarcando una ceja
Corbin Lockwood : *Aprieta los dientes y suspira.*- Quiero creer que si.
Stein Ackerman : Lánzate al vacío entonces. - Le dirige una enigmática mirada, si el rubio confía en él, le estará demostrando muchas cosas
Corbin Lockwood : *Tenía secretos que contarle, era la verdad, tanto de Dom, como de Ave. Le mira a los ojos, sin terminar de atreverse. Se acerca a él y se inclina, para poder susurrarle.*- Está..En peligro. Está entre la vida y la muerte.*No dice su nombre, porque la única persona que conecta a Stein con él y que el hechiero sepa, es Ave.*
* Stein Ackerman abre los ojos de golpe y agarra la pechera de la camisa de Corbin. Dice con voz de ultratumba.- Dónde. Quién.
Corbin Lockwood : *Deja que le coja mirándole de nuevo a los ojos, con un nudo en el estómago*- En el teatro..Alguien le atacó..Está mal herida..Muy malherida, Ackerman. Pero no voy a dejar que vayas, hasta que me digas que esa mujer es más importante que tu vida y me lo crea.
* Stein Ackerman suelta un gruñido de rabia y lo mira furibundo. - Dime donde está o te juro que te exprimo el cerebro, Corbin
Corbin Lockwood : Puedes hacerme lo que te de la gana, Stein, pero no vas a moverte de aquí ni te diré nada a no ser que me digas la verdad. *Aprieta la mandíbula, está cabreado, mucho.*- La verdad, Stein. Por una vez en tu miserable vida.
Stein Ackerman : Es obvio que no va a hacerle nada al rubio por razones que ni él mismo quiere reconocer. Pero Aveline... - No es necesario que admita nada. Dime donde está para que pueda ayudarla
Corbin Lockwood : *Corbin da un paso atrás y niega con la cabeza, mirándole.*- Eres un cobarde.*Niega de nuevo con la cabeza, frustrado, decepcionado.*- No te voy a decir una mierda. *Se da la vuelta, con toda intención de dejarle ahí.*
* Stein Ackerman le agarra de la camisa y le empotra contra la pared con fuerza, pegando su frente a a suya y con un gruñido e su pecho. - Esa mujer... es... lo único que me salva... de esta mierda de oscuridad en la que vivo. - le mira a los ojos con la ira pintada en ellos. - Dime dónde está
* Corbin Lockwood se encuentra con la espalda contra la pared. Aprieta la mandíbula, porque no puede estar más acojonado. ¿Se fiaría de Stein?..Le presiona la frente contra la suya y termina cogiéndole del corto cabello, con rabia, pero es más desesperación..Tiene que aferrarse a alguien y no sabe a quién. Necesita apoyarse en alguien que pueda hacer algo por Ave.Solo podría retirarse si etuviera totalmente seguro de que esa persona haría lo mismo por Ave que él.*-..Ha perdido mucho más de lo que crees..No..La cagues. No la cagues..Te la estoy dejando a ti..¿Entiendes?..*Le cuesta más decir eso de lo que parece. Se echa hacia atrás, mirando al hechicero.*-...Está en la Sede..
* Stein Ackerman ruge de desesperación porque no van a dejarle entrar s está en la sede y debilitada. Vuelve a agarrarle de la nuca y le dice en los labios. - No, no me la dejas a mí. Vas a ayudarme.
Corbin Lockwood : *Está muy al borde, desesperado, sin todas esas capas ocultando lo que realmente siente..Porque Ave le ha dejado sin ellas.*- Tenía su sangre en mis manos Stein..*Le tiembla la voz, de rabia..De pánico.*- Se estaba yendo en mis narices..No podía hacer nada..Y ella..No se qué más hacer..Tienes..Debes obligarle a que se quede..
* Stein Ackerman se aleja de golpe y da un puñetazo a la pared contraria para descargar la frustración, resquebrajando un ladrillo y llenándose los nudillos de sangre. Su respiración es pesada y se apoya con el otro brazo en la pared, de espaldas a Corbin. Tiene que tranquilizarse y pensar, no puede entrar en la sede y apenas conocía hechizos curativos que sirvieran en una puñalada. Era mentalista, joder, no un brujo blanco. Si se iba... la oscuridad le engulliría sin remedio de nuevo. Y dudaba que alguien pudiera volverle a sacar de aquel pozo. - Joder, joder, joder... por qué ahora.
Corbin Lockwood : *Le deja lidiar con ello, porque puede imaginarse por lo que está pasando. Se acerca a él, despacio, aunque no le toca, ni le presiona.*- Necesito que dejes de ser el capullo egoísta que finges ser. Por una vez. Olvídate de tu orgullo..Creo..Creo que ella te necesita..Aunque no lo admitiría nunca.
* Stein Ackerman ruge de rabia y se gira hacia Corbin con los ojos llenos de impotencia y gesto de rabia, la mano chorreando sangre. - No puedo ayudarla!
Corbin Lockwood : ¡No se trata de salvarle la vida!*Le empuja contra la pared, para ver si entra en razón.*- Solo tienes que estar allí. Necesita que estés allí, por mucho que me joda, tienes que estar ahí..Pase lo que pase. Joder. *Le mira la mano, ensangrentada y hace una mueca, le coge de la mano y busca algo con lo que taponarle las heridas.*- Ya he visto suficiente sangre para el resto de mi vida.
* Stein Ackerman desvía la mirada. - No.. soy bueno para ella. Deberías ir tú. Le haces más bien que yo. - Traga saliva, sabe que es cierto.
Corbin Lockwood : ¿Realmente crees que yo lo soy?*Casi se echa a reír, incrédulo.* ¿Te has olvidado de lo que soy? Eres tú el único que puede estar con ella, Stein. Puedes pasear con ella, como su prometido, puedes luchar con ella, como su igual. Yo solo puedo quedarme aquí. A esperar. A veros..*Se lleva la mano a la frente, suspirando. Le coge del mentón, para que le mire, con firmeza.*- ¿Crees que es fácil para mi? No puedo obligarte a presentarte allí, pero es a ti a quien necesita. A lo que tienes encerrado dentro de ti. Si realmente..Te importa, tienes que ceder algo de ti y arriesgarte.
Stein Ackerman : Tú consigues llegar a ella... - Mira al rubio dejandose mover. - No tiene que ver lo que eres, Corbin. Le importas. Yo también he estado en tu posición.
Corbin Lockwood : ¿Cómo podéis ser los dos igual de tercos? Os escondéis por miedo a que os hagan daño.*Lo entiende porque..joder..Él también es igual.*- Llego a ella porque soy sincero. Porque sabe que puede confiar en mi porque sabe que yo..*suspira.*- Se que no le harías daño, pero ella no. No consigues llegar a ella porque tienes miedo de que ella llegue a ti antes. *Sonríe, de medio lado.* Créeme, no vas a poder evitarlo..Antes de que te des cuenta va a estar dentro de tu piel..Por mucho que huyas.
* Stein Ackerman suspira, le jode admitir que Corbin tiene razón. - Es difícil vencer la oscuridad, Corbin.
Corbin Lockwood : Has dicho que ella es la única luz de tu vida..¿Qué más necesitas para dejar tu orgullo y tus miedos de una vez? Si yo fuera tu...Joder...Si yo pudiera ser tú, Stein...¿Qué haces aquí todavía..?
* Stein Ackerman sacude la cabeza, terriblemente confuso, y se aparta de Corbin
- Necesito... pensar. - se aleja
Corbin Lockwood- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: When the cold wind blows. {Priv. + 18}
"No, no, no. Ahora no." El galopar de mi caballo resonaba en la noche y parecía que todos los demás sonidos del mundo hubieran enmudecido por la tensión existente entre mis costillas y mis pulmones. Notaba que tenía un nudo en la garganta y en algún sitio en el que podría estar el corazón, mientras espoleaba mi montura hacia la Sede de la Orden. La confesión de Corbin me había roto los esquemas más profundos. Ella. Ella estaba malherida. Ella no podía morirse... joder, si encarnaba a la misma Muerte sobre la Tierra.
