AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Choque de espadas [privado]
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Choque de espadas [privado]
Recuerdo del primer mensaje :
Viajé durante un par de días. El norte no cambiaba, se mantenía de forma imperecedera, aguantando las inclemencias al igual que sus habitantes. Lo que no nos hacía caer nos volvía más fuertes. No importaba el vigor de las fuerzas que azotaran las ciudades, sus habitantes tenían espíritu, el fuego de los vikingos jamás se extinguiría.
Estaba en una colina tupida de blanca nieve, con las manos hundidas en mis bolsillos observando la antigua aldea. La noche ya había caído y el viento helado movía mi larga cabellera. Pasé mis dedos por mi rostro, apartando los mechones que rebeldes caían sobre él. La aldea estaba fortificada ahora, en contraste con su antigua apariencia. ¿Antigua? ¿Cuántos años exactamente habían transcurrido… Apenas me encontraba en mi veintena pero sentía como si ya llevara muchos más años a cuestas.
Detrás de mi escuché un aullido que me removió algo por dentro, sonaba distinto, melancólico, como si el lobo le reclamara sus penas a la luna. Volteé y vi sus brillantes ojos desde detrás de unos árboles, me observaba. Sonreí al notar que el juego de sombras le ocultaba,hubiera deseado tocarlo pero él era como yo, desconfiaba de todos. Aún así nos miramos en silencio. Una bandada de cuervos alzó el vuelo de improviso, aleteando sobre mi cabeza, un gruñido salió de entre los dientes del lobo y se alejó.
Bajé entonces la colina para adentrarme en la aldea, sin llamar la atención, era fácil volverme invisible a las miradas. Un par de calles más de tierra y daría con el exacto lugar adonde debía de morar mi antiguo entrenador. Llegué a esa cabaña para encontrarla completamente a oscuras, lo cual me pareció extraño… él dijo que aguardaría mi llegada.
La puerta de la entrada estaba rota, fue lo primero que noté. La aldaba colgaba y el marco estaba hecho astillas a un lado. Alguien la había forzado. Entré sin pensarlo dos veces, mi mirada captó los muebles volcados, y sobre la alfombra del salón gotas de sangre. Me agaché a tocarlas… No podían ser de él…
Con el rabillo del ojo noté el casi imperceptible movimiento. Una espada que quería atacarme desde atrás. Giré a tiempo para esquivarle. Mi mano viajo hacia el antebrazo y con un golpe brusco hice tronar el hueso, rompiéndolo. La espada cayó en el suelo y otro sujeto más procuró cortarme con su acero. Saqué el mío y lo moví con rapidez, cortando un antebrazo, la sangre me salpicó mientras la extremidad manchaba la alfombra. -Ah vamos, ¿no bastan dos o tres para acabar con una?-
Mi espada chocó con el acero ajeno mientras mis pies me desplazaban entre el grupo que se había formado a mi alrededor. Uno a uno a uno fueron cayendo, mi espada cercenaba todo lo que se encontraba a su paso. Tripas cayeron en la estancia, agarré a uno de la garganta y se la atravesé de un extremo a otro por encima de su nuez de Adán.
Quedaba en pie otro más que colocó sus manos sobre su boca e imitó un ulular, acababa de llamar refuerzos que pronto entraron por la puerta. En mi rostro se dibujó una sonrisa sádica, nada como una buena bienvenida sangrienta en la cual me superaban en número, y la noche solo empezaba.
El norte… había estado alejada de él tanto tiempo que por momentos no estaba segura de poder reconocerle. El viaje de regreso había sido callado y largo pero mi intención no era quedarme, aún no. Cuando regresara de verdad, lo haría de forma permanente, pero ahora ni siquiera pensaba en visitar mi hogar. Vest-Agder, la fortaleza de los Rendahl, estaría mejor sin mi, de acercarme no haría más que hacer daño a aquella que alguna vez fue mi familia. ¿Para qué hacerles sufrir con la presencia de una extraña?
