AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Release the beast - Privado
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Release the beast - Privado
El matrimonio le había sentado bien. Las cosas que antes parecían ser complicadas de superarse iban quedando más y más en el pasado, ahora, lo único que parecía importarle al licántropo era mantener su excelente desempeño en la inquisición y conseguir licencias cada vez más continuas para pasar días al lado de su deseable esposa. Quizás no existiera amor entre Juliette Kettering y él, pero lo que si existía era pasión y compañerismo. La Kettering lo apoyaba en su labor como inquisidor y en sus propios negocios, mientras que él la apoyaba a ella en los suyos, ya fueran correctos o no.
Aquella noche, Gray se encontraba lejos de casa y de su deseable esposa, todo gracias a que era enviado junto a otros compañeros lobos y vampiros a atacar un grupo rebelde.
Los licántropos eran llevados a la misión por el simple hecho de que la noche del ataque sería luna llena y ellos resultaban ser la mejor opción para combatir a los sobrenaturales rebeldes. Claro que aquella idea era algo con lo que Astor no estaba del todo de acuerdo. Muchos de sus compañeros inquisidores no estaban acostumbrados a pelear en su estado más salvaje, lo cual podría llegar a ser más perjudicial que benéfico para su bando; al menos desde el punto de vista de Gray. Astor consideraba pues, que la presencia de vampiros condenados podría alterar a los licántropos, provocando bajas no solo de la parte rebelde sino también de sus propias filas, sin embargo, aquello era meramente su percepción y esperaba estar equivocado con ella.
El camino hasta el lugar indicado para dicha batalla fue hecho aún cuando la luz les impedía cambiar a sus formas más salvajes. Los vampiros irían después y eso, debía ser lo mejor para todos. Llegaban justo al lugar aquel donde se desarrollaría la batalla y la luz abandonaba el cielo, sumiendo todo en la oscuridad. Una vez que eso sucedió y aún con la ausencia de la luna en el cielo, enemigos comenzaron a hacer acto de aparición y una sonrisa se dibujo en los labios de Astor, que había estaba esperando aquel momento desde que dejo su hogar.
La batalla dio inicio con los licántropos aún en forma de humanos, y para Astor no había mucha diferencia, de la manera que fuera disfrutaba de ver la sangre correr. Con esa superioridad suya tan característica avanzo en dirección a los rebeldes que creían poder salir victoriosos. Malditos ingenuos que no sabían donde se metían. Aquella sería la ultima noche de muchos y sus manos se encargarían de eso. Algunos rebeldes se acercaron a él y su lado destructivo fue entonces desatado. Como era usual en él, prefería usar simplemente su cuerpo como arma, sin ninguna otra cosa le que impidiera moverse como a él le gustaba, además de que las armas serian inútiles una vez que la luna llena asomara por entre las nubes que parecían cubrirla. Los puños de Astor golpearon a un par de humanos, abriendo camino hasta aquellos que consideraba realmente oponentes, hasta los sobrenaturales. Iba apenas decidido a eso, cuando la luz de la luna aparecía y en aquellos que cargaban su maldición, se hicieron visibles los efectos.
A pesar de los años, el dolor de una transformación aun no podía superarse. El cuerpo imponente del inquisidor tembló, su piel parecía desgarrarse al igual que la de muchos otros de los que le acompañaban y en un momento, el campo de batalla se trasformo en el campo de juegos de los lobos. Gray debía agradecer a los años, aquel don que le permitía poder controlar un tanto su manera de actuar pero aún con aquella sabiduría que brindaban los años, su parte más salvaje sabía cuales eran sus enemigos naturales y por eso fue que de inmediato se lanzo a los vampiros. Como una completa bestia fue directo a la cabeza de uno de aquellos bebedores de sangre y de un mordisco arranco parte del cuello del inmortal y de esa manera se movió, atacando cada inmortal que podía oler, llenando su cuerpo transformado en bestia de sangre.
En aquel campo de batalla, donde para algunos no parecía existir bando y la sangre se derramaba por todos lados; Astor Gray jadeaba de manera salvaje, era una bestia completa. No solo su aspecto de licántropo, sino que hasta los pensamientos que podía tener de manera más consciente eran únicamente de muerte y destrucción. Necesitaba un reto de verdad, porque hasta ese momento todo era un simple juego y todos los que le rodeaban juguetes que no soportaban tanto como él deseaba.
Aquella noche, Gray se encontraba lejos de casa y de su deseable esposa, todo gracias a que era enviado junto a otros compañeros lobos y vampiros a atacar un grupo rebelde.
Los licántropos eran llevados a la misión por el simple hecho de que la noche del ataque sería luna llena y ellos resultaban ser la mejor opción para combatir a los sobrenaturales rebeldes. Claro que aquella idea era algo con lo que Astor no estaba del todo de acuerdo. Muchos de sus compañeros inquisidores no estaban acostumbrados a pelear en su estado más salvaje, lo cual podría llegar a ser más perjudicial que benéfico para su bando; al menos desde el punto de vista de Gray. Astor consideraba pues, que la presencia de vampiros condenados podría alterar a los licántropos, provocando bajas no solo de la parte rebelde sino también de sus propias filas, sin embargo, aquello era meramente su percepción y esperaba estar equivocado con ella.
El camino hasta el lugar indicado para dicha batalla fue hecho aún cuando la luz les impedía cambiar a sus formas más salvajes. Los vampiros irían después y eso, debía ser lo mejor para todos. Llegaban justo al lugar aquel donde se desarrollaría la batalla y la luz abandonaba el cielo, sumiendo todo en la oscuridad. Una vez que eso sucedió y aún con la ausencia de la luna en el cielo, enemigos comenzaron a hacer acto de aparición y una sonrisa se dibujo en los labios de Astor, que había estaba esperando aquel momento desde que dejo su hogar.
