AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
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Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
Recuerdo del primer mensaje :
Gruñí de pura rabia cuando Tobias me aviso que la pequeña comitiva que mandé al lago a recoger unas hierbas para paliar los efectos del acólito no habían regresado en su totalidad, dos de ellos habían sido apresados.
Solo en ese lugar crecía la verbena, con ella la hechicera creaba una infusión que podía ayudarnos a superar aquel veneno que usaban los cazadores para darnos una muerte lenta.
Había pasado una semana desde que Amara salio de mi vida, bueno, realmente era mas consecuente si decía justo lo contrario, desde que yo salí de la suya.
Me había volcado en mis quehaceres como alfa, buscando la redención, el olvido ..aunque no había logrado ninguna de las dos cosas.
Tenia claro mi lugar, como la cazadora el suyo y no la culpaba por elegir la plata de su apellido antes que a un hijo de la luna que la condeno a ser aquello que mas odiaba en este mundo.
Salí disparado hacia las caballerizas, mi espectro negro salio de la mansión al galope siguiendo el rastro de los míos, algo me decía que esa noche se derramaría sangre y voraz aseguraba que no seria la mía.
Pertrechado con mi acero, estaba dispuesto a dar caza y muerte a esos cazadores que sin preguntar como era en ellos fiel costumbre habían apresado a dos de los hombres de mi manada.
Nosotros nunca habíamos arrebatado vida inocente ¿podían decir ellos los mismo?
Odiaba con todas mis fuerzas a esos hombres que jugaban a ser dioses, luchaban contra las abominaciones del infierno como si no se dieran cuenta que los peores monstruos eran ellos.
No me costó seguir el rastro de los míos, no solo por las huellas dejadas sobre la húmeda tierra de sus caballos si no por el olor que desprendían sus cuerpos.
Desmonté en una gruta cercana al lago, al parecer allí el cazador había decidido darles muerte, pues el olor a sangre de ellos era potente, apostaría a que uno de los dos había ya perecido y el otro poco le quedaría, pues ríos escarlata bañaban el suelo de la entrada camuflando el hedor de su verdugo.
Desenvainé sedas dagas, paso a paso me adentré en los confines del abismo, mi sorpresa, no fue encontrar a los dos atados por uso grilletes, si no que la causante de esa tortura no fuera otra que la dulce mujer con la que había compartido lecho hasta en dos ocasiones.
Gruñí de rabia centrando mis pardos en los ajenos, no me esperaba y su cabello castaño creo una ráfaga de viento cuando giró el rostro para contemplar el mio.
-Argent, suelta a los míos y no te arrancaré la piel a tiras -rugí desafiante.
Era incapaz de llamarla por su nombre, el resentimiento aun anidaba en mi corazón corroyendome por dentro.
La culpa me atenazaba, debí matarla cuando tuve ocasión, era una cazadora y ella si sabia que yo era el enemigo pero mi debilidad por ella me había jugado la peor de las pasadas.
Gruñí de pura rabia cuando Tobias me aviso que la pequeña comitiva que mandé al lago a recoger unas hierbas para paliar los efectos del acólito no habían regresado en su totalidad, dos de ellos habían sido apresados.
Solo en ese lugar crecía la verbena, con ella la hechicera creaba una infusión que podía ayudarnos a superar aquel veneno que usaban los cazadores para darnos una muerte lenta.
Había pasado una semana desde que Amara salio de mi vida, bueno, realmente era mas consecuente si decía justo lo contrario, desde que yo salí de la suya.
Me había volcado en mis quehaceres como alfa, buscando la redención, el olvido ..aunque no había logrado ninguna de las dos cosas.
Tenia claro mi lugar, como la cazadora el suyo y no la culpaba por elegir la plata de su apellido antes que a un hijo de la luna que la condeno a ser aquello que mas odiaba en este mundo.
Salí disparado hacia las caballerizas, mi espectro negro salio de la mansión al galope siguiendo el rastro de los míos, algo me decía que esa noche se derramaría sangre y voraz aseguraba que no seria la mía.
Pertrechado con mi acero, estaba dispuesto a dar caza y muerte a esos cazadores que sin preguntar como era en ellos fiel costumbre habían apresado a dos de los hombres de mi manada.
Nosotros nunca habíamos arrebatado vida inocente ¿podían decir ellos los mismo?
Odiaba con todas mis fuerzas a esos hombres que jugaban a ser dioses, luchaban contra las abominaciones del infierno como si no se dieran cuenta que los peores monstruos eran ellos.
No me costó seguir el rastro de los míos, no solo por las huellas dejadas sobre la húmeda tierra de sus caballos si no por el olor que desprendían sus cuerpos.
Desmonté en una gruta cercana al lago, al parecer allí el cazador había decidido darles muerte, pues el olor a sangre de ellos era potente, apostaría a que uno de los dos había ya perecido y el otro poco le quedaría, pues ríos escarlata bañaban el suelo de la entrada camuflando el hedor de su verdugo.
Desenvainé sedas dagas, paso a paso me adentré en los confines del abismo, mi sorpresa, no fue encontrar a los dos atados por uso grilletes, si no que la causante de esa tortura no fuera otra que la dulce mujer con la que había compartido lecho hasta en dos ocasiones.
Gruñí de rabia centrando mis pardos en los ajenos, no me esperaba y su cabello castaño creo una ráfaga de viento cuando giró el rostro para contemplar el mio.
-Argent, suelta a los míos y no te arrancaré la piel a tiras -rugí desafiante.
Era incapaz de llamarla por su nombre, el resentimiento aun anidaba en mi corazón corroyendome por dentro.
La culpa me atenazaba, debí matarla cuando tuve ocasión, era una cazadora y ella si sabia que yo era el enemigo pero mi debilidad por ella me había jugado la peor de las pasadas.
Última edición por Vashni Indih el Lun Nov 20, 2017 8:51 am, editado 1 vez
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
No puedo permitir que Amara vaya sola a por el cuero de aquel chico, se que su padre la capturará, se que la perderé y no soy capaz de asimilar en este momento que la mujer que amo pierda su vida por proteger su ego.
Rugó, mi manada pide sangre y yo se la daré.
Dos de mis hombres enganchan por los brazos a la cazadora, nuestras miradas por un instante se cruzan, ella suplica que la escuche, se que tiene razón, que nos estarán esperando, que son hábiles matando y que sus armas son lo suficientemente poderosas como para luchar contra nuestras garras ¿pero me queda opción? Replegarme implicara alzar a la manada contra mi y de rebote contra la cazadora que queda bajo mi protección.
Los aullidos son claros, todos buscan venganza, sed de sangre, hemos esperado demasiado y la manada no es capaz de aguantar mas, es el momento de salir de caza, de matar.
Elevo mi mirada hacia madre luna, espero que nos de fuerzas para sobrevivir, para que volvamos a nuestro territorio, al menos la mayoría.
Mas no soy un necio y antes de reunirme con la manada mi mano atrapa el brazo de la hechicera.
La joven de rojos cabellos desliza sus dedos por mi rostro, se que esta preocupada y no le falta razón.
-Vashni si sales por esa puerta no volverás -sentencia mientras yo asumo la veracidad de sus palabras y aun así estoy decidido a unirme a la manada porque ese es mi sino.
Mis labios se acercan a su oído, un susurro con una orden clara.
Sus ojos centellean ante mis palabras pero asiente sin mas y así cada uno ocupa su lugar.
La manada corre a mi lado por los bosques, aviso de que las trampas existen, nuestros sentidos son capaces de esquivarlas, no saltamos por los aires con la minas escondidas , mas los hilos de plata decapitan a mas de uno. Rujo furioso, violento arrancó la cabeza a uno de los cazadores con mis enormes fauces.
La luna roja nos bendice con sus haces plata, nos anima a matar a aquellos que nos cazan.
Zarpazos, plata filosa que a tajos nuestra carne quiebra, mas no es suficiente para darnos muerte y la carne del hombre mas endeble bajo nuestras garras queda descuartizada.
Cuerpos cercenados, los aullidos claman venganza, las ballestas impactan en los cuerpos enormes, poderosos, hechos bestias sentimos que nada nos puede.
Todo cambia cuando desde lo alto de una colina nos lanzan unas bombas de humo que nos quiebran, es veneno, no letal pero lo suficiente dañino como para quebrar a la manada que se retuerce ante mis ojos en el suelo.
Siento que mi cuerpo arde, mi vista se nubla, no cedo, lucho contra los cazadores y aun en esas arrancó las entrañas de uno que con la hoja de plata viene a cobrarse mi cabeza.
Caigo al suelo dando bocanadas como un pez, incapaz de mantener la cordura todo me da vueltas.
-¡Amara! -la llamo, la siento cerca, pero todo es una voragen que no soy capaz de entender.
Las flechas caen desde el escarpado pico, enfocó con mi mirada con dificultad aquel menudo cuerpo. Otra bomba de humo que con un niebla dificulta la visión de los cazadores, lo que nos da cierta ventaja.
Se que es ella, aulló en ese instante, sabia que iba a una trampa, mas lo que no esperan es que yo también se la he jugado a ellos.
Amara llega a mi, acaricia mi rostro llamándome, estoy aturdido, mis labios entreabiertos intentan avisarle de lo que esta por venir, todo mis pulmones arden y en ese instante tiran de su cuello.
Aulló mostrando los dientes, intento incorporarme, no permitiré que nadie le haga daño.
Escuchó las palabras del infeliz cazador que ahora sujeta a la cazadora que ha cedido perdiendo el conocimiento.
Un circulo pintado en el suelo resplandece, sobre el pico de la montaña la hechicera pronuncia unas palabras en un idioma antiguo, desconocido.
De la tierra emergen plantas, la naturaleza esquiva a los lobos, mas no así los cuerpos de los humanos que han derramado la sangre de los hijos de la luna.
Las raíces se enmarañan quebrando los huesos de los Argent y sus socios, atravesando con sus puntiagudas raíces sus estómagos mientras los engullen para que sirvan como fertilizante.
Ladeó la sonrisa y me lanzó contra el que sostiene a esa mujer que es mía, rujo contra su rostro, mis colmillos quedan a una distancia escasa, veo miedo en sus ojos, pánico .Mis ámbar centellean violentos y sin pensarlo hundo mis garras en su vientre despojándole del corazón que saco aun palpitante.
Mi manada cobra vida, los humanos pierden, la batalla esta servida, elevó la mirada hacia la bruja que por un instante y sin dejar de pronunciar esas palabras con las manos extendidas me mira.
Sus palabras retumban en mi cabeza “si sales por esa puerta, no volverás”
En ese instante en le que voy a coger a Amara para sacarla de la batalla, sobre ambos cae una red de la nada, dos caballos tiran raudos de ella, una trampa que nos enreda convirtiéndonos en presas. Con mis zarpas trato de romperla, como un animal salvaje lucho por la libertad, mas desde el carro que nos arrastra me lanzan con una ballesta tres flechas, acónito, incapaz de luchar contra sus efectos mis ojos se cierran, la bestia ha caído. Incapaz de luchar, solo consigo subirla en un vano intento sobre mi para protegerla de las piedras del camino que rajan y golpean nuestros cuerpos con el arrastre.
Rugó, mi manada pide sangre y yo se la daré.
Dos de mis hombres enganchan por los brazos a la cazadora, nuestras miradas por un instante se cruzan, ella suplica que la escuche, se que tiene razón, que nos estarán esperando, que son hábiles matando y que sus armas son lo suficientemente poderosas como para luchar contra nuestras garras ¿pero me queda opción? Replegarme implicara alzar a la manada contra mi y de rebote contra la cazadora que queda bajo mi protección.
Los aullidos son claros, todos buscan venganza, sed de sangre, hemos esperado demasiado y la manada no es capaz de aguantar mas, es el momento de salir de caza, de matar.
Elevo mi mirada hacia madre luna, espero que nos de fuerzas para sobrevivir, para que volvamos a nuestro territorio, al menos la mayoría.
Mas no soy un necio y antes de reunirme con la manada mi mano atrapa el brazo de la hechicera.
La joven de rojos cabellos desliza sus dedos por mi rostro, se que esta preocupada y no le falta razón.
-Vashni si sales por esa puerta no volverás -sentencia mientras yo asumo la veracidad de sus palabras y aun así estoy decidido a unirme a la manada porque ese es mi sino.
Mis labios se acercan a su oído, un susurro con una orden clara.
Sus ojos centellean ante mis palabras pero asiente sin mas y así cada uno ocupa su lugar.
La manada corre a mi lado por los bosques, aviso de que las trampas existen, nuestros sentidos son capaces de esquivarlas, no saltamos por los aires con la minas escondidas , mas los hilos de plata decapitan a mas de uno. Rujo furioso, violento arrancó la cabeza a uno de los cazadores con mis enormes fauces.
La luna roja nos bendice con sus haces plata, nos anima a matar a aquellos que nos cazan.
Zarpazos, plata filosa que a tajos nuestra carne quiebra, mas no es suficiente para darnos muerte y la carne del hombre mas endeble bajo nuestras garras queda descuartizada.
Cuerpos cercenados, los aullidos claman venganza, las ballestas impactan en los cuerpos enormes, poderosos, hechos bestias sentimos que nada nos puede.
Todo cambia cuando desde lo alto de una colina nos lanzan unas bombas de humo que nos quiebran, es veneno, no letal pero lo suficiente dañino como para quebrar a la manada que se retuerce ante mis ojos en el suelo.
Siento que mi cuerpo arde, mi vista se nubla, no cedo, lucho contra los cazadores y aun en esas arrancó las entrañas de uno que con la hoja de plata viene a cobrarse mi cabeza.
Caigo al suelo dando bocanadas como un pez, incapaz de mantener la cordura todo me da vueltas.
-¡Amara! -la llamo, la siento cerca, pero todo es una voragen que no soy capaz de entender.
Las flechas caen desde el escarpado pico, enfocó con mi mirada con dificultad aquel menudo cuerpo. Otra bomba de humo que con un niebla dificulta la visión de los cazadores, lo que nos da cierta ventaja.
Se que es ella, aulló en ese instante, sabia que iba a una trampa, mas lo que no esperan es que yo también se la he jugado a ellos.
Amara llega a mi, acaricia mi rostro llamándome, estoy aturdido, mis labios entreabiertos intentan avisarle de lo que esta por venir, todo mis pulmones arden y en ese instante tiran de su cuello.
Aulló mostrando los dientes, intento incorporarme, no permitiré que nadie le haga daño.
Escuchó las palabras del infeliz cazador que ahora sujeta a la cazadora que ha cedido perdiendo el conocimiento.
Un circulo pintado en el suelo resplandece, sobre el pico de la montaña la hechicera pronuncia unas palabras en un idioma antiguo, desconocido.
De la tierra emergen plantas, la naturaleza esquiva a los lobos, mas no así los cuerpos de los humanos que han derramado la sangre de los hijos de la luna.
Las raíces se enmarañan quebrando los huesos de los Argent y sus socios, atravesando con sus puntiagudas raíces sus estómagos mientras los engullen para que sirvan como fertilizante.
Ladeó la sonrisa y me lanzó contra el que sostiene a esa mujer que es mía, rujo contra su rostro, mis colmillos quedan a una distancia escasa, veo miedo en sus ojos, pánico .Mis ámbar centellean violentos y sin pensarlo hundo mis garras en su vientre despojándole del corazón que saco aun palpitante.
Mi manada cobra vida, los humanos pierden, la batalla esta servida, elevó la mirada hacia la bruja que por un instante y sin dejar de pronunciar esas palabras con las manos extendidas me mira.
Sus palabras retumban en mi cabeza “si sales por esa puerta, no volverás”
En ese instante en le que voy a coger a Amara para sacarla de la batalla, sobre ambos cae una red de la nada, dos caballos tiran raudos de ella, una trampa que nos enreda convirtiéndonos en presas. Con mis zarpas trato de romperla, como un animal salvaje lucho por la libertad, mas desde el carro que nos arrastra me lanzan con una ballesta tres flechas, acónito, incapaz de luchar contra sus efectos mis ojos se cierran, la bestia ha caído. Incapaz de luchar, solo consigo subirla en un vano intento sobre mi para protegerla de las piedras del camino que rajan y golpean nuestros cuerpos con el arrastre.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
Sus parpados se separaron cansinos, abriendo paso a las pardas y oscurecidas orbes que se ocultaban tras ellos, nubladas por la falta de oxigeno que le había arrebatado la lucidez. Inspiró con fuerza, sintiendo el aire fresco llenarle los pulmones con una amalgama de fragancias entre fango, hierba húmeda y el ferroso aroma a sangre que los extendió a su máxima capacidad. Su cabeza rebotaba ligeramente contra una superficie blanda, el cuello le dolía y las piernas las sentía adormecidas.
Pestañeo reiteradas veces, tomándose un instante para aclarar la visión; al llevar la mirada hacia el frente, se encontró con dos borrosas figurillas: un par de caballos, que avanzaban a galope furioso a través de la espesura del bosque. En la lejanía el eco de la batalla se apagaba. Con disimulo, la castaña deslizó la mirada hacia atrás, encontrándose con la imponente silueta de otro corcel, esta vez, obteniendo una clara visión del jinete que lo comandaba. Era uno de los hombres de su padre. Abrió los ojos como platos y observó a su alrededor confusa, detallando entonces la red que rodeaba su cuerpo.
Algunas partes de la malla estaban roídas, como si el animal apresado entre ella hubiese luchado con ahínco por su libertad. Lo consideró por un momento; ella era la presa, pero no quien opuso resistencia. Su mirada descendió temerosa. El cuerpo de Vashni sostenía el suyo y si bien el entumecimiento de sus piernas era el resultado de las heridas causadas por el roce de estas contra el suelo, era el lobo quien se llevaba la peor parte. La parte superior de su cuerpo reposaba a salvo sobre el torso del alfa, sin embargo, a él las ramas, las piedras y la tierra le rasgaban la espalda como resultado del violento roce de la piel desnuda contra el suelo, dejando a su paso un sangriento rastro.
Amara lo observó horrorizada, haciendo un esfuerzo por mover sus brazos entre la malla que los apresaba con el fin de alcanzarle el rostro. Delicadamente abrazó el cuello del hombre con sus manos y lo elevó para que la cabeza no golpeara el suelo — Vashni — Lo llamó en un susurro, pero no hubo respuesta — Vashni… — Musitó de nuevo. Esta vez los parpados del licano se entreabrieron y sus pantanosos orbes la buscaron extenuados; él intentó hablar, mas de sus labios no se escapó otra cosa que un balbuceo ininteligible — ¿Qué es lo que te hicieron? — Susurró para sí misma, palpando con cuidado la dermis del lobo, tacto que le permitió percatarse de los abultados y ennegrecidos vasos sanguíneos que ascendían por su hombro, escalaban hasta su cuello y de nuevo descendían en busca del corazón.
Wolfsbane.
Frunció el ceño. Aún no salían del bosque, lo que implicaba que el tiempo que permaneció inconsciente fue relativamente corto; el acónito tardaba más en actuar, usualmente lo hacía y si bien estaba al tanto de que su padre trabajaba en algo más potente, no tenía idea de que había obtenido tan prontos resultados. La mansión de su padre no estaba cerca y como pintaba la situación era imposible que Vashni llegase allí con vida, el veneno corría presuroso entre sus venas y tan pronto alcanzara algún órgano vital lo mataría en cuestión de segundos. Gruñó. Alguno de aquellos hombres debía llevar el antídoto consigo, Bastien Argent, jamás en su insano juicio, permitiría que otra mano que no fuese la suya acabara con la existencia de aquel licántropo.
Con dificultad escabulló la diestra hasta su pierna, torciendo su cuerpo con sutileza hasta alcanzar su bota, donde había escondido una de las dagas que arrebató a los tiradores del risco. Una vez asió el pomo de la daga, comenzó a segar las cuerdas que anidaban la trampa, cuidando de que sus movimientos fuesen precisos y mesurados; en caso de que el cazador a sus espaldas percibiera su intención, perdería la ventaja y, posiblemente, cualquier probabilidad que jugara a su favor.
Una a una, las sogas fueron cediendo y pronto, tanto su cuerpo como el del lobo, rodaron por la tierra en reverso, como producto de la velocidad a la que los corceles tiraban de la red. El caballo del cazador que cuidaba de las presas desde atrás, relinchando entre impresionado y temeroso por el repentino suceso, se elevó en dos patas y tumbó al hombre de su lomo.
Amara se levantó de un brinco sin reparar en sus heridas, en cualquier otra ocasión le hubiera costado mayor esfuerzo ponerse en pie, no obstante, la adrenalina se extendía presurosa por su cuerpo, estimulando cada célula, cada nervio… funcionando como un motor. No vaciló. Sin pensarlo se precipitó hacia el hombre que se retorcía en el suelo y sin darle tiempo a reaccionar, de un único y certero ataque le atravesó el corazón con la hoja de plata, procediendo a sacar otra daga del cinto del cadáver para esconderla en la manga de su camisola en un rápido movimiento.
“Suelta la daga” advirtió uno de los cazadores en tono feroz, “manos arriba” advirtió el otro afianzando el revólver con el que le apuntaba. La castaña se giró lentamente para enfrentar a los hombres, dando un angustioso y fugaz vistazo al cuerpo del lobo que yacía sin fuerzas a unos metros. Obedeció. La daga cayó ligera de sus manos, impactando con la tierra en un golpe seco. Aún con la mira sobre su cuerpo, recelosos, los cruzados se acercaron a ella para retenerla, mas cuando uno de ellos se encontró lo suficientemente cerca, la castaña, rauda, se inclinó evadiendo la dirección del cañón del arma y usando el as bajo su manga, hirió al individuo en el abdomen. Impulsivo, el compañero disparó, mas la castaña alcanzó a cubrirse, utilizando el cuerpo del herido como escudo y aprovechándose del instante en que su contrincante se quedó sin munición, para extirparle la daga del abdomen y lanzarla con tino en dirección a la garganta del otro sujeto.
Veloz, Amara esculcó los cadáveres en busca de la cura, sin embargo, su esfuerzo fue en vano pues nada encontró. Maldijo por lo bajo y frustrada, la cazadora se apresuró hasta el lugar donde yacía el cuerpo del alfa. Lo observó consternada, posando el dorso de la mano sobre su frente. Él sudaba frío, se estremecía y a pesar de mantener los ojos abiertos, su mirada perdida advertía que posiblemente alucinaba como efecto de la ponzoña que se esparcía corrosiva por su sangre.
El vertiginoso galope de un par de caballos retumbó cercano, sonando más próximo a cada instante. Alarmada, la castaña tomó al licano del brazo, halando con fuerza en un infructuoso empeño por levantarlo. Gruñó tensando su cuerpo y apretando la mandíbula, imprimiendo toda su fuerza en la labor sin éxito alguno. Jadeó fatigada, Vashni era un hombre grande, su musculatura era pesada; ella, por el contrario, era delgada, su cuerpo lucía minúsculo en comparación al opuesto y por mucho que lo intentara, no habría forma en el infierno en la que pudiese llevarlo a cuestas.
Suspiró resignada, sujetando con cuidado el rostro del hijo de la luna.
— No sé si puedes escucharme… — Susurró afligida— Debo irme... No tengo otra opción… volveré con la cura, lo prometo.
Ya sin más que decir, la castaña se separó del lobo, prosiguiendo a extraer la daga de la garganta del último cruzado abatido y a correr en busca de cobijo entre la densa vegetación.
No mucho después, dos cazadores se detuvieron en medio del fatídico escenario, inspeccionando los cadáveres y el cuerpo del lobo que reposaba inmóvil sobre la hierba. La castaña aguardó paciente. Uno de los hombres permaneció allí, custodiando el cuerpo del licano y el otro continuó el camino a pie, supuso ella, disponiéndose a buscarla. Sigilosa, la joven acechó al cazador que paso a paso se convertía en presa, siguiéndolo hasta un punto donde supuso era seguro atacar sin levantar sospecha en el compañero.
Aseguró el agarre sobre su daga y la lanzó de nuevo, esta vez atinando a una vértebra cercana al cuello que sabía lo inmovilizaría de inmediato. Tan pronto como la hoja se hundió en la espalda del sujeto, este se desplomó escupiendo un alarido de dolor que hizo eco entre la arboleda. Soltando alguno que otro improperio, la castaña se aproximó al hombre noqueándolo de un fuerte golpe en la cabeza. Diligente rebuscó entre la ropa del cazador por el antídoto y aunque por un instante temió inútil la requisa, en el reverso de la casaca del hombre encontró las ampolletas que contenían el revulsivo.
Media sonrisa triunfante curvó sus labios, mas la dicha de su gesto se difuminó entre una de aflicción cuando el estallido de un disparo resonó tras ella, seguido de un dolor agudo en el costado izquierdo de su espalda. Contuvo el aliento por un instante y en tanto lo expulsó sintió un intenso escozor abrasar sus pulmones. Despacio se volvió para enfrentar a su atacante, topándose con el cañón del revolver que apuntaba directo a su entrecejo.
El índice del hombre acarició el gatillo y por un instante Amara se vio a sí misma pasando a mejor vida. Sus pardos se anclaron firmes a los ojos de su verdugo aceptando sin temor su destino, cuando, en vez de perecer ella, fue el cazador quien se derrumbó inerte, después de que su cuello se quebrara en un movimiento brusco y aparentemente invisible. Detrás del fallecido, ante su nebulosa mirada, apareció silueta de la bruja de cabellos rojizos y ojos esmeralda que Vashni resguardaba entre su manada.
La batalla había terminado, los licántropos, victoriosos e implacables, se sobrepusieron a los humanos; sin embargo, la vida del alfa peligraba y entre sus manos era ella quien sostenía el remedio. La hechicera se acercó preocupada, pero Amara le sonrió con dificultad, asegurándole con el gesto que se encontraba bien, incluso aunque aquella afirmación distaba considerablemente de la verdad.
— Toma —Entregó las ampolletas a la pelirroja, pugnando por que su voz no se quebrara a mitad del discurso — Debes llevarle esto a Vashni, le han envenenado, no… no tiene mucho tiempo — Jadeó
La joven asintió con un gesto melancólico e inmediatamente partió a paso veloz, dispuesta a salvar la vida del líder de la manada. La cazadora, no sin dificultad, se irguió tanto como le fue posible e intentó seguir el ligero andar de la hechicera, mas sus fuerzas le fallaron a medio camino.
Se dejó caer sobre la hierba. Pequeñas y cristalinas gotas de lluvia comenzaron a caer del cielo augurando una tormenta. El dolor era punzante, el aire que escabroso ingresaba por sus vías respiratorias le incineraba el interior, la sangre caliente de su cuerpo se derramaba a borbotones por la curvatura de su espalda y, ante sus tempestades cristalizadas por la aflicción, todo se presentó borroso.
Pestañeo reiteradas veces, tomándose un instante para aclarar la visión; al llevar la mirada hacia el frente, se encontró con dos borrosas figurillas: un par de caballos, que avanzaban a galope furioso a través de la espesura del bosque. En la lejanía el eco de la batalla se apagaba. Con disimulo, la castaña deslizó la mirada hacia atrás, encontrándose con la imponente silueta de otro corcel, esta vez, obteniendo una clara visión del jinete que lo comandaba. Era uno de los hombres de su padre. Abrió los ojos como platos y observó a su alrededor confusa, detallando entonces la red que rodeaba su cuerpo.
Algunas partes de la malla estaban roídas, como si el animal apresado entre ella hubiese luchado con ahínco por su libertad. Lo consideró por un momento; ella era la presa, pero no quien opuso resistencia. Su mirada descendió temerosa. El cuerpo de Vashni sostenía el suyo y si bien el entumecimiento de sus piernas era el resultado de las heridas causadas por el roce de estas contra el suelo, era el lobo quien se llevaba la peor parte. La parte superior de su cuerpo reposaba a salvo sobre el torso del alfa, sin embargo, a él las ramas, las piedras y la tierra le rasgaban la espalda como resultado del violento roce de la piel desnuda contra el suelo, dejando a su paso un sangriento rastro.
