A thousand years. {Priv. Assur}

Recuerdo del primer mensaje :

continuación del tema Fiesta de presentación


                 
Los ánimos caldeados se fueron relajando con la vuelta a la rutina. Assur estaba centrado en su "juego de tronos" particular, en aquel ajedrez gigante en el que iban a caer algunos cainitas que creían que podían desafiar al hijo de quien les daba el nombre.

Ella no podía ayudarlo, tan sólo podía hacerlo portándose bien y no dándole más dolores de cabeza. Se despertaba a mediodía, pero no acudía a la cama de Assur como hacía antes, porque él siempre estaba acompañado, y si no lo estaba , era porque prefería estar solo. Respetaba sus momentos y la distancia que se había impuesto entre ellos, Assur necesitaba espacio, y volver a centrarse en sus cosas, sentirse de nuevo invencible, así que no lo molestaría, era consciente del mucho daño que le había hecho sin querer.

Se alimentaba lo justo para que no le echara la bronca, directo de la vena, y era una sensación tremenda. Cuando iba llegando la hora su ansia crecía hasta dolerle en las tripas, pero tenía que aprender a controlarlo, y lo cierto es que no le costaba demasiado porque su sentimientos de culpabilidad, aún era más fuerte que la sed. Ese momento era el que más viva se sentía y sin embargo se odiaba por ello.

Se pasaba las noches leyendo todo aquello que Assur le traía para aprender sobre los vampiros, su historia, sus leyendas, sus habilidades. Tratando de interiorizar todo aquello, de formarse una idea de quién era la nueva Hania que había despertado en la oscuridad.

El momento de abandonar Rumanía había llegado y le fue anunciado que regresaban a París. Su inquietud comenzó a crecer, el viaje en ataúd... No quería ni pensarlo. ¿Sería capaz de aguantar? debía serlo, por Assur.

Tras la primera noche llegó el primer día; trató de olvidarse que estaba allí encerrada como cuando despertó en el nicho de la morgue. Tarareó todas las canciones que recordaba, recitó todos los cuentos que se sabía, pero la angustia le oprimía el pecho. Sollozó en silencio un buen rato, lloró, apretando los puños para no arañar y golpear, pero finalmente su fobia pudo con ella y acabó saliendo de la caja, como si la persiguieran los demonios con cuchillos de desollar. Se refugió en una esquina de la habitación, que a pesar de ser un camarote bastante oscuro, el sol se colaba por las rendijas. Trataba de evitar la luz solar, con la que ya había tenido algunos delices que habían acabado en quemaduras, y al ver que pronto el sol estaría en lo más alto y habrían rayos atravesando las maderas por doquier, optó por abrir el ataud de Assur y entrar en él, como medida desesperada.

No sabía si la apartaría, le gruñiría y le diría que se fuera a su caja o qué. Rezaba para que no  lo hiciera, porque lo había echado muchísimo de menos, su contacto, sus palabras, sus miradas de orgullo cada vez que conseguía completar alguna nimiedad que para ella era un reto. Llevaban semanas alejados, serios, sin hablarse más que lo justo, ausentes. Llevaban semanas en las que no brillaba el sol para Hania y no sabía cómo arreglarlo.

Se pegó al vampiro milenario, tratando de no molestarle en la medida de lo posible, para que no la echara, y posó la mano tímidamente sobre su pecho, como solía hacer antes de aquella maldita fiesta. Cerró los ojos y pensó "en alto", ya que sabía que Assur tenía la capacidad de escuchar las mentes (aunque la de Hania era bastante incomprensible, caótica). — {Lo siento mucho Assur... mi sol}

La ópera Garnier era preciosa, jamás había visto algo así, las butacas de terciopelo rojo, como el cortinaje sobre el escenario; los palcos embellecidos con pan de oro, lámparas de araña de valioso cristal veneciano... era un lugar fascinante. No sabía a dónde mirar.