La batalla dio inicio con los licántropos aún en forma de humanos, y para Astor no había mucha diferencia, de la manera que fuera disfrutaba de ver la sangre correr. Con esa superioridad suya tan característica avanzo en dirección a los rebeldes que creían poder salir victoriosos. Malditos ingenuos que no sabían donde se metían. Aquella sería la ultima noche de muchos y sus manos se encargarían de eso. Algunos rebeldes se acercaron a él y su lado destructivo fue entonces desatado. Como era usual en él, prefería usar simplemente su cuerpo como arma, sin ninguna otra cosa le que impidiera moverse como a él le gustaba, además de que las armas serian inútiles una vez que la luna llena asomara por entre las nubes que parecían cubrirla. Los puños de Astor golpearon a un par de humanos, abriendo camino hasta aquellos que consideraba realmente oponentes, hasta los sobrenaturales. Iba apenas decidido a eso, cuando la luz de la luna aparecía y en aquellos que cargaban su maldición, se hicieron visibles los efectos.
A pesar de los años, el dolor de una transformación aun no podía superarse. El cuerpo imponente del inquisidor tembló, su piel parecía desgarrarse al igual que la de muchos otros de los que le acompañaban y en un momento, el campo de batalla se trasformo en el campo de juegos de los lobos. Gray debía agradecer a los años, aquel don que le permitía poder controlar un tanto su manera de actuar pero aún con aquella sabiduría que brindaban los años, su parte más salvaje sabía cuales eran sus enemigos naturales y por eso fue que de inmediato se lanzo a los vampiros. Como una completa bestia fue directo a la cabeza de uno de aquellos bebedores de sangre y de un mordisco arranco parte del cuello del inmortal y de esa manera se movió, atacando cada inmortal que podía oler, llenando su cuerpo transformado en bestia de sangre.
En aquel campo de batalla, donde para algunos no parecía existir bando y la sangre se derramaba por todos lados; Astor Gray jadeaba de manera salvaje, era una bestia completa. No solo su aspecto de licántropo, sino que hasta los pensamientos que podía tener de manera más consciente eran únicamente de muerte y destrucción. Necesitaba un reto de verdad, porque hasta ese momento todo era un simple juego y todos los que le rodeaban juguetes que no soportaban tanto como él deseaba.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: Release the beast - Privado
Una de las cosas que conllevaba ser embajador, era que jamas tenia un tiempo seguro para él. Siempre detrás de las peticiones del emperador, que mandaba o pedía informes de los súbditos que arribaban a Europa. ¡que si el emperador sabía quien era él? claro que lo sabía, como también lo habían descubierto los anteriores emperadores, que en cuanto sus reinados se volvían despóticos y miserables, eran arrasados por una maldición, una que los hacía morir de forma prematura y misteriosa. Por esa razón, cuando a los agudos oídos del vampiro, llegaron noticias de una banda de traficantes que conectaba la ciudad de Gyeongju - su ciudad natal - con diferentes destinos europeos, como París, Roma, y el reino de los Países Bajos.
Como era de esperar, a penas los informes llegaron a sus manos, decidió realizar una detallada investigación, detectando así, focos de trata de blancas, en las afueras de París, algunos poblados del norte de Italia y en otros ya en territorio del Reino de Los Países Bajos. Sin perdida de tiempo, dejó sus asuntos pendientes en la ciudad francesa y dispuso su viaje al norte de Europa. En todo el trayecto del viaje, no pudo quitarse de la mente, lo que podrían estar sufriendo mujeres indefensas y hasta algunas niñas, que eran secuestradas en las aldeas de Gyeongju y traídas a la fuerza, para ser vendidas como esclavas exóticas, prostitutas o alimento para sobrenaturales. Suspiró, mientras dejaba que su cabeza descansara en el respaldo del asiento, de su coche, cerró los ojos y pensó en su amada, esa que había muerto ya hacía tantos años, tantos siglos. - Si alguno de esos bastardos, hubiera solo rosado con sus mugrosos dedos, la piel de mi querida Soo, los hubiera destripado -, pensó mientras, abría los ojos, que mostraban un color purpureo, y los colmillos se hacían visibles entre sus sensuales labios, - juro que no les dejaré ni una sola gota de sangre en sus miserables cuerpos - dijo entre dientes, molesto al pensar que alguna de esas niñas, podían ser descendientes de sus hermanos, esos mas de veinte medios hermanos que habían sido hijos del rey Taejo, ¿como podía dejar que aquellos delincuentes continuaran deshonrando a sus ancestros? no, no lo haría, pagarían con sus vidas, semejante afrenta.
Los días los pasaba en alguna posada, o en los sombríos bosques que salpicaban el paisaje de la ruta que había elegido para llegar a los Países Bajos. En unas de las posadas, se encontró con uno de sus informantes, un vampiro que había logrado infiltrarse en la red de traficantes, consiguiendo así, el lugar donde se encontrarían esa misma noche, un lugar apartado, en el que se juntarían no solo a vender parte de la mercancía y las mujeres, sino que se suponía, pensaban ir contra la iglesia. Ese tema a él no le importaba, puesto se consideraba un Confusionista, mezcla de budista y lo del cristianismo y la inquisición le daba igual, mientras no se metieran en sus asuntos, así que no prestó atención a los informes que le ponían sobre aviso de un grupo de inquisidores que estaban realizando redadas por aquellos lugares.
