No soy el único {Lusbella}

por **Mathieu** Lun Feb 13, 2017 7:53 am

Recuerdo del primer mensaje :

Había dormido pocas horas, porque la noche anterior estuvo movida. Y las horas en la fábrica no perdonan, y no se las quería saltar. Fue un gran alivio saber que todos sus compañeros estaban bien, que nadie había recibido ningún disparo. Era complicado acertar con esos pistolones de chispa, mucho más en un terreno accidentado como el de los pantanos, y todavía más en una noche sin apenas luna. Tras las horas de trabajo tocaba reunirse, de nuevo, con la misteriosa mujer desnuda.

Algo le decía que esta vez iba a acudir vestida. Fue el primero en llegar a aquel parque, que quedaba justo enfrente del cementerio de Montmartre. Un pequeño jardín, ocupando una superficie relativamente pequeña. No se trataba de uno de los grandes jardines de Versalles, y tampoco de un parque intermedio; era una cosa pequeña, de "barrio". Pero su proximidad con el cementerio había creado todo tipo de historias y cuentos sobre fantasmas, espíritus que se acercaban desde el mismo cementerio hasta allí para relajarse, o para atosigar a los "descuidados" viandantes. Quedaba ligeramente por encima en cuanto a diferencia de nivel, por lo que se veía parte del cementerio en su entrada.

Las ropas que traía Mathieu eran las mismas. Ni siquiera llevaba un abrigo o cazadora por encima porque... bueno, confiaba que ella le devolvería la suya, de anoche. Además no hacía mucho frío. Era una temperatura agradable, incluso; para lo que es la noche invernal parisina. Estaba allí desde antes del anochecer, en cuanto salió de su turno de trabajo, cogió algo de comida para el camino y cenó escuetamente en el mismo parque, quedándose poco a poco solo. Ya nadie pasaba por allí a esas horas, como mucho alguien que pasaba corriendo a lo lejos, o un carruaje despistado, que intentaba evitar la cercanía al cementerio. Malditas supersticiones, siempre arruinando la vida de la gente. Al menos le había sacado provecho para tener intimidad. Y es que el tema que iban a tratar era de lo más delicado.

por **Mathieu** Miér Feb 15, 2017 4:11 pm

Cuando cerró los ojos todavía veía a Lusbella completamente humana. Un cuerpo bien formado de mujer, y también hermoso, pero humano. No es lo que esperaba ver de ella, en todo caso. Cuando volvió a abrirlos sus ojos ya no eran azules, sino amarillos; y se encontraba en una posición inferior respecto a cuando los cerró para concentrarse mejor. Se había transformado en un lobo.

Y cuando los abrió ya no vio una mujer humana, sino un cuervo -o una cuerva, más bien- que estaba frente a él. Como tenía los ojos cerrados y la transformación fue tan rápida, incluso llegó a pensar que le estaba tomando el pelo, que había soltado el animal y se había escondido de su vista para engañarle en algún tipo de broma. Pero no, algo dentro de él le decía que aquel ave era Lusbella.

Curioso. ¿Cómo era que ella cambiaba con tanta rapidez, cuando a él le costaba un poco más, de tiempo y esfuerzo? Puede que no fueran tan similares, como habían comentado hacía unos instantes. Ladeó la cabeza levemente y la miró con gesto curioso, mientras se mantenía sentado sobre sus patas traseras, teniendo las delanteras erguidas. También era curioso que fuera un ave, por proximidad se imaginaba alguna especie de mamífero, desde perro hasta cerdo. Porque si le daba tanto pudor podía ser algo así de desagradable. Pero no un cuervo.

Naturalmente en su estado no podía hablar con ella; no al menos en lenguaje verbal. Carecía de cuerdas bocales, labios y lengua humanas para hacerlo con propiedad, y los gorgoteos extraños que salían de su boca de lobo eran imposibles de descifrar, asimilar a algo que se pareciera mínimamente al idioma francés. Así que se limitó a guardar silencio mientras la miraba con ese gesto curioso e intrigado. Poco más expresaba el rostro relajado del lobo, de pelaje mayormente gris con toques pardos y patas oscuras.

por **Lusbella Toussaint** Miér Feb 15, 2017 11:44 pm

Voló mirando a la luna, y dio círculos sobre el cementerio. Lo vio ir y venir, parecía inquieto. Era mucho más grande de lo que se había imaginado, mucho más hermoso también… Lo cierto era que nunca había visto a un lobo normal, mucho menos a un licántropo y estaba fascinada. ¡Era maravilloso! ¿Lo sabría él? ¿Entendería lo poderoso que era? Le había parecido, más bien, que Mathieu odiaba su condición. Razones tenía, pues había sido una transformación muy traumática. Ni siquiera podía ella imaginar todo el dolor que el lobo había padecido y transitado.
Ellos dos se parecían, pero no del todo. En la base de lo que les ocurría, en el inicio, se hallaban todas las diferencias.

Se alejó y voló hasta ver a Horatio, parecía tranquilo. De hecho estaba durmiendo, sentado en su puesto, podía verlo en el color de su aura.
El viejo se merecía un descanso de ella, Lusbella solo le daba disgustos y sobresaltos al pobre hombre que bien merecía ya disfrutar de sus días junto a sus nietos… ¿Pero en quién más podía confiar ella? ¿Quién más la cubriría y cuidaría en sus escapadas? Era egoísta y le pesaba, pero no podía dejar ir a su amado Horatio.

Volvió a girar antes de retornar cerca de Mathieu. En su nueva forma, en su otro rostro, no podía adivinar su expresión. Le encantaría saber si estaba sorprendido, desilusionado o confundido, pero no podía descifrarlo. Ya tomaría el valor de preguntárselo cuando volvieran a ser humanos los dos.

Temía acercarse demasiado a él. Sabía que no la lastimaría, pero de igual modo su instinto la instaba a mantener las distancias. Era pequeña en comparación con él y no tenía manera de defenderse en caso de ser atacada. No quería desconfiar de su compañero, pero no podía evitarlo. De un solo movimiento podría matarla.

"Siendo humanos también, con una sola mano podría matarme", pensó.

Descansó sobre una rama y lo observó. Sabía que jamás olvidaría esa imagen: el lobo gigante merodeaba entre las tumbas.

por **Mathieu** Jue Feb 16, 2017 6:02 am

Mathieu había adoptado la forma de un lobo normal, de montaña. Su forma de bestia, la grande, sólo le nacía cuando estaba muy, muy cabreado. O cuando perdía el control por culpa de la luna. Pero claro, los lobos no eran perros pequeños, precisamente. Son grandes, algo más que el tamaño de un perro mastín.