Había recibido la nota de mi antiguo maestro, aquel viejo sabelotodo que todavía me las debía por alertar a mi antiguo mejor amigo cuando viajé a Paris. Vale, que siempre supe que se sentía orgulloso de él, pero yo también era su orgullo, lo había dicho en varias ocasiones. Se vanagloriaba de que habíamos sido sus mejores alumnos, y eso que entrenó a muchos durante demasiado tiempo, y al parecer aún lo hacía. Quizás me lo dijo ya demasiado tarde, cuando la relevancia de sus palabras escapaban de mi discernimiento. Me había hecho sufrir con creces el entrenamiento cuando era chica, había sido más duro conmigo que con muchos otros, pero esa manera de tratarme había rendido frutos. De hecho, creo que incluso me admiraba ahora, aunque de forma distinta, su mirada de sabueso buscaba en mi algo que ya no existía, aunque el viejo era estuviera empecinado en creer lo contrario.
Viajé durante un par de días. El norte no cambiaba, se mantenía de forma imperecedera, aguantando las inclemencias al igual que sus habitantes. Lo que no nos hacía caer nos volvía más fuertes. No importaba el vigor de las fuerzas que azotaran las ciudades, sus habitantes tenían espíritu, el fuego de los vikingos jamás se extinguiría.
Estaba en una colina tupida de blanca nieve, con las manos hundidas en mis bolsillos observando la antigua aldea. La noche ya había caído y el viento helado movía mi larga cabellera. Pasé mis dedos por mi rostro, apartando los mechones que rebeldes caían sobre él. La aldea estaba fortificada ahora, en contraste con su antigua apariencia. ¿Antigua? ¿Cuántos años exactamente habían transcurrido… Apenas me encontraba en mi veintena pero sentía como si ya llevara muchos más años a cuestas.
Detrás de mi escuché un aullido que me removió algo por dentro, sonaba distinto, melancólico, como si el lobo le reclamara sus penas a la luna. Volteé y vi sus brillantes ojos desde detrás de unos árboles, me observaba. Sonreí al notar que el juego de sombras le ocultaba,hubiera deseado tocarlo pero él era como yo, desconfiaba de todos. Aún así nos miramos en silencio. Una bandada de cuervos alzó el vuelo de improviso, aleteando sobre mi cabeza, un gruñido salió de entre los dientes del lobo y se alejó.
Bajé entonces la colina para adentrarme en la aldea, sin llamar la atención, era fácil volverme invisible a las miradas. Un par de calles más de tierra y daría con el exacto lugar adonde debía de morar mi antiguo entrenador. Llegué a esa cabaña para encontrarla completamente a oscuras, lo cual me pareció extraño… él dijo que aguardaría mi llegada.
La puerta de la entrada estaba rota, fue lo primero que noté. La aldaba colgaba y el marco estaba hecho astillas a un lado. Alguien la había forzado. Entré sin pensarlo dos veces, mi mirada captó los muebles volcados, y sobre la alfombra del salón gotas de sangre. Me agaché a tocarlas… No podían ser de él…
Con el rabillo del ojo noté el casi imperceptible movimiento. Una espada que quería atacarme desde atrás. Giré a tiempo para esquivarle. Mi mano viajo hacia el antebrazo y con un golpe brusco hice tronar el hueso, rompiéndolo. La espada cayó en el suelo y otro sujeto más procuró cortarme con su acero. Saqué el mío y lo moví con rapidez, cortando un antebrazo, la sangre me salpicó mientras la extremidad manchaba la alfombra. -Ah vamos, ¿no bastan dos o tres para acabar con una?-
Mi espada chocó con el acero ajeno mientras mis pies me desplazaban entre el grupo que se había formado a mi alrededor. Uno a uno a uno fueron cayendo, mi espada cercenaba todo lo que se encontraba a su paso. Tripas cayeron en la estancia, agarré a uno de la garganta y se la atravesé de un extremo a otro por encima de su nuez de Adán.
Quedaba en pie otro más que colocó sus manos sobre su boca e imitó un ulular, acababa de llamar refuerzos que pronto entraron por la puerta. En mi rostro se dibujó una sonrisa sádica, nada como una buena bienvenida sangrienta en la cual me superaban en número, y la noche solo empezaba.
Pronto decidieron amenizar el encuentro incendiando la cabaña. Alcé mi espada en el aire, el encuentro ahora se desplazaba e inevitablemente salíamos a las calles empedradas. Las nubes cubrieron la luna ensangrentada casi en su totalidad y sentí su presencia. Loki me miraba, disfrutando del encuentro. Por supuesto el muy maldito no movía un dedo como de costumbre, rodé los ojos al vislumbrar su desplazamiento entre las tiendas que a esas horas nocturnas ya estaban cerradas y que comenzaban a arder. Mi leve distracción me valió un corte en un costado, la sangre manó, gruñí y tras caer me puse en pie para continuar el entretenido baile.
