AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La venganza viste una mascara <privado>
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La venganza viste una mascara <privado>
Recuerdo del primer mensaje :
Odio, si una palabra podía representar aquello sentía por la familia Argent era exactamente eso, Odio.
Habían destrozado mi vida desde la mas tierna de mis infancias, condenando a mi manada a una muerte devastadora. No hicieron preguntas, nos dieron caza como si fuéramos alimañas y después contaron jartandose de nuestra desgracia, la cantidad de presas que habían atrapado para nuestra desgracia.
Apenas mi hermano, unos cuantos hombres mas y yo, logramos encontrar refugio y escapar de la matanza.
Si la cosa se quedara ahí, seria la típica historia de destrucción, de dolor, pero la verdad es que va mucho mas allá.
Una noche cegados por el alcohol, la ira y la frustración, mi hermano y yo decidimos vengar a nuestros padres, nuestros amigos, la familia, la manada y nos adentramos en la casona de los Argent.
En mis planes no venia encontrar a una mujer con sus pequeñas hijas indefensas, si no a los causantes de la masacre, quería pillarlos de improvisto, desarmados y en una batalla singular ver cuan fieros eran esos tipos, mas no sucedió eso, si no algo muy distinto.
La sangre inocente manchó las manso de mi hermano, cegado por el dolor dio muerte a la mujer y a dos de las pequeñas, me interpuse antes de que alcanzara su tercer objetivo, otra niña de largo pelo oscuro.
Nosotros no eramos unas bestias ¿que nos diferenciaba de ellos si matábamos niños?
Los hombres Argent regresaron ,mi hermano calló bajo sus manos y yo logré escapar, eso si, dejandoles un bonito recuerdo, algo que les haría entender en sus propias carnes lo que es tener un licantropo en sus filas.
Mordí a la pequeña, con la firme idea de regresar algún día por ella.
Largos fueron mis caminos, difíciles los senderos que tuve que crear para mi y la diezmada manada que adquirí con la caída del último miembro de mi estirpe, mas lo conseguí.
Me acabé haciendo con un territorio, convirtiéndome en un hombre de negocios, sacando adelante a los míos, dándome un nombre, ganándome el respeto.
Era el momento de regresar a por aquello que era mio, pero primero tenia que encontrarlo, así que decidido aquella noche me coloqué el mejor de mis trajes.
El Palacio Royal lucia espectacular, muchos eran los invitados a aquella conmemoración de la ciudad, sin duda alguna los Argent estarían invitados, muchos años habían pasado desde la última vez que nos encontramos, claro que yo nunca olvidaría su olor, el mezquino saber de la sangre de esos que en el pasado me habían condenado.
Ella era mi presa, mi venganza servida en bandeja de plata.
Odio, si una palabra podía representar aquello sentía por la familia Argent era exactamente eso, Odio.
Habían destrozado mi vida desde la mas tierna de mis infancias, condenando a mi manada a una muerte devastadora. No hicieron preguntas, nos dieron caza como si fuéramos alimañas y después contaron jartandose de nuestra desgracia, la cantidad de presas que habían atrapado para nuestra desgracia.
Apenas mi hermano, unos cuantos hombres mas y yo, logramos encontrar refugio y escapar de la matanza.
Si la cosa se quedara ahí, seria la típica historia de destrucción, de dolor, pero la verdad es que va mucho mas allá.
Una noche cegados por el alcohol, la ira y la frustración, mi hermano y yo decidimos vengar a nuestros padres, nuestros amigos, la familia, la manada y nos adentramos en la casona de los Argent.
En mis planes no venia encontrar a una mujer con sus pequeñas hijas indefensas, si no a los causantes de la masacre, quería pillarlos de improvisto, desarmados y en una batalla singular ver cuan fieros eran esos tipos, mas no sucedió eso, si no algo muy distinto.
La sangre inocente manchó las manso de mi hermano, cegado por el dolor dio muerte a la mujer y a dos de las pequeñas, me interpuse antes de que alcanzara su tercer objetivo, otra niña de largo pelo oscuro.
Nosotros no eramos unas bestias ¿que nos diferenciaba de ellos si matábamos niños?
Los hombres Argent regresaron ,mi hermano calló bajo sus manos y yo logré escapar, eso si, dejandoles un bonito recuerdo, algo que les haría entender en sus propias carnes lo que es tener un licantropo en sus filas.
Mordí a la pequeña, con la firme idea de regresar algún día por ella.
Largos fueron mis caminos, difíciles los senderos que tuve que crear para mi y la diezmada manada que adquirí con la caída del último miembro de mi estirpe, mas lo conseguí.
Me acabé haciendo con un territorio, convirtiéndome en un hombre de negocios, sacando adelante a los míos, dándome un nombre, ganándome el respeto.
Era el momento de regresar a por aquello que era mio, pero primero tenia que encontrarlo, así que decidido aquella noche me coloqué el mejor de mis trajes.
El Palacio Royal lucia espectacular, muchos eran los invitados a aquella conmemoración de la ciudad, sin duda alguna los Argent estarían invitados, muchos años habían pasado desde la última vez que nos encontramos, claro que yo nunca olvidaría su olor, el mezquino saber de la sangre de esos que en el pasado me habían condenado.
Ella era mi presa, mi venganza servida en bandeja de plata.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: La venganza viste una mascara <privado>
Enarqué una ceja ante su pregunta “¿cuantas lunas habían pasado? Sabia exactamente cuantas pues yo era el responsable de su mordida.
Ella me desafiaba con cada gesto, no parecía dispuesta a ceder un ápice, creo que ni escuchar y eso que las respuestas las formulaba con sus propias preguntas.
-Ningún licantropo es capaz de morder sin trasmitir la maldición, eso es algo que tu y yo sabemos, pero hay algo por contra que tu desconoces y yo se.
Volví a tomar su brazo con fuerza mientras ella forcejeaba por no quedar a mi merced.
Deslicé la yema de mi dedo dibujando la clara mordida
¿Con que arma te has hecho esto? -pregunte con una ladeada sonrisa que lo decía todo -era obvio que era un mordisco, es mas quería recordar si era consciente de cuando se hizo esa herida.
Cierto era que muchas eran las cicatrices que surcaban su piel, pero tampoco eso tenia sentido, pues los licantropos poseíamos el don de regenerarnos.
Es mas fue entonces cuando la cazadora sacó a relucir su odio por los míos, alegaba que de ser una licantropo no solo su padre acabaría gustoso con su vida, si no que ella misma no dudaría en terminar con la maldición acabando con su ultimo aliento para no convertirse en lo que soy yo.
-Vaya. Vaya, esta bien susurrar contra mi boca y tomarla con ansia, sin embargo me odias por lo que soy, te repugna tanto que no dudarías en acabar con tu vida si en algo te parecieras a mi ¿como exactamente se cocina esa contradicción?
También yo odiaba a los Argent, sin embargo a ella la deseaba mas que cualquier otra cosa, era como un hechizo que me orillaba contra su piel.
Tenia que averiguar que paso ¿existiría una cura para la licantropia? ¿cual era el motivo de ese aura misteriosa que no lograba identificar? Es mas ¿por que me atraía de ese modo irracional?
Sus ojos en la daga que resplandecía sobre la hierba, no tardó en acortar distancias para tomarla con decisión y hacerla bailar entre sus dedos creyendo que eso me intimidaría.
Mi sonrisa picara me traicionó, acorté las distancias con mis ojos ámbar centelleando como relámpagos de una noche de tormenta contra sus pardos.
-Bien, dices odiar a los lobos y eso soy -el filo en mi cuello y yo vivo un dejavuu porque ya he notado sobre este el quemazón de la plata de su hoja -clavala en la yugular y te habrás desecho de un licantropo mas ¿por que no lo haces? ¿por que tu pulso tiembla?
La desafié no solo con palabras si no con gestos, necesitaba que me escuchara, que comprendiera que de algún modo estábamos ligados aunque desconocía aun el por que y el como.
-Vamos señorita Argent, haga honor a su apellido y sea implacable con la bestia que tiene frente a si, segur que tu padre estará muy orgulloso de ti.
