AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No soy el único {Lusbella}
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No soy el único {Lusbella}
Había dormido pocas horas, porque la noche anterior estuvo movida. Y las horas en la fábrica no perdonan, y no se las quería saltar. Fue un gran alivio saber que todos sus compañeros estaban bien, que nadie había recibido ningún disparo. Era complicado acertar con esos pistolones de chispa, mucho más en un terreno accidentado como el de los pantanos, y todavía más en una noche sin apenas luna. Tras las horas de trabajo tocaba reunirse, de nuevo, con la misteriosa mujer desnuda.
Algo le decía que esta vez iba a acudir vestida. Fue el primero en llegar a aquel parque, que quedaba justo enfrente del cementerio de Montmartre. Un pequeño jardín, ocupando una superficie relativamente pequeña. No se trataba de uno de los grandes jardines de Versalles, y tampoco de un parque intermedio; era una cosa pequeña, de "barrio". Pero su proximidad con el cementerio había creado todo tipo de historias y cuentos sobre fantasmas, espíritus que se acercaban desde el mismo cementerio hasta allí para relajarse, o para atosigar a los "descuidados" viandantes. Quedaba ligeramente por encima en cuanto a diferencia de nivel, por lo que se veía parte del cementerio en su entrada.
Las ropas que traía Mathieu eran las mismas. Ni siquiera llevaba un abrigo o cazadora por encima porque... bueno, confiaba que ella le devolvería la suya, de anoche. Además no hacía mucho frío. Era una temperatura agradable, incluso; para lo que es la noche invernal parisina. Estaba allí desde antes del anochecer, en cuanto salió de su turno de trabajo, cogió algo de comida para el camino y cenó escuetamente en el mismo parque, quedándose poco a poco solo. Ya nadie pasaba por allí a esas horas, como mucho alguien que pasaba corriendo a lo lejos, o un carruaje despistado, que intentaba evitar la cercanía al cementerio. Malditas supersticiones, siempre arruinando la vida de la gente. Al menos le había sacado provecho para tener intimidad. Y es que el tema que iban a tratar era de lo más delicado.
Algo le decía que esta vez iba a acudir vestida. Fue el primero en llegar a aquel parque, que quedaba justo enfrente del cementerio de Montmartre. Un pequeño jardín, ocupando una superficie relativamente pequeña. No se trataba de uno de los grandes jardines de Versalles, y tampoco de un parque intermedio; era una cosa pequeña, de "barrio". Pero su proximidad con el cementerio había creado todo tipo de historias y cuentos sobre fantasmas, espíritus que se acercaban desde el mismo cementerio hasta allí para relajarse, o para atosigar a los "descuidados" viandantes. Quedaba ligeramente por encima en cuanto a diferencia de nivel, por lo que se veía parte del cementerio en su entrada.
Las ropas que traía Mathieu eran las mismas. Ni siquiera llevaba un abrigo o cazadora por encima porque... bueno, confiaba que ella le devolvería la suya, de anoche. Además no hacía mucho frío. Era una temperatura agradable, incluso; para lo que es la noche invernal parisina. Estaba allí desde antes del anochecer, en cuanto salió de su turno de trabajo, cogió algo de comida para el camino y cenó escuetamente en el mismo parque, quedándose poco a poco solo. Ya nadie pasaba por allí a esas horas, como mucho alguien que pasaba corriendo a lo lejos, o un carruaje despistado, que intentaba evitar la cercanía al cementerio. Malditas supersticiones, siempre arruinando la vida de la gente. Al menos le había sacado provecho para tener intimidad. Y es que el tema que iban a tratar era de lo más delicado.
Mathieu- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 27/01/2017
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Re: No soy el único {Lusbella}
Mientras el carro, manejado por su adorado Horatio, corría veloz por las calles de París, Lusbella recordaba lo difícil que le había resultado descansar la noche anterior.
Había llegado a su casa pasada la medianoche, por suerte su esposo ya estaba descansando en su recamara –pues no compartían habitación sino que cada uno tenía la propia- por lo que no había tenido que darle explicaciones.
Lo primero que hizo fue pedirle a Pamele que le preparara un baño, ahí mismo en su dormitorio. Dos esclavos llevaron la tina hasta la habitación y Pamele la llenó con agua tibia.
-Necesito esto lavado y planchado para mañana al atardecer –le indicó, entregándole la prenda que el lobo le había prestado-. Tengo que devolverlo.
Se relajó tanto en el agua que por poco no se quedó dormida allí. Pamele le lavó el cabello con esencias frutales y resfregó por su piel pétalos de flores. El masaje la relajó tanto que Lusbella creyó que dormiría la noche entera… Pero no había podido, mientras estaba en la cama, envuelta por las frazadas, solo podía imaginarlo a él, a Mathieu, transformado. Cerraba los ojos y veía un enorme lobo, hambriento y endiablado, persiguiendo a un cuervo al que le costaba alzar vuelo por culpa de la intensa lluvia.
-¿Aquí es, señora? –preguntó Horatio desde afuera y la sacó de sus recuerdos-. Yo no la dejo aquí, de ninguna manera…
Lus corrió la cortina de la puertilla derecha, allí estaba el cementerio que parecía envuelto en bruma. Se movió hacia la puertilla de la izquierda e hizo lo mismo, viendo la plazoleta que el lobo había descrito la noche anterior.
“¿Dónde me vine a meter”, pensó mientras ponía tras su oreja un mechón que había escapado de su entramado y apretado peinado recogido.
-Es aquí, ayúdame a la bajar –le pidió mientras se acomodaba el escote de su vestido azul.
Cuando el cochero abrió la puerta de la izquierda, Lusbella apretó en su mano derecha el paquete que había llevado mientras con la otra tomaba la mano de él.
Allí estaba la ropa que el lobo le había prestado y, además, le había quitado dos botellas nuevas a su marido. Una de brandy y otra de whisky escocés, Jacquin decía que era el mejor que había probado… Ya vería que opinaba Mathieu de ello.
Le diría que una era para él y la otra para Arnaud, que él eligiera cual de las dos bebidas le daría.
-Señora… ¿Qué me hace hacer? –le preguntó el cochero preocupado.
-Quedate aquí mismo –le pidió-, yo volveré en cuanto resuelva un asunto. No me busques, nada me pasará –lo tranquilizó, adelantándose a las quejas del hombre-, regresaré tal y como regresé anoche…
-Intente no volver desnuda.
-¡Horatio, no te pases! –le pidió, ofendida.
-Sí, lo siento, señora Toussaint –le besó la mano-. Aquí la esperaré.
Lusbella se despidió de él y cruzó la calle, apretando el paquete contra su pecho.
Mentiría si dijese que no tenía miedo.
Había llegado a su casa pasada la medianoche, por suerte su esposo ya estaba descansando en su recamara –pues no compartían habitación sino que cada uno tenía la propia- por lo que no había tenido que darle explicaciones.
Lo primero que hizo fue pedirle a Pamele que le preparara un baño, ahí mismo en su dormitorio. Dos esclavos llevaron la tina hasta la habitación y Pamele la llenó con agua tibia.
-Necesito esto lavado y planchado para mañana al atardecer –le indicó, entregándole la prenda que el lobo le había prestado-. Tengo que devolverlo.
Se relajó tanto en el agua que por poco no se quedó dormida allí. Pamele le lavó el cabello con esencias frutales y resfregó por su piel pétalos de flores. El masaje la relajó tanto que Lusbella creyó que dormiría la noche entera… Pero no había podido, mientras estaba en la cama, envuelta por las frazadas, solo podía imaginarlo a él, a Mathieu, transformado. Cerraba los ojos y veía un enorme lobo, hambriento y endiablado, persiguiendo a un cuervo al que le costaba alzar vuelo por culpa de la intensa lluvia.
-¿Aquí es, señora? –preguntó Horatio desde afuera y la sacó de sus recuerdos-. Yo no la dejo aquí, de ninguna manera…
Lus corrió la cortina de la puertilla derecha, allí estaba el cementerio que parecía envuelto en bruma. Se movió hacia la puertilla de la izquierda e hizo lo mismo, viendo la plazoleta que el lobo había descrito la noche anterior.
“¿Dónde me vine a meter”, pensó mientras ponía tras su oreja un mechón que había escapado de su entramado y apretado peinado recogido.
-Es aquí, ayúdame a la bajar –le pidió mientras se acomodaba el escote de su vestido azul.
Cuando el cochero abrió la puerta de la izquierda, Lusbella apretó en su mano derecha el paquete que había llevado mientras con la otra tomaba la mano de él.
Allí estaba la ropa que el lobo le había prestado y, además, le había quitado dos botellas nuevas a su marido. Una de brandy y otra de whisky escocés, Jacquin decía que era el mejor que había probado… Ya vería que opinaba Mathieu de ello.
Le diría que una era para él y la otra para Arnaud, que él eligiera cual de las dos bebidas le daría.
-Señora… ¿Qué me hace hacer? –le preguntó el cochero preocupado.
-Quedate aquí mismo –le pidió-, yo volveré en cuanto resuelva un asunto. No me busques, nada me pasará –lo tranquilizó, adelantándose a las quejas del hombre-, regresaré tal y como regresé anoche…
-Intente no volver desnuda.
-¡Horatio, no te pases! –le pidió, ofendida.
-Sí, lo siento, señora Toussaint –le besó la mano-. Aquí la esperaré.
Lusbella se despidió de él y cruzó la calle, apretando el paquete contra su pecho.
Mentiría si dijese que no tenía miedo.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 90
Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: No soy el único {Lusbella}
Había visto el atardecer desde aquel punto. El cielo pasar de azul claro a un azul más oscuro, acompañado de tonos anaranjados y rosas en el firmamento que empezaba a llenarse de leves puntos blancos, que terminaron por pintar todo el cielo oscuro. Y la luna, creciente, en lo alto, por encima del cementerio y las casas parisinas. Llevaba ya un tiempo por allí, y no había visto nada por lo que pasar miedo. Podía sentir el nerviosismo de los pocos que pasaban por allí, acelerando el paso para no ser raptados o castigados por algún fantasma furioso. Nada de eso había ocurrido.
Ni iba a ocurrir. Mathieu estaba muy seguro de ello. Por eso había escogido aquel lugar, claro; no es que esperaba que los fantasmas raptaran a su nueva aliada.