Amara lo observó horrorizada, haciendo un esfuerzo por mover sus brazos entre la malla que los apresaba con el fin de alcanzarle el rostro. Delicadamente abrazó el cuello del hombre con sus manos y lo elevó para que la cabeza no golpeara el suelo — Vashni — Lo llamó en un susurro, pero no hubo respuesta — Vashni… — Musitó de nuevo. Esta vez los parpados del licano se entreabrieron y sus pantanosos orbes la buscaron extenuados; él intentó hablar, mas de sus labios no se escapó otra cosa que un balbuceo ininteligible — ¿Qué es lo que te hicieron? — Susurró para sí misma, palpando con cuidado la dermis del lobo, tacto que le permitió percatarse de los abultados y ennegrecidos vasos sanguíneos que ascendían por su hombro, escalaban hasta su cuello y de nuevo descendían en busca del corazón.
Wolfsbane.
Frunció el ceño. Aún no salían del bosque, lo que implicaba que el tiempo que permaneció inconsciente fue relativamente corto; el acónito tardaba más en actuar, usualmente lo hacía y si bien estaba al tanto de que su padre trabajaba en algo más potente, no tenía idea de que había obtenido tan prontos resultados. La mansión de su padre no estaba cerca y como pintaba la situación era imposible que Vashni llegase allí con vida, el veneno corría presuroso entre sus venas y tan pronto alcanzara algún órgano vital lo mataría en cuestión de segundos. Gruñó. Alguno de aquellos hombres debía llevar el antídoto consigo, Bastien Argent, jamás en su insano juicio, permitiría que otra mano que no fuese la suya acabara con la existencia de aquel licántropo.
Con dificultad escabulló la diestra hasta su pierna, torciendo su cuerpo con sutileza hasta alcanzar su bota, donde había escondido una de las dagas que arrebató a los tiradores del risco. Una vez asió el pomo de la daga, comenzó a segar las cuerdas que anidaban la trampa, cuidando de que sus movimientos fuesen precisos y mesurados; en caso de que el cazador a sus espaldas percibiera su intención, perdería la ventaja y, posiblemente, cualquier probabilidad que jugara a su favor.
Una a una, las sogas fueron cediendo y pronto, tanto su cuerpo como el del lobo, rodaron por la tierra en reverso, como producto de la velocidad a la que los corceles tiraban de la red. El caballo del cazador que cuidaba de las presas desde atrás, relinchando entre impresionado y temeroso por el repentino suceso, se elevó en dos patas y tumbó al hombre de su lomo.
Amara se levantó de un brinco sin reparar en sus heridas, en cualquier otra ocasión le hubiera costado mayor esfuerzo ponerse en pie, no obstante, la adrenalina se extendía presurosa por su cuerpo, estimulando cada célula, cada nervio… funcionando como un motor. No vaciló. Sin pensarlo se precipitó hacia el hombre que se retorcía en el suelo y sin darle tiempo a reaccionar, de un único y certero ataque le atravesó el corazón con la hoja de plata, procediendo a sacar otra daga del cinto del cadáver para esconderla en la manga de su camisola en un rápido movimiento.
“Suelta la daga” advirtió uno de los cazadores en tono feroz, “manos arriba” advirtió el otro afianzando el revólver con el que le apuntaba. La castaña se giró lentamente para enfrentar a los hombres, dando un angustioso y fugaz vistazo al cuerpo del lobo que yacía sin fuerzas a unos metros. Obedeció. La daga cayó ligera de sus manos, impactando con la tierra en un golpe seco. Aún con la mira sobre su cuerpo, recelosos, los cruzados se acercaron a ella para retenerla, mas cuando uno de ellos se encontró lo suficientemente cerca, la castaña, rauda, se inclinó evadiendo la dirección del cañón del arma y usando el as bajo su manga, hirió al individuo en el abdomen. Impulsivo, el compañero disparó, mas la castaña alcanzó a cubrirse, utilizando el cuerpo del herido como escudo y aprovechándose del instante en que su contrincante se quedó sin munición, para extirparle la daga del abdomen y lanzarla con tino en dirección a la garganta del otro sujeto.
Veloz, Amara esculcó los cadáveres en busca de la cura, sin embargo, su esfuerzo fue en vano pues nada encontró. Maldijo por lo bajo y frustrada, la cazadora se apresuró hasta el lugar donde yacía el cuerpo del alfa. Lo observó consternada, posando el dorso de la mano sobre su frente. Él sudaba frío, se estremecía y a pesar de mantener los ojos abiertos, su mirada perdida advertía que posiblemente alucinaba como efecto de la ponzoña que se esparcía corrosiva por su sangre.
El vertiginoso galope de un par de caballos retumbó cercano, sonando más próximo a cada instante. Alarmada, la castaña tomó al licano del brazo, halando con fuerza en un infructuoso empeño por levantarlo. Gruñó tensando su cuerpo y apretando la mandíbula, imprimiendo toda su fuerza en la labor sin éxito alguno. Jadeó fatigada, Vashni era un hombre grande, su musculatura era pesada; ella, por el contrario, era delgada, su cuerpo lucía minúsculo en comparación al opuesto y por mucho que lo intentara, no habría forma en el infierno en la que pudiese llevarlo a cuestas.
Suspiró resignada, sujetando con cuidado el rostro del hijo de la luna.
— No sé si puedes escucharme… — Susurró afligida— Debo irme... No tengo otra opción… volveré con la cura, lo prometo.
Ya sin más que decir, la castaña se separó del lobo, prosiguiendo a extraer la daga de la garganta del último cruzado abatido y a correr en busca de cobijo entre la densa vegetación.
No mucho después, dos cazadores se detuvieron en medio del fatídico escenario, inspeccionando los cadáveres y el cuerpo del lobo que reposaba inmóvil sobre la hierba. La castaña aguardó paciente. Uno de los hombres permaneció allí, custodiando el cuerpo del licano y el otro continuó el camino a pie, supuso ella, disponiéndose a buscarla. Sigilosa, la joven acechó al cazador que paso a paso se convertía en presa, siguiéndolo hasta un punto donde supuso era seguro atacar sin levantar sospecha en el compañero.
Aseguró el agarre sobre su daga y la lanzó de nuevo, esta vez atinando a una vértebra cercana al cuello que sabía lo inmovilizaría de inmediato. Tan pronto como la hoja se hundió en la espalda del sujeto, este se desplomó escupiendo un alarido de dolor que hizo eco entre la arboleda. Soltando alguno que otro improperio, la castaña se aproximó al hombre noqueándolo de un fuerte golpe en la cabeza. Diligente rebuscó entre la ropa del cazador por el antídoto y aunque por un instante temió inútil la requisa, en el reverso de la casaca del hombre encontró las ampolletas que contenían el revulsivo.
Media sonrisa triunfante curvó sus labios, mas la dicha de su gesto se difuminó entre una de aflicción cuando el estallido de un disparo resonó tras ella, seguido de un dolor agudo en el costado izquierdo de su espalda. Contuvo el aliento por un instante y en tanto lo expulsó sintió un intenso escozor abrasar sus pulmones. Despacio se volvió para enfrentar a su atacante, topándose con el cañón del revolver que apuntaba directo a su entrecejo.
El índice del hombre acarició el gatillo y por un instante Amara se vio a sí misma pasando a mejor vida. Sus pardos se anclaron firmes a los ojos de su verdugo aceptando sin temor su destino, cuando, en vez de perecer ella, fue el cazador quien se derrumbó inerte, después de que su cuello se quebrara en un movimiento brusco y aparentemente invisible. Detrás del fallecido, ante su nebulosa mirada, apareció silueta de la bruja de cabellos rojizos y ojos esmeralda que Vashni resguardaba entre su manada.
La batalla había terminado, los licántropos, victoriosos e implacables, se sobrepusieron a los humanos; sin embargo, la vida del alfa peligraba y entre sus manos era ella quien sostenía el remedio. La hechicera se acercó preocupada, pero Amara le sonrió con dificultad, asegurándole con el gesto que se encontraba bien, incluso aunque aquella afirmación distaba considerablemente de la verdad.
— Toma —Entregó las ampolletas a la pelirroja, pugnando por que su voz no se quebrara a mitad del discurso — Debes llevarle esto a Vashni, le han envenenado, no… no tiene mucho tiempo — Jadeó
La joven asintió con un gesto melancólico e inmediatamente partió a paso veloz, dispuesta a salvar la vida del líder de la manada. La cazadora, no sin dificultad, se irguió tanto como le fue posible e intentó seguir el ligero andar de la hechicera, mas sus fuerzas le fallaron a medio camino.
Se dejó caer sobre la hierba. Pequeñas y cristalinas gotas de lluvia comenzaron a caer del cielo augurando una tormenta. El dolor era punzante, el aire que escabroso ingresaba por sus vías respiratorias le incineraba el interior, la sangre caliente de su cuerpo se derramaba a borbotones por la curvatura de su espalda y, ante sus tempestades cristalizadas por la aflicción, todo se presentó borroso.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
Luna de sangre, mis ojos fijos en aquel instante de recuerdo inexplicable, mi cuerpo ardía, perdido en sueños le veneno me corroía solo el olor tranquilizador de la mujer que elegí para mi eterno viaje me mantenía con vida, aferrado a una realidad que para mi ya no existía.
Tenso mi cuerpo, lánguido cuando la consciencia me abandonaba por momentos mis labios se movían entre susurros.
El nombre de mi hermano escapaba por ellos, lo perdí a manso de los Argent y ahora como un espectro acudía a rememorar una y otra vez aquella noche que nunca debió suceder.
Esa noche no solo lo perdí a él, también dejé sin madre a la mujer que durante todo el día había tenido delante, sin hermanas, todo se lo arrebatamos como antes con nosotros hizo su padre.
Eran victimas inocentes y aunque yo no fui quien cometió el atroz crimen, no estaba exento de culpa.
Quizás la venganza había sacado la peor parte de lobos y cazadores, ni siquiera recordaba ya que enfrentó a los Argent y a los Acer hacia ya tantas lunar que no era capaz de recordarlo en este infernal instante.
Oía ruido pero mi febril estado apenas me permitía darme cuenta de la gesta que se libraba a mi alrededor.
-¡Amara! -pronuncie su nombre, mis ojos se cerraban y de pronto de nuevo sus pasos se alejaban, jadeaba incapaz de seguirla, no se si me movía o eran mis alucinaciones las que la perseguían, todo daba vueltas a mi alrededor.
Otro hombre llegó, me dio una patada en el estomago, no sentí dolor pero mi cuerpo se quebró y en ese momento la oscuridad se adueño de mi.
Sonreí, la fiesta, la mascara, Amara con aquel vestido en el baile, el bosque, el arroyo, aquel enfrentamiento con el acero..nuestra primera vez, cuerpos perlados en sudor, sus ojos de un azul intenso, ella era una loba como yo...me pertenecía.
Abrí los ojos de golpe, no se el tiempo que había permanecido inconsciente pero aquella mujer de cabellos fuego que se había unido a mi manada, la hechicera cómplice de todo esto con los viales en la mano me había salvado.
-¿La manada? -pregunté sobresaltado intentando centrarme.
-Están todos bien Vashni, hemos ganado.
-¿Amara?
El rostro de la bruja lo dijo todo, su olor me llegaba intenso, sangre.
Me puse en pie tambaleante, la bruja me pedía reposo, pero no la escuché me solté de un tirón y salí corriendo en dirección hacia aquel conocido olor.
No me costó demasiado dar con ella, moribunda sobre la hierba, me dejé caer su lado, apartando los oscuros mechones de pelo adheridos a su perfecto rostro.
-¡Amara! -la llame desesperado -no me dejes, no puedes dejarme cazadora -le pedí suplicando con la voz estrangulada por la pena, la rabia y un dolor tan intenso que abrasaba mis entrañas.
Estaba fría, su pulso era débil, no me daría tiempo a llevarla a mi mansión y salvar su vida.
Solo se me ocurría una cosa, algo que me delataría.
-Lo siento Amara -dije arrancándole del cuello aquel medallon que conformaba su esencia humana y ocultaba la maldición licana.
Sus ojos se tornaron azules eléctricos, clavados en mis ámbar parecía no entender el porque de todo esto, peor aquello, la fuerza de la raza que ahora ostentaba me daría tiempo, tiempo para llevarla a un lugar donde poder sanarla sin que corriera riesgos.
-Aguanta -le dije alzándola entre mis brazos – ódiame después.
Dije poniendo rumbo a la mansión con su cuerpo cayendo lánguido sobre estos y esos ojos azules desafiando mis pardos.
Tenso mi cuerpo, lánguido cuando la consciencia me abandonaba por momentos mis labios se movían entre susurros.
El nombre de mi hermano escapaba por ellos, lo perdí a manso de los Argent y ahora como un espectro acudía a rememorar una y otra vez aquella noche que nunca debió suceder.
Esa noche no solo lo perdí a él, también dejé sin madre a la mujer que durante todo el día había tenido delante, sin hermanas, todo se lo arrebatamos como antes con nosotros hizo su padre.
Eran victimas inocentes y aunque yo no fui quien cometió el atroz crimen, no estaba exento de culpa.
Quizás la venganza había sacado la peor parte de lobos y cazadores, ni siquiera recordaba ya que enfrentó a los Argent y a los Acer hacia ya tantas lunar que no era capaz de recordarlo en este infernal instante.
Oía ruido pero mi febril estado apenas me permitía darme cuenta de la gesta que se libraba a mi alrededor.
-¡Amara! -pronuncie su nombre, mis ojos se cerraban y de pronto de nuevo sus pasos se alejaban, jadeaba incapaz de seguirla, no se si me movía o eran mis alucinaciones las que la perseguían, todo daba vueltas a mi alrededor.
Otro hombre llegó, me dio una patada en el estomago, no sentí dolor pero mi cuerpo se quebró y en ese momento la oscuridad se adueño de mi.
Sonreí, la fiesta, la mascara, Amara con aquel vestido en el baile, el bosque, el arroyo, aquel enfrentamiento con el acero..nuestra primera vez, cuerpos perlados en sudor, sus ojos de un azul intenso, ella era una loba como yo...me pertenecía.
Abrí los ojos de golpe, no se el tiempo que había permanecido inconsciente pero aquella mujer de cabellos fuego que se había unido a mi manada, la hechicera cómplice de todo esto con los viales en la mano me había salvado.
-¿La manada? -pregunté sobresaltado intentando centrarme.
-Están todos bien Vashni, hemos ganado.
-¿Amara?
El rostro de la bruja lo dijo todo, su olor me llegaba intenso, sangre.
Me puse en pie tambaleante, la bruja me pedía reposo, pero no la escuché me solté de un tirón y salí corriendo en dirección hacia aquel conocido olor.
No me costó demasiado dar con ella, moribunda sobre la hierba, me dejé caer su lado, apartando los oscuros mechones de pelo adheridos a su perfecto rostro.
-¡Amara! -la llame desesperado -no me dejes, no puedes dejarme cazadora -le pedí suplicando con la voz estrangulada por la pena, la rabia y un dolor tan intenso que abrasaba mis entrañas.
Estaba fría, su pulso era débil, no me daría tiempo a llevarla a mi mansión y salvar su vida.
Solo se me ocurría una cosa, algo que me delataría.
-Lo siento Amara -dije arrancándole del cuello aquel medallon que conformaba su esencia humana y ocultaba la maldición licana.
Sus ojos se tornaron azules eléctricos, clavados en mis ámbar parecía no entender el porque de todo esto, peor aquello, la fuerza de la raza que ahora ostentaba me daría tiempo, tiempo para llevarla a un lugar donde poder sanarla sin que corriera riesgos.
-Aguanta -le dije alzándola entre mis brazos – ódiame después.
Dije poniendo rumbo a la mansión con su cuerpo cayendo lánguido sobre estos y esos ojos azules desafiando mis pardos.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
Con cada inspiración que su maltrecho cuerpo se esforzaba por hacer llegar a sus pulmones, Amara, haciendo uso de la poca consciencia que le restaba, no cesaba de preguntarse si aquella sería la última… una tras otra, la siguiente conllevaba más ardua y punzante labor que la anterior. La vida se le escapaba rauda y caudalosa, al ritmo de los ríos de sangre que se desbordaban por la curvatura de su espalda; ardiente elixir que contrastaba con la decreciente temperatura de su piel.
Un susurro apacible y espectral se perdió en los recovecos de su oído, haciendo eco en su cabeza, en sus recuerdos, en memorias de épocas dichosas enterradas bajo un sino de muerte y violencia… era una voz dulce una melodía que Amara conocía bien; era su madre quien, armoniosa, entonaba una canción, esa que cada noche le tarareaba para sacudir su temor a la oscuridad y las criaturas que se refugiaban en ella, esas que su padre, temerario, salía a cazar todas las noches. “Amara, ven a casa” le pidió en un murmullo. Las risitas traviesas de sus hermanas se unieron al cántico mientras, por un instante, pudo sentir el toque abstracto de sus manitas envolviéndole los dedos, casi como si halaran de ellos, invitándola a unirse a su juego.
Su oficio no era uno del que se salía ileso y ella estuvo lista para partir desde esa fatídica noche en la que la luna roja y sus dos desalmados hijos le arrebataron a su familia, cuatro inocentes cuyo único crimen fue quedar atrapados en medio de una guerra que no les pertenecía. La verdad era que muchas veces se encontró deseando morir, pero siempre encontró alguna clase de motivación, alguna razón para mantener los pies en la tierra; encontrar al culpable de su infortunio encabezaba la lista, darle a su Bastien esa venganza que tanto necesitaba, redimirse de alguna forma por ser la única sobreviviente a la tragedia y quizá, solo, quizá, recuperar el aprecio de su progenitor. No obstante, ahora que la relación con su padre no tenía remedio, la venganza le sabía insulsa y todo lo demás parecía carecer de sentido. Ya no tenía nada, absolutamente nada que le atara a este plano y finalmente estaba lista para dejarse llevar, para dejarlo ir.
Fue entonces cuando tibio un tacto le ancló al mundo, uno que no provenía de su imaginación, tangible y delicado, retiraba los cabellos que, humedecidos por la llovizna, se habían adherido a la piel de su rostro. Amara entreabrió los párpados con dificultad, dándole paso a sus tempestades que, oscurecidas y nubladas por la pérdida de sangre, hicieron un esfuerzo por enfocarse en la silueta de quien cuidaba de ella. Vashni, con semblante opaco y tono afligido, le prohibía abandonarlo. Si hubiese tenido fuerza alguna probablemente hubiese cuestionado el origen de tan intensa preocupación, mas al verle tan alarmado lo único que se vio capaz de hacer fue curvar sus labios ligeramente en una cansina sonrisa.
— Estoy bien…— jadeó tras un quejido ahogado, mas lo que intentó ser un gesto reconfortante se transformó en una mueca de dolor; hablar requería un esfuerzo que de momento no se sentía apta para realizar.
De repente y de un único tirón, Vashni la despojó del colgante de su madre tras brindarle una vaga excusa. Instantáneamente, y sin que la castaña llegase siquiera a imaginárselo sus esferas pardas se encendieron en cerúleo relampagueante. Por un efímero instante su mirada se aclaró, permitiéndole detallar la cadena pendiendo entre los dedos del lobo. Amara separó los labios en un vano intento por protestar, pero el alfa, enfocado en su labor, sin esfuerzo alguno le alzó entre sus brazos haciendo presión sobre la herida con una de sus manos, arrancándole así un quejido en el que feneció la réplica.
No entendía el porqué de aquella acción, en otro tiempo se hubiese enfurecido, pero por más que quiso no encontró forma, ni la energía que requería darle sentido. Su vista se nubló de nuevo, su mente era una hecatombe. De cuando en cuando el lobo le dirigía una que otra palabra, asegurándose distraerla, de mantener su consciencia tan lúcida como fuera posible. Amara hizo un esfuerzo sobrehumano por mantenerse despierta, pero con la cantidad de sangre que había perdido hacía de ello una tarea imposible. Lo último que recordó de aquel momento fue la estela que dejaban los arboles ante el presuroso paso del licano, manchas grises difuminando sus tormentas y su vista fundiéndose ante las desesperadas súplicas de Vashni.
Sus párpados se abrieron de golpe. Por instinto, la cazadora llevó la diestra hasta su pecho, palpando la piedra del colgante que reposaba él. Dejó escapar una pesada exhalación; su cuerpo despertaba del entumecimiento y una lacerante sensación se situaba en el costado de izquierdo de su espalda, circundando la zona donde había impactado la bala. Aún le costaba respirar. Inhalar aire semejaba a inspirar fuego, escocía… calcinaba sus fosas nasales, de tal forma que incluso sus eclipsadas esferas llegaron a cristalizarse; sin embargo, tras un par de aspiraciones, el ardor se apaciuó considerablemente.
Su cuerpo, extenuado y abatido, yacía sobre un blando colchón, cubierto por una gruesa cobija de felpa. La castaña, enfocando sus pupilas, repasó la estancia, reconociéndola inmediatamente como la del alfa. No sabía cuánto tiempo había transcurrido desde el incidente, pero sabía que no había sido corto; hasta entonces había permanecido semiinconsciente, perdiendo y recuperando la lucidez de cuando en cuando, por lo que retazos de algunos momentos invadían su cerebro como flashes. No tenía memoria de todo lo que había sucedido, pero sí podía recordar el punzante dolor que sintió cuando extirparon el proyectil de su pulmón; el almizcle a sangre y licor; a Vashni sosteniendo su tembloroso cuerpo, cuidando de ella, colocando en la frente una toalla húmeda para menguar las altas temperaturas que le hervían el interior, e incluso, pasándole su sangre en una improvisada transfusión.
Giró su cuello y a su lado, tendido sobre la misma cama, encontró al alfa durmiendo cuál bebé. Involuntariamente, sus comisuras se elevaron en media sonrisa, él lucía exhausto y despertarle parecía innecesario. Por instinto, Amara acercó su mano a las mejillas del lobo, procediendo a recorrerle el cuello con el halo fantasmal de sus dedos, siguiendo el camino de las venas que antes se ennegrecieron a causa del acónito, pero ahora apenas tenían un tizne oscuro.
Durante su estadio de inconsciencia fue asaltada por sueños bastante extraños, escenas que nunca vivió, pero no dejaban de percibirse como borrosos recuerdos… un baile, un lago, un hostal…. Y en todos y cada uno de ellos, Vashni estaba a su lado; lejos estaba ella de imaginar que eran aquellos retazos de las memorias olvidadas que se habían colado entre el hechizo y la magia de su colgante.
Repentinamente, como si el tacto de la dermis ajena le quemara, la cazadora apartó la mano de golpe. Amara lo contempló atemorizada. A él podía engañarlo, pero ya no podía hacerlo consigo misma, lo que le hacía sentir le causaba pavor... ese lobo comenzaba a despertar en ella sensaciones de las que siempre rehuyó. Le gustaba, le gustaba mucho, pero no era solo eso, había desafiado a su padre por él, había matado a su gente por él y sabía que de ser necesario lo haría de nuevo en un impulso. No entender lo que sucedía comenzaba a hacerle creer que perdía la cordura.
Pasó saliva. Una punción de inquietud le removió las tripas, necesitaba alejarse de él, encontrar alguna pobre excusa para apartarlo. Con cuidado se quitó la cobija y procurando que sus movimientos fuesen lo suficientemente delicados como para no despertarlo, inspiró cuanto aire le cupo en los pulmones y de un tirón elevó el torso.
Su mirada se desorbitó y su piel, ya de por sí descolorida, palideció aún más. El esfuerzo había sido inútil. Sin poder evitarlo un pequeño grito de dolor se escapó de sus labios despertando al lobo de inmediato.
Un susurro apacible y espectral se perdió en los recovecos de su oído, haciendo eco en su cabeza, en sus recuerdos, en memorias de épocas dichosas enterradas bajo un sino de muerte y violencia… era una voz dulce una melodía que Amara conocía bien; era su madre quien, armoniosa, entonaba una canción, esa que cada noche le tarareaba para sacudir su temor a la oscuridad y las criaturas que se refugiaban en ella, esas que su padre, temerario, salía a cazar todas las noches. “Amara, ven a casa” le pidió en un murmullo. Las risitas traviesas de sus hermanas se unieron al cántico mientras, por un instante, pudo sentir el toque abstracto de sus manitas envolviéndole los dedos, casi como si halaran de ellos, invitándola a unirse a su juego.
Su oficio no era uno del que se salía ileso y ella estuvo lista para partir desde esa fatídica noche en la que la luna roja y sus dos desalmados hijos le arrebataron a su familia, cuatro inocentes cuyo único crimen fue quedar atrapados en medio de una guerra que no les pertenecía. La verdad era que muchas veces se encontró deseando morir, pero siempre encontró alguna clase de motivación, alguna razón para mantener los pies en la tierra; encontrar al culpable de su infortunio encabezaba la lista, darle a su Bastien esa venganza que tanto necesitaba, redimirse de alguna forma por ser la única sobreviviente a la tragedia y quizá, solo, quizá, recuperar el aprecio de su progenitor. No obstante, ahora que la relación con su padre no tenía remedio, la venganza le sabía insulsa y todo lo demás parecía carecer de sentido. Ya no tenía nada, absolutamente nada que le atara a este plano y finalmente estaba lista para dejarse llevar, para dejarlo ir.
Fue entonces cuando tibio un tacto le ancló al mundo, uno que no provenía de su imaginación, tangible y delicado, retiraba los cabellos que, humedecidos por la llovizna, se habían adherido a la piel de su rostro. Amara entreabrió los párpados con dificultad, dándole paso a sus tempestades que, oscurecidas y nubladas por la pérdida de sangre, hicieron un esfuerzo por enfocarse en la silueta de quien cuidaba de ella. Vashni, con semblante opaco y tono afligido, le prohibía abandonarlo. Si hubiese tenido fuerza alguna probablemente hubiese cuestionado el origen de tan intensa preocupación, mas al verle tan alarmado lo único que se vio capaz de hacer fue curvar sus labios ligeramente en una cansina sonrisa.
— Estoy bien…— jadeó tras un quejido ahogado, mas lo que intentó ser un gesto reconfortante se transformó en una mueca de dolor; hablar requería un esfuerzo que de momento no se sentía apta para realizar.
De repente y de un único tirón, Vashni la despojó del colgante de su madre tras brindarle una vaga excusa. Instantáneamente, y sin que la castaña llegase siquiera a imaginárselo sus esferas pardas se encendieron en cerúleo relampagueante. Por un efímero instante su mirada se aclaró, permitiéndole detallar la cadena pendiendo entre los dedos del lobo. Amara separó los labios en un vano intento por protestar, pero el alfa, enfocado en su labor, sin esfuerzo alguno le alzó entre sus brazos haciendo presión sobre la herida con una de sus manos, arrancándole así un quejido en el que feneció la réplica.
No entendía el porqué de aquella acción, en otro tiempo se hubiese enfurecido, pero por más que quiso no encontró forma, ni la energía que requería darle sentido. Su vista se nubló de nuevo, su mente era una hecatombe. De cuando en cuando el lobo le dirigía una que otra palabra, asegurándose distraerla, de mantener su consciencia tan lúcida como fuera posible. Amara hizo un esfuerzo sobrehumano por mantenerse despierta, pero con la cantidad de sangre que había perdido hacía de ello una tarea imposible. Lo último que recordó de aquel momento fue la estela que dejaban los arboles ante el presuroso paso del licano, manchas grises difuminando sus tormentas y su vista fundiéndose ante las desesperadas súplicas de Vashni.
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Sus párpados se abrieron de golpe. Por instinto, la cazadora llevó la diestra hasta su pecho, palpando la piedra del colgante que reposaba él. Dejó escapar una pesada exhalación; su cuerpo despertaba del entumecimiento y una lacerante sensación se situaba en el costado de izquierdo de su espalda, circundando la zona donde había impactado la bala. Aún le costaba respirar. Inhalar aire semejaba a inspirar fuego, escocía… calcinaba sus fosas nasales, de tal forma que incluso sus eclipsadas esferas llegaron a cristalizarse; sin embargo, tras un par de aspiraciones, el ardor se apaciuó considerablemente.
