AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No soy el único {Lusbella}
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No soy el único {Lusbella}
Recuerdo del primer mensaje :
Había dormido pocas horas, porque la noche anterior estuvo movida. Y las horas en la fábrica no perdonan, y no se las quería saltar. Fue un gran alivio saber que todos sus compañeros estaban bien, que nadie había recibido ningún disparo. Era complicado acertar con esos pistolones de chispa, mucho más en un terreno accidentado como el de los pantanos, y todavía más en una noche sin apenas luna. Tras las horas de trabajo tocaba reunirse, de nuevo, con la misteriosa mujer desnuda.
Algo le decía que esta vez iba a acudir vestida. Fue el primero en llegar a aquel parque, que quedaba justo enfrente del cementerio de Montmartre. Un pequeño jardín, ocupando una superficie relativamente pequeña. No se trataba de uno de los grandes jardines de Versalles, y tampoco de un parque intermedio; era una cosa pequeña, de "barrio". Pero su proximidad con el cementerio había creado todo tipo de historias y cuentos sobre fantasmas, espíritus que se acercaban desde el mismo cementerio hasta allí para relajarse, o para atosigar a los "descuidados" viandantes. Quedaba ligeramente por encima en cuanto a diferencia de nivel, por lo que se veía parte del cementerio en su entrada.
Las ropas que traía Mathieu eran las mismas. Ni siquiera llevaba un abrigo o cazadora por encima porque... bueno, confiaba que ella le devolvería la suya, de anoche. Además no hacía mucho frío. Era una temperatura agradable, incluso; para lo que es la noche invernal parisina. Estaba allí desde antes del anochecer, en cuanto salió de su turno de trabajo, cogió algo de comida para el camino y cenó escuetamente en el mismo parque, quedándose poco a poco solo. Ya nadie pasaba por allí a esas horas, como mucho alguien que pasaba corriendo a lo lejos, o un carruaje despistado, que intentaba evitar la cercanía al cementerio. Malditas supersticiones, siempre arruinando la vida de la gente. Al menos le había sacado provecho para tener intimidad. Y es que el tema que iban a tratar era de lo más delicado.
Había dormido pocas horas, porque la noche anterior estuvo movida. Y las horas en la fábrica no perdonan, y no se las quería saltar. Fue un gran alivio saber que todos sus compañeros estaban bien, que nadie había recibido ningún disparo. Era complicado acertar con esos pistolones de chispa, mucho más en un terreno accidentado como el de los pantanos, y todavía más en una noche sin apenas luna. Tras las horas de trabajo tocaba reunirse, de nuevo, con la misteriosa mujer desnuda.
Algo le decía que esta vez iba a acudir vestida. Fue el primero en llegar a aquel parque, que quedaba justo enfrente del cementerio de Montmartre. Un pequeño jardín, ocupando una superficie relativamente pequeña. No se trataba de uno de los grandes jardines de Versalles, y tampoco de un parque intermedio; era una cosa pequeña, de "barrio". Pero su proximidad con el cementerio había creado todo tipo de historias y cuentos sobre fantasmas, espíritus que se acercaban desde el mismo cementerio hasta allí para relajarse, o para atosigar a los "descuidados" viandantes. Quedaba ligeramente por encima en cuanto a diferencia de nivel, por lo que se veía parte del cementerio en su entrada.
Las ropas que traía Mathieu eran las mismas. Ni siquiera llevaba un abrigo o cazadora por encima porque... bueno, confiaba que ella le devolvería la suya, de anoche. Además no hacía mucho frío. Era una temperatura agradable, incluso; para lo que es la noche invernal parisina. Estaba allí desde antes del anochecer, en cuanto salió de su turno de trabajo, cogió algo de comida para el camino y cenó escuetamente en el mismo parque, quedándose poco a poco solo. Ya nadie pasaba por allí a esas horas, como mucho alguien que pasaba corriendo a lo lejos, o un carruaje despistado, que intentaba evitar la cercanía al cementerio. Malditas supersticiones, siempre arruinando la vida de la gente. Al menos le había sacado provecho para tener intimidad. Y es que el tema que iban a tratar era de lo más delicado.
Mathieu- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 27/01/2017
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Re: No soy el único {Lusbella}
No todo el mundo tenía por qué saber aquellas historias antiguas, casi mitológicas. Él las sabía porque había pasado también un tiempo investigando, indagando, lo que él era. Sabía leer textos antiguos en varios idiomas gracias a su formación eclesiástica, y las bibliotecas del monasterio de Dijon eran muy profundas. Poco había sobre los licántropos, pero pudo encontrar algo sobre los antiguos nórdicos, sus viejas historias, antes de convertirse en los reinos cristianos -aunque protestantes- que son ahora.
- Según cuentan sus sagas, Odín, el mayor de los dioses de los vikingos, fue un dios que renunció a su propio ojo a cambio del conocimiento. Se le llama el dios tuerto por ello. Y ese conocimiento le llegó en forma de magia divina o algo así, pero además contaba con un par de cuervos, que le servían como informadores y compartía con ellos sabiduría. - Tomó una pequeña pausa, ahora que había explicado la parte de los cuervos; y es que ambas partes las encontró por separado, y de algún modo las unió en su cabeza cuando conoció a Lusbella... o más bien su forma animal. - En cuanto a los lobos, aquí la historia se torna un poco más real, y no tan mítica. Pero los nórdicos contaban con unos guerreros feroces conocidos como bersérkers. Al parecer, estos hombres entraban en una furia letal en el combate, conocida como la "furia de Odín", y eran llamados "guerreros de Odín". Acostumbraban a vestir con pieles y con una cabeza de lobo sobre la testa, lo que les daba un aspecto mucho más intimidante en combate. Sin embargo, no creo que fuera así. Según el texto que leí, en realidad esos bersérkers no eran otra cosa que licántropos, que se transformaban durante el combate. Y no es que llevaran pieles de lobo, o que su ímpetu de combate les hiciera parecer más grande... es que realmente se transformaban. Yo lo creo así también.
