El pecado del licor [Elían Alexius]

por **Madame Marie** Miér Ago 09, 2017 6:22 pm

Madame Marie, hechicera,
hechicera,
Marie en las tinieblas,
es mujer justiciera.

Otra noche, otra luna alumbraba los pensamientos de Madame Marie dándoles la apariencia de fantasmas; aún así, la pelirroja se sentaba provocativa en su silla favorita. Un recuerdo de un viejo cliente que la trataba como a una reina. Claro que, era de esperar que se tratara de un cargo acorde a su nivel de vida que aunque tuviera el buen pasar de su ex esposo, seguía condenándola a usar sus faldas cobrizas, abiertas con una daga hasta los muslos para llamar la atención de la jauría masculina de París.
Allí estaba, sentada, con las piernas medio abiertas pero cubriendo su intimidad con su capa dorada. Ese artículo desentonaba con la decoración de su cabaret, incluso con la vestimenta llamativa de las mujeres que trabajan junto a ella. Esa capa era símbolo de su magia, un regalo de un antiguo maestro. Se llevó el frío cristal de la copa a sus labios carmesí mientras que el espumante acariciaba su lengua, garganta, hasta convertirse en fuego en su interior. Peinó con la mirada a los invitados de aquella reunión. No solía poner en alquiler su casa de placer pero esos hombres eran adinerados y de muy buenas familias, por ende, no tuvo más remedio que aceptar, colocar su firma delatora y soportar el maltrato de los clientes que manoseaban a sus estudiantes de hechicería mientras las groserías más asquerosas brotaban de sus labios embebidos en ron.
No se detuvo en recordar la mirada del banquero cuando su firma, en perfecta cursiva, le llamó la atención. Ni cuando la llamó mujer de dudosa reputación mientras la mirada masculina iba y venía a su corset ajustado. Se rió, a veces los hombres eran como pequeños animales sin salida. Pero existían otros, los misteriosos, aquellos que ocultos bajo el manto de Selene se aventuraban a los secretos que Hécate había dejado dispersos por el mundo. O, incluso, aquellos seres misteriosos que renegaban de su condición o maldición. De esos, seres nocturnos, Marie conocía poco. Sólo había compartido su vida con hechiceros iguales a ella. La noche y sus misterios todavía no le habían sido revelados.
De repente, una serpiente en forma de luz oscura reptó entre sus zapatos. Dio un salto al sentir que a esa extraña figura mágica la acompañaban escalofríos diversos que se incrustaban en las espaldas de mujeres y hombres. Se puso de cuclillas mientras seguía con la mirada a la bicha que, ahora, se enroscaba en la pierna de un muchacho que estaba de espaldas a ella.
Se acercó despacio, sin que éste la escuchara. Su afán por conocer todo lo sobrenatural la estaba dejando en evidencia una vez más pero eso no le importaba.

por **Elián Alexius** Miér Ago 30, 2017 1:50 pm

Elián no era muy aficionado a los cabarets, no porque no encontrase atractivas a las chicas o sus vestimentas, sino porque no era el entorno donde se sentía más cómodo. mucha gente, todos mirando a las jovencitas con cierta lascivia, pensando que su dinero podía comprar cualquier cosa, incluso la integridad y dignidad de las trabajadoras del local. Siempre pensó que los humanos eran demasiado básicos, con sus milenios a las espaldas había tenido tiempo de cambiar, de verlo todo de forma diferente, ser superior a ellos en algunas cosas y envidiarles en otras tantas.

Se encontraba allí por negocios, le habían invitado algunos de sus socios en las empresas del comercio textil y no estaba bien visto decir que no a ciertas personas adineradas y de buena familia, un trámite más que sobrellevar. Para eso se pidió una copa de vino, del más cara que tuviesen allí, caminando de forma discreta por la sala y saludando a conocidos, con los que intercambio varias anécdotas del trabajo, pero todo era una pantomima, sabía que en el momento en que se emborrachasen un poco saldría de allí para ir a su solitaria casa y tocar el piano un poco, a la luz de un candelabro con una copa de sangre, lejos del bullicio del mundo. Era la soledad de su fortaleza lo que más podía reconfortarlo, eso lo diferenciaba de muchos otros que preferían asistir a cuanta fiesta se organizase, solo para exhibirse ante damas de sociedad o ricos que pudieran invertir en sus empresas.

Esquivó un par de señoritas que marchaban a la barra y se llevó la copa a sus fríos labios, probando el licor, paladeando este despacio, para poder apreciar cada nota, el aroma en su plenitud. Era de las pocas cosas que aún podía saborear, un nexo con su humanidad perdida,
había días como aquel que lo echaba de menos, la vulnerabilidad, ser uno más de ellos, días en los que su edad pasaba factura, pues aunque parecía joven, de piel perfecta y muy sano, estaba muerto, mucho, frío al tacto, sin pulso en el pecho. Días malos a fin de cuentas, era mejor no sucumbir a ellos, olvidarlo y hacer algo que mantuviese la mente entretenida, o alguna actividad que ocupase el tiempo.

Elevó la copa, mirando el poco contenido que le quedaba y saludó con una sonrisa a una de las chicas que casi tropezó con él, ayudando a esta para evitarle el mal rato de que cualquier baboso le echase las manos encima. Fue en ese momento, que percibió a alguien detrás suya, no supo distinguir cuanto llevaba ahí, pero se giró con naturalidad para encontrar una dama pelirroja,
a la que saludó cordialmente, simulando que iba a chocar con ella, para que la gente no lo viese como algo raro, el vampiro podía percibir su aura, era clara su naturaleza y ella puede que también supiera la suya ya. -Buenas noches mademoiselle, parece que esto está abarrotado esta noche.- Comentó, saludando con elegancia.

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