Skadi Rendahl- Humano Clase Alta
- Mensajes : 101
Fecha de inscripción : 13/10/2016
Re: Choque de espadas [privado]
La noche avanzaba, Höor y Skadi ocupaban un viejo altillo, aquel par que se conoció de niños se había reunido debido a la casualidad. Sonreí de medio lado con un deje de ironía al caer sobre el sofá con la intención de dormir. ¿Qué versiones de nosotros ocupaban este espacio? ¿No nos estábamos engañando el uno al otro con la versión que presentábamos para que el otro viese? Hablamos como si nos conociéramos, pero al mismo tiempo éramos dos extraños, el tiempo no transcurría en balde, hacía de las suyas como le daba la gana e iba moldeando los despojos que respiraban en la caída nocturna procurando dormir.
Seguía desconectada de todo, de vuelta en el norte, destrozando aberraciones que fueron hechas con un despropósito, delirios de un loco que había tomado el trono como suyo. La sangre que vertía me ayudaba a mantener el ancla mental, fija en ese gabinete de mi psique que me hacía recordar que era la parca, tuviese el color que tuviese la sangre del enemigo, ya fuera roja o verde.
En mi espada encontré el control en este día en que estaba de regreso, los gritos ajenos me mantenían alerta en los rincones oscuros y raídos que se aglomeraban en mi cabeza. Me removí inquieta sobre ese sofá, porque no estaba aún preparada para volver y el viejo zorro me había orillado a ello.
Me coloqué sobre un costado, la ventana estaba abierta, las velas apagadas, cerca Höor dormía. Las cortinas se mecían, cerré los ojos para no pensar en Vest-Agder.
Entonces él se coló por la ventana, lo sentí en cuanto lo hizo, Loki… El juego de sombras, el ansia de muerte que comenzaba a carcomerme los huesos, su voz raída y profunda, aquella que en su oscuridad seducía.
Noté la caricia de su aliento al hablarme al oído en susurros que creaba solo para mi. -Sabes que te abandonó, no has olvidado. Te dejó a tu suerte, se olvidó de ti… ¿Cuantos días le dedicó a tu memoria? Él bebía hidromiel, follaba y festejaba mientras a ti te destrozaban en aquella fosa. ¿Olvidaste lo que fue aquello? ¿Lo que te hicieron?- Hablaba con aquella convicción que podía quemar mis oídos.
Agarré las sábanas con fuerza mientras seducía mi cabeza. -Vete… quiero dormir.- Lo escuché soltar una risotada después de abrir el dique que contenía mis recuerdos, pero aunque dejara mis oídos por ahora no tardaría en volver.
Las horas transcurrieron, el amanecer se coló por la ventana, y con el los escudos. Estaba segura de que no era la única que los había tenido puestos el día anterior, no los levantábamos solo para los demás ni nos apartábamos únicamente de otros.
Trepamos a los caballos y comenzamos el recorrido. Visitar los parajes que nos llevaban a los siguientes pueblos, mantener los oídos abiertos al igual que los ojos... no había más que hacer. A lo largo del camino nos llovieron algunos imprevistos. Más orcos.
Nuestras espadas salieron veloces de sus vainas, me desconecté de todo haciéndola bailar, abriendo la carne de las aberraciones, sacándoles los órganos al ensartárlos y dejarlos caer sobre el suelo.
Vi un soldado de Randulf entre todo aquello, uno que vi el día anterior en el poblado del maestro. Le hice una seña a Höor para indicarle su presencia antes de correr en esa dirección.
Unos minutos después lo arrastré por el suelo, me detuve para atarle las piernas y con una soga lo dejé colgando boca abajo desde la rama de un árbol. -Quiero saber qué sabes exactamente sobre el secuestro de ayer.- Mi sonrisa se expandió fría, no estaba cooperando. Me puse en cuclillas y le pasé la cuchilla por la cara, el cuello… -Por dónde empezamos...-
Me detuve sobre la carne que conectaba dos secciones y moví mi muñeca de forma rápida y precisa, la sangre brotó al sufrir la amputación al igual que su grito reverberó en el aire. La oreja cayó sobre la hierba, con la laceración de los vasos sanguíneos la sangre brotó con profusión y salpicó mi cara.