Ya conocía ese carruaje, pues ya había montado en él; la noche anterior, sin ir más lejos. Miró el coche y pudo reconocer en la distancia al cochero, que bajaba a ayudar a la dama. Debían ser ellos, ¿quién más, si no, iba a detenerse en un lugar con tan mal fario como aquel? Se puso en pie para recibirla cuando llegaba. El cochero ni siquiera se separó del mismo coche, y supuso que montaría guardia desde el carro mismo, por si tenían que salir corriendo.
Lusbella estaba en lo cierto. Ella iba a estar bien, pues con él no tenía nada que temer. La iba a proteger. Incluso de las historias de fantasmas. Se incorporó e inclinó levemente la cabeza como saludo a su llegada - Buenas noches. Has venido. - Pudo apreciar en ella algo de inquietud o nerviosismo. - ¿Estás bien? ¿Te parece un lugar... inadecuado? - La noche acababa de empezar, quedaban muchos lugares donde podían mantener aquella charla.
El parquecito estaba allí, sin nadie más que ellos dos, un par de bancos de piedra, algunas plantas, un par de árboles... y de fondo del cementerio. Del mismo modo pudo apreciar que llegaba cargada con algunas cosas, pero por educación no preguntó de qué se trataba. Aunque se permitía adivinar que el paquete contenía su abrigo, el que le prestó la noche anterior.
Ni iba a ocurrir. Mathieu estaba muy seguro de ello. Por eso había escogido aquel lugar, claro; no es que esperaba que los fantasmas raptaran a su nueva aliada.
Ya conocía ese carruaje, pues ya había montado en él; la noche anterior, sin ir más lejos. Miró el coche y pudo reconocer en la distancia al cochero, que bajaba a ayudar a la dama. Debían ser ellos, ¿quién más, si no, iba a detenerse en un lugar con tan mal fario como aquel? Se puso en pie para recibirla cuando llegaba. El cochero ni siquiera se separó del mismo coche, y supuso que montaría guardia desde el carro mismo, por si tenían que salir corriendo.
Lusbella estaba en lo cierto. Ella iba a estar bien, pues con él no tenía nada que temer. La iba a proteger. Incluso de las historias de fantasmas. Se incorporó e inclinó levemente la cabeza como saludo a su llegada - Buenas noches. Has venido. - Pudo apreciar en ella algo de inquietud o nerviosismo. - ¿Estás bien? ¿Te parece un lugar... inadecuado? - La noche acababa de empezar, quedaban muchos lugares donde podían mantener aquella charla.
El parquecito estaba allí, sin nadie más que ellos dos, un par de bancos de piedra, algunas plantas, un par de árboles... y de fondo del cementerio. Del mismo modo pudo apreciar que llegaba cargada con algunas cosas, pero por educación no preguntó de qué se trataba. Aunque se permitía adivinar que el paquete contenía su abrigo, el que le prestó la noche anterior.
Mathieu- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 27/01/2017
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Re: No soy el único {Lusbella}
No lo veía pero lo sentía, él estaba allí en alguna parte y su instinto se lo avisaba. Cruzó la calle y caminó hacia el lugar en el que habían pactado encontrarse esa noche. No tardó en verlo emerger del interior de la plaza y acercarse a ella. La saludó, con voz tranquila y segura, y ella le devolvió el saludo algo más tímida. Él pareció advertirlo pues le preguntó si deseaba cambiar de sitio. Lusbella lo meditó por un segundo, podrían subirse al carro e ir a cualquier sitio de la ciudad… Incluso la morgue o la estación policial. Pero no lo haría, además de hablar con el lobo, esa noche quería volver a entrar al cementerio –si Mathieu la acompañaba mejor, pero de igual modo lo haría sola si él no aceptaba-, porque deseaba reencontrarse con ese sitio que adoraba. Un estúpido fantasma no sería más dueño de caminar por esas callecitas que ella, que sí estaba viva.
-Me parece un lugar perfecto –le respondió y, volviéndose pudo advertir que todavía se veía al coche de su familia-, pero tal vez más tarde tengamos que movernos un poco si es que queremos no ser vistos por mi cochero.
Estaba segura de que Horatio no quitaría la vista de ellos mientras pudiera –y no le molestaba pues sabía que el viejo cochero solo deseaba cuidarla y tenía motivos para desconfiar, su señora era de por sí bastante insensata- pero, como con Mathieu solo hablarían, eso no era problema. Importaba que Horatio no pudiera oírles.
-Esto es para ti –le dijo, tendiéndole el paquete-, es tu abrigo ya limpio y un regalo también, una es para ti, puedes elegir la que tú quieras, y la otra para tu amigo. ¿Él se encuentra mejor hoy? Por cierto, gracias por haberme ayudado anoche.
Ya lo estaba haciendo de nuevo, cuando se ponía nerviosa hablaba más de lo habitual y, teniendo en cuenta que lo habitual ya era mucho, Lusbella sabía que podía llegar a marear a la gente con tanta charla. Debería controlarse si no quería que Mathieu creyera que estaba medio loca.
¿Qué la tenía así? ¿Hablar de su secreto con alguien más? ¿Pasar tiempo con un desconocido? ¿O que el desconocido fuera él?
Sí, estaba nerviosa y a la vez excitada, la idea de una aventura como aquella la emocionaba.
-Me parece un lugar perfecto –le respondió y, volviéndose pudo advertir que todavía se veía al coche de su familia-, pero tal vez más tarde tengamos que movernos un poco si es que queremos no ser vistos por mi cochero.
Estaba segura de que Horatio no quitaría la vista de ellos mientras pudiera –y no le molestaba pues sabía que el viejo cochero solo deseaba cuidarla y tenía motivos para desconfiar, su señora era de por sí bastante insensata- pero, como con Mathieu solo hablarían, eso no era problema. Importaba que Horatio no pudiera oírles.
-Esto es para ti –le dijo, tendiéndole el paquete-, es tu abrigo ya limpio y un regalo también, una es para ti, puedes elegir la que tú quieras, y la otra para tu amigo. ¿Él se encuentra mejor hoy? Por cierto, gracias por haberme ayudado anoche.
Ya lo estaba haciendo de nuevo, cuando se ponía nerviosa hablaba más de lo habitual y, teniendo en cuenta que lo habitual ya era mucho, Lusbella sabía que podía llegar a marear a la gente con tanta charla. Debería controlarse si no quería que Mathieu creyera que estaba medio loca.
¿Qué la tenía así? ¿Hablar de su secreto con alguien más? ¿Pasar tiempo con un desconocido? ¿O que el desconocido fuera él?
Sí, estaba nerviosa y a la vez excitada, la idea de una aventura como aquella la emocionaba.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: No soy el único {Lusbella}
Era ella, no había duda. Sus sentidos, que no le engañaban casi nunca, le revelaban a la misma mujer que la noche anterior. La vista, el oído y el olfato decían que era ella. No se puso tenso en ningún momento, pues nada había que temer. Recogió primero su abrigo, que para llevarlo en un brazo colgando y resultar un estorbo, optó por volver a ponerse. Antes de ello lo extendió, pues estaba doblado, y vio lo limpio que estaba. - Vaya... no tenías que haberte molestado - Dijo sólo refiriéndose a que le lavara la prenda. Luego vio las botellas de licor. Parecía licor del bueno, de hecho; puede que incluso fuera importado. - Cuánta amabilidad. Yo... lamento no haber traído nada a esta reunión.
Se puso su cazadora de nuevo. Casi parecía otra, recién lavada, oliendo a... ¿le había echado un poco de perfume? No es que le desagradase, pero se sentía un poco extraño. Además él no había traído un presente, o algo. Ella dio las gracias de nuevo por sacarla de allí. Quizá era por eso que traía tantas cosas, porque se sentía agradecida porque la hubieran sacado de aquel tiroteo. Con discreción, además, algo un tanto complicado dadas las circunstancias.
Se guardó una botella en el ancho bolsillo interior de su abrigo, y se dispuso a abrir la otra botella sin pensárselo demasiado. - En ese caso... gracias, y a tu salud bebo - Y dio el primer trago a la botella, que resultó ser la de whisky. Hacía años que no se tomaba una buena copa de whisky. Luego se la ofreció para beber. Así, de la misma botella, sin vasos ni copas de cristal. - Es bueno.
Miró entonces de reojo al carro, que seguía allí en la esquina. Y supuso que el cochero estaría dentro, o encima, o junto a él; en definitiva, vigilando al pequeño parque. Estaba lejos como para poder escucharles, si hablaban en un tono de voz normal. Pero si querían transformarse no iba a ser tan fácil. Supuso que ella tendría alguna idea al respecto; al fin y al cabo el cochero era "suyo".
Se puso su cazadora de nuevo. Casi parecía otra, recién lavada, oliendo a... ¿le había echado un poco de perfume? No es que le desagradase, pero se sentía un poco extraño. Además él no había traído un presente, o algo. Ella dio las gracias de nuevo por sacarla de allí. Quizá era por eso que traía tantas cosas, porque se sentía agradecida porque la hubieran sacado de aquel tiroteo. Con discreción, además, algo un tanto complicado dadas las circunstancias.
Se guardó una botella en el ancho bolsillo interior de su abrigo, y se dispuso a abrir la otra botella sin pensárselo demasiado. - En ese caso... gracias, y a tu salud bebo - Y dio el primer trago a la botella, que resultó ser la de whisky. Hacía años que no se tomaba una buena copa de whisky. Luego se la ofreció para beber. Así, de la misma botella, sin vasos ni copas de cristal. - Es bueno.
Miró entonces de reojo al carro, que seguía allí en la esquina. Y supuso que el cochero estaría dentro, o encima, o junto a él; en definitiva, vigilando al pequeño parque. Estaba lejos como para poder escucharles, si hablaban en un tono de voz normal. Pero si querían transformarse no iba a ser tan fácil. Supuso que ella tendría alguna idea al respecto; al fin y al cabo el cochero era "suyo".
Mathieu- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 76
Fecha de inscripción : 27/01/2017
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Re: No soy el único {Lusbella}
-No te preocupes, no era necesario que me traigas nada –le dijo y cayó en la cuenta de que volvía a tutearlo.
