AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A thousand years. {Priv. Assur}
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A thousand years. {Priv. Assur}
continuación del tema Fiesta de presentación
Los ánimos caldeados se fueron relajando con la vuelta a la rutina. Assur estaba centrado en su "juego de tronos" particular, en aquel ajedrez gigante en el que iban a caer algunos cainitas que creían que podían desafiar al hijo de quien les daba el nombre.
Ella no podía ayudarlo, tan sólo podía hacerlo portándose bien y no dándole más dolores de cabeza. Se despertaba a mediodía, pero no acudía a la cama de Assur como hacía antes, porque él siempre estaba acompañado, y si no lo estaba , era porque prefería estar solo. Respetaba sus momentos y la distancia que se había impuesto entre ellos, Assur necesitaba espacio, y volver a centrarse en sus cosas, sentirse de nuevo invencible, así que no lo molestaría, era consciente del mucho daño que le había hecho sin querer.
Se alimentaba lo justo para que no le echara la bronca, directo de la vena, y era una sensación tremenda. Cuando iba llegando la hora su ansia crecía hasta dolerle en las tripas, pero tenía que aprender a controlarlo, y lo cierto es que no le costaba demasiado porque su sentimientos de culpabilidad, aún era más fuerte que la sed. Ese momento era el que más viva se sentía y sin embargo se odiaba por ello.
Se pasaba las noches leyendo todo aquello que Assur le traía para aprender sobre los vampiros, su historia, sus leyendas, sus habilidades. Tratando de interiorizar todo aquello, de formarse una idea de quién era la nueva Hania que había despertado en la oscuridad.
El momento de abandonar Rumanía había llegado y le fue anunciado que regresaban a París. Su inquietud comenzó a crecer, el viaje en ataúd... No quería ni pensarlo. ¿Sería capaz de aguantar? debía serlo, por Assur.
Tras la primera noche llegó el primer día; trató de olvidarse que estaba allí encerrada como cuando despertó en el nicho de la morgue. Tarareó todas las canciones que recordaba, recitó todos los cuentos que se sabía, pero la angustia le oprimía el pecho. Sollozó en silencio un buen rato, lloró, apretando los puños para no arañar y golpear, pero finalmente su fobia pudo con ella y acabó saliendo de la caja, como si la persiguieran los demonios con cuchillos de desollar. Se refugió en una esquina de la habitación, que a pesar de ser un camarote bastante oscuro, el sol se colaba por las rendijas. Trataba de evitar la luz solar, con la que ya había tenido algunos delices que habían acabado en quemaduras, y al ver que pronto el sol estaría en lo más alto y habrían rayos atravesando las maderas por doquier, optó por abrir el ataud de Assur y entrar en él, como medida desesperada.
No sabía si la apartaría, le gruñiría y le diría que se fuera a su caja o qué. Rezaba para que no lo hiciera, porque lo había echado muchísimo de menos, su contacto, sus palabras, sus miradas de orgullo cada vez que conseguía completar alguna nimiedad que para ella era un reto. Llevaban semanas alejados, serios, sin hablarse más que lo justo, ausentes. Llevaban semanas en las que no brillaba el sol para Hania y no sabía cómo arreglarlo.
Se pegó al vampiro milenario, tratando de no molestarle en la medida de lo posible, para que no la echara, y posó la mano tímidamente sobre su pecho, como solía hacer antes de aquella maldita fiesta. Cerró los ojos y pensó "en alto", ya que sabía que Assur tenía la capacidad de escuchar las mentes (aunque la de Hania era bastante incomprensible, caótica). — {Lo siento mucho Assur... mi sol}
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Los ánimos caldeados se fueron relajando con la vuelta a la rutina. Assur estaba centrado en su "juego de tronos" particular, en aquel ajedrez gigante en el que iban a caer algunos cainitas que creían que podían desafiar al hijo de quien les daba el nombre.
Ella no podía ayudarlo, tan sólo podía hacerlo portándose bien y no dándole más dolores de cabeza. Se despertaba a mediodía, pero no acudía a la cama de Assur como hacía antes, porque él siempre estaba acompañado, y si no lo estaba , era porque prefería estar solo. Respetaba sus momentos y la distancia que se había impuesto entre ellos, Assur necesitaba espacio, y volver a centrarse en sus cosas, sentirse de nuevo invencible, así que no lo molestaría, era consciente del mucho daño que le había hecho sin querer.
Se alimentaba lo justo para que no le echara la bronca, directo de la vena, y era una sensación tremenda. Cuando iba llegando la hora su ansia crecía hasta dolerle en las tripas, pero tenía que aprender a controlarlo, y lo cierto es que no le costaba demasiado porque su sentimientos de culpabilidad, aún era más fuerte que la sed. Ese momento era el que más viva se sentía y sin embargo se odiaba por ello.
Se pasaba las noches leyendo todo aquello que Assur le traía para aprender sobre los vampiros, su historia, sus leyendas, sus habilidades. Tratando de interiorizar todo aquello, de formarse una idea de quién era la nueva Hania que había despertado en la oscuridad.
El momento de abandonar Rumanía había llegado y le fue anunciado que regresaban a París. Su inquietud comenzó a crecer, el viaje en ataúd... No quería ni pensarlo. ¿Sería capaz de aguantar? debía serlo, por Assur.
Tras la primera noche llegó el primer día; trató de olvidarse que estaba allí encerrada como cuando despertó en el nicho de la morgue. Tarareó todas las canciones que recordaba, recitó todos los cuentos que se sabía, pero la angustia le oprimía el pecho. Sollozó en silencio un buen rato, lloró, apretando los puños para no arañar y golpear, pero finalmente su fobia pudo con ella y acabó saliendo de la caja, como si la persiguieran los demonios con cuchillos de desollar. Se refugió en una esquina de la habitación, que a pesar de ser un camarote bastante oscuro, el sol se colaba por las rendijas. Trataba de evitar la luz solar, con la que ya había tenido algunos delices que habían acabado en quemaduras, y al ver que pronto el sol estaría en lo más alto y habrían rayos atravesando las maderas por doquier, optó por abrir el ataud de Assur y entrar en él, como medida desesperada.
No sabía si la apartaría, le gruñiría y le diría que se fuera a su caja o qué. Rezaba para que no lo hiciera, porque lo había echado muchísimo de menos, su contacto, sus palabras, sus miradas de orgullo cada vez que conseguía completar alguna nimiedad que para ella era un reto. Llevaban semanas alejados, serios, sin hablarse más que lo justo, ausentes. Llevaban semanas en las que no brillaba el sol para Hania y no sabía cómo arreglarlo.
Se pegó al vampiro milenario, tratando de no molestarle en la medida de lo posible, para que no la echara, y posó la mano tímidamente sobre su pecho, como solía hacer antes de aquella maldita fiesta. Cerró los ojos y pensó "en alto", ya que sabía que Assur tenía la capacidad de escuchar las mentes (aunque la de Hania era bastante incomprensible, caótica). — {Lo siento mucho Assur... mi sol}
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 11/02/2017
Localización : perdida entre las nieblas de su mente
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: A thousand years. {Priv. Assur}
Los días transcurrieron con una tensa calma, ambos recordábamos lo acontecido aquella fatídica noche, esa en la que todo pudo haber cambiado mas no lo hizo.
Yo vivía enfrascado en mi particular “juego de tronos” no era muy diferente a las partidas de ajedrez, la finalidad, mantener a salvo el rey, mas a veces había que sacrificar ciertas piezas para distraer mientras el jaque mate llegaba por donde nadie lo podía ver.
Algunos de los presentes en la fiesta habían visto mi debilidad, posiblemente ya estaban tramando el modo de destruir a Hania creyendo que al hacerlo yo me volvería loco y cometería el peor error de todos, atacar de frente, sin pensar, solo dando rienda suelta a mi parte animal.
No es que el resultado de liberar a mi bestia fuera bueno para nadie, pues de hacerlo el caos y la destrucción se abriría paso en Rumania, en el mundo después.
Tenia nombres, los suficientes para dar una lección a todo aquel que osara alzarse contra su dios, yo.
Así que me limité a buscar el modo de hacerlos caer uno a uno, terribles sufrimientos y como no sus cuerpos empalados durante una noche hasta que el solo los convertía en polvo.
Pronto tendría a todos los inmortales a mis pies. Me era indiferente que me amaran o me temieran ,a fin de cuentas solo me importaba el resultado, que obedecieran.
La Ghould vigilaba día y noche a Hania, no quería mas errores, no podía permitirme el lujo de perderla, no iba a permitirme debilidad alguna.
Me encargué de recopilar no solo los libros que había en la biblioteca de mi castillo, esos que devoraba durante sus noches de encierro, si no otros documentos trascritos en lenguas muertas que posiblemente le enseñaran a entender de donde veníamos, que eramos y como desde el inicio de los tiempos nosotros habíamos poblado la tierra.
Así llego el momento en el que debía volver a París, aquel día hice recoger todas nuestras cosas y mandarlas embarcar, como de costumbre, el navío seria única y exclusivamente para nosotros.
El día llego y nuestros cuerpos acudieron a descansar en los mortecinos ataúdes para llevarnos a Francia.
Como siempre que esto sucedía, escuchaba a la chiquilla llorar desesperada, arañar el ataúd hasta que el portón se abría.
Esta vez tardo mas de la cuenta, mas finalmente lo hizo, abrió el portón y salio de su ataud para colarse lentamente en le mio, arremolinándose contra mi.
Sus disculpas sonaron claras en mi cabeza, fuertes como la luz del sol, retumbaron sin parar.
-Los Black no nos disculpamos -dije mentalmente, tan fuerte que sabia que ella seria mas que capaz de escucharlo
Tampoco yo me disculparía por lo que ocurrió aquella noche, ni alegaré que estaba borracho como justificación de mis actos, deseaba tomarla y ella no.
Fin de toda incursiona, ella era solo una niña, una mentalmente no preparada para una vida que correspondiera a su edad ¿algún día lo estaría?
Con esa pregunta me dormí de nuevo.
Yo vivía enfrascado en mi particular “juego de tronos” no era muy diferente a las partidas de ajedrez, la finalidad, mantener a salvo el rey, mas a veces había que sacrificar ciertas piezas para distraer mientras el jaque mate llegaba por donde nadie lo podía ver.
Algunos de los presentes en la fiesta habían visto mi debilidad, posiblemente ya estaban tramando el modo de destruir a Hania creyendo que al hacerlo yo me volvería loco y cometería el peor error de todos, atacar de frente, sin pensar, solo dando rienda suelta a mi parte animal.
No es que el resultado de liberar a mi bestia fuera bueno para nadie, pues de hacerlo el caos y la destrucción se abriría paso en Rumania, en el mundo después.
Tenia nombres, los suficientes para dar una lección a todo aquel que osara alzarse contra su dios, yo.
Así que me limité a buscar el modo de hacerlos caer uno a uno, terribles sufrimientos y como no sus cuerpos empalados durante una noche hasta que el solo los convertía en polvo.
Pronto tendría a todos los inmortales a mis pies. Me era indiferente que me amaran o me temieran ,a fin de cuentas solo me importaba el resultado, que obedecieran.
La Ghould vigilaba día y noche a Hania, no quería mas errores, no podía permitirme el lujo de perderla, no iba a permitirme debilidad alguna.
Me encargué de recopilar no solo los libros que había en la biblioteca de mi castillo, esos que devoraba durante sus noches de encierro, si no otros documentos trascritos en lenguas muertas que posiblemente le enseñaran a entender de donde veníamos, que eramos y como desde el inicio de los tiempos nosotros habíamos poblado la tierra.
Así llego el momento en el que debía volver a París, aquel día hice recoger todas nuestras cosas y mandarlas embarcar, como de costumbre, el navío seria única y exclusivamente para nosotros.
El día llego y nuestros cuerpos acudieron a descansar en los mortecinos ataúdes para llevarnos a Francia.
Como siempre que esto sucedía, escuchaba a la chiquilla llorar desesperada, arañar el ataúd hasta que el portón se abría.
Esta vez tardo mas de la cuenta, mas finalmente lo hizo, abrió el portón y salio de su ataud para colarse lentamente en le mio, arremolinándose contra mi.
Sus disculpas sonaron claras en mi cabeza, fuertes como la luz del sol, retumbaron sin parar.
-Los Black no nos disculpamos -dije mentalmente, tan fuerte que sabia que ella seria mas que capaz de escucharlo
Tampoco yo me disculparía por lo que ocurrió aquella noche, ni alegaré que estaba borracho como justificación de mis actos, deseaba tomarla y ella no.
Fin de toda incursiona, ella era solo una niña, una mentalmente no preparada para una vida que correspondiera a su edad ¿algún día lo estaría?
Con esa pregunta me dormí de nuevo.
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 296
Fecha de inscripción : 01/09/2016
Re: A thousand years. {Priv. Assur}
"Los Black no nos disculpamos." Para no disculparse uno tenía que estar muy seguro de todo lo que hacía, y la seguridad en si misma brillaba por su ausencia, así que se temía que no sería la última disculpa que profesarían sus labios.
Pero no la había echado, eso la rubia lo entendía como que Assur había aceptado las disculpas que un Black nunca debía pedir. Recuperar la forma en la que se trataban antes, era vital para ella, no quería seguir sintiendo que habitaban planetas distintos, aunque casi fuera esa la realidad.
Se instalaron de nuevo en el hotel, a todo lujo como siempre, y los días volvieron a ser más o menos similares a los de antes, sólo que Assur pasaba mucho menos tiempo allí y ella se quedaba al cargo de Marcia, la mujer que ahora era su sombra. Era alta, morena, fuerte y con gran habilidad con las armas. Tenía prohibido salir del hotel por el momento, y lo cierto es que ya se empezaba aburrir de estar encerrada. No era una chica especialmente aventurera ni extrovertida, al contrario, era feliz haciendo tareas cotidianas que no exigieran mucha carga mental porque las voces a menudo la distraían. Pero todo tenía su límite: encerrada en el castillo de Rumanía y encerrada en el hotel...necesitaba un poco de aire. Echaba de menos un poco de actividad, aunque ella no participase y lo observara.
Desde la ventana podía observar la Opera Garnier, un edificio imponente y precioso, ubicado en el corazón del lujo de París. Le preguntaría a Assur si algún día podían ver una ópera, nunca había visto ninguna y le encantaría escuchar esas voces.
La noche empezaba y Assur se marchó, como la mayoría de las noches, a atender sus "asuntos". Barruntaba que estaba tejiendo una especie de tela de araña en la que atrapar a todos aquellos que se le oponían, pero ella estaba muy lejos de comprender los juegos de poder, las inquinas y vendettas que se traían entre manos los vampiros de más edad. En su mente empezaban a resonar voces, conversaciones que no estaban sucediendo ni allí ni ahora, pero eso no lo podía saber, su don se amplificaba con cada día que pasaba.Esa noche las voces estaban molestamente insidiosas, escuchaba susurrar a todo París. Sentía que la cabeza le iba a estallar y necesitaba despejar tanta presión.
Abandonó la habitación y Marcia la siguió recriminándole que no podía salir, pero Hania ni siquiera le contestó, era como si no existiera para la vampira, una vez que se encerraba en su cabeza el mundo dejaba de existir y era como un trance. De todas formas no iba a salir del hotel. Caminó por el pasillo de la última planta donde estaba la suite, y enfiló hacia las escaleras que daban a la terraza de la azotea. Era la planta más alta y ofrecía unas bonitas vistas sobre la ciudad y la Ópera. Tenían instalado allí arriba un pequeño jardín colgante y unas mesitas para que los clienetes más adinerados pudieran hacer uso de él en alguna celebración privada. Su vestido de gasa ligera y de color azul pastel flotaba en la brisa que mecía las enredaderas y le daba un aspecto etéreo, casi fantasmagórico; con su melena rubia cayendo por la espalda recordaba a la dama de Shalott, la leyenda artúrica.
Allí arriba las luces que parpadeaban en la oscuridad de la ciudad calmaban su mente revuelta. Miró hacia arriba y la luna estaba algo cubierta por nubes, y las estrellas que la acompañaban también se empeñaban en jugar al escondite. Como Assur. Él era como el sol y ella como una de esas pequeñas estrellas, eclipsada por la luz del que más brillaba, condenada a no brillar juntos.
Se sentó en uno de los banquitos bajo un arco de enredaderas salpicadas de flores, escuchando. Alguien cantaba una pieza en alguna de las salas de la Ópera Garnier, pero no era nada de los grandes compositores, era una canción acompañada de un arpa, algo probablemente compuesto para no ser escuchado por nadie más que para la mujer que la entonaba. Lejos estaba de saber que quien la cantaba podía matarla con dos movimientos rápidos y la apodaban La Parca. Lo que Hania estaba escuchando era a alguien confensándole al aire sentimientos que no saldrían de sus labios y sintió que cada una de esas palabras sangraba también en su propia alma.