Aquella noche, la luna se encontraba esquiva, lo que permitía una mayor oportunidad de pasar desapercibido. Como era de esperar, el emperador, decidió usar uno de sus trajes tradicionales, de los que solía usar cada vez que - durante los casi novecientos años de vida - había usado en sus batallas. Cargó sus espadas, al igual que pistolas, pero era lógico que con lo que se sentía mas seguro era con sus dones, sus habilidades, adquiridas durante todos los siglos. No necesitaba verse en un espejo, para saber como lucia, con su Hanbok negro, sus zapatos asiendo juego, en la espalda, cruzadas diagonalmente dos espadas que podían cortar la carne de sus adversarios con un simple movimiento. En el caballo que usaría, un par de pistolas en su alforja, ¿que mas podría necesitar? no iba solo, un grupo reducido, no mayor a cinco personas, cinco vampiros, lo escoltaban, pero tenían la orden de no intervenir en las ejecuciones, a menos que la vida del embajador estuviera en peligro.
Una hora mas tarde, se encontraba en el lugar señalado, allí, desde una distancia prudencial, pudo ver que un grupo de inquisidores, se les había adelantado, pudo observar como un grupo de hombres se convertía en lobos, todavía, luego de tantos siglos le fascinaba aquello, tal vez porque cuando era humano, le habían llamado matalobos, ya que había asesinado a una manada entera de sobrenaturales, que devastaban un poblado del norte del reino. ¿Se inmiscuiría en la lucha? no, claro que no, ¿que mas daba que asesinaran a los miserables traficantes? El problema se presentó cuando el grupo de lobos se acercó peligrosamente a donde se encontraban las mujeres. Sintió sus gritos despavoridos, y el llanto de una de ellas, tan similar a su amada, le hizo hervir la sangre. No, no permitiría que les hicieran daño, las defendería, aunque tuviera que matar a toda la manada.
Como era de esperar, a penas los informes llegaron a sus manos, decidió realizar una detallada investigación, detectando así, focos de trata de blancas, en las afueras de París, algunos poblados del norte de Italia y en otros ya en territorio del Reino de Los Países Bajos. Sin perdida de tiempo, dejó sus asuntos pendientes en la ciudad francesa y dispuso su viaje al norte de Europa. En todo el trayecto del viaje, no pudo quitarse de la mente, lo que podrían estar sufriendo mujeres indefensas y hasta algunas niñas, que eran secuestradas en las aldeas de Gyeongju y traídas a la fuerza, para ser vendidas como esclavas exóticas, prostitutas o alimento para sobrenaturales. Suspiró, mientras dejaba que su cabeza descansara en el respaldo del asiento, de su coche, cerró los ojos y pensó en su amada, esa que había muerto ya hacía tantos años, tantos siglos. - Si alguno de esos bastardos, hubiera solo rosado con sus mugrosos dedos, la piel de mi querida Soo, los hubiera destripado -, pensó mientras, abría los ojos, que mostraban un color purpureo, y los colmillos se hacían visibles entre sus sensuales labios, - juro que no les dejaré ni una sola gota de sangre en sus miserables cuerpos - dijo entre dientes, molesto al pensar que alguna de esas niñas, podían ser descendientes de sus hermanos, esos mas de veinte medios hermanos que habían sido hijos del rey Taejo, ¿como podía dejar que aquellos delincuentes continuaran deshonrando a sus ancestros? no, no lo haría, pagarían con sus vidas, semejante afrenta.
Los días los pasaba en alguna posada, o en los sombríos bosques que salpicaban el paisaje de la ruta que había elegido para llegar a los Países Bajos. En unas de las posadas, se encontró con uno de sus informantes, un vampiro que había logrado infiltrarse en la red de traficantes, consiguiendo así, el lugar donde se encontrarían esa misma noche, un lugar apartado, en el que se juntarían no solo a vender parte de la mercancía y las mujeres, sino que se suponía, pensaban ir contra la iglesia. Ese tema a él no le importaba, puesto se consideraba un Confusionista, mezcla de budista y lo del cristianismo y la inquisición le daba igual, mientras no se metieran en sus asuntos, así que no prestó atención a los informes que le ponían sobre aviso de un grupo de inquisidores que estaban realizando redadas por aquellos lugares.
Aquella noche, la luna se encontraba esquiva, lo que permitía una mayor oportunidad de pasar desapercibido. Como era de esperar, el emperador, decidió usar uno de sus trajes tradicionales, de los que solía usar cada vez que - durante los casi novecientos años de vida - había usado en sus batallas. Cargó sus espadas, al igual que pistolas, pero era lógico que con lo que se sentía mas seguro era con sus dones, sus habilidades, adquiridas durante todos los siglos. No necesitaba verse en un espejo, para saber como lucia, con su Hanbok negro, sus zapatos asiendo juego, en la espalda, cruzadas diagonalmente dos espadas que podían cortar la carne de sus adversarios con un simple movimiento. En el caballo que usaría, un par de pistolas en su alforja, ¿que mas podría necesitar? no iba solo, un grupo reducido, no mayor a cinco personas, cinco vampiros, lo escoltaban, pero tenían la orden de no intervenir en las ejecuciones, a menos que la vida del embajador estuviera en peligro.