El animal casi derrapó, sin resuello cuando frené y salté al suelo, entrando al edificio como una exhalación y apartando de mi camino a todo el que me salía al paso. Dominé la mente al primer novato que me salió al paso, tan encegado como iba en encontrarla. Mis ojos de hielo cambiaban de tono, erráticos por la multitud de sentimientos que se me agolpaban en aquellos momentos. el novato me dijo que estaba en la enfermería y subí las escaleras corriendo, casi sin poder respirar, empujando a todo aquel que osara entorpecer mi paso. Y si alguno intentara detenerme en aquel momento, desearía no haber nacido.
Me daban igual la Logia, Cirilla, los pactos con los cazadores o las muertes que dejara a mi paso. Ella no podía morir. Alcancé el segundo piso y vi un cazador enorme custodiando la puerta de la enfermería. No tenía tiempo para eso.
El guardia cayó de rodillas agarrándose la cabeza y gritando de dolor mientras le apartaba de un empujón para entrar por la puerta. Pensaba que al instante caerían una docena de guardias sobre mí, pero vi la fugaz sombra de Axel saliendo del despacho y aflojé el hechizo del guardia, que cesó de inmediato y sólo lo dejó en el suelo con dolor de cabeza. Mi mirada se lo dijo todo al capitán. No esperé ni un segundo. Entré como un tornado en la enfermería y cerré la puerta, asegurándola con el pestillo para que nadie viniera a interrumpirnos. Porque cualquiera que no fuera ella ahora mismo era totalmente prescindible.
Mis ojos buscaron inquietos hasta que encontraron en décimas de segundo una pálida figura bajo unas mantas, blancas también. Su rostro, tan relajado, tan débil...
El nudo de la garganta se incrementó, transformándose en rabia, pero me obligué a calmarme. Respiraba, aún respiraba, pero se notaba que estaba en aquella línea demasiado afilada que podía ceder ante la vida o la muerte en una de aquellas respiraciones suaves que exhalaba su cuerpo, que en aquellas mantas parecía más pequeño de lo que era en realidad. Calma. Necesitaba calma para poder ayudarla.
Me estrujé el cerebro en busca de algún hechizo wiccano que pudiera utilizar. Pero no, yo era mentalista, elementalista en parte, así que Freya no me ayudaría.
Sólo me quedaba... Gaia.
Tragué saliva, intentando tranquilizar mi respiración ante la visión de la gran Aveline Faith Blackmore reducida a una frágil mujer moribunda. Me quité la gabardina dejándola en una silla y me arremangué la camisa negra, intentando entrar en sintonía con la madre naturaleza. Se me ocurrió algo.
Me senté con extremo cuidado en la cama, a su lado pero sin tocarla, subiendo sólo un muslo sobre el colchón. Cogí aire e intenté entrar en sintonía con aquel elemento que normalmente sólo me servía ante fines oscuros... el aire.
Llamé al aire con suavidad, intentando recordar los verdes prados de mi tierra germana. El aire del verano alemán me recorrió con suavidad y sonreí de lado. Empecé a salmodiar con suavidad, con voz grave y rítmica, imprimiéndole un ritmo lento y calmado a mis palabras en la lengua de Gaia, en ese hechizo que sólo había utilizado una vez con una pequeña niña para acabar con su dolencia pulmonar y que, sorprendentemente, había funcionado en aquella ocasión.
Mi voz grave llenó la estancia y una de mis manos, cálida por aquel viento veraniego, se posó en la frente de Faith con extrema suavidad. El aire empezó entonces a entrar en los pulmones de Aveline, suavemente, con cada respiración. Ese aire renovador aliviaría su dolor al respirar y tranquilizaría su angustia, todo lo que le oprimiera el pecho, toda preocupación momentánea no sufriría manifestación negativa física.
No podía hacer más por ella que confortarla con eso. Pero entonces observé su rostro, su palidez, sus fuertes rasgos ahora tan débiles... y la rabia y el miedo volvieron a atenazarme. No sabía qué decir. Bueno, sí lo sabía pero la verdad es que no me atrevía a decírselo. Tan sólo pude susurrar con voz ronca:
- No te vayas Faith... vuelve conmigo... no te permito que te vayas todavía...
Mis palabras podían parecer simples e incluso poco profundas en otro contexto, pero el sentimiento y el medo que había detrás de ellas era bien distinto.
No podía irse. Porque entonces mi luz, mi única luz, se iría para siempre con ella.
El animal casi derrapó, sin resuello cuando frené y salté al suelo, entrando al edificio como una exhalación y apartando de mi camino a todo el que me salía al paso. Dominé la mente al primer novato que me salió al paso, tan encegado como iba en encontrarla. Mis ojos de hielo cambiaban de tono, erráticos por la multitud de sentimientos que se me agolpaban en aquellos momentos. el novato me dijo que estaba en la enfermería y subí las escaleras corriendo, casi sin poder respirar, empujando a todo aquel que osara entorpecer mi paso. Y si alguno intentara detenerme en aquel momento, desearía no haber nacido.
Me daban igual la Logia, Cirilla, los pactos con los cazadores o las muertes que dejara a mi paso. Ella no podía morir. Alcancé el segundo piso y vi un cazador enorme custodiando la puerta de la enfermería. No tenía tiempo para eso.
El guardia cayó de rodillas agarrándose la cabeza y gritando de dolor mientras le apartaba de un empujón para entrar por la puerta. Pensaba que al instante caerían una docena de guardias sobre mí, pero vi la fugaz sombra de Axel saliendo del despacho y aflojé el hechizo del guardia, que cesó de inmediato y sólo lo dejó en el suelo con dolor de cabeza. Mi mirada se lo dijo todo al capitán. No esperé ni un segundo. Entré como un tornado en la enfermería y cerré la puerta, asegurándola con el pestillo para que nadie viniera a interrumpirnos. Porque cualquiera que no fuera ella ahora mismo era totalmente prescindible.
Mis ojos buscaron inquietos hasta que encontraron en décimas de segundo una pálida figura bajo unas mantas, blancas también. Su rostro, tan relajado, tan débil...
El nudo de la garganta se incrementó, transformándose en rabia, pero me obligué a calmarme. Respiraba, aún respiraba, pero se notaba que estaba en aquella línea demasiado afilada que podía ceder ante la vida o la muerte en una de aquellas respiraciones suaves que exhalaba su cuerpo, que en aquellas mantas parecía más pequeño de lo que era en realidad. Calma. Necesitaba calma para poder ayudarla.
Me estrujé el cerebro en busca de algún hechizo wiccano que pudiera utilizar. Pero no, yo era mentalista, elementalista en parte, así que Freya no me ayudaría.
Sólo me quedaba... Gaia.
Tragué saliva, intentando tranquilizar mi respiración ante la visión de la gran Aveline Faith Blackmore reducida a una frágil mujer moribunda. Me quité la gabardina dejándola en una silla y me arremangué la camisa negra, intentando entrar en sintonía con la madre naturaleza. Se me ocurrió algo.
Me senté con extremo cuidado en la cama, a su lado pero sin tocarla, subiendo sólo un muslo sobre el colchón. Cogí aire e intenté entrar en sintonía con aquel elemento que normalmente sólo me servía ante fines oscuros... el aire.
Llamé al aire con suavidad, intentando recordar los verdes prados de mi tierra germana. El aire del verano alemán me recorrió con suavidad y sonreí de lado. Empecé a salmodiar con suavidad, con voz grave y rítmica, imprimiéndole un ritmo lento y calmado a mis palabras en la lengua de Gaia, en ese hechizo que sólo había utilizado una vez con una pequeña niña para acabar con su dolencia pulmonar y que, sorprendentemente, había funcionado en aquella ocasión.