Se detuvo a observar el vuelo de Lusbella. Volvió a dudar que fuera ella, y le estuviera gastando una broma. Así que olfateó el ambiente y... sí, debía ser ella. No era exactamente igual, pero esos matices sólo los había podido captar sobre el aroma de su piel desnuda. Dejó de estar sentado, y aprovechó para moverse y caminar un poco, sobre sus cuatro patas. Seguían en un cementerio de noche, y no estaba preocupado en absoluto por los fantasmas o los cuentos sobre los muertos que se contaban sobre aquel lugar. No era la primera vez que deambulaba por allí de noche. Pero claro, sí era la primera vez que lo hacía en su forma animal.

De pronto ella se detuvo en una rama alta de un árbol, tras aquel vuelo. Intuyó que estaba cómoda en esa forma, y además estaba intentando... ¿rehuirle? Nunca estuvo cerca de él, echó el vuelo en cuanto se convirtió en cuervo. Puede que ella se sintiera cómoda en aquella forma, pero Mathieu no. No era natural en él, era algo adquirido, y estando en un ambiente urbano sentía que su forma debía ser con la que nació, la humana. Ya le había visto, al fin y al cabo, pero no sabía si sentía repulsión, miedo, admiración... o un poco de todas ellas.

Estiró un poco la cabeza, doblando el lomo y estirando las patas delanteras para desperezarse. Era una manera de activar y tener listo todo el cuerpo, hasta el último músculo; ya que con esos cambios voluntarios el cuerpo estaba un poco encogido, anquilosado, con los músculos un tanto contraídos. Debía ponerlo en marcha, no era muy agradable. Al fin y al cabo toda su carne, sus huesos, incluso sus tripas cambiaban y se readaptaban para convertirse en otro ser. Durante unos minutos presentaba algunas molestias, pero nada que le impidiera hacer vida normal de lobo, como correr o cazar.

Y después, se quedó sentado bajo el árbol, esperando que ella bajara o... hiciera algo. De todos modos, no aguantaría mucho en aquella forma, y en cualquier momento estaría revirtiendo a su forma natural. Además de su incomodidad física y mental, porque no podía comunicarse con ella. Y todavía tenía algunas preguntas.

por **Lusbella Toussaint** Jue Feb 16, 2017 12:45 pm

Él se acercó al pie del árbol en el que ella estaba y Lus buscó su mirada, ahora amarilla. ¿Podía confiar en él? ¿Tenía realmente motivos para temerle? Sus ojos parecían hablarle, pero ella no tenía idea de qué estaban diciéndole. Quiso creer que le pedían que se acercase a él, era solo un deseo suyo –lo sabía-, un pensamiento unilateral, pero ella decidió seguirlo.

Bajó lentamente del árbol, casi planeando, y sus patitas tocaron el suelo santo del cementerio que se hallaba pleno de ramitas. Se encontraba a unos dos metros de distancia de él y, tímidamente –sabiendo que podía estar acercándose, ciega, a un peligro real-, fue hacia Mathieu.
Sus miradas no se desconectaron en ningún momento y Lus no dejó de caminar –torpemente porque no solía usar las patas, prefería siempre las alas- hasta llegar junto a él. Necesitó estirar su pequeño cuerpo para continuar viéndolo y, por último, como mayor gesto de confianza, restregó su cabecita en una de las patas delanteras de él. Sus pelajes entraron en contacto.
Era la primera vez que Lus vivía algo así. Nunca había estado con otro cambiante que no fuera su hermana –que también cambiaba a paloma y cuervo- y de eso habían pasado tantos años ya… Se hallaba conmovida, emocionada. Estaban compartiendo algo muy especial, no sabía si él estaba sintiendo lo mismo. Quería confiar en que sí. Lo deseaba con todo su corazón, no quería creer que solo a ella le parecía especial aquello que estaban viviendo en aquel lugar tan particular.

Lusbella no fue consciente de que no estaban solos hasta que la bruma espesa la cubrió por completo, impidiéndole la visión nítida. Asustada alzó vuelo, pues esa era su única defensa posible. Desde lo más alto, no tardó en entender lo que ocurría. El fantasma se hacía presente en el cementerio.

“No, no. ¡Madito!”, pensó y sobrevoló el lugar para determinar su ubicación exacta en esos momentos.
Le costó reconocerlo, pero lo logró. Estaba cerca de la entrada y se movía lentamente en dirección al escondite en el que Mathieu y Lus habían dejado sus ropas.

Bajó otra vez y se plantó en el pasillo, que creía que él recorrería para llegar a ellos dos. Lentamente volvió a su forma humana, sintiendo como sus piernas crecían, su piel se estiraba y sus brazos volvían a la posición tradicional. El largo pico se redujo hasta separarse en dos: boca humana y nariz humana. Su larga cabellera volvió a ondear al frío viento, más frío de lo normal porque estaban cerca de un fantasma y eso siempre provocaba que la temperatura descendiese.
Lusbella miró hacia atrás sobre su hombro y vio a Mathieu que parecía tener un gesto confundido:

-Tenemos que irnos –le aseguró y ella no se movió.

Cuando volvió a girar la cabeza hacia el frente, el fantasma –con forma de mujer-, ya los observaba con una horrible sonrisa en su rostro pálido y carente de ojos.
Era realmente terrorífico que pudiese verlos pese a tener ambas cuencas vacías. Si Lusbella hubiese podido gritar lo habría hecho, pero la voz no le salía. Incluso quería ver como estaba Mathieu a sus espaldas, pero no tenía la valentía de volver su cabeza hacia atrás una vez más.

-¡Fuera de mi hogar! –ordenó la mujer con voz gruesa y profunda.
Levitó, queriendo arremeter contra Lus.

por **Mathieu** Jue Feb 16, 2017 4:19 pm

Era la primera vez en su vida que le ocurría algo así, ¡estaba con otra cambiaformas! Bueno, ya había pasado unas horas con Lusbella, pero ahora ambos estaban en su forma animal, en el secreto que tan celosamente debían mantener para evitar rechazos. Aquello era más que estar desnudos, era mostrar toda su forma, todo su ser. Tuvo mucho cuidado de quedarse quito y relajado, y de no adoptar posturas o realizar gestos bruscos que pudieran asustarla. Al fin y al cabo él era un depredador, y ella de un tamaño mucho menor a él, y el instinto animal estaba ahí, apareciendo siempre en situación de peligro.