Me relamí los labios sintiendo su cálido aliento perderse en ellos, seguía mirándola como si fuera lo único que había en ese instante allí.
-También puedes soltar el arma y escucharme de una puta vez -rugí sin apartar mis ámbar -yo soy el que te hice esa cicatriz, es la marca de mis colmillos lo que tienes grabado a fuego en tu piel... ¿por que no eres un licantropo?
Ella me desafiaba con cada gesto, no parecía dispuesta a ceder un ápice, creo que ni escuchar y eso que las respuestas las formulaba con sus propias preguntas.
-Ningún licantropo es capaz de morder sin trasmitir la maldición, eso es algo que tu y yo sabemos, pero hay algo por contra que tu desconoces y yo se.
Volví a tomar su brazo con fuerza mientras ella forcejeaba por no quedar a mi merced.
Deslicé la yema de mi dedo dibujando la clara mordida
¿Con que arma te has hecho esto? -pregunte con una ladeada sonrisa que lo decía todo -era obvio que era un mordisco, es mas quería recordar si era consciente de cuando se hizo esa herida.
Cierto era que muchas eran las cicatrices que surcaban su piel, pero tampoco eso tenia sentido, pues los licantropos poseíamos el don de regenerarnos.
Es mas fue entonces cuando la cazadora sacó a relucir su odio por los míos, alegaba que de ser una licantropo no solo su padre acabaría gustoso con su vida, si no que ella misma no dudaría en terminar con la maldición acabando con su ultimo aliento para no convertirse en lo que soy yo.
-Vaya. Vaya, esta bien susurrar contra mi boca y tomarla con ansia, sin embargo me odias por lo que soy, te repugna tanto que no dudarías en acabar con tu vida si en algo te parecieras a mi ¿como exactamente se cocina esa contradicción?
También yo odiaba a los Argent, sin embargo a ella la deseaba mas que cualquier otra cosa, era como un hechizo que me orillaba contra su piel.
Tenia que averiguar que paso ¿existiría una cura para la licantropia? ¿cual era el motivo de ese aura misteriosa que no lograba identificar? Es mas ¿por que me atraía de ese modo irracional?
Sus ojos en la daga que resplandecía sobre la hierba, no tardó en acortar distancias para tomarla con decisión y hacerla bailar entre sus dedos creyendo que eso me intimidaría.
Mi sonrisa picara me traicionó, acorté las distancias con mis ojos ámbar centelleando como relámpagos de una noche de tormenta contra sus pardos.
-Bien, dices odiar a los lobos y eso soy -el filo en mi cuello y yo vivo un dejavuu porque ya he notado sobre este el quemazón de la plata de su hoja -clavala en la yugular y te habrás desecho de un licantropo mas ¿por que no lo haces? ¿por que tu pulso tiembla?
La desafié no solo con palabras si no con gestos, necesitaba que me escuchara, que comprendiera que de algún modo estábamos ligados aunque desconocía aun el por que y el como.
-Vamos señorita Argent, haga honor a su apellido y sea implacable con la bestia que tiene frente a si, segur que tu padre estará muy orgulloso de ti.
Me relamí los labios sintiendo su cálido aliento perderse en ellos, seguía mirándola como si fuera lo único que había en ese instante allí.
-También puedes soltar el arma y escucharme de una puta vez -rugí sin apartar mis ámbar -yo soy el que te hice esa cicatriz, es la marca de mis colmillos lo que tienes grabado a fuego en tu piel... ¿por que no eres un licantropo?
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: La venganza viste una mascara <privado>
Amara no pudo evitar soltar una carcajada, en su mente no podía concebir las palabras que, con arrogante convicción, el lobo soltaba sin tapujos, como si fueran verdades universales.
— No creo importe mucho cuando acusa a toda mi esencia de ser una contradicción — se encogió de hombros, restándole valor al asunto, evadiendo con sutileza verse obligada a dar una explicación— Tiene razón, me desagrada su naturaleza —Enfatizó — Es obvio que no pensaba con claridad.
A decir verdad, aunque intentase encontrarle sentido a los sucesos de aquella noche, ninguno recaía del todo sobre una justificación razonable, realmente no tenía claro por qué había optado por huir con un desconocido siendo consiente de los peligros que aquello conllevaba, mucho menos podía discernir el motivo por el que se había atrevido a besarlo a pesar de reconocerle como bestia; la sola idea parecía inconcebible, durante toda la velada se había repetido a sí misma que actuaba por el mero impulso de la curiosidad pero ¿era solo curiosidad?
Aunque la cazadora lo intentara, no tenía forma de recordar lo sucedido, mucho menos de conocer las respuestas que el licántropo le exigía, la mayoría del tiempo, las demás personas aparentaban conocerle mejor de lo que ella se conocía a sí misma y el simple hecho de quedarse especulando sobre si su cuerpo albergaba alguna clase de secreto que superara las condiciones de su humanidad, le llenó de pánico, sin embargo, no se lo dejó saber a su interlocutor.
Su padre le había enseñado a controlar sus emociones y no permitir que en momentos de tensión le nublaran el juicio. El hombre había hecho un buen trabajo.
Cómo podría ella saber que la cadena con dije de zafiro que abrazaba su cuello, esa misma que le perteneció a su madre en vida, era el motivo por el que mantenía intacta su humanidad. El colgante se encargaba de absorber completamente la magia de la maldición que se extendía por su cuerpo, manteniendo su esencia en un limbo que todos, menos ella, podían percibir. Nació como hechicera, fue mordida por un licántropo y criada como una cazadora, una humana que podría perecer en cualquier momento, pues la ausencia de magia le dejaba indefensa; cuatro seres diferentes en uno sólo y aquella era la primera vez que se enfrentaba a la verdad pues recuerdos habían sido moldeados al gusto de su padre después de varias sesiones de hipnosis.
Amara jugaba con la daga ansiosa, haciéndole girar de un lado a otro entre sus dedos. Cuando Vashni se acercó a ella, una punzada de adrenalina le recorrió el cuerpo entero, causando que sus respiraciones fuesen más fuertes y sus palpitaciones se aceleraran. Él se detuvo, con una sonrisa descarada curvando sus labios cuando sintió el filo de la hoja acariciar peligrosa su cuello y entonces le miró fijamente. Él con sus ojos centellando como nunca, le retaba con sus palabras, que, una a una, hacían eco en su mente.
Su vínculo con Vashni era fuerte, mas era la bestia oculta en su interior, demandando su lugar y haciéndose su camino en ella, quien más le deseaba. La criatura era leal a su creador.
Ella vacilaba y él lo había notado. Con el fin de disfrazar la falta de firmeza de su amenaza y la duda que asaltaba sus pensamientos, con lentitud, deslizó la punta de la daga por la piel del lobo, dejando a su paso delgado y coloreado rasguño que se desvaneció un instante después. Cuando la hoja encontró el pecho del hombre la cazadora se detuvo, apuntando con el arma al corazón, sin embargo, su mano aún flaqueaba.
Exasperada por su falta de determinación la cazadora resopló resignada.
— No puedo hacerlo si no se defiende — Reclamó
Era un caso perdido, así que Amara finalmente apartó la daga de Vashni. Sin embargó deseó no haberlo hecho cuando él confesó ser la causa de la cicatriz que se extendía en su dermis.
— Bien, si quiere hacerlo de esa manera, adelante, refresque mi memoria y dígame cuando fue que sucedió esta supuesta mordida milagrosa, por que ciertamente no puedo recordarlo — Refunfuñó— ¡Y ya le dije que no tengo la respuesta a su pregunta! — Exclamó más alterada, entonces inhaló fuerte, tratando de buscar su compostura— Pero podemos encontrarla.... Sólo dígame una cosa, de ser cierta esta... locura...
Amara observó su propio antebrazo con recelo, temerosa de pasar su propia mano sobre la cicatriz, entonces apretó los puños en un vano intento por no ceder a la inquietud.
— ¿Qué es lo que quiere de mí?
— No creo importe mucho cuando acusa a toda mi esencia de ser una contradicción — se encogió de hombros, restándole valor al asunto, evadiendo con sutileza verse obligada a dar una explicación— Tiene razón, me desagrada su naturaleza —Enfatizó — Es obvio que no pensaba con claridad.