La noche anterior había notado cierto recelo en la forma en la que él la veía, principalmente durante el viaje en coche. Por eso, de manera casi involuntaria, había comenzado a tratarlo de manera cortés y formal. Ahora, en cambio, volvía a hablarle con naturalidad y confianza.
Él destapó el whisky y le dio un trago largo, Lus observó como se movía su nuez al tragar y suspiró. Le pareció que había disfrutado al beber y eso la hizo feliz. Ella era regalona por naturaleza, eso no significaba que esperara algo a cambio de las demás personas, disfrutaba mucho de ver a otros apreciando algún presente. Solo por eso valía la pena.
Mathieu le tendió la botella, ofreciéndole un trago del whisky escocés y ella dudó -pues no era muy buena con el alcohol-, pero no quería quedar mal con él, mucho menos que el lobo la creyera una tonta, así que tomó la pesada botella. Necesitó de ambas manos para llevársela a la boca y, cuando bebió, un fuego líquido le recorrió el cuerpo, quemándola por dentro.
-Oh, mi Dios –dijo y lágrimas le saltaron de los ojos castaños. Le devolvió la botella entre risas ahogadas-. Está muy… no sé, caliente –opinó, llevándose una mano al pecho.
Notó que él miraba fijamente al carro, y en consecuencia a Horatio, y necesitó defenderse, aunque él no la estaba atacando por haberse presentado acompañada a la cita que tenían:
-Horatio es un buen hombre, no nos molestará a menos que crea que me encuentro en peligro. Aunque es un hombre un tanto mayor, así que dudo que pueda defenderme de nada –pensó en voz alta-, supongo que si quieres matarme esta noche lo tendrás todo bastante fácil –se rió, aún sintiendo fuego en su interior-. No debemos preocuparnos por él, dudo que a esta distancia pueda oírnos.
La noche anterior había notado cierto recelo en la forma en la que él la veía, principalmente durante el viaje en coche. Por eso, de manera casi involuntaria, había comenzado a tratarlo de manera cortés y formal. Ahora, en cambio, volvía a hablarle con naturalidad y confianza.
Él destapó el whisky y le dio un trago largo, Lus observó como se movía su nuez al tragar y suspiró. Le pareció que había disfrutado al beber y eso la hizo feliz. Ella era regalona por naturaleza, eso no significaba que esperara algo a cambio de las demás personas, disfrutaba mucho de ver a otros apreciando algún presente. Solo por eso valía la pena.
Mathieu le tendió la botella, ofreciéndole un trago del whisky escocés y ella dudó -pues no era muy buena con el alcohol-, pero no quería quedar mal con él, mucho menos que el lobo la creyera una tonta, así que tomó la pesada botella. Necesitó de ambas manos para llevársela a la boca y, cuando bebió, un fuego líquido le recorrió el cuerpo, quemándola por dentro.
-Oh, mi Dios –dijo y lágrimas le saltaron de los ojos castaños. Le devolvió la botella entre risas ahogadas-. Está muy… no sé, caliente –opinó, llevándose una mano al pecho.
Notó que él miraba fijamente al carro, y en consecuencia a Horatio, y necesitó defenderse, aunque él no la estaba atacando por haberse presentado acompañada a la cita que tenían:
-Horatio es un buen hombre, no nos molestará a menos que crea que me encuentro en peligro. Aunque es un hombre un tanto mayor, así que dudo que pueda defenderme de nada –pensó en voz alta-, supongo que si quieres matarme esta noche lo tendrás todo bastante fácil –se rió, aún sintiendo fuego en su interior-. No debemos preocuparnos por él, dudo que a esta distancia pueda oírnos.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: No soy el único {Lusbella}
El whisky era una bebida fuerte, desde luego, pero no esperaba que le afectara tan fuerte a Lusbella. Retomó la botella y volvió a taparla, y como no quedaban bolsillos disponibles en su abrigo en los que cupiera la botella, y no le apetecía tener las manos ocupadas, terminó dejando la botella de pie sobre uno de los bancos lisos de piedra. Así, si luego les apetecía un trago, tenían el whisky a mano.
Echó otro vistazo al coche, intuyendo la silueta de Horatio. - No, desde aquí no creo que nos escuche. Pero seguro que puede vernos, ¿no? - Y su pregunta giraba entorno a la transformación, claro. Creía en ella cuando le decía que ella también podía cambiar su cuerpo hasta el de un animal, pero quizá les podría apetecer cambiar la forma uno frente al otro, y verse como su verdadero yo. Bueno, su forma humana era la verdadera, pero... sólo era una cara de la moneda. Enseñar la otra era un gesto reservado, oculto, incluso íntimo. De hecho, no lo había hecho con nadie, que no fuera una víctima inmediata.
Siempre podían desplazarse a algún otro lugar. Por ejemplo al cementerio que tenían unos metros a sus espaldas, y que las lápidas, nichos y mausoleos les sirvieran de cobertura para sus transformaciones. Pero claro, ¿qué iba a pensar Horatio, si se la llevaba a aquel lugar que decían maldito y repleto de espíritus de los muertos? ¿Intervendría, trataría de buscarlos? Eso le planteó la posibilidad que Horatio en realidad supiera de la condición de su señora, y ésta le hubiera pagado por trabajar y además por su silencio. ¡Incluso que él fuera otro cambiaformas! Pero como no lo sabía seguro, por el momento debía imperar la prudencia.
Así que nada de cambiar de forma, por ahora. De momento tenían las palabras. Que no era poco. - Bueno... no se bien cómo empezar esta conversación. Él no nos escucha, así que podemos hablar con tranquilidad, ¿no? Sobre... sobre lo que somos. - Se rascó un poco la nuca, en un pequeño gesto de... ¿inseguridad? Mathieu no era un cobarde, pero el tema de su licantropía no era algo que compartiera abiertamente, y se mantenía un poco reservado, al parecer. Y eso que había llegado a aquella cita con muchas preguntas, y mucha más curiosidad.
Echó otro vistazo al coche, intuyendo la silueta de Horatio. - No, desde aquí no creo que nos escuche. Pero seguro que puede vernos, ¿no? - Y su pregunta giraba entorno a la transformación, claro. Creía en ella cuando le decía que ella también podía cambiar su cuerpo hasta el de un animal, pero quizá les podría apetecer cambiar la forma uno frente al otro, y verse como su verdadero yo. Bueno, su forma humana era la verdadera, pero... sólo era una cara de la moneda. Enseñar la otra era un gesto reservado, oculto, incluso íntimo. De hecho, no lo había hecho con nadie, que no fuera una víctima inmediata.
Siempre podían desplazarse a algún otro lugar. Por ejemplo al cementerio que tenían unos metros a sus espaldas, y que las lápidas, nichos y mausoleos les sirvieran de cobertura para sus transformaciones. Pero claro, ¿qué iba a pensar Horatio, si se la llevaba a aquel lugar que decían maldito y repleto de espíritus de los muertos? ¿Intervendría, trataría de buscarlos? Eso le planteó la posibilidad que Horatio en realidad supiera de la condición de su señora, y ésta le hubiera pagado por trabajar y además por su silencio. ¡Incluso que él fuera otro cambiaformas! Pero como no lo sabía seguro, por el momento debía imperar la prudencia.
Así que nada de cambiar de forma, por ahora. De momento tenían las palabras. Que no era poco. - Bueno... no se bien cómo empezar esta conversación. Él no nos escucha, así que podemos hablar con tranquilidad, ¿no? Sobre... sobre lo que somos. - Se rascó un poco la nuca, en un pequeño gesto de... ¿inseguridad? Mathieu no era un cobarde, pero el tema de su licantropía no era algo que compartiera abiertamente, y se mantenía un poco reservado, al parecer. Y eso que había llegado a aquella cita con muchas preguntas, y mucha más curiosidad.
Mathieu- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 27/01/2017
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Re: No soy el único {Lusbella}
-Por Horatio no debes temer, él es muy reservado y me ha acompañado a sitios más… turbios. Jamás me hace preguntas. Claro que no sabe cual es mi condición, no sabe que puedo cambiar de forma. En caso de que lo deseemos –dijo con énfasis pensando que ella se moría de ganas de volar esa noche, aunque solo fuera por espacio de pocos minutos-, podemos ir al cementerio. De seguro nadie podrá vernos si sabemos por qué caminos andar allí dentro, ya lo he hecho otras veces.
De todas formas ella quería ir –ahora que estaba acompañada por alguien más fuerte e intimidante se sentía confiada-, la última vez que había estado allí se había llevado una fuerte impresión y ahora que tenía la oportunidad la aprovecharía para exorcizar de ella ese mal recuerdo.
Él comenzó a hablar y fue directo al tema que allí los reunía, eso no la sorprendió –tampoco era que esperara que le preguntara cómo se encontraba, que tal estaban sus hijos o su empresa-, pero sí la hizo volver a su eje.
-Pregúntame lo que quieras, Mathieu –dijo su nombre con cariño pues conocía bien el momento en el que él se hallaba, sabía lo que era acudir a alguien confiando en que esa persona tuviera todas las respuestas-. No voy a mentirte, yo no lo sé todo. Mucho menos sobre los lobos grandes, como tú, pero en mi tierra, en Portugal, cuando dejé de ser una niña algo en mí cambió y me dio miedo saber la verdad sobre lo que me ocurría. Gracias al cielo tuve una esclava, que practicaba la hechicería, que pudo ayudarme y orientarme… La atacaba cada tarde con preguntas –le contó, sonriéndole al cielo y preguntándose qué había sido de aquella amorosa anciana-. Luego tuve que dejar mi país y no volví a saber de ella. No volví a saber de nadie –las lágrimas acudieron a sus ojos pero, respirando profundamente, no las dejó caer y ellas quedaron prendadas de sus pestañas, oscureciéndolas y volviéndolas pesadas-. Cuéntame de ti, ¿Cuándo te ocurrió esto? Según sé, a los lobos grandes deben morderlos para que ellos se transformen… Al menos eso me dijo Sahikinhia, la esclava que me enseñó lo que sabía al respecto.
Se sentó en el banquillo que tenían junto a ellos, ese dónde el lobo había dejado la botella de whisky escocés que ella le había regalado, y lo miró, esperando que le contara quién era.
