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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Valeria Cavey Vie Abr 21, 2017 9:17 am

Pasaron un par de meses desde la boda en Verona. Dos meses repletos de complicidad y ese amor extraño, como lo habían calificado algunos. Su embarazo iba perfecto, tres meses. El vientre ligeramente abultado, sus dos pequeñas iban creciendo día a día, fuertes como su padre y seguramente, el mismo carácter que su madre.

En sí, no había cambiado nada. seguían viviendo en la mansión Cavey , claro que había dejado de ser su inquilino para convertirse en su esposo. Quien iba a decir que él, Hoör Cannif fuese capaz de descongelar su frío corazón. Un corazón ahora rebosante de ese amor prohibido, felicidad y pasión. Nunca nadie le había dicho tanto con una mirada y él… se había convertido en todo su mundo, por muy caótico que fuese cuando se conocieron. El mundo de Valeria no era el de una simple mujer de clase alta, los negocios de su padre seguían haciéndole sombra y al menos, ahora… había podido con ellos.

Últimamente, se levantaba muy cansada por las mañanas…aparte de lo evidente. Las noches entre las sabanas, cuerpos enredados, risas y miradas cómplices.. y para Valeria, lo mejor…despertar a su lado. Desde que volvieron del viaje, las orbes del noruego era lo último que veía antes de dormir y al alba. Entre ronroneos y sonrisas, besos suaves y susurros… las mañanas se habían vuelto un ritual de caricias y nuevas promesas que se profesaban con solo mirarse a los ojos. Claro que, no habían dejado de discutir y reconciliarse del mismo modo de siempre.

Aquel día, estuvo muy ocupada en su despacho con unas cartas importantes que debía dejar escritas . invitaciones a fiestas, pagos, felicitaciones por su embarazo… dejó esas cartas a un lado y las que había escrito frente a ella. sin darse cuenta, permaneció allí toda la tarde. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, fue así cuando se percató de que era hora de encender velas. Y como de costumbre, sus pasos le llevaron a la enorme ventana del enorme despacho…aún a sus sentidos, llegaba el olor de uno de los incontables puros que su padre fumaba. No le extrañó, ahora olía a violetas. En el jarrón de cristal labrado, un ramo de violetas…sus flores favoritas.

Sus orbes esmeraldas, buscaron el corcel de su marido sin éxito. Se suponía que no estaría mucho tiempo fuera de casa y menos tanto tiempo cazando. Valeria, había estado indispuestas estos dos días anteriores y la mayor parte, la pasó durmiendo… cuando despertó fue directa al despacho pero ¿y él? supuso se encontraba en las caballerizas, con su corcel blanco al que por fin había domado…solo con imaginarlo, sonrió de medio lado. Él y no otro sería capaz de hacer ciertas cosas.

Una de las criadas, llamó al gran portón del despacho y Valeria, dio paso. Le traía un té rojo con unas pastas de mantequilla. A la misma hora de cada noche, las mismas pastas y el mismo té, uno de esos antojos estúpidos. Aceleró el paso hasta tomar una pasta con los dedos y darle un mordisco, mordiéndose el labio inferior, odiaba las pastas de té… y sin embargo le estaba riquísima.

-¿Y el señor? ¿Ha salido a montar? Me despedí de él… anoche. -no, anoche no… despertó unos minutos para comer y él no estaba, pero ¿volvió? -¿Cuándo fue la última vez que viste al señor? Habla -tono cortante, imperativo… no le cuadraban los días. Su indisposición le había borrado y nublado la mente, ahora confundida…nerviosa, esperaba una respuesta que tardaba demasiado en llegar -Señora, el señor lleva dos días fuera… desde que partió hace dos amaneceres no ha regresado -

El rostro de Valeria cambió de golpe a uno más serio, ojos verdes vidriosos. Nunca había estado dos días fuera, menos sin decirle nada… algo le había ocurrido y aquellos ineptos ni se lo habían comunicado. Muy enfadada, la echó del despacho con una simple mirada. No, no iba a pedir que lo buscasen , lo haría ella misma. No era normal estar tanto tiempo fuera y… no, era mejor no pensar porque su enfado estaba alcanzando niveles desorbitados. Ataviada con su traje de montar y dos criados intentando convencerla de que no saliese, Valeria bajaba las escaleras como aquel día pero de un modo diferente. No llevaba su vestido rojo, ni el gesto relajado… sus orbes llameaban de preocupación, sus pasos seguros estaban dispuestos a… buscarle allá donde estuviese.

-Mi corcel. Ahora -
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Mensaje por Höor Cannif Vie Abr 21, 2017 9:53 am

Llevé de nuevo la jarra a mis labios mientras aquella morena de ojos verdes me contaba lo divertidas que eran las fiestas gitanas y trataba de convencerme de que tenia que probar la cerveza negra que allí se servia.
Relamí mis labios apurando la espumé mientras mis ojos se paseaban por su cuerpo y una risa ebria escapaba de mis labios.
Sus bucles de cuervo se perdían entre mis dedos mientras nos mirábamos el uno al otro entre risas.

La verdad es que en el norte también era muy habitual beber frente a las hogueras, posiblemente en eso nuestras culturas no difirieran demasiado. En el norte cada fiesta se repletaba de alcohol, cánticos y fuera por un motivo u otro siempre acabábamos borrachos.
Apenas hacia un par de días que llegué del norte, mi misión, buscar la espada que podría derrotar a los seres sobrenaturales.
¿Una leyenda? Quizás solo fuera eso, una leyenda, pero algo me decía que esa espada existía y yo la tenia que encontrar para volver empuñándola al norte y cumplir con mi cometido liberarlo del influjo de mi tío.

La dama choco su jarra con al mía tratando de recuperar mi atención ,a lo que respondí con un “Skol” y volví a llevar la jarra a mis labios bebiendo mas de la mitad de un trago.
La bebida de París no era como la del norte, esperaba sinceramente que la cosa mejorara cuando esa morena me llevara frente a las llamas y me diera de beber algo mas fuerte que esto.
Mi boca se orilló hacia la ajena sin vergüenza ninguna, ella lo deseaba y yo también, el viaje había sido largo y todo hombre tiene necesidades al fin y al cabo.
Por una noche de placer no iba a perder el norte.

No llegaron nuestros labios a encontrarse cuando las puertas se abrieron de golpe. El invierno frio entro por ellas y una rubia despampanante vestida de montaraz las atravesó hundiendo en mis pardos sus esmeraldas.
Se me cortó la respiración, era preciosa, mis labios se entreabrieron y un jadeo escapó de ellos mientras mi mirada se perdía en la inmensidad de su cuerpo y en ese vaivén de caderas que se orillaba a mi sin ningún detenimiento.

Ladeé la sonrisa, que suerte la mía, una morena y una rubia, al parecer París era la tierra de las mujeres y el amor, porque en una noche había triunfado con dos.
Sonoro bofetón el que la amazonas me arreó en la mejilla, gruñí desafiando su mirada poniéndome en pie y la gire bruscamente estampandola contra la barra, mi cuerpo su prisión y mi mano sobrevoló el ajeno buscando algún tipo de arma pues estaba seguro que mi tío la había enviado para desarmarme con su mirada y matarme con una afilada daga.
-¿Quien demonios eres? -pregunté con la respiración entrecortada aferrando sus muñecas con fuerza con una de mis manos mientras la otra seguía repasando su contorno para descubrir el acero.
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Mensaje por Valeria Cavey Vie Abr 21, 2017 5:59 pm

Rumores le comunicaron que Hoör Cannif se encontraba bebiendo y recorriendo las tabernas de Paris. No era extraño, ambos habían cerrado locales , ebrios y entre risas pero una cosa era beber una noche y otra estar dos malditos días ausente. No comprendía nada pero iba a averiguarlo por sí misma. No le importaron las advertencias y los consejos con no montar a caballo dado su estado. Estaba tan cabreada, contrariada e impotente  que no era capaz de pensar con claridad y menos en las consecuencias.

Iba a encontrarle costase lo que costase y luego si tenía que castigarle, matarle con sus propias manos…lo haría. Los mozos la seguían pisándole los talones sin atreverse a respirar tan siquiera. Esa mujer de fuego, incansable… buscaba con ansía dónde se encontraba su marido. ¿Acaso era mucho más interesante estar de taberna en taberna que volver a su lecho? Se recorrió con la última cuatro tabernas  y nada. lejos de la mansión Cavey, quedaba la situada en el centro de la ciudad. Tenía que estar ahí sí o sí.

El corcel negro, aquel que relinchó un par de veces al verla y reconocerla… le avisó de que esa era la taberna en cuestión. Los mozos, no se atrevieron a seguir más sus pasos, aguardaron con ambos caballos fuera. De un salto, bajó del imperial corcel blanco… sin tambalearse, esa mujer parecía haberse forzado  entre las mismas llamas del infierno. Y ese mismo infierno, se podía ver reflejado en sus ojos verdes. No le importaba donde estuviese, ni las personas que se encontrasen allí, quería encontrarlo y lo hizo, sentado en la barra y muy bien acompañado… ¿qué diablos se creía que estaba haciendo?

Por unos segundos, se detuvo sin poder creer lo que veían sus ojos. ¿Iba a besar a aquella tabernera? La rabia se mezcló con los celos, unos celos enfermizos que le llevaron a acortar la distancia que los separaban y no poder evitar cruzarle la cara de un sonoro guantazo. Decepción reflejada en sus orbes esmeraldas. Y la decepción se transformó en confusión. Aquel gesto brusco de atraparla, la forma en la que la miraba. Algo no iba bien, un escalofrío le recorrió de la cabeza a los pies, mordiéndose los labios con fuerza… sin comprender a qué venía aquello.