Por supuesto el palco que había elegido Assur era central y de los más caros. No podía creer que fuera a ver una obra allí. Assur estaba raro y resoplaba más de lo normal, pero con tanta gente, Hania estaba distraída y no discernía las voces que le llegaban, así que hasta que no sé sentó en su butaca y el vampiro la miró inquisitivamente no cayó en la cuenta de que estaba preocupado por algo.

Primero lepreguntó acerca del nombre que le había puesto a su anatomía, y la pregunta le sorprendió pero iba a contestarla cuando él de pronto se tensó y empezó a enfurecerse. ¿Que si sabía lo que era el sexo? pues claro! había visto a los perros, las ratas y las putas del callejón. Y no quería saber nada de eso, era algo asqueroso y animal!!! De pronto Assur se volvió loco y empezó a decirle que le prohibía salir del hotel o experimentar con alguien que no fuera él...¿de qué demonios estaba hablando? ¿experimentar el qué? ¿qué diantres decía sobre que alguien la hubiera obligado a algo?

El rostro de la rubia no salía del estupor mientras el milenario cainita escupía amenazas por la boca y la gente los miraba. Miró alrededor y vio los ojos de varias personas clavados en ella, y luego los de Assur, enrojecidos, amenazadores y terribles y ella no sabía donde meterse. Por fin pudo reaccionar y abrir los labios para contestarle.

— no... no sé por qué estás enfadado y no era así como imaginaba la noche.— desvió los ojos hacia el escenario, las luces aún estaban encendidas y la gente ocupando sus asientos. Su cabeza era un hervidero ¿qué había hecho ahora? Él podía entrar y salir a placer y practicar sexo con quien quisiera y no lo juzgaba por ello. ¿Era ese el precio que debía pagar por ser de Assur?. Lo miró de nuevo, y no había desafío en sus ojos, sólo dolor.— ¿Voy a estar encerrada por toda la eternidad? ¿Es esa la vida que me vas a regalar? ¿una cárcel?

No podía creerlo. Assur la había mantenido encerrada cuando no se podía controlar, y era lógico, pero ahora que se alimentaba correctamente (más o menos) ya no tenía esa hambre asesina. Bueno, estaba el asunto de explotar cabezas hirviendo la sangre pero... no le había pasado estando con Uryan, sino estando en el hotel. Agarró el libreto de la Ópera y lo arrugó entre los dedos. Ya no iba a poder disfrutarla porque ahora se había roto esa magia. Como ella.

Se levantó del asiento y caminó hacia la salida del palco.— si es tu voluntad... vamos... enciérrame ya. Prefiero no ver lo que no puedo tener.

No quería hablar de Uryan, no conforme se había puesto Assur. Era un lobo, y cuando adoptaba su forma de lupus era como un perro gigante y a ella le encantaba pasear con él, su pelaje era sedoso y tupido. La había llevado a volar, y jugaba al escondite con ella por el orfanato y los jardines. Conocía también al lobo blanco que era su pareja, o amigo o algo y eran adorables ambos. ¿Por qué estaba mal? no alcanzaba a comprender que Assur estaba en el fondo celoso y preocupado.

Puedo ver frustración en su mirada, tristeza y una sensación de impotencia de que no entiende nada, pero yo no puedo controlarme y se que no debería pagarlo con ella mas ¿entonces con quien? No quiero que salga del hotel sin vigilancia, no es por un mero capricho si no por que la bestia la posee y esa bestia soy yo, no tardo en darme cuenta por sus palabras que frente a sus ojos me he convertido en un monstruo y a decir verdad, es así, lo soy.
No voy a justificarme por ello, todo tiene sus ventajas e inconvenientes le he puesto el mundo a los pies.
No hay vampiresa que no envidie no solo la joya roja que luce alrededor de su cuello si no la posición que mi apellido le otorga, mas ella parece decidida a reírse de mi haciendo lo que le viene en gana.