Una hora mas tarde, se encontraba en el lugar señalado, allí, desde una distancia prudencial, pudo ver que un grupo de inquisidores, se les había adelantado, pudo observar como un grupo de hombres se convertía en lobos, todavía, luego de tantos siglos le fascinaba aquello, tal vez porque cuando era humano, le habían llamado matalobos, ya que había asesinado a una manada entera de sobrenaturales, que devastaban un poblado del norte del reino. ¿Se inmiscuiría en la lucha? no, claro que no, ¿que mas daba que asesinaran a los miserables traficantes? El problema se presentó cuando el grupo de lobos se acercó peligrosamente a donde se encontraban las mujeres. Sintió sus gritos despavoridos, y el llanto de una de ellas, tan similar a su amada, le hizo hervir la sangre. No, no permitiría que les hicieran daño, las defendería, aunque tuviera que matar a toda la manada.
Gwang So Goryeo- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/04/2017
Re: Release the beast - Privado
Su deseo de sangre y destrucción no le sumergían del todo en la perdida de consciencia, esa que se mantenía lo suficientemente activa como para decirle que existían personas inocentes, personas a las que debía evitar dañar y que de ser posible, tendría que guiar mediante el miedo lejos del campo de batalla, algo que evidentemente no sería nada sencillo pues los inocentes eran únicamente mujeres. Los rebeldes a los que atacaban resultaban ser pues traficantes de mujeres, mismas a las que al verse en peligro decidían usar como escudos, liberándolas de las cadenas que las mantenían prisioneras, así como de los grilletes que usaban, todo para dejarlas correr de manera aterrorizada entre la batalla. Los sobrenaturales que no pudieran contenerse probablemente terminarían atacando a las mujeres en lugar de los objetivos reales, y si bien Gray se decía a ratos que debía velar por la seguridad de las mujeres, existían momentos en los que se olvidaba de eso y se limitaba simplemente a buscar un rival digno, uno que aún no encontraba.
Desesperado al no poder toparse con alguien que le ofreciera una verdadera pelea, Gray lanzó un aullido al cielo, uno que fue respondido por varios de sus compañeros inquisidores antes de lanzarse con más ahínco a la batalla que ya cobraba varias victimas, entre las cuales, desafortunadamente ya se encontraban algunas de las mujeres que los rebeldes y traficantes pensaban llevar hasta París.
Cuando Gray cayó en cuenta de que no había nada que hacer por ellas, fue cuando un grupo de los suyos olvido por completo la misión que los llevaba a aquellas tierras y sumergidos en su sed de sangre y muerte, avanzaron hasta un puñado de mujeres que comenzaban a gritar aterrorizadas. Ya no había nada que hacer por ellas, que se salvaran las que pudieran. Pero antes de que la enorme figura del licántropo en que se transformaba Astor se girase para seguir con su recorrido de destrucción, un inmortal apareció en la escena, uno de poderosa presencia que se interpuso entre sus compañeros y las mujeres, uno que parecía ser verdaderamente un reto.
Desde la distancia, Gray permaneció expectante, andando con cautela en dirección al grupo aquel pues dentro de su lado animal, sabía que encontraba a su oponente de la noche y que no sería sencillo derrotarlo. Finalmente, las cosas se ponían buenas, solo faltaba que el inmortal diera una pequeña muestra de su poder y demostrara al inquisidor que era lo que tanto buscaba; entonces, ambos danzarían a muerte bajo la luz de la luna.
Desesperado al no poder toparse con alguien que le ofreciera una verdadera pelea, Gray lanzó un aullido al cielo, uno que fue respondido por varios de sus compañeros inquisidores antes de lanzarse con más ahínco a la batalla que ya cobraba varias victimas, entre las cuales, desafortunadamente ya se encontraban algunas de las mujeres que los rebeldes y traficantes pensaban llevar hasta París.
Cuando Gray cayó en cuenta de que no había nada que hacer por ellas, fue cuando un grupo de los suyos olvido por completo la misión que los llevaba a aquellas tierras y sumergidos en su sed de sangre y muerte, avanzaron hasta un puñado de mujeres que comenzaban a gritar aterrorizadas. Ya no había nada que hacer por ellas, que se salvaran las que pudieran. Pero antes de que la enorme figura del licántropo en que se transformaba Astor se girase para seguir con su recorrido de destrucción, un inmortal apareció en la escena, uno de poderosa presencia que se interpuso entre sus compañeros y las mujeres, uno que parecía ser verdaderamente un reto.
Desde la distancia, Gray permaneció expectante, andando con cautela en dirección al grupo aquel pues dentro de su lado animal, sabía que encontraba a su oponente de la noche y que no sería sencillo derrotarlo. Finalmente, las cosas se ponían buenas, solo faltaba que el inmortal diera una pequeña muestra de su poder y demostrara al inquisidor que era lo que tanto buscaba; entonces, ambos danzarían a muerte bajo la luz de la luna.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: Release the beast - Privado
No existe mayor peligro, para el oponente, cuando su enemigo, no tiene nada que perder. Pues nada lo ata a la vida, ni a la muerte, solo se lanza a la lucha, como una saeta envenenada, buscando su próxima victima. Desde hacía mas de nueve siglos, Gwang So, era esa saeta, que no temía quebrarse. Año tras años, década tras década, siglo por siglo, él había esperado encontrar su razón de vida, pero jamás logro descubrí esa única alma que esperaba. Su alma, su mente,, fue cubriéndose de obscuridad, aunque no de maldad, pues el solo hecho, de recordarla, impedía que él volviera a convertirse en ese ser que había asesinado en pos de un rey, de su familia, o de su pueblo.