-¿Qué diablos…estás diciendo? Suéltame, condenado noruego. -oyó de fondo la risa de aquella mujer que no contenta con haberse atrevido a acercarse a él, ahora se burlaba de ella -Acaba pronto con ella, te tengo demasiadas ganas…extranjero -palabras de aquella mujer que la encendieron, recorriendo cada poro de su piel. el detonante para explotar, su fuerza y actos sorprendían. ¿cómo un cuerpo tan menudo podía tener esa fuerza? Se zafó de él y no lo pensó demasiado…

La daga con la que tantas veces habían jugado los dos, fue sacada de su escondite. Ahora, jugaría pero de otro modo. Mirándola a los ojos, esperó a que la mujerzuela le devolviese la mirada para cogerla desprevenida. La tomó de su muñeca, dejando la palma de la joven sobre la barra. Sonrió traviesa, peligrosa y la daga, la clavó en el centro de la mano de la mujer que no tardar en dar sus primeros gritos de dolor. Valeria no sabía lo que hacía, estaba tan ciega de odio y desconcierto que se lo hizo pagar. La muchacha apenas podía mover la mano pues Valeria se la había clavado en la barra.

-La próxima vez… -se inclinó a su oído para que solo ella le oyese -Como vuelva a verte rondándole, mirarle o simplemente respirar su mismo aire…tu cabeza me servirá de adorno en alcoba -apenas él pudo escucharlo, la pregunta de “¿quién demonios eres?” seguía retumbando en su cabeza -¿Quién demonios es esta, Hoör?  -dio un par de pasos hacia atrás…desconcertada… intentando buscar respuestas, unas que no le gustaría.

-Soy el demonio... tu demonio -murmuró con el ceño fruncido, buscándole en aquella mirada parda que tanto le recordaba...a la primera vez. Alzó la mano, dispuesta darle otra cachetada... solo de recordar lo cerca que había estado de esa mujer la desquiciaba -Tengo más, si tengo que clavar tu miembro en la barra como la mano de esa maldita zorra, lo haré, no me cabrees -

Un nuevo desafío.... no, no era como cualquier otra.
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Mensaje por Höor Cannif Sáb Abr 22, 2017 8:35 am

La rubia se revolvía entre mis brazos con el ceño fruncido y el gesto frio como la noche mas sobria. Me llamó noruego, conocía mi procedencia, algo que daba mas veracidad a mi idea inicia, que mi tío la hubiera enviado para acabar conmigo.
Cualquiera con ojos en la cara perdería el juicio por esa mujer, mas estaba claro que su comportamiento voraz me había puesto en sobre alerta antes de tiempo.

La morena parecía tan contrariada como yo, oía su risa y su afilado comentario para que dejara a la loca y continuar ambos por donde nos habíamos quedado. Los ojos de la rubia centellearon, imposible me resulto detener su avance y sacando una afilada punta hundió el acero en la mano de la tabernera clavandola en la barra entre serias amenazas.

Acorté la distancia, la tomé por la cintura elevándola del suelo mientras esta pataleaba, mis pardos se perdieron en los verdes de la mujer herida esperando que se encontrara bien.
Pronto fue atendida por el hombre que servia las bebidas y una de sus hijas mientras yo me llevaba a la rubia a una pequeña habitación lateral que hacia las veces de almacén.
Allí la solté, por el camino me lanzo improperios,amenazas y como no, mi nombre alto y claro.
Parecía creer conocerme y estaba claro que lo hacia, pero yo no la recordaba de nada y con lo buena que estaba dudaba que me hubiera olvidado si me hubiera colado entre sus piernas.

La solté allí, mi mano acortó la distancia al mango de mi bastarda y desenvainandola coloqué el filo en su inmaculado cuello esperando que mi amenaza nada velada la detuviera en el intento de clavar mi polla no sabia bien donde.
-¡Explícate mujer! Mi paciencia es breve y mi tiempo también ¿quien demonios eres? ¿quien te envía? ¿y por que sabes mi nombre?
El filo acaricio su piel, su pecho subía y bajaba desbocado, parecía un animal salvaje acorralado antes de expirar su ultimo aliento.

Mis ojos delinearon su figura, labios que se entreabrieron casi arrancándome un jadeo, ambos nos desafiábamos con la mirada hasta que ladeé la sonrisa con cierta diversión.
-Pareces una mujer celosa -atajé entre risas sin bajar el acero de su cuello -¿y si lo discutimos en la cama? Me has jodido la noche con la morena, peor unas jarras mas, bajas esos humos y nos divertimos un rato, seguro que después de quedar saciada de varón ves las cosas con algo mas de claridad.

Sus esmeraldas me atravesaron, parecía incrédula por mis palabras, iba a avanzar mas de nuevo le marqué con el acero su lugar.
-Lo siento preciosa, peor creo que de momento es mejor que mantengamos las distancias, no me fio de ti, pareces saber demasiado sobre mi y tengo demasiados enemigos como para confiar en una loca por muy sexy que sea.

Observé sus pechos abultados, por allí se deslizo el canto de mi espada mientras me relamía los labios.
-¿entonces? ¿Olvidamos las copas en la taberna y pasamos a lo realmente interesante? Me hospedo en un hotel ¿vienes?
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Mensaje por Valeria Cavey Lun Abr 24, 2017 11:53 am

No fue consciente de lo que acababa de ocurrir. No solo entró como un ventisco en la taberna, montando una escandalera… un chisme que seguramente sería el tema de conversación de la alta sociedad al día siguiente. No le importó, tampoco es que pensase en otra cosa que llevarse a su marido a casa, donde debía estar. La paciencia no era su virtud y en ese instante, se la llevaban los demonios. Lo que le hizo a esa tabernera fue poco para lo que su ira hubiese desatado. No solo estaba furiosa, contrariada…acababa de pasar de la ira más absoluta a la contradicción. No entendía nada, menos lo comprendía. ¿por qué estaba en la taberna y con esa mujer? ¿y cómo la había recibido? Tenía la sensación de que ante ella, no se encontraba su noruego…era él pero a la vez una persona diferente.

- No sé de qué me hablas -negó con la cabeza, dando un par de pasos hacia atrás, observándole en silencio. Su mirada, el gesto de su rostro e incluso su cuerpo no reaccionaba como siempre que se encontraban. Y como era de esperar, ninguna amenaza la inquietaba, sus orbes esmeraldas fijas en él, como si nada más existiese. No solo lo conocía, sus ojos verdes le gritaban en silencio pero no tuvo respuesta, sus miradas habían dejado de tener esa conexión, podía notarle admirándola como… si fuese la primera vez. La primera vez que se encontraron en la entrada de la mansión Cavey, fue instantáneo, sus vidas estaban predestinadas a unirse… pero también a condenarlos. Y fue esa palabra la que pasó por su cabeza.

“Condena”, como tantas ocasiones temió que ocurriese… si era verdad que no sabía quién era para él, no podía ser otra cosa que aquel castigo, un castigo que le tenían preparado…peor que la muerte. Una breve sonrisa se dibujó en sus labios carmesí, pura impotencia… apretando los labios con fuerza, sin ser capaz por primera vez en su vida qué decir y qué hacer. Cerró los ojos un segundo, si era una pesadilla…al abrirlos estaría en su cama y al girarse, él estaría ahí…durmiendo plácidamente. Pero no, no era ninguna pesadilla. Al abrir los ojos, sus esmeraldas volvieron a encontrarse con ahora, esa mirada desconocida y esos labios que reclamaban respuestas, unas que él debía saber.

-No te acuerdas de mí -murmuró más para sí misma que para él. Su dedo índice,se deslizó por el filo de la espada, un corte en la yema lo que provocó que por el acero…un camino de sangre descendía por el filo. Ni pestañeó, lo seguía mirando fijamente a los ojos, esperando algo que… no llegaba, ya que sus palabras le confirmaron que efectivamente su noruego no se encontraba frente a ella -Una loca que ha venido hasta aquí para llevarte a donde debes estar y no aquí … -miró de reojo hacia la taberna, negando con la cabeza.

Sus ojos se habían oscurecido, volvía a ponerse aquella máscara que siempre había tenido para que nadie, ni él… la traspasase. Una risa resonó en el callejón, una risa que a cualquiera pondría la piel de gallina. No contestó, tampoco sabía que decirle. Apartó la espada con ahora, dos de sus dedos sin importarle salir herida, no le importó hacerse un nuevo corte si sus pasos le llevaban acercarse…al amor de su vida.

Valeria, recorrió con la mirada el rostro ajeno, sonriendo de aquel modo único… con el mismo amor que le había profesado aquel día de Navidad cuando aceptó casarse con él. La mano ensangrentada, la dejó caer a un lado de su cuerpo, la otra… le tomó de la mejilla, deslizando las yemas de sus dedos por su mentón, tomándolo para que la mirase a los ojos. Se podían leer ira, impotencia, amor mezclado con tristeza y… culpabilidad. Tenía que ser culpa suya, no había otro culpable… si no recordaba su vida, ella sería la primera señalada.

-Lo siento, mon amour -susurró muy bajito, mirándole a los ojos, negando para que no dijese nada. Antes de que tan siquiera pestañease, buscó sus labios, de forma lenta…esperando que el beso fuese devuelto como él solo lo haría pero algo le decía que no era así. Al separarse, se relamió, era él…sus labios sí la recordaban. Con fuerza, cerró los ojos y bajó la mirada, la culpabilidad le estaba cegando y no, no sabía qué hacer -Eres mío…lo que pasa es que… no lo recuerdas, Hoör -se separó, seguía acorralada pero ¿quién acorralaba a quién? -Prueba a preguntárselo a esa tabernera, estoy segura de que no te faltará lo que buscas pero… sabes de sobra que vas a pensar en mí, imaginarás que ella soy yo… .ya lo haces
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Mensaje por Höor Cannif Lun Abr 24, 2017 1:09 pm

Debía de estar loca, no había respuesta si no a esos actos en una dama, su dedo se cortó al dibujar con al yema el filo de la espada, no la aparte, aun no, pues el peligro continuaba.
Sus ojos verdes me retaban a algo que no acababa de entender.
-¿Te manda mi tío? -volví a preguntar hundiendo en ella mis pardos con un desafió velado en la mirada.
Empezaba a cansarme ese juego, me conocía, lo que podía descartar el que fuera una loca escapada del manicomio mas entonces ¿quien?
-¿Donde debo estar? -pregunté con una ladeada sonrisa, al parecer estaba dispuesta a ilustrarme ocn su raciocinio, ese que yo veía mas que doblegado ahora mismo.