Se quedó suspendida en las notas de aquel instrumento y la suave cadencia de aquella voz, sintiendo de fondo, entre la amalgama de voces, la de Assur riendo, charlando. Probablemente estaba en alguna fiesta, disfrutando de aquella lenta agonía que era esa eternidad sin límites.
No se dio cuenta de que tenía compañía hasta que éste se sentó a su lado. Parpadeó un par de veces y se giró cuando lo vio por el rabillo del ojo. Era un cainita, lo sabía por el aspecto de mármal de su piel oscura. Sus rasgos eran pronunciados y su tez canela guardaba unas proporciones clásicas muy equilibradas. Tenía los párpados delineados con khol y llevaba una perilla pequeña. Le recordó vagamente a alguien que no sabría precisar. El vampiro apoyó las manos en las rodillas y se giró para sonreirle.
— ¿Tomando un respiro? ¿Te ha dejado salir el carcelero?.— su voz era aterciopelada y varonil. ¿De qué le sonaba?. Observó sus facciones con atención, esos ojos marrones y profundos.
— todos somos presos de algo..— murmuró. Él sonrió irónico.
— Oh, por supuesto. De nuestra eternidad, de nuestra grandeza... pero tú sólo de un monstruo celoso que te encierra mientras él se va a divertirse.
— no lo conoces...
— ¿tú sí?... lo conozco mejor que tú.
— ¿quién eres?
— pensaba que podías saberlo, dicen que tus dones son poderosos.— la cara de la rubia fue de "ein?"— Oh, vaya. Otra falacia. Qué decepción. Soy Ramsés.
¿Ramsés? ¿El faraón Ramsés II? claro que si!! había visto su máscara funeraria en el Louvre, de eso le sonaba. Así que el egipcio, uno de los más grandes faraones era un vampiro. Por eso conocía a Assur desde hacía al menos cuatro mil años. Se sintió de nuevo muy pequeña, insignificante. ¿Dónde estaba Marcia? Se giró a buscarla pero Ramsés esbozó una sonrisa torcida.
— No la busques, se ha cruzado en mi camino y ha intentado pararme. ¿Sabes qué es lo peor de la inmortalidad? el tedio. Mi imperio será siempre recordado, y ahora siento la necesidad de hacer algo más grande.— Clavó los ojos en la rubia que sintió toda esa energía fluir alrededor. Sus dones se dispararon, en su cabeza se descargaron millones de recuerdos del egipcio, así como sus delirios y sueños de grandeza para la no-vida, en la que Assur era un obstáculo. Ramsés quería ser el faraón, el emperador eterno, el rey de los cainitas.— y tú me ayudarás.
Hania se levantó del banquito sobresaltada, llevándose una mano a la sien, tanta información dolía en el cerebro como si fuerana agujas. Gritó mentalmente el nombre de Assur, esperaba que aquella señal le llegase estuviese donde estuviese. Ramsés se levantó y extendió la mano atrayendo a Hania sólo con la energía. La chica se resistió, se agarró a unas enredaderas que se rompieron sin poder impedir el avance de su cuerpo hacia él. El vampiro la rodeó por la cintura con el brazo.
— Nadie entiende lo que Assur ha visto en ti... ¿qué es? ¿tu sangre?...— paseó su nariz por el cuello de Hania oliendo su sutil aroma.— sea lo que sea... será mio, como todo y voy a ver como Assur suplica por ti.
Trató de revolverse pero Ramsés tenía una fuerza sobrenatural, imposible. La mente de Hania se llenó de todas las imágenes que absorbía de la del faraón, entre las que había mucha sangre, dolor y lágrimas, de ella y de Assur. Sería una fantasí, desde luego, pero de llegar a cumplirse era un infierno. Entonces notó los colmilló hundirse en su cuello y se destapó algo en su cerebro, un recuerdo maldito, un trauma que la había roto hasta dejarla como era ahora: la noche en la que la mató el vampiro y renació con aquella maldición.
Gritó y su cerebro ardió, explotando, dejando paso a algo que ya no era Hania. De pronto Ramsés se detuvo, se separó de ella, que cayó al suelo de rodillas con las manos en la cabeza. Los ojos del faraón brillaron con una intensidad amarillenta, y la misma luz salió de sus fosas nasales y orejas. La luz se intensificó y se detuvo de pronto transformándose en sangre que manaba a borbotones por cada orificio. El cerebro dolía, los ojos quemaban y Hania se ahogaba en un calor que surgía de dentro, era como si de pronto su sangre fuera un caldero bullendo. El faraón se dio cuenta demasiado tarde de lo que estaba sucediendo, se conocía pocos vampiros que pudieran tener ese poder, lo llamaban "el caldero de sangre". La cabeza de Ramsés explotó y Hania quedó cubierta de su sangre y las cenizas que flotaban alrededor, sollozando, con las manos en las sienes, sobreviviendo al dolor. Acababa de matar al faraón más famoso de todos los tiempos, sin querer.
Pero no la había echado, eso la rubia lo entendía como que Assur había aceptado las disculpas que un Black nunca debía pedir. Recuperar la forma en la que se trataban antes, era vital para ella, no quería seguir sintiendo que habitaban planetas distintos, aunque casi fuera esa la realidad.
Se instalaron de nuevo en el hotel, a todo lujo como siempre, y los días volvieron a ser más o menos similares a los de antes, sólo que Assur pasaba mucho menos tiempo allí y ella se quedaba al cargo de Marcia, la mujer que ahora era su sombra. Era alta, morena, fuerte y con gran habilidad con las armas. Tenía prohibido salir del hotel por el momento, y lo cierto es que ya se empezaba aburrir de estar encerrada. No era una chica especialmente aventurera ni extrovertida, al contrario, era feliz haciendo tareas cotidianas que no exigieran mucha carga mental porque las voces a menudo la distraían. Pero todo tenía su límite: encerrada en el castillo de Rumanía y encerrada en el hotel...necesitaba un poco de aire. Echaba de menos un poco de actividad, aunque ella no participase y lo observara.
Desde la ventana podía observar la Opera Garnier, un edificio imponente y precioso, ubicado en el corazón del lujo de París. Le preguntaría a Assur si algún día podían ver una ópera, nunca había visto ninguna y le encantaría escuchar esas voces.
La noche empezaba y Assur se marchó, como la mayoría de las noches, a atender sus "asuntos". Barruntaba que estaba tejiendo una especie de tela de araña en la que atrapar a todos aquellos que se le oponían, pero ella estaba muy lejos de comprender los juegos de poder, las inquinas y vendettas que se traían entre manos los vampiros de más edad. En su mente empezaban a resonar voces, conversaciones que no estaban sucediendo ni allí ni ahora, pero eso no lo podía saber, su don se amplificaba con cada día que pasaba.Esa noche las voces estaban molestamente insidiosas, escuchaba susurrar a todo París. Sentía que la cabeza le iba a estallar y necesitaba despejar tanta presión.
Abandonó la habitación y Marcia la siguió recriminándole que no podía salir, pero Hania ni siquiera le contestó, era como si no existiera para la vampira, una vez que se encerraba en su cabeza el mundo dejaba de existir y era como un trance. De todas formas no iba a salir del hotel. Caminó por el pasillo de la última planta donde estaba la suite, y enfiló hacia las escaleras que daban a la terraza de la azotea. Era la planta más alta y ofrecía unas bonitas vistas sobre la ciudad y la Ópera. Tenían instalado allí arriba un pequeño jardín colgante y unas mesitas para que los clienetes más adinerados pudieran hacer uso de él en alguna celebración privada. Su vestido de gasa ligera y de color azul pastel flotaba en la brisa que mecía las enredaderas y le daba un aspecto etéreo, casi fantasmagórico; con su melena rubia cayendo por la espalda recordaba a la dama de Shalott, la leyenda artúrica.
Allí arriba las luces que parpadeaban en la oscuridad de la ciudad calmaban su mente revuelta. Miró hacia arriba y la luna estaba algo cubierta por nubes, y las estrellas que la acompañaban también se empeñaban en jugar al escondite. Como Assur. Él era como el sol y ella como una de esas pequeñas estrellas, eclipsada por la luz del que más brillaba, condenada a no brillar juntos.
Se sentó en uno de los banquitos bajo un arco de enredaderas salpicadas de flores, escuchando. Alguien cantaba una pieza en alguna de las salas de la Ópera Garnier, pero no era nada de los grandes compositores, era una canción acompañada de un arpa, algo probablemente compuesto para no ser escuchado por nadie más que para la mujer que la entonaba. Lejos estaba de saber que quien la cantaba podía matarla con dos movimientos rápidos y la apodaban La Parca. Lo que Hania estaba escuchando era a alguien confensándole al aire sentimientos que no saldrían de sus labios y sintió que cada una de esas palabras sangraba también en su propia alma.
Heart beats fast
Colors and promises
How to be brave
How can I love when I'm afraid to fall
But watching you stand alone
All of my doubt, suddenly goes away somehow
One step closer
I have died everyday, waiting for you
Darling, don't be afraid, I have loved you for a thousand years
I'll love you for a thousand more
Time stands still
Beauty in all she is
I will be brave
I will not let anything, take away
What's standing in front of me
Every breath, every hour has come to this.
And all along I believed, I would find you
Time has brought your heart to me, I have loved you for a thousand years
I'll love you for a thousand more
Colors and promises
How to be brave
How can I love when I'm afraid to fall
But watching you stand alone
All of my doubt, suddenly goes away somehow
One step closer
I have died everyday, waiting for you
Darling, don't be afraid, I have loved you for a thousand years
I'll love you for a thousand more
Time stands still
Beauty in all she is
I will be brave
I will not let anything, take away
What's standing in front of me
Every breath, every hour has come to this.
And all along I believed, I would find you
Time has brought your heart to me, I have loved you for a thousand years
I'll love you for a thousand more
- A Thousand Years:
Se quedó suspendida en las notas de aquel instrumento y la suave cadencia de aquella voz, sintiendo de fondo, entre la amalgama de voces, la de Assur riendo, charlando. Probablemente estaba en alguna fiesta, disfrutando de aquella lenta agonía que era esa eternidad sin límites.
No se dio cuenta de que tenía compañía hasta que éste se sentó a su lado. Parpadeó un par de veces y se giró cuando lo vio por el rabillo del ojo. Era un cainita, lo sabía por el aspecto de mármal de su piel oscura. Sus rasgos eran pronunciados y su tez canela guardaba unas proporciones clásicas muy equilibradas. Tenía los párpados delineados con khol y llevaba una perilla pequeña. Le recordó vagamente a alguien que no sabría precisar. El vampiro apoyó las manos en las rodillas y se giró para sonreirle.
— ¿Tomando un respiro? ¿Te ha dejado salir el carcelero?.— su voz era aterciopelada y varonil. ¿De qué le sonaba?. Observó sus facciones con atención, esos ojos marrones y profundos.
— todos somos presos de algo..— murmuró. Él sonrió irónico.
— Oh, por supuesto. De nuestra eternidad, de nuestra grandeza... pero tú sólo de un monstruo celoso que te encierra mientras él se va a divertirse.
— no lo conoces...
— ¿tú sí?... lo conozco mejor que tú.
— ¿quién eres?
— pensaba que podías saberlo, dicen que tus dones son poderosos.— la cara de la rubia fue de "ein?"— Oh, vaya. Otra falacia. Qué decepción. Soy Ramsés.
¿Ramsés? ¿El faraón Ramsés II? claro que si!! había visto su máscara funeraria en el Louvre, de eso le sonaba. Así que el egipcio, uno de los más grandes faraones era un vampiro. Por eso conocía a Assur desde hacía al menos cuatro mil años. Se sintió de nuevo muy pequeña, insignificante. ¿Dónde estaba Marcia? Se giró a buscarla pero Ramsés esbozó una sonrisa torcida.
— No la busques, se ha cruzado en mi camino y ha intentado pararme. ¿Sabes qué es lo peor de la inmortalidad? el tedio. Mi imperio será siempre recordado, y ahora siento la necesidad de hacer algo más grande.— Clavó los ojos en la rubia que sintió toda esa energía fluir alrededor. Sus dones se dispararon, en su cabeza se descargaron millones de recuerdos del egipcio, así como sus delirios y sueños de grandeza para la no-vida, en la que Assur era un obstáculo. Ramsés quería ser el faraón, el emperador eterno, el rey de los cainitas.— y tú me ayudarás.
Hania se levantó del banquito sobresaltada, llevándose una mano a la sien, tanta información dolía en el cerebro como si fuerana agujas. Gritó mentalmente el nombre de Assur, esperaba que aquella señal le llegase estuviese donde estuviese. Ramsés se levantó y extendió la mano atrayendo a Hania sólo con la energía. La chica se resistió, se agarró a unas enredaderas que se rompieron sin poder impedir el avance de su cuerpo hacia él. El vampiro la rodeó por la cintura con el brazo.
— Nadie entiende lo que Assur ha visto en ti... ¿qué es? ¿tu sangre?...— paseó su nariz por el cuello de Hania oliendo su sutil aroma.— sea lo que sea... será mio, como todo y voy a ver como Assur suplica por ti.
Trató de revolverse pero Ramsés tenía una fuerza sobrenatural, imposible. La mente de Hania se llenó de todas las imágenes que absorbía de la del faraón, entre las que había mucha sangre, dolor y lágrimas, de ella y de Assur. Sería una fantasí, desde luego, pero de llegar a cumplirse era un infierno. Entonces notó los colmilló hundirse en su cuello y se destapó algo en su cerebro, un recuerdo maldito, un trauma que la había roto hasta dejarla como era ahora: la noche en la que la mató el vampiro y renació con aquella maldición.
Gritó y su cerebro ardió, explotando, dejando paso a algo que ya no era Hania. De pronto Ramsés se detuvo, se separó de ella, que cayó al suelo de rodillas con las manos en la cabeza. Los ojos del faraón brillaron con una intensidad amarillenta, y la misma luz salió de sus fosas nasales y orejas. La luz se intensificó y se detuvo de pronto transformándose en sangre que manaba a borbotones por cada orificio. El cerebro dolía, los ojos quemaban y Hania se ahogaba en un calor que surgía de dentro, era como si de pronto su sangre fuera un caldero bullendo. El faraón se dio cuenta demasiado tarde de lo que estaba sucediendo, se conocía pocos vampiros que pudieran tener ese poder, lo llamaban "el caldero de sangre". La cabeza de Ramsés explotó y Hania quedó cubierta de su sangre y las cenizas que flotaban alrededor, sollozando, con las manos en las sienes, sobreviviendo al dolor. Acababa de matar al faraón más famoso de todos los tiempos, sin querer.
Última edición por Hania Doe el Miér Mar 15, 2017 7:52 am, editado 1 vez
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: A thousand years. {Priv. Assur}
Una vez llegamos a París nos instalamos en el lujoso hotel de “les arenes” frente a este, el gran edificio de la Opera.
Observaba a Hania mirar por el ventanal, analizar a los distintos parisienses vestidos de gala para acudir al espectáculo que hacia un par de semanas se había dispuesto en París.
Ladeé la sonrisa antes de abandonar la habitación del hotel, estaba dispuesto a darle una sorpresa, mandaría comprar un par de entradas para ambos y a mi vuelta, le pediría que me acompañara, seguro que podríamos pasar una noche diferente, juntos en la opera.
Cerré la puerta mientras la idea de cancelar todas mis citas para la noche anterior paseaba por mi cabeza, ambos necesitamos tiempo para nosotros y con lo raro que habíamos estado desde que paso lo que paso en Rumanía nos vendría bien un tiempo solos.
Ademas quería saber que había sentido al morder de la vena de aquella mujer, sabia que había repetido la hazaña, casi igual que era consciente de que era algo que le disgustaba y lo hacia exclusivamente por mi.
Era irónico pensar que era capaz de sentarme en un trono para poner firmes a inmortales ancianos sin tan siquiera parpadear y sin embargo la idea de conversar con mi chiquilla me resultaba un reto complicado.
Aquella noche había quedado con el informador de la ciudad, se encontraba en una fiesta e el Palacio Royal, a unas tres cuadras del hotel, así que con suerte llegaría con tiempo suficiente como para yo mismo darle la noticia a Hania. Estaba de buen humor, las cosas se me complicaban, pero tenia que admitir que eso daba sentido a mi vida, siempre me gustaron las emociones fuertes y ahora con la inquisición siguiendo mis pasos, los inmortales tratando de derrocarme y las dos mujeres que habían irrumpido en mi vida como vendavales, digamos que no tenia tiempo para el aburrimiento.
La fiesta transcurrió con normalidad, alcohol, buena compañía y la información que necesitaba sobre uno de los miembros del consejo que al parecer quería ascender, y yo era un impedimento para eso.
En un mundo de lobos había que saber morder, el problema de la mayoría es que mostraban antes los dientes, por ende, yo lo hacia directamente.
Fue entonces cuando escuche mi nombre claramente, en mi cabeza, era Hania, estaba en problemas.
Poco me importo dejar una estela como único recuerdo de mi presencia, pues con mi velocidad aumentada recorrí esas tres cuadras que me separaban de ella.
