Bad Judges - Libre -

por **Kirian Stendhal** Vie Mar 10, 2017 10:03 pm

Las cosas no estaban tan mal como lo creyó en un inicio. Al menos eso era lo que pensaba mientras que caminaba entre las zonas abandonadas, ahí donde decidieron terminar jugando a las escondidas con Neliel. Y aunque Kirian supo enseguida donde es que se encontraba la pequeña bruja, fingió no percatarse de eso, caminando como si realmente la buscara mientras que escuchaba una pequeña risita que escapaba de los labios de la niña. Hacerla feliz no era complicado y si bien era algo notable que él no le cuidara cuando era mucho más pequeña, eso no le hacía sentir que era menos suya. Habían llegado al otro en momentos de necesidad y se habían aferrado a un punto que realmente le hacía sentir que Neliel siempre había sido su hija. Con ella a su lado no existían los problemas y la felicidad era tan fácil de alcanzarse, eso pese a todo lo que Kirian debió enfrentar en el último mes.

Durante ese mes, Kirian tuvo un encuentro cercano con la muerte, perdió su sentido del olfato en manos de un brujo al que debía encontrar; sin mencionar claro los encuentros con Odette, esos que terminaban siempre en peleas y tensión. Claro que todo había llegado a su fin después de su encuentro en la Chantres, sitió donde el cambiante y la cazadora se sinceraron y descubrieron un gran secreto, uno que les unía de una forma insospechada por ambos.

Escuchar la risa de Neliel lo sacó de su vuelta al pasado.
– ¿Dónde es que esta esa pequeña traviesa? – dijo en tono alto, lo suficiente como para generar movimiento donde sabía que estaba la pequeña hechicera. Con diversión termino riendo – Voy a encontrarte, ya lo veras – aseguro al viento mientras se internaba más entre construcciones más abandonadas de aquel lugar. Sin duda alguna, la carencia de personas viviendo en ese sitio había creado un perfecto patio de juegos para los que buscaban distraer su mente y disfrutar de un día tranquilo, donde no exista aparentemente nada que temer.

Saber que estaban a solas en aquellos lugares era lo que le llevaba a separarse de ella con tanta tranquilidad. No existía nadie que pudiera hacerle daño a la mujer más valiosa que tuviera en su vida y por eso fue que se interno en los restos de una construcción, únicamente con la intensión de curiosear y dar a Neliel más tiempo de incertidumbre sobre si la había encontrado ya, o no. El cambiante siempre le permitía a la infanta ganar en aquellas situaciones, todo porque verla dar saltitos de un lado a otro le hacía sumamente feliz. Su mirada recorría los restos de lo que alguna vez fue un hogar decente. Imaginarse la gloria de aquella construcción le hizo recordar en su promesa a Odette de conseguir un trabajo y un hogar decente, después de todo, ninguno de los dos quería que la pequeña bruja continuara viviendo como hasta aquel momento, ella se merecía más.

Se encontraba sumergido en sus ensoñaciones cuando un sonido diferente en las cercanías le alarmo. El cambiante podría haber perdido el olfato pero sus demás sentidos se encontraban más agudos debido a ese hecho. Saber que alguien invadía las cercanías fue lo que hizo reaccionar y sin pensarlo dos veces, salió de aquel lugar donde se encontraba y dirigió sus pasos en dirección al sonido que no era generado por la risa o los juegos de su pequeña, todo para una vez que estuvo cerca, romper la aparente calma que le rodeaba.
– ¿Quién eres? – su voz sonaba severa y no es que buscara pelea, simplemente que buscaba proteger a la pequeña de todo aquello que a él, le pareciera que podía llegar a poner en peligro su vida, en especial después de su terrible encuentro con el brujo que robo su olfato, ese que le hizo ver con su magia algo que nunca desaparecería de la mente del cambiante.

por **Castalia Birdwhistle** Sáb Mar 18, 2017 9:55 pm

Ella no era una negra común y corriente, tenía muchas más habilidades de las cuales cualquier otro de su extracto podría tener, por eso era tan valiosa. Aun así en ese mundo era mejor no demostrarlo. Por eso era que ocultabas sus habilidades ante las miradas de los demás. Pero lo que se aprende nunca se olvida, tal vez pierdas destreza cuando no lo pones en constante manejo, pero siempre está allí e su pisque. Solo hay que mantenerlo en la memoria celular para siempre tenerlos presente cuando los necesitas.

Le encantaba las lejanías, la soledad; bueno nunca está realmente sola. Pertenecía a alguien, había un estúpido papel que lo decía y su libertad en esa época no estaba considerada. Habían pagado mucho por su por ella, era una adquisición y no se iban a liberar fácilmente. Estaría atada a una persona hasta que ya no sirviera más y como un objeto que se vuelve obsoleto, la volvieran a vender o muriera; habría que ver qué pasaba primero.

