Destino del León y el Hielo {Privado}

A unos pocos metros de donde Florian estaba se escuchaban primero siseos y murmullos, que fueron subiendo de tono hasta acabar siendo una verdadera discusión.

—... ¡¡te ha mirado con cara de querer comerte!!
— y qué más da... como si tuviera alguna oportunidad conmigo.
— ¡No te hagas el sueco Colton! sabes a lo que me refiero!!
— estás paranoica.
— no lo estoy!! tú también lo has visto.
—¿y qué quieres que haga? que le arranque los ojos?? no puedo controlar la forma de mirar de nadie, joder!!! estoy cansado de tanto numerito!! si no quieres estar aquí vuelve a casa, pero no me des más la brasa.
— tú le has sonreido...eres... eres...
— sí, ya sé, soy horrible, soy el demonio, soy tu desgracia...venga, suéltalo, será la quinta vez del dia.

La discusión tenía dos voces distintas, una femenina y otra varonil, la primera algo estridente y destemplada y la segunda con un profundo tono hastiado. Se escucharon pasos airados por la gravilla del jardín, pasos que abandonaban el lugar, un bufido seguido de un chasquido de lengua y de nuevo el silencio, que quedó roto por el sonido de las pisadas, lentas, que se acercaron a donde estaba Florian. El león lo vio recortarse en la oscuridad iluminaba por los farolillos y la luna antes de que su olfato lo delatara. Como felino, su aguda vista nocturna era mucho más rápida que su olfato, al contrario que en los cambiantes caninos. No aflojó el paso ni dudó cuando se percató de que otra persona ocupaba el solitario lugar, probablemente con la intención de hallar algo de paz o intimidad lejos del gentío superfecial que había en la fiesta. Él no reculaba ni se disculpaba por algo tan normal como caminar y encontrarse con alguien, es más, su inmensa curiosidad le hubiera llevado a preguntarle directamente qué hacía allí, pero no era cortés y ante todo era un lord sin título que lo acreditase.

— ¿una mala noche?.— preguntó sin más. Había otro banco y sencillamente se sentó, el rey león campaba a sus anchas sin importarle que aquel no fuera su territorio, porque en su subconsciente, todos los territorios eran suyos.— debe ser la luna, vuelve loca a la gente.— sonrio de medio lado, tratando de restarle importancia porque estaba seguro que el hombre había captado la discusión con su mujer.

Llevaba un traje en colores marrones y camel con camisa blanca, sus favoritos desde que estuvo buscando reliquias en Egipto. Evidentemente hecho a medida, planchado y sin una sola arruga. La barba la llevaba perfectamente recortada, su rebelde melena iba peinada hacia atrás en un intento de domarla, pero ese era el único rasgo que se salía de aquella pulcritud pues su pelo siempre hacía lo que quería y acababa por desordenarse. Se pasó las manos por la cabeza en un intento de retirar los mechones sueltos de su cara, pero no había nada que hacer.

— Al menos el champán era bueno..—su claro acento británico acompañó a la ironía de su comentario y a aquella media sonrisa que generalmente acompañaba su expresión, un rostro de ojos vivos y gesto divertido.

—¿El género sumiso? pocas mujeres conocéis, os aseguro que la mayoría son demonios.— sonrió de lado. Bueno...en general el mundo estaba lleno de personas cuya existencia se reducía a eso: a sentirse miserables y autocompadecerse de ello, algo que le era completamente desconocido a él. ¿Cómo podría sentirse miserable con esa anatomía, ese carisma y además la abundancia de una buena posición? La vida estaba hecha para bebérsela a tragos, no a sorbos.

— Por mi no lo haga, hay suficiente jardín para los dos, si le he interrumpido en sus cavilaciones, le pido disculpas.— se levantó y dio unos pasos tendiéndole la mano para darle un apretón firme. Las formas eran las formas y había que guardarlas.— Colton Bradley, cazador de tesoros.— Le gustaba llamarlo así, porque en realidad no había nombre ni estudios universitarios que catalogaran lo qué él hacía: marcharse en las expediciones de arqueólogos y aventureros, y aportar la parte que los eruditos no tenían, su instinto para la caza y la aventura.— No quisiera ser la causa de que tuviera que regresar ahí dentro si no lo desea. Para mí el ambiente está muy... cargado.— Igual era un poco osado darle conversación a alguien que quería estar solo y que había manifestado claramente cierto desagrado por su presencia, pero tenía la puñetera manía de imponerse en un territorio cuando le daba la gana, que para algo era el león alfa.— ¿Vive en París mucho tiempo? nosotros llegamos hace unos meses y trato de encontrar algo que distraiga a mi esposa, está enferma de los nervios, pensé que acudir a esta fiesta le resultaría entretenido, pero me temo que no estoy acertando.