Solo en momentos como éste, en que la vida de seres indefensos, como había sido su amor, la oscuridad, de aquel monstruo que alguna vez fue, lograba desatarse, obnubilando cualquier alerta que le hiciera pesar en su seguridad. Era allí, donde su mano derecha y guardaespaldas debía estar alerta, mucho mas que en cualquier momento, pero en cuanto el embajador se lanzó a la lucha, Choi Min, supo que sería difícil lograr cuidar bien de la integridad de su maestro. Gwang So, espoleó a su aballo y corrió entre los arboles del bosque, buscando hacer una barrera entre los lobos y vampiros que se dirigían en dirección del campamento de esclavos. Con el pecho del animal, desbarató parte de esa masa de sobrenaturales que se dirigían a crear una masacre de inocentes. Pronto descendió del animal, y golpeando el anca del animal con su mano, lo espantó, no permitiría que esos seres hirieran a un noble ser.
Sus espadas comenzaron a cortar la carne de sus oponentes, con golpes de puño y patadas, se fue sacando de encima aquellos sobrenaturales que le impedían llegar a donde se encontraba el líder de aquella columna infernal. Uno de los vampiros inquisidores se abalanzó contra él, mas el embajador tomó al inmortal por el cuello, apretando con fuerza sobrehumana, para luego, con un movimiento veloz, clavar sus garras en mitad del pecho y arrancar el corazón, aplastándolo entre su mano, tirando el cuerpo inerte del sobrenatural. Sus ojos eran dos brazas incandescentes, sus colmillos, mostraban la ferocidad del centenario oriental, sin perder el tiempo, continuó destripando, desgarrando a cuanto ser se le acercaba, con intenciones de pasar sobre él en busca de las victimas inocentes.
Choi Min, cerca de el vampiro, usaba sus poderes, manipulando fuerzas oscuras, destrozando seres, haciendo que las almas en pena que vivían en los bosques le sirvieran como seres infectos que se apoderaban de los cuerpos de los sobrenaturales caídos, para luego e levantarse del pútrido suelo boscoso, matar a los que antes eran sus aliados. El embajador se preparó para enfrentar al líder, tomó impulso y se lanzó como una saeta al lobo que ya le estaba esperando.
Solo en momentos como éste, en que la vida de seres indefensos, como había sido su amor, la oscuridad, de aquel monstruo que alguna vez fue, lograba desatarse, obnubilando cualquier alerta que le hiciera pesar en su seguridad. Era allí, donde su mano derecha y guardaespaldas debía estar alerta, mucho mas que en cualquier momento, pero en cuanto el embajador se lanzó a la lucha, Choi Min, supo que sería difícil lograr cuidar bien de la integridad de su maestro. Gwang So, espoleó a su aballo y corrió entre los arboles del bosque, buscando hacer una barrera entre los lobos y vampiros que se dirigían en dirección del campamento de esclavos. Con el pecho del animal, desbarató parte de esa masa de sobrenaturales que se dirigían a crear una masacre de inocentes. Pronto descendió del animal, y golpeando el anca del animal con su mano, lo espantó, no permitiría que esos seres hirieran a un noble ser.
Sus espadas comenzaron a cortar la carne de sus oponentes, con golpes de puño y patadas, se fue sacando de encima aquellos sobrenaturales que le impedían llegar a donde se encontraba el líder de aquella columna infernal. Uno de los vampiros inquisidores se abalanzó contra él, mas el embajador tomó al inmortal por el cuello, apretando con fuerza sobrehumana, para luego, con un movimiento veloz, clavar sus garras en mitad del pecho y arrancar el corazón, aplastándolo entre su mano, tirando el cuerpo inerte del sobrenatural. Sus ojos eran dos brazas incandescentes, sus colmillos, mostraban la ferocidad del centenario oriental, sin perder el tiempo, continuó destripando, desgarrando a cuanto ser se le acercaba, con intenciones de pasar sobre él en busca de las victimas inocentes.
Choi Min, cerca de el vampiro, usaba sus poderes, manipulando fuerzas oscuras, destrozando seres, haciendo que las almas en pena que vivían en los bosques le sirvieran como seres infectos que se apoderaban de los cuerpos de los sobrenaturales caídos, para luego e levantarse del pútrido suelo boscoso, matar a los que antes eran sus aliados. El embajador se preparó para enfrentar al líder, tomó impulso y se lanzó como una saeta al lobo que ya le estaba esperando.
Gwang So Goryeo- Hechicero Clase Alta
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Re: Release the beast - Privado
Inmóvil, expectante, con la mandíbula entreabierta y los ojos fijos en la figura del inmortal que se movía veloz entre aliados y enemigos, se mantenía Astor, que ya poco poseía del hombre que trataba de mantener la cordura. La aparición de seres poderosos, rivales dignos, como aquel vampiro que danzaba entre sangre provocaba pues que el poco control que mantenía sobre su parte animal se desvaneciera y su consciencia entonces era devorada por la bestia que dominaba su cuerpo. Además de que él ya no tenía que preocuparse por las mujeres, que a ellas las defendieran los aliados de aquel vampiro, pues entre los últimos destellos de consciencia que poseyó, Gray pudo percatarse de la manera en que aquellos seres alejaban a las mujeres de la batalla, al menos a las vivas.
Los compañeros de la bestia en que se había transformado Astor trataron de detener al vampiro que se abría paso entre la batalla, sin embargo, uno a uno, aquellos que trataban de ser un obstáculo fueron eliminados por las hábiles manos del inmortal e incluso, uno de los vampiros inquisidores fue asesinado brutalmente por aquel otro vampiro que no se detuvo sino hasta quedar muy cerca del licántropo. De haber poseído algo de consciencia en ese momento, Gray hubiera disfrutado en grande no solo de ver la manera en que aquel nuevo enemigo eliminaba a los estorbos, sino por la manera en que aquel vampiro se daba cuenta de que entre todo aquel grupo el único que verdaderamente valía la pena y daría batalla, era él.