De todas formas ella quería ir –ahora que estaba acompañada por alguien más fuerte e intimidante se sentía confiada-, la última vez que había estado allí se había llevado una fuerte impresión y ahora que tenía la oportunidad la aprovecharía para exorcizar de ella ese mal recuerdo.
Él comenzó a hablar y fue directo al tema que allí los reunía, eso no la sorprendió –tampoco era que esperara que le preguntara cómo se encontraba, que tal estaban sus hijos o su empresa-, pero sí la hizo volver a su eje.
-Pregúntame lo que quieras, Mathieu –dijo su nombre con cariño pues conocía bien el momento en el que él se hallaba, sabía lo que era acudir a alguien confiando en que esa persona tuviera todas las respuestas-. No voy a mentirte, yo no lo sé todo. Mucho menos sobre los lobos grandes, como tú, pero en mi tierra, en Portugal, cuando dejé de ser una niña algo en mí cambió y me dio miedo saber la verdad sobre lo que me ocurría. Gracias al cielo tuve una esclava, que practicaba la hechicería, que pudo ayudarme y orientarme… La atacaba cada tarde con preguntas –le contó, sonriéndole al cielo y preguntándose qué había sido de aquella amorosa anciana-. Luego tuve que dejar mi país y no volví a saber de ella. No volví a saber de nadie –las lágrimas acudieron a sus ojos pero, respirando profundamente, no las dejó caer y ellas quedaron prendadas de sus pestañas, oscureciéndolas y volviéndolas pesadas-. Cuéntame de ti, ¿Cuándo te ocurrió esto? Según sé, a los lobos grandes deben morderlos para que ellos se transformen… Al menos eso me dijo Sahikinhia, la esclava que me enseñó lo que sabía al respecto.
Se sentó en el banquillo que tenían junto a ellos, ese dónde el lobo había dejado la botella de whisky escocés que ella le había regalado, y lo miró, esperando que le contara quién era.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
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Re: No soy el único {Lusbella}
Cuanto más hablaba Lusbella más preguntas surgían en la mente de Mathieu. Y eso que ya tenía muchas antes de llegar a aquella reunión. Para empezar, si ella ya había estado otras veces de noche en el cementerio, ¿cómo es que al llegar la vio un tanto asustada con el entorno? ¿Acaso le engañaban sus sentidos, por una vez? Puede ser que estuviera asustada de él, y no del entorno. Pero ahora estaba bien, se sentía segura. Supuso que si se movían al cementerio Horatio no les seguiría, porque a bien seguro que les estaría vigilando de tanto en tanto. Es natural, él protege a su señora. Él haría lo mismo con los suyos. Y eso que él lo hace gratis.
Escuchó cosas sobre Portugal, sobre esclavas y hechiceros. Y sobre el primer cambio, que no fue algo impuesto, violento; sino progresivo, gradual, y se podría decir incluso natural. Que ella nació, no se hizo. Y estaba claro que, al animal que cambiaba, no era un lobo. ¿Tendría el mismo problema con según qué fases de la luna para mantener el autocontrol?
- Entonces tú no tuviste un cambio brusco. Yo sí. Iba con unos compañeros del monasterio, nos retrasamos un poco en una tarde que se oscureció mucho más pronto de lo habitual; nos cogió por sorpresa. Una manada de lobos nos atacó y acabó con todos. Excepto conmigo. Tenía marcas por todo el cuerpo, pero estaba vivo. Y muy vivo, era evidente que me habían dejado vivo a propósito. Por qué, entre todos mis compañeros, me eligieron a mí para dejarme vivo y transformarme en esto, es algo que me sigo preguntando cada día. - No es que echara de menos a aquella gente, no le caía especialmente bien, pero ninguno de ellos merecía terminar devorado por una manada de lobos. Y siempre estaba la pregunta culpable, "¿por qué yo?". - Entonces, ¿todo esto tiene que ver con la hechicería? Quizá esa esclava, que practicaba hechicería, te estuvo hechizando a ti para convertirte, durante toda tu infancia, para que llegada tu madurez cambies. ¿O crees que, en tu caso, es algo con lo que naciste?
Dejó que ella tomara asiento, pero a Mathieu no le apetecía sentarse en aquel momento. Ya había esperado buen tiempo sentado, ahora le apetecía estar de pie. Así estaba frente a ella, con los brazos cruzados, de frente mirando hacia Lusbella.
Escuchó cosas sobre Portugal, sobre esclavas y hechiceros. Y sobre el primer cambio, que no fue algo impuesto, violento; sino progresivo, gradual, y se podría decir incluso natural. Que ella nació, no se hizo. Y estaba claro que, al animal que cambiaba, no era un lobo. ¿Tendría el mismo problema con según qué fases de la luna para mantener el autocontrol?
- Entonces tú no tuviste un cambio brusco. Yo sí. Iba con unos compañeros del monasterio, nos retrasamos un poco en una tarde que se oscureció mucho más pronto de lo habitual; nos cogió por sorpresa. Una manada de lobos nos atacó y acabó con todos. Excepto conmigo. Tenía marcas por todo el cuerpo, pero estaba vivo. Y muy vivo, era evidente que me habían dejado vivo a propósito. Por qué, entre todos mis compañeros, me eligieron a mí para dejarme vivo y transformarme en esto, es algo que me sigo preguntando cada día. - No es que echara de menos a aquella gente, no le caía especialmente bien, pero ninguno de ellos merecía terminar devorado por una manada de lobos. Y siempre estaba la pregunta culpable, "¿por qué yo?". - Entonces, ¿todo esto tiene que ver con la hechicería? Quizá esa esclava, que practicaba hechicería, te estuvo hechizando a ti para convertirte, durante toda tu infancia, para que llegada tu madurez cambies. ¿O crees que, en tu caso, es algo con lo que naciste?
Dejó que ella tomara asiento, pero a Mathieu no le apetecía sentarse en aquel momento. Ya había esperado buen tiempo sentado, ahora le apetecía estar de pie. Así estaba frente a ella, con los brazos cruzados, de frente mirando hacia Lusbella.
Mathieu- Licántropo Clase Baja
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Re: No soy el único {Lusbella}
Oyó su historia y se estremeció. ¡Había sido todo tan injusto y violento! Terriblemente doloroso de seguro y no solamente en el plano físico. ¿Cómo podía sobreponerse alguien luego de un cambio tan brusco de vida y sin ayuda? ¿Había tenido que soportar todo aquello en soledad? Creía que no había podido hablar de ese asunto, que repentinamente le cambiaba la vida, con nadie…
Finalmente, Lusbella veía lo afortunada que ella había sido. Siempre había pensado que, puntualmente en lo referente a sus cambios, se había comportado de forma ingrata con su madre –y sus buenos motivos tenía- pero ahora veía que tenía varias cosas que agradecerle. Al menos, con eso y solo con eso, se había comportado bien. Proveyéndole la ayuda que necesitaba para entenderse a sí misma.
Mathieu no se había sentado, y ella sí, por eso la observaba desde toda su altura, de frente, y Lus alzaba sus ojos a él. Tuvo el impulso de acariciar su mano para reconfortarlo, pues le estaba compartiendo cosas terribles de su pasado, pero lo contuvo. No sabía como reaccionaría él, si la rechazaría, y no quería incomodarlo.
-Entonces, ¿eras monje? –le preguntó sorprendida, no lo hubiera adivinado jamás-. ¿No se te ocurrió rastrear a aquellos lobos para… no sé, para vengarte o al menos torturarlos con preguntas?
Quería saber más, ¿alguna vez él habría mordido a alguien para hacerle lo mismo que le habían hecho? ¿Era cierto que cuando ellos se transformaban por culpa de la luna luego no recordaban nada de lo que hacían? ¿O eso era solo un mito, un invento de alguien?
Mathieu le preguntó si sus cambios podrían deberse a la hechicería. Sonrió ante la idea de Sahiki deseándole algo malo a ella, su ama favorita. No, era definitivamente imposible:
-No, ella era una buena mujer y nunca me haría daño. Lo nuestro –y dijo nuestro porque la condición atañía también a su madre y hermana- tiene que ver con la sangre. Mi madre era una cambiaformas y mi padre no. Pero aún así la condición pasó a dos de sus hijos, los otros son… normales. Solo mi hermana y yo lo heredamos.
Finalmente, Lusbella veía lo afortunada que ella había sido. Siempre había pensado que, puntualmente en lo referente a sus cambios, se había comportado de forma ingrata con su madre –y sus buenos motivos tenía- pero ahora veía que tenía varias cosas que agradecerle. Al menos, con eso y solo con eso, se había comportado bien. Proveyéndole la ayuda que necesitaba para entenderse a sí misma.
Mathieu no se había sentado, y ella sí, por eso la observaba desde toda su altura, de frente, y Lus alzaba sus ojos a él. Tuvo el impulso de acariciar su mano para reconfortarlo, pues le estaba compartiendo cosas terribles de su pasado, pero lo contuvo. No sabía como reaccionaría él, si la rechazaría, y no quería incomodarlo.
-Entonces, ¿eras monje? –le preguntó sorprendida, no lo hubiera adivinado jamás-. ¿No se te ocurrió rastrear a aquellos lobos para… no sé, para vengarte o al menos torturarlos con preguntas?
Quería saber más, ¿alguna vez él habría mordido a alguien para hacerle lo mismo que le habían hecho? ¿Era cierto que cuando ellos se transformaban por culpa de la luna luego no recordaban nada de lo que hacían? ¿O eso era solo un mito, un invento de alguien?