Estaba sentado sobre sus patas traseras, y apenas movía las delanteras o la cabeza. La vio vacilar un poco en su aproximación a él y de su garganta salió un gemido ahogado, como una pequeña queja. Quería expresar que ya estaba, que no era para tanto, que no iba a hacerle nada; que no tenía por qué ser tan cuidadosa. Se dejó acariciar por ella en su pata, y luego levemente la alzó para toquetearla, jugando; manteniendo sus garras afiladas a buen recaudo para no herirla, pues de querer podría partirla en dos en su forma actual con la fuerza adecuada. O tragársela de un mordisco.

Pero aquella reunión fue interrumpida súbitamente por una presencia sobrenatural... más todavía que dos cambiaformas como ellos. Un fantasma, un espíritu aparentemente vinculado a aquella necrópolis, molesto por la presencia de extraños, se había alzado para ahuyentarles, o para hacerles daño de algún modo. Dejó que Lusbella se alejara, y pudo ver ahora sí la rapidez con la que ella cambiaba. Él necesitaba algo más de tiempo y concentración, y evidentemente no podía concentrarse ahora con un amenaza frente a ellos.

La acompañó y se interpuso entre ella y la aparición, defendiéndola. Adoptó una postura amenazante y protectora con ella, con el cuerpo inclinado hacia delante, mostrando sus dientes y gruñendo.

Al final sí que iban a existir, los fantasmas.

Pero no le tenía ningún miedo. Estaba dispuesto a desgarrar, embestir, golpear y morder a lo que fuera necesario para defender a su aliada en aquel momento. Quizá no había evaluado el riesgo y por eso se veía capaz de defenderla, antes de optar por una huida. Aunque si quería huir estaba en su mano, pues él le estaba dando tiempo a salir de allí si estaba preocupada por su integridad.

Tenía claro que iba a hacerlo. Lo que no tenía tan claro era el cómo.

por **Lusbella Toussaint** Jue Feb 16, 2017 10:44 pm

Mathieu se interpuso entre la aparición y ella justo a tiempo. Pero el fantasma no retrocedió en lo absoluto.
Oía a su compañero gruñir queriendo intimidar o atacar… ¿Pero como se atacaba a un ser como ese? ¡No podrían ganarle! Debían irse inmediatamente de allí. La última vez que se había encontrado con él, el fantasma se había puesto violento por demás y Lusbella había escapado por poco de sus ataques.

-Mathieu –susurró, asustada, pero él pareció no oírla.

-¡Largo de mi casa! –volvió a exigir ella.

-¡No es tu casa! ¡Es un cementerio! –le gritó Lus-. Nosotros estamos vivos y…

Se calló de inmediato al notar que los árboles –ubicados a su inmediata derecha- se agitaban y gruesas ramas caían. El fantasma rió, al parecer divertido. Se movió pero el lobo seguía en medio. Si quería escapar tenía que correr a toda velocidad por el lado izquierdo, aprovechando que la aparición se hallaba muy ocupada lidiando con la lluvia de ramas y la actitud desafiante del Mathieu.
Pero no podía irse y dejarlo, tampoco podían salir de allí desnudos. Ella sí, en realidad, porque había cumplido su juramento y -luego de lo que había pasado la noche anterior en el pantano- había pedido a su asistente que pusiera una muda entera de ropa en el compartimiento del carruaje. Pero él no podía volver a su casa así… Por más que quisiera devolverle el favor, dudaba que quisiera aceptar prestadas sus enaguas para cubrirse.
Mientras lo pensaba sus pies la hacían retroceder. Giró y corrió hasta el refugio. Como se había alejado varios metros del fantasma, la bruma era menos espesa y podía ver mejor por donde pisaba. Lusbella sabía que había tomado la peor de las decisiones, ¡era una loca! Llegó hasta la cueva y descolgó su capa del árbol donde la había dejado. La extendió en el suelo y tomó la ropa de Mat, sus zapatos, su abrigo… hasta la botella del whisky que ella le había regalado. No tenía tiempo para vestirse así que metió sus prendas y zapatos allí. Ya se pondrían la ropa en otro lado. Cerró la capa negra por los costados formando un bulto algo deforme y lo pegó a su pecho. Cuando salió intentó llegar hacia donde estaba Mathieu, en ese cementerio solo había una salida.
El fantasma estaba desquiciado, al parecer le fastidiaba ser desafiado por el lobo… Piedras comenzaron a volar, evidenciando el enojo del espíritu por ser molestado.

-¡Vamos! –le dijo a su compañero y comenzó a sortear las tumbas.

-¡Sí, afuera! –gritó de nuevo la voz profunda. Era realmente estremecedora-. ¡Este no es sitio para los vivos!

-Nos vamos –le dijo ella, gritaba sin verla-, déjanos irnos y no volveremos a molestarte.

Se volteó para ver si Mathieu la seguía, pero no alcanzó a distinguirlo. Una pesada estatua pasó –como volando- a su lado y le golpeó el costado izquierdo de la cabeza, sobre la frente. Lusbella cayó al suelo, sin soltar el lío de ropa.
Le tomó dos segundos entender qué había ocurrido. Se llevó la mano que tenía libre a la cabeza y sintió que la sangre comenzaba a brotar, caliente y pegajosa. No le preocupaba, sabía que iba a estar bien, ¡pero que dolor!

-Estoy bien –dijo, como si tuviese que darle explicaciones al fantasma o a Mathieu de su estado.

Se puso de pie, aturdida, y -sin saber bien cómo- llegó a la entrada del cementerio. Con la espalda apoyada en la reja fría, esperó a que Mathieu apareciera.

“Que no esté herido. Dios, por favor, que esté bien”, rezó en silencio y volvió a tocarse la frente.

por **Mathieu** Sáb Feb 18, 2017 6:06 am

Era la primera vez que conocía a un fantasma, y éste no traía intenciones amistosas, desde luego. ¿Serían todos así? Pues ya tenía un nuevo enemigo en la ciudad al que hacer frente. O, al menos, al que tener en cuenta para sus movimientos por la ciudad. Un viento sobrenatural se alzó y empezó a removerlo todo en aquel cementerio. Ramas y hojas de árboles empezaron a caer, rodeándoles. Mathieu pudo esquivarlas con destreza, y cuando Lus se alejó de allí para escapar pasó al ataque, tratando de herir al fantasma.