Estoy tan enfadado que mis ojos escarlata se convierten en su peor pesadilla hasta el punto en el que por un monote la siento temblar no se si de rabia, impotencia o algo mas.
-¿Vida? -rugí – te he sacado de unas alcantarillas -dije señalándola con el dedo de forma inquisitiva -yo, soy tu dueño.

Mi voz retumba en aquella estancia, estoy tan ofuscado que poco o nada me importa que no pueda sonar el arpa.
Oigo siseos por abajo pidiéndome silencio, mas a mi nadie me pide de eso.
Ladeo la cabeza, la bestia ruge por dentro, mis colmillos erosionan mi lengua llenándola de ponzoña, no me siento saciado, mas lo haré con la vida de todos y cada uno de esos desgraciados que mandan callar al rey del tablero de ajedrez.

Hania se pone en pie, me reta exigiéndome volver a la cárcel de la que la parecer nunca debió salir, alega como defensa no querer ver todo lo que se va a perder.
-He dicho que no podrás salir sola, mas estas conmigo y veras la opera.
Tiro de su brazo hasta forzarla a tomar asiento, no hay un ápice de humanidad en ninguno de mis gestos. No siento nada, estoy vació por dentro, mis muros se alzan tratando de mantener a la bestia dentro de ellos, pero el demonio ruge rasgando las paredes de piedra gris, no quiero que nadie la toque ¿es tan difícil de entender lo que pido y por que?

Mis ojos por unos momentos se pierden en el escenario cuando la filarmonica empieza a tocar, hago como que escucho mas no es verdad, el agarre de mi mano continua aferrando su minúsculo brazo, muchas son las preguntas que esta no me ha contestado, mas que lo haga o no, no cambiara el resultado, lo averiguare y mi venganza para con ese desgraciado será cruel, nadie toca lo que es mio y vive para contarlo.

Maldigo en mi antiguo idioma, ese que pocas veces me han escuchado hablar, uno que empleo meramente con mi familia, pues es una lengua ya perdida sin mas. Tan perdida como yo mismo en este momento en el que la sed de venganza me desgarra por dentro.
Acerco mis labios a su oído, arrastro cada una de mis palabras para que entienda que voy en serio.

-Me lo vas a contar, quiero saber a quien demonios has conocido y cuando lo sepa lo mataré, no habrá piedad para ese que osa usurpar lo que por derecho es mio, eres una Black, no te olvides de ello.

El agarre dolía, Assur estaba ejerciendo más presión de la necesaria, pero no emitió ni un quejido, estaba acostumbrada a que las ratas le moridieran los dedos de los pies, y a la noche siguiente, volvía a tener carne en ellos...era una monstruosidad.

Giró su rostro hacia el escenario, pero no estaba viendo la obra, sus ojos estaban fijos, perdidos en algun lugar de su mente. La música ayudaba a conseguir la inmersión hacia el interior del laberinto de su cabeza, del que emergió un instante cuando Assur la amenazó y le dijo que se lo contaría y que mataría a quien fuera.

Por respuesta sólo obtuvo silencio y una barrera mental más sólida que el hielo del ártico. No se movería ni una pulgada, ni le rechistaría ni le diría nada. Se declaraba en rebeldía silenciosa. Si quería saber algo suyo, no sería así, tendría que pedirlo de buenas maneras, pero por la fuerza no le sacaría nada, aunque le saltase todos los dientes y le rompiese las costillas de un puñetazo. Iba a contarle que sólo paseaban y que eran algo parecido a amigos, pero se había puesto como un basilisco, y así ella no iba a hablar.

El aria principal de la obra sonó y las palabras de esa melodía se colaron un poco entre las redes infranqueables de su mente.