A decir verdad, aunque intentase encontrarle sentido a los sucesos de aquella noche, ninguno recaía del todo sobre una justificación razonable, realmente no tenía claro por qué había optado por huir con un desconocido siendo consiente de los peligros que aquello conllevaba, mucho menos podía discernir el motivo por el que se había atrevido a besarlo a pesar de reconocerle como bestia; la sola idea parecía inconcebible, durante toda la velada se había repetido a sí misma que actuaba por el mero impulso de la curiosidad pero ¿era solo curiosidad?
Aunque la cazadora lo intentara, no tenía forma de recordar lo sucedido, mucho menos de conocer las respuestas que el licántropo le exigía, la mayoría del tiempo, las demás personas aparentaban conocerle mejor de lo que ella se conocía a sí misma y el simple hecho de quedarse especulando sobre si su cuerpo albergaba alguna clase de secreto que superara las condiciones de su humanidad, le llenó de pánico, sin embargo, no se lo dejó saber a su interlocutor.
Su padre le había enseñado a controlar sus emociones y no permitir que en momentos de tensión le nublaran el juicio. El hombre había hecho un buen trabajo.
Cómo podría ella saber que la cadena con dije de zafiro que abrazaba su cuello, esa misma que le perteneció a su madre en vida, era el motivo por el que mantenía intacta su humanidad. El colgante se encargaba de absorber completamente la magia de la maldición que se extendía por su cuerpo, manteniendo su esencia en un limbo que todos, menos ella, podían percibir. Nació como hechicera, fue mordida por un licántropo y criada como una cazadora, una humana que podría perecer en cualquier momento, pues la ausencia de magia le dejaba indefensa; cuatro seres diferentes en uno sólo y aquella era la primera vez que se enfrentaba a la verdad pues recuerdos habían sido moldeados al gusto de su padre después de varias sesiones de hipnosis.
Amara jugaba con la daga ansiosa, haciéndole girar de un lado a otro entre sus dedos. Cuando Vashni se acercó a ella, una punzada de adrenalina le recorrió el cuerpo entero, causando que sus respiraciones fuesen más fuertes y sus palpitaciones se aceleraran. Él se detuvo, con una sonrisa descarada curvando sus labios cuando sintió el filo de la hoja acariciar peligrosa su cuello y entonces le miró fijamente. Él con sus ojos centellando como nunca, le retaba con sus palabras, que, una a una, hacían eco en su mente.
Su vínculo con Vashni era fuerte, mas era la bestia oculta en su interior, demandando su lugar y haciéndose su camino en ella, quien más le deseaba. La criatura era leal a su creador.
Ella vacilaba y él lo había notado. Con el fin de disfrazar la falta de firmeza de su amenaza y la duda que asaltaba sus pensamientos, con lentitud, deslizó la punta de la daga por la piel del lobo, dejando a su paso delgado y coloreado rasguño que se desvaneció un instante después. Cuando la hoja encontró el pecho del hombre la cazadora se detuvo, apuntando con el arma al corazón, sin embargo, su mano aún flaqueaba.
Exasperada por su falta de determinación la cazadora resopló resignada.
— No puedo hacerlo si no se defiende — Reclamó
Era un caso perdido, así que Amara finalmente apartó la daga de Vashni. Sin embargó deseó no haberlo hecho cuando él confesó ser la causa de la cicatriz que se extendía en su dermis.
— Bien, si quiere hacerlo de esa manera, adelante, refresque mi memoria y dígame cuando fue que sucedió esta supuesta mordida milagrosa, por que ciertamente no puedo recordarlo — Refunfuñó— ¡Y ya le dije que no tengo la respuesta a su pregunta! — Exclamó más alterada, entonces inhaló fuerte, tratando de buscar su compostura— Pero podemos encontrarla.... Sólo dígame una cosa, de ser cierta esta... locura...
Amara observó su propio antebrazo con recelo, temerosa de pasar su propia mano sobre la cicatriz, entonces apretó los puños en un vano intento por no ceder a la inquietud.
— ¿Qué es lo que quiere de mí?
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 162
Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: La venganza viste una mascara <privado>
La dama no desistió, si era cierto que no recordaba esa marca, parecía empeñada en que se lo recordara, mas no fue capaz de hundir la daga en mi pecho, algo que indicaba que la fiera cazadora se debatía entre peligrosas aguas.
-Vaya quizás aun no este todo perdido con vos -musité relamiendome los labios atrapando así el sabor que me regalo su beso dentro de esas gélidas aguas.
Desesperada alegó desconocer las respuestas a mis mil preguntas, peor la templanza pronto volvió a su rostro para sugerir que le ayudara a buscar esas respuestas que al parecer yo necesitaba.
“¿que quieres de mi?”
Negué curvando mis labios en una mueca mordaz.
-¿quieres la verdad? -pregunté recorriendo sus pardos – aunque mas bien la pregunta seria ¿podrás soportarla?
Le señalé con la mirada la daga del suelo, mis ojos centellearon alzándose nuevamente para enfrentarla.
-Quizás la necesites -musité con cierta altivez -después de lo que escuches.
Le tendí la mano para que tomara la mia, deslicé msi dedos por la marca nuevamnete muy despacio, casi recordando aquel instante en el que su padre marco mi sino y el de lso mios.
-Venganza, vine buscando venganza -aseguré sin apartar mi turbia mirada.
Tiré de su brazo pegándola a mi cuerpo, escasa la distancia que nos separaba, mi respiración errática murió en sus labios, desafiante, acelerada.
-Y he encontrado algo que no esperaba -susurré acariciando con cada palabra su boca antes de separarme para darle la espalda esperando recomponer el tono ámbar de mis ojos antes de proseguir la historia.
Era cierto, la atracción que sentía por ella era difícil de contener, no se que demonios era ella, pero no era atracción pura y dura, iba mas allá de eso, casi una conexión mágica que me orillaba contra su piel una y otra vez.
Era mi enemigo, un Argent y sin embargo...no era eso lo que sentía.
Me giré perdiendo mi mirada en aquellas aguas, no quería ver la expresión de su cara mientras confesaba algo que sabia me convertiría en su peor enemigo, claro que tampoco iba a contarle la triste historia de un niño al que el Sr Argent se lo arrebató todo.
-Se que esa marca es de un mordisco de licantropo porque es mía, puede que no lo recuerdes porque tan solo eras una niña.
Antes de huir de tu casa, te marqué, quería arrebatarle a tu padre algo, su dignidad ,que sintiera el dolor en sus carnes de perderlo todo, de enfrentarse a lo que somos, bestias esclavas de la luna llena.
Mis ojos ahora se hundieron en sus pardos, estaba seguro de que no tardaría en atar cavos.
-¿y ahora? No deseas matarme? -pregunté airado mientras seguía desafiándola con cada palabra que escapaba pérfida de mis labios.
-No se que demonios eres, pero te aseguro que tu aura no es el de una humana -sentencié esperando el inminente ataque de la cazadora.
-Vaya quizás aun no este todo perdido con vos -musité relamiendome los labios atrapando así el sabor que me regalo su beso dentro de esas gélidas aguas.
Desesperada alegó desconocer las respuestas a mis mil preguntas, peor la templanza pronto volvió a su rostro para sugerir que le ayudara a buscar esas respuestas que al parecer yo necesitaba.
“¿que quieres de mi?”
Negué curvando mis labios en una mueca mordaz.
-¿quieres la verdad? -pregunté recorriendo sus pardos – aunque mas bien la pregunta seria ¿podrás soportarla?
Le señalé con la mirada la daga del suelo, mis ojos centellearon alzándose nuevamente para enfrentarla.
-Quizás la necesites -musité con cierta altivez -después de lo que escuches.
Le tendí la mano para que tomara la mia, deslicé msi dedos por la marca nuevamnete muy despacio, casi recordando aquel instante en el que su padre marco mi sino y el de lso mios.
-Venganza, vine buscando venganza -aseguré sin apartar mi turbia mirada.