No pudo hacerle nada. Trató de mordisquearle una de las piernas... ¿esa cosa tenía piernas? Más bien parecía levitar. En cualquier caso, intentó mordisquear parte de su forma inferior, pero no ocurrió nada. No podía atraparlo, se desvanecía; era como intentar atrapar humo entre sus fauces. El mismo fantasma al moverse tampoco le hacía nada a él. Era como si no pudieran hacerse daño de manera directa, pero sí de manera indirecta. Porque aquel fantasma controlaba con energías de tipo desconocido todo tipo de objetos contundentes y pesados, y lanzarlos contra ellos. Seguramente habría alguna forma de ahuyentar o eliminar aquel fantasma, pero Mathieu lo desconocía.

No tenía mucho sentido quedarse con un enemigo al que no puedes hacer daño, y él a ti sí (aunque fuera un tanto torpe y con poca precisión). Bueno, no tanta, porque al parecer ya había alcanzado a Lusbella. Pero, ¿qué diantres le pasaba? ¿Tanto le habían molestado por estar simplemente por allí? Le parecía estúpido, pero no parecía en condiciones de dialogar. Y él debería regresar a su forma humana, y no podía permitirse el lujo de pasar entre tres y diez minutos quieto. Así que emprendió la retirada, siempre con actitud amenazante. A Lusbella, del golpe, se le escapó algo de ropa, que recogió él entre sus fauces, y salieron de allí. Esperaría a estar lo suficientemente alejados de aquel fantasma para volver a ser un hombre, antes de salir a la calle, para que nadie pueda verle cambiar. Y que nadie tenga que ver un lobo deambular por las calles de París.

por **Lusbella Toussaint** Sáb Feb 18, 2017 1:29 pm

El lío de ropa se le había abierto, su vestido ya no estaba… tampoco uno de sus zapatos. Pero no importaba. Tomó sus enaguas y se las puso a toda prisa, entreteniéndose para no pensar en por qué él tardaba tanto en llegar.

“Si cuento hasta diez y Mathieu no aparece, volveré allí”, se dijo mientras anudaba de forma descuidada las tiras alrededor de la cintura.

En realidad, lo que Lusbella necesitaba era sentarse un momento y descansar. La cabeza le dolía y un hilo de sangre corría de su frente izquierda hasta su cuello. Uno, dos, tres. El maldito fantasma… Tendría que averiguar cómo acabar con él, o ella –lo que fuera-, no porque fuera vengativa, sino porque el espíritu era en verdad un peligro. Seguramente algún brujo sabría qué hacer para ponerle fin a los jueguitos nocturnos del alma en pena.

Cuatro, cinco, seis. Todo había sido su culpa, ella había propuesto entrar en el cementerio a pesar de saber bien qué había allí. Se sentía fatal, habían sido atacados… Ella tendría que haberle dicho lo que sabía a Mathieu antes de invitarlo a cambiar allí adentro. No había sido sincera con él y ahora los dos habían sido interrumpidos en un momento tan especial, tan único y valioso. ¡Tenían tanto de qué hablar todavía! ¡Tantas conclusiones que sacar juntos acerca de lo que vivían!

Siete, ocho, nueve. Dio unos pasos, abrazándose el cuerpo. ¿Dónde estaba? Una imagen horrible cruzó su cabeza, porque la imaginación es siempre la peor enemiga: el cuerpo de Mathieu, en su modo licántropo, aplastado por una pesada rama. Él, agonizante, intentado aliviarse del peso sin lograrlo.
Diez.

Tomó una roca pesada -tanto que le fue necesario utilizar sus dos manos para levantarla-, aunque sabía que con eso no podría herir al fantasma, y caminó decidida. Volvió a sentir el frío de la muerte que brotaba desde dónde el espíritu estuviera.
No tenía ningún plan en mente, pero tampoco se resignaría a abandonar a su compañero. No le hizo falta adentrarse demasiado, porque Mathieu emergió de la bruma con paso seguro. En su boca traía el vestido de Lus.
Ella suspiró aliviada, sintiendo que un peso le era quitado de los hombros, y contuvo -a tiempo- el impulso de saltar junto a él para abrazarlo. Soltó la piedra que cayó al costado de sus pies, ya no la necesitaba.
Le hizo un gesto con la cabeza para indicarle que la siguiese a un rincón, no tan cercano a la entrada, donde podrían estar tranquilos antes de volver a las calles, a la vida normal. Supuso que él necesitaría algo de quietud e intimidad para retornar a su estado humano.

por **Mathieu** Dom Feb 19, 2017 6:38 am

Al parecer el fantasma no tenía intención de hacerles daño. Al menos, no era su objetivo final, más bien un medio para lograr lo que quería, que era que le dejaran en paz. Pues le dejaron en paz, y se marcharon de allí con sus cosas. Mathieu no recibió golpe alguno; al menos, ninguno de gravedad. Cuando revirtiera a su forma natural, de hecho, terminarían de sanar los pocos golpes que haya podido recibir, en medio de aquella tormenta de ramas y piedras.

Dejó caer de su boca la ropa de Lusbella cerca de ella, y recogió entonces la suya para irse a vestir de nuevo. No le importaba que le viera desnudo porque... ya lo había hecho, y él tampoco era muy pudoroso. Habían dejado atrás aquella sensación de frío y de muerte que envolvía el aura de aquella presencia, ya no les estaba siguiendo. Bajó la guardia, y se concentró de nuevo para cambiar de forma. Volver a la suya normal le resultaba más sencillo que cambiar a ser un lobo, pero aun así necesitaba de unos minutos. No como Lusbella, al parecer, que lo hacía en pocos segundos. Quizá porque ella tuviera más entrenamiento al respecto, algo que Mathieu no podía saber.

Concentrándose, pero sin bajar del todo la guardia por si llegaban más problemas, volvió a ser un humano. Nadie les molestó, así que pudo ser él de nuevo, y rápidamente empezó a vestirse otra vez. Estaba evidentemente molesto, mosqueado. - Maldito fantasma - murmuraba para sí, casi lo gruñía - Mira que echarnos de esta manera. Pero ¿qué le pasa? ¿Es que le hemos hecho algo, o qué? - Quizá lo que le molestaba realmente era que pudiera hacerles daño y ellos a él no. Era bastante injusto, a su parecer. Seguramente habría alguna forma, pero ellos no la sabían.