- Y aquí es donde se unen ambas historias, y se muestra la casualidad. Si los licántropos eran los guerreros de Odín, y los cuervos sus consejeros e informadores, parece que el dios Odín nos relaciona. Además los cuervos servían como aves mensajeras, y solían generar buen augurio entre los pueblos escandinavos. Pero en este caso parece más como el contenido mítico: un cuervo que acude a informar y a llenar de sabiduría a un guerrero descarriado. - Dijo mirando a Lusbella con un gesto mucho más cercano. Incluso parecía dibujarse una sonrisa leve en su rostro. Confiaba en ella y, aunque no creía en el destino, aquella parecía ser una casualidad y un buen augurio también.
- Según cuentan sus sagas, Odín, el mayor de los dioses de los vikingos, fue un dios que renunció a su propio ojo a cambio del conocimiento. Se le llama el dios tuerto por ello. Y ese conocimiento le llegó en forma de magia divina o algo así, pero además contaba con un par de cuervos, que le servían como informadores y compartía con ellos sabiduría. - Tomó una pequeña pausa, ahora que había explicado la parte de los cuervos; y es que ambas partes las encontró por separado, y de algún modo las unió en su cabeza cuando conoció a Lusbella... o más bien su forma animal. - En cuanto a los lobos, aquí la historia se torna un poco más real, y no tan mítica. Pero los nórdicos contaban con unos guerreros feroces conocidos como bersérkers. Al parecer, estos hombres entraban en una furia letal en el combate, conocida como la "furia de Odín", y eran llamados "guerreros de Odín". Acostumbraban a vestir con pieles y con una cabeza de lobo sobre la testa, lo que les daba un aspecto mucho más intimidante en combate. Sin embargo, no creo que fuera así. Según el texto que leí, en realidad esos bersérkers no eran otra cosa que licántropos, que se transformaban durante el combate. Y no es que llevaran pieles de lobo, o que su ímpetu de combate les hiciera parecer más grande... es que realmente se transformaban. Yo lo creo así también.
- Y aquí es donde se unen ambas historias, y se muestra la casualidad. Si los licántropos eran los guerreros de Odín, y los cuervos sus consejeros e informadores, parece que el dios Odín nos relaciona. Además los cuervos servían como aves mensajeras, y solían generar buen augurio entre los pueblos escandinavos. Pero en este caso parece más como el contenido mítico: un cuervo que acude a informar y a llenar de sabiduría a un guerrero descarriado. - Dijo mirando a Lusbella con un gesto mucho más cercano. Incluso parecía dibujarse una sonrisa leve en su rostro. Confiaba en ella y, aunque no creía en el destino, aquella parecía ser una casualidad y un buen augurio también.
Mathieu- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 27/01/2017
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Re: No soy el único {Lusbella}
Nunca –en los dos encuentros que habían compartido- Lusbella lo había oído hablar tanto. Mientras le relataba aquella historia nórdica, con voz calma y monocorde, Mathieu parecía apasionado y Lus no pudo evitar sonreír desde el primer momento.
Quizás en la cultura nórdica, en esas tierras que se le hacían tan lejanas, los lobos como él estuvieran aceptados… Tal vez los hombres como Mathieu no fueran vistos como malditos sino como bendecidos con el don de la fuerza guerrera de aquel dios, Odín. Tenía que haber algún lugar en ese gran mundo que habitaban en donde lo que a ellos les sucedía fuera aceptado, Lusbella solía fantasear con eso. Con una ciudad en la que todos cambiaban sin temores ni vergüenzas, sin secretos nocturnos, pero era solo eso: una fantasía utópica y descabellada.
Siguió sonriendo al oír lo que él relataba, pero no fue hasta el final que entendió porqué Mathieu le estaba contando aquello, porqué había elegido esa historia: eran ellos. Ella era una cuerva consejera y él un lobo guerrero.
No pudo evitar que sus ojos se inundaran de lágrimas emocionadas, tal vez el whisky que había tomado la habia aflojado de más, aunque ella sabía que era sensible por naturaleza. No necesitaba culpar al alcohol por su emoción. Como no tenía su pañuelo –creía que lo había perdido en medio de la aventura dentro del cementerio- usó el borde de la capa negra con la que se cubría para secar sus ojos.
Él le sonrió.
-Confio en ti, Mathieu –le dijo, porque creyó que era lo que la mirada de él le había dicho primero-. No nos conocemos todo lo que me gustaría, no sé dónde vives, de qué trabajas, si te gusta el café –se rió suavemente-, si te gusta bailar o pintar… No sé nada de ti, pero confío. –Movió lentamente su mano hacia él, como para darle tiempo a alejarse si lo quería, hasta apoyarla sobre la de Mathieu y la apretó levemente, con cariño-. Desearía ser una buena cuerva consejera, como esos que tiene el dios Odín.