Su cuerpo, extenuado y abatido, yacía sobre un blando colchón, cubierto por una gruesa cobija de felpa. La castaña, enfocando sus pupilas, repasó la estancia, reconociéndola inmediatamente como la del alfa. No sabía cuánto tiempo había transcurrido desde el incidente, pero sabía que no había sido corto; hasta entonces había permanecido semiinconsciente, perdiendo y recuperando la lucidez de cuando en cuando, por lo que retazos de algunos momentos invadían su cerebro como flashes. No tenía memoria de todo lo que había sucedido, pero sí podía recordar el punzante dolor que sintió cuando extirparon el proyectil de su pulmón; el almizcle a sangre y licor; a Vashni sosteniendo su tembloroso cuerpo, cuidando de ella, colocando en la frente una toalla húmeda para menguar las altas temperaturas que le hervían el interior, e incluso, pasándole su sangre en una improvisada transfusión.
Giró su cuello y a su lado, tendido sobre la misma cama, encontró al alfa durmiendo cuál bebé. Involuntariamente, sus comisuras se elevaron en media sonrisa, él lucía exhausto y despertarle parecía innecesario. Por instinto, Amara acercó su mano a las mejillas del lobo, procediendo a recorrerle el cuello con el halo fantasmal de sus dedos, siguiendo el camino de las venas que antes se ennegrecieron a causa del acónito, pero ahora apenas tenían un tizne oscuro.
Durante su estadio de inconsciencia fue asaltada por sueños bastante extraños, escenas que nunca vivió, pero no dejaban de percibirse como borrosos recuerdos… un baile, un lago, un hostal…. Y en todos y cada uno de ellos, Vashni estaba a su lado; lejos estaba ella de imaginar que eran aquellos retazos de las memorias olvidadas que se habían colado entre el hechizo y la magia de su colgante.
Repentinamente, como si el tacto de la dermis ajena le quemara, la cazadora apartó la mano de golpe. Amara lo contempló atemorizada. A él podía engañarlo, pero ya no podía hacerlo consigo misma, lo que le hacía sentir le causaba pavor... ese lobo comenzaba a despertar en ella sensaciones de las que siempre rehuyó. Le gustaba, le gustaba mucho, pero no era solo eso, había desafiado a su padre por él, había matado a su gente por él y sabía que de ser necesario lo haría de nuevo en un impulso. No entender lo que sucedía comenzaba a hacerle creer que perdía la cordura.
Pasó saliva. Una punción de inquietud le removió las tripas, necesitaba alejarse de él, encontrar alguna pobre excusa para apartarlo. Con cuidado se quitó la cobija y procurando que sus movimientos fuesen lo suficientemente delicados como para no despertarlo, inspiró cuanto aire le cupo en los pulmones y de un tirón elevó el torso.
Su mirada se desorbitó y su piel, ya de por sí descolorida, palideció aún más. El esfuerzo había sido inútil. Sin poder evitarlo un pequeño grito de dolor se escapó de sus labios despertando al lobo de inmediato.
Última edición por Amara J. Argent el Vie Feb 02, 2018 8:36 pm, editado 1 vez
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Localización : El diablo sabe dónde
Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
Abrí los ojos sobresaltado al escuchar su quejido lastimero. Mi torso se incorporo al tiempo que mi ceño se fruncía en clara señal de enfado.
Tiré de ella con suavidad recostándola sobre las sabanas sucias, aun bañadas de sangre reseca, no había sido fácil mantenerla anclada a este mundo y desde luego que no pensaba consentir que la cabezonería de una “Argent” me ganara la batalla.
-Te lo prohíbo -dije con la voz ronca cuando ss dos tormentas me buscaron. Su sonrisa se ladeó ,seguramente porque pensó que no había utilizado bien mis palabras ¿acaso podía yo prohibirle nada?
-Llevo días que ni duermo velando tu cuerpo, he hecho lo inimaginable para que tu padre no se saliera con la suya y acabaras muerta en el maldito bosque como un perro, así que lo mínimo que puedes hacer es estarte quieta y obedecerme -dije con la severidad de un padre.
Siempre discutiendo, como podíamos ser tan idiotas ambos, joder, estaba preocupado por ella, casi la haba perdido y tampoco sabia exactamente lo que recordaba de todo lo ocurrido desde la fatídica noche en la que le arranque el colgante del cuello.
-Una tregua -pedí antes de que sus labios se abrieran seguramente para recordarme que eramos enemigos, que no era nadie para prohibir nada y no se cuantas mas gilipolleces.
Mi cuerpo ladeando se incorporó ligeramente, deslicé la yema de mi dedo por sus labios mientras una ladeada sonrisa asomaba en mi rostro con picarda.
-No has dejado de pronunciar mi nombre -dije ensanchando ahora la sonrisa mientras esta negaba hinchando los mofletes.
-Es verdad, decías “oh, si Vashni, mas” -me eche a reír a carcajadas al ver como sus mejillas tomaban un rubor.
Mi risa delató que me lo había inventado lo que la llevó a darme un puñetazo en el pecho diciéndome que era un capullo.
Al menos esto había destensado el ambiente entre los dos, mis ojos se posaron en su boca y mis dedos se perdieron en los mechones oscuros de la melena de su nuca.
Como si fuera un imán, me fui acercando a ella, hilos mágicos que me arrastraban contra su cuerpo, que tejían un destino distinto al escrito por nuestros apellidos, pues yo no la odiaba, la amaba.
A estas alturas no podía fingir que esa mujer no me volvía completamente loco, sentía en ella eso que pocas veces consigue un lobo, su mitad.
Mi aliento penetró a través de sus labios, nuestras miradas quedaron ancladas como la de los cíclopes.
-creo decías algo de besarme -bromeé rozando su boca con mis labios.
La puerta se abrió en ese instante, dejé escapar el aire pesado contra su boca antes de cerrar los ojos frustrado apoyado mi frente en la ajena.
-¡Nada! ¡no llaméis! ¿para que?
La risa de Amara murió contra mis labios, parecía divertirle mucho mi clara frustración.
Ingrid, nuestra hechicera pasaba a controlar como cada día el estado de Amara, ella me había asegurado que no recordaba nada de lo que sucedió una vez le arranqué el colgante. De no hacerlo la hubiera perdido, pero si descubría lo que era, tendría que contarle la verdad y ya sabia como terminaba ese camino, ella largándose lejos de mi, olvidándome y corriendo a los brazos de su padre, así que de momento la iba a aferrar a mi, aunque fuera sosteniendo una mentira que por desgracia tenia las patas cortas y un recorrido absurdo.
No podía perderla, estaba enamorado de ella.
Tiré de ella con suavidad recostándola sobre las sabanas sucias, aun bañadas de sangre reseca, no había sido fácil mantenerla anclada a este mundo y desde luego que no pensaba consentir que la cabezonería de una “Argent” me ganara la batalla.
-Te lo prohíbo -dije con la voz ronca cuando ss dos tormentas me buscaron. Su sonrisa se ladeó ,seguramente porque pensó que no había utilizado bien mis palabras ¿acaso podía yo prohibirle nada?
-Llevo días que ni duermo velando tu cuerpo, he hecho lo inimaginable para que tu padre no se saliera con la suya y acabaras muerta en el maldito bosque como un perro, así que lo mínimo que puedes hacer es estarte quieta y obedecerme -dije con la severidad de un padre.
Siempre discutiendo, como podíamos ser tan idiotas ambos, joder, estaba preocupado por ella, casi la haba perdido y tampoco sabia exactamente lo que recordaba de todo lo ocurrido desde la fatídica noche en la que le arranque el colgante del cuello.
-Una tregua -pedí antes de que sus labios se abrieran seguramente para recordarme que eramos enemigos, que no era nadie para prohibir nada y no se cuantas mas gilipolleces.
Mi cuerpo ladeando se incorporó ligeramente, deslicé la yema de mi dedo por sus labios mientras una ladeada sonrisa asomaba en mi rostro con picarda.
-No has dejado de pronunciar mi nombre -dije ensanchando ahora la sonrisa mientras esta negaba hinchando los mofletes.
-Es verdad, decías “oh, si Vashni, mas” -me eche a reír a carcajadas al ver como sus mejillas tomaban un rubor.
Mi risa delató que me lo había inventado lo que la llevó a darme un puñetazo en el pecho diciéndome que era un capullo.
Al menos esto había destensado el ambiente entre los dos, mis ojos se posaron en su boca y mis dedos se perdieron en los mechones oscuros de la melena de su nuca.
Como si fuera un imán, me fui acercando a ella, hilos mágicos que me arrastraban contra su cuerpo, que tejían un destino distinto al escrito por nuestros apellidos, pues yo no la odiaba, la amaba.
A estas alturas no podía fingir que esa mujer no me volvía completamente loco, sentía en ella eso que pocas veces consigue un lobo, su mitad.
Mi aliento penetró a través de sus labios, nuestras miradas quedaron ancladas como la de los cíclopes.
-creo decías algo de besarme -bromeé rozando su boca con mis labios.
La puerta se abrió en ese instante, dejé escapar el aire pesado contra su boca antes de cerrar los ojos frustrado apoyado mi frente en la ajena.
-¡Nada! ¡no llaméis! ¿para que?
La risa de Amara murió contra mis labios, parecía divertirle mucho mi clara frustración.
Ingrid, nuestra hechicera pasaba a controlar como cada día el estado de Amara, ella me había asegurado que no recordaba nada de lo que sucedió una vez le arranqué el colgante. De no hacerlo la hubiera perdido, pero si descubría lo que era, tendría que contarle la verdad y ya sabia como terminaba ese camino, ella largándose lejos de mi, olvidándome y corriendo a los brazos de su padre, así que de momento la iba a aferrar a mi, aunque fuera sosteniendo una mentira que por desgracia tenia las patas cortas y un recorrido absurdo.
No podía perderla, estaba enamorado de ella.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
Frunció el ceño, entrecerrando los párpados cuando Vashni —con delicadeza impropia de la naturaleza que lo maldecía—tiró de ella hasta que su cuerpo reposó de nuevo sobre el lecho, reafirmando la acción con un rotundo “te lo prohíbo”. Las facciones de Amara se torcieron en una sutil mueca de aflicción mientras reacomodaba la espalda sobre la blanda superficie; de ser otra su condición probablemente hubiese opuesto resistencia, mas se sentía tan adolorida que, refunfuñando por lo bajo, no tuvo más remedio que seguirle la corriente.
— Para ser alguien que odia a mi padre, definitivamente suenas como él.
El lobo la observó un tanto ofendido por la comparación, una que distaba considerablemente de ser cierta, pero que Amara estaba segura sería eficaz en el propósito de apartarlo; solo bastaba elegir las palabras adecuadas, lo suficientemente incisivas como para instigarlo, orillarlo a otra de esas constantes discusiones que siempre concluían con su partida. Si él no lo hacía esta vez, no estaba segura de poseer la voluntad de hacerlo ella misma.
Siempre fue más sencillo enfrentarse a bestias de carne y hueso que a los demonios intangibles de su mente y su corazón. Una vez más, huía de sus sentimientos, elevaba los escudos y, como una niña asustada, se escondía tras ese muro de roca maciza que cimentó en su tragedia, la soledad y la pérdida. No obstante, tan pronto como Vashni explicó sus razones, dejándole saber del esfuerzo sobrehumano que había puesto en mantenerle con vida, su corazón se estrujó y todas las barreras tras las que construyó con el paso de los años, se tambalearon hasta derrumbarse en un fugaz instante.
Entreabrió los labios, que retemblaron vacilantes, dispuesta a replicar, pero antes de que pudiese emitir sonido el alfa acalló sus palabras con la petición de una tregua, inclinándose sobre ella y deslizando el pulgar por su labio inferior. Amara lo contempló embelesada, hipnotizada por el electrizante tanto y esa fuerza invisible, gravitatoria, que se empeñaba en extinguir la distancia entre sus cuerpos; quizá no era necesario escapar, quizá no era necesario hacerlo en ese momento.
— Eso no es verdad — refutó, negando con la cabeza, con una sonrisita nerviosa asomada en los labios cuando él afirmó que no había cesado de repetir su nombre.
El hijo de la luna persistió en la aseveración y la cazadora, sin argumentos para rebatirle pues en su estado de inconsciencia todos los sueños que tuvo fueron acerca de él, le rehuyó la mirada con timidez, mientras la piel de sus mejillas se tiñó de un rubor incandescente. A ella no era sencillo amedrentarla y por eso supuso que el lobo estalló en carcajadas ante su vergüenza, delatándose a sí mismo y falsedad de la alegación.
— ¡Eres un idiota! — aseguró asestándole un golpe en el pecho que terminó doliéndole más a ella por el esfuerzo.
Recuperando el aliento y sin perder el aire divertido, él deslizó la diestra por su cuello hasta enredar los dedos en su ondulada cabellera y se aproximó ladeando una pícara sonrisa, casi hasta extinguir el aire que se oponía entre ambos.
— ¿Oh, así que eso dije? — Susurró la indagación que pretendía sonar inocente, como una caricia grácil contra la boca de Vashni, colisionando la calidez de sus más íntimos alientos.
Sus labios friccionaron etéreos y los propios se entreabrieron dispuestos a acoger los ajenos, cuando, en terrible sincronización, la puerta de la habitación se abrió de golpe y tras ella apareció la figura de la mujer de cabellos de fuego. El lobo, notablemente frustrado apoyó la frente sobre la suya, dejando escapar un denso suspiro y Amara, conteniendo la risa, lo apartó a un lado para poder enfrentar a la hechicera, quién apenada y con las mejillas enrojecidas, se disculpaba por la interrupción.
— Está bien no has interrumpido nada.
La cara de pocos amigos del alfa le causó gracia, mas era evidente que él no la encontraba. La bruja, dubitativa, se acercó jugueteando nerviosa con un recipiente que acunaba entre sus manos. Amara haciendo un mohín de dolor, elevó el torso y se poyó contra la cabecera de la cama.
— He preparado un ungüento, no hace milagros, pero te ayudará con el dolor — se explicó ella, colocando el envase en la mesa de noche a su lado.
Amara le agradeció con una sonrisa, pero la mujer, en vez de abandonar la estancia, permaneció allí silente y plantada, como quien tiene algo que decir, pero no encuentra la forma de hacerlo.
— Tu colgante — dijo de la nada, rompiendo el silencio bruscamente, apuntando con el índice a la joya que pendía de su cuello — ¿Dónde lo conseguiste?
Amara la observó confundida.
— Ammm… —balbuceó sin saber cómo responder al aleatorio comentario — era de mi madre, cuando ella falleció mi padre me permitió conservarlo.
Un gesto de embarazo se dibujó en el rostro de la pelirroja.
— Es… está muy bonito — Tragó saliva e hizo el amague de acercar la mano en dirección a la joya — ¿Podría?
En un acto reflejo Amara cubrió con la mano la gema que reposaba sobre su pecho e instintivamente llevó la mirada hacia el lobo quien, en ese momento, parecía querer asesinar a la mujer.
— Preferiría que no — respondió al fin un tanto desconcertada.
— Oh…Por supuesto, dis…discúlpame — tartamudeó. La castaña asintió en un gesto afable tratando de no hacerle sentir mal por la imprudencia. Entonces la mirada de la hechicera se desplazó hacia el alfa — Vashni... ¿me regalarías un minuto?
Sin aguardar respuesta la hechicera caminó hacia la puerta. El lobo pareció estar a punto de negarse, pero cuando la mujer se volvió con mirada suplicante él, resignado, cedió al fin y fue tras ella.
Ingrid se aseguró de ajustar la puerta una vez Vashni cruzó el umbral tras ella. La expresión en el rostro del alfa hablaba por él y, la verdad, no decía nada bueno, así que optó por apurar la dicción e ir directo al grano.
— No he podido dejar de pensar en el tipo de magia que puede accionar ese collar… —el hijo de la luna, con el entrecejo fruncido, siseó para que bajara la voz. Ella suspiró y prosiguió la dicción en susurros — Me dijiste que le mordiste y ese colgante de alguna forma impidió la transformación… pero, la cuestión es que no conozco ningún tipo de magia que pueda hacer eso, así que estuve especulando la forma en la que podía ser eso posible y se me ocurrió que tal vez el objeto no tenga magia en sí mismo, sino que la…. — hizo una pausa moviendo las manos mientras intentaba encontrar la palabra adecuada — la absorba...
El alfa se cruzó de brazos, no parecía entender a dónde quería llegar con esa retahíla.
— Pero luego recordé que Amara tenía puesto el colgante en el momento en el que lancé el embrujo que tomó sus memorias — Escupió al fin acelerando el ritmo de las palabras — Sé que te aseguré que era improbable que ella pudiese recordar alguno de los recuerdos que borramos, pero, si estoy en lo cierto… es posible que alguno haya podido colarse entre el colgante y el hechizo.
El gesto del licántropo se ensombreció.
— No estoy segura… pero si realmente quieres evitar que los recuerdos se manifiesten, mi recomendación es evitar todo aquello que pueda invocarlos y… desde que las memorias son acerca de ti, eso significa…
No hubo necesidad de terminar la frase, no se tenía que ser un genio para saber exactamente lo que aquello implicaba.
— Lo siento, Vashni.
Amara, contradiciendo el mandato del alfa y abandonando el lecho, no sin dificultad, se colocó en pie, encorvándose por el dolor y, a paso lento, pero seguro, se dirigió hacia el baño, disponiéndose a preparar la tina para asearse. Se contempló a si misma mientras puso el agua a correr; lo único que cubría su cuerpo era una camisa de hombre que le quedaba bastante holgada, alcanzando a cubrir parte de su muslo. Sonrió para sí misma. Vashni debía de habérsela colocado, pues posiblemente su ropa estaba sucia y ensangrentada.
Agarró la tela de la camisa entre su diestra y la acercó a su nariz para inspirar la esencia. Ella apestaba a férrea sangre, pero la camisa conservaba el aroma del lobo, mezclada con la fragancia de la colonia que usaba. Se mordió el labio inferior mientras sus comisuras se elevaron aún más… le gustaba, le gustaba muchísimo.
Fue entonces cuando Vashni regresó a la recámara con actitud más ofuscada que con la que partió. La cazadora ladeó la cabeza, examinándolo… la sola expresión que este cargaba le bastó para deducir lo que fuera que le hubiese dicho la hechicera, no podía tratarse de nada bueno. Él, por su parte, al encontrarla de pie, se aproximó hasta ella con severidad, dispuesto a arrastrarla de nuevo a la cama.
— Espera — Le pidió cuando tiró delicadamente de su brazo. Él se volvió inquisitivo — No he tenido tiempo de agradecerte…
No le dio tiempo de pronunciar palabra. Deslizando las manos por el cuello del alfa le atrajo hasta ella, atrapando su boca, envolviéndola en un cálido y pausado beso. Él persistía en frenar la acción con palabras, pero la castaña no se lo permitió, su lengua cruzó el precipicio y se enredó con la ajena, circundándola en una danza lenta y armoniosa. Por su estado no podía sumirse en el encuentro apasionado y salvaje que necesitaban sus cuerpos, pero poco a poco logró que Vashni sucumbiera a sus labios.
Perdidos en el cándido beso, ambos retornaron al lecho. De un empujoncito Amara indicó sentarse, procediendo a subírsele encima y con cuidado, arrugando la nariz a causa del punzón que le recorrió la espalda mientras se acomodó. De nuevo su boca lo buscó. Las manos de Vashni se deslizaron por su cintura, contorneándola y rodeándola con cuidado, más la naturaleza lobuna de este tendía a incrementar el ritmo del encuentro.
— Con calma, chico perro — musitó divertida, a penas friccionándole los labios, cuando un quejido de dolor le obligó a detenerse.
Tras recordar el agua que había dejado fluyendo para llenar la tina, se separó del lobo y comenzó a desabrochar los botones de la camisa antes de levantarse. Sus pardos lo buscaron traviesos, una sonrisa maliciosa se curvó en sus labios y tras darse media vuelta dejó que la camisa se deslizara por su piel hasta caer al suelo. Premiosa, la castaña caminó hacia el baño y solo al encontrarse bajo el umbral se volvió hacia Vashni.
— Hace tiempo te dije que quería un baño — le recordó encogiéndose de hombros — Pero si quieres puedes volver a dormir.
— Para ser alguien que odia a mi padre, definitivamente suenas como él.
El lobo la observó un tanto ofendido por la comparación, una que distaba considerablemente de ser cierta, pero que Amara estaba segura sería eficaz en el propósito de apartarlo; solo bastaba elegir las palabras adecuadas, lo suficientemente incisivas como para instigarlo, orillarlo a otra de esas constantes discusiones que siempre concluían con su partida. Si él no lo hacía esta vez, no estaba segura de poseer la voluntad de hacerlo ella misma.
Siempre fue más sencillo enfrentarse a bestias de carne y hueso que a los demonios intangibles de su mente y su corazón. Una vez más, huía de sus sentimientos, elevaba los escudos y, como una niña asustada, se escondía tras ese muro de roca maciza que cimentó en su tragedia, la soledad y la pérdida. No obstante, tan pronto como Vashni explicó sus razones, dejándole saber del esfuerzo sobrehumano que había puesto en mantenerle con vida, su corazón se estrujó y todas las barreras tras las que construyó con el paso de los años, se tambalearon hasta derrumbarse en un fugaz instante.
Entreabrió los labios, que retemblaron vacilantes, dispuesta a replicar, pero antes de que pudiese emitir sonido el alfa acalló sus palabras con la petición de una tregua, inclinándose sobre ella y deslizando el pulgar por su labio inferior. Amara lo contempló embelesada, hipnotizada por el electrizante tanto y esa fuerza invisible, gravitatoria, que se empeñaba en extinguir la distancia entre sus cuerpos; quizá no era necesario escapar, quizá no era necesario hacerlo en ese momento.
— Eso no es verdad — refutó, negando con la cabeza, con una sonrisita nerviosa asomada en los labios cuando él afirmó que no había cesado de repetir su nombre.
El hijo de la luna persistió en la aseveración y la cazadora, sin argumentos para rebatirle pues en su estado de inconsciencia todos los sueños que tuvo fueron acerca de él, le rehuyó la mirada con timidez, mientras la piel de sus mejillas se tiñó de un rubor incandescente. A ella no era sencillo amedrentarla y por eso supuso que el lobo estalló en carcajadas ante su vergüenza, delatándose a sí mismo y falsedad de la alegación.
— ¡Eres un idiota! — aseguró asestándole un golpe en el pecho que terminó doliéndole más a ella por el esfuerzo.
Recuperando el aliento y sin perder el aire divertido, él deslizó la diestra por su cuello hasta enredar los dedos en su ondulada cabellera y se aproximó ladeando una pícara sonrisa, casi hasta extinguir el aire que se oponía entre ambos.
— ¿Oh, así que eso dije? — Susurró la indagación que pretendía sonar inocente, como una caricia grácil contra la boca de Vashni, colisionando la calidez de sus más íntimos alientos.
Sus labios friccionaron etéreos y los propios se entreabrieron dispuestos a acoger los ajenos, cuando, en terrible sincronización, la puerta de la habitación se abrió de golpe y tras ella apareció la figura de la mujer de cabellos de fuego. El lobo, notablemente frustrado apoyó la frente sobre la suya, dejando escapar un denso suspiro y Amara, conteniendo la risa, lo apartó a un lado para poder enfrentar a la hechicera, quién apenada y con las mejillas enrojecidas, se disculpaba por la interrupción.
— Está bien no has interrumpido nada.
La cara de pocos amigos del alfa le causó gracia, mas era evidente que él no la encontraba. La bruja, dubitativa, se acercó jugueteando nerviosa con un recipiente que acunaba entre sus manos. Amara haciendo un mohín de dolor, elevó el torso y se poyó contra la cabecera de la cama.
— He preparado un ungüento, no hace milagros, pero te ayudará con el dolor — se explicó ella, colocando el envase en la mesa de noche a su lado.
Amara le agradeció con una sonrisa, pero la mujer, en vez de abandonar la estancia, permaneció allí silente y plantada, como quien tiene algo que decir, pero no encuentra la forma de hacerlo.
— Tu colgante — dijo de la nada, rompiendo el silencio bruscamente, apuntando con el índice a la joya que pendía de su cuello — ¿Dónde lo conseguiste?
Amara la observó confundida.
— Ammm… —balbuceó sin saber cómo responder al aleatorio comentario — era de mi madre, cuando ella falleció mi padre me permitió conservarlo.
Un gesto de embarazo se dibujó en el rostro de la pelirroja.
— Es… está muy bonito — Tragó saliva e hizo el amague de acercar la mano en dirección a la joya — ¿Podría?
En un acto reflejo Amara cubrió con la mano la gema que reposaba sobre su pecho e instintivamente llevó la mirada hacia el lobo quien, en ese momento, parecía querer asesinar a la mujer.
— Preferiría que no — respondió al fin un tanto desconcertada.
— Oh…Por supuesto, dis…discúlpame — tartamudeó. La castaña asintió en un gesto afable tratando de no hacerle sentir mal por la imprudencia. Entonces la mirada de la hechicera se desplazó hacia el alfa — Vashni... ¿me regalarías un minuto?
Sin aguardar respuesta la hechicera caminó hacia la puerta. El lobo pareció estar a punto de negarse, pero cuando la mujer se volvió con mirada suplicante él, resignado, cedió al fin y fue tras ella.
***
Ingrid se aseguró de ajustar la puerta una vez Vashni cruzó el umbral tras ella. La expresión en el rostro del alfa hablaba por él y, la verdad, no decía nada bueno, así que optó por apurar la dicción e ir directo al grano.
— No he podido dejar de pensar en el tipo de magia que puede accionar ese collar… —el hijo de la luna, con el entrecejo fruncido, siseó para que bajara la voz. Ella suspiró y prosiguió la dicción en susurros — Me dijiste que le mordiste y ese colgante de alguna forma impidió la transformación… pero, la cuestión es que no conozco ningún tipo de magia que pueda hacer eso, así que estuve especulando la forma en la que podía ser eso posible y se me ocurrió que tal vez el objeto no tenga magia en sí mismo, sino que la…. — hizo una pausa moviendo las manos mientras intentaba encontrar la palabra adecuada — la absorba...
El alfa se cruzó de brazos, no parecía entender a dónde quería llegar con esa retahíla.
— Pero luego recordé que Amara tenía puesto el colgante en el momento en el que lancé el embrujo que tomó sus memorias — Escupió al fin acelerando el ritmo de las palabras — Sé que te aseguré que era improbable que ella pudiese recordar alguno de los recuerdos que borramos, pero, si estoy en lo cierto… es posible que alguno haya podido colarse entre el colgante y el hechizo.
El gesto del licántropo se ensombreció.
— No estoy segura… pero si realmente quieres evitar que los recuerdos se manifiesten, mi recomendación es evitar todo aquello que pueda invocarlos y… desde que las memorias son acerca de ti, eso significa…
No hubo necesidad de terminar la frase, no se tenía que ser un genio para saber exactamente lo que aquello implicaba.
— Lo siento, Vashni.
***
Amara, contradiciendo el mandato del alfa y abandonando el lecho, no sin dificultad, se colocó en pie, encorvándose por el dolor y, a paso lento, pero seguro, se dirigió hacia el baño, disponiéndose a preparar la tina para asearse. Se contempló a si misma mientras puso el agua a correr; lo único que cubría su cuerpo era una camisa de hombre que le quedaba bastante holgada, alcanzando a cubrir parte de su muslo. Sonrió para sí misma. Vashni debía de habérsela colocado, pues posiblemente su ropa estaba sucia y ensangrentada.
Agarró la tela de la camisa entre su diestra y la acercó a su nariz para inspirar la esencia. Ella apestaba a férrea sangre, pero la camisa conservaba el aroma del lobo, mezclada con la fragancia de la colonia que usaba. Se mordió el labio inferior mientras sus comisuras se elevaron aún más… le gustaba, le gustaba muchísimo.