Se notaba por las arrugas de su ropa y su misma posición que se había vestido con prisas y sin fijarse mucho. De todos modos, no esperaba que mucha más gente fuera a verle en aquella noche, pues ya era bastante tarde, y aquella tampoco era una zona muy transitada. - ¿Qué tal si regresamos al parque de antes? - Sugiere casi como una obviedad. O quizá ella hubiera tenido suficiente por una noche y quisiera volver a casa. No tenía motivos para forzarla a quedarse más, realmente, si ella no quería.

En cualquier caso, iban a salir del cementerio. El destino final, ya lo decidirían posteriormente.

por **Lusbella Toussaint** Dom Feb 19, 2017 12:26 pm

Estaba furioso, era evidente. Mientras ambos se vestían -al abrigo de la sombra que el muro les brindaba–, apurados y separados por algunos metros, Lusbella lo oía insultar por lo bajo y quejarse. ¿Su enojo sería con ella? Se apuró a darse la vuelta, no porque le diera pudor observarlo sino porque no quería mostrarle que lo estaba oyendo.

Se puso su vestido azul, pero no pudo ajustarlo a su espalda y tampoco le pidió ayuda. Temía hablarle, los años le habían enseñado que los hombres enojados podían ser un tanto inestables y que era mejor no acercárseles demasiado. Se cubrió la espalda con la capa, nadie notaría que no llevaba el vestido prendido.
Se puso sus pendientes y le costó dar con su collar, de hecho tuvo que alejarse unos metros para hallarlo caído sobre el camino principal del lugar. Se lo puso y recordó con cariño a su suegro, pues él se lo había regalado.
Volvió cerca de Mathieu que ya había acabado de vestirse, a ella le restaba ponerse los zapatitos. Por el peinado no se preocuparía, adoraba sentir su cabello suelto –lleno de vida gracias al viento- pese a que las normas sociales obligaban a las mujeres a llevarlo siempre recogido en un peinado prolijo. ¡Que se llegase el mismísimo Rey hasta allí para obligarla a armárselo! Ni él conseguiría forzarla, estaba demasiado cansada esa noche como para tener que lidiar con horquillas.

Mathieu la sacó de sus divagues cuando le propuso volver a donde se habían juntado en primera instancia y ella aceptó, pues quería continuar con la conversación, a pesar de que le dolía la cabeza. El corte se había cerrado, pero le duraba el aturdimiento. ¡Maldito espíritu! Le llevaría a un brujo como regalo especial, era un hecho.
Antes de caminar tras él, y salir del lugar, le dio un vistazo al suelo para asegurarse de que nada olvidaban. Volvió a prenderse de su brazo al cruzar la calle y, mientras caminaban, Lus juntó valor y le dijo en voz baja y avergonzada:

-Perdóname. Yo sabía que el fantasma estaba allí, es la segunda vez que lo veo. Por eso dejé de venir al cementerio y ahora prefiero volar por el pantano. Digamos que gracias al fantasma nos conocimos, entonces –dijo, tratando de suavizar la situación con su sonrisa, pues pensaba que él comenzaría a insultarla y culparla de un momento a otro-: Debí decírtelo… No tendríamos que haber entrado, fue culpa mía. Lo siento, Mathieu.

por **Mathieu** Lun Feb 20, 2017 2:15 am

Mientras se vestía, Mathieu expresaba algunos pensamientos en voz alta, precisamente porque quería compartirlos con ella. Sin embargo ella, al parecer, estaba algo alejada e hizo como que no le escuchaba. Imaginó que no quería escucharle quejarse por la presencia de aquel fantasma, así que dejó de renegar y guardó silencio. Se reunió con ella una vez vestido para escuchar sobre sus disculpas. - Cómo, ¿de verdad? Ahora entiendo que estuvieras un tanto nerviosa antes. Si me lo hubieras comentado hubiera elegido otro lugar para la reunión. He venido algunas veces de noche por aquí y nunca me ha pasado nada. - Dijo caminando para salir del cementerio, y lo hacía sin dejar de mirar a su alrededor, y también por encima de su hombro, vigilando que ningún otro fantasma o aparición viniera a fastidiarles lo que quedaba de noche - De todos modos no es culpa tuya que haya querido echarnos. No tienes la culpa de nada.

No fue hasta entonces cuando se dio cuenta que ella estaba malherida y sangrando. No lo había visto antes, pero ahora parecía bastante claro. No parecía ser una herida muy grave, o de otro modo ya habría reaccionado de manera diferente, mucho menos contenida. - Estás herida. ¿Te encuentras bien? ¿Necesitas algo? - No quería agobiarla si la herida no era gran cosa, porque a él también le molestaba que le atosigaran con cuidados por heridas de una importancia menor. Y, si como a él le ocurría, esa herida iba a cerrarse en pocos minutos, no tenía nada realmente de qué preocuparse. Supuso que la regeneración rápida era algo común entre todos los cambiantes, porque a él así le ocurrió.

Salieron de aquel cementerio y dejó de estar tan vigilante. No bajaba la guardia del todo, porque en las calles de París siempre había peligros de todo tipo acechando, de los vivos y de los "no tan vivos". Pero el fantasma les había dejado escapar, estaban bien y a salvo fuera de los límites del camposanto, suponiendo que ya no tenían nada que temer al respecto. - Menuda nochecita. La verdad es que... siempre que coincidimos ocurre algo malo. Nos disparan, nos acosa un fantasma, nos llueve en el camino de vuelta a casa... - La noche había empezado bien, y a diferencia de la noche anterior no estaba lloviendo. Por ahora.

por **Lusbella Toussaint** Lun Feb 20, 2017 9:33 pm

-No lo sé, por vergüenza tal vez. No quería que pensases que estaba loca por creer en espíritus que vagan en cementerios… Por eso no te he dicho nada del fantasma, supuse que no me habrías creído.

Salieron, cruzaron y se frenaron justo en la esquina de la plazoleta. Mathieu, había notado su herida en la frente.

-No debes preocuparte, estoy bien –le dijo, restándole importancia pese a que seguía un poco aturdida-. Ya ha cerrado, ¿no? Fíjate –le pidió y se corrió el cabello para que él pudiera ver bien-. Las heridas cierran más fácilmente en nosotros, pero igualmente quisiera sentarme un momento. Volvamos al banquillo –propuso, señalando el lugar donde más temprano habían bebido algo de whisky.