Tiré de su brazo pegándola a mi cuerpo, escasa la distancia que nos separaba, mi respiración errática murió en sus labios, desafiante, acelerada.
-Y he encontrado algo que no esperaba -susurré acariciando con cada palabra su boca antes de separarme para darle la espalda esperando recomponer el tono ámbar de mis ojos antes de proseguir la historia.
Era cierto, la atracción que sentía por ella era difícil de contener, no se que demonios era ella, pero no era atracción pura y dura, iba mas allá de eso, casi una conexión mágica que me orillaba contra su piel una y otra vez.
Era mi enemigo, un Argent y sin embargo...no era eso lo que sentía.
Me giré perdiendo mi mirada en aquellas aguas, no quería ver la expresión de su cara mientras confesaba algo que sabia me convertiría en su peor enemigo, claro que tampoco iba a contarle la triste historia de un niño al que el Sr Argent se lo arrebató todo.
-Se que esa marca es de un mordisco de licantropo porque es mía, puede que no lo recuerdes porque tan solo eras una niña.
Antes de huir de tu casa, te marqué, quería arrebatarle a tu padre algo, su dignidad ,que sintiera el dolor en sus carnes de perderlo todo, de enfrentarse a lo que somos, bestias esclavas de la luna llena.
Mis ojos ahora se hundieron en sus pardos, estaba seguro de que no tardaría en atar cavos.
-¿y ahora? No deseas matarme? -pregunté airado mientras seguía desafiándola con cada palabra que escapaba pérfida de mis labios.
-No se que demonios eres, pero te aseguro que tu aura no es el de una humana -sentencié esperando el inminente ataque de la cazadora.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: La venganza viste una mascara <privado>
Cuando el hombre indagó si estaba segura de querer escuchar la verdad de sus motivos, Amara hizo un breve movimiento de negación con la cabeza, manteniendo su rostro en alto. Estar a la defensiva era lo más seguro, salir de su zona de confort no era una opción válida, así se lo había instruido su progenitor: Siempre apostar a la jugada infalible.
— Probablemente no —hizo una breve pausa y soltó un suspiro, tratando de aliviar sus preocupaciones — Pero la necesito.
En aquel momento, la opción más viable era permanecer infalible sin importar las palabras que brotaran de la boca de Vashni, no obstante, un brutal ataque de ansiedad comenzaba a transformar su acto en una tarea difícil. Su cuerpo se estremecía sutilmente entre la camisa del hombre y sus dedos golpeteaban impacientes sobre la piel de su muslo; su corporeidad entera se preparaba para el brutal golpe de la verdad.
Amara reforzó el agarre sobre la daga cuando el lobo apuntó con la mirada hacia ella, alegando que le sería útil una vez terminara su confesión, sin embargo, no se mostró temerosa. Vashni extendió su mano pidiendo la de ella y prevenida, Amara tanteó las posibilidades. Finalmente accedió a entregársela; si quisiera lastimarle era probable que ya lo hubiese hecho.
Él palpó la cicatriz con delicadeza, acariciándola como la victoria que era, pues aquella marca, lejos de ser sólo un trofeo, implicaba también venganza, esa que admitía buscar en ella. De repente, Vashni afianzó un agarre sobre su antebrazo, menos brusco que los anteriores, y le atrajo hacia su cuerpo, de forma que nula distancia se interpuso entre ambos y sus labios friccionaron gráciles al ritmo del discurso que causó que un etéreo cosquilleo recorriera la piel de su abdomen.
Ella apretó los parpados tratando de deshacerse de las inoportunas sensaciones que le acogían, mas cuando volvió a separarlos, encontró al hombre lejos de ella, dándole la espalda con disposición a continuar su declaración, o por lo menos, la parte más sustancial de la misma.
Nada le hubiese preparado para lo que escuchó a continuación.
Palabra a palabra, su mundo entero, comenzó a desmoronarse. La verdad fue más devastadora de lo previsto. No importaba desde que punto lo viera, todos apuntaba hacia la misma dirección, la misma maldita noche. Amara sintió su corazón caer a sus pies, que cedieron como si estuviera a punto de desplomarse, finalmente su fachada se derrumbó y el diamante se quebró como si se tratara de cristal. Su cuerpo estaba allí, enfrentando al perpetrador del crimen que le arrebató su infancia, su familia y su felicidad, sin embargo, su mente se encontraba sumida en aquella noche, en los colmillos del licántropo desgarrando los cuerpos de sus congéneres y en sus garras arrebatándoles la vida, en la sangre tibia que le remojaba los pies y en el terror causado por implacable ámbar que refulgía en los ojos del asesino cuando puso la vista en ella.
Después de aquello, solo quedó oscuridad, miedo y un infinito vacío.
Para cuando despertó de la ensoñación, Amara cayó en cuenta que asía la daga de forma incorrecta apretando la filosa hoja contra su piel, incrustándola, mientras su mano, temblorosa reforzaba el agarre. La sangre no tardó en desbordarse escandalosa y aunque se suponía que debía doler, la sensación permaneció adormecida.
— Eso lo explica todo — musitó para sí misma, con la mirada perdida en la nada. Siempre se había preguntado por qué su padre nunca pudo volver a mirarle con amor, para él, ella estaba tan muerta como el resto de su familia.
Con la mirada clavada en su interlocutor, la cazadora empuñó el arma correctamente y se acercó a él, quedando a unos centímetros de su espalda.
— Mírame — Exigió con severidad, él aún no se dignaba a verla, incluso aunque el tono de sus palabras permanecía altivo
Amara esperó a que el hombre se diera la vuelta.
— Bien — pronunció entre dientes una vez sus miradas se encontraron
Allí permaneció unos instantes, observándolo con sus ojos bien abiertos y sin expresión. Su interior se sentía como un agujero negro y pudo percibir que aquello tuvo impacto en el lobo, cuya mirada no se interesó en descifrar.
Súbitamente clavó la daga en el muslo del hombre y lo rasgó haciéndole perder el equilibrio y caer de rodillas; sin darle tiempo a reaccionar, de un fuerte codazo en la cara lo tumbó de espaldas y se montó sobre él, afianzando la punta de la daga sobre su pecho, esta vez con firmeza. Nada de aquello le mataría, pero sí iba a doler.
— No arruinaste la vida de mi padre, arruinaste la mía — Rugió fiera, hundiendo brevemente la daga en su dermis — Mi padre está bien, más cabreado y más peligroso, pero bien y yo… —Un par de lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Irritada por su debilidad, hizo más presión sobre la daga — Yo me quedé sin nada.
Amara hizo más presión sobre la daga que ya había causado una pequeña incisión en la piel de Vashni. Sus ojos escocían, su cuerpo temblaba y su corazón golpeteaba violentamente contra su pecho. Decidida alzó la daga como si la fuese a incrustar por completo en el corazón de la bestia mas terminó anclándola en la tierra.
— Será mejor que me mates ya, porque mientras conserve mi humanidad, sigues perdiendo — pronunció con desdén — Y quiero que vivas sabiéndolo.
— Probablemente no —hizo una breve pausa y soltó un suspiro, tratando de aliviar sus preocupaciones — Pero la necesito.
En aquel momento, la opción más viable era permanecer infalible sin importar las palabras que brotaran de la boca de Vashni, no obstante, un brutal ataque de ansiedad comenzaba a transformar su acto en una tarea difícil. Su cuerpo se estremecía sutilmente entre la camisa del hombre y sus dedos golpeteaban impacientes sobre la piel de su muslo; su corporeidad entera se preparaba para el brutal golpe de la verdad.
Amara reforzó el agarre sobre la daga cuando el lobo apuntó con la mirada hacia ella, alegando que le sería útil una vez terminara su confesión, sin embargo, no se mostró temerosa. Vashni extendió su mano pidiendo la de ella y prevenida, Amara tanteó las posibilidades. Finalmente accedió a entregársela; si quisiera lastimarle era probable que ya lo hubiese hecho.