Fue entonces cuando Vashni regresó a la recámara con actitud más ofuscada que con la que partió. La cazadora ladeó la cabeza, examinándolo… la sola expresión que este cargaba le bastó para deducir lo que fuera que le hubiese dicho la hechicera, no podía tratarse de nada bueno. Él, por su parte, al encontrarla de pie, se aproximó hasta ella con severidad, dispuesto a arrastrarla de nuevo a la cama.
— Espera — Le pidió cuando tiró delicadamente de su brazo. Él se volvió inquisitivo — No he tenido tiempo de agradecerte…
No le dio tiempo de pronunciar palabra. Deslizando las manos por el cuello del alfa le atrajo hasta ella, atrapando su boca, envolviéndola en un cálido y pausado beso. Él persistía en frenar la acción con palabras, pero la castaña no se lo permitió, su lengua cruzó el precipicio y se enredó con la ajena, circundándola en una danza lenta y armoniosa. Por su estado no podía sumirse en el encuentro apasionado y salvaje que necesitaban sus cuerpos, pero poco a poco logró que Vashni sucumbiera a sus labios.
Perdidos en el cándido beso, ambos retornaron al lecho. De un empujoncito Amara indicó sentarse, procediendo a subírsele encima y con cuidado, arrugando la nariz a causa del punzón que le recorrió la espalda mientras se acomodó. De nuevo su boca lo buscó. Las manos de Vashni se deslizaron por su cintura, contorneándola y rodeándola con cuidado, más la naturaleza lobuna de este tendía a incrementar el ritmo del encuentro.
— Con calma, chico perro — musitó divertida, a penas friccionándole los labios, cuando un quejido de dolor le obligó a detenerse.
Tras recordar el agua que había dejado fluyendo para llenar la tina, se separó del lobo y comenzó a desabrochar los botones de la camisa antes de levantarse. Sus pardos lo buscaron traviesos, una sonrisa maliciosa se curvó en sus labios y tras darse media vuelta dejó que la camisa se deslizara por su piel hasta caer al suelo. Premiosa, la castaña caminó hacia el baño y solo al encontrarse bajo el umbral se volvió hacia Vashni.
— Hace tiempo te dije que quería un baño — le recordó encogiéndose de hombros — Pero si quieres puedes volver a dormir.
Última edición por Amara J. Argent el Dom Ago 05, 2018 2:21 am, editado 2 veces
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 162
Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
Atravesé con la mirada a Ingrid cando hizo ademan de tomar el colgante que pendía del cuello de la cazadora ¿estas loca? ¿que intentaba? Mi mandíbula se cuadriculo al apretar los dientes mientras negaba con la cabeza buscando respuestas en la mirada de la hechicera que no encontraba aunque ansiaba.
Amara mas rápida cubrió con su mano la joya, lo que me permitió respirar aliviado al ver que con ese gesto bastaba para que mi bruja depusiera su intención. Un frasco de medicamento quedó sobre la mesita de noche, con semillas de amapola podría paliar el dolor que la morena sufría.
Ingrid requería mi presencia en el pasillo, iba a rechazar la invitación, dejarla para otro momento pues el olor de Amara me embriagaba y lo único que deseaba era perderme en el mapa de su cuerpo y marcarlo con mordiscos y besos. Mas el rostro de la bruja delataba la importancia de aquella conversación, así que finalmente me levanté con el ceño fruncido abandonando la estancia.
Fruncí el ceño incrédulo de todo aquello que escuchaba, si el colgante absorbía la magia, si ese y no otro, era el motivo por el cual mi mordisco fue atajado evitando su transformación ante madre luna, bien podía tener sentido lo que Ingrid decía.
Podría haber, con facilidad, absorbido su hechizo y de ser así, el recuerdo regresaría. Cuanto mas contacto intimo tuviera conmigo, cuantas mas veces la escena se repitiera antes Amara descubriría que era le monstruo que la mordió, aquel que presencio y actuó en su luna roja.
-Maldición -rugí furiosos con los ojos en un tono amarillo radioactivo.
Mi frustración era tan evidente que Ingrid prefirió marchar y dejarme solo, sabía que buscaría el modo de solucionar el conflicto, mas hasta entonces, tenia que poner distancia.
Mi gesto sombrío, marcaba la tensión que arrastraba en ese momento ,me adentré de nuevo en al cámara buscando a Amara sobre el lecho, mas como de costumbre, me había desobedecido, gruñí caminando hacia el cuarto de baño.
-¡Maldita sea! -dije clavando mis ámbar en sus pardos -¿alguna vez seras capaz de hacerme caso? -tiré de su brazo, mas en ese instante ella me detuvo. Su sonrisa se ensancho y su boca ávida de continuar con el juego que habíamos empezado buscó con hambre mis labios.
Roce etéreo en un principio que entreabrió mi boca necesitada de su contacto, el aliento de ambos se colaba por la húmeda cavidad, mientras nuestros cuerpos como si fueran dos imanes de polos opuestos se atraían buscándose sin miedo.
-¡Espera! -susurré con los ojos cerrados - has de coger fuerza... -no sabía ni que mierda decía, su boca me embriagaba por completo.
Su lengua se adentró en mis labios, como la hiedra la mía cubrió la ajena. Mis manso se perdieron por debajo de su camisa, el deseo me movía y yo era incapaz de aun sabiendo que no debía negarme a lo que sentía.
Mi hombría alzada humedecía la tela del pantalón que contra su bajo viente se perdió presionando entre gruidos.
Amara era consciente de como me tenia, jadeaba contra su boca deseando una gesta que no debía producirse pero que ya tenia alzado mi acero.
Me empujó hasta el lecho, siseaba de dolor, pero eso no basto, mis manos ansiosas seguían dibujando su preciosa figura, acariciando sus montañas.
-Soy un lobo – corregí con la voz ronca cuando me llamó perro.
Los dos estábamos excitados, el vaivén de sus caderas contra mi abultada entrepierna creaba fuego con la fricción de nuestros sexos.
Amara, siempre tan esquiva, se alzó dejándome jadeando en el lecho con los ojos centelleando pasión.
La camisa se escurrió pro sus hombros dejando aquella tez perfecta y ese cuerpo de pecado al descubierto. Su invitación fue una mirada, suficiente para ponerme en pie, la hubiera seguido hasta la tina y de paso al infierno si eso bastaba para que me mamara, mas...
Mi pecho subía y bajaba violento, por mi boca salia el aire de forma pesada, estaba excitado hasta tal punto que le glande quedaba fuera de la funda rozando la tela de mi calzón.
Cerré los ojos tragando saliva con la boca reseca.
-¡No puedo! -dije sorprendiendo a la cazadora que no esperaba mi reacción -he de ir con la manada -añadí como si esa excusa tuviera sentido cuando mi mente aun estaba presa del sabor de su boca y del tacto de su cuerpo.
Caminé hacia la puerta con premura, buscando distancia netre nuestros cuerpos, si se acercaba acabaría sucumbiendo.
-Tras el baño a la cama -ordené -necesitas descanso.
Amara mas rápida cubrió con su mano la joya, lo que me permitió respirar aliviado al ver que con ese gesto bastaba para que mi bruja depusiera su intención. Un frasco de medicamento quedó sobre la mesita de noche, con semillas de amapola podría paliar el dolor que la morena sufría.
Ingrid requería mi presencia en el pasillo, iba a rechazar la invitación, dejarla para otro momento pues el olor de Amara me embriagaba y lo único que deseaba era perderme en el mapa de su cuerpo y marcarlo con mordiscos y besos. Mas el rostro de la bruja delataba la importancia de aquella conversación, así que finalmente me levanté con el ceño fruncido abandonando la estancia.
Fruncí el ceño incrédulo de todo aquello que escuchaba, si el colgante absorbía la magia, si ese y no otro, era el motivo por el cual mi mordisco fue atajado evitando su transformación ante madre luna, bien podía tener sentido lo que Ingrid decía.
Podría haber, con facilidad, absorbido su hechizo y de ser así, el recuerdo regresaría. Cuanto mas contacto intimo tuviera conmigo, cuantas mas veces la escena se repitiera antes Amara descubriría que era le monstruo que la mordió, aquel que presencio y actuó en su luna roja.
-Maldición -rugí furiosos con los ojos en un tono amarillo radioactivo.
Mi frustración era tan evidente que Ingrid prefirió marchar y dejarme solo, sabía que buscaría el modo de solucionar el conflicto, mas hasta entonces, tenia que poner distancia.
Mi gesto sombrío, marcaba la tensión que arrastraba en ese momento ,me adentré de nuevo en al cámara buscando a Amara sobre el lecho, mas como de costumbre, me había desobedecido, gruñí caminando hacia el cuarto de baño.
-¡Maldita sea! -dije clavando mis ámbar en sus pardos -¿alguna vez seras capaz de hacerme caso? -tiré de su brazo, mas en ese instante ella me detuvo. Su sonrisa se ensancho y su boca ávida de continuar con el juego que habíamos empezado buscó con hambre mis labios.
Roce etéreo en un principio que entreabrió mi boca necesitada de su contacto, el aliento de ambos se colaba por la húmeda cavidad, mientras nuestros cuerpos como si fueran dos imanes de polos opuestos se atraían buscándose sin miedo.
-¡Espera! -susurré con los ojos cerrados - has de coger fuerza... -no sabía ni que mierda decía, su boca me embriagaba por completo.
Su lengua se adentró en mis labios, como la hiedra la mía cubrió la ajena. Mis manso se perdieron por debajo de su camisa, el deseo me movía y yo era incapaz de aun sabiendo que no debía negarme a lo que sentía.
Mi hombría alzada humedecía la tela del pantalón que contra su bajo viente se perdió presionando entre gruidos.
Amara era consciente de como me tenia, jadeaba contra su boca deseando una gesta que no debía producirse pero que ya tenia alzado mi acero.
Me empujó hasta el lecho, siseaba de dolor, pero eso no basto, mis manos ansiosas seguían dibujando su preciosa figura, acariciando sus montañas.
-Soy un lobo – corregí con la voz ronca cuando me llamó perro.
Los dos estábamos excitados, el vaivén de sus caderas contra mi abultada entrepierna creaba fuego con la fricción de nuestros sexos.
Amara, siempre tan esquiva, se alzó dejándome jadeando en el lecho con los ojos centelleando pasión.
La camisa se escurrió pro sus hombros dejando aquella tez perfecta y ese cuerpo de pecado al descubierto. Su invitación fue una mirada, suficiente para ponerme en pie, la hubiera seguido hasta la tina y de paso al infierno si eso bastaba para que me mamara, mas...
Mi pecho subía y bajaba violento, por mi boca salia el aire de forma pesada, estaba excitado hasta tal punto que le glande quedaba fuera de la funda rozando la tela de mi calzón.
Cerré los ojos tragando saliva con la boca reseca.
-¡No puedo! -dije sorprendiendo a la cazadora que no esperaba mi reacción -he de ir con la manada -añadí como si esa excusa tuviera sentido cuando mi mente aun estaba presa del sabor de su boca y del tacto de su cuerpo.
Caminé hacia la puerta con premura, buscando distancia netre nuestros cuerpos, si se acercaba acabaría sucumbiendo.
-Tras el baño a la cama -ordené -necesitas descanso.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
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Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
Amara apoyó el peso de su cuerpo sobre el marco de la puerta del baño y ladeó la cabeza, examinando al lobo con los ojos entrecerrados, juntando los labios en un mohín pensativo como respuesta a la negativa. Por supuesto que le había sorprendido el rechazo su tentadora y prácticamente irresistible propuesta, pero, aunque no podía negar que había lastimado ligeramente su ego, alcanzaba a comprender que a quien tenía enfrente era un alfa, el líder de aquella gente y, por ende, los asuntos de la manada debían tener para él prelación, un hecho que no podía, ni quería cambiar.
Realmente deseaba que se quedara. La presencia de ese hombre era magnética, caótica, arrolladora, hacía estragos en su ser, la elevaba a la cumbre del planeta y a su vez le arrastraba al borde del precipicio; sus besos eran eléctricos, su tacto combustible y esa gravitación inexplicable que existía entre sus cuerpos, que se hacía más fuerte en relación inversa a la distancia que se interponía entre ambos, era la chispa que precedía a la explosión y su cuerpo calcinándose entre las llamas. Él, precisamente, era ese lugar al que nunca en su sano juicio se permitiría ir y su mayor temor era que llegase a percatarse de cuánto removía en ella verdaderamente.
Resopló y se enderezó; tanto la intranquilidad de la hechicera como la expresión que tensaba el rostro de Vashni le llevaron a suponer que la situación era grave, cuanto menos seria y aunque le hubiese gustado dar rienda suelta a sus deseos y reanudar el juego que habían postergado, no era ninguna necia. Entre todos los horrores, si algo hizo bien Bastien a la hora de su crianza fue el instruirla en discernir prioridades, especialmente las que incluían o concernían al enemigo y, aunque su padre no se refería ni por asomo a situación semejante, las lecciones sí servían al propósito en aquel momento.
Vashni le ordenó volver a la cama después del baño. Amara elevó las comisuras y esbozando una mueca traviesa se aproximó a él a paso cadencioso; entendía que debía irse, más nada le impedía divertirse un minuto o dos… quizá tentarlo a volver con prontitud.
— ¿Quieres que vuelva a la cama? — inquirió con un tinte de picardía en su voz y encogió de hombros, mordiéndose el labio inferior— oblígame.
Él lucía inquieto, su respiración era agitada, su pecho se elevaba y distendía con violencia, y sutilmente rehuía a su parda e intensa mirada. No comprendía muy bien a qué se debía el repentino cambio de actitud mas en ese momento le causó gracia. El colocó en la mano en el picaporte casi dispuesto a salir corriendo mas la cazadora colocó la palma de su mano sobre la puerta, impidiéndole abrirla.
Colocó sus manos sobre los hombros de Vashni y las deslizó hacia su pecho, apoyándolas allí para darle un suave empujoncito que lo dejó contra la pared. Los movimientos muy agresivos o demasiado rápidos enviaban una sensación punzante a través de su espina dorsal, así que todo lo hizo muy lento y delicado. Ladeando la sonrisa y fijando sus orbes oscuros en las pantanosas tempestades del lobo, la cazadora le acomodó el cuello de la camisa y repasando con su tacto el torso, estiró las arrugas. El recorrido de sus manos se detuvo en la cintura del hombre, su sonrisa se ensanchó, allí, con cuidado, tomó la parte baja de la tela de la camisa y la introdujo dentro del pantalón.
Cuando su tacto rozó la abultada entrepierna del licántropo esté dio un pequeño respingo. Una risita maliciosa se escapó de sus labios y una vez terminó de acomodar la prenda, acercó sus labios a los ajenos en una fricción casi etérea, enredando sus dedos entre los azabaches cabellos de Vashni.
— Te ves como un cachorro asustado — Se mofó divertida, quizá un tanto mordaz.
El hálito tibio de sus palabras le acarició los labios y justo antes de apartarse, la castaña le guiñó un ojo, dándose la vuelta en dirección al baño. Diviértete, le dijo justo cuando alcanzó el umbral y entonces cerró la puerta a sus espaldas.
Realmente deseaba que se quedara. La presencia de ese hombre era magnética, caótica, arrolladora, hacía estragos en su ser, la elevaba a la cumbre del planeta y a su vez le arrastraba al borde del precipicio; sus besos eran eléctricos, su tacto combustible y esa gravitación inexplicable que existía entre sus cuerpos, que se hacía más fuerte en relación inversa a la distancia que se interponía entre ambos, era la chispa que precedía a la explosión y su cuerpo calcinándose entre las llamas. Él, precisamente, era ese lugar al que nunca en su sano juicio se permitiría ir y su mayor temor era que llegase a percatarse de cuánto removía en ella verdaderamente.
Resopló y se enderezó; tanto la intranquilidad de la hechicera como la expresión que tensaba el rostro de Vashni le llevaron a suponer que la situación era grave, cuanto menos seria y aunque le hubiese gustado dar rienda suelta a sus deseos y reanudar el juego que habían postergado, no era ninguna necia. Entre todos los horrores, si algo hizo bien Bastien a la hora de su crianza fue el instruirla en discernir prioridades, especialmente las que incluían o concernían al enemigo y, aunque su padre no se refería ni por asomo a situación semejante, las lecciones sí servían al propósito en aquel momento.
Vashni le ordenó volver a la cama después del baño. Amara elevó las comisuras y esbozando una mueca traviesa se aproximó a él a paso cadencioso; entendía que debía irse, más nada le impedía divertirse un minuto o dos… quizá tentarlo a volver con prontitud.
— ¿Quieres que vuelva a la cama? — inquirió con un tinte de picardía en su voz y encogió de hombros, mordiéndose el labio inferior— oblígame.
Él lucía inquieto, su respiración era agitada, su pecho se elevaba y distendía con violencia, y sutilmente rehuía a su parda e intensa mirada. No comprendía muy bien a qué se debía el repentino cambio de actitud mas en ese momento le causó gracia. El colocó en la mano en el picaporte casi dispuesto a salir corriendo mas la cazadora colocó la palma de su mano sobre la puerta, impidiéndole abrirla.
Colocó sus manos sobre los hombros de Vashni y las deslizó hacia su pecho, apoyándolas allí para darle un suave empujoncito que lo dejó contra la pared. Los movimientos muy agresivos o demasiado rápidos enviaban una sensación punzante a través de su espina dorsal, así que todo lo hizo muy lento y delicado. Ladeando la sonrisa y fijando sus orbes oscuros en las pantanosas tempestades del lobo, la cazadora le acomodó el cuello de la camisa y repasando con su tacto el torso, estiró las arrugas. El recorrido de sus manos se detuvo en la cintura del hombre, su sonrisa se ensanchó, allí, con cuidado, tomó la parte baja de la tela de la camisa y la introdujo dentro del pantalón.
Cuando su tacto rozó la abultada entrepierna del licántropo esté dio un pequeño respingo. Una risita maliciosa se escapó de sus labios y una vez terminó de acomodar la prenda, acercó sus labios a los ajenos en una fricción casi etérea, enredando sus dedos entre los azabaches cabellos de Vashni.
— Te ves como un cachorro asustado — Se mofó divertida, quizá un tanto mordaz.
El hálito tibio de sus palabras le acarició los labios y justo antes de apartarse, la castaña le guiñó un ojo, dándose la vuelta en dirección al baño. Diviértete, le dijo justo cuando alcanzó el umbral y entonces cerró la puerta a sus espaldas.
Última edición por Amara J. Argent el Jue Mar 22, 2018 3:09 pm, editado 1 vez
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Localización : El diablo sabe dónde
Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
La cazadora mostró una sonrisa ladeada, trasformada en depredador y viendo como el lobo ahora era un cordero, movió su sinuoso cuerpo en mi dirección. Mi mirada turbia me delató, cada paso que daba exaltaba mi hombría mostrada a través de mi abultado pantalón. Divertida por como huía como un cobarde camino a la puerta, decidida atajó la distancia, su cuerpo contra la madera, sus ojos eran un desafió, uno que con gusto hubiera aceptado, mas el peligro de hacerlo era que entre mis besos, con mis manos plagandola de caricias, contra mi cuerpo , le volvieran los recuerdos, unos que me llevaban directo a la noche de la luna de sangre donde ella solo era una niña y yo el lobo feroz, esa noche que perdió a toda su familia.
Gruñí de forma gutural cuando sus manos recolocaron las solapas de mi camisa, sus dedos se deslizaban por mi cuello en caricias etéreas, su aliento eran brasas que me calcinaban logrando que mi boca se entreabriera hambrienta, el deseo fluía con hilos magnéticos y de no saber el peligro que entrañaban mis gestos mi mano hubiera atajado la distancia presionando sus nalgas hasta alzarla para que nuestros sexos se encontraran.
La cazadora estaba disfrutando, podía oler las feromonas que la delataban, ella me deseaba, pero al no ser loba completa eran confusas y me pregunté si como las hembras de la manada, ella también tendría el celo y hasta que punto me enloquecería cuando eso pasara y me convirtiera en el territorial lobo, en el alfa que protege a su hembra.
-Tengo que irme -susurré contra su boca, el roce de nuestros labios paso a ser un juego, la cabeza de ambos se ladeaba buscando el modo de encajar pero sin hacerlo, nos bebimos el aliento del otro, y por un momento mis labios atajaron mas la distancia tentándola en un envite que forzó su dulce risa. Mi mirada amarilleaba, sus manos se deslizaron por mi pecho planchando sobre mis abdominales mi camisa.
-No juegues Amara -pedí con la voz ronca mientras ella sonreía lasciva.
Su mano atrapó el final de la tela blanca y sin pensarlo llevó su mano al interior de mi pantalón para alisar dentro mi camisa, di un respingo cuando toco mi verga dura como una piedra y ella me miró divertida por el miedo que ahora mismo ante su contacto mostraba.
Su frase antes de cerrarme la puerta en las narices evidenció su triunfo. Tenia que encontrar el maldito modo de solucionar esto, no tocarla no iba a ser fácil iba alterado, empalmado y agradecía ella no fuera capaz de oler mir feromonas porque estaban disparadas, tenía ganas de montarla.
Caminé furibundo por los pasillos, gruñendo y bufando, necesitaba hablar con Ingrid, solo ella me daría respuestas, pero no podía olvidar que estábamos en guerra, así que antes de buscar a la hechicera bajé para doblar la guardia en las fronteras, recibir la información que tenían. Mandé un par de rastreadores, necesitaba saber los movimientos de Bastien, tenía a su hija y algo me decía que no la iba a dar por perdida, así que la confrontación era cuestión de tiempo, la venganza se sirve fría y Bastien tenía tiempo para planearla y materializarla.
Tras esto fui a la habitación de la Hechicera, esta me sirvió un buen vaso de whisky, iba a necesitar mas de uno porque cuando volvíera a mi habitación, me esperaba una mujer que me atraía demasiado como para pasarlo por alto.
-Tiene que haber algún modo Ingrid, no puedo esquivarla para siempre ¿como Ingrid? -gruñí.
Gruñí de forma gutural cuando sus manos recolocaron las solapas de mi camisa, sus dedos se deslizaban por mi cuello en caricias etéreas, su aliento eran brasas que me calcinaban logrando que mi boca se entreabriera hambrienta, el deseo fluía con hilos magnéticos y de no saber el peligro que entrañaban mis gestos mi mano hubiera atajado la distancia presionando sus nalgas hasta alzarla para que nuestros sexos se encontraran.
La cazadora estaba disfrutando, podía oler las feromonas que la delataban, ella me deseaba, pero al no ser loba completa eran confusas y me pregunté si como las hembras de la manada, ella también tendría el celo y hasta que punto me enloquecería cuando eso pasara y me convirtiera en el territorial lobo, en el alfa que protege a su hembra.
-Tengo que irme -susurré contra su boca, el roce de nuestros labios paso a ser un juego, la cabeza de ambos se ladeaba buscando el modo de encajar pero sin hacerlo, nos bebimos el aliento del otro, y por un momento mis labios atajaron mas la distancia tentándola en un envite que forzó su dulce risa. Mi mirada amarilleaba, sus manos se deslizaron por mi pecho planchando sobre mis abdominales mi camisa.
-No juegues Amara -pedí con la voz ronca mientras ella sonreía lasciva.
Su mano atrapó el final de la tela blanca y sin pensarlo llevó su mano al interior de mi pantalón para alisar dentro mi camisa, di un respingo cuando toco mi verga dura como una piedra y ella me miró divertida por el miedo que ahora mismo ante su contacto mostraba.
Su frase antes de cerrarme la puerta en las narices evidenció su triunfo. Tenia que encontrar el maldito modo de solucionar esto, no tocarla no iba a ser fácil iba alterado, empalmado y agradecía ella no fuera capaz de oler mir feromonas porque estaban disparadas, tenía ganas de montarla.
Caminé furibundo por los pasillos, gruñendo y bufando, necesitaba hablar con Ingrid, solo ella me daría respuestas, pero no podía olvidar que estábamos en guerra, así que antes de buscar a la hechicera bajé para doblar la guardia en las fronteras, recibir la información que tenían. Mandé un par de rastreadores, necesitaba saber los movimientos de Bastien, tenía a su hija y algo me decía que no la iba a dar por perdida, así que la confrontación era cuestión de tiempo, la venganza se sirve fría y Bastien tenía tiempo para planearla y materializarla.
Tras esto fui a la habitación de la Hechicera, esta me sirvió un buen vaso de whisky, iba a necesitar mas de uno porque cuando volvíera a mi habitación, me esperaba una mujer que me atraía demasiado como para pasarlo por alto.
-Tiene que haber algún modo Ingrid, no puedo esquivarla para siempre ¿como Ingrid? -gruñí.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
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Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
Desde su último enfrentamiento con los cazadores Ingrid se había dedicado enteramente a estudiar el grimorio de su familia, un viejo libro que recopilaba antiguos y poderosos hechizos, transmitidos de generación en generación y que, por desafortunados designios del destino, había aterrizado en sus manos.
Por lo que le comentó Vashni y lo que dedujo de la batalla del bosque acerca del hombre detrás de aquellas letales tropas, se había hecho a una idea de con quién lidiaba y del reverendo lío en el que se había metido; Bastien Argent no era un individuo cualquiera, era el conde de Francia, un hombre influyente y de poderoso capital, un guerrero hábil, astuto, peligroso, un asesino experimentado y definitivamente un rival a no subestimar.
Los alrededores estaban atestados de cazadores y era cuestión de tiempo antes de que diesen con la ubicación de su asentamiento. La cuenta regresiva había comenzado ya días atrás y, por supuesto, cuando llegase la hora del enfrentamiento, el cazador no dudaría en utilizar todo su arsenal para acabar con ellos. Hasta entonces la hechicera se las había arreglado para sostener un hechizo de protección sobre el terreno, uno que los ocultaba de los ojos enemigos; no obstante, ella era la única hechicera con la que contaba la manada y su magia era finita, mantener un encantamiento de semejante calibre era demasiado agotador para una sola bruja. De no encontrar otra alternativa pronto, quizá la batalla tomaría lugar mucho antes de lo previsto.
Se encontraba tan ensimismada entre las páginas del libro que, cuando la puerta de su recámara se abrió de golpe, dio un brinco y sin poder evitarlo, un chillido de pavor se escapó de sus labios.
— ¡Jesucristo! — No, sólo era Vashni, rugiendo y bufando acerca de la situación que lo obligaba a tomar distancia de la cazadora — ¡Vaya susto que me has pegado! — Le espetó ligeramente irritada.
Estaba exhausta, a penas y había podido pegar el ojo por aquellos días. Entre cuidar del estado de Amara, el dilema del colgante y el escudo invisible que protegía la mansión, apenas y tenía tiempo para respirar; no obstante, aunque era cierto que se encontraba tan exhausta que comenzaba a rebasar su propio límite, por algún motivo, la tangible muestra de inquietud en las fruncidas facciones del alfa sopesó más que su propia exasperación. Resopló y negando con la cabeza sacó una botella de Whisky de la vitrina y le sirvió un buen trago del licor al afligido lobo.
Vashni era un buen hombre, la había protegido cuando estuvo a punto de darlo todo por perdido, le había acogido y brindado un hogar, una familia; la verdad era que, más allá del aprecio que le guardaba, estaba en eterna deuda con él.
— ¿Qué está haciendo ella aquí? — inquirió, no como reproche, sino intentando darle forma y razón a lo acontecido — Estoy confundida Vashni, pensé que la idea general de borrar su memoria era, precisamente, olvidarte.
No quería sonar agresiva, sin embargo, por mucho que lo intentó no alcanzaba a comprender el apego que sentía el alfa por una mujer que desde el mismísimo día en el que había aparecido en sus vidas, no se había presentado como otra cosa que no fuera un constante problema. Por supuesto, ella desconocía la historia completa de la noche de luna roja.