Una furtiva lágrima.:

¿Entendería Assur alguna vez que a ella le daban igual las joyas, las mansiones o los lujos, y que sólo quería una vida tranquila y feliz? necesitaba muy poco para ser feliz, y no necesitaba ir por ahi tirándose a unos y otros, al contrario, tendía a ser retraída, pero había hecho un amigo y no quería perderlo, no veía el motivo y esa faceta de Assur le había roto los esquemas. Hasta que entendiese por qué el vampiro se había puesto así, pasarían días, porque nadie le había hablado de lo que eran los celos, de por qué la gente amaba de forma egoista.

Cuando el aria acabó, esa melodía y esa música había quedado grabada en su subconsciente, pero ella no se movió. Unas pocas canciones después acabó la obra, con final feliz, y la gente aplaudió mientras se encendían las luces del teatro, pero Hania seguía con los ojos fijos en el cortinaje ya cerrado, inmóvil cual estatua viva, viendo otra función en su cabeza, la de la vida de reclusión que le esperaba.

Sus ojos están perdidos en el escenario, ni una palabra, ese es su castigo para conmigo, el mas absoluto silencio que sonaba de forma atronadora e hiriente en mi cabeza.
Si creía que eso me calmaría se equivocaba, no era capaz de entender porque no quería explicarme quien era ese hombre que había estado abusando de su inocencia. Yo era el responsable de su seguridad y estaba tratando de protegerla y ahora ella me recriminaba sin hablar mi papel de “padre” protector.

Rugí mirándola, estaba tan nervioso que ni siquiera sabia si seria capaz de aguantar allí esperando el fin de la filarmonica.
La hubiera alzado yo mismo de su silla si eso no hubiera implicado contradecirme tras haberla forzado a asistir a la opera.
Agradecí el fin mientras seguía maldiciendo en mi idioma por lo bajo, aplausos y vítores a los que no me uní, aun pensando en esa lagrima qe vi resbalar por le rostro de la que se había convertido en mi mayor obsesión.

La gente se iba, los músicos abandonaron el escenario y ella seguía mirando el infinito como si siguieran tocando.
Tire de su brazo para levantarla, mis ojos escarlata se hundieron en el cielo de sus orbes.
-Háblame maldita sea, me llamas tu captor, pero te he llevado a la opera.
Estaba perdido y desesperado y esa frase creo que lo dijo todo, no entendía su actitud, le había prohibido salir sin mi, pero, tenia motivos para hacerlo, las niñeras que le ponía eran burladas por ella, como si me escondiera lo que estaba haciendo. Ella me había llevado a esa situación desesperada.

Gruñí tirando de ella en completo silencio hasta que llegamos de nuevo a la habitación, esa que se había convertido en su maldita prisión.
Rugí cuando las dos esclavas se me acercaron, o estaba de humor, hoy no. Ambas corrieron aterradas a su habitación contigua, veían al monstruo que habitaba en mi y no las culpaba, habían sido listas pues de haber insistido las hubiera matado.

Me serví una copa de whisky doble que apuré de un trago mientras la habitación se me quedaba minúscula dando vueltas por ella, tratando de centrar mis ideas, de entender a esa a la que pensaba darle mi apellido.
Esa era mi idea, darle la sorpresa en la opera, pasar una noche distinta, juntos, pero ella parecía querer llevarme al abismo.

Mi mano temblaba tratando de contener a la bestia, estaba completamente ido, lo notaba, rugía por dentro y ni el alcohol aplacaba mi sed de sangre en ese momento.
Lleve mis dedos a mi sien, ahora yo la castigaba con el silencio, ese que solo quedaba roto por los gruñidos que mi garganta emitía casi de forma automática.

El vaso se rompió en mi mano, cristales echos añicos sobre el enmoquetado suelo, otros clavados en mi piel y el rojo carmesí cayendo despacio.
Gotas que me abstraían en mi delirio, sintiendo la necesidad de matar, mis ojos se tronaron burdeos, no había nada de humano en mi en aquel momento.
Caminé hacia la puerta dispuesto a salir de la habitación, en ese estado Hania corría peligro.