Quizás en la cultura nórdica, en esas tierras que se le hacían tan lejanas, los lobos como él estuvieran aceptados… Tal vez los hombres como Mathieu no fueran vistos como malditos sino como bendecidos con el don de la fuerza guerrera de aquel dios, Odín. Tenía que haber algún lugar en ese gran mundo que habitaban en donde lo que a ellos les sucedía fuera aceptado, Lusbella solía fantasear con eso. Con una ciudad en la que todos cambiaban sin temores ni vergüenzas, sin secretos nocturnos, pero era solo eso: una fantasía utópica y descabellada.
Siguió sonriendo al oír lo que él relataba, pero no fue hasta el final que entendió porqué Mathieu le estaba contando aquello, porqué había elegido esa historia: eran ellos. Ella era una cuerva consejera y él un lobo guerrero.
No pudo evitar que sus ojos se inundaran de lágrimas emocionadas, tal vez el whisky que había tomado la habia aflojado de más, aunque ella sabía que era sensible por naturaleza. No necesitaba culpar al alcohol por su emoción. Como no tenía su pañuelo –creía que lo había perdido en medio de la aventura dentro del cementerio- usó el borde de la capa negra con la que se cubría para secar sus ojos.
Él le sonrió.
-Confio en ti, Mathieu –le dijo, porque creyó que era lo que la mirada de él le había dicho primero-. No nos conocemos todo lo que me gustaría, no sé dónde vives, de qué trabajas, si te gusta el café –se rió suavemente-, si te gusta bailar o pintar… No sé nada de ti, pero confío. –Movió lentamente su mano hacia él, como para darle tiempo a alejarse si lo quería, hasta apoyarla sobre la de Mathieu y la apretó levemente, con cariño-. Desearía ser una buena cuerva consejera, como esos que tiene el dios Odín.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 90
Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: No soy el único {Lusbella}
Él y Lusbella habían compartido una historia que relacionaba ambos animales, en aquello que se transformaban. Seguramente habría más historias que relacionaban cuervos con lobos, pero aquella fue la única que se le ocurrió. La única, además, en la que parte de los participantes eran licántropos, como él. Al menos él así lo creía, aunque no tenía pruebas definitivas. Por eso era una historia especial, que tenía su especial significado para ellos dos.
Se dejó acariciar por ella, pero no hizo ningún gesto, por su parte, por acercarse a ella. Seguía siendo alguien distante, y apenas la conocía desde hacía un día, pero al menos ya confiaba en ella mucho más que a mucha gente que conoce desde años atrás. Al menos podía compartir con ella su gran secreto, y ella tenía un secreto similar, muy parecido. Y eso unía mucho y aliviaba también, servía de consuelo encontrar a alguien más así.
Tomó la botella de nuevo y le dio otro trago, este un poco más largo. - Bueno, yo espero seguir luchando durante muchos años. Y sí, hasta ahora me has servido para iluminarme y proporcionarme sabiduría. Sobre lo que soy, sobre lo que eres y cómo afrontarlo. Aunque no parece que proporciones también un buen augurio, porque hasta ahora no hemos tenido mucha suerte.. - Dice en un tono de broma, divertido, aunque espera que ella no lo interprete como que la estaba llamando gafe. Y es que en dos noches les habían disparado, les había llovido, ella se habia quedado sin ropa, y hasta les había atacado un fantasma. - Pero bueno, yo también confío en ti. - Eso era evidente; si no lo hiciera, no se hubiera transformado en un lobo ante ella.
Se dejó acariciar por ella, pero no hizo ningún gesto, por su parte, por acercarse a ella. Seguía siendo alguien distante, y apenas la conocía desde hacía un día, pero al menos ya confiaba en ella mucho más que a mucha gente que conoce desde años atrás. Al menos podía compartir con ella su gran secreto, y ella tenía un secreto similar, muy parecido. Y eso unía mucho y aliviaba también, servía de consuelo encontrar a alguien más así.
Tomó la botella de nuevo y le dio otro trago, este un poco más largo. - Bueno, yo espero seguir luchando durante muchos años. Y sí, hasta ahora me has servido para iluminarme y proporcionarme sabiduría. Sobre lo que soy, sobre lo que eres y cómo afrontarlo. Aunque no parece que proporciones también un buen augurio, porque hasta ahora no hemos tenido mucha suerte.. - Dice en un tono de broma, divertido, aunque espera que ella no lo interprete como que la estaba llamando gafe. Y es que en dos noches les habían disparado, les había llovido, ella se habia quedado sin ropa, y hasta les había atacado un fantasma. - Pero bueno, yo también confío en ti. - Eso era evidente; si no lo hiciera, no se hubiera transformado en un lobo ante ella.
Mathieu- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 27/01/2017
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Re: No soy el único {Lusbella}
Mathieu -el serio, frío y distante Mathieu-, estaba bromeando. Al parecer, el whisky no solo la había relajado a ella.
-Si mañana te ocurre algo extraño ya podrás culparme a mí también, pero ¿qué más podría pasar? ¿Que no encuentres uno de tus zapatos por la mañana? Solo nos falta un incendio –se rió-. Además yo podría decir lo mismo que tú, ayer me han robado toda la ropa, incluso mis guantes favoritos, he oído disparos desde muy cerca y me he tenido que pasear desnuda por el pantano junto a dos desconocidos… ¡Uno, para colmo, era un lobo! –exclamó-. Y bueno, de lo de recién ni hablemos –dijo, señalando el cementerio-, sí que han pasado cosas extrañas...