— Lo siento, de verdad — Su voz se escuchaba apesadumbrada, sus palabras eran sinceras — Si mi teoría es correcta, entonces ese colgante que lleva Amara es un artilugio raro, quizá único en su clase, su padre debió haber pagado un precio muy alto para hacerse con un objeto de esos. Ese tipo de magia no es algo a lo que me haya enfrentado antes y la verdad, Vashni… la verdad no sé qué hacer.
Soltó un denso suspiro, su impotencia era evidente. Tomó el mentón del lobo asegurándose de que la observara, examinando con sus verdes esmeraldas los pantanosos orbes que se volvían hacia ella desconsolados.
— Trataré ¿de acuerdo? Buscaré una solución para esto, pero debes darme tiempo, sabes que ahora mismo la prioridad es la manada — El alfa le esquivó la mirada, indudablemente, la respuesta que le otorgaba no era de su agrado, pero tampoco era ningún necio y sabía que estaba en lo cierto — Sé que no es fácil para ti pero… sácala de tu habitación, haz un esfuerzo por mantener tus impulsos a raya y te prometo que lo resolveremos.
Por lo que le comentó Vashni y lo que dedujo de la batalla del bosque acerca del hombre detrás de aquellas letales tropas, se había hecho a una idea de con quién lidiaba y del reverendo lío en el que se había metido; Bastien Argent no era un individuo cualquiera, era el conde de Francia, un hombre influyente y de poderoso capital, un guerrero hábil, astuto, peligroso, un asesino experimentado y definitivamente un rival a no subestimar.
Los alrededores estaban atestados de cazadores y era cuestión de tiempo antes de que diesen con la ubicación de su asentamiento. La cuenta regresiva había comenzado ya días atrás y, por supuesto, cuando llegase la hora del enfrentamiento, el cazador no dudaría en utilizar todo su arsenal para acabar con ellos. Hasta entonces la hechicera se las había arreglado para sostener un hechizo de protección sobre el terreno, uno que los ocultaba de los ojos enemigos; no obstante, ella era la única hechicera con la que contaba la manada y su magia era finita, mantener un encantamiento de semejante calibre era demasiado agotador para una sola bruja. De no encontrar otra alternativa pronto, quizá la batalla tomaría lugar mucho antes de lo previsto.
Se encontraba tan ensimismada entre las páginas del libro que, cuando la puerta de su recámara se abrió de golpe, dio un brinco y sin poder evitarlo, un chillido de pavor se escapó de sus labios.
— ¡Jesucristo! — No, sólo era Vashni, rugiendo y bufando acerca de la situación que lo obligaba a tomar distancia de la cazadora — ¡Vaya susto que me has pegado! — Le espetó ligeramente irritada.
Estaba exhausta, a penas y había podido pegar el ojo por aquellos días. Entre cuidar del estado de Amara, el dilema del colgante y el escudo invisible que protegía la mansión, apenas y tenía tiempo para respirar; no obstante, aunque era cierto que se encontraba tan exhausta que comenzaba a rebasar su propio límite, por algún motivo, la tangible muestra de inquietud en las fruncidas facciones del alfa sopesó más que su propia exasperación. Resopló y negando con la cabeza sacó una botella de Whisky de la vitrina y le sirvió un buen trago del licor al afligido lobo.
Vashni era un buen hombre, la había protegido cuando estuvo a punto de darlo todo por perdido, le había acogido y brindado un hogar, una familia; la verdad era que, más allá del aprecio que le guardaba, estaba en eterna deuda con él.
— ¿Qué está haciendo ella aquí? — inquirió, no como reproche, sino intentando darle forma y razón a lo acontecido — Estoy confundida Vashni, pensé que la idea general de borrar su memoria era, precisamente, olvidarte.
No quería sonar agresiva, sin embargo, por mucho que lo intentó no alcanzaba a comprender el apego que sentía el alfa por una mujer que desde el mismísimo día en el que había aparecido en sus vidas, no se había presentado como otra cosa que no fuera un constante problema. Por supuesto, ella desconocía la historia completa de la noche de luna roja.
— Lo siento, de verdad — Su voz se escuchaba apesadumbrada, sus palabras eran sinceras — Si mi teoría es correcta, entonces ese colgante que lleva Amara es un artilugio raro, quizá único en su clase, su padre debió haber pagado un precio muy alto para hacerse con un objeto de esos. Ese tipo de magia no es algo a lo que me haya enfrentado antes y la verdad, Vashni… la verdad no sé qué hacer.
Soltó un denso suspiro, su impotencia era evidente. Tomó el mentón del lobo asegurándose de que la observara, examinando con sus verdes esmeraldas los pantanosos orbes que se volvían hacia ella desconsolados.
— Trataré ¿de acuerdo? Buscaré una solución para esto, pero debes darme tiempo, sabes que ahora mismo la prioridad es la manada — El alfa le esquivó la mirada, indudablemente, la respuesta que le otorgaba no era de su agrado, pero tampoco era ningún necio y sabía que estaba en lo cierto — Sé que no es fácil para ti pero… sácala de tu habitación, haz un esfuerzo por mantener tus impulsos a raya y te prometo que lo resolveremos.
Última edición por Amara J. Argent el Dom Ago 05, 2018 2:18 am, editado 1 vez
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Localización : El diablo sabe dónde
Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
El aspecto de Ingrid era deplorable, estaba buscando respuestas sin parar, ella trataba de sacar adelante a la manada que yo parecía haber olvidado que estaba sitiada. Era cuestión de tiempo que Bastien diera con nuestro paradero, no solo tenía cazadores a su cargo si no las infraestructuras y el poder necesario para darnos caza.
Tomé el vaso dando un trago, sintiéndome un mal alfa porque mientras mi manada estaba en peligro yo hablaba sin parar de Amara como si mi mayor problema lo tuviera en la entrepierna y fuera incapaz de pensar en nada mas que en al cazadora cuando su padre quería matarnos a todos los aquí presentes.
-Ese era el plan, que me olvidara, no volver encontrarnos, pero estoy enamorado de ella hasta las malditas trancas, no soy capaz de mirar hacía otro lado mientras la pierdo ¿lo comprendes Ingrid?
Se que parecía un puto insensible, un mal alfa, pero me estaba volviendo loco, loco por ella ahora mismo todo se me venía encima.
Tomó mi mentón y me hizo alzar la mirada para enfrentar los claros de la bruja.
-lo se, se que encontraras la solución -atajé pegado mi frente a la suya cerrando los ojos como si es pudiera ayudarme a tomar aliento.
Sus dedos se pasearon por mi mandíbula acariciando el pelo duro que en ella crecía.
-La sacaré de mi habitación, pero no olvides que nos ha ayudado, no puedo sacarla de la mansión porque su padre la quiere tan muerta como a mi mismo, si la coge la destruirá si es que con esa joya no lo ha hecho ya.
No podía dejar de sentirme culpable, si yo no la hubiera mordido, si no la hubiera condenado al don de la licantropía, su padre la hubiera amado, la hubiera hecho a u imagen y semejanza, seria una cazadora mas, peor yo esa noche de la luna roja marque su sino para siempre y ahora ansiaba unirlo al mio.
Salí de aquella cámara con una promesa en mis bolsillos, buscaría el modo de solucionar esto, yo buscaría el modo de salvar a los míos.
Entré en la habitación con el mentón alzado tratando de no ceder ante la cazadora que recostada en el lecho con mi camisa cubriendo su desnudez, las infinitas curvas y bordes de su piel me miró alzando sus pardos ladeando la sonrisa.
-He ordenado te preparen la cámara contigua, necesito mantener la mente fría para salir de esta, tarde o temprano tu padre dará con esta guarida, necesito buscar una nueva ubicación para la manada, tendré que pedir favores -hablaba atarantado casi rezando por que no se acercara y se percatara de la estupidez de mis palabras pues nada de eso justificaba que la sacara de mi cámara.
Tomé el vaso dando un trago, sintiéndome un mal alfa porque mientras mi manada estaba en peligro yo hablaba sin parar de Amara como si mi mayor problema lo tuviera en la entrepierna y fuera incapaz de pensar en nada mas que en al cazadora cuando su padre quería matarnos a todos los aquí presentes.
-Ese era el plan, que me olvidara, no volver encontrarnos, pero estoy enamorado de ella hasta las malditas trancas, no soy capaz de mirar hacía otro lado mientras la pierdo ¿lo comprendes Ingrid?
Se que parecía un puto insensible, un mal alfa, pero me estaba volviendo loco, loco por ella ahora mismo todo se me venía encima.
Tomó mi mentón y me hizo alzar la mirada para enfrentar los claros de la bruja.
-lo se, se que encontraras la solución -atajé pegado mi frente a la suya cerrando los ojos como si es pudiera ayudarme a tomar aliento.
Sus dedos se pasearon por mi mandíbula acariciando el pelo duro que en ella crecía.
-La sacaré de mi habitación, pero no olvides que nos ha ayudado, no puedo sacarla de la mansión porque su padre la quiere tan muerta como a mi mismo, si la coge la destruirá si es que con esa joya no lo ha hecho ya.
No podía dejar de sentirme culpable, si yo no la hubiera mordido, si no la hubiera condenado al don de la licantropía, su padre la hubiera amado, la hubiera hecho a u imagen y semejanza, seria una cazadora mas, peor yo esa noche de la luna roja marque su sino para siempre y ahora ansiaba unirlo al mio.
Salí de aquella cámara con una promesa en mis bolsillos, buscaría el modo de solucionar esto, yo buscaría el modo de salvar a los míos.
Entré en la habitación con el mentón alzado tratando de no ceder ante la cazadora que recostada en el lecho con mi camisa cubriendo su desnudez, las infinitas curvas y bordes de su piel me miró alzando sus pardos ladeando la sonrisa.
-He ordenado te preparen la cámara contigua, necesito mantener la mente fría para salir de esta, tarde o temprano tu padre dará con esta guarida, necesito buscar una nueva ubicación para la manada, tendré que pedir favores -hablaba atarantado casi rezando por que no se acercara y se percatara de la estupidez de mis palabras pues nada de eso justificaba que la sacara de mi cámara.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
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Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
Para cuando Vashni regresó a la habitación —un par de horas más tarde— Amara no sólo había terminado de asearse sino también, yendo en contra de las órdenes del alfa, se encargó de reemplazar los tendidos manchados de su sangre por un par de sábanas limpias que encontró en el interior de un chifonier.
Le había tomado un buen par de minutos terminar la labor, la herida que llevaba en la espalda era aún muy reciente y la más sencilla de las tareas podría requerir arduo esfuerzo de su parte; sin embargo, odiaba sentirse inútil y aunque era cierto que la manada residía en una mansión, no necesitaban de servidumbre que se encargara del aseo o de las labores menos llamativas. Cada quien se ocupaba de sus propios asuntos y todos trabajaban en conjunto para funcionar como comunidad, una situación que, para ella, no sólo era una completa novedad, sino una experiencia liberadora.
Una vez finalizada su tarea, la cazadora apiló los tendidos en la canasta de la ropa sucia y volvió a la cama como una niña obediente, permaneciendo recostada sobre el lecho hasta caer plácida en los brazos de Morfeo.
Fue el sonido de la puerta abriéndose de golpe lo que la despertó. Amara se restregó los ojos y bostezó somnolienta, pestañeando un par de veces hasta enfocar la fornida silueta del lobo. Una vez su visión se aclaró, lo contempló traviesa y esbozó en sus labios la sonrisa más dulce que quizá jamás había dedicado.
— Hola — Formuló divertida, reacomodándose sobre su costado derecho, colocando la quijada sobre la palma de la mano.
La camisa de Vashni, confeccionada para amoldarse a una figura mucho más corpulenta, le quedaba bastante holgada, cubriéndole no sólo el torso sino también parte de los muslos; no obstante, nada más allá de las bragas le cubría la mitad inferior. Intencionalmente, la cazadora había desabrochado los botones superiores de la prenda, permitiendo que la manga se deslizara brevemente por su brazo dejando entrever su escote. No era necesario formular palabra, la invitación de su mirada, oscura y seductora, era lo suficientemente clara, quería que se le acercara.
Vaya sorpresa la que se llevó cuando Vashni, con temple frío y palabras distantes, lejos de reaccionar al estímulo de su cuerpo semidesnudo, no sólo rechazó su oferta sino apuntó a informarle que le otorgaría su propia habitación, con una excusa tan pobre que a Amara le dejó bastante claro el subtexto, él la quería fuera de la suya.
Las oscuras esferas de la castaña se desorbitaron y tras tomarse un instante para meditar las apáticas palabras, no sin esfuerzo, se sentó en el borde de la cama.
— De acuerdo. — musitó a media voz.
No comprendía la repentina indiferencia del lobo y tentada estuvo de indagar si algo andaba mal, incluso se entreabrió la boca para dar paso a la pregunta, pero se forzó a callar, presionando los labios, cuando él, sin atisbo alguno de emoción le estiró la diestra en la que sostenía un par de prendas, prestadas de la hechicera, para que se vistiera y se trasladara al otro dormitorio. Amara, al percatarse del gesto, se levantó y se acercó para recibir las vestiduras haciendo un último e inconsciente intento por conectar con Vashni, fijando sus opacos pozos sobre él, rebuscándole en un llamado silente que él se negó a responder.
Su mirada cayó al piso y, sin protesta alguna, la cazadora tomó la muda de ropa, se dirigió al baño para cambiarse y tan pronto estuvo lista fue escoltada por él a la estancia que le había sido dispuesta. Ya frente nueva habitación, Amara no se molestó en darle un último vistazo al lobo y siguió de largo, dejándole un a penas audible “buena noche” antes de cerrar la puerta tras de sí, siendo estas dos las últimas palabras que le dirigiría en considerable periodo de tiempo.
Déjà vu.
Le había tomado un buen par de minutos terminar la labor, la herida que llevaba en la espalda era aún muy reciente y la más sencilla de las tareas podría requerir arduo esfuerzo de su parte; sin embargo, odiaba sentirse inútil y aunque era cierto que la manada residía en una mansión, no necesitaban de servidumbre que se encargara del aseo o de las labores menos llamativas. Cada quien se ocupaba de sus propios asuntos y todos trabajaban en conjunto para funcionar como comunidad, una situación que, para ella, no sólo era una completa novedad, sino una experiencia liberadora.
Una vez finalizada su tarea, la cazadora apiló los tendidos en la canasta de la ropa sucia y volvió a la cama como una niña obediente, permaneciendo recostada sobre el lecho hasta caer plácida en los brazos de Morfeo.
Fue el sonido de la puerta abriéndose de golpe lo que la despertó. Amara se restregó los ojos y bostezó somnolienta, pestañeando un par de veces hasta enfocar la fornida silueta del lobo. Una vez su visión se aclaró, lo contempló traviesa y esbozó en sus labios la sonrisa más dulce que quizá jamás había dedicado.
— Hola — Formuló divertida, reacomodándose sobre su costado derecho, colocando la quijada sobre la palma de la mano.
La camisa de Vashni, confeccionada para amoldarse a una figura mucho más corpulenta, le quedaba bastante holgada, cubriéndole no sólo el torso sino también parte de los muslos; no obstante, nada más allá de las bragas le cubría la mitad inferior. Intencionalmente, la cazadora había desabrochado los botones superiores de la prenda, permitiendo que la manga se deslizara brevemente por su brazo dejando entrever su escote. No era necesario formular palabra, la invitación de su mirada, oscura y seductora, era lo suficientemente clara, quería que se le acercara.
Vaya sorpresa la que se llevó cuando Vashni, con temple frío y palabras distantes, lejos de reaccionar al estímulo de su cuerpo semidesnudo, no sólo rechazó su oferta sino apuntó a informarle que le otorgaría su propia habitación, con una excusa tan pobre que a Amara le dejó bastante claro el subtexto, él la quería fuera de la suya.
Las oscuras esferas de la castaña se desorbitaron y tras tomarse un instante para meditar las apáticas palabras, no sin esfuerzo, se sentó en el borde de la cama.
— De acuerdo. — musitó a media voz.
No comprendía la repentina indiferencia del lobo y tentada estuvo de indagar si algo andaba mal, incluso se entreabrió la boca para dar paso a la pregunta, pero se forzó a callar, presionando los labios, cuando él, sin atisbo alguno de emoción le estiró la diestra en la que sostenía un par de prendas, prestadas de la hechicera, para que se vistiera y se trasladara al otro dormitorio. Amara, al percatarse del gesto, se levantó y se acercó para recibir las vestiduras haciendo un último e inconsciente intento por conectar con Vashni, fijando sus opacos pozos sobre él, rebuscándole en un llamado silente que él se negó a responder.
Su mirada cayó al piso y, sin protesta alguna, la cazadora tomó la muda de ropa, se dirigió al baño para cambiarse y tan pronto estuvo lista fue escoltada por él a la estancia que le había sido dispuesta. Ya frente nueva habitación, Amara no se molestó en darle un último vistazo al lobo y siguió de largo, dejándole un a penas audible “buena noche” antes de cerrar la puerta tras de sí, siendo estas dos las últimas palabras que le dirigiría en considerable periodo de tiempo.
Déjà vu.
***
Las noches de la primera semana fueron de insomnio. Siempre había tenido el sueño ligero pero durante aquellas eternas veladas, la verdadera dificultad la encontró en conciliarlo. Ni mil ovejas fueron suficientes para ponerla a dormir, una vuelta tras otra, Amara no cesaba de hacer el intento de razonar lo sucedido, tratar de dar con una explicación lógica que justificara la súbita distancia que el alfa había decidido tomar; sin embargo, aunque el un principio no le encontró ni pies ni cabeza al asunto, tras siete días de él haciendo un esfuerzo sobrehumano para eludirla, por fin creyó comprender lo que sucedía. Era evidente, o al menos a esa idea se aferró, la única culpa la cargaba ella por creer que lo que compartió con Vashni podría ser, quizá, algo más que sexo, cuando la intención del alfa nunca fue otra que tomar y desechar.
Para la segunda semana, la castaña comenzaba a sentirse como una prisionera en su propia habitación, por lo que, ya sintiéndose en mejor estado gracias al reposo y la pomada que le había obsequiado Ingrid, optó por retomar sus entrenamientos matutinos, tal y cómo los ejecutó siempre en su hogar. Todas las mañanas, muy temprano, Amara se apropió de un pequeño espacio en los jardines de la propiedad para desarrollar sus ejercicios; sin embargo, aunque en un principio lo hizo por sí misma, a pesar de que las cosas habían salido realmente mal, durante la asamblea se había hecho escuchar y, poco a poco, algunos miembros de la manada buscaron su instrucción, sobre todo los más jóvenes. Ella tenía un punto, aunque su astro madre los dotara de fuerza sobrehumana y una bestia fiera y letal, conocer el estilo de lucha y las debilidades del enemigo se convertiría en una ventaja a la hora del enfrentamiento; los cazadores pasaban gran parte de su vida estudiando a sus presas y aquello era lo que les hacía verdaderamente peligrosos, la razón por la que se mantenían en la cima de la cadena alimenticia, la fuerza bruta sin estrategia era completamente inútil.
Para entonces ya había transcurrido casi un mes. No había vuelto a cruzar palabra con Vashni, después de todo, cuando él no estaba demasiado ocupado con sus asuntos de alfa, lo estaba evitándola así que, haciéndole el trabajo más sencillo, Amara prefería esquivarlo también; no obstante, la opinión general de la manada con respecto a ella había mejorado tras la batalla del bosque, permitiéndole relacionarse mejor con ellos, sobre todo, con su grupo de entrenamiento.
Cada entrenamiento se fragmentaba en tres: primero el calentamiento, luego la ejecución de los ejercicios y finalizaban con un par de combates. Durante la parte final de la sesión, la metodología era bastante sencilla, los voluntarios debían enfrentarse a Amara en un orden predeterminado, la sesión concluiría tan pronto como uno de ellos lograse derrotarla y, aunque aquello usualmente no sucedía, —pues ella era diestra en su oficio y había entrenado durante casi toda su vida— si hubo alguna que otra ocasión en la que se vio obligada a ceder.
Esa mañana Amara se enfrentaba a Ace, un lobo, quizá unos dos o tres años mayor que ella, recientemente convertido. El joven era buen luchador, era hábil, uno de los pocos que había logrado derrotarla, pero era un neófito y, como digno espécimen de su clase, era impulsivo, impetuoso y le costaba controlar su fuerza y sus impulsos.
Las batallas, por su parte, puesto que suponían simular un enfrentamiento real eran bastante salvajes y agresivas, como consecuencia de ello, la cazadora, se había acostumbrado a salir considerablemente magullada de cada combate. Lo cierto era que necesitaba distraerse de la inquietud que le causaba la situación con Vashni y su padre la había instruido a controlar sus demonios a través del dolor, convirtiendo sus aflicciones, tanto físicas como emocionales en estímulos.
Se encontraban en medio de una acalorada batalla. Ella luchaba con ahínco y continuaría haciéndolo hasta que la última gota de energía abandonara su cuerpo, mas cuando con el rabillo del ojo captó la imagen de Vahni, sonriendo y conversando amenamente con la hechicera de cabellos de fuego, sintió el corazón comprimírsele y un profundo vacío que succionó su tranquilidad. Había escuchado rumores de que el alfa y la bruja mantenían una relación y aunque ella no tendía a creer en las habladurías, cada vez era más difícil ignorarlas. Le dolía, había un motivo por el que se escondía tras sus barreras y era, precisamente, ese.
Su momentánea distracción significó su derrota. Ace, en un raudo y descuidado movimiento, la mandó a volar por los aires hasta que su trayectoria fue detenida por el tronco de un robusto árbol. Al sentir la espalda desencajársele por el fuerte golpe, sus ojos se desorbitaron y, por un instante, el aire le faltó. Geneviève se precipitó en su auxilio, ayudándole a ponerse en pie y trasladándola de inmediato a la enfermería —que era, en realidad, la habitación de la loba— no sin antes gruñirle a Ace cuando este intento acercarse para disculparse.
Geneviève era lo más cercano que tenía la manada a un doctor, ella se encargaba de cuidar de la salud y las heridas de los humanos aún no convertidos, en especial, de los niños. Fue ella quien extirpó la bala de su pulmón, quién se ocupó de sus curaciones y, considerando que siempre salía lastimada de los entrenamientos, quien atendía todas sus lesiones en general y para ese momento, Amara y la loba habían compartido juntas el tiempo suficiente como para forjar una amistad.
— Sé lo que haces — Le advirtió, mientras hundía los dedos en su espalda, revisando que todo estuviese en su lugar.
Amara la miró divertida por encima del hombro.
— Ni siquiera yo sé lo que hago ¿cómo podrías tu?
La loba desaprobó con la cabeza reiteradas veces, hablaba enserio.
— Te lastimas a propósito.
Amara tensó la mandíbula sintiéndose expuesta y tras un instante de silencio ladeó la sonrisa en un gesto irónico.
— No sé de qué estás hablando. Yo no me lancé a mi misma contra ese árbol, lo hizo Ace. — sus palabras se tiznaban con un deje de obviedad.
Gen suspiró y se plantó frente a la cazadora, rebusca la mirada.
— Sí, esta vez pero ¿y las otras? — se cruzó de brazos como una madre apunto de regañar a su hija — ¿Tienes esto algo que ver con Va-
No alcanzó a terminar la indagación cuando, Amara, fulminándola con la mirada, la interrumpió.
— Yo no tengo NADA que ver con él.
La loba asintió en silencio, no se tragaba sus palabras, pero tampoco iba a discutir con ella, bien sabía que era un callejón sin salida.
— Debo irme, uno de los niños se dislocó un brazo jugando a lobos y cazadores y si no hago su terapia, su madre me matará — comentó entretenida, mientras sacaba de un cajón una venda elástica, entonces se la ofreció a Amara — Ten, úsala, al menos por hoy, te ayudará con el dolor y a mantener todo en su lugar…
La castaña movió su cabeza en afirmación antes de que Gen se apresurase fuera de la estancia y, una vez se encontró sola, se dispuso a vendarse el torso, deteniéndose en seco al escuchar un par de pasos a sus espaldas. La cazadora se volvió despacio conteniendo el aliento y suspiró de alivio al percatarse de que sólo era Ace.
— Ammm… ¿hola?
Lo observó con los ojos entrecerrados, él se acercó vacilante.
— Quería disculparme por-
Amara rechazó las palabras del lobo con un aspaviento de negación.
— No — enunció ella inflexible — Sabes cómo son nuestros entrenamientos, este tipo de cosas pasan, no hay nada por qué disculparse.
El licano ladeó la sonrisa y le arrebató de las manos la venda.
— ¿Al menos puedo ayudar?
Entreabrió los labios para protestar, realmente no necesitaba asistencia, podía hacerlo por sí misma, pero el hombre no parecía tener intención de ceder así que se limitó a encogerse de hombros y puso los ojos en blanco como respuesta a la mueca triunfal que le dedicó su opuesto. Muy despacio, la cazadora levantó la tela de su camisa y acto seguido, Ace, ubicándose tras ella, le rodeó la cintura con la tela elástica, ajustándola cuidadosamente a su cuerpo.
El cálido aliento del lobo removió sus rizos y se filtró entre sus cabellos hasta alcanzar la piel de su cuello. La dermis de la cazadora se erizó, el joven se encontraba lo suficientemente cerca como para inquietar su comodidad. Era de esperarse que algún lobo fijara su atención en ella, no era nada fea, su aura era llamativa y había transcurrido tiempo considerable desde que tuvo contacto alguno con el alfa, por lo que su piel ya no se impregnaba de su aroma y las marcas se habían desvanecido.
Amara, incómoda, se removió entre el tacto del lobo dispuesta a apartarlo, pero tan pronto como se volvió para confrontarlo, sus ojos encontraron la silueta de Vashni bajo el umbral de la habitación.
Para la segunda semana, la castaña comenzaba a sentirse como una prisionera en su propia habitación, por lo que, ya sintiéndose en mejor estado gracias al reposo y la pomada que le había obsequiado Ingrid, optó por retomar sus entrenamientos matutinos, tal y cómo los ejecutó siempre en su hogar. Todas las mañanas, muy temprano, Amara se apropió de un pequeño espacio en los jardines de la propiedad para desarrollar sus ejercicios; sin embargo, aunque en un principio lo hizo por sí misma, a pesar de que las cosas habían salido realmente mal, durante la asamblea se había hecho escuchar y, poco a poco, algunos miembros de la manada buscaron su instrucción, sobre todo los más jóvenes. Ella tenía un punto, aunque su astro madre los dotara de fuerza sobrehumana y una bestia fiera y letal, conocer el estilo de lucha y las debilidades del enemigo se convertiría en una ventaja a la hora del enfrentamiento; los cazadores pasaban gran parte de su vida estudiando a sus presas y aquello era lo que les hacía verdaderamente peligrosos, la razón por la que se mantenían en la cima de la cadena alimenticia, la fuerza bruta sin estrategia era completamente inútil.
Para entonces ya había transcurrido casi un mes. No había vuelto a cruzar palabra con Vashni, después de todo, cuando él no estaba demasiado ocupado con sus asuntos de alfa, lo estaba evitándola así que, haciéndole el trabajo más sencillo, Amara prefería esquivarlo también; no obstante, la opinión general de la manada con respecto a ella había mejorado tras la batalla del bosque, permitiéndole relacionarse mejor con ellos, sobre todo, con su grupo de entrenamiento.
Cada entrenamiento se fragmentaba en tres: primero el calentamiento, luego la ejecución de los ejercicios y finalizaban con un par de combates. Durante la parte final de la sesión, la metodología era bastante sencilla, los voluntarios debían enfrentarse a Amara en un orden predeterminado, la sesión concluiría tan pronto como uno de ellos lograse derrotarla y, aunque aquello usualmente no sucedía, —pues ella era diestra en su oficio y había entrenado durante casi toda su vida— si hubo alguna que otra ocasión en la que se vio obligada a ceder.
Esa mañana Amara se enfrentaba a Ace, un lobo, quizá unos dos o tres años mayor que ella, recientemente convertido. El joven era buen luchador, era hábil, uno de los pocos que había logrado derrotarla, pero era un neófito y, como digno espécimen de su clase, era impulsivo, impetuoso y le costaba controlar su fuerza y sus impulsos.