Él palpó la cicatriz con delicadeza, acariciándola como la victoria que era, pues aquella marca, lejos de ser sólo un trofeo, implicaba también venganza, esa que admitía buscar en ella. De repente, Vashni afianzó un agarre sobre su antebrazo, menos brusco que los anteriores, y le atrajo hacia su cuerpo, de forma que nula distancia se interpuso entre ambos y sus labios friccionaron gráciles al ritmo del discurso que causó que un etéreo cosquilleo recorriera la piel de su abdomen.
Ella apretó los parpados tratando de deshacerse de las inoportunas sensaciones que le acogían, mas cuando volvió a separarlos, encontró al hombre lejos de ella, dándole la espalda con disposición a continuar su declaración, o por lo menos, la parte más sustancial de la misma.
Nada le hubiese preparado para lo que escuchó a continuación.
Palabra a palabra, su mundo entero, comenzó a desmoronarse. La verdad fue más devastadora de lo previsto. No importaba desde que punto lo viera, todos apuntaba hacia la misma dirección, la misma maldita noche. Amara sintió su corazón caer a sus pies, que cedieron como si estuviera a punto de desplomarse, finalmente su fachada se derrumbó y el diamante se quebró como si se tratara de cristal. Su cuerpo estaba allí, enfrentando al perpetrador del crimen que le arrebató su infancia, su familia y su felicidad, sin embargo, su mente se encontraba sumida en aquella noche, en los colmillos del licántropo desgarrando los cuerpos de sus congéneres y en sus garras arrebatándoles la vida, en la sangre tibia que le remojaba los pies y en el terror causado por implacable ámbar que refulgía en los ojos del asesino cuando puso la vista en ella.
Después de aquello, solo quedó oscuridad, miedo y un infinito vacío.
Para cuando despertó de la ensoñación, Amara cayó en cuenta que asía la daga de forma incorrecta apretando la filosa hoja contra su piel, incrustándola, mientras su mano, temblorosa reforzaba el agarre. La sangre no tardó en desbordarse escandalosa y aunque se suponía que debía doler, la sensación permaneció adormecida.
— Eso lo explica todo — musitó para sí misma, con la mirada perdida en la nada. Siempre se había preguntado por qué su padre nunca pudo volver a mirarle con amor, para él, ella estaba tan muerta como el resto de su familia.
Con la mirada clavada en su interlocutor, la cazadora empuñó el arma correctamente y se acercó a él, quedando a unos centímetros de su espalda.
— Mírame — Exigió con severidad, él aún no se dignaba a verla, incluso aunque el tono de sus palabras permanecía altivo
Amara esperó a que el hombre se diera la vuelta.
— Bien — pronunció entre dientes una vez sus miradas se encontraron
Allí permaneció unos instantes, observándolo con sus ojos bien abiertos y sin expresión. Su interior se sentía como un agujero negro y pudo percibir que aquello tuvo impacto en el lobo, cuya mirada no se interesó en descifrar.
Súbitamente clavó la daga en el muslo del hombre y lo rasgó haciéndole perder el equilibrio y caer de rodillas; sin darle tiempo a reaccionar, de un fuerte codazo en la cara lo tumbó de espaldas y se montó sobre él, afianzando la punta de la daga sobre su pecho, esta vez con firmeza. Nada de aquello le mataría, pero sí iba a doler.
— No arruinaste la vida de mi padre, arruinaste la mía — Rugió fiera, hundiendo brevemente la daga en su dermis — Mi padre está bien, más cabreado y más peligroso, pero bien y yo… —Un par de lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Irritada por su debilidad, hizo más presión sobre la daga — Yo me quedé sin nada.
Amara hizo más presión sobre la daga que ya había causado una pequeña incisión en la piel de Vashni. Sus ojos escocían, su cuerpo temblaba y su corazón golpeteaba violentamente contra su pecho. Decidida alzó la daga como si la fuese a incrustar por completo en el corazón de la bestia mas terminó anclándola en la tierra.
— Será mejor que me mates ya, porque mientras conserve mi humanidad, sigues perdiendo — pronunció con desdén — Y quiero que vivas sabiéndolo.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: La venganza viste una mascara <privado>
“Mirame” exigió, mas solo su empuje volteandome enfrentó nuestras miradas.
Pardos contra pardos, rugían violentos, hombre contra bestia y la sangre que de su mano brotaba como juramento final de la desdicha que la perdida de nuestras familias a ambos nos consumía.
-Si esperas un lo siento no lo oirás -rugí contra sus labios preso aun del hechizo, de esas inoportunas sensaciones que me ataban a su maldito cuerpo -no lo siento -escupí en su rostro remarcando cada una de mis palabras con odio.
Nuestras miradas aun ancladas, en sus tormentas veía vació y mi rostro mostró cierta sorpresa cuando me vi reflejado en ella, los dos eramos el reflejo de un mismo espejo, cargados de ira, dolor y odio, la venganza nos consumía a ambos.
Dos caras de una misma moneda.
La respuesta que esperaba no se hizo de esperar, afilada plata incrustada en mi muslo me hizo caer de rodillas entre gruñidos contra la húmeda hierba verdusca.
Amará me di un codazo en la cara que me tumbó subiéndose rauda sobre la bestia de ojos ámbar y dientes prominentes que ahora rugía frente a su cara con el acero incrustado ligeramente en su pecho.
-¡Hazlo! -gruñí rabioso.
Cuando escuché que era a ella y no a su padre a quien había lastimado arrebatandoselo todo.
Alzó la daga con ímpetu, admito que una parte de mi anhelaba el descanso que irónicamente de la mano de esa niña de ojos grandes podía encontrar, paz.
Yo no era un asesino ¿podía decir lo mismo su familia? Mis manso no estaban manchadas de sangre, no porque no hubiera jamas matado, si no porque siempre lo hice en defensa propia y por el bien de los mios.
¿Los Argent hacían lo mismo?
La daga se clavo en el suelo y rugí furioso al darme cuenta de que no había podido hacerlo, la tumbe sobre la hierba gruñendo contra su rostro.
Mis manos aferraban sus brazos, mis ámbar en sus pardos, ahora las tornas se invertían, ella me pedía un final digno ,de no tenerlo yo seguiría perdiendo, no se que no había entendido, no era su muerte lo que busqué aquel día, tampoco era eso lo que anhelaba ahora.
No quería vengarme de una niña ¿que me diferenciaría eso de su familia? Mi venganza era por y para con su padre y ese es el que algún día pagaría por lo que hizo.
Caí sobre su cuerpo extenuado, tratando de controlar a la bestia que rugía en mi interior.
-No eres lo que yo esperaba -apunté con la voz ronca moviendo el pelo de su oído con mi vaho.
Cerré los ojos, su olor era embriagador y ahora que era EL escudo de su cuerpo sentía mas esos hilos mágicos de unión que me empujaban a amarla sobre la hierba mojada.
Puse distancia con la mirada turbia alzándome de su cuerpo, al instante una soga mágica tiraba de mi hasta ella para que no fuera tan idiota de seguir alejándome.
-Dile a tu maldito padre que la manada del árbol retorcido no es historia, que uno de ellos sigue con vida y que si no da él conmigo antes, seré yo quien ponga final a nuestra historia.
Que se coja las enaguas pues estoy dispuesto a invitarlo a este baile, la muerte sera la melodía que bailaremos los dos y solo uno acabará en pie cuando la orquesta toque su ultima canción.
Le di la espalda, no podía seguir allí, con ella, de hacerlo nos condenaríamos mutuamente, era evidente que no podía mirarla como a una mujer cualquiera y la mente la necesitaba clara para culminar mi venganza.
Pardos contra pardos, rugían violentos, hombre contra bestia y la sangre que de su mano brotaba como juramento final de la desdicha que la perdida de nuestras familias a ambos nos consumía.
-Si esperas un lo siento no lo oirás -rugí contra sus labios preso aun del hechizo, de esas inoportunas sensaciones que me ataban a su maldito cuerpo -no lo siento -escupí en su rostro remarcando cada una de mis palabras con odio.
Nuestras miradas aun ancladas, en sus tormentas veía vació y mi rostro mostró cierta sorpresa cuando me vi reflejado en ella, los dos eramos el reflejo de un mismo espejo, cargados de ira, dolor y odio, la venganza nos consumía a ambos.