Deseaba mirar a la luna –siempre, durante sus vuelos, la había querido alcanzar a pesar de saber que era francamente imposible-, pero, en lugar de eso, fijó la vista en sus ojos antes de preguntarle:
-¿Cuánto falta para que la luna se complete? ¿Cuántos días faltan para que tengas que cambiar contra tu voluntad?
Era tarde y sabía que estaban prontos a marcharse del lugar ya, pero no quería hacerlo todavía, no sin saber cuanto tiempo le quedaba a Mathieu antes de que le ocurriese eso que no podría evitar.
Le gustaría verlo en ese momento, aunque sea desde lejos, desde lo alto de cualquier árbol. Ya lo había pensado esa misma noche, pero no lo había sugerido porque, a pesar de que poco lo conocía, intuía que él no estaba dispuesto a compartir algo así con ella. Al menos no todavía. Y lo entendía. No sabía qué haría ella si estuviese en su lugar, es que hay veces, con algunas situaciones, en las que es imposible ponerse en los zapatos del otro y ésta era una de ellas.
-Si mañana te ocurre algo extraño ya podrás culparme a mí también, pero ¿qué más podría pasar? ¿Que no encuentres uno de tus zapatos por la mañana? Solo nos falta un incendio –se rió-. Además yo podría decir lo mismo que tú, ayer me han robado toda la ropa, incluso mis guantes favoritos, he oído disparos desde muy cerca y me he tenido que pasear desnuda por el pantano junto a dos desconocidos… ¡Uno, para colmo, era un lobo! –exclamó-. Y bueno, de lo de recién ni hablemos –dijo, señalando el cementerio-, sí que han pasado cosas extrañas...
Deseaba mirar a la luna –siempre, durante sus vuelos, la había querido alcanzar a pesar de saber que era francamente imposible-, pero, en lugar de eso, fijó la vista en sus ojos antes de preguntarle:
-¿Cuánto falta para que la luna se complete? ¿Cuántos días faltan para que tengas que cambiar contra tu voluntad?
Era tarde y sabía que estaban prontos a marcharse del lugar ya, pero no quería hacerlo todavía, no sin saber cuanto tiempo le quedaba a Mathieu antes de que le ocurriese eso que no podría evitar.
Le gustaría verlo en ese momento, aunque sea desde lejos, desde lo alto de cualquier árbol. Ya lo había pensado esa misma noche, pero no lo había sugerido porque, a pesar de que poco lo conocía, intuía que él no estaba dispuesto a compartir algo así con ella. Al menos no todavía. Y lo entendía. No sabía qué haría ella si estuviese en su lugar, es que hay veces, con algunas situaciones, en las que es imposible ponerse en los zapatos del otro y ésta era una de ellas.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 90
Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: No soy el único {Lusbella}
Se encogió de hombros levemente y dejó de sonreír, en un gesto más sereno que serio, simplemente relajado. - Lamento oír lo de tus guantes - Dijo en serio, aunque desde luego no con gran pesar. Al fin y al cabo estaba convencido que ella podría comprarse cuantos guantes quisiera, aunque no dejaba de ser una pérdida. Puede que simplemente le gustaran por su forma o color, o cómo le quedaba; pero también puede que tuvieran detrás alguna historia que los hiciera tan especiales - Siempre hay más en el mercado, incluso algunos que te puedan gustar más todavía - La reacción ante esas palabras solía dar pistas del verdadero valor de las cosas perdidas.
Las noches acostumbraban a ser movidas, pero las dos últimas habían sido una locura; sobre todo comparada con la vida tranquila de la gran mayoría de habitantes de París, muchos de ellos personas sencillas sin capacidades sobrenaturales ni magia que envuelva y determine sus vidas, aunque no por ello más insulsas.
- Cuento los días, y aunque perdiera la cuenta el mismo cuerpo me llama. La bestia que llevo dentro me recuerda constantemente que está ahí dentro, y cuando los días de luna llena se acercan, puedo sentirla con mayor intensidad - Y alzó la vista al cielo para ver el rostro plateado de Selene mirándoles desde la distancia, su particular reloj de arena para saber cuándo debería abandonar la civilización de nuevo para vivir como una bestia durante un par de días, con sus largas noches. Si no dio una respuesta clara a la mujer fue porque dio por sentado que ella conocía los ciclos lunares.
Las noches acostumbraban a ser movidas, pero las dos últimas habían sido una locura; sobre todo comparada con la vida tranquila de la gran mayoría de habitantes de París, muchos de ellos personas sencillas sin capacidades sobrenaturales ni magia que envuelva y determine sus vidas, aunque no por ello más insulsas.
- Cuento los días, y aunque perdiera la cuenta el mismo cuerpo me llama. La bestia que llevo dentro me recuerda constantemente que está ahí dentro, y cuando los días de luna llena se acercan, puedo sentirla con mayor intensidad - Y alzó la vista al cielo para ver el rostro plateado de Selene mirándoles desde la distancia, su particular reloj de arena para saber cuándo debería abandonar la civilización de nuevo para vivir como una bestia durante un par de días, con sus largas noches. Si no dio una respuesta clara a la mujer fue porque dio por sentado que ella conocía los ciclos lunares.