¿Y ahora le contaba algo tan personal a un desconocido? ¿y por qué no? ¿que acaso no era una realidad que su mujer estaba histérica y montaba numeritos en cualquier lugar? Mejor avisar a los que podían ser víctimas de sus arrebatos.

—Así que de paises africanos...¿es mucho preguntar cuáles? yo crecí en Sudáfrica y pasé algunos años viajando por Egipto, Sudán y Congo.

Y en verdad casi todos los paises de África, porque tenía muchos más años de los que aparentaba y se había dedicado a viajar por el continente negro a lo largo y ancho de éste, bien fuera de caza, de búsqueda de reliquias o tesoros o con cualquier pretexto para salir de la rutina de ser terrateniente de las nuevas colonias. Y para huir de su madre y su hermano que estaban siempre dándole la paliza con lo de casarse y darle muchos Bradleys a la saga.

El joven decidió marcharse abruptamente a por el abrigo y se encogió de hombros cuando el dio la espalda. La gente era rara. Y estaban locos. El mundo estaba loco en si. Pero bueno, podía quedarse cinco minutos difrutado del aire puro antes de marcharse de nuevo a casa a seguir dicutiendo con su mujer, o más bien, a seguir aguantando sus retahilas de reproches. Estaba cavilando sobre aquello cuando Florian apareció de nuevo y tropezó con una baldosa. ¡Si que era torpe! pero claro, cualquiera lo era si lo comparabas con un felino, con sus movimientos precisos y elegantes. Fue a tenderle la mano, pero se levantó por si solo en un gesto de orgullo herido.

Sangre. Con la sangre a veces tenía una relación de amor y odio. Por un lado cuando manchaba su piel le parecía repulsiva, una abominación, un sacrilegio. Pero si no era suya, le despertaba el hambre, a fin de cuentas era un depredador, uno muy grande y peludo. Se relamió los labios ahora resecos y se obligó a llevar la mano al bolsillo del chaleco del cual extrajo un pañuelo que le tendió a Florián.

— Presione sobre la sien, se le cortará rápido. ¿Quiere que avise a alguien? Siéntese aquí, no vaya a caerse de nuevo.

Observó el leve temblor de su mano, no estaba hecho a la sangre, así que el león se le acerco y él mismo presionó el pañuelo contra la sien.

— Sólo ha sido un tropiezo, no se preocupe, lamentablemente todavía no se ha librado de esta estúpida fiesta.— sonrió de medio lado aligerando la situación.

Colton notó cierta tensión en el joven que empezaba a ceder para dejar paso a una invitación clara a tomar algo y charlar. ¿De qué se reprimía? ¿Por qué tenía ese carácter de infierno cuando lo tenía todo para disfrutar de la vida? No había nada que estimulase más a un gato que la curiosidad. Ahora sentía curiosidad por saber más.

— Claro, si quiere le invito a una copa en el Molly House y me cuenta esas historias. Todo lo que tenga que ver con África me recuerda a mi hogar, será una conversación agradable.— le mentó el bar de ambiente para ver su reacción, porque la señales que le enviaba Florian parecían claras, pero por si acaso.

Apareció el mayordomo reclamando su presencia en el interior a petición de una dama. La reacción del joven fue explosiva. ¿Qué batalla estaba librando contra el mundo? quizás había tenido una mala experiencia con el sexo femenino y estaba rabioso. No es que la suya fuera buena, pero era un hombre curtido y sabía encajar los reveses de la vida y aguantar hasta el extremo porque era el alfa de su manada, el rey de los suyos. Florian se alejó enfurruñado y Colton se giró hacia el mayordomo.

— Disculpe...Maxwell ¿verdad? déjelo, yo me encargo. Vuelva dentro por favor, y excuse a su señor. Digale a esa dama y a mi mujer, la señora Bradley, que no me encontraba muy bien, que me resbalé resentiéndome de mi vieja lesión de rodilla y el señor Thibault me acompañó al hospital.¿De acuerdo?.— el hombre asintió y regresó dentro. La historia de la rodilla había dado para mucho, pero hacía más de veinte años que se la rompió de mala forma y su condición de cambiante lo había superado largo tiempo atrás, pero le servía de buena excusa en múltiples ocasiones.