Mi voz grave llenó la estancia y una de mis manos, cálida por aquel viento veraniego, se posó en la frente de Faith con extrema suavidad. El aire empezó entonces a entrar en los pulmones de Aveline, suavemente, con cada respiración. Ese aire renovador aliviaría su dolor al respirar y tranquilizaría su angustia, todo lo que le oprimiera el pecho, toda preocupación momentánea no sufriría manifestación negativa física.
No podía hacer más por ella que confortarla con eso. Pero entonces observé su rostro, su palidez, sus fuertes rasgos ahora tan débiles... y la rabia y el miedo volvieron a atenazarme. No sabía qué decir. Bueno, sí lo sabía pero la verdad es que no me atrevía a decírselo. Tan sólo pude susurrar con voz ronca:
- No te vayas Faith... vuelve conmigo... no te permito que te vayas todavía...
Mis palabras podían parecer simples e incluso poco profundas en otro contexto, pero el sentimiento y el medo que había detrás de ellas era bien distinto.
No podía irse. Porque entonces mi luz, mi única luz, se iría para siempre con ella.
Stein Ackerman- Hechicero Clase Media
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Re: When the cold wind blows. {Priv. + 18}
- Nuvole bianche:
Aveline había pasado tres días entre la inconsciencia y el duermevela, los opiáceos del hermano Aurelius y los hechizos wiccanos libraban una batalla contra todo pronóstico por mantenerla viva. La sombra de la infección y el fallo orgánico había estado rondando aquella sala. En su mente suspendida en la oscuridad se mezclaban recuerdos del pasado con hechos recientes, y con las voces de aquellos que entraban y salían de la enfermería.
Había escuchado reir a Faith cayendo al suelo con su hermano Edwin en la residencia de los Blackmore en Londres; había visto a Axel graduarse con honores en Oxford, y a Assur Black apagar las luces del teatro de la Opera y robarle una corbata anudada en su cintura; había recorrido de nuevo el camino a la Arena para partirle la ceja a Xaryne; y luego giraba bailando enfundada en su vestido rojo y maldiciendo a Stein que se reía de su última "travesura"... pero su cabeza volvía una y otra vez a la voz de Corbin diciendole que no podía irse, que era... su vida. Le había prometido despertar, pero los párpados le pesaban tanto...
De nuevo una voz la sacaba a flote, tiraba de ella desde la oscuridad hacia la consciencia. Hablaba en un idioma desconocido, grave y rítmico, como el hermano Aurelius, sólo que no era la voz de éste, era la de Stein. El aire que conjuró entró despacio en su organismo, limpio, fresco, aliviando la pesadez de sus pulmones que respiraban erráticamente a causa de la fiebre, sin poder evacuar el calor que emanaba de su cuerpo ni llevar oxígeno a todas las zonas que peleaban su propia guerra. La primera reacción fue la bajada de temperatura en un grado o dos, que hizo que su mente se aclarase un poco y dejase de bullir. La segunda fue las ganas de despertar y abrir los ojos.
— ... dile a Cirilla que no prepare la fiesta aún...todavía no me voy a morir, siento joderle el plan, tendrá que esperar su turno...— sus labios estaban un poco resecos, después de tres dias sin ingerir nada hasta que su intestino cicatrizase, pero aún así se curvaron en una breve sonrisa. Porque Aveline le había dicho alguna vez a Stein que Cirilla debía estar encaprichada con él para depositar tanta confianza en el brujo, y ahora que ella se lo "había robado", mucha gracia no debía hacerle.
Aveline Blackmore- Cazador Clase Alta
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Re: When the cold wind blows. {Priv. + 18}
Una risa entre seca y aliviada surgió de mi pecho cuando la escuché hablar. ¿Cirilla? Ni siquiera aparecía en mis pensamientos. Sonreí de lado y mantuve el hechizo, que parecía aliviarla y había conseguido descender su temperatura corporal un par de grados. Bajé la frente hasta posarla con suavidad sobre el dorso de mi mano, que seguía sobre su piel. Añadí el hechizo Glados para enfriar su frente algo más y que no notara la mente tan pesada. Mi voz sonó suave al susurrar:
- Cirilla puede hacerse vieja esperando. No vuelvas a hacerme esto, Faith...
Mi corazón latía rápido, intentando gestionar la falta de adrenalina que hasta momentos antes parecía poseer mi cuerpo. Ni siquiera recordaba muy bien el trayecto hasta la Sede, sólo la voz de Corbin avisándome del peligro que corría Faith y la rabia que me embargó, enmascarando el terror que atenazaba mi alma con la simple idea de que pudiera irse para siempre. Corbin...
Tragué saliva. "Te la estoy dejando a ti" me había dicho. Parecía justo, en cierta manera, informar a la cazadora de la buena fe del rubio. Aunque por su cara de angustia cuando acudió a mi, era más que amabilidad lo que le corroía por dentro. Esa preocupación era la de alguien que daría su vida por la de Aveline, sin importarle que tuviera que salvarle un brujo que tenía la fama de la crueldad personificada.
- Corbin... me avisó. Vine en cuanto pude y...
Realmente no sabía que decirle. ¿Que nadie iba a sacarme de allí aunque lo intentaran? ¿Que no pararía hasta que su lengua viperina volviera a azotarme con su ácido humor? Esas palabras no saldrían de mi boca, pero intuía que ella lo sabía. La coraza que protegía mi interior se había endurecido demasiado durante años como para abrirse con tanta facilidad aunque... la cazadora estaba empezando a confundirme, y más desde aquella noche en la mansión Blackmore.
Lo único que tenía claro era que no dejaría que muriera. Y que se lo haría pagar al responsable. Gruñí de repente, aún sobre su frente, diciendo entre dientes:
- Dime quién ha sido. Dame el nombre de ese despojo y lo reduciré a cenizas. Sufrirá la mayor tortura que la Inquisición haya podido siquiera imaginar...
- Cirilla puede hacerse vieja esperando. No vuelvas a hacerme esto, Faith...
Mi corazón latía rápido, intentando gestionar la falta de adrenalina que hasta momentos antes parecía poseer mi cuerpo. Ni siquiera recordaba muy bien el trayecto hasta la Sede, sólo la voz de Corbin avisándome del peligro que corría Faith y la rabia que me embargó, enmascarando el terror que atenazaba mi alma con la simple idea de que pudiera irse para siempre. Corbin...
Tragué saliva. "Te la estoy dejando a ti" me había dicho. Parecía justo, en cierta manera, informar a la cazadora de la buena fe del rubio. Aunque por su cara de angustia cuando acudió a mi, era más que amabilidad lo que le corroía por dentro. Esa preocupación era la de alguien que daría su vida por la de Aveline, sin importarle que tuviera que salvarle un brujo que tenía la fama de la crueldad personificada.
- Corbin... me avisó. Vine en cuanto pude y...
Realmente no sabía que decirle. ¿Que nadie iba a sacarme de allí aunque lo intentaran? ¿Que no pararía hasta que su lengua viperina volviera a azotarme con su ácido humor? Esas palabras no saldrían de mi boca, pero intuía que ella lo sabía. La coraza que protegía mi interior se había endurecido demasiado durante años como para abrirse con tanta facilidad aunque... la cazadora estaba empezando a confundirme, y más desde aquella noche en la mansión Blackmore.
Lo único que tenía claro era que no dejaría que muriera. Y que se lo haría pagar al responsable. Gruñí de repente, aún sobre su frente, diciendo entre dientes:
- Dime quién ha sido. Dame el nombre de ese despojo y lo reduciré a cenizas. Sufrirá la mayor tortura que la Inquisición haya podido siquiera imaginar...