Desplacé mi mirada hacia un lado, Höor había terminado con unos orcos y se iba acercando, sin embargo, el hombre gritaba y juraba que no sabía nada sobre el paradero del maestro. Apreté los dientes, el viejo zorro podía estar en cualquier lado.
Seguía desconectada de todo, de vuelta en el norte, destrozando aberraciones que fueron hechas con un despropósito, delirios de un loco que había tomado el trono como suyo. La sangre que vertía me ayudaba a mantener el ancla mental, fija en ese gabinete de mi psique que me hacía recordar que era la parca, tuviese el color que tuviese la sangre del enemigo, ya fuera roja o verde.
En mi espada encontré el control en este día en que estaba de regreso, los gritos ajenos me mantenían alerta en los rincones oscuros y raídos que se aglomeraban en mi cabeza. Me removí inquieta sobre ese sofá, porque no estaba aún preparada para volver y el viejo zorro me había orillado a ello.
Me coloqué sobre un costado, la ventana estaba abierta, las velas apagadas, cerca Höor dormía. Las cortinas se mecían, cerré los ojos para no pensar en Vest-Agder.
Entonces él se coló por la ventana, lo sentí en cuanto lo hizo, Loki… El juego de sombras, el ansia de muerte que comenzaba a carcomerme los huesos, su voz raída y profunda, aquella que en su oscuridad seducía.
Noté la caricia de su aliento al hablarme al oído en susurros que creaba solo para mi. -Sabes que te abandonó, no has olvidado. Te dejó a tu suerte, se olvidó de ti… ¿Cuantos días le dedicó a tu memoria? Él bebía hidromiel, follaba y festejaba mientras a ti te destrozaban en aquella fosa. ¿Olvidaste lo que fue aquello? ¿Lo que te hicieron?- Hablaba con aquella convicción que podía quemar mis oídos.
Agarré las sábanas con fuerza mientras seducía mi cabeza. -Vete… quiero dormir.- Lo escuché soltar una risotada después de abrir el dique que contenía mis recuerdos, pero aunque dejara mis oídos por ahora no tardaría en volver.
Las horas transcurrieron, el amanecer se coló por la ventana, y con el los escudos. Estaba segura de que no era la única que los había tenido puestos el día anterior, no los levantábamos solo para los demás ni nos apartábamos únicamente de otros.
Trepamos a los caballos y comenzamos el recorrido. Visitar los parajes que nos llevaban a los siguientes pueblos, mantener los oídos abiertos al igual que los ojos... no había más que hacer. A lo largo del camino nos llovieron algunos imprevistos. Más orcos.
Nuestras espadas salieron veloces de sus vainas, me desconecté de todo haciéndola bailar, abriendo la carne de las aberraciones, sacándoles los órganos al ensartárlos y dejarlos caer sobre el suelo.
Vi un soldado de Randulf entre todo aquello, uno que vi el día anterior en el poblado del maestro. Le hice una seña a Höor para indicarle su presencia antes de correr en esa dirección.
Unos minutos después lo arrastré por el suelo, me detuve para atarle las piernas y con una soga lo dejé colgando boca abajo desde la rama de un árbol. -Quiero saber qué sabes exactamente sobre el secuestro de ayer.- Mi sonrisa se expandió fría, no estaba cooperando. Me puse en cuclillas y le pasé la cuchilla por la cara, el cuello… -Por dónde empezamos...-
Me detuve sobre la carne que conectaba dos secciones y moví mi muñeca de forma rápida y precisa, la sangre brotó al sufrir la amputación al igual que su grito reverberó en el aire. La oreja cayó sobre la hierba, con la laceración de los vasos sanguíneos la sangre brotó con profusión y salpicó mi cara.
Desplacé mi mirada hacia un lado, Höor había terminado con unos orcos y se iba acercando, sin embargo, el hombre gritaba y juraba que no sabía nada sobre el paradero del maestro. Apreté los dientes, el viejo zorro podía estar en cualquier lado.
Última edición por Skadi Rendahl el Miér Nov 21, 2018 12:31 am, editado 1 vez
Skadi Rendahl- Humano Clase Alta
- Mensajes : 101
Fecha de inscripción : 13/10/2016
Re: Choque de espadas [privado]
El baile de aceros fue letal, los orcos salían de todas partes dispuestos a darnos caza y muerte, hacia tiempo que Skadi y yo no luchábamos juntos, espalda contra espalda, ambos caras de una misma moneda, entrenados por el mismo maestro, uno que había desaparecido sin dejar rastro.