Las batallas, por su parte, puesto que suponían simular un enfrentamiento real eran bastante salvajes y agresivas, como consecuencia de ello, la cazadora, se había acostumbrado a salir considerablemente magullada de cada combate. Lo cierto era que necesitaba distraerse de la inquietud que le causaba la situación con Vashni y su padre la había instruido a controlar sus demonios a través del dolor, convirtiendo sus aflicciones, tanto físicas como emocionales en estímulos.
Se encontraban en medio de una acalorada batalla. Ella luchaba con ahínco y continuaría haciéndolo hasta que la última gota de energía abandonara su cuerpo, mas cuando con el rabillo del ojo captó la imagen de Vahni, sonriendo y conversando amenamente con la hechicera de cabellos de fuego, sintió el corazón comprimírsele y un profundo vacío que succionó su tranquilidad. Había escuchado rumores de que el alfa y la bruja mantenían una relación y aunque ella no tendía a creer en las habladurías, cada vez era más difícil ignorarlas. Le dolía, había un motivo por el que se escondía tras sus barreras y era, precisamente, ese.
Su momentánea distracción significó su derrota. Ace, en un raudo y descuidado movimiento, la mandó a volar por los aires hasta que su trayectoria fue detenida por el tronco de un robusto árbol. Al sentir la espalda desencajársele por el fuerte golpe, sus ojos se desorbitaron y, por un instante, el aire le faltó. Geneviève se precipitó en su auxilio, ayudándole a ponerse en pie y trasladándola de inmediato a la enfermería —que era, en realidad, la habitación de la loba— no sin antes gruñirle a Ace cuando este intento acercarse para disculparse.
Geneviève era lo más cercano que tenía la manada a un doctor, ella se encargaba de cuidar de la salud y las heridas de los humanos aún no convertidos, en especial, de los niños. Fue ella quien extirpó la bala de su pulmón, quién se ocupó de sus curaciones y, considerando que siempre salía lastimada de los entrenamientos, quien atendía todas sus lesiones en general y para ese momento, Amara y la loba habían compartido juntas el tiempo suficiente como para forjar una amistad.
— Sé lo que haces — Le advirtió, mientras hundía los dedos en su espalda, revisando que todo estuviese en su lugar.
Amara la miró divertida por encima del hombro.
— Ni siquiera yo sé lo que hago ¿cómo podrías tu?
La loba desaprobó con la cabeza reiteradas veces, hablaba enserio.
— Te lastimas a propósito.
Amara tensó la mandíbula sintiéndose expuesta y tras un instante de silencio ladeó la sonrisa en un gesto irónico.
— No sé de qué estás hablando. Yo no me lancé a mi misma contra ese árbol, lo hizo Ace. — sus palabras se tiznaban con un deje de obviedad.
Gen suspiró y se plantó frente a la cazadora, rebusca la mirada.
— Sí, esta vez pero ¿y las otras? — se cruzó de brazos como una madre apunto de regañar a su hija — ¿Tienes esto algo que ver con Va-
No alcanzó a terminar la indagación cuando, Amara, fulminándola con la mirada, la interrumpió.
— Yo no tengo NADA que ver con él.
La loba asintió en silencio, no se tragaba sus palabras, pero tampoco iba a discutir con ella, bien sabía que era un callejón sin salida.
— Debo irme, uno de los niños se dislocó un brazo jugando a lobos y cazadores y si no hago su terapia, su madre me matará — comentó entretenida, mientras sacaba de un cajón una venda elástica, entonces se la ofreció a Amara — Ten, úsala, al menos por hoy, te ayudará con el dolor y a mantener todo en su lugar…
La castaña movió su cabeza en afirmación antes de que Gen se apresurase fuera de la estancia y, una vez se encontró sola, se dispuso a vendarse el torso, deteniéndose en seco al escuchar un par de pasos a sus espaldas. La cazadora se volvió despacio conteniendo el aliento y suspiró de alivio al percatarse de que sólo era Ace.
— Ammm… ¿hola?
Lo observó con los ojos entrecerrados, él se acercó vacilante.
— Quería disculparme por-
Amara rechazó las palabras del lobo con un aspaviento de negación.
— No — enunció ella inflexible — Sabes cómo son nuestros entrenamientos, este tipo de cosas pasan, no hay nada por qué disculparse.
El licano ladeó la sonrisa y le arrebató de las manos la venda.
— ¿Al menos puedo ayudar?
Entreabrió los labios para protestar, realmente no necesitaba asistencia, podía hacerlo por sí misma, pero el hombre no parecía tener intención de ceder así que se limitó a encogerse de hombros y puso los ojos en blanco como respuesta a la mueca triunfal que le dedicó su opuesto. Muy despacio, la cazadora levantó la tela de su camisa y acto seguido, Ace, ubicándose tras ella, le rodeó la cintura con la tela elástica, ajustándola cuidadosamente a su cuerpo.
El cálido aliento del lobo removió sus rizos y se filtró entre sus cabellos hasta alcanzar la piel de su cuello. La dermis de la cazadora se erizó, el joven se encontraba lo suficientemente cerca como para inquietar su comodidad. Era de esperarse que algún lobo fijara su atención en ella, no era nada fea, su aura era llamativa y había transcurrido tiempo considerable desde que tuvo contacto alguno con el alfa, por lo que su piel ya no se impregnaba de su aroma y las marcas se habían desvanecido.
Amara, incómoda, se removió entre el tacto del lobo dispuesta a apartarlo, pero tan pronto como se volvió para confrontarlo, sus ojos encontraron la silueta de Vashni bajo el umbral de la habitación.
Última edición por Amara J. Argent el Dom Ago 05, 2018 2:15 am, editado 1 vez
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 162
Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
Un mes, con sus horas, minutos y segundos, ese era el tiempo que me carcomía por dentro, si la luna roja cambió mi vida y la suya, si que lo descubriera suponía el fin de lo nuestro, esto era el infierno, una penitencia en vida por marcar su sino con un mordisco. Sumido en la desesperación fueron inmensos los días que busque a Ingrid en busca respuestas que no llegaban y noches en las que bebí tanto que no me sostenía en pie y que también la busque para reclamarle soluciones que lejos de llegar se perdían en promesas efímeras.
Ira, rabia y dolor, todo mezclado con alcohol en un juego del escondite en el que ninguno hacía por verse y ambos luchábamos por no cruzar nuestros caminos seguramente por motivos distintos.
¿Como explicarle que mis sentimientos por ella eran fuertes pero que demostrárselos nos condenaría a ambos? ¿como arriesgarme a que descubriera la verdad si eso la haría correr en otra dirección?
Me sumí en el trabajo, en sacar a la manada adelante, busque rutas alternativas, negocié con otras manadas apoyos incluso me hice con un buen arsenal de armas que nos ayudarían a paliar un inminente ataque.
Rendirme no era mi fuerte y lucharía con fiereza hasta el fin de mis días, solo el duro trabajo me mantenía ausente de mi sin sentido, enamorarme de la hija de mi enemigo.
Pasaron los días y esa mañana había ido a por unos suministros para combatir el acónito con el que los cazadores impregnaban flechas y armas varias, no era una solución mágica, pero podría ayudarnos a combatir el veneno de nuestro organismos.
Los chicos habían descargado las dos cajas de viales y entré a la enfermería para firmar los papeles e indicarles donde dejarlos cuando me encontré de frente con la imagen de la cazadora retozado con un lobo joven, incapaz de contener mis celos, gruñí roncamente. Los arboles palidecieron, desde su raíz hasta la ultima hoja se sacudieron y los ríos lloraron acompañando mi pena ante la traición verdadera de mi único amor.
Ella, una mujer a la que amaba se había rehecho rápido de lo que por mi sentía si es que fui algo mas que un juego de piernas y ahora buscaba un nuevo juguete con el que apagar sus fuegos.
Mi puño se hundió en la pared por no hundirse en el rostro ajeno, mostré mis colmillos arrugando la nariz, elevando el labio superior mientras el joven macho beta se lanzaba al suelo sumido en la busca del perdón.
Sumiso ante la envergadura del alfa supo de inmediato que se equivocaba con la hembra a la que rondaba, mas tarde , mi auto-control se fue a la mierda y decidido a darle muerte me abalancé alzándolo de la pechera pegandole una y otra vez escuchando de fondo los gritos de Amara suplicando que lo soltara.
Caso omiso a sus palabras, ella había empezado esta guerra en la que abanderaba la locura como única bandera.
Fue Ingrid de nuevo la que salvó mi razón, tiró de mi brazo pidiendo a Amara que se alejara de mi en esos momentos en los que ni siquiera el aire llegaba a mi corazón y tratando de acunar mi rostro entre sus manos me obligó a enfocar su mirada para que me clamara mientras el joven lobo en el suelo molido a golpes se desangraba.
Como si despertara entonces de un mal sueño observé eso que había hecho, mis nudillos abiertos la enfermería reventada y el joven lobo convulsionando.
-¡que he hecho! -mi voz sonó ahogada mientras me miraba las manos ensangrentadas.
Preso de mis instintos reaccioné, mi mirada se alzó perdiéndose en los orbes oscuros de la cazadora, decepción, eso es todo cuanto pudo leer, traición y con eso me largué de allí. Ingrid tiraba de mi fantasma mientras el joven muchacho era atendido por las enfermeras.
Ira, rabia y dolor, todo mezclado con alcohol en un juego del escondite en el que ninguno hacía por verse y ambos luchábamos por no cruzar nuestros caminos seguramente por motivos distintos.
¿Como explicarle que mis sentimientos por ella eran fuertes pero que demostrárselos nos condenaría a ambos? ¿como arriesgarme a que descubriera la verdad si eso la haría correr en otra dirección?
Me sumí en el trabajo, en sacar a la manada adelante, busque rutas alternativas, negocié con otras manadas apoyos incluso me hice con un buen arsenal de armas que nos ayudarían a paliar un inminente ataque.
Rendirme no era mi fuerte y lucharía con fiereza hasta el fin de mis días, solo el duro trabajo me mantenía ausente de mi sin sentido, enamorarme de la hija de mi enemigo.
Pasaron los días y esa mañana había ido a por unos suministros para combatir el acónito con el que los cazadores impregnaban flechas y armas varias, no era una solución mágica, pero podría ayudarnos a combatir el veneno de nuestro organismos.
Los chicos habían descargado las dos cajas de viales y entré a la enfermería para firmar los papeles e indicarles donde dejarlos cuando me encontré de frente con la imagen de la cazadora retozado con un lobo joven, incapaz de contener mis celos, gruñí roncamente. Los arboles palidecieron, desde su raíz hasta la ultima hoja se sacudieron y los ríos lloraron acompañando mi pena ante la traición verdadera de mi único amor.
Ella, una mujer a la que amaba se había rehecho rápido de lo que por mi sentía si es que fui algo mas que un juego de piernas y ahora buscaba un nuevo juguete con el que apagar sus fuegos.
Mi puño se hundió en la pared por no hundirse en el rostro ajeno, mostré mis colmillos arrugando la nariz, elevando el labio superior mientras el joven macho beta se lanzaba al suelo sumido en la busca del perdón.
Sumiso ante la envergadura del alfa supo de inmediato que se equivocaba con la hembra a la que rondaba, mas tarde , mi auto-control se fue a la mierda y decidido a darle muerte me abalancé alzándolo de la pechera pegandole una y otra vez escuchando de fondo los gritos de Amara suplicando que lo soltara.
Caso omiso a sus palabras, ella había empezado esta guerra en la que abanderaba la locura como única bandera.
Fue Ingrid de nuevo la que salvó mi razón, tiró de mi brazo pidiendo a Amara que se alejara de mi en esos momentos en los que ni siquiera el aire llegaba a mi corazón y tratando de acunar mi rostro entre sus manos me obligó a enfocar su mirada para que me clamara mientras el joven lobo en el suelo molido a golpes se desangraba.
Como si despertara entonces de un mal sueño observé eso que había hecho, mis nudillos abiertos la enfermería reventada y el joven lobo convulsionando.
-¡que he hecho! -mi voz sonó ahogada mientras me miraba las manos ensangrentadas.
Preso de mis instintos reaccioné, mi mirada se alzó perdiéndose en los orbes oscuros de la cazadora, decepción, eso es todo cuanto pudo leer, traición y con eso me largué de allí. Ingrid tiraba de mi fantasma mientras el joven muchacho era atendido por las enfermeras.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
Amara permaneció estática cuando el alfa, con mirada refulgente, gruñendo guturalmente y mostrando los colmillos, incrustó un puño en la pared, dejando marcado el contorno de los nudillos que presionaron con fuerza en el orificio abierto. Sus pardos orbes buscaron los áureos y centellantes del lobo mientras el otro, evidentemente asustado, pedía condonación a la imprudencia cometida, pero el líder de la manada, furioso, no sólo desestimó por completo su presencia sino las súplicas del beta.
Contuvo la respiración, aquel fue momento de incertidumbre y la tensión en la que se habían sumido era casi palpable. No comprendía en lo absoluto la reacción de Vashni, había sido él quien optó por tomar distancia y aunque siempre cabía la posibilidad de que la razón del ataque residiera en otro motivo que no fuera ella, no parecía que fuera así.
De repente el alfa, fuera de sus cabales, golpeó al joven reiteradas veces como si no fuera más que un saco de boxeo, estrellando toda la furia de sus firmes puños contra el rostro del subordinado.
La castaña, contemplando la escena aterrorizada, sintió un inmenso vacío en el estómago. La forma en la que los golpes eran asestados fue cruenta y brutal, tanto así, que podía escuchar el crujir de los huesos del agredido mientras mares de sangre se desbordaban fuera de la piel reventada. Pronto, las facciones del beta no fueron más que una masa enrojecida, hinchada y deforme, pero Vashni, carente de juicio y con la sangre caliente, no parecía haber tenido suficiente.
Ella imploraba al licántropo que se detuviera, pero él no escuchaba razón así que, sin precaución alguna, se abalanzó sobre él en un desesperado intento por contenerlo, mas por supuesto no tuvo éxito. De un solo manotazo Vashni le apartó fuera de su camino y prosiguió con furor en su arremetida, mas cuando ella se dispuso a intentarlo de nuevo, Ingrid, atraída por el bullicio de los gritos, los rugidos y el estruendo de los golpes, ingresó en la estancia, interponiéndose entre ambos, advirtiéndole a la cazadora que se mantuviera al margen mientras se encargaba de calmar el arrebato del hijo de la luna, tirando de él y acunándole el rostro entre sus manos con delicadeza, pidiéndole con voz dulce que la mirara y que respirara profundo.
Amara, reculando a una distancia prudencial observó la escena con un leve temblor corrompiendo la estabilidad de su cuerpo. Jamás había visto a Vashni ser asaltado por furia semejante, ni siquiera cuando no eran más que un par de desconocidos enfrentándose a muerte en el bosque. A quien acababa de contemplar no era sólo un animal cediendo a sus instintos sino a una bestia en su estado más salvaje, inhumana, feroz, letal, sedienta de sangre, una faceta que conocía bien de los lobos a los que en el pasado había dado caza pero que, por algún motivo sólo le trajo a la mente la turbia memoria del hacedor de su más grande tragedia.
Sin embargo, no fue a él a quien temió, lo único que en verdad la espantó fue lo terriblemente despechada que se sintió cuando la cercanía de la hechicera logró apaciguar los demonios del alfa. Un desasosiego hasta ahora desconocido atravesó su corazón como si fuera una lanza. Sí, era cierto, había escuchado que Vashni e Ingrid eran bastante cercanos, pero nunca tuvo que presenciarlo por sí misma no hasta ese preciso momento.
La mirada del lobo reposó sobre la ajena mientras recuperaba el aliento y la pelirroja, por su parte, se dedicaba a acariciarle la barba mientras le susurraba palabras que Amara no alcanzó a escuchar. Nunca había sentido nada semejante, una desolación abrumadora, unos celos tan incisivos que le corroían las entrañas.
Fue sólo cuando el lobo tomó consciencia de lo que había hecho que las pantanosas orbes que le habían evitado por tanto tiempo se volvieron de nuevo a ella. Sus miradas se conectaron fugazmente, pero todo lo que pudo ver en las tempestades de su opuesto fue una profunda decepción Un instante después el alfa se precipitaba a la salida con la hechicera corriendo tras él como su perro faldero. Ella, por el contrario, no movió un solo músculo y permaneció plantada en la misma posición con la mirada cristalizada y fija en el lugar donde yacía tendido el cuerpo del joven lobo.
Como era de esperarse, el alboroto no sólo llamó la atención de la hechicera. Geneviève quien se había vuelto de prisa al percatarse de que la situación se había salido de control, tras revisar el estado del beta y exigir la ayuda de algunos de los curiosos, se aproximó hacia ella y asegurándole que todo estaría bien pero que lo mejor era que se fuera, la tomó por los hombros y la expulsó de la habitación junto a quienes no poseían las capacidades que fueran de utilidad.
Una vez fuera, la cazadora continuó inmóvil, sintiendo la sentencia en la mirada del grupo de fisgones que poco a poco se fue disipando. Todo el esfuerzo que había puerto en acoplarse a su nueva situación, todo cuanto había hecho por encajar se desmoronó en un segundo; no obstante, en ese momento poco le importó pues se encontraba demasiado ensimismada en las sensaciones que le consumían por dentro.
No supo exactamente cuanto tiempo transcurrió, pudieron ser segundos, minutos… horas. Lo cierto es que para cuando despabiló y las sensaciones hasta ahora adormecidas palpitaron de nuevo bajo su pecho, amenazando con estallar, apretó los puños tan fuerte que sus uñas se hundieron en la propia piel y perforaron las cicatrices de media luna ya marcadas en sus palmas. No era dueña de su cuerpo ni de sus acciones, la ira la movía y paso a paso guio su camino en dirección a la habitación del licántropo, un sendero que la llevó hacia pena mayor al encontrarlo, como se lo había figurado, en los brazos de la hechicera.
Amara había abrió la puerta de golpe, no llamó, ni tampoco realizó movimiento que anticipara su presencia, sólo irrumpió sin más, manteniéndose bajo el umbral de la puerta con la mirada vacía.
— Lamento interrumpir — Articuló sin emoción — Necesito un momento con el alfa
El talante con el que cargaba Amara hablaba por ella, lo que pedía era realmente una demanda. Fue la joven de cabellos de fuego quien primero reaccionó y en cordiales palabras intentó persuadirla de que no era el mejor momento para otra indiscreción, pero Vashni, que ya se apreciaba mucho más calmado —no por ello menos cabreado— accedió a su exigencia, pidiéndole a la hechicera que se retirara. A regañadientes la pelirroja cedió y sólo cuando se encontraron solos en la recámara la cazadora volvió a proferir palabra.
— ¿Por qué has hecho eso? — Fue directo al grano, severa y con expresión pétrea, sin filtro que suavizara sus palabras. Sólo buscaba la más mínima excusa para explotar — ¿Acaso es por alguna especie de complejo de macho? — Escupió airada, acercándose a él a paso firme, cediendo a la cólera con cada una de sus pisadas — ¿Por qué no mejor intentas golpearme a mí? Alguien que realmente se encuentra a tu nivel, alguien que realmente puede defenderse ¿ah? —Rugió dándole un empujón que lo hizo retroceder unos centímetros— ¡vamos! ¡¿por qué no peleas conmigo?! ¡Pelea grandísimo cretino! — Lo incitó de nuevo, completando su dicción con un nuevo empujón que a él lo hizo gruñir y encender la mirada como dos gigantes rojas — Sí… así está bien, no te preocupes Vashni, puede que no sea una loba, pero es son esos días del mes en los que me siento como una perra rabiosa.
No se contuvo más. Irascible, la impetuosa cazadora arremetió contra el alfa y uno tras otro, sus furiosos puños se precipitaron en busca de colisión; sin embargo, sus ataques estaban colmados de rabia, las emociones nublaban su juicio y delataban sus movimientos con anticipación… como resultado a Vashni le fue sencillo evadirlos.
Tras bloquear una de sus patadas, el hijo de la luna finalmente la redujo, sujetándola de forma que le fue imposible soltarse. Amara inhalaba y exhalaba con fuerza, su pecho subía y bajaba vigoroso, su corazón se estrellaba violento contra su caja toráxica y su cuerpo retemblaba sutilmente entre el agarre del lobo.
— Pelea conmigo — Demandó de nuevo comprimiendo las palabras entre sus dientes — …o déjame ir — Le tomó un instante mermar su ira y tras aspirar una bocanada de aire que con la que abocó a la calma, finalmente volvió a hablar. Era la primera vez en considerable lapso que tenía al lobo relativamente cerca así que volteó el rostro evadiéndole la mirada — No pertenezco aquí… esto comenzó conmigo traicionando mi gente por ti y voy a terminarlo ahora que ha cruzado la línea opuesta. — inspiró hondo y tras una pausa corta finalmente fijó sus tormentas sobre las ajenas — Soy tu enemiga y esta… esta es la forma en la que me debes ver siempre.
Contuvo la respiración, aquel fue momento de incertidumbre y la tensión en la que se habían sumido era casi palpable. No comprendía en lo absoluto la reacción de Vashni, había sido él quien optó por tomar distancia y aunque siempre cabía la posibilidad de que la razón del ataque residiera en otro motivo que no fuera ella, no parecía que fuera así.
De repente el alfa, fuera de sus cabales, golpeó al joven reiteradas veces como si no fuera más que un saco de boxeo, estrellando toda la furia de sus firmes puños contra el rostro del subordinado.
La castaña, contemplando la escena aterrorizada, sintió un inmenso vacío en el estómago. La forma en la que los golpes eran asestados fue cruenta y brutal, tanto así, que podía escuchar el crujir de los huesos del agredido mientras mares de sangre se desbordaban fuera de la piel reventada. Pronto, las facciones del beta no fueron más que una masa enrojecida, hinchada y deforme, pero Vashni, carente de juicio y con la sangre caliente, no parecía haber tenido suficiente.
Ella imploraba al licántropo que se detuviera, pero él no escuchaba razón así que, sin precaución alguna, se abalanzó sobre él en un desesperado intento por contenerlo, mas por supuesto no tuvo éxito. De un solo manotazo Vashni le apartó fuera de su camino y prosiguió con furor en su arremetida, mas cuando ella se dispuso a intentarlo de nuevo, Ingrid, atraída por el bullicio de los gritos, los rugidos y el estruendo de los golpes, ingresó en la estancia, interponiéndose entre ambos, advirtiéndole a la cazadora que se mantuviera al margen mientras se encargaba de calmar el arrebato del hijo de la luna, tirando de él y acunándole el rostro entre sus manos con delicadeza, pidiéndole con voz dulce que la mirara y que respirara profundo.
Amara, reculando a una distancia prudencial observó la escena con un leve temblor corrompiendo la estabilidad de su cuerpo. Jamás había visto a Vashni ser asaltado por furia semejante, ni siquiera cuando no eran más que un par de desconocidos enfrentándose a muerte en el bosque. A quien acababa de contemplar no era sólo un animal cediendo a sus instintos sino a una bestia en su estado más salvaje, inhumana, feroz, letal, sedienta de sangre, una faceta que conocía bien de los lobos a los que en el pasado había dado caza pero que, por algún motivo sólo le trajo a la mente la turbia memoria del hacedor de su más grande tragedia.
Sin embargo, no fue a él a quien temió, lo único que en verdad la espantó fue lo terriblemente despechada que se sintió cuando la cercanía de la hechicera logró apaciguar los demonios del alfa. Un desasosiego hasta ahora desconocido atravesó su corazón como si fuera una lanza. Sí, era cierto, había escuchado que Vashni e Ingrid eran bastante cercanos, pero nunca tuvo que presenciarlo por sí misma no hasta ese preciso momento.
La mirada del lobo reposó sobre la ajena mientras recuperaba el aliento y la pelirroja, por su parte, se dedicaba a acariciarle la barba mientras le susurraba palabras que Amara no alcanzó a escuchar. Nunca había sentido nada semejante, una desolación abrumadora, unos celos tan incisivos que le corroían las entrañas.
Fue sólo cuando el lobo tomó consciencia de lo que había hecho que las pantanosas orbes que le habían evitado por tanto tiempo se volvieron de nuevo a ella. Sus miradas se conectaron fugazmente, pero todo lo que pudo ver en las tempestades de su opuesto fue una profunda decepción Un instante después el alfa se precipitaba a la salida con la hechicera corriendo tras él como su perro faldero. Ella, por el contrario, no movió un solo músculo y permaneció plantada en la misma posición con la mirada cristalizada y fija en el lugar donde yacía tendido el cuerpo del joven lobo.
Como era de esperarse, el alboroto no sólo llamó la atención de la hechicera. Geneviève quien se había vuelto de prisa al percatarse de que la situación se había salido de control, tras revisar el estado del beta y exigir la ayuda de algunos de los curiosos, se aproximó hacia ella y asegurándole que todo estaría bien pero que lo mejor era que se fuera, la tomó por los hombros y la expulsó de la habitación junto a quienes no poseían las capacidades que fueran de utilidad.
Una vez fuera, la cazadora continuó inmóvil, sintiendo la sentencia en la mirada del grupo de fisgones que poco a poco se fue disipando. Todo el esfuerzo que había puerto en acoplarse a su nueva situación, todo cuanto había hecho por encajar se desmoronó en un segundo; no obstante, en ese momento poco le importó pues se encontraba demasiado ensimismada en las sensaciones que le consumían por dentro.
No supo exactamente cuanto tiempo transcurrió, pudieron ser segundos, minutos… horas. Lo cierto es que para cuando despabiló y las sensaciones hasta ahora adormecidas palpitaron de nuevo bajo su pecho, amenazando con estallar, apretó los puños tan fuerte que sus uñas se hundieron en la propia piel y perforaron las cicatrices de media luna ya marcadas en sus palmas. No era dueña de su cuerpo ni de sus acciones, la ira la movía y paso a paso guio su camino en dirección a la habitación del licántropo, un sendero que la llevó hacia pena mayor al encontrarlo, como se lo había figurado, en los brazos de la hechicera.
Amara había abrió la puerta de golpe, no llamó, ni tampoco realizó movimiento que anticipara su presencia, sólo irrumpió sin más, manteniéndose bajo el umbral de la puerta con la mirada vacía.
— Lamento interrumpir — Articuló sin emoción — Necesito un momento con el alfa
El talante con el que cargaba Amara hablaba por ella, lo que pedía era realmente una demanda. Fue la joven de cabellos de fuego quien primero reaccionó y en cordiales palabras intentó persuadirla de que no era el mejor momento para otra indiscreción, pero Vashni, que ya se apreciaba mucho más calmado —no por ello menos cabreado— accedió a su exigencia, pidiéndole a la hechicera que se retirara. A regañadientes la pelirroja cedió y sólo cuando se encontraron solos en la recámara la cazadora volvió a proferir palabra.
— ¿Por qué has hecho eso? — Fue directo al grano, severa y con expresión pétrea, sin filtro que suavizara sus palabras. Sólo buscaba la más mínima excusa para explotar — ¿Acaso es por alguna especie de complejo de macho? — Escupió airada, acercándose a él a paso firme, cediendo a la cólera con cada una de sus pisadas — ¿Por qué no mejor intentas golpearme a mí? Alguien que realmente se encuentra a tu nivel, alguien que realmente puede defenderse ¿ah? —Rugió dándole un empujón que lo hizo retroceder unos centímetros— ¡vamos! ¡¿por qué no peleas conmigo?! ¡Pelea grandísimo cretino! — Lo incitó de nuevo, completando su dicción con un nuevo empujón que a él lo hizo gruñir y encender la mirada como dos gigantes rojas — Sí… así está bien, no te preocupes Vashni, puede que no sea una loba, pero es son esos días del mes en los que me siento como una perra rabiosa.