Mathieu le preguntó si sus cambios podrían deberse a la hechicería. Sonrió ante la idea de Sahiki deseándole algo malo a ella, su ama favorita. No, era definitivamente imposible:
-No, ella era una buena mujer y nunca me haría daño. Lo nuestro –y dijo nuestro porque la condición atañía también a su madre y hermana- tiene que ver con la sangre. Mi madre era una cambiaformas y mi padre no. Pero aún así la condición pasó a dos de sus hijos, los otros son… normales. Solo mi hermana y yo lo heredamos.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
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Re: No soy el único {Lusbella}
Al parecer había dos formas de transmitir aquella condición. Una innata, otra mediante contagio. Lo cierto es que la pregunta de Lusbella le sorprendió un poco, porque él empezó a preguntarse a sí mismo por qué no lo había hecho. - Pues no, nunca pensé en seguirles, en encontrarles, en darles caza. Lo cierto es que cuando sufrí la primera transformación estaba lleno de ira, y todo mi ser cambió. Y aproveché mi nuevo "yo" para vengarme de la vida que llevaba. - Se encogió de hombros y cruzó sus brazos, mientras seguía en pie frente a ella, pensando en su vida antes de la transformación - Oh, sí. Yo iba para monje, o para cura. Mi padre me abandonó en un orfanato para ocultar que era el hijo de una relación prohibida. Tras el orfanato me metieron en un retiro, y así entregar toda mi vida a Dios. Nunca fui muy creyente. - Desvió la mirada un instante, hacia el cielo parisino, mientras se quedaba pensativo, y él mismo se preguntaba por dentro cómo es que la curiosidad no le había abordado, cómo es que no había buscado a su creador, quién y por qué le hicieron eso - Creo que me lo tomé como una oportunidad, como un regalo, algo bueno para mí. Sus motivos tendría, pero nunca me obsesionó demasiado. El pensamiento era más bien de culpa, ¿por qué yo y no otro de mis compañeros? No merecían morir, de todos modos. O quizá si, y no me enterase.
Se frotó levemente la barba por debajo del mentón con sus dedos, mientras seguía con los brazos cruzados a la altura del pecho, con el antebrazo alzado para poder así tocarse el rostro. Aunque había similitudes en cuanto a los cambios, pocas más parecía existir entre ambos. Para empezar, su origen, ¿ellos eran una familia de cambiantes? - No somos tan parecidos, ¿es que hay dos maneras de transmitir esta... condición? - Vaciló un poco al llamarlo así, de manera genérica, porque solía pensarlo como una enfermedad o una maldición, pero estaba claro que ella no lo tomaba como algo tan negativo; y si estaban allí manteniendo una charla juntos era porque lo veían como algo positivo. O, al menos, no como algo malo. - Además, al parecer tu animal y el mio no son los mismos. ¿En cual puedes transformarte tú? - Esa era otra cuestión que todavía no se había resuelto, cuál era el animal de ella, porque aquella fue otra gran noticia que le sorprendió, que no fuera un lobo.
Se frotó levemente la barba por debajo del mentón con sus dedos, mientras seguía con los brazos cruzados a la altura del pecho, con el antebrazo alzado para poder así tocarse el rostro. Aunque había similitudes en cuanto a los cambios, pocas más parecía existir entre ambos. Para empezar, su origen, ¿ellos eran una familia de cambiantes? - No somos tan parecidos, ¿es que hay dos maneras de transmitir esta... condición? - Vaciló un poco al llamarlo así, de manera genérica, porque solía pensarlo como una enfermedad o una maldición, pero estaba claro que ella no lo tomaba como algo tan negativo; y si estaban allí manteniendo una charla juntos era porque lo veían como algo positivo. O, al menos, no como algo malo. - Además, al parecer tu animal y el mio no son los mismos. ¿En cual puedes transformarte tú? - Esa era otra cuestión que todavía no se había resuelto, cuál era el animal de ella, porque aquella fue otra gran noticia que le sorprendió, que no fuera un lobo.
Mathieu- Licántropo Clase Baja
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Re: No soy el único {Lusbella}
-¿Ibas a ser monje? ¡Oh, no te imagino! –le sonrió, estaba realmente asombrada-. ¿Alguna vez has oído algo sobre la inquisición? –preguntó y, pese a que nadie los rodeaba, Lusbella bajó la voz-. Supongo que estando metido en ese mundillo algo te habrás enterado…
Lus creía que estaba a salvo de ellos. En París solo había dos personas que conocían su condición y una estaba en esos momentos frente a ella.
Claro que su madre sabía, pero ella estaba ya muerta, y su hermana, pero ella vivía en España y, como todos, desconocía su paradero. Lusbella se había fugado de Portugal para no volver jamás.
Pese a saberse a salvo, el tema no le era ajeno. Siempre estaba alerta, cuidándose de transformarse donde nadie pudiera verla.
-No, no somos tan parecidos. Yo nunca cambio involuntariamente, como sí te ocurre a ti. Y lo nuestro es algo de familia, de la familia de mi madre puntualmente.
Se detuvo cuando estaba a punto de contarle que su esposo, que era investigador científico, estaba obsesionado con el tema y que pasaba los días buscando las respuestas a esas preguntas. ¿Por qué cambiaban algunas personas? ¿Qué tenía de diferente su sangre?
Con solo verla transformarse y volar para él, Jacquin solía perdonarle cualquier equivocación o problema en el que ella se hubiera metido por su naturaleza curiosa y aventurera.
Finalmente, el lobo hizo la tan temida pregunta y Lus se puso en pie. No era que se avergonzara de su cambio, sino que se comparaba con la majestuosidad de un lobo, con su fuerza y fiereza y ser en cambio un cuervo –o una paloma, aunque en raras ocasiones cambiaba a esa forma también- le parecía algo carente de emoción. Temía desilusionarlo o defraudarle.
Lo cierto era que ella sabía de la condición de Mathieu desde el principio, pero en cambio nada le había rebelado y eso no era justo.
-No te lo diré, prefiero mostrártelo. ¿Vamos? –le sugirió y con la cabeza señaló el cementerio-. Podríamos seguir hablando allí y cambiar de forma también.
“Solo espero que no se nos aparezca ningún fantasma”, pensó. No sabía qué haría en ese caso.
Lus creía que estaba a salvo de ellos. En París solo había dos personas que conocían su condición y una estaba en esos momentos frente a ella.
Claro que su madre sabía, pero ella estaba ya muerta, y su hermana, pero ella vivía en España y, como todos, desconocía su paradero. Lusbella se había fugado de Portugal para no volver jamás.
Pese a saberse a salvo, el tema no le era ajeno. Siempre estaba alerta, cuidándose de transformarse donde nadie pudiera verla.
-No, no somos tan parecidos. Yo nunca cambio involuntariamente, como sí te ocurre a ti. Y lo nuestro es algo de familia, de la familia de mi madre puntualmente.
Se detuvo cuando estaba a punto de contarle que su esposo, que era investigador científico, estaba obsesionado con el tema y que pasaba los días buscando las respuestas a esas preguntas. ¿Por qué cambiaban algunas personas? ¿Qué tenía de diferente su sangre?
Con solo verla transformarse y volar para él, Jacquin solía perdonarle cualquier equivocación o problema en el que ella se hubiera metido por su naturaleza curiosa y aventurera.
Finalmente, el lobo hizo la tan temida pregunta y Lus se puso en pie. No era que se avergonzara de su cambio, sino que se comparaba con la majestuosidad de un lobo, con su fuerza y fiereza y ser en cambio un cuervo –o una paloma, aunque en raras ocasiones cambiaba a esa forma también- le parecía algo carente de emoción. Temía desilusionarlo o defraudarle.
Lo cierto era que ella sabía de la condición de Mathieu desde el principio, pero en cambio nada le había rebelado y eso no era justo.
-No te lo diré, prefiero mostrártelo. ¿Vamos? –le sugirió y con la cabeza señaló el cementerio-. Podríamos seguir hablando allí y cambiar de forma también.
“Solo espero que no se nos aparezca ningún fantasma”, pensó. No sabía qué haría en ese caso.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
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Re: No soy el único {Lusbella}
Sí, y tanto que iba para monje. De hecho llegó a empezar en aquella vida de oración y contemplación en un monasterio en Dijon cuando todo aquello sucedió. - Sí, es el destino de los hijos bastardos, como yo. Mejor eso que ser asesinado siendo un recién nacido, supongo. - Un abandono que nunca perdonó a su padre, aunque admite que era mejor eso que haber sido asesinado o abortado intencionadamente.
Negó con la cabeza levemente cuando le preguntó sobre la Inquisición. Nada sabía sobre ella, más allá de lo que todo el mundo sabe. - Pues que son los fanáticos del Papa, capaces de lo peor en nombre de lo que ellos entienden que es Dios, y Cristo. Una excusa más para crear miedo y odio. - No sabía nada de sus cazadores, de aquellos agentes que buscaban en secreto criaturas como ellos para matarles. Aunque no le hizo falta saberlo, o no; sabía que la misma sociedad le rechazaba por ser quien era, que no podían comprender que podía controlarse a sí mismo... al menos hasta las noches de luna llena. Y que durante esas noches él mismo tomaba la molestia de desaparecer para no dañar a nadie. No, esa gente aislaba y mataba por mucho menos. Por eso se ocultaba y no se lo contaba a nadie, sobre su condición.
A nadie, salvo a Lusbella, que afirmaba ser también una cambiaformas. Mantuvo todavía más el suspense de saber qué animal se trataba hasta llegar al cementerio cercano. Asintió y tomó la botella en su mano, para no dejarla allí abandonada en mitad del parque. - Como quieras, pero ¿estás segura que Horatio no nos seguirá para comprobar que vuelves de una pieza? - Porque estaba bien tener protección, alguien vigilando en la esquina por si había problemas, aunque en realidad no le estaban protegiendo a él. Pero desde luego su transformación no era algo que le gustase dejar ver, y si él se enteraba... bueno... Lusbella podía despedirse de su fiel cochero.
Echó un nuevo vistazo hacia el coche de caballos. Botella en mano, aprovechó para darle otro corto trago, y entonces caminó junto a la mujer hacia el cementerio, buscando intimidad entre los monumentos que recordaban a los muertos. ¿Fantasmas? Era la última de las preocupaciones de Mathieu.
Negó con la cabeza levemente cuando le preguntó sobre la Inquisición. Nada sabía sobre ella, más allá de lo que todo el mundo sabe. - Pues que son los fanáticos del Papa, capaces de lo peor en nombre de lo que ellos entienden que es Dios, y Cristo. Una excusa más para crear miedo y odio. - No sabía nada de sus cazadores, de aquellos agentes que buscaban en secreto criaturas como ellos para matarles. Aunque no le hizo falta saberlo, o no; sabía que la misma sociedad le rechazaba por ser quien era, que no podían comprender que podía controlarse a sí mismo... al menos hasta las noches de luna llena. Y que durante esas noches él mismo tomaba la molestia de desaparecer para no dañar a nadie. No, esa gente aislaba y mataba por mucho menos. Por eso se ocultaba y no se lo contaba a nadie, sobre su condición.