Puede que fuéramos luz y oscuridad o simplemente ambos eramos monstruos sin mas, pero ahora eso no importaba, ni el pasado, ni siquiera lo que marcara nuestro futuro, ahora solo importaba ese instante en el que el norte se bañaba con la sangre de los enemigos, que habíamos aunado fuerzas para dar con nuestro maestro y no pararíamos hasta que el viejo zorro volviera a Akershus.
Desenterré la espalda del vientre del ultimo, el filo goteaba el grumoso liquido carmesí mientras caminaba hacía Skadi que sujetaba a uno por la pechera dispuesta a sacarle la información necesaria y no por las buenas.
No intervine, me quedé allí, en pie viendo a la parca hacer su trabajo, con la sangre brotando de la herida por la oreja cercenada.
El tipo juraba que no sabía nada, puede que fuera cierto.
-¡Matalo! -sentencié acercándome a la montura, no perderíamos tiempo, fue entonces cuando el tipo grito pidiendo clemencia al héroe del norte.
-Ese hombre hoy no está aquí, mi maestro ¿donde esta? No lo volveré a repetir.
-Yo no...-no acabó de emitir aquella frase cuando Skadi lo degolló, el gorgoteo de su sangre ahogándolo sonó frente a ambos, apenas nos miramos antes de darle la espalda y dejarlo morir en su propio charco de heces.
Montamos nuevamente sobre los corceles y emprendimos marcha hacía el único lugar donde el viejo zorro no podía estar, Thormstein, la fortaleza del tirano.
No hablamos demasiado, la noche había estado llena de confesiones, ahora ambos en paz eramos conscientes de que entre nosotros solo quedaba una verdad, odiábamos al tirano, no eramos lo que un día fuimos y nuestros sinos el día que la lluvia de flechas la atravesó cambió, nada quedaba de aquellos jóvenes que creían poder amarse, seguramente porque ninguno de los dos estaba hecho para el amor.
Desmonté de un salto, huellas de un carro y un séquito de unos cuantos hombres. Huargos y algunas bestias de mayor tamaño.
-¿Que piensas? Lo llevaran preso en esa comitiva o solo será un anzuelo?
Puede que fuéramos luz y oscuridad o simplemente ambos eramos monstruos sin mas, pero ahora eso no importaba, ni el pasado, ni siquiera lo que marcara nuestro futuro, ahora solo importaba ese instante en el que el norte se bañaba con la sangre de los enemigos, que habíamos aunado fuerzas para dar con nuestro maestro y no pararíamos hasta que el viejo zorro volviera a Akershus.
Desenterré la espalda del vientre del ultimo, el filo goteaba el grumoso liquido carmesí mientras caminaba hacía Skadi que sujetaba a uno por la pechera dispuesta a sacarle la información necesaria y no por las buenas.
No intervine, me quedé allí, en pie viendo a la parca hacer su trabajo, con la sangre brotando de la herida por la oreja cercenada.
El tipo juraba que no sabía nada, puede que fuera cierto.
-¡Matalo! -sentencié acercándome a la montura, no perderíamos tiempo, fue entonces cuando el tipo grito pidiendo clemencia al héroe del norte.
-Ese hombre hoy no está aquí, mi maestro ¿donde esta? No lo volveré a repetir.
-Yo no...-no acabó de emitir aquella frase cuando Skadi lo degolló, el gorgoteo de su sangre ahogándolo sonó frente a ambos, apenas nos miramos antes de darle la espalda y dejarlo morir en su propio charco de heces.
Montamos nuevamente sobre los corceles y emprendimos marcha hacía el único lugar donde el viejo zorro no podía estar, Thormstein, la fortaleza del tirano.
No hablamos demasiado, la noche había estado llena de confesiones, ahora ambos en paz eramos conscientes de que entre nosotros solo quedaba una verdad, odiábamos al tirano, no eramos lo que un día fuimos y nuestros sinos el día que la lluvia de flechas la atravesó cambió, nada quedaba de aquellos jóvenes que creían poder amarse, seguramente porque ninguno de los dos estaba hecho para el amor.
Desmonté de un salto, huellas de un carro y un séquito de unos cuantos hombres. Huargos y algunas bestias de mayor tamaño.
-¿Que piensas? Lo llevaran preso en esa comitiva o solo será un anzuelo?