Era preciosa, demasiado para dejarla sola, me relamí frente a ella con los labios entreabiertos, no comprendía que quería de mi, mas aparté la espada cuando ella deslizó de nuevo la mano ensangrentada por ella, no quería que se lastimara y seriamente pensé que de seguir el acero en alto era capaz de clavárselo.
La sentía desesperada mientras andaba con sus esmeraldas desatando la tempestad que ahora arreciaba como un vendaval todo mi cuerpo.
Quedé frente a ella, ambos de frente, sus dedos en mi mentón, obligándome sin necesidad a seguir en contacto ambos.

Sus ojos centelleaban, pero era incapaz de ver mas allá de eso en su mirada, por el contrario su aliento embriago al mio, mi boca se entreabrió cálida cuando la de la dama colisiono con suavidad en esta.
Mi lengua buscó la suya sentenciándola a un despiadado baile en el que el infernó ponía sus reglas y nosotros las llamas que lo incendian.
Jadeé cuando se apartó, ambos nos relamimos atesorando el sabor de la boca del otro.
-No te conozco -aseguré tras el beso -de hacerlo, jamas te hubiera olvidado -aseguré volviendo a acortar la distancia necesitado del oasis de su boca, pues ahora me sentía en pleno desierto.

Esta me indicó que me detuviera, que la tabernera podría darme lo que buscaba, craso error, pues ahora era a ella a quien buscaba.
Mis pasos caminaron haciendo caso omiso a sus palabras, la acorralé en el callejón, mi cuerpo era una prisión de carne hueso, el suyo ardía incandescente bajo cada uno de mis músculos.
-Dices que soy tuyo, demuéstramelo.

Mi boca impacto sedienta contra la ajena, mis manso sobrevolaron su cuerpo, alzándola por las nalgas, vestido ligeramente arremangado dándome mejor acceso a su cuerpo mientras mi hombría aun cubierta le mostraba cuanto suya era por esa noche.
Jadeé contra su boca, no tenia el menor problema de hacerlo en ese oscuro callejón, no hasta que me di cuenta de algo, la vida que portaba en su abultado vientre.
Jadeé de forma pesada dejando que su cuerpo se deslizara por el mio bajándola hasta el suelo y con ella la falda volvió a su lugar.
-¿Estas embarazada? No me follo mujeres casadas -¿quien eres y que demonios quieres de mi? -cerré los ojos por un instante, esa mirada conseguía hacerme renunciar hasta a mis propios principios, como si fuera una bruja y tuviera algún tipo de poder sobre mi, acorté de nuevo la distancia, debatiéndome entre la necesidad que me recorría y el honor .
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Mensaje por Valeria Cavey Lun Abr 24, 2017 2:48 pm

Imposible apartar sus esmeraldas de él. No era capaz de concebir la idea de que no la recordaba, se hubiese olvidado de cada instante, palabra y momentos. Después de tantos meses, cuando por fin eran del otro…el destino le clavaba un puñal por la espalda, una herida de muerte. Rezó mentalmente a todos los dioses que existiesen porque fuese una broma del noruego, una por la cual le odiaría pero terminaría perdonándole entre besos y gemidos. Pero no, sus ojos le confesaban la verdad… su noruego no se encontraba allí.

El beso le supo a mentira, a engaño y a desesperación. No era él. Por primera vez, tuvo miedo, terror y sintió algo nuevo que le apretaba el pecho, dejándola sin respiración y por un segundo fue débil, vulnerable. Sus ojos no pudieron reprimir que se tornasen vidriosos, perdidos y anclados en los ajenos, buscándole sin encontrarle… tras sus palabras “no te conozco”. Lo había perdido. La sensación de perder lo único real en su vida y como un cristal, su corazón sintió romperse en miles de pedazos.

El dolor era tan intenso que como sustento, se aferró a la ropa del noruego. Dedos finos que se enredaron en la ropa que cubrían sus muñecas, sin quererlo, Valeria acababa de intentar apresarle…aferrarle a ella cuando era imposible, él no era suyo. Sus recuerdos… se habían evaporado. Y como una necia, seguía mirándole sin poder creerlo, prendada de él… sintiéndose a cada segundo más pequeña ¿cómo podía haberla olvidado? Era su demonio, su Valeria.

Maldito sollozo que escapó de su boca cuando el noruego volvió a buscarla. Su alma le buscaba, intentando abrazarse a la de ella. ¿Cómo demostrarle que no era de nadie, sí suyo. Beso que fue devuelto con impaciencia, desesperación y deseo. Inevitable que se encontrasen, sus cuerpos seguían enredados pese a no recordarla. Sus manos en su cuello, atrayéndole hacia sí, indicándole que no iba a separarse de ella esa noche. Si terminaba en la cama con esa maldita tabernera, su cuerpo le habría traicionado… y aún así no podía culparle.

-Soy tu demonio -susurró entre jadeos, gemidos de desespero. Era su demonio, siempre lo sería. La vida en su interior, lo más perfecto que podrían hacer ambos, esas dos niñas especiales, únicas para los dos. Le dolió en lo más profundo que dijese eso… que no la hubiese olvidado pero…diablos, lo había hecho y no había dolor más insoportable que ese. Valeria, cerró los ojos abatida. Se lo habían arrebatado, no la recordaba.

El enfado del principio del encuentro, se convirtió en confusión y ahora… volvía a latir la ira más absoluta. Con fuerza, apretó los puños, gotas carmesí manchaban el suelo del callejón…en ese en el que podían habérselo dado todo y para él sería una más, cuando ya no la miraba como la única. Ella jamás lo diría pero le salió de lo más profundo de su alma. Acortó la distancia de nuevo, sus ojos verdes estaban plagados de lagrimas. Jamás una imagen como aquella podía ser tan hermosa, como si Valeria Cavey si que no hubiese existido. La estaban hiriendo de muerte a cada palabra del noruego.

Se mordió el labio inferior de pura impotencia. No pensó demasiado. Con ambas manos en su pecho, lo empujó hasta que la espalda de él impactase contra la pared, captase aún más atención…quería que oyese cada una de sus palabras.

-Te quiero a ti -escupió las palabras con rabia, llorando como una niña asustada… ¿cómo no hacerlo cuando lo había perdido? -Me prometiste que no me olvidarías nunca y no lo has cumplido pero no solo haré que me recuerdes, te demostraré lo que no te he demostrado nunca…todo lo que hiciste por mí. Luchabas, te caís y volvías a mantenerte en pie. Ahora me toca a mí luchar por los dos. -le obligó a apoyar una de las manos del noruego en su vientre, sintiese la vida en su interior -Me has olvidado, eso puedo llegar a aceptarlo…pero no a ellas. -suspiró, buscando mantenerse en pie…buscar sustento en su frente. Frente con frente, mirada que podía no solo transmitirle lo importante que era en su vida, lo mucho que le amaba -Soy Valeria… tu Valeria, maldita sea ¡¡¡¿¿¿cómo no puedes recordarme???!!! -la pregunta, la lanzó en un grito… mirándole a los ojos completamente perdida….-Me recordarás y cuando lo hagas… te prometo solo una cosa, no volveré a perderte más… -buscó de nuevo sus labios, solo con un roce… para calmar su alma.
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Mensaje por Höor Cannif Mar Abr 25, 2017 5:13 am

Sus puños se apretaron, perdida en mis pardos con los ojos anegados en la grimas aseguraba que ella era mi demonio, pero es que yo no recordaba a esa mujer de nada.
Llevé mi mano a la suya tratando de calmarla, arranqué un trozo de la camisa que coloqué a modo de venda para cortar la hemorragia.
-Tranquila, mira no te recuerdo de nada, pero solucionaremos esto ¿dame una pista? Algo que me ayude a recordar ¿una noche de placer? ¿iba borracho? A ver, puede ser que hayamos compartido lecho, no recuerdo a todas las mujeres con las que me acuesto.

Dudaba que una mujer como ella pudiera ser olvidada, pero si iba muy borracho, tanto que ni veía, pues pudo ser...
Me encogí de hombros buscando explicaciones a lo que contaba entre llantos esa pobre mujer.
Su rabia hizo que me empujara contra la pared, la contemplé en silencio, no estaba dispuesto a exaltar mas a una mujer embarazada, no seria responsable de la perdida del hijo que albergaba.
-Tranquilízate -pedí entre dientes.
Lo que iba a ser una noche de tranquilidad tras un largo viaje desde el norte, una noche en la que me perdería entre las piernas de una bella mujer mas que dispuesta se había convertido en una maldita pesadilla.