Stein Ackerman- Hechicero Clase Media
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Re: When the cold wind blows. {Priv. + 18}
- Everybody hurts:
Corbin... él había avisado a Stein. No estaba allí al despertar, pero entendía que se había ido al burdel de nuevo porque no era libre de hacer lo que deseara. Lo entendía mejor que bien, porque ella tampoco era libre de hacer lo que desease. Estaban presos de sus propias mentiras, de sus respectivos mundos donde ceder no era una opción, donde caer no estaba permitido.
El brujo había hecho algo para ayudarla, eso lo podía sentir, notaba el aire cargado de oxígeno relajando sus esfuerzos por respirar y el cambio de temperatura alrededor de su cabeza reconfortandola. Todo estaba del revés. ¿No se suponía que ellos eran némesis? habían sentido algo aquella noche y siempre esa tensión sin resolver, esa atracción fatal que los llevaba a querer destruirse y a la vez fundirse el uno con el otro.
Alargó la mano y buscó la de Stein, esas manos que habían recorrido todos sus recovecos, esas manos que le habían propinado golpes certeros en la Arena, esas manos que eran capaces de sacarla a bailar y de hacerla callar entre jadeos. Demasiadas cosas que decir, demasiados silencios que serían enterrados como todos los demás, por protección, porque las palabras podían doler más que las puñaladas, porque sincerarse y recibir una carcajada por respuesta, un desprecio o una burla era demasiado hasta para la Parca. Empezó a susurrar con los ojos entornados y la cabeza reposando en la almohada.
— ... lo maté... era un vampiro, pero me pilló desprevenida y con vestido largo...— Trató de obviar que estaba con Corbin dandose zarpazos al corazón.—.. pero necesito que le des su merecido a alguien que ha hecho mucho daño a alguien que me importa...es...despreciable...no merece vivir...— estaba cansada, las fuerzas la abandonaban en seguida y temía no poder revelarle el nombre del susodicho a Stein. Lo miró con ojos suplicantes.— ...por favor... si no salgo de esta...mata a Francesco Simonetti, el médico.
Era humano, sí. Pero un humano despreciable, alguien que merecía más muerte que algunos vampiros. Estaba rompiendo todos los códigos de la Orden, todos sus principios, todo lo que había jurado proteger, porque no soportaba la idea de un Corbin angustiado, un niño de 12 años que tendría pesadillas recurrentes con ese hombre. El mal no dormía, y no discriminaba entre humanos y sobrenaturales. No iba a esperar a que un vampiro lo mordiera, eso podría no suceder nunca. ¿Y si ella no sobrevivía? ¿quien iba a proteger a Corbin? Axel podía defendenderse solo y tenía a toda una orden de cazadores para dar la cara por él. ¿Y Stein? Stein era duro como el acero, como Xaryne, encontraría alguna razón para seguir luchando y saldría adelante. Pero Corbin... Corbin no podía luchar, sólo podía resignarse y si tenía que hacerlo, habría fracasado estrepitosamente como Parca, como Blackmore y como Faith.
Aveline Blackmore- Cazador Clase Alta
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Re: When the cold wind blows. {Priv. + 18}
Aveline buscó mi mano y la acaricié suavemente con el pulgar. Seguía febril, pero poco a poco el hechizo iba surgiendo efecto y la respiración agitada de Faith se iba calmando, lo que le permitió hablar con lucidez unos momentos. Escuché sus palabras con atención, pero en lo único en lo que podía pensar era en el nudo en la garganta que no cedía al verla allí postrada, a La Parca, tan orgullosa y poderosa, tumbada en aquel lecho blanquecino símbolo de fragilidad. El simple hecho de pensar en la posibilidad de perderla me había agobiado de tal manera que me había abierto en un momento un abanico de emociones que ni yo mismo sabía distinguir. Aunque una era inconfundible. Rabia. Ella dijo que lo había matado, pero mi alma clamaba más venganza por lo que le habían hecho. Pero entonces, pronunció un nombre.
Francesco Simonetti, el médico. Lo conocía de vista y conocía su reputación, gustaba de frecuentar burdeles como todo hijo de vecino, pero se rumoreaba que sus gustos eran un tanto... peculiares. Decían que siempre elegía a los prostitutos jóvenes y que por sus gustos había acabado mandándolos a lugares de su elección para reunirse con ellos para sus perversiones, en lugar de quedarse en los establecimientos habituales. No sabía por qué Faith lo quería muerto, pero mi mente entró en una dinámica bastante conocida: Tenía que matar a ese hombre. Eso liberaría la rabia, la confusión y el miedo que atenazaban mi garganta desde que emprendí el camino a la Sede. Faith se estaba agotando y no tardaría en caer de nuevo en la inconsciencia. Me separé un poco de su frente sin apartar la mano que le aliviaba y volví a observarla. No hice preguntas.
Y me decidí.
Aparté las manos con suavidad para sacar un pequeño objeto del bolsillo interior izquierdo de mi camisa, justo sobre el corazón. Cogí la mano derecha de Faith y busqué su dedo anular, colocando el pequeño artilugio alrededor de aquella pálida piel. El anillo de plata de mi madre relució en su mano con una suave luz azulada, mientras la cogía entre las mías y me inclinaba suavemente para susurrarle al oído:
- No te lo quites. Así sabré que sigues viva. - volví a posar la mano en su frente y cerré los ojos con fuerza. - Se hará como dices. Ahora descansa.
Susurré el hechizo "Noctum" y sumí a la cazadora de nuevo en una cálida inconsciencia mientras me levantaba, reticente a dejar la habitación. Pero el anillo estaba conectado a mí, por lo que mientras yo siguiera vivo, ella lo haría también porque la sustentaría con mi energía. Miré hacia la puerta y suspiré. Era la hora.
---------------------------------------------------------------------------------
Mi mente bullía de nuevo de camino al Golden Cat. Había trazado un plan basándome en los rumores que había escuchado entre la nobleza y los lugares que sabía, por el soplo de uno de sus criados cuya mente estaba llena de codicia, que frecuentaba aquel Lord al que por alguna razón La Parca quería muerto. Aveline había dicho que no se merecía vivir... lo que me llevaba a pensar qué era aquello tan terrible que le había hecho a ese alguien tan importante para la cazadora. Sobre todo para clamar por una muerte humana, especie a la que había jurado proteger al ingresar en la Orden.
Me cambié de ropa para ponerme entero de negro y salí de nuevo al amparo de la noche. Mi montura parecía nerviosa, la niebla había comenzado a extenderse y parecía el ambiente idóneo para lo que estaba a punto de suceder. No me costó mucho tiempo enterarme de dónde y con quién se reuniría aquella velada, ya que sabía que al criado codicioso e indiscreto también le gustaba frecuentar burdeles, precisamente el Golden Moon. Sus mente me reveló que aquel médico famoso se había visto con... Corbin la semana pasada. ¿Casualidad? No lo creía. Las cosas empezaban a cuadrarme demasiado. Pregunté por el rubio en el burdel, pero me dijeron que hacía días que andaba desaparecido. Inmediatamente sospeché.
¿Tendría que ver con el médico o era un simple cliente más? Dominé las mentes de los presentes en el local para que no recordaran mis preguntas y salí cabalgando a una pequeña posada a las afueras de París.
La posada del Gato Gris, como rezaba el cartel mohoso de la entrada, se encontraba siguiendo una bifurcación a poco menos de diez kilómetros de la ciudad francesa.
Un pequeño tugurio entre los árboles, lo suficientemente grande como para alojar unas pocas habitaciones y lo suficientemente bien escondido como para que nadie hiciera demasiadas preguntas. Bajé del caballo, que resollaba por el esfuerzo de aquella noche y entré con discreción, calándome el cuello de la gabardina.
