Nada está en el momento oportuno (libre)

por **Georgette J. Dallarth** Sáb Mayo 06, 2017 7:31 pm

Ella no sabía el peligro que conllevaba llevar una vida en solitario. Independientemente de su situación familiar ella estaba con su servidumbre sirviéndola cada día como solían hacer normalmente, cada día de su existencia, pero aquella noche en las calles parisinas, Georgette estaba perdida por dichas calles, caminaba por sitios iluminados y acabó llegando a un lugar despejado, con bancos y que había un espectáculo de marionetas en el que desde un banco se quedó mirando. Atentamente, cubierta con su capa oscura y observando en silencio.

La ciencia no puede resolver el último misterio de la naturaleza. Y eso se debe a que, en última instancia, nosotros mismos somos una parte del misterio que estamos tratando de resolver. Cuando hubo colgado suspiró confuso y se dijo que las cosas le empujaban en la dirección de un misterio nuevo. Suele ser así siempre. ¿No es la vida entera un solo misterio siempre nuevo? Todo arte debería tener un cierto misterio y debería plantear ciertas demandas al espectador.

Darle a una escultura o a un dibujo un título demasiado explícito quitas una parte de ese misterio. Entonces, el espectador continúa con el siguiente objeto, sin hacer el mínimo esfuerzo por pensar el significado de lo que acaba de ver.La vida es un misterio, no una pregunta. No es un rompecabezas que resolver, no es una pregunta que debe ser respondida pero es un misterio para vivir, un misterio para ser amado, un misterio para ser bailado.

Ideas filosóficas venían a la mente de Georgette poco a poco, a relajarse en aquel sitio en el que estaba alrededor de tanta gente. Observaba detenidamente y para cuando sintió que alguien estaba observándola, se levanto del banco en el que estaba y fue hacia unos callejones en las calles parisinas, escucho pisadas que repetían el mismo sonido a su espalda, estaba asustándose y acabo por convertirse en realidad, alguien le tapo la boca con un pañuelo que estaba impregnado por algo que hizo que se desmayara, su visión se volvió negra y para cuando se despertó, se encontró en un suelo frio, al lado había una cama y una puerta.

Descubrió que estaba con las manos con grilletes, no sabía que había pasado cuando se desmayó, pero estaba posiblemente en peligro.

por **Madame Marie** Lun Jul 24, 2017 10:01 pm

La tarde llegaría pronto y Madame Marie terminaba de encender la última vela de un círculo de protección. Entornó sus ojos con la esperanza de que una visión, por más pequeña que fuera, se presentara ante ella como una revelación. Nada, no había nada marcado para su vida ese día, ni esa noche en el cabaret. Un día más, para ella, sin sentido.
Arrugó la falda de su vestido dorado y entró al círculo con cuidado de no quemarse. Odiaba el fuego, quizá por un miedo antiguo de sus antepasados. Le encantaba la llama indolora de las velas, su brillo y fuerza pero se espantaba al tacto, a ese calor abrasador que podía marcarla para siempre. Como a una amiga antigua, en aquel pueblo que prefería olvidar. Poco a poco, ruidos extraños comenzaron a retumbarle la cabeza. Plam, Plum, plam... Un peso muerto cayendo al suelo. Los murmullos de un par de hombres que provenía de la casa lindera. Una visión se le hizo presente: una joven, como ella, quizás un poco más joven, tirada, atada, en una habitación de mala muerte. Miró la pared que la distanciaba e la casa de al lado. No lo dudó. Tiró con fuerza un par de velas, que se apagaron al tocar el suelo rompiendo el círculo mágico. Tomó su daga envenenada, la escondió entre los pliegues de señora adinerada y salió.

Tocó tres veces a la puerta pero nadie salió. Volvió a tocar y sólo la presencia de un hombrecillo flacucho apareció ante ella. Quiso reírse, a carcajadas, como si hubiera escuchado un buen chiste pero estaba segura que su actitud lo espantaría.

- Mamama...Madame Marie...¿Se le ofrece algo?- preguntó el niño.
- Escuché ruidos raros desde la casa de una amiga...Pidió que se la cuidase... ¿Está todo bien?- dijo mientras asomaba su rostro encima del del joven para poder mirar un interior totalmente oscurecido.

por **Georgette J. Dallarth** Lun Ago 07, 2017 6:15 pm

Eran unos simples ladrones que querían una recompensa para alguien. Sin embargo, Georgette, cuando se sintió un poco más consciente de donde estaba, esta pudo ver a una muchacha de cabellos pelirrojos en la puerta, podía verla desde las rejas de aquella puerta que cerraba la habitación en la que se encontraba. Intento gritar, pero se dio cuenta de que tenía una mordaza con un trozo de tela como de sábana alrededor de su boca.

Quería salir de aquel embrollo, sentía que no habría ninguna manera de poder salir, no quería que aquella muchacha que estaba en la puerta saliera herida por su culpa, pero cuando dio golpes a la puerta, uno de los que estaban fuera fue a asustarla, Georgette consiguió quitarse la mordaza

- ¡SOCORRO! – Quería salir de aquella prisión en la que se encontraba. Seguramente era para pagar un rescate, pero ¿a quién se lo iban a pedir? Sus padres o su familia no estaban en este mundo para ayudarla, podría morir en ese mismo instante, pero vamos, algo tenía que venir a su mente para así poder salir de aquel antro en el que estaba.