Era cierto lo que decía él, hasta ahora sus dos encuentros habían sido de lo más atípicos. ¿Qué no era atípico en sus vidas? Un lobo por imposición y una cuerva insensata.
Quería preguntarle tantas cosas, pero seguía nerviosa dado el episodio que habían dejado atrás con el fantasma. Deseaba saber qué había pensado él al verla en su forma animal, conocer si se había desilusionado.
“Bien que le he advertido antes”, se dijo.
Tal vez al ver lo que ella era, Mathieu valorase más lo que era él. No lo pensaba porque estuviera inconforme con su condición, amaba volar y no lo cambiaría jamás por garras afiladas y cuerpo imponente, pero era lógica la comparación. Simplemente sucedía.
A pesar de todas sus dudas, con respecto a lo que habían vivido en la última hora, Lusbella acabó por preguntar algo completamente diferente:

-¿Qué cambia en ti cuando te transformas por elección y qué cuando lo haces por imposición de la luna? ¿Cuáles son las diferencias?

Sabía muy poco sobre ese tema, no tenía en claro qué cosas eran meros mitos y qué otras eran reales.

por **Mathieu** Mar Feb 21, 2017 6:05 am

Se acercó un poco para ver mejor la herida cuando ella se la mostraba, aunque no necesitó examinarla en profundidad. Era evidente que estaba cerrando, o que lo haría próximamente. Pero claro, tener el rostro manchado de sangre era una imagen que alertaba por sí misma. Cuando llegaron al parque se quedó junto al banco, y antes de tomar asiento de nuevo miró en silencio hacia el cementerio durante unos instantes, recordando por un momento lo que habían vivido. Lo bueno y lo malo.

Después de tomar asiento sacó la botella que ya estaba abierta de whisky, que no había caído del bolsillo de su abrigo en la carrera al huir, al parecer. Le dio otro trago y le cedió la botella y el turno de beber a ella, por si quería. - Supongo que me habría costado creerlo. Si tu intención era que creyera viendo, bueno... lo has conseguido. - No le guardaba rencor por ello, simplemente él habría actuado de otra forma. Al fin y al cabo, él mismo no creía que existieran los cambiaformas antes de que él mismo se transformara.

- Pues para empezar, ni siquiera cambio a un lobo corriente. Me transformo en una mole enorme, que camina sobre dos patas, en una bestia que recuerda de lejos a un lobo. Intencionadamente puedo cambiar mi forma a un lobo corriente, cuando quiera. Pero claro, un lobo no deja de ser sospechoso en plena ciudad. Un cuervo pasa más desapercibido - Comentó mirándola de reojo, estando sentado a su lado - ¿Tú no pierdes el control sobre ti misma, y te transformas en algo... horrible?

Todo tenía sus ventajas. Por ejemplo, que nadie iba a sospechar de ella. Además parecía poder cambiar en pocos segundos, cuando él necesitaba un poco más de tiempo para su cambio consciente. Podía escapar rápidamente, salir volando, incluso espiar con mucha facilidad. Pero que no perdiera el control una vez al mes era, desde luego, una ventaja bastante importante respecto a él.

por **Lusbella Toussaint** Mar Feb 21, 2017 2:30 pm

Tenía sed, por lo que aceptó la botella que él le ofrecía y dio un trago. Nuevamente el líquido fuerte le quemó por dentro y ella acabó haciendo una mueca. Todo el frío que había sentido en el cementerio, cerca del espíritu, se disipó por completo gracias al líquido ambarino. ¡Qué buena idea había sido regalarle aquello a Mathieu!

-Nunca había visto un lobo, ni normal ni no normal –le contó, intentando imaginar las diferencias que él le refería-, así que fue maravilloso… Tuve un poco de miedo al principio –le confesó, con la mirada perdida en la calle-, pero fue un momento asombroso. Aunque nos interrumpieron –recordó y volvió a dar un trago desde la botella antes de devolvérsela-, la próxima vez deberíamos ir al medio del bosque donde ni los fantasmas puedan llegar.

Le gustaría verlo cambiar bajo el influjo de la luna, pero no creía que él fuera a aceptar si le proponía un encuentro tal. Eso sí que era algo mucho más íntimo y personal. Además, por como hablaba, estaba claro que detestaba aquello en lo que involuntariamente se trasformaba.

-Siempre puedo elegir –le respondió-, nunca me sucede de manera obligada como a ti. Aunque, a veces, cuando estoy transformada y me asusto, o algo de ese estilo, el cuerpo tiende a querer volver a su forma humana y debo luchar por permanecer en modo cuervo. Una vez me ocurrió mientras estaba en pleno vuelo y creí que moriría, porque si mi cuerpo humano cayera desde una altura así acabaría con todos los huesos partidos… Pero pude controlarlo y desde esa vez no ha vuelto a ocurrirme. Creo que lo tengo bastante dominado ya.

Qué fuerte debía ser lo que le ocurría a él, Lusbella ni siquiera podía imaginarlo del todo. ¿Cómo sería perder el control del propio cuerpo? ¿Le pasaría aquello a Mathieu en cualquier lugar sin importar quienes le rodearan ni qué estuviera haciendo?
Eso sí que debía ser duro, creía que ahora entendía sus modos reservados, casi fríos, su desconfianza y hasta sus rasgos duros. Lo que era no solo definía su cuerpo, sino también su carácter.

por **Mathieu** Mar Feb 21, 2017 4:06 pm

Dejó la botella de nuevo sobre el banco, en el que ahora estaban los dos sentados, aprovechando el hueco que quedaba entre ambos; por si luego alguno de los dos quería otro trago tenían la botella a mano. Echó un rápido vistazo hacia el coche de Lusbella, por si seguía allí, y luego hacia el cielo, tratando de calcular las horas que debían ser. Como en el invierno las noches eran más largas, más horas de oscuridad había hasta la llegada de la medianoche, por lo que pensaba que todavía quedaba lejos.

- Ah, pues a mí me sucede justo lo contrario. Cuando estoy en tensión, o incluso en peligro de muerte, mi cuerpo quiere adoptar la forma de bestia, para defenderme mejor de cualquier amenaza. Y debo hacer un verdadero esfuerzo de autocontrol para no ceder. Si no quiero, claro. - Porque unas veces se dejó llevar como solución a sus problemas... y para desgracia de sus atacantes. - Pero de todos modos me gustaría, como tú, poder dominarme completamente. Si puedo evitar la maldición de la luna llena, sería ideal. ¿Cuántos años llevas... cambiando?