No tarde para mi sorpresa en encontrar su aura, no en la habitacion del hotel como esperaba, si no en la azotea de este.
Me adentre como la tormenta por la puerta, el trueno eran mis gruñidos, los relámpagos mis ojos escarlata, oscurecidos pronto se tornaron burdeos y así llegue frente a una Hania asustada.
Su cuerpo de rodillas en el suelo ,sangre por todos lados y la gente de la opera que corría apresurada por lo que había pasado tratando de salvar sus vidas del monstruo en el que Hacia se había convertido.
El concierto había sido al aire libre, en la terraza del edificio de enfrente al hotel, al parecer estaban de inauguración y como no, la escena haba sido mas que presenciada por todos los humanos con pavor.
Aveline trataba de poner paz para que abandonaran el sitio con tranquilidad, si no podían dañarse entre ellos buscando escapar
No podía permitir que nadie saliera de allí, ella había roto una de las reglas de los inmortales, darse a conocer de forma masiva y eso la metería en serios líos frente al consejo.
Cerré los ojos mientras la abrazaba, su cabeza en mi pecho, mi mano en su pelo. Me concentre en todos los presentes, tenia que hacer algo, mas ese no era mi poder principal, eran muchos, pero lo tenia que intentar.
La gente empezó a caer desmayada sobre el pavimento de terrazo, un fuerte dolor de cabeza bastante intenso como para que el dolor los dejara en el sitio.
Me tambaleé ligeramente, había agotado gran parte de mi energía, el poder mental me afectaba si lo usaba con grandes masas y ademas había que tener en cuenta la distancia.
Ahora solo tenia que inventar una cuartada para que creyeran haber visto algo inexistente.
Ese no era mi don, pero conocía a una mujer que podría llevar acabo mi petición.
Tomé su rostro entre mis manos acunándolo con suavidad, mi respiración agitada impacto contra su cara.
-Te tengo Hania, estoy aquí pequeña, mírame.
Contemplé la destroza que había hecho, esto era aun peor de lo que imaginaba en un primer momento, era Ramses, un miembro de los mas ancianos y bien vistos del consejo.
Ella sola, lo había destrozado, su cabeza había explotado y era consciente de que pronto eso llegaría a los oídos de los ancianos que la verían como un peligro, un ser que no debería existir entre nosotros.
Ser mi chiquilla no ayudaría, ahora que sabían de mi debilidad por ella, sabían que me opondría a su destrucción pronto ordenarían una caza de sangre para los dos.
¡Mierda!
Había oído de su poder, “el caldero” lo llamaban, pero jamas había visto ese don en un neófito.
Tense el gesto, creo que Hania era mas que consciente de la preocupación que se dibujo en cada linea de expresión de mi cara.
-Shhhh -susurré volviendo a pegarla a mi cuerpo cuando hizo ademan de hablar. Temblaba, parecía aterrada, su mente estaba rota, tan rota que dudaba fuera capaz de medir las consecuencias de este acto.
Alcé su mentón para enfrentar su mirada, cristalina, húmeda por las lagrimas.
-Escúchame, el te ataco y tu te defendiste ¿lo entiendes? Eres mía y te presente en sociedad, solo yo soy dueño de tu vida o de tu muerte.
Observaba a Hania mirar por el ventanal, analizar a los distintos parisienses vestidos de gala para acudir al espectáculo que hacia un par de semanas se había dispuesto en París.
Ladeé la sonrisa antes de abandonar la habitación del hotel, estaba dispuesto a darle una sorpresa, mandaría comprar un par de entradas para ambos y a mi vuelta, le pediría que me acompañara, seguro que podríamos pasar una noche diferente, juntos en la opera.
Cerré la puerta mientras la idea de cancelar todas mis citas para la noche anterior paseaba por mi cabeza, ambos necesitamos tiempo para nosotros y con lo raro que habíamos estado desde que paso lo que paso en Rumanía nos vendría bien un tiempo solos.
Ademas quería saber que había sentido al morder de la vena de aquella mujer, sabia que había repetido la hazaña, casi igual que era consciente de que era algo que le disgustaba y lo hacia exclusivamente por mi.
Era irónico pensar que era capaz de sentarme en un trono para poner firmes a inmortales ancianos sin tan siquiera parpadear y sin embargo la idea de conversar con mi chiquilla me resultaba un reto complicado.
Aquella noche había quedado con el informador de la ciudad, se encontraba en una fiesta e el Palacio Royal, a unas tres cuadras del hotel, así que con suerte llegaría con tiempo suficiente como para yo mismo darle la noticia a Hania. Estaba de buen humor, las cosas se me complicaban, pero tenia que admitir que eso daba sentido a mi vida, siempre me gustaron las emociones fuertes y ahora con la inquisición siguiendo mis pasos, los inmortales tratando de derrocarme y las dos mujeres que habían irrumpido en mi vida como vendavales, digamos que no tenia tiempo para el aburrimiento.
La fiesta transcurrió con normalidad, alcohol, buena compañía y la información que necesitaba sobre uno de los miembros del consejo que al parecer quería ascender, y yo era un impedimento para eso.
En un mundo de lobos había que saber morder, el problema de la mayoría es que mostraban antes los dientes, por ende, yo lo hacia directamente.
Fue entonces cuando escuche mi nombre claramente, en mi cabeza, era Hania, estaba en problemas.
Poco me importo dejar una estela como único recuerdo de mi presencia, pues con mi velocidad aumentada recorrí esas tres cuadras que me separaban de ella.
No tarde para mi sorpresa en encontrar su aura, no en la habitacion del hotel como esperaba, si no en la azotea de este.
Me adentre como la tormenta por la puerta, el trueno eran mis gruñidos, los relámpagos mis ojos escarlata, oscurecidos pronto se tornaron burdeos y así llegue frente a una Hania asustada.
Su cuerpo de rodillas en el suelo ,sangre por todos lados y la gente de la opera que corría apresurada por lo que había pasado tratando de salvar sus vidas del monstruo en el que Hacia se había convertido.
El concierto había sido al aire libre, en la terraza del edificio de enfrente al hotel, al parecer estaban de inauguración y como no, la escena haba sido mas que presenciada por todos los humanos con pavor.
Aveline trataba de poner paz para que abandonaran el sitio con tranquilidad, si no podían dañarse entre ellos buscando escapar
No podía permitir que nadie saliera de allí, ella había roto una de las reglas de los inmortales, darse a conocer de forma masiva y eso la metería en serios líos frente al consejo.
Cerré los ojos mientras la abrazaba, su cabeza en mi pecho, mi mano en su pelo. Me concentre en todos los presentes, tenia que hacer algo, mas ese no era mi poder principal, eran muchos, pero lo tenia que intentar.
La gente empezó a caer desmayada sobre el pavimento de terrazo, un fuerte dolor de cabeza bastante intenso como para que el dolor los dejara en el sitio.
Me tambaleé ligeramente, había agotado gran parte de mi energía, el poder mental me afectaba si lo usaba con grandes masas y ademas había que tener en cuenta la distancia.
Ahora solo tenia que inventar una cuartada para que creyeran haber visto algo inexistente.
Ese no era mi don, pero conocía a una mujer que podría llevar acabo mi petición.
Tomé su rostro entre mis manos acunándolo con suavidad, mi respiración agitada impacto contra su cara.
-Te tengo Hania, estoy aquí pequeña, mírame.
Contemplé la destroza que había hecho, esto era aun peor de lo que imaginaba en un primer momento, era Ramses, un miembro de los mas ancianos y bien vistos del consejo.
Ella sola, lo había destrozado, su cabeza había explotado y era consciente de que pronto eso llegaría a los oídos de los ancianos que la verían como un peligro, un ser que no debería existir entre nosotros.
Ser mi chiquilla no ayudaría, ahora que sabían de mi debilidad por ella, sabían que me opondría a su destrucción pronto ordenarían una caza de sangre para los dos.
¡Mierda!
Había oído de su poder, “el caldero” lo llamaban, pero jamas había visto ese don en un neófito.
Tense el gesto, creo que Hania era mas que consciente de la preocupación que se dibujo en cada linea de expresión de mi cara.
-Shhhh -susurré volviendo a pegarla a mi cuerpo cuando hizo ademan de hablar. Temblaba, parecía aterrada, su mente estaba rota, tan rota que dudaba fuera capaz de medir las consecuencias de este acto.
Alcé su mentón para enfrentar su mirada, cristalina, húmeda por las lagrimas.
-Escúchame, el te ataco y tu te defendiste ¿lo entiendes? Eres mía y te presente en sociedad, solo yo soy dueño de tu vida o de tu muerte.
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/09/2016
Re: A thousand years. {Priv. Assur}
Claro que era consciente de la devastación que había sembrado sin querer. Pero es que Ramsés la había mordido, de hecho en su cuello todavía estaban los dos orificios sangrantes, camuflados entre la sangre del faraón en la que estaba bañada. El dolor de cabeza era tan aturdidor y tan incapacitante que apenas podía mantenerse consciente...¿Ella podía hacer eso? ¿qué clase de monstruo era? uno peor de lo que pensaba. No debería existir, no tenía derecho.
Observaba los ojos de Assur, sus labios se movían, le hablaba...pero no escuchaba nada, todo era estruendo en su cabeza y de pronto...silencio.
La gente estaba en el suelo y Assur se agotaba, notaba la tensión en sus gestos. Hania se levantó despacio pegada al vampiro y miró el caos sembrado, y cómo las cenizas del egipcio empezaban a flotar, removidas por el suave viento que se había levantado. Se soltó de Assur, tambaleante, con su inmaculado vestido salpicado de sangre y sesos.
De pequeña siempre había pensado que los monstruos eran oscuros, feos, con fauces sanguinolentas, formas animalescas y garras... pero ella era uno. Allí plantada con su vestido de satén blanco y sus cabellos rubios, era la muerte encarnada. Y toda esa gente la había visto hacerlo ¿debería simplemente esperar la salida del sol?. La pregunta flotaba en sus ojos, que se toparon con los de Assur. Ahora no podía dejarlo así. Se había apiadado de ella, la había acogido y ahora estaba dispuesto a dar la cara por ella. La luz de sus ojos fue lo único que pudo sacarla de aquel abismo oscuro al que había viajado momentáneamente.
Cerró los ojos y extendió las manos descargando una serie de imágenes mentales a todas las mentes inconscientes del suelo, una divertida representacion teatral, un truco de magia espectacular que engañaba al público con ese final que no era tal, en el que Ramsés y Hania aparecían y saludaban al publico antes de despedirse. Todo arreglado.
Cuando no quedó ningun recuerdo por implantar Hania se tambaleó y se echó las manos a la cabeza, empezaba a sangrar por la nariz, su cerebro había sufrido demasiado. Se le puso todo negro y lo último que sintió antes de caer en las garras de la inconsciencia, fueron las manos de Assur sosteniéndola. Iba a pedirle disculpas por si no despertaba... pero los Black no se disculpan.
Observaba los ojos de Assur, sus labios se movían, le hablaba...pero no escuchaba nada, todo era estruendo en su cabeza y de pronto...silencio.
- Creep:
La gente estaba en el suelo y Assur se agotaba, notaba la tensión en sus gestos. Hania se levantó despacio pegada al vampiro y miró el caos sembrado, y cómo las cenizas del egipcio empezaban a flotar, removidas por el suave viento que se había levantado. Se soltó de Assur, tambaleante, con su inmaculado vestido salpicado de sangre y sesos.
De pequeña siempre había pensado que los monstruos eran oscuros, feos, con fauces sanguinolentas, formas animalescas y garras... pero ella era uno. Allí plantada con su vestido de satén blanco y sus cabellos rubios, era la muerte encarnada. Y toda esa gente la había visto hacerlo ¿debería simplemente esperar la salida del sol?. La pregunta flotaba en sus ojos, que se toparon con los de Assur. Ahora no podía dejarlo así. Se había apiadado de ella, la había acogido y ahora estaba dispuesto a dar la cara por ella. La luz de sus ojos fue lo único que pudo sacarla de aquel abismo oscuro al que había viajado momentáneamente.
Cerró los ojos y extendió las manos descargando una serie de imágenes mentales a todas las mentes inconscientes del suelo, una divertida representacion teatral, un truco de magia espectacular que engañaba al público con ese final que no era tal, en el que Ramsés y Hania aparecían y saludaban al publico antes de despedirse. Todo arreglado.
Cuando no quedó ningun recuerdo por implantar Hania se tambaleó y se echó las manos a la cabeza, empezaba a sangrar por la nariz, su cerebro había sufrido demasiado. Se le puso todo negro y lo último que sintió antes de caer en las garras de la inconsciencia, fueron las manos de Assur sosteniéndola. Iba a pedirle disculpas por si no despertaba... pero los Black no se disculpan.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: A thousand years. {Priv. Assur}
Sabia exactamente lo que pensaba, podía leerlo no en su mente si no en su turbia mirada, estaba cansado, los poderes mentales me agotaban cuando se trataba de tanta gente, ademas tenia que controlarme para no matarlos, solo en que se desvanecieran para caer como frutas maduras sobre el terrazo .Lo que me sorprendió fue que Hania fuera capaz de implantar recuerdos, su poder mental crecía de forma desorbitada, era apasionante verla utilizar esos dones que la naturaleza le había regalado y que a decir verdad controlaba excesivamente bien para ser un vástago recién creado.
Cayo inconsciente en mis brazos, su nariz sangraba, su cuerpo parecía inerte, mas solo era eso, ella era fuerte, una Black no me abandonaría sin mas.
La alcé en volandas, mi cuerpo se tambaleó y sin pensarlo me dejé caer de la terraza a la balconada y de esta a un saliente para tomar impulso y llegar a nuestro balcón.
La deposité con cuidado sobre mi lecho, como si en cualquier momento pudiera romperse.
Tomé algo de sangre refrigerada rasgándola con mis colmillos. Mojé sus carnosos labios con el elixir de la vida incorporándola ligeramente, no teníamos tiempo.
-Vamos pequeña despierta -susurré apartando con mi mano el pelo dorado que como hebras de oro cubría su rostro.
Hania tomó la bolsa, estaba sedienta, necesitaba recobrar fuerzas, era embriagador verla beber, mis labios se entreabrieron, aun no me acostumbraba a la imagen de sus ojos escarlata, mas no había tiempo para las perversiones sexuales de un anciano, no esta vez.
-Hania, cuando te pregunten dirás que te atacó, que te defendiste y que controlas ese poder porque yo te enseñé.
Mi primer plan era cargar con toda la responsabilidad. Si ella decía controlar ese don era peligrosa, mas no podrían alegar que estaba descontrolada, era uno de dos y eso era mejor que dos de dos. Ramses nunca iba solo, y algo me decía que sus dos putas habían escapado y ahora estarían siseando como las serpientes que eran al consejo.
Tomé su mentón y lo alcé para que enfrentara mi mirada, esto no era un juego.
-Cuando te pregunten alza la cabeza altiva, eres una Black, no nos arrepentimos, lo hecho, hecho esta..se lo merecía, te atacó.
Los peones estaban movidos, las ideas implantadas, era hora de pensar en la siguiente jugada, sin duda enrocar el rey con la torre, no había mas opción.
Todo con el fin de proteger a la reina, no podía permitirme el lujo de perderla.
La puerta fue dos veces golpeada, mis ojos se instalaron en ella con firmeza antes de con un gesto abrirla desde mi posición.
-No habéis tardado -dije con la voz grave y sin apartar mis desafiantes ojos de los dos soldados espartanos que venían a capturarla para llevarla frente al consejo de ancianos.
Sendas cadenas para sus manos sacaron los cainitas, pesadas, de hierro.
Ladeé mi sonrisa mostrarles mis colmillos, desafiante, inquisitivo..
-Mientras vosotros luchabais en las Termopilas yo me ya era rey de todos los vástagos, portáis el nombre de mi padre “cainitas” ¿de verdad creéis que esos hierros van a tocar a uno de los míos?
No me desafiéis u os mostraré haciendo gala a vuestro gran reto, como uno puede vencer a trescientos sin mancharse el traje nuevo.
Yo soy vuestro dios -rugí mirnadolos de soslayo a ambos -y ahora mostrarme el respeto que me merezco.
Ambos bajaron las cadenas quedándose inmóviles frente a nosotros, al menos era listos no como esos bárbaros vikingos que no entendían que el Valhalla solo era una falacia para los necios.
Toda la vida deseando la muerte para acabar devorados por los cuervos si tenían suerte.
-Os acompañaremos -sentencié -es mas, nos escoltareis para que ambos lleguemos en perfecto estado ante neustro respetado y sabio consejo ¿no queremos que la inquisición tome a algún Black y use su sangre para despertar a padre? ¿o si? -pregunté lanzando mi primera amenaza del día, casi pude sentir sus piernas tambalearse, solo había una cosa que temieran mas que ami y ese era a Cain.
Cayo inconsciente en mis brazos, su nariz sangraba, su cuerpo parecía inerte, mas solo era eso, ella era fuerte, una Black no me abandonaría sin mas.