Mis pardos observaron aquel precioso rostro, era la mujer mas perfecta que jamas había visto, cada rasgo, esos ojos, sus labios fuego, por los dioses porque no se callaba y me besaba, todo mi cuerpo la anhelaba, solo que mi mente estaba vacía de cualquier recuerdo en el que esta saliera.
“Te quiero a ti” rugió sin poder dejar de llorar, su cuerpo temblaba, su voz por el contrario sonaba fuerte pese a estar entrecortada por el llanto.
-No se que te juré, maldita sea, no recuerdo esa maldita noche señorita... -guardé silencio.
No sabia su nombre, no sabia nada de ella, ¿decía que había luchado por ella?
-Suelo luchar por muchas cosas -aseguré -¿la salve quizás?
Iba borracho, estaba seguro de que así era, de ahí que no la recordara, no era la primera vez que peleaba en una taberna completamente ebrio, ni siquiera la primera que ganaba en ese estado, así que puede que la hubiera salvado de algún tipo y después acabara enredado en su cuerpo.
Quizás le prometí que no la olvidaría, quizás en ese momento de colocon eso creía, mas la había olvidado.
-Mira, mi vida es complicada para quedar atada a la de una mujer, no soy de aquí señorita y mi intención es permanecer el tiempo justo para cumplir mi misión y volver al norte.

Llevó mi mano a su vientre, me gesto cambio al sentir sus movimientos, abrí los ojos desesperado ¿mías?
-¿Como sabes que son dos? ¿como sabes que son misas? ¿que paso? ¿te quedaste en esa noche? Juro que afrontaré la paternidad de esas criaturas, yo no soy un mal hombre. Os pasaré el dinero que necesitéis y compraré una casa para que no os falte de nada -aseguré tratando de calmarla.
Quizás su desesperación se debía a eso, creía que al no recordarla no me haría cargo de lo que era mi obligación.
-Tranquilízate, vamos a mi hotel, hablemos las cosas, dime como esta tu situación económica, te ayudaré.
Sacudí ligeramente la cabeza, demasiado alcohol para una conversación tan seria, pero no la podía dejar así.
-Vamos, mi montura esta fuera.
-Le tendí la mano con suavidad para que la aferrara.
-Confía en mi, no te haré daño.
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Mensaje por Valeria Cavey Mar Abr 25, 2017 11:03 am

Por más que quisiese e intentase, no podía tranquilizarse. ¿Cómo hacerlo? lo había perdido. No se acordaba de ella, ni los momentos vividos en Paris desde su llegada. Olvidó el instante en el que se conocieron, se condenaron…hasta ese mismo momento. Desconcertada y herida, lo observaba sin dar crédito. Y leyó algo en sus ojos pardos: pena. Apretó los dientes con fuerza, impotente… ¿qué hacer cuando está todo perdido? Cuando sabes que no podrás recuperar lo único real y valioso, al amor de tu vida.

Pregunta que escapó de sus labios, una pregunta que escondía mucho más que un sí o un no. Hasta ese momento no se dio cuenta de lo que había luchado por él. Poco. Nada. Él todo y ella nada. tenía tantas cosas que decir que todas las palabras se le agolpaban en la garganta incapaces de salir. No sabría por dónde empezar tampoco. Por un segundo, se sintió derrotada por esa magia empleada. Lo dedujo porque no tenía heridas visibles, no fue un golpe. Esos brujos debieron de arrebatárselo, se lo advirtieron… su vida no sería fácil mientras que con los Cavey tuviese una deuda que saldar.

-No solo me salvaste. Te condené…a esto. -la de incontables veces que le advirtió, amarla conllevaba no solo soportarla para siempre… también luchar con esos demonios invisibles, capaces de hacer tanto daño. Los hermosos ojos verdes de Valeria, lo observaban desde su posición como si nada más existiese, incapaz de reaccionar y sentirse cada vez más inútil. ¿Cómo iba a devolverle los recuerdos? Recuperarle…-Ahora, que te tengo ante mí, me doy cuenta de en todo lo que me he equivocado contigo, nunca he sido sincera con mis verdaderos sentimientos. Di por hecho que sabías lo que sentía por ti, lo que significabas para mí pero ahora…me doy cuenta que lo diste todo por mí y yo no te di lo mismo -siseó, más para sí misma que para él.

Sus dedos , delinearon los labios del noruego, presionándolos para que no dijese nada. su mirada, se perdió en la ajena y sus pasos, se acortaron hasta tenerle aún más cerca. Tan cerca que podía sentir su respiración, el olor de su piel y calor por el que deseaba perderse. Por un momento, pensó en que le diría que era una broma… la abrazaría, alzándola por los aires y ella con el ceño fruncido le gritaría con fingidos golpes y como siempre, terminarían enredados en el otro pero… eso no iba a pasar. No, cuando lo sentía tan lejos de ella, a cada segundo más.

-Volver al norte. -repitió sus últimas palabras, sin dejar de mirar sus labios…esos que aún no se los había prohibido. Sus palabras pese a hacer lo correcto, le estaban haciendo daño ¿eso creía? ¿qué era una aprovechada que lo perseguía para que se hiciese cargo de las niñas? Una breve sonrisa triste apareció en sus labios. Si algo había dentro de su cabeza que la recordase, ese era el momento de hacerlo pues ante él, se veía una Valeria derrotada, cansada y triste…con miedo, de perderle -No quiero tu dinero, ni títulos, ni voy persiguiéndote como una loca para que te hagas cargo de tus hijas. Lilie…Violette… -susurró el nombre de las pequeñas, como si de algún modo les hablase, les prometiese en silencio que iba a devolverles a su padre.

Cerró los ojos, incapaz de pensar con claridad. ¿Ir con él? a casa, no a ese hotel. ¿Lo peor para Valeria? No era que no la recordase… si no una cosa muy diferente. No se enamoró de ella al instante, no hubo esa conexión que tuvieron y quizás no tendrían nunca. El pensar aquello, le hizo bajar la mirada desolada, su cabello rubio tapaba su rostro…una cortina dorada que ocultaba sus lagrimas imposibles de detener. ¿Cómo no había valorado cada segundo desde que estuvieron juntos? ¿Por qué no se lo demostró de la misma manera? Si estaba así, no solo era por su culpa… quizás una parte de él le avisaba de que Valeria no lo amaba del mismo modo intenso que él porque nunca se lo había demostrado.

-Sí, lo haces. Me haces daño con el simple hecho de no recordar ni mi nombre. -apenas fue un susurro, ante él no tenía esa Valeria que conoció si no una triste y derrotada -Por y para siempre, Hoör -recordó que entonces, tendría aquel colgante que le regaló. Alzó la mirada, qué hermosa estaba con esas lagrimas, esos ojos verdes que lo miraban como aquel día al bajar las escaleras ¿qué palabras para describir lo que sentía que esa mirada? Dos de sus dedos se deslizaron por su cuello… tomando la cadena y dejarla enredada en los finos dedos de la rubia.

Allí estaba su prueba de amor silenciosa. La promesa que le hizo.
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Mensaje por Höor Cannif Mar Abr 25, 2017 3:57 pm

Por un momento creo que va a desmallarse, mi cuerpo se pega al ajeno de forma instantánea, embelesado por esos ojos que ahora se cierran observo sus largas pestañas temblar mientras las lagrimas resbalan por su mejilla blanca, inmaculada.
-eres preciosa -se me escapa de lo mas hondo de mis entrañas, mas pronto trato de rehacer mis palabras -déjame llevarte al hotel -pido buscando sus ojos que se han cerrado y me privan de esa sensación de hogar que había encontrado con anterioridad.

Jadeo contra su boca de nuevo, mis labios vuelven a la carga aun manteniendo cierta distancia.
-Vale, no quieres títulos, ni riqueza, pero..yo quiero conocerte ¿me dejas? -le pregunté ladeando la sonrisa -voy a confesarte algo ,estoy borracho, esta conversación es muy complicad porque no me acuerdo de nada, quizás mañana, con as claridad, sobrio sea capaz de recordarte.

Apoyé mi frente en la ajena, cerré los ojos como ella dejando que su aliento impactara entrecortado con el mio, ambos confusos por una situación que nos superaba con creces.
Ella decía conocerme y desde luego mi nombre era ese, Hoor, mas yo desconocía el suyo.
Escuche sus tristes palabras, derrotada susurró contra mis labios un
“por y para siempre” sus dedos acariciaron mi cuelo tirando de una cadena que no sabia que hacia ahí y que ponía justo esa inscripción.

Sus esmeraldas ahora brillaban contra mis pardos. Sus dedos acariciaban la joya casi aferrándose a ella como si esta fuera dueña de neutro ultimo aliento.
-No he visto ese colgante hasta este instante en mi vida -aseguré.
¿Que magia era esta?
Mi pecho subía y bajaba desbocado, cuerpo que apreso el ajeno contra la pared. Mis labios la rozaron, despacio, dejándome embriagar de esa boca que encajaba de forma perfecta con la mía.
-¿quien eres? Me estas volviendo loco -reconocí.

Loco de deseo, loco por todo lo que contaba, pues no lo recordaba mas parecía ser cierto, esos ojos eran tan intensos como los del mismo infierno.
-Mi demonio -repetí las palabras que ella pronuncio dentro antes de colisionar con su boca tratando de devorar cada resquicio de sabor, cada camino desconocido que ella juraba ser antiguo.
La saqueé buscando el tesoro bajo la cruz, ese que me devolviera le recuerdo de esa mujer que frente a mi juraba ser todo lo que necesitaba para vivir.

Mis dedos se enredaron en su pelo, la atraje por la nuca buscando consuelo, necesitado de esos besos que ahora parecía anhelar como lo hace el pirata a la mar o el campo de batalla al guerrero.
-Me vas a volver loco -susurré contra su boca.
No sabia en ese momento cuan cierto era eso.
-Ven conmigo, ven a mi hotel -le pedí necesitado de hundirme en su cuerpo, de encontrar en su piel una pista que me diera a entender que era cierto todo eso que estaba diciendo.
-¿donde dices que nos conocimos? -pregunté volviendo a beber del manantial de su boca.
Mi nariz acarició la ajena, mi lengua torturó sus lenguas dejando un lametazo en su inferior, provocandola a buscarme.
Imposible habar con mas distancia cuando todo mi cuerpo parecía suplicar tomarla.