Mathieu- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 27/01/2017
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Re: No soy el único {Lusbella}
El viento le revolvía el cabello y Lus ya no podía soportarlo, pensó en ponerse la caperuza sobre la cabeza, pero era símbolo de mala educación hacerlo mientras se mantenía una charla con otra persona por lo que tomó las horquillas que había trabado más temprano en es escote de su vestido y comenzó a sujetarse con ellas los mechones de cabello. Lo hizo con pesar, sabiendo que el peinado quedaría horrible pues sus habilidades en aquella materia eran nulas por completo. Odiaba peinar ella misma su cabello.
No le avergonzaba –a menos no profundamente- que él la viese mal peinada, después de todo ya la había visto volar y cambiar. No tenía ningún secreto más importante que ese.
-En ningún mercado conseguiría unos como esos –le aseguró, refiriéndose a sus guantes perdidos-. Hace unos cuatro años se realizó en Versalles una gran cena de beneficencia, en ella subastaron muchos objetos donados por varias de las coronas… Mi esposo me compró esos guantes pues habían pertenecido a mí… –se frenó, había estado a punto de rebelarle su segundo secreto- a la reina madre de mi tierra, de Portugal, o sea a la madre del actual rey. Y además de ser hermosos, me quedan como si hubieran sido hechos para mí, a la medida perfecta de mis manos. No tendría que haberlos usado anoche –se lamentó, había sido una estupidez-. ¿Quién querría robarme unos guantes? Creo que el domingo a la mañana, luego de oír misa, iré al pantano. Tal vez con la luz del día pueda encontrarlos –era poco probable y lo sabía, pero lo intentaría de todos modos. Prefería ir y no hallarlos a quedarse toda la vida pensando que de seguro habían quedado en algún rincón olvidados sin que ella acudiera nuevamente a buscarlos.
Mathieu contempló la luna con un gesto que Lus no pudo descifrar. ¿La odiaba y culpaba? ¿La veneraba?
A él su propio cuerpo lo llamaba. Que extraño, que fascinante, que condena. Esa era una de las principales diferencias entre ambos, ella podía controlarlo y disfrutarlo, él parecía padecerlo.
-Si pudieras elegir, ¿elegirías ser distinto, Mathieu? –le preguntó, creyendo conocer la respuesta que él le daría.
No le avergonzaba –a menos no profundamente- que él la viese mal peinada, después de todo ya la había visto volar y cambiar. No tenía ningún secreto más importante que ese.
-En ningún mercado conseguiría unos como esos –le aseguró, refiriéndose a sus guantes perdidos-. Hace unos cuatro años se realizó en Versalles una gran cena de beneficencia, en ella subastaron muchos objetos donados por varias de las coronas… Mi esposo me compró esos guantes pues habían pertenecido a mí… –se frenó, había estado a punto de rebelarle su segundo secreto- a la reina madre de mi tierra, de Portugal, o sea a la madre del actual rey. Y además de ser hermosos, me quedan como si hubieran sido hechos para mí, a la medida perfecta de mis manos. No tendría que haberlos usado anoche –se lamentó, había sido una estupidez-. ¿Quién querría robarme unos guantes? Creo que el domingo a la mañana, luego de oír misa, iré al pantano. Tal vez con la luz del día pueda encontrarlos –era poco probable y lo sabía, pero lo intentaría de todos modos. Prefería ir y no hallarlos a quedarse toda la vida pensando que de seguro habían quedado en algún rincón olvidados sin que ella acudiera nuevamente a buscarlos.
Mathieu contempló la luna con un gesto que Lus no pudo descifrar. ¿La odiaba y culpaba? ¿La veneraba?
A él su propio cuerpo lo llamaba. Que extraño, que fascinante, que condena. Esa era una de las principales diferencias entre ambos, ella podía controlarlo y disfrutarlo, él parecía padecerlo.
-Si pudieras elegir, ¿elegirías ser distinto, Mathieu? –le preguntó, creyendo conocer la respuesta que él le daría.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 90
Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: No soy el único {Lusbella}
Por lo que estaba escuchando, Mathieu supo de la importancia sentimental de aquellos guantes. No eran una pieza sin más, habían pertenecido a una de las personas más importantes para todo un país. A alguien de la realeza. Él no entendía que la gente venerara a aquella banda de chupópteros que no habían trabajado un solo día en su vida. Pero comprendía que ella sí sintiera ese afecto por ellos. Y bueno, al parecer le quedaban bien; cosa que no pudo ver, porque cuando la conoció ya estaba como Dios la trajo al mundo. Sin guantes, ni vestido, ni ropa interior siquiera que cubriera sus vergüenzas.
El pelo lacio de Mathieu también se agitaba con el viento que se estaba levantando. No era un viento particularmente frío, como aquel frío de muerte que rodeaba al fantasma con el que se habían topado minutos atrás. Aun así era un tanto molesto; especialmente para el pelo de ella. - ¿Quieres que vayamos a otro lado? A algún lugar a resguardo. Aunque quizá ya sea demasiado tarde, no quisiera entretenerte mucho más. - No es que quisiera marcharse ya; al contrario. Pero seguramente ella tuviera asuntos que atender, otros menesteres que tratar. No aquella noche, pero sí al día siguiente. Él también tenía que dormir, pero con dormir unas pocas horas tenía suficiente. Ni siquiera el duro trabajo en la fábrica le agotaba.