La alcé en volandas, mi cuerpo se tambaleó y sin pensarlo me dejé caer de la terraza a la balconada y de esta a un saliente para tomar impulso y llegar a nuestro balcón.
La deposité con cuidado sobre mi lecho, como si en cualquier momento pudiera romperse.
Tomé algo de sangre refrigerada rasgándola con mis colmillos. Mojé sus carnosos labios con el elixir de la vida incorporándola ligeramente, no teníamos tiempo.
-Vamos pequeña despierta -susurré apartando con mi mano el pelo dorado que como hebras de oro cubría su rostro.
Hania tomó la bolsa, estaba sedienta, necesitaba recobrar fuerzas, era embriagador verla beber, mis labios se entreabrieron, aun no me acostumbraba a la imagen de sus ojos escarlata, mas no había tiempo para las perversiones sexuales de un anciano, no esta vez.
-Hania, cuando te pregunten dirás que te atacó, que te defendiste y que controlas ese poder porque yo te enseñé.
Mi primer plan era cargar con toda la responsabilidad. Si ella decía controlar ese don era peligrosa, mas no podrían alegar que estaba descontrolada, era uno de dos y eso era mejor que dos de dos. Ramses nunca iba solo, y algo me decía que sus dos putas habían escapado y ahora estarían siseando como las serpientes que eran al consejo.
Tomé su mentón y lo alcé para que enfrentara mi mirada, esto no era un juego.
-Cuando te pregunten alza la cabeza altiva, eres una Black, no nos arrepentimos, lo hecho, hecho esta..se lo merecía, te atacó.
Los peones estaban movidos, las ideas implantadas, era hora de pensar en la siguiente jugada, sin duda enrocar el rey con la torre, no había mas opción.
Todo con el fin de proteger a la reina, no podía permitirme el lujo de perderla.
La puerta fue dos veces golpeada, mis ojos se instalaron en ella con firmeza antes de con un gesto abrirla desde mi posición.
-No habéis tardado -dije con la voz grave y sin apartar mis desafiantes ojos de los dos soldados espartanos que venían a capturarla para llevarla frente al consejo de ancianos.
Sendas cadenas para sus manos sacaron los cainitas, pesadas, de hierro.
Ladeé mi sonrisa mostrarles mis colmillos, desafiante, inquisitivo..
-Mientras vosotros luchabais en las Termopilas yo me ya era rey de todos los vástagos, portáis el nombre de mi padre “cainitas” ¿de verdad creéis que esos hierros van a tocar a uno de los míos?
No me desafiéis u os mostraré haciendo gala a vuestro gran reto, como uno puede vencer a trescientos sin mancharse el traje nuevo.
Yo soy vuestro dios -rugí mirnadolos de soslayo a ambos -y ahora mostrarme el respeto que me merezco.
Ambos bajaron las cadenas quedándose inmóviles frente a nosotros, al menos era listos no como esos bárbaros vikingos que no entendían que el Valhalla solo era una falacia para los necios.
Toda la vida deseando la muerte para acabar devorados por los cuervos si tenían suerte.
-Os acompañaremos -sentencié -es mas, nos escoltareis para que ambos lleguemos en perfecto estado ante neustro respetado y sabio consejo ¿no queremos que la inquisición tome a algún Black y use su sangre para despertar a padre? ¿o si? -pregunté lanzando mi primera amenaza del día, casi pude sentir sus piernas tambalearse, solo había una cosa que temieran mas que ami y ese era a Cain.
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
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Re: A thousand years. {Priv. Assur}
Hania despertó al rato con las palabras de Assur y la sangre que manaba hacia su boca proporcionándole energía para mantenerse en pie. Estaba agotada y tenía un dolor de cabeza terrible. ¿No se suponía que a los vampiros no les duele nada? ¿qué mierda de inmortalidad era esa? Había estado muy asustada por lo que había hecho, no esperaba despertar un poder así, ni desatar unos daños colaterales tan bestiales. Se había tensado al sentir cerca a Ramsés pero la tensión se convirtió en terror cuando sus colmillos se hundieron en su cuello, recordándole el segundo momento más traumático de su vida, cuando el monstruo sin nombre asoló el orfanato.
Assur le dijo que contestara que él la había atacado...en realidad era la verdad, no estaba inventando nada; Ramsés quería hacerle daño para provocar a Assur y hacerlo caer. Seguramente eso no sería posible, pero Hania tenía serias dudas, porque al parecer todo eran jaques sobre el rey. Empezaba a intuir que aquella "sociedad" vampírica era como a humana, pero habían tenido más años para perfeccionar su ambición y maldad. Por fuerte y listo que fuera Assur, por mucho que en su sangre corriese la de Caín, si se unían todos contra él, lo iba a tener difícil.
Los extraños irrumpieron en su suite con intenciones de encadenarla y llevarla ante el consejo, cosa que Assur evitó, por descontado, y contestó con provocaciones que realmente de cumplirse iban a augurar un futuro muy negro para todos. "Levanta la barbilla altiva"... tenía que ser una Black, pero se sentía poco menos que una mierda de rata, una asesina descontrolada que había hecho puré de sesos con el faraón más grande la historia al ponerse nerviosa. En ese momento sólo quería esconderse en un rincón oscuro y no salir de allí en años, y como mucho sentir la mano de Assur sobre la suya que le recordase que aún había esperanza para ella. Pero no podía hacer que él quedase como un débil, así que se forzó a caminar tras el matusalén, clavando los ojos en algun punto fijo en el infinito para no ir mirando al suelo. Sólo tenía que seguir sus instrucciones y pronto se habría acabado.
El Consejo estaba compuesto por otros seis ancianos y sabios que ocupaban sitiales elevados en forma de semicírculo en el fastuoso ático del edificio que había sobre el banco central francés. La sala estaba apenas iluminada por unas lámparas de gas que arrojaban unas luces mortecinas blanquiazules sobre el pavimento. Por las vidrieras de colores se colaba algun rayo plateado. La rubia tenía el vestido completamente manchado de sangre, así como algunos mechones de pelo. Su cara y su cuello había sido limpiado y se podía observar el mordisco de Ramsés.
Los cainitas que formaban parte del Consejo eran varipintos. Se detuvo en el centro de aquella sala y observó sus rostros tratando de mantener la barbilla alta, aunque era imposible que en sus ojos se reflejase el desafío, porque lo único que deseaba era salir corriendo. Una mujer alta y morena, al parecer se traba de Anut, una "diosa" fenicia que no era tal, era una cainita poderosa y antigua.
A continuación se sentaba un hombre con barba y cabellos negros y los rasgos conocidos de los hebreos, era ni más ni menos que Jacob, el hijo de Isaac y nieto de Abraham. Se caracterizaba por su carácter taimado, por sus fraudes, engañó a su hermano Esaú para obtener su herencia.
El tercer y cuarto asiento lo ocupaban dos hombres de aspecto similar, posiblemente serían familia, y sus rasgos y peinado recordaban a la Roma clásica. Lucio Cornelio Sila, el dictador, y su desconocido sobrino Nunio tampoco estaban muertos y enterrados como la historia decía; seguían siendo el despiadado brazo de hierro de los cainitas.
El quinto sitial lo ocupaba una mujer pelirroja, la reina celta Boudica que desafió al imperio romano cien años antes de Cristo. El sexto trono estaba vacío.
Hania se detuvo en el lugar que le indicaron, el centro de la sala, donde parecía que los ancianos la observaran como el que inspecciona un bicho muerto y sujeto con alfileres. Podía notar sus mentes intentando penetrar en su cabeza, y de la misma forma, rebotando contra su descomunal barrera, que no sabía ni cómo estaba levanatada, tampoco controlaba ese poder. {¿Les dejo entrar?} el pensamiento iba para Assur, que él lo decidiera.
Assur le dijo que contestara que él la había atacado...en realidad era la verdad, no estaba inventando nada; Ramsés quería hacerle daño para provocar a Assur y hacerlo caer. Seguramente eso no sería posible, pero Hania tenía serias dudas, porque al parecer todo eran jaques sobre el rey. Empezaba a intuir que aquella "sociedad" vampírica era como a humana, pero habían tenido más años para perfeccionar su ambición y maldad. Por fuerte y listo que fuera Assur, por mucho que en su sangre corriese la de Caín, si se unían todos contra él, lo iba a tener difícil.
Los extraños irrumpieron en su suite con intenciones de encadenarla y llevarla ante el consejo, cosa que Assur evitó, por descontado, y contestó con provocaciones que realmente de cumplirse iban a augurar un futuro muy negro para todos. "Levanta la barbilla altiva"... tenía que ser una Black, pero se sentía poco menos que una mierda de rata, una asesina descontrolada que había hecho puré de sesos con el faraón más grande la historia al ponerse nerviosa. En ese momento sólo quería esconderse en un rincón oscuro y no salir de allí en años, y como mucho sentir la mano de Assur sobre la suya que le recordase que aún había esperanza para ella. Pero no podía hacer que él quedase como un débil, así que se forzó a caminar tras el matusalén, clavando los ojos en algun punto fijo en el infinito para no ir mirando al suelo. Sólo tenía que seguir sus instrucciones y pronto se habría acabado.
El Consejo estaba compuesto por otros seis ancianos y sabios que ocupaban sitiales elevados en forma de semicírculo en el fastuoso ático del edificio que había sobre el banco central francés. La sala estaba apenas iluminada por unas lámparas de gas que arrojaban unas luces mortecinas blanquiazules sobre el pavimento. Por las vidrieras de colores se colaba algun rayo plateado. La rubia tenía el vestido completamente manchado de sangre, así como algunos mechones de pelo. Su cara y su cuello había sido limpiado y se podía observar el mordisco de Ramsés.
Los cainitas que formaban parte del Consejo eran varipintos. Se detuvo en el centro de aquella sala y observó sus rostros tratando de mantener la barbilla alta, aunque era imposible que en sus ojos se reflejase el desafío, porque lo único que deseaba era salir corriendo. Una mujer alta y morena, al parecer se traba de Anut, una "diosa" fenicia que no era tal, era una cainita poderosa y antigua.
A continuación se sentaba un hombre con barba y cabellos negros y los rasgos conocidos de los hebreos, era ni más ni menos que Jacob, el hijo de Isaac y nieto de Abraham. Se caracterizaba por su carácter taimado, por sus fraudes, engañó a su hermano Esaú para obtener su herencia.
El tercer y cuarto asiento lo ocupaban dos hombres de aspecto similar, posiblemente serían familia, y sus rasgos y peinado recordaban a la Roma clásica. Lucio Cornelio Sila, el dictador, y su desconocido sobrino Nunio tampoco estaban muertos y enterrados como la historia decía; seguían siendo el despiadado brazo de hierro de los cainitas.
El quinto sitial lo ocupaba una mujer pelirroja, la reina celta Boudica que desafió al imperio romano cien años antes de Cristo. El sexto trono estaba vacío.
Hania se detuvo en el lugar que le indicaron, el centro de la sala, donde parecía que los ancianos la observaran como el que inspecciona un bicho muerto y sujeto con alfileres. Podía notar sus mentes intentando penetrar en su cabeza, y de la misma forma, rebotando contra su descomunal barrera, que no sabía ni cómo estaba levanatada, tampoco controlaba ese poder. {¿Les dejo entrar?} el pensamiento iba para Assur, que él lo decidiera.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: A thousand years. {Priv. Assur}
Hania alzó la cabeza desafiante, como una buena Black su mirada clavada en un punto fijo y su cuerpo flotaba siguiendo a los dos guardias por los pasillos que pronto nos llevarían al gran salón.
Era consciente de que todo aquello impactaba, sobre todo a una chiquilla nueva en su inmortalidad y que estaba perdida pese a fingir lo contrario.
Acaricié la palma de su mano despacio mientras los dos solados empujaban el portón para darnos paso a la asamblea que se había reunido por y para ella.
“no tengas miedo, juro por la sangre que corre por mis venas que no te tocaran un pelo”
Susurré en su mente tratando de tranquilizarla de un modo u otro, sabia que confiaba en mi y yo, daría mi vida sin pensarlo por ella, mi afán de protección por y para ella no conocía fronteras ni parangón.
En semicirculo seis sillones ocupados por sus respectivos ancianos, jueces y parte en este juicio que pretendía sin duda alguna condenar a mi chiquilla al descanso eterno.
Mis ojos escarlata recorrieron a cada uno de ellos ,desafiante tomé asiento tras Hania que en el centro de la circunferencia, con la ropa aun ensangrentada miraba a aquellos inmortales aterrada.
Me sentía orgulloso de ella, aguantaba el envite de todos ellos que iluminados por aquella luz mortecina de las lamparas de gas mostraban su parte mas siniestra.
Mis colmillos rozaron mi lengua, admito que yo estaba comportándome de un modo mucho mas animal que ella, pues la sangre me hervía al verla allí, indefensa.
Anut me llamo al orden algo que solo logro que ladeara la sonrisa hundiendo mi mirada en ella.
No iba a callarme, no cuando era a mi chiquilla a la que amenazaban.
-Fenicia, no os molestaba mi comportamiento la ultima vez que me abristeis las piernas -asegure sin ningún tipo de condescendencia.
Rumores en la sala, ancianos que balbuceaban hablando de mi descrédito y una “diosa” cabreada con mis palabras, aquello empezaba sin lugar a dudas de la mejor de las maneras.
Hania me preguntó si dejaba entrar a aquellas personas que luchaban sin éxito por atravesar su barrera.
No pude evitar sonreír de medio lado la verlos confundidos por el poder mental que la joven de dorados cabellos ostentaba frente a ellos.
“no, no les dejes entrar”
Ladeé la cabeza mirando a Jacob que ahora abría la boca para preguntar con la voz firme a Hania que es lo que paso y que podía alegar como defensa tras haber dado muerte a uno de los mas poderosos miembros del consejo.
No dudó con su verborrea sibilina en asegurar que se había quebrantado las leyes, que los humanos habían descubierto de forma masiva la existencia de los inmortales, algo que nos podría traer serios problemas.
No pude contener la risa, aunque esperé a que Hania diera respuesta a aquellas preguntas.
-¿Eso es todo cuanto tenéis contra mi chiquilla? -pregunté malhumorado -Ramses le atacó y ella se defendió. No es culpable de ostentar el poder que posee, ese que controla perfectamente por lo que no supone riesgo alguno.
Di un manotazo en el atril para acaparar la atención.
-Ella es mía -rugí mirándolos a todos y cada uno de los presentes -mía y Ramses pretendía arrebatármela, yo mismo lo hubiera matado ¿os atreveríais a juzgarme por ello?
Boudica golpeo su sitial desafiándome con la mirada, enarqué una ceja para centrarme en ella.
-Assur sabes que siempre estaré contigo, pero esa niña te esta haciendo perder el juicio -alegó contemplándome con cierta parsimonia mientras se alzaba y caminaba hacia mi con esos delicados movimientos que la caracterizaban
Sus dedos se pasearon por mi pecho mientras me rodeaba como un depredador en estado de caza.
-Déjate ese numerito para la cama -le advertí apartando su mano de mala manera.
-Ella no esta equilibrada, lo sabes y lo se, veo mas allá de lo que se me permite ver y te aseguro que si la dejamos con vida supondrá la destrucción de los cainitas, la tuya Assur la primera.
Era consciente de que todo aquello impactaba, sobre todo a una chiquilla nueva en su inmortalidad y que estaba perdida pese a fingir lo contrario.
Acaricié la palma de su mano despacio mientras los dos solados empujaban el portón para darnos paso a la asamblea que se había reunido por y para ella.
“no tengas miedo, juro por la sangre que corre por mis venas que no te tocaran un pelo”
Susurré en su mente tratando de tranquilizarla de un modo u otro, sabia que confiaba en mi y yo, daría mi vida sin pensarlo por ella, mi afán de protección por y para ella no conocía fronteras ni parangón.
En semicirculo seis sillones ocupados por sus respectivos ancianos, jueces y parte en este juicio que pretendía sin duda alguna condenar a mi chiquilla al descanso eterno.
Mis ojos escarlata recorrieron a cada uno de ellos ,desafiante tomé asiento tras Hania que en el centro de la circunferencia, con la ropa aun ensangrentada miraba a aquellos inmortales aterrada.
Me sentía orgulloso de ella, aguantaba el envite de todos ellos que iluminados por aquella luz mortecina de las lamparas de gas mostraban su parte mas siniestra.
Mis colmillos rozaron mi lengua, admito que yo estaba comportándome de un modo mucho mas animal que ella, pues la sangre me hervía al verla allí, indefensa.
Anut me llamo al orden algo que solo logro que ladeara la sonrisa hundiendo mi mirada en ella.
No iba a callarme, no cuando era a mi chiquilla a la que amenazaban.
-Fenicia, no os molestaba mi comportamiento la ultima vez que me abristeis las piernas -asegure sin ningún tipo de condescendencia.
Rumores en la sala, ancianos que balbuceaban hablando de mi descrédito y una “diosa” cabreada con mis palabras, aquello empezaba sin lugar a dudas de la mejor de las maneras.