Así que Assur se largaba. Pues bien, que se fuera. No pensaba hablar con él estando así, en cuanto le dijera el nombre que quería saber, no le daría tiempo ni de parpadear, porque iría a buscarlo y le haría daño, sino lo mataba. Y con muy mala suerte, Uryan no estaría sólo, empezaba a estar unido a otros lobos que al parecer formaban manada, y aunque Assur fuera tan fuerte, no quería verlo luchar contra tantas garras. La mordedura de los licántropos se emponzoñaba según decían los libros que le hizo leer sobre su raza.

La rubia no dijo absolutamente nada, se dirigió a su cómoda, sacó el camisón y se desvistió, colocándose la prenda y dejado el vestido en el armario. Había elegido ese con mucho mimo, porque pensaba que quedaría bien, que estaría a la altura de quien la acompañaba, y todo había sido un desastre. Mejor que se quedara en el armario para siempre. Se sentó en el tocador y sacó el cepillo, deshizo las trenzas y empezó a dar suaves pasadas por sus mechones, ensimismada, igual que en el teatro, metida en su burbuja de seguridad donde nada conseguía alcanzarla, donde su mente se filtraba por grietas abiertas en la realidad llevándola a lugares que no existían y dejando que allí fuera libre. La realidad dolía. La vida dolía. Assur dolía. Pero ella tenía ya probada experiencia en aislarse en su mundo y quedarse allí por años, incluso sin comer.

¿Qué era lo peor que podía pasar? ¿que regresase a las alcantarillas? ¿que se muriese de hambre? Eso ya se lo había hecho ella misma y conocía el camino. Las voces invadieron su cabeza...otra vez el Consejo. Otra vez Jacob y Anut conspirando y Sila y su sobrino vadeando la fina raya de la traición y el auto-interés.

— están murmurando de nuevo...— fue lo único que dijo, con los ojos fijos en el espejo, con el reflejo de Assur tras ella cerca de la puerta para irse.

Allí estaba ella frente a mi, impasible como si mi estado perturbado de animo le importar poco por no decir nada, mis ojos rojos como el mismo fuego siguieron cada uno de sus movimientos, esperaba una respuesta, mas sus labios no se abrieron, no estaba dispuesta a satisfacer mi necesidad de saber, y su mente era una barrera infranqueable que por mas que me esforzaba no lograba penetrar de ninguna de las maneras.

Frustrado por como una “chiquilla” lograba ganarme aquella partida me di cuenta como el tablero se iba quebrando frente a mis ojos, ladeé la cabeza observando como se desnudaba, ojos que recorrieron su arqueada espalda, trasero bien torneado, piel de porcelana y bucles dorados que caían ondulados por haber sido trenzados.
Un camisón ocupó su tez privándome también del derecho de admirarla, me lo negaba todo y yo no podía mas que asumir que las cosas eran así.
Ella marcaba el ritmo como lo hace el director de la orquesta y yo me quedaba simplemente siendo un instrumento que seguía su patético ritmo.

Tomó asiento en la silla frente al tocador, allí como si nada fuera consigo empezó a peinar cada mechón de su largo pelo, mis ojos adquirieron ese peligroso tono burdeos y mis pasos ahora lentos como los del peor de los depredadores se acercaron a ella de nuevo.
Un “están murmurando de nuevo” que en ese momento no me importo, mi mente fija en una única idea quien era ese que osaba tocar lo que era mio por derecho, quien había burlado mi seguridad y manipulado para poner en mi contra a la joven Hania.

Frente a ella me acuclillé, ladeé la sonrisa como lo haría la peor de las serpientes sibilinas y con calma aparté unos de los mechones de su cara para mirar su preciosos rostro.
-¿quien? -le pregunté por cuarta o quinta vez, mas el pago fue el mismo, indiferencia hacia el hombre que todo le había dado.