Dos caras de una misma moneda.
La respuesta que esperaba no se hizo de esperar, afilada plata incrustada en mi muslo me hizo caer de rodillas entre gruñidos contra la húmeda hierba verdusca.
Amará me di un codazo en la cara que me tumbó subiéndose rauda sobre la bestia de ojos ámbar y dientes prominentes que ahora rugía frente a su cara con el acero incrustado ligeramente en su pecho.
-¡Hazlo! -gruñí rabioso.
Cuando escuché que era a ella y no a su padre a quien había lastimado arrebatandoselo todo.
Alzó la daga con ímpetu, admito que una parte de mi anhelaba el descanso que irónicamente de la mano de esa niña de ojos grandes podía encontrar, paz.
Yo no era un asesino ¿podía decir lo mismo su familia? Mis manso no estaban manchadas de sangre, no porque no hubiera jamas matado, si no porque siempre lo hice en defensa propia y por el bien de los mios.
¿Los Argent hacían lo mismo?
La daga se clavo en el suelo y rugí furioso al darme cuenta de que no había podido hacerlo, la tumbe sobre la hierba gruñendo contra su rostro.
Mis manos aferraban sus brazos, mis ámbar en sus pardos, ahora las tornas se invertían, ella me pedía un final digno ,de no tenerlo yo seguiría perdiendo, no se que no había entendido, no era su muerte lo que busqué aquel día, tampoco era eso lo que anhelaba ahora.
No quería vengarme de una niña ¿que me diferenciaría eso de su familia? Mi venganza era por y para con su padre y ese es el que algún día pagaría por lo que hizo.
Caí sobre su cuerpo extenuado, tratando de controlar a la bestia que rugía en mi interior.
-No eres lo que yo esperaba -apunté con la voz ronca moviendo el pelo de su oído con mi vaho.
Cerré los ojos, su olor era embriagador y ahora que era EL escudo de su cuerpo sentía mas esos hilos mágicos de unión que me empujaban a amarla sobre la hierba mojada.
Puse distancia con la mirada turbia alzándome de su cuerpo, al instante una soga mágica tiraba de mi hasta ella para que no fuera tan idiota de seguir alejándome.
-Dile a tu maldito padre que la manada del árbol retorcido no es historia, que uno de ellos sigue con vida y que si no da él conmigo antes, seré yo quien ponga final a nuestra historia.
Que se coja las enaguas pues estoy dispuesto a invitarlo a este baile, la muerte sera la melodía que bailaremos los dos y solo uno acabará en pie cuando la orquesta toque su ultima canción.
Le di la espalda, no podía seguir allí, con ella, de hacerlo nos condenaríamos mutuamente, era evidente que no podía mirarla como a una mujer cualquiera y la mente la necesitaba clara para culminar mi venganza.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: La venganza viste una mascara <privado>
Cuando la cazadora hundió la daga en la tierra y no en la carne de su oponente, pudo apreciar un aire de molestia posarse en su rostro, como si el desenlace de aquella corta batalla fuese el mayor anticlímax que jamás hubiera presenciado. Evidentemente se encontraba molesto, pero fue una fugaz pizca de decepción la que percibió y llamó su atención. Intentar leer al enemigo le había sido útil en batallas pasadas mas, en aquel momento, fue una desventaja pues el hombre, encolerizado, no dudo en intercambiar posiciones, quedando el encima de ella y ella recostada sobre la hierba, sin más salida que la de quedar a su merced.
Cuando su espalda se encontró con el suelo, fue que Amara pudo reconocer la verdadera fuerza que resguardaba Vashni en su cuerpo. Ella no era tan pesada y aun así, incluso cuando el arma amenazó punzante su órgano vital, él no se había molestado en impedírselo ¿Por qué? Sacudió la cabeza como si de aquella forma alejara las cavilaciones que le revoloteaban en su cabeza, no tenía caso poner semejante esfuerzo en entender la lógica de un ser tan despiadado como para tomar sin remordimiento la vida de una mujer embarazada y dos niñas que ningún mal llegaron a hacer al mundo; sin embargo, no importó cuantas veces se lo repitió, la necesidad de comprender al lobo nunca le abandonó por completo.
Amara no era ninguna santa, a lo largo de su vida había derramado más sangre de la que podía limpiar, pero, a diferencia de su padre, no andaba por la vida sin arrepentimientos. Todos los días sentía el peso de las muertes que había causado convertirse en una pesada cruz que cargaba simbólicamente sobre su espalda. Si bien disfrutaba de sentirse poderosa, jamás halló gozo en ser mensajera de muerte.
Vashni se inclinó sobre ella y nuevamente, su respiración le entibió la piel en una suave caricia, recordándole qué tan helado se encontraba el clima y lo bien que se sentía estar cerca de él. Tragó saliva al sentir el aliento del hombre desplazarse a su oido y convertirse en un susurro. Mil sensaciones se despertaban y ninguna de ellas se sentía como la indicada al tratarse del causante de su mayor pérdida.
— ¿Qué esperabas, entonces? — Pronunció haciendo un intento por disimular el temblor en su voz— ¿La misma niña indefensa y asustada de hace trece años o a una loba leal a ti? — inquirió con severidad, intentando llamar su atención y encontrar su mirada que, escurridiza, se empeñaba en escapar — He de ser una real decepción entonces.
Para cuando la castaña terminó de hablar, el licántropo ya se hallaba lejos de ella, distanciando su cuerpo en un intento por deshacerse de la chispa que se encendía cuando sus cuerpos se acercaban. Incluso aunque ella también deseaba librarse de aquella conexión, sabía que no sería posible o, por lo menos, no tan sencillo como oponer un par pasos entre los dos.
Amara se puso en pie, limpiando con sus manos la tierra que se había alcanzado a impregnar en su cuerpo. Ahora que la furia mermaba y la adrenalina no hacía arder sus mejillas, el escozor se la herida en su mano se despertaba poco a poco. Sin decir palabra, la castaña se acercó a la laguna, se inclinó y limpió la sangre que comenzaba a secarse en su piel, tiznando de carmesí las cristalinas aguas. Entre tanto, Vashni parecía muy ocupado en lanzarle un discurso y desconocer su presencia.
— No soy tu mensajera — masculló resentida, sacudiendo la mano humedecida — Si quieres decirle algo a mi padre, hazlo tú.
Entonces se levantó y volvió a enfrentar al lobo, quien permanecía en la misma posición, empeñado a darle la espalda. Vashni había mencionado hacer parte de una manada, la manada del árbol retorcido; el único sobreviviente de ella. No era la primera vez que lo escuchaba. Para la época en la que la tragedia de la luna roja tomó lugar, Bastien lideraba un grupo de cazarrecompensas, esperando reunir el dinero suficiente para mudarse junto a su esposa e hijas a la capital francesa. Si su progenitor había acabado con aquella manada, no había sido por decisión propia, alguien había pagado por ello.
— Mi padre y sus hombres acabaron con tu manada —Señaló, como si intentara explicárselo a sí misma, acercándose decidida a Vashni — Así que hiciste lo mismo….
Aunque detestara admitirlo, en cierta retorcida manera, sentía empatía por el lobo. La venganza nacía de la pérdida una vez más, un continuo y destructivo círculo vicioso en el que todos terminaban atrapados y sin salida.
— ¿Valió la pena? — indagó sin éxito alguno en atrapar su antención, entonces resopló molesta— Dame la cara— le desafió impaciente y sin esperar respuesta, plantándose frente a él a pesar del riesgo de quedar entre sus garras y el viejo árbol a sus espaldas — Me trajiste hasta aquí y me lanzaste a la cara una versión de mi vida que desconocía, por lo menos termina y dímelo ¿valió la pena? —Amara inhaló profundo, esperando más enojo que sinceridad del licántropo— Porque creo que mi padre es el menor de tus problemas, Vashni.