Hania me preguntó si dejaba entrar a aquellas personas que luchaban sin éxito por atravesar su barrera.
No pude evitar sonreír de medio lado la verlos confundidos por el poder mental que la joven de dorados cabellos ostentaba frente a ellos.
“no, no les dejes entrar”
Ladeé la cabeza mirando a Jacob que ahora abría la boca para preguntar con la voz firme a Hania que es lo que paso y que podía alegar como defensa tras haber dado muerte a uno de los mas poderosos miembros del consejo.
No dudó con su verborrea sibilina en asegurar que se había quebrantado las leyes, que los humanos habían descubierto de forma masiva la existencia de los inmortales, algo que nos podría traer serios problemas.
No pude contener la risa, aunque esperé a que Hania diera respuesta a aquellas preguntas.
-¿Eso es todo cuanto tenéis contra mi chiquilla? -pregunté malhumorado -Ramses le atacó y ella se defendió. No es culpable de ostentar el poder que posee, ese que controla perfectamente por lo que no supone riesgo alguno.
Di un manotazo en el atril para acaparar la atención.
-Ella es mía -rugí mirándolos a todos y cada uno de los presentes -mía y Ramses pretendía arrebatármela, yo mismo lo hubiera matado ¿os atreveríais a juzgarme por ello?
Boudica golpeo su sitial desafiándome con la mirada, enarqué una ceja para centrarme en ella.
-Assur sabes que siempre estaré contigo, pero esa niña te esta haciendo perder el juicio -alegó contemplándome con cierta parsimonia mientras se alzaba y caminaba hacia mi con esos delicados movimientos que la caracterizaban
Sus dedos se pasearon por mi pecho mientras me rodeaba como un depredador en estado de caza.
-Déjate ese numerito para la cama -le advertí apartando su mano de mala manera.
-Ella no esta equilibrada, lo sabes y lo se, veo mas allá de lo que se me permite ver y te aseguro que si la dejamos con vida supondrá la destrucción de los cainitas, la tuya Assur la primera.
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
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Re: A thousand years. {Priv. Assur}
Las palabras de los consejeros resonaban como con eco en su cabeza. ¿Por qué la querían liquidar? ella no era nadie, no significaba nada, su existencia ni siquiera era conocida hasta unos meses antes. Aquel odio y aquella inquina le entristeció enormemente: si no la querían los vampiros y tampoco los humanos...¿dónde encajaba ella? ¿qué era?
Anut y Jacob cargaban contra Assur, podía sentir su soberbia, su codicia y la enorme envidia que le tenían. Los romanos permanecían impasibles y la reina celta parecía estar de su parte. Pero la había llamado loca. Y tenía algo de razón, sabía desde pequeña que no era del todo normal, que su cabeza no funcionaba igual que la de los demás niños, que era rara, se encerraba en su mundo y percibía la realidad de otra forma. Hablaba de destrucción para todos, de que ella sería la perdición de Assur y los demás. ¿De qué estaba hablando? Inconscientemente se llevó las manos a las orejas, como para silenciar tantas voces y luego las quitó, dando un paso hacia delante, con los brazos a los lados. Se hizo el silencio unos instantes y su suave voz lo rompió para exponer algo.
— No creo que una sola persona pueda ser la destrucción de los hijos de Caín. Os estáis destruyendo entre vosotros desde hace milenios. Si Ramsés no me hubiera intentado matar, yo no lo habría hecho. Le pido al Consejo tan sólo que me deje vivir en paz, no quiero molestar a nadie ni provocar ningun desastre. Pero si me atacan, me defenderé. Ningún imperio ha caido sólo por el tajo de una espada o el veneno de un traidor. Los imperios caen por la soberbia y la avaricia de quienes gobiernan, que anida y echa raíces pudriendo el corazón, nublando el juicio y haciendo que se tomen malas decisiones.
Dio un paso atrás de nuevo, colocándose al lado de Assur y deseando que se acabase pronto aquella pantomima, pues ese juicio no era sino un teatro para tener excusas de poner entredicho al vampiro. Todos sabían que no iba a ningun sitio, que si Assur quería matarlos a todos en ese mismo momento, lo haría. Pero aún se debatían entre liberar a la bestia o guardar ese cartucho para más adelante. Si Assur liquidaba a todo el consejo, se le volverían en contra la mayor parte de los vampiros. A nadie le gustaba un dictador, y menos uno al que no se podía derrocar. ¿Tan imbéciles eran? provocarlo sólo traería mas problemas, que ganarse su favor y su beneplácito.
Anut y Jacob cargaban contra Assur, podía sentir su soberbia, su codicia y la enorme envidia que le tenían. Los romanos permanecían impasibles y la reina celta parecía estar de su parte. Pero la había llamado loca. Y tenía algo de razón, sabía desde pequeña que no era del todo normal, que su cabeza no funcionaba igual que la de los demás niños, que era rara, se encerraba en su mundo y percibía la realidad de otra forma. Hablaba de destrucción para todos, de que ella sería la perdición de Assur y los demás. ¿De qué estaba hablando? Inconscientemente se llevó las manos a las orejas, como para silenciar tantas voces y luego las quitó, dando un paso hacia delante, con los brazos a los lados. Se hizo el silencio unos instantes y su suave voz lo rompió para exponer algo.
— No creo que una sola persona pueda ser la destrucción de los hijos de Caín. Os estáis destruyendo entre vosotros desde hace milenios. Si Ramsés no me hubiera intentado matar, yo no lo habría hecho. Le pido al Consejo tan sólo que me deje vivir en paz, no quiero molestar a nadie ni provocar ningun desastre. Pero si me atacan, me defenderé. Ningún imperio ha caido sólo por el tajo de una espada o el veneno de un traidor. Los imperios caen por la soberbia y la avaricia de quienes gobiernan, que anida y echa raíces pudriendo el corazón, nublando el juicio y haciendo que se tomen malas decisiones.
Dio un paso atrás de nuevo, colocándose al lado de Assur y deseando que se acabase pronto aquella pantomima, pues ese juicio no era sino un teatro para tener excusas de poner entredicho al vampiro. Todos sabían que no iba a ningun sitio, que si Assur quería matarlos a todos en ese mismo momento, lo haría. Pero aún se debatían entre liberar a la bestia o guardar ese cartucho para más adelante. Si Assur liquidaba a todo el consejo, se le volverían en contra la mayor parte de los vampiros. A nadie le gustaba un dictador, y menos uno al que no se podía derrocar. ¿Tan imbéciles eran? provocarlo sólo traería mas problemas, que ganarse su favor y su beneplácito.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: A thousand years. {Priv. Assur}
Entre tanto caos de voces discordantes, otras llamando al silencio y mis colmillos fuera mostrados con desapego a los de mi raza que bien entendían que estaba mas que dispuesto a darles caza.
Hania dio un paso adelante sembrando la calma o al menos el silencio pues todos los ojos se centraron en esa chiquilla que era la herramienta para hacerme caer del trono.
Ladeé la cabeza escuchando sus sabias palabras. Si ella estaba loca y eramos nosotros los cuerdos, el mundo debía de estar demasiado corrompido para entenderlo.
Dejé escapar el aire de forma pesada relajando mis músculos, tenia razón, así no llegaríamos a nada, mas no era yo quien había empezado la gesta si no ellos, Ramses intentando tocar lo que era mio por derecho.
Los dedos de Boudica se pasearon por mis labios, como si aquel acto pudiera engatusarme y hacer que cediera a sus intentos de templanza, como si en follar fuera en lo que pensaba en ese momento.
Aparte nuevamente su mano con mala gana, solo la libertad de mi chiquilla haría que mi sangre dejara de hervir.
Di un paso al frente, los cainitas sacaron los dientes, me temían era un echo y mi sonrisa se ladeo corrompiendo mis ojos escarlata que gozaron por ello.
-Ya que tengo el placer de tener el consejo reunido para asegurar mi bien, voy a daros algo en lo que pensar. Cain -mi voz sonó tan potente que retumbo en el gran salón y pude apreciar un ligero temblor entre los allí presentes.
-La inquisición busca despertar a padre, quieren darle caza y muerte, algo que bien sabemos todos los de nuestra estirpe que es imposible.
Me encogí de hombros con cierta parsimonia y un aire chulesco al recorrerlos a todos con mi mirada.
-Quizás empiece a añorar un reencuentro que aquel que me dio la vida hace tiempo...ya sabéis, empiezo a sentir nostalgia -mis palabras sonaban burlonas, demasiado, pero a su vez eran el mayor de los desafíos jamas lanzados, pues nuestras profecías decían que el día que Cain se alzara de nuevo el apocalipsis se cerniría sobre el mundo llevándose consigo a sus desventurados hijos, es decir, nosotros.
Caminé hacia la niña posando mi mano en su rostro y regalandole una tierna caricia.
-había encontrado algo con lo que divertirme, ya sabéis en el fondo soy un sentimental -mentí burdamente, algo que bien sabían todos los allí presentes -mas si decidís matar a mi juguete, tendré que abrir nuevos horizontes y dado que mi sangre y la de mis hermanos es lo único que puede despertar a padre, quizás se me antoje una emotiva reunión familiar
Os enviare una invitación, para variar.
En cada una de mis palabras se escondía un reto camuflado, uno que bien sabia que ellos entenderían, a fin de cuentas así eran las partidas de ajedrez.
-¿de verdad queréis que me aburra? Dicen que cuando el demonio se aburre mata moscas con el rabo ¿vosotros no llegáis ni a ser moscas para mi -rugí mostrando mis dientes en clara señal de desafió, esta vez no velado -si la tocaban aquello seria una carnicería, ella era mía.
Hania dio un paso adelante sembrando la calma o al menos el silencio pues todos los ojos se centraron en esa chiquilla que era la herramienta para hacerme caer del trono.
Ladeé la cabeza escuchando sus sabias palabras. Si ella estaba loca y eramos nosotros los cuerdos, el mundo debía de estar demasiado corrompido para entenderlo.
Dejé escapar el aire de forma pesada relajando mis músculos, tenia razón, así no llegaríamos a nada, mas no era yo quien había empezado la gesta si no ellos, Ramses intentando tocar lo que era mio por derecho.
Los dedos de Boudica se pasearon por mis labios, como si aquel acto pudiera engatusarme y hacer que cediera a sus intentos de templanza, como si en follar fuera en lo que pensaba en ese momento.
Aparte nuevamente su mano con mala gana, solo la libertad de mi chiquilla haría que mi sangre dejara de hervir.
Di un paso al frente, los cainitas sacaron los dientes, me temían era un echo y mi sonrisa se ladeo corrompiendo mis ojos escarlata que gozaron por ello.
-Ya que tengo el placer de tener el consejo reunido para asegurar mi bien, voy a daros algo en lo que pensar. Cain -mi voz sonó tan potente que retumbo en el gran salón y pude apreciar un ligero temblor entre los allí presentes.
-La inquisición busca despertar a padre, quieren darle caza y muerte, algo que bien sabemos todos los de nuestra estirpe que es imposible.
Me encogí de hombros con cierta parsimonia y un aire chulesco al recorrerlos a todos con mi mirada.
-Quizás empiece a añorar un reencuentro que aquel que me dio la vida hace tiempo...ya sabéis, empiezo a sentir nostalgia -mis palabras sonaban burlonas, demasiado, pero a su vez eran el mayor de los desafíos jamas lanzados, pues nuestras profecías decían que el día que Cain se alzara de nuevo el apocalipsis se cerniría sobre el mundo llevándose consigo a sus desventurados hijos, es decir, nosotros.
Caminé hacia la niña posando mi mano en su rostro y regalandole una tierna caricia.
-había encontrado algo con lo que divertirme, ya sabéis en el fondo soy un sentimental -mentí burdamente, algo que bien sabían todos los allí presentes -mas si decidís matar a mi juguete, tendré que abrir nuevos horizontes y dado que mi sangre y la de mis hermanos es lo único que puede despertar a padre, quizás se me antoje una emotiva reunión familiar
Os enviare una invitación, para variar.
En cada una de mis palabras se escondía un reto camuflado, uno que bien sabia que ellos entenderían, a fin de cuentas así eran las partidas de ajedrez.
-¿de verdad queréis que me aburra? Dicen que cuando el demonio se aburre mata moscas con el rabo ¿vosotros no llegáis ni a ser moscas para mi -rugí mostrando mis dientes en clara señal de desafió, esta vez no velado -si la tocaban aquello seria una carnicería, ella era mía.
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
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Re: A thousand years. {Priv. Assur}
Evidentemente no eran tan estúpidos como para decretar una caza de sangre contra ellos, no por tan poco motivo como ese. La guerra sería encubierta, sibilina, traicionera como la noche, como siempre sucedía cuando los cainitas que decidían pasar a la acción eran viejos aburridos cuyo único aliciente en su inmortalidad era conspirar y urdir traiciones y venganzas en la sombra.
Escucharon a Assur amenazar, y por mucho que le pesara esa posibilidad existía y si algo había en el mundo que ningún vampiro cuerdo deseara es que Caín se levantase y viese en qué se habían convertido los de su estirpe. En su fuero interno seguían pensando que la posibilidad de que eso sucediese, se eliminaría al caer algún Black, con lo cual, el objetivo a abatir era el más débil de los Black. Y ese no era Assur. Había llegado a sus oídos que Joe se iba a casar en París en breve. Quizás con él tuvieran una mejor oportunidad de ponerle fin al reinado de terror de Assur y los hijos de Caín. Con una nueva cúpula de poder el reino de la noche se extendería y crecería con más relumbre y gloria.
Si algo tenían era tiempo y paciencia. En esa ocasión Assur podría conservar a "su juguete" como lo había llamado, pero no le perderían ojo. Sila el romano se levantó con expresión hastiada y le hizo un gesto con la mano.
— ¿Podemos ponerle fin ya a esta estupidez? me aburre tanta palabrería y tanta amenaza, si quisiera sentarme a discutir me habría quedado en el senado romano. Assur hará lo que le salgo de los cojones sin acatar órdenes...pues que lo haga y no me déis más la paliza. Si esa chiquilla vuelve a liarla, no habrá aviso de nada, atente a las consecuencias, y si eso supone la destrucción de la especie... meh. Pues ya está. Tanto drama me da acidez.
Hania observó su rostro autoritario y el azul extraño de sus ojos, era como si no fueran humanos, como si jamás lo hubiera sido, tenían un brillo cruel que la hizo estremecer. Sintió la caricia de Assur en su mejilla y se encogió. Cuando salieran de allí, si no estaba demasiado enfadado, se acurrucaría contra él para despedir a la luna; hasta la fecha había afrontado todas sus desgracias sola, pero de alguna forma, una eternidad de soledad se le antojaba demasiado tiempo y tenerlo cerca, pero separado por una pared, le parecía casi delito.
Al parecer se podían marchar ya, así que la rubia giró sobre sus talones y comenzó a andar hacia Assur despacio, tensa todavía y recordándose elevar la barbilla y no mirar al suelo. Cuando estuvieron fuera de allí cogió la mano del vampiro expulsando el aire que no necesitaba de los pulmones, para aliviar la tensión. Fijó los ojos en el suelo, abatida, deprimida por todo lo que había pasado.
— ¿podemos irnos a casa?...— susurró. "Casa". Nunca había tenido una, el orfanato era lo más parecido y ahora su casa era donde estuviera Assur. Tan sólo quería quitarse los sesos del Ramsés de encima y enterrarse entre mantas, abandonarse a la anestesia del sueño.
Escucharon a Assur amenazar, y por mucho que le pesara esa posibilidad existía y si algo había en el mundo que ningún vampiro cuerdo deseara es que Caín se levantase y viese en qué se habían convertido los de su estirpe. En su fuero interno seguían pensando que la posibilidad de que eso sucediese, se eliminaría al caer algún Black, con lo cual, el objetivo a abatir era el más débil de los Black. Y ese no era Assur. Había llegado a sus oídos que Joe se iba a casar en París en breve. Quizás con él tuvieran una mejor oportunidad de ponerle fin al reinado de terror de Assur y los hijos de Caín. Con una nueva cúpula de poder el reino de la noche se extendería y crecería con más relumbre y gloria.
Si algo tenían era tiempo y paciencia. En esa ocasión Assur podría conservar a "su juguete" como lo había llamado, pero no le perderían ojo. Sila el romano se levantó con expresión hastiada y le hizo un gesto con la mano.
— ¿Podemos ponerle fin ya a esta estupidez? me aburre tanta palabrería y tanta amenaza, si quisiera sentarme a discutir me habría quedado en el senado romano. Assur hará lo que le salgo de los cojones sin acatar órdenes...pues que lo haga y no me déis más la paliza. Si esa chiquilla vuelve a liarla, no habrá aviso de nada, atente a las consecuencias, y si eso supone la destrucción de la especie... meh. Pues ya está. Tanto drama me da acidez.