Mi mano le giro la cara de un bofetón, la fuerza la empujo varios metros mas allá, haciendo que su cuerpo impactara contra el frio suelo de la habitación.
No hubo gesto de arrepentimiento en mi, no podía haberlo pues la bestia se había apoderado de cada molécula de mi cuerpo, solo existía ese sádico sentimiento de no aguantar la traición, una que Hania me había regalado llevándome a lo peor.
Caminé de nuevo hacia ella, no había terminado, no hasta que me dijera el nombre del que la había hecho venderme al mejor postor.

La alcé de la barbilla forzándola a mirarme, la pregunta volvió a ser repetida ahora con la voz ronca por la ira, esperé una respuesta que no llego, mi mirada se perdió en su yugular, repasando aquel cuelo que durante tanto tiempo había deseado probar.
La atraje por la nuca, mi aliento entrechoco violento contra sus labios, boca entre abierta que mostraba mis colmillos.
-¿Quien? -susurré rozado casi sus labios, mas de nuevo no hubo mas respuesta que la del desengaño, ladeé su cuello, repasándolo con mi legua despacio, hasta que de forma violenta mis afilados dientes se adentraron en su piel, la sustente contra mi cuerpo.
Mi mano aferraba la tela de ese camisón que se alzaba ligeramente, mi entrepierna endurecida contra su vientre y dispuesto a robarle todo aquello que la convertía en mi perdición.
Jadee contra su piel excitado, mas pronto me di cuenta de lo que estaba haciendo, y como un animal salvaje perseguido y acorralado me despegué de su cuello, por un momento mis labios chorreando sangre quedaron a escasos centímetros de su boca, jadeos, mis ojos en los suyos y …
Reculé hasta quedar contra la pared, como si ella fuera el mayor de los objetos sagrados y yo el único capaz de quebrantarlo.

Estaba perdido, mis ojos así lo decían, no me disculpé, los Black no pedimos perdón y una disculpa no valdría de nada para lo que acababa de hacer, la bestia había escapado, ese era el motivo por el que nunca me permití sentir y así debía de seguir siendo, una vida plagada de felicidad no era para mi.

Hania estaba suspendida en algún lugar de su mente escuchando las voces de los consejeros y no lo vio acercarse hasta que lo hizo y se pegó a ella. "¿Quién?..." ¿Quién...qué? ¿qué le estaba preguntando?. No le dio tiempo a procesar la pregunta porque de pronto un tortazo la envió a varios metros. Totalmente inesperado, la sacó de su mundo mental. Podía notar la sangre latir bajo la piel enrojecida. No era la primera bofetada que recibía, la hermana Adolfina tenía la mano larga, pero sí con aquella intensidad.

Assur estaba muy enfadado, y lo estaba pagando con ella, así que agachó la cabeza y se llevó la mano a la zona dolorida tras exclamar un quejido. Pero seguramente vendrían más golpes, lo intuía.

El hijo de Caín la agarró por el camisón y le levantó la barbilla con violencia, volviendo a formular la misma pregunta...la respuesta estaba atascada en su garganta y no saldría, porque sabía que las consecuencias serían catastróficas. Hania se echó a temblar, ¿qué iba a hacer? golpearla más fuerte? despellejarla? Sintió sus colmillos bordear sus labios, su piel, notó su aliento chocando con el propio y el deseo de nuevo emanando de la piel de Assur. Cuando recorrió su cuello estuvo a punto de entrar en pánico, como con Ramsés, porque cada vez que alguien se acercaba así, revivía el trauma de su conversión. Pero era Assur, su sol, su salvador, su corazón.