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Choque de espadas [privado]
El cautivo gritó pidiendo clemencia al héroe del norte. Solté una risotada fría al escuchar como se dirigía a Höor, buscando ayuda de su parte porque sabía que de la sombra no encontraría ninguna.
-¿Debo recordarte que estás hablando conmigo?- Mi expresión se endureció, volví a recordarle que esperaba sus respuestas. Pasé el filo de mi cuchilla dibujando una línea roja sobre su pecho, una que se volvió más ancha y más profunda haciéndole forcejear boca abajo, causando que desgarradores bramidos salieran de su garganta y que se debatiera con las cuerdas que le sostenían por las piernas del árbol.
-¿No te vi matar alegremente a aldeanos inocentes ayer?- Mi pregunta le dejó en silencio, sacudió la cabeza, no sé si negando o entrando en pánico. Se le abrían las fosas nasales al oler su propia sangre, la carne quedaba abierta, haciendo brotar chorros.
Volví a preguntarle por el maestro, pero negaba, negaba haber matado, negaba conocer el paradero del desaparecido. -Si de nada te sirven los ojos ¿para que los quieres?-
Comencé a cortar la carne debajo de uno de ellos, las pupilas se le dilataron hasta alcanzar el doble de su tamaño normal y la sangre se le escurrió por encima del rostro.
Höor soltó un ¡mátalo! que llegó a mis oídos perdidos en el odio y el vacío, en ese momento rememoraba los gritos de angustia de los aldeanos el día anterior, los regueros de sangre de sus familiares, los gritos que hacían eco confundiéndose con otros de mi pasado, envueltos en el terror.
Los susurros regresaron con fuerza, golpeando mis oídos, con la espada corté su garganta, un reguero de sangre comenzó a manar de ella. Pero no le maté del todo, en esta zona los animales salvajes abundaban, no tardarían en llegar seducidos por el olor de la sangre. En una hora estaría muerto ya fuera por la hemorragia o por los desgarrones infringidos por las bestias.
Lo dejé medio muerto y me subí al caballo, comenzando a cabalgar al lado de Höor. Saqué mi cantimplora y vertí algo de agua sobre mi rostro antes de mirarlo. -Recuerda que no soy uno de tus generales.-
Lo dije observándolo, ¿hasta que punto habíamos hablado la noche anterior? Sabía que me había acostumbrado a encerrar mis palabras y endurecer mi escudo.
Volví a cerrar la cantimplora. Loki aprovechaba el momento porque los susurros se empeñaban en repetirme una palabra. Recuerda… recuerda…
Todo se enrevesaba, mi retorno al norte… No sé si Höor se percataba de las franjas que marcaban los lados de sus ojos, franjas que apenas un año atrás no estaban allí y que hablaban de cansancio, oscureciendo sus orbes que deberían haber sido jóvenes como los míos, pero los míos tampoco lo eran…
En algún lugar, en algún espacio conocí al Höor joven, compartimos sueños y guerras, aunque ahora estos se desvanecieran dejando rastros en mi psique rodeada del velo de oscuridad y de demonios oscuros. De niños nos contábamos secretos… ¿ahora adonde quedaban las verdades?
Él desmontó de un salto, nos topábamos con un rastro de una caravana de soldados del rey. -¿Que piensas? Lo llevaran preso en esa comitiva o solo será un anzuelo? - Observé las huellas, no demasiado claras ni demasiado escondidas, patas de huargos…
Miré a mi alrededor escuchando al viento de forma atenta antes de volver a mirarlo. Las alteraciones a nuestro alrededor eran sutiles, alguna que otra rama rota más adelante, delgadas marcas en el suelo que indicaban las ruedas de una carreta.
-¿No decía el maestro que cuando todo se revela de forma fácil alguna treta ha de traer consigo?- Ladeé la sonrisa apenas y volví a montar. Los caballos se movieron despacio, tiré de las riendas y me detuve. De manera natural, sin que intercambiáramos palabras, Höor lo hizo también.
Ambos llevamos las manos hasta nuestras armas, preparándonos. Un caballo salió de un lateral del camino, de la nada. Un jinete que guiaba a otros más, se detuvo frente a nosotros haciendo una seña a los que le seguían para que se detuvieran a su vez. Tenía el rostro parcialmente cubierto, pero le reconocí en seguida incluso antes de que alzara la mirada.