A nadie, salvo a Lusbella, que afirmaba ser también una cambiaformas. Mantuvo todavía más el suspense de saber qué animal se trataba hasta llegar al cementerio cercano. Asintió y tomó la botella en su mano, para no dejarla allí abandonada en mitad del parque. - Como quieras, pero ¿estás segura que Horatio no nos seguirá para comprobar que vuelves de una pieza? - Porque estaba bien tener protección, alguien vigilando en la esquina por si había problemas, aunque en realidad no le estaban protegiendo a él. Pero desde luego su transformación no era algo que le gustase dejar ver, y si él se enteraba... bueno... Lusbella podía despedirse de su fiel cochero.
Echó un nuevo vistazo hacia el coche de caballos. Botella en mano, aprovechó para darle otro corto trago, y entonces caminó junto a la mujer hacia el cementerio, buscando intimidad entre los monumentos que recordaban a los muertos. ¿Fantasmas? Era la última de las preocupaciones de Mathieu.
Mathieu- Licántropo Clase Baja
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Re: No soy el único {Lusbella}
Caminó junto a él y, sin que Mathieu se lo ofreciera, se tomó de su brazo izquierdo, como si fuesen una pareja dispuesta a dar un inocente paseo. Quería que Horatio creyese que solo eran dos amantes que se encontraban al amparo de las sombras, en un lugar algo particular sí. Si lo creía no les molestaría, él era muy respetuoso. El año anterior, Horatio la había llevado a encontrarse en el puerto varias veces con su amante, un esclavo que apenas hablaba el francés pero que hacía todo lo que ella quería. Luego sus dueños lo habían vendido y ella se había vuelto a quedar sola. Si Horatio no se había escandalizado con el bueno de Inié, ya creía ella que no lo haría al creer que estaba con Mathieu.
-No nos molestará. No debes preocuparte por él –le aseguró y pasaron junto al coche para entrar en el cementerio. El hombre estaba aprovechando el tiempo muerto para limpiar las ventanillas y le dispensó a su señora una mirada que ella devolvió-, pensará que solo nos alejamos para intimar –sonrió y, ante la imagen que acudió a su mente, Lusbella sintió que el calor le subía por el cuerpo hasta llegar a sus mejillas.
Recorrieron las calles internas del cementerio con paso lento. Varios cuervos custodiaban las lápidas y los mausoleos. Las blancas estatuas de ángeles entristecidos se alzaban imponentes, pues eran de tamaño real. ¿Hacía cuanto tiempo que no paseaba por allí? Era tan especial recorrer aquel lugar de noche… Había tanta energía en el aire.
“Maldito fantasma, a que no te apareces ahora”, le desafió mentalmente aunque preferiría no verlo.
-¿Hace mucho que vives en París? –le preguntó a Mathieu para quebrar el silencio.
Mientras hablaban, Lusbella condujo a su compañero al lugar donde siempre dejaba sus ropas antes de trasformarse. Era un rincón perfecto, casi una cueva, la alta pared lateral de un alargado mausoleo se alzaba a un lado mientras que una línea de frondosos árboles hacía lo propio del otro y se curvaba impidiendo que se formase una salida al otro extremo. Allí nadie los encontraría aunque los buscasen.
Ingresó ella primero y se volvió para ver si la seguía.
“Ya está hecho, debo confiar en él”, se dijo.
No había vuelta atrás, Lusbella estaba metida en la boca del lobo. En caso de que necesitase escapar de allí, de él, solo podría hacerlo volando pues Mathieu le tapaba la única salida.
-No nos molestará. No debes preocuparte por él –le aseguró y pasaron junto al coche para entrar en el cementerio. El hombre estaba aprovechando el tiempo muerto para limpiar las ventanillas y le dispensó a su señora una mirada que ella devolvió-, pensará que solo nos alejamos para intimar –sonrió y, ante la imagen que acudió a su mente, Lusbella sintió que el calor le subía por el cuerpo hasta llegar a sus mejillas.
Recorrieron las calles internas del cementerio con paso lento. Varios cuervos custodiaban las lápidas y los mausoleos. Las blancas estatuas de ángeles entristecidos se alzaban imponentes, pues eran de tamaño real. ¿Hacía cuanto tiempo que no paseaba por allí? Era tan especial recorrer aquel lugar de noche… Había tanta energía en el aire.
“Maldito fantasma, a que no te apareces ahora”, le desafió mentalmente aunque preferiría no verlo.
-¿Hace mucho que vives en París? –le preguntó a Mathieu para quebrar el silencio.
Mientras hablaban, Lusbella condujo a su compañero al lugar donde siempre dejaba sus ropas antes de trasformarse. Era un rincón perfecto, casi una cueva, la alta pared lateral de un alargado mausoleo se alzaba a un lado mientras que una línea de frondosos árboles hacía lo propio del otro y se curvaba impidiendo que se formase una salida al otro extremo. Allí nadie los encontraría aunque los buscasen.
Ingresó ella primero y se volvió para ver si la seguía.
“Ya está hecho, debo confiar en él”, se dijo.
No había vuelta atrás, Lusbella estaba metida en la boca del lobo. En caso de que necesitase escapar de allí, de él, solo podría hacerlo volando pues Mathieu le tapaba la única salida.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
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Re: No soy el único {Lusbella}
Se sorprendió por el gesto de la dama, pero no se separó de ella, dejándose coger del brazo para caminar juntos. Al parecer era costumbre entre las mujeres, y de cuanta más alta clase, más costumbre tenían de hacerlo. Incluso si se trataba de un desconocido. Ni siquiera miró al coche por última vez, pero tendría los sentidos alerta, por si el cochero le daba por acercarse más de lo que era recomendable para su propio bien.
- Estoy aquí desde hace unos cinco años. Cuando descubrí la identidad de mi padre, las pistas me trajeron hasta aquí. Tenía pensado vengarme de él, pero casi muero en las calles de esta ciudad. Sin amigos, sin comida, sin techo... Mi condición de lobo no bastaba para sobrevivir. Así que empecé a trabajar. Y con el trabajo en la fábrica llegaron las amistades y las responsabilidades con los otros obreros. Al final me fui metiendo en unas pugnas y otras, sumando el tiempo en la cárcel, han pasado ya cinco años y todavía no he consumado mi venganza. - Comenta mientras camina junto a ella, mirándola de reojo de tanto en tanto.
Fueron pasando por los diferentes lugares del cementerio, sin ningún miedo de ningún tipo por parte de Mathieu, quien no creía realmente en los fantasmas ni nada por el estilo. Ella ya había estado más veces allí de noche, al parecer; hasta tenía un rincón donde esconderse y dejar sus ropas antes de transformarse. Lo primero que hizo fue dejar la botella de whisky abierta, para tener de nuevo las manos libres. Y también se quitó el abrigo. Por el momento no iba a quitarse más ropa, simplemente así estaba más cómodo.
Ni siquiera sabía si ella podía volar o no, porque no sabía su animal. Tanta espera... ¿tan bueno era? ¿O era malo, y se sentía avergonzada por ello? Había especulado sobre qué animal podría tratarse, pero si no era un lobo, ¿qué otra cosa podía ser? Una vez allí, supuso que la mujer se iba a desvestir, así que apartó la mirada para darle un poco de intimidad y reservar su pudor. Ya la vio desnuda la noche anterior, pero la situación era un tanto diferente.
- Estoy aquí desde hace unos cinco años. Cuando descubrí la identidad de mi padre, las pistas me trajeron hasta aquí. Tenía pensado vengarme de él, pero casi muero en las calles de esta ciudad. Sin amigos, sin comida, sin techo... Mi condición de lobo no bastaba para sobrevivir. Así que empecé a trabajar. Y con el trabajo en la fábrica llegaron las amistades y las responsabilidades con los otros obreros. Al final me fui metiendo en unas pugnas y otras, sumando el tiempo en la cárcel, han pasado ya cinco años y todavía no he consumado mi venganza. - Comenta mientras camina junto a ella, mirándola de reojo de tanto en tanto.
Fueron pasando por los diferentes lugares del cementerio, sin ningún miedo de ningún tipo por parte de Mathieu, quien no creía realmente en los fantasmas ni nada por el estilo. Ella ya había estado más veces allí de noche, al parecer; hasta tenía un rincón donde esconderse y dejar sus ropas antes de transformarse. Lo primero que hizo fue dejar la botella de whisky abierta, para tener de nuevo las manos libres. Y también se quitó el abrigo. Por el momento no iba a quitarse más ropa, simplemente así estaba más cómodo.
Ni siquiera sabía si ella podía volar o no, porque no sabía su animal. Tanta espera... ¿tan bueno era? ¿O era malo, y se sentía avergonzada por ello? Había especulado sobre qué animal podría tratarse, pero si no era un lobo, ¿qué otra cosa podía ser? Una vez allí, supuso que la mujer se iba a desvestir, así que apartó la mirada para darle un poco de intimidad y reservar su pudor. Ya la vio desnuda la noche anterior, pero la situación era un tanto diferente.
Mathieu- Licántropo Clase Baja
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Re: No soy el único {Lusbella}
-¿Todavía tienes deseos de hallar a tu padre? –le preguntó, se desabrochó la capa y la colgó de una de las ramas-. Si me dices algunas cosas de él tal vez pueda ayudarte, conozco a mucha gente y, a la vez, mucha gente le debe favores a mi esposo.
El momento había llegado y Lusbella comenzaba a temblar de los nervios. Hacía más de diez años que no se trasformaba delante de nadie que no fuera Jacquin. A él, verla cambiar de forma le fascinaba.
“Se burlará de mí”, pensó mirando fijamente a Mathieu.
Sabía que su cambio no era tan fascinante, tan feroz, tan bello, como el de él. Era un simple cuervo, en el cementerio –rodeándolos en ese preciso momento- había decenas de ellos. No era nada especial como sí lo era él. “También puedo cambiar a paloma, sería más bella tal vez…”, caviló.
Comenzó a quitarse las horquillas del cabello -fue enganchándolas en el escote de su vestido para no perderlas- y poco a poco sus largos mechones castaños quedaron libres.