Su relación con la luna era complicada. De amor-odio. Aunque en realidad era la expresión, algo que representaba su bestia interior. En realidad, luna no tenía la culpa de nada. Había cosas que le gustaba de su condición, pero muchas otras que detestaba. Tenía fuerza y condiciones sobrenaturales, era mucho más perspicaz, fuerte y resistente. Pero perdía el control, y no sólo cuando se veía forzado a transformarse en licántropo durante la luna llena. Él mismo se daba cuenta que le costaba controlar su ira. -Ninguna de las dos vidas que he vivido me han llenado. Ser un hombre de la Iglesia, sin tener fe, era horrible. Pero ahora, aquí, viviendo rodeado de gente en la miseria, sin poder dominar mi propio cuerpo... - Suspira profundamente, encogiéndose de hombros. - De todos modos no creo que sirva de mucho discutir estas cuestiones. Por mucho que lo desee, eso no puede cambiar. - A pesar de ser tan apasionado, Mathieu prefería mantenerse pragmático en muchos asuntos, especialmente aquellos que no podía cambiar. - ¿Tú vives la vida que te gusta?
El pelo lacio de Mathieu también se agitaba con el viento que se estaba levantando. No era un viento particularmente frío, como aquel frío de muerte que rodeaba al fantasma con el que se habían topado minutos atrás. Aun así era un tanto molesto; especialmente para el pelo de ella. - ¿Quieres que vayamos a otro lado? A algún lugar a resguardo. Aunque quizá ya sea demasiado tarde, no quisiera entretenerte mucho más. - No es que quisiera marcharse ya; al contrario. Pero seguramente ella tuviera asuntos que atender, otros menesteres que tratar. No aquella noche, pero sí al día siguiente. Él también tenía que dormir, pero con dormir unas pocas horas tenía suficiente. Ni siquiera el duro trabajo en la fábrica le agotaba.
Su relación con la luna era complicada. De amor-odio. Aunque en realidad era la expresión, algo que representaba su bestia interior. En realidad, luna no tenía la culpa de nada. Había cosas que le gustaba de su condición, pero muchas otras que detestaba. Tenía fuerza y condiciones sobrenaturales, era mucho más perspicaz, fuerte y resistente. Pero perdía el control, y no sólo cuando se veía forzado a transformarse en licántropo durante la luna llena. Él mismo se daba cuenta que le costaba controlar su ira. -Ninguna de las dos vidas que he vivido me han llenado. Ser un hombre de la Iglesia, sin tener fe, era horrible. Pero ahora, aquí, viviendo rodeado de gente en la miseria, sin poder dominar mi propio cuerpo... - Suspira profundamente, encogiéndose de hombros. - De todos modos no creo que sirva de mucho discutir estas cuestiones. Por mucho que lo desee, eso no puede cambiar. - A pesar de ser tan apasionado, Mathieu prefería mantenerse pragmático en muchos asuntos, especialmente aquellos que no podía cambiar. - ¿Tú vives la vida que te gusta?
Mathieu- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 76
Fecha de inscripción : 27/01/2017
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Re: No soy el único {Lusbella}
-Yo estoy bien –le dijo, sonriéndole agradecida por su consideración-, un poco despeinada tal vez… pero bien. Me gusta hablar contigo, me hace sentir libre y comprendida. Es cierto que es tarde, aunque para mí no es problema… La verdad es que no hago nada durante el día más que ver como juegan mis hijos o tocar un poco el piano, algunas veces recorro la fábrica de la familia de mi esposo… es divertido, pero no entiendo mucho y acabo estorbando a los trabajadores con mis preguntas. Pero si quieres podemos pasear en el coche por la ciudad, ¿tú no tienes que trabajar mañana? Tal vez estés cansado…
Bueno, se habían transformado y peleado en vano con un fantasma. Ella estaba bien y suponía que él también, pero debía preguntar porque quizás Mathieu necesitase reponer energías para la jornada del día siguiente.
Mientras él hablaba, una frase que le dijo se quedó grabada en su mente: Ninguna de las dos vidas que he vivido me han llenado. Se sentía identificada con eso, lo entendía porque si bien se consideraba una mujer feliz, no se sentía completa. Siempre tenía la duda clavada en su mente ¿qué hubiera sido de ella si tomaba otras decisiones? ¿Cómo habría sido su vida si no se hubiese escapado de Portugal? Sus hijos no existirían y ese era motivo suficiente para amar cada paso -y cada vuelo- que había dado, pero no podía evitar fantasear con que su vida habría podido ser muy distinta, para bien o para mal. Tal vez era momento de olvidar, de soltar sus recuerdos más dolorosos, ¿cómo podía saberlo? ¿Cómo puede alguien darse cuenta si está caminando o no por el camino incorrecto cuando ya se encuentra a mitad del recorrido?
-Es cierto, hay cosas que ya no pueden cambiarse.
Pensó en su pasado, en la niña triste y solitaria que había sido a pesar de tenerlo todo, en la muchachita que había encontrado cariño genuino en el lugar menos pensado. Era peligroso contarle la verdad a Mathieu, confiaba en él pero hay cosas que simplemente no se pueden confiar a nadie, ni a la propia almohada.