Ella ya le había comentado que empezó a cambiar pasada la infancia. Con aquella pregunta Mathieu no trataba de calcular su edad; algo que realmente no le interesaba en lo personal. Pero sí quería saber cuánto tiempo se tardaba en adquirir entrenamiento suficiente para poder ser un maestro en el autocontrol y los cambios del propio cuerpo. Si tuvo un entrenamiento específico con ayuda de alguien, como parecía ser el caso por aquella hechicera que "le enseñó todo", ahora él podía aprender de ella. Si ella estaba dispuesta a enseñar, claro. Más de lo que ya había aprendido en aquellas dos noches, que no era poco.

No comentó nada sobre ir al bosque juntos de manera intencionada. No quería dejarse ver en la luna llena. Ni por aliados ni por enemigos. A ella temía dañarla. Claro que podía salir volando y él nunca la iba a poder coger, pero ¿por qué correr ese riesgo?

por **Lusbella Toussaint** Mar Feb 21, 2017 11:35 pm

-¿Has estado en peligro de muerte? –le preguntó asombrada.
Claro, su vida había sido dura y ya le había contado de la vez en la que lo habían mordido, pero ¿habría más historias como aquella en su vida? Tal vez habían querido asesinarlo en alguna otra oportunidad.

El viento frío de la noche parisina le arremolinó el cabello y Lusbella necesitó de sus manos para poder correrlo de su rostro.

-Yo creo que con práctica diaria podrías dominarlo, es importante que conozcas tu cuerpo en cada momento de la transformación. A veces los pensamientos desconcentran y terminan ralentizando el cambio, todo está en la cabeza... Eso siempre me dijeron. Igualmente no creo que puedas evitar el asunto de la luna –le dijo y se giró para poder mirarlo-, lo poco que sé sobre los lobos dominados por la luna es justamente eso: que ella los puede controlar sin importar cuánto se resistan. ¡Deberíamos buscar a alguien más, alguien que sea como tú! -exclamó ilusionada-. Él, o ella, podría intercambiar historias y sensaciones contigo así como yo pude hacerlo con mi hermana… Sería un plan fantástico si no fuera tan peligroso andar contando estos secretos –se rió al darse cuenta que era justo lo que ella había hecho exactamente dos minutos después de verlo por primera vez-. A veces no hago lo que yo misma digo –le dijo entre risas, pero suponía que él ya se había dado cuenta de eso.
Lus era bastante transparente en ese sentido y dos noches podían bastarle a cualquiera para conocer su esencia.

Sí, llevaba algunos años cambiando y tenía experiencia en aquello. Pero no era lo mismo que le ocurría a él, por eso rápidamente le respondió:

-Llevo algunos años, más de diez, y cambio siempre que puedo para ejercitar ese control del que te hablaba. Aunque hubo momentos en los que tuve que dejar obligadamente de hacerlo porque podía hacerme daño. Tengo dos hijos –le contó, con una sonrisa orgullosa-, durante los embarazos no me transformé y fue difícil porque lo extrañaba mucho, pero, claro, era por algo realmente importante, por algo que te transforma toda la vida.

No le preguntó si él planeaba casarse y tener hijos porque estaba segura de que Mathieu le diría que no. No parecía el tipo de hombre que tuviera deseos de ese tipo para su vida.

por **Mathieu** Miér Feb 22, 2017 5:30 am

Mathieu escuchó en silencio, atento, todo el conocimiento que ella tenía que compartir con él. Eran tantas cosas... pero el propio conocimiento del cuerpo y de sus habilidades no era algo que se pudiera aprender compartiendo experiencias. Sólo se podía aprender a fuerza de práctica, de entrenamiento, de cambios, de repetir el proceso una y otra vez hasta dominarse a sí mismo. A pesar de ello, tal y como comentaba, siempre había una pugna interna entre las dos naturalezas, la humana y la animal. Él mismo se había percatado de esos cambios, de que su actitud y su temperamento cambiaron radicalmente tras aquella aciaga noche.

No era un lobo, ni tampoco un humano. Era un híbrido extraño. Se dejaba llevar por el instinto siendo hombre, y sin ser del todo consciente actuaba como uno: tenía su territorio, tenía su manada, protegía a los suyos. Y, como lobo, era mucho más racional que uno cualquiera, procurando pensar fríamente y con una lógica más humana que animal. Aunque no se privaba de cazar como un animal, por ejemplo, adoptaba un perfil solitario cuando pasaba unos días alejado.

- Sí, algunas veces. No es una vida fácil, esta. - Y no se refería a ser licántropo, sino a ser pobre, además insumiso - Pero no podría vivir de otro modo. No ahora después de todo. - Se acarició y se rascó la barba levemente en un gesto pensativo mientras la miraba fijamente, prestando atención a sus propias experiencias - Sí, esa no es mala idea, pero carezco de tiempo. Son muchas horas de trabajo al día, y por las noches debo velar por los míos. Y bueno, también tengo que dormir, ¿no? Cuando la luna va a alcanzar su plenitud me retiro unos días... o bien me encierro en algún lugar del que se que es imposible que pueda escapar. En esos días me resulta mucho más fácil cambiar; aunque no sabría decir si es por la liberación de las cargas y el estrés del trabajo, o por la influencia de la luna. O puede que ambas.

Le sorprendió un poco que ella tuviera dos hijos. Al parecer podían reproducirse; incluso una mujer, que lleva todo el peso de la gestación encima. Por cómo hablaba de ellos debían haber nacido bien, en excelentes condiciones. - Eso no lo sabía. ¿Y ellos también pueden cambiar a cuervo? - Quizá fueran demasiado jóvenes para averiguar algo así; pero si tanto ella como su hermana podían, seguramente era una cualidad heredada, y todo indicaba que sí.