De lo que no se dio cuenta era de la presencia de un segundo que resguardaba la puerta en la que Georgette estaba siendo custodiada. Estos sin embargo se mantuvieron atentos a la presencia pelirroja que se había presentado aquella
noche en su puerta.

- Alejate! Estamos ocupados, no te metas asquerosa pelirroja.

-¡Callate! – Dijo el que abrió la puerta al segundo secuaz - ¿No sabes con quien estás hablando?

- Como si es el Papa, me importa una mierda, además es una mujer, que significado o importancia tiene. Las mujeres son todas unas furcias, seres que ha creado el todopoderoso para que los hombres nos desahoguemos cuando nosotros lo creamos preciso…como ahora –El segundo de los secuaces estaba acercándose a la pelirroja pero el primero lo detuvo con un puñetazo, pero en cuanto se produjo un primer ataque, el segundo secuaz se defendió con otro puñetazo a lo que levanto una pelea entre ambos, dejando desatendida la puerta por la que Georgette estaba encerrada - ¡Socorro! – Pidió Georgette. Murmurando entre sus labios para que quien estaba en la puerta la ayudara a escapar, ahora que los hombres estaban metidos en su propia pelea.

por **Madame Marie** Miér Ago 09, 2017 6:39 pm

Antes de que los labios pronunciaran aquellas palabras hirientes, Marie había trazado una red con su aura para que el encadilamiento, don que ella gozaba desde su niñez, diera resultado pero esas palabras ¿Cuánto podía doler las simples palabras? ¿Por qué el hombre le había confiado tantas atribuciones a sus palabras? Poco a poco la red se fue rompiendo hasta disolverse con la energía del aire. Mala señal. Muy mala para una bruja que quería dársela de heroína.

Uno de los hombres pudo reconocerla, sabía de sus rumores, sabía de sus poderes de hechicera. Entre ambos, parecían un matrimonio de añares, siempre discutiendo por cosas nimias. Las mujeres siempre habían tenido los poderes ocultos de la gestación, de la vida, de la magia en su sentido más puro.

Los hombres sin las mujeres tampoco podían satisfacer todos los instintos que éstas despertaban en ellos. No eran simples cosas. En todo caso, las cosas eran ellos. Usables, desechables, algunos encadilaban y no dejaban continuar en paz y otros era mejor perderlos que encontrarlos. Todo eso pasaba por la mente de la hechicera. Sonrió al contemplar la pelea con cierto salvajismos.

- Pobres idiotas.- dijo esquivándolos para llegar a la habitación de dónde provenía los pedidos de auxilio.

Marie tomó su daga, con la fina punta pudo romper la cerradura y así abrir la puerta de la recámara para descubrir el rostro de una joven asustada.

por **Georgette J. Dallarth** Miér Sep 06, 2017 3:32 pm

Como ángel caído del cielo, la puerta la abrió una habilidosa muchacha que con su daga consiguió romper la cerradura de aquella puerta que la mantenía retenida. Inmediatamente, Georgette se puso de pie sobre sus pies y cogiendo una mano de la muchacha de cabellos de fuego ella sonrió agradecida por haberla ayudado y de poder dejarla libre de aquellos gandules que continuaban su pelea.

- Muchas gracias….no sé cómo poder agradecerte lo que has hecho en este instante – Dijo con un poco de alivio pero no estaría del todo calmada hasta que no salieran de aquel lugar en el que podrían capturarlas si no se daban prisa – Deberíamos darnos prisa, no vaya a ser que nos atrapen a las dos y tu rescate haya sido en vano – Diciendo esto, Georgette salió rápidamente de donde estaba, esquivo rápidamente a los hombres que intentaron cogerla pero consiguió salir de aquella casucha a las afueras de París. Parecía que estaba en un especie de bosque o similar.

En realidad no sabía dónde estaba.

El sol estaba más amarillento de cuando llego en la mañana, tenía que ser de tarde cuando este ya no demuestra tanta fuerza solar. Georgette observó que los hombres dentro continuaban peleando, pero vio que uno se había levantado nada más verla y que había salido corriendo a cogerla, pero Georgette pensó en ir al único sitio en el que a lo mejor la protegerían. Georgette salió corriendo por el bosque huyendo de quien le perseguía, yendo en dirección hacia el College de París, pero en cuanto saltaba un tronco del suelo, esta vio que el que la perseguía se había quedado en el suelo, boca abajo con un golpe bastante seco.

Cuando alzo la mirada, vio que el otro hombre, el que podría tener un poco más de moral había disparado con un mosquete a su compañero que a sus pies se estaba desangrando. Georgette no entendía nada de nada y solo miraba a la muchacha de cabellos de fuego a unos kilómetros estando tranquila al lado de quien disparó a su compañero.

- Lamento todo esto Madame Marie…- dijo el hombre con pena – No pensé que tuviera estos planes. Yo solo quiero dinero o desahuciarán a mi familia de la granja…

En ese momento Georgette se acercó hasta donde estaban ambos.

- Lo siento por tu familia…- Dijo con pena Georgette.

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