El interior tampoco inspiraba demasiada confianza. La madera parecía demasiado antigua o demasiado rancia y el aire estaba enrarecido. Me adentré en la "acogedora" penumbra que ofrecía aquel lugar y observé la poca gente que bebía en las mesas, que se reducía a cuatro borrachos medio dormidos y un tabernero de metro noventa con una cicatriz en la mejilla y cara de pocos amigos. A cualquiera le hubieran dado ganas de irse a cualquier otro lugar, pero sabía que aquel era el sitio correcto. En diez minutos, las mentes de los pocos presentes se habían doblegado ante la mía y creían que mi nombre era Corbin, el prostituto que esperaba esta vez a que monsieur Francesco Simonetti apareciera para su visita semanal. Cuando la noche acabara, lo habrían olvidado absolutamente todo y ni siquiera recordarían que alguien había pasado por allí aquella noche. Esperé pacientemente sentado en aquella cama y con la camisa abierta hasta que escuché el resonar de unos pasos subir por las desvencijadas escaleras de madera. La puerta se abrió y un hombre entró cerrando la puerta. Lo reconocí al instante.
Francesco Simonetti.
Se notaba que Simonetti era un hombre de alto estatus. Tendría unos cincuenta años, rasgos duros y cabello bien peinado, que aunque canoso, se podría hasta considerar apuesto para las damas. Llevaba unas pequeñas gafas de montura de oro que le conferían ese aire intelectual, que a juego con el traje de etiqueta y lo erguido de su postura, parecían servirle para su estupenda fachada de hombre de bien.
El médico frunció el ceño cuando se percató de que el hombre sentado frente a él no era el grandullón de dos metros al que esperaba.
- Tú no eres Corbin... aunque... - recorrió con una lujuriosa mirada de ojos oscuros mis abdominales y sonrió de lado mostrando unos dientecillos que me recordaron a algún tipo de roedor. - ... a lo mejor podemos hacer un apaño. ¿Cuántos años tienes, muchacho?
Así que era eso. Al afamado médico le gustaban los jovencitos. No me molesté en contestarle a la pregunta. Me levanté con parsimonia y le miré de arriba a abajo antes de chasquear la lengua y empezar a esbozar una sonrisa siniestra.
- Me parece que sigo siendo algo mayor para sus gustos, señor Simonetti. Pero déjeme averiguar la verdad... - el médico palideció ante la mención de su persona. Se suponía que había pagado una cuantiosa suma para mantener su privacidad y un prostituto cualquiera le acababa de llamar por su nombre real.
- ¡¿Cómo te atreves?! No sé dónde has oído ese nombre, pero te ordeno que lo olvides inmediatamente. A partir de ahora me llamarás "Amo" y te sugiero que hagas lo que te ordeno o...
- Creo que se está equivocando, señor mío. - mi sonrisa se esanchó todavía más al acercarme a él y quedarme a milímetros de su cara - Aquí el que da las órdenes soy yo. Mis movimientos fueron rápidos y precisos. El golpe al plexo solar le cortó la respiración, seguido del codazo en la sien que lo dejó inconsciente e hizo que cayera al suelo como un fardo. Me molestaba su estúpido parloteo. Era hora de bucear en su mente.
Lo que vi en sus recuerdos me revolvió el estómago incluso a mí. Lo que había hecho ese cabrón no tenía nombre. Vi a un Corbin de doce años, aterrorizado bajo el yugo de aquellas manos que hacían lo que querían con él... sin poder defenderse. En un burdel al que le daba igual la edad de los que allí trabajaban. Oí sus gritos de dolor y fui testigo de los horrores que le había infligido, una y otra vez, semana tras semana hasta que se rindió por pura impotencia al tacto de aquellas manos; manos que los nobles decían que podían curar las más misteriosas enfermedades... cuando el mayor enfermo y bastardo era aquel malnacido que ahora yacía en la cama, boca arriba ante mis ojos. Me crucé de brazos apretandome el puente de la nariz y corté la conexión con su mente. No quería ver más. No quería recordar el dolor y el terror de aquel muchacho de tan sólo doce años. Ahora entendía lo que Aveline me pedía que hiciera.
Simonetti se despertó tocándose la sien donde había sido golpeado un par de horas antes y miró a los lados, algo desorientado todavía. De pronto se dio cuenta de dónde estaba y me vio de frente, apoyado en la pared. Mis ojos dejaban ver el hielo más profundo del Ártico concentrado en dos orbes, el rictus serio y los brazos cruzados, la camisa colgada en una silla. El médico fue a gritar, pero yo fui más rápido.
- "Dominatem". Sí, sorpresa. Soy un brujo. Y ahora no digas ni una palabra y no te muevas.
Su mente se doblegó ante el poder arrasador de la mía, que bullía de rabia ante lo que acababa de ver en sus recuerdos. Pocas cosas podían llegarme tan profundo. Pero aquel pequeño niño y sus ojos llenos de terror no dejaban de repetírseme, una y otra vez, en bucle tras mis párpados.
Miré al hombre que tenía ante mí, que me observaba atónito y con ojos temerosos, y dejé de apoyarme en la pared para agacharme en el suelo. Cogí un tablón de madera y lo arranqué, poniendolo en la cama y dejando que sobresaliera un poco.
- Quítate los pantalones y siéntate en el tablón con una pierna a cada lado.
Simonetti se puso pálido de nuevo, pero lo hizo sin decir una palabra. Con un chasquido de dedos, insonoricé la habitación. Sobre el tablón quedaban sus partes, que arrugadas y grisáceas reposaban como un amasijo de carne cualquiera en el mercado.
- Ahora, tócate, quiero que te lo ates al tablón.
Simonetti me miró con los ojos como platos. Estaba aterrorizado, pero mi hechizo no le permitía decir nada. Con una de sus asquerosas manos empezó a tocarse y no pude más que apartar la vista asqueado ante tal escena, pero lo necesitaba para hacerle pagar por lo que le había hecho a Corbin. Tardaba mucho, por lo que con un infinito asco me descrucé de brazos y le dejé que admirara mi cuerpo, que en esos momentos estaba tenso como la cuerda de una guitarra.
Escuché el ruido de la pequeña cuerda que había dejado antes a su lado y volví a mirarle a la cara cuando hubo terminado. Entonces, comencé. Mi cara empezó a mostrar esa sonrisa sádica que me caracterizaba en esas ocasiones cuando le dije:
- Muy bien, y ahora vas a pagar por lo que le hiciste. No te hagas el tonto, te refrescaré la memoria. Corbin, rubio, pequeño, indefenso, doce años. ¿Lo recuerdas?
Simonetti empezó a balbucear como un idiota y uno de mis puños voló con fuerza hacia su cara, partiéndole dos dientes del golpe y haciendo que escupiera sangre a un lado de la cama. Gruñí con rabia retrayendo el puño de nuevo.
- ¡Contesta de una vez! ¡¿Lo recuerdas?!
- ¡Sí, lo recuerdo! Por favor, no me hagas daño, no me mates, lo siento, por favor... tengo amigos, contactos, gente importante... te pagaré, pero no me hagas daño por favor...
Escupí al suelo por el asco que me estaba dando aquel despojo humano y gruñí con los ojos casi blancos de tan helados.
- Por lo menos muere con dignidad, escoria. Aunque ni siquiera te lo mereces. - intenté serenarme pasándome las manos por el pelo y me alejé un par de pasos, volviendo a apoyarme contra la pared de enfrente. Le miré fijamente haciéndole callar y dije con voz firme.
- Muy bien, ¿Cómo es ese dicho...? Ah, sí. Quien con niños se acuesta, meado se levanta... en esta ocasión, si me permites, lo reformularemos. Quien con niños se acuesta... - una mueca salvaje deformó mi cara. - desmembrado se levanta.- mi mirada le anticipó lo que iba a salir de mis labios a continuación. - Vas a cortarte los huevos, y después tu maldita polla en doce trozos, los mismos que años tenía Corbin cuando le jodiste la vida. Calcula bien, tienen que ser doce exactos o no ganarás el juego.