Aferré con mis manos sus caderas, tiré de ella de forma salvaje, esperando que aquel choque de martillo contra yunque convenciera a la dama de lo necesitado que estaba, no de una ramera, de ella.
-ven a mi hotel -pedí de nuevo perdiéndome en su piel, mandíbula cuello, jadeos contra el esternón -¿explícame allí por que llevo ese colgante?
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Mensaje por Valeria Cavey Miér Abr 26, 2017 2:18 am

“Eres preciosa”

Dos palabras que simples, le arrancaron una breve sonrisa, una que se apagó en cuestión de segundos. En ese momento se daba cuenta que podía tenerlo prácticamente todo pero ¿qué era de su vida sin él? hasta entonces, no fue consciente de lo mucho que le importaba, le necesitaba. Ambos cuerpos se buscaban, necesitando al otro, desear estar más cerca y él, descubrirla por primera vez.

Cualquier tipo de contacto era necesario, buscaba su mirada, su cuerpo atrapaba al del noruego en una cárcel de la que no estaba dispuesta a dejarle salir. Rió por primera vez en toda la noche, apresándole con delicadeza entre sus brazos, temiendo que en cualquier momento desapareciese. No estaba atado a ella, ya no, aunque la cárcel de sus manos se entrelazase con las del noruego, pidiendo en silencio que permaneciese a su lado.

-Ya te lo dije, mi noruego…soy tu demonio y mi misión en tu maldita vida, es volverte loco a cada segundo -murmuró contra sus labios, perdiendo sus esmeraldas en sus ojos, no iba a dejar que la magia ganase… lo que tenían era mucho más fuerte. ¿Quién de los dos estaba volviendo loco a quien? Ella no podía apartar su mirada de él, delineando cada centímetro de su rostro, su fin….perder la mirada en sus labios que tanto anhelaba y por los que se perdería una y otra vez. ese sería su principio y su final.

-Curioso, eso te decía tantas veces. Me ibas a volver loca y al final lo conseguiste -tomó sus labios con fiereza y necesidad, su cuerpo buscó al ajeno para refugiarse en él. él era su hogar, lo era todo. No importaba el hecho de que no la reconociese, su sed de él no conocía límites. Volvía a perderse en sus brazos, incapaz de controlarse -Nos conocimos hace mucho , quizás ni éramos nosotros pero supimos que habíamos encontrado nuestro sitio. ¿Qué importa donde? Nos hemos vuelto a encontrar… ¿qué te estoy volviendo loco? Tú ya lo conseguiste…

Su cuerpo lo buscó irremediablemente, aceptando la invitación de ir con él al hotel . ella, acababa de proponerle en silencio una invitación mucho más tentadora y provocadora… se perdiesen en su cuerpo, conociese cada poro de su piel… la recordase de nuevo para no olvidarla jamás . Buscó sus labios, perdiéndose en ellos, iniciando un baile en el que solo sus labios eran los protagonistas, sus manos…se perdieron por sus costados, atrayéndole de forma peligrosa hacia ella. Lo necesitaba, volver a sentir que era suya, mentirse por unas horas… aún no la reconocía y estaba dispuesta a devolverle esos recuerdos que le habían arrebatado.

Fue ella quien le acorraló esta vez, perdiéndose en sus ojos, batallando con sus labios mientras sus manos se paseaban por su cuerpo. Manos pequeñas, frágiles que tenían como destino buscar su piel bajo la ropa, sentir su calor… necesitaba tanto pertenecerle una vez, la mirase como siempre, como si fuese única ante sus ojos.

Mordisco en el labio inferior, tiró de él un tanto y de sus manos, necesitaba encontrarse con él sin tantas miradas, a la tenue luz. Sus almas no se habían olvidado, sus cuerpos tampoco y se lo demostraría. Por el camino, no soltó su mano, apenas le dejaba caminar unos metros pues lo acorralaba en cualquier rincón, regalándole besos que solo le pertenecían a él. sonrió antes de que entraran en el hotel, cruzaran los pasillos y subiesen las escaleras.

Nada más entrar en l a habitación, su espalda la dejó caer contra la puerta. Sus manos, comenzaron a deshacerse de la ropa, dejándola caer por su paso. Lo miraba a los ojos a medida que su cuerpo quedaba al descubierto. Desnuda ante él. ¿Si la volvía loca? Él no tenía idea de cuanto aunque su cuerpo , reaccionó erizándose con tan solo la observase. De pie, frente a él, desnuda y con la ropa esparcida por el suelo… anhelando sus besos y sus caricias, una tortura para ambos el simple hecho de no tocarse.

-Es mi promesa. Te amaría por y para siempre. No amé a nadie nunca y tú, apareciste aquel día en mi casa para quedarte….y lo hiciste. Yo ya te quería en cuanto cruzaste la puerta pero tú…aún no lo sabías. -se acercó para que la observase, su vientre ligeramente abultado, ojos hinchados por las lagrimas, deseo en su mirada.
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Mensaje por Höor Cannif Miér Abr 26, 2017 5:05 am

Aceptó, como no hacerlo cuando nos habíamos perdido en la piel del otro. Mi virilidad chocaba endurecida contra su vientre. Voraz mi boca sentenciaba sus labios entre profundos jadeos, lenguas de fuego que danzaban en el infierno mientras nuestro aliento nos calcinaba en cada momento.
No volvimos a la taberna directos salimos a por nuestras monturas que nos esperaban fuera
Dos sirvientes me saludaron llamándome señor ¿me conocían?
El demonio de mi abismo los mandó ir, no quería su escolta, solo a mi.
-Creía que eras una mujer de origen humilde -aseguré dándome cuenta ahora que me habia equivocado, que esa mujer ostentaba la misma clase social que yo.

Acaricié a esa yegua blanca , salvaje, que golpeó mi rostro con su hocico de forma cariñosa repetidas veces como si me conociera.
-Un buen ejemplar -aseguré dando un par de palmadas en su cuello antes de indicar a la dama que se acercara para ayudarla a montar sobre esta.
Poco después hice yo lo propio sobre mi oscuro corcel que se alzó sobre sus patas traseras remarcando su poder.

Emprendimos rumbo hacia el hotel, nos devorábamos con la mirada, incapaces de dejar de imaginarnos enredados en un lecho en el que haríamos arder nuestros cuerpos.
Desmontamos frente a “les arenes” y entre besos, caricias, provocaciones y esas esmeraldas que como brasas parecían pedir llama a mis pardos alcanzamos la habitación.
Mi mano contra la puerta, su espalda en ella, prisión de cuerpos que no se daban tregua, trataba de acertar con la llave en el bombillo, algo imposible cuando mis ojos estaban en otra parte y mi pecho subía y bajaba furibundo cargado de lujuria.

Finalmente la puerta cedió, nos adentramos en la habitación como si fuéramos dos bestias sedientas de carnaza.
Gruñí observando sus esmeraldas, habíamos ido allí para hablar, mas la verdad no estábamos haciéndolo y menos cuando el demonio de ojos esmeraldas se encargo de arrebatar de su cuerpo toda prenda que lo cubría.
-Me vuelves loco -aseguré contemplándola con mis tempestades, su piel se erizo y la mía la buscó entre roncos gruñidos.

Sus manos por debajo de mi ropa, dejando que la camisa resbalara por mis hombros hasta caer al suelo junto al resto de prendas. Mis manos la alzaron de las caderas, sujeté hundiendo mis dedos en sus nalgas, frotándola contra mi virilidad en alza.
Boca que se sirvió sin permiso ni tregua, de la cúspide de sus pechos, tiré de sus pezones entre roncos jadeos, completamente excitado.
Arrastre mis dientes por estos notando como se endurecían firmes como astas, dispuestos a seguir desafiando a mi boca.
Su mano bajo mi pantalón ligeramente liberando mi miembro, gemí al sentir como sus paredes se abrían dando paso a mi glande.
-ufffff -susurré contra sus pechos.
La moví de forma salvaje sobre mi espada que arrogante, rugiendo la atravesaba desgarrando todo a su paso, anidando hasta el fondo de sus cimientos con una brutalidad inusitada.

Estaba muy excitado era imposible controlarme con esa mujer.
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Mensaje por Valeria Cavey Jue Abr 27, 2017 2:22 pm

Imposible apartar la mirada de él. temía que en cualquier instante se evaporase como lo había hecho su memoria. Decidieron ir al hotel, ese lugar apartado para hablar pero todo cambió en cuanto emprendieron el camino, no podían evitar el buscarse. Las palabras pasaron a un segundo plano, sus cuerpos sí se reconocían, se buscaban…intentando encajar de nuevo de forma perfecta. Lo buscaba en cada mirada, beso robado y encontrado, tocar y deleitarse en el tacto de su piel.

No la recordaba pero ¿acaso importaba eso en ese momento? Quería demostrarle no solo lo que lo había anhelado estos días, deseaba que… volviese a conocerla, recorriese su cuerpo como solo él era capaz. Buscó sus orbes, esperando encontrar la manera con la que siempre la había mirado. Única y especial. ojos llameantes no solo de fascinación, de un deseo irrefrenable que los llevaba justo a ese punto donde se encontraban… buscándose y encontrándose. Frente a frente, ambas miradas volvieron a anclarse, sus cuerpos reclamaban el del otro.

La sonrisa traviesa de Valeria, fue la respuesta a su no pregunta. A ella le volvía loca verle perdido en ella, volverlo loco, calmar su sed. Su boca no le daba tregua, las palabras no eran necesarias cuando las miradas lo decían todo. Mordió su barbilla, bajando despacio por su cuello, dejando sentir sus dientes y su lengua entre roncos jadeos. Sus pezones se endurecieron, su piel se erizó deseosa… necesitando sentirlo. El nombre del noruego escapó de sus labios, a medida que sus manos se enredaban en su nuca…sus manos descendían para hundir las uñas en su piel. ¿qué le volvía loco? Ella ya estaba loca.