-Tengo una buena vida, mis hijos están sanos y fuertes. Mi esposo me permite hacer más cosas de las que corresponderían para una mujer de mi posición… Jamás los esposos de mis amigas les dejaría salir a estas horas de la casa –sonrió, sintiéndose privilegiada-. Pero me hubiera gustado otra cosa, algo que era, y es, en realidad imposible –suspiró y sintió como la angustia acudía a su garganta-. Es una historia un poco larga y dolorosa –dijo, sintiendo pena por sí misma.
Bueno, se habían transformado y peleado en vano con un fantasma. Ella estaba bien y suponía que él también, pero debía preguntar porque quizás Mathieu necesitase reponer energías para la jornada del día siguiente.
Mientras él hablaba, una frase que le dijo se quedó grabada en su mente: Ninguna de las dos vidas que he vivido me han llenado. Se sentía identificada con eso, lo entendía porque si bien se consideraba una mujer feliz, no se sentía completa. Siempre tenía la duda clavada en su mente ¿qué hubiera sido de ella si tomaba otras decisiones? ¿Cómo habría sido su vida si no se hubiese escapado de Portugal? Sus hijos no existirían y ese era motivo suficiente para amar cada paso -y cada vuelo- que había dado, pero no podía evitar fantasear con que su vida habría podido ser muy distinta, para bien o para mal. Tal vez era momento de olvidar, de soltar sus recuerdos más dolorosos, ¿cómo podía saberlo? ¿Cómo puede alguien darse cuenta si está caminando o no por el camino incorrecto cuando ya se encuentra a mitad del recorrido?
-Es cierto, hay cosas que ya no pueden cambiarse.
Pensó en su pasado, en la niña triste y solitaria que había sido a pesar de tenerlo todo, en la muchachita que había encontrado cariño genuino en el lugar menos pensado. Era peligroso contarle la verdad a Mathieu, confiaba en él pero hay cosas que simplemente no se pueden confiar a nadie, ni a la propia almohada.
-Tengo una buena vida, mis hijos están sanos y fuertes. Mi esposo me permite hacer más cosas de las que corresponderían para una mujer de mi posición… Jamás los esposos de mis amigas les dejaría salir a estas horas de la casa –sonrió, sintiéndose privilegiada-. Pero me hubiera gustado otra cosa, algo que era, y es, en realidad imposible –suspiró y sintió como la angustia acudía a su garganta-. Es una historia un poco larga y dolorosa –dijo, sintiendo pena por sí misma.
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 90
Fecha de inscripción : 17/01/2017
Re: No soy el único {Lusbella}
Escucha sus palabras con atención. Al igual que ella, Mathieu estaba disfrutando de la velada. de aquella conversación tan íntima con una completa desconocida. O al menos una completa desconocida hasta hacía nada. En muy poco tiempo habían conectado rápidamente ellos dos. El secreto que ambos compartían era una pesada carga y tener con quién identificarse liberaba gran parte de ese peso. Especialmente para él, Mathieu, que no había conocido en su vida a ningún otro cambiaformas.
- Supongo que nunca estamos contentos con lo que tenemos. Ser un inconformista es bueno, en mi opinión. Siempre y cuando nuestras aspiraciones sean reales, por supuesto. El problema está en que mis aspiraciones... no sé todavía si son posibles o no. Así que no se si mis aspiraciones son propias de un hombre realista o de un loco. Y no poder saberlo es lo que me desquicia. - Básicamente se refería a la posibilidad de revertir su condición. No lo decía abiertamente, pero lo daba por supuesto, implícito en sus palabras. Deseaba eliminar a su bestia, no volver a ser un lobo nunca más. No podía saber si se podía liberar de ello o no. Si era como una enfermedad que se podía curar, o como algunas otras enfermedades te acompañan hasta el día de tu muerte.
- De todos modos se me va a hacer tarde, sí. Paso muchas noches sin dormir apenas atendiendo otras cuestiones, diferentes responsabilidades más allá de la fábrica. Pero son cosas que urgen, que nadie más y en ningún otro momento pueden ser llevadas a cabo. - La mira entonces de reojo, aunque lo hace directamente a los ojos, en un gesto de confianza y cercanía hacia ella. - Si la noche te ha dejado satisfecha por el momento podemos continuar otra noche. Si todavía quieres más, podemos dar un paseo nocturno.
Prefería no seguir hablando de sus vidas, o de sus no vidas. De aquellas que dejaron atrás, de las que podían haber sido, o de las que podrían ser en un futuro. Realmente le desquiciaba, como había comentado anteriormente. De todos modos ya había compartido con ella sus miedos, sus inquietudes, y sus fracasos. No tenía sentido seguir regodeándose de sus miserias. Merecía la pena ser optimistas y tener momentos agradables, siempre que era posible. Ya estaba el día a día para recordarles sus partes más oscuras.
- Supongo que nunca estamos contentos con lo que tenemos. Ser un inconformista es bueno, en mi opinión. Siempre y cuando nuestras aspiraciones sean reales, por supuesto. El problema está en que mis aspiraciones... no sé todavía si son posibles o no. Así que no se si mis aspiraciones son propias de un hombre realista o de un loco. Y no poder saberlo es lo que me desquicia. - Básicamente se refería a la posibilidad de revertir su condición. No lo decía abiertamente, pero lo daba por supuesto, implícito en sus palabras. Deseaba eliminar a su bestia, no volver a ser un lobo nunca más. No podía saber si se podía liberar de ello o no. Si era como una enfermedad que se podía curar, o como algunas otras enfermedades te acompañan hasta el día de tu muerte.