Cuando su espalda se encontró con el suelo, fue que Amara pudo reconocer la verdadera fuerza que resguardaba Vashni en su cuerpo. Ella no era tan pesada y aun así, incluso cuando el arma amenazó punzante su órgano vital, él no se había molestado en impedírselo ¿Por qué? Sacudió la cabeza como si de aquella forma alejara las cavilaciones que le revoloteaban en su cabeza, no tenía caso poner semejante esfuerzo en entender la lógica de un ser tan despiadado como para tomar sin remordimiento la vida de una mujer embarazada y dos niñas que ningún mal llegaron a hacer al mundo; sin embargo, no importó cuantas veces se lo repitió, la necesidad de comprender al lobo nunca le abandonó por completo.
Amara no era ninguna santa, a lo largo de su vida había derramado más sangre de la que podía limpiar, pero, a diferencia de su padre, no andaba por la vida sin arrepentimientos. Todos los días sentía el peso de las muertes que había causado convertirse en una pesada cruz que cargaba simbólicamente sobre su espalda. Si bien disfrutaba de sentirse poderosa, jamás halló gozo en ser mensajera de muerte.
Vashni se inclinó sobre ella y nuevamente, su respiración le entibió la piel en una suave caricia, recordándole qué tan helado se encontraba el clima y lo bien que se sentía estar cerca de él. Tragó saliva al sentir el aliento del hombre desplazarse a su oido y convertirse en un susurro. Mil sensaciones se despertaban y ninguna de ellas se sentía como la indicada al tratarse del causante de su mayor pérdida.
— ¿Qué esperabas, entonces? — Pronunció haciendo un intento por disimular el temblor en su voz— ¿La misma niña indefensa y asustada de hace trece años o a una loba leal a ti? — inquirió con severidad, intentando llamar su atención y encontrar su mirada que, escurridiza, se empeñaba en escapar — He de ser una real decepción entonces.
Para cuando la castaña terminó de hablar, el licántropo ya se hallaba lejos de ella, distanciando su cuerpo en un intento por deshacerse de la chispa que se encendía cuando sus cuerpos se acercaban. Incluso aunque ella también deseaba librarse de aquella conexión, sabía que no sería posible o, por lo menos, no tan sencillo como oponer un par pasos entre los dos.
Amara se puso en pie, limpiando con sus manos la tierra que se había alcanzado a impregnar en su cuerpo. Ahora que la furia mermaba y la adrenalina no hacía arder sus mejillas, el escozor se la herida en su mano se despertaba poco a poco. Sin decir palabra, la castaña se acercó a la laguna, se inclinó y limpió la sangre que comenzaba a secarse en su piel, tiznando de carmesí las cristalinas aguas. Entre tanto, Vashni parecía muy ocupado en lanzarle un discurso y desconocer su presencia.
— No soy tu mensajera — masculló resentida, sacudiendo la mano humedecida — Si quieres decirle algo a mi padre, hazlo tú.
Entonces se levantó y volvió a enfrentar al lobo, quien permanecía en la misma posición, empeñado a darle la espalda. Vashni había mencionado hacer parte de una manada, la manada del árbol retorcido; el único sobreviviente de ella. No era la primera vez que lo escuchaba. Para la época en la que la tragedia de la luna roja tomó lugar, Bastien lideraba un grupo de cazarrecompensas, esperando reunir el dinero suficiente para mudarse junto a su esposa e hijas a la capital francesa. Si su progenitor había acabado con aquella manada, no había sido por decisión propia, alguien había pagado por ello.
— Mi padre y sus hombres acabaron con tu manada —Señaló, como si intentara explicárselo a sí misma, acercándose decidida a Vashni — Así que hiciste lo mismo….
Aunque detestara admitirlo, en cierta retorcida manera, sentía empatía por el lobo. La venganza nacía de la pérdida una vez más, un continuo y destructivo círculo vicioso en el que todos terminaban atrapados y sin salida.
— ¿Valió la pena? — indagó sin éxito alguno en atrapar su antención, entonces resopló molesta— Dame la cara— le desafió impaciente y sin esperar respuesta, plantándose frente a él a pesar del riesgo de quedar entre sus garras y el viejo árbol a sus espaldas — Me trajiste hasta aquí y me lanzaste a la cara una versión de mi vida que desconocía, por lo menos termina y dímelo ¿valió la pena? —Amara inhaló profundo, esperando más enojo que sinceridad del licántropo— Porque creo que mi padre es el menor de tus problemas, Vashni.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: La venganza viste una mascara <privado>
Amara caminó hacia le lago, mascullo entre dientes que no era mi maldita mensajera y que si quería hacerle llegar a su padre ese mensaje que lo hiciera yo mismo.
Ladeé la sonrisa viendo su menuda figura acuclillada en la orilla limpiándose la sangre reseca.
-Lo haré, en persona Amara, ves rezando a tus dioses por que se apiaden de su alma -rugí -pues en mi no encontrará perdón.
Se alzo humeante, su gesto tenso sus pardos se hundieron en mis tempestades como si de puñales se trataran, inquisitiva llegó su primera afirmación.
“Mi padre y sus hombres acabaron con tu manada, Así que hiciste lo mismo…. “
Escasa la distancia entre nuestros cuerpos, de nuevo como imanes opuestos nos atraíamos quedando de frente, perdiendo el aliento de uno en los entreabiertos labios de otro mientras los relámpagos nos atravesaban presos de la ira que almacenábamos.
“¿Te valió la pena?” una risa sarcástica escapó de mis labios, negué con la cabeza ¿aun pensaba que yo era como ellos?
-Solo tendré descanso cuando clave la cabeza de tu padre y hermano en una maldita pica.
Gruñí contra sus labios cuando me instigó al menos a ser valiente y responder a esa pregunta que tanto parecía afectarle, pero ¿era capaz de hacerlo sin derrumbarme?
Y fui el causante de la muerte de mi hermano, si no me hubiera interpuesto en su camino, los cazadores no hubieran podido acabar con su vida, esa noche perdí lo ultimo que me quedaba de mi familia.
-No, no me valió la pena -respondí con sinceridad.
No había noche que no me arrepintiera de haber acudido a aquella casa, la verdad íbamos bebidos y el plan no era dar con unas niñas y su madre indefensa, si no con los hombres que acabaron con los míos.
No iba a darle explicaciones, no pensaba pintarme como el bueno de aquella noche en la que la luna llena fue nuestra cómplice.
Yo sabia quien era y con eso me bastaba.
¿Que buscaba? Si, buscaba a mi compañera, esa a la que convertí hace muchas lunas y que ahora creía recordaría con pelos y señales lo que sucedió aquel día.
Sin embargo me encontraba con una cazadora que me odiaba, que su aura me atraía mas que a nada y que no recordaba nada mas allá de que dos lobos mataron a sangre fría a toda su familia.
Ladeé la sonrisa con ironía, me daba cuenta de lo ciega que estaba y no dudaba de que su padre le hubiera hecho un lavado de cabeza.
-¿que sientes cuando me miras? -pregunté acariciando su boca con mi entrecortada respiración -¿odio? Es lo que deberías sentir si crees que mate a tu familia, sin embargo...no has hundido la plata en mi pecho ¿por que?
Mis ojos seguían anclados en sus pardos, quería una respuesta, quizás en su subconsciente sabia que no era yo el peor de aquella historia, su padre no miro si en la manada del árbol enroscado habia niños, mujeres, no le importó nada, lo arrasó todo.
Los Argent tenían las manos manchadas de sangre desde el inicio de los tiempos.
-Te daré un consejo cazadora, escuchalo con atención, cuando la luna se esconda tu y yo volveremos a ser enemigos, descubre la verdad antes de que volvamos a encontrarnos porque a la próxima algo me dice que la situación no sera en un paraje de ensueño.
La ultima palabra fue susurrada contra su boca, cerré los ojos atesorando su olor antes de separarme ligeramente.
Ladeé la sonrisa viendo su menuda figura acuclillada en la orilla limpiándose la sangre reseca.
-Lo haré, en persona Amara, ves rezando a tus dioses por que se apiaden de su alma -rugí -pues en mi no encontrará perdón.
Se alzo humeante, su gesto tenso sus pardos se hundieron en mis tempestades como si de puñales se trataran, inquisitiva llegó su primera afirmación.