Los oponentes se encontraban frente a frente, a una distancia media y ambos con la vista fija en el otro, dispuestos a lanzarse a la batalla. El primer paso fue dado entonces por el inmortal, que sin preámbulo alguno se lanzó en pos de Astor, que antes de ser impactado por el cuerpo poderoso del vampiro, soltó un aullido de guerra.
El cuerpo del licántropo se estremeció al ser golpeado por el vampiro y Astor lanzó una dentellada al aire, esperando poder dar con el cuerpo del vampiro que ya había desaparecido de su alcance. Un nuevo aullido salió de su hocico al tiempo que sus ojos se posaban sobre la que ahora era su presa de la noche, para después de eso, lanzarse él contra el inmortal tratando de golpear con sus garras el ágil cuerpo del vampiro que esquivaba a la perfección cada uno de sus movimientos, como si supiera con antelación cual era el siguiente paso que el licántropo tomaría. Más era la manera tan salvaje como predecible que tenían los licántropos de moverse lo que no beneficiaba para nada a Gray, al menos de momento, porque si algo había demostrado la bestia dentro de Astor era que no cedía ante ningún enemigo pues de la única manera en que se detenía aquella bestial maquina asesina era estando al borde de la muerte.
Los compañeros de la bestia en que se había transformado Astor trataron de detener al vampiro que se abría paso entre la batalla, sin embargo, uno a uno, aquellos que trataban de ser un obstáculo fueron eliminados por las hábiles manos del inmortal e incluso, uno de los vampiros inquisidores fue asesinado brutalmente por aquel otro vampiro que no se detuvo sino hasta quedar muy cerca del licántropo. De haber poseído algo de consciencia en ese momento, Gray hubiera disfrutado en grande no solo de ver la manera en que aquel nuevo enemigo eliminaba a los estorbos, sino por la manera en que aquel vampiro se daba cuenta de que entre todo aquel grupo el único que verdaderamente valía la pena y daría batalla, era él.
Los oponentes se encontraban frente a frente, a una distancia media y ambos con la vista fija en el otro, dispuestos a lanzarse a la batalla. El primer paso fue dado entonces por el inmortal, que sin preámbulo alguno se lanzó en pos de Astor, que antes de ser impactado por el cuerpo poderoso del vampiro, soltó un aullido de guerra.
El cuerpo del licántropo se estremeció al ser golpeado por el vampiro y Astor lanzó una dentellada al aire, esperando poder dar con el cuerpo del vampiro que ya había desaparecido de su alcance. Un nuevo aullido salió de su hocico al tiempo que sus ojos se posaban sobre la que ahora era su presa de la noche, para después de eso, lanzarse él contra el inmortal tratando de golpear con sus garras el ágil cuerpo del vampiro que esquivaba a la perfección cada uno de sus movimientos, como si supiera con antelación cual era el siguiente paso que el licántropo tomaría. Más era la manera tan salvaje como predecible que tenían los licántropos de moverse lo que no beneficiaba para nada a Gray, al menos de momento, porque si algo había demostrado la bestia dentro de Astor era que no cedía ante ningún enemigo pues de la única manera en que se detenía aquella bestial maquina asesina era estando al borde de la muerte.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: Release the beast - Privado
Si su oponente conociera aunque fuera una mínima parte de la historia que llevaba a cuestas el vampiro, sabría que los lobos jamás habían sido un obstáculo para él. Pues siendo apenas un joven, los aliados de su padre, le habían abandonado en una montaña infectada de lobos, y según las habladurías del lugar, de hombres que con la luna llena, solían volverse tan bestias como aquellos otros animales. Por lo que estar en frente de un licantropo, no le provocaba miedos, ni tensión alguna, ya en aquella época en que era un poco mas que adolescente, había matado a una manada de lobos y a su líder quien era un hombre lobo, no tuvo piedad con ninguno de ellos, puesto que eran los responsables de las muertes de campesinos del lugar. Al igual que en ese lejano tiempo, Gwang So, no tendría piedad con ése lycan, que peleaba con él, a menos que pudiera sondear en sus pensamientos y encontrar en ellos, una razón para dejarle con vida.
Aquella lucha encarnizada, mucho se parecía a una danza, tal vez a esas danzas que observara bailar a las Gisaeng, en sus épocas como monarca. Aquellas mujeres danzaban como si las espadas que cargaban fueran simples abanicos, y se entrelazaban en una lucha imaginaria, en la que se podía observar la agilidad, elasticidad y firmeza de cada oponente. Así, aquellos dos sobrenaturales, bailaban una danza feroz y mortal, el lobo se abalanzaba al vampiro,, con la brutalidad y fiereza que se esperaba de él, mas el vampiro, como si de un espectro se tratase, aparecía y desaparecía, cada vez que las garras del lobo intentaban alcanzarle.
Ensimismados en la lucha, no podían escuchar como los sonidos de la batalla se iban apaciguando, convirtiéndose en pequeños rumores y quejidos, ya que el ejercito del embajador, había logrado matar, herir y capturar, tanto a los delincuentes, como a la mayoría de los aliados del licántropo.