Se acercó a Florian y le puso la mano tras la espalda sin tocarlo apenas, sólo para indocarle el camino.

— No se preocupe, ya podemos irnos, está arreglado. Relájese, no puede tomarse la vida tan en serio, a fin de cuentas...no vamos a salir vivos de ella.— Le sonrió, con ese positivismo que solía ostentar y que lo movía la mayor parte del tiempo. El coche los esperaba fuera y su cochero era otro cambiante feliuno completamente leal a su señor. Se adentraron entre las callejuelas de París y apraron frente al Molly House, donde entraron sin más. Colton saludó a Etienne, el portero, un enorme hombre de color, con la cabeza afeitada y ojos fieros. Era de Sudán, el gato ya se había enterado de las historias de todos, era un poco cotilla.— Buenas noches Etienne ¿cómo va? te veo bien..— el hombre le devolvió el saludo y la sonrisa y los dejó pasar informándoles que ese día había espectáculo de cabaret. Allí confluían tanto hombres como mujeres, pero solían frecuentarlo aquellos que tenían gustos sexuales poco convencionales. Se sentaron en unos sillones frente a una mesita redonda y Colton pidió un par de copas de Dawa, un cocktail africano de Kenya a base de una especie de vodka, miel, lima y decorado con una ramita caña de azúcar. Él vivía con naturalidad lo que era, estaba satisfecho de los dones recibidos, tanto en carne como espíritu, así que no se sentía apabullado por las normas sociales ni las opiniones. Generalmente todo el mundo lo adoraba, incluso aquellos que sabían o sospechaban que era invertido, pues su enorme personalidad arrolladora compensaba cualquier "delito" que pudiera cometer. Y los que trataban de ser ofensivos o despectivos chocan contra un muro de sólida roca. Él era un portento de la naturaleza y esa gente eran tan sólo mediocres con celos. El mundo era así de simple para el rey león.

— ¿Había probado el Dawa? a mi me encanta, tengo predilección por los sabores sutiles y los matices. Sí, soy un poco sibarita de paladar, qué le vamos a hacer. Cuénteme ¿como es que ha vivido en África? es un continente para valientes.




PD: siento yo tambien el retardo, he regresado ahora de un viaje.

Se le veía un poco tenso, incómodo, o algo similar. Los felinos solían detectar el ánimo de los humanos bastante bien, pero en este caso el león estaba más pendiente de su propio ánimo que del de Florian, como venía siendo costumbre en él. Acababa de discutir con su esposa en una bronca monumental (otra vez) y trataba de sacudirse la amarga sensación de estar fallando en algo a pesar de no tener culpa de ello. Para ello había recurrido a la vía de escape: largarse del lugar, acudir a un local donde sus gustos no serían mal recibidos y tomar unas copas con un extraño.

El joven se fue al baño, preso de una creciente inquietud que sus finos sentidos felinos pudieron captar de inmediato. Como tardaba más de la cuenta, supuso que o bien no se encontraba muy católico o bien se había largado por la ventana del baño. En fin, la vida era extraña, la gente era extraña...él sólo podía disfrutarla conforme le llegase.

Se levantó de la mesa dejando el Dawa allí y se acercó a Etienne a conversar un poco con él, que le pusiera al día de ciertos cotilleos que se daban en el Molly House. Le preguntó si sabía algo de su escurridizo acompañante, pero éste negó, no tenía ni idea de quién era el joven de oscuros cabellos. Lo vio salir del baño y mirar hacia las butacas que antes estaban ocupando, sonrió entre dientes y se levantó sigilosamente del taburete dando la vuelta a la barra y colocándose tras Florián sin hacer ni un solo ruido, era un depredador silencioso y así le gustaba cazar.

— ya pensaba que se había escapado por la ventana del baño huyendo de mi presencia...— le susurró al oido, tan cerca que podría haberle hincado el diente, pero se mantuvo detrás como una pared, un muro contra el que Florian chocaría de hacerse un paso atrás. La distancia que los separaba era apenas dos centímetros, tan sólo tenía que recular apenas para dejarle entrever al león si tenía algún interés más allá de la charla o no.

No necesitaba suplicar, ni tampoco obligar y acechar, él era el premio gordo, le sobraban propuestas de noches locas y de todo tipo de affaires. Le estaba brindando la posibilidad a ese ratoncillo de tener a u león ronroneandole por una noche, la pelota estaba en su tejado.