Saqué un cuchillo afilado de carnicero que había cogido prestado de las cocinas de aquel antro y se lo entregué. Simonetti intentó suplicar de nuevo, lívido como un muerto, pero la orden mental fue reforzada con un intenso dolor en su cabeza que le hizo chillar de agonía. Cogió el cuchillo con mano temblorosa y se resistió lo que pudo, pero mi hechizo era mucho más fuerte.
Sus gritos resonaron por el cuarto, lamentándose y suplicando por la vida que iba a perder en breves momentos. Uno tras otro, los golpes del machete y la sangre fueron resonando y goteando del tablón al suelo, según los doce trozos iban cayendo con ruidos sordos a la madera. No dejé que se desmayara, menteniendo su mente despierta con el hechizo "Insomnis". El llanto desconsolado del médico me taladraba la cabeza, pero aquello no había terminado. Sin apenas mirar el destrozo, mi voz volvió a sonar firme cuando sentencié:
- Tu mísera vida ha terminado. Muere como lo que eres. Un maldito monstruo.- Su cerebro empezó a fundirse bajo mi magia y un grito de agonía rasgó la habitación, rompiendo la insonoridad previa.
Cogí la camisa, me la puse y me calé la gabardina, saliendo por la puerta sin ser visto y sin mirar atrás. Al día siguiente se encontrarían un cuerpo maltrecho y mutilado, obra de algún asesino en serie que seguramente la prensa se inventaría.
Pero yo no entraría en la ecuación. Aquellas visiones me habían dejado más tocado de lo que deberían y mi caballo enfiló sin tener que dirigirlo de nuevo hacia la Sede.
Sabía lo que tenía que hacer. Entré de nuevo, esta vez sin resistencia. Subí las escaleras y entré en la enfermería al rayar el alba.
Vislumbré su silueta con los primeros rayos de Sol y la vi girar la cabeza para mirarme, estaba despierta. Mi cara, pálida por las visiones y por lo que acababa de hacer, casi se reflejaba con las primeras luces. Apoyé la espalda en la puerta, lívido, pero sin una pizca de arrepentimiento en mis ojos de hielo. Una voz de ultratumba salió de mi pecho cuando, aún con sangre en las manos, lo concluí todo.
- Está hecho.
Francesco Simonetti, el médico. Lo conocía de vista y conocía su reputación, gustaba de frecuentar burdeles como todo hijo de vecino, pero se rumoreaba que sus gustos eran un tanto... peculiares. Decían que siempre elegía a los prostitutos jóvenes y que por sus gustos había acabado mandándolos a lugares de su elección para reunirse con ellos para sus perversiones, en lugar de quedarse en los establecimientos habituales. No sabía por qué Faith lo quería muerto, pero mi mente entró en una dinámica bastante conocida: Tenía que matar a ese hombre. Eso liberaría la rabia, la confusión y el miedo que atenazaban mi garganta desde que emprendí el camino a la Sede. Faith se estaba agotando y no tardaría en caer de nuevo en la inconsciencia. Me separé un poco de su frente sin apartar la mano que le aliviaba y volví a observarla. No hice preguntas.
Y me decidí.
Aparté las manos con suavidad para sacar un pequeño objeto del bolsillo interior izquierdo de mi camisa, justo sobre el corazón. Cogí la mano derecha de Faith y busqué su dedo anular, colocando el pequeño artilugio alrededor de aquella pálida piel. El anillo de plata de mi madre relució en su mano con una suave luz azulada, mientras la cogía entre las mías y me inclinaba suavemente para susurrarle al oído:
- No te lo quites. Así sabré que sigues viva. - volví a posar la mano en su frente y cerré los ojos con fuerza. - Se hará como dices. Ahora descansa.
Susurré el hechizo "Noctum" y sumí a la cazadora de nuevo en una cálida inconsciencia mientras me levantaba, reticente a dejar la habitación. Pero el anillo estaba conectado a mí, por lo que mientras yo siguiera vivo, ella lo haría también porque la sustentaría con mi energía. Miré hacia la puerta y suspiré. Era la hora.
---------------------------------------------------------------------------------
Mi mente bullía de nuevo de camino al Golden Cat. Había trazado un plan basándome en los rumores que había escuchado entre la nobleza y los lugares que sabía, por el soplo de uno de sus criados cuya mente estaba llena de codicia, que frecuentaba aquel Lord al que por alguna razón La Parca quería muerto. Aveline había dicho que no se merecía vivir... lo que me llevaba a pensar qué era aquello tan terrible que le había hecho a ese alguien tan importante para la cazadora. Sobre todo para clamar por una muerte humana, especie a la que había jurado proteger al ingresar en la Orden.
Me cambié de ropa para ponerme entero de negro y salí de nuevo al amparo de la noche. Mi montura parecía nerviosa, la niebla había comenzado a extenderse y parecía el ambiente idóneo para lo que estaba a punto de suceder. No me costó mucho tiempo enterarme de dónde y con quién se reuniría aquella velada, ya que sabía que al criado codicioso e indiscreto también le gustaba frecuentar burdeles, precisamente el Golden Moon. Sus mente me reveló que aquel médico famoso se había visto con... Corbin la semana pasada. ¿Casualidad? No lo creía. Las cosas empezaban a cuadrarme demasiado. Pregunté por el rubio en el burdel, pero me dijeron que hacía días que andaba desaparecido. Inmediatamente sospeché.
¿Tendría que ver con el médico o era un simple cliente más? Dominé las mentes de los presentes en el local para que no recordaran mis preguntas y salí cabalgando a una pequeña posada a las afueras de París.
La posada del Gato Gris, como rezaba el cartel mohoso de la entrada, se encontraba siguiendo una bifurcación a poco menos de diez kilómetros de la ciudad francesa.
Un pequeño tugurio entre los árboles, lo suficientemente grande como para alojar unas pocas habitaciones y lo suficientemente bien escondido como para que nadie hiciera demasiadas preguntas. Bajé del caballo, que resollaba por el esfuerzo de aquella noche y entré con discreción, calándome el cuello de la gabardina.
El interior tampoco inspiraba demasiada confianza. La madera parecía demasiado antigua o demasiado rancia y el aire estaba enrarecido. Me adentré en la "acogedora" penumbra que ofrecía aquel lugar y observé la poca gente que bebía en las mesas, que se reducía a cuatro borrachos medio dormidos y un tabernero de metro noventa con una cicatriz en la mejilla y cara de pocos amigos. A cualquiera le hubieran dado ganas de irse a cualquier otro lugar, pero sabía que aquel era el sitio correcto. En diez minutos, las mentes de los pocos presentes se habían doblegado ante la mía y creían que mi nombre era Corbin, el prostituto que esperaba esta vez a que monsieur Francesco Simonetti apareciera para su visita semanal. Cuando la noche acabara, lo habrían olvidado absolutamente todo y ni siquiera recordarían que alguien había pasado por allí aquella noche. Esperé pacientemente sentado en aquella cama y con la camisa abierta hasta que escuché el resonar de unos pasos subir por las desvencijadas escaleras de madera. La puerta se abrió y un hombre entró cerrando la puerta. Lo reconocí al instante.
Francesco Simonetti.
Se notaba que Simonetti era un hombre de alto estatus. Tendría unos cincuenta años, rasgos duros y cabello bien peinado, que aunque canoso, se podría hasta considerar apuesto para las damas. Llevaba unas pequeñas gafas de montura de oro que le conferían ese aire intelectual, que a juego con el traje de etiqueta y lo erguido de su postura, parecían servirle para su estupenda fachada de hombre de bien.
El médico frunció el ceño cuando se percató de que el hombre sentado frente a él no era el grandullón de dos metros al que esperaba.
- Tú no eres Corbin... aunque... - recorrió con una lujuriosa mirada de ojos oscuros mis abdominales y sonrió de lado mostrando unos dientecillos que me recordaron a algún tipo de roedor. - ... a lo mejor podemos hacer un apaño. ¿Cuántos años tienes, muchacho?