Su nuevo amo había encontrado que era muy buena con las armas y cazando. Alguien con dos dedos de frente no le daría un arma a un negro en medio del bosque, pero aquella persona era un ser distinto a los demás, aun así, dentro de castalia siempre había una desconfianza hacia él.

La negra fue elegida para acompañarlo, iría a casar por diversión y ella podría también hacerlo, eso le ayudaría a evitar que sus habilidades se oxidaran. Pronto encontraron un gran y hermoso venado que se movía lentamente y sin cuidado. No se había percatado de nuestra presencia. El caballero centro su atención en él. — No te alejes mucho — le indico el hombre. Ella simplemente asintió, sabía que no importara a donde fuera, siempre la encontrarían.

El animal encontró unos pequeños arbusto en donde podría pastar con tranquilidad, haciendo que lo perdura de vista. Había una gran distancia por recorrer para encontrarlo nuevamente en su campo de visión. Por otro lado Castalia lentamente se dirigía a otro camino diferente, deseaba poder perderse en la fantasía de ser libre por al menos unas cuantas horas. Sabía a donde debía encontrarse con su amo antes que el sol se pusiera. Así que camino buscando alguna pequeña presa para jugar al tiro al blanco.

Y así llego a un pequeño lugar donde parecía haber algunas ruinas y escombros, siempre por allí se escondían liebres y pájaros resguardándose, camino a ese lugar mientras, acomodaba su arma preparándola para cualquier oportunidad. Algunos crujidos hicieron que la punta d sus orejas se estremecieran y colocara su arma alerta. Pero lamentablemente no se trataba de ningún animal que pudiera cazar.

“– ¿Quién eres? –” una voz retumbo todo el lugar. La hermosa soledad de la que había estado disfrutando se había esfumado. Chasqueo su lengua y bajo el arma, sin dejar de tener el dedo en el gatillo.

—Discúlpeme, Monsieur — inclino su cabeza, siempre teniendo la mirada baja como le habían enseñado a las malas. Era mejor no buscar problemas. De reojo noto que no estaban solos, había otra persona junto con él, más pequeña, una menor de edad — No quería molestarlos, solo estoy… buscando alguna presa decente para mi “amo” — afirmo.

por **Kirian Stendhal** Dom Mayo 14, 2017 11:20 pm

Stendhal era un hombre que a primer vista parecía ser sumamente torpe y despistado pero confiarse o menospreciarlo era algo que no debía hacerse. Durante varios años vivió por su cuenta, dejando que sus lados animales tomaran gran posesión de su mente y llevándolo a actuar de manera un tanto salvaje aún tiempo después de que dejará de vivir en soledad. Cuando se encontró con Elisa, la cazadora que fue un gran amor y compañera suya, formaron un equipo inigualable… o al menos lo fueron hasta que Neliel llegó a su vida. Kirian había renunciado a la cacería, a su lado salvaje y oscuro, todo por aquella infanta que se empeño en decir que era su padre. De manera lenta pero inevitable, Stendhal había terminado entonces amando a aquella niña más que a su vida misma, tanto que al verla en peligro se encontraba dispuesto a traer la oscuridad de su pasado. Estaba decidido a matar a cualquiera que tratara de hacerle daño a su niña.

Con exigencia en su voz, Kirian pidió al intruso en las zonas abandonadas que se presentará. La mirada del cambiante se mantenía entonces fija en el lugar del cual provenía el sonido de los pasos, tan pendiente estaba de todo aquello que no notó sino hasta más tarde que Neliel ya se encontraba a su lado, mirando con curiosidad el lugar que su padre no dejaba de observar. En un gesto sumamente protector, Stendhal puso la mano cerca de la pequeña bruja. Poco después de que el cambiante hiciera eso, una voz de mujer respondió a la petición de Kirian, mujer que pronto salió para dar la cara al cambiante y a la infanta. Un suspiró de alivio salió de los labios del perro una vez fue capaz de ver a la mujer y como sintiendo la tranquilidad de su padre, la pequeña brujita giro sobre sus talones, siguiendo una mariposa que pasaba cerca.
– Disculpa mi reacción – Kirian no era un hombre de posición social alta, así que de alguna manera escuchar la palabra amo y que le hablaran de usted, lo llevaba a sentirse incomodo. Stendhal trataba por igual con ricos, pobres y esclavos, así que con la recién llegada no existiría excepción – Escuche un ruido y la verdad es que me asuste. No por mi, sino por mi hija; ya sabes, en estos bosques uno nunca sabe con que clase de gente o animales va a toparse – observó la mano de la mujer y el arma que llevaba en ella – Y entonces, buscas una presa… ¿Grande o pequeña? – preguntó aquello tratando de ver si podía guiarla o ayudarle a encontrar algo adecuado para su “amo”, quería hacerlo en forma de disculpa por su manera tan brusca de reaccionar.

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