Hania observó su rostro autoritario y el azul extraño de sus ojos, era como si no fueran humanos, como si jamás lo hubiera sido, tenían un brillo cruel que la hizo estremecer. Sintió la caricia de Assur en su mejilla y se encogió. Cuando salieran de allí, si no estaba demasiado enfadado, se acurrucaría contra él para despedir a la luna; hasta la fecha había afrontado todas sus desgracias sola, pero de alguna forma, una eternidad de soledad se le antojaba demasiado tiempo y tenerlo cerca, pero separado por una pared, le parecía casi delito.
Al parecer se podían marchar ya, así que la rubia giró sobre sus talones y comenzó a andar hacia Assur despacio, tensa todavía y recordándose elevar la barbilla y no mirar al suelo. Cuando estuvieron fuera de allí cogió la mano del vampiro expulsando el aire que no necesitaba de los pulmones, para aliviar la tensión. Fijó los ojos en el suelo, abatida, deprimida por todo lo que había pasado.
— ¿podemos irnos a casa?...— susurró. "Casa". Nunca había tenido una, el orfanato era lo más parecido y ahora su casa era donde estuviera Assur. Tan sólo quería quitarse los sesos del Ramsés de encima y enterrarse entre mantas, abandonarse a la anestesia del sueño.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: A thousand years. {Priv. Assur}
En esta ocasión fue Sila quien nos interrumpió, mas sensato o al menos con menos ganas de acabar entre mis fauces aquella velada. Aseguró que estaba cansado del juicio, ya eramos dos.
Ladeé la sonrisa, tanta amenaza a él le aburría y a mi me daba hambre, así que lo mas sensato era poner fin a esta pantomima y continua con nuestra partida de ajedrez otro día.
El trono esperaría, siempre los tronos están, lo único que cambia es el culo que sentar. Mi mano sobre el hombro de Hania, una despedida altiva a mi consejo, que la verdad poco o nada me había servido en aquella ocasión mas que para dejarme claras dos cosas, una que querían derrocarme, algo que no era una novedad, a decir verdad.
Dos, que Sila no se había quedado en su consejo porque se aburría de parlamentar, mas se había venido al mio ¿que ironía verdad? y yo que pensaba que era porque el imperio romano cayó.
No pude evitar reírme al saber que mi chiquilla trasteaba en mi mente y posiblemente habría descifrado como el propio Sila ese pensamiento que deje llegar con claridad a todos los allí presentes.
Hania miraba el suelo, estaba rota, mas de lo que era normal en ella.
Mi mano a su mentón, lo alcé con suavidad para enfrentar sus ojos a los míos en un instante que lo significo todo para los dos.
-Hania estoy orgulloso de ti -susurré mientras me agachaba para quedar ligeramente a su altura, relamí mis labios centrando mis ojos en su boca cuando me pidió permiso para volver a casa.
Acaricié su rostro con mi mano sin dejar de contemplar aquella belleza elegante que siempre me había parecido que lucia, aunque solo era eso, una niña que no sabia nada del mundano juego de la seducción o la atracción.
-Si, podemos volver a casa -susurré alzándome de nuevo para tenderle la mano como hice hace ya algún tiempo.
Juntos salimos del ático, esta vez sin mas escolta que nosotros mismos y el gélido frio de la noche que pronto se cernió sobre nuestros cuerpos.
Rodeé su cintura con mi brazo, mis ojos se perdieron en sus orbes y pronto salté a una de las fachadas cercanas, terrazas, balconadas y en poco tiempo y con nuestra velocidad sobrehumana llegamos a nuestra habitación sin tan siquiera pasar por el Hall.
Dos damas en mi cama me esperaban, mas aquella noche no estaba de humor, así que con un gesto de cabeza me limite a echarlas.
-¿estas bien Hania? -pregunté mientras caminaba hacia el mueble bar para servirme un whisky doble.
Mis ojos la buscaron, su mirada perdida en el infinito, sabia que ahora mil dudas pasearían por su mente o quizás no era si, no siempre alcanzaba a entenderla, aunque por mi padre Cain que lo intentaba noche y día, ella era mi mayor desafió, mi mayor gesta.
Di un sorbo recorriendo mis propios pasos hasta tomar asiento en el lecho, me quité las botas y la camisola para ponerme cómodo.
-Vamos Hania háblame, pregunta lo que necesites saber, estoy aquí ¿no me ves?
Ladeé la sonrisa, tanta amenaza a él le aburría y a mi me daba hambre, así que lo mas sensato era poner fin a esta pantomima y continua con nuestra partida de ajedrez otro día.
El trono esperaría, siempre los tronos están, lo único que cambia es el culo que sentar. Mi mano sobre el hombro de Hania, una despedida altiva a mi consejo, que la verdad poco o nada me había servido en aquella ocasión mas que para dejarme claras dos cosas, una que querían derrocarme, algo que no era una novedad, a decir verdad.
Dos, que Sila no se había quedado en su consejo porque se aburría de parlamentar, mas se había venido al mio ¿que ironía verdad? y yo que pensaba que era porque el imperio romano cayó.
No pude evitar reírme al saber que mi chiquilla trasteaba en mi mente y posiblemente habría descifrado como el propio Sila ese pensamiento que deje llegar con claridad a todos los allí presentes.
Hania miraba el suelo, estaba rota, mas de lo que era normal en ella.
Mi mano a su mentón, lo alcé con suavidad para enfrentar sus ojos a los míos en un instante que lo significo todo para los dos.
-Hania estoy orgulloso de ti -susurré mientras me agachaba para quedar ligeramente a su altura, relamí mis labios centrando mis ojos en su boca cuando me pidió permiso para volver a casa.
Acaricié su rostro con mi mano sin dejar de contemplar aquella belleza elegante que siempre me había parecido que lucia, aunque solo era eso, una niña que no sabia nada del mundano juego de la seducción o la atracción.
-Si, podemos volver a casa -susurré alzándome de nuevo para tenderle la mano como hice hace ya algún tiempo.
Juntos salimos del ático, esta vez sin mas escolta que nosotros mismos y el gélido frio de la noche que pronto se cernió sobre nuestros cuerpos.
Rodeé su cintura con mi brazo, mis ojos se perdieron en sus orbes y pronto salté a una de las fachadas cercanas, terrazas, balconadas y en poco tiempo y con nuestra velocidad sobrehumana llegamos a nuestra habitación sin tan siquiera pasar por el Hall.
Dos damas en mi cama me esperaban, mas aquella noche no estaba de humor, así que con un gesto de cabeza me limite a echarlas.
-¿estas bien Hania? -pregunté mientras caminaba hacia el mueble bar para servirme un whisky doble.
Mis ojos la buscaron, su mirada perdida en el infinito, sabia que ahora mil dudas pasearían por su mente o quizás no era si, no siempre alcanzaba a entenderla, aunque por mi padre Cain que lo intentaba noche y día, ella era mi mayor desafió, mi mayor gesta.
Di un sorbo recorriendo mis propios pasos hasta tomar asiento en el lecho, me quité las botas y la camisola para ponerme cómodo.
-Vamos Hania háblame, pregunta lo que necesites saber, estoy aquí ¿no me ves?
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
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Re: A thousand years. {Priv. Assur}
Le dijo que estaba orgulloso de ella. ¡¡De ella!!. Eso no lo esperaba, pensaba que seguiría estando enfadado por sus rarezas, por sus golpes de locura.Cuando le elevó el mentón ella subió la mano y acarició su barba incipiente, los ojos contaban más cosas de las que los labios eran capaces de expresar. Era la primera vez que alguien le decía eso y se hubiera echado a llorar si no fuera porque se pusieron en marcha de inmediato. Se agarró a Assur, apoyó la cabeza en su pecho cerrando los ojos y se dejó llevar como una hoja que lleva el viento. Cuando llegaron al hotel estaba agotada y a pesar de que al final había salido medio bien, seguía preocupada por muchas cosas. Por ser un monstruo asesino descontrolado, por crearle problemas a Assur, por ser ahora el objetivo de esos ancianos ávidos de poder... y la lista no hacía más que crecer.
Todavía tenía los sesos y la sangre de Ramsés en su vestido. Se metió en el baño a quitarse la prenda y a los pocos segundos asomó la cabeza por la puerta con el vestido en la mano mirando a Assur y susurrando con voz suave.
— Lo que daría el Louvre por esta reliquia... pasarían como las vendas de la momia del verdadero Ramsés...— en realidad lo había pensado así, tal cual. En la montaña de lava que era ahora su mente, se había habierto un resquicio de vapor, algo que su cuerpo necesitaba hacer para aliviar la tensión o le estallarían las neuronas. Primero sonrió al darse cuenta de lo que había dicho pero luego soltó una risilla y dejó caer el vestido perdiéndose dentro del baño de nuevo. No es que no se tomase en serio lo que acababa de pasar, es que se lo tomaba tanto, que necesitaba esos momentos para sobreponerse.
Dejó que el agua resbalara por su pelo, tiñendo la bañera de carmesí, y haciendo que algunas de las preocupaciones resbalasen por su piel hasta largarse por el sumidero. Se secó con una toalla y salió en busca de un camisón, cogió el primero que encontró en la cómoda y se lo puso, regresando con Assur, algo más tranquila, con el pelo aún húmedo. Se sentó a su lado sobre la cama y puso las manos en el regazo. "Los Black no nos disculpamos." Aunque tuviera la necesidad de pedirle perdón por arrastrarlo a esa situación, no debía hacerlo, él no quería que se disculpara. Tenía preguntas, y de algunas ya sabía la respuesta o la intuía, pero hablar con Assur lo haría mucho más fácil de llevar.
— Va a ser así siempre..¿verdad? ellos llenos de odio, intentando aniquilar a quienes les hacen sombra... sin importar nada más porque ya han perdido todo apego por la vida y todo vestigio de humanidad.— reflexionaba en voz alta.— ... cuando vives tantos años...¿esto es lo que queda al final? ¿el odio?...— Entonces ella no quería vivir hasta los seis mil. Era incapaz de odiar, excepto a si misma. Estaba hecha de luz, estaba hecha para amar, perdonar y traer compasión a esta noche larga que era ahora su vida. A la única que no podía perdonar era a la propia Hania, por no ser más fuerte, por no ser lo que esperaban de ella; aunque no hubiera elegido nada de todo aquello, al final eran sus actos lo que la llevaban a teñirse de sangre. No podía perdonarse por existir.
Sentía que entonces la noche se hacía más fría, más cruda y oscura al aceptar esa realidad. Pero su esencia gritaba, luchaba.
— Assur... no me voy a rendir a eso. No seré como ellos, no soy tan fuerte ni tan lista como tú... yo no sobreviviría al odio. Si el único sentido que tiene mi existencia es hacerte más fuerte con mi afecto...que sea así. El amor no nos hace débiles, nos da más motivos para pelear...si no fuera por ti yo...habría muerto ya en las alcantarillas o...quien sabe. Y si algun dia soy demasiada carga para ti, sólo aléjame, sabré entenderlo.— fijó los ojos en el vestido lleno de sangre y cambió el gesto, abriendo sus imensos ojos azules de nuevo con esa chispa vital con tintes de locura, que a veces asomaba a su rostro.— ¿Podemos ir al Louvre mañana? quiero ver la máscara de Amenophis, por si también era amigo de Ramsés y le da por interceptarme en la azotea... o... ¡Espera! ¿Napoleón también fue de los nuestros? ¿Quién mordería a alguien así con lo feo que era...pffff
Todavía tenía los sesos y la sangre de Ramsés en su vestido. Se metió en el baño a quitarse la prenda y a los pocos segundos asomó la cabeza por la puerta con el vestido en la mano mirando a Assur y susurrando con voz suave.
— Lo que daría el Louvre por esta reliquia... pasarían como las vendas de la momia del verdadero Ramsés...— en realidad lo había pensado así, tal cual. En la montaña de lava que era ahora su mente, se había habierto un resquicio de vapor, algo que su cuerpo necesitaba hacer para aliviar la tensión o le estallarían las neuronas. Primero sonrió al darse cuenta de lo que había dicho pero luego soltó una risilla y dejó caer el vestido perdiéndose dentro del baño de nuevo. No es que no se tomase en serio lo que acababa de pasar, es que se lo tomaba tanto, que necesitaba esos momentos para sobreponerse.
Dejó que el agua resbalara por su pelo, tiñendo la bañera de carmesí, y haciendo que algunas de las preocupaciones resbalasen por su piel hasta largarse por el sumidero. Se secó con una toalla y salió en busca de un camisón, cogió el primero que encontró en la cómoda y se lo puso, regresando con Assur, algo más tranquila, con el pelo aún húmedo. Se sentó a su lado sobre la cama y puso las manos en el regazo. "Los Black no nos disculpamos." Aunque tuviera la necesidad de pedirle perdón por arrastrarlo a esa situación, no debía hacerlo, él no quería que se disculpara. Tenía preguntas, y de algunas ya sabía la respuesta o la intuía, pero hablar con Assur lo haría mucho más fácil de llevar.
— Va a ser así siempre..¿verdad? ellos llenos de odio, intentando aniquilar a quienes les hacen sombra... sin importar nada más porque ya han perdido todo apego por la vida y todo vestigio de humanidad.— reflexionaba en voz alta.— ... cuando vives tantos años...¿esto es lo que queda al final? ¿el odio?...— Entonces ella no quería vivir hasta los seis mil. Era incapaz de odiar, excepto a si misma. Estaba hecha de luz, estaba hecha para amar, perdonar y traer compasión a esta noche larga que era ahora su vida. A la única que no podía perdonar era a la propia Hania, por no ser más fuerte, por no ser lo que esperaban de ella; aunque no hubiera elegido nada de todo aquello, al final eran sus actos lo que la llevaban a teñirse de sangre. No podía perdonarse por existir.
Sentía que entonces la noche se hacía más fría, más cruda y oscura al aceptar esa realidad. Pero su esencia gritaba, luchaba.
— Assur... no me voy a rendir a eso. No seré como ellos, no soy tan fuerte ni tan lista como tú... yo no sobreviviría al odio. Si el único sentido que tiene mi existencia es hacerte más fuerte con mi afecto...que sea así. El amor no nos hace débiles, nos da más motivos para pelear...si no fuera por ti yo...habría muerto ya en las alcantarillas o...quien sabe. Y si algun dia soy demasiada carga para ti, sólo aléjame, sabré entenderlo.— fijó los ojos en el vestido lleno de sangre y cambió el gesto, abriendo sus imensos ojos azules de nuevo con esa chispa vital con tintes de locura, que a veces asomaba a su rostro.— ¿Podemos ir al Louvre mañana? quiero ver la máscara de Amenophis, por si también era amigo de Ramsés y le da por interceptarme en la azotea... o... ¡Espera! ¿Napoleón también fue de los nuestros? ¿Quién mordería a alguien así con lo feo que era...pffff
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: A thousand years. {Priv. Assur}
Hania se adentro en el baño, quería quitarse toda la sangre de encima aunque admitía que verla así, con ese aspecto salvaje tenia su aquel, estaba..preciosa.
Di un sorbo de mi copa perdiendo mi mirada por la ventana, sabia que aquello solo era eso, una tregua nimia, pues el peligro seguía acechando cada esquina del tablero de ajedrez. Hania era na pieza importante para el rey y eso la había colocado en peligro.
Di un nuevo trago, justo eso intente evitar durante siglos, milenios, poner en peligro algo que acabaría amando. Me había despojado de todo sentimiento, todo rastro de humanidad, y la verdad me había ido bien, una vida vacía que llené de sin sentidos que me hacían creer que mi existencia era plena, ahora era como si me debatiera entre quien fui y quien podía llegar a ser.
Me sentía confuso y en ese momento demasiado vulnerable.
Hania asomo su cabeza a través de la puerta del baño, ladeé la sonrisa cuando irrumpió en mis pensamientos y me preguntó si ese vestido tendría algún valor histórico, a decir verdad, lo tendría, claro que a ver quien iba a explicarle a los del museo a quien pertenecía y el porque de la sangre fresca esparcida en el cuando ese faraón debería de estar momificado desde hace milenios.
-¿Te froto la espalda? -le pregunté en tono jocoso.
Sabia que para ella no existía el deseo, pero por los dioses antiguos y nuevos para mi si.
Volvió a adentrarse en el baño para salir poco después con una toalla enrollada en su cuerpo y el pelo mojado, mis ojos la siguieron enrojecidos por la estancia, tendría que explicarle lo que su cuerpo podía causar en un hombre, algo que al parecer no tenia demasiado claro cuando se paseaba de esa guisa frente a mis ojos.
Dejó caer la toalla al suelo, mis labios se entreabrieron contemplando su culo, una visión mas que perfecta y yo hoy que no había comido.
Se deslizó el camisón por su piel blanca, mi respiración agitada quedaba mas que evidenciada cuando la pequeña inmortal se sentó a mi lado en el lecho.
Iba a hablar cuando me interrumpió, llego su pregunta de forma desordenada, como si fuera algo que había meditado desde hacia demasiado tiempo y que tuviera tan claro como que la luna pertenece a la noche y el sol al día.