- De todos modos se me va a hacer tarde, sí. Paso muchas noches sin dormir apenas atendiendo otras cuestiones, diferentes responsabilidades más allá de la fábrica. Pero son cosas que urgen, que nadie más y en ningún otro momento pueden ser llevadas a cabo. - La mira entonces de reojo, aunque lo hace directamente a los ojos, en un gesto de confianza y cercanía hacia ella. - Si la noche te ha dejado satisfecha por el momento podemos continuar otra noche. Si todavía quieres más, podemos dar un paseo nocturno.
Prefería no seguir hablando de sus vidas, o de sus no vidas. De aquellas que dejaron atrás, de las que podían haber sido, o de las que podrían ser en un futuro. Realmente le desquiciaba, como había comentado anteriormente. De todos modos ya había compartido con ella sus miedos, sus inquietudes, y sus fracasos. No tenía sentido seguir regodeándose de sus miserias. Merecía la pena ser optimistas y tener momentos agradables, siempre que era posible. Ya estaba el día a día para recordarles sus partes más oscuras.
Mathieu- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 76
Fecha de inscripción : 27/01/2017
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Re: No soy el único {Lusbella}
Era cierto. Las personas nunca estaban felices con lo que tenían. Jacquin no lo estaba teniéndola a ella, por ejemplo, y ella no lo estaba tampoco teniéndolo a él. La inconformidad siempre aparecía, como el sol por las mañanas, y si bien eso a veces podía ser un motor para que algunos buscasen mejorar, otras veces era motivo de tristeza y autocompasión; podía ser un arma de doble filo si no se sabía manejarla con inteligencia. Todo cambiaba según la esencia de las personas y dependía a través de qué ojos se veía. Eso era algo que Lus había aprendido, principalmente luego de ser madre porque con ese hecho su vida había cambiado y también la forma en la que veía las cosas.
Le pareció que Mathieu se ensombrecía al hablar de sus aspiraciones y eso despertó toda su curiosidad, siempre latente para bien o para mal. Lus le quería preguntar cuál era su sueño, cuales sus anhelos más profundos y por qué los creía imposibles, por qué era tan pesimista al respecto; pero –una vez más, como decenas de veces desde que lo conocía- Lusbella calló para no incomodarlo, para no ponerlo en un lugar sentimental que a Mathieu le costase transitar. Un poco lo conocía ya, luego de haber compartido momentos y pensamientos tan privados, y le parecía que podía detectar los momentos en los que él quería profundizar en alguna idea y en cuales simplemente prefería cambiar el tema de la conversación. Eso haría:
-¿Qué otras cosas te entretienen por las noches? –preguntó con tono inocente, sin ser consiente de eso, y tarde se dio cuenta que, tal vez, Mathieu se refería a algún amorío que tuviera oculto... o a las comunes visitas a burdeles que todos los hombres hacían. Obviamente era un tema inapropiado de conversación por más confianza que sintieran el uno con el otro.
“Ay, tengo que pensar antes de hablar”, se dijo y rió por lo bajo mientras sentía que sus mejillas se enrojecían y calentaban a causa de la vergüenza.
-No tengo deseos de volver a casa todavía –le dijo, en respuesta, y se puso en pie de un salto. Estaba algo mareada por la ingesta de la bebida fuerte, pues no era algo habitual en ella, pero podía seguir, todavía quería hacerlo y, a pesar del susto en el cementerio, estaba pasando una buena noche-. Podemos dar un paseo antes de volver a la vida normal. ¿Quieres que caminemos o nos subimos al coche?
Le pareció que Mathieu se ensombrecía al hablar de sus aspiraciones y eso despertó toda su curiosidad, siempre latente para bien o para mal. Lus le quería preguntar cuál era su sueño, cuales sus anhelos más profundos y por qué los creía imposibles, por qué era tan pesimista al respecto; pero –una vez más, como decenas de veces desde que lo conocía- Lusbella calló para no incomodarlo, para no ponerlo en un lugar sentimental que a Mathieu le costase transitar. Un poco lo conocía ya, luego de haber compartido momentos y pensamientos tan privados, y le parecía que podía detectar los momentos en los que él quería profundizar en alguna idea y en cuales simplemente prefería cambiar el tema de la conversación. Eso haría:
-¿Qué otras cosas te entretienen por las noches? –preguntó con tono inocente, sin ser consiente de eso, y tarde se dio cuenta que, tal vez, Mathieu se refería a algún amorío que tuviera oculto... o a las comunes visitas a burdeles que todos los hombres hacían. Obviamente era un tema inapropiado de conversación por más confianza que sintieran el uno con el otro.
“Ay, tengo que pensar antes de hablar”, se dijo y rió por lo bajo mientras sentía que sus mejillas se enrojecían y calentaban a causa de la vergüenza.
-No tengo deseos de volver a casa todavía –le dijo, en respuesta, y se puso en pie de un salto. Estaba algo mareada por la ingesta de la bebida fuerte, pues no era algo habitual en ella, pero podía seguir, todavía quería hacerlo y, a pesar del susto en el cementerio, estaba pasando una buena noche-. Podemos dar un paseo antes de volver a la vida normal. ¿Quieres que caminemos o nos subimos al coche?
Lusbella Toussaint- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 90
Fecha de inscripción : 17/01/2017
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