El mordisco dolió, notó los colmillos del vampiro perforar la piel y apretar con saña, bebiendo de su torrente sanguíneo. Sintió una sacudida, el terror y el dolor por un segundo, se apoderaron de ella. Notó el cuerpo de Assur sobre el suyo, pegado, vibrante y poderoso y creyó que iba a empezar a hervir la sangre en pocos segundos, pero eso no sucedió. En su lugar notó el calor ascender desde su ombligo hasta encontrarse con la oleada de placer que le produjo la mordedura, chocando ambos en algun punto de su persona y dejándola aturdida y trémula. ¿Cómo era posible que el mordisco le produjese ese efecto? Se estremeció varias veces, no opuso resistencia ninguna, y no fue capaz de activar el caldero de sangre, que con Ramsés fue automático. Notó como su cuerpo se relajaba y pendía flojo, como el de una muñeca de trapo, del abrazo de Assur. Los ojos de la rubia pasaron del azul al negro, por las pupilas dilatadas del pánico, y de éste al rojo. Ese mordisco había despertado en ella alguna cosa que no sabía identificar, algo similar a la primera vez que bebió sangre de una vena, pero cien veces más potente.

De pronto el vampiro se separó y la soltó, reculando hasta darse contra la pared y jadeando agitado. Su gesto estaba descompuesto, pudo apreciar que se estaba arrepintiendo de lo que había hecho.Su mirada era errática, estaba luchando contra su bestia, contra si mismo, y no tenía claro quien estaba ganando la batalla.

Lo observó en silencio, todavía incapaz de moverse, completamente relajada en el suelo. Le iba a costar un mundo abrir la boca para decir algo, pero lo consiguió.

— No puedo odiarte por esto...no lo entiendo pero...¿es esto el deseo?...— Si era esto, ahora entendía mejor algunas cosas.— Assur...no me han hecho nada...nada parecido a esto...sólo son mis amigos y no puedo decirte sus nombres porque los matarás y entonces sí te odiaré por toda la eternidad. ¿Es esto lo que quieres? pues toma toda mi sangre... es tuya. Pero no me obligues a odiarte.

Extendió la mano hacia él, aún caída en el suelo, deslizó los dedos por la alfombra hacia quien le había regalado una vida nueva, pero no alcanzaba a tocarlo. Las heridas del cuello sangraban porque no las había cerrado.

Sus ojos aun escarlata se pierden en los míos, mi mirada no la encuentra ha quedado relegada a la nada. La veo rendida sobre el enmoquetado suelo, sangrando por el cuello e inmóvil como si me lo hubiera llevado todo sin tener el menor derecho de tomarlo.
Lucho contra mi bestia, trato de encarcelarla y es cierto que me arrepiento de sus actos aunque no lo digo, pero sin embargo el monstruo esta seguro de que su acción es la correcta que eso le enseñara a no volver a desafiarme.

El suceso me lleva a otra época, una en la que era yo y no ella el que acababa tendido sobre el suelo, una paliza dada por el mismo cain me llevaba casi a la muerte, muerte que ansiaba y no conseguía. Lo había desafiado y eso era algo que padre no pensaba permitir.
Desangrándome lleno de mordiscos quedaba tendido sobre la tierra mientras la dama blanca parecía reírse de mi, ahí no terminaba mi noche, mi lección impuesta, vivir o morir, pues padre sabia bien donde dejarme, territorio enemigo que pronto olía el carmesí de mi vitae y sedientos venían las manadas a darme caza y muerte a apropiarse de los resquicios de razón que pudieran quedar en un cuerpo molido a palos.

Solo la bestia lograba sacarme de ese infierno, cuando Assur caía, se rendia, era ella la que se despertaba, muerte, destrucción ,colmillos contra duro pelaje, garras contra afiladas uñas y luego despertaba bañado en sangre, corazones a mi alrededor y hombres que habían sucumbido frente a un poder mayor. Yo.
Regresaba a casa, junto a madre y mis hermanos, padre me miraba como si me hubiera enseñado una lección, la vida no es justa, la vida es muerte y destrucción y para seguir en pie otros han de caer.
No puedes permitirte ser desafiado y no dar represalias a ese acto o cada paso se llenara de cuervos deseando arrancarte los ojos.