No se contuvo más. Irascible, la impetuosa cazadora arremetió contra el alfa y uno tras otro, sus furiosos puños se precipitaron en busca de colisión; sin embargo, sus ataques estaban colmados de rabia, las emociones nublaban su juicio y delataban sus movimientos con anticipación… como resultado a Vashni le fue sencillo evadirlos.
Tras bloquear una de sus patadas, el hijo de la luna finalmente la redujo, sujetándola de forma que le fue imposible soltarse. Amara inhalaba y exhalaba con fuerza, su pecho subía y bajaba vigoroso, su corazón se estrellaba violento contra su caja toráxica y su cuerpo retemblaba sutilmente entre el agarre del lobo.
— Pelea conmigo — Demandó de nuevo comprimiendo las palabras entre sus dientes — …o déjame ir — Le tomó un instante mermar su ira y tras aspirar una bocanada de aire que con la que abocó a la calma, finalmente volvió a hablar. Era la primera vez en considerable lapso que tenía al lobo relativamente cerca así que volteó el rostro evadiéndole la mirada — No pertenezco aquí… esto comenzó conmigo traicionando mi gente por ti y voy a terminarlo ahora que ha cruzado la línea opuesta. — inspiró hondo y tras una pausa corta finalmente fijó sus tormentas sobre las ajenas — Soy tu enemiga y esta… esta es la forma en la que me debes ver siempre.
Última edición por Amara J. Argent el Dom Ago 05, 2018 2:16 am, editado 1 vez
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
Aun gruñía cuando Ingrid logró sacarme de aquel lugar donde por primera vez, me había transformado en verdugo de los míos y todo por una humana, mi enemigo.
Mi único amor había nacido de mi único odio y yo parecía haber olvidado por completo que un día ese apellido convirtió al mío en huérfano.
Me adentré en la habitación completamente furibundo, airado abrí la puerta que del golpe seco retumbó contra la pared al ser abierta y sin medir las consecuencias caminé por la estancia de arriba a bajo como una bestia enjaulada.
-Dijiste que me darías soluciones, respuestas, pero nada mas lejos de la verdad, mi distancia la lleva a acercarse a otros machos -gruñí mostrandole los colmillos -¡me volveré loco de seguir así!
Me acerqué a ella sujetando con mis manos sus antebrazos mientras mis ojos amarillos se hundían en los suyos calmos.
Ingrid me conocía lo suficiente como para saber que nunca le haría daño, peor estaba al borde del frenesí y eso era peligroso para mi.
-Ingrid quiero tocarla, besarla, acostarme con ella, dejar de esquivarla, no quiero tener esta distancia, no puedo aguantar mas ¿lo entiendes? ¡Ella es mía!
Fue entonces cuando la puerta se abrió de golpe, pestañeé un par de veces para que mis orbes volvieran a ser marrones, mientras deslizaba mis manos por los brazos ajenos hasta que cayeron a ambos lados de mi cuerpo por su propio peso.
Ingrid tomó la iniciativa pidiendo que se marchara de la estancia, que ni de lejos era el momento pero el latir del humano corazón de Amara era un peligroso tambor, la guerra quedaba reflejada en su mirada parda.
-¡Ve Ingrid! -sentencié.
La mirada de la bruja fue un reproche, sabía lo que pensaba, pero eso no cambiaba que yo necesitaba a Amara, era cierto todo me llevaba a un desenlace fatal en el que la perdida era una maldita realidad.
Amara se paseaba por mi caserón como un fantasma, etéreo era para mi su olor, y la necesidad crecía cada vez que me la cruzaba y solo la esperanza de respuestas me mantenía cuerdo pues Ingrid me prometió una solución.
La cazadora me golpeó con los puños, rudos sus ataques fácilmente fueron interceptables, ella estaba fuera de si y no pensaba. Gritaba a los cuatro vientos lo mucho que me odiaba y mis dientes al escucharlo se apretaban así como cada musculo se tensaba, acabé acorralándola como el depredador que era, la pared se convirtió en prisión y mi cuerpo en cárcel de piel y hueso.
-Dices que somos enemigos, que por mi traicionaste a los tuyos -rugí furibundo -¿y yo? ¿acaso no he puesto en riesgo a mi manada por protegerte? ¿como vas a saldar mi ofensa cuando bajo a la enfermería y te pillo intimando con uno de los míos? ¿Acaso no puedes mantener las piernas cerradas cuando de licantropos se trata? Ya tu padre lo insinuó, que eres una puta barata que para joderlo te follas a todo alfa que te cruzas? -Mis ojos se tiñeron de amarillo -¿no has podido esperar? Te dije que estaba “ocupado” que necesitaba espacio para pensar ¿tanto te costaba esperar que encontrara el modo?
La solté porque su cercanía quemaba, porque su aliento golpeaba mis labios con tanta fuerza que hubiera atajado la distancia y me hubiera dejado llevar por los instintos mas básicos. Por un instante nuestros labios se rozaron pero acabamos gruñendo antes de que la distancia imperara y nuestra nariz se separara.
-¿quieres largarte? -gruñí -Soy una bestia, no lo olvides, pero tu no eres distinta, no somos mas que esclavos de nuestros destinos.
Mi único amor había nacido de mi único odio y yo parecía haber olvidado por completo que un día ese apellido convirtió al mío en huérfano.
Me adentré en la habitación completamente furibundo, airado abrí la puerta que del golpe seco retumbó contra la pared al ser abierta y sin medir las consecuencias caminé por la estancia de arriba a bajo como una bestia enjaulada.
-Dijiste que me darías soluciones, respuestas, pero nada mas lejos de la verdad, mi distancia la lleva a acercarse a otros machos -gruñí mostrandole los colmillos -¡me volveré loco de seguir así!
Me acerqué a ella sujetando con mis manos sus antebrazos mientras mis ojos amarillos se hundían en los suyos calmos.
Ingrid me conocía lo suficiente como para saber que nunca le haría daño, peor estaba al borde del frenesí y eso era peligroso para mi.
-Ingrid quiero tocarla, besarla, acostarme con ella, dejar de esquivarla, no quiero tener esta distancia, no puedo aguantar mas ¿lo entiendes? ¡Ella es mía!
Fue entonces cuando la puerta se abrió de golpe, pestañeé un par de veces para que mis orbes volvieran a ser marrones, mientras deslizaba mis manos por los brazos ajenos hasta que cayeron a ambos lados de mi cuerpo por su propio peso.
Ingrid tomó la iniciativa pidiendo que se marchara de la estancia, que ni de lejos era el momento pero el latir del humano corazón de Amara era un peligroso tambor, la guerra quedaba reflejada en su mirada parda.
-¡Ve Ingrid! -sentencié.
La mirada de la bruja fue un reproche, sabía lo que pensaba, pero eso no cambiaba que yo necesitaba a Amara, era cierto todo me llevaba a un desenlace fatal en el que la perdida era una maldita realidad.
Amara se paseaba por mi caserón como un fantasma, etéreo era para mi su olor, y la necesidad crecía cada vez que me la cruzaba y solo la esperanza de respuestas me mantenía cuerdo pues Ingrid me prometió una solución.
La cazadora me golpeó con los puños, rudos sus ataques fácilmente fueron interceptables, ella estaba fuera de si y no pensaba. Gritaba a los cuatro vientos lo mucho que me odiaba y mis dientes al escucharlo se apretaban así como cada musculo se tensaba, acabé acorralándola como el depredador que era, la pared se convirtió en prisión y mi cuerpo en cárcel de piel y hueso.
-Dices que somos enemigos, que por mi traicionaste a los tuyos -rugí furibundo -¿y yo? ¿acaso no he puesto en riesgo a mi manada por protegerte? ¿como vas a saldar mi ofensa cuando bajo a la enfermería y te pillo intimando con uno de los míos? ¿Acaso no puedes mantener las piernas cerradas cuando de licantropos se trata? Ya tu padre lo insinuó, que eres una puta barata que para joderlo te follas a todo alfa que te cruzas? -Mis ojos se tiñeron de amarillo -¿no has podido esperar? Te dije que estaba “ocupado” que necesitaba espacio para pensar ¿tanto te costaba esperar que encontrara el modo?
La solté porque su cercanía quemaba, porque su aliento golpeaba mis labios con tanta fuerza que hubiera atajado la distancia y me hubiera dejado llevar por los instintos mas básicos. Por un instante nuestros labios se rozaron pero acabamos gruñendo antes de que la distancia imperara y nuestra nariz se separara.
-¿quieres largarte? -gruñí -Soy una bestia, no lo olvides, pero tu no eres distinta, no somos mas que esclavos de nuestros destinos.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
En ese preciso momento Amara era un completo desastre. Furia como ninguna otra se expandía por todo su cuerpo, ardía bajo su piel y le corroía las entrañas; por supuesto, la respuesta que recibió de Vashni no ayudó a apaciguarla ni siquiera un poco. Su corazón palpitaba tan raudo y violento que podía sentirlo estrellarse fuertemente contra su caja toráxica, sus mejillas se encendían en un rosado intenso y sus pardos, infernales, fulminaban al lobo, desafiándolo con altivez y sin posibilidad de tregua.
Un pequeño gruñido se escapó de sus labios, su mandíbula se tensó, sus parpados se abrieron a su máxima expresión y estampó con fuerza la palma de su mano contra la mejilla del lobo. No sabía por qué le afectaba tanto la distancia que él había impuesto entre los dos, mucho menos por qué le pesaban las palabras incisivas que le escupía o por qué la sola idea de imaginarlo con otra mujer le punzaba en el pecho, tan dolorosa como si le atravesaran la carne con metal recién fraguado. Sus tormentas se nublaron, pero antes de que las cristalinas gotas descendieran por sus mejillas se mordió la lengua con tanta fuerza que puso saborear el ferroso gusto de su propia sangre.
— ¿Intimando? — inquirió notablemente ofendida, con la voz ahogada entre la agitación y sus pesadas respiraciones. La acusación del licántropo se escuchaba tan ridícula que por un instante pensó que iba a estallar en carcajadas— ¿Eso es lo que piensas? ¿Eso es lo que crees que…?
Su voz se quebró, la pregunta quedó al aire. Un frenesí de ira, abrasadora, forjada en el quinto círculo del averno la acometió sin clemencia. No pudo contenerse, los ojos le escocían y las lágrimas contenidas se desbordaron como ríos glaciales sobre la piel ígnea. Lloraba de rabia y aunque cerca estuvo de reclamarle la cercanía que mantenía con la hechicera, comprimió entre sus dientes las palabras pues aquello no habría hecho más que delatar cuanto le importaba verdaderamente y no podía darle semejante gusto en bandeja de plata. En su sano juicio Amara jamás hubiese considerado el sacar el tema a flote, mas en ese momento no era dueña de sí misma, ni de sus acciones.
— ¿Acaso te molestaste en preguntar? ¿Acaso te tomaste un instante para analizar lo que sucedía? — Indagó, elevando el tono de su voz con cada palabra articulada— ¡No! ¡por supuesto que no! ¡sólo entraste y lo jodiste todo! —Le espetó furiosa, las palabras se escapaban de su boca sin filtro ni control —¡Eso es lo que haces, eso es todo lo que has hecho desde el momento en que te conocí! ¡me has jodido y me sigues jodiendo! ¡Por tu culpa mi padre me odia más que nunca! ¡por tu culpa perdí quizá mi única oportunidad de encajar aquí! ¡Por tu culpa lo perdí todo! — Rugió a todo pulmón y le dio un fuerte empujón, no era justo cargar toda la culpa sobre él, después de todo, eran sus decisiones las que le habían llevado hasta aquella posición; no obstante, en ese momento no pensaba, no comprendía de lógica, no existía razón y fuera de sí, la cazadora golpeó el pecho del lobo con sus puños reiteradas veces, incluso aunque ni con toda su fuerza aquello pareció surtir efecto o causarle mayor daño— ¡Por tu culpa están muertas! ¡tu destruiste a mi familia! tú las mataste! ¡tú las mataste!
Las palabras brotaron sin que fuera verdaderamente consciente de lo que decía. Para cuando despabiló de aquel endemoniado trance, una vez fue verdaderamente consciente de lo afirmado, se sintió incapaz de creer el discurso que ella misma había formulado. Vashni la contemplaba completamente anonadado, pero la mirada de Amara se perdía en el infinito, lucía confundida, desorientada, aturdida, su orbes pardas bailaban de un lado a otro en busca de respuestas, intentando en vano darle sentido a lo que acababa de suceder.
— No, tu no hiciste eso... — Susurró más para sí misma que para él.
Sus labios retemblaban… su cuerpo entero tiritaba. Apretó los párpados, inspiró tanto aire como le fue posible contener en sus pulmones y lentamente lo dejó escapar, procediendo a restregarse el rostro con las manos. Le tomó un par de segundos sosegar sus demonios, mas cuando finalmente se recompuso, elevó sus cansinas tempestades hasta alcanzar las pantanosas esferas de su opuesto.
Sus labios se entreabrieron vacilantes.
— Si me tomas por una de esas mujeres tristes que esperan a que el hombre decida lo que quiere, quizá te he dado la impresión equivocada — Por supuesto desestimó lo sucedido, ignorarlo era más sencillo, huir la salida fácil — Y si ese es el concepto que tienes de mí, si me ves como una puta barata, si eso es lo que piensas verdaderamente… entonces es probable que esto sea lo mejor.
Sin más que decir, Amara se precipitó hacia la salida.
Un pequeño gruñido se escapó de sus labios, su mandíbula se tensó, sus parpados se abrieron a su máxima expresión y estampó con fuerza la palma de su mano contra la mejilla del lobo. No sabía por qué le afectaba tanto la distancia que él había impuesto entre los dos, mucho menos por qué le pesaban las palabras incisivas que le escupía o por qué la sola idea de imaginarlo con otra mujer le punzaba en el pecho, tan dolorosa como si le atravesaran la carne con metal recién fraguado. Sus tormentas se nublaron, pero antes de que las cristalinas gotas descendieran por sus mejillas se mordió la lengua con tanta fuerza que puso saborear el ferroso gusto de su propia sangre.
— ¿Intimando? — inquirió notablemente ofendida, con la voz ahogada entre la agitación y sus pesadas respiraciones. La acusación del licántropo se escuchaba tan ridícula que por un instante pensó que iba a estallar en carcajadas— ¿Eso es lo que piensas? ¿Eso es lo que crees que…?
Su voz se quebró, la pregunta quedó al aire. Un frenesí de ira, abrasadora, forjada en el quinto círculo del averno la acometió sin clemencia. No pudo contenerse, los ojos le escocían y las lágrimas contenidas se desbordaron como ríos glaciales sobre la piel ígnea. Lloraba de rabia y aunque cerca estuvo de reclamarle la cercanía que mantenía con la hechicera, comprimió entre sus dientes las palabras pues aquello no habría hecho más que delatar cuanto le importaba verdaderamente y no podía darle semejante gusto en bandeja de plata. En su sano juicio Amara jamás hubiese considerado el sacar el tema a flote, mas en ese momento no era dueña de sí misma, ni de sus acciones.
— ¿Acaso te molestaste en preguntar? ¿Acaso te tomaste un instante para analizar lo que sucedía? — Indagó, elevando el tono de su voz con cada palabra articulada— ¡No! ¡por supuesto que no! ¡sólo entraste y lo jodiste todo! —Le espetó furiosa, las palabras se escapaban de su boca sin filtro ni control —¡Eso es lo que haces, eso es todo lo que has hecho desde el momento en que te conocí! ¡me has jodido y me sigues jodiendo! ¡Por tu culpa mi padre me odia más que nunca! ¡por tu culpa perdí quizá mi única oportunidad de encajar aquí! ¡Por tu culpa lo perdí todo! — Rugió a todo pulmón y le dio un fuerte empujón, no era justo cargar toda la culpa sobre él, después de todo, eran sus decisiones las que le habían llevado hasta aquella posición; no obstante, en ese momento no pensaba, no comprendía de lógica, no existía razón y fuera de sí, la cazadora golpeó el pecho del lobo con sus puños reiteradas veces, incluso aunque ni con toda su fuerza aquello pareció surtir efecto o causarle mayor daño— ¡Por tu culpa están muertas! ¡tu destruiste a mi familia! tú las mataste! ¡tú las mataste!
Las palabras brotaron sin que fuera verdaderamente consciente de lo que decía. Para cuando despabiló de aquel endemoniado trance, una vez fue verdaderamente consciente de lo afirmado, se sintió incapaz de creer el discurso que ella misma había formulado. Vashni la contemplaba completamente anonadado, pero la mirada de Amara se perdía en el infinito, lucía confundida, desorientada, aturdida, su orbes pardas bailaban de un lado a otro en busca de respuestas, intentando en vano darle sentido a lo que acababa de suceder.
— No, tu no hiciste eso... — Susurró más para sí misma que para él.
Sus labios retemblaban… su cuerpo entero tiritaba. Apretó los párpados, inspiró tanto aire como le fue posible contener en sus pulmones y lentamente lo dejó escapar, procediendo a restregarse el rostro con las manos. Le tomó un par de segundos sosegar sus demonios, mas cuando finalmente se recompuso, elevó sus cansinas tempestades hasta alcanzar las pantanosas esferas de su opuesto.
Sus labios se entreabrieron vacilantes.
— Si me tomas por una de esas mujeres tristes que esperan a que el hombre decida lo que quiere, quizá te he dado la impresión equivocada — Por supuesto desestimó lo sucedido, ignorarlo era más sencillo, huir la salida fácil — Y si ese es el concepto que tienes de mí, si me ves como una puta barata, si eso es lo que piensas verdaderamente… entonces es probable que esto sea lo mejor.
Sin más que decir, Amara se precipitó hacia la salida.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
Amara me odiaba, esa sensación de frustración embargaba mi ser por completo, primero su diestra golpeó con furia mi rostro, eso si, sin dejar de recordarme lo culpable que yo era de todo. Guardé silencio, uno sepulcral mientras recibía todas y cada una de sus acometidas contra mi pecho, puños cerrados, empujones que no me movieron un ápice de mi posición altiva aunque por dentro me quebraba como un jarrón hecho pedazos en el suelo de una habitación.
Si antes me recordó que ella no era una fulana, si en el aire dejo que ella no intimaba con el otro lobo pese a que yo no estaba ciego y sabía lo que había visto de primera mano. La rabia me llevo a gruñir hundiendo en ella mis ámbar plagados de rabia.
-¡Lo he visto1 -rugí furioso.
Amara me culpo de todo, principalmente de que su padre la odiara mas que nunca, de haber perdido su hogar y yo acabar de quitarle la posibilidad de convertir en eso el mio.
Tensé la mandíbula, gruñí porque le hubiera rebatido todas y cada una de sus palabras y por contra debía calarme porque si tensaba la cuerda se iría y eso la pondría en peligro.
-¡Joder! -gruñí incapaz de hacerle ver que si bien era cierto mi arranque había estado mal, mis celos traían un motivo ¿acaso estaba ciega y era incapaz de darse cuenta e que estaba enamorado de ella.
Fue entonces cuando las palabras salieron furibundas de su boca, me quede perplejo ¿sabía que había matado a su familia?temblé por un instante, mi respiración se agitó y mi corazón creo que se detuvo por unos instantes, mas por suerte reculo, algo que me hizo ver que no sabía la verdad pero..¿la intuía quizás? ¿empezaba a recordar?
Si recordaba la noche de la luna de sangre sería el final, mentirle me iba a pasar factura, controle la verdad implicaba perderla y no sabia que demonios hacer para simplemente que entendiera que yo no fui culpable, si no otra victima como ella.
Cerré los ojos cuando simplemente se dio la vuelta para largarse, esperé el portazo antes de derrumbarme, hundí mi puño en la pared, saje mis nudillos con el impacto y la arenisca calló al suelo mientras aullada de dolor.
Me dejé caer finalmente en el suelo, la espalda contra la pared, enterré mi cara en las manos y después las deslicé apartándome el pelo entre gruñidos.
Estaba desesperado, no podía ir por ella, detenerla, porque no tenia nada que decirle para convencerla y que se quedara conmigo. Porque de hacerlo, recordatoria la verdad, que yo era el culpable de haber perdido a su madre y a su hermana y eso me condenaría a una vida sin ella, pero si me quedaba allí, impertérrito pensaría que no me importaba y se equivocaba.
-¡Joder! -rugí de nuevo gruñendo como una bestia herida aterrada por el inexorable paso del tiempo.
Si antes me recordó que ella no era una fulana, si en el aire dejo que ella no intimaba con el otro lobo pese a que yo no estaba ciego y sabía lo que había visto de primera mano. La rabia me llevo a gruñir hundiendo en ella mis ámbar plagados de rabia.
-¡Lo he visto1 -rugí furioso.
Amara me culpo de todo, principalmente de que su padre la odiara mas que nunca, de haber perdido su hogar y yo acabar de quitarle la posibilidad de convertir en eso el mio.
Tensé la mandíbula, gruñí porque le hubiera rebatido todas y cada una de sus palabras y por contra debía calarme porque si tensaba la cuerda se iría y eso la pondría en peligro.
-¡Joder! -gruñí incapaz de hacerle ver que si bien era cierto mi arranque había estado mal, mis celos traían un motivo ¿acaso estaba ciega y era incapaz de darse cuenta e que estaba enamorado de ella.
Fue entonces cuando las palabras salieron furibundas de su boca, me quede perplejo ¿sabía que había matado a su familia?temblé por un instante, mi respiración se agitó y mi corazón creo que se detuvo por unos instantes, mas por suerte reculo, algo que me hizo ver que no sabía la verdad pero..¿la intuía quizás? ¿empezaba a recordar?
Si recordaba la noche de la luna de sangre sería el final, mentirle me iba a pasar factura, controle la verdad implicaba perderla y no sabia que demonios hacer para simplemente que entendiera que yo no fui culpable, si no otra victima como ella.
Cerré los ojos cuando simplemente se dio la vuelta para largarse, esperé el portazo antes de derrumbarme, hundí mi puño en la pared, saje mis nudillos con el impacto y la arenisca calló al suelo mientras aullada de dolor.
Me dejé caer finalmente en el suelo, la espalda contra la pared, enterré mi cara en las manos y después las deslicé apartándome el pelo entre gruñidos.
Estaba desesperado, no podía ir por ella, detenerla, porque no tenia nada que decirle para convencerla y que se quedara conmigo. Porque de hacerlo, recordatoria la verdad, que yo era el culpable de haber perdido a su madre y a su hermana y eso me condenaría a una vida sin ella, pero si me quedaba allí, impertérrito pensaría que no me importaba y se equivocaba.
-¡Joder! -rugí de nuevo gruñendo como una bestia herida aterrada por el inexorable paso del tiempo.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
Ingrid acató la orden del alfa y, aunque ganas no le faltaron de protestar, supo que lo más prudente era callar sus réplicas o, por lo menos, guardarlas para otro momento, uno mejor. Suspiró, apretó los labios y en silencio abandonó la estancia, cerrando la puerta tras de sí, dispuesta a encaminarse hacia propia; sin embargo, no alcanzó la mitad del pasillo cuando los gritos provenientes de la habitación que había abandonado, nada más segundos atrás, le hicieron volverse de inmediato. Amara elevaba considerablemente el tono de voz y aunque no fue intención de la hechicera fisgonear en los asuntos que no eran de su incumbencia, alcanzó a escuchar todos y cada uno de los reclamos que esta le hacía al lobo, culpándolo de todas las desgracias que le acaecían en ese momento.
La pelirroja movió la cabeza a modo de negación y, tentada a intervenir, caminó de vuelta hacia el cuarto, mas se detuvo frente a la puerta y allí permaneció plantada, con la diestra sobrevolando el picaporte, vacilante ante el hecho de que probable, posible y ciertamente su intromisión terminase mal. El impulso era fuerte, no podía evitarlo, le molestaba, le irritaba terriblemente que Vashni le permitiera a esa mujer dirigirse a él con semejante insolencia e ingratitud, especialmente después de todo lo que él había puesto en juego por ella, incluyendo a la manada; simplemente le parecía injusto.
Había intentado sentir empatía por la castaña, comprenderla por lo menos, mas todo el empeño había sido en vano pues la mujer era la mismísima definición de caos. No pensaba necesariamente que Amara fuese una mala persona, podía percatarse de lo mucho que, a su modo, esta se esforzaba por hacer lo correcto, sin embargo, no podía ignorar todo lo demás. Desde el momento en que la cazadora apareció en escena todo iba de mal en peor y no parecía mejorar, era casi como si estuviese implícito en su naturaleza, casi como si estuviese destinada a destruir todo cuanto tocaba y aunque no la culpaba por ello, ciertamente era ella quien lo jodía todo, especialmente a Vashni.
Fue en ese momento cuando la puerta se abrió de golpe y, furibunda, la castaña apareció tras el umbral, aparentemente, no muy complacida de encontrarla allí. No pronunció palabra, tampoco tuvo que hacerlo, las esferas turbias e infernales de la dama se fijaron con severidad en su mirada clara y tras fruncir las facciones en un sutil gesto de fastidio, dio un portazo y se precipitó a marcha demoledora a través del pasillo.
La hechicera permaneció estática y en silencio, observando la menuda silueta de la cazadora alejarse hasta desaparecer al final del corredor. Inquieta, dejó escapar una bocanada de aire y sus dedos tamborilearon nerviosos sobre sus muslos. Contempló la puerta barajando sus opciones, podía escuchar al lobo dar golpes y escupir maldiciones al aire desde el otro lado, evidentemente y como era de esperarse, estaba hecho un desastre. Odiaba verlo así, le importaba, lo quería y sabía que él merecía mejor de lo que recibía, mejor que el infortunio y el fatídico sino que le perseguían, mejor que Amara… pero ¿cómo se lo explicaría a él? ¿cómo le haría entender que, a pesar de conocer la solución al problema, había preferido callarla?
Tragó saliva, retuvo tanto aire como le fue posible en sus pulmones y finalmente dio tres golpecitos sobre la madera, pidiendo permiso para entrar. No le sorprendió cuando la respuesta que obtuvo fue negativa, mas armándose de valor y tentando a la suerte, optó por desafiar la voluntad del alfa y entró de todas formas. Sentado en el suelo y desde una posición deplorable el lobo elevó sus orbes como dos gigantes rojas a punto de fulminar a quien fuera que osara llevarle la contraria, mas al encontrarse con ella, inmediatamente volvieron a aquella opaca tonalidad pantanosa.
Él gruñía, se lamentaba y rugía lleno de rabia. Ella, por el contrario, se mantuvo silente y con la cabeza gacha, la culpa la carcomía las entrañas y la confesión guardada palpitaba en la punta de su lengua.
— Sé como deshacer el recuerdo —Apretó los parpados mientras las palabras emergieron sin control, ciertamente, se sentía incapaz de reservárselo otro segundo. Vashni se volvió hacia ella inmediatamente y ladeó la cabeza, observándola confundido, aparentemente sin entender lo que sucedía— Lo he sabido desde hace casi dos semanas.
Nada más las palabras escaparon sus labios la mirada del alfa se encendió radioactiva. Estaba cabreado, dolido y no esperaba menos, había traicionado su confianza, la había buscado suplicante, desesperado y necesitado de respuestas y aún así ella había callado. La traición en la expresión de Vashni era tangible y a ella se le encogió el corazón de la cólera con la que este le miraba.
— Le estás permitiendo convertirse en tu destrucción y odio verte así — Declaró sin filtro. La prudencia era su mejor virtud mas debía ser sincera— El universo te habla y tus sentimientos por ella te nublan el juicio. Una y otra vez te has puesto en peligro, nos has puesto en peligro a todos y aunque el destino continúa empeñándose en separarlos, persistes en desafiarlo ¿qué crees que significa Vashni? Quizá no están designados a estar juntos.
Sus labios retemblaron, tan pronto como terminó el discurso, por el gesto de desconsuelo que surcó las facciones de su opuesto, supo que eligió las palabras equivocadas. Afilada e incisiva había sido su dicción, pero no por ello menos verdadera, había dicho cuanto tenía que decir y lo que restaba dependía del licántropo.