No se esperaba que el maldito crio le echase el vaso por encima. Odiaba estar sucio, era un gato y los gatos no toleraban ninguna sustancia pegada al pelo ni por un segundo. Parpadeó varias veces y su gesto cambio a profundo disgusto. El desplante de Florian no le molestaba tanto como ese líquido chorreando por su cara; iba a decir algo pero el joven sacó un pañuelo y comenzó a limpiarle las barbas y las mejillas.

Al mismo tiempo se abrió la puerta del Molly House y unos seres de aura oscura entraron en el local. ¿Vampiros en ese establecimiento? se estaban volviendo muy atrevidos. Ellos tenían otros locales, antros de perversión donde corría la sangre, y allí en ese ghetto es donde debían quedarse, estaban fuera de su territorio. Colton no lo dudó dos veces, el rey léon iba a defender su terreno y no se lo pensaría, para algo era el temerario jefe en aquella selva. Cazó el pañuelo que sostenía Floran y se lo restregó para acabar rápido con la suciedad de su cara y se le devolvió con un gesto de "quédate aqui". Acortó la distancia con un par de zancadas hacia ambos vampiros y con pose indolente les espetó.

— Buenas noches, se han equivocado de local caballeros, tienen uno más apropiado a sus gustos a dos manzanas.— uno de ellos se giró y sonrió torvamente. Un cambiante que iba de chulito, bah.

— No, estamos bien aquí. ¿Nos vas a impadir la entrada?

— Evidentemente no, pues ya han entrado, pero puedo darles una patada en el culo que los va a enviar directos al puto agujero del que salieron.

— me gustaría ver como lo intentas.— el vampiro enseñó sus colmillos. Colton esbozó una sonrisa divertida e hizo brillar sus ojos en ámbar, esos ojos de pupilas rasgadas y felinas.

— El placer es mío.— en un movimiento rapidísimo el cambiante agarró a los dos vampiros e hizo que chocaran sus cabezas, después giró a uno y le dio tal patada que cayó sobre el suelo enmoquetado. El otro se abalanzó sobre el león y éste se zafó del placaje, los gatos panza arriba cuando estaban furiosos eran imparables. A la pelea se unieron varios hombres más, en ese local no entraban vampiros, no querían chupasangres allí y se lo hicieron saber a las sanguijuelas que acabaron por salir a la calle a golpes.

Colton regresó con Florian despeinado y con la camisa hecha un desastre, se la abrochó mejor y la metió por dentro de sus pantalones, ahora estaba manchada de sangre de vampiro y ese olor le daba náuseas.

— Agh, no soporto su hediondez, es como oler a carne putrefacta. Menuda nochecita...creo que me vendría bien un descanso, un baño y una camisa limpia.

No se esperaba ese arranque de valor por parte del joven, le había parecido un crío extraño, acomplejado y enfadado con el mundo, le había resultado gracioso y tierno a la vez, pero con aquel acto se acababa de condenar. Un león y un ratón, la combinación era terriblemente mala, pero a Colton no le gustaba que nadie le dijera lo que podía o no hacer, lo que era adecuado o no, y siempre apostaba en contra de las probabilidades.

Enarcó una ceja cuando sintió sus labios contra los ajenos y dedujo por la turbación del joven que no se sentía cómodo acptando sus propios deseos o al menos no en público. Bien, pues le daría la oportunidad de probar otra forma de hacer las cosas.

— Florian...soy un estúpido temerario, es cierto. Y tú eres un... reprimido.— sabía de la dureza de sus palabras, pero quería despertar de nuevo a ese Florian que se había abalanzado sobre sus labios y no al que bebía una copa tras otra porque creía estar haciendo algo mal.— El mundo es como es, yo soy como soy y tú eres como eres. No necesitas contentar a todo el mundo, así ni siquiera tú estás contento. ¿Quieres ser valiente de verdad? entonces sígueme.

Le tendió la mano mirándolo a los ojos con esa sonrisa traviesa que a veces ponía. Le estaba prometiendo una montaña rusa de emociones, tan sólo tenia que averiguar qué Florian quería ser por esa noche: el noble caprichoso, malhumorado y reprimido o el arriesgado y temerario.

El Molly House tenía habitaciones en las plantas superiores, pediría la de la buhardilla, que tenía una ventana en el techo y se podían ver las estrellas por ella, le gustaban los epsacios abiertos y que no hubieran más cuartos a los lados, era una cuestión de territorialidad.