Mi mirada la buscó, estoy desesperado, se que lo sabe tan bien como yo, ella dice no odiarme y yo deseo que me odie, que lo haga como yo odie a mi padre cada noche, con toda mi alma, con mi ultimo aliento.
No se que decir, ni siquiera si ahora las palabras bastan.
Dice que esos a los que protege con su vida pues bien podría habérsela arrancado no le hacen sentir ¿deseo? Ha usado esa palabra, mas no se si sabe lo que significa exactamente ese sentimiento.

Acorto la distancia en el mas profundo de los silencios, la he debilitado demasiado y aunque no estoy dispuesto a reconocerlo el dolor se instala en mi pecho al haberla quebrado.
Sajo la vena de mi muñeca y la llevo contra sus labios, pocas veces he permitido que alguien beba de mi ,es un vinculo fuerte y mas cuando lo sellas en un acto mutuo en el que ambos se alimentan del otro.
Sus colmillos se clavan en mi vena, jadeo atrayendola contra mi pecho, mi mano sujeta su cabeza permitiendo tomarlo todo mientras mi respiración se entrecorta, mi hombría golpea su costado y mis labios entreabiertos jadean frente al extasió que provoca el mordisco.

Sus boca manchada se aparta de mi muñeca, me relamo los labios perdido en como las gotas resbalan por los ajenos, deseo, ese es el sentimiento que me embarga y se que no debo, quizás es eso lo que me fuerza a ponerme en pie.
-Te recuperaras -digo con la voz ronca -dejaremos esta conversación para otro momento.

Se acercó a ella, la recogió como el que recoge los pedazos de un bonito jarrón roto, y trató de unir esos pedazos alimentándola con su sangre. Iba a negarse a recibirla, no quería debilitarlo a él, pero no tuvo opción, su muñeca abierta reposó sobre sus labios y la primera gota de sangre del vampiro más cercano a Caín, explotó en su organismo como una bomba.

Sus pupilas se dilataron de nuevo, su cuerpo convulsionó y sintió todos los sentidos embotados para luego descender de esa espiral de caos hasta una sensación placentera de absoluta plenitud, estremeciendose como jamás lo había hecho ni siquiera cuando arreciaba el frío en la morgue. ¿Era eso lo que llamaban clímax? no podía apartarse, dejar de beber, hasta que su cuerpo se tensó y dijo "basta" o moriría de saciedad y placer. Se sintió bajar hasta el infierno, la sangre de Assur corría rápida por sus venas, potente y salvaje, arrastrándola a un volcán de lava que elevaba sus ansias de matar, de destruir y aniquilar, sentimientos que jamás había sentido y que se reflearon en sus ojos, rojos y brillantes. Siempre había sido como un pajarillo atrapado en una jaula, resignado a no volar jamás, y la sangre del cainita era una liberación violenta, la convertía en un halcón lleno de voracidad. Luego se sintió liviana, ascendiendo hasta el cielo, dejando atrás el fuego y la destrucción para flotar hecha de aire y nubes. Las palabras de Assur resonaron en algún lugar de su cabeza: "dejaremos esta conversación más adelante"... Sus brazos rodearon su cuello y la cabeza enmarcada de bucles rubios se apoyó en el hueco de la clavícula del vampiro, dejándose caer sobre él. Los labios de la chica todavía saboreaban su vitae, borracha de sensaciones fuertes y placer, y tras pasar la lengua sobre ellos para no desperdiciar ni una gota, lo posó sobre la piel del pecho de Assur, entreabiertos. Los colmillos clamaban por más tributos de piel y sangre, pero era incapaz de satisfacer a esos instintos, tan sólo luchaba por respirar, por no separarse de él y caer en el sueño caótico al que la arrastraba. Quería estar despierta... pero no pudo.




Nota: la relacion entre Hania y Uryan se puede leer AQUÍ  y el episodio en el que Esthia y Hania corretean desnudos por el jardín y la fuente
AQUÍ


La historia sigue AQUI