— Pero eso no me excusa, no tenía derecho, no es mi decisión y… — Contuvo la respiración un instante— lo lamento profundamente— Hizo una pausa, densa e incómoda— Puedes estar enojado conmigo o… puedo ayudarte a solucionarlo— Esquivó la inquisitiva mirada del lobo, no era capaz de mirarlo a la cara, así que dejó caer su peso contra la pared y ancló sus celestiales orbes al suelo— No será fácil, Amara debe llevar el colgante mientras realizo el hechizo, de otra forma no funcionará —La joya que pendía del cuello de la cazadora era un objeto de propiedades únicas y era improbable que existiese otro semejante en el planeta tierra. A artefactos como aquel se les conocía como malditos y como todo maleficio, tenían un costo a pagar— Y puede que sea peligroso, debo crear un vínculo entre tu mente y la piedra —Explicó— ya que las memorias son acerca de ti, eres el único que puede encontrarlas, es… es difícil de explicar, una vez allí no sé qué puedas encontrar, puede ser un laberinto o un pasillo lleno de puertas, no puedo decirte nada con certeza…
No podía ilustrar aquello que desconocía, de llevar a cabo el encantamiento, Vashni iría a ciegas. Artilugios como aquel colgante resultaban de cargas negativas muy antiguas y poderosas… masacres, sacrificios colectivos o incluso una porción del poder de algún demonio; por supuesto, la magia que poseía debía ser oscura y engañosa. Sus orbes esmeralda ascendieron temerosas hasta encontrarse con la mirada del hombre.
— Los recuerdos deben estar ocultos en algún rincón, puede que lleven la forma de algún objeto, puede que luzcan como Amara misma, no lo sé, lo único que puedo afirmarte es que el colgante intentará engañarte, jugar con tu mente, confundirte y no puedes permitírselo... — Su voz tembló, estaba asustada, existían diez mil formas en las que aquello podía salir mal y solo unas cuantas en las que tenían la posibilidad real de triunfar— Esto es demasiado para mí, debo acudir a la magia de mis ancestros para poder hacerlo… pero tienes que darte prisa, esa piedra absorberá mi poder y si pierdo mi magia no sólo se romperá el vínculo con mis antepasados, sino que no seré capaz de sacarte jamás.
La pelirroja movió la cabeza a modo de negación y, tentada a intervenir, caminó de vuelta hacia el cuarto, mas se detuvo frente a la puerta y allí permaneció plantada, con la diestra sobrevolando el picaporte, vacilante ante el hecho de que probable, posible y ciertamente su intromisión terminase mal. El impulso era fuerte, no podía evitarlo, le molestaba, le irritaba terriblemente que Vashni le permitiera a esa mujer dirigirse a él con semejante insolencia e ingratitud, especialmente después de todo lo que él había puesto en juego por ella, incluyendo a la manada; simplemente le parecía injusto.
Había intentado sentir empatía por la castaña, comprenderla por lo menos, mas todo el empeño había sido en vano pues la mujer era la mismísima definición de caos. No pensaba necesariamente que Amara fuese una mala persona, podía percatarse de lo mucho que, a su modo, esta se esforzaba por hacer lo correcto, sin embargo, no podía ignorar todo lo demás. Desde el momento en que la cazadora apareció en escena todo iba de mal en peor y no parecía mejorar, era casi como si estuviese implícito en su naturaleza, casi como si estuviese destinada a destruir todo cuanto tocaba y aunque no la culpaba por ello, ciertamente era ella quien lo jodía todo, especialmente a Vashni.
Fue en ese momento cuando la puerta se abrió de golpe y, furibunda, la castaña apareció tras el umbral, aparentemente, no muy complacida de encontrarla allí. No pronunció palabra, tampoco tuvo que hacerlo, las esferas turbias e infernales de la dama se fijaron con severidad en su mirada clara y tras fruncir las facciones en un sutil gesto de fastidio, dio un portazo y se precipitó a marcha demoledora a través del pasillo.
La hechicera permaneció estática y en silencio, observando la menuda silueta de la cazadora alejarse hasta desaparecer al final del corredor. Inquieta, dejó escapar una bocanada de aire y sus dedos tamborilearon nerviosos sobre sus muslos. Contempló la puerta barajando sus opciones, podía escuchar al lobo dar golpes y escupir maldiciones al aire desde el otro lado, evidentemente y como era de esperarse, estaba hecho un desastre. Odiaba verlo así, le importaba, lo quería y sabía que él merecía mejor de lo que recibía, mejor que el infortunio y el fatídico sino que le perseguían, mejor que Amara… pero ¿cómo se lo explicaría a él? ¿cómo le haría entender que, a pesar de conocer la solución al problema, había preferido callarla?
Tragó saliva, retuvo tanto aire como le fue posible en sus pulmones y finalmente dio tres golpecitos sobre la madera, pidiendo permiso para entrar. No le sorprendió cuando la respuesta que obtuvo fue negativa, mas armándose de valor y tentando a la suerte, optó por desafiar la voluntad del alfa y entró de todas formas. Sentado en el suelo y desde una posición deplorable el lobo elevó sus orbes como dos gigantes rojas a punto de fulminar a quien fuera que osara llevarle la contraria, mas al encontrarse con ella, inmediatamente volvieron a aquella opaca tonalidad pantanosa.
Él gruñía, se lamentaba y rugía lleno de rabia. Ella, por el contrario, se mantuvo silente y con la cabeza gacha, la culpa la carcomía las entrañas y la confesión guardada palpitaba en la punta de su lengua.
— Sé como deshacer el recuerdo —Apretó los parpados mientras las palabras emergieron sin control, ciertamente, se sentía incapaz de reservárselo otro segundo. Vashni se volvió hacia ella inmediatamente y ladeó la cabeza, observándola confundido, aparentemente sin entender lo que sucedía— Lo he sabido desde hace casi dos semanas.
Nada más las palabras escaparon sus labios la mirada del alfa se encendió radioactiva. Estaba cabreado, dolido y no esperaba menos, había traicionado su confianza, la había buscado suplicante, desesperado y necesitado de respuestas y aún así ella había callado. La traición en la expresión de Vashni era tangible y a ella se le encogió el corazón de la cólera con la que este le miraba.
— Le estás permitiendo convertirse en tu destrucción y odio verte así — Declaró sin filtro. La prudencia era su mejor virtud mas debía ser sincera— El universo te habla y tus sentimientos por ella te nublan el juicio. Una y otra vez te has puesto en peligro, nos has puesto en peligro a todos y aunque el destino continúa empeñándose en separarlos, persistes en desafiarlo ¿qué crees que significa Vashni? Quizá no están designados a estar juntos.
Sus labios retemblaron, tan pronto como terminó el discurso, por el gesto de desconsuelo que surcó las facciones de su opuesto, supo que eligió las palabras equivocadas. Afilada e incisiva había sido su dicción, pero no por ello menos verdadera, había dicho cuanto tenía que decir y lo que restaba dependía del licántropo.
— Pero eso no me excusa, no tenía derecho, no es mi decisión y… — Contuvo la respiración un instante— lo lamento profundamente— Hizo una pausa, densa e incómoda— Puedes estar enojado conmigo o… puedo ayudarte a solucionarlo— Esquivó la inquisitiva mirada del lobo, no era capaz de mirarlo a la cara, así que dejó caer su peso contra la pared y ancló sus celestiales orbes al suelo— No será fácil, Amara debe llevar el colgante mientras realizo el hechizo, de otra forma no funcionará —La joya que pendía del cuello de la cazadora era un objeto de propiedades únicas y era improbable que existiese otro semejante en el planeta tierra. A artefactos como aquel se les conocía como malditos y como todo maleficio, tenían un costo a pagar— Y puede que sea peligroso, debo crear un vínculo entre tu mente y la piedra —Explicó— ya que las memorias son acerca de ti, eres el único que puede encontrarlas, es… es difícil de explicar, una vez allí no sé qué puedas encontrar, puede ser un laberinto o un pasillo lleno de puertas, no puedo decirte nada con certeza…
No podía ilustrar aquello que desconocía, de llevar a cabo el encantamiento, Vashni iría a ciegas. Artilugios como aquel colgante resultaban de cargas negativas muy antiguas y poderosas… masacres, sacrificios colectivos o incluso una porción del poder de algún demonio; por supuesto, la magia que poseía debía ser oscura y engañosa. Sus orbes esmeralda ascendieron temerosas hasta encontrarse con la mirada del hombre.
— Los recuerdos deben estar ocultos en algún rincón, puede que lleven la forma de algún objeto, puede que luzcan como Amara misma, no lo sé, lo único que puedo afirmarte es que el colgante intentará engañarte, jugar con tu mente, confundirte y no puedes permitírselo... — Su voz tembló, estaba asustada, existían diez mil formas en las que aquello podía salir mal y solo unas cuantas en las que tenían la posibilidad real de triunfar— Esto es demasiado para mí, debo acudir a la magia de mis ancestros para poder hacerlo… pero tienes que darte prisa, esa piedra absorberá mi poder y si pierdo mi magia no sólo se romperá el vínculo con mis antepasados, sino que no seré capaz de sacarte jamás.
Última edición por Amara J. Argent el Dom Ago 05, 2018 2:15 am, editado 1 vez
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Localización : El diablo sabe dónde
Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
Escuché al otro lado de la puerta a la bruja, Ingrid llevaba buena parte de nuestra discusión allí, escuchándolo todo, es por eso por lo que le negué la entrada, porque en el fondo, sabía lo que me diría, que no podía tenerla, que era un error y que por el pagaría. Enfrentar sus ojos era ahora mismo lo que mas temía, quizás porque siempre fue sincera conmigo, porque me apoyo cuando nadie mas lo hizo, porque siempre conté con su mano sobre mi hombro, y porque pese a esta petición casi imposible, nunca dudó de mi como líder.
Pese a mi negativa ella entro de todas las manera,s elevé la cabeza que hasta entonces y tras el caos que había impuesto en aquello que era mi cámara y que ahora echa trizas apenas un mueble permanecía en pie fije en sus verdes mi mirada perdida.
Vislumbre pena, seguramente porque ver a un hombre destrozado por amor es l oque ocasionaba.
-No me mires así -pedí roto por el dolor mientras la ira quemaba mi pecho.
Gruñí lleno de rabia incapaz de borrar de un plumazo a la cazadora de mi cabeza y si bien sabía que eso era lo correcto, que no solo arriesgaba mi vida si no la del resto y que mi obligación como alfa era protegerlos, no podía evitarla hasta sentirse tambalear mis cimientos de todo en lo que creía, incluso de mis instintos.
Mas en ese momento la bruja dijo algo que me hizo elevar mis dos gigantes rojas hacia ella furibundo.
-¿Como? -pregunté esperando por una parte que no e hubiera mentido durante todo este tiempo, pero por otro lado, la idea de sacar de su cabeza aquella noche hacía lo imposible posible.
Dejaría de tener que esconderme, huir de ella y podía confesar mis sentimientos, abrirle la puerta de mi cuarto y de mi vida.
Esa noche pasaría a ser historia, un terrible error en los que ambos fuimos victimas de algún modo, no merecíamos que aquella noche marcara nuestro sino.
-¿Como? -pregunté, rogué mas bien
Dos semanas, dos semanas en la que desesperé frente a ella, en las que veía como rugía de pura rabia y frustración, en las que no podía tocarla y verla con otros me arrancaba la cordura y ella, ella sabía las respuestas esas que nunca me daba.
-¿Como? -rugí furibundo con los colmillos crecidos y las uñas hundidas en el parque.
No, no era su maldita decisión, era la mía y me daba igual todo, solo quería que fuera mía.
Podía leer en sus ojos la decepción, como sus pupilas me devolvían la imagen de un hombre que había perdido el norte, uno al que su sino no le pertenecía y aun asi me mantuve en mis trece.
Era peligroso, no podría sacarme, el precio se me antojaba nimio si a cambio podía tener una vida con ella, una distinta a la que marcaba la fatídica luna de sangre.
-No lo entiendes -aseguré entre dientes.
Bien sabía ella no era la culpable, que me apreciaba y no quería que nada malo me pasara ni a mi ni a la manada.
Me alcé acercándome a ella hasta que mi frente reposó cansina sobre la suya, mi mano acarició su brazo en un instintivo y decadente sube y baja.
-Se que no lo entiendes, pero eso es porque no amas. Tengo que ir -sus ojos se elevaron golpeando los míos -si no vuelvo, si me quedo atrapado, encárgate de que mi manada esté a salvo, se que no eres una loba, pero confino en ti, confió en ti como en ningún otro.
Posé mis labios en su frente cerrando los ojos
-Lo siento
Nuestro sino acaba de marcarse, ella llevaría a cabo el ritual y Amara seria llevada allí con alguna infame excusa.
Pese a mi negativa ella entro de todas las manera,s elevé la cabeza que hasta entonces y tras el caos que había impuesto en aquello que era mi cámara y que ahora echa trizas apenas un mueble permanecía en pie fije en sus verdes mi mirada perdida.
Vislumbre pena, seguramente porque ver a un hombre destrozado por amor es l oque ocasionaba.
-No me mires así -pedí roto por el dolor mientras la ira quemaba mi pecho.
Gruñí lleno de rabia incapaz de borrar de un plumazo a la cazadora de mi cabeza y si bien sabía que eso era lo correcto, que no solo arriesgaba mi vida si no la del resto y que mi obligación como alfa era protegerlos, no podía evitarla hasta sentirse tambalear mis cimientos de todo en lo que creía, incluso de mis instintos.
Mas en ese momento la bruja dijo algo que me hizo elevar mis dos gigantes rojas hacia ella furibundo.
-¿Como? -pregunté esperando por una parte que no e hubiera mentido durante todo este tiempo, pero por otro lado, la idea de sacar de su cabeza aquella noche hacía lo imposible posible.
Dejaría de tener que esconderme, huir de ella y podía confesar mis sentimientos, abrirle la puerta de mi cuarto y de mi vida.
Esa noche pasaría a ser historia, un terrible error en los que ambos fuimos victimas de algún modo, no merecíamos que aquella noche marcara nuestro sino.
-¿Como? -pregunté, rogué mas bien
Dos semanas, dos semanas en la que desesperé frente a ella, en las que veía como rugía de pura rabia y frustración, en las que no podía tocarla y verla con otros me arrancaba la cordura y ella, ella sabía las respuestas esas que nunca me daba.
-¿Como? -rugí furibundo con los colmillos crecidos y las uñas hundidas en el parque.
No, no era su maldita decisión, era la mía y me daba igual todo, solo quería que fuera mía.
Podía leer en sus ojos la decepción, como sus pupilas me devolvían la imagen de un hombre que había perdido el norte, uno al que su sino no le pertenecía y aun asi me mantuve en mis trece.
Era peligroso, no podría sacarme, el precio se me antojaba nimio si a cambio podía tener una vida con ella, una distinta a la que marcaba la fatídica luna de sangre.
-No lo entiendes -aseguré entre dientes.
Bien sabía ella no era la culpable, que me apreciaba y no quería que nada malo me pasara ni a mi ni a la manada.
Me alcé acercándome a ella hasta que mi frente reposó cansina sobre la suya, mi mano acarició su brazo en un instintivo y decadente sube y baja.
-Se que no lo entiendes, pero eso es porque no amas. Tengo que ir -sus ojos se elevaron golpeando los míos -si no vuelvo, si me quedo atrapado, encárgate de que mi manada esté a salvo, se que no eres una loba, pero confino en ti, confió en ti como en ningún otro.
Posé mis labios en su frente cerrando los ojos
-Lo siento
Nuestro sino acaba de marcarse, ella llevaría a cabo el ritual y Amara seria llevada allí con alguna infame excusa.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
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Re: Mi unico amor nació de mi único odio (Privado)(+18)
Las cosas se habían sentido más tensas durante esa última semana. Ingrid hizo todo cuanto estaba en su poder por persuadir al alfa de no aventurarse al interior de la gema que le impedía construir una vida con Amara, pero él era obstinado, así que se había mostrado inflexible, determinado a tomar el chance incluso si implicaba el riesgo de perderse a sí mismo en el proceso.
El ritual era bastante complejo, así que la hechicera había solicitado al lobo un lapso de siete días en los que ella se prepararía para el ritual y conseguiría los ingredientes necesarios para llevarlo a cabo. Ingrid era bastante hábil, pero el conjuro que planeaba realizar requerían una inmensa cantidad de energía mágica, por lo que, aunque descendía de los protectores del quinto elemento y su poder lo extraía de la naturaleza, aun así debía exhumar los huesos de sus padres para generar una conexión que le permitiera canalizar el poder de sus ancestros.
El tema de sus padres tocaba un nervio sensible en ella así que de no ser por Vashni probablemente jamás hubiera accedido a hazaña semejante. A él le debía mucho y ya lo había decepcionado una vez; la culpa le carcomía las entrañas como consecuencia de sus actos. Sabía que debía afrontar los efectos de sus decisiones y aunque seguía sin consentirlo, esa era la manera.
Todo estaba perfectamente planeado, esa misma noche ejecutarían el hechizo. Como la presencia de la cazadora era un menester para el ritual, la hechicera había sugerido suministrar un par de gotas de somnífero en alguno de sus alimentos; sin embargo, Amara continuaba evadiendo a Vashni y parecía rehusarse a cruzar palabra con Ingrid, así que ambos habían llegado a la conclusión que no era viable un acercamiento por parte de ninguno.
Geneviève, por otro lado, era la única integrante de la manada con quien la castaña logró entablar relación y aparentemente a la única a quién le tenía confianza. Vashni optó por conversar con la loba, explicarle la situación y expresarle la importancia de la misma y aunque esta se mostró reticente a la confabulación, argumentando que no lo consideraba justo con Amara, no tuvo más remedio que aceptar pues no sentía ánimos de desafiar al alfa.
Recientemente, la situación se había tornado un tanto más desagradable la noche en que la cazadora huyó al encuentro de un inmortal —quien aparentaba conocer más de lo prudente— en busca de su propia verdad. Todo el asunto se había enrevesado con el transcurrir de la noche y el destino persistía en invocar fantasmas del pasado, mas si bien tenía asuntos por resolver, su mente permanecía con su padre y su corazón… eso aún no lo comprendía.
Tras su última discusión con Vashni y lo acontecido un par de noches atrás con Hyun, Amara había optado por mantener un perfil bajo. Cada vez que intentaba hacer lo correcto generalmente las cosas resultaban mal o se salían de control, así que había concluido que lo mejor era dejar de intentarlo, renunciar al propósito de encajar y, sobre todo, a la ridícula idea de que lo que fuera que existiera entre Vashni y ella tenía posibilidad de funcionar. Claramente estaba sola, mas debía asumir la culpa; se jodió a sí misma en el instante en que le falló a su sangre y traicionó su deber por un licántropo, su enemigo. Un segundo de debilidad había significado su perdición.
Ese día, únicamente salió a entrenar temprano en la mañana y a la hora del almuerzo; afortunadamente, en ninguna de las dos ocasiones se topó con Vashni, ni siquiera captó su estela, pero no siempre contaba con la misma suerte, usualmente las circunstancias se desarrollaban diferente y terminaba encontrándoselo de frente en lo que resultaba una situación bastante incómoda. La indiferencia era la mejor defensa que poseía la castaña, si pretendía que no le importaba nadie podía hacerle daño… pero ¿de qué le servía una fachada rocosa si por dentro se estaba desmoronando?
El resto de la jornada lo pasó encerrada en su habitación, leyendo una novela y ahogándose en sus propios pensamientos. Últimamente no podía dormir sin ser asaltada por terribles pesadillas, había perdido el apetito y la mera idea de tener que levantarse del lecho era sumamente tortuosa; su existencia se venía abajo y ella ya se había resignado a dejarse consumir por ella.
Amara acababa de darse un baño y se dedicaba a peinar su ondulada cabellera cuando escuchó tres suaves golpecitos sobre la madera de su puerta. Inmediatamente la joven dejó a un lado el cepillo y se dispuso a atender el llamado sin mucha emoción, sólo para encontrarse con la jovial figurilla de Geneviève que, tras el umbral, sacudía una botella de ron y le estiraba un plato con tarta de limón. Amara resopló.
— No tengo ánimo para esto, Gen.
La loba frunció el entrecejo.
— No me vas a rechazar ¿o sí? — La cazadora observó fijamente a su interlocutora y enarcó una ceja. En ese momento la loba entendió que debía cambiar de táctica, así optó por batir las pestañas y hacerle ojitos — Por favoooooooor
Amara masculló una afirmación entre dientes, rodó los ojos y, a regañadientes, se hizo a un lado, permitiéndole a su amiga pasar. La hija de la luna colocó la tarta sobre la mesita de noche y acto seguido se dejó caer sobre el lecho; por su parte, ella se limitó a cerrar la puerta y tomó asiento más discretamente.
— Vamos, cómete la tarta… — La incitó, señalando el postre— la horneé yo misma por el cumpleaños de Markus y tuve la decencia de guardarte un pedazo.
Amara ladeó la sonrisa y con el tenedor partió un pedazo del pie y se lo llevó a la boca, entonces su semejante le ofreció el ron.
— Que buena combinación — Aseguró la cazadora con un deje de ironía.
— Ey, no juzgues hasta que no pruebes.
Las jóvenes rieron y continuaron conversando. Pasada una media hora, Amara ya se había terminado el pie y entre ambas se habían bebido la mitad del contenido de la botella. No podía decir que se había olvidado de todo cuanto le agobiaba, pero ciertamente, sí se sentía un poco mejor; no obstante, al cabo de unos minutos, todo dio vueltas a su alrededor y los párpados le comenzaron a pesar. Intentó luchar contra el cansancio, pero su mirada persistía en desenfocarse y las palabras de su interlocutora se perdían en un ininteligible eco.
— No me siento bien… — Arrastró las palabras antes de que su cuerpo se distendiera sobre el colchón, cayendo en los brazos de Morfeo.
Inmediatamente Geneviève se puso en pie y abrió la puerta, tras la que aguardaban las siluetas del alfa y la hechicera.
— Esta hecho.
El ritual era bastante complejo, así que la hechicera había solicitado al lobo un lapso de siete días en los que ella se prepararía para el ritual y conseguiría los ingredientes necesarios para llevarlo a cabo. Ingrid era bastante hábil, pero el conjuro que planeaba realizar requerían una inmensa cantidad de energía mágica, por lo que, aunque descendía de los protectores del quinto elemento y su poder lo extraía de la naturaleza, aun así debía exhumar los huesos de sus padres para generar una conexión que le permitiera canalizar el poder de sus ancestros.
El tema de sus padres tocaba un nervio sensible en ella así que de no ser por Vashni probablemente jamás hubiera accedido a hazaña semejante. A él le debía mucho y ya lo había decepcionado una vez; la culpa le carcomía las entrañas como consecuencia de sus actos. Sabía que debía afrontar los efectos de sus decisiones y aunque seguía sin consentirlo, esa era la manera.
Todo estaba perfectamente planeado, esa misma noche ejecutarían el hechizo. Como la presencia de la cazadora era un menester para el ritual, la hechicera había sugerido suministrar un par de gotas de somnífero en alguno de sus alimentos; sin embargo, Amara continuaba evadiendo a Vashni y parecía rehusarse a cruzar palabra con Ingrid, así que ambos habían llegado a la conclusión que no era viable un acercamiento por parte de ninguno.
Geneviève, por otro lado, era la única integrante de la manada con quien la castaña logró entablar relación y aparentemente a la única a quién le tenía confianza. Vashni optó por conversar con la loba, explicarle la situación y expresarle la importancia de la misma y aunque esta se mostró reticente a la confabulación, argumentando que no lo consideraba justo con Amara, no tuvo más remedio que aceptar pues no sentía ánimos de desafiar al alfa.
***
Recientemente, la situación se había tornado un tanto más desagradable la noche en que la cazadora huyó al encuentro de un inmortal —quien aparentaba conocer más de lo prudente— en busca de su propia verdad. Todo el asunto se había enrevesado con el transcurrir de la noche y el destino persistía en invocar fantasmas del pasado, mas si bien tenía asuntos por resolver, su mente permanecía con su padre y su corazón… eso aún no lo comprendía.
Tras su última discusión con Vashni y lo acontecido un par de noches atrás con Hyun, Amara había optado por mantener un perfil bajo. Cada vez que intentaba hacer lo correcto generalmente las cosas resultaban mal o se salían de control, así que había concluido que lo mejor era dejar de intentarlo, renunciar al propósito de encajar y, sobre todo, a la ridícula idea de que lo que fuera que existiera entre Vashni y ella tenía posibilidad de funcionar. Claramente estaba sola, mas debía asumir la culpa; se jodió a sí misma en el instante en que le falló a su sangre y traicionó su deber por un licántropo, su enemigo. Un segundo de debilidad había significado su perdición.
Ese día, únicamente salió a entrenar temprano en la mañana y a la hora del almuerzo; afortunadamente, en ninguna de las dos ocasiones se topó con Vashni, ni siquiera captó su estela, pero no siempre contaba con la misma suerte, usualmente las circunstancias se desarrollaban diferente y terminaba encontrándoselo de frente en lo que resultaba una situación bastante incómoda. La indiferencia era la mejor defensa que poseía la castaña, si pretendía que no le importaba nadie podía hacerle daño… pero ¿de qué le servía una fachada rocosa si por dentro se estaba desmoronando?
El resto de la jornada lo pasó encerrada en su habitación, leyendo una novela y ahogándose en sus propios pensamientos. Últimamente no podía dormir sin ser asaltada por terribles pesadillas, había perdido el apetito y la mera idea de tener que levantarse del lecho era sumamente tortuosa; su existencia se venía abajo y ella ya se había resignado a dejarse consumir por ella.
Amara acababa de darse un baño y se dedicaba a peinar su ondulada cabellera cuando escuchó tres suaves golpecitos sobre la madera de su puerta. Inmediatamente la joven dejó a un lado el cepillo y se dispuso a atender el llamado sin mucha emoción, sólo para encontrarse con la jovial figurilla de Geneviève que, tras el umbral, sacudía una botella de ron y le estiraba un plato con tarta de limón. Amara resopló.
— No tengo ánimo para esto, Gen.
La loba frunció el entrecejo.
— No me vas a rechazar ¿o sí? — La cazadora observó fijamente a su interlocutora y enarcó una ceja. En ese momento la loba entendió que debía cambiar de táctica, así optó por batir las pestañas y hacerle ojitos — Por favoooooooor
Amara masculló una afirmación entre dientes, rodó los ojos y, a regañadientes, se hizo a un lado, permitiéndole a su amiga pasar. La hija de la luna colocó la tarta sobre la mesita de noche y acto seguido se dejó caer sobre el lecho; por su parte, ella se limitó a cerrar la puerta y tomó asiento más discretamente.
— Vamos, cómete la tarta… — La incitó, señalando el postre— la horneé yo misma por el cumpleaños de Markus y tuve la decencia de guardarte un pedazo.
Amara ladeó la sonrisa y con el tenedor partió un pedazo del pie y se lo llevó a la boca, entonces su semejante le ofreció el ron.
— Que buena combinación — Aseguró la cazadora con un deje de ironía.
— Ey, no juzgues hasta que no pruebes.
Las jóvenes rieron y continuaron conversando. Pasada una media hora, Amara ya se había terminado el pie y entre ambas se habían bebido la mitad del contenido de la botella. No podía decir que se había olvidado de todo cuanto le agobiaba, pero ciertamente, sí se sentía un poco mejor; no obstante, al cabo de unos minutos, todo dio vueltas a su alrededor y los párpados le comenzaron a pesar. Intentó luchar contra el cansancio, pero su mirada persistía en desenfocarse y las palabras de su interlocutora se perdían en un ininteligible eco.
— No me siento bien… — Arrastró las palabras antes de que su cuerpo se distendiera sobre el colchón, cayendo en los brazos de Morfeo.
Inmediatamente Geneviève se puso en pie y abrió la puerta, tras la que aguardaban las siluetas del alfa y la hechicera.
— Esta hecho.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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