Loca de celos por recordar lo cerca que estuvo de esa mujer, loca por volver a pertenecerle, loca por no admitir que lo amaba más que a nada ni a nadie. el impacto brusco de su espalda contra la puerta, le arrancó gritos …gritos que se mezclaron con su risa maliciosa. Quizás podía ser la última vez y por ello, lo disfrutó al máximo. Sus caderas se movían, marcando el ritmo…atrayéndole por las nalgas con las piernas para que entrase aún más profundo. Perdida de deseo, sus dedos bajaron delineando cada cicatriz que adornaba el cuerpo del noruego.

Nunca antes se había dedicado a recorrer cada centímetro de su piel como esa noche, sentir como la pasión los desbordaba, como se volvían locos por el otro…aún más. sus orbes esmeralda se abrieron de golpe, chocando contra aquellas tormentas a las que se enfrentó entre jadeos…susurrando su nombre una y otra vez, no se le olvidase que le pertenecía…solo a ella. Si encerrarlo significaba, tenerlo para siempre a su lado… lo haría, aunque la odiase y no la recordase más.

Echó hacia atrás la cabeza al sentir como oleadas de placer recorrían su cuerpo, terminando en un orgasmo intenso…en el que se perdió al igual que sus labios en los ajenos. Un “te amo” que no pudo reprimir decirlo para que solo él pudiese oírlo. La pasión los había vuelto a pillar por sorpresa, sus ojos verdes buscando una vez más su mirada aún con la respiración entrecortada. Antes de que dijese nada, lo atrajo hacia sí de la nuca, sin salir de él. atesoró ese momento, quizás no se volviese a repetir… si no la recordaba no podía tenerlo atado a su lado.

Embriagada por el olor de su cabello, sus labios marcaron su cuello, suaves roces con un mordisco sentido. Marcado. Marcado como suyo. El encuentro había sido salvaje, intenso pero aún quedaba más. le hizo un gesto para que fuesen a la cama , momento que aprovechó para bajar de su agarre y admirarle en silencio, apoyando dos de sus dedos sobre sus labios… deslizar la yema por todo el contorno de su boca y llevárselo a los labios, dejando un beso en ellos.

-Siéntate en la cama, en el borde -tono autoritario, decidido. Caminó hasta él, apoyando ambas manos a cada rodilla del noruego, separándole las piernas y ella tomar asiento pero de forma que quedase de espaldas a él. dejó el cabello a un lado que cayese como cascada y sin preámbulos, guió sus caderas para entrar de golpe, ser ella quien se moviese como un demonio, tomando como punto de apoyo sus rodillas… gemir desesperada, disfrutar cada segundo …por si era el último.

Giró el rostro, clavando su mirada en la ajena… avisándole que no, no iba a parar hasta que él se lo pidiese…

-Dime… qué sientes .-murmuró al mover las cadderas en círculos, enredando los dedos en el cabello de su nuca, atraerle hacia su rostro y buscar su lengua para bailar juntas , dentro y fuera de sus bocas -Me vuelves loca, Hoör Cannif. Te acuerdes o no de mí…
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Mensaje por Höor Cannif Vie Abr 28, 2017 4:30 am

Esa mujer se aferraba a mi cuerpo de un modo necesitado, su boca marcaba cada trozo de mi piel, mordiscos, succionandola hasta amoratarla, casi podía leer ese “ mio” en cada trozo de tez por donde ella había pasado.
Entre bruscas embestidas, la oía jadear, arqueándose entre mis dedos, incinerandome con el vaivén de sus caderas que no parecían complacidas si no necesitadas de echar mas maderos al fuego.

Mi boca entablo un duelo con la suya, lenguas echas fuego que serpentearon en el infierno, dos demonios dispuestos a aniquilar al otro en un pulso que perdí sin remedio.
Sus paredes palpitaron, envolviendo mi falo, sentí como se sacudía contra este, roncos sus gemidos contra mis labios mientras alcanzaba el orgasmo.

Ladeé la sonrisa complacido, sus esmeraldas vidriosas por el placer que ahora invadía, su cuerpo se fundieron en mis tormentas, un “ te amo” que escuche alto y claro.
Mi boca se perdió en su cuello, quería seguir, estaba aun hambriento, no podía decirle que yo también la amaba, no era cierto, para mi era una desconocida a la que no me importaría conocer.
Sin duda mi tío había mandado a la única persona capaz de desarmarme con una mirada y matarme con un beso.
Desnudo, expuesto , muerto por sus labios obedecí su ruego y retrocedí hacia el lecho tomando allí asiento.

Su cuerpo me enredó en ese movimiento de caderas, contoneo errante que acabó frente a mis ojos, me dio la espalda y mi boca sentencio sus nalgas con un suave bocado que nos hizo reír a ambos.
Breve risa pues sin mas dilación, sus manso abrieron mis piernas apoyada en las rodillas y desde atrás se la metió entera haciéndome gruñir de placer.

Incinerante movimiento de esa mujer de labios rojos, se la metía hasta muy dentro, para sacarla casi entera y volver a incrustarla de nuevo.
Martillo contra yunque en un baile satánico que me estaba llevando al mismo Hell. Mis manos en sus nalgas abriéndolas para deleitarme de ese baile salvaje de su sexo contra mi hombría.
-Te deseo -dije con la voz ronca, completamente ido.

Pecho que subía y bajaba de forma brusca, no podía mas, me alcé para embestirla con mas fuerza desde atrás, mi mano en su cuello, estirandoselo para atraerla hacia mi deleitándome de esa boca de fuego.
El aire entraba lento a través de mis dedos, jadeaba de forma ronca mientras la empalaba con gran fuerza.
-disse gale driver meg (me estas volviendo loco)
Sentí como mi miembro se sacudia en si interior, palpitando su feminidad se apodero de este incrementando aquel orgasmo de los dos, aflojé el acarre de su cuello ,deslizando por el mis dedos.
Mi frente contra su espalda, jadeando contra su erizada piel.
-¿Quien decías que eras? -pregunté entre risas ,tirando de su cintura para dejarnos caer ambos en ese lecho que pronto cobijo nuestros cuerpos.



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Mensaje por Valeria Cavey Vie Abr 28, 2017 9:34 am

Descontrol. Pasión desmedida. Besos necesitados, caricias que marcaban al otro de manera invisible pero no para sus almas. En esa habitación no solo fue él el que lo olvidó todo, Valeria se dejó arrastrar por el deseo, la pasión y la necesidad. Sí, podía ser la última vez. el Hoör que conoció en el pasado era como ella, un alma libre que no se ataba a nada ni a nadie…menos a una sola mujer. “Vuelvo al norte”, esas palabras no hacían otra cosa más que resonar en su cabeza, mezcladas con sus jadeos, gruñidos y gemidos que escapaban de ambos labios.

Todo podía comenzar como a la vez acabar en aquella habitación. ¿Por qué iba a ser ahora igual? No la recordaba, no hubo esa conexión y ella se había resignado. Al menos, tendría de él aquella noche, podría despedirse de la mejor manera en la que siempre se habían complementado. Y esas miradas cómplices, las risas que llenaban la habitación y palabras que se habían evaporado… no hacían falta ¿para qué? no la creería pero sí entendería el lenguaje de su piel, los besos no mentían y mucho menos las miradas.

Entre el desenfreno y la confusión tras el orgasmo, se le escapó ese “te amo” que antes tanto significaba para el noruego. Valeria nunca mostraba sus sentimientos, menos con palabras pero en ese instante, necesitó decirlo…aferrarse a lo más verdadero y real que tuvo en su vida. Se volvieron locos por el otro, buscando la cumbre y escalarla juntos. Sus cuerpos se complementaban y encajaban en la perfección más absoluta. Y ella, disfrutaba como nunca, moviéndose como el demonio que era…el demonio de su perdición.

-Eso ya no importa -murmuró con la respiración entrecortada, disfrutando de la simple sensación de sentirle aún dentro de ella. el arranque de pasión le recordó al día en las caballerizas, la noche en el burdel de Italia... se complacieron hasta la saciedad. Fue feliz en el momento en el que abrió los ojos en la iglesia, le salvó creyendo haberle perdido. Volvía a sentir esa sensación de perdida y algo dentro de ella… moría, en su interior.

Buscó su mirada a la vez que se acomodaba en la cama, se suponía que ya no debería estar allí después de cumplir su cometido. Los orbes esmeraldas, se pasearon por su rostro, su cuerpo…en silencio. ¿Qué iban a decirse ahora? no sabía por dónde empezar. Incorporándose en la cama, se abrazó a sus rodillas, dejando apoyada su barbilla…por primera vez, meditaba las palabras que salían de sus labios.

-Te lo he dicho…soy Valeria. Tu Valeria pero no me recuerdas -resopló de forma pesada, desanimada… no tenía ni idea de por donde empezar -No sé qué decirte… ¿no querías hablar? Hablemos pero sería tan absurdo… ¿en qué piensas ahora mismo? ¿qué sientes? -

La única manera de entablar esa conversación perdida, tan perdida como sus caminos… caminos que ya no llevaban al mismo… a ninguna parte. Y de nuevo, había vuelto a perderle.
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Mensaje por Höor Cannif Vie Abr 28, 2017 10:35 am

Habíamos caído al lecho envueltos en risas, mi boca aun buscaba beber de la ajena, caricias que mis dedos le regalaron a su piel, una piel que poco aprecié pues me dejo frio de su presencia encogiendose para abrazar sus piernas.
Enarqué una ceja mirandola de soslayo, acabamos de acostarnos y parecía que no había quedado nada contenta con el resultado.
-Te he oído Valeria, no me acuerdo maldita mujer. ¿Donde te conocí? ¿que paso? ¿no volvimos a vernos?