Como nosotros él había sido entrenado por el maestro desde niño, como nosotros aprendió a luchar, pero en él siempre hubo algo diferente… algo que nunca terminó de gustarme y que me hacía desconfiar de él. En esos ojos que me miraban ahora vi a un desconocido y los míos se tornaron gélidos. -Grim…-
-¿Debo recordarte que estás hablando conmigo?- Mi expresión se endureció, volví a recordarle que esperaba sus respuestas. Pasé el filo de mi cuchilla dibujando una línea roja sobre su pecho, una que se volvió más ancha y más profunda haciéndole forcejear boca abajo, causando que desgarradores bramidos salieran de su garganta y que se debatiera con las cuerdas que le sostenían por las piernas del árbol.
-¿No te vi matar alegremente a aldeanos inocentes ayer?- Mi pregunta le dejó en silencio, sacudió la cabeza, no sé si negando o entrando en pánico. Se le abrían las fosas nasales al oler su propia sangre, la carne quedaba abierta, haciendo brotar chorros.
Volví a preguntarle por el maestro, pero negaba, negaba haber matado, negaba conocer el paradero del desaparecido. -Si de nada te sirven los ojos ¿para que los quieres?-
Comencé a cortar la carne debajo de uno de ellos, las pupilas se le dilataron hasta alcanzar el doble de su tamaño normal y la sangre se le escurrió por encima del rostro.
Höor soltó un ¡mátalo! que llegó a mis oídos perdidos en el odio y el vacío, en ese momento rememoraba los gritos de angustia de los aldeanos el día anterior, los regueros de sangre de sus familiares, los gritos que hacían eco confundiéndose con otros de mi pasado, envueltos en el terror.
Los susurros regresaron con fuerza, golpeando mis oídos, con la espada corté su garganta, un reguero de sangre comenzó a manar de ella. Pero no le maté del todo, en esta zona los animales salvajes abundaban, no tardarían en llegar seducidos por el olor de la sangre. En una hora estaría muerto ya fuera por la hemorragia o por los desgarrones infringidos por las bestias.
Lo dejé medio muerto y me subí al caballo, comenzando a cabalgar al lado de Höor. Saqué mi cantimplora y vertí algo de agua sobre mi rostro antes de mirarlo. -Recuerda que no soy uno de tus generales.-
Lo dije observándolo, ¿hasta que punto habíamos hablado la noche anterior? Sabía que me había acostumbrado a encerrar mis palabras y endurecer mi escudo.
Volví a cerrar la cantimplora. Loki aprovechaba el momento porque los susurros se empeñaban en repetirme una palabra. Recuerda… recuerda…
Todo se enrevesaba, mi retorno al norte… No sé si Höor se percataba de las franjas que marcaban los lados de sus ojos, franjas que apenas un año atrás no estaban allí y que hablaban de cansancio, oscureciendo sus orbes que deberían haber sido jóvenes como los míos, pero los míos tampoco lo eran…
En algún lugar, en algún espacio conocí al Höor joven, compartimos sueños y guerras, aunque ahora estos se desvanecieran dejando rastros en mi psique rodeada del velo de oscuridad y de demonios oscuros. De niños nos contábamos secretos… ¿ahora adonde quedaban las verdades?
Él desmontó de un salto, nos topábamos con un rastro de una caravana de soldados del rey. -¿Que piensas? Lo llevaran preso en esa comitiva o solo será un anzuelo? - Observé las huellas, no demasiado claras ni demasiado escondidas, patas de huargos…
Miré a mi alrededor escuchando al viento de forma atenta antes de volver a mirarlo. Las alteraciones a nuestro alrededor eran sutiles, alguna que otra rama rota más adelante, delgadas marcas en el suelo que indicaban las ruedas de una carreta.
-¿No decía el maestro que cuando todo se revela de forma fácil alguna treta ha de traer consigo?- Ladeé la sonrisa apenas y volví a montar. Los caballos se movieron despacio, tiré de las riendas y me detuve. De manera natural, sin que intercambiáramos palabras, Höor lo hizo también.
Ambos llevamos las manos hasta nuestras armas, preparándonos. Un caballo salió de un lateral del camino, de la nada. Un jinete que guiaba a otros más, se detuvo frente a nosotros haciendo una seña a los que le seguían para que se detuvieran a su vez. Tenía el rostro parcialmente cubierto, pero le reconocí en seguida incluso antes de que alzara la mirada.