-El amor Hania es un arma de doble filo, creo que es como una droga, te sientes pletórico, como si nada te pudiera alcanzar, es un sentimiento capaz de mover montañas, de desatar tempestades y por el que desafiar guerras..pero a su vez puede llevarte a un abismo del que nunca saldrás.
Deslicé mi dedo por su mejilla con suavidad, era complicadas mis palabras, hasta para mi.
-Hace tiempo deje de sentir, me iba bien así y ahora... -guardé silencio, la verdad es que no era capaz de seguir con esa conversación, para mi era muy difícil hablar de sentimientos cuando llevaba una eternidad sin un ápice de humanidad.
Ladeé la sonrisa cuando la mente de Hania viajo a otro lugar, así era ella, complicada pero misteriosa, un rompecabezas que me encantaba descifrar.
-¿Napoleon? Claro.
Reí divertido ahora quería ir al museo, negué mirándola fijamente
-a todo esto, tengo entradas para la opera, se que no es el mejor momento para pedirte una cita pero.. ¿que te parece si me acompañas? -bromeé guiñándole un ojo.
Di un sorbo de mi copa perdiendo mi mirada por la ventana, sabia que aquello solo era eso, una tregua nimia, pues el peligro seguía acechando cada esquina del tablero de ajedrez. Hania era na pieza importante para el rey y eso la había colocado en peligro.
Di un nuevo trago, justo eso intente evitar durante siglos, milenios, poner en peligro algo que acabaría amando. Me había despojado de todo sentimiento, todo rastro de humanidad, y la verdad me había ido bien, una vida vacía que llené de sin sentidos que me hacían creer que mi existencia era plena, ahora era como si me debatiera entre quien fui y quien podía llegar a ser.
Me sentía confuso y en ese momento demasiado vulnerable.
Hania asomo su cabeza a través de la puerta del baño, ladeé la sonrisa cuando irrumpió en mis pensamientos y me preguntó si ese vestido tendría algún valor histórico, a decir verdad, lo tendría, claro que a ver quien iba a explicarle a los del museo a quien pertenecía y el porque de la sangre fresca esparcida en el cuando ese faraón debería de estar momificado desde hace milenios.
-¿Te froto la espalda? -le pregunté en tono jocoso.
Sabia que para ella no existía el deseo, pero por los dioses antiguos y nuevos para mi si.
Volvió a adentrarse en el baño para salir poco después con una toalla enrollada en su cuerpo y el pelo mojado, mis ojos la siguieron enrojecidos por la estancia, tendría que explicarle lo que su cuerpo podía causar en un hombre, algo que al parecer no tenia demasiado claro cuando se paseaba de esa guisa frente a mis ojos.
Dejó caer la toalla al suelo, mis labios se entreabrieron contemplando su culo, una visión mas que perfecta y yo hoy que no había comido.
Se deslizó el camisón por su piel blanca, mi respiración agitada quedaba mas que evidenciada cuando la pequeña inmortal se sentó a mi lado en el lecho.
Iba a hablar cuando me interrumpió, llego su pregunta de forma desordenada, como si fuera algo que había meditado desde hacia demasiado tiempo y que tuviera tan claro como que la luna pertenece a la noche y el sol al día.
-El amor Hania es un arma de doble filo, creo que es como una droga, te sientes pletórico, como si nada te pudiera alcanzar, es un sentimiento capaz de mover montañas, de desatar tempestades y por el que desafiar guerras..pero a su vez puede llevarte a un abismo del que nunca saldrás.
Deslicé mi dedo por su mejilla con suavidad, era complicadas mis palabras, hasta para mi.
-Hace tiempo deje de sentir, me iba bien así y ahora... -guardé silencio, la verdad es que no era capaz de seguir con esa conversación, para mi era muy difícil hablar de sentimientos cuando llevaba una eternidad sin un ápice de humanidad.
Ladeé la sonrisa cuando la mente de Hania viajo a otro lugar, así era ella, complicada pero misteriosa, un rompecabezas que me encantaba descifrar.
-¿Napoleon? Claro.
Reí divertido ahora quería ir al museo, negué mirándola fijamente
-a todo esto, tengo entradas para la opera, se que no es el mejor momento para pedirte una cita pero.. ¿que te parece si me acompañas? -bromeé guiñándole un ojo.
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
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Re: A thousand years. {Priv. Assur}
Escuchó a Assur hablar sobre sentimientos, sobre cómo creía que era eso del amor y le enterneció enormemente, porque él no tenía ni idea de lo que era amar; o si alguna vez lo supo, se le había olvidado. Tomó una de sus manos y repasó las líneas de la palma con su dedo, siguiendo el hilo de su contestación.
— Tú eres como el sol, intenso, ardiente, implacable...y vives todo de esa forma, intensa. Pero hay muchas formas de amar. No siempre es como cuando saltas de una azotea. Puedes amar a alguien silenciosamente, en la distancia. Hay amor tranquilo, sosegado, que te aleja de la locura, como el que tú sientes por tus hermanos. El amor se puede manifestar de muchas maneras, en forma de cariño, de perdón, de apoyo...— le cerró la mano entre las suyas y lo miró a los ojos.— Siempre tendrás el mío.— hizo una mueca de resiganción que murió en una media sonrisa.— es todo cuanto tengo.
Porque lo que era, era todo cuanto tenía para ofrecer. Assur le había regalado una vida nueva, recursos sin límite, ayuda e instrucción...y ella no tenía nada, más que una mente rota y un cuerpo que no invitaba al placer tanto como el de otras mujeres mejor hechas.
Le preguntó lo de la Ópera y a la rubia se le iluminó la cara. Hacía mucho tiempo que soñaba con ir a un teatro y ver una función, escuchar esa música...lo que más disfrutaba del orfanato era cuando cantaban el día de navidad. La hermana Adolfina tocaba el piano y ensayaban dos veces por semana para saber bien el repertorio y el día de navidad, deleitar a quienes quisieran ir a ese pequeño concierto. Ese día solían adoptar a algunos huerfanos, quizás por las fechas, o porque los lavaban a conciencia, o porque sonaban adorables en el coro de la iglesia. Pero el caso es que ese día se esperaba con mucha ilusión. Hania llamaba mucho la atención, era pequeñita, rubia y con unos enormes ojos azules. Muchas parejas preguntaban por ella pero las monjas les avisaban de que la pequeña no estaba bien de la cabeza y todos se echaban atrás. Y año tras año veía esos ojos reparar en ella, pero acabar llevándose a otro niño.
Se preguntaba noche tras noche qué es lo que estaba mal con ella, ¿por qué no la querían? pero nunca había respuestas, sólo suposiciones inciertas. Por eso tenía para ella tanto valor el gesto que Assur tuvo sin conocerla de nada y cuando apenas era una subcriatura famélica y lastimosa que hedía a mierda de alcantarilla y a morgue.
— ¿de verdad? Oh! gracias! gracias! gracias! claro que quiero ir!!..— se abrazó a Assur llena de entusiasmo, parecía irral que alguien que podía hacer hervir la sangre y reventarte el cerebro sin despeinarse, pudiera disfrutar con algo tan mundano. El amanecer ya despuntaba y le dolía la cabeza horriblemente después de todo lo que había sucedido, así se coló en la cama del vampiro y lo esperó allí, hecha un ovillo, porque si Assur no quería compañía de otras damas, ella no iba a desperdiciar la oportunidad de tenerlo para si, de quererlo a su manera, de abrazarlo y regalarle su cariño.
— Tú eres como el sol, intenso, ardiente, implacable...y vives todo de esa forma, intensa. Pero hay muchas formas de amar. No siempre es como cuando saltas de una azotea. Puedes amar a alguien silenciosamente, en la distancia. Hay amor tranquilo, sosegado, que te aleja de la locura, como el que tú sientes por tus hermanos. El amor se puede manifestar de muchas maneras, en forma de cariño, de perdón, de apoyo...— le cerró la mano entre las suyas y lo miró a los ojos.— Siempre tendrás el mío.— hizo una mueca de resiganción que murió en una media sonrisa.— es todo cuanto tengo.
Porque lo que era, era todo cuanto tenía para ofrecer. Assur le había regalado una vida nueva, recursos sin límite, ayuda e instrucción...y ella no tenía nada, más que una mente rota y un cuerpo que no invitaba al placer tanto como el de otras mujeres mejor hechas.
Le preguntó lo de la Ópera y a la rubia se le iluminó la cara. Hacía mucho tiempo que soñaba con ir a un teatro y ver una función, escuchar esa música...lo que más disfrutaba del orfanato era cuando cantaban el día de navidad. La hermana Adolfina tocaba el piano y ensayaban dos veces por semana para saber bien el repertorio y el día de navidad, deleitar a quienes quisieran ir a ese pequeño concierto. Ese día solían adoptar a algunos huerfanos, quizás por las fechas, o porque los lavaban a conciencia, o porque sonaban adorables en el coro de la iglesia. Pero el caso es que ese día se esperaba con mucha ilusión. Hania llamaba mucho la atención, era pequeñita, rubia y con unos enormes ojos azules. Muchas parejas preguntaban por ella pero las monjas les avisaban de que la pequeña no estaba bien de la cabeza y todos se echaban atrás. Y año tras año veía esos ojos reparar en ella, pero acabar llevándose a otro niño.
Se preguntaba noche tras noche qué es lo que estaba mal con ella, ¿por qué no la querían? pero nunca había respuestas, sólo suposiciones inciertas. Por eso tenía para ella tanto valor el gesto que Assur tuvo sin conocerla de nada y cuando apenas era una subcriatura famélica y lastimosa que hedía a mierda de alcantarilla y a morgue.
— ¿de verdad? Oh! gracias! gracias! gracias! claro que quiero ir!!..— se abrazó a Assur llena de entusiasmo, parecía irral que alguien que podía hacer hervir la sangre y reventarte el cerebro sin despeinarse, pudiera disfrutar con algo tan mundano. El amanecer ya despuntaba y le dolía la cabeza horriblemente después de todo lo que había sucedido, así se coló en la cama del vampiro y lo esperó allí, hecha un ovillo, porque si Assur no quería compañía de otras damas, ella no iba a desperdiciar la oportunidad de tenerlo para si, de quererlo a su manera, de abrazarlo y regalarle su cariño.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: A thousand years. {Priv. Assur}
Sus dedos repasaron las lineas de mi mano, caricias lentas que no estaba acostumbrado a sentir y que de alguna manera que no podía ni estaba dispuesto a admitir erizaron mi piel.
La escuché hablar del amor, entendía lo que decía, es solo que yo había dejado de amar hacia mucho tiempo, era cierto que quería a mis hermanos, los protegería de cualquier cosa, mas el tiempo nos había deshumanizado tanto que a veces no sabia exactamente que sentía por ellos.
Eran mis hermanos, por sus venas corría mi sangre, la de Cain, pero digamos que no nos lanzábamos a los brazos de los otros con emotivos encuentros si no mas bien la frialdad reinaba frente a nuestros ojos.
Me encogí de hombros limitándome a sonreirle de medio lado ,sabia que tenia su afecto, ese paterno filial que siempre me demostraba, era su sire, su instructor, el que la había sacado de la calle y el hombre que la protegía de todos los peligros que pudiera encontrar. Le había dado la oportunidad de sr una Black, eso era algo que no podía tomar a la ligera y no porque no mereciera serlo, a estas alturas había quedado mas que probado que sus características, sus dones estaban muy por encima de la del resto de inmortales, pero su mente estaba rota, rota en muchos sentidos. No se daba cuenta de que su cuerpo femenino era capaz de levantar pasiones, peor su mente se había quedado anclada a una época diferente.
Sonreí de medio lado al verla saltar de felicidad del lecho para abrazarse como una niña pequeña a mi cuello, de eso hablaba de esos actos que la convertían en una niña y no en la doncella que yo veia, su cuerpo contra el mio despertaba unos instintos inapropiados, no estaba preparada para comportarse como una mujer, no era una mujer aunque su cuerpo dijera lo contrario.
Traté de mentalizarme mientras apartaba el pelo de su cuello y apoyaba contra su yugular mis labios dejando que su sangre corriera desaforada bajo ellos.
-Sabia que te haría ilusión ir a la opera, mas no sabia hasta que punto -bromeé contra su piel -voy a darme un baño y durmamos, pronto nos alcanzará el sol y hoy el día a sido intenso cuanto menos ¿cierto?
Le guiñe el ojo poniéndome en pie y tomando ropa interior limpia, unos pantalones cómodos y una toalla me perdí tras la puerta del cuarto de baño.
El agua de la tina estaba caliente, así que tras quitarme la ropa me sumergí en ella dejándome embriagar por la tranquilidad, una parte de mi tenia ganas de mas, pero había tirado a las mujeres de la cámara y a decir verdad dormir con ellas no era exactamente mi prioridad.
Una vez limpio y con ropa limpia y cómoda atravesé el umbral de la puerta rumbo a mi lecho, pensé que Hania ya dormiría en el ajeno, mas por ende se encontraba echa un ovillo sobre mis sabanas blancas.
Ladeé la sonrisa metiéndome junto a ella en la cama, nuestros ojos se encontraron, era raro, de normal venia cuando yo ya estaba dormido y aunque me enteraba de que estaba allí, notaba su cuerpo contra el mio, me hacia el dormido sin mas..pero ahora..no sabia bien como actuar.
No solía meterme con mujeres en la cama, bueno, si, mujeres con las que follaba, pero este no era el caso.
Cerré los ojos aun sintiendo su mirada fija en la mía, era imposible evitar que mi hombría no estuviera en alza y en un acto reflejo lleve allí mi mano para aliviar ligeramente la tensión.
La escuché hablar del amor, entendía lo que decía, es solo que yo había dejado de amar hacia mucho tiempo, era cierto que quería a mis hermanos, los protegería de cualquier cosa, mas el tiempo nos había deshumanizado tanto que a veces no sabia exactamente que sentía por ellos.
Eran mis hermanos, por sus venas corría mi sangre, la de Cain, pero digamos que no nos lanzábamos a los brazos de los otros con emotivos encuentros si no mas bien la frialdad reinaba frente a nuestros ojos.
Me encogí de hombros limitándome a sonreirle de medio lado ,sabia que tenia su afecto, ese paterno filial que siempre me demostraba, era su sire, su instructor, el que la había sacado de la calle y el hombre que la protegía de todos los peligros que pudiera encontrar. Le había dado la oportunidad de sr una Black, eso era algo que no podía tomar a la ligera y no porque no mereciera serlo, a estas alturas había quedado mas que probado que sus características, sus dones estaban muy por encima de la del resto de inmortales, pero su mente estaba rota, rota en muchos sentidos. No se daba cuenta de que su cuerpo femenino era capaz de levantar pasiones, peor su mente se había quedado anclada a una época diferente.
Sonreí de medio lado al verla saltar de felicidad del lecho para abrazarse como una niña pequeña a mi cuello, de eso hablaba de esos actos que la convertían en una niña y no en la doncella que yo veia, su cuerpo contra el mio despertaba unos instintos inapropiados, no estaba preparada para comportarse como una mujer, no era una mujer aunque su cuerpo dijera lo contrario.
Traté de mentalizarme mientras apartaba el pelo de su cuello y apoyaba contra su yugular mis labios dejando que su sangre corriera desaforada bajo ellos.
-Sabia que te haría ilusión ir a la opera, mas no sabia hasta que punto -bromeé contra su piel -voy a darme un baño y durmamos, pronto nos alcanzará el sol y hoy el día a sido intenso cuanto menos ¿cierto?
Le guiñe el ojo poniéndome en pie y tomando ropa interior limpia, unos pantalones cómodos y una toalla me perdí tras la puerta del cuarto de baño.
El agua de la tina estaba caliente, así que tras quitarme la ropa me sumergí en ella dejándome embriagar por la tranquilidad, una parte de mi tenia ganas de mas, pero había tirado a las mujeres de la cámara y a decir verdad dormir con ellas no era exactamente mi prioridad.
Una vez limpio y con ropa limpia y cómoda atravesé el umbral de la puerta rumbo a mi lecho, pensé que Hania ya dormiría en el ajeno, mas por ende se encontraba echa un ovillo sobre mis sabanas blancas.
Ladeé la sonrisa metiéndome junto a ella en la cama, nuestros ojos se encontraron, era raro, de normal venia cuando yo ya estaba dormido y aunque me enteraba de que estaba allí, notaba su cuerpo contra el mio, me hacia el dormido sin mas..pero ahora..no sabia bien como actuar.
No solía meterme con mujeres en la cama, bueno, si, mujeres con las que follaba, pero este no era el caso.
Cerré los ojos aun sintiendo su mirada fija en la mía, era imposible evitar que mi hombría no estuviera en alza y en un acto reflejo lleve allí mi mano para aliviar ligeramente la tensión.
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
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Re: A thousand years. {Priv. Assur}
Ya sabía que Assur se hacía el dormido, de hecho dudaba que durmiese de verdad. Era como el Ojo que todo lo ve. Aún así, meterse en la cama con ella, y compartir esos minutos, esas miradas, lo habían tensado aunque no entendía bien por qué. Frunció el ceño y bajó la mano por su abdomen hasta que ésta chocó con lo inevitable y ahogó una exclamación. Retiró la mano para colocarla de nuevo sobre su pecho y acurrucarse contra él.