Mis pardos se perdieron en esas vidriosas esmeraldas, tiré de su brazo para orillarla a mi cuerpo y abrazarla.
-Vamos a calmarnos los dos, dices que eso que llevas en tu vientre es mio, voy a creerte.
Mis labios se perdieron en su cuello, la besé para que se calmara, deslizando mis dedos por su piel desnuda, era preciosa.
-No te conozco, pero no me importaría hacerlo -susurré relamiendo mis labios.
Fue entonces cuando recorriendo su piel me encontré con algo que me perturbo, mi nombre en su piel y la verdad es que no lo hizo por el nombre en si, si no porque estaba escrito de mi puño y letra.
Me conocía, mucho, yo no marcaba a una mujer si algo no me ataba a ella.
-Te lo escribí yo ¿verdad?

Pasé por allí la yema de mi dedo, trazo firme, perfecto, recto, no estaba borracho en el momento que lo tatué ¿entonces?
-Valeria ¿que somos? Yo nunca sentenciaría a una mujer a llevar mi nombre si no hubiera una fuerte unión entre nosotros.
Mis pardos buscaban respuestas en esa verde mirada que me atrapaba de un modo desconocido.
Dejé escapar el aire de forma pesada contra su vientre, mis labios calentaron su piel hundiéndome en su regazo mientras esta acariciaba mi pelo.
-Magia, solo eso tiene sentido, cerré los ojos bastante cansado, había pasado el día entero buscando por los pantanos el arma mitológica sin resultado, ademas el alcohol ingerido me daba cierta sensación de sopor y haberme corrido hacia apenas unos minutos no ayudaba a que me mantuviera despierto.

Aferré su cintura con mis brazos tratando de que esa mujer no se esfumara de allí, no sabia quien era, pero por Odin que lo pensaba descubrir.
Ladeé la sonrisa complacido por las caricias de la dama en mi espalda, me gustaba como me tocaba, como si conociera todas y cada una de mis debilidades, gustos y disgustos.
-¿eres mi mujer verdad? -pregunté sin necesidad de que me contara nada -y estas son nuestras hijas porque por mi linaje siempre nacen mellizos o gemelos ¿cierto?

Mordí su muslo con suavidad dejando mi aliento escapar lento sobre este.
-Llévame a casa, quizás allí pueda recordar. Lucio -dije alzando la mirada hacia la dama -Tengo un amigo que iba a venir a París a vivir, puede ayudarme, es hechicero ,de los mejores, si alguien puede devolverme los recuerdos, será él.

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Mensaje por Valeria Cavey Mar Mayo 02, 2017 4:14 am

Volvió a ocurrir. Valeria no pudo evitar perderse en él una vez más. Las palabras sobraron, fueron a conversar pero ¿qué mejor lenguaje que el de sus cuerpos? Sus esmeraldas eran incapaces de permanecer cerradas por si volvía a desaparecer de su lado. No habría peor sensación e incertidumbre que la simple idea de perderle, haberlo perdido. Él estaba allí , su cuerpo pero sus recuerdos se disiparon como una nube de humo. Y al parecer, solo se olvidó de ella, su vida desde que llegó a Paris.

Nadie sería capaz nunca de calmarla de esa manera. Aún sin recordarla, la trataba como si fuese lo más valioso, esa ternura y cariño que le profesaba al principio…ella, volvía a ser tan fría y distante como al principio. No iban a llevarle a ninguna parte su comportamiento, él intentaba encajar las piezas y ella, las volvía a descolocar … despistándole y no ayudando demasiado. Se dio cuenta de ello cuando cerró un par de segundos los ojos, abriéndolos de golpe al oír su voz… el miedo se reflejaba en sus orbes esmeraldas, miedo disfrazado con esa máscara de frialdad absoluta. Si ocurrió tal cosa era por una sola razón…ella era la culpable. La magia negra la castigaba arrebatándole…todo. ¿De qué servía tener posesiones, dinero o títulos? Si la verdadera razón de su felicidad… se esfumaba delante de sus ojos.

-No soy la única marcada -murmuró apenas con un hilo de voz, su piel se erizó al notar sus dedos perfilar el tatuaje, imitándole… y perder sus finos e inmaculados dedos en la V de su pecho, dejando un beso de carmín rojo en el lugar y suspirar de forma pesada. No importaba ni los tatuajes, ni los recuerdos que tuviese Valeria… él ya no estaba allí aunque se hubiesen perdido en el otro sin remedio. -Somos todo y nada…Hoör -buscó su mirada y cuando volvieron a encontrarse, Valeria luchó con todas sus fuerzas para no desmoronarse ¿ella? jamás pero esta situación le sobrepasaba, le quemaba por dentro. ¿Qué sentir cuando el amor de tu vida lo tienes delante pero sabes que lo has perdido?

Hundió los dedos en su cabello al notar de qué manera se perdía en su cuerpo. Sonrió, incluso se le escapó una risa al notar su aliento en su piel, le hacía cosquillas. Los dedos que se aferraban a su cabello, le obligaron a subir por su cuerpo, cara a cara…frente contra frente apoyada. Sus labios buscaron los ajenos , solo que antes, sus ojos verdes recorrieron su rostro como si fuese la primera vez que se encontraban…como aquel primer encuentro en la mansión Cavey. Sus dedos se deslizaron por su rostro con mucho tacto y cuidado, intentando hacerle recordar el momento en el que sus miradas se encontraron, fulminándose, sabiendo que ya nada sería lo mismo.

-No te obligo a que vengas a mi casa. No reconocerías el lugar pero… -le hizo girar en la cama, quedando ella encima…ahora su cárcel era ella, su cuerpo. El cabello rubio cayó como una cascada, acariciando la piel del noruego. Los ojos de Valeria brillaban con intensidad, esa mujer no solo era su esposa… nadie podía mirar a otra persona de esa misma forma -Voy a luchar a por ti, Hoör. Sé que todo es raro. Que de no haber aparecido te hubieses perdido en las piernas de esa mujer, me has olvidado. Tengo que demostrarte lo que significas para mí, maldita sea. No voy a dejarte marchar, no me importará ser yo misma quien te meta los recuerdos en esa cabeza hueca que tienes ¿me has oído? -estaba preciosa, enfadada, mirándose a los ojos como si nada más existiese - Pienso luchar, a capa y espada, con aquel que te ha hecho esto aunque muera en el intento… no me importará si con eso… me recuerdas



Regresar a la mansión Cavey con él totalmente desorientado, extraño ver cómo sus ojos pardos no perdían detalle de todo lo que encontraba a su paso. El servicio los observaba sorprendidos, preguntándose cómo había podido ocurrir tal cosa. Al pasar por las caballerizas, recordó el día del incendio, antes de que él partiese a otras tierras y se perdieron sin condición, sin importarle otra cosa que el placer del otro, demostrar hasta que punto eran capaces de complacerse. Rió por lo bajo , algo que él seguramente tomaría por locura. No se quiso despedir de él…solo le indicó donde estaban todas sus cosas y el dormitorio, querría seguramente dormir en uno de invitados pero eso lo dejaría a su elección.

Hacía mucho no entrenaba, torpe en algunos movimientos en el pasado, ahora se movía con soltura, demasiado bien para ser una mujer tan menuda. Oyó pasos y se giró sobre sus pies, la espada quedó a escasos centímetros de la nariz del noruego. Respiración entrecortada la de ella y esos labios rojos como la sangre entreabiertos, desafiantes. No estaba demás cubrirse las espaldas por lo que pudiese pasar.

-Deberías al menos toser un poco, podría haberte cortado la cabeza-enarcó una ceja, mostrando esa media sonrisa…esa mujer no cambiaría jamás.
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Mensaje por Höor Cannif Mar Mayo 02, 2017 11:59 am

Las esmeraldas de Valeria resplandecían, mas parecían estar opacas, era complicado verla, no parecía el vendaval que entró por la puerta de esa taberna y eso que nos habíamos fundido en uno durante gran parte de la noche. Mis dedos habían recorrido su piel con delicadeza como nunca antes lo había hecho con ninguna y pese que yo mismo busqué soluciones para este entuerto al descubrir que la piel de ella estaba tatuada y sus dedos me señalaron que la mía lucia de igual manera, ella parecía vencida ¿por que? ¿por que maldiciones no luchaba?

Bajé la mirada hacia las sabanas, al parecer estaba tan abatida que no era capaz de darse cuenta de que estaba aquí, que me tenia frente a ella y que poco importaba si me hubiera hundido o no entre otras piernas en el caso de que ella no apareciera.
El hecho es que había llegado a tiempo, mas ¿para que? Era incapaz de ver el lado bueno de las cosas, solo se regocijaba en el dolor de la perdida.
-Mientras hay vida hay esperanza, te rindes con demasiada facilidad Valeria. Quizás estas demasiado acostumbrada a que todos pierdan el culo por ti, no me extraña, tu belleza no conoce parangón ni en estas tierras ni en las del norte -perdí mi mirada parda en la ajena -muéstrame que diablos vi en ti aparte de tu precioso rostro, de esas esmeraldas y de tu perfecto cuerpo. Puede que creas que soy un hombre al que le basta con eso, te equivocas, algo tuve que ver en tu alma, pues si no jamas hubiéramos llegado a nada.
Ahora solo veo una niña asustada que se lamenta de que la he olvidado y que parece asumir que me ha perdido con demasiada facilidad ¿acaso eso es lo que deseas?