Así que era eso. Al afamado médico le gustaban los jovencitos. No me molesté en contestarle a la pregunta. Me levanté con parsimonia y le miré de arriba a abajo antes de chasquear la lengua y empezar a esbozar una sonrisa siniestra.
- Me parece que sigo siendo algo mayor para sus gustos, señor Simonetti. Pero déjeme averiguar la verdad... - el médico palideció ante la mención de su persona. Se suponía que había pagado una cuantiosa suma para mantener su privacidad y un prostituto cualquiera le acababa de llamar por su nombre real.
- ¡¿Cómo te atreves?! No sé dónde has oído ese nombre, pero te ordeno que lo olvides inmediatamente. A partir de ahora me llamarás "Amo" y te sugiero que hagas lo que te ordeno o...
- Creo que se está equivocando, señor mío. - mi sonrisa se esanchó todavía más al acercarme a él y quedarme a milímetros de su cara - Aquí el que da las órdenes soy yo. Mis movimientos fueron rápidos y precisos. El golpe al plexo solar le cortó la respiración, seguido del codazo en la sien que lo dejó inconsciente e hizo que cayera al suelo como un fardo. Me molestaba su estúpido parloteo. Era hora de bucear en su mente.
Lo que vi en sus recuerdos me revolvió el estómago incluso a mí. Lo que había hecho ese cabrón no tenía nombre. Vi a un Corbin de doce años, aterrorizado bajo el yugo de aquellas manos que hacían lo que querían con él... sin poder defenderse. En un burdel al que le daba igual la edad de los que allí trabajaban. Oí sus gritos de dolor y fui testigo de los horrores que le había infligido, una y otra vez, semana tras semana hasta que se rindió por pura impotencia al tacto de aquellas manos; manos que los nobles decían que podían curar las más misteriosas enfermedades... cuando el mayor enfermo y bastardo era aquel malnacido que ahora yacía en la cama, boca arriba ante mis ojos. Me crucé de brazos apretandome el puente de la nariz y corté la conexión con su mente. No quería ver más. No quería recordar el dolor y el terror de aquel muchacho de tan sólo doce años. Ahora entendía lo que Aveline me pedía que hiciera.
Simonetti se despertó tocándose la sien donde había sido golpeado un par de horas antes y miró a los lados, algo desorientado todavía. De pronto se dio cuenta de dónde estaba y me vio de frente, apoyado en la pared. Mis ojos dejaban ver el hielo más profundo del Ártico concentrado en dos orbes, el rictus serio y los brazos cruzados, la camisa colgada en una silla. El médico fue a gritar, pero yo fui más rápido.
- "Dominatem". Sí, sorpresa. Soy un brujo. Y ahora no digas ni una palabra y no te muevas.
Su mente se doblegó ante el poder arrasador de la mía, que bullía de rabia ante lo que acababa de ver en sus recuerdos. Pocas cosas podían llegarme tan profundo. Pero aquel pequeño niño y sus ojos llenos de terror no dejaban de repetírseme, una y otra vez, en bucle tras mis párpados.
Miré al hombre que tenía ante mí, que me observaba atónito y con ojos temerosos, y dejé de apoyarme en la pared para agacharme en el suelo. Cogí un tablón de madera y lo arranqué, poniendolo en la cama y dejando que sobresaliera un poco.
- Quítate los pantalones y siéntate en el tablón con una pierna a cada lado.
Simonetti se puso pálido de nuevo, pero lo hizo sin decir una palabra. Con un chasquido de dedos, insonoricé la habitación. Sobre el tablón quedaban sus partes, que arrugadas y grisáceas reposaban como un amasijo de carne cualquiera en el mercado.
- Ahora, tócate, quiero que te lo ates al tablón.
Simonetti me miró con los ojos como platos. Estaba aterrorizado, pero mi hechizo no le permitía decir nada. Con una de sus asquerosas manos empezó a tocarse y no pude más que apartar la vista asqueado ante tal escena, pero lo necesitaba para hacerle pagar por lo que le había hecho a Corbin. Tardaba mucho, por lo que con un infinito asco me descrucé de brazos y le dejé que admirara mi cuerpo, que en esos momentos estaba tenso como la cuerda de una guitarra.
Escuché el ruido de la pequeña cuerda que había dejado antes a su lado y volví a mirarle a la cara cuando hubo terminado. Entonces, comencé. Mi cara empezó a mostrar esa sonrisa sádica que me caracterizaba en esas ocasiones cuando le dije:
- Muy bien, y ahora vas a pagar por lo que le hiciste. No te hagas el tonto, te refrescaré la memoria. Corbin, rubio, pequeño, indefenso, doce años. ¿Lo recuerdas?
Simonetti empezó a balbucear como un idiota y uno de mis puños voló con fuerza hacia su cara, partiéndole dos dientes del golpe y haciendo que escupiera sangre a un lado de la cama. Gruñí con rabia retrayendo el puño de nuevo.
- ¡Contesta de una vez! ¡¿Lo recuerdas?!
- ¡Sí, lo recuerdo! Por favor, no me hagas daño, no me mates, lo siento, por favor... tengo amigos, contactos, gente importante... te pagaré, pero no me hagas daño por favor...
Escupí al suelo por el asco que me estaba dando aquel despojo humano y gruñí con los ojos casi blancos de tan helados.
- Por lo menos muere con dignidad, escoria. Aunque ni siquiera te lo mereces. - intenté serenarme pasándome las manos por el pelo y me alejé un par de pasos, volviendo a apoyarme contra la pared de enfrente. Le miré fijamente haciéndole callar y dije con voz firme.
- Muy bien, ¿Cómo es ese dicho...? Ah, sí. Quien con niños se acuesta, meado se levanta... en esta ocasión, si me permites, lo reformularemos. Quien con niños se acuesta... - una mueca salvaje deformó mi cara. - desmembrado se levanta.- mi mirada le anticipó lo que iba a salir de mis labios a continuación. - Vas a cortarte los huevos, y después tu maldita polla en doce trozos, los mismos que años tenía Corbin cuando le jodiste la vida. Calcula bien, tienen que ser doce exactos o no ganarás el juego.
Saqué un cuchillo afilado de carnicero que había cogido prestado de las cocinas de aquel antro y se lo entregué. Simonetti intentó suplicar de nuevo, lívido como un muerto, pero la orden mental fue reforzada con un intenso dolor en su cabeza que le hizo chillar de agonía. Cogió el cuchillo con mano temblorosa y se resistió lo que pudo, pero mi hechizo era mucho más fuerte.
Sus gritos resonaron por el cuarto, lamentándose y suplicando por la vida que iba a perder en breves momentos. Uno tras otro, los golpes del machete y la sangre fueron resonando y goteando del tablón al suelo, según los doce trozos iban cayendo con ruidos sordos a la madera. No dejé que se desmayara, menteniendo su mente despierta con el hechizo "Insomnis". El llanto desconsolado del médico me taladraba la cabeza, pero aquello no había terminado. Sin apenas mirar el destrozo, mi voz volvió a sonar firme cuando sentencié:
- Tu mísera vida ha terminado. Muere como lo que eres. Un maldito monstruo.- Su cerebro empezó a fundirse bajo mi magia y un grito de agonía rasgó la habitación, rompiendo la insonoridad previa.
Cogí la camisa, me la puse y me calé la gabardina, saliendo por la puerta sin ser visto y sin mirar atrás. Al día siguiente se encontrarían un cuerpo maltrecho y mutilado, obra de algún asesino en serie que seguramente la prensa se inventaría.
Pero yo no entraría en la ecuación. Aquellas visiones me habían dejado más tocado de lo que deberían y mi caballo enfiló sin tener que dirigirlo de nuevo hacia la Sede.
Sabía lo que tenía que hacer. Entré de nuevo, esta vez sin resistencia. Subí las escaleras y entré en la enfermería al rayar el alba.