— ¡Uy! Siento haber tocado tu serpiente Assur...hasta mañana— Porque cuando vio las de Uryan las llamó serpientes, y le sonaba mejor que cualquier otro vulgar adjetivo de los que la gente decía por ahí cuando lanzaban improperios.
Apretó los ojos con fuerza y trató de dormirse pensando en que al día siguiente irían a la Opera y estaba completamente ilusionada.
Estaba tan cansada que se durmió al momento, pero se revolvió en sueños, tuvo pesadillas, algunas eran las de siempre, como el nicho de la morgue, pero con una variación; en vez del estudiante de medicina que abría la bandeja, era Ramsés que trataba de morderla. Al parecer, Assur la tranquilizaba con su tacto y un susurro, y en vez de despertar gritando, volvía a dormir y a caer en la inconsciencia reparadora, que tanto bien le hacía a su mente.
Cuando por fin despertó, ya caía el crepúsculo y recordó que tenían que ir a la Opera. Se levantó apresuradamente, tenía mucho que hacer: cepillarse el pelo, elegir un vestido... las joyas le daban igual, nunca se quitaba el rubí que le regaló Assur aquel día, daba lo mismo si no conjuntaba con el resto de accesorios, ni tampoco que tuviera collares de diamantes sobre su tocador. Escogió un vestido gris perla con pedrerías y encaje en las mangas y se recogió el pelo en la nuca en un moño hecho de trenzas ahuecadas.
— ¡Uy! Siento haber tocado tu serpiente Assur...hasta mañana— Porque cuando vio las de Uryan las llamó serpientes, y le sonaba mejor que cualquier otro vulgar adjetivo de los que la gente decía por ahí cuando lanzaban improperios.
Apretó los ojos con fuerza y trató de dormirse pensando en que al día siguiente irían a la Opera y estaba completamente ilusionada.
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Estaba tan cansada que se durmió al momento, pero se revolvió en sueños, tuvo pesadillas, algunas eran las de siempre, como el nicho de la morgue, pero con una variación; en vez del estudiante de medicina que abría la bandeja, era Ramsés que trataba de morderla. Al parecer, Assur la tranquilizaba con su tacto y un susurro, y en vez de despertar gritando, volvía a dormir y a caer en la inconsciencia reparadora, que tanto bien le hacía a su mente.
Cuando por fin despertó, ya caía el crepúsculo y recordó que tenían que ir a la Opera. Se levantó apresuradamente, tenía mucho que hacer: cepillarse el pelo, elegir un vestido... las joyas le daban igual, nunca se quitaba el rubí que le regaló Assur aquel día, daba lo mismo si no conjuntaba con el resto de accesorios, ni tampoco que tuviera collares de diamantes sobre su tocador. Escogió un vestido gris perla con pedrerías y encaje en las mangas y se recogió el pelo en la nuca en un moño hecho de trenzas ahuecadas.
- vestido:
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: A thousand years. {Priv. Assur}
La noche fue complicada Hania tenia pesadillas, trate sin demasiado éxito de calmarlas, no solo acariciando su fría tez, si no usando poderes mentales que esperaba calmaran en susurro su desanimo, mas mi fuerza mental no superaba la suya, muy por ende de la física que la cuadriplicaba.
Siempre fui un hombre inteligente, dispuesto a participar en el juego de ajedrez que había puesto frente a mi la vida. Pero si por algo destaque durante gran parte de mi existencia era por las gestas, por mi modo de combatir, sanguinario, inmortal e invencible. Puede que la vida estuviera cambiando, el tiempo en el que se clavaban cabezas en picas como parlamentarismo habían acabado, ahora la gente se reunía con banderas blancas y tibias palabras que en muchas ocasiones decían completamente lo contrario de lo que se pensaba.
Finalmente ambos quedamos sumidos en un profundo sueño que solo se dio por finalizado cuando el crepúsculo se apodero del cielo. Hanai se alzó sobresaltada mientras yo me estiraba en la cama ladeando la sonrisa.
Esta corría por la cámara de lado a lado decidida a ponerse bella para acudir a la opera, era irónico como sabia que tenia que ponerse para ir hermosa y desatar así las pasiones de cualquier hombre, mas después no sabia que hacer con esa belleza innata que lucia y que hubiera arrastrado al infierno de sus piernas a mas de uno.
Me puse en pie y como ella decidí adecentarme para la ocasión, me coloque un chaqué, camisa blanca aunque pasé de la corbata, aquella noche quería pasarla con mi chiquilla de forma poco formal, alejada a las fiestas rigurosas a las que de normal acudía con ella..mas bien buscaba simplemente compartir una noche compartiendo gustos, risas y hablando de aquellas cosas que hacia cuando yo no estaba.
Había algo que dijo la noche anterior que me supo extraño, cuando tocó mi miembro lo llamo serpiente, desde luego eso no lo había oído de mi, y dudaba que lo hubiera escuchado en las alcantarillas donde había vivido durante tanto tiempo. Me preocupaba que algún hombre estuviera aprovechándose de la inocencia de esa niña que dudaba supiera lo que era dar placer.
-¿Nos vamos señorita? -pregunté tendiéndole mi mano para que la tomara -Estas preciosa, por cierto.
Juntos abandonamos el hotel camino a la opera que estaba justo enfrente, la gente se arremolinaba en una inmensa cola, todos dispuestos a escuchar a la filarmonica.
Iba meditando le modo de empezar aquella conversación que a decir verdad y dada su inocencia no sabia ni como tocar.
Era irónico que yo, un inmortal con mucha experiencia en el terreno sexual no sabia como hacer para hablar con mi chiquilla sobre l oque estaba pasando o no en su vida.
Siempre fui un hombre inteligente, dispuesto a participar en el juego de ajedrez que había puesto frente a mi la vida. Pero si por algo destaque durante gran parte de mi existencia era por las gestas, por mi modo de combatir, sanguinario, inmortal e invencible. Puede que la vida estuviera cambiando, el tiempo en el que se clavaban cabezas en picas como parlamentarismo habían acabado, ahora la gente se reunía con banderas blancas y tibias palabras que en muchas ocasiones decían completamente lo contrario de lo que se pensaba.
Finalmente ambos quedamos sumidos en un profundo sueño que solo se dio por finalizado cuando el crepúsculo se apodero del cielo. Hanai se alzó sobresaltada mientras yo me estiraba en la cama ladeando la sonrisa.
Esta corría por la cámara de lado a lado decidida a ponerse bella para acudir a la opera, era irónico como sabia que tenia que ponerse para ir hermosa y desatar así las pasiones de cualquier hombre, mas después no sabia que hacer con esa belleza innata que lucia y que hubiera arrastrado al infierno de sus piernas a mas de uno.
Me puse en pie y como ella decidí adecentarme para la ocasión, me coloque un chaqué, camisa blanca aunque pasé de la corbata, aquella noche quería pasarla con mi chiquilla de forma poco formal, alejada a las fiestas rigurosas a las que de normal acudía con ella..mas bien buscaba simplemente compartir una noche compartiendo gustos, risas y hablando de aquellas cosas que hacia cuando yo no estaba.
Había algo que dijo la noche anterior que me supo extraño, cuando tocó mi miembro lo llamo serpiente, desde luego eso no lo había oído de mi, y dudaba que lo hubiera escuchado en las alcantarillas donde había vivido durante tanto tiempo. Me preocupaba que algún hombre estuviera aprovechándose de la inocencia de esa niña que dudaba supiera lo que era dar placer.
-¿Nos vamos señorita? -pregunté tendiéndole mi mano para que la tomara -Estas preciosa, por cierto.
Juntos abandonamos el hotel camino a la opera que estaba justo enfrente, la gente se arremolinaba en una inmensa cola, todos dispuestos a escuchar a la filarmonica.
Iba meditando le modo de empezar aquella conversación que a decir verdad y dada su inocencia no sabia ni como tocar.
Era irónico que yo, un inmortal con mucha experiencia en el terreno sexual no sabia como hacer para hablar con mi chiquilla sobre l oque estaba pasando o no en su vida.
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 296
Fecha de inscripción : 01/09/2016
Re: A thousand years. {Priv. Assur}
Una vez estuvo lista y Assur arreglado, apartó de su cabeza toda preocupación y recuerdo del día anterior. Lo que había sucedido ya no tenía remedio y el pasado, escrito estaba y no podía cambiarse. Ahora sólo podía pensar en la Opera, en cómo serían esas voces que sólo se había atrevido a imaginar. Alguna vez había escuchado cantar a alguien desde la azotea del hotel y se había quedado fascinada, porque eso la transportaba a algun lugar bello, alejado de la cruda realidad, así que esperaba que la Ópera fuera tan maravillosa como había soñado.
Assur estaba muy guapo con su chaqué, aunque sin corbata. Tan elegante y señorial, con su porte distinguido. Le tendió la mano y la cogió, invadida por un nerviosismo absurdo, porque esa noche iba a ser especial. Los de la Orquesta seguían tocando L'elisir d'amore, la obra de Gaetano Donizetti, cuya aria principal era Una furtiva lagrima. La obra en sí era una comedia que hablaba de la diferencia de clases y del tragicómico amor entre un plebeyo y una terrateniente. Había leído el libreto y ansiaba escucharlo de los labios de los artistas.
La cola frente a la Ópera Garnier era grande y la gente se arremolinaba mostrando modelitos estrambóticos, joyas exageradas y un despliegue de medios impresionante. Hania lo observaba todo como si fuera irreal. No comprendía la desfachatez de los ricos que no tenían corazón y pagaban miserablemente a los que se deslomaban en sus fábricas, como su madre, Laudine, que trabajaba en una conservera para sacarla adelante. Por eso no tenía apego a los bienes materiales, el dinero iba y venía y en el momento en el que te definía como persona, entonces ya no tenías salvación. Sólo apreciaba el rubí de Assur, y porque se lo había regalado él; si hubiera sido un botón atado a un cordel, tendría el mismo valor para ella.
Assur estaba muy guapo con su chaqué, aunque sin corbata. Tan elegante y señorial, con su porte distinguido. Le tendió la mano y la cogió, invadida por un nerviosismo absurdo, porque esa noche iba a ser especial. Los de la Orquesta seguían tocando L'elisir d'amore, la obra de Gaetano Donizetti, cuya aria principal era Una furtiva lagrima. La obra en sí era una comedia que hablaba de la diferencia de clases y del tragicómico amor entre un plebeyo y una terrateniente. Había leído el libreto y ansiaba escucharlo de los labios de los artistas.
La cola frente a la Ópera Garnier era grande y la gente se arremolinaba mostrando modelitos estrambóticos, joyas exageradas y un despliegue de medios impresionante. Hania lo observaba todo como si fuera irreal. No comprendía la desfachatez de los ricos que no tenían corazón y pagaban miserablemente a los que se deslomaban en sus fábricas, como su madre, Laudine, que trabajaba en una conservera para sacarla adelante. Por eso no tenía apego a los bienes materiales, el dinero iba y venía y en el momento en el que te definía como persona, entonces ya no tenías salvación. Sólo apreciaba el rubí de Assur, y porque se lo había regalado él; si hubiera sido un botón atado a un cordel, tendría el mismo valor para ella.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 11/02/2017
Localización : perdida entre las nieblas de su mente
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Re: A thousand years. {Priv. Assur}
Uno de los seguridades de la opera nos vio llegar y rápidamente nos hizo pasar saltándonos así aquella variopinta cola de gente adinerada que lucia sus mejores vestidos y joyas.
Mi mano se perdió en la baja espalda de la joven Hania para indicarle que pasara delante de mi con caballerosidad, el seguridad le hizo una reverencia a la dama y yo deposite un buen puñado de billetes en su mano como propina al pasar.
Odiaba guardar cola, así que había que tener amigos hasta en el infierno.
Una acomodadora nos guio hasta nuestro palco, el mas caro, mejor situado y cerrado para nosotros, no quería problemas, solo pasar una noche agradable junto a mi chiquilla.
-Espero sea exactamente l oque esperas de esta noche -susurré acercando mis labios a su oído mientras la veía con los ojos abiertos e ilusionados observar el escenario aun vació.
Era el momento para conversar sobre ese tema que me preocupaba, así que me limité a tomar un poco de aire como si lo necesitara y dejarlo salir lentamente meditando como empezar.
-Hania ¿por que llamaste a mi virilidad, serpiente? Recuerdas, anoche cuando la tocaste sin querer? -enarque una ceja, vamos, eso era sutileza y lo demás tontería.
Ladeé la sonrisa ligeramente, pero pronto se me corto al ver su rostro cambiar, parecía que como me temía si había otro.
Mi gesto se tenso, mi cuerpo parecía las cuerdas de ese arpa que esperaba bajo ser tocada.
-¿quien? -rugí con los ojos escarlata -lo matare ¿te ha tocado? ¿que te ha hecho hacer?
Tomé su brazo para que enfrentara mi mirada, desconocía que cuando yo no estaba salia del hotel, al parecer la niñera que le había puesto no cuidaba bien de ella, otra que perdería su vida en mis manos ¿acaso nadie sabia hacer bien su trabajo? Descuartizaría a medio mundo de ser necesario.
-Hania, ¿entiendes que es el sexo? Lo que yo practico con las mujeres en mi lecho no es un juego -mis ojos se perdieron en sus azules.
La gente empezaba a ocupar sus butacones, baje la voz, al parecer mi tono había ido en aumento así como mi cabreo, encontraría a ese tipo que se estaba aprovechando de la inocencia de mi chiquilla.
-Hania, te prohíbo que salgas del hotel sin mi, no entiendes que eres demasiado valiosa para mi, si te pasara algo... -tensé el gesto nuevamente, estaba tan furioso.
-Te prohíbo que practiques sexo con cualquier hombre, que toques serpientes o como quiera que lo llames, te prohíbo que experimentes nada sin mi -rugí malhumorado
Un silencio se hizo en el anfiteatro buscando al dueño de esa voz que sin duda era yo. Mi mirada los escruto a todos, el monstruo había sido desatado por una niña y sus pecados.
-Dime quien es ese con el que te fugas cada noche? ¿donde esta? le daré caza y muerte
Mi mano se perdió en la baja espalda de la joven Hania para indicarle que pasara delante de mi con caballerosidad, el seguridad le hizo una reverencia a la dama y yo deposite un buen puñado de billetes en su mano como propina al pasar.
Odiaba guardar cola, así que había que tener amigos hasta en el infierno.
Una acomodadora nos guio hasta nuestro palco, el mas caro, mejor situado y cerrado para nosotros, no quería problemas, solo pasar una noche agradable junto a mi chiquilla.
-Espero sea exactamente l oque esperas de esta noche -susurré acercando mis labios a su oído mientras la veía con los ojos abiertos e ilusionados observar el escenario aun vació.
Era el momento para conversar sobre ese tema que me preocupaba, así que me limité a tomar un poco de aire como si lo necesitara y dejarlo salir lentamente meditando como empezar.
-Hania ¿por que llamaste a mi virilidad, serpiente? Recuerdas, anoche cuando la tocaste sin querer? -enarque una ceja, vamos, eso era sutileza y lo demás tontería.
Ladeé la sonrisa ligeramente, pero pronto se me corto al ver su rostro cambiar, parecía que como me temía si había otro.
Mi gesto se tenso, mi cuerpo parecía las cuerdas de ese arpa que esperaba bajo ser tocada.
-¿quien? -rugí con los ojos escarlata -lo matare ¿te ha tocado? ¿que te ha hecho hacer?
Tomé su brazo para que enfrentara mi mirada, desconocía que cuando yo no estaba salia del hotel, al parecer la niñera que le había puesto no cuidaba bien de ella, otra que perdería su vida en mis manos ¿acaso nadie sabia hacer bien su trabajo? Descuartizaría a medio mundo de ser necesario.
-Hania, ¿entiendes que es el sexo? Lo que yo practico con las mujeres en mi lecho no es un juego -mis ojos se perdieron en sus azules.
La gente empezaba a ocupar sus butacones, baje la voz, al parecer mi tono había ido en aumento así como mi cabreo, encontraría a ese tipo que se estaba aprovechando de la inocencia de mi chiquilla.
-Hania, te prohíbo que salgas del hotel sin mi, no entiendes que eres demasiado valiosa para mi, si te pasara algo... -tensé el gesto nuevamente, estaba tan furioso.
-Te prohíbo que practiques sexo con cualquier hombre, que toques serpientes o como quiera que lo llames, te prohíbo que experimentes nada sin mi -rugí malhumorado
Un silencio se hizo en el anfiteatro buscando al dueño de esa voz que sin duda era yo. Mi mirada los escruto a todos, el monstruo había sido desatado por una niña y sus pecados.
-Dime quien es ese con el que te fugas cada noche? ¿donde esta? le daré caza y muerte
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 296
Fecha de inscripción : 01/09/2016
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