Como nosotros él había sido entrenado por el maestro desde niño, como nosotros aprendió a luchar, pero en él siempre hubo algo diferente… algo que nunca terminó de gustarme y que me hacía desconfiar de él. En esos ojos que me miraban ahora vi a un desconocido y los míos se tornaron gélidos. -Grim…-
Skadi Rendahl- Humano Clase Alta
- Mensajes : 101
Fecha de inscripción : 13/10/2016
Re: Choque de espadas [privado]
No le faltaba razón a la parca, los caminos fáciles siempre acababan siendo escabrosos y esa pista parecía demasiado fiable como para ser cierta, todo estaba calculado ,desde el tenebroso ritmo de los caballos al peso del carro del que tiraban junto a la horda de humanos y huargos.
-Vamos Skadi ¿desde cuando te pierdes un poco de diversión.
Ladeé la sonrisa cuando la parca montó rauda sobre su corcel y ambos los espoleamos en dirección hacía la supuesta trampa, a fin de cuentas, si nos la tendían era porque los integrantes de esa comitiva algo sabían y si no pues no importaba, nadie echaría de menos a esos hijos de puta siervos del tirano que oprimía el norte bajo su yugo invisible.
No tardamos demasiado en alcanzar a los guerreros, o mejor dicho lo que debían hacer sido ellos que en una bonita emboscada propia de los mejores tiempos nos salieron al paso con sus espadas alzadas y el brillo de la guerra en sus miserables ojos sanguinarios. Grim, aquel que de niño se formó con ambos se adelantó a la comitiva pidiendo a los suyos un momento, mi sonrisa se afiló tal y como se acercaba.
-Cuanto tiempo, me olía a rata, y ahora lo entiendo -dije tocandome la nariz con una mueca de asco- ¿donde está nuestro maestro? -pregunté impaciente mientras ahora era Grim el que ladeaba su sonrisa con malicia.
-Vaya Skadi, desde que no estas con “héroes imaginarios” que estas mas sexy.
-Tengo que reconocerte el merito, muchos años después sigues tirandole la caña a todas las mujeres, una pena que no caiga ninguna en tu red.
-¿Como van tus pequeños bastardos de sangre francesa? dicen los rumores que tu mujer salió corriendo en cuanto pisó estas gélidas tierras -dijo incisivo tratando de ofenderme.
La parca gruñó acallandonos a los dos.
-¿Donde esta nuestro maestro? Dínoslo y te perdonaremos la vida -alegó.
Grim señaló a sus espaldas dejando clara su supremacía, un ejercito lo acompañaba y nosotros solo eramos dos.
-Vamos Skadi ¿desde cuando te pierdes un poco de diversión.
Ladeé la sonrisa cuando la parca montó rauda sobre su corcel y ambos los espoleamos en dirección hacía la supuesta trampa, a fin de cuentas, si nos la tendían era porque los integrantes de esa comitiva algo sabían y si no pues no importaba, nadie echaría de menos a esos hijos de puta siervos del tirano que oprimía el norte bajo su yugo invisible.
No tardamos demasiado en alcanzar a los guerreros, o mejor dicho lo que debían hacer sido ellos que en una bonita emboscada propia de los mejores tiempos nos salieron al paso con sus espadas alzadas y el brillo de la guerra en sus miserables ojos sanguinarios. Grim, aquel que de niño se formó con ambos se adelantó a la comitiva pidiendo a los suyos un momento, mi sonrisa se afiló tal y como se acercaba.
-Cuanto tiempo, me olía a rata, y ahora lo entiendo -dije tocandome la nariz con una mueca de asco- ¿donde está nuestro maestro? -pregunté impaciente mientras ahora era Grim el que ladeaba su sonrisa con malicia.
-Vaya Skadi, desde que no estas con “héroes imaginarios” que estas mas sexy.
-Tengo que reconocerte el merito, muchos años después sigues tirandole la caña a todas las mujeres, una pena que no caiga ninguna en tu red.
-¿Como van tus pequeños bastardos de sangre francesa? dicen los rumores que tu mujer salió corriendo en cuanto pisó estas gélidas tierras -dijo incisivo tratando de ofenderme.
La parca gruñó acallandonos a los dos.
-¿Donde esta nuestro maestro? Dínoslo y te perdonaremos la vida -alegó.
Grim señaló a sus espaldas dejando clara su supremacía, un ejercito lo acompañaba y nosotros solo eramos dos.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Localización : el placentero infierno de tus piernas.
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