Vislumbré su silueta con los primeros rayos de Sol y la vi girar la cabeza para mirarme, estaba despierta. Mi cara, pálida por las visiones y por lo que acababa de hacer, casi se reflejaba con las primeras luces. Apoyé la espalda en la puerta, lívido, pero sin una pizca de arrepentimiento en mis ojos de hielo. Una voz de ultratumba salió de mi pecho cuando, aún con sangre en las manos, lo concluí todo.
- Está hecho.
Stein Ackerman- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 01/11/2016
Re: When the cold wind blows. {Priv. + 18}
Aveline estaba despierta, era el quinto día tras la puñalada y la fiebre había remitido, seguramente porque era se cumplían los plazos esperados en esos caso y también por la intervención de Stein, que con su hechizo de aire puro habúa oxigenado su sangre y sus heridas.
Cuando despertó, lo hizo con una sensación de calma que la invadió cálidamente. ¿Tanto había influido en su curación? era un brujo, eran capaces de hacer cosas increíbles. Notó el metal en su dedo y sacó la mano para observarlo. Era un anillo de plata, pulido,bien cuidado, y supuso que se lo habría puesto como amuleto o tótem o vaya usted a saber... pero no pudo evitar una sonrisa, eso parecia el anillo de pedida que debería haberle regalado cuando abrió esa bocaza para soltar la mentira en la fiesta.
El hermano Aurelius se acababa de ir después de limpiar y vendar de nuevo la herida y le había traido un poco de agua, tenían que ir probando poco a poco para que tolerase bien, ya que le habían cosido los intestinos. Lo cierto es que estaba muy sedienta.
Stein apareció en la enfermería, vestido de negro y con rictus tenso. La Parca conocía esa mirada, era la que se ponía después de haber mirado a la muerte a los ojos, después de haberla repartido, de haberte fundido con ella para ser la mano que cierne la oscuridad sobre otros. Sólo con mirarlo supo que acababa de aniquilar a la pesadilla que Corbin había sufrido, aunque el daño ya no se pudiera resarcir. Se alegró, sobre todo por el muchacho, pero también por Stein, porque entendía que él estuvo en una posición similar y que gentuza como Simonetti le habría marcado igualmente, así que también le serviría de catarsis.
Alargó las manos hacia él, indicándole que se sentara allí con ella ya que estaba recostada sobre unos almohadones contra el cabecero de la cama. Cuando Stein lo hizo, con los ojos todavía del color de los glaciares, lo rodeó con sus brazos y tiró de él para que recostase la cabeza sobre ella. Acarició sus rizos con suaves pasadas y pegó los labios a su sien, permaneciendo así un buen rato. Calma...todo estaba bien. Lo hecho, hecho estaba, y ahora quedaría como un borroso recuerdo. Los labios apoyados contra su sien susurraron "gracias" y depositaron un beso largo allí. En ese momento era ella la que arropaba a Stein, aunque antes había sido al revés. No había necesidad de más palabras, se estaban entendiendo a la perfección. Faith notó de inmediato que él también estaba cansado, que había agotado sus reservas de energía velándola, insuflándole aire limpio y después acabando con Simonetti. Pero ella se encontraba mejor, empezaba a ver luz al final del túnel, y en parte era gracias a él. Quería abrazarlo y sostenerlo de la misma forma que él lo había hecho.
Quizás fuera porque se había visto en el límite entre la vida y la muerte, pero había temido no despertar después de sus palabras, de que le dijera entreveladamente que no la quería perder. Toda la parafernalia del compromiso se la había tomado medio en broma, pensando que efectivamente, era solo un negocio ventajoso para ambos, una relacion de "follamigos" que además se convierten en socios. Pero no, Stein estaba dando muestras de tener sentimientos más profundos por ella y en ese momento, no estaba asustada, ya se había asustado bastante al estar tan cerca de la muerte.
Separó los labios de la sien de Stein mientras la mano abandonaba su pelo para acariciar su mejilla.
— Por fin has puesto un anillo en mi dedo... pensaba que tendría que hacerlo yo... cuidaré de ti en la salud y la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza...— su tono de voz era entrecortado, estaba diciéndole lo que sentía sin miedo a salir herida, al menos en ese momento.—... hasta que un dia nos toquemos tanto las narices que nos acabemos matando.— Sonrió contra su piel, porque no podía evitarlo, Stein le provocaba de esa forma sólo por existir.
Cuando despertó, lo hizo con una sensación de calma que la invadió cálidamente. ¿Tanto había influido en su curación? era un brujo, eran capaces de hacer cosas increíbles. Notó el metal en su dedo y sacó la mano para observarlo. Era un anillo de plata, pulido,bien cuidado, y supuso que se lo habría puesto como amuleto o tótem o vaya usted a saber... pero no pudo evitar una sonrisa, eso parecia el anillo de pedida que debería haberle regalado cuando abrió esa bocaza para soltar la mentira en la fiesta.
El hermano Aurelius se acababa de ir después de limpiar y vendar de nuevo la herida y le había traido un poco de agua, tenían que ir probando poco a poco para que tolerase bien, ya que le habían cosido los intestinos. Lo cierto es que estaba muy sedienta.
Stein apareció en la enfermería, vestido de negro y con rictus tenso. La Parca conocía esa mirada, era la que se ponía después de haber mirado a la muerte a los ojos, después de haberla repartido, de haberte fundido con ella para ser la mano que cierne la oscuridad sobre otros. Sólo con mirarlo supo que acababa de aniquilar a la pesadilla que Corbin había sufrido, aunque el daño ya no se pudiera resarcir. Se alegró, sobre todo por el muchacho, pero también por Stein, porque entendía que él estuvo en una posición similar y que gentuza como Simonetti le habría marcado igualmente, así que también le serviría de catarsis.
Alargó las manos hacia él, indicándole que se sentara allí con ella ya que estaba recostada sobre unos almohadones contra el cabecero de la cama. Cuando Stein lo hizo, con los ojos todavía del color de los glaciares, lo rodeó con sus brazos y tiró de él para que recostase la cabeza sobre ella. Acarició sus rizos con suaves pasadas y pegó los labios a su sien, permaneciendo así un buen rato. Calma...todo estaba bien. Lo hecho, hecho estaba, y ahora quedaría como un borroso recuerdo. Los labios apoyados contra su sien susurraron "gracias" y depositaron un beso largo allí. En ese momento era ella la que arropaba a Stein, aunque antes había sido al revés. No había necesidad de más palabras, se estaban entendiendo a la perfección. Faith notó de inmediato que él también estaba cansado, que había agotado sus reservas de energía velándola, insuflándole aire limpio y después acabando con Simonetti. Pero ella se encontraba mejor, empezaba a ver luz al final del túnel, y en parte era gracias a él. Quería abrazarlo y sostenerlo de la misma forma que él lo había hecho.
Quizás fuera porque se había visto en el límite entre la vida y la muerte, pero había temido no despertar después de sus palabras, de que le dijera entreveladamente que no la quería perder. Toda la parafernalia del compromiso se la había tomado medio en broma, pensando que efectivamente, era solo un negocio ventajoso para ambos, una relacion de "follamigos" que además se convierten en socios. Pero no, Stein estaba dando muestras de tener sentimientos más profundos por ella y en ese momento, no estaba asustada, ya se había asustado bastante al estar tan cerca de la muerte.
Separó los labios de la sien de Stein mientras la mano abandonaba su pelo para acariciar su mejilla.
— Por fin has puesto un anillo en mi dedo... pensaba que tendría que hacerlo yo... cuidaré de ti en la salud y la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza...— su tono de voz era entrecortado, estaba diciéndole lo que sentía sin miedo a salir herida, al menos en ese momento.—... hasta que un dia nos toquemos tanto las narices que nos acabemos matando.— Sonrió contra su piel, porque no podía evitarlo, Stein le provocaba de esa forma sólo por existir.
Aveline Blackmore- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/01/2017
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