Y no, Mathieu no tendría hijos. No hasta estar seguro que su maldición, como él la llamaba, no se transmitía a los hijos. No iba a traer otro engendro al mundo. Sólo al obtener la certeza de que eso no ocurría se plantearía tener descendencia. Que Lusbella cambiara por herencia genética le hacía pensar que así era; sin embargo había diferencias entre ambos, y es que ambos adquirieron esas cualidades de manera diferente. Todavía había margen, pero por prudencia, no iba a tentar al destino.

por **Lusbella Toussaint** Jue Feb 23, 2017 9:40 pm

Casi de manera involuntaria, su mano izquierda se movió hasta atrapar la botella que Mathieu había dejado en medio de ellos. No estaba acostumbrada a beber –de hecho esa noche había probado por primera vez el whisky-, pero hasta el momento se sentía bien.
Bebió mientras lo oía hablar, esperaba que no le molestase compartir, después de todo el whisky era de él. El líquido era horrendo, pero algo de ese fuego que se formaba en su interior le gustaba. Lus volvió a dejar la botella en su sitio.

Él le estaba hablando sobre su trabajo, sin decirle de qué trabajaba, y se definía a sí mismo como quien velaba por los suyos. Lus no alcanzaba a comprender a qué se refería puntualmente y tampoco le pareció prudente indagar.
¿Qué estaba sucediéndole? ¿Ella, curiosa por naturaleza, estaba dejando de preguntar? Se rió por lo bajo pensando que el encuentro con el fantasma la había afectado por demás.

Mathieu pareció sorprenderse cuando ella le contó acerca de Lucie e Ígor, sus dos hijos. Instintivamente se llevó la mano al vientre, allí donde sus dos pequeños se habían formado, y se lo acarició melancólica.

-Me hubiera gustado tener uno o dos niños más, pero no será posible –le contó-, mi esposo ya no quiere más hijos y debo aceptar su decisión. Es muy pronto para saberlo ahora –le dijo, respondiendo a sus dudas-, pero esto de cambiar ha venido de la rama italiana de mi familia, la de mi madre, y solo las mujeres cambiamos por lo que supongo que es probable que a la misma edad que me ocurrió a mí le ocurra a mi hija. Todavía tengo tiempo para prepararla, para ir enseñándole de a poco, para incentivarla a amar a los pájaros y cuidarlos. Nos quedan unos nueve años…

Hizo una pausa y buscó su mirada antes de agregar algo más acerca del asunto, algo que creyó que podría preocupar a su compañero:

-No creo que… lo tuyo –dijo, sin saber bien cómo definirlo- se pueda heredar. Te han mordido, Mathieu, por eso te ocurre todo esto, pero a tus hijos, si es que en algún momento los tienes, no los morderá nadie. Estoy muy segura de que tú cuidarás y velarás porque eso no les suceda, porque nadie los lastime jamás. Así que, creo –dijo, bajando la voz, con cautela, sabiendo que opinaba acerca de algo demasiado privado y que él estaría en todo su derecho de ofenderse por la intromisión-, que no deberías privarte de ser padre si es que en algún momento lo quieres. Al menos no por temor a que lo que a ti te afecta se traspase a tus hijos.

por **Mathieu** Lun Feb 27, 2017 9:32 am

No sabía mucho al respecto. De hecho no sabía nada, nada más allá de lo que él mismo había sufrido, experimentado en sus propias carnes. No quedaba otra que aprender mediante la experiencia. Pero un hijo era una experiencia con demasiadas consecuencias. Además, si heredaba su licantropía era probable que no la manifestase hasta pasada la infancia o la pubertad. Demasiado tiempo para saber si también iba a estar maldito. De todos modos, ¿qué clase de padre iba a poder ser él, con la carga que llevaba encima?

- Puede que sí, o puede que no. Pero mientras no esté seguro de ello prefiero no arriesgarme. - No se veía capaz de matar a su propio hijo si estuviera maldito también, y por eso mismo no quería arriesgarse a tener descendencia. Con un hombre lobo había suficiente en la familia... y en el mundo. Pero seguro que no era el único.

No quería seguir hablando sobre aquel tema, porque en cierto modo le entristecía y apenaba no poder hacer algo así. Bueno, seguramente sí podría, no creía que fuera estéril. Pero no debía, más bien. Así que optó por cambiar de tema en su conversación. - Entonces un cuervo. Podría ser una casualidad, ¿no crees? - Pregunta de manera reflexiva al tiempo que la miraba de reojo, sentado a su lado. Pensó entonces que quizá no sabía por qué podía ser una coincidencia, de qué venía la casualidad. Al fin y al cabo, ¿qué tenía que ver el lobo con el cuervo? - ¿Conoces las historias de los antiguos nórdicos? Sus dioses y sus leyendas... - Esperó respuesta, dispuesto a contarle lo que sabía.

por **Lusbella Toussaint** Lun Feb 27, 2017 12:51 pm

Él pareció no ofenderse ante la intromisión de Lusbella y sus consejos. Mathieu, en cambio, habló –un poco- sobre sus pensamientos al respecto. Incluso, Lus lo notó preocupado sobre el tema de la posible paternidad, y claro que tenía motivos para estarlo. La postura de él al respecto era realmente sensata. De igual modo, creyó que Mathieu no quería seguir hablando sobre aquello y pensaba respetarlo.

Lo entendía, ella misma temía por sus hijos muchas veces y había pasado noches enteras rezando, pidiendo a Dios que los protegiera de todo lo que pudiera sucederles, rogándo que Lucie aceptase feliz aquellos cambios que la vida le daría. En realidad, su miedo era que algo le aconteciera a ella, que pudiera morir antes de que sus hijos alcanzaran la adolescencia… ¿Quién le explicaría a Lucie lo que le sucedería? ¿Jacquin? Él sabía algunas cosas, pero no era lo mismo, nunca podría hablar sobre aquello con su hija ni explicarle sus posibles cambios como sí podía hacerlo ella que lo vivía a diario.
Ser madre era una tarea difícil y llena de temores, pese a que contaba con ayuda de parte de la institutriz y las cuidadoras. Entendía perfectamente a Mathieu y su postura era respetable y muy inteligente. Ella quería ser madre, siempre lo había querido, tal vez Mathieu la juzgara egoísta por haber traído niños al mundo sabiendo que era muy probable que heredasen su condición, ella también lo había pensado en varias ocasiones, pero no se arrepentía. Jamás lo haría.

La cabeza ya no le dolía, Lus se pasó los dedos por la frente y no sintió ningún rastro de cicatriz bajo sus yemas. Había pasado rápido como siempre sucedía.

No, definitivamente no conocía las leyendas nórdicas, al parecer él sí. Y, como le encantaban las buenas historias, entusiasmada le pidió:

-Cuéntame una leyenda, ¿crees que alguna tenga que ver con nosotros, Mathieu? No conozco nada de los dioses nórdicos.

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