Puede que fuera duro con ella, pero estaba acostumbrado a las mujeres forjadas con acero, esas que jamas daban su brazo a torcer y que se alzaban una y otra vez desangrándose sobre el campo de batalla.
Enarque una ceja cuando me dijo que no me iba a obligar a acudir a su casa, que no conocería nada.
-Ire -sentencie mientras gateaba por mi piel para sentenciarme por fin con palabras que parecían desear emprender la lucha y dejar de compadecerse de una vez.
-¡cabeza hueca? -ladeé la sonrisa para voltearla y quedar ahora yo encima -claro valquiria, voy a ir a tu casa y me meterás con una cena digna de los dioses los recuerdos que me faltan bromeé tirando de esta para ponerla en pie y dejar un azote en su trasero.
-Muévete mujer, estoy hambriento.

Llegamos a la mansión Cavey, al parecer esta no había cambiado de nombre pese a que ahora yo debía de ser el señor de la casa ¿por que? Enarqué una ceja recorriendo cada parte de ella, perdido, sin recuerdos de haberla pisado alguna vez.
Si reconocía algunos modos de recolección propios de mi tierra. La forma de agrupar el Heno, el patio de armas dispuesto a mi modo, sin duda había estado allí, mas ¿cuando?

Deje mis cosas en la habitación de invitados, no repliqué aunque no entendía porque no podía dormir en mi cámara ¿Acaso no era el dueño de la casa y ella mi mujer? ¿no habíamos compartido lecho? No entendía nada, me costaba asimilar y tras darme un baño en esa habitación tan fría e impersonal como el propio hotel baje las grandes escaleras de madera rumbo al único lugar que me resultaba familiar, el patio de armas.
Me adentré para coger la diana y allí me encontré aquella mujer de cabellos dorados que luchaba espada en mano dejando caer su rabia sobre un fajo de heno.
El acero pronto acaparó mi cuello, filo que l orozo y mis dedos que rozaron l hoja para apartarlo con cuidado.
-Ten cuidado no acabes haciéndote daño -apunté con una ladeada sonrisa de prepotencia.

Mis ojos se pasearon por su cuerpo, le faltaba técnica, fluidez en sus movimientos, juegos de pies y su mano aferraba con demasiada suavidad la espada, no era un florete y necesitaba mas temple.
-Tu maestro es un desastre pequeña -aseguré -y si me dices que soy yo, es porque no tenia la menos intención de enseñarte a manejar la espada.

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Mensaje por Valeria Cavey Jue Mayo 04, 2017 2:36 am

Los recuerdos, debían volver a su mente de forma pausada, sin prisa. Valeria no era paciente, siempre lo tuvo todo cuando quiso o dispuso pero esta vez era muy distinto. Él le iba a enseñar indirectamente una gran lección, más bien varias. Ahora le tocaba a ella luchar, mantenerse en pie y nunca caída. Sí, por unos instantes casi se rinde, dejando que el destino separase sus caminos pero ahora, tenía muy claro que no solo no le dejaría marcharse, le demostraría todo lo que hasta hoy había callado, ocultado.

Todo debía ir despacio, él se habituase al hogar, conocerlo de nuevo e ir reuniendo pequeños recuerdos hasta volver a recordarlos. Sí, lo había estado observando en silencio, a escondidas. Como si volvieran a empezar, aquellas primeras semanas en las que él lo revolvió todo. pero no, no era como aquellas veces. Hoör estaba incluso más perdido que ella, para el noruego acababa de llegar, tendría que empezar de nuevo y hacerlo era muy complicado. Lucharía, costase lo que costase, lo tenía muy claro pero negaría mil veces y más, que estaba muerta de miedo.

Había pedido a alguien de absoluta confianza que averiguase quien estaría detrás de este entuerto. Un hechicero, magia negra. Por desgracia, demasiados aspirantes a ser el culpable. Mientras tanto, debía cubrirse las espaldas por lo que podría suceder. Si atacaron su punto más débil, vendrían a rematarla. Pero lo que no sabían es que estaría preparada. Se propuso solo una cosa, no solo le devolvería sus recuerdos, le protegería. Su terquería no conocía paragón y allí estaba, entrenándose con la espada.

Hacía años no cogía una, le costaba mantenerla firme, pesaba demasiado. Era gracioso verla batallar sola, con fantasmas…dando tajos al aire e intentando que la afilada espada no se le cayese a los pies, no se hiciese daño. Alertada por pasos, sus esmeraldas se enfrentaron al dueño. Se sentía observada y al descubrir de quién se trataba, su mirada se perdió en la ajena…siempre desafiante, demostrándole de alguna manera que no era ninguna cara hermosa, luchadora, inquebrantable, decidida y con ese carácter que le precedía y que en más de una ocasión les había llevado al más filo de la amargura.

-No llegaste a entrenarme pero si tan mal me ves para al menos, llegarte a la suela de los zapatos…es que aún no me conoces, ni antes de borrarte los recuerdos , ni ahora -no le dejó decir más, en el lado contrario del cuello, sacó aprisa una pequeña daga de ni más y menos del escote. Esa pequeña arma sí que la sabía bien manejar y de qué manera, le obligó a dar un par de pasos hacia atrás hasta estar apoyado en uno de los pilares de piedra del jardín.

Sus ojos verdes se pasearon por el rostro ajeno, rebeldes, salvajes…respiración entrecortada. Dejó clavada en la hierba la espada, a un lado . Ambas miradas en un duelo incesante en el que apenas acababa de comenzar. Era rápida, vestida así podía pasar perfectamente como una guerrera, una de esas mujeres nórdicas a las que él estaba acostumbrado con la diferencia en que la elegancia se mezclaba con esa rebeldía innata en ella.

-Sé defenderme. Puedo hacerlo y tú deberías no ser tan osado. No te creas tanto que eres tan bueno… o mejor -la daga, la cual en ocasiones marcó su piel, ahora se abría paso entre los dos de forma terriblemente sensual pero amenazante. Miradas que chocaban, batallaban en silencio-Demuéstramelo, Bienvenido al infierno, Hoör Cannif.. -se inclinó para pasar la lengua por el filo de la daga, rozando de paso su cuello… su mirada seguía anclada en la ajena, como si nada más existiese, como siempre.
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Mensaje por Höor Cannif Jue Mayo 04, 2017 12:31 pm

Ladeé la sonrisa deslizando mi dedo por la hoja cuando confesó que jamas la entrené. Eso solo podía significar dos cosas, una que sus habilidades con la espada eran tan malas que dudaba poder sacar algo de ella, dos que no quería que nada le pasara y supongo que por ahí iban los tiros.
Estaba acostumbrado a otro tipo de mujeres, Skadi, el fantasma que aun seguía mis pasos. Luchadora, fuerte, dura, rápida y letal. En el norte las mujeres eran escuderas y los hombres respetábamos que lucharan porque también ellas tenían derecho a acceder al Valhalla. Ademas solo las escuderas parían fuertes vikingos.

De su pecho sacó una daga y silbando el viento intentó morder mi piel hasta arrinconarme contra la pared.
Admito que desarmarla hubiera sido fácil, pero verla así, luchando con las esmeraldas brillando con intensidad me excitaba lo suficiente como para continuar con el juego.
El acero contra mi cuello, reí divertido cuando sus palabras desafiaron mi boca impactando con ellas.
Siempre me hablaba de que esto era el infierno, me retaba invitándome a consumirme en su fuego, algo que no me pensé dos veces y agachándome con rapidez, el acero chocó contra la pared, yo me deslicé en un raudo movimiento tomando la espada larga que estaba clavada en el heno.

Toqué con la hoja su hombro esperando que se girara, me relamí los labios cuando sus esmeraldas se clavaron en mi boca.
-Bien, habláis del infierno, demostrarme que podéis hacer que salten chispas de las espadas y de nosotros también -rugí alzando la espada embistiendo contra la dama.

No medí las fuerzas, no tenia controladas sus habilidades, así que en mi ataqué la dama interpuso la daga pero aunque si paró mi espada no logro hacer lo propio con la fuerza del golpe y cayo de culo al suelo.
Abrí los ojos como platos, preocupado al ver como se retorcía de dolor en el suelo.
-Valeria -corrí soltando el arma que impacto con la tierra.
Me agache para ayudarla a acomodarse, sangre en su falda, las niñas.
-Valeria -susurré alzándola en brazos para salir de la armería desesperado.
-Rápido -ordené a uno de los mozos cuyo nombre si conocía, no recordaba -prepara el carro nos vamos al hospital.

No tenia ni puta idea de donde estaba el hospital, me desesperé la verla pálida, asustada, mientras corría hacia el carruaje que aun estaban preparando para nosotros.
No daba tiempo a esperar a que lo dispusieran, un silbido basto para que mi espectro negro se alzara frente a mis ojos.
De un saltó mote sobre este con Valeria entre mis brazos, sujeta por mi cuello, sangraba en abundancia, algo que solo podía implicar una cosa.
-Has de aguantar, tu y nuestras hijas, iremos a caballo, la distancia en carro es mas larga, demasiado. A caballo prometo que lo haré en mucho menos del tiempo estimado. Confía en mi. -susurré contra su pelo -pero has de guiarme, no se donde esta el maldito hospital.
Subí de un salto, acurrucando a Valeria delante de mi, de lado, dos fuertes patadas al costado y este se irguió sobre sus cuatro patas empezando aquella carrera desesperada hacia la salvación o la destrucción de mi alma.
Podía notar los músculos tensos de mi montura que con largas zancadas hundía sus cascos sobre la tierra húmeda por las ultimas lluvias de primavera.
Estreche a Valeria entre mis brazos, con el gesto serio, consciente de que de mi destreza dependía su vida o su muerte.

Los cascos sonaban huecos, sordos entre la espesura del bosque ,atajo que había tomado, lugar por donde no pasaba ningún carro, mas que nos daría clara ventaja reduciendo el tiempo a la mitad.

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