- Mi señor, ya la lucha ha terminado - dijo Choi Min desde la distancia, sabiendo que no necesitaba gritar para que el poderoso inmortal escuchara, - Pues lleva a un lugar seguro a las mujeres y los heridos, que yo, seguiré bailando con ésta bestia - le informó a su lugarteniente, usando su habilidad de telepatía. El brujo, sonrió de medio lado, hizo una inclinación ceremoniosa y desapareció en la espesura del bosque, solo iluminado por los rayos plateados de una luna enorme y majestuosa, dueña del firmamento y del lobo que luchaba valiente y feroz, contra el embajador.
Aquella lucha encarnizada, mucho se parecía a una danza, tal vez a esas danzas que observara bailar a las Gisaeng, en sus épocas como monarca. Aquellas mujeres danzaban como si las espadas que cargaban fueran simples abanicos, y se entrelazaban en una lucha imaginaria, en la que se podía observar la agilidad, elasticidad y firmeza de cada oponente. Así, aquellos dos sobrenaturales, bailaban una danza feroz y mortal, el lobo se abalanzaba al vampiro,, con la brutalidad y fiereza que se esperaba de él, mas el vampiro, como si de un espectro se tratase, aparecía y desaparecía, cada vez que las garras del lobo intentaban alcanzarle.
Ensimismados en la lucha, no podían escuchar como los sonidos de la batalla se iban apaciguando, convirtiéndose en pequeños rumores y quejidos, ya que el ejercito del embajador, había logrado matar, herir y capturar, tanto a los delincuentes, como a la mayoría de los aliados del licántropo.
- Mi señor, ya la lucha ha terminado - dijo Choi Min desde la distancia, sabiendo que no necesitaba gritar para que el poderoso inmortal escuchara, - Pues lleva a un lugar seguro a las mujeres y los heridos, que yo, seguiré bailando con ésta bestia - le informó a su lugarteniente, usando su habilidad de telepatía. El brujo, sonrió de medio lado, hizo una inclinación ceremoniosa y desapareció en la espesura del bosque, solo iluminado por los rayos plateados de una luna enorme y majestuosa, dueña del firmamento y del lobo que luchaba valiente y feroz, contra el embajador.
Gwang So Goryeo- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/04/2017
Re: Release the beast - Privado
La danza entre el vampiro y el lobo aumentaba en intensidad, mientras que a su alrededor la lucha entre inquisidores y presas iba llegando a su fin. La gente del vampiro contra el que Gray se enfrentaba había logrado rescatar a un gran número de las mujeres prisioneras, sin embargo, algunas no corrieron con tanta suerte y al igual que captores o los inquisidores, yacían en el suelo, ese que ahora se encontraba teñido de rojo. Sin embargo, lo que ocurría a su alrededor resultaba carente de importancia para la bestia regida por la luna. Para el licántropo, aquel momento era simplemente para destruir a quien le daba batalla.
El enorme animal, carente de consciencia alguna, se lanzaba una y otra vez contra aquella sombra que lo esquivaba hábilmente, algo que no resultaba extraño, pues un licántropo que se ha dejado dominar completamente por su parte salvaje siempre llevaba las de perder en situaciones como aquella. Pero fue el aullido de uno de sus compañeros inquisidores al ser herido de muerte, lo que hizo que la habilidad de Astor, la sabiduría de Gaia, le permitiera percatarse no solo de lo que ocurría a su alrededor, sino también de lo que sucedía con su propia batalla. Al darse cuenta que todo a su alrededor se reducía a cuerpos inertes y sobrevivientes huyendo, aulló. Había estado seguro de que aquel enfrentamiento no sería sencillo, pero la interrupción de los secuaces de aquel vampiro a quien se enfrentaba disminuyeron a los suyos más de lo que él imaginara en un inicio. La ira entonces lo volvió su presa y el deseo de venganza por sus compañeros caídos se apodero de él. La bestia volvió a aparecer y lo único que retumbaba en su mente de manera humana, era el hecho de que los inquisidores habían ido ahí ayudar y no se merecían haber terminado de aquella manera.
Esta vez, con algo más de control el licántropo se lanzó en contra del embajador. Sus movimientos se habían vuelto más precisos, guiados en parte por la sabiduría que sus años como lobo le habían dado. Así pues, de un zarpazo certero, logró finalmente romper parte de la vestimenta del vampiro aunque no logro hacerle daño alguno, al menos, aún no.
El enorme animal, carente de consciencia alguna, se lanzaba una y otra vez contra aquella sombra que lo esquivaba hábilmente, algo que no resultaba extraño, pues un licántropo que se ha dejado dominar completamente por su parte salvaje siempre llevaba las de perder en situaciones como aquella. Pero fue el aullido de uno de sus compañeros inquisidores al ser herido de muerte, lo que hizo que la habilidad de Astor, la sabiduría de Gaia, le permitiera percatarse no solo de lo que ocurría a su alrededor, sino también de lo que sucedía con su propia batalla. Al darse cuenta que todo a su alrededor se reducía a cuerpos inertes y sobrevivientes huyendo, aulló. Había estado seguro de que aquel enfrentamiento no sería sencillo, pero la interrupción de los secuaces de aquel vampiro a quien se enfrentaba disminuyeron a los suyos más de lo que él imaginara en un inicio. La ira entonces lo volvió su presa y el deseo de venganza por sus compañeros caídos se apodero de él. La bestia volvió a aparecer y lo único que retumbaba en su mente de manera humana, era el hecho de que los inquisidores habían ido ahí ayudar y no se merecían haber terminado de aquella manera.