-¿Puedo confiarte algo? –le preguntó y, de igual modo habló. Estaba nerviosa y no controlaría su verborragia, lo sabía y estaba resignada-: Me da mucha vergüenza esta situación… Hace mucho que no cambio delante de alguien, nunca lo había hecho ante una persona a la que no conozco tanto. Además, tengo que decirte que no soy nada especial ni espectacular, seguramente te lleves una gran decepción conmigo, Mathieu… No te imagines algo poderoso y hermoso como un lobo, como tú, porque no soy nada de eso –suspiró y comenzó a luchar con la traba de su vestido azul, de igual modo pronto se dio por vencida-. ¿Me ayudas? -le pidió y le dio la espalda. Usualmente podía desnudarse sola pero en esa ocasión las manos le temblaban-. Igualmente, creo que deberíamos hacerlo al mismo tiempo… Como en los duelos con armas en los que alguien lleva la cuenta y cuando ésta acaba los dos oponentes se disparan. ¡Podríamos cambiar al mismo tiempo! Sería nuestra forma de disparar –propuso, valiente, y sonrió aprovechando que le daba la espalda y que Mathieu no podía verla-, ¿qué piensas?
Lusbella quería hacerlo. Sentía vergüenza pero a la vez emoción e ilusión, sabía que lo decepcionaría pero igualmente quería vivir aquello.
Siempre le sucedía, emociones o sensaciones completamente distintas chocaban dentro de ella y era de esa colisión de donde Lusbella sacaba la fuerza y la valentía para arrojarse a lo desconocido.
El momento había llegado y Lusbella comenzaba a temblar de los nervios. Hacía más de diez años que no se trasformaba delante de nadie que no fuera Jacquin. A él, verla cambiar de forma le fascinaba.
“Se burlará de mí”, pensó mirando fijamente a Mathieu.
Sabía que su cambio no era tan fascinante, tan feroz, tan bello, como el de él. Era un simple cuervo, en el cementerio –rodeándolos en ese preciso momento- había decenas de ellos. No era nada especial como sí lo era él. “También puedo cambiar a paloma, sería más bella tal vez…”, caviló.
Comenzó a quitarse las horquillas del cabello -fue enganchándolas en el escote de su vestido para no perderlas- y poco a poco sus largos mechones castaños quedaron libres.
-¿Puedo confiarte algo? –le preguntó y, de igual modo habló. Estaba nerviosa y no controlaría su verborragia, lo sabía y estaba resignada-: Me da mucha vergüenza esta situación… Hace mucho que no cambio delante de alguien, nunca lo había hecho ante una persona a la que no conozco tanto. Además, tengo que decirte que no soy nada especial ni espectacular, seguramente te lleves una gran decepción conmigo, Mathieu… No te imagines algo poderoso y hermoso como un lobo, como tú, porque no soy nada de eso –suspiró y comenzó a luchar con la traba de su vestido azul, de igual modo pronto se dio por vencida-. ¿Me ayudas? -le pidió y le dio la espalda. Usualmente podía desnudarse sola pero en esa ocasión las manos le temblaban-. Igualmente, creo que deberíamos hacerlo al mismo tiempo… Como en los duelos con armas en los que alguien lleva la cuenta y cuando ésta acaba los dos oponentes se disparan. ¡Podríamos cambiar al mismo tiempo! Sería nuestra forma de disparar –propuso, valiente, y sonrió aprovechando que le daba la espalda y que Mathieu no podía verla-, ¿qué piensas?
Lusbella quería hacerlo. Sentía vergüenza pero a la vez emoción e ilusión, sabía que lo decepcionaría pero igualmente quería vivir aquello.
Siempre le sucedía, emociones o sensaciones completamente distintas chocaban dentro de ella y era de esa colisión de donde Lusbella sacaba la fuerza y la valentía para arrojarse a lo desconocido.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
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Re: No soy el único {Lusbella}
-No te preocupes por mi padre - Contestó Mathieu enseguida. - Ya lo tengo más que localizado. - Sin embargo, por algún motivo no había consumado su venganza contra él, algo le había detenido. Ese "motivo" era muy privado para él, y no iba a compartirlo con nadie. Con nadie que no fuera de una gran confianza, personal e íntima.
Cuando llegaba el momento Mathieu se impacientó un poco. De nuevo ella parecía querer esperar, o hacerle esperar, para revelarle en qué animal se transformaba ella. Suspiró profundamente, aunque casi parecía un resoplido, mientras se cruzaba de brazos y apoyaba el hombro contra la pared de la cueva. - Pues tenía entendido que los duelos se realizaban de otro modo. Se echa a suertes quién dispara primero, con esas enormes pistolas de chispa diseñadas exclusivamente para duelos de la alta sociedad. Los pobres mueren de hambre y los ricos se disparan entre ellos porque alguien le dijo no se qué cosa. - A Mathieu le parecía perfecto. Cuantos menos burgueses y nobles hubiera sobre la faz de la tierra mejor para todos. Pero es que hasta para morir tenían sus propias reglas, y las normas e instrumentos de duelo eran exclusivos para su clase. Los pobres ni siquiera tenían derecho a tener honor.
Se acercó a la espalda de Lusbella y la ayudó a deshacerse de su vestido. Al menos al principio, pero se detuvo enseguida. - Si te asusta cambiarte, o que pueda asustarme lo que vea, puedes simplemete decirme de qué animal se trata. Te recuerdo que fuiste tú quien quiso mostrármelo en lugar de decírmelo. - No era un reproche, Mathieu intentaba ofrecerle una alternativa, otra salida. - A mí me es indiferente. - Desde luego verlo era mejor que escucharlo, pero de igual modo iba a creer en su palabra. No era una persona que podría llamarse curiosa, pero con tanta espera y nerviosismo, al final estaba generando en él mucha expectación, inevitablemente.
Pero si ella iba a cambiar de forma, lo justo era que Mathieu también lo hiciera. Al mismo tiempo o después; pero desde luego no antes que ella, eso lo tenía claro. Esperó a obtener su respuesta de que sí, de que a pesar de los nervios estaba decidida a transformarse junto a él, y entonces la ayudó a desanudar el vestido por la espalda.
Cuando llegaba el momento Mathieu se impacientó un poco. De nuevo ella parecía querer esperar, o hacerle esperar, para revelarle en qué animal se transformaba ella. Suspiró profundamente, aunque casi parecía un resoplido, mientras se cruzaba de brazos y apoyaba el hombro contra la pared de la cueva. - Pues tenía entendido que los duelos se realizaban de otro modo. Se echa a suertes quién dispara primero, con esas enormes pistolas de chispa diseñadas exclusivamente para duelos de la alta sociedad. Los pobres mueren de hambre y los ricos se disparan entre ellos porque alguien le dijo no se qué cosa. - A Mathieu le parecía perfecto. Cuantos menos burgueses y nobles hubiera sobre la faz de la tierra mejor para todos. Pero es que hasta para morir tenían sus propias reglas, y las normas e instrumentos de duelo eran exclusivos para su clase. Los pobres ni siquiera tenían derecho a tener honor.
Se acercó a la espalda de Lusbella y la ayudó a deshacerse de su vestido. Al menos al principio, pero se detuvo enseguida. - Si te asusta cambiarte, o que pueda asustarme lo que vea, puedes simplemete decirme de qué animal se trata. Te recuerdo que fuiste tú quien quiso mostrármelo en lugar de decírmelo. - No era un reproche, Mathieu intentaba ofrecerle una alternativa, otra salida. - A mí me es indiferente. - Desde luego verlo era mejor que escucharlo, pero de igual modo iba a creer en su palabra. No era una persona que podría llamarse curiosa, pero con tanta espera y nerviosismo, al final estaba generando en él mucha expectación, inevitablemente.
Pero si ella iba a cambiar de forma, lo justo era que Mathieu también lo hiciera. Al mismo tiempo o después; pero desde luego no antes que ella, eso lo tenía claro. Esperó a obtener su respuesta de que sí, de que a pesar de los nervios estaba decidida a transformarse junto a él, y entonces la ayudó a desanudar el vestido por la espalda.
Mathieu- Licántropo Clase Baja
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Re: No soy el único {Lusbella}
-Te parezco insoportable, ¿no? –le preguntó-. Si no fuera porque sé más cosas que tú no estarías aquí –sabía que era así y por algún motivo eso le dolía.
Sentía nuevamente la distancia que él le ponía, había algo de ella que al lobo no le gustaba y ella no podía acabar de entender qué era. ¿Qué tuviera dinero tal vez? ¿Qué culpa tenía ella de eso?
-No sé como será lo de los duelos, nunca fui a uno. Soy mujer y, según las sagradas escrituras, somos el vaso frágil, la debilidad de la humanidad… No se me permitiría asistir a algo así, de modo que solo sé lo que me han contado. De igual forma era un ejemplo. -Aprovechó para quitarse los pendientes y el collar de perlas negras, regalo de su suegro para uno de sus últimos cumpleaños-. No me asusta cambiar, Mathieu, lo hago hace años… De hecho es una de las cosas que más me gustan de la vida. Si no tuviera una familia te aseguro que viviría transformada. Solo quería advertirte que no te hagas muchas expectativas, en mi estado animal no tengo fuerza, ni garras ni actitud feroz. Nada más que eso…
Cuando él acabó de desabrochar su vestido Lusbella le agradeció por su ayuda y se lo quitó, quedando aún con las enaguas. Se inclinó para quitarse los zapatitos y dentro de ellos dejó sus joyas para hallarlas de forma fácil cuando estuviera de regreso.
Acabó de desnudarse sin hablar y sin mirarlo, su indiferencia ante la sinceridad que ella le había dado la había lastimado. Echó un vistazo a su alrededor para asegurarse que tenía todo bajo control. La ropa estaba a mano, las joyas estaban a salvo.
Suspiró y volvió sus ojos a él.
-Yo ya estoy lista –le dijo.
Nunca le había ocurrido algo así. Siempre se había sentido feliz con su estado animal, Sambot la admiraba por eso en el pasado y lo mismo le ocurría a Jacquin en su presente. ¿Por qué ahora se avergonzaba de ser quien era?
Tal vez porque por primera vez en su vida tenía alguien diferente con quien compararse.