“Mi padre y sus hombres acabaron con tu manada, Así que hiciste lo mismo…. “
Escasa la distancia entre nuestros cuerpos, de nuevo como imanes opuestos nos atraíamos quedando de frente, perdiendo el aliento de uno en los entreabiertos labios de otro mientras los relámpagos nos atravesaban presos de la ira que almacenábamos.
“¿Te valió la pena?” una risa sarcástica escapó de mis labios, negué con la cabeza ¿aun pensaba que yo era como ellos?
-Solo tendré descanso cuando clave la cabeza de tu padre y hermano en una maldita pica.
Gruñí contra sus labios cuando me instigó al menos a ser valiente y responder a esa pregunta que tanto parecía afectarle, pero ¿era capaz de hacerlo sin derrumbarme?
Y fui el causante de la muerte de mi hermano, si no me hubiera interpuesto en su camino, los cazadores no hubieran podido acabar con su vida, esa noche perdí lo ultimo que me quedaba de mi familia.
-No, no me valió la pena -respondí con sinceridad.
No había noche que no me arrepintiera de haber acudido a aquella casa, la verdad íbamos bebidos y el plan no era dar con unas niñas y su madre indefensa, si no con los hombres que acabaron con los míos.
No iba a darle explicaciones, no pensaba pintarme como el bueno de aquella noche en la que la luna llena fue nuestra cómplice.
Yo sabia quien era y con eso me bastaba.
¿Que buscaba? Si, buscaba a mi compañera, esa a la que convertí hace muchas lunas y que ahora creía recordaría con pelos y señales lo que sucedió aquel día.
Sin embargo me encontraba con una cazadora que me odiaba, que su aura me atraía mas que a nada y que no recordaba nada mas allá de que dos lobos mataron a sangre fría a toda su familia.
Ladeé la sonrisa con ironía, me daba cuenta de lo ciega que estaba y no dudaba de que su padre le hubiera hecho un lavado de cabeza.
-¿que sientes cuando me miras? -pregunté acariciando su boca con mi entrecortada respiración -¿odio? Es lo que deberías sentir si crees que mate a tu familia, sin embargo...no has hundido la plata en mi pecho ¿por que?
Mis ojos seguían anclados en sus pardos, quería una respuesta, quizás en su subconsciente sabia que no era yo el peor de aquella historia, su padre no miro si en la manada del árbol enroscado habia niños, mujeres, no le importó nada, lo arrasó todo.
Los Argent tenían las manos manchadas de sangre desde el inicio de los tiempos.
-Te daré un consejo cazadora, escuchalo con atención, cuando la luna se esconda tu y yo volveremos a ser enemigos, descubre la verdad antes de que volvamos a encontrarnos porque a la próxima algo me dice que la situación no sera en un paraje de ensueño.
La ultima palabra fue susurrada contra su boca, cerré los ojos atesorando su olor antes de separarme ligeramente.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: La venganza viste una mascara <privado>
Cuando la cazadora escuchó la respuesta que le dio el lobo a su pregunta, le invadió una ráfaga de furia más fuerte que la anterior. No había respuesta correcta era cierto, ambas posibilidades eran tan retorcidas como equivocadas, sin embargo, percatarse de que la muerte de sus congéneres había sido en vano, que tan profunda pérdida no había sido suficiente para saciar su sed de venganza le quebró el alma. Ella misma era la prueba de que Vashni aún no concluía su retaliación contra su padre, lo supo desde el momento de la confesión y, a pesar de ello, escuchar la afilada sinceridad de los labios del perpetrador, aquellos que minutos atrás se había atrevido a besar, le golpeó más duro de lo que esperaba.
Quiso golpearlo de nuevo, pero se contuvo pues bien sabía que la latente tensión se encontraba en su cumbre y tentar a la suerte al sobrepasar el límite no le convenía cuando fue ella quien estuvo en desventaja durante toda la velada. Él se acercó a ella y susurró contra su boca que con el descenso de la luna se desvanecería su tregua y a ello lo proseguiría una situación menos amistosa.
Amara no dijo nada, tampoco se movió un centímetro, solo permaneció allí en pie con mirada firme hasta que fue el lobo quien decidió apartarse una vez terminó su advertencia. Entonces ella recordó que el enojo mismo le había hecho olvidar cómo dirigirse apropiadamente al enemigo.
— No le odio — dijo al fin después de unos segundos de silencio — Tendrá que intentarlo mejor— Sus palabras definitivamente habían removido algo en ella, pero se mantuvo impasible— La única razón por la que sigue vivo es porque quiero que, cuando pierda, me recuerde como la mujer que le derrotó.
Una vez finalizó su discurso, Amara desapuntó el último botón de la camisa del y se la retiró el cuello, dejando toda su piel la vista, sin apartar la sagaz mirada que iba directa a los ojos de su contrincante. Esta vez, la empujó sencillamente contra su pecho para entregársela y esperó a que la tomara. No quería llevarse a casa el recuerdo del asesino. Aún debía trabajar en descifrar los extraños sentimientos que revolvían en relación a él y, por el momento, no llegaría a ninguna conclusión si no se apartaba por completo. A su lado no podía pensar con la precaución que la lógica requeria.
Entonces se apartó hacia un lado y se desplazó hasta el lugar donde yacía su vestido. A pesar de que aún permanecía húmedo se deslizó con facilidad dentro de él.
— Ya somos enemigos — soltó sin más, enlazando nuevamente las ataduras de su corsé. — No hay necesidad de pretender ni esperar al amanecer.
Amara recogió sus zapatos y desenterró la daga que aún permanecía anclada a la tierra, limpiándola cuidadosamente con las manos y resguardándola nuevamente entre su vestimenta. Ya sin tarea pendiente, volvió la mirada al lobo una última vez.
— No creo que sea necesario decirlo, pero si de mi depende, espero no tener que volverlo a ver.
Fueron sus últimas palabras antes de retomar el camino por el que llegaron.
Quiso golpearlo de nuevo, pero se contuvo pues bien sabía que la latente tensión se encontraba en su cumbre y tentar a la suerte al sobrepasar el límite no le convenía cuando fue ella quien estuvo en desventaja durante toda la velada. Él se acercó a ella y susurró contra su boca que con el descenso de la luna se desvanecería su tregua y a ello lo proseguiría una situación menos amistosa.
Amara no dijo nada, tampoco se movió un centímetro, solo permaneció allí en pie con mirada firme hasta que fue el lobo quien decidió apartarse una vez terminó su advertencia. Entonces ella recordó que el enojo mismo le había hecho olvidar cómo dirigirse apropiadamente al enemigo.
— No le odio — dijo al fin después de unos segundos de silencio — Tendrá que intentarlo mejor— Sus palabras definitivamente habían removido algo en ella, pero se mantuvo impasible— La única razón por la que sigue vivo es porque quiero que, cuando pierda, me recuerde como la mujer que le derrotó.
Una vez finalizó su discurso, Amara desapuntó el último botón de la camisa del y se la retiró el cuello, dejando toda su piel la vista, sin apartar la sagaz mirada que iba directa a los ojos de su contrincante. Esta vez, la empujó sencillamente contra su pecho para entregársela y esperó a que la tomara. No quería llevarse a casa el recuerdo del asesino. Aún debía trabajar en descifrar los extraños sentimientos que revolvían en relación a él y, por el momento, no llegaría a ninguna conclusión si no se apartaba por completo. A su lado no podía pensar con la precaución que la lógica requeria.
Entonces se apartó hacia un lado y se desplazó hasta el lugar donde yacía su vestido. A pesar de que aún permanecía húmedo se deslizó con facilidad dentro de él.
— Ya somos enemigos — soltó sin más, enlazando nuevamente las ataduras de su corsé. — No hay necesidad de pretender ni esperar al amanecer.
Amara recogió sus zapatos y desenterró la daga que aún permanecía anclada a la tierra, limpiándola cuidadosamente con las manos y resguardándola nuevamente entre su vestimenta. Ya sin tarea pendiente, volvió la mirada al lobo una última vez.
— No creo que sea necesario decirlo, pero si de mi depende, espero no tener que volverlo a ver.
Fueron sus últimas palabras antes de retomar el camino por el que llegaron.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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