Esta vez, con algo más de control el licántropo se lanzó en contra del embajador. Sus movimientos se habían vuelto más precisos, guiados en parte por la sabiduría que sus años como lobo le habían dado. Así pues, de un zarpazo certero, logró finalmente romper parte de la vestimenta del vampiro aunque no logro hacerle daño alguno, al menos, aún no.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: Release the beast - Privado
Por haber estado concentrado en lo que Choi Min le informaba, no había puesto atención a su oponente, tal vez porque pensó que el animal que se encontraba dominando al sobrenatural, se iría cansando, o porque simplemente comprendió que allí había dos seres sobrenaturales luchando por la misma causa, pero enfrentados por métodos opuestos.
La verdad es que él mismo al llevar su atención a lo expresado por su lugarteniente, pudo comprender que le rodeaba muerte y destrucción. Él, que había jurado ante las cenizas de su amada, jamás volver a matar sin una razón justa, ahora, al ver los cuerpos ensangrentados, se preguntó si su juramento no había sido quebrado.
Como si hubiera despertado de una pesadilla, su mirada cargada de tristeza vagó por el bosque mancillado. Y como hacía tiempo no le pasaba, sus ojos comenzaron a humedecerse de lagrimas rojas, que mancharon su piel del color de porcelana. Mordió su labio inferior, mientras su entrecejo se fruncía, y su garganta parecía que era apretada por manos invisibles. - Amor... mi amado... ¿acaso no juraste que no derramarías sangre inocente? - la voz de su amada, de aquella joven que le amara hacía casi un milenio atrás, llegó hasta él. Girando sobre sus pies, contemplo el macabro espectáculo, iluminado por aquella luz plateada, desde el fondo de su alma, la verdad se hizo presente, imperiosamente dolorosa. - Si, mi bien amada... he quebrado mi juramento, cegado por una verdad a medias - se dijo, mientras su vista, seguía clavada en los cuerpos destrozados.
Aquel descuido, llevó a que el vampiro, no prestara atención a su oponente, quien al ver su oportunidad servida en bandeja, no dudó de echarse sobre su oponente, quien le recibió, sin sorpresas, pero, con las defensas bajas, como si dejándose herir, lograra en cierta manera, recibir un castigo por el juramento roto. Un zarpazo certero, fue a dar con el hombro del inmortal, rasgando sus vestiduras y hundiendo en la piel centenaria, las garras bestiales. Un gesto de dolor, afloró en el rostro pétreo del vampiro. Roja sangre emanó de la herida que rápidamente se fue cerrando, quedando como único testimonio de aquello una imperceptible cicatriz en el cuerpo del inmortal.
Con la velocidad de un espectro, Gwang So, se movió, quedando detrás del lobo, para terminar golpeando la espalda del inquisidor con el dorso de su espada, - Detente, ¿no vez acaso que tu ira no sirve de nada?- dijo con voz potente, - ¿o crees que hiriendo a quien has decidido sea tu enemigo, has de traer a la vida a tus amigos masacrados? -, él que había vivido por tantos siglos, perdido a tantos amigos, comprendía que la lucha basada solo en la venganza, era estéril como el campo de batalla.
La verdad es que él mismo al llevar su atención a lo expresado por su lugarteniente, pudo comprender que le rodeaba muerte y destrucción. Él, que había jurado ante las cenizas de su amada, jamás volver a matar sin una razón justa, ahora, al ver los cuerpos ensangrentados, se preguntó si su juramento no había sido quebrado.
Como si hubiera despertado de una pesadilla, su mirada cargada de tristeza vagó por el bosque mancillado. Y como hacía tiempo no le pasaba, sus ojos comenzaron a humedecerse de lagrimas rojas, que mancharon su piel del color de porcelana. Mordió su labio inferior, mientras su entrecejo se fruncía, y su garganta parecía que era apretada por manos invisibles. - Amor... mi amado... ¿acaso no juraste que no derramarías sangre inocente? - la voz de su amada, de aquella joven que le amara hacía casi un milenio atrás, llegó hasta él. Girando sobre sus pies, contemplo el macabro espectáculo, iluminado por aquella luz plateada, desde el fondo de su alma, la verdad se hizo presente, imperiosamente dolorosa. - Si, mi bien amada... he quebrado mi juramento, cegado por una verdad a medias - se dijo, mientras su vista, seguía clavada en los cuerpos destrozados.
Aquel descuido, llevó a que el vampiro, no prestara atención a su oponente, quien al ver su oportunidad servida en bandeja, no dudó de echarse sobre su oponente, quien le recibió, sin sorpresas, pero, con las defensas bajas, como si dejándose herir, lograra en cierta manera, recibir un castigo por el juramento roto. Un zarpazo certero, fue a dar con el hombro del inmortal, rasgando sus vestiduras y hundiendo en la piel centenaria, las garras bestiales. Un gesto de dolor, afloró en el rostro pétreo del vampiro. Roja sangre emanó de la herida que rápidamente se fue cerrando, quedando como único testimonio de aquello una imperceptible cicatriz en el cuerpo del inmortal.
Con la velocidad de un espectro, Gwang So, se movió, quedando detrás del lobo, para terminar golpeando la espalda del inquisidor con el dorso de su espada, - Detente, ¿no vez acaso que tu ira no sirve de nada?- dijo con voz potente, - ¿o crees que hiriendo a quien has decidido sea tu enemigo, has de traer a la vida a tus amigos masacrados? -, él que había vivido por tantos siglos, perdido a tantos amigos, comprendía que la lucha basada solo en la venganza, era estéril como el campo de batalla.
Gwang So Goryeo- Hechicero Clase Alta
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