Sentía nuevamente la distancia que él le ponía, había algo de ella que al lobo no le gustaba y ella no podía acabar de entender qué era. ¿Qué tuviera dinero tal vez? ¿Qué culpa tenía ella de eso?
-No sé como será lo de los duelos, nunca fui a uno. Soy mujer y, según las sagradas escrituras, somos el vaso frágil, la debilidad de la humanidad… No se me permitiría asistir a algo así, de modo que solo sé lo que me han contado. De igual forma era un ejemplo. -Aprovechó para quitarse los pendientes y el collar de perlas negras, regalo de su suegro para uno de sus últimos cumpleaños-. No me asusta cambiar, Mathieu, lo hago hace años… De hecho es una de las cosas que más me gustan de la vida. Si no tuviera una familia te aseguro que viviría transformada. Solo quería advertirte que no te hagas muchas expectativas, en mi estado animal no tengo fuerza, ni garras ni actitud feroz. Nada más que eso…
Cuando él acabó de desabrochar su vestido Lusbella le agradeció por su ayuda y se lo quitó, quedando aún con las enaguas. Se inclinó para quitarse los zapatitos y dentro de ellos dejó sus joyas para hallarlas de forma fácil cuando estuviera de regreso.
Acabó de desnudarse sin hablar y sin mirarlo, su indiferencia ante la sinceridad que ella le había dado la había lastimado. Echó un vistazo a su alrededor para asegurarse que tenía todo bajo control. La ropa estaba a mano, las joyas estaban a salvo.
Suspiró y volvió sus ojos a él.
-Yo ya estoy lista –le dijo.
Nunca le había ocurrido algo así. Siempre se había sentido feliz con su estado animal, Sambot la admiraba por eso en el pasado y lo mismo le ocurría a Jacquin en su presente. ¿Por qué ahora se avergonzaba de ser quien era?
Tal vez porque por primera vez en su vida tenía alguien diferente con quien compararse.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
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Re: No soy el único {Lusbella}
Se separó de su espalda en cuanto no necesitó su ayuda para desnudarse. Y entonces empezó él a quitarse sus propias prendas, para facilitar su transformación y no supusieran un obstáculo a la hora de cambiar. Empezó de manera poco habitual, desde abajo hacia arriba; desde las botas y los pantalones, terminando con el torso. - ¿Insoportable? Si te considerara una persona insoportable no estaría aquí. Es cierto que estoy aquí porque tú sabes cosas que yo no se, pero si no confiara en ti no estaría haciendo esto. - Explicaba Mathieu al quitarse la ropa.
Lucía unas cicatrices bien marcadas en su cuerpo. En su espalda el garrazo de un lobo, y en su hombro izquierdo sus fauces. Heridas de varios años atrás, cicatrizadas, que han dejado marca sobre su carne joven. Aunque bueno, no era tan joven como aparentaba; cosas de la licantropía. No tuvo pudor alguno en desnudarse, como si no le importase nada la privacidad de su cuerpo. Quizá porque pensaba que el acto posterior, su forma animal, era algo mucho más íntimo, que su cuerpo humano desnudo. Si estaba casada, tal y como decía, no habría nada en su cuerpo que ella no hubiera visto antes. Salvo las cicatrices, quizá.
Después tomó asiento en el suelo, mirando hacia la salida de la cueva, contemplando la luna a lo lejos. Podía transformarse prácticamente a voluntad, pero si lo hacía mirando el cielo nocturno le resultaba menos complicado, concentrarse para hacerlo. - Aunque no lo parezca, yo también estoy un poco inquieto. - Admitió, al fin. No siempre podía ser una roca dura y fría, y si lo que iban a hacer era algo tan cercano, ¿por qué no compartirlo? Al fin y al cabo ella había dado el primer paso. Pero así era el licántropo: reservado y distante. De hecho no había sido capaz de dibujar una sonrisa en todo el tiempo que estaba con Lusbella, a pesar de su evidente simpatía con él. Ni un simple esbozo.
Cerró los ojos para concentrarse y meditar mejor. Sin embargo, tal y como tenía pensado hacer, esperó a que ella diera el cambio primero. Pero claro, el cambio no era algo instantáneo, y poco a poco se fue evidenciando algunas modificaciones en su cuerpo, como que el vello corporal creciera, o sus orejas se estirasen. Poco a poco, más de lo habitual, lo estaba haciendo de manera lenta, esperándola a ella.
Lucía unas cicatrices bien marcadas en su cuerpo. En su espalda el garrazo de un lobo, y en su hombro izquierdo sus fauces. Heridas de varios años atrás, cicatrizadas, que han dejado marca sobre su carne joven. Aunque bueno, no era tan joven como aparentaba; cosas de la licantropía. No tuvo pudor alguno en desnudarse, como si no le importase nada la privacidad de su cuerpo. Quizá porque pensaba que el acto posterior, su forma animal, era algo mucho más íntimo, que su cuerpo humano desnudo. Si estaba casada, tal y como decía, no habría nada en su cuerpo que ella no hubiera visto antes. Salvo las cicatrices, quizá.
Después tomó asiento en el suelo, mirando hacia la salida de la cueva, contemplando la luna a lo lejos. Podía transformarse prácticamente a voluntad, pero si lo hacía mirando el cielo nocturno le resultaba menos complicado, concentrarse para hacerlo. - Aunque no lo parezca, yo también estoy un poco inquieto. - Admitió, al fin. No siempre podía ser una roca dura y fría, y si lo que iban a hacer era algo tan cercano, ¿por qué no compartirlo? Al fin y al cabo ella había dado el primer paso. Pero así era el licántropo: reservado y distante. De hecho no había sido capaz de dibujar una sonrisa en todo el tiempo que estaba con Lusbella, a pesar de su evidente simpatía con él. Ni un simple esbozo.
Cerró los ojos para concentrarse y meditar mejor. Sin embargo, tal y como tenía pensado hacer, esperó a que ella diera el cambio primero. Pero claro, el cambio no era algo instantáneo, y poco a poco se fue evidenciando algunas modificaciones en su cuerpo, como que el vello corporal creciera, o sus orejas se estirasen. Poco a poco, más de lo habitual, lo estaba haciendo de manera lenta, esperándola a ella.
Mathieu- Licántropo Clase Baja
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Re: No soy el único {Lusbella}
La curiosidad la empujaba a preguntarle por sus cicatrices. En general, le encantaba oír anécdotas e imaginar las circunstancias de las mismas, por eso no pudo evitar imaginar que pasaba horas junto a él mientras le contaba con detalle todo lo que había vivido. Pero no debía hacerse ilusiones, era evidente que el lobo no era muy sociable, no parecía ser dado a largas charlas. Mucho menos a la risa. No creía que Mathieu considerase siquiera entablar una amistad con ella.
¿Por qué era así, tan frío? ¿Cómo llegaba una persona a endurecerse tanto? Bueno, lo que le había contado esa noche era terrible, su vida había sido durísima desde el principio… Eso explicaba muchas cosas de su personalidad, principalmente la desconfianza.
Mathieu se sentó y concentró su mirada en el cielo. Le confesó también que estaba inquieto. Y no era para menos, estaban a punto de compartir algo realmente íntimo que solo era comparable con pocas cosas en la vida.
Ella retrocedió todo lo que pudo para darle privacidad –algo imposible, pero que contara la intención- y por poco no tropezó con una rama.
“Lo que me falta es caer de espaldas”, se rió ante la idea de verse desnuda y desparramada en el suelo.
Lusbella sabía que podía cambiar rápidamente, pero no quería hacerlo. Prefería ver el paso a paso de la transformación de él. Y esperó todo lo que pudo, asombrada y maravillada por los cambios que el cuerpo de Mathieu presentaba. Si tuviese más confianza con él se acercaría para verlo a los ojos mientras sufría la transformación.
“¿Qué debo hacer?”, se preguntó. Deseaba serle sincera, para eso debía cambiar a cuervo, pues era su forma favorita; lo que ella en verdad era. Pero a la vez sería demasiado corriente, un cuervo en el cementerio… algo demasiado típico. Podía, entonces, cambiar a paloma para parecer especial. Debía elegir: ¿Ser sincera o ser bella? Era una decisión que rozaba el ridículo, pero de igual modo debía tomarla.
“A él ni siquiera le va a importar”, concluyó.
Sin cerrar sus ojos, Lus comenzó a cambiar. Extendió sus brazos y su tamaño se redujo poco a poco, pero antes de que sus pequeñas patas se prendieran al suelo, sus alas se agitaron y se elevó. Había elegido: era un cuervo.
¿Por qué era así, tan frío? ¿Cómo llegaba una persona a endurecerse tanto? Bueno, lo que le había contado esa noche era terrible, su vida había sido durísima desde el principio… Eso explicaba muchas cosas de su personalidad, principalmente la desconfianza.
Mathieu se sentó y concentró su mirada en el cielo. Le confesó también que estaba inquieto. Y no era para menos, estaban a punto de compartir algo realmente íntimo que solo era comparable con pocas cosas en la vida.
Ella retrocedió todo lo que pudo para darle privacidad –algo imposible, pero que contara la intención- y por poco no tropezó con una rama.
“Lo que me falta es caer de espaldas”, se rió ante la idea de verse desnuda y desparramada en el suelo.
Lusbella sabía que podía cambiar rápidamente, pero no quería hacerlo. Prefería ver el paso a paso de la transformación de él. Y esperó todo lo que pudo, asombrada y maravillada por los cambios que el cuerpo de Mathieu presentaba. Si tuviese más confianza con él se acercaría para verlo a los ojos mientras sufría la transformación.
“¿Qué debo hacer?”, se preguntó. Deseaba serle sincera, para eso debía cambiar a cuervo, pues era su forma favorita; lo que ella en verdad era. Pero a la vez sería demasiado corriente, un cuervo en el cementerio… algo demasiado típico. Podía, entonces, cambiar a paloma para parecer especial. Debía elegir: ¿Ser sincera o ser bella? Era una decisión que rozaba el ridículo, pero de igual modo debía tomarla.
“A él ni siquiera le va a importar”, concluyó.
Sin cerrar sus ojos, Lus comenzó a cambiar. Extendió sus brazos y su tamaño se redujo poco a poco, pero antes de que sus pequeñas patas se prendieran al suelo, sus alas se agitaron y se elevó. Había elegido: era un cuervo.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
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